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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO

Voces y escrituras: la mujer y la figuración femenina


Alumno: Darío Raznoszczyk

1) En la presente consigna se analizarán las condiciones de escritura de las mujeres a través de los aportes
realizados por las autoras Virginia Woolf, Rosario Castellanos y Nelly Richard.
La escritura femenina, a lo largo de los siglos, se vio atravesada por una serie de problemáticas que les
impedían a las autoras focalizarse en sus creaciones y vivir de sus invenciones literarias.
Una de las escritoras que contribuyó a entender el por qué de estas dificultades fue Virginia Woolf. A través
del ensayo “Un cuarto propio” (1929), la autora ayudó a establecer ciertos lineamientos que serán claves para
comprender los obstáculos impuestos por la sociedad hacia las mujeres a la hora de llevar a cabo su creatividad.
Al mismo tiempo, su obra se transformó en un pilar fundamental del feminismo debido a su lucidez en el
análisis sobre las condiciones desiguales en base al género; convirtiéndose en una pieza valiosa para lograr que
la mujer alcance su libertad e independencia.
Uno de los puntos salientes de la obra de Woolf fue poner en evidencia la dependencia económica de la mujer
en relación al hombre, el deber de cuidado de una familia que se le asignaba a la misma, la cual traía como
consecuencia la imposibilidad de dedicarse a la literatura.
En el libro se describe el vínculo entre hombres y mujeres, el lugar que ocupa la mujer en la sociedad patriarcal
y las consecuencias de la subordinación femenina al mundo instaurado por los varones.
En el primer capítulo Woolf especifica que se trata de un ensayo que debía realizar para una conferencia ante la
presencia de estudiantes, y en donde el tema central era la relación entre la mujer y la novela, explicando las
limitaciones con las cuales chocaba a la hora de afrontar el evento: “(…) para escribir novelas, una mujer debe
tener dinero y un cuarto propio.”1. A partir de esta premisa gira todo el desarrollo de su análisis. Explica que,
en la época isabelina, la mujer no tenía un espacio de concentración propio, y que, si estaba interesada en
escribir, sufría interrupciones constantes por algún miembro masculino de la familia, al cual debía servirle. A la
vez, se la juzgaba por no tener la capacidad intelectual para poder escribir ni contar con un talento innato para
elaborar una obra con el mismo nivel que lo hacían los hombres.
En el transcurso del segundo capítulo, Woolf intenta encontrar un punto de partida para escribir acerca del tema
que se le había asignado en la conferencia, amplía su explicación respecto a la condición económica y la
opinión que tenían los hombres acerca de las mujeres. Remarca la necesidad por el cual era necesario el dinero
en la mujer para la producción literaria: “es notable, pensé, guardando el cambio en mi cartera, la
transformación que una renta fija opera en el carácter de las personas”2.
Por aquellos tiempos, la mujer caía en una especie de emboscada: los hombres escribían sobre las mujeres, pero
cuando la mujer tenía la posibilidad de escribir como mujer, escribía como un hombre. Para contrarrestar este

