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La película comienza con el homenaje a tres grandes

investigadores, cuyas aportaciones a la Ciencia han servido para


establecer la imagen que el hombre contemporáneo tiene de sí
mismo y del universo:

 Copérnico, que desmontó la teoría


geocéntrica deAristóteles, enriquecida con las aportaciones
de Claudio Ptolomeo en el siglo II, y vigente hasta bien entrado
el siglo XVI;
 Darwin, que formuló las mismas leyes evolutivas que
rigen el desarrollo de los seres vivos, incluyendo al hombre;
 y por supuesto, Freud, que definió el verdadero peso
específico del inconsciente en nuestra mente, concepto filosófico
que había tomado de Von
Hartmann,Schopenhauer y Nietzsche.

Nos encontramos en 1885, en el hospital general de Viena. Bajo


el supuesto diagnóstico de histeria (patología hoy en día conocida
como trastorno de conversión), Freud ingresa a una paciente en
el pabellón psiquiátrico dirigido por el influyente
profesor Dr.Theodor Meynert (Eric Portman). La imagen
mostrada en este film de este médico de origen alemán no resulta
cordial (excepto en su faceta de virtuoso violinista), siempre
polarizada en la encarnizada rivalidad académica y profesional
mantenida con Freud.

En realidad, Meynert destacó por sus brillantes trabajos sobre la


clasificación de las enfermedades mentales, tratando de relacionar
cada patología con su base neuroanatómica, algo verdaderamente
novedoso en su época.
Dr. Theodor Hermann Meynert (1833 - 1892)

Profundamente desanimado ante su estancamiento profesional,


Freud decide marcharse a París, para aprender y trabajar con el
afamado Dr. Jean-Marie Charcot. En las escenas familiares
previas a la partida, descubrimos un gazapo atribuido a la
dirección de casting (responsabilidad de Robert Lennard).
Supuestamente el joven Sigmund (que entonces debería contar
con apenas 29 años) aparenta un envejecimiento mayor incluso al
de su propia madre (Rosalie Crutchley). En 1962, Monty tenía 42
años, exactamente la misma edad de la actriz que encarnó a Frau
Amalia Freud; sin embargo, su aspecto era el de un hombre
mucho más avejentado.

Jean-Marie Charcot (1825 - 1893) representa una de las figuras


más eminentes en la historia de la medicina francesa. Precursor de
lapsicopatología, fue fundador de la escuela
de neurologíainstalada en el legendario Hospital de la
Sâlpetriere de París. Fue el primero en describir la
terrible esclerosis lateral amiotrófica, también conocida
como enfermedad de Charcot, ya tratada con anterioridad en
este mismo blog. En aquellos años era una autoridad mundial en el
tratamiento de la histeria. Freud sería el traductor al alemán de
algunas de sus más brillantes obras.

Siguiendo el film, escuchamos declarar al personaje de Charcot


(Fernand Ledoux): - "la histeria viola el principio médico de que
los síntomas físicos deben tener un origen orgánico, y el principio
psicológico de que la mente no es capaz de pensar en varias ideas
a la vez..."

Charcot sentando
cátedra en La Sâlpetriere

En algunas escenas, al igual que Freud, observamos a Charcot y a


sus colaboradores emplear la regresión hipnótica como
herramienta diagnóstica, nunca como
terapéutica:"desgraciadamente, el estado hipnótico es pura farsa;
nos ayuda a entender, no a curar". Debemos recordar que la
aplicación de estas técnicas suponía de por sí una herejía contraria
a la corriente científica imperante.

En 1886, de regreso a Viena, Freud se desposa según el rito judío


con su prometida Martha Bernays (Susan Kohner) y abre una
consulta privada. En los medios académicos y facultativos
comienza a exponer sus tesis sobre la importancia en la salud
mental del inconsciente. Entre su público, encontramos de nuevo
al Dr. Meynert, paladín defensor de la base orgánica de los
trastornos mentales, idea que colisionaba frontalmente con el
discurso freudiano.

Meynert finaliza sentenciando: - "los doctores vieneses dejamos la


especulación metafísica para los parisinos (en clara alusión a
Charcot), y nos ceñimos pacientemente a las lecciones de los
experimentos fisiológicos".

