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RSE en países en desarrollo las características que lo diferencia de los

países en desarrollo
Derechos humanos, trabajo infantil y forzado y condiciones laborales mínimas. Sin
embargo, una vez abordados estos temas, las prioridades de América Latina son
diferentes a las de Europa o Estados Unidos. Los asuntos laborales en esta región
no están suficientemente tratados por la mayoría de las legislaciones nacionales
(comparados con Europa) por lo que se convierten en un tema prioritario.
El alto nivel de desigualdad en el ingreso hace que las prácticas de negocios

Ser considerado una práctica modelo de RSE en temas laborales, es el mínimo


legal en otros países más desarrollados. En general la existencia del Estado de
bienestar, instituciones fuertes y supranacionales de peso (Unión Europea)
cambian el panorama y las circunstancias de manera sustancial.
Las circunstancias sociales y ambientales derivadas de un desarrollo económico
desigual también influyen. En Europa, las empresas, la sociedad civil y el Estado
pueden cumplir con sus responsabilidades más fácilmente, mientras que en
América Latina el sector privado tiene que hacerse cargo de algunos asuntos que
quizá no le corresponde asumir pero que no puede evitar para poder tener su
limitación para crear valor económico tanto en la empresa como fuera de ella.
Precisamente es la necesidad de llevar a cabo una buena conducta empresarial lo
que nos lleva a la ciudadanía corporativa. Se trata de ser un buen vecino o, por lo
menos, un vecino que no moleste.

Este término es el primer paso hacia la RSE. Se trata de minimizar el impacto


negativo en la sociedad y el medioambiente. La empresa, particularmente en
países con economías emergentes como es el caso de la mayor parte de
Latinoamérica, se desenvuelve en un entorno donde ejerce una gran influencia.
Las comunidades donde operan buscan en las empresas el liderazgo para la
solución de muchos de sus problemas. Sin pretender que el sector privado
substituya el papel del Estado, o que se convierta en la fuente de todas las
soluciones, la ciudadanía corporativa supone llevar a cabo las operaciones
respetando al resto de los actores en la sociedad, comportándose como una buena
ciudadana y, de esta manera, contribuyendo a mejorar, o al menos a no
empeorar, la calidad de vida de la población y del medio ambiente cuyos recursos
consume para poder llevar a cabo su actividad.

Existen asuntos que son comunes a todo el mundo como el medioambiente, un


entorno favorable (formación, educación, sanidad, acceso a servicios básicos).

Otro asunto es la presión que pueden realizar las partes interesadas, que por lo
general va muy unida al grado de desarrollo y el activismo legítimo de las partes
interesadas. En Europa, además de existir una tradición de economía social donde
las empresas, el gobierno, la sociedad civil y los sindicatos tienen cada uno su
espacio reservado y participan activamente de la mayoría de los procesos de toma

de decisión, todos estos actores son más fuertes que en Latinoamérica.


Las instituciones en general son más fuertes, la sociedad civil puede actuar como
portavoz de los ciudadanos (o de algunos colectivos) y existen mecanismos de
control. Sin embargo, precisamente por esto, en países menos desarrollados las
expectativas que se tienen sobre las empresas son mayores. Se espera que las
empresas solucionen algunos asuntos que por definición no les corresponde
(acceso a servicios básicos, educación, seguridad, etc.) y éstas no tienen más
opción, para poder seguir operando, que ser creativas y poner en marcha
iniciativas que solucionen fallas del mercado o, mejor dicho, fallas del Estado.

Según unos datos no publicados del BID las partes interesadas se perciben todavía
como débiles a la hora de ejercer presión a las empresas para que sean más
responsables. Solamente un
13% de las empresas encuestadas no sienten presión de sus clientes,
financiadores o la sociedad civil para actuar de forma responsable. El desglose por
tamaño es del 20% de empresas grandes, el 15% de empresas medianas y el 10%
de empresas pequeñas
Es curioso pero en el caso de las Pymes, las diferencias no son tan grandes si
comparamos a las
Pymes del sur de Europa (España, Portugal, Italia y Francia) con las de
Latinoamérica. Sin entrar en más detalles puesto que este tema será cubierto en
otros artículos, las diferencias radican fundamentalmente en las situaciones La
responsabilidad social en los negocios beneficia a las economías emergentes y las

Corporaciones globales; ya que a mayor desarrollo de responsabilidad social, mayor


competitividad. Esa es la máxima conclusión del nuevo informe de Accountability – organización
británica que lidera el trabajo en RSE a nivel mundial–, que tras dos años de investigación fue
lanzado recientemente en diversas ciudades del mundo, incluido Santiago a través de PRO

Humana, entidad que promueve la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). El acceso a los
mercados de países desarrollados para los países emergentes está cada vez más vinculado al
cumplimiento de estándares laborales y ambientales, ya que las industrias y las naciones están
mejorando su funcionamiento social y ambiental para competir en mercados desarrollados.
En América Latina la RSE inició sus pasos de la mano del modelo filantrópico anglosajón,
mayoritariamente. Eso provocó una “explosión” de acciones de las empresas hacia la Comunidad,
centrando todo su accionar socialmente responsable en el plano externo. En los últimos dos años, se
comenzó a revalorizar y reenfocar la importancia del ámbito interno, y la RSE comenzó a llegar hacia
los colaboradores a través de distintos programas y acciones concretas.

