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Segunda entrega

Castillo Becerril Samantha Gabriela


Nafate Islas Siomara
Olvera Martínez Azael
Santabárbara Sabino Miguel Eben Ezer

En este escrito trataremos de responder una serie de preguntas desde nuestra


visión como estudiantes de 8º trimestre de la carrera de psicología en la UAM-X,
pensando cada perspectiva desde nuestra postura dentro de las mismas estructuras
que nos cuestionamos.

A lo largo de la carrera nos hemos llenado de teoría que nos sirve de guía para
distintos temas, trimestre con trimestre conocemos más teóricos y con ellos más
posturas ante la psicología, pero ¿eso a qué camino nos lleva?, las herramientas
que tenemos ¿nos conducen a lo que verdaderamente esperábamos de la
escuela?, y lo que esperábamos de la escuela, ¿realmente nos conduce a lo que
esperamos de la vida?

Para poder dar inicio a esto tendríamos que establecer ¿Qué es para nosotros ser
estudiante? Esta es una pregunta sumamente compleja que nos puede remitir a
distintas visiones a través del tiempo; los estudiantes de ahora se podrían
considerar iguales a los que hubo hace 100 o 200 años, sin embargo, lo que ha
cambiado con el tiempo es la cantidad y el tipo de contenidos, así como su
propósito. Creemos que el hecho de repetir conceptos y teorías ya no bastan para el
mundo al que nos enfrentamos, entonces ¿es un tener que hacer o un querer
hacer?

Desde que nacemos estamos rodeados de instituciones, tanto en el plano familiar


como en el educativo adoptamos lo que se nos dice, se nos adoctrina de tal manera
que no fomentan el cuestionamiento, no se permite liberar nuestras ideas -si es que
éstas realmente pudieran llegar a ser libres-, se nos imponen teorías y nos evalúan
de acuerdo con qué tan bien repetimos lo instruido. Pensando en eso, lo que se nos
enseña es a repetir estas ideas y a llevarlas a la sociedad, un claro ejemplo es el
quehacer de un médico al que no le pagan por ir contra los fármacos, le pagan por
saber qué medicamentos dar ante cierta afección.

Siguiendo esto, se podría pensar que basta con memorizar conceptos y seguir el
ritmo establecido sin cuestionar para considerarse un estudiante ejemplar, ¿qué
sucede entonces con esta “etiqueta” tan clásica de la juventud y propia de las
disciplinas consideradas como “humanidades” que se les tacha de “rebeldes” y
“revolucionarias”? Al menos nosotros, como estudiantes de una carrera dentro de
esta categoría, nos vemos atravesados por esta contradicción, y así desde la
postura estudiantil nos cuestionamos entonces ¿qué es ser estudiante de
psicología?

La psicología como disciplina se ha ramificado en diferentes campos, es común que


el grueso de la población crea que la psicología se trata de únicamente dar terapias
y analizar a las personas, este prejuicio ha caracterizado a la carrera a lo largo del
tiempo. Incluso nosotros, como estudiantes de esta disciplina notamos que muchos
teníamos esa idea al inicio (más o menos desarrollada), ya que al estar
influenciados por la sociedad, llegamos a tomarla como propia, con ciertas
variaciones, pues mucha gente cree que solamente asisten a terapia quienes están
“locos”, y con esto se suele generar cierto rechazo hacia quienes estudian -y
posteriormente ejercen- esta carrera, existiendo la creencia por quienes están
ajenos a ésta, que esto mismo “los vuelve locos”.

Sin embargo, teniendo la oportunidad de hacer “prácticas” en distintos módulos de


la carrera y relacionándonos con nuestros “objetos de estudio”, de una u otra
manera hemos visto que ante las intervenciones que hacemos o nuestra sola
presencia en su espacio se suelen generar reacciones positivas, contrario al
prejuicio con el que se nos llega a recibir, e incluso, ya pasado el tiempo y
acostumbrados a tratar con nosotros, a veces, buscan más “respuestas” a
problemáticas que no terminan por resolver. En ese sentido nos encontramos de
nuevo con la contradicción de que, a pesar de comúnmente no ser “bienvenidos” en
sus espacios, terminamos por ser necesarios para llegar a resultados favorables
dentro del campo en el que estemos trabajando.

Por otro lado, al ser estudiantes nos enfrentamos con la parte laboral, misma que
representa ese futuro inevitable que nos acecha, el que es angustiante y temible
considerando que lo que se busca va más allá de solo ser terapeuta o RH, y no es
por demás, ya que volviendo al aspecto de los prejuicios nos encontramos siempre
con la carga que representa el aspecto económico, y tristemente son estos dos de
los trabajos mejores pagados en cuanto a Psicología se refiere.

