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Ordenadores
Si la computación tradicional nos llevó a la
luna, ¿dónde nos puede llevar la cuántica?
Por Tomás López Morales

John F. Kennedy marcó el objetivo, y Estados Unidos conquistó el espacio


solo siete años después y el resultado convirtió al país en líder tecnológico.
Pero la computación cuántica se está haciendo esperar

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Madrid 24 JUL 2019 - 07:43 CEST

oonshot no solo signi ca lanzamiento lunar. Entre los usos


coloquiales del término, también se utiliza para designar los
proyectos arriesgados, con un poco de locura, que pueden
cambiarlo todo o terminar sin un resultado tangible. En todo
caso, el esfuerzo merece la pena. En 1962 el presidente de
Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, anunció que en esa década iba a poner
un hombre en la luna. Era un moonshot, en el sentido gurado y real. Y funcionó.

50 años después, cientí cos, gobiernos y empresas de todo el mundo parecen


haberse embarcado en otra de esas misiones tan esperanzadoras como inciertas:
desarrollar la computación cuántica, que sustituye los bits de la computación
binaria –con su dualidad entre el 0 y el 1– por los cúbits, en los que se pueden
superponer ambos estados, aumentando drásticamente la capacidad de cálculo.
Cuando eso suceda, cambiará para siempre todo lo que hacemos con los
ordenadores, que es casi lo mismo que decir todo lo que hacemos.

La analogía, aplicada a la exploración espacial y la astronomía, es tentadora. Si la


computación tradicional nos llevó a la luna, ¿hasta dónde nos puede llevar la
cuántica? “Con los ordenadores cuánticos estamos en una época similar a la de
hace 50 años”, dice Asier Arranz, director del Quantum Community Lab de IBM.
“Tenemos unas máquinas grandes y lentas, como entonces, pero esas máquinas
nos llevaron a la luna”.
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Los ordenadores cuánticos tardarán en llegar por lo exótico de sus componentes

Luna: aquel salto gigante para la humanidad

En la década de los 60 del siglo pasado, dos tipos de ordenadores fueron


imprescindibles para que la misión lunar tuviese éxito. En tierra, el IBM 360, una de
esas unidades que ocupaban una habitación, y que fue decisivo es la
parametrización y simulación de la trayectoria de la nave, especialmente en el
momento crítico del alunizaje.

El IBM 360, con un peso superior a los 2.000 kilos, no podía ir, evidentemente, a la
luna. Lo que sí viajó al satélite terrestre fueron dos unidades de lo que se bautizó
como AGC (por Apollo Guidance Computer), ordenadores que hicieron de cerebro
de los dos módulos del Apollo XI. Los AGC, con el tamaño de una maleta y un peso
de 32 kilos, fueron desarrollados por el MIT.

“Hoy tiene todo un soporte informático, pero entonces con ar un proceso crítico a
una máquina era totalmente revolucionario”, explica Juan Antonio Maestro de la
Cuerda, profesor de Ingeniería Informática en la Universidad Nebrija. Más
concretamente, detalla que el principal avance del IBM 360 fue que marcó el inicio
de la compatibilidad entre ordenadores, ya que hasta entonces “cada máquina
hablaba un lenguaje distinto, y su programación era un mundo”.

Los AGC, por su parte, introdujeron un concepto revolucionario, que hoy


entendemos como computación robusta o tolerante a fallos. Se trata de que la
máquina jerarquice las tareas, y que, al mínimo problema, relegue las rutinarias o
poco importantes. Es algo hoy fundamental en la gestión, por ejemplo, del trá co
aéreo o las instalaciones nucleares, y salvó del fracaso al Apollo XI, cuando uno de
sus radares saturó de datos el sistema y éste estuvo a punto de bloquearse durante
el descenso.

