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Jesús nos enseñó que ser un verdadero líder es más que predicar o guiar un
grupo de personas hacia el cielo. Es identificarse con una comunidad sufriente que
espera la guía, la enseñanza, la nutrición; es el incentivo de llevar a mucha gente
a marchar hacia mejores horizontes y a la perspectiva de una mejor vida material,
no sólo espiritual. Vivir en esa tónica es guiar, y no sólo dirigir una congregación
más. De manera que un verdadero hijo de Dios no tiene otra alternativa que ir a la
comunidad y mostrarles que lo nuestro no es religión, sino relación con un Dios
que está interesado en ellos como comunidad.
Qué fácil es para nosotras plantear situaciones y mirar las cosas desde la tribuna;
qué difícil es tomar la decisión de actuar para que haya respuestas. Qué difícil es
ser parte de la solución y no del problema.
2.2 El sacerdote.
En los días de Jesús, no había un personaje más importante que un sacerdote. Su
función principal consistía en dirigir la adoración y cualquier otro ministerio en el
templo. En segundo lugar, él era el que ministraba la palabra de Dios al pueblo.
De manera que es obvio deducir que éste sacerdote, que viajaba de Jerusalén a
Jericó, era un hombre que tenía una labor y un ministerio importante. Era un
hombre fiel a su profesión y entregado a Dios. Podríamos compararlo con
cualquier predicador de nuestros días, comprometido con toda clase de reuniones.
Tal vez este sacerdote llevaba semanas enteras de no ir a su casa, e iba a otra
serie de reuniones que tenía programadas con mucha antelación en Jericó, donde
lo esperaban cientos de personas. De repente, se encuentra con un hombre
herido y tendido en el camino. Realmente, la decisión para este hombre era difícil;
tenía que escoger entre su ministerio público y el hombre herido. Seguramente
pensó: "Mejor sigo mi camino, pues tengo algo importante qué hacer y ya voy un
poco tarde; además, nadie podría reemplazarme en lo que tengo que decir en
Jericó. Oraré a Dios para que otro venga y atienda a este pobre hombre." Es así
como el sacerdote tomó su decisión, paso por el otro lado del camino, y se fue.
2.3 El levita.
Este también era un hombre religioso. No era un maestro de las Escrituras, como lo
era el sacerdote; sin embargo, su responsabilidad tenía que ver con el cuidado del
templo y otros asuntos religiosos. Él también se dirigía rumbo a Jericó, tal vez al
mismo evento a donde iba el sacerdote; seguramente tenía alguna responsabilidad
relacionada con el servicio religioso, además de otras actividades relacionadas con
su trabajo. Tal vez, el éxito en algún negocio dependía de su presencia allí en
Jericó. Al igual que el sacerdote, él es confrontado con una difícil situación.
Seguramente pensó: "Si me detengo para ayudar a este pobre viajero, me voy a ver
envuelto en su problema y no voy a llegar a tiempo a mis compromisos. Si no estoy
allí para hacerme cargo de las cosas, todo va a salir mal." Él también tomó su
decisión: pasó por el otro lado del camino y se fue.
2.4 El Samaritano.
Dentro de este contexto histórico y social, los samaritanos eran un grupo
marginado, una secta y una minoría despreciada por los Israelitas. Por lo tanto,
tiene un significado muy grande que Jesús, después de describir la manera como
los líderes religiosos de sus días ignoraban al hombre en su necesidad, hace del
samaritano el héroe de la historia. Este era un hombre compasivo. Cuando encontró
al hombre herido, se comprometió con su problema. Hizo a un lado sus planes, su
horario y sus intereses propios. Ordenó sus prioridades y resolvió hacer algo con
respecto a la miseria de ese hombre. Decidió pagar el precio. Se acercó al hombre
y vendó sus heridas; con seguridad ensució sus manos y manchó sus ropas con la
sangre del herido. Derramó vino y aceite sobre sus heridas. O sea, tomó de sus
propios recursos y lo gastó en el hombre. Después, cuenta la parábola, lo montó en
su propia cabalgadura. Buscó hospedaje y se quedó con él toda la noche,
cuidándolo. Tal vez, el samaritano también iba a la reunión en Jericó. Pero, se
ausentó, por quedarse con el hombre herido, ayudándolo a pasar la crisis.
3. Nuestro compromiso
Dios nos habla a través de las personas a nuestro alrededor. Una persona de fe
aprende que en medio de circunstancias y hechos difíciles, siempre aparece la luz
guiadora de Dios. Cuando miramos a nuestro mundo, usualmente el buen juicio y
el sentido común nos sirven como señales de parte de Dios; señales claras y
firmes de lo que debemos hacer. La verdad práctica del evangelio se evidencia en
la gente alrededor de nuestro entorno. A través de las necesidades de estos
individuos, Dios nos habla con mucha frecuencia y con una voz muy clara.
Ha llegado la hora para definir nuestra posición frente a la crisis que enfrentan
todos los estamentos de la administración pública en nuestra nación, la cual es el
reflejo de la descomposición familiar y el caos personal que reina en cada
individuo.
APLICACIÓN TEOTERÁPICA
El tiempo es AHORA; mañana puede ser tarde. Lo único que necesitamos para
enfrentarnos a la crisis, es tener la seguridad de que cuando se despierta en
nosotros la entrega y el compromiso, entonces ya "no es vuestra la guerra, sino de
Dios." (2 Crónicas 20:15b).
INTRODUCCIÓN
APLICACIÓN TEOTERÁPICA
Al igual que en la época en la que el pueblo de Israel era intimidado por gigantes
que los sumían en la pobreza, el miedo y la impotencia, así hoy nuestra sociedad
está llena de gigantes que la han conducido a la crisis, haciendo confiar al pueblo
en conceptos e ideas cambiantes, que producen gran inestabilidad al corazón
humano, como la fuerza, la belleza física, el dinero, la fama, el poder. Esto ha
deteriorado a las familias, ha hecho que nuestros hijos se vuelvan esclavos y ha
generado todo tipo de escasez e injusticia social. Es por ello que Dios hace un
llamado a sus hijos, para que se levanten como Hombres y Mujeres de convicción
y fe, llenos de su Espíritu, que no se conformen y se acobarden como lo hizo el
rey Saúl, paralizado frente al gigante Goliat que amenazaba con destruir a su
pueblo, sino más bien, como David, asuman el desafío de enfrentar dichos
gigantes para derribarlos. Son éstos los que traerán libertad y vida a nuestros
pueblos, sembrando valores trascendentales y eternos que salvaguardan la
familia, los hijos y la sociedad, sacándolos avante de cualquier flagelo o amenaza
que puedan enfrentar.