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LA PRODUCCIÓN DE LA NATUR^kLEZA
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S 5 8 1 8 SERE TRADUCCIONES 2
LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
Traducción
CLAUDIA VILLEGAS DELGADO
Ml'XR .O ?.00f.
L;i prcsciue obra ha sido traducida del original de los capítulos: “The
Producción of Nature” y “The Production o f Space”, del libro Uneven De-
veloptnent. Nature, Capital and the Production o f Space. Basil Blackwell, 1984,
1990. El texto corresponde a esta última edición.
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f il o s o f ía
Y LETRAS
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P r e s e n t a c ió n
171
2 Ü (J 'J l.f
8 PRESENTACIÓN
i tivo, puesto que el trabajo abstracto genera valor y en cuanto estos valores se
intercambian socialmente, se requiere no sólo transportarlos en distancias
absolutas, sino que producen su espacio relativo, si el plusvalor relativo es el
meollo del interés capitalista, entonces tendríamos una relación de clase en
la producción del espacio geográfico, el espacio social, y con ello, la repro
ducción de la sociedad en el espacio incorpora todas las manifestaciones y
contradicciones sociales. Neil Smith sugiere que los geógrafos tenemos por
delante un panorama de estudio e investigación muy amplio en el cual se de
ben reinterpretar los procesos de extensión y profundización de la sociedad
capitalista, estudiando de manera crítica aquellas prácticas pa.sadas y del
presente que producen su espacio geográfico, esto es, lo construyen, destru
yen y transforman.
La traducción de esta obra estuvo a cargo de Claudia Villegas, profesora
de Geografía en el sistema Universidad Abierta y doctoranda en Geografía
en la CUKY, y cuyo tutor es acertadamente el autor del texto, lo cual celebra
mos, ya que fue revisada directamente por el, a quien agradecemos la cesión
de los derechos para que fuera posible su publicación en lengua castellana
por esta Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
N o t a in t r o d u c t o r ia
El libro Unevfn Development. Nature, Capital and the Production ofSpace fue
considerado, desde el momento de su publicación en 1984, una obra ambi
ciosa y vanguardista, y una de las contribuciones más importantes para el
desarrollo de la geografía crítica y el debate teórico en las ciencias sociales y
las humanidades. En éste, su primer libro, el autor define los fundamentos
teóricos pero, sobre todo, la línea de pensamiento que lo ha mantenido como
uno de los geógrafos contemporáneos más destacados por su contribución a
la discusión teórica del espacio, la dinámica socio-espacial urbana, la geo
grafía política y el proceso de desarrollo desigual.
La totalidad del libro constituye una reflexión en torno a dos grandes
temáticas. La primera vinculada con el desarrollo histórico y la elaboración
de ideas y conceptos sobre el espacio y la naturaleza — en particular la idea de
su producción social, histórica y contradictoria, categorías que sustentan la
práctica y la tradición del pensamiento en la geografía. La segunda, que
introduce y desarrolla los fundamentos de esta producción en la investiga
ción teórica y práctica del proceso de desarrollo desigual, considerado por el
autor como el proceso universal y concreto que caracteriza la organización
espacial del capitalismo contemporáneo.
Los capítulos que aquí se integran; “La producción de la naturaleza y
“La producción del espacio", segundo y tercero de la publicación original,
corresponden a la primera parte de la obra (integrada por cinco capítulos) y
pretenden, tal como ha señalado el mismo autor, establecer un puente entre
la reflexión filosófica en torno al espacio y la aplicación práctica de este
conocimiento en el análisis de las dinámicas espaciales concretas de la socie
dad contemporánea, de ahí la pertinencia de su difusión como parte de esta
Biblioteca Básica de Geografía.
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Acerca del a u to r
Neil Sm ith'
L a. p r o d u c c ió n d e la n a tu r a leza
(131
LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
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^ La cuestión de si el trabajo de Marx debe entenderse como una continuidad o com o una
secuencia de periodos claramente separados no es un problema nuevo. Comienza con la publi
cación de algunos de sus primeros trabajos a principios del siglo XX, ninguno de los cuales se
habla publicado antes. Más recientemente, el defensor mis fiel de esta visión del trabajo de
Marx dividido en periodos específicos ha sido Louis Althusser. (Víase de este .autor, Iv r Marx.)
Varios escritores se han opuesto a esta diferenciación entre un joven Marx y un Marx maduro.
(Véase panicularmeriteOllman Bertell,.,4/r>na(r<7M.- Marx's Concepi ofMan in CapiiulUi Society.
Cambridge. 1971. Véase también William Leogrande, “An Investigation imo tire “Young Marx”
Controvetsy”, en Science and Society núm. 41 (1977), pp. 129-151).
b \ PRODUCCIÓN DE IA NATURALEZA 15
/. La producción en general
Elcapitalt pp. 42-3, 71. En esta traducción de El capital^ la palabra '‘naturaleza” a veces
aparece escrita en m.iyósculas, no obstante, respetando otras traducciones, y dado que el ofiai-
n.1 en alemán está escrito en mayúscula como un sustantivo más que para añadir significado al
citar he mantenido las minúsculas en todos los casos. Asimismo, Marx utilizó la palabra "hom-
«fcntse a la humanidad o a los seres humanos. En un afán de sim-
vocabTos o r i g P d ^ ' '' citas se mantienen los
' K. Marx, El capital, I. p. 177.
K. Marx, Early Wrininp (Harmondsworth, 1975), p. 355.
U PRODUCCIÓN DE U NATURALEZA 19
’ I t U . P1>. 389-3V0.
' K. M.»n(, Cerm an hUolo^y, p. 47 .
20 L \ PRODUCCIÓN DE U NATURALEZA
ié
. 1.
La humanidad se ha hecho a sí misma en el mis literal de los sentidos.
