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Dar a ver, dar que pensar: contra el dominio de lo automático

https://www.eldiario.es/interferencias/pensamiento-esterotipos_6_836476363.html

Pensar es aprender de nuevo a ver y a poner atención, pero el dominio de los estereotipos nos vuelve ciegos y obtusos.
¿Cómo interrumpir su mandato a ver sólo lo que se quiere ver?

Amador Fernández-Savater

16/11/2018 - 20:36h
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Detalle de la obra "Esto es lo verdadero", de Rafael Sánchez-Mateos Paniagua y Fernando Baena

Nos pasamos el día mirando, pero ¿somos capaces de ver algo? ¿Qué relación hay entre ver y
pensar? ¿Y en qué sentido la percepción es un problema político?

El escritor Albert Camus dijo: “pensar es aprender de nuevo a ver y a poner atención”. Es una frase
sorprendente porque el pensamiento no se vincula al saber, al conocer, al análisis o a la verdad, sino
a la transformación de la percepción y la atención.

Aprender: ir más allá de lo sabido. De nuevo a ver: recrear nuestra mirada sobre algo, verlo
distinto. Y a poner atención: atender otro plano de realidad, otro tipo de señales.

Voy a aterrizar esta imagen de pensamiento, como recreación de la mirada y la atención, en dos
ejemplos que tengo al alcance de la mano. Y animo a cada cual a imaginar los suyos.

Renombrar la realidad
El primero es un artículo breve que me envió hace poco mi amiga Amarela Varela para publicar en
eldiario.es. Amarela es profesora en Ciudad de México y lleva mucho tiempo implicada -con la
palabra y el cuerpo- en los movimientos y las luchas de los migrantes. El artículo habla sobre la
caravana de migrantes en su mayoría hondureños que estos días atraviesa México hacia Estados
Unidos acaparando la visibilidad mediática global.

Amarela explica que la migración centroamericana masiva no es ninguna novedad en México. Lo


novedoso es cómo se ha organizado ahora: tras una larga historia de detenciones, deportaciones y
masacres, los migrantes se han puesto a caminar juntos, autónomamente, sin coyotes de por medio,

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con una voz pública y propia, acompañados de organizaciones de derechos humanos y medios de
comunicación.

El artículo es una llamada a ver la politicidad de este gesto de autonomía. A dejar de mirar a los
migrantes solamente como víctimas de la fatalidad o personas manipuladas por algún complot de
los poderosos. A poner atención y escuchar su voz, lo que ellos mismos dicen de su situación y de
su experiencia.

En esta nueva politicidad no encontraremos seguramente algunos de los elementos clásicos


(programa o consignas anticapitalistas, etc.), pero sí una desobediencia practicada con el cuerpo al
régimen de fronteras y una interpelación positiva a la solidaridad del pueblo mexicano, que está
respondiendo con gestos de hospitalidad radical muy esperanzadores.

El artículo de Amarela acaba diciendo: “no es caravana de migrantes, sino éxodo de desplazados,
pero sobre todo es un nuevo movimiento social que camina por una vida vivible”.

¿Cuál es la fuerza del artículo? Consiste a mi juicio en su capacidad de renombrar la realidad. Al


renombrar la realidad, vemos algo distinto y nuestra atención se activa. Creo que ese gesto de
desplazamiento explica el impacto que ha tenido el texto en tantos lectores.

Puedo hablar de ello en primera persona: yo seguía lo que pasaba con la caravana de migrantes por
las imágenes de la tele, pero nada de lo que se decía o mostraba rompió en ningún momento la
barrera de los estereotipos que anestesiaba mi percepción: “ay, pobres”. Miraba, pero no veía nada.
Nada singular, nada que me afectase.

Pero de pronto hay algo que ver. De pronto se abre algo que ver.

Vista así, como nos propone Amarela, podemos advertir otras cosas en la caravana. No sólo
víctimas empujadas por la desgracia o manipuladas por los políticos, sino también capacidad
política, inteligencia, autonomía. Y podemos escuchar también un llamamiento: a inventar gestos
de solidaridad, pero no ya con la desgracia que les ha tocado a los otros, sino con una lucha que nos
concierne.

