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LLEGADA A LA LUNA ›

Parte del instrumental dejado en el satélite aún envía información y


quedan muestras de rocas lunares por analizar

El astronauta Buzz Aldrin, del 'Apolo 11', desplegó un sismógrafo que apenas funcionó tres semanas. En vídeo,
cronología de la llegada a la Luna. FOTO: NASA | VÍDEO: EPV

MIGUEL ÁNGEL CRIADO

22 JUL 2019 - 10:42 CEST

En su alocución al Congreso en mayo de 1961 en la que anunció el propósito de


llegar a la Luna antes de una década, John F. Kennedy no pronunció la palabra
ciencia. Y solo la mencionó dos veces en su discurso del año siguiente en Houston
en el que dijo el famoso "Nosotros elegimos ir a la Luna". La política, la propaganda
y hasta la ingeniería eran más importantes que la investigación científica. Sin
embargo, tras llegada del Apolo 11 las misiones sucesivas fueron cada vez más
científicas, sentando las bases de la ciencia espacial. Aún hoy, los kilos de piedras
que se trajeron a la Tierra y algunos de los instrumentos que se dejaron allí arriba
siguen alegrando a los científicos.
El astronauta del Apolo 11 Buzz Aldrin apenas pasó una hora y media pisando la
Luna. En este tiempo tuvo que desplegar, entre otros instrumentos, un sismógrafo
(ver imagen arriba) y un retrorreflector. En las sucesivas misiones Apolo, llegaron
más. Con aquellos aparatos se pudo estudiar el grosor de la corteza lunar y
anticipar como es el interior del satélite. También se detectaron hasta 28
lunamotos entre 1969 y 1977, cuando los sismógrafos aún operativos fueron
desactivados.

El pasado abril, con la ayuda de un nuevo algoritmo, un grupo de investigadores


pudo reinterpretar aquellos datos sísmicos y afinar en la localización del epicentro
de cada temblor. Al solapar las nuevas ubicaciones con las imágenes que la Lunar
Reconnaissance Orbiter (LRO), una sonda de la NASA que lleva una década
orbitando y fotografiando al satélite, comprobaron que al menos ocho de los
seísmos caían sobre líneas de falla. La conclusión para los científicos es que la
Luna aún está activa.

"Creemos que es muy probable que

Solo uno de los estos ocho temblores se produjeran por


astronautas, el último en el deslizamiento de fallas a medida que
pisar la Luna, era se acumulaba el estrés por la compresión
científico de la corteza lunar provocada por la
contracción global y fuerzas de marea, lo
que indicaría que los sismógrafos de las
Apolo grabaron el encogimiento de la
Luna y que aún es tectónicamente activa", decía en una nota el principal autor del
estudio, el experto en ciencias planetarias del Instituto Smithsoniano, Thomas
Watters. A medida que el interior del satélite se enfría, se va contrayendo,
provocando esta inestabilidad.

Otro de los instrumentos que Aldrin dejó sobre la Luna fue un retrorreflector que
aún funciona. Se trata de una especie de espejo que refleja pulsos de láser
enviados desde la Tierra hacia el mismo punto de origen. Con él se pudo
determinar con más precisión la distancia entre satélite y planeta. Otros cuatro
retrorreflectores, dos llevados por naves Apolo y otros dos por misiones soviéticas,
también siguen operativos. Con esta red se pudo determinar también que la Luna
se está separando de la Tierra a un ritmo de 3,8 centímetros al año.
Dentro de su programa Artemisa de regreso a la Luna, la NASA anunció a
comienzos de mes algunos de los experimentos e instrumental científico
candidatos para llevar al satélite. Entre estos, aprobaron una nueva red de
retrorreflectores más avanzados. "Nuestros retrorreflectores lunares de última
generación son la versión para el siglo XXI de los instrumentos que hay ahora en la
Luna", decía el científico responsable de los nuevos aparatos, Douglas Currie, en
una nota de la Universidad de Maryland (EE UU). Se da la circunstancia de que
Currie, ahora profesor emérito, fue el cocreador de aquel primer espejo que colocó
Aldrin.

La roca Génesis, encontrada por los astronautas del Apolo 15, esuna anortosita y demostró la antigüedad de la
Luna: tiene unos 4.000 millones de años. NASA
Además de lo que dejaron en la Luna, los astronautas del Apolo 11 se trajeron de
vuelta a la Tierra casi 22 kilogramos de material lunar, entre rocas y polvo. Al
acabar las misiones, los tripulantes de las Apolo se llevaron con ellos un total de
382 kilogramos de Luna. Con estos trozos se empezó a reescribir el origen y
evolución del satélite y, en cierta medida, también el de la Tierra, el del sistema
solar y más allá.

"Antes del Apolo, la visión dominante sobre la Luna era que estaba compuesta de
material primitivo datado en los primeros tiempos de la formación del sistema
solar. Se formó en frío (menos de 300º) y solo fundida localmente por el impacto
de algún gran meteorito", comenta en un correo electrónico Rick Carlson,
geoquímico y director del departamento de magnetismo terrestre del Instituto
Carnegie para la Ciencia (EE UU). Parte de esa idea se sustentaba en la teoría de
que los planetas y cuerpos rocosos similares se formaron por acreción, por la
acumulación de materia durante cientos de millones de años de progresivo
enfriamiento.

"Con las primeras muestras del Apolo 11, nos dimos cuenta de que la Luna se
formó en caliente, posiblemente completamente fundida. Al enfriarse desde este
estado inicial, generó una gruesa corteza mediante la flotación de cristales en un
magma en enfriamiento, en cierta medida como los icebergs se forma en el
océano, pero mucho más caliente", explica Carlson. Las rocas extraídas de los
cráteres también han permitido reconstruir el tormentoso pasado no solo de la
Luna: "El registro de cráteres de la Luna nos cuenta que los grandes impactos de
meteoritos eran algo común en los principios del sistema solar", añade el
geoquímico.

Para Carlson, las muestras lunares


cambiaron completamente la visión de La convulsa historia de la
cómo se forman los planetas: "En vez de Luna ayuda a conocer la
una suave y fría acumulación de cuerpos de todo el sistema solar
pequeños, ahora en la mayoría de los
modelos de formación planetaria
intervienen impactos muy energéticos
entre grandes objetos. De hecho, el modelo dominante sobre el origen de la Luna
es que se formó de materiales despedidos de la Tierra cuando esta fue impactada
por un objeto puede que tan grande como Marte".

Y aún queda historia por contar. De todos los astronautas que estuvieron en la
Luna solo uno era científico: el geólogo Harrison Schmitt, de la misión Apolo 17, la
última. Él fue el último humano en pisar suelo lunar. De vuelta a la Tierra se
trajeron 111 kilogramos de muestras de rocas. Ahora 800 gramos del material
nunca expuestos a la atmósfera terrestre serán desembalados y estudiados con la
tecnología que no existía hace 50 años. Como decía tras el anuncio la directora en
funciones de la división de ciencias planetarias de la NASA, Lori Glaze, "estas
muestras se guardaron deliberadamente para que pudiéramos aprovechar la más
avanzada y sofisticada tecnología actual para responder a preguntas que no
sabíamos que íbamos a tener que hacernos".

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