En América Latina la innovación fluye. Sabemos resolver los problemas con rapidez y re-adaptarnos al
cambio en tiempos de crisis, y en la gestión de la RSE también hay lugar para esto, sólo hace falta
desarrollarlo más. Es por eso que muchas acciones de responsabilidad social en empresas
latinoamericanas pueden ejecutarse prácticamente a costo $ 0.

Educación, Comunidad y Medio Ambiente, siempre están a tope en las encuestas a ejecutivos cuando se
les pregunta qué áreas trabajan más desde la empresa.

Y siempre está la dicotomía de hacerse cargo de una parte de estos problemas, y por otro lado, quejarse
de que la empresa “no es el Estado”.
En el contexto de las necesidades latinoamericanas, la idea de fomentar “alianzas público-privadas” es la
que ha venido generando los mejores frutos ante esta situación.

. Latinoamérica parte de una tradición filantrópica corporativa que ha ido poco a


poco evolucionando hacia una responsabilidad social más activa, tanto hacia
dentro como hacia fuera de la empresa. Históricamente, gran parte de la acción
social del sector privado en Latinoamérica
ha estado basada en creencias religiosas y ético-morales de carácter individual.
Eso se debe principalmente al gran peso de las empresas familiares donde
propiedad y gestión van unidas.
Las actividades empresariales de carácter filantrópico se caracterizan por ser
prácticas que no están vinculadas a la actividad central de la empresa y no
requieren una gran inversión.
La empresa no aporta más que recursos financieros que en su mayoría apuntan a
favorecer a algunas de las partes interesadas (stakeholders), pero que no son
necesariamente las que tienen mayor incidencia en el negocio. Las consecuencias
de estas actividades, por lo general, no repercuten más allá de adquirir cierta
buena reputación e imagen, y siempre y cuando se logren comunicar
convenientemente.

Las empresas y empresarios han contribuido con sus recursos a las causas más
variadas. No obstante, esto es sólo un comienzo, porque en general es una
donación desarticulada y sin relación con la estrategia de la empresa, que puede
no ser sostenible desde el punto de vista económico. Para las empresas son
también un arma de doble filo, porque al igual que pueden ayudar a mejorar su
imagen pueden destruirla si no están respaldadas por buenas conductas
empresariales. Las empresas se exponen a ser acusadas de llevar a cabo ciertas
actividades con el único fin de lavar su imagen. En definitiva, las actividades
filantrópicas se caracterizan por la posibilidad de crear valor social y porde
inclusión sean también urgentes para llegar hasta los más pobres y vulnerables de
forma práctica y efectiva (no paternalista). Hay países en los que ciertos sectores
dominan la esfera económica, y lógicamente de la RSE, como es el caso de la
minería en Chile y Perú, o donde un conflicto social y la necesidad de afrontarlo
con la ayuda del sector privado dominan fuertemente, como sucede en Colombia.
El avance de la RSE requiere que se den ciertas condiciones. Estas condiciones son
básicamente las mismas que hacen que exista un buen clima de negocios: un
marco regulatorio y fiscal óptimo.

En cuanto al marco regulatorio, como se mencionó anteriormente al hacer


referencia a las dificultades en Latinoamérica, en algunos casos existe legislación
en temas como la conservación ambiental, prácticas laborales, protección de los
derechos del consumidor, gobernabilidad corporativa
y ética en los negocios, pero, sin embargo, es difícil forzar su cumplimiento y,
además, muchas veces su alcance es muy limitado. Algunos de los países que han
realizado reformas legales relacionadas con la gobernabilidad corporativa y el
mercado de valores son Brasil, Chile, México y Argentina.

Pues no, en realidad no es igual ni dentro de un mismo país, pero, si comparamos


con Europa, las diferencias son notables. En primer lugar, el nivel de desarrollo del
mercado en general (instituciones, incentivos, marco legal, etc.). En particular la
legislación es un factor a tener en cuenta, ya que lo que en América Latina puede
sociales tan diferentes a las que se enfrentan. Las Pymes en Latinoamérica apoyan
iniciativas de educación y a poblaciones pobres y vulnerables mientras que las
Pymes europeas se centran más en actividades culturales y deportivas porque los
demás asuntos (educación, salud, pobreza, etc.) están relativamente bien
cubiertos por el Estado de bienestar.

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