Una imagen aleja y enfría: “es la desgracia ajena”, “no hay que fiarse de los otros porque están
manipulados”. Mientras que la otra acerca e invita: “aquí hay una potencia, hay algo que
desconoces”, “pon atención y vuelve a mirar”.

Algo que por lo demás no está claro. Porque el artículo no cambia una etiqueta por otra, afirmando
por ejemplo: “no son víctimas, sino otro movimiento social”. Ese “nuevo movimiento social” que
es la caravana no es obvio, no es evidente, no es un movimiento social clásico. El texto nos
propone acercarnos a ver y pensar algo que aún no ha sido visto y pensado.

Vamos a llamar “imagen fecunda” a esa imagen que nos da algo a ver. A la imagen que nos
conmueve y afecta. A la imagen que recrea nuestra mirada y nos da que pensar. A la imagen abierta
e inacabada que requiere de nosotros un movimiento.

No hay nada que ver: los estereotipos

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Estas imágenes pueden provenir de los más diversos lugares, del cine o del ensayo, de la fotografía
o de la poesía, del teatro o de la literatura, pueden fabricarse con materiales muy distintos (palabra,
color, gesto, movimiento), etc.

El problema no es por tanto que vivamos en medio de una inflación de imágenes, sino de una
inflación de imágenes saturadas y saturadoras: losestereotipos.

El estereotipo es un sentido empaquetado. ¿Qué dice, qué hace? “Aquí no hay nada que ver”. Es
decir: no hay nada que no hayamos visto ya. El mundo está ya-visto, ya-sentido, ya-pensado.

El estereotipo es una respuesta automática. El resultado de aplicar sobre la realidad


un código: mediático, político, ideológico, etc. De ese modo ya no vemos o pensamos, sino que
simplemente reconocemos. No vemos o pensamos, sino que sólo recordamos lo que está en el
código.

Los códigos no siempre son conscientes, pero funcionan a través nuestro: somos vistos, pensados y
actuados por ellos. Se despliegan automáticamente allí donde no hay un trabajo de elaboración
propia. Somos, durante la mayor parte del tiempo, estaciones repetidoras de estereotipos. Nos
creemos muy singulares, pero estamos hechos en serie.

¿Qué es lo que vemos si presuponemos la realidad desde un código? Solamente ilustraciones de


nuestro relato previo, metáforas de nuestra explicación del mundo, reflejos serviles del código
aplicado. Una y otra vez lo mismo: nunca objetos singulares o acontecimientos, siempre casos de
una serie. Otra desgracia más, otra manipulación más, otro movimiento social más…

La mirada desde el código siempre ve lo que quiere ver. La realidad se aplana, se simplifica, se
reduce: descartamos como ruido todo lo que no encaja en el código, que es precisamente todo lo
que podría darnos que pensar. Las sombras, las contradicciones, las impurezas, la confusión de lo
real.

Según el filósofo, la dignidad de cualquier cosa -desde un ser vivo hasta un acontecimiento-
consiste en ser tratada como un fin y no como un medio. La mirada codificada es sin embargo
una mirada instrumentalizadora: no ve nada más que piezas y medios de fines. Nada tiene valor o
potencia en sí mismo, la potencia de dar lugar a nuevas miradas, ideas o acciones.

Nos indignamos cuando vemos cómo tratan los códigos ajenos la dignidad de las cosas que
conocemos y amamos. Porque las fuerzan hasta hacerlas encajar en los moldes previos y las
violentan hasta hacerlas decir lo que se quiere que digan. Pero muy raramente revisamos
críticamente los códigos propios.

