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FUSILES Y PLEGARIAS

Guerra de guerrillas en Cundinamarca,

Boyacá y Santander, 1876,1877

Luis Javier Ortiz Mesa

FUSll..ES y PLEGARIAS
Guerra de guerrillas en Cundinamarca,
Boyacá y Santander, 1876.. 1877

UNIVERSIDAD
.,...."..•• NACIONAL
"-"':_' DE COLOMBIA
. SEDE MEDELLlN

~IME
DIRECCIÓN DE INVESTIGACIONES

Mede llín, 2004


Dedicatoria

Esce libro sobre la guerra, lo dedico a quienes bawnaron y siguen baw­


llando por conscruir un país en el que las armas no sean las garames de
la paz
A la memoria de mi padre, Alberto José
A mi madre, María Ofelia
A mi esposa y mis hijos, Glorielena, Juan Camilo y Alejandro
A mi colega y amigo encrañable, Luis Amonio Rescrepo Arango, Toña .

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Agradecimientos

Agradezco a los colegas y estudiantes con quienes he compartido


la investigación "Guerras civiles, religiones y religiosidades en Colom­
bia, 1840-1902 ", miembros del grupo interuniversitario "Religión, cul­
tura y sociedad", reconocido por Colciencias. La Facultad de Ciencias
Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia en
su Sede de Medellín me facilitó el tiempo para dedicarme a mis estu­
dios doctora les, uno de cuyos resultados es el libro que ahora someto
a la crítica ya la discusión académica. La Dirección de Investigacio­
nes de la Universidad Nacional e n su Sede de Medellín (DIME) fi­
nanció esta edición para su publica ción. Mi esposa, Gloria Elena Res­
trepo Toro, me acompañó palmo a palmo en la construcción del libro,
me hizo críticas valiosas, me sugirió mejoras significativas y no se paró
del computador hasta no ver el cuerpo cierto de este estudio. Paula
Andrea Giraldo Restrepo, fue siempre un apoyo clave en la logística
del libro, me sugirió parte del material iconográfico y cartográfico,
revisó la bibliografía y estuvo atenta a cuanto detalle se me ocurriera.
Mi colega y Maestro, Toño Restrepo Arango me sugirió claves para
abordar la guerra, por lo que su espíritu y memoria me han acompaña­
do en la construcción de las reflexiones que aquí aparecen; su ausen­
cia me priva de recibir sus agudas críticas y de darles siempre un aire
renovador. La profesora jubilada Gloria Mercedes Arango de Restre­
po, su esposa, una de las fundadoras del grupo de investigación, ha
apoyado en todo momento las iniciativas de sus miembros, ha sido una
animadora constante de las actividades e investigaciones que hemos
realizado y ha contribuido con sus sugerencias para que este libro sea
una realidad. María Dolores Ferrero Blanco, mi directora de tesis doc­
toral, me acompañó con decisió n y entusiasmo en las arduas faenas
que hicieron part(} de la investigac ión sobre la guerra civil de l876.
A gradezco a Alvaro Tirado Mejía, Jorge Orlando Melo, Gonzalo
Sánchez y Femán González, sus valiosas sugerencias cuando abordé esta
guerra de "las escuelas, los curas, los ohispos y las guerrillas conser­
vadoras", aunque sólo yo soy el responsable de lo escrito en estas páginas.
Agradezco a las personas e instituciones que me colaboraron para
llevar a cabo este estudio , en la Biblioteca Luis Ángel Arango, el
Archivo General de la Nación, el Arc hivo Central del Cauca, el Ar­
chivo Histórico de Antioquia, el Archivo Histórico de Ibagué y la
Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales, FAES.
Contenido

Introducción 13

l. El siglo XIX colombiano: cambios y pennanencias


1.1 . El ideal liberal radical 21
1.2. La Iglesia de cristiandad pues ta en jaq ue por las nuevas
repúblicas hispanoamericanas 22
1.3 El enfrentamiento de dos iglesias --católica y laica
detona la guerra 25
1.4 Cómo fue tejida la guerra 28
1.5 El huracán de la guerra envuelve al país 40
1.6 Teatros de operaciones y corredores de la guerra 44

2. Ejército regular y guerrillas en siglo XIX colombiano


2.1 Ejércitos y guerrillas en Hispanoamérica 47
2.2 Tradiciones académicas y culturales en la Instrucción
militar 54
2.3 Tratados, manuales e instrucciones de guerra de
guerrillas 60
2.4 La larga duración de las guerrillas colombianas 63

3. Los Estados de Cundinamarca, Boyacá y Santander:


geografía, demografía, economía y cultura
3.1 El Estado de Cundinamarca 75
3.2 El Estado de Boyacá 83
3.3 El Estado de Santander 89

4. La Guerra de guerrillas en los Estados de Cundinamarca,


Boyacá y Santander, 1876 y 1877
4.1 La militancia guerrillera: una forma de participación
social, de resistencia y de acceso a la ciudadanía 101
4.2 Los Mochuelos: una guerrilla conservadora sui géneris 1~
4.3 La guerrillas conservadoras ponen en cintura al gobierno
liberal 112
4.4 Vandalismo en las tácticas guerrilleras 124
4.5 Viejas y nuevas guerrillas conservadoras en acción 138
4.6 Confederación de guerrillas conservadoras 151
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4.7 Nuevas estrategias gubernamentales para acorralar


guerrillas 159
4.8 Las guerrillas se juegan entre el sometimiento y la
resistencia 166
4.9 Dios, patria y libertad: entrega de armas pero no de ~
banderas 171 ''' c,.,.o.Ir,o..
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Bibliografía 191 (.

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Colombia y Ecua
Introducción

Este libro es tudia el fen óme no de la guerra de guerrillas durante


la guerra civil de 1876 -1877 e n el centro o riente de los Estados Uni­
dos de Colombia, es decir, en los Estados de Cundinamarca, Boyad y
Sa ntander, conside rando los ritmos de la contienda e n lo s demás Es­
tados de la Unión colombiana l y su larga dura ció n desde las guerras
de indepe nde ncia. Esta gue rra fue e l resultado de un pe ríodo de 14
años de co nfro ntació n (1 863- 1876) entre el libe ralismo radical gobe r­
nante y el partido conservador en la o posición, asociado "en ca usa
com ún" co n la Iglesia católica, confro ntación que tuvo intensidades
desiguales y ritmos regionales diferentes. La reforma educativa laica
de 1870 y las correspondie ntes reacciones cle ricales y conservadoras
fuero n fact ores decisi vos para el desencadenamiento de la denom ina ­
da "gue rra de los CU,f-a&' -{) ta mbié n "gue rra- ae
las escuelas"2. Con la
gue rra e ntró en crisis el domino liberal radical J del período federa l,
fundado en las reformas de medio siglo e iniciado e n 1863, se abrió
paso el régimen de la Regene rac ión conser vadora (1 88 0-1903) 4 Y con­

1, M an uel Brice ño , De la revolu ción de / 876- 1877, Recuerdos para la historia,


Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, vo!. LXXVI, 1878; Constancia Franco,
~untamientos para la historia de la guerra de 18 76 - 1877, Bogotá, Imprenta La
Epoca, 2 vals" 1877, Véase e l Mapa Colo mbi a y Ecuador, tom ado del Atlas Geo­
grá fico U nive rsal, Librería EspaflOla de Garnier Hermanos Editores, París, 1888,
2, Álvaro Tirado Mejía, "El Estado y la Política en el siglo XIX " , e n: Manual
de Historia de Colombia, Bogotá, Colc ultur a, 1979 , p, 372. Del mismo a uto r, Aspec­
tos sociales de las guerras civiles en Colombia, Bogo tá , C olcultura, 1976, p. 16. Véase
así mismo, Jaime Jaram illo Uribe, "El proceso de la educac ió n en la Rep ública
(1 830-1886)", en : Nueva Historia de Co lombia, Bogotá: P lane ta, tomo 2, 1989;
Ja ne Loy Meyer, "La educación primaria duran te el Federalismo: la refo rma edu­
ca tiva de 1870", en: Revista colombian a de educacián, Bogo tá, Un ive rsidad Ped a­
góg ica Nac io nal, 198 1; Jane Rausc h, La educacián durante el Federalismo, La refor­
ma escolar de 1870, Bogotá, Ins tituto Caro y C ue rvo, 1993,
3, Gerardo Malina , Las ideas lib erales en Colombia, 1849-19/4, Bogotá, Edi­
ciones Te rc er Mundo, 6~ edición, 1979, pp , 53-102.
4, Después de culminada la Federación de Estados so be ra nos - 1863- 1886­
y las dos g ue rr as civiles que cerra ron s u c iclo -1876-1877 y 1885- se inició el
pe ríodo de la Re ge neració n conservadora, cuyos proyec tos se fundamentaron e n
la centralización estatal en oposición a la form a federal, vista por conservadores y
libe rales indepe ndientes como desa rtic ulado ra del Estado y de la soc ied ad; un
Banco N ac ional que regulaba la moned a de curso fo rroso y que pu~o al gob ie rno

13
soc iedades rurales, compartieron con aq uellas las mismas visiones del
mundo y se traslapaban de irregul ares e n regulares según las circ uns­
tancias; se trataba de la petit guerre , de la guerra de guerrill as 7 . La
"gue rrill a moderna" tuvo sus inicios e n España como resp ues ta a la
invasión napoleónica entre 1808 y 18 14 y continuó su desarrollo e n la
España de los años 1820; de e lla fuimos herederos, en parte . Aquella
se e nt e ndía como la fonna de comba te referida a la gue rra pequ e ña, a
la petite guerreo Esta mane ra de luchar es taba configurada por ge ntes
de toda cond ición social, au nque predominaron ge ntes del com ún ,
b uscaba desgas tar al enemigo, minar su moral, hos tigarlo por medio
de ataques sorpresa y ejercer sobre é l una presión te rca y penna ne nte
para desespe rarlo. Generalme nte, su composición fue numéricame nte
pequeña, sus miembros, excelentes conocedores del terri torio,su res­
paldo e n localidades decisivo para obtener apoyos de gentes y abastos ,
bueyes y caballerías y poseyeron un a movilidad a tod a prueba . S us
obje tiv os fueron variados, y podrían ir des de lo más individ ual e
íntimo -afán de venganza, huida de su hogar, un proceso judicial
problemático- hasta el seguimien to de tradiciones militares familia­
res, el asce nso social, la defensa de la religión católica, la búsq ueda
de rique zas, la defensa de territorios, e ntre otros. Tales aspectos pueden
encon trarse también, con alg unos matices, en una caracte rizac ión de
las guerrillas de los Estados U nid os de Co lombia en la guerra civ il de
1876-1 8 77. Evidentemente, en es te es tudio , privilegiamos el carác ter
religioso que tuvo la contiend a bélica , dentro de ese mo me nto histó­
rico de co nfrontación de dos símbolos de nación y dos banderas de
guerra, el Syllabus y la Constitución de 1863, o en el lenguaje de las
guerrillas, la imprenta y las sociedades democráticas y católicas, Dios,
patria y libertad vs progreso, ilust ración y civilización. Por ello, se rán
necesarios nuevos estudios acerca, por ejemplo, de la relación entre
guerra civil, fom13ciones gue rrille ras, propiedad de la tierra y cre­
cientes colonizaciones del período; de las relaciones e ntre patrones
de poblamiento, características políticas y culturales de las localida­

7. Jean René Aymes, La Guerra de la independencia en España (1808 -18 14) ,


Madrid, Siglo XXI, 4ª edición, 1990. Véanse para los casos de Nueva G ranada y
Venezue la, Eduardo Pérez, La guerra irregular en la independencia de la Nueva
Granada y Venezuela, 18 JO-1830, Tunja, Universidad Pedagógica y Tecnológica
de Colombia , 1982 ; Eduardo Pérez O., Guerra irregular en la América Meridional,
siglos XVIII- XIX, Tunja, Academia Boyacense de Historia, 1994. Véase para el estu­
dio de las bandidos sociales, guerrilleros y rebe ldes, Eric Hobsbawm, Rebeldes primi­
tivos, Barcelona, Ediciones Ariet, 1968.

15
ron en Hispanoamérica más proclives a la militancia liberal; sin em­
bargo, hemos encontrado el caso de la guerra de 1876-1877, en el cual
la guerra de guerrillas fue utilizada por diversos grupos sociales con­
servadores de distintos modos, como forma de lucha, ascenso social y
político, acceso a la ciudadanía, reacción frente al adversario, resis­
tencia social, afirmación de tradiciones culturales y como modalidad
de participación política bajo formas religiosas, militares yeconómi­
cas, colectivas e individuales ll .
La guerra de guerrillas conservadora, se consolidó gracias a una
red de distritos, aldeas, lugares e individuos fuertemente vinculados
a la Iglesia, fue financiada por dirigentes y militantes comunes del
partido conservador, y estuvo acompañada por ejércitos regulares de
dicha parcialidad, débiles y poco eficaces en sus tácticas y estrategias
si se los compara con las guerrillas. Al frente tuvieron ejércitos libera­
les orgánicos y, en casos, partidas volantes liberales de apoyol2 ---como
en el Estado de Santander-o La guerra se prolongó en el tiempo como
efecto de la estrategia de "confederación" utilizada por dichas guerri­
llas, y de las dificultades que tuvieron los ejércitos regulares para fre­
nar las modalidades de ataque, defensa, refugio, emboscada y asalto
utilizadas por éstas 13 •

_ 11. Gonzalo Sánchez, Guena y polítIca en la sociedad colombiana, Bogotá, El


Ancora Editores, 1991; J. J. Garda. Crúnica5 de Bucaramanga, Bogotá, Banco de la
República, Capítulo xxv, 1982; Hernando ValencIa v. , "De la: guerras constitucio­
nales en Colombia", (-'n : Análisis Político. N ~ 6 ~ [lero a abril-, Bogotá, Universi­
dad Nacional de Colombia, 1989, pp 80-97 Con respecto a motivaciones, véase
Jean René Aymes, La Guerra de la independencia en España (1808-18/4), op. cit.;
Geoffrey Parker, La revolución militllr. Las innoqJaciones militares y el apogeo de
occidente, /500-/800, Barcelona, Editorial Crítica, 1990.
12. La partida volante era un grupo selecCIonado del ejército regular que se
enviaba para conocer el estado de las fuel las opOSItoras, el terreno en el cual se
movían, sus equipos, armas, número , abastos. Existió siempre en ambos bandos.
Véase Javier Díaz Díaz, Del faccionali.s1Ho a la unidad liberal en el ocaso del radicalis­
mo: La guerra de /876-/877 en el Estado Soberano de Santander, Bucaramanga, UlS,
Escuela de Historia, tesis de pregrado, 1999.
13. Enrique de Narváez, Los Mochuelos . Recue.-dos de 1877-/878, Bogotá,
Colección de Publicaciones Históricas, 1973; El Estado de Guerra, Bogotá, 1876­
1877; Luis Javier Ortiz Mesa. "Guerras CIviles en Colombia: Un péndulo entre la
construcción y la destruccIón de la nación en el siglo XIX", en: Adriana Maya R. y
Diana Bonnett V. (Editoras académicas), Balance y desafío de la MtQria de Colom­
bia al inicio del siglo XXI, Homenaje a Jaime }aramillo Uribe, Bogotá, EdIciones
Uniandes, Departamento de Historia, Centro de Estudios Socioculturales e Inter­
nacionales -CESO-, octubre de 2003.

17
pata (Entre Lérida y Guayabal, Estado del Tolima, noviembre 20-22
de 1876), la Donjuana (Estado de Santander, enero 27 de 1877) y
Manizales (Estado de Antioquia, abril 5 de 1877); y el eficaz papel
cumplido por la inteligencia policiva en la capital, Bogotá. Esta ac­
ción dio como resultado el desmantelamiento del apoyo financiero
del Comité Central Conservador a las guerrillas del Estado de Cundi­
namarca, con sus efectos negativos en los dos Estados vecinos. Final­
mente, fueron sometidos en los meses de junio y julio de 1877, los
bastiones conservadores del sur caucano en Pasto y del norte
santandereano en Galindo. La derrota y dejación parcial de armas de
las guerrillas conservadoras y la exclusión de los vencidos de los car­
gos públicos, estuvo acompañada de indultos y amnistías, que deja­
ban los resultados de la guerra en una especie de punto de inercia
que podría ser retomado en pocos años para levantar otra guerra civil,
como efectivamente ocurrió 8 años después, en 1885.
El libro desarrolla los siguientes temas: en el primer capítulo ofre­
cemos al lector una atmósfera de la época, continuidades y cambios
del siglo XIX hasta el momento mismo de la guerra civil de 1876- 1877,
condiciones que hicieron posible su desencadenamiento en la socie­
dad colombiana, y motivaciones y razones internas y externas que in­
cendiaron la guerra civil, con especial énfasis en el problema religio­
so. En las nuevas repúblicas hispanoamericanas la Iglesia católica fue
puesta en jaque, fenómeno que generó en Colombia un agudo enfren­
tamiento de esta institución con el liberalismo, enfrentamiento que
adquirió un tono de cruzada y se constituyó en el principal motivo de
desencadenamiento de la guerra civil de 1876-1877 en los Estados
Unidos de Colombia . El segundo capítulo presenta perspectivas de
análisis acerca del ejército regular y de las guerrillas en el país colom­
biano del siglo XIX, dentro de contextos latinoamericanos; expone tra­
diciones académicas y culturales que moldearon la instrucción mili­
tarde entonces, así como tratados, manuales e instrucciones de guerra
de guerrillas que se adoptaron ; finalmente, se adentra en el análisis
de la combinación de ejércitos regulares y de guerrillas que se produ­
jo en el conflicto bélico, obieto del presente estudio, y se insinúan
algunas hipótesis acerca de la larga duración de la guerra de guerri­
llas en la sociedad colombiana. El tercer capítulo se ocupa de carac­
terísticas geográficas, demográficas, económicas y culturales de los
Estados de Cundinamarca , Boyad y Santander, principales escena­
rios de la guerra de guerrillas conservadora en la contienda bélica,
con el objeto de sugerir relaciones entre las peculiaridades regionales

19
l. El siglo XIX colombiano: cambios y permanencias I

1. 1 El ideal liberal radical


Durante el período comprendido entre 1863 y 1878,105 liberales
radicales hicieron esfuerzos significativos para transformar un país casi
colonial, conservador, iptolerante y católico en una nación republica­
na, secular, liberal, ilustrada y mod rna. Ello produjo sus resultado
en educación laica -Estado educador, fundación de la Universidad
Ñacional de Colombia (1867), creación de Escuelas Normales, iocre­
'mento de la educación primaria, secundaria, normalista, técnica y
superior-; transformó parcialmente métodos, prácticas y contenidos
de la enseñanza; construyó nuevos paisajes culturales; amplíl5 formas
modernas de sociabilidad -imprenta y prensa, sociedades científicas,
agrupaciones teatrales y musical s, tertulias literarias, sociedades
masónicas y democráticas./' De otra pa rte, produj o una ma yor apertura
del país a mercados externos con sus productos de exportación -oro,
tabaco, quina, añil y café- e importación -textiles ingleses, alimentos
y bebidas, manufacturas de meta l y bienes de capital, principalmen­
te- con efectos desiguales sobre sus pobladores; descentralizó el fisco
y las guerras civiles, incrementó los erarios estatales, lo que acentuÓ
las autonomías locales y regionales; amplió y creó nuevas rutas terres­
tres -caminos y ferroc.aWles- asociadas casi siempre a puertos fluvia­
les y marítimos -navegación a vapor, y medios de comunicación como
eLtclégrafo; aplicó medidas a la Iglesia secular y a las comunidades
religiosas huscando romper con su tutela sobre el Estado y la sociedad:
desamortización de bienes de manos muertas, tuición de cultos, libertad
religiosa y de enseñanza, educación laica y expulsión de los jesuitas 2•

1. Este capítulo es tomado en buena medida del ensayo que escribí para el
Libro Los radicales en Colombia (en pro ce~ o de publicac ión) , coordinado por el
Profeso r Rúben Sierra, como parte del curso de extensión "Pensamiento colombia­
no", que se desarrolló por parte de la Facultad de Filoso fía de la Universidad
Nacional de Colombia, en Bogotá, entre los años 2003 y 2004.
2. Jorge Orlando Mela, "Las vicisitudes del modelo liberal (1850-1899)",
en: José Antonio Ocampo (Comp .), Historia Económica de Colombia, Bogotá,
Siglo XXI Edirores-Fedesarrollo, 1987, pp . 119- 172; Marco Palacios y Frank S afford,
"La era liberal: 1845-1876" (capítulo x), "Ni Libertad ni orden" (Capítulo XI), en:
Colombia, país fragmentado, .\ocieMd dividida. Su historia, Bogotá, Editorial Norma,
2002,pp.365-444,447-489.

21
tas pugnas han sido expuestas históricamente como la confrontación
entre tradicionalismo y secularización o entre catolicismo-conser­
vatismo y Iiberalism0 4 y, más recientemente para el caso colombiano,
como la confrontación entre el Syllabus errorum -Catálogo de los erro­
res modernos, según la Iglesia católica- y la Constitución liberal de
1863: dos símbolos de nación y dos banderas de guerras. Sin embargo,
Europa vivió este conflicto desde "el incrédulo siglo XVII", un refe­
rente temprano para los países hispanoamericanos, que tomó mayor
fuerza a partir de la Revolución Francesa. Margaret Lavinia Anderson
señala que el siglo XIX europeo, fue un siglo de resurgimiento católico
y crecimiento del nacionalism0 6 • George Rudé considera que aunque
las gentes del siglo XIX vivieron la decadencia de la venerable alianza
entre la Iglesia y el Estado -excepto en España e Italia- y se dio una
crisis de fe, ésta no fue una época irreligiosa o escéptica, sino más bien
una edad de tremenda vitalidad religiosa 7. El historiador Eric
Hobsbawm, establece diferencias entre la tendencia general del pe­
ríodo 1789- 1848, durante el cual se acentuó la secularización, y la
segunda mitad del siglo XIX, cuando el laicismo luchó arduamente
contra las religiones establecidas; el catolicismo intransigente y ultra­
montano rechazó todo acuerdo intelectual con las fuerzas del progre­
so, de la industrialización y del liberalismo, y "se convirtió en una
fuerza aún más formidable, tras el Concilio Vaticano de 1870, pero a
costa de ceder mucho terreno a sus adversarios"8. Los avances

4. J. LL. Mecham, Church and Stale in Lalin ATTteTica. A HLlllYry of Potilico-


Eclesiaslical Relalions, Chapel Hill, University ofNorth Carolina Press, 1966; H. J.
Prien, Historia del Crislianismo en América Lalina, Valladolid, Ediciones Sígueme,
1985; Enrique Dusell , Historia General de la Iglesia en América Latina, Salamanca,
Ediciones Sígueme, 1981.
5. Carlos Arboleda Mora y Gloria Mercedes Arango de R., "Syllabus y
Constitución de Rionegro, dos símbolos de nación y dos banderas de guerra", en:
Grupo de Investigación "Religión, Cultura y Sociedad", Ganarse el cielo defendien­
do lareligi6n. Guenas civiles en Colombia, 1840- /902 , Bogotá, Unibiblos, 2004 (en
prensa) .
6. Margaret Lavinia Anderson, "Rivals and Revivals: Religion and Po litics
in Nineteenth Century Spani.sh America and Europe", en: A. lvereigh (editor),
The polirics of religion in an age of revival, London, lnstitute of Latin American
Studies, 2000.
7. Georges Rudé, Europa desde las guerra.\ napole6nicas a la "evolución de
1848, Madrid, Cátedra, 1982, pp . 136-147.
8. Eric Hobsbawm, La era del capitalismo (1848-/875), Barcelona, Labor
Universitaria, 1989, p. 270.

23
con partidos conservadores, buscando una defensa política para su
institución; el conservatismo, conocedor de la utilidad social del régi,
men de cristiandad como freno a la anarquía y desgobierno, la respal ,
dó. Sin embargo, dicha alianza fue perjudicial y ambivalente para la
Iglesia en la mayo ría de los casos, pues los gobiernos liberales busca,
ron reducir su influencia al ámbito privado e instaurar una sociedad
laica y moderna sin su tutela:
La Igle sia fu e puesta e n el ce ntro de un complej o de intereses que libe ,
I rales y progresistas identificaban como obstáculos al cambio , po r lo que
la institució n eclesiástica co mp a rtió los reve ses de sus asociado s ... en
\I casi todo s lo s paíse s de Hispanoamérica con la sola excepción de Co ,
lombia a partir de la década de 1880, los gobiernos siguie ron una políti,
ca de secularizac ión encaminada a limitar la influencia de la Iglesia en
tod os los aspecto s de la vida aunque ningún régimen a tacaba al ca toli,
l' cismo o al cri stianismo co mo tal ll .
El resurgimiento de la vitalidad religiosa católica, la intransigen,
cia y el ultramontanismo, fueron la respuesta de la institución ecle,
siástica a la Revolución Francesa que relegó a un segundo plano la
tradicional Iglesia de cristiandad. La Iglesia asumió el avance del li,
beralismo como un complot contra su supervivencia 12 y como proyecto
de sustitución a su antigua funció n dentro de las sociedades en las,
que fue reguladora de la vida pública y privada de sus feligreses. En'
este contexto, la lucha entre Iglesia católica,conservatismo y Estado
liberal fue encarnizada y se lidió en muchos terrenos: instituciones,
prácticas y discursos; imprenta, educación y distintas formas de socia1
bilidad; tribuna, púlpito, confesionario, y por supuesto, en el campo
de batalla.

1.3. El enfrentamiento de dos Iglesias ---católica y laica- detona


la guerra
En la década de 1870, los Estados Unidos de Co lombia eran un
país fragm entado, rural y andino, ocupado desigualmente en sus casi
1'300.000 kilómetros cuadrados por cerca de 2'700.000 habitantes

11 . John Lynch, "La Iglesia C a tólica en América La tina, 1830-1930", en: op.
eH, p. 68 .
12 . Fernán González, Poderes enfrentados . 19le.,ia y Estado en Colombia, Bogo ­
tá, Cinep, 1997. Vé <l f\se los capítulos 2 y 3.

25
escuelas-; semlOarios, sociedades masónicas, democráticas, elec­
donarias, republicanas y católicas -guerra de sociabilidades--; alimen­
tos, uso de navíos a vapor, caballerías, bueyes, bogas y champanes,
empréstitos forzosos y voluntarios, finanzas públicas, aduanas, trabajo
de artesanos y campesinos -guerra por abastos y bienes-; púlpitos y
tribunas, discursos políticos, homilías y pastorales aparentemente neu­
tra les -guerra de discursos--; guerra del rumor l6 y de los partes oficiales,
guerra del telégrafo -guerra en clave de Morse-. Ambas Iglesias fue­
ron al campo de batalla, derramaron sangre de sus militantes para
obtener la victoria y someter a sus "enemigos", abonar sus terrenos
--en este caso con 10.000 muertos, numerosos baldados y heridos- y
cosechar sus frutos, ampliar su base social, detentar el gobierno e im­
poner su visión y el orden de su propio mundo a sus adversarios l ?
En esta guerra, donde creencias, adscripciones partidistas, lealta­
des locales y relaciones familiares y parentales no se diferenciaban, el
liberalismo obtuvo un triunfo pírrico y el conservatismo y la Iglesia
fueron derrotados coyunturalmente, pero no fueron vencidos estraté­
gicamente. Un país de tradiciones conservadoras y católicas tan acen­
dradas no cambiaría en pocos años sus mentalidades colectivas, ni
variaría sus creencias, comportamientos y actitudes hacia un libera-

periódicos conservadores y dos liberales de máxima circulación e importancIa,


respectivamente: La Semana Religiosa, Popayán, 1875-1876 y Los p,'incipios, Cali,
18 73 - 1876j El Programa Liberal, Popayán, 1875 -1876 YEl Escolar, periódico oficial
de instrucción pública , Estado Soberano del Cauca, Popayán, octubre de 1874­
1876, Este periódico tuvo como director aJorge !saacsj su epígrafe decía: "El mayor
mal de la tierra es la ignorancia".
16. Marc Bloch, "Reflexiones de un historiador acerca de los bulos surgidos
durante la guerra", en: Marc Bloc h, Historia e historiadores, Madrid, Akal, 1999.
Los rumores, noticias falsas e invenciones fueron corrientes en la guerra, a través
de la oralidad y de la escritura. Son numerosos los ejemplos en la prensa. Los
anónrmos en hojas sueltas y folletos se constituyeron en una expresión cotidiana
que reveló formas de resistencia, presionf's sobre los adversarios, maneras de azuzar
a los opositores y estilos para crear opinión pública. En Pasto fueron bastante signi­
ficativos , es pecialmente en el caso del Obispo Manuel Canuto Restrepo, quien
hacía an6nimos que endilgaba a sus ddversarios para luego conte~tarlos con saña y
de esta mdnerd descalificarlos y atacarlos duramente. Un buen ej emplo de la
astucia y de la categoría política de este obispo fue su fundación de Id Comuna de
Pasto en 1872 p¡,¡r¡,¡ oponerla ¡,¡ la Comuna de París de 1871.
17. Patricia ÁI varez R., Uniforme.1 y Sotanas. Estudio hi..ltónco de la guerra civil
de 1876, op. cil. Luis Javier Ortiz Mes¡J, La guerra cÍt)il de J 876- J877 en los Estados
Unidos de Colombia, op. CiL

27
importaciones y exportaciones. En el caso colombiano, la caída de las
exportaciones del tabaco a mediados de la década de 1870 y de la
plata y el oro antioqueños, dentro del ciclo de bonanzas exportadoras
de 1850 a 1882, incidió en parte en el desencadenamiento de la gue­
rra civil al debilitar el fisco nacional y hacer más vulnerables sus in­
versiones. En el orden económico interno, el tabaco fue el principal
producto agrícola de exportación del siglo XIX, hasta la aparición del
café en la década de 1870, pero los deficientes sistemas de produc­
ción, procesamiento y empaque lo hicieron menos competitivo; la aper­
tura del Canal del Suez (1869-1871) abarató los costos del tabaco
proveniente de las Indias Holandesas; la Guerra Franco-Prusiana
(1870-1871) deprimió las importaciones alemanas causando una sen­
sible caída de los precios externos e internos en Colombia; la unifica­
ción aduanera alemana elevó los derechos arancelarios al tabaco en
la década de 1870; también en esta década sobrevino en Ambalema ­
importante centro de producción- la peste conocida corno "el
amulatamiento", lo que aceleró su crisis definitiva. Tabaco y oro fue­
ron los principales productos de exportación desde la década de 1850
-27.8 y 33.3% del total nacional respectivamente- pero en la década
de 1870 ambos cayeron: el tabaco aI21.2% yel oro al 22.2%, mientras
el café y la quina se incrementaron. Para 1875-1878, el tabaco sólo
representó eI13.3% de las exportaciones, el café ascendió al 22.3%, la
quina al 17.5% y el oro al 24.0%. En este contexto, Colombia vivió
entre 1874 y 1877 un corto período de "recesión y crisis" caracterizado
por el estancamiento de todos los índices de crecimiento real, llegan­
do a su pico más agudo en 1876-1877 22 • Las importaciones, por su par­
te, tuvieron un crecimiento sostenido entre 1850 y 1882 aunque se
dieron variaciones en el período, especialmente después de la bonan­
za de 1871-1873 cuando sobrevino una crisis que llegó a su punto más
bajo durante la guerra civil de 1876 23 •
Las zonas de producción tabacaleras de los Estados del Cauca,
Tolima, Bolívar y Santander decayeron y la producción de oro y plata
antioqueña bajó y, aunque tales caídas no tuvieron igual efecto sobre
todos los territorios implicados en la guerra, incidieron nacionalmente
en términos fiscales y regionalmente en términos económicos y socia­
les. En el caso de Ambalema, Tolima, se produjeron fuertes bajas en

22. José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial , Bogotá, Fede­


sarrollo-Siglo XXI Editores, 1984.
23. Ibíd., pp. 143-144.

