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Tecnología, cultura experta e identidad en la sociedad del
conocimiento, 2009, Universidad del País Vasco, Bilbao, pp: 215-248
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identificaciones, en razón del creciente esfuerzo individual necesario para mantener y
renovar los vínculos sociales. Si las redes sociales son incapaces de lograr cohesión,
esto es, extensión temporal y espacial de las interacciones, sin la mediación de
objetos, sin la agencia compartida entre personas y objetos, si la materialidad de los
objetos, y de los cuerpos, es el elemento necesario para la duración y devenir de
relaciones, vínculos, prácticas, y también subjetividades e identidades, la creciente
flexibilidad, fluidez y fragilidad de dichas redes y vínculos harán aún más necesaria y
crucial la mediación de artefactos y objetos.
Parto por tanto del presupuesto de que las subjetividades, entendidas como
procesos de subjetivación, se forman en específicas relaciones materiales y corpóreas
(Law y Moser, 1999; Gomart y Hennion, 1999), se crean y renuevan a través de
acciones comunes y redes de prácticas. A su vez, las relaciones de la gente con sus
teléfonos móviles son un ejemplo de relación material y corpórea, que mediatiza otras
interacciones. Estos artefactos permiten compartir experiencias vividas y también
contribuyen a crear dichas experiencias. Cabe entonces interrogarse sobre las distintas
maneras en que el uso del móvil participa en las transformaciones, construcciones y
reconstrucciones de esas entidades en devenir, amalgama cambiante de componentes
heterogéneos, materiales e inmateriales, que llamamos sujetos. La materialidad
corporal y la de los objetos que participan en el proceso de subjetivación, también
integra elementos inmateriales, poseen una dimensión virtual, las tendencias y
potencialidades que aún no se han actualizado. Transponiendo una definición de la
materialidad de lo urbano (Latham, McCormack, 2004: 718-9) a la materialidad de la
identidad, tal como se entiende en este texto, podríamos decir, que no se trata de una
sustancia, sino de un ámbito transductor donde se condensan realidades afectivas,
psíquicas, físicas y técnicas. Este proceso entraña la organización de fuerzas con un
grado de consistencia tal que puedan ser aprehendidas como cuerpos, sujetos y
objetos. Sin que el resultado de dicho proceso sea inevitable, ni dictado por ninguna
lógica estructural previa o superior.
El estudio de las implicaciones de los móviles en la constitución de
identidades y en la emergencia de nuevas subjetividades (Nafus and Tracey, 2002;
Gergen, 2003; Cooper, Green and Moore, 2000; Ling, 2002b; Licoppe and Heurtin,
2002; Palen and Dourish, 2003; Lobet-Maris, C. and Henin, L., 2002; Ling, 2001,
2002a; Ling and Yttri, 2002; Skog, 2002) sigue la estela de las investigaciones sobre
cómo el uso y la adquisición de tecnologías de información y comunicación
mediatizan la constitución y transformación de identidades, y de cómo las TIC
permiten imaginar y teorizar nuevos modos de entender la identidad (Turkle, 1995;
Holmes, 1997; Hayles, 1999; Haraway, 1991; Echevarría et. al., 2003.)
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Podemos identificar tres aspectos, interdependientes, del papel de los
móviles en la constitución y modificación de identidades: la mediación, la agencia
compartida entre personas y móviles, y su relación con el cuerpo.
1 M EDIACIÓN
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de la consideración de estos objetos como tecnologías afectivas2, esto es, artefactos
que mediatizan la expresión, experiencia y comunicación de sentimientos y
emociones. El rol afectivo de los móviles tiene múltiples declinaciones que serán
descritas en este texto, desde el apego al objeto, o el sentimiento de dependencia,
hasta las comunicaciones afectivas a través del móvil y la manera en que los móviles
alteran la expresión y comunicación de emociones en público, modificando la
percepción y la categorización de extraños.
2 A GENCIA COMPARTIDA
2 Las expresiones afectivos móviles y tecnologías afectivas derivan del término ‘affective
computing’ que designa una rama de los estudios de Inteligencia Artificial que se ocupa de
investigar la manera de diseñar ordenadores emocionales (Picard, 1998) capaces de
reconocer, suscitar, e incluso generar, emociones con el fin de mejorar las interacciones entre
personas y ordenadores.
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la vida real y la ilusión de la realidad virtual, sin tomar en cuenta los cambios
iniciados por el desarrollo de las TIC. Como veremos más adelante la dependencia del
móvil y la delegación de tareas y decisiones al artefacto, son explícitamente
reconocidas por muchos de los entrevistados. La pretensión moderna de la autonomía
del sujeto y la problemática del quién controla a quién en la relación entre personas y
tecnología no parecen formar parte de las narrativas con las que los participantes
describen y dan cuenta de sus prácticas. Cuando lo humano se considera parte de un
sistema de distribución, de distribución cognitiva por ejemplo en el caso de la
producción de conocimiento (Giere y Moffat, 2003), la plena expresión de la
capacidad humana se revela en su asociación con otras instancias. Lo que parecía
interiorización de pensamiento y subjetividad aparece como una gradual propagación
de propiedades funcionales organizadas a través de un conjunto de medios maleables
(Hutchins, 1995: 312). Así por ejemplo, en su estudio sobre los sistemas de
navegación tradicional, Hutchins muestra como el conocimiento necesario para llevar
a cabo las tareas de llevar el navío a puerto se logra con un sistema cuidadosamente
organizado del que forman parte hombres y máquinas, sistema de conocimiento con
elementos humanos y no humanos, y no una mera división del trabajo entre personas
y objetos. La estructura social abordo y la cultura de la marina americana juegan un
papel crucial en la operación de dicho sistema. Personas y máquinas forman parte de
una red de intereses, no una red que conecta entidades existentes y ya dadas, sino una
red que configura ontologías: los agentes, sus dimensiones y lo que hacen, todo ello
depende de la morfologías de las relaciones en que están envueltos (Callon, 1999).
