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Volumen 1 Fundamentos de la Justicia Divina

DIOS PERDONA
PERO TAMBIÉN CASTIGA
Compendio de Doctrina Católica sobre la Justicia Divina

Adrián Ferreira
Adrián Ferreira

DIOS PERDONA
PERO TAMBIÉN CASTIGA
Compendio de Doctrina Católica sobre la Justicia Divina

Volumen 1
Fundamentos de la Justicia Divina
Título ISBN
Dios perdona pero también castiga 978-1537461212

Autor 4a. Edición, 2016


Adrián Ferreira Copyright © 2014-2016 Adrián C. Ferreira A.
Todos los derechos reservados.
© Textos / © infografías SAFE CREATIVE 1608218985004
Adrián C. Ferreira A.
Queda prohibida la reproducción total o parcial
© Ilustraciones de esta publicación, por cualquier medio o
Gustave Doré procedimiento, sin contar con la autorización
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LCCN: n79089221 previa, expresa y por escrito del autor.
VIAF: 41839207

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SXC Hungary Aprobación Nihil Obstat e Imprimatur en trámite.
ROYALTY FREE
Image ID: 1102549
- Dedicatoria y agradecimiento -

Estimado lector(a) representa para mí una dicha enorme el poder compartir


con usted, este compendio de doctrina católica sobre la Justicia Divina
fundamentadas en las Escrituras, Magisterio y Tradición de la Iglesia.

Tenga a bien dar el valor debido a estas enseñanzas, pues principalmente han
de resultarle beneficiosas para su salvación eterna y la de las personas que ama,
pero también porque ha costado mucha sangre el que usted pueda disponer de
ellas.

Aprovecho la oportunidad para agradecer muy especialmente a José Miguel


Arraíz por su fiel dedicación al servicio del Señor y su Iglesia, por todas sus
enseñanzas; pero en particular por aquellas relativas al tema del castigo divino,
que ayudaron a aclarar cuál era la posición de la Iglesia sobre el tema, en un
momento de particular tensión. Para él y Fray Nelson Medina todo mi cariño,
aprecio y profundo agradecimiento, he aprendido mucho con ustedes a lo largo
de estos años.

Extiendo mi agradecimiento a Néstor Martínez, Severiano Morcillo, Richbell


Meléndez,Federico Giunta y Jesús Rodriguez. Asimismo, agradezco a los
articulistas y comentaristas que tan amablemente compartieron sus opiniones/
aportaciones en los artículos del castigo de Dios publicados en InfoCatólica. A
todos los que han dado sugerencias u oraciones y han apoyado a la elaboración
de esta edición. ¡Muchas Gracias!

Tengo en lo más profundo de mi corazón un agradecimiento eterno


para con todas las personas que de alguna u otra forma me han apoyado,
sea en la Tierra o en el Cielo, pero ningún agradecimiento en palabra escrita
puede mostrar lo mucho que estoy de agradecido con mis seres queridos,
muy especialmente con mis padres y con mi prometida, por quienes
dedico y ofrezco este libro al Señor, por nuestra salvación y vida eterna.

Finalmente, estimado lector(a) me encomiendo en sus oraciones, y sepa usted


que ya solo por estar leyendo el libro ya está presente en mis intenciones regulares
del Santo Rosario. Que el Señor les acompañe durante la lectura de este libro, en
compañía de María Santísima y el ángel de la guarda.
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Tabla de Contenido

Justicia y Misericordia 15
Sola Misericordia........................................................ 20
Retribución................................................................ 24
La Cruz...................................................................... 35
El Perdón................................................................... 40

Castigo y Pena 49
El Bien y el Mal.......................................................... 51
El origen del mal en el hombre................................... 70

Mal Moral 81
Dios y el mal moral..................................................... 89
Tipos de mal moral..................................................... 92

Mal físico 99
Mal físico natural........................................................105
Introducción al mal físico de prueba...........................108
Introducción al mal físico punitivo.............................112
Sufrimiento................................................................121
Dios y el mal físico.............................................................139
Divina Providencia.....................................................152
Tentar Vs. Confiar en Dios ........................................167
Cristo y el mal físico ...................................................176
Mal físico de prueba ..........................................................187

Mal físico Punitivo (Pena) 207


Tipos de pena...........................................................208
Pena temporal..........................................................216
Pena Eterna..............................................................220
Potestad legislativa, judicial y ejecutiva de Dios........222
Jesús Juez y Legislador..............................................225
Dinámica del castigo divino.....................................228
Deuda y pago...........................................................244
Víctima....................................................................265
Jesús: sacerdote, víctima y aceptador........................280
Castigo correctivo....................................................284
Jesús Juez ................................................................290
Hora de la muerte....................................................310
Juicio particular........................................................319
Juicio final ...............................................................323

Breve guía de confesión 327


Justicia distributiva y conmutativa 333
Episodios de Justicia y Misericordia 337
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 341
Enlaces Multimedia 355
Abreviaturas
Génesis Gn Habacuq Hab 2. ªCarta a los Corintios 2 Co
Éxodo Ex Sofonías So Carta a los Gálatas Gál
Levítico Lev Ageo Ag Carta a los Efesios Ef
Números Núm Zacarías Za Carta a los filipenses Fil
Deuteronomio Dt Malaquías Mal Carta los Colosenses Col
Josué Jos Daniel Da Carta a Filemón Fil
Jueces Jue Job Job 1. ª Carta a los Tesalonicenses 1 Tes
1Samuel 1Sam Proverbios Pro 2. ª Carta a los Tesalonicenses 2 Tes
2Samuel 2Sam Eclesiastés Ec 1. ª Carta a Timoteo 1 Tim
1Reyes 1Re Cantar Cant 2. ª Carta a Timoteo 2 Tim
2Reyes 2Re Rut Rt Carta a Tito Ti
1Crónicas 1Cró Lamentaciones Lam Carta a los Hebreo Heb
2Crónicas 2Cró Ester Est Carta de Santiago Stgo
Esdras-Nehemías Es-Ne Tobías Tob 1. ªCarta de Pedro 1 Pe
1Macabeos 1Mac Judit Jdt 2. ªCarta de Pedro 2 Pe
2Macabeos 2Mac Baruc Ba Carta de Judas Jud
Isaías Is Sabiduría Sab 1. ªCarta de Juan 1 Jn
Jeremías Jer Sirácida (eclesiástico) Sir 2. ªCarta de Juan 2 Jn
Ezequiel Ez Salmos Sal 3. ªCarta de Juan 3 Jn
Oseas Os Evangelio según Mateo Mt Apocalipsis Ap
Joel Jl Evangelio según Marcos Mc
Amós Am Evangelio según Lucas Lc
Abdías Abd Evangelio según Juan Jn
Jonás Jon Hechos de los Apóstoles Hch
Miqueas Mi Carta a los Romanos Rom
Nahúm Na 1. ªCarta a los Corintios 1 Co

§ = Parágrafo
[0] = Número de referencia en pie de página.
CAT = Catecismo de la Iglesia Católica
CDC = Código de Derecho Canónico
cf. = Confrontar con
DR = Doctor de la Iglesia
DS / DZ = Denzinger-Schönmetzer
Compilación de textos magisteriales.
Con la numeración antigua , es decir,
la misma que cita el Catecismo.
ibíd. = Ibídem (“mismo lugar”)
Es decir que se cita la misma obra mencionada
anteriormente pero en una página diferente.
S.Th. = Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino
p. = pregunta , q. = cuestión

Como citar la Biblia


Versículos a leer El guión indica un intervalo de versículos.
Capítulo “versículos desde el 16 al 19”

Mt 19, 16-19 Mt 19, 16-19.25 ; Lc 1,28.46-55


Libro de la Biblia Punto y coma, indica separación entre citas.
El punto se lee “y” e indica que nos quedamos en
La coma indica que a seguir el capítulo pero leemos uno o más versículos.
vendrán los versículos. En este caso se lee “ ... y versículo 25”

El primer ejemplo se lee: “Libro de Mateo capítulo 19, versículos 16 al 19”


El segundo ejemplo se lee: “Libro de Mateo capítulo 19, versículos desde el 16 al 19 y
versículo 25 [Fin de la cita e inicio de la siguiente] Libro de Lucas
capítulo 1, versículo 28 y versículos desde el 46 al 55.”

Nota: Si una cita lleva una o dos S al final, quiere decir “y versículos sucesivos”.
Ejemplo: Lc 1,28ss (Se lee Lucas capítulo 1, versículos 28 en adelante)

Cuando se hace referencia a un salmo, en algunas traducciones bíblicas puede
resultar el número anterior. Ej. Salmo 103, resulta que en algunas traducciones
se corresponde al 102.
abla de Contenido
¡Ven, Espíritu Divino!

Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo.


Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Amén.

Oración del Cardenal Verdier

Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo,


Inspírame siempre lo que debo pensar,
lo que debo decir,como debo decirlo,
lo que debo callar,lo que debo escribir,
como debo actuar, lo que debo hacer para procurar tu gloria
en bien de las almas y de mi propia santificación.
Espíritu Santo ilumina mi entendimiento
y fortifica mi voluntad,dame agudeza para entender,
capacidad para retener,método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,gracia y eficacia para hablar,
dame acierto para empezar,dirección al progresar
y perfección en el acabar. Amén.
Ad maiorem Dei gloriam
A la mayor gloria de Dios
49

CAPÍTULO II

Castigo y Pena

ios es bueno y justo (cf. Sal 25,8), y a través de su orden


retribuye con premio a los elegidos o con castigo a los
réprobos (cf. 2 Tes 1,6-12). Dios es Sumo Juez y Supremo
Legislador, y es así que en palabras de san Juan Pablo II:

Al mal moral del pecado corresponde el castigo,


que garantiza el orden moral en el mismo sentido
trascendente, en el que este orden es establecido por
la voluntad del Creador y Supremo Legislador. De
ahí deriva también una de las verdades fundamentales
de la fe religiosa, basada asimismo en la Revelación:
o sea que Dios es un juez justo, que premia el bien
y castiga el mal: «(Señor) eres justo en cuanto has
hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y
rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has
juzgado con justicia en todos tus juicios, en todo
lo que has traído sobre nosotros...con juicio justo
has traído todos estos males a causa de nuestros
pecados» [1]

En este capítulo vamos a analizar en detalle de que se trata


este orden que menciona san Juan Pablo II y profundizaremos
en las definiciones claves e importantísimas del Bien y del Mal.
1. San Juan Pablo II, Encíclica Salvifici Doloris, Capítulo III,10
1.1 Daniel 3, 27 s. ; cfr. Sal. 17, 10; Sal. 36, 7; Sal. 48, 12; Sal. 51, 6; Sal. 99
50 Castigo y Pena

De manera preliminar podemos definir al castigo como la


imposición de una pena [2], y la pena como la privación de
un bien que se padece a causa de la propia culpa [3]. Con el
siguiente ejemplo vamos a esbozar a grandes rasgos el castigo
divino como una antesala informal a explicaciones posteriores:

Ejemplo: En el fútbol existe un tipo de pena que se denomina


penalti, en dicha pena el equipo que cometió la falta se ve
privado de su defensa natural ante la portería y se queda
únicamente con su portero. El árbitro es quien garantiza que la
pena se cumpla a partir de las reglas vigentes. [4]

Dios en este ejemplo no solo sería el árbitro sino quien haría


las reglas del fútbol, el castigo sería la justa (y por lo tanto
buena) decisión que tomó el árbitro que conlleva que se efectué
el tiro de penal tal como lo establecen las reglas. El penalti es
la pena que padece el equipo infractor a causa de la falta que
cometió, y que se trata de la privación de la defensa que en
condiciones normales debería tener. Es bueno recordar que la
pena que paga el equipo infractor está debidamente ordenada
y el árbitro es quien la impone a partir de las reglas o en otras
palabras las hace valer en el campo de juego.
2. cf. RAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Castigo.
3. cf. ibíd, Pena
4. cf. Regla 14: Tiro de Penal. Reglamento oficial de la FIFA para la temporada
2014-2015
El Bien y el Mal
52 Castigo y Pena

El Bien: Dios como bondad y existencia pura

Cuando queremos conocer a alguien o nos presentamos


ante personas que no nos conocen, lo primero que decimos es
nuestro nombre, tratamos de que conozcan nuestra identidad
y así sepan quienes somos.

Moisés siendo educado como egipcio poco o nada sabía del


Dios verdadero [5], pero estando en el desierto tuvo su primer
encuentro con el Dios vivo. Dios le da la misión de liberar a su
pueblo de la esclavitud y entonces:

Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los hijos de


Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál
es su nombre?”, ¿qué les respondo?»

Dios dijo a Moisés: «“Yo soy el que soy”; esto dirás


a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros».
(Ex 3,13-14)

5. Moisés formaba parte de la segunda generación de judíos que nacía en Egipto,


pero siendo apenas un bebe de 3 meses, fue arrojado al Nilo en un canasto por
su madre (Ex 2,3), que intentaba de esta manera protegerlo. El faraón había or-
denado la muerte de todos los niños varones, para evitar así que el pueblo hebreo
fuera fuerte y pusiera en riesgo su poder (Ex 1,16), asimismo el Faraón endureció
la represión contra el pueblo hebreo y les esclavizó, pues aumentaban en número
y sentía que en cualquier momento podría perder el control.

Moisés fue criado como si fuese hijo de la princesa egipcia y el hermano menor
del futuro faraón de Egipto (Ex 2,10).

Cuando Moisés se hizo adulto, observó el trabajo de los esclavos hebreos. Un


día, al ver la brutalidad con la que un capataz egipcio maltrataba a un esclavo
hebreo, Moisés acabó con la vida del egipcio, acto que lo condujo a tener que
dejar Egipto (Ex 2, 11-15).

Se refugió entonces en la tierra de Madián (Ex 2,15) donde gracias a una acción
heroica defendiendo a unas mujeres de unos pastores malvados recibió como
recompensa; de parte del padre de esas muchachas, la mano de su hija Sefora.
Estando en Madián y pastoreando un día las ovejas de su suegro, se le aparece el
ángel del Señor en forma de llamarada (Ex 3,2) en medio de unas zarzas (arbus-
tos), es allí donde Moisés tiene su encuentro con Dios y este le da la misión de
liberar al pueblo hebreo de la cautividad revelándole su nombre (Ex 3,10-14).
Castigo y Pena 53

El acto de que Dios revele su nombre, es algo más que un


mero identificador equivale a revelar su esencia (cf. 1 Re 9,3).
Bajo la perspectiva bíblica todo lo que existe tiene nombre (cf.
Ecle 6,10), y al mismo tiempo, como sucede en la narración de
la creación, todo viene a existir cuando recibe su nombre (cf.
Gn 1,3-10; Gn 2,19-23, Is 40,26) nombre y esencia en este
sentido bíblico son equivalentes. Por ejemplo, hacer algo con
la debida autoridad en nombre de Cristo como bautizar (cf. Mt
28,19), celebrar la eucaristía (cf. 1 Co 11,24), confesar (cf. Jn
20,23) o incluso un milagro (cf. Hch 3,6), es hacerlo bajo su
esencia y a efectos prácticos es Él quien hace todo a través de
sus ministros. [6]

Lo que nos transmite Dios a través de su nombre, es que


es existencia pura, que no fue creado por nada ni nadie, ni
depende de nadie para existir [7], ese es el significado que tiene
su nombre o esencia: “Yo soy el que soy” (YHWH). También
significa que cualquier cosa que existe depende de Dios para
su existencia. Si Dios dejará de existir (cuestión imposible)
también lo haríamos nosotros y todas las cosas (cf. Job 34,14).