1
Woolf, Virginia (2014). Un cuarto propio. Barcelona, Daruma, p. 9.
2
Woolf, Virginia (2014). Op. cit., p. 118.
suceso, Woolf creía indispensable explorar el estilo de escritura por parte de la mujer e intentaba esforzarse en
no caer en el enojo, acercándose más al humor y a la ironía: “(…) una mujer compositora es como un perro
caminando en sus patas traseras. No lo hace bien pero es sorprendente que lo haga”3.
Otro punto relevante señalado por Woolf partía del ocultamiento de los escritos elaborados por una mujer bajo
el nombre de un hombre acrecentando la subordinación al colectivo masculino: “(…) es evidente que los
valores de las mujeres difieren a menudo de los valores establecidos por el otro sexo; es natural que esto sea
así. Con todo, son los valores masculinos los que prevalecen. En términos generales, el fútbol y el deporte son
´importantes´; el culto de la moda, la compra de trajes, ´triviales´”4. Esto funcionaba como una limitación al
género: mientras que al hombre se le estaba permitida la acción, a la mujer se le imponía el decoro y el ámbito
doméstico: “si Tolstoi hubiera vivido en la casa parroquial con una mujer casada ´excluido del mundo’, por
edificante que fuera la lección moral, no hubiera conseguido escribir, me parece, La Guerra y la Paz”5.
Remarcaba que había un mandato imperativo y estereotipado del género, que eran las propias mujeres quienes
lo cumplían y lo transmitían de generación en generación: “(…) si somos mujeres, pensamos a través de
nuestras madres”6.
Para que todas estas situaciones se lleven a cabo, había una complicidad muy fuerte entre las mujeres. El ensayo
de Woolf abrió un nuevo juego en donde fomentaba a las mujeres a apropiarse de sus subjetividades para
organizarse en distintos colectivos feministas. Era primordial salir del encierro asignado a su rol de mujer, a la
rivalidad permanente entre las mismas compañeras, que acrecentaba la invisibilidad de la obra femenina en la
literatura. Por estos motivos, les recomienda a las estudiantes a través de una frase simple, lo que resume para
ella apoderarse de un posible futuro: “me encuentro diciendo breve y prosaicamente que lo más importante es
ser una misma”7.
En cuanto a la complejidad de escribir como mujer, Woolf opina al respecto: “si uno es mujer, la suele
sorprender una brusca división de la conciencia -digamos al bajar por Whitehal- cuando deja de ser la natural
heredera de esa civilización y se siente exterior, forastera y crítica”8, mostrando el androcentrismo de nuestra
cultura, la cual está arraigada a la dominación de la escritura masculina y la marginalización que sufrían las
mujeres.
Para resolver esta problemática, proponía que no debía haber diferencia entre los sexos, “(…) es fatal para el
que escribe pensar en su sexo”9. La autora elogiaba a los escritores, que, a su entender, eran andróginos -como

3
Ibíd., p. 170.
4
Ibíd., p. 230.
5
Ibíd., p. 221.
6
Ibíd., p. 237.
7
Woolf, Virginia (2014). Op. cit., p. 349.
8
Ibíd., p. 340.
9
Ibíd., p. 326.
Shakespeare o Proust-: “es fatal ser un hombre o una mujer pura y simplemente; hay que ser viril-mujeril o
mujer-viril”10.
Siguiendo con la temática pautada, se retoma aquí el artículo de Rosario Castellanos escrito en
1961:"Virginia Woolf o la literatura como ejercicio de la libertad”, en donde profundiza los inconvenientes de
la mujer para encontrar su espacio de escritura a través de un dialogo continuo con algunos fragmentos de las
obras de Woolf.
En el comienzo del mismo, Castellanos describe el entorno familiar en el cual creció Virginia. Luego, analiza
algunos de sus textos, centrándose en determinadas características de la autora, como su melancolía
permanente, aunque afirmando que Virginia se mostraba celosa a que la rotulen y la clasifiquen.
Para Woolf, la literatura no era un medio para satisfacer su vanidad con los elogios, sino que era un instrumento
de liberación propia. Incluso, aceptaba ciertos compromisos que no le producían interés intelectual pero que
creía que era su deber realizarlos por amor al arte y sabiendo “que es la única mujer de Inglaterra que tiene
libertad para escribir lo que se le antoje”11.
Dentro de los aportes realizados por Castellanos se encuentra el momento en que Virginia se afilió al Partido
Laborista; y es en las entrañas de la organización donde escribe manifiestos, redacta protestas y da algunas
conferencias, comenzando a vincularse vigorosamente con las problemáticas de la época. Es aquí también
donde empieza a sentirse definitivamente sola, en una clara desventaja a la vida masculina, la cual no tiene
ataduras y se muestra indiferente a lo femenino: “(…) ¡qué extraño es mirar este frío mundo de los hombres!
Tan de compartimientos estancos; oficinistas de seguros, siempre en la cúspide de su trabajo; sellados,
autónomos, admirables; cáusticos, lacónicos, objetivos; y completamente provistos de todo"12.
A pesar de esta sensación de soledad, Woolf gozaba de ciertos privilegios, pero se resistía a no compartirlos e
insistía en la posibilidad de que las otras mujeres también los conquisten. Observaba que había una posibilidad
de conquista de ciertos derechos durante la Primera Guerra Mundial, donde las mujeres habían demostrado que
podían trabajar y suplir a los hombres en las fábricas y oficinas, pero para que esta situación lograra expandirse
debía estar acompañada por derechos políticos que las respalden económicamente.
En base a estas ideas, escribió dos ensayos claves en su biografía: “Un cuarto propio” (1929) y “Tres
Guineas” (1938). Castellanos sostiene que en estas dos obras se reflejan que las condiciones de vida de las
mujeres a través de su historia fueron adversas, negándoles el derecho a poseer el dinero que pudieran obtener o
heredar. La fortuna siempre le pertenecía a un hombre. Por esta razón, ellos tenían la posibilidad de adquirir un
prestigio académico y una posición social beneficiosa.
Pese a estas restricciones, las mujeres comenzaron a escribir libros. Algunas de las razones para llevar a cabo la
escritura femenina fueron manifestadas por Woolf en “La Muerte de la mariposa”: “escribir era una