Nuestros cuerpos son el producto de la adaptación ai uso de herramientas
■ 1-
que precede al género Homo. Nosotros determinamos activamente el dise
ño de nuestro cuerpo a través de las herramientas que median el intercam
bio h”mano con la naturaleza.'^
» l-redcntk l-.ngcls, Or(pn, pp. 251-252; Lloima Haraway, “Animal Sociology aiul a Natu
ral E conom yoítk- üody l'olitic, l>ari II: The l'ast is ihc Cuntcsted '/one; Human Nature and
l’hcories uf l’roduciion and ILcproductinn in Prívate Behaviour Studies . en StgnfH (1) (197 ),
38. Víase taiiiliién (diildc (íordoii, Man Makes llim iell (Nueva York. 1939). y Charles
Woolt'son, Thr l.alioiir Thetiry uf Cuhurr (Londres, 1982)
22 LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
Rosa Luxemburg, The Acannulation o f Capital (Nueva York, 1968), p. 77; Emest Maiidcl,
Marxist Ecgnomii' Theory (Londres, 1962), pp. 27-28. Para un resumen del debate sobre el ori
gen y la (unción del excedente en el contexto de los orígenes urbanos, véase David Harvey,
Social Justice, pp. 216-223.
” E Engels, Origin, p. 220; E. Maiidcl, Marxist ¡icoHomic Theory, pp. 40 y 44.
LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
23
i
c¡ón..y. dLscr¡bución. regular se requieren instituciones sociales y forrnas üc
organización específicas. Esto a su vez modifica la relación social con la na-
Aufaleza. El individuo natural, abstracto C‘el. hombre”) no pertenece mas a
) un simple'ínedió ambiente natural en equilibrio, en tanto la relación con a
i naturaleza es mediada a través de las instituciones sociales.
( ' En consecuencia, la producción de un excedente social permanente tiene
un efecto contrario evidente. Éste proporciona los medios a través de los
cuales los seres humanos pueden desarrollar un mayor controjjqbre su rela
ción con la naturaleza, en tanto pueden regular de manera más etecuv^e
silministro necesario de valores de uso para satisfacer necesidades naturales.
,. EtTfSüríien.ik producción de un excedente social permanente permite a la
sociedad humana comenzar el largo proceso para emanciparse a si misma c
( las ataduras de la naturaleza¿No obstante, por otra parte,^este mayor centro
i es necesariamente un control soci.al,.y aunque facilita la emancipación e a
¡ sociedad humana como una totalidad de la naturaleza, únicamente lo hace
' desarrollando las diferencias internas de la sociedad y esclavizando a una gran
l parte de la poblaciónjLa forma precisa que adquiere esta relación contradic-
' toria depende del tjpiLespecífico de sociedad que se desarrolla, y es a este
análisis más concreto al que debemos dirigirnos ahora. Como Marx sena o;
vez constituye “el fundamento de cualquier división del trabajo que esté
bien desarrollada y sea producto del intercambio de mercancías .
La producción permanente de un excedente y el desarrollo de la djvisión
s^(
y del trabajo proporcionan el fundamento económico necesario (si las condi-
j dones sociales generales son lavorables) para el desarrollo de las clases socia-
I les. Aquí la diferencia fundamental está entre la clase que realiza la totalidad
I del trabajo social y la clase o clases que no efectúan ningún trabajo y que, sin
•o embargo, se apropian del excedente social. Esta diferenciación óe clase surge
de la diferenciación previa entre trabajo productivo y i.o productivo, pero
no necesariamente se mantiene como sinónimo de ella. Muchas clases do
minantes no desempeñan trabajo alguno, mientras otras pueden llevar a
cabo funciones sociales necesarias, las cuales, no obstante, no son producto
ras de valor social. El problema es que con el desarrollo de las clases sociales, ■>I
el acceso a la naturaleza se distribuye en forma desigual (tanto cualitativa
«;
como cuantitativamente) de acuerdo con la clase. La clase dominante, sea o l . 'í
a. ■
'
no la que controle directamente los medios de producción, indudablemente
controla el excedente apropiado de la naturaleza a través del trabajo humano
de otros, mientras la clase trabajadora utiliza los medios de producción. Con
la propiedad de la tierra, el acceso desigual a la naturaleza se presenta en una
forma aparente, y únicamente adquiere una dimensión espacial lo suficien
temente visible con la separación entre la ciudad y el campo.
Con la división de la sociedad en clases, el Estado hace su aparición his
tórica como un medio de control político. Como advirtió Engels, en una
determinada fase del desarrollo económico, que necesariamente involucra la
división de la sociedad en clases, el Estado se convierte en una necesidad
como resultado de dicha división”.’*'*La función del Estado es administrar la
sociedad de cla.ses en favor de los intereses de la clase dominante, y esto lo
lleva a cabo a través de sus distintos apéndices miliiaics, legales, ideológicos
y económicos.. El Estado también se encarga de regular el dominio sobre las
mujeres, en tanto la división del trabajo entre los sexos se vuelve una relación
.social totalmente distinta con la aparición de la propiedad privada y la pro
ducción para el intercambio. N o es únicamente la explotación de clase y la
propiedad privada lo que .surge al mismo tiempo, sino también aparecen
con ellas la esclavitud y la dominación de las mujeres.
i:l I. p. 352.
K c Kr.uler.
I*. Kn^iU. Orij^iri, p. 232. Vc;i3c lanibu:!» laiwrciicc ¡'ormatian uf the Sliilr
........ - .............
(Kiinl-woi-il UilTs. NJ, L.I1.WI1 H. Service, « ¡ the S iiilf iw il C ir i/iM t io n (Niicv;.
YorU. 1'275).
LA. PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
' ' r 26
E Engels Origin, pp. 120-121. Véase también K. Marx, Germán ídealogy, p. 52.
lA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
27
fc Con la producción para el intercambio, más que para el uso directo, surge
primero la Bg?ibilidad, y después la necesidad de la enajenación del indivi-
J f dúo. La producción del excedente y el consecuente incremento de la riqueza
y , social no garantiza una clase trabajadora más opulenta, puesto que surgen las
^í,y^.diferencias de clase y, en consecuencia, existe una enajenación puramente
iíjfc cuantitativa del trabajo. El. trabajo excedente de la clase trabajadora es apro-
I f A p i a d o por la clase dominante. Sin embargo, la relación de la clase trabajadora
/ naturaleza también se modifica de una manera cualitativa, pues aun
I cuando los trabajadores se relacionen directamente con la naturaleza por
^ medio del uso de su fuerza de trabajo, éstos son separados de su propio pto-
! ducto. El propietario del producto, por otra parte, es separado de cualquier
relación práctica directa con la naturaleza debido a que es privado de su
propio trabajo. Hoy, la enajenación del trabajador no es simple enajenación
del producto, sino debido al avance en la especial ización del trabajo, es tam
bién una enajenación de los propios compañeros de trabajo y de sí mismo.
