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IVE – Ejercicios Espirituales 1

2° Semana

EL LLAMAMIENTO
DEL REY TEMPORAL Y DEL ETERNAL [91]
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Envía Señor tu
Espíritu y serán creadas las cosas y renovarás la Faz de la tierra.
Oh Dios que habéis adoctrinado los corazones de tus fieles con las luces de tu Espíritu Santo. Danos a gustar
todo lo recto y bueno según ese mismo Espíritu y gozar para siempre de tus celestiales consuelos. Por Cristo
Nuestro Señor, Amén

Ave María,

San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros

Comenzamos la segunda semana, la más importante de los Ejercicios Espirituales, porque es aquí donde
justamente tenemos que empezar a ver en concreto aquello que se preguntaba San Ignacio en el coloquio de la
meditación de los tres pecados ¿qué he de hacer por Cristo? Por eso más que nunca grandeza y liberalidad, en
nuestro ofrecimiento a Cristo somos más miedosos de lo que nosotros pensamos, y el miedo en la vida cristiana,
paraliza la vida espiritual.
Por eso es que no hay que perder de vista lo vivido en la primera semana, la más fundamental, porque
justamente pone los fundamentos de lo que viene, y en base a esos fundamentos es que tenemos que trabajar.
Luego de ver lo que hemos hecho con nuestra vida, tenemos que comenzar a ver qué haremos desde ahora…
comenzar ya a ordenar y dar forma a esa informe masa de nuestras acciones pasadas.
Y para esto hay que tender a lo máximo… al magis… Como decía un sacerdote, hay que luchar aquí contra
la herejía argentina del masomenismo, y el no tender a acciones heroicas, es menester el darse todo a nuestro
Señor. Es el momento de ordenar la vida, y de hacer buenos y santos propósitos, de manera tal que si yo he
ofendido a Cristo, nunca más cometa ofensas tales.
Al ver todo lo que Dios nos ha dado y lo que Cristo sufrió por nosotros en la cruz, nuestra actitud debe ser
como la de aquel gaucho que escuchaba los sermones del Cura Brochero, mientras este hablaba de la Pasión de
Nuestro Señor, se paró y dijo: Si el ha hecho tanto por mí, algo tengo que hacer yo por él. O con San Pablo: Vivo en
la fe del hijo del hombre que me amó y se entregó por mí. ¿Qué haré por Cristo? Debo hacer cosas grandes.
Por eso debemos estar dispuestos como San Pablo, después de la visión camino a Damasco: Señor, qué
quieres que haga, o como estaba el alma de Jeremías cuando Yavhé lo llamó: Habla, Señor, que tu siervo
escucha.
Se trata de ser sumamente generosos, y de comprender que Cristo nos llama a cosas grandes, que quiere
todo de nosotros para poder dárnoslo todo. Cristo antes de beneficiar a una persona siempre le pidió algo,
cuando tuvo que alimentar a cinco mil hombres, les pidió si tenían algo para comer, cuando tenía que hacer
alguna curación, exigió la fe Tu fe te ha salvado Crees, has sido curado, antes de darle a la samaritana el agua viva
le dijo Mujer dame de beber. Justamente es el tiempo entonces de ver qué es eso que Dios nos pide, para que
verdaderamente pueda hacer milagros con mi vida, de tal manera que el camino hacia el cielo, se me haga más
ágil y rápido.
Es esta la semana en que se va a contemplar la vida de Cristo, justamente para viendo el ejemplo sumo de
nuestro Señor, imitarlo, para más amarlo y seguirlo.

La oración preparatoria, sea la de siempre: que todas mis acciones en esta hora de meditación, sean para
gloria y alabanza de su divina majestad.

P. Gustavo Lombardo
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El primer preámbulo, es la composición de lugar, y será acá ver con nuestra imaginación a Cristo
predicando, y llamando a los discípulos para su causa, dice San Ignacio aquí será ver con la vista de la imaginación,
sinagogas, villas y castillos por donde Cristo nuestro Señor predicaba. Mirar a Cristo organizando su Iglesia,
organizando sus tropas para la conquista del mundo. Y ver como insistía una y otra vez, con tal de que no se
perdiera ninguno de los que le fueron encomendados.
El segundo será pedir la gracia que quiero, lo propio que espero conseguir en esta meditación demandar
lo que quiero, será aquí pedir gracia a nuestro Señor, para que no sea sordo a su llamamiento, por el contrario que
sea presto y diligente para cumplir su santísima voluntad. Esto es pedirle un corazón generoso, pedirle luz en la
inteligencia, para conocer lo que Dios me pida y fuerza en la voluntad para seguirlo sin titubeos. Ver como en lo
que resta de mi vida voy hacer más agradable a Dios, cómo y en que momentos y lugares voy a dar gloria a Dios, y
entregarme de lleno a esas divinas inspiraciones.