En resumidas cuentas, Dios es la base de toda existencia,


sostiene todo lo que existe, y por lo tanto todas las cosas que
existen son buenas. Así lo recoge el Catecismo:

La revelación del Nombre inefable “Yo soy el que


soy” contiene la verdad de que sólo Dios ES. En este
mismo sentido, ya la traducción de los Setenta y,
siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han entendido
el Nombre divino: Dios es la plenitud del Ser y de
toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas
las criaturas han recibido de Él todo su ser y su
poseer. (Cat 213)
6. Otro tipo de caso en cuanto a nombre y esencia, es el relacionado a la esencia
vocacional, por ejemplo cuando Jesús le cambia a Simón el nombre a Pedro,
porque le estaba asignando una nueva vocación, definiéndolo como la piedra
donde edifica su Iglesia: «Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» Mat 16,18-19
7. S.Th. I, q.13, a.7
54 Castigo y Pena

“En el principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1) y


precisamente la totalidad de lo que existe (expresada por la
fórmula “el cielo y la tierra”) depende de Aquel que le da el ser
(cf. Cat 290).

Dios creó todo de la nada (cf. Is 44,24 ; Col 1,16-17 ;


Rom 4,17), pero al afirmar que la creación sale de la nada, no
suponemos la nada absoluta; por el contrario, empezamos por
decir que hay una realidad infinita que es Dios (cf. Jn 1,1),
solamente que Dios no hace una simple transformación a partir
de materia pre-existente, como lo haría por ejemplo un escultor
a partir del barro.

Antes de continuar es necesario hacer algunas distinciones


para evitar equívocos en relación a la creación.

Hay que tener claro que la creación no es una parte de Dios


ni Dios se confunde con el universo, Dios es distinto de su
creación, pero la creación es totalmente dependiente de Dios
para su existencia. Dios en cambio no está realmente relacionado
con la creatura, es decir, Él no depende de la creatura de ninguna
manera, ni es afectado por ella [8], pero la creatura es completa
y constantemente dependiente del Creador:

Las creaturas son conservadas en su ser por Dios.


(...) la existencia de cada una de ellas depende de
Dios de tal suerte que no podrían subsistir un
momento y todas volverían a la nada, si la operación
de la virtud divina no las conservase en el ser. [9]

También es importante resaltar que en la creación participa


en pleno la Santísima Trinidad:
8. cf. S.Th. I, q.13, a.7
9. S.Th. I, q.104, a.1
Nota: « Las tres divinas personas constituyen un único y común principio de la creación.
El concilio unionista de Florencia declaró en el Decretum pro lacobitis (1441) : «Pater et
Filius et Spiritus anctus non tria principia creaturae, sed unum principium» ; Dz 704; cf.
Dz 428. Ahora bien, como la obra de la creación guarda cierta analogía con el carácter
personal de la primera persona, por eso mismo es atribuida generalmente al Padre. Véase
el símbolo apostólico. » (Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder,
Barcelona 1966, p. 145 [Nihil Obstat])
Castigo y Pena 55

“En el principio existía el Verbo [...] y el Verbo era


Dios [...] Todo fue hecho por él y sin él nada ha
sido hecho” (Jn 1,1-3). El Nuevo Testamento revela
que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo
amado. “En él fueron creadas todas las cosas, en
los cielos y en la tierra [...] todo fue creado por él
y para él, él existe con anterioridad a todo y todo
tiene en él su consistencia” (Col 1, 16-17). La fe
de la Iglesia afirma también la acción creadora del
Espíritu Santo: él es el “dador de vida” (Símbolo
Niceno-Constantinopolitano), “el Espíritu
Creador” (Liturgia de las Horas, Himno Veni,
Creator Spiritus), la “Fuente de todo bien” (Liturgia
bizantina, Tropario de vísperas de Pentecostés).

La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada


en el Antiguo Testamento (cf. Sal33,6;104,30;
Gn 1,2-3), revelada en la Nueva Alianza,
inseparablemente una con la del Padre, es claramente
afirmada por la regla de fe de la Iglesia: “Sólo existe
un Dios [...]: es el Padre, es Dios, es el Creador, es
el Autor, es el Ordenador. (...) La creación es la obra
común de la Santísima Trinidad. (cf. Cat 291-292)

El mundo ha sido creado por Dios, y está constantemente


mantenido por el Creador en la existencia de un continuo
crear. No hay diferencia entre creación y lo que se denomina
conservación; la conservación es simplemente la continuación
de la creación [10]. El alma humana es la excepción de la
creación continua, es una creación inmediata y directa de Dios.
[11] Él mueve los astros en sus órbitas, hace crecer las plantas,
da vida y movimiento a los animales, y, por supuesto, da ser,
vida y movimiento a los hombres, en fin, sostiene todo cuanto
existe.

10. cf. S.Th. I, q.104, a.1


11. cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440; Pío XII, Enc. Humani gen-
eris, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8
56 Castigo y Pena

Luz y oscuridad, bien y mal.

Podemos ver a Dios como luz, siendo dicha luz existencia y


bondad. Las Sagradas Escrituras nos indican que “Dios es luz
y en él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1,5) pretendiendo decir
con esto que Dios es bondad y no hay nada de maldad en El.
Isaías justamente compara la oscuridad con la maldad y la luz
con la bondad:

¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo


es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por
oscuridad! (Is 5,20)

Jesús se identifica también como luz, declarando así que


comparte la esencia de Dios que es existencia pura:

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina


en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
(Jn 8,12)

El prologo del evangelio según san Juan, nos narra como


Jesús (el Verbo) es Dios creador de todas las cosas y fuente de
vida, fuente de luz:

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba


junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el
principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo,
y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y
la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
(Jn 1,1-5)

San Pablo también hace uso de esta imagen, marcando


una división absoluta entre la justicia y la maldad, entre la
Castigo y Pena 57

luz y las tinieblas. (cf. 2 Cor 6,14). Sobre Jesús precisamente


nos recalca que “El nos libró del poder de las tinieblas y nos
trasladó al Reino del Hijo de su amor” (Col 1,13) destacando
a las tinieblas como el dominio del pecado y la luz como el
dominio del Señor.

Viendo a Dios como luz, queda claro que no hay otra fuente
de luz, no hay otro foco de donde proceda toda la existencia
y toda la bondad. Las tinieblas vendrían siendo el mal. Ya
profundizaremos más adelante el tema del mal, pero por ahora
alcanza con saber que el mal vendría a ser la oscuridad, es decir
ausencia de luz, privación de un bien que se debería tener.

Por ejemplo: si yo me amputo un brazo, me veo privado de


un brazo que debería tener; enseguida se produce un vacío,
o en otras palabras habría ausencia de un brazo que debería
estar ahí. Igual pasa con la oscuridad hay ausencia de luz donde
debería haber luz.

Si en lugar de Dios, hubieran dos dioses, uno bueno y


otro malo, es decir dos focos, cada uno de una luz diferente,
entonces al amputarme un brazo, en lugar de quedar un vacío,
aparecería un “antibrazo” que sería una existencia antagónica a
mi brazo ya amputado.

Todo cuanto existe es bueno y decimos que el mal no


tiene existencia positiva, queriendo decir con esto, que no
existe realmente por sí mismo, si me corto brazo, no sale un
“antibrazo” como ya mencionamos en el ejemplo anterior, no
aparece una existencia maligna contraria al brazo que tenía,
simplemente me quedo sin brazo, el brazo que debería tener a
causa de mi naturaleza humana ya no lo tengo, me veo privado
de él y queda la ausencia.
58 Castigo y Pena

A lo sumo se puede estar tan lejos de Dios, ser tan “malo”


que solo se tenga la existencia, lo mínimo necesario para existir
y nada más. Los condenados siguen existiendo, pero claro está
mientras menos bondad se tenga, más privado se verá uno de
características propias de nuestro ser. [12]

Y es que precisamente Dios ama a todas sus criaturas y no


les niega a ninguna el bien de la existencia, con lo cual ya eso
es muestra de amor. Por eso dice Santo Tomás en la Suma
Teológica:

Dios quiere algún bien para cualquier ser existente.


Por eso, como amar no es más que querer el bien
para alguien, resulta evidente que Dios ama todo lo
existente. [13]

La ilustración de la siguiente página nos va a ayudar a


visualizar que Dios es la única fuente de bien y existencia
positiva. Las partículas visibles representarán seres creados.
Mientras más cerca de Dios, más bondad, más caridad, más luz
o en otras palabras ser en plenitud.

Es bueno recordar que materialmente hablando, hay cosas


que existen sin luz alguna, pero esta es una ilustración donde la
luz (todo lo visible de color blanco) es existencia positiva y todo
lo oscuro es ausencia de bien.

Ninguna criatura es fuente de luz por sí misma, todas las


que existen tienen su razón de bien y esa razón de bien viene
de Dios, en todas sus formas, incluyendo hasta el deseo mismo
de obrar bien, viene de Dios. En resumidas cuentas si algo es
bueno, viene de Dios, o si algo existe viene de Dios y todo lo
que existe es bueno. “Porque en ti está la fuente viva, y tu luz
nos hace ver la luz” (Sal 36,9)
12. Se entiende que el mal ocurre en el contenido accidental del ser y no en la
esencia (cf. In Sent, d34, q1, a1). Por ejemplo los ángeles son ángeles incluso en
el infierno, no cambia su naturaleza.
13. Suma Teológica, I, q. 20, a. 2
60 Castigo y Pena

Lucifer significa “portador de luz” y se asocia como la estrella


de la mañana antes de su caída (cf. Isa 14, 11-12 ; Lc 10,18).
Lo que conocían en la antigüedad como estrella de la mañana
realmente es Venus, uno de los tres únicos cuerpos celestes que
pueden ser vistos de día a simple vista, además de la Luna y
el Sol. Venus es normalmente conocido como la estrella de
la mañana (Lucero del Alba) o la estrella de la tarde (Lucero
Vespertino) y, cuando es visible en el cielo nocturno, es el
segundo objeto más brillante del firmamento, tras la Luna. Así
que al darle a Satanás esta posición en el firmamento antes de
su caída se pretende decir en la Biblia que era una luz muy
importante, un ser muy bueno y cercano a Dios, pero que con
su mal obrar se alejo de Dios. Por otro lado a Dios se le suele
asociar en términos de luz con el Sol por ser la fuente de esta y
la Luna con la Virgen María por reflejar plenamente la gracia
de Dios en ella.

La Palabra de Dios es muy clara cuando nos enseña sobre


Dios que “en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch
17,26-28), que Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos,
porque para él todos viven” (Lc 20,38) incluso se refuerza
doctrinalmente de manera constante la divinidad de Jesucristo
al alegar por ejemplo que “él existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en él su consistencia”.(Col 1,17) el cual, siendo
resplandor de la gloria de Dios e impronta de su sustancia,
sostiene todo con su palabra poderosa. (cf. Heb 1,3)

“Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay


fuera de ti»” (Sal 16,2) porque “nadie es bueno sino sólo Dios”
(Mc 10,18) y todo cuanto existe por participación en El. Como
Santo Tomás nos explica a continuación:
Castigo y Pena 61

Está lo que dice Agustín en el libro De Doctrina


Christiana: En la medida que existimos somos
buenos. El bien y el ser realmente son lo mismo[14]

Todo ser que no es Dios es criatura de Dios. Pero


como dice 1 Tim 4,4: Toda criatura de Dios es
buena. Y Dios es el sumo bien. Luego todo ser es
bueno. Ningún ser en cuanto ser es malo, sino en
cuanto que está privado de algo.

Ejemplo: Se llama malo al hombre que está privado


de virtud; o se llama malo al ojo que está privado de
la capacidad de visión. [15]

Todo lo que proviene de Dios es bueno por


participación [...] Sólo Dios es bueno por esencia.
Se dice que algo es bueno en cuanto que es, perfecto
[...] sólo Dios tiene por esencia todo tipo de
perfección. Así, El es el único bueno por esencia.
[16]

Lo que genera cierta dificultad en la comprensión de este


hecho, es que se suele calificar a una persona como “mala” en
cuanto a su falta de virtud, pero debemos notar que en esencia
es igual a una persona “buena”.

Por ejemplo, si ponemos idealmente a una persona “mala”


al lado de una persona “buena”, veremos que las dos tendrán
voluntad, alma, ojos, boca, nariz, pulmones...en fin, elementos
esenciales que no son para nada algo malo, y ninguna de las
dos será en esencia mala.

14. S.Th. Ia q. 5 a 1
15. S.Th. Ia q. 5 a 3
16. S.Th. Ia q. 6 a 3
62 Castigo y Pena

Por otro lado, las decisiones que toman, si las pueden hacer
“buenas” o “malas” personas, decidiendo con virtud o con la
carencia de esta, si deciden según la voluntad de Dios o no.
Pero realmente en todo cuanto existe, no podemos afirmar que
una persona es esencialmente “mala”.

Si una persona es “mala” debido a una patología psiquiátrica


entonces no tuvo culpa y por lo tanto no hubo pecado, pues todo
pecado conlleva culpa y pena, donde hay culpa, necesariamente
hay pena que cumplir, cuando decimos que alguien es malo
es porque ha ejercido su voluntad en contra del orden y la
voluntad de Dios. Por ejemplo Lucifer es esencialmente un
ángel, pero un ángel que decidió no obedecer a Dios.

Muchos podrían pensar que porque Dios es existencia pura,


se mantiene inmutable en una especie de aburrida monotonía
eterna. Pero si bien Dios es inmutable y permanece siempre
idéntico en su esencia, sus operaciones no son idénticas, no es
una piedra que se mantiene igual sin hacer nada nuevo, Dios
pese a que no cambia nunca, lo que El hace si cambia con
el tiempo, por ejemplo crea primero a los ángeles y luego a
la humanidad, etc. Además con una creatividad y un poder
infinito, que ni siquiera somos capaces de asimilar.
Castigo y Pena 63

San Cirilo de JerusalénDR nos comenta al respecto:

El Padre de Nuestro Señor Jesucristo (...) es perfecto


en todas las cosas y posee por igual toda clase de
virtud. Ni disminuye ni se agranda, sino que se
mantiene siempre igual y del mismo modo. Ha
preparado castigo a los pecadores y la corona a los
justos. [17]

El Mal

San AgustínDR durante su juventud formó parte de la secta


maniquea que creía que el mal era una sustancia, o en otras
palabras que tenía existencia positiva; como si al cortarnos un
brazo apareciera un anti-brazo que supliría el bien que se tenía
por un mal que sería una existencia antagónica.