10
Ibíd., p. 326.
11
Castellanos, Rosario (1961). Virginia Woolf o la literatura como ejercicio de la libertad. Revista de la Universidad de México, p.6.
12
Castellanos, Rosario (1961). Op. cit., p. 6.
ocupación honorable y sin peligro. La paz familiar no se rompía por el desplazamiento de una pluma. No era
preciso recurrir a los fondos del presupuesto paternal: por diez chelines puede comprarse el suficiente papel
para copiar todas las piezas de Shakespeare si a uno se le antoja. No son necesarios para el escritor ni pianos
ni modelos, ni París, Viena o Berlín, maestros ni maestras. Digamos que el precio modesto del papel es la
razón por la cual las mujeres comenzaron por abrirse paso en la literatura antes de hacerlo en otras
profesiones”13.
A continuación de esta cita, Castellanos da el ejemplo de Lady Winchelsea, que a pesar de su maternidad y
gracias a tener un marido tolerante pudo dedicarse a la redacción de poemas. Sin embargo, el conflicto radicaba
en que las obras estaban llenas de odio y resentimiento hacia los hombres. Lo mismo sucedió con Margarita de
New Castle, quien exclamaba: “las mujeres viven como murciélagos o lechuzas, trabajan como bestias y
mueren como gusanos”14.
Castellanos explica que cuando la literatura se convirtió en algo que podía ser desarrollado por las mujeres de
clase media, el panorama parecía modificarse. Pero, el hecho de no contar con un cuarto propio, de trabajar en
una sala común con interrupciones constantes, complicaba la situación. Y cuando las mujeres finalmente podían
concluir un libro, se amparaban en un pseudónimo para no exponerse y que su obra no fuera desvalorizada.
La literatura requiere de otras materias culturales: Woolf le reclamaba a sus contemporáneas que investigaran y
que estén en constante movimiento, ya que, de esa forma, adquirirían un vínculo con ellas mismas y con el
mundo exterior. Para impulsar esta situación era vital la creación de centros educativos, que capacitarían a las
alumnas para desempeñar un trabajo y así aspirar a una remuneración adecuada.
Para Woolf nada es más trágico para quien escribe que pensar en su sexo. Esto impide el desarrollo de una
personalidad propia: “es paradójico, más para escribir como una mujer es preciso olvidar que se es una
mujer”15. Había una incesante cuota de miedo en relación al fantasma del hada del hogar: “es ella la que se
interpone entre el papel y quien escribe, la que turba, hace perder el tiempo y atormenta”16. Cuando una mujer
pretendía escribir se chocaba contra este fantasma que parecía invadirla y bajo estas circunstancias escribir
como mujer se convertía en una tarea tortuosa.
A la par de esta problemática, le surgía el interrogante de si valía la pena hacer tanto esfuerzo por hacer
literatura desde una mirada femenina en medio de esta amenaza y la falta de privilegios. Para Virginia la
respuesta es positiva, y Castellanos agrega: “a esto, pues, conduce un feminismo bien entendido: a hacer de las
mujeres colaboradoras eficaces de los hombres en la construcción de un mundo nuevo, luminoso, habitable
para aquellos en quienes lo mejor de la humanidad se manifiesta: la inteligencia, el amor, la justicia, la
laboriosidad”17.