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Los hábitos son resultado de prácticas repetidas que hacen que las acciones sean
codificadas por la memoria corporal, resultado por tanto del modelo abstracto de la
inscripción en colaboración con la singularidad del contexto y de los distintos
elementos (culturales, anatómicos, espaciales…) implicados en la acción que deviene
hábito. Además, los cuerpos también son pasiones, en el sentido que le da Judith
Butler, sitiados por la paradoja de la agencia y la coerción. Por pasión la autora
entiende la experiencia de la coerción, de la limitación como dificultad y vitalidad, no
sólo límite sino también creación, generación, posibilidad (Butler en Gane, 2004). Las
posibilidades de acción y las coerciones que proporciona el objeto, el móvil en este
caso, también son una forma de animar a los cuerpos, de ponerlos en movimiento, en
una dialéctica de acomodación y resistencia.
Este análisis sobre materialidad y afectos pretende explorar también una
manera de pensar y analizar lo social propia de un materialismo dionisiaco,
formulación de Peter Sloterdijk (1989) a partir de una lectura nietzscheana.
Materialismo que insta a volver a las bases físicas, corpóreas, de la justicia y del
pensamiento, a considerar el cuerpo y el drama como las bases de la conciencia y de
las subjetividades. Subjetividades que se forman lejos de toda ilusión de autonomía,
con aceptación interna de lo que sucede, del impacto del exceso de lo que llega del
exterior, del mundo, con el fin de corresponder a la incesante apertura exterior de
mundos con un aumento de la apertura interior al mundo, gracias a la capacidad de ser
afectado, a través de ese aprendizaje a ser afectado que es el cuerpo.
Los tres aspectos señalados, mediación, agencia compartida y relación entre
artefactos y cuerpos, serán ahora abordados en relación con el uso de móviles a través
de los fenómenos de personalización del artefacto, sentimiento de dependencia,
modulación de la presencia, delegación de competencias, creación de ocasiones para
la comunicación de afectos, uso del móvil en situaciones extraordinarias, y por último
a través de su contribución en la expresión y control de emociones.
4 A FECTIVOS M ÓVILES
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mensaje “te echamos de menos”, mensajes de amor y también broncas telefónicas.
Todos los entrevistados afirman usar el móvil para comunicaciones afectivas, con la
excepción de los hombres británicos de más de 35 años, quienes ni usan ni usarían los
móviles para tales intercambios, bien porque no estarían seguros de si sería el
momento adecuado para los que recibieran la llamada o mensaje, bien porque usan el
móvil en lugares públicos y no se encuentran cómodos tratando de cuestiones
personales en dichos espacios, o porque, según algunos nadie los llama para hablar de
sus problemas y sentimientos.
Los móviles mediatizan la comunicación, experiencia, expresión y
exhibición pública de emociones y afectos (Ellwood-Clayton, 2003; Fracchiolla,
2001; Lasén, 2003b; Lobet-Maris, C. and Henin, L., 2002; Vincent, 2003; Rivière,
2002). Movimiento es parte del sentido original de la palabra ‘emoción’, referida a
agitación mental o sentimientos de agitación mental. Las emociones son los estados
mentales llamados pasiones en el pasado. Un rasgo importante de la vieja categoría de
pasiones es la idea de que algo actúa sobre los que las sienten, que son movidos por
algo externo, sea otros seres, objetos, situaciones o eventos. Lo mismo ocurre con la
categoría de afecto, que implica ser afectada por la acción y presencia de otros, seres
o cosas. Hoy en día los móviles actúan, afectan y mueven a aquellos que los usan. Las
pasiones ponen en evidencia lo infundado de la pretensión a la autonomía del sujeto,
son en sí ejemplos de agencia compartida. Como subrayan Hennion y Gomart (1999)
en su estudio sobre adiciones y apegos, las pasiones constituyen dispositivos socio-
técnicos, el abandono que provocan también es auto-abandono, producido por la
combinación y mediación de técnicas, dispositivos, artefactos. Ser movidos por algo
requiere un trabajo activo, la participación de ambos: lo que mueve y la que es
movida.
Las implicaciones afectivas del uso de los móviles son múltiples. Una
relación afectiva se establece con el objeto mismo del que los usuarios se sienten
dependientes en distinta medida. La relación con los móviles es más afectiva que con
otras tecnologías digitales, o diciéndolo de otro modo, los móviles participan con
mayor intensidad y frecuencia que otras tecnologías de los dispositivos socio-técnicos
que constituyen las emociones. El uso del móvil se describe en términos de deseo,
pánico, necesidad y ansiedad (Vincent, Jauréguiberry). Por ejemplo, deseo por el
objeto, por una determinada marca o modelo, también deseo de comunicarse con
otros, que mueve a llamar y a escribir SMS; pánico de perder u olvidar el móvil, de
sentirse por lo tanto incomunicado aislado, también pánico de perder todos los
números almacenados, así como los mensajes y fotos que en el se guardan; necesidad
del artefacto para organizar la vida cotidiana, el trabajo, para que aquellos que
dependen de nosotros puedan contactarnos si lo necesitan; y ansiedad suscitada por la
ausencia de mensajes o llamadas. La descripción que hace Zygmunt Bauman (2003)
de la situación de los individuos contemporáneos, obligados a asumir como un
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esfuerzo personal el establecimiento de vínculos con el resto del mundo ilustra el
papel de los móviles en nuestras sociedades como ayuda para realizar la tarea de crear
y mantener conexiones, como condición para asegurar un mínimo de consistencia y
continuidad a las redes sociales. Los móviles también responden a la otra necesidad
humana, subrayada por Bauman, que esos vínculos deben ser lo suficientemente
flexibles para no ser un obstáculo si la situación cambia. Los móviles con su promesa
de perpetuo contacto y accesibilidad permanente proporcionan la certeza de la
conexión que necesita renovarse sin cese. Pero también dan cuenta de la angustiosa
situación cuando contactos y relaciones no pueden darse por supuestos.