29
, ~ "r;¡ l· ¡: H I B l' i I ! I

':/I( 1/ I~ ' " "I ! 1 , I

cias que jugaron papel decisivo en el desencadenamiento de la gue­


rra. Nacionalmente fueron compartidos los proyectos liberales de im­
pulso a la educación y a las vias de comunicación, pero en el caso de
la educación, los Estados conservadores de Antioquia y Tolima tuvie­
ron sus diferencias y matices, pues la moral y la religión regulaban su
vida institucional y social; y en el caso del Ferrocarril del norte, los
liberales buscaron favorecer a sus Estados más adeptos -Cundinamar­
ca, Boyad y Santander-, lo que no fue bien visto por sus opositores 25 .
Los radicales promovieron la educación laica, neutral y obligatoria,
rechazada por el partido conservador y buena parte de la Iglesia cató­
lica 26 • Evidentemente, al fondo estaba la lucha por el control del po­
der político entre un liberalismo dividido y un conservatismo frag­
mentado y débil 27 pero interesado en gobernar el país; este partido,
disintió de algunos proyectos liberales y aprovechó la división para
insurreccionarse y acceder paulatinamente al gobierno mediante una
alianza futura con los independientes. Estratégicamente, la mayor parte
del partido conservador era partidaria de una república unitaria y
centralizada, en oposición al federalismo, con las excepciones de An­
tioquia y del Tolima -este último en menor medida- debido a coyun­
turas que los favorecían: desarrollo económico estable sin interven­
ciones externas e independencia del centro político cundinamarqués,
respectivamente.
Razones de orden político y religioso tuvieron un peso relevante
en el estallido de la guerra: el desgaste del partido liberal, hegemóni­
co en el orden nacional y casi totalmente en siete de los nueve Esta­
dos de la Unión -Panamá, Bolívar y Magdalena en la Costa Atlántica;
Cundinamarca, Boyad y Santander en el centro-oriente; y el Cauca
en el suroccidente- después de 14 años de administración (1863-1876),
de una casi total exclusión de sus adversarios conservadores del go­
bierno nacional y de la mayoría de los gobiernos regionales, y de un

25, Helen Delpar, Rojos contra azules, El panido liberal en la política colom­
biana, /863 -1899, op cit. j Javier Díaz Díaz, Del faccionali.srT!.o a la unidad liberal en el
ocaso del radicalismo: La guerra de 1876-1877 en el FIlado Soberano de Santander,
op . cit.
26, Jane Loy Meyer, "La educación primaria durante el Federalismo: la re ­
forma educativa de 1870", en: op, cic Jane Rau~eh, La educación durante el
Federalis7Tw, La reforma e.lcolar de 1870, op , cit.
27, Fernán González, "Problemas políticos durante 1m gobiernos del Olimpo
radical", en: Para leer la política, Ensayos de J¡iltoria política colombiana, Bogotá,
C inep , vol. 2,1997, pp, 189-208,

31
parámetros de educación secular, gratuita y obligatoria ; no obligó la
enseñanza de la religión en las escuelas; dio autonomía a los maestros
para desarrollar programas y métodos pedagógicos modernos fundados
en Pestalozzi y Froebel y delegó en los Estados soberanos la facultad de
regular la educación de acuerdo con sus propias concepciones. La
estrategia estaba dirigida a socavar la hegemonía ideológica de la
Iglesia en la sociedad colombiana. El problema hizo crisis en 1876
cuando muchos católicos reaccionaron contra el Decreto y dieron a
su enfrentamiento un "tono de cruzada" en defensa del régimen de
cristiandad.
Otros factores se conjugaron para incendiar la guerra. Los gobier­
nos nacionales durante el período federal fueron de 2 años, y el país
vivió en elecciones permanentes, que se convirtieron en factor explo­
sivo por la constante polarización y el incremento del sectarismo ati­
zado en pugnas por fraudes y sobornos. La sociedad colombiana del
siglo XIX vivió tan intensamente los períodos electorales, que éstos
terminaron lanzándola, en muchos casos, a enfrentar ciclos violentos
y guerras civiles permanentes. Si bien en otras sociedades latinoame­
ricanas ocurrió algo similar hasta fines de la década de 1870 -Argen­
tina, Perú, México, Venezuela y Bolivia, en casi todo Centroamérica
con excepción de Costa Rica JI , e igualmente en Norteamérica yen
sociedades europeas como Irlanda e Inglaterra- no obstante el ciclo
guerrero colombiano parece ser excepciona[32; y una de las principales
razones de tal excepcionalidad fue la frecuencia de las elecciones
que agudizaron rivalidades entre las dos únicas opciones políticas
-liberalismo y conservatismo- y enfrentaron a sus militantes, quienes
esperaban obtener cargos públicos y reconocimiento sociaPJ .
En este contexto, el partido liberal fue dividido a las elecciones
presidenciales de 1875, lo que debilitó sus fuerzas y puso sobre aviso a

31. Malco lm Deas y Fe rn ando Gaitán, Dos ensayos especulativos sobre la


violencia en Colombia, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo Ediwres , 1995; Frank
Safford, "Política, ideología y sociedad", en: Leslie Bethe ll (Ed.), op cit. Eduardo
Posada Carbó (ed.), Electiom belore democracy. The ltÍ5tory oi elections in Europe
and Latm America, Basingstoke, Lo ndon, 1996.
32. Eduardo Posada Carbó, "Elecciones y guerras civiles e n la Colom bia del
siglo XIX. L<l ca mpaña pres idenc ial de 1875", en : Revista Historia:,! SOCLedad, Nº 4,
Universidad Nacional de C ol ombi a, Departamento de Historia, Medellín, 199 7,
pp. 116-121.
33. Ma lcolm Deas y Fern<lndo G aitán, Dos ensayos es peculaLi1Jos sobre la
violencia en Colombia, op cir.

33
En este caldeado ambiente, el gobierno de la Unión intervino en
los Estados de Magdalena, Bolívar y Panamá, argumentando la exis­
tencia de revueltas internas y amenazas para su estabilidad; pero en
realidad lo que quiso el gobierno radical fue presionar las fuerzas po­
líticas decisorias de dichos Estados en favor de la candidatura de Pa­
rra yen contra de la de Núñez, el candidato costeño por antonoma­
sia 3? Ello desencadenó la guerra de 1875 en la Costa, la que estalló
primero en el Estado del Magdalena a mediados de febrero de 1875,
después en los Estados de Bolívar y Panamá el 18 de julio y el 20 de
agosto, respectivamente, para finalizar el11 de octubre, con disímiles
movimientos e intensidades, cuando el último de estos Estados debió
rendirse a los ejércitos del gobierno federal. Aquileo Parra se posesio­
nó como Presidente en abril de 1876 en un ambiente tenso y caldea­
do. Los eventos anteriores profundizaron las heridas del liberalismo y
sólo cicatrizaron, temporalmente, con ocasión de la guerra civil de
1876- 1877 cuando los independientes apoyaron "coyunturalmente" a
Parra, pues su mira estaba puesta en reconquistar el gobierno, asocia­
dos al partido conservador y a la Iglesia católica.
Una buena síntesis de razones y motivaciones de la guerra civil la
encontramos en dos Memorias de la época: la conservadora de Ma­
nuel Briceñ0 38 y la liberal de Constancio Franc039 , publicadas una vez
concluyó la guerra. Un telón de fondo de eventos, que a manera de
"cabeza de proceso" recogió el jefe conservador Manuel Briceño como
desencadenantes de la guerra, puede recapitularse así: 1. El malestar
en las filas del conservatismo debido a la manipulación ilícita del su­
fragio por los radicales -"cuando el sufragio es una burla irritante y la
fuerza el único derecho, i no podrán los pueblos apelar al último recur­
so, al de reivindicar sus derechos por medio de las armas?"- 40; 2. La
oposición de los conservadores y de los obispos de Antioquia y Cauca
al Decreto de Instrucción PúbUca de 1870 en tiempos del gobierno de
Eustorgio Salgar; 3. Las protestas y resistencias conservadoras contra

37. Alberto Wong Hui. Sociedad, economía y política en el Estado soberano de


Bolivar, 1857-1886, Barranquilla, tesis de maes tría de Historia en proceso, Unive r­
sidad N ac ional de Colombia, Universidad del Atlántico, 2002.
38. Manuel Bricef\o , De In revolución de 1876-1877. Recuerdos pam la hi.Horia,
op. cir.
39. Consrancio Fra nco, Apunwmientos para la historia de la guerra de 18 76­
1877, op. cie
40. Manuel BriceI'\o , De la l'evolución de 1876-1877. Recuerdo.\ pa1'G la !listo ­
TÍa, op . cit, p. 88 .

35
la intervención del gobierno general en las mismas 43 • Antioquia era
recelosa de todo proyecto legislativo y ley nacional que afectara sus
intereses, por lo que el 2 de mayo y el 6 de junio, su Secretario de
Gobierno, Baltazar Botero Uribe, protestó contra la discusión en el
Congreso de ese proyecto que culminó con la derogatoria de la ley del
16 de abril de 1867, que aprobaba la intervención del gobierno Fede­
ral en las contiendas entre los Estados y en las luchas domésticas de
éstos. Ello significaba para Antioquia la intervención en su territorio
del gobierno de la Unión si se inmiscuía en los trastornos que ocurrían
en el Estado del Cauca.
2. El general Mosquera, entonces senador de la República, trami­
taba un proyecto de ley para elevar el Pie de fuerza a 2.500 hombres en
tiempo de paz -situados en Bogotá, Santander, Cauca y la Costa At­
lántica- ya 5.000 hombres en tiempo de guerra 44 . En este contexto es
entendible que quienes se apartaban de la política del gobierno de la
Unión, temieran que con ocasión de los conflictos existentes en el
Estado del Cauca, la Guardia Colombiana --el cuerpo militar de los
radicales- interviniera para inclinar las fuerzas políticas de los Esta­
dos a favor del Gobierno de la Unión. El proyecto inicial no se aprobó,
pero el pie de fuerza para tiempos de paz se elevó a 2.585 hombres 45 , y
podría aumentarse en una tercera parte, en caso de temores fundados
de perturbación del orden público; en caso de guerra internacional,
podría elevarse a 6.000 hombres de tropa. En caso de guerra interior o'

43. La Ley 20 del 16 de abril de J867 estipulaba: "Cuando en algún Estado se


levante una porción cualquiera de ciudadanos, con el objeto de derrocar el gobier­
no existente y organizar otro, el Gobierno de la Unión deberá observar la más
estricta neutralidad entre los bandos beligerantes". Ella fue derogada por la Ley 61
del 17 de junio de J 876 . Leyes de los Estados Unidos de Colombia expedidas en el año
de 1876., Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1876.
44. "Oficio del Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores de la Unión,
Manuel Ancízar, al Secretario de Gobierno del Estado Soberano de Antioquia,
Bogotá, mayo 23 de 1876", y "Oficio del Secretario de Gobierno del Estado de
Antioquia al Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores, Medellín, junio 6 de
1876", en: Boletín Oficial, Estado Soberano de Antioquia, No. 114, Medellín, junio
7 de 1876
45. Lo Ley 23 de 1876 dispuso que el pie de fuerza para tiempos de paz fuera
de L585 hombres, pudiendo aumentarse en una tercera parte en caso de perturba­
ción del orden público. La reacción contra esra norma es entendible si tenemos en
cuenra que hasta la fecha ninguna ley había superado la cifra de 1.500 hombres
como pie de fuerza para tiempos de paz. Leyes de los f<wdos Unidos de Colombia
expedida< en el año de 1876, opus cit .

37
gativas regionales 48 • El Arzobispo de Bogotá, Vicente Arbeláez, quiso
hacer acuerdos con el Presidente Pa rra, pero los obispos comprometi­
dos se aferraron a sus puntos de vista 49 • Con otro matiz, pero dentro de
las perspectivas señaladas, Femán González, considera que la guerra
fue efecto de la "utilizaci6n" que hicieron los conservadores de la
enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, pues lo que buscaban en
realidad era aprovechar la crisis liberal interna para apoderarse del
gobierno del Estado del Cauca so . Por su parte, del Diario de Pedro
Antonio Restrepo Escobar, escrito en la época, se desprende que en
Antioquia, el factor determinante para ir a la guerra fue la defensa de
la "santísima" religi6n católica, de manera similar a lo que las guerri­
llas de Mochuelos y Guascas argumentaron. Después de haber asisti­
do a la incorporaci6n de cuatro de sus hijos y de un yerno a la guerra,
escribi6: "El que sepa cuanto quiero yo a mis hijos podrá imaginarse
cuánto sufriré yo con este viaje, pero el que ame a su religi6n como yo
la amo podrá imaginarse cuánta alegría experimenta un hombre hon­
rado y cristiano cuando ve a sus hijos ir a exponer su vida defendien­
do la religión del Crucificado"sl. La cruzada religiosa para echar atrás
el proyecto radical y devolver la primacía perdida por la Iglesia, estu­
vo mediada por el partido conservador que vio en la posición de obis­
pos, clérigos y fieles sublevados, principios esenciales de su programa,
por lo que debía ponerse a tono con ellos. El partido entonces acom­
pañ6, comprometió y se valió de la reacci6n religiosa de los insurrectos,

48. Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia, Colombia, 1875- 1994,


op. cit., p. 44.
49. Los gobiernos de Manuel Murillo Toro y Aquileo Parra buscaron acuer­
dos con el Arzobispo de Bogotá, -"el maizero" según una denominación peyorati­
va de los radicales- del distrito conservador de San Vicente en Antioquia, Monse­
ñor Vicente Arbeláez, para que los párrocos o sus representantes, según la solicitud
de los padres de familia, convinieran horarios para la enseñanza de la doctrina
cristiana. El acuerdo se logró con el arzobispo, pero los obispos ultramontanos de
Antioquia, Cauca, Pamplona y Santa Marta, no lo aceptaron y consideraron que
con esa medida se estaba entregando la Iglesia a los designios del liberalismo, con
lo cual se impondría en el país la incredulid<ld y el librepensamiento, respaldados
por la masonería, el materialismo y el ateísmo. Así, la sociedad quedaría en un
abismo pec<lmino,o imposible de redimir. Aline Helg, "Los liberales y la reforma
educativa de 1870", en: La educaci6n en Colombia, 1918- 1957, Bogotá , 1987.
so. Fernán González, Poderes enfrenLaM.~ . Igle.~ia y Estado en Colombia, op.
cit., p. 235.
51. Diario de Pedro Antonio Restrepo Escobar, Fundación AntIOqueña para
los Estudios Soc ia b (FAES), Medellín, 1875-1878 , p. 45

39
ron agredidos por medio de panfletos, hojas volantes, anónimos y has­
ta mítines al frente de sus casas curales y, más tarde, en medio de la
guerra, expatriados del territorio. Los enfrentamientos entre las so­
ciedades de ambos bandos fueron cada vez más frecuentes y violentos,
hasta llegar el 18 de julio a la confrontación armada. Las noticias
sobre los acontecimientos en el Cauca se difundieron por todo el te­
rritorio de los Estados Unidos de Colombia; a la región antioqueña
llegaron sobre todo las versiones conservadoras y ca tólicas del asunto
y las reacciones de sus copartidarios no se hicieron esperar 56 .
A finales del mes de julio, los movimientos de armas y municiones
por conservadores antioqueños del departamento del sur con sede en
Manizales, hacia el norte del Estado del Cauca, eran un hecho, por lo
que su presidente pidió armas y apoyo; el gobierno de la Unión envió
batallones de la Guardia Colombiana, acantonados en Panamá, hacia
el Puerto de Buenaventura para que ingresaran a su territorio y res­
paldaran a los radicales. Los conservadores del resto del país no se
quedaron atrás y, viendo factible iniciar una rebelión general, solici­
taron el respaldo del gobierno antioqueño, quien venía adquiriendo
armamento desde hacía más de diez años, al amparo de la carta polí­
tica de 1863. El Comité Central del partido conservador -con sede en
Bogotá, cuyos documentos aparecían en un papel azul claro y fino­
consideró que el momento era propicio para sublevarse, pues las divi­
siones internas del partido liberal le restaban fuerza a cada una de sus
facciones, lo que permitiría crear un gran bloque conservador -An­
tioquia, Tolima y parte del Cauca- y cerrar, con el apoyo de los Esta­
dos de la Costa -donde Rafael Núñez y sus copartidarios podrían res­
.paldarlos-, la entrada de armas para el gobierno nacional desde el
exterior. Además, las numerosas guerrillas conservadoras de la sabana
cundiboyacense y los ejércitos formados por conservadores de los Es­
tados del centro oriente del país obstaculizarían el tránsito de los ejér­
citos oficiales hacia el río Magdalena, el occidente y el Estado del
Tolima. Con ello, facilitarían el ingreso de las tropas conservadoras a
la capital de la República, pondrían en jaque al gobierno general en
Bogotá y controlarían los Estados mencionados. Si a esto se sumaba el
carácter religioso dado a la contienda por clérigos y obispos, se espera­
ba que el apoyo popular fuera abrumador. Todo este plan tenía su

56, AHA. Medellín. Documentos 01"den público, ¡, 1200 (1876-1894). telegra­


mas enviados al Secretario de lo Interior y Relaciones EX[eriores, Manuel Ancízar,
1876,

41
sus opositores liberales 59 . La confrontación entre dos imaginarios
estereotipados fue dura y tuvo sus expresiones culturales y territoria­
les en la guerra civil: el antioqueño, visto por los caucanos como cató­
lico ultramontano, intransigente, conservador y blanco; el caucano,
visto desde el imaginario antioqueño, como masónico, liberal, ateo y
negro.
Antioquia finalmente rompió su neutralidad y se involucró en la
guerra el4 de agosto de 1876. Los Estados liberales del país, ante todo
los más radicales -Santander60 , Cundinamarca, Boyacá y Bolívar- in­
gresaron el 5 de agosto y apoyaron al gobierno de la Unión con sus
ejércitos, entre 5.000 y 7.000 hombres por Estado. El del Tolima ingre­
só el U de agosto en respaldo al Estado de Antioquia. En este contex­
to, el gobierno radical declaró turbado el orden público en todo el
territorio nacional ese mismo día. Las manifestaciones de apoyo al
liberalismo radical y los consabidos y necesarios pronunciamientos no
se hicieron esperar. Rafael Núñez se puso al servicio de su adversario
político, Aquileo Parra, quien lo nombró jefe civil y militar del Estado
Soberano de Bolívar. El general Julián Trujillo, otro destacado miem­
bro del independentismo liberal, fue asignado por César Conto como
jefe de la división sur de la Guardia Colombiana. El general Sergio
Camargo asumió la dirección de la guerra en el centro oriente -siem­
pre se quejó de esos venados inasibles que fueron los guerrilleros del
Mochuelo- y el general Fernando Ponce en la costa Atlántica. Con
tales medidas el Presidente Parra unió al partido liberal en la lucha
contra los conservadores y la Iglesia 61 • Los Estados de la Costa -Mag­
dalena y Panamá dirigidos por grupos radicales y Bolívar por los inde­
pendientes- si bien quedaron por fuera del enfrentamiento bélico di­
recto, desempeñaron un papel decisivo en sus territorios fronteriws

59. Albeiro Valencia Llano, Colonización, fundaciones y confliclOs agmrios


(Gran Caldas y Norte del Valle), Manizales, 2ª edición, Artes Gráficas Tizan Ltda.,
200J.
fIJ . El general santandereano Solón Wilches apoyó más tardíamente el go­
bierno de Parra, dado que en 1875 en pleno proceso electoral, el gobierno del
radical Santiago Pérez, lo destituyó como Jefe de la Guardia Colombiana, por no
respaldar la candidatura de Parra. Wilches cumplió un destacado papel para el
triunfo del gobierno radical en Santander, pero su nuñismo favoreció estratégica­
mente al independientismo liberal. Véase Helen Delpar, Rojos contra azules . El
partido liberal en la pol1tica colombiana, J863 - J899, op. cil.
61 . BLAA. Bogotá, Archivo de la guerra civil de J876. Correspondencia, docu­
mentos y planos relativos a la guerra de J 876 a J 877 .

43
gobierno nacional -5.500 fusiles Remington y minuciones enviados
por el Ministro plenipotenciario de Colombia en Nueva York, Santia­
go Pérez, el expresidente y autor del Manual del Ciudadano más impor­
tante del siglo XIX- e interrumpieron los posibles ingresos de armas
para los rebeldes conservadores. Controlaron la navegación por los
ríos Telembí, Guapi y Patía entre Buenaventura y Tumaco; Magdale­
na, Sinú, San Jorge y Atrato -que atraviesa el Chocó junto con el río
San Juan y desemboca en el golfo de Urabá, cerca de Panamá- con lo
cual el comercio, las aduanas y el movimiento de gentes estuvo en
poder de los Estados liberales de las costas Pacífica y Atlántica. Los
gobiernos radicales de Panamá y Cauca utilizaron el océano Pacífico
para trasladar militares hacia el interior y evitaron que sus adversarios
antioqueños lo usaran para introducir hombres y armas.
Los conservadores y católicos caucanos tuvieron sus fortines en los
ejes Cartago-Tuluá-Buga y en los alrededores de Popayán y Pasto­
Túquerres, y su inspiración en los obispos ultramontanos de Popayán y
Pasto y en numerosos sacerdotes seculares y comunidades religiosas
que tenían un peso muy fuerte en las parroquias de las diócesis men­
cionadas. Los obispos de Pamplona -Ignacio Antonio Parra- y Santa
Marta - José Romero- también fueron soldados de Cristo en sus dió­
cesis. Antioquia, con sus obispos de Medellín y Santa Fe de Antio­
quia - José Ignacio Montoya y Joaquín Guillermo González- y un alto
porcentaje de sus clérigos y feligreses salió en defensa de los "tres
conceptos" por los que sus grupos dirigentes siempre lucharon: reli­
gión, riquezas y región. Los conservadores de los Estados de Cundina­
marca, Boyad y Santander, pusieron sus cuotas en medianos y débiles
ejércitos regulares y en fuertes, confederadas y numerosas guerrillas,
casi 90, que se movieron apoyadas por sus localidades de origen entre
Bogotá, Ubaté, Tunja, el Cocuy y el piedemonte santandereano, has­
ta el distri to conservador y resistente de Galindo, en el actual norte
de Santander, el último en someterse al gobierno liberal y lugar de
cierre de la guerra civil 6J .

63 . El Estado de Guerra, Bogotá, 25 de noviembre de 1876 a 21 de abril de


1877.

45
2. Ejército regular y Guerrillas en siglo XIX colombiano

La guena civil es una fOlma de pal·ticipación política, aún en mo­


mentos en qu e la constitución es cerulw11a, es decir que se restringe
el voto. De todas maneras, percibimos en ciertas guerras civiles una
participación popular que nos ayudm-ía si tuvzéramos los nombres,
si pudiéramos hacer un seguimiento de personas muy detallado.
Germán Colmenares 1

2.1 Ejércitos y guerrillas en Hispanoamérica

El ejército colombiano fue forjado a través de una desigua l organi­


zación en las gue rras de independencia, se fundó -e n buena medida­
en los batallones fijo s de fines del siglo XVIll 2 y tuvo entre sus elemen­
tos formativos los tratados de guerrilla que fueron ampliamente repro­
ducidos en España desde la invasión napoleónica y conocidos en el
Nuevo Reino de Granada desde comienzos del siglo XIX. Los trabajos
de Eduardo Pérez para el Nuevo Reino de Granada y Venezuela 3 , y
Günter Kah.le para varios países latinoamericanos4, dan cuenta de
ello. El primero presenta las tradiciones del mundo occidental relati­
vas a "la guerra irregular" y a las fonnas de "resistencia irregular" en
lbe roamérica -los casos de Nueva Granada y Venezuela- partiendo
desde e l período de independencia !-tasta 1830 en la s áreas del litoral
Atlántico, los Llanos, Patía y Pasto. Al igual que lo desarrollado por
McFarlane acerca de los desórdenes y revueltas en el siglo XV[[J5, Pé­

1. vv. AA. Aspecw5 polémicos de la historia colombiana en el siglo XIX, Bo go ­


tá, Fondo Cu ltu ral Cafetero, p. 165 .
2. Alan J. Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada, 1773 ­
1808, Bogotá, Banco de la República, 1993.
3. Ed uardo Pé rez, La guerra irregular en la independencia de la Nueva Grana­
da y Venezuela, 18/0-1830, op . cie. Pérez 0, Edua rdo. "Guerra irregular en 1<3 Amé ­
rica Meridional, ss. XV III- XIX", op. cie.
4. "Orígenes y problemas de los movimientos guerrilleros latinoamericanos
en el siglo XIX", en: F Miró Quesada, F Pease y D Sobrevi ll a (Eds.), Historia,
problema,,! promesa. Homenaje a Jorge Ba..ladre, 2 vols ., Lima, Pontificia Unive rsid ad
Católica del Perú, 1978, vol. 1, pp. 357 -366.
5. Anthony McFarlane, "Civil DlSorders and Popular Protesrs in Late Colo­
niel\ New G ranada", en: Hisp anic American Historical Review, Duke University
Press, 64 : 1, J 984

47
temacionales, nacionales, regionales y locales, podrían hundir sus raíces
en tradiciones guerrilleras que, de manera indirecta, se extenderían
hasta las guerras de independencia; dichas tradiciones habrían gana ­
do fuerza a partir de las guerras de 1876 y de los Mil Días, en las que
predominaron modalidades de guerra de guerri llas. Así mismo, derro­
tadas estas modalidades con la Guerra de los Mil Días, surgieron nue­
vas expresiones de protesta social con ocasión de las luchas y conflic­
tos agrarios, portuarios, ferroviarios y urbanos, del nacimiento de
partidos de izquierda en las décadas de 1920 y 1930, y de las formacio­
nes guerrilleras liberales y conservadoras de las décadas de 1940 y
1950, años a partir de los cuales se produjeron nuevas violencias de
largo aliento en la sociedad colombiana y surgieron nuevas guerrillas.
La larga trayectoria de la guerra de guerrillas en la historia de la
república de Colombia, hasta el presente, con sus períodos de mayor y
menor intensidad, deja ver la persistencia de conflictos no resueltos y
cada vez más agravados, relativos a problemas de distribución de la
propiedad de la tierra, al mantenimiento y agudización de grandes
diferencias económicas, polarizaciones y violencias políticas, desequi­
librios y exclusiones sociales, culturales y étnicas, que inciden, de
una parte, en las rupturas de las relaciones sociales e impiden la crea­
ción de vínculos y solidaridades, y de otra, obstaculizan los necesarios
procesos de autoafirmación individual y colectiva.
Otro ejemplo y sugiriendo nuevamente una hipótesis, el Ejército
de Liberación Nacional, ELNB se inscribió dentro de las nuevas gue­
rrillas surgidas en la década de 1960 y respondió a los lineamientos de
la revolución foquista cubana (1959), consistentes en crear "focos
centrales" de actividad política y militar de perspectiva socialista y
marxista entre estudiantes, campesinos y obreros, a fin de que fueran
paulatinamente irrigando su ideología y acciones hacia nuevos esce­
narios sociales para convertirlos en "focos expansivos" e ir copando el
conjunto de la sociedad. El foquismo, tuvo en Fidel Castro y en el
Che Guevara sus líderes más modélicos. Además de ello, en esta gue­
rrilla surge un elemento aparentemente nuevo para el caso colombia­
no, cual es la asociación entre religión y política, o entre militancia
guerrillera y creencias católicas. Dicha asociación no es nueva, pues
ella atravesó el siglo XIX, como se expone en este estudio, y ha tenido
sus formas de resurgimiento en el siglo xx, especialmente en el ca so

8. Jaime Arena~ Reyes, La guerrilla por dentro. Análisis del ELN colombtanu,
Bogotá,1971.

49
chazada la forma ilegal de efectuar la guerra, fundado en la Instrucc ión
de guerrillas de 1835, pero en la guerra de 1846-1848, contra los Esta­
dos Unidos de Norteamérica, hubo de nuevo un cambio de actitud,
pue s el gobierno mexicano se valió de las experiencias de los guerrille­
ros de la independencia al formar unidades guerrilleras, las cuales mili­
taron en filas del gobierno; los Norteamericanos, que consideraron de
"bárbaro" el movimiento guerrillero organizado contra ellos, tomaron
represalias y en respuesta form a ron contraguerrilleros mexica nos para
poner a luchar a mexicanos contra mexica nos; culminada la guerra
fueron juzgados aquellos que militaron en la s tropas auxiliares norte­
americanas. Más ta rde, en la guerra de reforma (1 858- 1861), se produjo
una confusión total de lo s frentes y límite s entre legitimidad e ilegiti­
midad, entre patriotismo y traición 10.
Ambos bandos se atribuyeron a sí mismos la exclusiva legitimidad
y ambos alistaron en sus filas a unidades guerrilleras, las que"por me­
dio de formas anárquicas predominaron sobre un ejército deso rdena­
do y al borde de la ruina. Este proceso trajo como resultado la lenta
pe ro segura salida de los guerrilleros del anonimato hasta convertir su
ocupación e n permanente, a tal punto que la lucha iniciada en 1862
contra el c uerpo expedicionario francés-inglés-español-que después
se redujo al comba te contra los franceses y sus aliados del partido
monárquico adepto al emperador Maximiliano- contribuyó a que las
formas guerrilleras se convirtieran en una opción recurrente de com­
bate, convirtiendo al guerrillero en la figura dominante de la vida
política mexicana. Después del rápido ascenso de las guerrillas, vino
su caída bajo el porfiriato, pues el presidente Porfirio Díaz "logró crear
un ejército nacional permanente y regular inspirado en los modelos
de Francia y Prusia" . Con ello, el re belde perdió su razón de se r, pero
"la tradició n guerrillera mexicana subsistió hasta bien entrado el siglo
XX y resurgió en la gran gue rra ci vil de 1910/1911-1917, en la que
destacaron sobre todo los partisanos campesinos de Emiliano Zapata, y
finalmente en el movimiento de los Cristeros de los años 1927 -1929"11 .
Esta perspectiva de larga dura ción es la que nos permite sugerir las
hipótesis que comentamos con respecto a las tradiciones guerrilleras
colombianas de los siglos XIX y XX.
El estudio de Kahle posee tópicos que podríamos utilizar parcial ­
mente para acercarnos al caso colombiano - teniendo en c uenta sus

10. Günter Kahle, "Orígenes y problt'ma~ de los movimientos guerrilleros


latinoamericanos e n el siglo XIX", en: op. cit.
11 . Ibíd., p. 366.