13
Ibíd., p. 6.
14
Castellanos, Rosario (1961). Op. cit., p. 6.
15
Ibíd., p. 7.
16
Ibíd., p. 7.
17
Ibíd., p. 8.
Continuando con las dificultades hasta aquí mencionadas, Nelly Richard en el capítulo 2 denominado ¿Tiene
sexo la escritura? del libro “Masculino/Femenino: prácticas de la diferencia y cultura democrática” discute
sobre varios de los puntos planteados en la presente consigna. En especial, hace hincapié en el concepto de
“literatura femenina”, señalando que habría que interrogarse si es lo mismo hablar de “literatura de mujeres” y
de “escrituras femeninas”.
Este capítulo fue escrito en un contexto en el cual las mujeres chilenas se encontraban en una situación de
aislamiento del espacio público.
Richard sostiene que hay dos características que representan a la escritura femenina. Por un lado, hay una fuerza
semiótico pulsional (femenina) que desborda la palabra y lleva la significación hasta los límites de su escritura
para hacerla estallar. En segundo lugar, hay otra fuerza racionalizante-conceptualizante (masculina) que
“preserva el límite sociocomunicativo”18. En base a esta situación, se debe pensar no en una escritura femenina
sino en una feminización de la escritura que excede por completo la dominación masculina impuesta.
Tal como establecía Woolf, la mujer se encontraba invisibilizada a lo largo de la historia: “de vez en cuando se
habla de una mujer individual, una Isabel o una María; una reina o una gran dama. Pero era del todo
imposible que una mujer burguesa, sin otra cosa que cerebro y carácter, participara en alguno de esos grandes
movimientos (…)19. Para salir de esta invisibilidad, Richard postula la posibilidad de establecer alianzas
solidarias y subversivas -no solo entre mujeres sino también con los hombres- para realizar una crítica a la
producción literaria de mujeres que no cuestionan la ideología masculina dominante.
A su vez, esta nueva situación, permitiría tratar el canon desde otra concepción. Este canon no es un bloque
coherente y estable sino “yuxtaposiciones provisorias de multirelatos no coincidentes entre sí que pelean
sentidos históricos en batallas de códigos materiales”20: las mujeres debían aliarse con otras voces
descanonizantes.
Desde la mirada de Woolf, se observa que no era el sexo la barrera para que las mujeres escaparan de su
condición de subordinación en el ámbito privado, sino que eran los mandatos y los estereotipados del género
que las propias mujeres cumplían para luego transmitirlos a las nuevas generaciones. Siguiendo esta noción,
para Richard, no hay que hacer una crítica de estos lugares sino realizar una búsqueda sobre esos espacios
asignados a las mujeres -como el espacio doméstico- y valorizarlos; ya que la creación de la identidad femenina
se da por intermedio del lenguaje y dentro del espacio masculino que designa a las mujeres como inferiores.
Ante una situación de marginalidad a la que se relega a las mujeres a una clasificación masculina, Richard
propone dos variantes: se puede aceptar la posición, siguiendo el orden establecido o se puede trabajar desde la
escritura, mediante estrategias que desmonte todo el aparato de dominación masculina actual que articula
identidades, permitiendo la aparición de nuevas identidades.