La conectividad que el móvil facilita al permitir que uno esté accesible a los
demás es la principal motivación para adquirir uno. La mayoría de los entrevistados
afirman tener un móvil para poder estar en contacto con amigos y familia, “más para
chismes que para negocios”. Los aspectos que consideran más importantes del móvil
son estar siempre accesible y contener todos los números de los que conocemos. Los
participantes en la investigación están mucho más interesados en usar el móvil para
estar en contacto con los demás que para recibir información sobre la lotería, los
horarios de trenes, los resultados deportivos o cualquier otro tipo de datos. Las
aplicaciones de los nuevos modelos también se utilizan para desarrollar y mantener
relaciones: como usar las alertas para recordar los cumpleaños de los amigos, o la
cámara de fotos para bromear con los amigos y familiares, para fotografiar a los seres
queridos cuyas fotos se guardan para enseñarlas a los amigos, como las fotos que se
llevan en la cartera, o para enviar un mensaje con foto como regalo o postal, así como
guardar fotos para compartir un momento de celebración común, como fiestas, salidas
nocturnas, cumpleaños, y fotografiar lugares y objetos con un interés particular para
alguien que conocemos.
La relación afectiva que se establece directamente con el artefacto se debe
en parte al carácter afectivo de la comunicación humana en general, pero también a
las particularidades del objeto, que acompaña en permanencia al que lo posee, cercano
a su cuerpo. La manera en que se llevan los móviles, y la relación táctil con ellos los
diferencia de otras tecnologías. Además, han pasado de ser objetos que siempre están
a mano, a estar casi siempre en la mano. En el trabajo de campo realizado en 2004 en
Londres, Madrid y París, se observó que mujeres y hombres de todas las edades llevan
el móvil en sus manos cuando no lo están usando, mientras andan o corren. Juegan
distraídamente con el, a veces mientras hablan con alguien, se lo llevan a la mejilla o
al oído, o lo acarician con el pulgar, mientras esperan en un café, como si oídos y
pulgares no pudieran soportar estar separado del teléfono. Como muchos utilizan la
función vibrador para evitar molestar a los demás, los móviles se llevan en la mano o
próximos al cuerpo, en bolsillos, cinturones o colgados del cuello, balanceándose
contra el pecho al andar.
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5 P ERSONALIZACIÓN -I NCORPORIZACIÓN
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juventud. También compartían la percepción de que dicho tono era divertido, original,
práctico y discreto.
El móvil también puede ser expresión de la personalidad del que lo posee.
Esta expresividad del móvil de la que hablo es un rasgo de su materialidad, pero no se
trata de un efecto o reflejo de una relación ya determinada. Esa expresividad emerge
en relación con determinadas situaciones y eventos que son transversales a cuerpos,
sujetos y objetos, es una parte constitutiva de esa asamblea de personas y objetos,
evento de su materialidad en devenir, cambiante.
El uso del móvil, su apariencia y el tipo de terminal están asociados a
estilos de vida personales. Estos objetos actúan entonces como marcadores
simbólicos, como elementos distintivos. Eso si, en razón de la rapidez de las
innovaciones técnicas y de la adopción y renovación de estos artefactos, siguiendo la
evolución de los patrones de consumo y las iniciativas de las operadoras para facilitar
que los usuarios cambien periódicamente de terminal, este valor simbólico del objeto
cambia igualmente con bastante rapidez. La búsqueda de personas que tuvieran un
móvil con cámara para las entrevistas realizadas en 2004 mostró que era más fácil
encontrarlos entre informáticos, profesionales de la comunicación, veinteañeros y
hombres. Si eras joven y sabías de tecnologías tenías que tener uno, aunque no
tuvieras el más mínimo interés en sacar fotos con el teléfono, como el ejemplo
paradójico de Rubén, técnico de informática madrileño de 23 años, poseedor de dos
teléfonos, que en la entrevista asegura haberse comprado ese teléfono por la cámara al
tiempo que afirma no haber sacado una sola foto tras haberlo usado durante varios
meses.
Todos los entrevistados personalizan su móvil de una u otra manera, o
dejan que sus hijos lo hagan por ellos, normalmente poniendo fotos en la pantalla y en
la agenda, otras veces cambiando la carcasa o bajándose tonos. Muchos cambian las
imágenes en la pantalla y los tonos en función de su estado de ánimo y de lo que esté
sucediendo en su vida: viajes, fiestas, cumpleaños, nacimientos, visitas de los nietos.
A diferencia de las fotos tradicionales, los móviles no sólo captan imágenes de
momentos fugaces, sino que la existencia de estas imágenes es fugaz también.
Aunque no es el caso de ninguno de los participantes en nuestra investigación, los
móviles con cámara también se utilizan para enviar imágenes a blogs o bitácoras,
práctica que recibe el nombre inglés de ‘moblogging’. Esta práctica ha sido
interpretada como una manera de mantener, construir y compartir memorias e
historias personales (Cooley, 2004). Guardar y borrar las fotos en el móvil por el
contrario parecen constituir una manera de documentar y extender el presente. La foto
que se ubica en la pantalla del teléfono se cambia cada cierto tiempo al ritmo de lo
que ocurre en la vida de los usuarios. Por ejemplo, a la foto de la nieta, sucede una
imagen de Roma tomada durante las vacaciones de Semana Santa, que será
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reemplazada a su vez tras una fiesta de cumpleaños familiar. La pantalla del móvil de
Arnaud, entrevistado parisino que trabaja en una productora cinematográfica, muestra
siempre el cartel de la última película en que ha trabajado.
La atención hacia la apariencia del objeto no es sólo un interés juvenil.
Todos los entrevistados toman en cuenta la apariencia del objeto a la hora de decidir
cual adquirir y muchos afirman fijarse en el diseño de sus teléfonos y de los de los
demás. En palabras de los entrevistados se busca que el móvil parezca profesional,
original, discreto, no demasiado cuadrado, ni cursi ni estúpido, bonito o bueno.