51
su opinión, se transformaron en bandas delincuencia les. Más tarde,
dichos jefes participaron en cargos de representación nacional y tam­
bién hicieron parte de gobiernos conservadores: el liberal Rafael Uri­
be Uribe fue ministro plenipotenciario en Brasil del gobierno conser­
vador de Rafael Reyes (1905-1909) y Baldomero Sanín Cano fue
Secretario de la presidencia del mismo Reyes, entre otros. Evidente­
mente, para entonces, como en México bajo el Porfiriato, este fue un
período en el cual guerrillas y ejércitos liberales fueron derrotados, y
se desestimuló la acción de algunas de las guerrillas conservadoras,
gracias a un paulatino fortalecimiento del Estado, a la formación de
una economía más integrada y fundada en el café y a la formación de
un ejército profesional de tipo nacional. Sin embargo, como en Méxi­
co, las tradiciones guerrilleras de ambos bandos subsistieron en el in­
consciente colectivo hasta el siglo XX y, por qué no decirlo, en el caso
colombiano hasta los albores del siglo XXI, con las peculiaridades pro­
pias de las nuevas épocas.
Germán Colmenares en Las Convenciones contra la Cultural 5 hizo
un balance crítico sobre la vieja historiografía hispanoamericana del
siglo XIX, el que nos es muy útil para acercarnos a la comprensión de
los temas relativos a ejércitos regulares y guerrillas. Dos aspectos del
estudio de Colmenares queremos resaltar. El primero ha ce referencia
a los historiadores del siglo XlX que divorciaron,
[ ... 1 muy a menudo su interpretac ión de los hechos de la red de signifi ­
caciones originales de su propia cultura ... ly1 ...En vez de incorporar la
cultura a la política, la histo riografía del siglo XIX se contentaba con
o perar la unificación o la compresión del campo histórico en e l mo­
mento elegido como origen. La ges ta, el momento único de la verdad
heroica, sustituía el resto del pasado. En un caso extremo, el del perua­
no Mariano Paz Soldán, el re lato parece desarrollarse en un vacío geo­
gráfico, en el que toda la vasta dimensión de los Ande s queda reducida
a la represe ntación esquemática de ope raciones militare s y campos de
batalla . Divisiones y batallones homogé neos y anónimos crean una
impresión ficticia de unidad entre las antiguas costas sociales. El mo­
mento heroico no sólo llenaba e l pasado sino que podía extenderse
también a la historia presente y futura 16

15. Germán Colmenares, C onvenciones confra la culrura. Ensayos sobre la


historiografía hispanoamericana del siglo XIX, 2~ edición, Bogotá, Tercer Mundo,
1989.
16. lbúi., p. 33.

53
ideológica del ejército oficial, de los ejércitos rebeldes y de las guerri­
llas, en las cinco guerras civiles que se dieron entre 1840 y 1876; las
relaciones, fusiones y conversiones entre ejércitos y guerrillas; y la
larga duración de reciprocidad, interacciones y diferencias entre los
ejércitos oficiales ---del gobiemo- los ejércitos rebeldes -opositores al
gobiemo- y las guerrillas -grupos irregulares de los dos partidos polí­
ticos- en la Colombia del siglo XIX. Queremos hacer explícitas las
maneras de funcionamiento de estas "formaciones culturales" yesta­
blecer vínculos entre ellas, en cuya práctica, el orden y el desorden
aparecen como dos modalidades de una misma "tradición cultural", y
también como la invención propia de una sociedad, de un Estado y de
unos estilos de comportamiento social y político, construidos por las
gentes del siglo XIX colombiano y, tal vez, recreados por la sociedad
actual.
Ejército y guerrillas, al igual que la educación, la economía, el
"ministerio" de la Iglesia y los partidos políticos -con los cuales las
formas asociativas de guerrillas fueron muy estrechas- se constituye­
ron en instituciones de importante ascenso social, en instancias de
reconocimiento individual y colectivo, en formas de movilidad social,
en modos de acceso a ocupaciones con bajo y alto prestigio y en moda­
lidades de supervivencia para pobladores rurales y urbanos. Después
de las guerras de independencia, los dirigentes colombianos hicieron
esfuerzos por formar un ejército profesional-el ejército de tierra per­
manente fij o '9- fundados en la idea de una milicia de corte francés,
como lo ejemplifica el Manual de Thiebault, modelo en el que se
inspiró su organización general, y la de los Estados Mayores de las
fuerzas de la Gran Colombia entre 1820 y 1831. Pero también ingresa­
ron, fueron conocidos y aun practicados por el ejército oficial, manua­
les e instrucciones de guerrillas españoles. En cualquier caso, el peso
del ejército fue decisivo en la etapa de las posguerras de independen­
cia y casi hasta mediados del siglo XIX -aunque no tanto como en
Chile y Argentina, donde, con la escuela, aquél se constituyó en eje
de construcción nacional- y tuvo en la mayor parte de los territorios
colombianos, un papel decisivo en sus configuraciones regionales, al
punto que al lado de la Iglesia y del Estado naciente, era la otra fuerza

19. Juan Alberto Rueda Cardoso, "Re formas al ejército neogranadino", tesis
de Maestría en Historia, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2002.
20. Jorge Villegas. Enfrentamiento Iglesia Estado, 18 19 -1887, Medellín, Uni­
versidad de Antioquia, 1977.

ss

tagena, Popayán, Pasto y Tunja, y, en menor medida, se dieron inten­


tos en Medellín, una villa poco apta para la milicia, por parte del
ingeniero militar Francisco José de Caldas.
Entre 1831 y 1841, Francisco de Paula Santander y José Ignacio de
Márquez 25 , modelaron un ejército para el nuevo proyecto de Estado­
Nación, con dificultades para depurar las fuerzas de una alta oficiali­
dad extranjera y desmontar la justicia penal militar. Bajo las adminis­
traciones de Pedro Alcántara Herrán 26 (1841-1845) y Tomás Cipriano
de Mosquera 0845-1849) ganó terreno una educación militar a tra­
vés de la Universidad y el desmonte del ejército, lo que fue llevado a
profundidad por el liberalismo radical durante las presidencias de José
Hilarío López (1849-1853) y José María Obando (1853-1854), exten­
diéndose hasta el fin del período federal. Con Mosquera pues, la edu­
cación militar tuvo sus más importantes desarrollos en Bogotá,
iniciándose el Colegio Militar que estableció una enseñanza orienta­
da hacia la Ingeniería Civil - las disputas de los profesores se centra­
ron en si debía predominar el entrenamiento militar o la Ingeniería
Civil- el cual funcionó por breves períodos (1848-1854, 1866-1867).
Esta enseñanza aportó mucho más a la construcción de caminos y
ferrocarriles, y a aprendizajes de matemáticas e ingeniería, que a la
formación de un cuerpo militar profesional. Lino de Pombo, formado
como ingeniero en el exterior, decía que en la Escuela Militar "se
trataba tanto de entrenar oficiales del ejército como de capacitar in­
genieros civiles"27. Las tendencias francesas se impusieron, tanto en

25. Francisco de Paula Santander (1796-1840), fue presidente de La Gran


Colombia (1819 -1826) y Nueva Granada (1832-1837). Hombre clave en las lu­
chas de independencia Junto con Simón Bolívar (1783-1830), pr -, idente en 1819
y 1826-1830. Podría afirmarse que ambos fueron los principa les líderes políticos y
militares de la época. Bolívar ha sido visto más como militar y hombre de fuerza por
sus opositores, aunque en buena parte lo fue, mientras Santander hasido perc ibido
por sus partidarios como hombre de leyes y más civilista que su c ontraparte, sin
embargo, ambos desarrollaron acc io ne, e n los dos terrenos. José Ignacio de Már­
quez gobernó la Nueva Granada entre 1837 y 1841. Fue de una línea política
moderada más cercana al protoconservatismo. Debió enfrentar la guerra de los
Supremos entre 1839y 1841.
26. Pedro Alcántara Herrán fue presidente de Nueva Granada entre 1841 y
1845, después de muchos años en las huestes de la independe nCIa. Payanés, c uña­
do de Tomás Cipriano de Mose¡ uera, participó en develar la, guerras civiles de
1840,1851 y 1854.
27. Pe ter Santarnaría Álvarez. Origen, desarrollo y TealizacLOnes de la Escuela
de Minas de MedelUn, Medellín, Ediciones Oiké Ltda., 1994, p. 45.

57
ría 30. La guerra de 1876- 18 77 revivió el interés por una Escuela técni­
ca militar independiente de la Universidad Nacional, razón por la
cual se creó la Escuela de Ingeniería Civil y Militar (1879) pero Ra­
fael Núñez dispuso que los estudios de Ingeniería dependieran de la
Secretaria de Guerra y Marina, cosa que ocurrió hasta 1884, cuando
volvió de nuevo a la Universidad Nacional de Colombia 3l .
En el caso de las guerrillas, sus formas de acción tuvieron algunas
similitudes con las del ejército, especialmente en sus estilos de parti­
das y de avanzadas, lo que hizo que movilizaciones militares oficiales
y marchas irregulares se constituyeran e n dos formas de la misma ac­
ción política 32 , en la cual se aplicaron formas afines de justicia estatal,
legitimadas por los grupos de guerrilla y empleadas en las tradiciona­
les modalidades de milicia formal 33 . Además, dentro del concepto de
complementariedad entre la guerra y la política, para el caso colom­
bian0 34, es comprensible que las guerras decimonónicas en el país no
hayan sido negación o sustituto de las relaciones políticas sino su
continuación y el camino más corto para llegar a ellas, pero además,
la guerra se constituyó en un singular canal de acceso a la ciudada­
nía J5 . Esta fue la fórmula utilizada por el General Gaitán Obeso -un
negro liberal y militar que jalonó a su partido en la guerra de 1885 36 ­
al definir sus huestes, como un "ejérci to de ciudadanos", como si los
ciudadanos se constituyeran en el ejercicio de la guerra. Guerra y
política, en un sentido universal, poseen un repertorio común de no­
ciones: estrategia, táctic a, vanguardia, campaña, relaciones de fuer­

30. Su púmer rector fue el cownel Anto nio R. de Narváez, sucedido en julio
de 1877 por e l coronel Rudesindo López. Los títulos expedidos, dentw del interés
de los liberales radicales de la época -desarrollo económico, educación y vías
públicas- fueron de inge nie ros civiles y militares.
31. Peter Santamaría Álvarez. Origen, desarrollo y reaLizaciones de La EscueLa
de Minas de Medellín, op . cit., pp. 29-96.
32. Malcolm Deas, "Venezuela, Colombia y Ecuador", en: Hisloria de Amé­
rica Latina, op. cil., p. 194.
33 . Mario Aguilera Peña. "El de lincue nte político y la legislació n irregular",
en: Gonzalo Sánchez y M . Aguilera (Eds .), Memoria de un país en guerra . Los Mil
Días , 1899-/902, Bogotá, Editorial Planeta, lEPRI , UNIJ US, 200 1, pp. 301-328.
34 Gonzalo Sánchez. Guerra '1 poLítica en la sociedad colombiana, Bogotá, El
Áncora Editores, 1991, p. 17. .
35. lbíd.
36. Malcolm Deas. "Poverty, civil war and politics: Ricardo Gaitán Obeso
and his Magda lena river campaign in Colombia, 1885" , en: NOIJaAmericana, NQ2,
Torino, 19 79.

59
de las tropas ligeras de la República de Colombia, publicado en 1821 en
Santa Marta 40 , consta de una instrucción para las milicias y el modo
de formar en guerrilla estando de a dos en fondo; las voces de la
comandancia que ordenaban el sistema de organización interna y las
modalidades de ataque y defensa; las prevenciones para formar gue­
rrilla, direcciones de las hileras y marchas; la formación de guerrillas
de a tres en fondo; la formación de la guerrilla sobre la marcha y sus
respectivas advertencias; la reorganización de la guerrilla al volver de
la batalla. Este texto estuvo complementado por las voces de los jefes,
así: guerrilla a su formación de batalla y marchen; relevar el ala de la
guerrilla y marchas y movimientos de la guerrilla. Cuando se tratara
de fuego a pie firme, el comandante dará las voces siguientes: guerri­
lla y fuego a pie firme; rompan el fuego a pie firme; fuego ganando
terreno y fuego perdiendo terreno. Finalmente, aparecen las formas
como un batallón debe formar en guerrillas, los usos de algunos to­
ques de cajas en las guerrillas, los toques de clarín o corneta y el uso
de los toques.
El texto Ideas sobre las Insútuciones militares para Colombia de 1830 41
-impreso en Lima y conservado en el Archivo Central del Cauca­
muestra cómo desde sus inicios el gobierno de la Nueva Granada con­
tó con formas clásicas de organización de su ej ército, sin que dejaran
de coexistir con ellas las formas de acción de los sistemas de guerri­
llas. Su autor, un antiguo soldado de Colombia, presenta en su parte
preliminar el objeto del ejército: "sostener la independencia yafian­
zar la libertad" , pero también, es "un oficio, una profesión"42. Para
entonces, la Gran Colombia tocaba a su fin; sin embargo, las formas
de organización de sus fuerzas se mantuvieron en di visiones, legiones
y brigadas, y éstas en batallones y escuadrones. Los cuerpos de las

para ~e r enviados a Manizales. AHA. Fondo República, Gobierno Federal, tomo


2068, documento 2. De Abraham Moreno, en el cuane l gene ral de Manizales, al
Secretario de Gobierno de Anrioquia, oc tubre 4 de 1876 , f. 305.
40. e R. Márquez. 'Hatada de guerrilla para el uso de las eropas ligeras de la
RepúblIca de Colombia dedicado a los hérops de Boyacá y dado a luz por el tenien­
te coronel comandan te principal de Matríc ula, Sa ma Marra , Imprenta del Semi­
nario, publicado por Tadeo Rodríguez, 182 1.
41. Un antiguo so ldado de Co lombia. Ideas sobre 1a.1 Instituciones militares
paTa Colombia de 1830, Lima, Imprenta deJ. Masías, 1830.
42 . lbíd., pp. IIHV. Al deCIr de Montt'squieu, c itado por el autor anónimo, la
profesión militar es distinguid a y por ella, "la fortuna, los (r iunfos , y aun las desgra ­
cias conducen a la grandeza".

61
• Capítulo lll. De los fuegos: fuego, fuego ganando y perdiendo
terreno, fuego de flancos.
• Capítulo IV. Reuniones y repliegues: replegar los tiradores y reu­
nir los tiradores a su reserva.
• Capítulo V. Despliegue de un ba tallón en tiradores y reunión de
este ba tallón.
El último-capítulo se encontraba acompañado por indicaciones de
los movimientos que se podían ejecutar, maniobrando en tiradores,
por medio de toques de corneta o tambor. Ello puede verse en una
tabla compuesta por el número de los movimientos y sus correspon­
dientes número de toques de corneta y número de los toques de tambor.
En su parte final, aparecen partituras de toques de tambores y
cornetas, con explicación de los signos respectivos, tal como fueron
usados por a mbas fuerzas, ejército y guerrillas: general, asamblea, lla­
mada, bandera, marcha de honor, paso acelerado, paso de carga, dia­
na, retreta, bando, misa, fajina (toque para retirarse la tropa a su
alojamiento o toque de llamada para la comida), llamada de tambo­
res, redoble, órdenes para sargentos primeros, sargentos, furrieles (cabo
que en cada compañía reparte el pan y la cebada, al menos en tierras
altas y frías), pase redoblado, pase de carrera, marcha en retirada,
romper el fuego, paso de carga, despertar a diana, retreta o retirada,
llamada de cometas, avanzar O marchar a vanguardia, marchar en
retirada, romper el fuego, cesar el fuego, marchar por el flanco dere­
cho, marchar por el flanco izquierdo, alto, paso acelerado, atención,
armen la bayoneta, atención y derecha, atención e izquierda, aten­
ción y centro, atención y número de guerrilla_

2.4. La larga duración de las guerrillas colombianas

En memorias gubernamentales y de particulares 47 , encontramos


que la modalidad de "guerrillas" fue muy importante para enfrentar
cualq uier guerra, bien fuera a través de combinaciones entre ejército
oficial O ejército rebelde y guerrillas, o bien, a través del uso de tácti­

47. Enrique De Narváez, Los Mochuelos. Recuerdos de /877-1878, op. cit.;


Angel Cuervo, Cómo se evapora un ejército, Bogotá, Editorial Incunables , 1984;
José Marí<3 Quij<3no Otero, Diario de la guerra civil de 1860 Y otros sucesos políticos,
Bogotá, Editorial Incumbles, 1982 ; Manuel Briceño, De la revolu ción de 1876­
1877. Recuerdos para la hútoria, op. cie Consta ncio Franco, Apuntamientos para la
hút01-ia de la guerra de 1876 y 1877, op. cir.

63
embargo, una vez controlado el levantamiento, se dio un paso más
significativo en la configuración de ejércitos regionales, compuestos
por tropas numéricamente desiguales, cuya recomposición fue perma­
nente en cada una de las guerras civiles, las que hicieron que los
ejércitos se incrementaran coyunturalmente y afectaran de manera
significativa los fiscos nacional y regionales.
Para William Paul McGreevey52, el ejército nacional tuvo hacia
1854, un pie de fuerza reducido a 800 hombres, y cuatro años más
tarde, 511 soldados hacían parte de la milicia a disposición del gobier­
no nacional. A mediados de la década de 1860, el pie de fuerza era un
poco más que la guardia de Palacio y los Estados organizaban interna­
mente sus fuerzas en caso de guerra interregional o civil, pero con
ellas poco pudo hacerse para frenar los frecuentes levantamientos lo­
cales, que produjeron muchos daños a la propiedad5J • Debe hacerse la
salvedad de la existencia de una Guardia Colombiana que funcionó
en el período federal, a manera de ejército nacional de los radicales,
y que logró tener entre 1.000 y 2.500 hombres en sus filas, en las prin­
cipales capitales de los Estados dominados por elliberalism0 54 .
La larga duración de las guerrillas fue proverbial y aunque se die­
ron cambios políticos en algunas de sus adscripciones, sus continuida­
des son significativas. Durante las guerras de independencia, los co­
rredores de Venezuela al Ecuador fueron evidentes y pasaron por los
territorios de las provincias que más tarde configuraron a Santander,
Boyad, Cundinamarca, los Llanos de Casanare y San Martín, Tolima
-con sus ejes en el río Magdalena, Honda, Mariquita y Neiva- y el
Gran Cauca 55 . En los primeros años de estas guerras, las guerrillas

partidos tradicionales para despojarlo del poder en 1854, lo que lograron a fines de
ese afto; desterraron a Melo, quien continuó su vida asociado a los ejércitos juaristas
en México . Gustavo Vargas Martínez. Colombia /854. Melo, los artesanos y el
socialismo, Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1972. Jesús Hernando Restrepo. José
María Melo, caudillo republicano, Medellín, tesis de Pregrado en Historia, Univer­
sidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, 1990.
52. William Paul McGreevey. Historia económica de Colombia, /84.5-/930,
Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, Colecci6n Aventura del Desarrollo, NQ 14, Bo­
gotá,1975.
53. Frank Safford. "Política, ideología y sociedad", en: Leslie Bethell (Ed.),
op . cir.
54. Helen Delpar. Rojos contra azules. El partido liberal en la política colmn­
biana, /863-/899, op. ci!.
SS. Ocar Almario García, Luis Javier Ortiz y Una Marcela González. "Po­
der y cultura en el occidente colombiano en el siglo XIX : patrones de poblamiento,

65
cias de la Costa Atlántica 59 , los jefes supremos y rebeldes provenían de
Cartagena y Mompox predominantemente; allí se destacaron las gue­
rrillas de indios de la Ciénaga de Agapito Labarcés, de Diego Noche
y de los hermanos Perea, y las de Simití, San Benito Abad, Chinú y
Sahagún. En las Provincias del Norte o centro oriente, los supremos
tuvieron sus ejes de acción en Tunja, Socorro y V élez, y las guerrillas
provenían ante todo de V élez y Casanare. En el territorio de las pro­
vincias de Honda, Mariquita y Neiva, las guerrillas provenían espe­
cialmente de Mariquita; algunas fueron jalonadas por Mateo Galindo,
José María Vezga y Alejandro y José María Gaitán. En las provincias
de Antioquia, los supremos fueron jefes militares del Occidente -so­
bre todo de Sopetrán- y del oriente -de las clásicas poblaciones libe­
rales de Rionegro y El Retiro-. En las Provincias de Bogotá y Cundi­
namarca, las guerrillas rebeldes y las favorables al gobierno se movieron
por Ubaté, Facatativá y a lo largo de toda la sabana 60 •

Histaria Ernesto ReHrepo Tirado, op. cit; Antecedentes decisivos de comporta­


mientos guerrilleros en Pasto han ~do tratados por G. L. Guerrero Vinuesa, Pasto en
la guerra de Independencia, 1809-1824, Pasto, Historia Crítica de Nariño, 1994 y
Luis Javier Ortiz Mesa, "Sectores populares en la independencia de Pasto, 1808­
1824", en: Revista de Extensión Cultural, Nº 22, Universidad Nacional de Colom­
bia, Sede Medellín, 1986; María Elena Saldarriaga, "La guerra civil de los Supre­
mos en Antioquia, 1839-1842", Medellín, Universidad Nacional de Colombia,
Sede Medellín, tesis de Maestría, 2000, Adriana María Castañeda, "Los Supremos
en Antioquia", tesis de Pregrado en Historia, Universidad Nacional de Colombia,
Sede Medellín, 1995; y Luis Ervin Prado A., "Ecuador y la guerra civil de los
Supremos en los Andes colombianos (1839-1842)", en: Anuario de Histariaregional
y de las fronteras, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, Escuela de
His toria, Nº VI, 2001.
59. Gustavo Bell Lemus, "Conflictos regionales y centralismo. Una hipótesis
sobre las relaciones políticas de la Costa Caribe con el gobierno central en los
primeros años de la República, 1821-1840", en: Gustavo BeU (Comp.), El Caribe
colombiano. Selección de textos hi.ltóricos, Barranquilla, Ediciones Uninorte, 1988.
60. Además de los estudios citados en las dos notas anteüores, deben revisarse
los siguientes, que recogen versiones de la época y análisis posteriores: Joaquín
Posada Gutiérrez, Memarias histÓTico-política..l, Medellín, Editorial Bedout, 1971,
tomos 1 y 2; José María Obando, Apuntamientos para la histaria, Bogotá, Editorial
ABC, 1945; AHA. Memaria que el secl'etario de Estado en el despaclw del Interior y
relacione..\ exteriares del gobierno de la Nueva Granada dirige al Congreso Constitucio­
nal de 1843, Bogotá, Imprenta de J.A. Cualla, 1843; Helguera, J. León y Robert
Davis, Archivo Epistolar de! General Mosquera, Correspondencia con e! general Ra­
món Espina, 1835-1866, Bogotá, Editorial Nelly, 1966. María Martínez de Nisser,
Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años 1840­
1841, Bogotá, Editorial Incunables, 1983; José Manuel Restrepo, Historia de la

67
Popayán y Neiva. En la Provincia de Antioquia apareció una guerrilla
en el distrito liberal de San Jerónimo al occidente y siete más en las
provincias del Norte o del Centro Oriente, en .especial en Facatativá,
Guasca -dirigida por Pastor Ospina y Pedro Jiménez- Zipaquirá y otros
lugares de la sabana de Bogotá, Tunja, Timaná, la Plata y Mutiscua
(Santander)63.
En la guerra civil de 1854 -la denominada guerra artesano-mili­
tar- en la cual se dieron dos golpes militares, en abril-de José María
Melo a José María Obando- y en diciembre de ese año -de liberales y
conservadores a José María Melo-Ias guerrillas pulularon por muchos
territorios del país de entonces. En esta guerra se pueden contar cer­
ca de 50 A 55 guerrillas, entre "constitucionales melistas" y "rebel­
des" conservadoras y liberales. Las constitucionales desafectas al go­
bierno y antimelistas, fueron más numerosas que las rebeldes, pues se
acercaron a 30, en especial en las provincias más conservadoras del
altiplano cundiboyacense y en parte del Norte o Centro Oriente, Tunja,

63. Germán Colmenares, Clases sociales y partidos políticos en Colombia, Bo­


gotá, Universidad de los Andes, 1968; Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las
guerras civiles en Colombia, op. cit.; Ramón Mercado, Memor-ias sobre los aconteci­
mientos del sur, especialmente en la provincia de Buenaventura, durame la administra­
ción del 7 de marzo, Bogotá, 20 de julio de 1853, Biblioteca Universidad de Antio­
quia, Colección documental, Folletos Misceláneos, volumen 58; Mariano Ospina
Rodríguez, Ojeada sobre los primeros cator-ce meses de la administración del 7 de
marzo, dedicada a los hombres imparciales y justos, Bogotá, Imprenta del día, 1850,
Biblioteca Universidad de Antioquia. Colección documental, Folletos Misceláneos,
volumen 405, José María Solano, Una explicación sobre la rebelión de Tunja el18 de
julio de 1851, Bogotá, 1Q de septiembre de 1851, Biblioteca Universidad de Antio­
quia, Colección documental, Folletos Misceláneos, volumen 258; Braulio Henao,
Al público, Medellín, Imprenta de Jacobo Lince, 20 de diciembre de 1851, Biblio­
teca Universidad de Antioquia, Colección documental, Folletos Misceláneos,
volumen 125; José María Samper, Apuntamientos para la histor-ia de la Nueva Gra­
nada desde 1810 hasta la administración del 7 de marzo, Bogotá, Editorial Incunables,
1982; Salvador Camacho Roldán, Memor-ias, op. cit, s.f; Francisco de Paula Borda.
Contlersaciones con mis hijos, Bogotá, Banco Popular, 1974; José Manuel Restrepo,
Diario Político Militar: Memorias sobre los sucesos importantes de la época para servir
a la histor-ia de la retlolución en Colombia desde 1849 para adelame, Tomos 1I1 y IV,
Bogotá, Imprenta Nacional, 1954; Gustavo Arboleda, Histor-ia contempor-ánea de
Colombia, tomos V y VI, Bogotá, Banco Central H~potecario, 1990; Estanislao Gó­
mez Barriento~, Don Mariano Ospina y su época (1849 a 1863), tomo 11, Medellín,
Imprenta de la Gaceta Antioqueña, 1915; Roger Brew, Apects of politics in Antio­
quia, op. cit.; Luis Javier Orriz Mesa, El Federalismo en Antioquia, 1850-1880, op . cit.
tes de terreno en ese distrito. Una muy valiosa versión de la guerra de
1860 y sus desarrollos fue construida por José María Quijano Otero,
un hombre culto, conservador y perteneciente a la clase alta bogota­
na, quien escribió Diario de la guerra civil de 1860 y otros sucesos polín­
cos66 , siguiendo la guerra desde e125 de junio de 1861 hasta e112 de
agosto de 1863 y haciendo, en su parte final, una crítica a la guerra de
1876 y al papel cumplido por los dirigentes antioqueños en ella. Su
escrito constituye quizá. el mejor texto sobre el peso significativo de
las guerrillas conservadoras -particularmente la de Guasca- en esa
guerra civil, y da cuenta de cómo esta guerrilla puso en jaque al go­
bierno provisional de Mosquera en Bogotá y sus alrededores, desde
noviembre de 1861 hasta septiembre de 1862. Nunca antes Mosquera
había tenido tantas dificultades para derrotar y someter a un grupo
armado irregular -con todo sus conocimientos acerca del asunto- como
ocurrió con la guerrilla de Guasca, la que era casi un ejército en
términos numéricos, pues contaba con más de 1.000 hombres de dis­
tritos conservadores cundinarnarqueses, cercanos a Bogotá. Esta par­
tida estableció sus bases en la Sabana, usó importantes tácticas de
guerrilla, tuvo contactos y apoyos entre las gentes de los Estados del
Centro Oriente, aun entre las clases más adineradas de la ciudad
capital, y puso a su favor un simbolismo que incluía desde la vincula­
ción a sus programas de las tradiciones católicas coloniales más signi­
ficativas, hasta el robo de la corona de laurel del Libertador, extraída
de la antigua Casa de Bolívar, por miembros de sus filas.
La guerra de 1860, tuvo en las regiones de Santander, Boyad,
Cundinamarca, Cauca, la Costa Atlántica, Antioquia y Tolima, zonas
de guerra de guerrillas significativas 67• Se destacaron la guerrilla

66. Su trabajo lo hace desde una perspectiva relativamente independiente


del clásico conservador de la época, don Mariano Ospina Rodríguez, siendo inclu­
so muy crítico de éste y de sus comportamientos en el desencadenamiento de
dicha guerra civil. José María Quijano Otero, Diario de la guerra civil de 1860y ot1"OS
sucesos políticos, op. cit.
67. Felipe Pérez, Anales de la revoluci6n, Bogotá, Imprenta del Estado de
Cundinamarca, 1862; Gustavo Arboleda, Historia Contemporánea de Colombia.
Tomos x, XI y XII, Bogotá, Banco Central Hipotecario, 1990; Salvador Camacho
Roldán, Memorias, op. cit.; Antonio José Lem.os Guzmán, Obando. De Cruzverde a
Cruzverde, Bogotá, Editorial Planeta, 1995; Alonso Valencia Llano, "Tomás Cipriano
de Mosquera y la guerra en el Cauca e ntre 1859 y 1862", en: Memorias de la I1
Cátedra Anual de Historia "Emes tu Resh·epo Tirado". Las guerras civiles desde 1830 y
su proyección en el siglo xx, op. cie Estanislao Gómez Barrientos, Don Mariano
Ospina y su época. Páginas de Hi..\toria neogranadina (I 849 afines de 1863), Medellín,

71
Recapitulando, el ejército tuvo un peso decisivo en la Colombia
federal (1863-1886), en especial mediante la formación de la Guardia
Colombiana, pese a las políticas liberales de 19S años comprendidos
entre 1850 y 1880. Al igual que las carreras eclesiásticas, educativas,
económicas y políticas, la carrera militar también fue factor de ascen­
so social, de reconocimiento, fortuna, grandeza y honor. Los ejércitos
oficiales coexistieron con los rebeldes, ambos tuvieron sus formas clá­
sicas de organización, sus maneras de alistamiento, ascenso yordena­
miento interno; pero igualmente uno y otro coexistieron, y aun se
vincularon con esas otras formas de participación militar y de modali­
dades no convencionales llamadas guerrillas o partidas, las que se
consolidaron como significativas y altamente decisivas formas de par­
ticipación social y política, y se constituyeron en escuelas de aprendi­
zaje militar y político, tan eficaces como la educación militar clásica.
AlIado de las guerrillas, también se dieron variadas formas de partici­
pación social y económica de actores diversos -peones, caporales, ar­
tesanos, comerciantes, postas, arrieros, baquianos ... -, y percibimos, a
través de algunos casos encontrados en la documentación, el alto peso
de la milicia en el alma de muchos colombianos y el ascendiente en­
tre eHos, de esta manera de vida. Sin embargo, cualquier análisis debe
contemplar las versiones e imágenes que se forjaron quienes integra­
ban las guerrillas cuando no eran parte del gobierno, y las que se
formaba el gobierno cuando era atacado por aquéllas. La guerra de
guerrillas fue la modalidad más común de hostigamiento al enemigo,
como ocurrió en las guerras de independencia ---el sur pastuso contra
las tropas de Bolívar, por ejemplo-, en la de 1876 y en la de los Mil
Días. En la guerra de 1876 "la lucha contra el gobierno se mantuvo
viva gracias a los guerrilleros conservadores"69. En la de los Mil Días,
Avelino Rosas usó, en el Cauca, el Código guerrillero cubano de las
guerras contra los españoles entre 1868-1878, por considerarlo la for­
ma más adecuada para enfrentar al gobierno conservador y a su ejér­
cito regular. Pero otros jefes liberales, como Rafael Uribe Uribe, más
inclinado a la lucha regular, vio en las guerrillas formas de lucha que
"deshonran la noble profesión de las armas", que extendían las áreas
de destrucción y la no resolución de los problemas militares, sólo re­
servados "a las batallas libradas entre ejércitos". Si Uribe pensaba de
este modo, otra cosa consideró Manuel Briceño en la guerra de 1876,
para quien las guerrillas podían usar de la "justa represalia", como

69. Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras citliles, op. CiL, p. 66.