Aunque predecible, esta enajenación evoca a su opuesto; la creciente compe
tencia y especialización en el proceso de trabajo (o aun en el control del
proceso de trabajo) suscita la necesidad de desarrollar las capacidades natura
les de la cooperación. En tanto los efectos perjudiciales de la enajenación
recaen totalmente en la clase trabajadora, los beneficios de la.cooperación ra
ramente les favorecen. Los trabajadores renuncian a los beneficios cuantitati
vos de esta cooperación progresiva, en la forma de trabajo excedente conver
tido en valor de cambio, y los beneficios materiales de esta cooperación recaen
en mayor medida en el nivel de las fuerzas productivas más que en el nivel del
trabajo individual. En resumen, con el desarrollo de la producción para el in
tercambio, el ir^jyiduo humano se convierte en un producto social:
Así, vemos cómo la evidencia de nuestros sentidos nos conduce a las inven
ciones de 1.a mente, que son materializadas después por la mano del artesa
no, para satisfacer todas nuestras necesidades y proveernos de hogares se
guros y mantenernos vestidos, y para proporcionarnos ciudades, paredes,
viviendas y templos. A través de nuestras habilidades humanas, con las
manos nos abastecemos de comida en abundancia y variedad. La tierra
ofrece muchos frutos para la mano que los busca, y los frutos pueden co
merse de inmediato o preservarse para ser consumidos después. Nos ali
mentamos también de las criaturas de la tierra, del mar y del aire, a las que
atrapamos o criamos con ese propósito. Podemos apresar y cabalgar anima
les de cuatro patas y apoderarnos de su velocidad y de su fucrzi. En algunos
de ellos colgamos yuntas y a otros los usamos como bestias de carga. Explo
tamos los agudos sentidos del elefante y la sagacidad del perro para nues
tros propios fines. De la.v profundidades de la tierra extraemos el hierro,
tan necesario para arar el suelo, buscamos vetas prtjfuirdamenre enterradas
de cobre, plata y oro para uso y ornainento. Despeilazanuvs los árboles y
1
LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA 31
Cicero, D f Natttni Deon/tn, II, 151-152. Véase The Nature of Gods^ traJucidü por Horace
C. R. MeCiregor (HarnmiuUworili, 1972), j>p. Iü4-185.
(.x)iiiu Huflun, citado en Clackcii, Uhotlutn Shorr, pp. 663,6 6 4 ,6 6 5 - Í*ara una discusión
lie (iLickcii sobre Cicen», véase pp. 144 146.
K. Marx, Gmmlriwe, p. 252.
32 LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
•llfU . p. K8I.
LA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA 33
y por el otro, hombres poseyendo nada más que su propia fuerza de traba
jo, F.sta relación no tiene un fundamento natural, ni tampoco es su funda
mento stKial tal que sea común a todos los periodos históricos. Ésta es
34 lA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
que surge la ideología burguesa. Por esta razón, Marx, para referirse sarcásti
camente a la esfera dérínteícambio, señala que “ahí gobiernan únicamente
la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham.®» La esclavitud asalariada,
las desigualdades y el fundamento de clase de la propiedad que definen al
proceso de producción desaparecen en el mercado, en donde el comprador y
el vendedor se enfrentan uno al otro como iguales. Cualquier persona es un
consumidor. Con el consumo de masas, la publicidad, la televisión, los de
portes espectáculo y demás, la ideología burguesa representa la separación
más exitosa de la conciencia del proceso inmediato de producción. Donde
este alejamiento resulta más exitoso, como en Estados Unidos, se llega a a
conclusión de que las diferencias de clase no existen más; implícitamente
todos se han convertido en clase media.
<» EstaJjpmpgemMción de la conciencia.tecibe un impulso del °
mismo del sistema de producción. Para poder acumular, el capital debe de
sarrollar continuamente los me"dios técnicos de producción y ello implica el
desarrollo permanente de la ciencia. Si la ciencia avanza con el objetivo in
mediato de desarrollar las fuerzas productivas, adquiere rápidamente una
importante función ideológica, a tal grado que opera casi como una religión
laica. Sin embargo, esta homogenización de la conciencia es siempre so o
una tendencia. Puede suceder únicamente en tanto la conciencia sea separa
da del proceso inmediato de trabajo, y mientras ello sea favorecido por la
creciente división del trabajo y por el carácter abstracto del pensamiento
científico, el modo de producción capitalista permanece fundamentado en
la distinción fundamental entre la clase trabajadora y la clase poseedora de
capital. Esto conduce, en la dirección opuesta, hacia la diferenciación de la
cultura a través de parámetros de clase, y por supuesto, a una diferenciación
posterior sobre la base dcl género y la raza. Si se acepta la función de la
ideología, la conciencia continúa siendo un resultado directo de la práctica
material; no obstante, en tanto la sociedad está diferenciada, también lo está
la conciencia. Mientras más explícita es la lucha de clases en la práedea, más
explícita es la diferenciación de la conciencia. “El modo de producción de a
vida material condiciona el proceso general de la vida social, política e inte
lecuial. N o es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia
sino es su existencia social lo que determina su conciencia .
El capitalismo no es único en ,su habilidad para producir naturaleza. U
producción en general es la producción de naturaleza:
K. /.•'/(■«/)//,,7.1.1). 17f>.
■" K. Marx, /I O m lrib u iw n tu ¡he C riiiq iie o f M i l i a i l h w io w y (l.omlic.s, 1971). p|i. ZO-Z .
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42 lA PRODUCCIÓN DE LA NATURALEZA
Los seres humanos, sin duda, hacen su propia historia, pero no en circuns
tancias de su propia elección, sino determinadas y heredadas del pasado.