Algunos también manifiestan inclinación por ciertas formas a las que se han
habituado, como a los que tienen tapa, o fidelidad a ciertas marcas con particular
diseño como Nokia y Ericsson, llegando incluso hasta a cambiar de operador con el
fin de obtener el teléfono deseado. Esta fidelidad a una marca también responde en
muchos casos al hábito creado a la manera en que se presentan las funciones y se
organiza el uso del móvil por cada marca.
6 D EPENDENCIA
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ser algo cómico. “Odio vivir sin el móvil”, “No podría vivir sin él”, “llevamos el
móvil incorporado”, “Es como mi pequeña mascota”. Los entrevistados dicen también
que se agobian cuando olvidan el teléfono, lo pierden o se lo han robado. Hablan de la
paranoia de estar incomunicados, se sienten raros, perdidos, incómodos, tristes,
aislados.
El reconocimiento de la dependencia no parece particularmente molesto.
Una joven londinense bromeó acerca de lo “triste” que era, otros simplemente
explicaron las razones de su apego. Aunque una joven parisina se declaró
“patológicamente” dependiente de su móvil, la mayoría de los participantes
encuentran motivos razonables. Simplemente porque la organización de la vida diaria
cuando no se está en casa se vuelve más difícil sin el móvil. Es “como el
microondas”, “cualquier objeto útil te hace sentir dependiente”. “Te da mejor calidad
de vida” y entonces “se vuelve parte de ti”.
El apego y la necesidad creados por la interacción con el objeto no sólo
atañen al móvil y a su dueño. Las expectativas de los demás, familia, amigos, colegas,
jefes, clientes, también son una razón poderosa. Como afirman la mayoría de los
participantes en la investigación, existe una expectativa generalizada de accesibilidad.
La gente espera poder contactarte cuando lo necesitan. Esta expectativa se traduce en
la práctica de ofrecer móviles a los que no son tan accesibles, o de imponerlos en
algunas empresas. Algunos de los participantes han regalado móviles a sus padres o
hijos, o han recibido un móvil por esta razón, de su jefe o de su familia. No sólo los
dueños de los móviles sienten la dependencia sino que también, como recuerda una
entrevistada británica, otros dependen de que yo tenga móvil y pueda llamarlos o
recibir llamadas suyas.
Los relatos de los entrevistados revelan como los móviles han creado el
hábito cotidiano de llamar y de recibir llamadas de ciertas personas, si lo pierdes o te
lo olvidas en casa, no sólo se vuelve más difícil organizar las tareas cotidianas, sino
que también otros se preocuparan al no poder contactarte y no recibir tu llamada. Ya
que no puedes llamar ni con otro teléfono, porque los números están en la agenda del
móvil. Casi los dos tercios de los entrevistados sólo anotan los números de teléfono en
el móvil, el resto también los tiene anotados en papel, en una agenda que no se lleva
consigo. Por lo tanto, si no llevan el móvil, o no lo pueden utilizar, se sienten aislados,
incomunicados y perdidos. Esos sentimientos y preocupaciones explican porque
algunos de los entrevistados, hombres y mujeres en las tres ciudades, vuelvan a casa a
buscar el móvil cuando se dan cuenta de que se lo han dejado allí.
El valor del móvil aumenta gracias al apego al objeto y a lo que guarda
(números, mensajes, fotos). Casi dos tercios de los entrevistados guardan algunos de
los mensajes que han recibido. En algunos casos por razones prácticas cuando
contienen información como direcciones, nombres o números, pero la mayor parte de
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las veces lo hacen por motivos afectivos. SMS “donde mi hijo dice que me quiere”
cuenta un arquitecto madrileño, poemas y mensajes de amor, mensajes de ánimo,
inspirados y hermosos, escritos por amigos. Algunos comparan guardar los mensajes
a guardar cartas. En muchos casos la razón de no borrar los mensajes es la persona
que los envía y no tanto el contenido: mensajes de novios, de seres queridos o
parientes ausentes que hace tiempo no vemos. También existe cierto fetichismo, en
palabras de una de las entrevistadas, asociado a los mensajes. “Solía ser muy
sentimental, hasta que me dije: ¡Por Dios, sólo es un mensaje!”. También incluso,
según algunas mujeres entrevistadas, cierto masoquismo, cuando se guardan y se
vuelven a leer los mensajes una vez que la relación amorosa se ha terminado.
Los sentimientos y las reacciones ante la pérdida o robo del móvil revelan
el apego y la realidad de esa agencia compartida que hace que uno se sienta
disminuido, incompleto, cuando no puede contar con el objeto. Los sentimientos de
ira, tristeza, frustración y falta tras la pérdida van más allá del mero coste del objeto y
de inconvenientes prácticos. Aunque estos tienen su importancia cuando se descubre
la falta de fiabilidad de los teléfonos públicos. La incapacidad de realizar una llamada
cuando uno quiere se vuelve insoportable, hace que la gente se sienta peor y echen
aún más de menos a su móvil. El malestar de la perdida también se debe a la creencia
de que la promesa de accesibilidad permanente encarnada en el móvil significa que no
van a perder ninguna oportunidad, que podrán responder o aprovecharse de lo
inesperado. Esto significa la creencia en que el móvil no sólo va a ayudarles a
responder a los avatares y exigencias externas, sino que además dicha complejidad y
heteronomía no es sólo algo negativo y estresante, sino también la posibilidad de
nuevas ocasiones felices. Esta es otra razón del apego al objeto y explica porque los
usuarios tienden a llevar consigo el móvil todo el tiempo. Eso si, este optimismo y
esperanza en el devenir también genera ansiedades y desazones. Cuando se olvidan el
móvil en casa se preocupan de que ese día precisamente vayan a recibir y perder una
llamada importante y urgente. El sociólogo francés Francis Jauréguiberry (2003)
subraya la compleja relación entre móviles y ansiedad. Los móviles reducen el estrés
de una organización temporal rigurosa al permitir mayor flexibilidad, pero al mismo
tiempo inducen una nueva forma de ansiedad cuando los usuarios no están
conectados: ¿Habrán perdido alguna llamada importante?, ¿habrá intentado alguien
contactarles?