San AgustínDR luego de su conversión reconoce sobre sus


años dentro de la secta maniquea que:

Alejándome de la verdad, yo pensaba que iba a su


encuentro: porque no sabía que el mal no es sino la
privación de un bien, y que tiende hacia lo que no
es de ninguna manera. [18]

El mal -concluye San AgustínDR- no es una sustancia; por


eso combate fuertemente la doctrina maniquea de las dos
sustancias. Santo TomásDR sobre el mal nos explica que:

El mal es privación del bien y no simple negación


[...] no toda ausencia de bien es mal, sino la ausencia
del bien que se puede y se debe tener. [19]

17. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis IV, Los Diez Dogmas, Acerca de Dios, 5
18. Confesiones, III, c. 7, n. 12
19. Summa Theologica, I, q. 48 , a. 5 (cf. de Malo, 1, 1; Contra Gentiles, III,
cap. 7, 8 y 9;Compend. theologiae, cap. 115).
64 Castigo y Pena

En cuanto a lo que dice santo Tomás de que “no toda ausencia


de bien es mal, sino la ausencia del bien que se puede y se debe
tener “, se refiere a que por ejemplo una piedra no debería tener
ojos, así que no hay mal alguno sino tiene ojos. Una persona
debería tener ojos y si no los tiene entonces hay mal físico. Por
eso dice santo Tomás que no toda ausencia de bien es mal, pues
aunque el ojo es algo bueno, la piedra no debería tener ese bien.

Para entender que quiere decir “el mal es privación del bien”
se podría decir por ejemplo, que alguien es privado de libertad,
cuando no goza de la libertad que por naturaleza deberíamos
tener los seres humanos, pues hemos sido creados libres por
Dios. Dice además santo Tomás que “[el mal] no [es] simple
negación” y esto se entiende por ejemplo en el caso de las piedras
pues estas NO gozan de libertad, son inmóviles e inertes, pero
si una piedra no tiene libertad no está padeciendo ningún mal.
Por eso tenemos que tener en cuenta que hay mal; siempre y
cuando, estemos privados de un bien que deberíamos tener.

En el caso de la privación de libertad en el ser humano


solo es moralmente buena cuando es justa, como es el caso de
alguien preso justamente en la cárcel, no así el secuestro; que es
moralmente malo.
Castigo y Pena 65

Vemos así que hay dos órdenes, uno físico y otro moral, en
el orden físico estamos en presencia de un mal físico (privación
de la debida libertad), en el orden moral depende de su fin, si es
un fin bueno o si es un fin malo. El fin de que un preso esté en
la cárcel es justo, en cambio el fin de un secuestrador privando
de libertad a un inocente, es malo; y en ese caso o pretende
extorsión y sacar dinero o pretende solamente ocasionar daño
por ocasionarlo (apego al mal en sí mismo). Otro ejemplo podría
ser una amputación, que siendo un mal físico, dependiendo
de su finalidad se puede considerar moralmente buena o mala.
Si es para salvar la vida del paciente o recuperar una pierna
sería moralmente bueno, pero si su finalidad es simplemente
ocasionar el daño por apego al mal, se convierte en moralmente
mala.

Privación de libertad

Asesino en serie Inocente secuestrado

Moralmente bueno Moralmente malo


66 Castigo y Pena

Los tipos de mal que existen, precisamente se relacionan tanto


al orden físico como moral que ha creado Dios, dependiendo
del tipo de privación se habla de:

Mal moral: es decir, el pecado, es esencialmente una negación


de Dios [20], es definido también como “una palabra, un acto
o un deseo contrarios a la ley eterna” [21].

El mal moral sucede cuando haciendo mal uso de nuestra


libre voluntad nos privamos del orden debido a la ley de Dios.
Cuando la transgresión es cometida por una criatura racional
con advertencia y libertad, se habla de “mal de culpa”. [22]

Mal físico: es una privación de cualquier bien que se debería


tener a causa de la propia naturaleza y aplica tanto a seres
que carecen de razón o seres racionales como los hombres o
ángeles. Se habla de “mal de pena” en caso de que el mal físico
sea infligido a la criatura racional en castigo del “mal de culpa”
[23]. El mal físico en sí, es independiente del orden moral.

La palabra “físico” proviene del lat. physĭcus, y este del gr.


φυσικός, que significa literalmente “naturaleza” [24], al respecto
es importante mencionar que nuestra naturaleza no se restringe
solo a nuestro cuerpo, es decir, no solo hay mal físico cuando
nos vemos privados de un brazo o estamos ciegos (privación
de la vista), sino también hay mal físico cuando nos vemos
privados de nuestra libertad, voluntad, pensamiento, en fin
todos los bienes relativos a nuestra naturaleza humana (alma y
cuerpo).[25]

20. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona


1966, p. 72 [Nihil Obstat]
21. San Agustín,Contra Faustum manichaeum, 22, 27; San Tomás de Aquino,
Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6); cf. Catecismo 1849
22. Summa Th. 1 q48 a5
23. cf. ibíd.
24. cf. RAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Físico.
25. cf. Catecismo 382; GS 14,1
Castigo y Pena 67

Dios no crea ni la muerte física ni la muerte espiritual (ni el


mal físico, ni el mal moral),pero tampoco podría en el negado
caso que quisiera, porque el mal no tiene causa directa al no ser
este una sustancia.

Dios no hizo la muerte ni se goza en la pérdida de


los vivientes. Pues Él creó todas las cosas para la
existencia (Sab 1, 13-14)

Lo que si hace Dios y esto lo veremos más adelante en


detalle, es que a pesar de no crear el mal físico, lo incluye en
determinadas situaciones dentro de su orden, sacando bienes
desde el mismo. Mas no todo el mal físico, sino solo los de
carácter; punitivo, de prueba y natural. Como un pintor que
incluye el color negro dentro de su pintura, y en ese sentido nos
comenta San AgustínDR

[Pues] así como el color negro en la pintura


contribuye a la hermosura del cuadro, de igual
modo la divina Providencia ordena decorosamente
todo el combate del universo, dando su diverso
papel a cada uno. [26]

San Juan Pablo II añade sobre la muerte:

Toda la existencia del hombre en la tierra está sujeta


al miedo de la muerte, que según la Revelación
está unida al pecado original. El pecado mismo es
sinónimo de la muerte espiritual, porque por el
pecado el hombre ha perdido la gracia santificante,
fuente de la vida sobrenatural. Signo y consecuencia
del pecado original es la muerte del cuerpo, tal como
desde entonces la experimentan todos los hombres.
26. San Agustín, De la Verdadera Religión XL (As: PL 34,156).
68 Castigo y Pena

El hombre ha sido creado por Dios para la


inmortalidad: la muerte que aparece como un
trágico salto en el vacío, constituye la consecuencia
del pecado, casi por una lógica suya inmanente, pero
sobre todo por castigo de Dios. Esta es la enseñanza
de la Revelación y esta es la fe de la Iglesia: sin el
pecado, el final de la prueba terrena no habría sido
tan dramático. [27]

Incluso dentro de la estructura de las criaturas y en la ley


natural está incluido el mal físico por disposición divina en
respuesta al mal moral (pecado original), al igual que en el
orden eterno por ejemplo al incluir el infierno , preparado
para las almas que se condenan. Y precisamente sobre quien se
condena nos dice san AgustínDR que:

Si se degrada a sí mismo, entra en la hermosura de


un orden inferior, esto es, en la justicia penal. No nos
extrañemos de que también aquí suene el nombre
de hermosura, porque nada hay ordenado que no
sea bello, y, como dice el Apóstol, todo orden viene
de Dios (Rm 13,1). [28]

Dios solo pretende el mal físico indirectamente o en otras


palabras como medio para lograr un fin bueno (p.ej. la cruz
como medio para la redención). En el caso del mal moral,
de ningún modo puede ser medio para un fin bueno como
veremos más adelante, así que Dios no lo quiere ni directa ni
indirectamente. San Juan Pablo II hace una comparación entre
el mal físico natural y el mal moral del siguiente modo:

En cuanto a la permisión del mal en el orden físico,


por ejemplo, de cara al hecho de que los seres
materiales (entre ellos también el cuerpo humano)
27. San Juan Pablo II, Audiencia General, 8-X-1986
28. San Agustín DE LA VERDADERA RELIGIÓN , XLI. 77.
28.1 Cf. Retract., e. 13,n. 7
Castigo y Pena 69

sean corruptibles y sufran la muerte, es necesario


decir que ello pertenece a la estructura de estas
criaturas. Por otra parte, sería difícilmente pensable,
en el estado actual del mundo material, el ilimitado
subsistir de todo ser corporal individual. Podemos,
pues, comprender que, si “Dios no ha creado la
muerte”, según afirma el Libro de la Sabiduría, sin
embargo la permite con miras al bien global del
cosmos material.

Pero si se trata del mal moral, esto es, del pecado y


de la culpa en sus diversas formas y consecuencias,
incluso en el orden físico, este mal decidida y
absolutamente Dios no lo quiere. El mal moral es
radicalmente contrario a la voluntad de Dios. Si este
mal está presente en la historia del hombre y del
mundo, y a veces de forma totalmente opresiva, si en
cierto sentido tiene su propia historia, esto sólo está
permitido por la Divina Providencia, porque Dios
quiere que en el mundo creado haya libertad [...]
para Él (es) un valor más importante y fundamental
que el hecho de que aquellos seres abusen de la
propia libertad contra el Creador y que, por eso, la
libertad pueda llevar al mal moral. [29]

El pecado (mal moral) puede tener como efecto mal físico y


este a su vez puede ser o no ser ordenado. Por ejemplo el mal
de pena es efecto del mal moral (como un penalti en un juego
de fútbol), pero este mal físico es ordenado, ahora bien cuando
los males físicos están estrechamente coaligados con el mal
moral (p.ej. asesinato), NO son ordenados por Dios y suelen
recibir el nombre de males materialmente morales [30]. Dios
aunque no lo ordene sino que lo permita, puede y de hecho
misteriosamente ha de sacar un bien a partir del mal moral y
el mal físico no ordenado; pues de otra forma no lo permitiría.
29. San Juan Pablo II, Audiciencia General, 4-VI-1986
30. Sacrae Theologiae Summa, Lib. I, cap. V, a. 1, 216
El origen del mal (moral y físico) en el hombre.
Castigo y Pena 71

Los orígenes del mal en el hombre sólo se esclarecen a la


luz de la Revelación divina, en donde se narra como el pecado
original perturba la creación de Dios y nuestra naturaleza
humana.

Antes de pecar, nuestros primeros padres vivían


en un estado de felicidad no turbada por ninguna
molestia (cf. Gn 2, 15). Pero advirtamos que
impasibilidad no significa inactividad. Nuestros
primeros padres, poco después de haber sido creados
por Dios, recibieron el encargo divino de cultivar la
tierra (Gn 2, 15) participando a su modo en la obra
de la creación. [31]

Se conoce con el nombre de justicia original el estado en que


el primer hombre fue instituido en el Paraíso, antes del pecado
original. Alude, pues, a la situación histórica de nuestros
primeros padres en cuanto que, por un don sobrenatural y
gratuito de Dios, fueron elevados a una especial comunión
con Él [32], constituidos en santidad y justicia y dotados de
inmortalidad [33]. Sobre la inmortalidad nos comenta san
Agustín que:

Dios hizo el alma de naturaleza tan poderosa, que su


felicidad redundaba en plenitud de salud del cuerpo
y vigor de incorrupción. [34]

Sin embargo y pese a ser inmortal antes de pecar, Adán no


poseía un cuerpo glorioso, que pertenece sólo al estado del cielo
(cf. 1 Cor 15,53).

31. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona


1966, p. 177 [Nihil Obstat]
32. S. Pío V, Bula Ex omnibus aflictionibus, DS1921
33. Conc. de Trento, Decreto sobre el pecado original, DS1511
34. S. Agustín, Epíst. a Dióscoro, c. 3; PL 33,439
72 Castigo y Pena

Pesé a que nuestros primeros padres no sufrían antes de pecar,


ya la realidad física estaba preparada e incluía de alguna manera
la respuesta al mal moral que cometerían, solo que las gracias
preternaturales evitaban que Adán y Eva se vieran afectados
por el mal físico presente en este mundo. Una vez cometido el
pecado original, cobró sentido de justicia todo el mal físico que
ya estaba presente anteriormente. Recordemos por ejemplo la
formación de los planetas, estrellas y las diferentes violencias
que existieron no solo en el espacio sino también en la Tierra
en tiempos de los dinosaurios, etc. El paraíso terrenal era como
una especie de burbuja que los aislaba y protegía.

Cabe preguntarnos:

Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto


que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder
infinito, Dios podría siempre crear algo mejor [35].
Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas,
Dios quiso libremente crear un mundo “en estado
de vía” hacia su perfección última. Este devenir
trae consigo en el designio de Dios, junto con la
aparición de ciertos seres, la desaparición de otros;
junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto
con las construcciones de la naturaleza también las
destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe
también el mal físico, mientras la creación no haya
alcanzado su perfección [36]. (Cat 310)

35. cf santo Tomás de Aquino,S. Th., 1, q. 25, a. 6


36. cf Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, 3, 71

Nota: Dios no está obligado a elegir necesariamente el mejor de los mundos


posibles, entre otras cosas porque ese concepto es contradictorio: entre todos los
mundos buenos posibles Dios es libre de elegir el que quiera, y en él resplande-
cerá su sabiduría. Hay que definir positivamente la libertad de Dios como liber-
tad de contradicción («libertas contradictionis»), o sea la libertad para obrar o no
obrar (p.ej. para crear el mundo o no crearlo), y como libertad de especificación
(«libertas specificationis»), es decir, la libertad para escoger entre diversas acciones
buenas o indiferentes (p.ej., crear este mundo u otro distinto).
Castigo y Pena 73

Continúa la enseñanza del Catecismo:

Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y


libres, deben caminar hacia su destino último por
elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden
desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal
moral entró en el mundo, incomparablemente
más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna
manera, ni directa ni indirectamente, la causa del
mal moral [37]. Sin embargo, lo permite, respetando
la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe
sacar de él el bien:

«Porque el Dios todopoderoso [...] por ser


soberanamente bueno, no permitiría jamás que
en sus obras existiera algún mal, si Él no fuera
suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir
un bien del mismo mal» [38]. (Cat 311)

Es Dios quien determina que está bien y que está mal. El


pecado original consistió precisamente en una vez conocido
ese orden considerar que uno mismo puede juzgar la ciencia
del bien y del mal, queriendo determinar por nosotros mismos
lo que está bien o mal (lo que hoy se denomina relativismo
moral). Nos enseña el Catecismo:

Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció


en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no
puede vivir esta amistad más que en la forma de
libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la
prohibición hecha al hombre de comer del árbol
del conocimiento del bien y del mal, “porque el
día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn
37. cf San Agustín, De libero arbitrio, 1, 1, 1: PL 32, 1221-1223; Santo Tomás
de Aquino, S. Th. 1-2, Q. 79, a. 1
38. San Agustín,Enchiridion de fide, spe et caritate, 11, 3
74 Castigo y Pena

2,17). “El árbol del conocimiento del bien y del


mal” evoca simbólicamente el límite infranqueable
que el hombre en cuanto criatura debe reconocer
libremente y respetar con confianza. El hombre
depende del Creador, está sometido a las leyes de la
Creación y a las normas morales que regulan el uso
de la libertad.