73
3. Los Estados de Cundinamarca, Boyacá y Santander:
geografía, demografía, economía y cultura

La guerra de guerrillas tuvo en los Estados de Cundinamarca,


Boyacá y Santander un peso muy destacado. Por tal razón hemos esco­
gido estas tres regiones para adentramos en la comprensión de este
fenómeno en la guerra civil colombiana de 1876-1877.

3.1 El Estado de C\.Uldinamarca

El Estado de Cundinamarca estaba dividido en siete departamen­


tos! extendidos en un territorio de 206.400 km 2 , habitados por solo
409.602 pobladores, lo que equivale a una densidad de 2,31 km 2 por
habitante. Su topografía fue clasificada en 1875 así: 140.000 km 2 en
llanuras, 31.200 km 2 en mesas altas, 30.600 km 2 en serranías, 3.000
km 2 en páramos, 1.400 km 2 en ciénagas, anegadizos y lagunas, y 200
km 2 en islas de agua dulce. Así pues, el territorio presenta pocas zonas
montañosas en comparación con las zonas llanas que acompañan el
sistema sabanero en buena parte de su geografía y que fueron muy
bien utilizadas por las guerrillas conservadoras durante la guerra, gra­
cias a que esas áreas de llanuras están rodeadas, en casos, por zonas
de montaña, mesas altas y serranías que permitían emboscadas y reti­
radas rápidas, por lo cual un ejército regular difícilmente podía con­
trolarlas y someterlas, así las golpeara parcialmente. Incluso, los
enfrentamientos en campo abierto tampoco fueron fáciles para un ejér­
cito regular, cuyos movimientos estaban sometidos a restricciones de
radios de acción, lo que implicaba que todo ataque coyuntural podía
estar sujeto a inesperados ataques de retaguardia y contraataques.
La Cordillera de los Andes se levanta en el páramo de Suma paz a
4.810 metros sobre el nivel de], mar, atraviesa el Estado de Cundinamar­
ca de sur a norte y separa las aguas que van al Magdalena de las que

1. Estos departamentos eran: Bogotá, Cáqueza, Zipaquirá, liba té,


Facatativá, Tequendama y la Palma. Eswdislica de Colombia. Parle primera, Bogo­
tá, Imprenta de Medardo Rivas, 1876.

75
Estados del Tolima y Cauca y por el Occidente hacia el Estado del
Tolima, ejes claves de la guerra 4• El departamento de Zipaquirá -76.428
habitantes- con capital en Zipaquirá -8.313 habitantes- fue centro
de la comandancia militar del departamento durante la guerra y con­
tó con poblaciones significativas por su peso económico y participa­
ción política y militar en la contienda civil, predominantemente del
lado conservador 5 • Este fue un departamento muy competido en tér­
minos partidistas, foco de fuerzas liberales oficiales y distritos conser­
vadores que organizaron guerrillas. Predominaban los distritos de tie­
rras altas donde las guerrillas conservadoras fueron numerosas y, en
menor medida, había wnas de vertiente, más proclives a las guerrillas
liberales; el departamento copa gran parte de la sabana central, es el
más próximo a la capital y es el eje de acceso de la estratégica vía
Tunja-Bogotá, que une los entonces Estados de Cundinamarca y Bo­
yacio El departamento de Ubaté -73.176 habitantes- compuesto por 17
distritos 6, con capital en Ubaté -7.256 habitantes- fronteriw con el
Estado de Boyad y corredor obligado entre ambos Estados; en él pre­
dominaron los sistemas campesinos e indígenas tradicionales, la pro­
piedad campesina casi colonial; allí el conservatismo y la Iglesia cató­
lica arraigaron con fuerza. El departamento de Tequendama -44.661
habitantes- con 14 distritos y una aldea y con capital en La Mesa
-8.023. Fue otro de los ejes de comunicación del centro sabanero con
el río Magdalena; su capital y muchas de sus poblaciones, de predomi­

4. Poblaciones como Villeta (5 .934 h.), Guaduas (8.527), Guayabal (3.447),


Puerto de Bogotá (801), Beltrán (3 .345), Chaguaní (1.705), Anolaima (8.970),
San Juan de Rioseco (4.367) tuvieron destacada participaci6n en la guerra y, en
algUnos de ellos, se movieron guerrillas. Subachoque (4.543) fue centro disputado
por las guerrillas conservadoras al gobierno liberal, así como La Vega (3.070),
Serrezuela (I .660), Sasaima (3.434), Útica (6.863) y Vianí (2.445). Estadística de
CoLombia. Parte primera, op. eit.
5. Allí se encontraban: J unín (7.270 h.), Gachetá (6.709), Guatavita (5 .614),
Pacho (6.015), Guasca (4.407), Tenjo (4.539), Sesquilé (3.819), Cajicá (3.160),
Cogua (3.950), Nemoc6n (4.111), Sopó (3.074), Suesca (3.443), Tabio (3.002),
Gachalá (1.744), Gachancipá (1.965), Tocancipá (2.314), Ubalá (2.001) y la aldea
de Bolívar (824). E.~tadistiea de CoLombia. Parte primera, op. eit.
6. Sobresalían Chocontá (8.509 h.) y Machetá (7.661, con mayor número
de habitantes que Ubaté) , Manta (6.049), Guachetá (5.495), Hatoviejo (5.109),
Cucunubá (5.078), Simijaca (42.080), Lenguazaque (3.611), Tibirita (4.337) y
Susa (3.709). Otros más componían ese departamento: Carupa (3.316), Paime
(1.602), la aldea de San Cayetano (sin datos), Sutatausa (3.313) y Tausa (2.318).
Estadística de..{(olombia. Parte primera, op. eit.

77
no, la mayoría de la población; sus gentes mantenían vivas las tradi,
ciones coloniales en sus actividades productivas y para 1879 algunos
de sus poblados continuaban produciendo mieles y destilaban aguar,
dientes, al tiempo que convivfan con grandes haciendas de comer'
ciantes bogotanos que compraron tierras de resguardos extinguidos,
donde vecinos y gamonales desmejoraron sus producciones agríco,
las!!, pero las surtieron con el mayor número de ganados. Contrastan,
do los nombres del 13% de propietarios de las cabezas de ganado re,
gistradas - 78% del total- con la lista de comerciantes más ricos de
Bogotá en 1879, encontramos que eran las mismas familias, de cuyo
seno saldrían más tarde los pioneros del café en los Estados de Cundi,
na marca y Tolima!2.
En su estudio sobre El café en Colombia, 1850-1930, Marco Pala,
cios propone una regionalización de la propiedad agraria en Cundina,
marca, que nos es útil para comprender algunos de los patrones de
poblamiento y colonización, acercamos a rasgos históricos de la re,
gión y a algunos de sus comportamientos políticos y culturales duran,
te la guerra civil. Existen tres grandes zonas: l. La zona campesina
ubicada preferentemente en el oriente y nororiente, y que es casi una
prolongación de las zonas campesinas boyacenses, con las que com,
parte cercanías socioeconómicas, históricas, etnoculturales y políti,
co,religiosas; zona carente de medianas y grandes propiedades, pero
rica en altas densidades humanas y en las que sus antiguas veredas y
sus linajes fueron decisivos para la configuración de su vida social y
sus representaciones colectivas!3. 2. La zona de propiedad media, es
como un colchón entre las zonas campesinas y las de propiedad lati,
fundista. En ella se localizaron los nudos de mercado y de circulación

de Cundinamarca- por Anolaima, La Mesa, Jerusalén y Guataquí --este último en


el departamento del Tequendama- y por Fusagasugá en el departamento de
Bogotá.
11. El café tendrá un peso decisivo en el departamento de Facatativá, en los
distritos de Sasaima, Villeta, El Colegio y la Palma.
12. Marco Palacios, El café en Colombia, 1850-1970. Una historia económica,
social y política, Bogotá, El Colegio de México y El Áncora Editores, 1983, pp . 147.
13. Allí estaban ubicados los departamentos de Ubaté, parte del de Zipaquirá
y zonas de los departamentos de la Palma y Facatativá, todos ellos altamente
marcados por grupos de guerrillas conservadoras en los trayectos que comunican
al Estado de Cundinamarca con el de Boyad, en los casos de Ubaté y Zipaquirá,
y en las wnas más inmediatas a la sabana que se desprenden de la Cordillera
Oriental hacia el río Magdalena .

79
bre la tierra era muy alta -provincias de Ubaté, Bogotá, Zipaquirá y
Facatativá- y en un mismo predio familiar vivían y trabajaban cerca
de dos familias en promedio, en la zona latifllndista existía un alto
índice de peones vinculados a formas de trabajo elásticas y relativa­
mente libres en grandes propiedades. De otra parte, las zonas campe­
sina y media son más antiguas que las de latifundio, pues la mayor
apropiación se verificó sobre tierras de viejo asentamiento de la Saba­
na, mientras el latifundio de las vertientes templadas y las altiplani­
cies tórridas se desarrolló en tierras de nueva colonización15.
Para completar el marco de análisis, debemos tener en cuenta otras
peculiaridades regionales que enriquecen el estudio económico y so­
cial y sus relaciones con la vida política y cultural de distritos y
sub regiones. A mediados del siglo XIX, las formas principales de la
estructura agraria en la Colombia central muestran diversas modali­
dades que oscilan entre abigarradas, complementarias y conflictivas y
que podrían enfocarse bajo una triple clasificación: como sistemas ju­
rídico-legales de propiedad, como formas principales de propiedad y
tenencia y como formas de organización de la producción. Veamos: 1.
Con respecto al sistema legal: en el Estado de Cundinamarca, las tie­
rras públicas o baldíos coexistían con varios tipos de propiedad agra­
ria, a saber: la propiedad campesina parcelaria, la gran propiedad de
haciendas, hatos ganaderos y latifundios no explotados, y la propie­
dad corpora tiva de comunidades religiosas -incluidos los bienes raíces
gravados con censos, patronatos o capellanías- de indígenas -resguar­
dos- y de distritos -ejidos-. 2. En cuanto a las formas de propiedad y
arriendo: están las haciendas intensivas en mano de obra; los hatos
ganaderos en amplios terrenos; y las economías y sociedades campesi­
nas relacionadas a través de vínculos mercantiles, algunas provenien­
tes del siglo XVI, con una variedad de formas y sistemas de estratifica­
ción social, en las que predominó la familia propietaria vinculada a
una comunidad veredal fundada en estructuras de parentesco y ad­
hesión a linajes. Estos sistemas de articulación social fueron uno de

15. En estas tierras nuevas los reclutamientos fueron más difíciles, pero las
incorporaciones a ejércitos y guerrillas fueron menos forzadas o se dieron en ocu­
paciones relativas a la arriería, el peonazgo y los trabajos artesanales. Medardo
Rivas escribió refiriéndose a esta última zona, que "Se compra la tierra únicamente
como un medio de asegurar el capital contra los húsares de la libertad [el ejércitol
y los guerrilleros de la religión" . Marco Palacios, El caN en Colombia, 1850-1970.
Una his!aria econ6mica, social y polí!ica, op. ci!., p. 149.

81
de las batallas decisivas de la guerra civil-Los Chancos y Garrapata­
fue porcentualmente muy alta y la mayor dentro del conjunto nacio­
nal; los enganches y reclutamientos en los ejércitos liberales y conser­
vadores fueron muy significativos, lo que se revela en el alto número
de nombramientos y en la amplísima formación de divisiones, batallo­
nes y escuadrones 1?; el copamiento regional cundinamarqués de la
guerra fue tan amplio que puede afirmarse que casi no existieron dis­
tritos que no se comprometieran en ella, pulularon los jefes militares y
las búsquedas de ascenso en el ejército, pero además, las guerrillas
fueron numerosas en su territorio.

3.2 El Es tado de Boyacá

El Estado de Boyad tenía una extensión de 86.375 kms 2-incluido


el territorio federal de Casanare cedido al gobierno general en 1869­
de los cuales 55.875 eran baldíos y 30.538 estaban poblados por 482.874
habitantes en 1876 18 . El Estado de Boyad era menos extenso que el
del Cauca que contába con 666.800 kms z, de los cuales 603.800 eran
baldíos y sólo 63.000 estaban poblados; sin embargo, estaba casi tan
habitado como el Cauca en donde vivían 475.078 pobladores en 1876,
"sin incluir los aborígenes salvajes del Darién, de las costas del Pacífi­
co y del Caquetá, que pueden exceder de 30.000"19. Así pues, podría
afirmarse que en Boyacá había un cierto equilibrio entre su relativa
extensión y su numerosa población. No obstante, su crecimiento de­
mográfico era lento pues duplicaba su población cada 60 años, demo­
rándose 12 años más que Panamá, 10 veces más que el Cauca, 1 más
que el Tolima y 9 veces más que Cundinamarca. Las razones aducidas
por Felipe Pérez para este lento crecimiento fueron el "rápido decre­
cimiento de la raza indígena, el mayor número de mujeres y la cir­
cunstancia de ser los pueblos de este Estado los que proveen de solda­
dos en su mayor parte a la república, pues sus naturales son muy a
propósito para el servicio militar por su valor, constancia en las pena­
lidades y subordinación"2o. Incluso, Pérez afirma que cada guerra civil

17. AGN. Secretaría de Guerra y Marina, tomos 1019 a 1024.


18. Felipe Pérez, Geografía Física y Política del Estado de Cundinamarca,
op. cit.
19. Estadística de Colombia, Parte Primera, op. cit., p. 49.
20. Felipe Pérez, Geograf{a Física y Política del Eswdo de Boyacá, Bogotá,
Imprenta de la Nación, 1863, p. 2.

83
nes, el respeto a la jerarquía, la tradición conventual"2J. En las alti­
planicies mencionadas se recogen el mayor número de distritos, co­
rregimientos y aldeas. La cresta de la cordillera oriental de los Andes
separa las aguas que van al río Magdalena de las que van al Orinoco,
y al occidente de esa cordillera se desplazan los ríos más notables, en
cuyos alrededores se ubican diversos poblamientos: el río Sogamoso o
Chicamocha, el Suárez, el Minero o Carare -de Chiquinquirá, al oc­
cidente, por las zonas esmeraldíferas de Muzo y Coper y el río Carare­
todos ellos tributarios del río Magdalena; al oriente de esa misma cor­
dillera se encuentran entre otros el río Meta, el Cravo, el Ariporo, el
Cusiana, el Casanare, el Arauca y el Apure.
En cuanto a sus economías, las producciones más importantes de
las altiplanicies provenían de la industria artesanal -paños, fiques,
telas, vestidos y ruanas; de la agricultura -trigo, cebada, papas, ha­
bas, arvejas, arracachas, panela, miel, añil, anís, maíz y harinas, ade­
más de quesos y alpargatas- y de la ganadería. Los centros artesanales
fueron Tunja, Villa de Leiva, Guateque, Turmequé, Garagoa, Tun­
dama, Soatá, Miraflores, Cocuy, Santa Rosa, Sogamoso, Chiquinqui­
rá y Moniquirá. Los manufactureros ---en hierro, lana y algodón, fique,
esparto y pajas, cuero, sombreros, miel de caña, loza, jabón y muebles­
fueron Sogamoso -principal centro manufacturero de Boyacá- Santa
Rosa, Tunja, Chiquinquirá, Turmequé y Guateque. También se traían
el acero y el hierro de Pacho y la sal de Zipaquirá y Nemocón; el añil,
algodón, lanas, sombreros, tejidos y mieles provenían de las provincias
santandereanas y eran traídos hacia las provincias de Tunja y de
Tundama, mientras que la ganadería proverua sobre todo de Casanare.
Las vías de comunicación, especialmente entre los pueblos cordillera nos
eran precarias y fragosas, y los costos de transporte eran altos. El trán­
sito del siglo XVIII al XIX cambió los ejes del transporte y del comercio,
pasando del camino de Tunja-Vélez-Opón al de Honda-Guaduas­
Bogotá 24 .

23. Ibíd., p. 96.


24. Javier Ocampo López, "De la Provincia de Tunja al Departamento de
Boyad", en: Camilo Domínguez, Guido Barona, Apolinar Fiqueroa y Augusto
Gómez López (edición, análisis y comentarios), General Agustín Codazzi, Geogra­
fEa FLlÍca y Política de la Confederación Granadina, Vol. 111, Estado de Boyacá, tomo 11,
Antiguas Provincias de Tunja y Tundama y los cantones de Chiquinquirá y Moniquirá,
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Universidad Pedagógica y Tecnoló­
gica, 2003, pp. 27-32 .

85
en Boavita, Cocuy, Chita, Güicán, La Paz, Soatá, Susacón y La Uvita,
entre otros. El departamento del Nordeste tenía su centro en
Labranzagrande con 10 distritos y 16.822 habitantes entre Chámeza,
Mongua, Morcote, Paya y Pisva, principalmente. El departamento de
Oriente tuvo su capital en Guateque, sus distritos fueron 12 con 71.978
habitantes distribuidos en Chinavita, Garagoa, Guateque, Macanal,
Miraflores, Tenza, Pachavita, Zetaquirá y otros. El departamento de
Occidente, cuya capital era Moniquirá, contaba con 22 distritos y 93.156
habitantes pobladores de los distritos de Arcabuco, Caldas, Chiquin­
quirá, Chitaraque, Leiva, Maripí, Moniquirá, Muzo, Pauna, Saboyá,
Sutamarchán y Toguí. El departamento de Tundama tenía como capital
a Santa Rosa y contaba con 25 distritos -Belén, Cerinza, Duitama,
Gámeza, Monguí, Nobsa, Paipa, Sogamoso, T ópaga y Tota- entre otros
y con 114.279 habitantes 28 .
La zona de las dehesas de Casanare --corredor clave durante la
guerra para guerrillas y ejércitos regulares hacia Venezuela- y que
ocupaba 530 miriámetros cuadrados fue parte del Estado de Boyad
hasta 1869, cuando se transfirió al gobierno general. Este territorio
contaba en 1870 con 26.066 habitantes y su capital era Tame. Sus
pequeños distritos fueron 13 y sus aldeas 10. Para entonces, si bien se
aceleraron procesos de colonización en los territorios del valle del
Rionegro y en las tierras del Meta y San Martín 29 , los Llanos colombia­
nos estaban muy despoblados, lejos del mar y arrimados por un extre­
mo a las desiertas selvas de la Guayana; a diferencia, los Llanos vene­
zolanos de Cumaná, Barcelona, Caracas, Carabobo, Barinas y Apure,
contaban con 200.000 habitantes dedicados a la cría de ganados cuyo
número pasaba de 2 millones de cabezas.
En todos los departamentos del Estado de Boyacá encontramos
guerrillas conservadoras, con mayor peso en los del Centro --capital
Tunja- Norte --capital Soatá- Oriente --capital Guateque- Occiden­
te --capital Moniquirá- y, en menor medida, en Tundama --capital
Santa Rosa y eje competidor de la tradicional y religiosa ciudad de

Chulavita, donde se reclutó policía en los inicios del gobierno de Mariano Ospina
Pérez (1946-1950) . Los liberales des legitimaban a la policía llamándola chulaviw.
Marco Palacios y Frank Safford, Colombia, país fragmentado, sociedad dividida, su
historia. Bogotá, Editorial Norma, 2002, p. 638.
28 . Estadística de Colombia. Primera Parte, op. cit.
29. Jorge Orlando Melo, "Vicisitudes del modelo liberal. .. " en: op. cit., pp.
130-133 .

87
El número de guerrilleros conservadores en Boyad pudo ascender
a 2.500 ó 3.000 hombres; sin embargo, los informes oficiales liberales
boyacenses hacen llegar la cifra a "5.000 y hasta a 7.500 facciosos",
pues querían mostrar a sus copartidarios la ardiente lucha que habían
librado los ejércitos regulares federales y del Estado soberano de Boyacá
contra "ese monstruo casi indómito y religioso", que en su concepto
eran las guerrillas}}. Estas partidas obraron en combinación con las de
Cundinamarca y Santander; las primeras auxiliaban a las suyas, y ade­
más, por la vía de Chiquinquirá, a las de Occidente, y por la de Cho­
contá a las del Centro; las segundas, por los distritos santandereanos
de Gámbita y Suaita auxiliaron también a las de Occidente, por los
distritos santandereanos de Palermo y Charalá a las del Centro y Tun­
dama, y por los distritos santandereanos de Onzaga y Capitanejo a las
del Norte. La estructura organizativa de las guerrillas parecía bastante
bien concebida, y su "lógica" no fue fácilmente comprendida por los
jefes militares liberales, quienes, aunque conocían sus formas de fun­
cionamiento, debieron pensar diversas estrategias antes de someterlas34 •
Los gobiernos de la Unión federal y del Estado de Boyad se aso­
ciaron para combatir las fuerzas insurgentes. Los contingentes de re­
clutas y oficiales enviados al gobierno nacional fueron variados, yal­
gunos llegaron a la cifra de 3.000 boyacenses, además de los 2.500
coterráneos que fueron enviados a otros territorios del país para refor­
zar los ejércitos gubernamentales. Si bien, las armas existentes en el
parque de Tunja no alcanzaban a 1.000, del Estado de Boyad fueron
enviadas a Cundinamarca un total de 1.700, lo que fue posible gracias
al considerable número de armas que los liberales tenían en sus distri­
tos y departamentos, muchas de las cuales se pusieron en servicio, y
aunque otras estaban descompuestas o malas, el gobierno las hizo re­
coger y componer. Igualmente, contaron con las armas que fueron
tomando a sus enemigos}s.

3.3 El Estado de Santander


El Estado de Santander se extendía en un territorio de 42.200
kms 2, de los cuales 18.500 estaban poblados y 23.700 eran baldíos. Su

33. Ibíd .
34. Las tácticas de guerrillas eran conocidas por los ejércitos regulares, pero
asimilar sus movimientos en el terreno no fue tarea fácil.
35. Informe del Secretario General al Presidente del Estado de Bcryacá en el año
de /877, op. cir.

89
con capital en Socorro -16.048 habitantes- y compuesto por 22 distri,
tos entre los que destacan por su demografía: Charalá --8.026-, Suaita
-8.017-, Simacota -6.436-, Oiba -5.521-; Guadalupe -4.111-,
Sincelada -4.602- y entre 2.000 y 3.000 habitantes se destacan Chima,
Gámbita y Pinchote. El departamento de Soto con 50.711 habitantes,
con capital a Bucaramanga -11.255 h.- y compuesto por 12 distritos
entre los que destacan por su demografía: Girón -9.955- y Piedecuesta
-9.015- yen menor medida Rionegro, Rorida, Matanza, Los Santos y
Suratá. El departamento de V é/ez con 69 .832 habitantes, con capital en
V élez -11.267 habitantes- y compuesto por 11 distritos entre los que
destacan por su demografía: Jesús María -14.548-, Puente Nacional
-11.956-, Chipatá -6.615-, Guabatá -5.566-y Bolívar-5.226-. Se­
gún Felipe Pérez, la población de Santander tardaba en duplicarse 35
años "debido a la robustez de sus razas, la salubridad del clima y la
proporcionalidad con que está dividida la propiedad territorial en
muchos puntos del Estado"37 y consideraba que en su población se
contaban 396 lugareños pertenecientes a "tribus salvajes" regadas en
las riberas solitarias del Opón que "no trafican con nadie y viven de la
pesca, la caza y algunas raíces"38.
Santander hizo gala de su alta participación en la guerra civil en
ambos bandos, asociada a sus tradicionales patrones de poblamiento,
de resistencia e independencia 39 . Ello pervive en su tradición arte­
sanal que data del período precolombino, en especial entre los guanes
-de Vélez hasta Bucaramanga- su tradición de comercio activo en
productos agrícolas y manufacturados yen su población tradicional,
mente euromestiza con muy poca mano de obra encomendada -indí­
gena- y esclava -en 1825, s610 1,5% de la población de Santander era
esclava- pocos latifundios y notoria mayoría de pequeños y medianos
propietarios y de gentes independientes. El comercio de telas y man­

37. Felipe Pérez, Geografla Física y Pol1tica del Es tado de Santander, Imprenta
de la Nación, Bogotá, 1863 .
38. Ibíd.
39. David Church ]ohnson , Santander, siglo XI X, cambios socioeconómicos, op .
cit, pp. 119-120. La independencia no fue solamente económica entre numerosos
santandereanos, hubo también pobladores que la vivieron a través del matrimonio
civil y el divorcio vincular, a pesa r de las limitaciones que imponían las mentalida­
des tradicionales de la época. Véase el estudio de Rocío Serrano Gómez, "Matri­
monio y divorcio durante el período del radicalismo liberal, 1849-1885", en: Anua­
rio de Historia Regional y de las Fronteras, Bucaramanga. Universidad Industrial de
Santander, Escuela de Hi~toria, vol. VI, 2003, pp. 223 -244.

91
nivel de vida de los santandereanos siguió siendo aceptable hasta fi­
nes de los años 1850, cuando en las zonas agrícolas predominaba la
pequeña propiedad, mientras en ciudades como Pamplona, Girón,
Ocaña, Piedecuesta, Zapatoca, San Gil y Socorro, se desarrollaba una
industria vigorosa de textiles y sombreros 40 , de tal manera que los ar­
tesanos formaron un grupo activo en esta economía de propietarios
independientes, dentro de una sociedad en la que la mayoría de sus
pobladores estaban dedicados a la agricultura, más de tipo interno
que de exportación, siguiendo el slogan de la ·época, según el 'cual
debíamos ofrecer a Europa nuestras materias primas y abrir las puertas
a sus productos manufacturados, para facilitar las ganancias y el co­
mercio que aquél suponía. En opinión de David Church Johnson, San­
tander no eS,tuvo tan asociado al exterior con el tabaco, como sí lo
estuvo más tarde con el café. Con la excepción del valle de Girón, el
tabaco no fue un cultivo de plantación como sí lo fue en Ambalema.
Aún más, "durante el predominio del tabaco, desde 1845 hasta 1875,
el ingreso de las masas trabajadoras disminuyó y éste se redistribuyó a
favor de los terratenientes". En cambio, "con el surgimiento del café,
desde 1890 hasta 1930, aparecieron los primeros síntomas de desarro­
llo económico"41. De tal manera que "la expansión del café tuvo un
efecto de aceleramiento en Colombia que el tabaco no tuvo"42. El
tabaco fue el primer producto agrícola de exportación, la mayor fuen­
te de ingresos para los granadinos después de la Grancolombia (1830)
y la base de la economía colombiana -sustentada en el monocultivo­
hasta después del colapso alemán en 1878, cuando el mercado de
"Bremen recibía el 89% de las exportaciones colombianas de tabaco,
pero únicamente el 13% de importaciones de tabaco en Bremen pro­
venían de Colombia"43. Ello revela que entonces Colombia tenía una
economía basada en el monocultivo y contaba con un solo mercado
principal para ese cultivo.
La tradición guane del cultivo del tabaco fue anterior a la llegada
de los españoles, actividad libre y popular hasta el establecimiento del
monopolio real en 1774. La restricción borbónica a ciertas áreas espe­
cíficas, llevó al control de precios y ventas. Entre 1778 y 1845 la polí­
tica monopolista española y colombiana redujo gradualmente las áreas

40. Ibíd., p. 122.


41. Ibíd., p.128.
42. Ibíd.
43. Ibíd., p. 129.

93
Además de los aspectos económicos, sociales y culturales a que
nos hemos referido, los aspectos políticos desempeñaron un papel de­
cisivo en la configuración de la sociedad santandereana 46 • De una
parte, Santander había sido un bastión en la formación de la federa­
ción colombiana desde los años 1850. De otra parte, se convirtió en el
eje político del experimento radical y lideró por varios años los gobier­
nos radicales nacionales. En este ambiente, atravesado por los auges y
crisis económicas y por los avances lentos y desiguales de moderniza­
ción, los dirigentes liberales santandereanos se comprometieron aún
más con el proyecto radical, después del triunfo liberal logrado en la
guerra de 1860 frente a sus opositores conservadores y clericales. Leo­
nardo Canal había sido "el alma de la oposición conservadora", des­
pués de 4 años de gobierno radicales en Santander, al respaldar el
gobierno de Ospina Rodríguez, vinculado a los conservadores de Bo­
yad y Cundinamarca, en los inicios de la guerra civil de 1860. Venci­
dos los liberales en la batalla del Oratorio y puestos presos en Bogotá
sus principales líderes, los conservadores, al mando de Canal tornaron
represalias contra los liberales, les aplicaron préstamos forzosos y mul­
tas, les embargaron suministros y crearon un ambiente de antipatías y
odios. Las reacciones y actividades de las guerrillas liberales se hicie­
ron muy profusas en Santander y los temores de apoyos externos pu­
sieron en vilo a los conservadores, sobre todo al suspenderse las comu­
nicaciones entre Bogotá y Santander, a causa de aquéllas 47 • En julio
de 1861, Mosquera, quien lideró la guerra a favor del liberalismo,
tornó a Bogotá y rápidamente envió un ejército que liberara a Santan­
der del dominio conservador. Bucaramanga fue sometida por los libe­
rales, quienes aplicaron a sus opositores las mismas medidas que éstos
les habían aplicado. Los ejércitos conservadores debieron huir a Pam­
plona. Luego se disputaron a Bucaramanga, el centro del gobierno, en
medio de presiones, expropiaciones y atrocidades de todo tipo. Final­
mente, los liberales comandados por Eustorgio Salgar "pacificaron" el
Estado y sometieron al conservatismo ya la Iglesia.