En muchas ocasiones más importante que el uso del teléfono es su
presencia, la accesibilidad que facilita al llevarlo consigo siempre. Este es el caso de
aquellos, casi siempre aquellas, que cuidan de otras personas, niños y ancianos, para
quienes una de las principales razones para poseer un móvil es la tranquilidad de saber
que siempre podrán estar en contacto. La importancia del móvil para las mujeres que
tienen que conciliar obligaciones familiares y profesionales se explica porque al
ocuparse de otros y ser el nexo de las comunicaciones y de la organización familiar,
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tienen mayor necesidad de saber que podrán ser contactadas si algo sucede y
encuentra mayor utilidad a un objeto que facilita la gestión de imprevistos. Este hecho
está seguramente relacionado con que los únicos participantes en la investigación que
no consideran que el móvil sea indispensable, sólo seis de los treinta entrevistados en
2004, sean casi todos hombres mayores de 35 años. Esta adecuación de los móviles a
los quehaceres y quebraderos de cabeza cotidianos de muchas mujeres puede dar
cuenta, al menos parcialmente, de porque los móviles han sido la primera tecnología
adoptada en igual número, y casi al mismo tiempo, por hombres y mujeres,
rompiendo con el viejo patrón de adopción y uso de tecnologías prioritariamente
masculino.
Otro rasgo de los móviles que explica el que generen apego y dependencia,
en palabras de los entrevistados, es que uno se vuelve adicto al móvil bastante rápido
porque se acostumbra a tener la información inmediata sobre los demás que el móvil
facilita. Empiezas pensando “si alguien me llama ya le llamaré luego” y entonces,
“casi sin darte cuenta no puedes esperar a saber, necesitas saber quien te llamó, por
qué y dónde están”. La mediación del objeto transforma la apreciación subjetiva de
cuanto puede y debe uno esperar antes de devolver una llamada, la apreciación
también de la urgencia y la importancia de conseguir una información determinada sin
esperar más, que no depende tanto, o sólo, de los indicadores que tengamos sobre el
contenido de dicha información, sino de las posibilidades de conseguir esa
información de manera inmediata.
Como observa otro participante, desde que casi todo el mundo tiene un
móvil ya no puedes estar seguro de dónde está la gente y los móviles se convierten en
un “GPRS manual o vocal”, cuando llamas o envías un mensaje es principalmente
para saber “¿dónde estás?”. Conocer la localización del otro, desde familiares y
amigos hasta los colegas y clientes, es importante, como forma de control como se ha
puesto de manifiesto muchas veces, pero también como posibilidad para crear
ocasiones no planeadas para arreglar un asunto de trabajo, hacer productivos tiempos
vacíos, o tomarse una copa y charlar con un amigo. La capacidad de comunicar la
propia localización y de conocer la de los demás se da por descontado, haciendo que
la gente se sienta incomoda cuando no pueden hacerlo. Esto se manifiesta en el
ejemplo de uno de los participantes madrileños. Estaba esperando a su mujer y a su
madre en la calle cuando la zona se lleno de gente de repente. Empezó a preocuparse
y sentir ansiedad, pues al no tener el móvil consigo no podía saber el paradero de
ambas mujeres. Como si el temor a sentirse perdido, en la más banal de las
situaciones, se hubiera vuelto insoportable.
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7 M ODULACIÓN DE LA PRESENCIA
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grados de participación”. Diferentes modulaciones de la presencia aparecen en
diferentes situaciones, y también diferentes modulaciones caracterizan situaciones
similares en distintos contextos con distintos participantes. Así por ejemplo las
interacciones entre los pasajeros de un autobús urbano (miradas, distancia física,
postura) difieren en Madrid, Londres y París. Artefactos como el ascensor en el
estudio de Hirschauer, o como los teléfonos móviles, también participan en las
interacciones que producen la modulación de la presencia de las personas.
La manera de actuar en público, designada por Goffman con la noción de
civil inattention, consiste en mostrar desinterés por los demás sin llegar a ser
desconsiderado, de rechazar relacionarse sin que eso implique ignorar completamente
la presencia del otro. Así nos comportamos como extraños en público, modulando y
en cierta medida minimizando nuestra propia presencia con el fin de guardar distancia
y anonimato, y con el resultado de generar confianza en aquellos que nos rodean, al
presentarnos como no amenazantes. La producción y el grado de distancia,
indiferencia y anonimato en entornos urbanos están siendo alterados por la creciente
presencia de móviles. Estos artefactos también están entrenando a nuestros cuerpos,
no sólo generando gestos y posturas que ayudan a concentrarse en la conversación,
sino también permitiendo mostrar emociones y gestos asociados con la conversación,
gestos y emociones que no se corresponden con la reserva esperada de aquellos
extraños con los que compartimos durante un tiempo, más o menos breve, el mismo
espacio público: vagón de tren, acera, autobús o sala de espera. Además, en muchos
casos la decisión de usar el móvil en público depende del modo en que los demás
modulan su presencia y muestran o no indiferencia, lo que influye en la valoración de
si nuestra conversación va a ser escuchada o de si corremos el riesgo de ser molestos
o molestados.
Por lo tanto, a pesar de que los requisitos del artefacto, sus prestaciones y
modo de empleo, sean los mismos en cualquier lugar, su uso presenta variaciones
relacionadas con las características del comportamiento y las interacciones en público.