Desde nuestras familias, amigos e incluso conocidos se nos dice repetidamente lo


poco redituable que es ser psicólogo, ¿pero es realmente esto lo que importa?
Contestar esta pregunta sería sumamente difícil teniendo en cuenta que podemos
caer en el error de tener una visión idealista y a su vez simplista, ¿buscar lo
económico? ¿buscar ayudar a la gente? ¿hay un punto intermedio o la balanza solo
se inclina hacia un lado? y lo más importante es saber si lo que hacemos
actualmente nos deja vislumbrar alguna de las opciones a seguir, entonces ¿qué
representa realmente ser estudiante de psicología en la UAM-X?

Tomando en cuenta todo lo dicho, estudiar psicología en la UAM-X representaría


todo lo contrario a lo que se quiere de un estudiante y a lo que se entiende por un
psicólogo, dado a su sistema de enseñanza-aprendizaje que suele fomentar la
crítica y el análisis de los temas impartidos; dentro de las aulas no se acostumbra
luchar por seguir a un solo autor o tener un solo punto de vista, las discusiones y
aportaciones colectivas dejan cada día conocimiento nuevo, llevando a una
formación que no se encarga de repetir ni memorizar datos para cumplir con los
estándares preestablecidos y de esa manera alimentar un sistema político e
ideológico que solo busca formar mano de obra que genere sin cuestionar ni
enfrentar; por el contrario, nuestra formación en la UAM-X nos lleva a buscar
comprender las teorías, los temas de interés y las problemáticas actuales, y
cooperar con el fin de crear nuevas metodologías, mejores usos para las
herramientas adquiridas.

En cuanto al prejuicio antes mencionado hacia los psicólogos, un estudiante


formado en la UAM-X también lo desafía, pues debido al mismo sistema que nos
permite cuestionar las cosas y analizarlas desde diferentes perspectivas es que
llegamos a discusiones que ponen en tela de juicio lo que suele estar establecido.
En específico en este periodo (8vo trimestre) hemos ido y venido entre tantos
autores con distintas definiciones, ideas y propuestas entorno a lo que se entiende
por “locura” y a los que se señalan como “locos”. Hemos leído que la locura es algo
que “se padece”, que funciona para marcar una diferencia entre unos y otros, que
existe desde hace tanto tiempo y que carga tanto críticas como segregación;
asimismo se dice que la locura no es un padecimiento, pues quien vive con ella no
lo sufre, que no funciona separar a los locos de la sociedad bajo la intención de
“ayudarlos”, pues tenerlos encerrados solo sirve para quitar la incomodidad de
verlos y tenerlos cerca; se dice también que la locura está en todos, y que ese
delirio se comparte para darle más poder a quien esté del lado de la mayoría;
incluso hay discursos que afirman que sin la locura no se podría vivir, pues esta le
da cuerda a todo lo que desencadena las pasiones humanas; finalmente, hay
posturas que aseguran que no existe la locura -también llamada enfermedad
mental- y que por lo tanto no existen locos en el mundo.

Es así que nos movemos entre temas y autores y aprendemos de maneras muy
diversas, tratamos de entender todas las posturas y continuamente surgen más
preguntas que respuestas, eso promueve la retroalimentación y el estar
constantemente en discusión, bajo esa costumbre manejamos nuestra vida
académica.

Sin embargo, surge siempre al final del día la pregunta ¿qué estamos haciendo
realmente? Cada trimestre en clase nos hemos cuestionado cuál es nuestra
participación en los campos en los que intervenimos y cuál es la finalidad que
buscamos al salir a explorar el campo de la mano de la teoría, cada trimestre nos
adentramos a un lugar diferente, no solo hablando del espacio físico, sino del
espacio social, del espacio personal. El miedo y la incertidumbre siempre van por
delante como un escudo ante lo nuevo, ante lo extraño, pero lo que importa es cómo
enfrentamos todo ello y nos adentramos a dar lo mejor... ¿lo mejor para quién?

Para ser más específicos, y enfocándonos en lo que corresponde a este trimestre,


¿qué hace un estudiante de psicología en un espacio como lo es el psiquiátrico?,
¿es solo una práctica más que nos pone de nuevo en la realidad?, una realidad que
muchas veces es ignorada, y en algún momento nos provocó cierta renuencia; sin
embargo, no por eso deja de ser un espacio en donde podemos enriquecer nuestro
conocimiento, donde podemos ver que las personas que habitan ese lugar nos
enseñan más de lo que nosotros podríamos imaginarnos.

El proceso en este espacio llega a ser muy confuso, ¿cómo puedo saber qué debo
hacer si lo único que se hace es caminar?, pero hay un momento en el que te
familiarizas con ese “solo caminar”, y te permites ver a tus compañeros de caminata
como personas que lejos de buscar “ayuda”, podrían estar ayudándote a ti mismo,
pues te enseñan a ver de la forma en que lo hacen ellos, una forma tan compleja
que no es fácil percibir, pero que si tienes la fortuna puedes darte cuenta que no
todos están ansiosos por recibir ayuda, muchas veces esas personas que tú
intentabas ayudar, son quienes te ayudan y terminan dejando grandes enseñanzas.