Solamente el Dr. Joseph Breuer (Larry Parks) se siente atraído


por las consideraciones de Freud. Será precisamente este médico
el que le presente el caso de Cecily Koertner (interpretada por la
atractiva Susannah York), una joven afectada por una tremenda
crisis nerviosa desencadenada tras la muerte de su padre. Una
particularidad para cinéfilos: parece ser que Jean-Paul Sartre
deseaba ver a Marilyn Monroe actuando en este vehemente
papel.
LA PERTURBACIÓN DE CECILY KOERTNER

"Doctor, estoy harta de ser una enferma..."

El Dr. Breuer le confiesa a Freud que ha estado utilizando la


hipnosis como tratamiento no farmacológico
del insomnio padecido por Cecily. Sin embargo, al entrar la joven
en trance, el médico se percató de que pronunciaba frases
inicialmente inconexas, pero que poco a poco iban cobrando un
cierto sentido. Mediante una estrategia planificada de preguntas y
respuestas, Breuer descubrió la causa del insomnio: Cecily estaba
aterrorizada por un sueño recurrente que giraba entorno al
cadáver de su propio padre, devorado por los gatos callejeros
de Nápoles, ciudad en la que éste había fallecido mientras
viajaba.

Según los expertos, el personaje de Cecily Koertner bien pudiera


corresponder en la realidad a la paciente Bertha
Pappenheim(conocida por el pseudónimo de Anna O.), con la
que Freud empleó el método catártico de Breuer (que la había
tratado con anterioridad). El film nos muestra las sesiones
terapéuticas de Breuer en la casa de Cecily, con Freud como
atento testigo.

Para Breuer, "el acto de recordar, de revivir el incidente, hace que


el síntoma desaparezca". De esta sutil manera, Freud comienza a
intuir la posible utilidad de la hipnosis, por su capacidad de
recuperar los recuerdos, como innovador método de tratamiento.
Bertha Pappenheim en 1881

En la película, esta referencia constituye además la primera toma


de contacto de Freud con el mundo onírico. Como simple apunte,
recordemos aquí el enorme peso específico en su cuerpo doctrinal
de la obra titulada "La Interpretación de los Sueños" (1900).

La colaboración entre Breuer y Freud resulta muy fructífera,


superando con ingenio los postulados de Charcot:

 El trauma no divide la mente; solamente hace que el


recuerdo del incidente se borre de la consciencia...
 Los recuerdos están rodeados de emociones que no
encuentran su desahogo natural a través del estado consciente...
 Un síntoma insano solo es energía emocional que se
manifiesta indebidamente...
Según Sigmund Freud, a menudo experimentamos pensamientos y
sentimientos insoportablemente penosos. Éstos, junto a sus
recuerdos asociados, son transportados desde el ámbito de lo
consciente hacia la zona oscura del inconsciente. En la procura del
llamado "recuerdo patógeno", siguiendo la línea de pensamiento
compartido con Breuer, Freud inicia un novedoso tratamiento con
los pacientes del hospital vienés.

Pero un nuevo enfrentamiento con Meynert y sus acólitos hace que


Freud abandone el hospital. En sociedad con Breuer, comienza a
investigar sobre la histeria con los pacientes que él le deriva a su
consulta privada.

EL EXTRAÑO CASO DE CARL VON SCHLOSSEN

Paralelamente al asunto de Cecily, Freud se sumerge en la


atormentada mente de otro paciente que marcará
inexorablemente el curso de su futura carrera como psiquiatra. Se
trata de Carl con Schlosser (interpretado por el actor
escocés David Mc Callum, posteriormente reconvertido en el Dr.
Robert Young, médico de familia en la exitosa serie
televisiva "Marcus Welby"). Hijo de un general retirado del
ejército imperial austro-húngaro y apasionado lector
de Heine, Baudelaire y Rimbaud, el trastorno padecido por von
Schlosser ayudará a Freud a descubrir y estructurar su
archipopular "complejo de Edipo".