Como el vínculo entre el móvil y los rasgos de la co-presencia en público es también
recíproco y dinámico, modos comunes de actuar como un extraño, de modular la
presencia propia, están siendo transformados por el uso y la presencia de los móviles
en espacios públicos urbanos. Por un lado, el uso del móvil en los transportes públicos
puede entenderse como un modo añadido de escenificar indiferencia, cumpliendo una
función similar a la de mirar por la ventana, leer el periódico o mirar a lo lejos
evitando observar a los pasajeros próximos. Los usuarios pueden así incrementar su
distanciamiento del entorno, aunque esto no significa que se ausenten del lugar en que
están. Están modulando su presencia al compartir su atención entre el sitio donde
están y la conversación telefónica. Pero por otro lado, las conversaciones telefónicas
aumentan las posibilidades de que nuestra presencia sea advertida. La información
sobre nosotros que damos a través de nuestros móviles: contenido de la conversación,
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estado de ánimo, acento, y también la información que proporcionan tonos y
apariencia del objeto, incrementan nuestra presencia en público. Algunos de estos
cambios están sucediendo en un breve periodo de tiempo en las ciudades estudiadas,
cambios producidos entre las dos ocasiones en que se realizó el trabajo de campo,
2002 y 2004, como por ejemplo la admisión, sin pudor alguno, de escuchar las
conversaciones ajenas, la falta de preocupación por la posibilidad de que otros
escuchen nuestras conversaciones y la ausencia de signos reprobatorios dirigidos a los
usuarios indiscretos. La revelación de información personal en conversaciones
telefónicas multiplica las ocasiones para la flâneurie en los espacios urbanos, esto es,
crea nuevas oportunidades para observar, haciendo que los ciudadanos fijen su
atención en los a menudo invisibles otros. Al usar el móvil la gente aumenta su
presencia en público, a través de su hablar y también de sus gestos, y por lo tanto
modifica también la interacción con los de su entorno.
Los distintos ejemplos de la modulación de la presencia de las personas
operadas en colaboración con el móvil, de su mediación y complejización del par
ausencia/presencia, son uno de los aspectos que revelan el carácter de efecto de una
red, de una asamblea, de una asociación, de un dispositivo, que son los sujetos.
Presencia y ausencia, lejos de ser realidades unívocas, dependen de las distintas
acciones expresiones de los diversos componentes de dicho dispositivo.
8 D ELEGACIÓN
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entrevistadas. Con esto evitan caer en los “errores móviles a media noche” que la
columnista del diario británico The Guardian, Rebecca Atkinson (“Losing sight, still
looking”, Guardian Weekend, 22 de enero 2005) llama “ext message’ (juego de
palabras con la expresión inglesa ‘text message’ con que se alude a los SMS)
mensajes dirigidos a los ex novios diciendo “que tal estás” o “te echo de menos”,
enviados a altas horas de la noche, tras haber salido, bebido, y vuelto a casa sola.
Cuando los contactos se vuelven un valor en sí mismos y hacerlos una
obligación social, las personas están cada vez menos seguras acerca de dar por
terminada cualquier tipo de relación, ya que nunca se sabe si ese contacto será útil en
un futuro. En las tres ciudades los participantes en la investigación guardan en su
móvil los números de gente que no han visto en largo tiempo, como antiguos
compañeros de colegio o de facultad, antiguos compañeros de trabajo y amigos, o
amigos de amigos. Los móviles además permiten mantener cierto grado de contacto
con estas personas, gracias al intercambio de SMS de vez en cuando. Estas relaciones
difícilmente podrían mantenerse por otros medios. Sería difícil y embarazoso
llamarles para charlar. Sin embargo la obligada brevedad de los mensajes permite
permanecer en contacto de manera amistosa sin forzar a ambas partes a dar cuenta del
tiempo pasado, sin que tengan que dar explicaciones sobre sus vidas y lo ocurrido
desde la última vez que se vieron.
La posibilidad de accesibilidad y conexión del móvil hace que terceras
partes estén virtualmente presentes cuando no usamos el teléfono. Por lo tanto borrar
el número de alguien suprime su presencia virtual en nuestras vidas. Así lo revela
Lucy, una entrevistada londinense:
“No se me da muy bien lo de borrar números. Todavía tengo un par de
números de ex-novios, lo que no es bueno. Es casi como si esa persona ya
no existiera, algo raro pesar así. Incluso tengo números de gente de hace
cuatro años con los que he perdido completamente el contacto. Pero
todavía quiero guardar sus números en el teléfono porque no quiero
admitir que ya no existen en mi vida, lo que es bastante patético. Pero tiene
una memoria tan grande que hasta que no empiece a llenarse no siento que
necesite borrarlos. Por si acaso necesito llama a esa persona (…) Siento
mucho apego a los números personales. Trato de guardarlos tanto como
puedo. Cuando llega un momento en que no he hablado con esa persona en
cuatro años, que no he pensado en ella en cuatro años, borrar el número
no cambia nada. Pero sin embargo aún tengo que pensármelo: ‘¡Dios mío,
es extraño!’. Suena tan triste (…) Si elimino el número de alguien
inmediatamente es más por rencor: ‘No quiero volver a ver este número’.
Si lo hubiera pensado un poco más, probablemente lo habría guardado,
sólo que no lo miraría”.
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En este ejemplo vemos como una característica técnica del artefacto, la
capacidad para almacenar una gran cantidad de números de teléfono, permite retrasar
el momento de reconocer que cierto contacto se ha perdido definitivamente y cómo se
delega (Latour, 1992) en el objeto la cuestión de decidir cuando una relación se ha
terminado.
Las maneras en que el móvil nos mueve, nos hace hacer pueden parecer
paradójicas, en su combinación de actividad y pasividad. En palabras de Lucy, la
joven relaciones públicas londinense que acabamos de citar, al mismo tiempo te hace
ser vaga y te facilita tomar iniciativas, en la manera de organizar el tiempo libre y el
tiempo de trabajo, y también en la manera de mantener el contacto con amigos y seres
queridos. Pereza, como cuando mandas un mensaje porque estás cansada o no te
apetece llamar; y activa porque es más fácil organizar actividades que no estaban
planeadas y reuniones o salidas de último minuto. La ley del mínimo esfuerzo es una
poderosa motivación para distintos modos de usar los móviles. Así para evitar
esfuerzos se guardan los números en la agenda del móvil, sin anotarlos en papel, para
poder llamar con sólo presionar un par de teclas sin memorizar las cifras. Es una
razón para enviar mensajes en lugar de llamar. Los entrevistados londinenses afirman
enviar SMS cuando están demasiado cansados para hablar. También por pereza se
retrasa el momento de seleccionar los mensajes y fotos que se han de guardar y los
que se pueden borrar hasta que la memoria del termina no admite ni uno más. Cierta
desgana es invocada también para explicar porque no han aprendido todavía como
usar muchas de las funciones de los nuevos teléfonos, como la de enviar mensajes
multimedia. La molicie también da cuenta de otros usos, como llamar por el móvil a
los colegas que están en el despacho de al lado, incluso a costa de incurrir en mayores
gastos, como “olvidarse” de usar el fijo en casa por no tener que buscar y teclear un
número o por no levantarse del sillón o de la cama. Muchas de esas muestras de
pereza son ejemplos de delegación de acciones y de decisiones en las características
técnicas del aparato.