EL REY TEMPORAL
San Ignacio para esto nos propone la típica meditación ignaciana del llamamiento del rey temporal, y se
trata de, considerando el llamamiento de un rey terreno, elevarse a contemplar el llamamiento del rey eterno.
[92] El primer punto es poner delante de mí, un rey humano, elegido por mano de Dios nuestro
Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos
Un líder, un hombre que nos propone una empresa grande, que vale la pena seguirlo, un héroe. Cada uno
aquí puede elegir a quien quiera. Un Godofredo de Buillón, aquel que organizó una de las cruzadas, la más exitosa
de todas, era necesario reconquistar el Santo Sepulcro que estaba siendo ultrajado, y por eso se decidió con todas
sus fuerzas a reunir a los príncipes cristianos para tomar Jerusalén. El P. Buela suele nombrar a Carlos Sacheri, del
cual dice que era todo un señor, y que estando uno con él se sentía tal. Un García Moreno en Ecuador. Un Manuel
Belgrano, un José de San Martín, un Rosas.
Un héroe, un caudillo. Conviene que sea un varón, sino uno podría pensar en almas como la de Isabel la
Católica, que capacidad y visión para gobernar, reconquistó España, descubrió un nuevo mundo para Cristo, o
santa Juana de Arco.
[93] El un segundo mirar cómo este rey habla con los suyos diciendo: Mi voluntad es la de
conquistar toda la tierra de infieles; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de ser contento de
comer como yo, y así de beber y vestir; como así también de trabajar conmigo en el día y vigilar en la
noche; para que tenga parte conmigo en la victoria como la he tenido en los trabajos.
Ofrece, pues una empresa gigantesca. San Ignacio en la época que escribe piensa en las cruzadas. Es un
hombre cabal, un hombre de corazón, que da ejemplo porque es el que va al frente. Un hombre que nos ofrece
un ideal, pero que cuesta cumplirlo ha de ser contento de comer y vestir como yo, como así también trabajar
conmigo en el día y vigilar en la noche. Pero sólo los que lo sigan en ese dolor y pena, lo seguirán también en la
victoria.
Quiere pues San Ignacio movernos a la magnanimidad, esta meditación apunta a que la inteligencia vea a
lo que ha sido llamada, y a que la voluntad sea férrea e indubitable para seguir ese llamado.
[94] Y en tercer lugar, ver que deben responder los buenos súbditos a rey tal liberal y tan
humano; y, por consiguiente si alguno no aceptase la petición del rey, cuanto sería digno de ser
vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero.

Considerar que repugnante es la respuesta negativa, ante semejante propuesta, la respuesta del
indiferente, pero en el mal sentido, el que no le interesa la causa de los demás, sino su propia comodidad y los
demás que revienten, que no quiere que lo saquen de sus planes y de sus esquemas, en definitiva, despreciar la

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voluntad del cobarde que no se anima a seguir a tan gran rey. Un hombre vencido, sin ideales, sin ilusiones. Es eso
lo que se ve a veces, en algunos jóvenes de nuestros días, como los deja el mundo, esas fiestas mundanas, se
pasan la vida en el ocio, no hacen nada, están tirados, todavía le contestan mal a sus padres... Que distinto son las
personas de alma grande, uno ve a esas señoras, que por más años que tengan siempre van a ser jóvenes, porque
tienen nobleza, y son más jóvenes que muchos jóvenes de hoy.