18
Richard, Nelly (1993). Masculino/Femenino: prácticas de la diferencia y cultura democrática. Santiago de Chile, Francisco Zagers
Editor, p. 132.
19
Woolf, Virginia (2014). Op. cit., p. 138.
20
Richard, Nelly (1993). Op., cit. p. 136.
2) En la presente consigna se elaborará una lectura crítica referida a la novela “La Ultima Niebla” (1935)
utilizando diversas herramientas que permitirán comprender algunos fragmentos de la obra elegida.
Esta historia fue escrita por la autora chilena María Luisa Bombal en un contexto fuertemente machista durante
el transcurso de la década del 30´. Es trascendental ubicarse en este escenario para entender el feminismo y el
lugar asignado a la mujer en aquella época.
La historia se centra en la relación tormentosa de una mujer tradicional -cuyo nombre no aparece a lo largo de
todo el relato- con su vida privada y sus pulsiones. Lo particular de la narración es que está escrita desde el
punto de vista de la mujer, es ella la que relata según sus propios sentimientos, corriendo a un costado el eje de
la escritura tradicional. Este carácter confesional es contrario al discurso patriarcal, que sustentaba el lugar del
hombre respecto a la mujer.
Este nuevo abordaje tiene una semejanza a lo planteado por Nelly Richard a la hora de caracterizar a la escritura
femenina, ya que hay una fuerza de subjetivación asociada a lo femenino. Esta “pulsión semiótica” de la
protagonista adquiere tanta fuerza que provoca un estallido y rompe con la estructura patriarcal del canon21.
En cuanto al relato, la protagonista tiene una vida acomodada y pertenece a un estatus social alto. Su sexualidad
se ve frustrada y reprimida por los patrones impuestos en la sociedad. Un ejemplo de cómo eran miradas las
mujeres de su edad por esos días, se puede entrever en un dialogo de ella con su marido: “¿sabes que has tenido
una gran suerte al casarte conmigo? [pregunta Daniel]. - Sí, lo sé -replico cayéndome de sueño.-. ¿Te hubiera
gustado ser una solterona arrugada, que teje para los pobres de la hacienda?”22.
Ella contrae matrimonio con su primo Daniel -quien había enviudado de su primer esposa- y está convencida
que lo conoce perfectamente, pero es más bien una sensación fraternal, carente de deseo y siente que Daniel
nunca olvidó a su esposa fallecida. Todo este desencanto y opresión le genera un rechazo respecto al dominio
ejercido por su marido.
La protagonista ve reflejadas sus aspiraciones en el personaje de Regina, quien posee un amante, y termina
suicidándose -incluso en su lecho de muerte lo llama para oír su voz por última vez-. Durante la narración, ella
comienza a fantasear con un amante, dándose cuenta al final de la obra, que probablemente toda su aventura con
este hombre fue producto de su imaginario, por lo que intenta terminar con su vida -salvándose por la aparición
de su marido-.
En contraste con la realidad afrontada, con su amante cumple todos sus deseos y es quien le despierta una vida
sexual, que se encontraba totalmente apagada.
La niebla adquiere un papel central en el desarrollo de la novela, ya que es un elemento que se reitera
constantemente como difusa y confusional, y ocupa el lugar donde aparece el inconsciente de la mujer en su