El estereotipo anestesia nuestra percepción, pero no de un modo frío y desapasionado. Al


revés: casi nada nos produce más goce e inflamación que repetir estereotipos. Los replicamos
como si estuviésemos afirmando lo más íntimo, lo más profundo y lo más auténtico de nuestro ser.
Nos emocionan, nos enardecen, nos llevan hasta las lágrimas. Hay una verdadera pasión de la
repetición, de la confirmación, de la mímesis, de la adhesión. Es el goce del reconocimiento y de la
identidad.

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Por último, el estereotipo busca el poder: reproducirse, difundirse, convencer, vencer, ocupar todo
el espacio de atención. Es un poder de saturación, de asimilación, de normalización. Quiere más de
sí mismo, eliminar todo lo otro. Que no quede nada por ver, que no quede nada que pensar.

Pensar a partir de detalles


Un segundo ejemplo, esta vez una historia personal. A los pocos días de que el 15M emergiese en
las plazas de toda España, sentí el deseo de escribir sobre lo que estábamos viviendo. Se suele
escribir para compartir lo que has llegado a entender, pero en este caso se trataba de escribir para
entender, escribir precisamente porque no entiendes.

¿Y cómo escribir sobre lo que no entiendes? En conversaciones al respecto con amigos en Sol, uno
de ellos me cita una frase del historiador griego Heródoto sobre su método: “anoto todo lo que no
entiendo”. Empiezo entonces a registrar detalles de la plaza que llaman mi atención y me dan que
pensar: micropercepciones, sensaciones, preguntas, notas de conversaciones, tal escena, tal
consigna, tal pintada, balbuceos de interpretación o reflexión al hilo de lo que pasa, tal intervención
en asamblea, un grito, una vibración, un tono afectivo...

Compongo así un “cuaderno de detalles” que voy publicando por entregas (hasta nueve) en mi blog
del diario Público con el nombre de “Apuntes de acampadasol”.

Ver es lo más difícil, porque primero hay que parar el mundo. Eso le dice el brujo Don Juan a su
aprendiz Carlos Castaneda en aquella serie de libros míticos de los años 60-70. ¿Qué significa parar
el mundo? Detener la descripción que le da forma día tras día, la descripción que compartimos y
construye una percepción del mundo consensual y normalizada. Detener los automatismos.

En mi caso, parar el mundo significó también parar las teorías filosófico-políticas entre las que
vivo -por vocación y profesión- y que se desplegaron enseguida para dar explicación a lo que
pasaba. Porque cualquier cosa puede convertirse en código y no dejarnos ver, también una teoría
muy sofisticada que nació para dar cuenta de la complejidad social. Aplicarla sobre la realidad
puede ser una manera como cualquier otra de presuponer lo que pasa con esquemas previos y no
escuchar. Entonces, en lugar de ver la plaza del 15M o lo que sea, vemos el código de Jacques
Rancière, de Toni Negri o de Ernesto Laclau. Y la materialidad de las cosas vivas se disuelve en
espectrales abstracciones.

Poner un poco entre paréntesis las teorías y pensar a partir de detalles: esa fue mi particular manera
de parar el mundo para ver. Un modo de entrar en contacto, dejarse tocar y afectar por lo que
pasaba,

Mientras que aplicar un código cualquiera es un modo de desmaterializarla realidad, el detalle es


por el contrario un golpe de color, de voz, de afecto o de intensidad. Y digo golpe porque no lo
elegimos exactamente nosotros: es el detalle lo que llama nuestra atención, no nuestra atención la
que descubre el detalle. Nos exige una atención que no es de caza y captura, sino más bien atención
flotante.

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El detalle no lo podemos reconocer o recordar. No es ilustración, metáfora o reflejo de un código
previo. Es lo que está por ver y por pensar. No es la conclusión de algo, sino una apertura, un
comienzo de viaje. No tiene ya sentido: es lo que abre la vía de creación de sentido.

El detalle es siempre singular: nunca el caso de una serie, sino siempretal, así, este, esta, aquí,
ahora.