Sin embargo, existe un problema latente al explicar las leyes de la econo
mía y la sociedad en este modo eminentemente naturalista, pues el mismo
iMarx también señaló, en su famosa carta a Kugelmann del 1 1 de julio de
1868: “Es imposible alterar cualquier ley natural. Lo que puede modificarse,
al cambiar las circunstancias históricas, es la forma en la que operan estas
leyes" S i las leyes económicas de! capitalismo son leyes naturales, pudiera,
parecer que Marx estuviese aceptando la imposibilidad de perturbarlas, y
por ende negara la posibilidad de derrotar al capitalismo. Aunque esto care
cería de sentido viniendo de Marx, el comprometido revolucionario que
dedicó su vida a la lucha por el socialismo. Tal aseveración tampoco sería
meramente un descuido de su parte, un revés para burdamente entender a la
naturaleza como existiendo fuera de la sociedad; puesto que, cuando se men
ciona la ley natural no está refiriéndose a la ley de la gravedad o a las leyes de
la física, sino a la distribución del trabajo social. (Esta aparente contradic
ción fue la que por casualidad llevó a Schmidt a distinguir en Marx una
diferencia entre las categorías lógico-epistemológicas y las categorías econó i \.'
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micas, a partir de la cual elaboró su acusación de utopismo.)
La solución yace no en la distinción filosófica entre las categorías sino,
como siempre, en la práctica humana, específicamente en la historia huma
na. Como ocurre con la gravedad, es posible obedecer o contrariar las leyes
dcl mercado, y con ello es posible alterar la forma en que éstas operan y la
forma en que son experimentadas. Sin embargo, a diferencia- de la grave
dad, no existe nada de natural en la ley del valor; ninguna sociedad ha vivi
do sin experimentar el efecto de la gravedad, pero muchas lo han hecho sin
conocer la ley del valor. Por mucho que ésta y otras leyes del mercado se
experimenten como leyes naturales, éstas no son equiparables con la grave
dad. Éste es precisamente el argumento de Marx cuando señala que la de
rrota dcl capitalismo hace posible el fin de la historia natural de los seres
humanos y el principio de la historia real, el fin de las leyes sociales experi
mentadas como leyes naturales y el comienzo de un efectivo control social
de la historia. Con el impresionante desarrollo de las fuerzas productivas, e
capitalismo ha colocado en la agenda el problema de la producción de la
es en cierta forma más natural que las otras clases. Al ser una clase enajenada
mediante el control que ejerce la sociedad que la emplea, la clase trabajadora
es en todos los sentidos no-natural y es un producto del capitalismo. Ni
lí
tampoco se está sugiriendo la imposibilidad del socialismo. Lo que se está
afirmando, no obstante lo inevitable de la sublevación, es que resulta una ley
natural que el animal humano, cuando se ve despojado de los medios para
satisfacer sus necesid ’des naturales, reaccione a esta privación, algunas veces
violentamente y algunas veces en una forma socialmente organizada. La for
ma de la sublevación no está regida por ninguna ley natural, sino que es un
resultado social. El triunfo de esta sublevación traerá consigo la única opor
tunidad histórica para que los seres humanos puedan transformarse en suje
tos sociales partícipes y no en sujetos naturales de su propia historia.
f" ||
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IV. Conclusión i*.' •
Los prometéicos csfuenos que por mucho tiempo habían permanecido con
finados a los sueños de los europeos, renunciaron a un status quo en sus
propias tierras natales, deshaciéndose de las viejas ataduras de esta vasta natu
raleza [...] Mientras ahí existió el tiempo y propósito para la expansión de las
tierras baldías, se desarrollaron las grandes ciudades de Megalópolis, median
te una división del trabajo más sofisticada, del mayor intercambio de servicios,
un comercio incrementado, y la mayor acumulación de capital y de perso
nas, un horizonte infinito de recursos ilimitados paia una sociedad opulenta.
I41 expansión de Megalópolis difícilmente hubiera podido suceder sin
ese ímpetu prometéico tan extraordinario. Conforme la frontera se vuelve
más urbana en esencia, y en tanto la naturaleza a domesticar se transforma
perceptiblemente de los bosques y las praderas, en las calles de la ciudad y
en las multitudes humanas, quizá resulte más difícil ahuyentar los buitres
que atemorizaron a Prometeo.’’’
■Se nos recuerda que nosotros de ninguna manera inandanios sobre la natu
raleza como lo liace un conquist.ador sobre un pueblo extranjero, como
54 l A PRODUCCION DE LA NATURALEZA
eos para cumplir esa promesa, pero por sí mismo es incapaz de cumplirla. La
alternativa, como señaló Marx, es socialismo o barbarie; cualquiera de los
dos representa una unidad de la naturaleza. La cruel ironía de esta alternati
va es más crítica actualmente, en tanto que con la amenaza de la guerra
nuclear, la barbarie unifica la naturaleza sólo para destruirla. Sin embargo, la
sociedad de clase que amenaza con la derrota de un final barbárico, igual
mente promete la ambición del socialismo. El socialismo no es una utopía
como tampoco es una garantía. Es, sin embargo, ei lugar y el tiempo donde
y cuando la unidad de la naturaleza se convierten en una posibilidad real. Es
el campo de batalla para desarrollar un auténtico control social sobre la pro
ducción de la naturaleza. Muy temprano en su vida, Marx imaginó el comu
nismo como una “legítima solución al conflicto entre los hombres y la natu
raleza”.” El que tal afirmación resulte verdadera, todavía está por verse y
por realizarse.