La delegación a veces también colabora con el azar de situaciones como
robos o pérdidas. Iain, un joven abogado londinense cuenta en la entrevista como lo
que puede aparecer como un serio contratiempo, la pérdida o robo del móvil, y por
consiguiente, de todos los números de aquellos que conocemos, permite, al tener que
reconstituir esa agenda de contactos, actualizarlos, seleccionando, aquellos que
permanecen y los que se eliminan, sin tener que decidir el momento en que se ha de
hacer, ni tener que decidir personalmente que números guardar. Renovar la agenda,
copiar los números de la vieja a la nueva, requiere interrogarse sobre la duración y
valor de los vínculos que forman la red personal de amigos, colegas y conocidos. Esas
consideraciones y la decisión consiguiente son obviadas cuando delegamos la
decisión de cuando actualizar la agenda a la capacidad técnica del móvil de almacenar
una cierta cantidad de números o cuando la eventualidad de una pérdida o robo nos
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obliga a tomar en consideración sólo aquellos números que podemos conseguir a
partir de la gente que conocemos y a la que podemos acceder sin la ayuda del móvil.
Los especialistas del estudio sobre redes personales señalan como las agendas donde
se anotan los números de teléfono son una buena fuente de datos sobre dichas redes,
no sólo por su contenido sino porque además están elaboradas de manera subjetiva y
social (Lonkila, 2004), tal y como lo evidencian los criterios de inclusión y exclusión.
En el caso de los móviles, dicha subjetividad aparece no sólo construida socialmente
sino también objetivamente por las particularidades de la agenda electrónica del
móvil, a la diferencia de las agendas en papel.
La delegación tiene a veces también un componente explícito de evitación
de la acción voluntaria. Además de la gestión de la agenda, las entrevistas revelan
otros ejemplos de cómo evitar actuar y tomar decisiones, por ejemplo respecto a lo
que hacer cuando suena el móvil En 2002 encontramos principalmente dos actitudes:
si el móvil suena me siento obligado a contestar, lo que es generalmente interpretado
como una formo de control por y a través del artefacto, o bien un signo del peso que
se le da a las obligaciones sociales hacia los que nos llaman: familia, amigos, clientes,
jefes; o bien, en función de lo que estoy haciendo, de quien me llama, de mi estado de
ánimo, decido si contestar o no, dejando que la llamada se pierda, rechazando la
llamada o desconectando el móvil. En 2004 los participantes en la investigación dan
cuenta de una tercera posibilidad, con el fin de evitar tener que decidir si contestar o
no, sin tener que desconectar el móvil, y por lo tanto sin tener que dar explicaciones
ulteriores de porque el móvil estaba desconectado, a los demás y a uno mismo. Varios
entrevistados en las tres ciudades dejan voluntariamente el móvil en un lugar donde
les va a ser imposible oír la llamada: dentro del bolso o cartera, dentro del abrigo que
cuelga a la entrada, en otra habitación, o en otra planta de la casa.
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vuelve a poner el móvil en su bolsillo y continúa su lectura. Las entrevistas también
revelan como los SMS se usan para intercambios amorosos, especialmente en los
comienzos de un nuevo idilio. Casi un tercio de los entrevistados afirma mandar o
haber enviado SMS para comunicar sentimientos a sus seres queridos, no solo a
novios, cónyuges, amantes o compañeros, sino también a amigos y familiares. Los
SMS se usan para decir “No te he olvidado” a amigos a los que no se ha llamado ni
visto en mucho tiempo, o para decir “He pensado en ti”. Este tipo de menajes puede
adoptar formas no verbales, como cuando ciertos usuarios hacen llamadas pérdidas
deliberadamente cuando existe un acuerdo previo sobre su significado entre los que
llaman y los que reciben la llamada. Estos mensajes son el resultado del vínculo entre
la situación presente y la persona ausente, “Vi esto y pensé en ti”. Una
correspondencia semejante ocurre para los mensajes multimedia del tipo “ojalá que
estuvieras aquí”, esto es enviar una foto de lo que estamos haciendo o de la gente con
la que estamos a una tercera persona, cuando una determinada situación hace que
echemos de menos a alguien o cuando queremos hacer participes a los ausentes de
determinados momentos: vacaciones, fiestas, cenas y otras salidas. Este modo de
comunicación no sincronizada, que no requiere una respuesta inmediata o respuesta
alguna, facilita el compartir experiencias, esencial para mantener y profundizar lazos
sociales, con los ausentes en el mismo momento en que sucede la acción. Los
mensajes de texto y los mensajes multimedia, como los que contienen fotos tomadas
con el móvil, también se envían como felicitaciones con la ocasión de cumpleaños,
nacimientos, Año Nuevo o celebraciones religiosas como la Navidad o el Ramadán.
Una entrevistada egipcia residente en Londres relató en la entrevista como, en las
distintas festividades religiosas musulmanas se intercambian mensajes con caligrafías
o iconos relacionados con la fiesta, como el dibujo de un cordero o de una lámpara.