21
Richard, Nelly (1993). Op., cit. p. 132.
22
Bombal, María Luisa (2005). Obras completas: compiladora Lucía Guerra. Santiago de Chile, Zigzag, p. 4.
vínculo con su cuerpo. A su vez, forma parte de un lenguaje simbólico que se convierte en la exteriorización del
estado anímico del personaje principal.
Este mundo imaginario se revela como un contradiscurso de lo masculino: “mi cuerpo y mis besos no pudieron
hacerlo temblar, pero lo hicieron, como antes, pensar en otro cuerpo y en otros labios. Como hace años, lo
volví a ver tratando furiosamente de acariciar y desear mi carne y encontrando siempre el recuerdo de la
muerta entre él y yo. Al abandonarse sobre mi pecho, su mejilla, inconscientemente, buscaba la tesura y los
contornos de otro pecho. Besó mis manos, me besó toda, extrañando perfumes y asperezas familiares. Y lloró
locamente, llamándola, gritándome al oído cosas absurdas que iban dirigidas a ella”23. Esta
emancipación corporal se convierte en algo novedoso para esos tiempos debido a su ruptura con la
narración clásica; separando el espacio público del espacio privado.
La escritura, desde la visión de la mujer, se transforma en un acto de subversión, constitutiva de su propia
identidad e ingresa en un proceso de concientización de su propio ser con toda la complejidad que trae esta
situación, creando una subjetividad desde el sentir del género y la problemática social que la rodea.
En un mundo que se rige a partir de las normas impuestas por su esposo, la felicidad de ella se focaliza en el
contacto con el espacio, que le permite experimentar su cuerpo con placer y acceder a una realidad distinta a la
que estaba moldeada. Su marido Daniel adquiere un papel secundario, para darle paso al protagonismo de una
nueva concepción de mujer, dispuesta a describir sus emociones sexuales exteriorizándolas con la mayor
cantidad de detalles posibles.
El personaje de Daniel representa el mundo racional -lo consciente-y delimita una realidad lógica: el hombre
como sujeto vinculado a la razón, a lo civilizado, a todo lo estructuralmente intocable. Sin embargo, debido al
rol que asume la mujer, el hombre queda relegado en el relato. Es ella quien debe enfrentarse hacia el poder
establecido: “mi marido me ha obligado después a recoger mis extravagantes cabellos; porque en todo debo
esforzarme en imitar a su primera mujer, a su primera mujer que, según él, era una mujer perfecta”24.
La mujer construida por Bombal se contrapone con el estereotipo de mujer de familia, creando una nueva
subjetividad femenina a partir de su narración sexual, su búsqueda del deseo y sus pulsiones. Este deseo
cuestiona el deber ser de la mujer, se muestra combativo y sale de los estándares impuestos por la sociedad.
El deseo es el factor más importante de la historia, impulsa a ella a enfrentar la realidad y a su propia vida,
saliendo de la postura cómoda del matrimonio y acercándose por intermedio del discurso, a la posibilidad de
despertar su ambición sexual con otro hombre.
El cuerpo se posiciona en un lugar que le permite sentirse viva a pesar del contexto en el que se ve rodeada.
Allí, la mujer se reconoce como tal a través de un cuerpo atravesado totalmente por lo sexual y lo comunica
mediante las figuras del subconsciente y la niebla.