Y una singularidad un tanto opaca o misteriosa. Es lo que no encaja, nos hace preguntas, nos pone
problemas, nos incomoda, nos mueve del sitio. Por esa razón, los que quieren elevar la “claridad” y
la “comunicabilidad” a regla general de la expresión o la creación, en realidad no quieren ver o
pensar nada: sólo lo ya visto y pensado es claro y transparente, “inmediatamente comunicable”.

El detalle pasa por el cuerpo, pero de manera distinta al goce del estereotipo. No nos
confirma frente a la realidad, sino que nos pone en relación con ella. Nos conmueve: nos saca de
nuestras casillas y nos abre a lo otro. Nos espabila, nos abre los ojos, activa nuestra curiosidad, nos
conecta y enreda con el mundo. No es el goce de la estabilidad, sino el placer de una
cierta desestabilización.

Por último, el detalle no quiere el poder: un detalle no se opone a otros y puede haber tantos
detalles como viajes de pensamiento. El detalle no satura lo visible, sino que lo abre. No pretende
decir lo que hay que pensar, sino dar que pensar.

Intensificar un sabor
Toda una tradición venerable de pensamiento recela radicalmente de los detalles. Platón decía:
“para pensar hay que arrancarse los ojos”. Lo sensible lleva a error: vemos una cosa, pero la verdad
está en otra parte. Hay que sospechar de lo que pasa y perseguir lo eterno, fijo e inmutable. Los
detalles sólo son apariencias o síntomas de lo que es esencial y verdadero. Se trata
de abstraerlos, ver el mundo con el ojo de la mente.

Siguiendo esa tradición, en nuestras academias y universidades se obliga hoy a los estudiantes que
hacen un trabajo a elaborar en primer lugar un “marco teórico”. Primero, fabricarse unas lentes.
Luego, aplicarlas sobre tal o cual objeto de pensamiento. En realidad, lo que se enseña así es a
desconfiar de lo que se ve. De lo que uno puede ver por sí mismo, de los detalles que a uno le
afectan y que pueden activar el pensamiento.

Dos consecuencias nefastas de este procedimiento. En primer lugar, el estudiante queda así
inseguro y fragilizado: nunca el marco teórico será lo suficientemente sólido, siempre faltarán
referencias y lecturas. En la idea del saber como acumulación siempre estaremos en déficit, en
falta. En segundo lugar, el estudiante se convierte en repetidor: sólo ve lo que el marco teórico (un
autor o una combinación de autores) le deja ver. No se autoriza a ver por sí mismo, a convertirse él
mismo en autor.

Pensar es fugarse de esta cárcel. Autorizarse a pensar a partir de los detalles que nos afectan, como
el único modo de producir algo distinto y propio.

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El detalle no es lo pequeño, lo aislado, lo que encuentra su sentido en otra parte (la parte de un
todo), sino que contiene en sí el mundo (el todo está en la parte). Podemos estirar el detalle: tirar y
tirar de él hasta desplegar el mundo entero que contiene.

Las referencias existentes pueden servir para intensificar los detalles. Pensemos que el detalle es
un sabor. ¿Qué acompañamientos intensifican ese sabor? Hay acompañamientos (y modos de
combinarlos) que borran el sabor, lo anulan. Pero otros pueden prolongarlo y refinarlo. Tal autor o
tal teoría valen si y sólo si intensifican el sabor singular del detalle.

Es cuestión de cocina. El buen acompañamiento aferra y realza el sabor del detalle. Y el malo lo
tapa: no nos permite apreciar la materialidad de una situación, la particularidad de tal o cual detalle
de la realidad. No nos deja paladear el mundo desde una perspectiva singular, la perspectiva
de alguien. El esquema teórico sustituye al detalle en lugar de intensificarlo. Y entonces todos los
detalles saben igual. Reconocemos así a un mal autor.

Creer en el mundo
Comprender sin pensar, pensar sin escuchar, escuchar sin sentir: el dominio de los estereotipos es
profundamente nihilista. Nos ausenta del mundo. ¿Cómo es eso?