Sometido a hipnosis, el joven desequilibrado le revela el odio que


siente por su padre, del que sin embargo guarda en un lugar bien
visible el uniforme de teniente de húsares con el combatió en
lasbatallas de Custoza, y que sirve para vestir el cuerpo desnudo
de un maniquí identificado con su amada figura materna. Hasta el
mismísimo fundador del psicoanálisis no estaba preparado para
tan impactante revelación. Viendo la gravedad del cuadro psicótico
de su paciente, Freud decide ingresarlo en una institución cerrada.
Edipo ante la Esfinge

Hacen acto de aparición las primeras escenas oníricas,


surrealistas, de este film; protagonizadas por Freud, éste se
encuentra en el umbral de una profunda caverna atado al extremo
de una cuerda. Von Schlosser tira de él desde el otro extremo, a
modo de guía. El paciente se dirige hacia un claro, un haz de luz
que se cuela en la cueva e incide sobre una hierática y bella figura
femenina, que en su mano porta una serpiente (¿Yocasta?). Von
Schlosser acaricia y besa a la mujer, ante el gesto horrorizado de
Freud, que esconde su rostro tras las manos. Un hombre mayor,
vestido con un frac y tocado con una chistera, ríe burlón
observando la escena. Furioso, alterado y ofendido Freud comienza
a tirar de la cuerda que le une a su paciente, tratando de apartarlo
de la mujer. Desde el interior de la caverna, lanza grandes piedras
sobre el desdichado enfermo, que termina por despeñarse desde
una altura. Para evitar ser atraído hacia el abismo por el peso
muerto, Freud trata desesperadamente de cortar con un cuchillo el
nexo que une a ambos, pero no lo consigue y es arrastrado en la
caida. Entonces, se despierta agitado en su lecho conyugal. Fin de
la pesadilla.

Freud queda profundamente traumatizado por el padecimiento de


Von Schlosser, de tal manera que incluso piensa en abandonar la
psiquiatría para centrarse en la neurología: - "está bien volver a
los hechos demostrados experimentalmente..." Paradójicamente,
será el propio Dr. Meynert, moribundo tras un infarto, el que
anime a Freud para que siga con sus investigaciones sobre la
histeria. Simultáneamente descubrirá que su antiguo paciente, el
joven Von Schlosser, murió 6 meses atrás en un manicomio,
víctima de una neumonía.

OTRA VEZ CECILY

Monty y Susannah, Freud y Cecily

Resulta curioso cómo John Huston, sin haberlo planeado, nos


presenta en este film una reliquia asistencial que ha perdurado
hasta hace poco tiempo. Se trata del retrato caduco del médico
paternalista: los médicos son poseedores de "sus pacientes".
Breuer y Freud comparten los cuidados de una enferma, pero
tienen su primer encontronazo a propósito de la teoría general
de la neurosis. Freud defiende el papel capital que la
sexualidaddesempeña en este tipo de trastornos: - "la represión
trabaja en el inconsciente, en guerra contra la sociedad, que se
desplomaría si se permitiera la libre expresión de la sexualidad..."
Es entonces cuando reta a Breuer; intentará desenmascarar el
trauma sexual oculto en la mojigata Cecily Koertner, la verdadera
causa de su sintomatología histérica.

Comienza una verdadera labor de detectives; primero Breuer,


gracias a la regresión hipnótica, y luego Freud mediante
laasociación libre, escarbarán en los recuerdos de la infortunada
Cecily. Descubren que el padre de la muchacha, el difunto Herr
Koertner (Joseph Fürst), realmente falleció en un burdel
napolitano, y no en un hospital como la muchacha fabula, que la
policía trasladó a Cecily hasta aquel infausto lugar para identificar
el cadáver, hecho que le provocó a ella un profundo trauma
psicológico; también se enterarán de que Herr Koertner era un
asiduo visitante de prostíbulos y lupanares.

Ante la inminente marcha del Dr. Breuer de vacaciones


a Veneciacon su esposa, Cecily sufre una recaída en su particular
trastorno de conversión. Aunque no está embarazada, en plena
crisis histérica simula todos los síntomas de un parto. Mediante la
hipnosis, el atribulado médico calma a la paciente, dejándola a
cargo de Freud. Cecily está enamorada de su cuidador, y éste debe
abandonar su tratamiento para salvar su matrimonio.