23
Bombal, María Luisa (2005).Op. cit., p. 20.
24
Bombal, María Luisa (2005).Op. cit., p. 7.
La narradora expone su gozo de mujer, ya no desde un objeto perteneciente al hombre, sino desligándola de
culpa. La mujer pasa a ser un sujeto activo, y se involucra de una nueva forma con el personaje masculino a
través de su amante: “lo sigo, me siento en su dominio, entregada a su voluntad”25. Es aquí donde deja llevarse
por lo desconocido, para no estar sometida a la vida impuesta por su marido.
A través de su propio discurso enfocado en lo femenino, se representa su cuerpo, y es ella quien utiliza otra
forma de enmarcar la concepción de un cuerpo masculino: “mi amigo corre las cortinas y ejerciendo con su
pecho una suave presión, me hace retroceder, lentamente hacia el lecho. Me siento desfallecer en dulce
espera, y sin embargo, un singular pudor me impulsa a fingir miedo”26. La autora se adueña del momento, por
intermedio del lenguaje, en donde el mundo imaginario se revela contra el discurso de lo masculino, viviendo
en una fantasía que está en completa sintonía con el inconsciente y es capaz de entregarse a la naturaleza
desatando sus pasiones más primitivas.
La mujer se acerca al cuerpo masculino, lo atrae e invierte el orden establecido por el patriarcado: “lo abrazo
fuertemente y con todos mis sentidos escucho. Escucho nacer, volar y recaer su soplo; escucho el estallido que
el corazón repite incansable en el centro del pecho y hace repercutir en las entrañas y extiende en ondas por
todo el cuerpo, transformando cada célula en un eco sonoro”27. No deja de reconocer que existe
un cuerpo masculino, pero le da otro significado y otra magnitud. Lo primordial ahora es su cuerpo, que está
firmemente atado al placer y al gozo.
La autora ubica a la mujer como eje central de la obra en la búsqueda de su identidad, rompiendo con la
hegemonía masculina. El personaje principal está sometido a un proceso de constitución del yo permanente, y
que si bien, parecería vivir en un mundo disociado, el deseo nunca desaparece: “he conocido el perfume de tu
hombro y desde ese día soy tuya. Te deseo. Me pasaría la vida tendida, esperando que vinieras a apretar contra
mi cuerpo tu cuerpo fuerte y conocedor del mí, como si fuera su dueño desde siempre. Me separo de tu abrazo y
todo el día me persigue el recuerdo de cuando me suspendo a tu cuello y suspiro sobre tu boca”28.
A pesar de que toda la transgresión queda al final en un mero intento y en una gran desilusión para la
protagonista, quien en realidad deseaba encontrar al hombre de sus sueños, se distingue una batalla por
quebrantar el orden simbólico acaparado por los hombres.
La obra de Bombal rompe el canon social fijado y le da al deseo un lugar predominante para alejarse del
territorio impuesto por el binomio masculino-activo/femenino-pasivo.
A partir de la representación del sueño encuentra la necesidad de salir del imaginario femenino patriarcal, del
cual parecía no tener escapatoria. Asume su cuerpo, sus deseos y su verdadera existencia: “(…) soy una enferma
avergonzada de su mal. ¡Oh, no! ¡Yo no puedo olvidar! Y si llegara a olvidar, ¿cómo haría entonces para vivir?
Bien sé ahora que los seres, las cosas, los días, no me son soportables, sino vistos a través del estado de vida
25
Ibíd., p. 9.
26
Bombal, María Luisa (2005).Op. cit., p. 12.
27
Ibíd., p. 13.
28
Ibíd., p. 15.
que me crea mi pasión. Mi amante es para mí más que un amor, es mi razón de ser, mi ayer, mi hoy, mi
mañana”29.
La novela fractura los espacios normalmente asignados a la voz de la mujer, para instaurar una nueva visión de
la misma a través de los deseos y potenciando un lenguaje sexual frecuentemente utilizado por los escritores
masculinos.

Bibliografía utilizada

- Bombal, María Luisa (2005). Obras completas: compiladora Lucía Guerra. Santiago de Chile, Zigzag.
- Castellanos, Rosario (1961). Virginia Woolf o la literatura como ejercicio de la libertad. Revista de la
Universidad de México.
- Díaz, Luis Felipe (2012). Análisis de La Última Niebla de María Luisa Bombal. Recuperado de
http://smjegupr.net/wp-content/uploads/2012/08/La-ultima-niebla.-M.-L.-Bombal-2-.pdf.
- Errázuriz, Pilar (2010). ¿Aún le temen a Virginia Woolf? Una reflexión sobre el cuarto propio. Revista
Universum. Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
23762010000100005.
- Espinosa, Patricia H. (2005). La última niebla de María Luisa Bombal: excentricidad, desacato y
eroticidad en el devenir identitario femenino. Revista Acta literaria. Recuperado de
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-68482005000200002.
- Richard, Nelly (1993). Masculino/Femenino: prácticas de la diferencia y cultura democrática. Santiago
de Chile, Francisco Zagers Editor.
- Woolf, Virginia (2014). Un cuarto propio. Barcelona, Daruma.

29
Ibíd., p. 27.

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