46. Juan Fernando Duarte, "Proyectos políticos del liberalismo: El caso de


Solón Wilches", Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, Escuela de
Historia, tesis de pregrado, 1993. Aquileo Parra, Memorias, Bogotá, Imprenta La
Luz, 1912.
47. David Church ]ohnson, Santander, siglo XIX, cambios socioecon6micos, op.
cit., pp. 167-173.

95
te, que en el caso santandereano -como casi todos los demás- su
vinculación a la guerra parece obedecer más, aunque no exclusiva­
mente, a razones de relaciones entre redes corporativas, partidistas y
religiosas que a las condiciones económicas de sus gentes. En cual­
quier caso, desde 1875 se puede apreciar una brecha cada vez mayor
entre el norte y el sur santandereano, pues mientras las provincias de
Cúcuta, Ocaña y Pamplona aumentaron su participación en la rique­
za total de la región, el sur decayó en sus cuatro provincias, García
Rovira, Guanentá, Socorro y Vélez, en las cuales prevaleció el taba­
co, la industria artesanal y la economía de subsistencia. Soto aparece
por separado debido a su posición intermedia tanto geográfica como
económicamente5o • No obstante, Bucaramanga, que será la capital en
1886 en sustitución del Socorro, se beneficiaría desde fines de los
años 1870 por el aumento de las ventas de quina y café. Así, las pro­
vincias donde se cultivaba el café se enriquecieron, crecieron
demográfica mente más que sus contrapartes, mejoraron los niveles de
vida de la población, tuvieron menores tasas de criminalidad que las
del sur, establecieron bajos costos de transporte, ingresaron extranje­
ros para fundar compañías comerciales y conseguir tierras para la siem­
bra de café y cacao y establecer ganaderías, y se incrementó el comer­
cio interno y externo y los lazos con Venezuela. En cambio, las antiguas
provincias tabacaleras y artesanales sufrieron un retraso significativo,
debido a sus bajos salarios por la decadencia de las artesanías y la
sombrerería (1873 -1876); muchos debieron sobrevivir del producto de
sus parcelas agrícolas --en una sociedad de numerosos pequeños pro­
pietarios- o debieron dirigirse al Norte en búsqueda de sustento. El
Sur también se vio afectado por las confrontaciones entre radicales y
seguidores de Rafael Núñez, pues estos últimos acusaron al partido
radical y a su gobierno santandereano de ser los culpables del caos
económico, la desmoralización de los artesanos, la aniquilación de sus
industrias y la pobreza generalizada de Santander. De allí que el Nor­
te recibiera jubiloso a Núñez y su movimiento de Regeneración, cuando
el Sur, con su centro en el Socorro, lo percibía como su enemigo, pues
desde allí se había construido el principal eje de oposición al Regene­
rador. Johnson afirma que:
"La incapacidad del gobierno liberal de fomentar las vías de exporta­
ción desde el sur de Santander y su fracaso en el intento de apoyar o

50. Ibíd., p. 241 .

97
tuvieron su campo de acción las guerrillas de los Arboleda, Caldereros
y de otras denominaciones, contra las cuales el gobierno tomó medi­
das en aquellos departamentos para evitar que' se asociaran peligrosa­
mente con guerrillas del Estado del Magdalena, lideradas por Farías.
Las disposiciones gubernamentales arreciaron su persecución, legiti­
maron el extrañamiento de conservadores y la confiscación de sus
bienes, y prohibieron las reuniones privadas y los encuentros de con­
servadores en plazas públicas. Sin embargo, sus guerrillas siguieron
haciendo incursiones armadas en Pamplona y Mutiscua -departamento
de Pamplona. Muchas guerrillas se movieron por la geografía santan­
dereana y pusieron en jaque a capitales de suma importancia, tales
como Bucaramanga y Socorro, y las del norte santandereano San José
de Cúcuta, Pamplona y Ocaña s6 •
Las relaciones de las guerrillas santandereanas y boya censes fue­
ron muy fuertes gracias a las redes políticas, religiosas y, en algunos
casos, familiares; los auxilios y apoyos fueron permanentes y de todo
tipo. Las partidas de Pauna, Maripí y Chiquinquirá, al occidente de
Boyacá, tuvieron vasos comunicantes con las guerrillas del sur de San­
tander. La facción de los indígenas Güicanes -Sierra Nevada del
Cocuy- sembraba el terror en centros urbanos de Boyacá y hacía in­
cursiones en Santander entrando por Málaga; la guerrilla de Gámbita
-departamento del Socorro- fue una de las más comunicadas con
Boyacá; hubo guerrillas en Mogotes en el departamento de Guanentá,
incursiones de guerrillas en Omaga y San Joaquín en el mismo depar­
tamento, y no faltaron los enfrentamientos entre partidas del Socorro
y San Gil. Los rebeldes conservadores del departamento de Soto se
movieron especialmente por Piedecuesta, Girón, Bucaramanga, La
Mesa de los Santos, Rionegro y Suratá, mientras que en el departa­

56. Algunos casos fueron los siguientes: BLAA. Archivo de la guerra de 1876,
correspondencia, documentos y planos relativos a la guerra de 1876 a 1877. José del C.
Rodríguez, Presidente del Estado de Boyacá, Tunja, 28 de febrero de 1877 al Dr.
Aquilea Parra, Presidente de la Unión: Sobre la guerrilla de Gámbita. Otras fue­
ron las guerrillas de Mogotes y Piedecuesta¡ las guerrillas de los Arboleda, Caldereros
y de otras denominaciones tuvieron su campo de acción en Ocaña¡ las guerrillas
de Pauna y de Maripí, del Sur de Santander y del norte y occidente de Boyacá,
entre las cuales estaban comprendidos los guerrilleros de Chiquinquirá: Alcance
al Estado de Guerra NQ 13, Bogotá, febrero 3 de 1877: En e I norte, se mantuvieron
alzados los indígenas de Susac6n y Güicán, sobre quienes obraban los liberales de
Chita y Cocuy, mientras, en el oriente del país, la guerrilla de Gramalote, Santan­
der, se encontraba para entonces en plena acción.

99
4. La Guerra de guerrillas en los Estados de
Cundinamarca, Boyacá y Santan4er, 1876~1877

4.1. La militancia guerrillera: una fonna de participación social,


de resistencia y de acceso a la ciudadaIÚa

Con los mapas geográficos, demográficos, políticos y económicos


de los Estados de Cundinamarca, Boyacá y Santander, acerquémonos
a los ejércitos y guerrillas que combatieron en la guerra civil colom­
biana de 1876-1877 en estas regiones l . El informe del Secretario del
Tesoro en 1878, señala que esta guerra le costÓ a la Unión Federal el
equivalente al 118% del presupuesto nacional aprobado para aquel
año z; se pusieron en armas un total de 50.000 individuos, repartidos
entre el ejército oficial-30.000- y los ejércitos rebeldes, todos con sus
respectivas guerrillas de apoyo; el papel de las guerrillas se multiplicó
pues aún con las innovaciones tecnológicas -telégrafo y armas de pre­
cisión-3 la guerra tuvo buena parte de sus ritmos sometidos a las clá­
sicas tácticas y estrategias guerrilleras. Hubo guerrillas liberales en el
Estado del Cauca\ pero fueron más acentuadamente conservadoras y

1. Las guerrillas en dichos territorios tuvieron sus principales ejes en los


departamentos de Bogotá, Zipaquirá, Ubaté, Facatativá y Tequendama . Las más
significativas estuvieron cerca de Bogotá: Mochuelos y Guascas, núcleos de la
guerra de guerrillas, las cuales a su vez configuraron una red o confederación que
se extendió hasta los demás departamentos del Estado de Cundinamarca y a los
Estados vecinos de Boyacá, Tolima y Santander.
2. Marco Palacios . Entre la legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994,
Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 44
3. El Mochuelo . NQ 1, Bogotá, septiembre 27 de 1877 . Los fusiles utilizados
entonces fueron: Remington y Winchester entre los más; Dreyse, Lefaucheux,
Chaszepol, Peabody, Spencer, Máuser, Martini, Minié, Herdán, además del tradi­
cional arcabuz, mosquete y perinal; y los cañones Kropp, del Pallisur, del Woblwiel
y del Parrot.
4. En el Estado del Cauca, un número menor, pero eficaz grupo de guerri­
llas liberales, fue muy importante en la guerra civil de 1876-1877, para los triunfos
de la 5 ~ División del Ejército del Sur, comandado por el general Sánchez, sobre los
pastusos y sus pueblos anexos, comandados por el jefe conservador, Miguel de la
Villota . Buenaventura Reinales, AsunlOs relacionados con parte del Ejército del Sur
en cuanto a la guerra de 1876, Popayán, Imprenta del Estado, 1878.

101
jefes militares del Sur y del Norte, Julián Trujillo y Sergio Camargo,
respectivamente 7•
Las guerrillas conservadoras representaron pues un papel destaca­
do en los Estados de Cundinamarca, Boyacá, Santander y Tolima,
mientras en el Estado del Cauca primaron las guerrillas liberales aso­
ciadas al ejército regular B• Una gama de documentos de distintas fuen­
tes históricas y literarias nos han permitido acercamos a estas guerri­
llas en la contienda, a su organización, sus jefes, sus campañas, radios
de acción e imágenes acerca de la guerra y de su propio quehacer en
ella. Hemos consultado legajos pertenecientes al Archivo de la Gue­
rra de 1876 9 , los pertenecientes al Fondo Secretaría y Marina del Ar­
chivo General de la Nación lO , informaciones de los periódicos El Esta­
do de guerra ll y El Mochuelo l2 , monografías e investigaciones de pregrado
y posgrado en historia 13, así como memorias. Todo ello nos ha permiti­
do develar la trama tejida entre un ejército conservador en rebelión

7. BLAA. Archivo de la guerra de 1876, Bogotá, correspondencia, documen­


tos y planos relativos a la guerra de 1876 a 1877, Manuscritos NQ 1, octubre de
1876, enero y abril de 1877, ff. 1-5 Yff. lOO Y187.
8. Que el peso de las guerrillas en la guerra de 1876 sea ante todo conserva­
dor -90 guerrillas conservadoras entre los Estados de Cundinamarca, Boyacá y
Santander- y en la de los Mil Días liberal-J26 guerrillas liberales, sumadas las de
todos los departamentos- es en parte comprensible por las wnas que se constituye­
ron en ejes de esas guerras. En la de los Mil Días, Santander fue el eje inicial y
decisivo de la guerra en su primera fase, pero más tarde se trasladó a las nuevas
wnas cafeteras y de vertiente de Cundinamarca y del Tolima, luego al Cauca, la
costa Atlántica y Panamá. En cualquier caso, el papel de las guerrillas fue decisivo
yen ambas guerras se produjo una importante presencia de ellas.
9. BLAA. Archivo de la guerra de 1876, Bogotá, correspondencia, documen­
tos y planos relativos a la guerra de 1876 a 1877.
10. AGN. Secci6n República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomos
1019-1024.
11. El Estcu10 de Guerra, Bogotá, 25 de noviembre de 1876 a 21 de abril de
1877­
12. El Mochuelo, Bogotá, septiembre y octubre de 1877 .
13. Javier Díaz Díaz, "Del faccionalismo a la unidad liberal en el ocaso del
federalismo: La;:uerra civil de 1876-1877 en el Estado Soberano de Santander",
op. cil. Patricia Alvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la guerra
civil de 1876-1877", op. cit.; Pedro C. Verdugo Moreno, "Vicisitudes y ocaso del
liberalismo colombiano del siglo XIX: la guerra civil de 1876", Bogotá, tesis de
Maestría, Universidad Externado de Colombia, 1988; Hernando R. Barahona Del­
gado, "El radicalismo en el Estado Soberano de Boyad (1863-1886) ", Tunja, Tesis
de Maestría en Historia, Universidad Pedag6gica y Tecnológica de Colombia,
1994.

103
social, el ejército y las guerrillas fueron formas importantes de ocupa­
ción y escalonamiento social y político. La lucha por ganar honores,
grados y reconocimientos mediante ascensos e'n la milicia es eviden­
te 17 y fue un orgullo familiar y local en la mayoría de las regiones
colombianas contar con hijos, esposos, hermanos, parientes o amigos
en el ejército, la guardia nacional o municipal y en las guerrillas. El
hecho mismo de asegurar parte de la propia subsistencia y ta de sus
familias nucleares o extendidas 18 era un aspecto de prestigio social y
de status en el medio; lo fue también un imaginario del "hombre con
arma", como símbolo de poder, autoridad y respeto 19 • La competencia
en el ejército por los ascensos fue significativa, pues ellos representa­
ban recompensas en "honor y aplausos", a la vez que incrementaba los
salarios según los nuevos cargos. Sergio Camargo, en su calidad de
Mayor e Inspector del Ejército, en operaciones en el norte del Estado
de Cundinamarca y en el Estado de Boyacá, pidió al Secretario de
Guerra y Marina, ascensos para algunos jefes y oficiales que lo acom­
pañaron, por sus servicios prestados en campaña. Le decía que, por
aquellos días, habfan sido ascendidos oficiales y jefes con méritos,
pero que no habían hecho iguales sacrificios ni se habían expuesto a
los mismos peligros que los militares que él le proponía. Los casos so­
bre las pugnas para ascender en el ejército fueron el pan de cada dfa
de la guerra, como lo revelan documentos de la Secretaría de Guerra
y Marina consultados 20 .

17. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo


1019, Estados Unidos de Colombia , Cuadro de Batallón Santander, Escalafón de
Jefes y oficiales, Plana Mayor, Bogotá, septiembre 10 de 1876, f. 00287 .
18. La familia nuclear católica predomina en las wnas altas de tradición
colonial o aún en wnas de vertiente en las cuales el peso de la Iglesia ha sido muy
fuerte, Las sociedades indígenas del altiplano fueron aculturadas desde los perío­
dos de conquista y colonia, a tal punto que allí se impone una fuerte relación entre
religión familiar e institución religiosa católica. La familia extendida predomina
en territorios de poblamientos negros, donde las relaciones de parentesco asocia­
das a la madre, las tías y las abuelas tienen un peso social significativo. Virginia
Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, Medellín, Editorial Universi­
dad de Antioquia, 1994, pp. 36-48.
19. Virginia Gutiérrez de Pineda afirma que "en función de la familia, Co­
lombia se fragmenta en dos bloques de marcada orientación hacia el patriarcalismo:
el primero vertebrado por los complejos andino y santandereano, mientras el se­
gundo constituido por el litoral fluvio minero y el antioqueño, impulsan su dinámi­
ca hacia el matriarcalismo de características diferentes cada una". Ibid" p. 4.
20. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo
1020, Estados Unidos de Colombia, Bogotá, diciembre 11 de 1876, ff. 00015-00016.

105
partidas rebeldes durante la guerra civil de 1876-1877. Los Mochue­
los, aunque sui generis en su composición, mostraron las tradicionales
modalidades guerrilleras españolas. Su carátter es magistralmente
expuesto por Alberto Urdaneta en el periódico El Mochuelo de 1877.
Las formas de lucha de esta milicia del Mochuelo se hicieron sentir
hasta en los ejidos de la capital, al punto que se constituyó en la
avanzada del "Ejército Regenerador Conservador" en toda la Repú­
blica, lo que se generalizó para todas las guerrillas, aun para aquéllas
cuya composición era distinta. Las del Estado de Cundinamarca se
formaron para servir de auxiliares a los ejércitos regulares de los Esta­
dos de Antioquia y el Tolima, pero su estilo de acción era diferente al
"regular" de dichos ejércitos:
Los movimientos de los ejércitos regulares deben ser en todo concerta­
dos... mientras que la guerrilla salta de un punto a otro sin regla precisa,
ataca y huye, se muestra y se esconde, se congrega o se dispersa, anoche­
ce aquí y amanece a larga distancia . . .
Nuestro Mochuelo como guerrilla que es, seguirá la propia táctica, apa­
recerá por consiguiente cuando a bien lo tenga, echará un día mano de
la caricatura y del epigrama que es como decir del fusil de chispa y de la
escopeta cargada con munición; y otro día manejará el Remington y la
ametralladora, con lo cual da a entender que también podrá calzarse el
coturno o embocar la épica trompa . Combatirá en el terreno que le
convenga reservándose el derecho que no tiene un ejército de línea, de
retirarse en dispersión y cuando le venga en antojo, descansar cuando le
convenga, rehuir el cuerpo a un enemigo poderoso, le quedará siempre
el recurso de refugiarse en el páram0 2J •
Las lecturas liberales sobre las guerrillas conservadoras fueron
estigmatizan tes, pero igualmente éstas tuvieron su modo de ver y se­
ñalar a sus opositores y de deshonrar sus actuaciones. En "Cartas Bo­
gotanas", aparecidas en el periódico conservador El Mochuelo H , se
hicieron públicos varios cargos y críticas al gobierno liberal, algunos
en contra del artículo 91 de la Constitución nacional que dio plenos
poderes al Presidente "para decidir sobre todo" y también se denun­
ciaron saqueos, empréstitos, robos y expropiaciones, incluidas tierras
de propiedad de conservadores:
El Artículo (91) no es para matar sino para quitarle los recursos al
enemigo y obligarlo a rendirse por hambre: saqueo de la hacienda de

23. El Mochuelo, NQ 1, Bogotá, septiembre 27 de 1877 .


24. Ib(d. "Cartas Bogotana~".

107
Alcanfores hicieron lo mismo en el bando contrario, pero tuvieron un
mejor respaldo en hombres y armas que los primeros 2B • El significado
de Mochuelo fue tomado de un ave rapaz nocturna -común en Espa­
ña- que se alimentaba de roedores y reptiles, bastante similar a un
búho. Y el Mochuelo, hacía honor a su nombre!
Los milicianos de ambas guerrillas eran amigos entre sí y casi her­
manos, pero los separaban sus preferencias políticas. Casi todos perte­
necieron a familias ricas y prestantes, "la flor y nata de la juventud
bogotana de su tiempo", que se dividía mientras duraba la guerra,
para reintegrarse -seguramente con hondas enemistades- al volver la
paz. Poseían educaci6n similar -algunos eran estudiantes universita­
rios, comerciantes, literatos y ricos hacendados- gozaban de la cor­
dial camaradería y trato íntimo, primero en el hogar, después en la
escuela, en el colegio y en la universidad, y más tarde en el club y en
los refinados salones bogotanos. Más que encuentros entre soldados,
sus luchas semejaban torneos entre caballeros; no obstante, a pesar de
los lazos de amistad, que debieron relajarse con los azares de la gue­
rra, "se batían con denuedo, se fusilaban concienzudamente, no guar­
daban rencor después de los combates, trataban con hidalguía a los
prisioneros y enterraban con decoro a los muertos"29. Sus miembros
fueron muy populares entre "el bello sexo bogotano" y las altas clases
conservadoras de la sociedad los apoyaban con armas, recursos y di­
nero: "en cada casa conservadora se montaron maestranzas que pro­
veían de vestuario y pertrechos a los guerrilleros"Jo.
Observemos que estos guerrilleros no fueron aventureros sin pan
ni techo y eran miembros de familias con apellidos de alcurnia J!; algu­
nos tuvieron, con sus oponentes, amistades de por vida como en el
caso de don Enrique de Narváez con el jefe Alcanfor, el general libe­
ral Pedro Elías Otero. Don Enrique fue un hombre culto, generoso y
de gran valor y lealtad, excelente lector de historia, literatura y filo­
sofía, fino para escribir y bueno para el bambuco y las carreras de
caballos. Como los demás Mochuelos, era un cat61ico conservador,
respaldado por las bellas de Soacha y el "anisete escanciado". Con
estas características, casi anormales dentro de la tradicional visi6n

28. Eusebio Escobar, Recuerdos de un Alcanfor, Sogamoso, Imprenta del Dis­


trito a cargo de A. Hernández y otros, 1882.
29. José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, Edicio­
nes Aguilar, Madrid, 1957, p. 1.506.
30. Ibíd.

l~
Julio Racines, Grupo de auxiliares de "Los Mochuelos". A la derecha el "esforzado"
Ignacio Sánchez, 1877, copia en albúmina, 20.9 x 12.7 cm. Propiedad: Jaime de
Narváez, Bogotá. Fuente: Fotografías colombianas, agenda 1984, Bogotá, Museo
de Arte Moderno, 1983, p. 162.

111
conocidos memorialistas, el conservador Manuel Briceño y el liberal
Constancio Franco tuvieron su propia versión de la guerra a través de
una narrativa de los enfrentamientos, batallas, número de muertos,
heridos y prisioneros de cada bando 3? La guerra conjugó modalidades
de enfrentamientos entre ejércitos regulares y guerrillas de todo pe­
lambre. Entre julio y noviembre de 1876, los princi pa les enfrentamientos
se produjeron en los Estados del Cauca, Boyacá, Cundinamarca y
Tolima, así: Estado del Cauca: La Granja, julio 17; Los Chancos, agos­
to 3; El Tambo, septiembre 15 ; Cusillo, noviembre 2; Estado de Cundi­
namarca: Guadalupe, septiembre 8; Soacha, octubre 15; Tequendama,
octubre 22; Corales, noviembre 4; Estado de Boyacá: Susacón, sep­
tiembre 26; Ramiriquí, octubre 2; Estado del Tolima: Toche, septiem­
bre 30; Iguacito, octubre 2; Albadán, octubre 7; Garrapa ta, noviem­
bre 20-22 38.
Las confrontaciones entre guerrillas y cuerpos de ejército, ocurri­
das en los dos primeros meses de la guerra, fueron pocas y sólo se
acentuaron a partir del mes de octubre después del triunfo liberal en
Los Chancos -agosto 31- y del refuerzo de las filas de ambos bandos
después de dicha batalla. En la visión triunfalista del Comité Central
conservador, las guerrillas se habían fortalecido y avanzaban hacia
Bogotá; esto no era del todo cierto, pues aún no estaban suficiente­
mente cohesionadas. Sin embargo, se fueron convirtiendo en una pie­
dra en el zapato para el gobierno y para el liberalismo durante la gue­
rra civil pues, más tarde, se extendieron como pólvora por la Sabana
cundiboyacese, partes del Estado de Santander y las zonas de vertien­

37. En este trabajo hemos utilizado, además de las memorias clásicas ya


citadas de Constancio Franco y Manuel Briceño, el estudio realizado por Patricia
Álvarez R., tomando el Apéndice NQ 1, titulado "Cronología de los principales
enfrentamientos en la guerra civil de 1876-1877", en el cual sigue aquellas memo­
rias día a día, teniendo en consideración que, el primero, basó sus escritos en los
datos oficiales y en el Dim·¡o de Cundinamarca y, el segundo, en la información
recogida por el Comité Central del Partido Conservador y en documentos elabo­
rados por los partes oficiales, locales y regionales de su partido y de las guerrillas
conservadoras. Los demás datos relativos a emboscadas, batallas, número de muer­
tos, heridos y prisioneros se encuentran respaldados por fuentes de archivo y de
prensa. De tal manera que ello permite acercamos al tema que nos ocupa, hacien- .
qo contrastes entre los escritos de los memorialistas y otro tipo de fuentes. Patricia
Alvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la guerra civil de 1876­
1877", op. cil., pp. 384-412.
38. El E5tado de Guerra, NQ S, Bogotá, diciembre 6 de 1876, p. 20, "Revolu­
ciónde 1876".

113
Si se mira en detalle, la formación de la guerrilla de Guasca era la
de un ejército regular, con respaldos de todo orden. A diferencia de
quienes escondían sus armas, hacendados conservadores, con vertidos
en generales, no tardaron en armar sus cuadrillas contra el gobierno
radica1 41 • Los "conservadores de influencia" de Gachancipá, Chía,
Nemocón y Zipaquirá reunieron 200 armas contra el gobierno; el ha­
cendado y general José Agudelo "ofreció ponerse en armas con sus
arrendatarios; Ignacio San Pedro y Andrés Mirque colaboraron con
30 jinetes y 30 infantes armados de escopetas, lanzas y fusiles viejos42.
Ramón Acosta ocupó con su caballería el camino que conduce a Sopó;
Eduardo Ramírez con su infantería cubri6 el Boquerón del Chiquero y
Sebastián Ospina llegó a Cerro-Gordo con 80 hombres que traía de
Gachetá. Como puede observarse, también es perceptible la comuni­
cación existente entre distritos cercanos para obtener reclutas. El autor
del ensayo sobre Briceño que aquí citamos, se refiere indistintamente
a "guerrilla" y a "cuerpos del Ejército regenerador", lo que revela for­
mas similares de organización militar, las conocidas de guerras ante­
riores y la capacidad de asimilar unas formas y otras. El periplo de
Briceño y de sus voluntarios y reclutas forzados, muestra la red exis­
tente de contactos, comunicaciones, amistades, relaciones interlocales
entre sus gentes, por familia, religión, partido y relaciones de comer­
ci0 4J • Briceño se movía de Sopó a Nemocón -tomó la salina y armas-,
de allí a Ubaté, a Cucunubá hacia Sisga. Al tiempo, el ejército oficial
se movía de Zipaquirá hacia Ubaté y por el camino de Tausa para
perseguir y someter a la guerrilla conservadora H .
La guerrilla de Guasca tuvo un primer enfrentamiento en el sitio
de Cerro Gordo con un cuerpo del ejército liberal, integrado por un
número aproximado de 800 a 900 hombres. Según las versiones de
Franco y de Briceño, esta guerrilla alcanzaba a 1.500 hombres según
el primero y 1.439 según el segund0 45 . Es común y tiene cierta lógica

41 . Manuel Briceño, De la revolución de 1876-1877. Recuerdos para la historia,


op. cit. , pp. 131, 166,300 Y362.
42. Ibíd,p . 167.
43. Véase Fran~ois Xavier Guerra, "Vínculos y solidaridades", en: México.
Del antiguo régimen a ia revolución, México, Fondo de Cultura Económica, tomo 1,
1991,pp. 126-181.
44. Una gloria nacional . Apuntes para la biografía del general Manuel Briceño.
Por uno de sus contemporáneos, op. cit.
45. Patricia Álvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la
guerra civil de 1876-1877", op. cit., p. 386. Constancia Franco, Apuntamientos para

115
de Albadán, donde tomó un considerable número de prisioneros5o • Y
mientras los ejércitos nacionales actuaban sobre el Estado del Tolima,
en Bogotá, las guerrillas de los Mochuelos y'los Guascas arreciaron
sus ataques contra el gobierno de la Unión y cada vez estaban más
cerca de la capital, con emboscadas pennanentes, asaltos a los ejérci­
tos que transitaban entre los tres Estados del centro oriente del país, y
el obstáculo a la circulación de abastos hacia la ciudad y a los movi­
mientos de tropas con destino al río Magdalena, especialmente al
puerto comercial de Honda, uno de los principales ejes de la guerra
entre los Estados de Cundinamarca y del Tolima.
Las guerrillas también buscaron obstaculizar las comunicaciones
entre distritos, algunos de los cuales organizaron sus propias fuerzas
locales para enfrentarlas. A fines del mes de agosto, las gentes del
distrito de Subachoque -departamento de Facatativá- organizaron
un escuadrón de caballería que ya contaba "con unos veinticinco pa­
triotas de confianza y decididos por la causa liberal", y una compañía
de infantería que tenía unas cuarenta plazas. Con estas fuerzas refor­
zarían ia Comandancia General de las Caballerías de los Estados de
Cundinamarca, Tolima y Boyad para disolver y derrotar una guerrilla
conservadora "de rebeldes" -dice el manuscrito oficial- que se había
establecido en el sitio de Supatá -en las estribaciones del páramo de
Guerrero, en la vía hacia Sasaima y Villeta- la cual amenazaba esa
población y podía interrumpir la correspondencia entre Facatativá y
Zipaquirá 51 • El jefe del Escuadrón Subachoque se comprometió a reci­
bir y responder por las armas y municiones -24 fusiles y 40 paquetes­
con los que "los patriotas" de esa localidad auxiliaron sus fuerzas y
solicitó apoyos del gobierno federal para la defensa de su distrito y la
persecución de la guerrilla de Supatá.

SO. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo


1020, Presos en elAlbadán, desde Ambalema para Bogotá y los 47 restantes para
Hondao Ambalema. Purificación, octubre 28 de 1876, f. 00311, de Antonio Dussán
(Comandancia de la 4~ División del Ejército de Occidente). Les tomó cartas a los
rebeldes en el Albadán, pues el resto del archivo lo ocultaron o quemaron. Véase
las dificultades para obtener recursos, animales y enviar correos por el servicio
postal.
51. AGN, Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo
10 19, Estados Unido~ dt' Colombia, Comandancia General de las Caballerías de
Cundinamarca, Tolima y BOYi:lcá, agosto 31 de 1876, f. 00274, de Evaristo de la
Torre al Secretario de Guerra y Marina.