El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en


su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn
3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al
mandamiento de Dios. En esto consistió el primer
pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo
pecado será una desobediencia a Dios y una falta de
confianza en su bondad.

En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo


en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios:
hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las
exigencias de su estado de criatura y, por tanto,
contra su propio bien. El hombre, constituido
en un estado de santidad, estaba destinado a ser
plenamente “divinizado” por Dios en la gloria. Por
la seducción del diablo quiso “ser como Dios” (cf.
Gn 3,5), pero “sin Dios, antes que Dios y no según
Dios” [39]. (Cat 396-398)

A causa del pecado original nuestros primeros padres


quedaron sujetos a la muerte y al señorío del diablo (DS 788)
de otro modo irían al encuentro de Dios en el cielo, sin sufrir.

Según Gen 3, 16 ss, como castigo del pecado nos


impuso Dios los sufrimientos y la muerte. El señorío
del diablo queda indicado en Gn 3, 15, enseñándose
expresamente en Jn 12, 31; 14, 30; 2 Cor 4, 4; Heb
2, 14; 2 Pe 2, 19. [40]
39. San Máximo el Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156C
40. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona
1966, p. 181 [Nihil Obstat]
El siguiente fragmento es un hermoso regalo de nuestro hermano
san Francisco de Asis, para que meditemos muy profundamente
sobre el pecado original. ¡Buen Provecho!

Dijo el Señor a Adán: Come de todo árbol, pero del


árbol de la ciencia del bien y del mal no comas (cf.
Gn 2,16.17). Podía comer de todo árbol del paraíso,
porque, mientras no contravino a la obediencia,
no pecó. Come, en efecto, del árbol de la ciencia
del bien, aquel que se apropia su voluntad y se
enaltece del bien que el Señor dice y obra en él; y
así, por la sugestión del diablo y la transgresión del
mandamiento, vino a ser la manzana de la ciencia
del mal. De donde es necesario que sufra la pena.
[41]

41. San Francisco de Asís, Admoniciones, Cap. II: Del mal de la propia volun-
tad
Promesa de redención
Castigo y Pena 77

Nos explica el Catecismo que:

Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios.


Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn3,9) y le anuncia
de modo misterioso la victoria sobre el mal y el
levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje
del Génesis ha sido llamado “Protoevangelio”, por
ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio
de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la
victoria final de un descendiente de ésta.

La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio


del “nuevo Adán” (cf. 1 Co 15,21-22.45) que, por
su “obediencia hasta la muerte en la Cruz” (Flp 2,8)
repara con sobreabundancia la desobediencia de
Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos
Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer
anunciada en el “protoevangelio” la madre de
Cristo, María, como “nueva Eva”. Ella ha sido la
que, la primera y de una manera única, se benefició
de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo:
fue preservada de toda mancha de pecado original
[41] y, durante toda su vida terrena, por una gracia
especial de Dios, no cometió ninguna clase de
pecado [42]. (Cat 410-411)

La universalidad del pecado viene dada porque todos hemos


sido concebidos pecadores (cf. Sal 51,7) menos Jesús (cf. Heb
4:15) y María (cf. Lc 1,28) que constituyen un nuevo linaje
del cual descendemos a través del bautismo. La lógica de Dios
permite que un inocente pague por un culpable y es así que
el mal físico de Jesús ha sido el medio para redimirnos (cf. Jn
3,16). Nos enseña el Catecismo:
42. cf. Pío IX: Bula Ineffabilis Deus: DS 2803
43. cf. Concilio de Trento: DS 1573
78 Castigo y Pena

Todos los hombres están implicados en el pecado


de Adán. San Pablo lo afirma: “Por la desobediencia
de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores” (Rm 5,19): “Como por un solo hombre
entró el pecado en el mundo y por el pecado la
muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres,
por cuanto todos pecaron...” (Rm 5,12). A la
universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol
opone la universalidad de la salvación en Cristo:
“Como el delito de uno solo atrajo sobre todos
los hombres la condenación, así también la obra
de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a
todos una justificación que da la vida” (Rm 5,18).
(Cat 402)

El que Jesús haya muerto por nosotros no quiere decir que


ya no hemos de padecer mal físico alguno, pues si incluso
luego de bautizarnos -donde por los méritos de la redención de
Cristo nos vemos libres de todo pecado incluyendo el pecado
original (DS 789-791)- nunca más pecamos (ni mortal ni
venialmente), estamos llamados a ser como Cristo. Nos dice
Nuestro Señor:
Nota: Adán es nuestro molde aquel patrón con el que nacemos, en cambio Jesús
es el molde perfecto que asumimos en el bautizo y cuya moldura veremos en
plenitud en nosotros mismos en el día del juicio final cuando lleguemos a nuestra
perfección final con nuestro cuerpo glorioso.

Es curioso que Dios siempre da una respuesta al pecado con sobreabundante


gracia. Por ejemplo:

-Satanás que invita a nuestros padres a pecar bajo la consigna:


“Serán como dioses” (Gn 3,5)

-El Arcángel Miguel que ya lleva la respuesta en su nombre (esencia):


“¿Quién como Dios?”

Dos posturas absolutamente contrarias, una donde se pretende usurpar a Dios,


otra donde se defiende que Dios es uno solo y no hay otro fuera de El. He aquí
lo que podríamos llamar algunas “respuestas” de Dios a modo de ejemplo:
Satanás -> Arc. Miguel
EVA -> María
Adán -> Jesús
Lutero -> San Ignacio de Loyola
Castigo y Pena 79

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue


a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues
el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que
pierda su vida por mi causa la salvará.(Lc 9, 3-24)

San Pablo por su parte nos recuerda que:

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también


viviremos con él. (Rom 6,8)

Más adelante entenderemos como es que Dios quiere que nos


neguemos a nosotros mismos, o en otras palabras nos veamos
privados de nuestra voluntad o incluso nuestra vida para asumir
la voluntad de Dios. Veremos cómo estar privados de un bien
menor, se ve recompensado con un bien mayor y porque la
redención de Cristo no nos libra del mal físico temporal en la
Tierra o en el Purgatorio, precisamente por su sentido positivo.
El Papa Benedicto XVI indica que:

Asimismo, en su condición de pecador, el hombre


continúa siendo destinatario del amor de Dios, pues
este amor es incondicional, y tras la caída asume el
rostro de la misericordia. Incluso el castigo que Dios
inflige al hombre y a la mujer hace surgir el amor
misericordioso del Creador. [44]

Nosotros erradamente creemos que somos libres cuando


pecamos, pero realmente somos libres cuando conocemos la
Verdad (cf. Jn 8,31-32) y la Verdad, la Vida y el Camino; es
Cristo (cf. Jn 14,6).

44. Benedicto XVI, Carta Apostólica Ad perpetuam rei memoriam


81

CAPÍTULO III

Mal Moral

l pecado (mal moral) como vimos anteriormente es


“una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley
eterna“ [1]. Es una ofensa contra Dios (cf. Cat 1871) cuya raíz
está en el corazón del hombre (cf. Mt 15,19-20) y que se puede
distinguir según las virtudes a las que se opone o según los
mandamientos que quebranta (cf. Cat 1853).

Los actos humanos, es decir libremente realizados tras un


juicio de conciencia, son calificables moralmente como buenos
o malos (cf. Cat 1749) y ambos se oponen de modo contrario.
Pero también existen actos humanos moralmente indiferentes
cuando son indeliberados o se siguen de un estímulo súbito,
como el frotarse la barba y cosas semejantes [2]; este tipo de
actos indiferentes están fuera del género moral.

En cuanto a los actos humanos es importante que conozcamos


la ley de Dios para asegurarnos de cometer mal moral alguno,
pero teniendo cuidado de no juzgarla, san AgustínDR nos dice:

Privilegio de las almas puras es conocer la ley eterna,


pero no el juzgarla. Y aquí resalta la diferencia que
hay entre conocer y juzgar: para conocer basta ver si
una cosa es o no; pero para juzgarla añadimos más,
indicando que puede ser de otra manera, como
cuando decimos: así debe ser, o así debió ser, o así
debiera ser, como hacen los artistas con sus obras.
[3]
1. San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22
2. cf. Santo Tomás de Aquino, In II Sent d41 a5
3. San Agustín, De la Verdadera Religión, XXXI
“El mal moral como medio para un fin bueno”
Mal Moral 83

Es una contradicción cometer un mal moral para obtener


con ello un bien moral, ahora bien, y si en lugar de un bien
moral, ¿se obtuviera un bien físico como salvar la vida de una
persona?, ¿qué tal si una pequeña mentira sirviera para salvar la
vida de una persona perseguida?¿sería esto moralmente bueno?

Pues no, el mentir para salvar la vida de una persona, así


sea venial, no sería jamás moralmente bueno, aunque nuestra
intención sea buena. Recordemos que en cuanto a actos
deliberados solo hay actos buenos o malos, y estos son opuestos
entre sí. Nuestro Señor Jesucristo nunca recurriría a la mentira
para obtener con ella un bien físico, sobradas muestras nos
dio durante su vida pública, de cómo lidiar ante situaciones
que parecen no tener salida, y siempre nos sorprendió con sus
sapientísimas respuestas, recordemos este pasaje del evangelio:

Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a


un acuerdo para comprometer a Jesús con una
pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con
unos herodianos, y le dijeron: «Maestro, sabemos
que eres sincero y que enseñas el camino de Dios
conforme a la verdad, sin que te importe nadie,
porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué
opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la
moneda del impuesto». Le presentaron un denario.
Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y
esta inscripción?». Le respondieron: «Del César».
Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios». Al oírlo se
maravillaron y dejándolo se fueron.(Mt 22,15-22)
84 Mal Moral

El Catecismo claramente nos explica que:

Una intención buena (por ejemplo: ayudar


al prójimo) no hace ni bueno ni justo un
comportamiento en sí mismo desordenado (como
la mentira y la maledicencia). El fin no justifica los
medios. Así, no se puede justificar la condena de
un inocente como un medio legítimo para salvar
al pueblo. Por el contrario, una intención mala
sobreañadida (como la vanagloria) convierte en
malo un acto que, de suyo, puede ser bueno (como
la limosna)[4]. (Cat 1753)

Las circunstancias, comprendidas en ellas las


consecuencias, son los elementos secundarios de un
acto moral. Contribuyen a agravar o a disminuir
la bondad o la malicia moral de los actos humanos
(por ejemplo, la cantidad de dinero robado). Pueden
también atenuar o aumentar la responsabilidad del
que obra (como actuar por miedo a la muerte).
Las circunstancias no pueden de suyo modificar
la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni
buena ni justa una acción que de suyo es mala.
(Cat 1754)

Hay comportamientos concretos cuya elección es


siempre errada porque esta comporta un desorden
de la voluntad, es decir, un mal moral. No está
permitido hacer un mal para obtener un bien.
(Cat 1761)

4. cf. Mt 6, 2-4
Nota: Por más que se busque un fin “bueno” jamás será justificable un pecado,
siempre será pecado. Mentir a los hijos es mentir, así se procure alegrarle la vida
con una falsa ilusión en “santa Claus” o “reyes magos” que traen regalos o solapar
verdades sobre la vida con “cigüeñas” que traen bebés. Se debe decir la verdad
según la edad y desarrollo físico/psíquico, pero la verdad al fin y al cabo.
Mal Moral 85

Hay situaciones donde aparentemente hay un mal moral,


pero en realidad no lo hay. Por ejemplo no hay robo si el
consentimiento puede ser presumido, como si estando en
nuestra casa tomamos un lápiz y un borrador de un hermano
para poder hacer una tarea de matemáticas, o si un posible
rechazo es contrario a la razón y al destino universal de los
bienes, como por ejemplo un turista perdido que haya estado
deambulando por un desierto de Australia y luego de 2 días
sin tomar agua, se topa con una granja donde hay un bebedero
dispuesto para los animales y decide tomar de esa agua para
saciar su sed; podría parecer que no le pertenece esa agua pero
en un caso así, el agua nos pertenece a todos.

Nuevamente el Catecismo:

El séptimo mandamiento prohíbe el robo, es


decir, la usurpación del bien ajeno contra la
voluntad razonable de su dueño. No hay robo si el
consentimiento puede ser presumido o si el rechazo
es contrario a la razón y al destino universal de los
bienes. Es el caso de la necesidad urgente y evidente
en que el único medio de remediar las necesidades
inmediatas y esenciales (alimento, vivienda,
vestido...) es disponer y usar de los bienes ajenos
[5]. (Cat 2408)
5. cf. GS 69, 1
86 Mal Moral

En los dos ejemplos anteriores sobre el séptimo


mandamiento, a saber; el del lápiz y el agua, se pudo distinguir
que efectivamente no hay robo, hablamos en el primer caso
de propiedad cuyo consentimiento se presume dentro del
ámbito familiar y el segundo caso cuyo ámbito es universal en
situaciones de emergencia, como el agua, con lo cual el posible
rechazo se considera irracional y contrario al valor universal de
dicho bien. En resumidas cuentas y objetivamente hablando
ninguno de los ejemplos es contrario a la voluntad de Dios.

En una situación hipotética donde nos encontráramos en la


Alemania nazi ocultando a un judío en nuestra casa durante
una persecución activa, no habría mentira si nos quedamos
callados o si de alguna forma accesoria logramos distraer la
atención de quienes persiguen a la persona que deseamos salvar,
pero si decimos algo que no es verdad, entonces mentimos y
por lo tanto cometemos un mal moral, así sea venial y solo
hiera nuestra relación con Dios, así sea para salvar una vida.

Hay otro tipo de situación donde no hay mal moral aunque


en apariencia pueda parecer que lo haya, y es en el caso de
matar en defensa propia.
Nota: En esta situación hipotética extrema donde protegemos un judío en la
época nazi, no es obligación dar a conocer nuestro saber y entender, basta cal-
larnos por ejemplo, para no mentir. Pero en el día a día hay algo generalizado
que es decir algunas verdades con tal de dejar una falsa idea. Santo Cura de
Ars nos recuerda que debemos acusarnos « si con rodeos habéis desfigurado la
verdad; pues estáis obligados a declarar según vuestro saber y entender » (Santo
Cura de Ars Extracto del Sermon “Sobre la Ira”).
Ejemplo, imaginemos una conversación: “Oye Ricardo ese Señor te acaba de
dar 500 euros en agradecimiento por algo que no hiciste. R: Dejalo, el vino a
preguntarme si yo era el señor que estaba en la calle donde le dio el infarto y le
dije que si, el fue el que asumió que yo le salve, cuando en realidad nada hice”.
Mal Moral 87

Nos dice el Señor «No matarás» (Ex 20, 13) y también


«Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”;
y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo:
Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante
el tribunal» (Mt 5, 21-22). Efectivamente, matar es pecado,
pero ¿porque matar en defensa propia no es pecado?, pues al
respecto esto nos enseña el Catecismo:

La prohibición de causar la muerte no suprime el


derecho de impedir que un injusto agresor cause
daño. La legítima defensa es un deber grave para
quien es responsable de la vida de otro o del bien
común. (Cat 2321)

La legítima defensa de las personas y las sociedades


no es una excepción a la prohibición de la muerte
del inocente que constituye el homicidio voluntario.
“La acción de defenderse [...] puede entrañar un
doble efecto: el uno es la conservación de la propia
vida; el otro, la muerte del agresor” [48]. “Nada
impide que un solo acto tenga dos efectos, de los
que uno sólo es querido, sin embargo el otro está
más allá de la intención” [6]. (Cat 2263)
6. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7
88 Mal Moral

El acto humano de defender la propia vida y de los seres


queridos bajo nuestra responsabilidad no solo es bueno sino
incluso un deber que tenemos que cumplir. Ahora bien, ese
acto bueno en sí mismo, tendrá dos efectos eventualmente, que
sobrevivamos y también la muerte del agresor, lo importante es
que realmente lo segundo no sea en sí misma nuestra intención,
sino el primer efecto.