Nos enseñan que hay cosas más allá del sentarte frente a una persona con la cual
solo te comunicas mediante palabras, y entre muchas cosas, eso es a lo que te
enfrentas en el psiquiátrico, debes cambiar el típico intercambio de palabras y
frases, por un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados; los gestos, los
silencios, las miradas, nos dicen tanto como las palabras mismas, sin embargo, se
vuelve muy complicado aprender a escuchar, comprender ese otro lenguaje, nos
sentimos vulnerables al despojarnos de nuestras ya típicas “herramientas”.

A lo largo de las semanas y de las visitas al psiquiátrico fuimos descubriendo


nuevos caminos, pero no hablamos de pedazos de tierra, esos ya han sido
descubiertos desde hace mucho, hablamos de esos caminos que los internos
siguen día a día, esos caminos que los sorprenden, los ilusionan y en ocasiones los
asustan. Conocimos nuevos caminos para conectarnos con personas que siempre
han sido tachadas de “diferentes”, pero ¿qué tan diferentes son en realidad?
Caminamos igual que ellos, hablamos igual que ellos, miramos igual que ellos,
sentimos igual que ellos, la diferencia en realidad es que no están dentro de la
“normalidad” que exige la sociedad en que vivimos, pero ellos nos muestran la
realidad que va más allá.

Caminan despreocupados, se comunican entre ellos aún cuando nosotros no


entendemos lo que dicen, ven todo con más emoción, con más alegría, las cosas
que para nosotros parecen más simples para ellos son lo más impresionante y es
cuando nos preguntamos, ¿ellos son los que están “mal” realmente?

Intentar darse cuenta de todo esto es sin duda un proceso difícil, porque más que
los obstáculos de fuera pareciera que lo que más pesa al momento de estar ahí es
lo que nosotros venimos cargando. El hecho de no poder comunicarnos como
estamos acostumbrados, de ver sujetos que han sido tachados como diferentes e
incluso el ver que tal vez nuestros demás compañeros estaban entendiendo cosas
que nosotros no nos llevó a sentir una incomodidad que en ocasiones nos hizo
pensar de todo, ¿realmente alguien nos necesitaba ahí?, ¿esta incomodidad era
parte del proceso? Incluso en una ocasión intentamos darnos a expresar por medio
de la literatura pero al día de hoy aún creemos que no bastan palabras para
expresar el conflicto que sentimos antes y ahora.

A veces es muy cómodo pensar que estamos en realidad ayudando y esto sirve
para satisfacer nuestro ego, pero a final de cuentas cada una de las intervenciones
que hemos hecho hasta el día de hoy han sido con el objetivo de cumplir con las
asignaciones de lo que conocemos como módulos, sin embargo, debemos mirar en
todo momento de manera crítica y objetiva para poder darnos cuenta de que tres
meses no bastan, de que los espacios que visitamos ahí seguirán después de que
termine nuestro trimestre, de que incluso esas personas que nos ven por tantos días
y de las que obtenemos hasta la más íntima información el día de hoy no pasan de
ser una anotación en nuestro trabajo de investigación y entonces nos cuestionamos
¿cuál es nuestro verdadero impacto? Si es que realmente existe tal.

De una manera muy irreverente terminamos replicando esa psicología conductista a


la que tanto nos hacen criticar, entregamos trabajos y a cambio recibimos una letra,
un número, ¿qué pasó con esa visión transformadora?

Pareciera que todas las ideas revolucionarias se quedan simplemente como ideas y
es que es imposible para nosotros, para la escuela y para la sociedad concebir la
idea de que no sea necesario que tales trabajos e intervenciones tuvieran un pago
en forma de calificación, pareciera que si no fuera de esta manera ¿qué sentido
tendría hacerlos?

Cuando como equipo concebimos la idea de este ensayo no sabíamos realmente a


qué queríamos llegar (si es que llegábamos a algo) y desde el principio tuvimos muy
en cuenta que era imposible contestar con certeza la pregunta con la que
comenzamos, y lo que terminamos haciendo fue todo lo contrario, abrir preguntas y
preguntas, y tal vez de una manera muy reduccionista este mismo ejercicio es lo
que para nosotros representa ser estudiantes. Lo más seguro es que no
coincidamos con muchos en esta visión nuestra pero creemos que la riqueza de
este proceso también está en eso, pensar en que a partir de esta diferencia pueda
surgir algo más, ¿de qué serviría el aprendizaje si todos pensaramos igual?

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