EL REY ETERNAL
[95] La segunda parte de este ejercicio consiste en aplicar el sobredicho ejemplo del rey
temporal a Cristo Nuestro Señor, con forme los tres puntos dichos.
Mirar a Cristo entonces, a Cristo que llama, podemos ver la imagen de Cristo rey del universo que pide que
le sigan. O esa imagen que nos presenta el Apocalipsis: Cristo montado en un caballo blanco, con estandarte que
dice rex regum: Rey de Reyes.
El primer punto entonces: ver a Cristo y delante de él todo el universo mundo, al cual y cada uno
en particular llama: Mi voluntad es la de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en
la gloria de mi Padre. Por tanto quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque
siguiéndome en la pena también me siga en la gloria.
Hay que aplicar el ejemplo anterior a Cristo, nuestro Señor y rey. La comparación de aquel rey con la de
nuestro Señor, es abismal; poco tiene que ver la empresa de aquel con la de éste. Ver a Cristo que llama, a todos
nos necesita, a todos llama, a jóvenes y grandes, es el llamado universal a la santidad, no le interesa ni siquiera
nuestra condición, El llama: poco importa si somos fuertes o débiles, sino tenemos grandes luces como San José
de Cupertino o si poseemos una inteligencia poderosa que ilumina a toda la Iglesia como Santo Tomás de Aquino,
poco importa si hemos sido fieles desde niños como Santo Domingo Savio, o si nos hemos convertido desde
grande después de una vida llena de pecados como San Agustín o esa mujer excepcional que fue Santa María
Magdalena. Él llama.
Y a qué llama Cristo, pone San Ignacio: mi voluntad es la de conquistar todo el mundo y todos los enemigos,
y así entrar en la gloria de mi Padre, esa es la empresa la más grande de todas, nos llama al apostolado. Todos los
enemigos: el demonio, el mundo y la carne; la herejía y la apostasía, lo impíos y los incrédulos. De su ejército
forman parte todos los Santos y tiene una reina y generala a quien nada se le puede negar, porque ella también
nos lo dio todo con su fiat.
Cristo que nos llama, entonces a las cosas más grandes que pueden haber sobre la tierra. Nos llama en
definitiva a una gesta épica, a conquistar un mundo para Cristo. La gran aventura, la única aventura. Cristo que da
el mandato a la misión Como el Padre me envió a mí, así os envío yo.
Por tanto, -sigue San Ignacio- quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, para que
siguiéndome en la pena también me siga en la gloria.

Para seguir a Cristo, hacen falta mujeres y hombres con ojos de reina, con visión y mirada amplia, que
quieran tomarse la vida o lo que les queda de ella realmente en serio y con entusiasmo.

"Navega mar adentro ¡Duc in altum! Palabra profunda, de muy profundo contenido, de hondas
resonancias místicas, que impele a grandes ideales que entienden quien son hombres de acción, de mirada
amplia, de corazón decidido y generoso, que por la nobleza de su alma se sonríen con alegría al saber que Jesús
mismo es quien les dice ¡Duc in altum! Es una invitación a realizar grandes obras, empresas extraordinarias donde
hay mucho de aventura, de vértigo, de peligro, donde las olas sacuden la barca, el agua salada salpica el rostro, la
proa va abriéndose paso por primera vez, donde no hay huellas y la referencia sólo son las estrellas, donde la
quilla es sacudida por remolinos encontrados, las velas desplegadas reciben el furor del viento, los mástiles cru-

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jen... y el alma se estremece ¡Mar adentro!, lejos de la orilla y de la tierra firme de los pensamientos meramente
humanos, calculadores y fríos... donde el agua bulle, el corazón late a prisa, donde el alma conoce celestiales
embriagueces y gozos fascinantes. Navegar mar adentro es tomar en serio, a fondo las exigencias del Evangelio...
es el ansia de nuestro corazón inquieto, que anhela poseer el Infinito, el ímpetu de los Santos y de los mártires
que lo dieron todo por Dios. Es lo propio de los pescadores: hombres humildes, laboriosos, que no temen los
peligros, vigilantes, pacientes en las prolongadas vigilias, constantes en repetir sus salidas al mar, prudentes para
sacar los peces, curtidos por la sal y por el sol. Es disponerse a morir como el grano de trigo, para ver a Cristo en
todas las cosas". De ahí aquellas palabras de Don Orione quien no quiera ser apóstol que salga de la Congregación;
hoy quien no es apóstol de Jesucristo y de la Iglesia es un apostata.
Seguir a Cristo con gran generosidad y entusiasmo, como San Francisco Javier, que se le engrandecía el alma
al pensar que podía ir a misionar, y el mundo le parecía chico, sus compañeros le señalaban en los mapas antiguos
la línea que marca el fin de la tierra, el finis terrae, y él contestaba:

No me habléis de finis terrae


nombre de magia que cierre
la senda a toda intención
hombre es de poca ambición
el que sus ansias encierre
en palabra tan ruin.
Mientras exista un confín
de tierra sin alabar
al que nos vino a salvar
la tierra no tiene fin. (J.M. Pemán)

Sigue San Ignacio: considerar que todos los que tuvieren juicio y razón, ofrecerán todas sus personas al
trabajo que pide tan gran rey. No se concibe, o no tiene explicación coherente, los que no siguen el llamado de
Cristo, los que son insensibles a las palabras llenas de amor del Señor en la Cruz Tengo Sed. Son las almas
pequeñas, dignas de lástima y compasión, que no se entusiasman por nada, aquellas palabras lamentables de
Santiago Rivière
Señor, aleja de mi la tentación de la santidad, confórmate con una vida sana y honesta que podré
ofrecerte. Pero no me tientes con grandes ideales. Te equivocas conmigo, pues no pertenezco a la raza
de los elegidos.
Más aún, termina el santo harán contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y mundano, y harán
oblaciones de mayor estima y mayor momento, de tal manera que terminemos esta meditación, con la conciencia
que debemos ofrecernos a Nuestro Señor, para lo que El quiera de nosotros, y concluyamos con la oración con
que cierra esta meditación, la oblación del reino:
Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante de
vuestra infinita bondad, y delante de vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte
celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y
alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual,
queriéndome vuestra santísima Majestad elegir y recibir en tal vida y estado