El amor a sí mismo constituye un principio


fundamental de la moralidad. Es, por tanto,
legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida.
El que defiende su vida no es culpable de homicidio,
incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor
un golpe mortal:

«Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que


la necesaria, se trataría de una acción ilícita. Pero si
se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción
sería lícita [...] y no es necesario para la salvación
que se omita este acto de protección mesurada a fin
de evitar matar al otro, pues es mayor la obligación
que se tiene de velar por la propia vida que por la de
otro» [7]. (Cat 2264)

Sobre esto último que nos indica santo TomásDR es menester


considerar que al defendernos debemos mesurar nuestra
violencia pero siempre sobreponiendo sobre la vida del agresor,
la nuestra propia; no sería lícito por ejemplo, matar a tiros a
un jovencito desarmado que está robando el farol del portal de
nuestra casa.

Otro caso similar a la justa defensa, es la medicina que


tiene dos efectos, uno de ellos querido y otro llamado “efecto
secundario” que produce efectos no queridos.
7. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7
Dios y el mal moral
90 Mal Moral

Dios no ama la maldad (cf. Sal 5,5-6) y queda claro que:

El mal moral, es decir, el pecado, que es esencialmente


una negación de Dios, no lo puede querer Dios ni
como fin ni como medio. [8]

Dios no hace sino permitir el pecado (Dz 816),


porque respeta la libertad humana (Eccli 15, 14 ss)
y porque es lo suficientemente sabio y poderoso para
saber sacar bien del mal [...] En última instancia,
el mal moral se encamina también al último fin
del universo, la gloria de Dios, haciéndonos ver
la misericordia de Dios en perdonar o su justicia
en castigar. Cuando la Sagrada Escritura dice que
Dios endurece el corazón del hombre en el mal (Ex
4, 21; Rom 9, 18), no es su intención decir que
Dios sea propiamente el causante del pecado. El
endurecimiento es un castigo que consiste en retirar
la gracia; cf. SAN AGUSTÍN, In loan. tr. 53, 6: «Dios
ciega y endurece abandonando y no concediendo su
ayuda» (deserendo et non adiuvando)»» [9]

El mal moral también se encamina al fin último del universo;


la gloria de Dios, “haciéndonos ver la misericordia de Dios en
perdonar o su justicia en castigar”, pero porque Dios llegue a
sacar bien del mal moral, no por esto, el mal moral se convierte
en un bien (cf. Cat 312). Nuestro Señor Jesucristo solo
menciona un pecado que no tiene perdón ni en este mundo
ni en el otro, se trata de la blasfemia al Espíritu Santo (cf. Mt
12,31-32) o que es lo mismo el no querer arrepentirse ni hacer
el bien, san Juan Pablo II nos explica que:

8. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona


1966, p. 72 [Nihil Obstat]
9. íbid, 91
Mal Moral 91

La Blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado


cometido por el hombre, que reivindica un
pretendido “derecho a preservar en el mal” - en
cualquier pecado- y rechaza así la Redención. [10]

De cualquier manera todo se someterá finalmente a Jesús


Juez Justo y Señor de Señores. Ya en Cafarnaúm se demuestra
que los demonios aunque no quieran no tienen otra opción
que someterse a la autoridad de Dios (cf. Mc 1,21-28). Si
Dios permite nuestra desobediencia es temporalmente pero al
igual que los demonios nos hemos de someter a Él y su orden
irremediablemente. Nada hay que escape al poder de Dios,
hasta el actuar del demonio requiere que Dios lo permita,
veamos el siguiente pasaje del Evangelio:

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su


camino. Y bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y
los sábados les enseñaba. Se quedaban asombrados
de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de
autoridad. Había en la sinagoga un hombre poseído
por un espíritu de demonio inmundo y se puso a
gritar con fuerte voz: «¡Basta! ¿Qué tenemos que
ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido
a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de
Dios». Pero Jesús le increpó, diciendo: «¡Cállate y sal
de él!». Entonces el demonio, tirando al hombre por
tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y comentaban entre
sí: «¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes
con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y
salen». (Lc 4, 30-36)

10. San Juan Pablo II, Dom. et Viv. 46


Tipos de mal moral
Mal Moral 93

Existen pecados que excluyen del reino de Dios (cf Mt 25,41-


46; 1 Cor 6,9-10; Rom 1,24-32) y a ese tipo de pecados se les
denomina pecados mortales, por entrañar muerte espiritual
(separación para con Dios) y también pecados que no tienen
consecuencias de tal gravedad (cf Mt 6,12; 1Cor 3,10-15; Sant
3,2) que se les denomina pecados veniales.

La distinción entre pecado mortal y venial se considera en


relación con la pena merecida; es pues, diversa para uno y
para otro [11] es dogma de fe que a los pecados mortales les
corresponde una pena eterna y a los pecados veniales una pena
temporal (DS 1304-1306; 1575) que se cumple en la tierra o
en el purgatorio, ambos de carácter temporal.

El pecado mortal entraña la pérdida de la caridad y la


privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia;
sin el arrepentimiento del hombre y el perdón de Dios, causa
la muerte espiritual eterna en el infierno o que es lo mismo la
separación eterna para con Dios.

El pecado venial en cambio, hiere nuestra relación con


Dios pero no la rompe; “no priva de la gracia santificante,
de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la
bienaventuranza eterna” [12]. Veamos el Catecismo:

El pecado mortal destruye la caridad en el corazón


del hombre por una infracción grave de la ley de
Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último
y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.

El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la


ofende y la hiere. (Cat 1855)

11. Santo Tomás de Aquino, S. Th., 1-II qq. 87-88


12. San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Reconciliatio et
Paenitentia, 17
94 Castigo y Pena

Para que un pecado sea mortal se requieren tres


condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene
como objeto una materia grave y que, además, es
cometido con pleno conocimiento y deliberado
consentimiento” (RP 17). (Cat 1857)

La materia grave es precisada por los Diez


mandamientos según la respuesta de Jesús al joven
rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no
levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a
tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad
de los pecados es mayor o menor: un asesinato es
más grave que un robo. La cualidad de las personas
lesionadas cuenta también: la violencia ejercida
contra los padres es más grave que la ejercida contra
un extraño. (Cat 1858)

Receta de un pecado mortal

Materia
Grave Conocimiento Consentimiento

Vemos entonces que para que haya pecado mortal, tienen


que estar presentes tres elementos, lo primero es que la materia
(asunto de pecado) sea gravemente mala (en sí o en sus
circunstancias); o que yo crea que es grave aunque de suyo no
lo sea, lo segundo es que al hacerlo yo sepa que es grave pues
“todo pecado actual presupone el conocimiento de la ley” [13]
y tercero que yo quiera hacer aquello que sé que es grave.
13. Antonio Royo Marín, O.P.: La fe de la Iglesia, 2ª, V, nº 136. Ed. BAC.
Madrid
Nota: No se juzgan las cosas del mismo modo en todos, sino que a conocimien-
to mayor corres-ponde mayor castigo. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea de
Santo Tomás, vol. VI, p. 114).
Mal Moral 95

La materia es el asunto de pecado y lo sabemos a través de los


diez mandamientos, por ejemplo; ejercer la sexualidad fuera del
ámbito matrimonial, ofender a los padres, matar, no ir a misa
los domingos, etc. La materia de pecado puede ser grave en sí
misma -como el blasfemar-, o en sus circunstancias -como el
mentir con daño grave para el prójimo- pues no toda mentira
es en sí misma grave.

Para que haya pecado no hace falta querer directamente


ofender a Dios. Peca todo el que hace voluntariamente lo que
sabe que Dios ha prohibido. [14]

Continúa el Catecismo:

El pecado venial constituye un desorden moral que


puede ser reparado por la caridad que tal pecado
deja subsistir en nosotros.

La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra


vicios entre los cuales se distinguen los pecados
capitales. (Cat 1875-1876)

La ignorancia consecuencia del pecado, esa necedad no


disminuye, sino que aumenta el carácter voluntario del pecado,
es de cierta forma extensión de la condición de pecado, es
básicamente una ignorancia voluntaria y culpable, por decirlo
de alguna manera “un ciego que no quiere ver”. Enseña el
Catecismo:

...La ignorancia afectada y el endurecimiento del


corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen,
sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.
(Cat 1859)
14. cf. José Antonio Sayés, Razones para creer, II, 4. Ed. Paulinas. Madrid.
1992
96 Mal Moral

Existen personas que afirman “yo mejor no leo la Biblia ni los


mandamientos, de esta manera, sí ignoro los mandamientos no
habrá problema si los cometo”, pues no tendré mi conciencia
lo suficientemente formada como para tener culpa. Esto es así
“pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la
luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra
la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están
hechas según Dios” dice Nuestro Señor Jesucristo (Jn 3,20-21).

Finalmente, esta distinción entre los tipos de pecados mortal


y venial, no es poca cosa, es un eje fundamental y vital de
nuestra fe. La postura de la Iglesia es que no todos los pecados
quitan la gracia santificante o de la justificación (DS 229; 230)
a su vez los fieles pueden pecar mortalmente y perder dicha
gracia (DS 1573), o en otras palabras pierden su salvación y se
condenan. También afirma la Iglesia la obligación de confesar
todos los pecados y no sólo los pecados mortales (DS 1707)
aunque obviamente es vital confesar los pecados mortales.

Al igual que los protestantes consideramos que la salvación


es enteramente gracia de Dios, la diferencia es que los
Católicos ven posible que una persona libremente pueda
rechazarla pecando gravemente, los protestantes no consideran
esto posible, para ellos es imposible que se pierda la gracia
santificante (justificación) por más grave que sea el pecado,
incluso si se comete poco antes de morir sin tener oportunidad
de arrepentirse. De esta doctrina malsana proviene la tesis
“salvado una vez y para siempre” y es el verdadero núcleo de
la doctrina protestante, ofrecer una salvación incondicional
pase lo que pase y hagamos lo que hagamos contra Dios. Hay
también otros errores que aún hoy tientan a los católicos,
relacionados al pelagianismo; o el pensar que por nosotros
mismos y por nuestras “propias fuerzas” podemos salvarnos y
Castigo y Pena 97

obrar bien, como si obrar bien no procediera ya de Dios luego


de habernos creado, como si hubieran fuentes propias de gracia,
de bien y buen obrar. Cuando realmente es la moción divina
la que lleva al bien y es la criatura quien tiene la iniciativa de la
acción inmoral deteniendo esa moción divina bondadosa [15].

Parafraseando, podemos mencionar los siguientes errores


doctrinales o herejías:

Pelagianismo --> Obro bien por mí mismo y es por


mi esfuerzo humano por hacer el bien que me salvo.

Semi-Pelagianismo --> Obro bien por mí mismo


en un comienzo (inicio de conversión) pero luego
Dios con su gracia me auxilia y hace que persevere
en el bien para así poder salvarme.

La verdad sobre este punto de la gracia y que es dogma de


fé (cf. DS 400), es que todo es gracia y la gracia de Dios es
necesaria para incluso el momento de la conversión, no hay nada
bueno que no proceda de Dios, es esta una verdad fundamental
y universal que incluso forma parte del castigo divino; pues
siendo algo justo el castigo que reciben los malvados; viene
de Dios y negar que algo justo venga de Dios es asumir que
procede del hombre o cualquier elemento ajeno como fuente
de bien y solo hay una fuente de todo bien, que es Dios que
nos hace partícipes de todo cuanto ha creado, Dios es la base de
toda existencia y todo cuanto existe es bueno.

15. Santo Tomás de Aquino, In II Sent d34 q1 a3 ad2


99

CAPÍTULO IV

Mal físico

l mal físico es una privación de cualquier bien que


se debería tener en relación a la propia naturaleza. El
mal físico en sí, es independiente del orden moral. La palabra
“físico” proviene del latín physĭcus, y este del griego φυσικός,
que significa literalmente “naturaleza” [1], al respecto es
importante mencionar que nuestra naturaleza no se restringe
solo a nuestro cuerpo, sino también hay mal físico cuando nos
vemos privados de nuestra libertad, voluntad, pensamiento,
en fin todos los bienes relativos a nuestra naturaleza humana
(alma y cuerpo).[2]

Dios no crea el mal, pues el mal en sí no puede crearse, pero


conviene distinguir que a pesar de que Dios no crea el mal
físico, sin embargo lo ordena en las situaciones que veremos en
este capítulo. En cambio el mal moral ni lo ordena ni lo quiere
de ningún modo, aunque de todas formas al permitirlo ha de
sacar misteriosamente un bien a partir de las consecuencias de
ese tipo de mal, pues donde abundó el pecado sobreabundo
la gracia. Por ejemplo, un bebe puede nacer de una relación
adultera sin que esa bendición justifique el mal moral, pues el
mal moral será siempre eso: pecado.

Dios ha creado un orden donde el mal físico se usa como


medio para procurar un fin moralmente bueno y además suele
1. cf. RAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Físico.
2. cf. Catecismo 382; GS 14,1
100 Mal físico

ordenar este mal físico para restablecer el orden moral. Por


ejemplo, de un mal físico como la enfermedad, puede venir un
bien moral como la conversión a Dios. Pero no confudamos
que Dios ordene el mal físico con que Dios se recree de nuestro
mal, pues Dios de ningún modo se recrea de nuestro mal y si
permite y ordena algún mal físico, es siempre por una razón
buena.

Se dice que Dios pretende el mal físico indirectamente, en


cuanto está unido a algún bien y es ordenado, precisamente
el bien moral es el fin u objetivo de ese mal físico, pues todo
guarda un porque, Dios no hace nada que no tenga una razón
buena y lo que hace en cuanto al mal físico es precisamente
ordenar.