117
150 fusiles Remington, vio a lo lejos guerrilleros de Guasca, y para
proteger el armamento se devolvió al sitio de Casablanca, cerca de
Sutatausa, y solo pudo continuar una vez llegaron en su auxilio 30
jinetes provenientes de Zipaquirá. Se combatió entre ambas fuerzas
durante dos horas, hasta que la guerrilla huyó 56 • Otros dos hechos de
armas de la guerrilla del Mochuelo se produjeron mas adelante; en la
Hacienda Tequendama, el ejército liberal, con 1.200 hombres, persi­
guió a los Mochuelos, y los derrotó 57 • A fines del mes de octubre, la
guerrilla del Mochuelo se presentó en los sitios de Tres Esquinas y los
Alisos, muy cerca de la capital, donde se encontraba una partida libe­
ral, hubo enfrentamientos y llegaron refuerzos de Bogotá 58•
Las guerrillas organizaron un circuito cerca de la capital, para
obstaculizar y bloquear los movimientos de tropas y abastos provenien­
tes de los Estados de Boyacá y Santander hacia la capital y viceversa,
y desde ésta hacia el Estado del Tolima. Con ello buscaron debilitar al
gobierno de la Unión y también evitar que los ejércitos del noroc­
cidente y suroccidente -de Cauca y Antioquia- recibieran apoyos del
centro del país. Esta operación de bloqueo también estaba dirigida a
tomar la capital y organizar un circuito que a manera de una malla
consistía en un enjambre de comunicaciones y apoyos que partía de
Bogotá, tenía en la hacienda de Mochuelo y otras cercanas, y en los
distritos de Soacha y Guasca, sus centros más orgánicos y desplazaba
sus influencias por Sopó, La Calera, Choachí, Cáqueza y Fusagasugá.
Ante esta situación, el gobierno comenzó a cuidarse más de las gue­
rrillas y a celar mejor sus movimientos a fin de desbloquear los cami­
nos hacia el oriente y el occidente del país. Pero la persecución de las
partidas no fue fácil y aunque inicialmente se pensó que sería una
operación sencilla y eficaz de caza por territorios descubiertos de la
Sabana, sin embargo su geografía estaba acompañaba de zonas de
montaña a todo lo largo de su extensión, la que podría describirse
como un callejón de grandes y amplias avenidas, siempre acotado por
alturas medias y pequeñas y, excepcionalmente, por páramos. Para
afrontar tales climas, caminar por zonas húmedas y saberse ubicar con
respecto al enemigo, no fueron suficientes simplemente las armas, fue­
ron necesarios sitios de descanso, con dotación de ponchos, frazadas,

56. Ibid., p. 394.


57. Ibúl.
58 . lbúl., p. 395.

119
procesos judiciales hechos a militares, relativamente rápidos, revelan
que el control sobre las fuerzas, al menos en la capital y cerca de ella,
era relativamente riguroso, pues con ello se buscaba mantener la dis­
ciplina y la autoridad sobre éstas, dar fe de la eficacia de la justicia y
frenar futuras desviaciones en el orden militar. De otra parte, hechos
como los señalados aumentaban los temores de los jefes del Ejército y
del Presidente Parra, sobre todo porque los ataques de las guerrillas,
especialmente de los Mochuelos62 y Guascas, seguían minando fuer­
zas gubernamentales y no se veía cómo hostigarlas y controlarlas, a
pesar de que sus mismos ejércitos conocían las tácticas de guerrilla y
hasta en ocasiones las usaron.
El gobierno y sus comandantes militares sabían que algunos ricos
conservadores de la ciudad de Bogotá financiaban la guerrilla de los
Mochuelos, pero esa red clandestina aún no había sido descubierta.
Aún más, en el medio urbano "se sabía públicamente" que aquello
era así. J. Reyes C. informaba al Secretario de Guerra que, "como es
público y notorio la mayor parte de los recursos y elementos de guerra
de que se provee la 'Guerrilla del Mochuelo' sale de esa ciudad por la
vía del Mochuelo pasando por Tunjuelo"6J. La financiación de los
Mochuelos provenía de clases altas y conservadoras bogotanas, por
ello era vital para el gobierno encontrar a los responsables y las formas
que utilizaban para proveer a esa y otras guerrillas. Al parecer, la for­
tuna que lograron reunir los Mochuelos sumó un millón de pesos64 . El
payanés Sergio Arboleda, presidente provisorio de los conservadores
en la primera fase de la guerra, solicitó con otros copartidarios al Ar­
zobispo Vicente Arbeláez, para cubrir gastos de la revolución, la riquí­
sima y costosísima Custodia de San Carlos, tal vez, la joya más bella y
valiosa de Bogotá 65 . En otras regiones, los más pudientes y aún gentes
del común, apoyaron las guerrillas conservadoras y la formación de un
ejército regular con dineros y bienes propios. Ante estas situaciones,

Parra por los ataques cercanos a Bogotá de la guerrilla de Los Mochuelos. El juicio
concluye en el folio 044.
62. El Esrado de Guerra, NQ 3, Bogotá, 30 de noviembre de 1876, p. 12 .
63 . IbEd. Cuartel General en Soacha, octubre 9 de 1876, f. 307, de J. Reyes C.
al Secretario de Guerra y Marina.
64. El Mochuelo, Bogotá, NQ 1, septiembre 27 de 1877 .
65. Francbco de Paula Borda, Conversaciones con mis hijos (3 tomos), tomo 1,
Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1974, p . 69 . Véase Patricia Álvarez R, "Unifor­
mes y sotanas", op. cit., p. 230.

121
trol de Guaduas y del puerto fluvial de Honda, es decir del río Mag­
dalena en ese territorio. Según el informe, esa guerrilla había pernoc­
tado en las inmediaciones de esa población (Facatativá) preparado
emboscadas en los desfiladeros del camino que se encontraba en fren­
te del distrito de Villeta, "en las faldas y colinas que dominan el case­
río y lentamente fue avanzando por las cañadas al amparo de las sel­
vas ... observando siempre el sistema de emboscada"69. En opinión del
Prefecto, la guerrilla contaba con 200 hombres armados y haciendo
flanquear su bandera, se ubicó al frente y a la izquierda de la pobla­
ción, en espera de un ataque. La lucha duró entre 2 y 3 horas, hasta
que la guerrilla huyó despavorida dejando en el campo 5 muertos y
algunos heridos. El Prefecto tenía una fuerza que sólo se estaba disci­
plinando hacía tres días, pero que, en su concepto, correspondió a sus
esperanzas. Como ocurría al final de casi todos los combates, los jefes
recomendaban ante sus superiores a aquellos individuos que se ha­
bían destacado por su "valor e intrepidez", para que fueran recompen­
sados con ascensos militares. Entre los recomendados en este caso, se
encontraban el capitán, el subteniente, siete señores sin rango, un
cometa y un soldad0 70 • De tal manera que individuos de la población
se unían a los cuerpos de ejército y luchaban a su lado, en casos por
razones de partido, en otros, buscando su incorporación a dichos cuer­
pos y sus posteriores ascensos militares, y en otros, defendiendo sus
bienes, razón de sus inversiones en la guerra.
El gobierno de la Unión también sostenía guerrillas y partidas arma­
das en forma paralela al ejército oficiala de manera complementaria
al mismo, buscando vigilar los movimientos de las guerrillas, ejercer
formas de control alternativas y constituir fuerzas de choque contra
ellas. Por ello, financió y formó partidas en Villeta, Subachoque, La
Vega y Supatá, dentro del área de influencia de Facatativá, sede de la
Comandancia de la Columna de Occidente 71 . Paralelamente a ello,

69. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo


1019, de Lucano Posada a Rafael Mogollón. Oficina telegráfica de Facatativá,
Sasaima, 29 de octubre, Villeta, 3D de ocmbre de 1876, ff. 433-434, en: Coman­
dancia de armas, Facata tivá, 3D de octubre de 1876, de Rafael Mogollón, Coman­
dante de armas, al Secretario de Guerra y Marina.
70 . lbíd.
71. AGN. Fondo República, Secretaría de Guerra y Marina, tomo 10 19,
Facarativá . De Rafael Mogollón al Secretario de Gobierno y Marina, noviembre I Q
de 1876, f. 439.

123
eximirse de toda responsabilidad individual, es preciso que el daño en
persona o cosa, sea público y notorio haberse causado en combate de
fuerzas armadas, próximamente iguales en número". Y, en el artículo
3º, pedía a los alcaldes mencionados que publicaran su decreto y se
sacaran copias del mismo para cada una de las personas nombradas en
el artículo 1º, con el objeto de "que lleguen a sus manos" o sean deja­
das en la "puerta principal de su habitación o finca rural"74. No sabe­
mos de quiénes se trató en esta emboscada, ni quiénes fueron los
asesinos, pero el texto revela que a los reclutas los llevaban "amarra­
dos" para Bogotá y que ellos formaban una "cuadrilla de malhecho­
res" en el argot del manuscrito oficial, es decir, lo más probable, una
guerrilla de la zona; además, la reacción del Comandante de armas
fue contundente, no dejaba dudas de que el hecho había sido de
suma gravedad y que debían comprometerse todos los conservadores,
bajo el mando de sus alcaldes en los distritos, a mantener la seguridad
de la zona y el tránsito de Mosquera hacia Bogotá. Pero no sólo los
guerrilleros daban aquellos golpes brutales y abusaban de individuos,
también cuerpos del ejército fueron acusados en varios casos de abu­
sos y de quitar caballerías a vecinos y transeúntes 75 .
Las guerrillas, a fin de impedir las comunicaciones fluidas del go­
bierno con sus adeptos, atentaban contra las personas y contra el telé­
grafo. Una "partida de malhechores", en opinión de un articulista
liberal, que recorría el camino de La Mesa, hizo fuego sobre el alcalde
de Bajad que pasaba en ese momento en compañía de su secretario y
dos vecinos más. Según la comunicación oficial, todos iban desarma­
dos y al alcalde lo atravesaron con un tiro el caucho que llevaba pues­
to. Ese mismo día por la tarde, esa partida destrozó de 9 a 10 cuadras
de alambre del telégrafo y se llevó los postes, una parte decisiva de
esta guerra. Por los comentarios del Comandante, era imposible ac­
tuar sobre esas gentes con las amlas, por lo que pidió al Secretario de
Guerra que se dictara alguna resolución, "para evitar daños que cau­
sen semejantes enemigos"7ó. La partida -denominada despectivamen-

Fondo República, Secretaría de Guerra y Marina, tomo 1019, Estado Soberano de


Cundinamarca. Decreto del General Comandante de Armas de los Distritos de
Mosquera, Funza y Fontibón. Mosquera, 7 de noviembre 1Q de 1876, f. 458.
74. Ibúl.
75. Ibíd. Noviembre 16 de 1876, f. 476.
76. Ibíd. Estado Soberano de Cundinamarca, Comandancia de Armas, Mos­
quera, 7 de noviembre 16 de 1876, f. 473, de Ramón Muñoz al Secretario de
Guerra y Marina.

125
partidos 78 • Con posterioridad a la batalla de Garrapata, y con ocasión
de la tregua pactada con "el enemigo" para enterrar los muertos y
recoger los heridos, tanto Recaredo de Villa como Aquilea Parra se
mostraron interesados en celebrar un tratado de paz que pusiera fin a
la guerra; para ello nombraron comisionados de ambas partes, quienes
llegaron a unas bases de avenimiento: el Estado de Antioquia debía
revocar el decreto del 8 de agosto con el cual declaró turbado el
orden público y en estado de guerra su territorio, someterse al gobierno
general con su armamento y reducir su ejército al pie de fuerza para
tiempos de paz; el Estado del Tolima sería presidido por un ejecutivo
plural compuesto por conservadores y liberales y el gobierno general
también reduciría su ejército al pie de fuerza estipulado para tiempos
de paz 79 • El jefe conservador Marceliano Vélez -así como la mayor
parte del ejército conservador, y en especial los jefes del sur del Estado
de Antioquia- y el presidente del partido conservador, Carlos Holguín,
se opusieron a las mencionadas bases. Ambos insistieron en alcanzar
el triunfo mediante una victoria militar, pero Holguín iba más allá y
era enfático en afirmar que de llegar a un acuerdo de paz éste debía
celebrarse con un representante de la fracción nuñista y no de la ra­
dical, buscando con ello un acercamiento estratégico a Rafael Núñez80 •
Si bien el gobierno de la Unión contaba con mayores recursos y le
favorecía que el ejército antioqueño se mantuviera a la defensiva, no
obstante, se encontraba expectante acerca de qué ocurriría en los
Estados de Cundinamarca, Boyad y Santander, donde una jugada
decisiva del ajedrez no le fue favorable 8 l . En efecto, las guerrillas del
centro oriente y del Estado del Tolima, unidas a los ejércitos conser­
vadores82 , se pusieron aún más a la ofensiva, dentro de las tácticas

78 . Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales, FAES . Medellín, Ar­


ch1lm de Mariano Ospina Rodríguez (AMO R), carpe ta 16, 1876, ff. 305-306 a.
79, AHA . Medellín, República, Go bie rno Federal, tomo 4979, telegramas,
nov iembre 2 7 de 1876, ff. 304 a 306,
80, AHA, telegramas, tomo 4979, ff, 304 a 306, noviembre 27 / 1876 . Citado
en M, V. Ga viria, opus cit., p, 35.
81 , Véase André Glucksmann, El discurso de la guerra, Barcelona, Editorial
Anagrama, 1969 ,
82. Anteriormente señalamo s q ue es tos ejé rcitos carecían de unidad de
acc ión y de mando, eran poco disc iplinados, menos preparados para la guerra que
los liberales, y numéricamente eran inferiores a sus contrincantes, pero se encon­
traban ape rados de arm as y pólvora, '1mismo Urdaneta lo reconoció dic iendo que
en ellos "había valor pero no había co nocimiento ", El Mochuelo, NQ 1, Bogotá,
septiembre 27 de 1877 ,

127
la información, ya que en ella se estaba jugando buena parte de la
guerra pues el telégrafo y los postas movían avisos, indicaciones, noti­
cias, ordenes, rumores, por lo que fue decisivo' controlarlos a ambosaB •
Una de la tácticas guerrilleras más recurridas por entonces fue la de
tumbar postes y robar alambre, para que el telégrafo no funcionara en
favor del gobierno, quien tenía controlados casi siempre los centros
de comunicación a fin de aplicar los filtros del caso a la infonnación
que circulaba por los centros urbanos tradicionales, las capitales de
los departamentos y unos pocos distritos relativamente cercanos. Sin
embargo, las cosas no siempre marcharon bien para las guerrillas y, en
casos, los especialistas en emboscadas tenninaron a su vez acorrala­
dos. El General Sergio Camargo cumplió un destacado papel en hosti­
gar "provisionalmente" algunas guerrillas, aunque algunos documen­
tos de sus opositores daban la impresión de que se trataba de "un
General de a caballo, que corría pennanentemente con sus tropas tras
unos guerrilleros inalcanzables". Camargo, enviado a reforzar con sus
tropas al Ejército de Occidente, fue reemplazado en su cargo por Ale­
jo Morales, quien fue atacado por la guerrilla de Guasca . El General
jefe de la 4ª División del Ejército de Occidente, avisado del asunto,
movió varios cuerpos del ejército, lo que revela el importante número
de guerrilleros que debieron enfrentar.
Los golpes dados por el gobierno a las guerrillas, no fueron óbice
para que desistieran de continuar con sus acciones desestabilizadoras,
que en casos dejaban a los mismos jefes militares puestos en cuestión
y, en otros, culminaban con despojos y tomas de poblaciones. La mayor
preocupación del Presidente de la Unión y de su gabinete seguía sien­
do la dificultad para someter a las guerrillas que se extendían por la
Sabana y por los Estados vecinos de Boyacá y Santander. El número de
guerrillas fue creciendo y los riesgos, costos y pérdidas de bienes y
vidas humanas en su persecución y por efecto de sus reacciones, fue­
ron innumerables. La guerrilla de Sutatausa se encontraba comprendida

88. A comienzos del mes de diciembre, existía "un germen revolucionario


en los distritos de Anolaima, Vianí y Vituima y otros pueblos" situados en la falda
de la Cordillera sud-oeste de Facatativá, germen que pronto estallaría bajo la
dirección de "unos Mendietas, hermanos del famoso Mónica, fusilado en
Zipaquirá". AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, torno
10 19, de Antonio José Hernández, Prefecto del departamento de Facatativá a
Rafael Mogollón, en: Comandancia de armas, Facatativá, noviembre 1 de 1876, f.
441 , de Rafael Mogollón, al Secretario de Guerra y Marina.

129
ros a dos de sus famosos cabecillas94 y la guerrilla de Tierra Negra fue
develada; a esta última se le encontró que cobraba impuesto para
financiarse, pues "robaba a los compradores de sal dos pesos por cada
carga" 95.
A partir del mes de diciembre se agudizaron las estrategias guerri­
lleras dirigidas a tomar el gobierno de la Unión 96 . En el Estado de
Cundinamarca, surgió con más fuerza la guerrilla de Fusagasugá, la
que se movilizó entre este Estado y el del Tolima, especialmente sobre
el suroriente de la Cordillera Oriental hacia el río Magdalena. Las
formas de obtención de dineros para su financiación también fueron
diversas y pasaron, en casos, por el robo y la retención de personas.
Precisamente, según la versión liberal, una partida aprehendió a la
señora Cleofe Parga, quien fue llevada a pie hasta el Carmen, donde
quisieron estrangularla, y no la dejaron ir hasta que no les confesó
donde tenía oculta la suma de $ 2.000 fuertes. El articulista liberal
afirmó que quienes ordenaban tales "crímenes son los que se titulan
regeneradores, moralistas y defensores de la propiedad"97. En el Esta­
do de Cundinamarca, en Yomasa, el General Camargo con 1.200 hom­
bres perseguía a los guerrilleros del Mochuelo en dirección a Basa;
días después los enfrentó en Sopó, y el 28 de diciembre, lo hizo el
General Joaquín Reyes C. con nefastos resultados para las fuerzas del
gobierno, pues, en opinión de De Narváez, los Mochuelos, obtuvieron
el triunfo cuando contaban sólo con 180 hombres, siendo los del go­
bierno, de 800 a 100098 • En el Estado de Santander, se presentaron
enfrentamientos de tropas entre Zulia y el Rosal con muchas pérdidas
humanas 99 , heridos y prisioneros. Entre tanto, en el Estado del Cauca,

94. Ibíd., NQ 1, Bogotá, 25 de noviembre de 1876, p. 4, "Guerrillas de Ubaté" .


95. fbú.!.
96. Los Estados del Cauca y Cundinamarca fueron los ejes decisivos de la
guerra en el mes de diciembre de 1876. Después de la batalla de Garrapata y la
derrota de los ejércitos conservadores antioqueños, hubo un intento de acuerdo
de los bandos en contienda, pero éste no logró concertarse y fracasaron las conversa­
ciones entre comisionados del Gobierno de la Unión y del Gobierno de Annoquia.
97. El Estado de Guerra, NQ 6, Bogotá, diciembre 9 de 1876, p. 24.
98. Murieron 5 conservadores, 13 liberales, fueron heridos 5 y 3, respectiva­
mente, y 60 quedaron prisioneros según Briceño, cuando De Narváez presenta
una cifra de 150 prisioneros. Enrique de Narváez, Los Mochuelos . Recuerdos de
1877-1878, op. cit.
99. 95 conservadores p1uertos y 60 liberales, 50 y 25 heridos respectivamente
y 150 prisioneros. Patricia Alvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico
de la guerra civil de 1876-1877", op. cit., p. 399 .

131
General Fernando Ponce, Jefe de las fuerzas de los Estados de la Costa
en la guerra, no pudo recibir la fuerza que le fue enviada del Estado
de Santander, debido a la aparición de algunas guerrillas conservado­
ras en las inmediaciones de Vélez y del Socorro, las cuales impidieron
su tránsito hacia la Costa, según se supo por el Jefe Departamental de
Ocaña lO3 • Siguiendo con los movimientos en el Estado de Cundina­
marca, la guerrilla conservadora de Tilatá, saqueó las propiedades del
doctor Francisco Rueda y después de saquear varias tiendas en
Chocontá hicieron igual cosa en Fómeque, en donde recientemente
habían incendiado algunas casas. La misma guerrilla había atropella­
do a la señora María Bernal, a la que trataron de ahorcar después de
estropearla; además, a uno de sus hijos le hicieron un tiro del que
escapó providencialmente, según dice el periódico liberal. También
estropearon al señor Juan de Dios Araos, intentaron asesinar al señor
Salvador Rubiano y luego continuaron estropeando a quienes encon­
traban en la calle lo4 • Mochuelos y Guascas se moVÍan hacia el norte,
mientras el General Camargo salía de Zipaquirá al frente de una co­
lumna de 2.500 hombres en su persecución.
Las combinaciones entre fuerzas regulares conservadoras y guerri­
Has fueron cada vez más frecuentes. Una fuerza de caballería conser­
vadora se presentó en las casas de la Hacienda de San José -Mosque­
ra, Cundinamarca- y luego llegaron las partidas, lo que era normal
para la época y se convirtió en una rutina de la guerra 105. El mismo 24
de diciembre, previo al día de navidad, sin que aún se supieran los
hechos sucedidos en Cali -toma de esa ciudad por el general David
Peña a sangre y fuego- Medardo Rivas informaba desde Zipaquirá al
Presidente acerca del estado de las fuerzas del gobierno Federal en el
Norte, para deshacerse de las guerrillas conservadoras en el centro
oriente y de los ejércitos conservadores 106 • A su misiva, le anexó el

103. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo


10 19, Guardia Colombiana, Comandancia General del Atlántico, Mompós, 13 de
diciembre de 1876, f 348, del General Ponce <1 1 Secretario de Guerra y Marina.
104. BLAA . Archivo de /aguerra de 1876, Bogotá, correspondencia, documen­
tos Yplanos relativos a la guerra de 1876 a 1877, f 224, Comité Central del Partido
Conservador, Nº 5, Bogotá, 6 de diciemb re de 1876, p. 20, "Hazañas de los guerri­
lleros" .
105. AGN. Sección República, Fondo Secretaría de Guerra y Marina, tomo
1019, Mosquera, diciembre 24de 1876, f 448 .
106. BLAA. Archivo de la guerra de 1876, Bogotá, correspondencia, documen­
tos y planos relativos a la guerra de 1876 <l 1877, Zipaquirá, 24 de diciembre de
1876, f. 237 , de Medardo Rivas a Aquileo Parrel.

133
que se movía sobre ellos el general Sergio Camargo con el regimiento
de Húsares de la Guardia Colombiana y el Batallón Libres de Colom­
bia llJ . Sin embargo, los liberales se quejaban' permanentemente del
salvajismo de los Mochuelos, pues los consideraban como una "cua­
drilla de asaltantes de la propiedad" que no respetaba las reglas de la
guerra l14 , Entre tanto, en el Estado de Santander, las guerrillas tam­
bién pululaban por todas partes, a pesar de los esfuerzos de un ejército
fragmentado de 5.000 hombres, que se encontraba al mando del Ge­
neralliberal Salón Wilches. La guerrilla del general conservador An­
tonio Valderrama fue derrotada en Belén de Cerinza ll s • Sin embargo,
como en casi toda la guerra, ambos bandos afirmaron haber ganado
los encuentros bélicos. De allí que la versión de los jefes conservado­
res, ubicados en Guasca, fue que Valderrama había triunfado sobre
"los oligarcas" y que, el 29 de noviembre, había ingresado con sus
gentes a Santa Rosa; ese mismo día, la guerrilla del conservador Juan
Vargas entró en Sotaquirá y aprehendió allí a algunos de los derrota­
dos del combate del 28 y, al día siguiente, marchó a reunirse con las
fuerzas de Valderrama.
El Presidente Parra se fue haciendo su propio mapa sobre la iden­
tidad de los jefes guerrilleros, traslapados en un ambiguo ejército re­
gular, los distritos por los cuales circulaban estas partidas y "sus guari­
das" -aunque sabemos de su movilidad- a fin de coordinar acciones
sobre ellas. Las guerrillas y ejércitos regulares de Cundinamarca esta­
ban formadas para el mes de marzo de 1877, según el Comité Central
del Partido Conservador, por 2.000 hombres, con sus respectivos jefes
notables que nombraremos a continuación: Alejandro Posada, Jefe
civil y militar del Estado de Cundinamarca; el periodista y escritor,
Lázaro María Pérez, General en Jefe de la 2ª División; Manuel Briceño,
General en jefe de la 1ª División; el liberal José María Samper, Jefe
del Estado Mayor, y Carlos Martínez Silva, Secretario General. Los
jefes de batallones eran el antioqueño Sebastián Ospina -de la fami­
lia Ospina Vásquez-, Roberto Sa rmiento, Juan Maldonado, Emigdio
Briceño, Juan Ardila, Carlos Urdaneta, Leopoldo Barón, Domingo
Ospina Camacho, Antonio Nariño, Juan Valderrama, Antonio y Enri­

113 . Ibíd., Nº 6, Bogot ~~, 9 de diciembre de 1876, p. 23-24, "Los Moc huelos" .
114. Ibíd., Nº 7, Bogo tá, 14de diciembre de 1876 , p. 27 ,"Salvaji.smo. Proezas
de Los Mochue los".
11 5. Ibíd., Nº 8, Bogotá, 19 de diciem bre de 1876, p. 30, "Nueva División de
Santande r".

135
conservadora- yen el más clásico estilo cat61ico les decía: "Para que
desaparezca toda queja o resentimiento personal, necesitamos unión
que es lo único que puede salvamos. Ante lo's grandes intereses de
nuestra causa deben sacrificarse hasta las justas exigencias del amor
propio". Carlos Holguín, el presidente del partido conservador, hacía
todo esto para que pudiera después decirse que "los conservadores
del 76, arreglan sus diferencias con un abrazo". Consideraba además
que para esos días de enero, la situación militar del ejército conserva­
dor era "lujosamente admirable", pues el General Jefe Civil y Militar
del Estado, había pasado revista en Sopó a las dos divisiones unidas, y
después de contar algo más de 1.500 hombres de pelea, acordó el plan
para una campaña de grandes dimensiones, de lo cual les informaría
oportunamente. Decía, además, que en Boyacá, el General Valderrama
después de haber dado una batalla en Belén de Cerinza, se dirigi6 a
Tunja en donde esperaba reunirse con Cardoso para acabar con los
últimos restos de "la oligarquía Boyacense". Según Holguín, varios
encuentros habían tenido lugar en la Cuchilla del Tambo, en el Esta­
do del Cauca, yen todos, aun cuando no habían sido de gran signifi­
caci6n, habían salido victoriosas las armas de "nuestra causa", lo que
no era del todo cierto . "Nuestro amigo y distinguido patriota Señor
Macabeo -otro nombre bíblico, referido a los más radicales vete­
rotestamentarios en defensa de la causa pura de la religión a través de
formas sacrificiales- después de desempeñar con mucho acierto la
misión que le confiamos cerca del General V élez, regresó antier tra­
yendo una importante nota". Se refería a que un ejército con la reso­
lución y categoría que tenía el antioqueño, miraba con desdén la
proposición de paz que le hacía, después de la batalla de Garrapata,
un "enemigo vencido yen disolución", pues con cierto aire triunfalista,
así consideraban los conservadores al gobierno. Ante las negociacio­
nes que se dieron entre el gobierno de la Unión y el del Estado de
Antioquia y que fracasaron, Carlos Holguín afirmaba que: "No se fir­
mará pues la paz, y el único modo de conseguirla, es el de activar la
guerra, dar batallas y obtener victorias". El ambiente de optimismo en
las filas del Comité Central era pues muy alto, activar la guerra era su
estrategia entonces, y la victoria debía ser su resultado l2O • Así pues,
una lectura desapasionada deja como resultado dos aspectos: que "entre

120. Ibíd. ff. 233v. a 234v, Comité Central del Partido Conservador, Dirección
General, el Presidente, Bogotá, 16 de diciembre de 1876, Nº 142 .

137
Por su parte, Constancio Franco, refiriéndose sobre todo al arma­
mento de los conservadores, señaló:
¿Qué podían el antiguo fusil de chispa del tiem.'p o de Luis XVI, el revól­
ver, la escopeta de munición y la lanza, contra el armamento de preci­
sión, que es el arma ofensiva más mortífera de los tiempos modernos?
Se ha hecho el cálculo de que mientras un soldado gasta un minuto en
cargar y dar un tiro con el fusil de pólvora, sin mayor fijeza en el apunte,
otro armado de remington puede disparar seis veces en el mismo tiem­
po y con mayor seguridad de dar en el blanco l2J •
El primer mes del año 1877 tuvo corno epicentros los tres Estados
mencionados, donde pululaban las guerrillas conservadoras difíciles
de someter, las que el gobierno enfrentaba bajo modalidades combi­
nadas de cuerpos de ejército regular y de partidas, en menor medida.
El permanente ataque de las guerrillas conservadoras, en el caso de
Santander, llevó al general Solón Wilches a formar partidas volantes
que opusieran maniobras semejantes a las del enemigo a fin de
desestabilizarlo. Dichas partidas se organizaron con diferente número
de combatientes y oscilaban entre 72 y 400 hombres 1H . Sin embargo,
el fisco y los empréstitos no produjeron lo suficiente para mantener
todos los batallones, y la falta de raciones y el hambre disolvieron
muchos escuadrones.
El telégrafo -la guerra en clave de morse- siguió siendo instru­
mento decisivo de la contienda, pues fue el eje de la "guerra de co­
municaciones", factor de integración nacional y del comercio, y se­
gún expresión de la época, "el que más postes tumbara y el que más
alambre robara", ganaba buena parte de la guerra. En el Estado del
Cauca, también se dieron enfrentamientos entre el Ejército del Sur y
los conservadores, liderados predominantemente por generales pastusos.
En el Estado de Antioquia, el ejército conservador se reforzaba para
enfrentar posibles ataques del Ejército del Sur, pero su posición fue
entonces más defensiva que ofensiva, por lo que el gobierno nacional
pudo dedicar mayores esfuerzos militares en el centro oriente y obte­
ner apoyos de fuerzas tolimenses y caucanas para respaldar al General

123. Constancia Franco. Apuntamientos para la histo-ria. La gl4erra de 1876­


1877, op. cit., p. 59.
124. A.S .W.c. Carta de Salón Wilches, Socorro, a Comandantes de los fren­
tes del ejército de Santander, }9 de diciembre de 1876, ff. 589-590, caja N9 1,
Bucaramanga, CEDHIR, UIS . Gustavo Otero Muñoz. Wilches y su época, op. cit.,
p. 195.

139
a un posta que venía del norte, al que después le sacaron los ojosJ30 y
quien resultó ser oriundo de esa misma población lJl . La guerrilla con
esta acción envió un claro mensaje al gobierno sobre su radical deci­
sión de bloquear sus comunicaciones al precio que fuese\32.
El ejército regular conservador se ordenaba y las guerrillas conti­
nuaban golpeando a sus opositores y dando muerte a quienes se les
atravesaban del bando contrario. El coronel Francisco Acevedo salió
de Subachoque a enfrentar una guerrilla conservadora en el Llano de
Casablanca; ésta huyó después de una hora de combates en los que
murieron 4 conservadores y 1 liberal, fueron heridos 3 conservadores y
2 liberales, y quedaron 9 prisioneros\33. Dos días después, se enfrenta­
ron en el sitio de La Herradura, cerca de Almaguer en el Estado del
Cauca, milicias de ambos bandos, dejando como resultado 17 conser­
vadores muertos y 35liberales 134 • Pocos días después, se dieron fuertes
enfrentamientos en los Estados de Cundinamarca y de Boyacá. La
guerrilla de los Mochuelos, emboscó y combatió a las fuerzas guberna­
mentales durante todo el mes de enero, en Soacha y sus alrededores,
de donde resultaron entre 5 y 6 muertos de cada uno de los bandos 135 •
Sus ataques obstaculizaron el movimiento de mercancías, alimentos y
armas entre los cuerpos militares y las regiones del centro oriente, y
sobre todo rompieron las comunicaciones entre jefes del Ejército del
Norte, a tal punto que los reclamos y disgustos de sus copartidarios no
se hicieron esperar y les recriminaban su incapacidad de controlar las
guerrillas, las cuales, no obstante, carecían de contundencia para
dominar de manera estable los distritos a los que se debían, dada su
necesaria movilidad; pero, además, no tenían entre ellas una mirada
de conjunto de la guerra y tampoco de su relación con los ejércitos
que se configuraron en el oriente santandereano, en el noroccidente
-Estado de Antioquia- y en el suroccidente -de Pasto hasta la Cu­

130. Ibid., Nº 11, Bogotá, enero 4 de 1877, p. 43, Telegrama de Antonio J.


Hernández al señor Gobernador del Estado de Cundinamarca, Facatativá, 3 de
enero de 1877.
131. Ibíd., p.48.
132. Aunque existía el telégrafo de Bogotá hacia las capitales de departa­
mentos, ciertos pliegos, cartas, oficios y telegramas eran llevados por postas a distri­
tos cercanos, lo cual se prestó para aplicar medidas de terror a individuos que
transportaban la cOFespondencia entre Bogotá y sus poblaciones cercanas.
133. Patricia Alvarez Rosas, "Uniforme~ y sotanas. Estudio histórico de la
guerra civil de 1876-1877", op. cÍ[., p. 400.
134. Ibúl.
135. Ibúl.,p.401.