Los móviles también crean la ocasión para interacciones que no existían
antes de su adopción. Casi un tercio de los participantes llama o envía mensajes a su
compañero, novia o cónyuge todos los días, en ocasiones varias veces al día. Otros
participantes sin pareja recuerdan que cuando la tenían también realizaban esas
llamadas o envío de mensajes cotidianos. Algunos también llaman o escriben a sus
mejores amigos todos o casi todos los días. Algunos de los participantes madrileños
también están en contacto cotidiano con sus madres y periódico con otros miembros
de su familia. En todos estos ejemplos de contactos cotidianos a través del móvil sin
motivo especial, la ausencia de llamada o mensaje podría ser signo de que algo malo
ha sucedido. Lo mismo ocurre en otras situaciones, como cuando los usuarios se
ausentan y se van de vacaciones al extranjero. Michael, un veinteañero londinense al
que le gusta viajar por Extremo Oriente envía mensajes a sus padres cada día durante
sus viajes. Sus padres hacen lo mismo cuando se van de vacaciones. Michael observa
que ahora si pasan varios días sin mensaje ni llamada sus padres se inquietarían
21
mientras que antes de usar el móvil lo que era preocupante era recibir una llamada de
alguien que estaba de viaje tan lejos.
Los usos propios a los móviles con cámara crean nuevas experiencias
afectivas, como las que acabamos de describir. Al tratarse de artefactos que nos
acompañan en permanencia y en razón de la facilidad para hacer y borrar fotos, los
móviles permiten jugar y experimentar haciendo fotos de manera fácil y sin costes, a
diferencia de las cámaras tradicionales. Así por ejemplo, se hacen fotos sin ver lo que
se está fotografiando, o se fotografía a otras personas sin que se den cuenta, aportando
cierta excitación al aburrimiento de los desplazamientos cotidianos.
10 S ITUACIONES EXTRAORDINARIAS
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televisión, y como la impericia técnica y falta de calidad de las imágenes en lugar de
ser una pega, añade dramatismo y veracidad a lo que muestran, sino que cabe
interrogarse también sobre las implicaciones de ponerse a grabar y fotografiar en tales
situaciones. De experimentar horror, miedo, estupor, de reaccionar al peligro, de
intentar estar alerta sin sucumbir al pánico, al tiempo que uno se distancia lo
suficientemente de dichas emociones para ser capaz, gracias a la mediación técnica
del móvil de situarse en la posición del que observa y guarda testimonio, para
enseñarlo después, para recordarlo después, en muchos casos cuando aún el peligro no
ha pasado, conjurándolo por tanto, dando por sentado que se ha sobrevivido.
El uso de los móviles para la organización de acciones colectivas también
forma parte de las comunicaciones extraordinarias, fuera de la banalidad cotidiana. La
particularidad de esos días de marzo tras el ataque a los trenes en Madrid fue la
sucesión de maneras no banales de usar los móviles: móviles usados por los heridos y
supervivientes, líneas colapsadas, móviles sonando en las vías y en los vagones
destrozados, móviles como detonadores en las bombas, SMS llamando a manifestarse
en contra del gobierno, SMS llamado a manifestarse en apoyo del gobierno perdedor,
SMS llamando al boicoteo de la película de Almodóvar (Lasén, 2004).
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de mensajes también se escriben y envían en lugares públicos, como el caso de un
treintañero parisino rompiendo con su novio, cuyo mensaje fue leído por encima del
hombro por uno de los participantes en la investigación. La existencia de estos
mensajes no es óbice para que sean considerados una manera cobarde y
desconsiderada de tratar ese tipo de situaciones. Este modo de gestionar emociones
incómodas y de salvar la cara genera reprobación, hecha explícita por numerosos
entrevistados. Usar SMS para evitar confrontación va más allá de las comunicaciones
privadas interpersonales. La compañía de seguros de accidente británica Accident
Group despidió en mayo de 2003 a más de 2000 empleados, a muchos de ellos el
anunció les llego a través de un SMS enviado por los empleados de recursos humanos
a sus móviles de trabajo fuera de las horas de oficina, evitando así una primera
reacción colectiva a la noticia dentro de los locales de la empresa.
La elección de este canal de comunicación también es un ejemplo de tacto,
cuando no se quiere correr el riesgo de molestar o interrumpir al otro. Las
aplicaciones del móvil permiten contrarrestar parcialmente las consecuencias de la
permanente accesibilidad que crean. Los SMS sirven también para anunciar una
llamada, y en ocasiones para saber si es posible comunicarse por otros medios de
comunicación sincronizada como chatear en la red o encontrarse en Messenger, para
avisar al otro evitando ser molesto o interrumpir, dejando que el receptor esté
preparado para la conversación. Así la que llama da la oportunidad al otro de definir
su accesibilidad, en un ejemplo de etiqueta telefónica producida por la práctica del
uso del móvil. Sucede en la vida diaria, y también cuando algo extraordinario pasa.
Algunos de los entrevistados madrileños recibieron muchos SMS tras los atentados
del 11 de marzo de amigos y conocidos que querían saber si se encontraban bien, el
número de mensajes fue en muchos casos superior al número de llamadas de este tipo.
La observación revela otras maneras de usar los móviles para evitar
situaciones molestas. Un adolescente hablando por el móvil en un tren de cercanías
cuenta como para librarse de tener que llevar a casa a una amiga en su coche, un
amigo lo llamará al móvil a la hora acordada. Entonces pretenderá que una llamada de
su casa y que tiene que marcharse. Tras acabar la conversación explica a los amigos
presentes que han escuchado lo que ha dicho, que la amiga es cuestión nunca quiere ir
a ninguna parte, siempre pone pegas, y que es una molestia tener que dejar los bares o
los locales para llevarla a casa. Ejemplos de usos del móvil con el fin de evitar
situaciones molestas también se encontraron en las entrevistas. Los participantes
envían SMS cuando no desean hablar con alguien o cuando quieren evitar una
confrontación, no solo con los seres queridos, sino también para evitar situaciones
potencialmente incómodas, como rechazar la oferta de un piso o anunciar que no se
está interesado en alquilar la habitación visitada el día anterior.
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12 C ONCLUSIÓN
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