El mal físico, v.g., el dolor, la enfermedad, la


muerte, no lo pretende Dios per se [de por sí], es
decir, por afecto al mal o en cuanto fin, Sab 1, 13:
«Dios no hizo la muerte ni se goza en que perezcan
los vivientes. Pues Él creó todas las cosas para la
existencia». Mas Dios pretende el mal físico (tanto
el que tiene carácter natural como punitivo) per
accidens [indirectamente], es decir, los permite
como medios para conseguir un fin superior de
orden físico (v.g., para la conservación de una vida
superior) o de orden moral (v.g., para castigo o para
purificación moral) [3]

La frase “el fin no justifica los medios” aplica solo desde el


punto de vista moral y exclusivamente en dicho orden. Si se
priva a un delincuente de su libertad es algo moralmente bueno,
se protege a la sociedad al mismo tiempo que se procura la
corrección del delincuente y se reinserte finalmente de vuelta a
3. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona
1966, p. 91 [Nihil Obstat]
Mal físico 101

la sociedad una vez corregido. Jesús sufrió por nosotros, utilizó


el sufrimiento humano para redimirnos y lo elevó a un sentido
salvífico, fue ese el precio que tuvo que pagar Cristo, con la
moneda del sufrimiento mal físico.

El Bien físico

Un bien físico no necesariamente es moralmente bueno o


malo. Ejemplo el sexo es algo bueno que ha creado Dios que
tiene como fin unir a la pareja matrimonial y hacerla partícipe
de la procreación, es algo bueno que hasta existía antes de
la caída, pues Dios creó Adán y Eva para que se pudieran
multiplicar (cf. Gn 1, 28). Pero el sexo fuera del matrimonio
como por ejemplo en el caso de adulterio, no es moralmente
bueno, atenta contra el orden de Dios; es pecado. El dinero
y la riqueza material es un bien pero si se le tiene un apego
desordenado se convierte en algo malo moralmente.

Satanás cuando tienta ofrece siempre un bien menor, por


ejemplo; placer venéreo, pero busca con ello que pierdas a Dios
(el bien supremo), hasta el mundo es capaz de ofrecer con tal
de que se pierda a Dios, pero: “¿de qué le servirá a un hombre
ganar el mundo entero, si pierde su alma?” (cf. Mt 16,26).

El diablo propone siempre un mal negocio tienta con un bien


que implica mal moral, que implica vernos privados de Dios.
Precisamente nos indica el catecismo que el pecar es preferir un
bien menor en lugar de a Dios (el mayor de los bienes y fuente
de todos ellos):

El pecado mortal destruye la caridad en el corazón


del hombre por una infracción grave de la ley de
Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último
y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
(Cat 1855)
102 Mal físico

Aunque Dios sea fuente de todos los bienes, incluyendo los


físicos, deja muchos de ellos a disposición del hombre y es ahí
cuando un bien físico puede ser moralmente desordenado;
cuando pierde el fin para el que fue creado, por ejemplo el sexo:
que fue creado para dos fines dentro del matrimonio, para unir
a la pareja y también para permitir la procreación, o también la
belleza humana: que puede ser utilizada para promover el deseo
y hacer pecar.

En definitiva algo bueno físicamente, puede ser malo


moralmente. Satanás tentó a Jesús en el desierto para que
convirtiera rocas en panes y así pudiera saciar su hambre, pero
como la voluntad divina no era esa, Jesús no lo hizo, aunque
fuera algo físicamente bueno alimentarse y tuviera el poder
para hacerlo. Así lo narran las sagradas Escrituras:

Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu


para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar
cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió
hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres
Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios”». (Mt 4,1-4)

Mal físico ordenado por Dios

Solo a manera de abreboca presentaremos anticipadamente


los diversos tipos de mal físico ordenados por Dios, pero
conviene saber que profundizaremos en cada uno de ellos más
adelante con sus respectivos fundamentos teológicos.

El mal físico es en un aspecto, como un contrapeso para


el desorden que causa el pecado y cuando es ordenado tiene
Mal físico 103

la naturaleza de bien moral [4] “porque nada hay ordenado


que no sea bello, y, como dice el Apóstol, todo orden viene
de Dios (cf. Rm 13,1)” [5] y p. ej. los colmillos del león no
son producto del azar o la obra de satanás. Pero el mal moral
(el pecado), aunque permitido por Dios, en ningún sentido es
debido a Él [6] nunca tiene razón de bien moral. Su causa está
en el abuso de la libre voluntad de ángeles y hombres [7].

El mal no tiene causa directa alguna, mucho menos en Dios.


El mal físico en particular si tiene causa indirecta en Dios en la
medida que Dios lo ordena para procurar con ello un fin bueno.
El mal moral no, Dios ni lo causa indirectamente ni lo ordena;
precisamente es pecado por eso mismo, por ser un desorden,
al no cumplirse temporalmente la voluntad de Dios. Si el mal
físico fuera intrínsecamente desordenado moralmente, es decir,
no querido en lo absoluto por Dios (no querido como medio
para un fin bueno), todo padecimiento sería pecado.

El mal físico ordenado viene a jugar un papel reparador y


perfeccionador en medio de este desorden moral en el que
vivimos, a la par que existe el mal moral, viene y surge el mal
físico ordenado por Dios.

Orden Moral Bien moral Mal moral

El mal en el
Orden Físico Mal físico ordenado Mal físico desordenad0

Orden Moral Bien moral Mal moral

El bien en el
Orden Físico Bien físico ordenado Bien físico desordenad0

4. Santo Tomás de Aquino, S. Th. II, Q.ii, a. 19


5. San Agustín, De la verdadera religión , XLI. 77
6. cf. Santo Tomás de Aquino, S. Th. I, Q.xlix, a. 2
7. cf. Santo Tomás de Aquino, S. Th. I-II, Q. lxxiii, a. 6; II-II, Q. x, a. 2; I-II,
Q. ix, a. 3
104 Mal físico

Antes de continuar es importante mencionar que el mal no


contribuye por si mismo a la perfección del Universo, es el
orden de Dios que hace que cobre sentido, como la cruz para
redimirnos. Es el orden lo que viene de Dios y es bueno, el mal
no deja de ser ausencia de bien. En palabras de santo TomásDR
vemos que:

El mal de por sí no contribuye a la perfección


del universo. En efecto, contribuye de por sí a la
perfección de un todo lo que es parte constituyente
del mismo, o es causa esencial de una perfección
en él. Ahora bien, el mal no es parte del universo,
puesto que no tiene naturaleza ni de sustancia, ni
de accidente, sino sólo de privación, como dice
Dionisio (pasaje citado); y, además, no causa de por
sí un bien.

Ahora bien, contribuye accidentalmente a la


perfección del universo en la medida en que está
unido a algo que pertenece a la perfección del
universo. Y esto puede ser por un mal antecedente
o consiguiente. [8]

8. Santo Tomás de Aquino, IV Comentarios a las Sentencias, Dist. 46, q. 2, a. 3


Mal físico natural
106 Mal físico

El mal físico ordenado natural, consiste en que Dios ha


incluido accidentalmente dentro de su creación al mal físico [Ver
Nota], p. ej. el león está diseñado para ser un animal carnívoro
y de hecho muchas criaturas en la naturaleza dependen de
la privación del bien de la vida en otras para subsistir, esto
hasta que la creación llegue a su perfección. Ahora bien, estas
privaciones no son desordenadas, no hay pecado si un animal
o una persona, come carne, esas privaciones forman parte del
orden de Dios, así como también forma parte de la creación de
Dios las bacterias que pueden causarnos la muerte. Nos dice
santo Tomás de AquinoDR:

“el orden que existe en la naturaleza no proviene


de sí mismo, sino de otro, y por consiguiente la
naturaleza necesita de la providencia, por la que tal
orden es constituido en ella” [9]

Y como nos recuerda san AgustínDR:

“nada hay ordenado que no sea bello, y, como


dice el Apóstol, todo orden viene de Dios (cf. Rm
13,1)”[10]

Precisamente sobre la providencia de Dios sobre el mal físico


natural, nos comenta el profeta Isaías:

Yo soy Yahveh, no hay ningún otro; fuera de mí


ningún dios existe. Yo te he ceñido, sin que tú me
conozcas, para que se sepa desde el sol levante hasta
el poniente, que todo es nada fuera de mí. Yo soy
Yahveh, no ningún otro; yo modelo la luz y creo la
tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy
Yahveh, el que hago todo esto. (Is 45, 5-7)
9. Santo Tomás de Aquino, De Veritate, q.5, a.2
Nota: El Génesis narra con imágenes propias de su género literario que ningún
animal comía carne (cf. Gen 1,30) para hacer ver que tanto el mal físico como
el mal moral no entraban en los planes primitivos de Dios; que el mal físico es
más bien una respuesta ordenada al mal moral cometido por nuestros padres.
10. San Agustín, De la verdadera religión , XLI. 77
Mal físico 107

Y san AgustínDR por su parte sobre el mal físico natural nos


comenta:

[Pues] así como el color negro en la pintura


contribuye a la hermosura del cuadro, de igual
modo la divina Providencia ordena decorosamente
todo el combate del universo, dando su diverso
papel a cada uno. [11]

Pero por supuesto Dios no ordena solo males físicos sino


también y principalmente bienes físicos en la naturaleza e
incluso bienes físicos que contrarrestan males físicos en aras
de mantener la vida, por ejemplo los mecanismos propios del
metabolismo en caso de privaciones continuadas de alimentos,
activando el consumo de reservas de grasa o para el caso de
heridas (privación de la debida unión y organización de los
tejidos) procesos de cicatrización.

Dios
causa directamente

vía
estado de
ión en
Creac que incluye

El ordenamiento del Mal


físico entre las diversas
criaturas para conservar su
vida y/o irse perfeccionando.

11. San Agustín, De la Verdadera Religión XL (As: PL 34,156).


Introducción al mal físico de prueba
Mal físico 109

El mal físico ordenado de prueba consiste en la privación de


bienes menores en una persona inocente, para recibir bienes
mayores a cambio. Estas privaciones que suceden en el inocente
no son por culpa propia ni tampoco por culpa ajena a manera
de reparación. A diferencia del mal físico punitivo, aquí no hay
culpa sino designio divino que busca el perfeccionamiento.

Nos dice Jesús nuestro Señor, que estas privaciones de bienes


menores siempre se ve recompensada con bienes mayores,
especialmente la vida eterna:

En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado


casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o
hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá
ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y
hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con
persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.
(Mc 10, 29-30)

Sobre el mal físico de prueba hay un ejemplo en las Escrituras


muy idóneo desde muchos puntos de vista sobre este tipo de
mal físico ordenado. Nos narra el evangelio según san Juan que
en determinado momento le presentan a Jesús a un ciego de
nacimiento, y a los discípulos se le genera una duda sobre si su
ceguera (privación de la vista) tiene un fin punitivo, si se debe
a una culpa propia o a una culpa ajena (pecado de sus padres):

Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién


pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?».

Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para


que se manifiesten en él las obras de Dios.(Jn 9, 2-3)
110 Mal físico

Jesús cura al ciego de nacimiento y le devuelve la vista (cf. Jn


9,6-7), pero ese no es el bien mayor que recibe, el bien mayor
lo recibe más adelante y consistió en su conversión. Los fariseos
cuestionaban una y otra vez al ciego de nacimiento sobre Jesús
y el milagro, pero entonces:

El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que


vosotros no sepáis de dónde es y que me haya
abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha
a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su
voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir
que alguien haya abierto los ojos de un ciego de
nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría
hacer nada.»

Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en


pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron
fuera.

Jesús se enteró de que le habían echado fuera y,


encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo
del hombre?» El respondió: «¿Y quién es, Señor,
para que crea en él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el
que está hablando contigo, ése es.»

El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo:


para que los que no ven, vean; y los que ven, se
vuelvan ciegos.»

Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le


dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?»
Mal físico 111

Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais


pecado; pero, como decís: “Vemos” vuestro pecado
permanece.» (Jn 9, 30-41)

Como podemos constatar el ciego de nacimiento, había


nacido privado de la vista para que en él se mostrarán las
obras de Dios, un fin que es moralmente bueno en sí mismo
y que es diferente a los fines punitivos que se imaginaban los
apóstoles y que los fariseos a causa de la desesperación propia
de su grandísima ignorancia asociaban al pecado al decirle “Has
nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?”.
Finalmente Jesús recalca que los malvados que pecan con
conciencia serán privados de su gracia por su justísimo designio,
así que en un mismo pasaje evangélico vemos dos tipos de mal
físico ordenado, el de prueba y el punitivo, que estudiaremos a
continuación.

Dios
causa directamente

iento
cionam
Perfec que incluye

El ordenamiento del Mal


físico propio de la privación de
bienes menores en las personas
para ser sustituidos por bienes
mayores, principalmente pero
no exclusivamente bienes de
carácter espiritual.
Introducción al mal físico punitivo
Mal físico 113

El mal físico punitivo o mal de pena, es básicamente un mal


físico ordenado por Dios que procura restaurar el orden moral
y establecer su justicia, castigando con dichos males físicos
al culpable, pero también al inocente que hace las veces de
culpable ante la Justicia divina, es decir Jesús y por extensión las
almas víctimas que se ofrecen para ser partícipes de la redención
de Cristo. Es Dios quien establece las diversas penas para los
diversos males morales (pecados). Hay varios fines de dicho
mal físico ordenado, entre ellos el fin de corregir al pecador,
pero ese tema lo veremos más adelante, mientras tanto veamos
lo que santo Tomás de AquinoDR nos refiere al respecto:

Hay que decir que la pena contiene dos cosas, es


decir, la razón de mal, en tanto que es la privación
de algún bien, y la razón de bien, en tanto que es
justa y ordenada. Por tanto, algunos antiguos que
consideraban la pena solamente en tanto que es un
defecto y un mal, dijeron que las penas no procedían
de Dios, en cuyo error incurrió también Cicerón,
como se ve por su obra “De Officiis”. Estos hombres
negaron pues la providencia de Dios sobre los actos
humanos

(...) Dios es autor de la pena, pero de diverso modo


según la diversidad de las penas. (...) el juez justo
es autor de la pena, en tanto que la pena es algo
ordenado, y así Dios es autor de las penas. (...) Por
la pena alguien es privado de algo por lo que era
retraído de la culpa. Y esto no es inconveniente, que
se diga que Dios sustrae aquello por lo que alguien
se conservaba inmune de la culpa, es decir, la gracia.
114 Mal físico

Hay que decir que por más que la corrupción de la


gracia en sí es algo malo, sin embargo, que éste que
es indigno de la gracia sea privado de ella es bueno
y justo, y de este modo procede de Dios como
Ordenador. [12]

San Juan Pablo II, por su parte nos narra que:

El Dios de la Revelación es Legislador y Juez en una


medida tal que ninguna autoridad temporal puede
hacerlo. El Dios de la Revelación, en efecto, es ante
todo el Creador, de quien, junto con la existencia,
proviene el bien esencial de la creación. Por tanto,
también la violación consciente y libre de este bien
por parte del hombre es no sólo una transgresión de
la ley, sino, a la vez, una ofensa al Creador, que es el
Primer Legislador. Tal transgresión tiene carácter de
pecado, según el sentido exacto, es decir, bíblico y
teológico de esta palabra. Al mal moral del pecado
corresponde el castigo, que garantiza el orden moral
en el mismo sentido trascendente, en el que este
orden es establecido por la voluntad del Creador y
Supremo Legislador. De ahí deriva también una de
las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada
asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un
juez justo, que premia el bien y castiga el mal » [13]

Así mismo las Sagradas Escrituras nos recuerdan el carácter


justísimo de dichos males físicos:

Es justo que Dios retribuya con sufrimientos a


quienes los hacen sufrir a ustedes. En cambio, a
ustedes, los que sufren, les dará el descanso junto
12. Santo Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, lib. 2 d. 37 q. 3 a. 1
“Si la pena o castigo procede de Dios”
13. San Juan Pablo II, Encíclica Salvifici Doloris, Capítulo III,10
Mal físico 115

con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús,


que vendrá desde el cielo, con los ángeles de su
poder, en medio de un fuego ardiente. Entonces él
hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios
y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús.
Estos sufrirán como castigo la perdición eterna,
alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su
poder, cuando él venga aquel Día para ser glorificado
en sus santos y admirado por todos los que hayan
creído. ¡Y ustedes han creído en nuestro testimonio!
Pensando en esto, rogamos constantemente por
ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su
llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder,
todo buen propósito y toda acción inspirada en la
fe. Así el nombre del Señor Jesús será glorificado
en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de
nuestro Dios y del Señor Jesucristo. (2 Tes 1, 6-12)

Inocente: El caso de Jesús es mal físico como castigo, pues


aunque fuera inocente, a los ojos de la Justicia divina asumía
el lugar de cada culpable para pagar por sus pecados, la Justicia
divina estaba castigando en Jesús a toda la humanidad, por eso
dice Isaías en su profecía que “Él soportó el castigo que nos trae
la paz y por sus heridas hemos sido sanados.” (Is 53, 5). El nos
hace partícipes de su sacrificio redentor y es así que también
inocentes que deseen unirse a El en la cruz y se encuentren
en estado de gracia, pueden participar junto a El con sus
sufrimientos en la obra maravillosa de la redención (cf. Col 1,
24).