141
tras que para Briceño ascendieron a 300, y los heridos liberales fueron
pocos para Franco, 80, y muchos para Briceño, 680. Los prisioneros
conservadores llegaron a 300, en opinión de,Franco l4o . Esta batalla
que fue decisiva para el triunfo del gobierno liberal, mostró las debili­
dades del ejército y de las guerrillas conservadoras y el mejor estado
de las fuerzas liberales en hombres, armamento y mando militar; sin
embargo, aún faltaba mucho trecho para someter a las guerrillas con­
servadoras y para que el gobierno perfilara una victoria contundente
'en el centro oriente del país, pues las guerrillas se recuperaban y reor­
ganizaban mientras sus oponentes se hacían la ilusión de que estaban
casi totalmente derrotadas y poco faltaba para someterlas. Fue por
ejemplo lo ocurrido al día siguiente de concluida la batalla de la
Donjuana, el coronel liberal Amador fue sorprendido por una partida
conservadora en el sitio de Agua Sucia, a la cual hizo frente, derro­
tándola y dejando seis muertos y seis heridos en el lugar de la embos­
cada. Por esos días también, la guerrilla de Choachí, muy cercana por
territorio y partido a los Mochuelos por la vía de Chipaque, fue presio­
nada por fuerzas liberales, por lo que "se desertaron y ocultaron sus
armas"l4l.
El fenómeno guerrillero se acrecentó a tal punto que aquello pa­
recía un botafuegos por todas partes; surgieron nuevas guerrillas en
otras regiones y tuvieron un papel destacado; solo las mencionaremos
aquí de paso, para dar una imagen de su capacidad de multiplicarse
nacionalmente e imponer ritmos variables en la guerra civil, de pro­
longarla en el tiempo y de desestabilizar las poblaciones en donde
incursionaban o simplemente pisaban como lugar de paso. Las nacien­
tes partidas surgieron en lugares de tradición conservadora y debie­
ron ser cuidadosas pues las medidas que estaba tomando el gobierno
de la Unión en aquellos territorios eran contundentes. La guerrilla de
Carupa fue derrotada en Chiquinquirá y allí murió su jefe militar l42 .
La guerrilla del Hato de Subia fue aprehendida por el Prefecto del
departamento de Ubaté, sin disparar un tiro; se le quitaron más de 90
caballos y 300 reses gordas. Los pueblos enemigos de Ubaté y su depar­

140. Patricia Álvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la


guerra civil de 1876-1877", op. cit., p. 402.
141. El Estado de Guerra, Nº 13, Bogotá, 31 de enero de 1877, p. 52, "Los
Moch uelos" .
142. Ibíd., Nº 13, Bogotá, 31 de enero de 1877, p. SO, "El Gobernador en
Campaña".

143
guerrilla de Sasaima cumplió un destacado papel en la zona que de
Subachoque conducía a VilIeta y Útica para comunicarse con el puerto
de Honda.
Las guerrillas de los Arboleda, Caldereros y de otras nominaciones
tuvieron su campo de acción en Ocaña -Estado de Santander- y uno
de los cargos que se le hicieron fue el de matar al coronel David
Granados en San Pedro J52 • Otras guerrillas que aparecen en los docu~
mentos, pero sin mayores referencias sobre sus acciones, fueron las de
Pauna, Maripí, del sur del Estado de Santander y del norte y occiden~
te del de Boyacá, entre las cuales estaban comprendidos los guerrille­
ros de Chiquinquirá. Se trataba de la zona fronteriza entre los Estados
de Cundinamarca y Boyacá, en el callejón sabanero y en los territorios
de vertiente que se dirigían lejanamente hacia el río Magdalena. Los
guerrilleros del Estado boya cense fueron derrotados y el presi.dente
Parra fue avisado de la total derrota de las guerrillas de Pauna, Maripí
y de varios pueblos del Estado de Cundinamarca -en número de 400
hombres- victoria lograda por 150 soldados del ejército liberal. Toma­
ron 100 prisioneros y muchos elementos de guerra, "de las guerrillas
nada quedó organizado". Una vez concluyó el enfrentamiento, los
vencidos marcharon a Susa, Fúquene y algunos sitios donde solían
reunirse, por lo que el presidente del Estado de Cundinamarca dispu­
so esa misma noche que las caballerías marcharan en su persecución.
En Moniquirá, la pequeña guarnición allí existente tuvo que capitu­
lar porque las guerrillas les incendiaron los cuarteles; pero al día si­
guiente dichas partidas fueron atacadas por una fuerza de Santander
y debieron desocupar la plaza y salir en fuga. El General Nicolás Diaz
auxilió con una columna a Moniquirá y con apoyo de fuerzas del Esta­
do de Santander hizo fugar a los "rebeldes". Los guerrilleros de Chi­
quinquirá contramarcharon por el Páramo de Fandiño y los otros to­
maron por Arcabuco, la vía de Gámbita.
Se produjeron otros acontecimientos que evidencian cómo el Estado
de Boyacá fue un importante teatro de operaciones guerrilleras, al
igual que sus territorios vecinos en el Estado de Santander, con ecos
en el Estado de Cundinamarca. La guarnición de Moniquirá -Estado
de Boyacá- tenía 60 hombres que pelearon durante 36 horas, pero,
ante el incendio de la población, debió capitular. Las guerríllas que
incendiaron el lugar fueron desalojadas y perseguidas por la fuerza del
Departamento de V élez, y corrieron una triste suerte, pues algunas

152. [bid., p. 52, "Noticias de Santander" .

145
Francisco, Supatá y bajaban hasta Villeta y Guaduas, cerca al río Mag­
dalena. La circulación de espías era parte clave para realizar los movi­
mientos y atacar al adversario: '
[ ... 1 envié unos espías, quienes regresaron manifestándome lo siguien­
te: que el Jefe no había salido de "La Vega"; y que media legua más acá
del punto en donde estaban los presos, había sesenta hombres a las
orillas del monte. Esto fue e122 . El día 23, ayer, conseguí el rescate de los
presos echando por delante una partida de godos. Los guerrilleros le
habían propuesto a Acevedo que cambiaran prisioneros por individuos
que habían tomado en distritos vecinos, pero Acevedo no lo aprobó:
"No quise eso así, canjear prisioneros de guerra, por hombres pacíficos
que habían sido tomados por ellos. No hay idea de la conducta que
observan eso s bandoleros con los liberales que cogen l5B .
Los espías y los mismos presos liberados lograron, además, recoger
otras informaciones y "según las declaraciones que se han tornado, y
los informes de los presos rescatados, la desmoralización que reina
entre los guerrilleros es completa. El Comité Central ha hecho mucho
por darles organización, sin conseguirlo". Acevedo afirmaba que sus
contrincantes tenían en su poder 18 Remington, 2 Winchester, algu­
nos fusiles de percusión, muchas escopetas y chopos de chispa y ochenta
lanzas. Los pertrechos que tienen son de malísima calidad y muy po­
cos. Contaba además que:
A un antioqueño Jaramillo que se presentó entre ellos con órdenes
superiores para organizarlos le dieron muerte. El día 19 de éste dieron
también muerte a Mauricio Velásquez liberal enteramente pacífico [y
que 1otra guerrilla que merodea por estos lados, desde "Pacho" pasando
por la "Pradera" hasta "Riofrío", dio muerte a Eugenio Vega, liberal,
hermano de un sacerdote, cometiendo con él actos de un salvajismo
increíble. Lo mutilaron en el acto de cogerlo, en seguida le sacaron los
ojos con un puñal y luego lo mataron arrastrándolo hasta echarlo en
una quebrada. Todos estos hechos son exactos, y pueden publicarse
como actos propios para caracterizar más a los religionariosl 59 •
El cuadro era macabro, y por tratarse de una carta particular al
Presidente, es posible que tenga cierta veracidad en lo que le expo­
nía, aunque a continuación Acevedo le informaba, quizá para tran­
quilizarlo, que "sé de una manera positiva y esto lo demuestra la co­

158. lbíd.
159. lbíd., f. 248.

147
Iglesia para luego propalar la idea de que se las habían robado las
tropas del gobiemo l62 •
Durante el mes de febrero proliferaron los 2I.taques de las guerrillas
conservadoras a los cuerpos del ejército y a las pocas guerrillas libera­
les en el Estado de Santander y en el de Cundinamarca, en especial
de parte de los Mochuelos. El ejército del Estado de Santander asestó
un duro golpe a los conservadores en Mutiscua a mediados del mes y .
casi logró controlar los movimientos de algunas guerrillas. Y aunque
el control mayoritario del Estado del Tolima estaba desde diciembre
en manos de un gobierno liberal, no obstante, partidas de conserva­
dores continuaron combatiendo en la frontera antioqueño,tolimense
yen algunos reductos conservadores del sur del Estado, más asociados
a Neiva. Se agudizaron los enfrentamientos entre cuerpos del Ejército
del sur y del Ejército antioqueño en inmediaciones de Manizales. Los
primeros tenían claro que tomando Manizales podrían someter a An­
tioquia, pero sabían de las dificultades para acceder a una ciudad
ubicada en lo alto de la Cordillera Central, casi inexpugnable y ocu­
pada por un numeroso ejército de casi 6.000 hombres l6J • Las fuerzas
liberales fueron ganando terreno frente al ejército conservador, pero
era necesario realizar una labor de desmoronamiento lento y gradual
de sus filas, tal como muy bien lo comprendía el General Julián Truji­
Ho, quien, con su veteranía y conocimiento militar, su preparado gru­
po de subalternos y la calificada dotación de su ejército, entendía que
una larga espera era necesaria, eso sÍ, sin darle muchas posibilidades
de movimiento a su enemigo y manteniendo aislados, bloqueados y
fragmentados sus posibles apoyos externos, los cuales no eran despre­
ciables, pues un número significativo de distritos por donde transita­
ban cuerpos del ejército liberal, habían sido colonizados por gentes
del oriente antioqueño , muchas de ellas de raigambre conservadora.

162. Ibíd.
163. El General Trujillo, al mando del ejército del Sur, se puso en la tarea de
minar paulatinamente a su enemigo, a través de golpes coyunturales. El 6 de
febrero, en el sitio de Palestina, cerca de Manizales, 50 hombres del Batallón
Zapadores, uno de los más veteranos y mejor dotados de armamento de precisión,
hicieron frente a 400 antioqueños, dejando en el campo a 14 muertos, 7 heridos y
5 prisioneros conservadores; también murieron 5 del bando liberal y quedaron 2
herido~ de éste. En los días siguientes, hubo también otros enfrentamientos en los
que los c«;>nservadores fueron perdiendo terreno frente al ejército de Occidente,
Patricia Alvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la guerra civil
de 1876·1877", op. cit., p. 403.

149
febrero en el Estado de Santander donde los Mochuelos atacaron las
fuerzas liberales en el punto de Puerta de Teja, -entre Sibaté y Ca­
noas- dejando un saldo de 3 muertos y 3 heridos conservadores y 4
muertos y 5 heridos liberales l68 • Unos días antes, en los sitios de Cupagá
y Mutiscua -Estado de Santander- los liberales habían atacado las
tropas del ejército regular conservador y las derrotaron 169. Además de
este triunfo, las guerrillas de allí fueron casi abatidas entre febrero y
marzo, al punto que las informaciones de Briceño o de Franco señalan
que, en enfrentamientos entre ellas y fuerzas regulares, se produjeron
86 muertos y 50 heridos del bando conservador y 35 muertos y 20
heridos del bando liberal l7O •
La famosa guerrilla de Vicente Rodríguez fue derrotada en
Fusagasugá en febrero de 1877. Allí quedaron varios muertos y prisio­
neros; la plaza de ese distrito fue tomada por el coronel liberal Mogo­
llón quien dijo haber sido atacado por "todas las guerrillas de la Saba­
na en número de 600 hombres". Después de luchar entre las 7 de la
mañana y las 7 de la noche, quedaron 30 muertos de los conservado­
res -a quienes califica el periódico de "enemigos"- y muchos heridos;
los liberales tuvieron un soldado muerto y 6 heridos. Los guerrilleros
aprovecharon la noche para retirarse a Los Sauces l 71• La guerrilla de
Rodríguez estaba en comunicación y posiblemente en conexión con
Los Mochuelos, porque más adelante el mismo periódico se refiere a
la función de armas de ese día, desde la Puerta de Tierra-blanca de
Canoas hasta las colinas de Oriente 172 •

4.6 Confederación de guerrillas conservadoras

El temor y la desesperación del presidente y sus secretarios, ante


el cerco y una posible toma de la capital del país, se expresó en múlti­

168. lbrd., pp. 404-405.


169. En opinión de Franco murieron 100 conservadores, pero en opinión de
Briceño fueron 40. Para Franco, los muertos liberales fueron 60, los heridos conser­
vadores 70, los heridos liberales, 45 y los prisioneros, 400.lbrd., p. 404.
170. lbid., p. 405.
171. El Estado de Guerra, Nº 24, Bogotá, 13 de marzo de 1877, "Guerra a
muerte".
172 . Los Mochuelos tomaron 6 individuos prisioneros y 5 armas de fuego; pero
lo más grave -en opinión del articulista liberal- fue que asesinaron al Mayor
Cenón Garda después de haberlo hecho prisionero ya un soldado Castañeda a
quien le die ron una lanzada después de tenerlo en su poder. lbíd.

151
La guerrilla llegó a Chipaque el lunes y el martes, 12 y 13 del corriente.
Consta de dos batallones de infantería, de dos escuadrones de caballe­
ría, y de algunos clérigos sueltos. Los bata lionés de infantería se Llaman:
Batallón "Canal" compuesto de 110 plazas, inclusive oficiales; y Bata­
llón "Cuervo", compuesto de 60 plazas, inclusive oficiales. Los escua­
drones de caballería se llaman: Escuadrón "Ardila", compuesto de 25
jinetes; y Escuadrón "Arboleda", compuesto de 20 jinetes. Los clérigos
sueltos son unos 35 individuos. La guerrilla tenía, pues, por todo, unos
250 hombres en Chipaque .
Armamento: 20 rifles Remington, 1 rifle Winchester. Poco más de 200
fusiles de percusión y carabinas de percusión. M uniciones: Además de
las que tenían en cartuchera, llevaban, por todo parque, dos cargas de
municiones.
El batallón 'Canal' compuesto de gente de Choachí y de algunos de
Bogotá lo manda José Gregario Gutiérrez Ponce. El Batallón "Cuervo",
compuesto de gente de Fusagasugá y de Anolaima, lo manda Eliseo
Medina. El Escuadrón "Arboleda" lo manda un negro de este nombre,
de origen caucano. El Escuadrón "Ardila" lo manda Fernando Caicedo.
Recursos: Van absolutamente desprovistos de dinero, mal vestidos, mal
equipados. En Chipaque expropiaron 22 reses, 21 de Andrés Toro y una
de Pedro Pardo. De éstas consumieron 6 en Chipaque, 9 mandaron a la
guerrilla que quedó en Mochuelo, y 7 mandaron para Choachí.
Dirección: Salieron de Chipaque el jueves por la mañana, mandaron
directamente a Choachí el ganado y las dos cargas de municiones, y
ellos siguieron para Cáqueza, a reunirse con Adriano Pavon (Pasan?),
que les tenía unos 60 hombres mal armados. Llegaron el mismo día a
Cáqueza.
y allí pernoctaron. Se ignora si han salido de Cáqueza.
Según toda probabilidad, se dirigirán de Cáqueza para Choachí. Parece
que el plan de ellos es salir por Choachí a la Calera a reunirse con la
gente de Agudelo y con la que en Sopó y Guasca tenga Sarmiento.
Van muy desalentados. Están completamente a oscuras respecto de los
sucesos del Norte, Sur y Occidente de la República. Preguntaban con
grande interés en Chipaque, qué se sabía de esos puntos. El verdadero
jefe de la guerrilla no es Ardila sino Fernando Caicedo. Ardila se mani­
fiesta cansado de la guerra. Se cree que fácilmente se podía obtener su
separación de la guerrilla. Se notó en Chipaque que había desconfianzas
recíprocas entre él y Fernando Caicedo.

que muestra 5U participación desigual, más a favor del conservatismo, un poco


menos neutrales y una pequeña porción de liberales (13 entre 120). Numerosas
acciones de guerra estuvieron atravesadas por símbolos y representaciones religio­
sas como ocurrió con el Mesías de los Chancos.

153
ros que había logrado salir de Cúcuta fue deshecha en el Páramo de
Zapata por el comandante Meneses 179. En el Estado de Boyacá, los
coroneles Vegal y Eusebio Morales se movieron del Puente Nacional a
perseguir guerrilleros l80 • En el Estado de Cundinamarca, la guerrilla
de los Molina fue sometida en Hato Viejo; le tomaron 14 prisioneros,
entre ellos al famoso Agustín Molina que fue puesto preso en
Zipaquirá 181.
Al explorar la documentación encontramos que existió una espe­
cie de confederación de guerrillas bajo el nombre de "Guerrilla de
Oriente", famosa entre los pobladores por sus asaltos a las propiedades
de los ciudadanos adictos al gobierno, los impuestos por mercancías
transportadas y las exacciones de todo tipo. En febrero de 1877, lleva­
ba tres meses en acción y el alcalde de Choachí se quejaba de ella
diciendo:
[... 1 ha impuesto una contribución mensual de cuarenta pesos a todo
individuo liberal de algunos recursos. Además, se cobra por cada pasa­
jero que conduzca víveres al mercado de Bogotá, cuarenta centavos, en
los caminos de Fómeque y Choachí, como se puede ver por la adjunta
pieza, que se conserva- original en el Despacho de la Gobernación:
"Concédese pasaporte a José M. Martínez para Bogotá: lleva dos cargas:
pagó impuesto, 4 reales por carga, a Emigdio Pardo. Choachí, 19 de
febrero de 1877. El Alcalde de Choachí, Emigdio Pardo"182.
A raíz de estos eventos, el periódico El Estado de guerra comentaba
que, en los tres meses que esa guerrilla llevaba en los distritos del
oriente del Estado de Cundinamarca, se cakulaba que había obteni­
do ingresos por valor de más de 50.000 pesos.
Unas guerrillas adquirían poder en algunas zonas y otras fueron
derrotadas, dentro de una cierta alternancia territorial que dependió
de hombres, abastos, apoyos locales y armas. La guerrilla de Vergara
fusiló, en la plaza de La Peña, al señor José Gaitán -pacífico y honra,
do, dice el periódico liberal- a quien tenían preso hacía días. Ante
estos hechos, cada que hubo asesinatos aleves, el periódico proponía
que "Por mucho que repugne la medida al carácter liberal, creernos

179. Ibíd.
180. Ibíd.
181. Ibíd., NQ 19, Bogot¡Í, 24 de febrero de 1877, p. 74, "El Gobernador en
Campaña" .
182. Ibíd., p. 75, "Guerrilla de Oriente", Carta del 19 de febrero de 1877,
Choachí, firmada por el alcalde de Choachí, Emigdio Pardo.

155
cuyos integrantes fueron cayendo prisioneros, y con ello culminó la
campaña del norte l87 . Después de las batallas de La Donjuana,
Mutizcua y Mogorontoque, las fuerzas conservadoras sufrieron un debili­
tamiento casi total. Un señor Carlos Pinzón, declaró que se encontró
en el Valle de San Miguel con la guerrilla del señor Ricardo Gallo,
formada en el departamento del Norte del Estado de Boyad, siguió
con ella yen Macaravita la disolvió porque los indígenas güicanes no
quisieron seguir con éP88.También, la guerrilla de Gámbita se disolvió
el 24 de febrero. Al tiempo, las fuerzas comandadas por Jacobo Sán­
chez, gobernador del Estado de Cundinamarca, continúaban "cogiendo
guerrilleros". El 26 de febrero, fue despachada una expedición de
Chocontá sobre Hatoviejo, que aprehendió en las guaridas de los
Malina, entre otros, a los cuatro famosos bandidos Vicente LSpez, dos
Guacanemes y un Rojas, jefes de la guerrilla, y se les tornaron además
las armas, caballos y monturas que tenían. El Doctor Sánchez dijo
desde Chocontá que habían desaparecido "los salteadores" de esa vía
desde que ocupó ese lugar l89 .
Las guerrillas de occidente que se acercaban a la Sabana robaron
-a fines de febrero- 70 reses al señor Inocencia Latorre y, dos días
antes, todo el ganado que tenían en el "Aserradero", los señores
Bernardino Puerto y R. Calderón. Un poco antes la guerrilla de Ca­
noas barrió las haciendas de los señores Nepomuceno Santamaría y
José Prieto Solano l9O , extrayéndoles sus ganados. También existieron
guerrillas que pedían rescates y otras que simplemente robaban para
mantenerse. La guerrilla de Salgado capturó en su casa de Anolaima
al señor Gonzalo Torres, quien para ser liberado debió pagar un resca­
te de $ 200, después de sufrir por mes y medio una prisión. Por el
·mismo tiempo estuvo preso Eleuterio R. Rizo, diputado a la Asamblea
Legislativa del Estado de Cundinamarca, a quien exigieron otro res­
cate. El Alcalde de Anolaima, señor Bruno Escobar se encontraba
preso hasta que pagara un crecido rescate ... "y corno el negocio es
bueno, estos nuevos calabreses siguen sorprendiendo a los padres de

187. Ihed.
188. Ihíd., N9 23, Bogotá, marzo 6 de 1877, p. 90, José del C. Rodríguez,
Presidente del Estado de Boyad, Tunja, 28 de febrero de 1877 al Dr. Aquilea
Parra, Presidente de la Unión .
189. Ihíd., Nº 22, Bogotá, 3 de marzo de 1877, p. 87, "Noticias del Norte",
aparecidas en el BolelÍn Oficial de Tunja, Nº 48 del 24 de febrero de 1877.
190. Ihíd., p. 88.

157
talla de Mutizcua, en la cual después de tres horas de combate fue
derrotado el general conservador Antonio Valderrama por el ejército
del Estado de Santander al mando de Salón Wilches. Hubo varios
presos de importancia y murió el coronel Sebastián Ospina.

4.7 Nuevas estrategias gubernamentales para acorralar


guerrillas

El2 de marzo, el presidente Parra expidió una declaratoria en la


cual informaba que habían sido develadas las guerrillas en el Estado
de Santander, pero que aún quedaban en armas partidas con el carác­
ter de guerrillas, que no reunían la fuerza, organización y elementos
requeridos para que se les considerara como beligerantes, al tenor del
derecho de gentes, por lo que "declara y hace saber que quienes una
vez publicada esta declaratoria continúen en armas haciendo parte
de guerrillas, serán perseguidos, capturados, puestos en prisión, confi­
nados o extrañados del territorio. No estarán sujetos a dicha declara­
toria los que se presenten y sometan al gobierno dentro de los quince
días siguientes a su publicación"197. A los pocos días apareció un artí­
culo titulado "Explicaciones"198, respaldando la posición del ejecutivo
acerca del trato que debía darse a la guerrilla y a quienes la secunda­
ban. Su autor anónimo, con una clara posición progubernamental,
reconocía que la magnanimidad con que habían sido tratados los gue­
rrilleros después del inmenso daño que le habían hecho a la riqueza
pública con sus devastaciones, y a la moral con sus crímenes, hacía
necesarias medidas como las tomadas por el presidente. De lo contra­
rio, se terminaría en situación similar a la triste condición de México,
en donde el robo y el asesinato habían sido hechos permitidos por el
gobierno del país, y en donde "la frecuencia de las guerras civiles ha
corrompido de tal modo esa sociedad, que en todos los caminos públi­
cos existen cuadrillas de salteadores que no ha sido posible destruir,
apoyadas como lo estaban por el clero, como sucedía en Nápoles y en
los Estados Pontificios". Señalaba dos razones culturales que hacían
posible ese género de industria guerrillera: "la naturaleza del suelo"
que era favorable y "la índole de los habitantes" que era sobremanera

197. Dada en Bogotá, a 2 de marzo de 1877, Aquileo Parra, Presidente y


Eustorgio Salgar, Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriore~ . El Estado de
Guerra, NQ 28, Bogotá, 6 de marro de 1877, p. 92.
198. El Estado de Guerra, NQ 24, Bogotá, 13 de marro de 1877 .

159
centro oriente, aún contaban con cierta capacidad de desestabiliza­
ción de la ciudad de Popayán y sus vecinos. Por su parte, la situación
del ejército antioqueño en Manizales era más defensiva que de ofen­
siva pues recibió el 10 de marzo dos ataques del ejército de Trujillo,
uno en el alto del Tablazo por parte del general liberal Bohórquez, y
otro, de mayor poder y efectos, en la serranía del Arenillo. Los resulta­
dos fueron lamentables para ambos ejércitos, pero aún más para los
conservadores que perdieron 126 hombres y los liberales, 49. Los heri­
dos conservadores alcanzaron la cifra de 80 y los liberales de 38 202 • Las
cosas seguían complicándose para los conservadores en el nordeste
antioqueño: en Remedios, el 18 de marzo, el liberal Pedro Restrepo
Uribe en combate con los conservadores que ocupaban esta locali­
dad, les hizo entregar la plaza. Dos días mas tarde, el 20 de marzo, el
mismo Restrepo ocupó las viejas fortificaciones de cascajo construidas
por los españoles y atacó a los rebeldes conservadores en el sitio de las
Cuevas, en Amalfi -norte del Estado de Antioquia- buscando abrir
un camino de conexiones norte-nordeste y facilitar así la llegada e
invasión de fuerzas liberales a este Estado ZOJ • Si bien, las cosas para e'l
conservatismo antioqueño en las montañas fronterizas con el Estado
del Cauca no eran positivas, ni tampoco lo eran en el norte y nordes­
te, en contraste, las fuerzas guerrilleras del Estado de Cundinamarca
fueron más incisivas y desarrollaron estrategias que afectaron en ex­
ceso a las fuerzas gubernamentales, sembraron el pánico de modo per­
manente, mermaron sus fuerzas y su moral militar y casi enloquecie­
ron a sus jefes. Los cundinamarqueses se dedicaron, tanto en el bando
oficial como en el rebelde a dar lo mejor de sí para ganar la guerra.
Sus actitudes militares tenían tradición desde los tiempos de la Colo­
nia, de los batallones fijos del siglo XVIII y de su participación decisiva
en las gestas de independencia 204 •

202. Ibíd., pp. 407-408.


203. Ibid.
204. Lo confirman hechos tales como que tres cuartas partes de los comba­
tientes en Garrapata que atacaron los formidables atrincheramie ntos del Lumbí,
pertenecieron a esta región: "Batalla de Manizales, episodio interesante". El Esta­
do de Guerra, NQ 35, Bogotá, 21 de abril de 1877, p. 138. Véase también en este
mismo número, el papel del Batallón 2Q de Bogotá, compuesto por universitarios y
artesanos. Además, los tres escuadrones cundinamarqueses, Cazadores, Miranda
y Guerrero, resistieron el ataque de má~ de 2.000 hombres en los Chancos. Los
cundinamarqueses fueron excelentes para la milicia y los cargos públicos -una
empleomanía, todavía casi colonial.

161
igualmente rematadas. Todo esto se hizo para privar "al enemigo" de
dichos recursos y como una sanción pa ra sus dueños, que eran jefes de
guerrillas. Los prisioneros fueron enviados al EspinaFOó. Rodríguez si­
guió en su ley y aunque preso no aceptó arreglos con sus contrincantes.
En el mes de marzo, algunas guerrillas de Cundinamarca conti­
nuaban utilizando distintas formas de vandalismo. En opinión, posi­
blemente sesgada, del periódico El Estado de Guerra, los guerrilleros
de Barro Blanco de la Vega, hicieron prisionero a Eccehomo Gonzá­
lez, quien se les fugó y declaró el 12 de marzo, lo siguiente:
Que fue reclutado el día 5 del presente en el sitio de Casa de teja por
Pedro González y Francisco Ángel, a quien acompañaban unos 16 hom­
bres armados de boca de fuego. (lsaías Díaz, es quien firma por ruego de
Eccehomo González). Que esta partida merodea en Zabaneta y el
Chircal, saliendo a veces hasta la Calavera y Cuatro Esquinas de Bermeo.
Que ayer como a medio día salieron los cabecillas de esa partida, Pedro
González, Francisco Ángel y Silverio Bernal (natural de Tabirita) y co­
gieron en Cuatro Esquinas de Bermeo a Telmo Pulido, Ulises Páez, Basilio
Izquierdo y a un empleado del gobierno nacional, celador del telégrafo,
a quien fusilaron en el acto, por haberle encontrado unos papeles en el
bolsillo. El fusilado estaba inerme; le dieron seis balazos, y racionaron
la gente con la plata que tal individuo llevaba zo7 .
Dado que :la guerra tuvo un carácter político-religioso, el gobier­
no de la Unión tenía claro que combatía contra "La revolución cleri­
cal que tiene incendiada la República"20B. Este enfrentamiento había
tomado todas las características de una guerra mesiánica y turbulen­
ta, liderada de una parte, por importantes dirigentes conservadores y
clericales, tal como los expresaba El Estado de Guerra y, de otra, por
tos líderes radicales, quienes como otra "Iglesia", fueron a la guerra a
defender su Estado liberal y laico. Los 14 actores principales de "la
revolución godo-fanática" del conservatismo y de la Iglesia en la gue­
rra 209 , muy bien escogidos por el articulista y llamados "Los Godos de

206. [bid. Guerrilla de Fusagasugá, Estados Unidos de Colombia, Estado So­


berano de Cundinamarca, Comandante General en)efe de Operaciones sobre la
guerrilla de Fusagasugá, NQ 110, Novillero, marzo 8 de 1877, de Francisco de Asís
Mogollón al Señor Gobernador del Estado de Cundinamarca.
207. Ibíd. "Crímenes de los guerrilleros" .
208. [bid. "Bienvenida."
200. Ibúl. NQ 25, Bogotá, 16 de marzo de 1877, pp. 98-100, "Los Godos de la
Revolución" .