Lo cierto es la lucha alrededor de este conflicto, la sublevación en contra
de la escasez. En muchos sentidos ésta es una batalla por el control de lo que
es "socialmente necesario”. Como ocurre con la contaminación, mucha e
la producción de la naturaleza es el resultado impredecible e incontrolable
del proceso de producción. Éstos pueden ser productos integrales del proce
so de trabajo, pero la contaminación y muchos otros elementos producidos
de la naturaleza no son portadores de “tiempo de trabajo socialmente nece
sario”. La batalla por el socialismo es la lucha por el control social para deter
minar qué es y qué no es socialmcnte necesario. Al final, es una batalla por
controlar lo que es valor y lo que no lo es. En el capitalismo, éste es un juicio
resuelto en el m ecado, un juicio que se presenta a sí mismo como un resul
tado natural. El socialismo es la batalla para juzgar la necesidad no en lun-
ción del mercado y su lógica, sino conForme a las necesidades humanas, en
Función no del valor de cambio y la ganancia, sino del valor de uso. ^
Más tarde en su vida, Marx fue menos ambiguo respecto a la relación con
la naturaleza, y más reservado acerca de lo que el comunismo podría o no
podría ser. El siguiente pasaje de El capital se refiere a este aspecto, sin em
bargo, comparado con sus primeros escritos, éste es políticamente mas con
creto, prcci.so y resolutivo;
1591
60 LA PRODUCCION DF.L ESPACIO
1. Espacio y naturaleza
'■Para una defensa del espacio relativo, véase lan Hinckfuss, '¡'he Exislrnce ofSfiacr and Time
(Oxford, 1975). Para una defensa neonewtoniana del absolutismo, extraña en tanto mantiene
la concepción original de Newton, véase Craliam Nerlich, The Shape ofSpace (Cambridge.
1976). Para un andlisis clisico que ayude a restablecer el concepto del espacio absolttto sin que
al mismo tiempo rechace el concepto relativo, véase Adolf Grünbaum, Philosophiail l'rohlenis
afSpace and Time (Nueva Yor k, 1963).
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO 63
rado pero más accesible, la abstracción total del espacio físico de la materia
generó la posibilidad de definir otros espacios distintos al espacio físico.
Cuando el espacio físico se volvió absoluto, dejó tras de sí un espacio con
ceptual que evcntualmente podría ser ocupado por conceptos como el de
í “espacio social”. Hasta cierto punto, mientras el espacio y la materia perma
necieron mezclados, la actividad humana material no podía concebirse se
parada del espacio físico. Sin embargo, dado que el espacio de la actividad
I
humana es inseparable de los objetos materiales y los eventos que constitu
yen dicha actividad, el concepto absoluto del espacio fue incapaz de definir
este espacio “social”, pues estaba alejado totalmente de los fenómenos mate
riales. Sin duda, la actividad social pudo continuar entendiéndose como
ocurriendo “en” el espacio absoluto, pero en su condición absoluta este es
pacio permanece inalterado por la especificidad de la actividad espacial hu
mana. Por esta razón, la separación del espacio relativo del espacio absolum
constituyó el medio para que el espacio social pudiera separarse del espacio
físico, con este espacio social definido en relación no con una primera natu
raleza externa e independiente, sino con una segunda naturaleza humana
mente producida. Así como el espacio relativo de Newton es un subconjunto
del espacio absoluto, el espacio social surgió como un subconjunto diferen
ciado del espacio físico. Aun cuando el desarrollo del espacio social como un
concepto distinto tuvo que esperar prácticamente hasta que el subconjunto
del espacio relativo absorbiera al conjunto que alguna vez le dio cabida, éste
es el origen de su independencia.
Pareciera como si el desarrollo de la teoría de la relatividad y el retorno del
espacio relativo hubieran representado un retroceso en el proceso de abstrac
ción. Y en tanto que las relaciones espaciales son de nuevo entendidas como
partes integrales de las relaciones materiales, ello pudiera haber sido cierto. Sin
embargo, lo que sucedió con la llegada de la teoría de la relatividad fue algo
distinto. La separación newtoniana del espacio físico absoluto de la materia
no despojó a la geometría de su función como el pegamento que une el es
pacio y la materia, pero sí puso en aprietos a la geometría eucliüiana, la cual
era directamente verificable en la experiencia material. Mientras el espacio y
la materia estuvieron unidos, esta demostración directa fue una condición
necesaria de la geometría. Pero su separación implicó que la descripción del
espacio físico no requiriera más de dicha comprobación a través de la expe
riencia directa. El siglo XIX fue testigo del desarrollo de las geometrías no-
. euclidianas, en especial con Riemann; sin embargo, estas geometrías perma
necieron com o construcciones matemáticas puramente abstractas hasta la
aparición de la teoría de la relatividad. El espacio era concebido como una
. 6 ' ■ la producción del espacio
8
^estructura de n-ditnens¡ones y múltiples niveles. Con Einstein, cuyo trabajo
^se apoyó en estas matemáticas, el espacio n-dimensional consiguió aparentc-
^ ^mente un referente material. Como propuso Whitehead, no sólo el significa-
naturaleza parece reducirse en sí mismo al significado dcl espacio y
el tiempo, sino también la forma y la estructura espacio-temporal parecen
reducirse a relaciones matemáticas. El espacio tri-dimensional o el espacio-
tiempo cuatri-dimensional dieron cabida a un espacio matemático de n-di-
mensiones; el espacio físico es reemplazado por el espacio matemático. Mien
tras el concepto de espacio físico mantuvo siempre alguna referencia a la
experiencia humana práctica, el espacio matemáticó se abstrae por completo
de ella. La afirmación de que la estructura de la realidad es matemá
tica, puede verificarse únicamente en relación con los fenómenos materiales
en la escala del sistema planetario o en la escala de la física subatómica. Ni
siquiera el físico-matemático, quien día y noche piensa el universo en n-di-
mensiones, podría imaginarse a sí mismo desplazándose a la tienda de la
esquina a través de un espacio n-dimensional. En conclusión, sí nuestra con
cepción del espacio es el resultado de una permanente abstracción, puede
cuestionarse ai menos la definición dcl espacio como un campo abstracto en
el que la realidad existe. Entonces, ¿es el espacio “en sí mismo” una dimen
sión para entender la realidad, o es la concepción abstracta del espr.cio la que
constituye la dimensión a través de la cual entendemos la realidad.^
Si el primer momento en la historia dcl concepto de espacio es el de una
abstracaón continua, el segundo es el de un desarrollo dialéctico. Existe un
movimiento cualitativo tanto como cuantitativo. En su trabajo clásico sobre
la filosofía del espacio y el tiempo, Hans Reichenbach hizo la siguiente ob
servación sobre la evolución histórica partiendo del universo de Ptolomeo al
universo de Copérnico, y de ahí, al universo de Einstein:
" Hans Rcicheiibach. The Phihsophy ofSpuct uml Twie (Hwm Vork, Iy58), p. 2I7.
