Últimamente se ha puesto de moda poner en duda la importancia histórica
del 12 de octubre de 1492.- Mediante citas eruditas, o mentiras descaradas, se pretende hacer ver al período de descubrimiento y conquista de América como un período oscuro de la historia humana. Sin embargo, lo común a todos estos neo- revisionistas, es que en forma paralela a criticar a los conquistadores europeos, ponderan supuestos valores humanitarios de las poblaciones precolombinas, pero irónicamente los aztecas, incas y mayas (por sólo mencionar a los más “adelantados”) sometían a los pueblos que ellos vencían a vejámenes y asesinatos masivos, que nada tiene que envidiarles a los españoles.- La esclavitud, los sacrificios humanos, el canibalismo, y los más tiránicos despotismos era lo corriente en la América precolombina. De modo que los españoles no llegaron a un Edén pacífico y liberal, al cual pervirtieron y aniquilaron. Nada hicieron los españoles que las tribus aborígenes no hicieran ya desde hacía siglos.- Por este motivo, es que pensadores argentinos de la talla de Ezequiel Martínez Estrada en su obra “La radiografía de la pampa”, refiere que los conquistadores que arribaron a América no llegaron a un nuevo mundo, sino que lo hicieron a uno antiguo y arcaico; en el cual regían costumbres y pautas morales que los pueblos de Europa habían abandonado hacía tiempo.- El correlato necesario de esta realidad histórica, es que esta conquista de América por los españoles no puede ser criticada en base a las pautas éticas de los aborígenes, para quienes el exterminio y esclavitud de los pueblos vencidos en la guerra era algo normal y aceptable. Lo paradójico de todas éstas críticas a la conquista de América, es que se la hace en base a las pautas éticas elaboradas en la misma Europa de raíz cristiana.- Como señala Juan José Sebreli en su obra “El asedio a la modernidad”, sólo para la antropología occidental, de raíz cristiana, y reforzada por la filosofía iluminista y libertaria que se inicia en el siglo XVI, los hombres son todos iguales en dignidad y derechos; sólo para esa antropología la autodeterminación individual, la libertad de pensamiento, de expresión y de culto, son valores esenciales a todo ser humano. Estas ideas eran tan extrañas a las culturas precolombinas como el acero y las técnicas de navegación.- Un Bartolomé de las Casas, que fue el primero en criticar el trato vejatorio a los aborígenes en América, no hubiera durado un minuto bajo el reinado de los Incas o los Aztecas, de haber criticado a estos la forma en que trataban a los pueblos que ellos vencían.- ¿Hay algún balance provechoso de la conquista de América? Indudablemente que si. Únicamente luego del arribo de Colón, estas inmensas extensiones de tierras fueron integradas al proceso universal de la comunidad humana. Puede ser que antes de Colón hayan llegado los vikingos o los chinos, pero para 1492 nadie lo sabía, y el ignorar la existencia de América, a los fines prácticos, es lo mismo que nunca haber sido descubierta. Sólo luego de 1492 América ingresó a la historia humana.- Que los españoles vinieron a América impulsados por intereses mezquinos y rapaces, no hace menos elogiable el resultado; pues de esa empresa, todos los que hoy vivimos en América somos herederos. Y los valores éticos y políticos que hoy practicamos son fruto de ese aporte cultural.- Es realmente curioso, pero hasta aquellos que se dicen difusores de valores éticos precolombinos, no hacen más que repetir ideas generadas en el siglo XIX en Europa.- La idea del buen salvaje, que afirma que en América existían pueblos “no contaminados por las ambiciones y miserias de la modernidad” es un invento del temperamental francés Jean-Jacques Rousseau. Toda la pretendida valoración del ambiente, que habrían tenido los aborígenes es una enorme falacia. El ambiente como objeto de protección es un invento moderno, de la cultura occidental, que surgió recién en el siglo XX. Antes la naturaleza siempre se presentó como una enemiga del hombre, como una fuerza ciega y bruta que podría acabar con nuestra frágil existencia en cualquier momento.- Los cultos y pleitesías que los aborígenes le rendían a las fuerzas de la naturaleza, no eran porque las valoraran, sino porque las temían. Le rendían un culto servil a fin de que la madre tierra en su caprichosa voluntad los ayude a sobrevivir. Nada diferente a lo que hacían los egipcios con el rió Nilo, o las tribus del norte europeo a los dioses de los vientos y las tormentas.- Por todo ello, es una muy buena noticia que América haya ingresado a la corriente de la historia que tiene su punto de inicio en el Occidente Europeo; ya que como todas las evidencias lo indican, es la única cultura que mediante una constante y severísima autocrítica, es la que le ha legado a la humanidad la idea de progreso, libertad, y ecumenismo.- La Argentina en sus días originarios era plenamente conciente de esta identidad migratoria, en desenvolvimiento incesante e infinito, como producto de nuevas y diversas migraciones e incorporaciones culturales. Así Alberdi afirmaba que éramos herederos de Egipto, Grecia, Roma y de la Europa moderna; y que esa herencia nos imponía el mantenernos abiertos al futuro, tanto para recibir nuevos aportes culturales, como para difundir realizaciones culturales propias.- Borges es un caso paradigmático de esto. Formado en literatura inglesa; se volvió un erudito en literatura oriental, árabe y francesa. Y con ese enorme bagaje cultural redacto sus inmortales obras que, por ese portentoso mestizaje que es nuestra cultura, en cualquier lugar del mundo se lo identifica con Argentina; y constituye un autor insoslayable en la formación de cualquier literato en el mundo.- Es decir, manteniéndonos abiertos al mundo, incorporamos cultura extranjera, pero al mismo tiempo las hemos elaborado en base a experiencias propias, y esas mismas reelaboraciones las hemos devuelto al mundo enriquecidas. Tal es la tradición nacional.- Winston Churchill dijo una vez de Egipto, que era un país decadente, pues tenía más pasado que futuro. En la Argentina estamos discutiendo tanto sobre el pasado que nos olvidamos del futuro.- Dios no salve de caer en la decadencia.-