Culpable (Con fin correctivo): En el caso de Zacarías, el


mal físico que sufrió (privación de la voz) fue castigo con fin
correctivo además del fin ordinario de restaurar el orden moral.
Mal físico 117

Así lo narra el Evangelio según san Lucas:

Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha


del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó
y quedó sobrecogido de temor.

Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque


tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te
dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te
llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán
de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del
Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del
Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá
muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante
del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para
convertir los corazones de los padres hacia los hijos,
y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para
preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de


eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad
avanzada».

Respondiendo el ángel, le dijo: «Yo soy Gabriel, que


sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para
hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te
quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que
esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras,
que se cumplirán en su momento oportuno».

El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se


sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al
salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que
118 Mal físico

había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba


por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los
días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días
después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir
de casa cinco meses, diciendo: «Esto es lo que ha
hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí
para quitar mi oprobio ante la gente». (Lc 1, 11-25)

Como Dios es quien sostiene todo cuanto existe, para que


el mal físico se lleve a cabo le basta a Dios con no sostener
alguna existencia particular, es decir algún bien particular.
Dios le niega la gracia del habla a Zacarías por ejemplo, pero
nunca porque sí, cuando Dios permite y ordena un mal físico
es porque está ordenado a un fin bueno, ya sea la conversión del
pecador y/o que se cumpla su Justicia.

Finalmente podemos afirmar que Dios es causa indirecta del


mal físico ordenado porque precisamente todo orden viene de
Dios y efectivamente lo ordena en aras de un fin bueno. El
orden, designio o sentencia viene directamente de Dios y es
buena, de eso si es causa directa Dios, así que un bien moral
puede estar unido a un mal físico que le sirve de medio.

Dios
causa directamente

cia justa
Senten que incluye

El ordenamiento del Mal físico en el


culpable o en el inocente que hace las veces
de culpable ante la Justicia divina (Jesús y
las almas víctimas a través de Jesús).
Mal físico 119

Nos dice la palabra de Dios que “los pecadores e inicuos son


enemigos de su propia vida” (Tob 12,10) y esto es así porque
la oposición con Dios es siempre autodestructiva, pero si Dios
no ordenara estas privaciones según su sapientísima voluntad
y providencia, desapareceríamos al pecar, al primer pecado
seríamos la nada. Dios se involucra con su misericordioso y
justo amor, para mantener en la existencia a las criaturas
racionales a pesar del mal moral que cometen y las mismas
terminan irremediablemente sometiéndose a su orden así sea
un orden inferior como el infierno. San AgustínDR:

Ningún ser vivo hay que no venga de Dios, porque


Él es, ciertamente, la suma vida, la fuente de la vida;
ningún ser vivo, en cuanto tal, es malo, sino en
cuanto tiende a la muerte; y la muerte de la vida es
la perversión o nequicia, que recibe su nombre de
que nada es; con razón los hombres muy malvados
son hombres de nada (...) el ser vivo que por el goce
corporal abandona a Dios, tiende a la nada, y ésta es
la malicia o nequicia. [14]

Como nos dice santo TomásDR “la carencia de ser y la carencia


de bien son igualmente una misma cosa” [15], siempre hay una
tendencia al no-ser cuando se obra mal, pero nunca se llega a
perder la existencia, nunca se llega al mal absoluto, porque Dios
sigue amando incluso a los que se condenan, pues mantiene
por lo menos su existencia y deja dones como la inteligencia
como pasa con Lucifer.

Por pura misericordia Dios puede darle bienes al pecador


que no merece, como por ejemplo la existencia misma (cf. Sab
1, 13-14), pese a su condenación eterna, pues como dice santo
Tomás “Dios quiere algún bien para cualquier ser existente.
14. San Agustín, De la Verdadera Religión, XI, 21
15. Santo Tomás de Aquino, In II Sent d34 q1 a2 (Com. a las Sentencias)
120 Mal físico

Por eso, como amar no es más que querer el bien para alguien,
resulta evidente que Dios ama todo lo existente” [16], más sin
embargo el amor de Dios es también justo pues por ejemplo no
quiere que ni Satanás ni los condenados estén en el cielo, quiere
que ellos se vean privados de la visión beatifica.

Bien Mal
Ser
Vida

Para finalizar podemos decir que no hay muerte eterna, no


desaparecemos en la nada bajo ninguna circunstancia. Hay vida
eterna luego de nuestra muerte física, que dicho sea de paso, ya
tenemos marcada la año, el mes, el día y la hora. Al respecto nos
comenta san Alfonso María de LigorioDR :

Determinados están, hermano mío, el año, el mes,


el día, la hora y el momento en que tendrás que
dejar este mundo y entrar en la eternidad; pero
nosotros lo ignoramos. Nuestro Señor Jesucristo,
con el fin de que estemos siempre bien preparados,
nos dice que la muerte vendrá como ladrón oculto
y de noche (1 Ts., 5, 2). Otras veces nos exhorta
a que estemos vigilantes, porque cuando menos lo
pensemos vendrá Él mismo a juzgarnos (Lc., 12,40).
Decía San Gregorio que Dios nos encubre para
nuestro bien la hora de la muerte, con objeto de
que estemos siempre apercibidos a morir. Y puesto
que la muerte en todo tiempo y en todo lugar puede
arrebatarnos, menester es—dice San Bernardo—
que si queremos bien morir y salvarnos, estemos
esperándola en todo lugar y en todo tiempo. [17]
16. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, q. 20, a. 2
17. San Alfonso Maria de Ligorio, Preparacion para la muerte, Cap. V, p 1
Sufrimiento
122 Mal físico

El sufrimiento consiste fundamentalmente en que


padezcamos un mal y nos demos cuenta de ello. [18]

Sufrimiento = Mal + Percepción

Los objetos inanimados no sufren porque no están dotados


de sentidos, nosotros en cambio sufrimos cuando percibimos
un determinado mal que puede ser fisiológico o privación
de un bien deseado. No sufrimos por ejemplo, si habiendo
perdido todo el dinero ahorrado en el banco no nos enteramos.
En palabras de san Juan Pablo II:

Se podría decir que el hombre sufre a causa de un


bien del que él no participa, del cual es en cierto
modo excluido o del que él mismo se ha privado.
Sufre en particular cuando «debería» tener parte -en
circunstancias normales- en este bien y no lo tiene.
[19]

Mal físico
Físico
Sufrimiento
Moral

Existen dos tipos de sufrimiento; el físico referido a cuando


percibimos que nos vemos privados de un bien en el ámbito
corporal y el moral cuando percibimos que nos vemos privados
de aquello que deseamos. Santo Tomás se refería al sufrimiento
físico como “exterior” y al moral como “interior”. [20]

18. cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a1
19. San Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici Doloris II,7
20. cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a7
Mal físico 123

En palabras de Santo TomásDR:

Aunque se puedan usar como sinónimos, hasta un


cierto punto, las palabras « sufrimiento » y « dolor
», el sufrimiento físico se da cuando de cualquier
manera « duele el cuerpo », mientras que el
sufrimiento moral es « dolor del alma ». Se trata,
en efecto, del dolor de tipo espiritual, y no sólo de
la dimensión « psíquica » del dolor que acompaña
tanto el sufrimiento moral como el físico. [21]

Se puede hacer una equivalencia entre sufrimiento y mal físico,


lo que sí es importante es no confundir sufrimiento moral con
el mal moral [22], de hecho percibir el mal moral que hemos
cometido o que cometen otros es algo moralmente bueno, por
ejemplo sentir tristeza por el aborto [23]. El sufrimiento es un
mal físico en sí mismo, ya que el dolor que experimentamos al
percibir una herida por ejemplo, es privación de bienestar, un
mal físico adicional al de la herida.

Sufrimiento físico = Mal físico del cuerpo + Percepción


(Dolor o dolor del cuerpo)

Ejemplo particular de dolor:

Dolor = Herida + Percepción

Este sufrimiento físico (dolor) es La herida constituye privación de la debida


en sí mismo un mal físico nuevo, unión y organización de los tejidos. En una
donde nos vemos privados del herida, los tejidos se separan, se rompen los
bienestar, del placer regular enlaces que les unen, nos vemos privados
propio del sentido del tacto. del nexo que debería haber entre ellos.

21. San Juan Pablo II,Salvifici Doloris, II, 5


22. cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a3
23. cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a5
Nota: Recordemos nuevamente que no necesariamente una herida o la ceguera
es un mal físico ordenado, puede ser que la herida este asociada a un mal moral, a
un fin perverso. Hay heridas también que son ordenadas e incluso sobrenaturales,
como los estigmas del Padre Pío provocados por un ángel para cumplir la
voluntad de Dios y la voluntad del Padre Pío de participar en la pasión de Cristo.
124 Mal físico

Sufrimiento moral = Mal físico del alma + Percepción


(Tristeza o dolor del alma) (Frustración del apetito)


Ejemplo particular de tristeza:

Alguien desea ganar la competencia de nado estilo mariposa en las


olimpiadas, compite y de hecho pierde, pero no sufre (tristeza) hasta no
darse cuenta en la tabla de clasificación que ha perdido y que su tiempo ha
quedado por debajo del resto, aunque sea por milésimas.

Tristeza = No tengo lo que deseo + Percepción

Aparece el mal físico de


Al no obtener lo que queremos nos vemos
tristeza que afecta tanto al
privados de nuestro apetito intelectual
cuerpo como al alma, siendo
(voluntad) o apetito sensitivo (pasión).
privación de la alegría.

En resumen podemos decir como san AgustínDR:

¿qué es el dolor llamado corporal, sino la pérdida


repentina de la salud, en la parte que, por abuso
del alma, quedó sujeta a la corrupción? Y ¿en qué
consiste el dolor del alma sino en carecer de las cosas
mudables, de que disfrutaba o esperaba disfrutar?
[24]

Pasos para el sufrimiento moral (tristeza)

1. Desear un bien o algo que consideremos un bien.


2. No poseer dicho bien o considerar que no se tuvo,
tiene o tendrá. Darse cuenta de ello es la percepción
de que efectivamente no se tiene dicho bien.

24. San Agustín, De la Verdadera Religión, XII, 23


Mal físico 125

Hay que tener cuidado con lo que deseamos, pues ahí donde
esta nuestro tesoro (querencias), allí también estará nuestro
corazón (cf. Mateo 6,21) y no siempre nuestros apegos serán
por cosas buenas aunque así lo pensemos. Cuando la razón y
la voluntad están corrompidas nos llevan a desear algo malo
pensando que es algo bueno. Santo Tomás de AquinoDR nos
comenta:

Así como la tristeza por el mal procede de la


voluntad y de la razón recta, que detestan el mal,
así la tristeza por el bien procede de la razón y de la
voluntad perversa, que detestan el bien. Y por eso
tal tristeza es un obstáculo a la alabanza o mérito del
bien honesto, como cuando alguien hace limosna
con tristeza.

Algunas cosas suceden actualmente no porque Dios


quiere que sucedan, sino que las permite, como
los pecados. Por consiguiente, la voluntad que
rechaza el pecado existente en sí o en otro, no está
en desacuerdo con la voluntad divina. Los males
penales, en cambio, se dan actualmente, incluso por
voluntad divina. Sin embargo, no se exige para la
rectitud de la voluntad que el hombre los quiera en
sí mismos, sino solamente que no ponga resistencia
al orden de la justicia divina, según se ha dicho
anteriormente (q.19 a.10). [25]

El sufrimiento no es absolutamente malo, nos sigue diciendo


santo Tomás que de hecho:

Es imposible que alguna tristeza o dolor sea el sumo


mal del hombre. En efecto, toda tristeza o dolor,
25. Santo Tomás de Aquino, S. Th., P. I-IIae, q 39, a 2
126 Mal físico

o es por un verdadero mal, o por un mal aparente


que es verdadero bien [...] El mismo hecho de ser la
voluntad contraria al mal, es un cierto bien. Y por
este motivo la tristeza o dolor no puede ser el sumo
mal, porque tiene alguna mezcla de bien. [26]

Santo TomásDR nos comenta que existen dos tipos de deseo


o apetito, el apetito intelectual que es la voluntad y el apetito
sensitivo que es la pasión. [27] [28] [Ver Nota]

Intelectual (Voluntad)
Apetito o deseo
Sensitivo (Pasión)

El mal que padecemos en el sufrimiento moral es que


nos vemos privados de nuestro apetito, sea este intelectual
(voluntad) o sensitivo (pasión). En definitiva no tenemos lo
que deseamos, lo que queremos y al darnos cuenta de ello,
sufrimos (tristeza).

Puede que al momento de pecar queramos temporalmente


obrar mal y no estemos arrepentidos, pero eventualmente nos
arrepentiremos y nos daremos cuenta que hemos hecho lo que
no queremos, pues contraviene nuestro deseo regular por hacer
el bien. Nos dice san Pablo:

En efecto, no entiendo mi comportamiento, pues no


hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco
(Rom 7,15)
26. Santo Tomás de Aquino, S. Th., P. I-IIae, q 39, a 4
27. ibíd, P. Ia, q 20, a 1
28. ibíd, P. Ia, q 80, a 2
Nota: El apetito sensitivo (pasión) se refiere a lo que padecemos, por ejemplo
puede que padezca de sueño y dicho padecimiento hace que no quiera ir al
colegio/trabajo, ese apetito por dormir sería sensitivo, pero depende de mi
voluntad (apetito intelectual) el que vaya al colegio/trabajo a pesar de que sienta
ganas de quedarme en casa durmiendo (apetito sensitivo).
Mal físico 127

San Pablo no entendía su comportamiento, y junto con el


podemos sentirnos identificados todos nosotros pues muchas
veces hacemos lo que no queremos. Claro está lo que no
queremos en términos generales, pues al momento de pecar en
ese preciso momento si queremos obrar mal, y queremos obrar
mal precisamente deseando un bien, pero un bien menor o lo
que consideremos como un “bien”, poniéndolo por encima del
bien mayor que es Dios. En definitiva hacemos el peor de los
negocios al pecar, cambiamos lo más sagrado por darnos un
gusto efímero.