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO 67
M. Jammer, op. cit., p. 198. Para un planteamiento casi idéntico al de Einstein, véase
Grünbaum, Spací and 'fimt, p. 421. ¿Qué significa que las nrioridades “epistemológicas" y
“oncológicas" son distintas, incluso opuestas.^ ¿Ac.aso significa simplemente que, lo que para
nosotros es lo real, probablemente resulta bastante opuesto a lo que de hecho es lo real (como
sea que esto último pueda llegar a conocerse)?
Citado en M. Jammer, op. cit., p, 96. La geometría a menudo es confundida con la
estructura espacial, y con justa razón. Sin embargo, existe una diferencia entre ellas que es
preciso aclarar. De acuerdo con la concepción moderna, la geometría no es un sistema concep
tual independiente. Es más bien una abstracción convencional de los objetos y eventos reales
materiales; de allí que el lenguaje de la geometría sea uno de líneas y puntos, sólidos y superfi
cies. Como un lenguaje para describir la estructura espacial, la geometría mantiene alguna
referencia, aunque abstracta, con la materialidad. En un nivel más abstracto, desde luego, la
exclusividad de la geometría euclidiana fue remplazada por una multiplicidad de geometrías
más abstractas operando en n-dimensiones. No obstante, la estructura espacial significa siem
pre ti orden y d arreglo de los objetos y eventos materiales, mientras que la geometría es el
lenguaje abstracto o el conjunto de lenguajes utilizados para describir dichas estructuras. (Véa
s e p p . 162-176.)
69
LA P R O D U C aÓ N DF,L ESPACIO
d é coi.H.mü. U imsm.» separación ic.nporal ocurrirá sólo en una etapa tnrilía riel im ercm -
bio ele mc.cancías, aia.ido las relaciones de imercanibio comienaam a retroalimemar la esfera
de la pm duccon y ciuran en conllitro «in la orgaobación temporal dcl pr.,ceso <lc oalrajo
71
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
Kmile Duiklicim. Thr Dit-iutw o f /.abolir w Snany (CdcnaKs 111., 1.>47. .i. c ) . u .
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5 9 U % V ) , pj!. Z| 17-426.
72 L \ PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
dizar las ideas respecto al espacio geográfico; en el fondo, esto se debe a que
la imagen de la relación entre el espacio y la sociedad permanece unida a la
concepción absoluta del espacio. Dos objetos pueden interactuar o reflejarse
mutuamente sólo sí en primera instancia pueden definirse como objetos se
parados. Aun habiendo dado el primer paso de verificación, no estamos li
berados automáticamente del peso de nuestras herencias conceptuales; inde
pendientemente de nuestras intenciones, es difícil partir de una concepción
dualista implícita dei, espacio y la sociedad y concluir demostrando su uni
dad. Este dualismo sobrevive en diferentes formas en las tradiciones post
positivistas que pretenden exorcizarlo.^' La concepción de la “producción
del espacio” intenta proporcionar los medios para dar el siguiente paso y
permitirnos demostrar, más que simplemente afirmar, la unidad del espacio
y la sociedad.
“Todos los misterios que conducen la teoría al misticismo — escribió
Marx— encuentran su solución racional en la práctica humana y en la com
prensión de esa práctica”.^^ Con “la producción del espacio” la práctica hu
mana y el espacio son integrados en el concepto “mismo” de espacio. El
espacio geográfico es entendido como un producto social; en esta concepción,
un espacio geográfico que esté abstraído de la sociedad es una aberración
filosófica. Más aún, la relatividad del espacio se vuelve no una cuestión filo
sófica, sino un producto de la práctica social e histórica; asimismo, la uni
dad del espacio geográfico es un resultado social más que una consecuencia
f i l osóf i ca. Si bien aquí el énfasis está en la producción física directa del
■' En la iradición humanisra, véase los planteamientos de Sack, que en esencia distingue el
espacio “objetivo” y "subjetivo, y la contribución más general de Richard Bernstein, The
fíestructurjngafSocia/ artelPoUtical Theory (Oxford, 1976), parre III y p, 232. Sobre lo aconio-
daticio del dualismo en las aproximaciones matxistas, véase el in'ento de Richard l’ect por
ide.ar una "dialéctica espaciaren “Spatiai Dialectics and Matxian Geography”, Progress in Hmnan
Ceogrdfhy 5 (1981), pp. 105-110; para una critica véase Neil Smith, "Degencracy in Theory
and Practice: Spatial Interactionism and Radical Eclecticism", Progreu in Human Ceography 5
(1981), pp. 111-118. De acuerdo con Sohn-Rethel, tales "dualismos intransigentes" son “un
rcílejo más vera/, de la realidad del capitalismo que lo que puede encontrarse en los esfuerzos de
los ilustres poskantianos esmerados en librarse de ellos [...] ¿De qué otra forma puede presen
tarse la realidad del mundo actual burgués si no es como un dualismo?” [IntelUetual and Ma
nual Laboar. p. 15.) La función de la teoría consiste entonces en incorporar y comprender esta
realidad y al mismo tiempo luchar para transformarla.
K. Marx, “Eight fhesis on Feuerbach”, en Cennan Ideotogy, p. 121.
Marx insistía en la unidad de la ciencia: “Nosotros conocemos únicamente una cienci.i
única, la ciencia de la historia. Uno puede mirar la historia desde dos lados y dividirla en la
historia de la naturaleza y la historia del hombre. Sin embargo, ambos lados son insep:irables;
la historia de la naturak-za y la historia del hombre dependen una de la otr;i desile que el
hombre existe" (K. Marx y E Engcls, Penerbaih. Londres, 1973, p. 159.) Esta formulación
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
75
“ F. Engcls. Origiri, Véase lanibién l.i introducción de Eleanor Le.icock. pp. 33-34. Sobre
1981™'"* Breominx Human (Nueva York,
LA PRODUCCION DEL ESPACIO 77
en segundo lugar, por primera vez [el Estado] dividió a la gente en fun
ción de propósitos públicos, no por grupos de parentesco, sino por lugar
común de residencia [...] En contraste con la organización gentilicia tra
dicional, el Estado se distingue principalmente por el agtupamiento de
sus miembros en función de un fundamento territorial.
FILOSOFIA
Y i FTRAS
80 LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
Sobre el espacio como una mercancía, véase Harvey, Lirr.its, pp. 337-339, 375-380.