Nada de lo que hay se toma afirmativamente, por su potencia de dar lugar, sino siempre en función
de nuestro código, de lo que queremos ver. Con el estereotipo nunca pasa nada, sino que
siempre vuelve algo.

Lo importante no está nunca aquí y ahora, ante los ojos, sino en las líneas de nuestro código. El
mundo y sus detalles ya no nos importan, ya no nos requieren: es la victoria de la indiferencia y de
la desconfianza hacia lo que hay, hacia lo que pasa.

Por el contrario, la imagen fecunda hace pasar algo, relanza y comparte algo que nos pasó. Nos
permite así volver a “creer en el mundo”: hay cosas que ver, cosas que pensar, cosas que hacer. La
imagen fecunda nos abre a la riqueza de lo dado por obvio, de lo apresado en el estereotipo. Lo que
(nos) pasa importa. El mundo esta lleno de detalles, está lleno por tanto de puntos de potencia.
Podemos confiar en él.

La pobreza o nulidad de una situación está antes en nuestra mirada estereotipada que en la propia
situación. Pensar (y dar que pensar) es aprender de nuevo a ver y a poner atención. Es, en
definitiva, el aprendizaje de estar presentes en el mundo, de estar vivos en la vida.
Este artículo en portugués
Referencias:
Esta es una versión de las notas que leí recientemente en dos contextos de trabajo sobre la imagen cinematográfica: Zineleku
(Vitoria) y Cine por Venir (Valencia).
La mejores referencias, como siempre, son las conversaciones con todos los amigxs y maestrxs en el arte de ver: Marta Malo, Hugo
Savino, Amarela Valera, Miriam Martín, Arantza Santesteban, Diego Sztulwark, Juan Gutiérrez, Jun Fujita, Lucía Gómez, José Miguel
Fernández-Layos, Franco Ingrassia (a quien le robo la expresión "imagen fecunda"), Francisco Jodar (quien me hizo ver la cuestión de
"creer en el mundo" a partir de Gilles Deleuze).
El sabor de los detalles y los estereotipos se ha intensificado con las nociones de "signos" y "tensores" de Jean-François Lyotard
en Economía libidinal.
La imagen que encabeza es un detalle de la obra Esto es lo verdadero, de Rafael Sánchez-Mateos Paniagua y Fernando Baena,
también maestros en ver, dejar ver.
Sobre parar el mundo para ver, Don Juan y Castaneda

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No es una caravana de migrantes, sino un nuevo movimiento social que camina por una vida
vivible

https://www.eldiario.es/interferencias/Caravana_migrantes_6_832276775.html
Una caravana de 10.000 migrantes, mayoritariamente hondureños, atraviesa México estos días. ¿Cuál
es la novedad de esta experiencia, en la historia de las migraciones?
Escribe Amarela Varela, activista y profesora universitaria en Ciudad de México.
Interferencias - publica un artículo de Amarela Varela
04/11/2018 - 21:03
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Asamblea de desplazados, foto: Georgina Garibo.

Entre enero y septiembre de 2018, según cifras publicadas por la Unidad de Política Migratoria del
gobierno mexicano en octubre de este mismo año, fueron “presentados” ante autoridades
migratorias, es decir detenidos, 41.760 hondureñas y hondureños de todas las edades. En ese mismo
periodo, el gobierno mexicano reporta 37.000 deportaciones entre esas miles de personas
desplazadas por la violencia de estado, la violencia de mercado y la violencia patriarcal.

Esbien visible la paradoja: las deportaciones de estos desplazados fueron costeadas con el dinero
del erario público mexicano, el mismo que, según fuentes gubernamentales, se sostiene -solo
después del petróleo- con las remesas de los millones de mexicanos migrantes, la mitad
ilegalizados por el gobierno estadounidense. Es decir, este año pasaron por este “país frontera”,
como le llaman los migrantes, el volumen similar a 6 contingentes como la llamada Caravana
Migrante, mejor descrita como Éxodo de Desplazados.