Pronto comenzarán también los problemas domésticos de Freud, al


chocar frontalmente sus argumentos sobre el modelo
psicosexualdel comportamiento humano con las ideas más
conservadoras de su esposa Martha. La sombra de ambas
pulsiones contrapuestas, Erosy Tanathos, se cierne ahora sobre
su propia existencia.
Sigmund Freud y su esposa Martha

Al fallecer su padre (David Kossoff), Freud tiene un


extrañosueño: a las puertas del camposanto hebreo nuestro
protagonista sufre un trastorno agudo, una crisis de ansiedad que
le provoca un desvanecimiento. Convencido de que los sueños
tienen un significado para la persona que sueña ("¿podría ser que
los sueños sean ideas que escapan disfrazadas de la represión?")
transmite su desasosiego a Breuer. Esta vez, ambos amigos
acuden personalmente hasta la puerta del cementerio judío de
Viena. Freud revive su angustia, con temblores, taquicardia,
rigidez en las piernas e hiperventilación, que desaparecen al
abandonar el lugar. Comienza a bucear en su mente, se
autopsicoanaliza, pensando que él también es víctima de un
trastorno neurótico de tipo histérico.

Si las neurosis empezasen en la infancia, bastante tiempo antes


del verdadero despertar del estímulo sexual, su propia teoría
etiopatogéncia de la misma quedaría completamente invalidada;
para descubrir el significado de su sueño, Freud le pide a Breuer
que lo hipnotice. Por supuesto, su amigo no acepta tan
descabellada propuesta.

En aquellos días, Freud retoma el caso de Cecily Koertner, esta vez


en solitario. En unas escenas capitales en esta película, Huston
encuadra a Freud y a su paciente en unos fotogramas prototípicos
del psicoanálisis: ella, recostada comodamente en un diván; él,
atento a su lado, formulándole preguntas. Sin necesidad de
hipnotizar a la muchacha, Freud consigue que afloren a su mente
muchos recuerdos. Así descubre la especial inclinación de Cecily
hacia su padre ("complejo de Electra") y la confrontación con la
figura de la madre (Eileen Herlie).

En un determinado momento, Cecily confunde involuntariamente


las palabras "prostituta" y "protestante". Como afortunados
espectadores, capaces de viajar hacia el pasado gracias a la magia
del cine, asistimos al nacimiento de la técnica psicoanalítica de
la libre asociación: la paciente expresa todo lo que se le ocurre,
sin ninguna discriminación, aunque le parezca completamente
inadecuado. Poco a poco, Freud irá ocupando en el afecto de Cecily
el trono vacante que habría dejado Breuer.

Nuestro protagonista empieza a pensar que Cecily ha sublimado


primero en Breuer (y posteriormente en él mismo), la figura de un
afecto mucho mayor, más potente y reprimido. Sus sospechas, se
irán confirmando poco a poco. Descubre las frecuentes
infidelidades de Herr Koertner, sus constantes visitas a la calle de
la Torre Roja, en el barrio caliente vienés, el oscuro pasado de
Frau Koertner, la devoción de Cecily por su padre y el rechazo
hacia su madre, y el terrible secreto sobre su sexualidad que la
muchacha mantiene tenazmente cohibido (le hace creer a Freud
que su padre abusaba sexualmente de ella). Enfrentando a Cecily
a sus recuerdos, Freud consigue que la joven vuelva a andar.
Basándose en los casos de Cecily y Carl, Freud enciende una luz
que ilumina las tinieblas de su propio inconsciente. En sueños,
retorna a la caverna, pero esta vez no es Von Schlosser el que tira
de la cuerda, sino un niño vestido de árabe ("pequeño árabe" era
el apelativo cariñoso que la madre dedicaba al pequeño Sigmund).
Esta vez, mientras el niño se frota lascivo contra la figura
femenina, ésta le regala a Freud la serpiente que lleva enrollada
en su brazo. Precisamente una pulsera materna en forma de ofidio
le sirve al psicoanalista para rebuscar en sus recuerdos.

El diván de Freud, conservado en su museo de Londres

Pero nada de esto resulta gratuito, pues nuestro protagonista


vuelve a dudar sobre la bondad de sus descubrimientos.
Simplemente recordemos aquí cómo el propio Freud destruyó
todos sus escritos en dos ocasiones, una de ellas, en 1885.

El final de la película supone el principio del éxito profesional de


Freud. Repudiado por Breuer, en el fragor de fenomal polémica,
defiende sus postulados sobre el desarrollo psicosexual basado en
sus famosas tres etapas: oral (la lactancia de los bebés), anal (el
control de los esfínteres) y fálica (el complejo de Edipo). Cuando
un individuo no es capaz de superar dicho complejo, aparecerá la
enfermedad, la neurosis.

Iluminado por fín su inconsciente, Sigmund Freud podrá rendir


honores a la memoria de su padre visitando su tumba en el viejo
cementerio hebreo de Viena.

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