^ Surplus Valué, I, p. 412.
” Limití. pp. 375-376.
LA p r o d u c c ió n del ESPACIO 81
tos espacios como si ellos estuvieran fijos, por ejemplo “el espacio urbano’ o
“el espacio de producción”, con el objetivo de examinar la relación entre
diferentes espacios concretos, o para estudiar los procesos internos y los pa
trones de actividad en esa escala. En resumen, la identificación de escalas
espaciales implica la consideración explícita de la relación entre el espacio
relativo y el absoluto y en el capítulo cinco será necesario demostrar que ésta
no es una cuestión teórica arbitraria, sino que es integral a la pmducción del
espacio; el capital produce ciertas escalas espaciales de la organización social.
Éstas pueden .ser entendidas como islas de espacio absoluto que existe en un
mar de espacio relativo. Será necesario entonces, deducir las escalas espacia
les a partir del análisis del desarrollo y la estructura canitalisw, más que sim
plemente asumir ciertas escalas cotidianas como existentes.
Se sugirió al principio que el desarrollo capitalista significó una trans
formación continua del espacio natural — espacio absoluto heredado— en
un espacio relativo. Ahora estamos en condición de ampliar este tema como
una manera de demostrar cómo el espacio geográfico se ha vuelto progresiva
mente un aspecto fundamental para la supervivencia del capitalismo, bn
las primeras etapas del capitalismo, la expansión social y el desarrollo l u j
ron simultáneamente geográheos. La expansión social se alcanzó a
la expansión geográfica; las ciudades se volvieron centros urbanos, los bsta-
dos precapitalistas, modernos Estados nacionales, y los Estados naciona.es
se extendieron, donde fue posible, como imperios coloniales. Si la geogra
fía del capitalismo se desarrolló a través de la producción de espacio relati
vo, entonces, en su origen, este desarrollo se ganó a través de la expansi
en el espacio absoluto. Conforme la relación trabajo-salario penetra todos
los rincones del globo, el mercado mundial heredado por el capital se trans
forma en un mercado mundial específicamente capitalista, sostenido cada
vez más en la universalidad del valor como la forma abstracta de trabajo.
En tanto esta expansión absoluta expresa el desarrollo del capital, el con
cepto absoluto de espacio es tan útil como nece.sario para comprender a
producción del espacio. N o obstante, en las postrimerías del siglo XlX, la
expansión social y económica dejó de realizarse a través de la expansi n geo
gráfica; tal como lo reflejó el destino de las escuelas de geografía que surgie
ron al finalizar la primera Guerra Mundial, la geografía dejó de «tar a a
vanguardia de la expansión capitalista. La expan.sión absoluta de
dos nacionales y sus colonias concluyó con la repartición final de rica en
Lefebvre
' Sm ial¡m ine, |>. 30y-, Manuel Castell-s, The Urban Quesliun (Londres, 1977), p|>- 437-
471.
LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
ción del espacio, pues con esta idea ha abierto la puerta para una compren
sión práctica del espacio en el capitalismo. Lefebvre ha considerado seria
mente la réplica de Marx a la tesis 8 de Feuerbach, la cual sostiene que
“todos los misterios que conducen la teoría al misticismo, encuentran su
solución racional en la práctica humana v en la comprensión de dicha prác
tica”, y la ha aplicado sistemáticamente al “espacio”. Y aunque Lefebvre lo
gra dar el salto intelectual y entender al espacio como un resultado de la
actividad humana, no descarta ni tampoco- cualifica el concepto absoluto
del espacio. Utiliza el concepto en mdas sus formas — como un espacio
social separado del espacio físico, como un espacio absoluto, como un espa
cio teórico, entre otros— y parece distinguir muy poco o, en su defecto, no
establece distinción alguna entre ellos. La metáfora es mezclada indiscri
minadamente con la realidad. Esta indeterminación conceptual se vuelve
especialmente problemática cuando Lefebvre finaliza con las conclusiones
políticas de su análisis, en las cuales el espacio parece no figurar más en el
asunto. La política real de la presente “crisis de reproducción”, tiene poco o
nada que ver con el espacio. O como comenta Castells acerca del análisis de
Lefebvre, “el espacio, en último caso, ocupa un lugar subordinado y relativa
mente luodcsto en la totalidad del análisis” En el nivel teórico y concep
tual. el espacio se encuentra en la cancha central, pero en la práctica, cuando
efectivamente inicia el juego, no se le ve por ningún lado. Se mantiene el
dualismo del espacio y la sociedad.
Lefebvre comprende la importancia del espacio geográfico en el capitalis
mo tardío aunque es incapaz de darle a esta idea su verdadera dimensión.
Además de la indeterminación conceptual respecto al espacio, la razón de
esto parece ser el intento de vincular la importancia del espacio a un proyec
to político más amplio en el que la problemática de la reproducción despla
za a aquella de la producción. La tesis reprcduccionista se origina en la expe
riencia del aipitalismo de la posguerra, cuando, de hecho, la sociedad capita
lista experimenta un incremento significativo en el consumo de mercancías,
y se las arregla para incorporar más plenamente el proceso de reproducción
a la estructura económica. Los disputas de los años sesentas, en buena medi
da lueron conflictos relacionados más con problemáticas de base comunita
ria que con huelgas en los lugares de trabajo. Pero el que lo sugerido poi
Lefebvre, esto es. que la reproducción de las relaciones de producción se
vuelva la función más determinante, y el que la lucha de clases se concentre
hoy en los aspectos de la reproducción más que en las ya conocidas cuestio
M . (i.isulU . Urbfin p. *.
94 LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO
nes laborales, todavía está por verse. A primera vista, los cambios que Lefcbvre
identifica parecen ser bastante reales, pero no es tan claro que tengan el peso
suficiente como para provocar una profunda inversión estructural como la
que él propone.