No obstante, y a diferencia de esta última que hoy está llegando a Ciudad de México, los 41.760
hondureñas y hondureños que intentaban atravesar México venían dispersos, por rutas
clandestinizadas por las políticas migratorias mexicanas que han neoliberalizado la violencia contra
las personas migrantes, desplazadas, refugiadas y asiladas en este país, privatizándola a virtuales
ejércitos privados, mitad compuestos de sicarios, mitad de complicidades con diferentes fuerzas
estatales, todo ello documentado por informes de organismos nacionales e internacionales de
derechos humanos.

A diferencia de lo que ocurrió en ese periodo, hoy 10 mil migrantes de América Central, la mayoría
de Honduras, caminan, medianamente coordinados, por este "país frontera", en 3 caravanas o
7
éxodos que desde el 19 de octubre de 2018, y después en dos ocasiones posteriores, lograron
desafiar con sus cuerpos, y nada más que con eso, los operativos policíaco/militares desplegados en
contra de familias con hijos en la frontera sur de México, la del norte de Guatemala.

Es decir, el éxodo de desplazados que hoy concentra la atención mediática internacional y se pelea
su pedacito de interés en un país desgarrado por crímenes de Estado, fosas comunes rodantes en
tráileres, una transición política en puertas y las festividades del día de muertos, no es algo nuevo.
Al contrario, en torno a este éxodo, al que periodistas mexicanos han llamado el “Holocausto
invisible del siglo XXI”(1), se han escrito centenares de miles de páginas en los últimos 15 años, ya
sea en formato de nota roja, informes de derechos humanos gubernamentales y no
gubernamentales, consultorías sobre seguridad nacional, novelas, ensayos, documentales,
publicaciones académicas y hasta extraordinarias películas de ficción.

Porque sobre la transmigración centroamericana opera en la región una virtual industria de la


migración compuesta sobre todo por redes criminales de trata y tráfico de personas, en colusión
demostrada con las autoridades de todos los países involucrados, pero también organismos
internacionales, organizaciones de la sociedad civil que atienden en la más extrema precariedad
necesidades que los estados están obligados a garantizar a los migrantes y, cómo no, también una
muy amplia gama de especialistas, tecnócratas y académicos -cómo quien esto escribe- que tratan
de “comprender” la transmigración, unos porque se creen la fantasía de que la migración humana
puede “gobernarse” de manera ordenada y otras porque vemos en esta dimensión de lo
social ejemplos muy didácticos tanto de resistencia frontal como de las consecuencias humanas del
neoliberalismo.

En esta industria hay quienes miran a los migrantes y desplazados como víctimas, otros como
clientes, unos más como criminales o infractores de la ley y una minoría como actores políticos que
siempre y de manera reiterada le descomponen la agenda migratoria a los gobiernos y a la industria
de la migración.

Por eso, lo nuevo no es la presencia de miles de desplazados del neoliberalismo made in


Centroamérica, esta población que hoy por fin el mundo observa, después de incontables masacres
(las más visibilizadas fueron las de San Fernando, Tamaulipas y Cadereyta, Nuevo León)y de un
incontable número de cuerpos de migrantes en fosas clandestinas que se confunden con los de un
pueblo que busca desesperado a un promedio de 35 mil personas desparecidas (2).

Los transmigrantes centroamericanos conforman una población que combina menores migrantes no
acompañados y en compañía de familiares directos, mujeres que la trata de personas se chupa
como la espuma, hombres y hasta ancianos que buscan escapar de la violencia neoliberal de
salarios que no alcanzan los 100 dólares mensuales, de la impunidad política y el pacto de silencio
en torno a la violencia generalizada en las calles de los barrios pobres de las capitales
centroamericanas.

Lo novedoso es la forma en la que hoy se mueven por México los centroamericanos. En masa,
agrupados por nodos que caminan juntos un país por el que los coyotes les cobran, por adelantado,
entre 9 y 15 mil dólares para llevarlos hasta Estados Unidos. País éste último, no hay que olvidar,
donde hay jueces que están juzgando a bebés de 2 años recluidosy separados de sus familias,
8
reclamándoles en el estrado que declaren porque la justicia norteamericana tiene que creer en los
motivos de su petición de asilo (3).