Si decimos esta oración a conciencia, es porque verdaderamente hemos comprendido el llamado de


Cristo.
Al final de las Buenas noches “Soldados Eclesiales” del P. Buela, termina diciendo que de cada uno de nosotros
se tendría que poder decir lo de aquel primer verso del poema de Eduardo Marquina al soldado de Infantería:
“No hay a su pie risco vedado;

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sueño no ha menester, quejas no quiere;


donde le llevan, va; jamás cansado;
ni el bien le asombra ni el desdén le hiere,
sumiso, valeroso y resignado,
obedece, pelea, triunfa muere”
...y resucita.

También puede ayudarnos a hacer el coloquio, aquel que hizo el P. Longhaye:


“Eterno Señor de todas las cosas, que tenéis sobre mí todos los derechos, yo hago mi oblación, mejor
dicho, la vuelvo a hacer y la renuevo, decidido a cumplirla con vuestro favor y ayuda; y la hago delante de
vuestra infinita bondad, recordando y confesando que si me pedís que luche y trabaje y que sufra, es más para
utilidad mía que para vuestro interés; es por pura bondad vuestra y sincero amor que me tenéis… y al hacer [la
oblación] protesto que lo hago no por entusiasmo pasajero del corazón, sino porque yo quiero y deseo, y es mi
determinación deliberada, aunque mi sensibilidad airada se revele de imitaros dondequiera que vayáis, sin
poner de mi parte cortapisa ni condiciones. Y pues os veo sufriendo desnudez y pobreza, dolores y oprobios,
con ellos me abrazaré para unirme a Vos, y mi anhelo será imitaros en pasar toda injuria y todo vituperio y
toda pobreza. Y no os pido imitaros únicamente llevando con paciencia a vuestro ejemplo las privaciones,
sufrimientos y humillaciones que pudieran sobrevenirme, pues que esto sería prudencia razonable y no
ofrecimiento generoso, sino que os suplico que me la enviéis y os pido formal y positivamente una parte, mi
parte, de vuestro cáliz. Y os lo pido no para un porvenir lejano y vago, para circunstancias excepcionales e
imaginarias, sino para hoy, para mañana, para todos los días de mi vida real y normal. Os suplico no me queráis
elegir y recibir en estado de pobreza, pues ya tuvisteis la bondad de hacerlo, sino que me queráis hacer sentir,
aún a mi pesar, algunos efectos de esta pobreza que por voto os tengo ofrecida. Anhelo encontrar, como Vos,
en mi camino injurias (con tal que las pueda pasar sin pecado de nadie), desprecios, críticas y todo vituperio. Sí,
Jesús mío, que mis superiores me avisen y reprendan; que mis hermanos me critiquen, siempre que sea con
caridad y sin falta de ellos; que la opinión me discuta y me censure, sea en la Compañía, sea fuera. Aún cuando
de ello no tuviera necesidad para bien de mi alma, yo lo deseo, oh Rey mío; lo deseo y lo pido para parecerme
a Vos y estar con Vos. Y cuando todo esto venga, si mi naturaleza se subleva, yo lo desmiento y condeno desde
ahora, y en tal caso recordadme, Jesús mío, que yo mismo os lo pedí y supliqué. Y si alguna vez se me ocurre
pensar que se me trata peor que a otros y menos bien de los que mis méritos piden, recordadme, oh buen
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Jesús, cómo se os trata a Vos; y otorgadme que jamás quiera parecerme a otro que a Vos . Amén, amén,
amén.”

[100] 2ª Nota. Para la segunda semana, y así para adelante, mucho aprovecha el leer algunos ratos en los
libros de Imitatione Christi o de los Evangelios y de vidas de sanctos.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…

1 Esta predilección por las privaciones, el sufrimiento y las humillaciones, se explica por un impulso de estar más cerca de
Cristo sufriente. En este estado, el criterio fundamental de discernimiento es Cristo mismo, lo central es “parecerse a Él”. En
esta 3ª manera de humildad, no hay masoquismo, sino un fuerte deseo de estar cerca de Cristo crucificado.

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