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A lo largo de la carrera nos hemos llenado de teoría que nos sirve de guía para
distintos temas, trimestre con trimestre conocemos más teóricos y con ellos más
posturas ante la psicología, pero ¿eso a qué camino nos lleva?, las herramientas
que tenemos ¿nos conducen a lo que verdaderamente esperábamos de la
escuela?, y lo que esperábamos de la escuela, ¿realmente nos conduce a lo que
esperamos de la vida?
Para poder dar inicio a esto tendríamos que establecer ¿Qué es para nosotros ser
estudiante? Esta es una pregunta sumamente compleja que nos puede remitir a
distintas visiones a través del tiempo; los estudiantes de ahora se podrían
considerar iguales a los que hubo hace 100 o 200 años, sin embargo, lo que ha
cambiado con el tiempo es la cantidad y el tipo de contenidos, así como su
propósito. Creemos que el hecho de repetir conceptos y teorías ya no bastan para el
mundo al que nos enfrentamos, entonces ¿es un tener que hacer o un querer
hacer?
Siguiendo esto, se podría pensar que basta con memorizar conceptos y seguir el
ritmo establecido sin cuestionar para considerarse un estudiante ejemplar, ¿qué
sucede entonces con esta “etiqueta” tan clásica de la juventud y propia de las
disciplinas consideradas como “humanidades” que se les tacha de “rebeldes” y
“revolucionarias”? Al menos nosotros, como estudiantes de una carrera dentro de
esta categoría, nos vemos atravesados por esta contradicción, y así desde la
postura estudiantil nos cuestionamos entonces ¿qué es ser estudiante de
psicología?
Por otro lado, al ser estudiantes nos enfrentamos con la parte laboral, misma que
representa ese futuro inevitable que nos acecha, el que es angustiante y temible
considerando que lo que se busca va más allá de solo ser terapeuta o RH, y no es
por demás, ya que volviendo al aspecto de los prejuicios nos encontramos siempre
con la carga que representa el aspecto económico, y tristemente son estos dos de
los trabajos mejores pagados en cuanto a Psicología se refiere.
Es así que nos movemos entre temas y autores y aprendemos de maneras muy
diversas, tratamos de entender todas las posturas y continuamente surgen más
preguntas que respuestas, eso promueve la retroalimentación y el estar
constantemente en discusión, bajo esa costumbre manejamos nuestra vida
académica.
Sin embargo, surge siempre al final del día la pregunta ¿qué estamos haciendo
realmente? Cada trimestre en clase nos hemos cuestionado cuál es nuestra
participación en los campos en los que intervenimos y cuál es la finalidad que
buscamos al salir a explorar el campo de la mano de la teoría, cada trimestre nos
adentramos a un lugar diferente, no solo hablando del espacio físico, sino del
espacio social, del espacio personal. El miedo y la incertidumbre siempre van por
delante como un escudo ante lo nuevo, ante lo extraño, pero lo que importa es cómo
enfrentamos todo ello y nos adentramos a dar lo mejor... ¿lo mejor para quién?
El proceso en este espacio llega a ser muy confuso, ¿cómo puedo saber qué debo
hacer si lo único que se hace es caminar?, pero hay un momento en el que te
familiarizas con ese “solo caminar”, y te permites ver a tus compañeros de caminata
como personas que lejos de buscar “ayuda”, podrían estar ayudándote a ti mismo,
pues te enseñan a ver de la forma en que lo hacen ellos, una forma tan compleja
que no es fácil percibir, pero que si tienes la fortuna puedes darte cuenta que no
todos están ansiosos por recibir ayuda, muchas veces esas personas que tú
intentabas ayudar, son quienes te ayudan y terminan dejando grandes enseñanzas.
Nos enseñan que hay cosas más allá del sentarte frente a una persona con la cual
solo te comunicas mediante palabras, y entre muchas cosas, eso es a lo que te
enfrentas en el psiquiátrico, debes cambiar el típico intercambio de palabras y
frases, por un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados; los gestos, los
silencios, las miradas, nos dicen tanto como las palabras mismas, sin embargo, se
vuelve muy complicado aprender a escuchar, comprender ese otro lenguaje, nos
sentimos vulnerables al despojarnos de nuestras ya típicas “herramientas”.
Intentar darse cuenta de todo esto es sin duda un proceso difícil, porque más que
los obstáculos de fuera pareciera que lo que más pesa al momento de estar ahí es
lo que nosotros venimos cargando. El hecho de no poder comunicarnos como
estamos acostumbrados, de ver sujetos que han sido tachados como diferentes e
incluso el ver que tal vez nuestros demás compañeros estaban entendiendo cosas
que nosotros no nos llevó a sentir una incomodidad que en ocasiones nos hizo
pensar de todo, ¿realmente alguien nos necesitaba ahí?, ¿esta incomodidad era
parte del proceso? Incluso en una ocasión intentamos darnos a expresar por medio
de la literatura pero al día de hoy aún creemos que no bastan palabras para
expresar el conflicto que sentimos antes y ahora.
A veces es muy cómodo pensar que estamos en realidad ayudando y esto sirve
para satisfacer nuestro ego, pero a final de cuentas cada una de las intervenciones
que hemos hecho hasta el día de hoy han sido con el objetivo de cumplir con las
asignaciones de lo que conocemos como módulos, sin embargo, debemos mirar en
todo momento de manera crítica y objetiva para poder darnos cuenta de que tres
meses no bastan, de que los espacios que visitamos ahí seguirán después de que
termine nuestro trimestre, de que incluso esas personas que nos ven por tantos días
y de las que obtenemos hasta la más íntima información el día de hoy no pasan de
ser una anotación en nuestro trabajo de investigación y entonces nos cuestionamos
¿cuál es nuestro verdadero impacto? Si es que realmente existe tal.
Pareciera que todas las ideas revolucionarias se quedan simplemente como ideas y
es que es imposible para nosotros, para la escuela y para la sociedad concebir la
idea de que no sea necesario que tales trabajos e intervenciones tuvieran un pago
en forma de calificación, pareciera que si no fuera de esta manera ¿qué sentido
tendría hacerlos?