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IBM System/360

Sin esos avances informáticos, provocados por ese moonshot que ordenó Kennedy
ante la pujanza soviética en la carrera espacial, el ser humano habría tardado más
en pisar la luna. A Miquel Serra-Ricard, astrónomo en el Instituto de AstroGísica de
Canarias y administrador del Observatorio del Teide, tampoco le hubiese
importado demasiado: “Al nal lo de menos fue pisar la luna, pues lo realmente
importante fue la creación de inercia brutal de transferencia del conocimiento: en
computación, en nuevos materiales, en medicina... Fue una osadía de Estados
Unidos, con una inversión de dinero incomparablemente mayor a lo que hoy
invierten la Agencia Europea del Espacio y la NASA. Pero todo lo que hubo
alrededor del proyecto Apollo es lo que provoca que hoy Estados Unidos sea el
líder tecnológico”, asegura.

¿Y ahora?

Si la computación cuántica va a llevar la exploración del espacio a un nuevo nivel,


no será a corto plazo. Así lo explica el investigador de Ikerbasque Enrique Solano,
que además dirige un grupo de investigación sobre tecnologías cuánticas en la
Universidad del País Vasco y es profesor en la Universidad de Shanghái: “La
computación cuántica puede ser fundamental para resolver un grave problema
aeroespacial como las turbulencias, pero actualmente no hay avances
signi cativos. Podemos ser optimistas, pero no debemos exagerar las
expectativas”.

Para Solano, muy sorprendido por la cantidad de inversiones, públicas y privadas,


para la investigación cuántica tras trabajar en ella “20 años en la sombra”, habrá
que esperar unos cinco años para ver resultados tangibles: “Hasta entonces no
empezaremos a resolver problemas con la computación cuántica, y serán
problemas del ámbito académico, con pocas aplicaciones por ahora”. La transición
de los bits a los cúbits es complicada, y no solamente desde el punto de vista
técnico: “La computación convencional es determinista, es 1 o 0, mientras que los
principios cuánticos se basan en la incertidumbre”, explica Maestro de la Cuerda,
“así que el cambio de paradigma es brutal”. 

Al nal lo de menos fue pisar la luna, pues lo


realmente importante fue la creación de inercia
brutal de transferencia del conocimiento
/ Miquel Serra-Ricard, astrónomo en el Instituto de Astro1ísica de Canarias y administrador del Observatorio del Teide

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Mientras las inversiones en tecnologías cuánticas cuajan -o no-, los astroGísicos
siguen investigando apoyándose en la computación, tanto que, explica Serra-
Ricard, “hoy es inconcebible pensar en un astrónomo sin un ordenador al lado”. En
el Instituto de AstroGísica de Canarias, un centro de referencia mundial, utilizan la
potencia computacional para controlar los telescopios, tratar sus imágenes,
realizar modelos teóricos sobre choques de galaxia… ¿Si llega la computación
cuántica, será una mejora exponencial de vuestras expectativas cientí cas?
“Evidentemente, todo lo que sea potencia computacional nos interesa, pero a los
ordenadores cuánticos todavía les queda para ser explotados sin problemas, y no
podemos arriesgarnos a experimentar”.

El futuro puede ser muy prometedor, pero para todos los que se dedican al espacio,
el periodo 1962-1969 es imbatible. “Nada de lo que hacemos se puede comparar
con el proyecto Apollo; me cuenta entender cómo lo lograron”.

Cómo conquistar la luna con una máquina menos potente


que tu móvil

El IBM 360 que, desde tierra, fue básico para el éxito del Apollo XI tenía dos megabytes de memoria principal. En
1969 era algo impresionante. En 2019 un buen portátil ofrece un terabyte de memoria -es decir, más de un millón de
megabytes- por menos de 900 euros.

El relato de los que trabajaron al pie del cañón aquellos días de julio de 1969 incide en di cultades que hoy nos
sacarían de quicio con cualquier smartphone. Los datos llegaban a la base con un retraso de tres o cuatro segundos, y
si querían comunicar algo a los astronautas, tenían que esperar en el mejor de los casos ocho segundos para escuchar
su respuesta. Cualquier actualización de la trayectoria del Apollo XI, por pequeña que fuese, tardaba en completarse
alrededor de un minuto y medio, simplemente por falta de potencia informática.

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