La idea más valiosa de Lefebvre es su reconocimiento de la importancia
creciente del espacio y la síntesis de esta reflexión en la idea de la producción
del espacio. Sin embargo, considero que su insistencia de vincular este plan
teamiento con una teoría reproducciónista, le ha restado valor a su propues
ta y lo ha privado de los medios para desarrollarla más profundamente. Es
decir, la teoría de la producción del espacio no representa una ruptura radi
cal con la tradición marxista clásica, especialmente si tenemos razón respec
to a la producción de la naturaleza y a la relación entre la naturaleza y el
espacio.^® Hemos dicho ya que, indudablemente, la propuesta constituye
un planteamiento original, y que va más allá de cualquier otra idea concebi
da en esa tradición; no obstante, también es posible reconocer indicios de
esta misma idea en el trabajo de Marx, Luxemburgo y Lenin. En especial en
Lenin, encontramos una identificación implícita de la contradicción funda
mental ya mencionada entre diferenciación e igualamiento. Utilizando el
enorme potencial crítico de esta contradicción, debemos intentar identificar
estos antecedentes históricos para nuestra discusión.
Emte paiémcsis, vale la pena señalar que Lefebvre mantiene las concepciones tradiciona
les respecto a la prioridad del espacio sobre la naturalera. Por ello “los ptobleinas ambientales"
como problemas de origen espaci;d más que de otro tipo (Survival o f Capúulism, p. 27). Aún
m is extraño, la perspectiva de Lefebvre conduce a la conclusión opuesta respecto a Marx
acerca de la relación entre el tiempo y el espacio; la versión reproduccionisra de l.t producción
del espacio conduce no a “la aniquilación del espacio por el tiempo” sino a algo semejame a la
aniquilación del tiempo por el espacio.
Alexander Pope parece liaber sillo el autor original. Un uno de sus poein;is, escrito un
lA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO 95
siglo y medio antes de que Marx utilizara la frase, escribió: “¡Oh Dioses! Aniquilad sino el
espacio y el tiempo, / Y haced a dos amantes felices", tai frase fue recuperada en el siglo XIX
para describir el dramático efecto de la introducción de los ferrocarriles en el paisaje norreame-
ricano. De hecho, de acuerdo con Leo Marx, "Ninguna fr;isc en el repertorio entero del léxico
sobre el progreso aparece tnás a menudo que "la aniquilación del espacio y el tiempo . La
extravagancia de este sentimiento", continúa, “se vive aparentemente para imitar la sublimidad
del progreso tecnológico" {Mtíchinr in the Carden, p, 194). En el contexto de la suburbaniza
ción de l;i clase medúi alta en 1848. Andrew jacksoii Downing escribe en la revista Horticuíture
sobre cómo "las viejas tinciones del tiempo y el espacio están siendo parcialmente aniquiladas
("Hims to Rui'.il Improvcrs". en Honiadlure (julio 1848), reimpaso en su libro Rural liísays
(Nueva York, 1857), p. 111.) Es atpií entonces donde presumiblemente el otro Marx eticontró
primero la idea; tiimque p*or supuesto, su propuesta de la "anit|uilación del e s p a c i o e l tiem
po" en vez de una "aniipiilación ilel espacio y el tiempo" condujo a un significatlo completa
mente nuevo.
96 U PRODUCCION DEL ESPACIO
por ampliar aún más el mercado y lograr una mayor aniquilación del espa
cio por el tiempo [...] Aparece así la rendencia unlversalizante dcl capital,
que lo distingue de todas las etapas anteriores de la producción."**
tal pueden en mayor o menor medida desplazarse hacia la periferia del siste
ma, y con ello extender los límites del capital.’®
jMarx se enfocó en la tendencia uniformizadora del capital, y la entendió
en el contexto de un mercado mundial en expansión. Fue este proceso más
que ningún otro lo que caracterizó su concepción del espacio en el capitalis
mo. El relativo poco interés que tuvo por la diferenciación del espacio geo
gráfico es sin duda un producto de su tiempo histórico: el desarrollo de los
ferrocarriles y la colonización europea del globo estuvieron al hente de la
producción dcl espacio en este periodo. Así, en El capital, Marx abstrae
a propósito al menos una fuente de la diferenciación geográfica; A fin de
examinar el objeto de nuestra investigación en su integridad , escribió, li
berados de todas las circunstancias secundarias perturbadoras, debemos con
siderar al mundo entero como una sola nación, y asumir que la producción
capitalista está implantada por doquier y se ha posesionado de todas las
ramas de la industria”.” Esta no fue una mera consideración arbitraria que
pudiera facilitar la tarea de Marx; consecuente con su método lógico-histó
rico, la afirmación refleja su convicción de que el capital podría progresiva
mente allanar esas diferenciaciones geográficas. N o es que Marx fuese ajeno
a la diferenciación geográfica, sino que le concedía una importancia secun
daria en comparación con la “tendencia universalizante” del capital y la conse
cuente tendencia a la uniformización.
Escribiendo cincuenta años después, Rosa Luxemburgo critica a Marx
por asumir la dominación universal de la producción capitalista, sin em
bargo, llega a la misma conclusión lógica del planteamiento de Marx. El
capitalismo, señala, no puede sobrevivir sin la existencia de sociedades
no-capitalistas que funcionen como mercados y fuentes de materias pri
mas, trabajo, etcétera: “el capitalismo en su completa madurez depende tam
bién en todos los aspectos de las organizaciones y estratos sociales no-capi-
talistas que coexisten con él”.’^ Así, para Luxemburgo, el imperialismo fue
simplemente el proceso de aniquilación de las sociedades no-capitalistas, y
por definición, constituyo la fa.se final del capitalismo. Cuando la expan
sión geográfica absoluta del capital llegó a su fin, nece-sariamentc lo hizo
también el capitalismo. Llevando el análisis de Marx mucho más lejos de lo
que él mismo podría haberlo hecho, Luxemburgo entiende la diferencia
ción geográfica, menos como una tendencia interna de capital y mas com o
U-iiiii, Capiiiilism i» Russin. Véase canibiéii, "New Dala oii ihc Liws Cíoverniny ilie
Dcvclopmcm o f t.'apiialisiii in U.S. Agriculturc”. Colleclrtl Workí, 22. pp. 13-102.
V. I. LenÍK, »/>. d i., p. 113.
LA PRO D U C C IO N DEL ESPACIO 9Ó
Presentación........................................................................................................
Nota introductoria.............................................................................................. 9
I. La producción en general....................................................................... 1^