163
honrado", lo llevaron a pie para Guasca, so pretexto de sacarle un
empréstito de 300 pesos215 • Mientras unos saqueaban, otros contaron
con gentes en sus guerrillas que buscaban entregarse o renunciar a
sus armas y contribuir al establecimiento de arreglos entre las partes.
La guerrilla de Inocencia Salgado se movía por el occidente del Esta­
do de Cundinamarca. Por esos días, se concedió salvoconducto a Gre­
gario Pardo, quien pertenecía a la guerrilla y remitió su arma a la
Prefectura del departamento de Tequendama. El salvoconducto se le
entregaba para que pudiera permanecer en su casa o fuera al distrito
del Colegio a traer unas armas y a hacer que se presentaran a esa
Prefectura otros guerrilleros 2 16 •
Los enfrentamientos y ataques al descubierto o a poblaciones, con­
tinuaron. Siguiendo las versiones de los memorialistas de la guerra
civil y contrastando sus versiones, el 22 de marzo, la guerrilla de
Choachí, muy cercana a Bogotá, al mando del General Genaro Peña,
atacó en la Serranía del Peñón a los liberales, quedando en ese campo
16 muertos conservadores, 12 liberales, y 9 y 7 heridos liberales y con­
servadores respectivamente 217 • El23 de marzo, algunas guerrillas con­
servadoras atacaron a Subachoque, donde se encontraba el coronel
Francisco Acevedo con 80 hombres que resistieron el ataque. Del
enfrentamiento resultaron 7 muertos conservadores, 3 liberales y 4 y 2
heridos respectivamente 218 • El 30 de marzo, la guerrilla de los Mo­
chuelos al mando de Carlos Urdaneta, en el sitio de la Cantera fue
atacada por Primitivo Bernal, y otro grupo de esa misma guerrilla fue
atacado por el General Domingo Acosta en el sitio Tierra Blanca; los
resultados fueron 6 muertos conservadores, 2 liberales, 4 heridos con­
servadores y 2 liberales 219 . La mortandad en la guerra seguía in eres­
eenda, pero la lógica de la contienda civil se impuso sobre posibles
arreglos.
A fines del mes de marzo, en el norte del Estado del Cauca, se
produjeron dos hechos sangrientos que debilitaron más las fuerzas re­
beldes, mientras los guerrilleros del Estado de Cundinamarca conti­

215. Ibíd.,Nº26,Bogotá,20demarzode 1877,p.103 .


216. Ibíd., p. 104, Salvo-conducto, Estados Unidos de Colombia, Estado Sobe­
rano de Cundinamarca, Prefectura del Departamento de Tequendama, La Mesa,
marzo 12 de 1877, gel Prefecto Pedro Alejo Forero y su Secretario Miguel Mayer.
217. Patricia Alvarez Rosas, "Uniformes y sotanas. Estudio histórico de la
guerra civil de 1876-1877", op. Gil., p. 408 .
218. Ibfd., p. 409.
219. Ibíd., pp. 409-410.

165
da a un señor Espinel jefe de la guerrilla de Choachí, quien resultó
finalmente siendo un sacerdote miembro de las guerrillas conserva­
doras. Del interrogatorio se desprende que existía una real o supuesta
"Sociedad Politécnica" que se reunía en casa de Carlos Holguín y su
hermano Jorge era el vicepresidente. Aunque no conocemos la culmi­
nación de esta investigación, por las referencias muy parciales y alusi­
vas en el mismo Archivo de ¡aguerra de 1876, inferimos que ella marcó
un nuevo rumbo al conservatismo al dislocar sus fuerzas, y facilitó las
cosas para el gobierno liberal. No es casual que pocos días después se
diera la batalla de Manizales, donde quedó resuelta buena parte de la
guerra y tampoco son casuales los golpes asestados por el ejército del
Norte a las guerrillas de esa zona que resultaron siendo contundentes.
Marzo fue pues el mes guerrillero por antonomasia del año 1877.
La guerrilla de La Laja en el occidente del Estado de Cundinamarca
fue aprehendida, según informó el Comandante Militar de la plaza de
Subachoque, José E Acevedo, el 12 de marzo, al Secretario General
del Gobierno del Estado de Cundinamarca 2Z3 • A las 6 de la mañana
del día 11 de marzo "ayer -escriben rápido cuando se trata de un
triunfo, y lento cuando hay derrota- en virtud del movimiento noc­
turno, fue sorprendida la guerrilla de La Laja, que ocupaba el Alto de
Yaque" La Laja y Boca de Monte, y que se encontraba a órdenes del
titulado coronel Juan de D. Guerrero, quien quedó gravemente heri­
do. Murió allí el alférez habilitado Gabriel Espinosa, una persona de
mucho valer entre los guerrilleros" 224 . Les tomaron 6 prisioneros, todo
el parque, 24 bocas de fuego, seis lanzas, todas las monturas y la briga­
da, una caja de guerra, los sombreros y la ropa de uso de los guerrille­
ros. El Escuadrón Sánchez -que peleó a pie atravesando en la noche
del sábado una fragosa montaña- y la media compañía de Infantería,
lograron este cometido.
Los presos fueron en casos, individuos de gran valía para presionar
al adversario. Las guerrillas de Guasca, la de los Malinas y del oriente
trataron por todos los medios pero fueron impotentes para intentar
siquiera el rescate de su General Antonio Valderrama, el jefe de las
fuerzas del ejército de la Regeneración en la Donjuana, así como de
otros jefes como el General Ramón Acosta 225 .

223 , El Estado de Guerra, NQ 24, Bogotá, 13 de marzo de 1877, p. 94-95,


"Aprehensión de la guerrilla de 'La Laja' ".
224. lbíd.
225, El Estado de Guerra, NQ 27, Bogotá, 25 de marzo de 1877, p. 106, "Noti­
cias del Norte".

167
sintió una descarga y con otras personas encontró que Bernal había
sido asesinado de cuatro balazos 229 • Se trataba de una de las guerrillas
asociadas a San Juan de Rioseco, cerca de Vianí y Chaguaní en el
occidente de la Cordillera Occidental por la salida al río Magdalena;
una guerrilla que al parecer estaba tornando retaliaciones contra opo­
sitores, matándolos, al tiempo que se ocupaba de bloquear el recibo
de correos en esos distritos.
Mientras unas guerrillas continuaban en combates, la de Gámbita
-Estado de Santander-, firmó el15 de marzo en Arcabuco, una capi­
tulación encabezada por Nereo Acevedo. Este jefe se comprometió a
entregar las armas y municiones, a otorgar una fianza de 1.000 pesos y
a pagar la mitad del empréstito forzoso que le había sido repartid0 2Jo •
Otras, a cambio, como la guerrilla de Casablanca emprendió -26 de
marzo- un ataque contra el Escuadrón Junín en Tres Esquinas; rápi­
damente llegaron allí el resguardo de Nemocón, el General Bernal
con el Escuadrón Forero y un piquete del Sánchez, por lo que los
guerrilleros salieron derrotados, quedaron algunos heridos y perdie­
ron bestias2J1 •
Los riesgos que entrañaban las guerrillas continuaron preocupan­
do al presidente Parra. E'l teniente coronel Villar, fue el portador de
una comunicación del presidente Parra al General Truj illo , y de la
alocución del Congreso en la cual exhortaba al gobierno del Estado
de Antioquia a deponer las armas y volver al seno de la Unión en los
términos de la Constitución Federal. El triunfo de "la causa de las
instituciones" parecía indudable, pues el Congreso había dado, en
opinión de Parra, ese paso patriótico para ahorrar al país males que
traería consigo la continuación de la guerra. Pero si en el frente nor­
occidental, la guerra parecía tener un desarrollo positivo para el Go­
bierno Federal, las cosas no marchaban bien en el frente centro orien­
tal ni estaban todavía decididas en el sur del Estado del Cauca. Decía
Parra a Trujillo:
Las partidas armadas que hay en los Estados del Interior, aunque están
lejos de ser un peligro para la existencia del gobierno, sí han logrado
producir el malísimo efecto de dar a la guerra un carácter salvaje y hacer
cundir la desmoralización de una manera alarmante. Menudean ya

229. Ihíd., p. 107-108, "Más asesinatos".


230. Ihíd., Nº 30, Bogotá, 29 de marzo de 1877, p. 118, "Noticias", del Doctor
Dámaso Zapata, Suaita, 2 de marzo de 1877.
231. IbCd., p. 118.

169
4.9 Dios, patria y libertad: entrega de annas pero no de banderas

El general Trujillo derrotó en Manizales al ejército conservador


antioqueño, el 5 de abril de 1877 y abrió la puerta de ese Estado al
liberalismo, con lo que la guerra parecía entonces llegar a su fin 2J S y
aunque quedaban otros territorios y partidas por someter, el ambiente
era de celebración liberal. No se quedaron atrás el presidente del
Comité Central Conservador Carlos Holguín y sus copartidarios an­
tioqueños, pues prefirieron el ingreso de Trujillo a Antioquia, en vez
del general Santos Acosta, respaldado por radicales como Murillo
Toro 2J6• Con Trujillo era más factible un arreglo estratégico, como miem­
bro de los liberales independientes, liderados por Núñez. En medio de
la celebración, la noche del 9 de abril, los escuadrones liberales Co­
lombia, Sesquilé y Chancos atacaron la plaza de Sopó, residencia de
los jefes conservadores de los Estados de Cundinamarca, Boyacá y
Santander. Dichos jefes se encerraron en los cuarteles y después de
un corto combate, tomaron a los prisioneros y los entregaron en la
Diana a la Compañía Republicana de Zipaquirá, pueblo liberal que
celebró el triunfo de Trujillo y del Ejército del Sur sobre Antioquia
durante 48 horas, con el más vivo entusiasmo ZJ7 • Al tiempo, la 1ª Divi­
sión del Ejército del Estado de Santander, llegó a Zipaquirá junto con
los inválidos de la batalla de la Donjuana. La descripción del articu­
lista revela un cuadro compasivo y animado, a pesar del drama que
producía la guerra: fueron recibidos con lágrimas de sus familias y
fervoroso entusiasmo popular2J8 • Por su parte, el batallón Libres de

235. Julián Trujillo, "Parte General", en: Diario de Cundinamarca, Nº 2147,


Bogotá, mayo 5 de 1877 .
236. Álvaro Holguín y Caro, Carlos Holguín, una vida al servicio de la Repúbli­
ca, Bogotá, Editora Desarrollo, 1981.
237. El Estado de Guerra, Nº 33, Bogotá, 13 de abril de 1877, p. 131. "Noticias
del Norte" . Asa[to dado a [os guerrilleros de Guasca. Captura de cincuenta prisio­
neros.
238. Los cuerpos que componían la División fueron los batallones Socorro,
Chara[á, Ricaurte, Tiradores. Entre tanto en el Departamento de Garda Rovira se
estaba organizando [a Segunda División Santander para dirigirse a Cundinamar­
ca, por la vía de Soatá, a órdenes del Genera[ Wilches. Aparece en el periódico
reseflado, una lista de los jefes y oficiales conservadores, prisioneros, que trajo la
División, comenzando por Leonardo Canal y Domingo Ospina Camacho. La lista
era de 104 individuos. El Estado de guerra, Nº 34, Bogotá, 18 de abril de 1877, p.
136. "Llegada de la 1~ DiVisión santandereana y de muchos prisioneros de Guerra".

171
Uniformes de los batallones CíIJicos y Alcanfor, Revolu i6n de 1876. Acuarela sobre
papel 26 x 37 cm. ca. 1876. Colección Biblioteca Luis Ángel Arang o .
Fuente: Beatriz Gon¡.~ lez, T()rres Ménda, EntTe lo pintoresco y la picaresca, Bogotá,
Carlos Valencia Editores, 1986.

173
ran los empréstitos y demás exacciones; de este modo logró obtener
mucho dinero y bienes para remates y ventas, con lo que apoyó la
financiación de los ejércitos liberales del centro oriente del paísz46 • El
dibujante Alberto Urdaneta ridiculizó al Gobernador al presentarlo
con irónicos resultados de sus expropiaciones y al mostrar a Julián
Trujillo, Sergio Camargo, Aquilea Parra, Rafael Núñez y Nicolás
Esguerra, los liberales más connotados favorables a la guerra, soste­
niendo la ley 2 ª con fusiles 247 •
Al tiempo que se luchaba en el frente económico, también se com­
batía en el campo ideológico. La carta de Miguel Camacho a su pa­
dre, Rufino Camacho, desde Manizales, el día siguiente del triunfo
liberal en esa ciudad es bien significativa. Lleno de alborozo, le decía:
"Ayer ha sido el gran día para Colombia. ¡Ya no existe la 'Antioquia
religiosa"', gracias al valor de los soldados liberales que tomaron y
rindieron esa fortaleza. Describió grosso modo la batalla de Manizales,
la toma de San Antonio y el momento en que soldados del ejército
antioqueño entraron en pánico y enarbolaron bandera blanca. Estaba
alegre pues esto evitó, en su opinión, una carnicería que hubiera sido
horrible, "pues es muy trabaj·oso contener a un ejército en triunfo".
Los derrotados entregaron todo el armamento; el doctor Cuervo abdi­
có de su mando ante el general Trujillo, se expidieron pasaportes a
todos los rendidos y a 300 prisioneros que se tomaron aquel día. Mi­
guel Camacho culminó su misiva señalando que Trujillo era un hombre
muy bueno y que reunía :las condiciones del buen ciudadano: valiente,
generoso y magnánim0 248 • Cuando unos se alegraron otros se entriste­
cieron, como se pone de manifiesto en el Diario de un Yarumaleño, en
el cual un hijo escribe a su padre acerca de sus aburrimientos en la
guerra por su poca actividad en Manizales y la tristeza de su pérdida y
derrota 249 •

246. Ley 2" de 1876. Por la cual se determina el procedimiento para hacer
efectivas las exacciones de guerra y las ordinarias en tiempo de guerra. Asamblea
Legislativa de Cundinamarca. Del Gobernador Jacobo Sánc hez, en: Manuel
Briceflo. De la revolución de 1876-1877. Recuerdos para la historia, op. cil., p. 269.
247. BNC, RX 175, Rar9s y curiosos . Álbum de dibujos de Alberto Urdaneta.
Véa~e de Pilar Moreno de Angel. "Alberto Urdaneta, el artista y su lápiz", en:
Alherw Urdanela: Ecos de mi segunda prisión, Ediciones Sol y Luna, Bogotá, 1975.
248. El Estado de guerra, Nº 34, Bogotá, 18 de abril de 1877, de Miguel
Camacho R. al Sr. Rufino Camacho en Bogotá. Manizales, 6 de abril de 1877.
249. BLAA. Diario de un Yarumaleño sobre la guerra de 1876-1877. Para Alejan­
dro, 1i'ascripci6n de un manuscrito encontrado entre los papeles de Don Marceliano
Posada P., realizada por Luz Posada de Greiff, 1990.

175
intereses que en los del partido en términos nacionales 253 , Después de
esta derrota conservadora, que afectó moralmente a los conservado­
res del centro oriente y del sur del país, un numeroso grupo de guerri­
llas atendió el llamado del gobierno y se desmovilizó, En una hoja
volante de la época se leía que "Deponen las armas los hijos belige­
rantes de Cundinamarca, ya que los de Antioquia dejaron ocupar sus
posiciones en Manizales y entregaron su Estado"254, Igualmente, algu­
nos conservadores de la capital dieron pasos para que las guerrillas de
Guasca y Mochuelo, depusieran las armas, pero sus jefes les manifes­
taron algunos escrúpulos de conciencia para someterse a una capitu­
lación semejante a la de Manizales255 , Lo que pensaban los jefes de las
guerrillas de la Sabana y del Estado de Boyacá, era que los antioque­
ños se habían entregado al gobierno sólo pensando en sus intereses y
no en los del partido y la nación, con lo cual esperarían para deponer
sus armas, siempre y cuando fueran tratados como beligerantes y se les
amnistiara, como había sido la costumbre en las guerras anteriores 256 ,
Pero ello llevaría su tiempo y cuidadosas negociaciones 257 ,
Sólo quedaban entonces por resolverse tres problemas: someter a
Pasto, a las guerrillas de la sabana cundiboyacense y a reductos
santandereanos258 , Parra entregó un mensaje al país el 10 de abril,
comunicando el triunfo del Ejército del Sur sobre las fuerzas del Esta­
do de Antioquia y pidiendo una amnistía o indulto al Congreso, a
favor de los comprometidos en la guerra, "debiendo comprenderse en
ese acto de olvido a los beligerantes de los otros Estados, siempre que

253. José María Quijano Otero. Diario de La guerra cit!il de 1860, Bogotá, Edito­
rial Incunables, 1982 .
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177
depongan las armas y se sometan al Gobierno General", buscando con
ello no ahorrar medio alguno para asegurar la paz nacional, basada en
la reconciliación de los co'lombianos 259 .
A los pocos días, el 19 de abril, en la Iglesia de Santo Domingo en
Bogotá, se celebró una "fiesta que algunas estimables señoritas y dis­
tinguidas matronas" de la ciudad, promovieron en celebración del
advenimiento de la paz, y con el objeto de rogar al Altísimo por la
concordia entre los colombianos y el alejamiento de la revolución san­
grienta que devastó la República 26o • Pero entretanto, la guerra conti­
nuaba en los Estados de Santander, Boyacá y Magdalena. Hubo un
fuerte combate en Piaurichón en el Departamento de la Guajira, en
el cual murieron 35 conservadores y 17 liberales; los heridos fueron 10
y 36 respectivamente y los prisioneros, 34 261 • Igualmente en el sur del
Estado del Cauca, las fuerzas de Pasto y distritos conservadores cerca­
nos, no estaban dispuestos a someterse y seguían combatiendo, algu­
nos sin saber muy bien en qué iba la guerra en el norte yen el centro
oriente, y otros más, esperando un milagro militar imposible de ocurrir
dadas las débiles condiciones de las fuerzas conservadoras en el resto
del país. El Estado de Santander se convirtió de nuevo en centro de
ataques guerrilleros en distintos distritos; el 18, guerrilleros se enfren­
taron a fuerzas regulares en Matanzas, Pitalito, y como resultado que­
daron 9 muertos de la guerrilla y 2 liberales; 4 guerrilleros heridos y un
liberal; los prisioneros fueron 16 262 . Otra guerrilla fue vencida en Yacopí,
La Palma -Estado de Cundinamarca- el 22 de abril, dejando como
resultado 19 muertos conservadores y 9liberalesj 16 heridos conserva­
dores y 10 liberales y 45 prisioneros 26J • El27 de abril, se dio un fuerte
enfrentamiento en el Cocuy -Estado de Boyacá- cuyos resultados fue­
ron dramáticos: 90 conservadores y 29 liberales murieron, 40 conser­
vadores y 32 liberales quedaron heridos, y el número de prisioneros
alcanz61a cifra de 70 264 • Tequia y Cucasí -Estado de Santander- fue­
ron las dos batallas que cerraron el mes de abril, la primera de ellas en
el departamento liberal de Garda Rovira, donde perdieron la vida 25
conservadores y 7 liberales 265 • En Cuca sí, el coronel Nepomuceno

259. Ibíd., Nº 33, Bogotá, 13 de abril de 1877, pp. 131- 132, "La AmnIstía" .
260. Ibíd., NQ 35, Bogotá, 21 de abril de 1877, pp. 137 -138, "Función Civil".
26l. Ibíd.
262. Ibíd.
263. Ibíd., p. 41l.
264. Ibíd.
265. Ibíd.

179
gía al indulto 271 ; el gobierno nombró a los señores Carlos Sáenz y Ja­
cinto Corredor para recibir las armas en Soacha. 45 bocas de fuego de
moderna y antigua invención, tres lanzas y otros elementos de fue­
gom. La entrega de armas de las guerrillas continuó sistemáticamente
en los días finales del mes de abril. El general Manuel Briceño, quien
después de la batalla de La Donjuana fue el jefe de la guerrilla de
Guasca, se dirigió al poder ejecutivo, el23 de abril, anunciando que
deponía las armas; el general Domingo Acosta recibió de esa guerri­
lla, apenas 75 bocas de fuego de todas clases, con lo cual, aquella
apenas quedaba un poco desarmada. La guerrilla de Ubaque entregó
30 fusiles al comisionado del gobierno, el doctor Nicolás Pardo. La
guerrilla de Zipacón, entregó 150 armas al coronel Ramón Muñoz. La
guerrilla de Choachí, entregó las suyas. Ese mismo día los señores
Pascual Rodríguez y Rudesindo García de la guerrilla de Sasaima en­
tregaron 38 armas. La guerrilla de Choachí hizo llegar al gobierno 26
bocas de fuego y seis lanzas. La guerrilla de Casablanca entregó 59
armas de fuego y 20 lanzas 273 • También los jefes de la guerrilla de
Gámbita entregaron sus armas 274 • Otras más las depusieron, pero no
contamos con datos acerca de ellas. Después de lo ocurrido, el Estado
de Cundinamarca se encontró prácticamente en manos del gobierno.
Si bien la guerrilla de los Mochuelos depuso sus armas, no todos
sus integrantes compartieron tal entrega, como era de esperarse. Al­
gunos pensaron irse a los Llanos "para allí hacer resurgir la lucha ar­
mada y continuarla, o bien salir a Venezuela mientras tornaban para
la patria días mejores". Otros quisieron mantener una resistencia ya
bastante aislada. Sin embargo, el gobierno, con el apoyo de los comi­
sionados Salvador Camacho Roldán y Wenceslao lbáñez, logró que
muchos combatientes renunciaran a la lucha armada y entregaran sus
armas, o al menos buena parte de éstas. "Después de la rendición de
Manizales, los Mochuelos capitularon con honor. Para conmemorar
sus hazañas, dieron un gran baile, en el cual se presentaron con los
uniformes de gala que tenían preparados para usarlos cuando triunfa­

271. Diario Oficial. Bogotá, 19 de mayo de 1877.


272. AGN. Fondo República, Secretaría de Guerra y Marina, tomo 1024,
1877, f. 172.
273. Diario Oficial, Bogotá, 4 de mayo de 1877.
274. AGN. Fondo República, Secretaría de Guerra y Marina, tomo 1024,
1877, f. 953.

181
contaban, en la ciudad de San José de Cúcuta -200 rifles ordinarios y
100 Remington-, así como escopetas, revólveres y pistolas; se les obli­
gó a someterse a los gobiernos de la Unión y del Estado. La carta
edicto estaba acompañada de promesas gubernamentales: un indulto
por todos los delitos políticos a excepción de los delitos comunes, la
suspensión de acciones militares una vez fueran entregadas las armas,
"no pudiendo desde ahora pasar de Santiago fuerza ninguna del go­
bierno, y la derogatoria del decreto de incomunicación, el día en que
fueran entregadas las 300 armas"278. Dichas comunicaciones se hacían
extensivas a todos los jefes de partidas que quisieran someterse.
El19 de mayo asumió la presidencia de la Unión el segundo desig­
nado, general Sergio Camargo 279 pues el primer designado, general
Julián Trujillo se encontraba presidiendo el Estado de Antioquia. Ca­
margo, quien tuvo un destacado papel en la guerra civil reemplazó
por tres meses al presidente Parra, el cual pidió licencia aduciendo
motivos de salud. Con motivo del retiro temporal del presidente, la
Cámara de Representantes ofreció un banquete en su honor en el que
se pronunciaron discursos de reconocimiento a su gestión a los cuales
él contestó en un tono que dejaba ver la fragilidad de la unión liberal
y que presagiaba que el triunfo liberal en la guerra si no estaba respal­
dado por una sólida unión del partido, tendría un resultado transi­
torio:
Ciudadano Presidente de la Cámara de Representantes:
En nombre de mis compañeros en el Gobierno y en mi propio nombre,
os doy a vos ya vuestros honorables colegas las más expresivas gracias
por el obsequio que nos hacéis con tanta cordialidad y tan exquisita
delicadeza. Para ellos y para mí tanto más grato y honroso este testimo­
nio de aprecio, cuanto lo recibimos de los dignos delegados del pueblo.
Habéis tenido la bondad de recordar la constancia y sinceridad con que
ha trabajado la actual administración por reconciliar y mantener unida
la familia liberal. Por mi parte reconozco con gusto que esa labor habría
sido infructuosa, si no hubiera contado el Poder Ejecutivo con la valio­
sa y eficaz cooperación de las Cámaras, y si no hubieran tenido nuestros
copartidarios la mejor voluntad de aunar sus esfuerzos para contrarres­
tar la reacción u ltramontana .

278. A.S.w.c. Carta edicto, 20 de mayo de 1877, La Amarilla, remitida al


jefe municipal de Cúcuta, Franc isco Azuero a Solón Wilches, en el Socorro, Caja
NQ 1, ff. 785-786, Bucaramanga, UIS, CEDHIR.
279. Diario Oficial, Bogotá, 19 de mayo de 1877.

183
con la amplitud que requiere la defensa del poder civil contra el poder
eclesiástico, y que hoy como ayer, el soberano del país conserva el dere­
cho de extrañar del territorio nacional por mandato directo a cualquier
prelado o sacerdote que por actos de su ministerio ponga en peligro la
paz pública ...
SE RESUELVE:
No hay incompatibilidad entre las disposiciones de la ley 37, del 12 de
mayo del año en curso, y las de las ley 62, de 4 de junio del mismo; pues
la primera es un acto de policía nacional en materia de cultos, y la
segunda se refiere a los delitos políticos cometidos en el territorio de la
República desde el 11 de julio de 1876 hasta e128 de mayo de 1877,
fecha de la sanción de la ley. Comuníquese y publíquese .
Por el Presidente. El Secretario Eustorgio Salgar Z82 •
En apoyo de los obispos de Antioquia y Medellín, numerosos sa­
cerdotes enviaron comunicaciones de protesta al presidente de la
Unión, pero el gobierno a través de la Secretaría de lo Interior y Re­
laciones Exteriores no estuvo dispuesto a tolerar más intervenciones
del clero en el Estado, especialmente en la alteración del orden públi­
co, por lo que resolvió retirar a los sacerdotes que firmaban los memo­
riales, el PASE -o permiso- para ejercer las funciones de su Ministe­
rio 28J • Igual cosa ocurrió con obispos y sacerdotes de las Diócesis de
Popayán y Pasto -quienes estaban extrañados del territorio desde el
mes de febrero de 1877- y con el obispo de la Diócesis de Pamplona,
Ignacio Antonio Parra por negarse al sometimiento de la Iglesia al
Estad0 284 •
Poco a poco en el país se fue restableciendo el orden público, las
tropas regresaban a sus lugares de origen y paulatinamente se fueron
desmovilizando sus integrantes, tarea difícil porque la guerra para
muchos implicaba una forma de vida y búsquedas de ascenso econó­
mico, en casos, social y no menos, político. El 10 de julio de 1877, el
presidente encargado decretó el restablecimiento de las garantías in­
dividuales mediante el decreto No. 418. Casi un mes más tarde y
dado que ya no existía ningún grupo de consideración en armas con­
tra las instituciones liberales, el gobierno restableció el orden público
en todo el territorio de la Unión, mediante el decreto 470 del 7 de
agosto de 1877, en los siguientes términos:

282. Diario Oficial, Bogotá, 21 de agosto de 1877.


283. Diario Oficial, Bogotá, 23 de agosto de 1877.
284. Diario Oficial, Bogotá, 22 de agosto de 1877.

185
Corno toda guerra, la guerra civil de 1876 rompió con fuerza el
transcurrir de la vida cotidiana de un buen número de colombianos,
generó muchas polarizaciones, dinamizó algunos territorios en sus co­
lonizaciones, causó muchas muertes y dejó heridos e inválidos en las
regiones más estratégicas, exigió abastos que afectaron a comercian­
tes y propietarios y aun a gentes del común, aunque, al tiempo, permi­
tió que otros se nutrieran de ella; la guerra generó zozobra y afectó
sicológica mente a pobladores urbanos y rurales, dio lugar al saqueo
de haciendas, casas, comercios y bienes de todo tipo; favoreció a quie­
nes pudieron poner en mayor acción sus oficios útiles para el desen­
volvimiento de la guerra, dio y quitó empleos, enriqueció a unos y
empobreció a otros. La guerra hizo que un número importante de co­
lombianos se fueran a los campos de batalla a dirimir sus viejos y nue­
vos conflictos por razones diversas, de orden económico, cultural, re­
ligioso, personal, político y aún, de rivalidades locales y regionales. La
guerra entonces canalizó formas de participación social y polftica que
tuvieron su. expresión, entre otras, en la formación de guerrillas y de
partidas yen la militancia en el ejército, ambas vistas corno normales,
estructurales y estructurantes de la vida colectiva y cultural del país288 •
Varios aspectos son notorios en lo que ha sido expuesto: las nume­
rosas guerrillas que se formaron en Cundinamarca y que dieron lugar
a una confederación que cobijó también los Estados de Boyacá y San­
tander; el conocimiento de los corredores sobre los cuales ejercieron
su poder y atacaron de manera permanente a los ejércitos liberales; el
uso de tácticas y estrategias que conjugaban tradiciones de guerrillas
y formas regulares del arte de la guerra; las formas rudimentarias e
inteligentes de hacer la guerra en un mundo rural y local.
Si se compara el peso de las guerrillas conservadoras del centro
oriente del pafs, su alto número, relativa organización y sus distintas
formas de acción en esta guerra con lo ocurrido en guerras civiles
anteriores, es notorio que se trata de un fenómeno asociado a tradi­
ciones guerrilleras anteriores, pero también del advenimiento y profu­
sión de nuevas formas de lucha, inéditas hasta entonces. Por lo ex­
puesto, es posible concluir que las modalidades de reacción de los
conservadores, especialmente mediante la guerra de guerrillas, ante
el domino liberal en Cundinamarca y en los dos Estados vecinos -más
en el tradicional, clerical y agrario Estado de Boyacá y un poco menos

288. Véase el Mapa Colombia sangrienta. Fuente: Francisco Javier Vergara y


Vdasco, Atlas completo de geografía colombiana, Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1906.

187
en el artesanal, tabacalero y cafetero Estado de Santander- estuvie­
ron bastante asociadas a las redes familiares, partidistas, religiosas y
económicas que venían de antaño. También se podría afirmar que los
distintos jefes del partido conservador, asociados a gamonales y caci­
ques de distritos y aldeas, ya sacerdotes en sus parroquias, lograron
sacar a la luz, aspiraciones de sus copartidarios para fundar sus inten­
tos de un cambio de gobierno. Se ha puesto especial cuidado a dos
guerrillas, las de Los Mochuelos y los Guascas, dado su liderazgo den­
tro del conjunto de las guerrillas estudiadas y debido también a sus
vastas comunicaciones con las guerrillas conservadoras del Estado del
Tolíma.
La guerra avanzó, pues, dentro de una dinámica casi incierta, en
donde factores inconscientes y accidentales jugaron un papel decisi­
vo -la derrota de los conservadores en Garrapata tuvo cierto grado de
accidentalidad; las emboscadas guerrilleras dejaron siempre impre­
siones e interpretaciones diversas y contradictorias- sin excluir cierto
juego de organizaci6n y de coherencia estratégica en los dirigentes de
ambos bandos. Éstos pusieron también el tono del derecho de gentes
en acción y en algunos casos buscaron bajarle la intensidad al conflic­
to y establecer convenios y tratados de paz, que casi nunca funciona­
ron, al punto que la guerra debió resolverse por condiciones de fuerza
y capitulaciones, evidentemente atravesadas por amnistías, indultos,
sometimientos, costos en bienes, saqueos y expropiaciones, y recono­
cimientos efímeros de la legalidad por parte de los vencidos de enton­
ces. En cualquier caso, la culminación de la guerra mostró el triunfo
pírrico de los liberales y la provisional derrota de conservadores y clé­
rigos, sólo que estratégicamente la victoria sería de estos últimos. Se
perfilaba entonces la Regeneración conservadora y católica liderada
por Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro y Carlos Holguín.

189
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