No obstante, quienes hoy caminan juntos, acompañados por organizaciones nacionales e


internacionales todas ellas humanitarias, además de la prensa doméstica y global, han sido acusados
de obedecer algún tipo de complot político pagado o incentivado por el presidente estadounidense
Donald Trump, de responder a intereses de camarillas que buscan desestabilizar la transición
pacífica en México con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador o, como mínimo, de
engañados por grupos antagónicos al gobierno hondureño de facto de Juan Orlando Hernández
Alvarado.

Esas voces que han desestimado esta novedosa forma de organización política, desde nuestra
perspectiva, si bien son sesudas geopolíticamente, son racistas, discriminatorias y han provocado
una respuesta represiva en sectores clave de la población que nunca ponen atención en la migración
y que cuando observaron a mujeres y niños rompiendo una valla fronteriza
buscaron explicaciones en las plumas antes nombradas. Cuando los líderes de opinión y los
expertos en movilidad humana y relaciones internacionales descartaron la agencia y
autonomía política de quien se mueve en colectivo desafiando los trayectos del terror, perdimos la
preciosa oportunidad de construir, haciendo eco a la imaginación política de los migrantes y
desplazados, un movimiento político masivo antirracista en México.

Y por eso es urgente recalcar que estas “caravanas” de miles de personas que hoy recorren México,
compuestas en un 45% por mujeres y niños,son una novedosa forma de lucha migrante, o un nuevo
tipo de movimiento social sin consignas manifiestamente ideológicas, sin formas de organización
manifiestamente antagónicas al capitalismo, apenas 10 mil personas que se organizan para caminar
juntas buscando una vida habitable, haciendo de la migración una estrategia política para preservar
sus vidas y las de sus hijos que traen en brazos o en carriolas por las mortíferas carreteras de
México. Y al caminar van desafiando las fronteras diseñadas en Washington para la región, basadas
todas en acuerdos internacionales sobre seguridad nacional(4).

Entre los rasgos más esperanzadores de esta nuevacapacidad política está la interpelación a pueblos
y comunidades que, al verlos caminar en masa,se animaron ahora sía desafiar los cacicazgos y
sicariatos locales y les mostraron su solidaridad abiertamente, con bandas municipales de música,
los frijoles de la última cosecha o simplemente abriendo sus casas para dejar a los caminantes
refrescarse y usar el baño, inaugurando con ello formas de hospitalidad radical que puedan resarcir
las complicidades o incluso los silencios del pueblo mexicano con sus pares, los actuales
“condenados de la tierra” centroamericanos.

Falta por ver cómo respondemos los pueblos donde estos éxodos, virtuales campos de refugiados
en movimiento, como apuntan los colegas del periódico El Faro, consiguen quedarse. De momento,
el caminar de miles de familias expulsadas por la violencia y la miseria está consiguiendo cambiar
la gramática migratoria en México, entonces hay esperanza y vida, justo lo que falta aquí y
ahora. No es caravana de migrantes, sino éxodo de desplazados, pero sobre todo es un nuevo
movimiento social que camina por una vida vivible.

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Amarela Varela es activista y profesora de la Universidad Autónoma de Ciudad de México
(UACM), autora de varias investigaciones sobre migración contemporánea.

1- Emiliano Monge, Las tierras arrasadas, Mondadori, 2015.

2- Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED). Datos a enero


de 2018 publicados por el diario El País ("El drama de los desaparecidos en México se ceba con los
más jóvenes", 25/4/2018).

3- Un día en las cortes migratorias para una niña de 2 años.


https://www.nytimes.com/es/2018/10/09/ninos-migrantes-tribunales/

4- Para comprender la externalización del régimen de fronteras estadounidense a México y


Centroamérica.

Foto: Javier García, SACBE Producciones

04/11/2018 - 21:03h
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