¿Qué sucede entonces cuando pecamos?

Al pecar el hombre desea un bien inferior al bien supremo


que es Dios. Por eso nos dice el catecismo:

El pecado mortal destruye la caridad en el corazón


del hombre por una infracción grave de la ley de
Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último
y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
(Cat 1855)

Por ejemplo; un adultero desea un bien físico como el


placer venéreo o sexual, con una mujer diferente a su esposa, a
sabiendas que obtener ese bien le priva de la gracia santificante
pues es moralmente desordenado y por lo tanto un mal moral,
aunque de suyo sea un bien físico.

De hecho puede pasar que dicho adultero vea frustrado su


deseo de acostarse con su amante, porque su esposa ese día le
negó la posibilidad de que “saliera con sus amigos a tomar unas
cervecitas”. Dicho “mal” que padece el “pobrecillo” le ocasiona
una tristeza malsana, es decir un sufrimiento malsano.
128 Mal físico

El sufrimiento constituye en sí mismo un tipo de mal físico


y como tal nos vemos privados de algo que por naturaleza
deberíamos tener. El dolor es privación de bienestar y la tristeza
es privación de alegría, el dolor se refiere más al sufrimiento
físico y la tristeza al sufrimiento moral [29], podría pasar que
una herida además del dolor físico también nos dejará tristes así
que habría un doble sufrimiento, por eso dice santo Tomás que
“a veces, sin embargo, el dolor exterior [sufrimiento físico] está
acompañado de dolor interior [sufrimiento moral], y entonces
se acrecienta el dolor” [30].

La alegría y la tristeza son sentimientos específicamente


humanos; el placer y el dolor son percepciones sensoriales,
de orden físico, que cuando traspasan la frontera psico-física,
por decirlo de algún modo, pueden transformarse en alegría
y tristeza respectivamente [31]. Santo TomasDR determina la
tristeza en cuatro tipos [32]:

Mal propio
Compasión
Tristeza
Envidia
Ansiedad

Además Santo Tomás resalta que “la tristeza puede darse


acerca de lo presente, de lo pasado y de lo futuro; mas el dolor
corporal, que sigue a la aprehensión del sentido exterior, no
puede referirse sino a lo presente” [33]. En cualquier instancia
donde se dé el sufrimiento seguimos hablando de mal físico,
pues el alma y el cuerpo conforman una única naturaleza
humana.
29. En efecto, dice San Agustín, en XIV De civ. Dei, que el dolor se da respecto
de los cuerpos. Pero la tristeza se dice más bien del alma. Luego la tristeza no es
dolor. [...] San Agustín habla allí del uso del vocablo, porque dolor se usa más
corrientemente respecto de los dolores corporales, que son más conocidos, que
en relación a los dolores espirituales. (Santo Tomás, S. Th., p I-IIae , q 35 , a 2)
30. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a7
31. cf. ibíd, q35, a7
32. cf. ibíd, q35, a8
33. ibíd, q35, a2
Mal físico 129

El dolor tiene también una dimensión positiva, precisamente


“el dolor por la pérdida del bien, demuestra la bondad de la
naturaleza [...] porque la naturaleza apetece algo como bien, y
cuando se percibe que se pierde, resulta la pasión del dolor en
el apetito sensitivo.”[34]. Es bueno que nos entristezcamos por
los pecados y también es bueno sentir dolor por una herida.

Existe por lo tanto información que es buena, información


que es necesario saberla y por lo tanto el dolor (como mal físico
natural) tiene un fin bueno, tanto es así, que hay gente que no
siente dolor, pero lejos de ser una bendición, termina siendo un
gran mal, pues se hieren gravemente sin siquiera notarlo. [35]

Es propio de la naturaleza humana desear el bien, y se sufre


(tristeza) precisamente al desear un bien que no se logra o no
se tiene; si no se tuviera tal deseo, tampoco se sentiría la falta
del mismo. Pero podemos caer en la tentación entonces de
pensar que si no se deseara nada, tampoco se sufriría, tal cosa
es contraria a la naturaleza humana y al orden creado por Dios.
Todo ente por el mero hecho de existir tiende a un fin y este fin
es el bien, por otro lado el deseo y las pasiones no son malos per
se, son buenos o malos según su orientación (cf. CAT 1765-
1766) y el dolor como dice santo TomásDR “por la pérdida del
bien, demuestra la bondad de la naturaleza”[36] precisamente
porque buscamos el bien y no lo logramos es que sufrimos,
pero recordemos que buscamos siempre el bien.

Conviene saber -para así evitar errores- que la doctrina budista


procura llevar al ser humano a la nada, quitarle todo deseo a
fin alguno, para que así no sufra. Su forma de meditación es
contraria a la meditación Cristiana, para ellos meditar es
suprimir todo pensamiento, en la meditación Cristiana el silen
34. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a1
35. Síndromes como el de Smith-Magenis o Cornelia de Lange, entre otros,
pueden llevar a ese tipo de trastorno.
36. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica Parte I-IIae , q35, a1
Nota: Sobre los dolores físicos como un martillazo podemos decir que el
estímulo nervioso (que existe y por lo tanto es bueno) no es el responsable de que
sintamos dolor, pues si estamos anestesiados no percibiremos dicho mal físico y
ese estímulo nervioso seguirá intacto.
Mal físico 131

el silencio material es preámbulo para el encuentro con Dios


y poder escuchar su voz, pero jamás llevará a la nada. Mientras
el budismo procurar llevar el ser humano literalmente a la
nada, el Cristianismo procura llevarlo a la plenitud de la vida,
a la plenitud de su ser. De hecho los cuatro fundamentos del
budismo son los siguientes:

1. Toda existencia es sufrimiento (duḥkha). [37]
2. El origen del sufrimiento es el anhelo (o deseo,
sed, tanhā).
3. El sufrimiento puede extinguirse, extinguiendo
su causa.
4. Para extinguir la causa del sufrimiento,
siguen la doctrina del “noble camino óctuple”
(āria sṭāṅga mārga), que lleva a la extinción de
todo deseo y a ese estado le llaman nirvana.

La tesis general del Budismo de que no existe nada sustancial,


permanente y absoluto (Anattalakkhanasuttam) [38] y su
doctrina sobre la existencia está dada por el Tri-Laksana (Las
Tres Características de la Existencia ) [39]

No-Alma (o No-Esencia, No-Substancia, Anātman)


No-Permanencia (Anitya)
Sufrimiento (Duḥkha)
37. La palabra dharmas se usa en la doctrina budista para designar los elementos
constitutivos, los factores de existencia de la realidad. Todo dharma es sufrim-
iento (duḥkha) porque los productos a que dan lugar y a los cuales el hombre se
apega, están sometidos a la ley de la destrucción. Dicha doctrina está reflejada en
sus escrituras sagradas; Anguttara-Nikâya I, pág. 286; Samyutta-Nikâya III, págs.
21-22; Dhammapada 277-279.
38. Samyutta-Nikâya, III, pág. 66
39. Para el budismo el individuo no es sino un conglomerado de fenómenos
frágiles o fugaces, de combinaciones momentáneas e impermanentes. No hay
nada constante, ninguna unidad; no existe nada sustancial, nada absoluto, nada
permanente. En la escritura sagrada Dhammapada 277-279, se declara que todas
las cosas en cuanto que son condicionadas y conglomerados de factores de la
existencia (sankhara) son impermanentes y fuente de sufrimiento (duḥkha), y que
todas las cosas (dhamma) son insustanciales (anattan). Igual doctrina aparece en
el Anguttara-Nikâya I, pág. 286 (Uppadasuttam) Todos los dharmas son anât-
man, este término significa ‘sin sustancia’. Los dharmas son así pues sin sustancia,
no permanecen, nada de la realidad permanece según la creencia budista.
132 Mal físico

En el Budismo “el mundo no ha surgido en un principio


y por nadie ha sido creado” [40] es una forma de ateísmo, de
hecho para los hindúes los budistas son considerados ateos y
también herejes por negar las enseñanzas vedas, les asignan el
término “nastika” que significa “heterodoxo” en sanscrito [41]
y “ateo” en Hindi [42].

Un antiguo koan (pregunta) del budismo zen para adoctrinar,


es la siguiente:

¿Hace ruido el árbol que cae en el bosque cuando


no hay nadie para escucharlo?

El fin de la pregunta es que se piense que si nadie percibe


ese ruido, ese ruido (sonido) no existe, es decir, sin percepción
no hay tal cosa en la realidad, busca que la persona se plantee
en términos filosóficos ¿El mundo material, con todo lo que
conlleva, existe independientemente de que alguien lo perciba?.

La respuesta a esa pregunta es sencilla, SI, el mundo material


existe, así estés ahí para percibirlo o no, el sonido son vibraciones
que se propagan en la materia sea esta el aire del bosque o
su suelo, el hecho de que no estés en el bosque para percibir
a través del tímpano de tu oído esas ondas y que las células
auditivas en la cóclea la transformen en impulsos nerviosos que
luego interprete tu cerebro, no implica nada, ese árbol que cae
en el bosque sin que este ahí persona alguna para percibirlo, ese
árbol hace ruido, ese ruido viaja a través del aire y del suelo en
el momento que cae.

Ya la pregunta presupone la existencia del Bosque, existan o


no criaturas que tengan sentidos para percibirlo, ya ese bosque
existe, aunque sus arboles y suelo no tengan sentidos para
40. Bhavasankrântishâstra,4
41. Gavin Flood: An introduction to hinduism (págs. 82, 224-249). Cam-
bridge: Cambridge University Press, 1996
42. Chambers English-Hindi Dictionary, Allied Publishers, Nueva Deli 1981,
pág. 69
Mal físico 133

percibirse mutuamente. Y más allá del Bosque está Dios principio


de dicha existencia y creación, principio que niega el Budismo.
Descartes casi se vuelve loco pensando primero que sus sentidos
lo engañaban y que nada existía realmente, se detuvo en medio
de su angustiosa situación cuando se dio cuenta que pensaba
y por lo tanto si pensaba entonces supuso que el existía, pero
para los Budistas hasta el pensar es una ilusión y por eso desean
a toda costa suprimir el pensamiento, cuando se logra poner
la “mente en blanco” es ahí que se logra el famoso nirvana, los
que practican el Budismo pueden pasar meses o hasta años,
intentando literalmente todos los días literalmente tener la
mente en blanco para llegar al nirvana, pero resulta que es algo
anti-natura, ni siquiera cuando dormimos la mente se pone en
blanco, comenzamos a soñar y es algo que la voluntad no puede
bloquear porque forma parte de nuestra naturaleza.

Como vemos, el budismo conlleva un gran peligro, pues


procura llevarnos a la nada, a la desesperanza (no-anhelar, no-
esperar nada) a una dejadez y desinterés por todas las cosas,
vivir como si no se viviera, detrás de esa tibieza que aparenta
ser moralmente neutra se esconde un gran mal moral (cf. Apo
3,16). Suprimir el deseo no es el camino para no sufrir sino
que es algo contra-natura, es como si en lugar de comer cuando
tuviéramos hambre, intentáramos suprimir el hambre -y
aunque pudiéramos lograrlo- la ausencia de alimento seguiría
allí sin resolverse.

El Budismo en cuanto al sufrimiento físico para eliminarlo


pretende tachar la “Percepción” :

Sufrimiento físico = Mal físico en el cuerpo + Percepción


134 Mal físico

En cuanto al sufrimiento moral, el Budismo pretende tachar


no solo la percepción, sino también el deseo que podría devenir
en una frustración al no cumplirse dicho deseo.

Deseo

Sufrimiento moral = Mal físico en el alma + Percepción

Al no desear nada, no se tiene ninguna frustración, pero


al pretender que no se desee nada, la doctrina budista se
opone frontal y radicalmente contra el amor, pues el amor es
precisamente desear el bien. El amor tiene dos dimensiones
o sentidos y ambos conforman el amor, una dimensión es el
“agapé” (desear el bien en el ser amado) y la otra es el “eros”
(desear poseer al ser amado para estar unido a el), veamos en
palabras de Benedicto XVI:

El término agapé, que aparece muchas veces en


el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de
quien busca exclusivamente el bien del otro; la
palabra eros denota, en cambio, el amor de quien
desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el
amado. [43]

Cuando amamos a Dios o a nuestros seres queridos siempre


lo hacemos de manera integral, es decir “agapé” + “eros”,
deseamos por un lado su bien y también que estén con nosotros.

Sino deseamos, no amamos y sino amamos, nada somos (cf.


1Co 13,2). El Budismo procura romper esa dinámica de amor,
en otras palabras dividir, buscando romper esa unión deseada
llevando a la nada. La palabra diablo se usa para referirse a
Satanás, diablo viene de la raíz dia-ballo (διάβολου) que significa
43. Benedicto XVI, DEUS CARITAS EST, Parte 1, 7
Mal físico 135

literalmente “dividir” o “arrojar dividido” es lo opuesto a


símbolo que viene de la raíz syn-ballo (σύμβολου) (“unir, arrojar
unido”) [44]. Podemos decir sin temor a equivocarnos que en
este sentido el Budismo lleva a una práctica diabólica.

Para los Cristianos lo que se va a eliminar de la ecuación para


que deje de existir el sufrimiento es el mal, es Cristo quien lo
vence y estando en el cielo no sufriremos, no porque dejemos de
percibir o desear (voluntad) sino porque no habrá mal alguno,
no tendremos ninguna carencia.

Sufrimiento físico = Mal físico en el cuerpo + Percepción

Sufrimiento moral = Mal físico en el alma + Percepción

Desearemos el bien pero nunca veremos


frustradas nuestra voluntad (deseo intelectual)
ni tampoco nuestras pasiones (deseo sensitivo).

Nuestro peregrinar en la Tierra es temporal y conlleva


sufrimiento; pero es muy importante resaltar que su carácter
es temporal, pues así como el pueblo hebreo tardó 40 años en
medio del desierto -lugar donde las privaciones abundan- para
luego llegar a la tierra prometida, así también nuestro peregrinar
terminará cuando lleguemos a la Nueva Jerusalén (cf. Apo
21,2), es decir al Cielo, donde a partir de la resurrección de la
carne gozaremos de una realidad celestial y material, teniendo
plenas facultades propias de nuestra naturaleza (alma y cuerpo).

Al morir hay continuidad en el estado con que se muere


durante toda la eternidad, si se encuentra uno al morir en
“estado de pecado” nuestro destino eterno será el infierno
44. Diccionario STRONG NT 1225.
Nota: La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran
Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto (cf. CAT 540), es un tiempo de
privaciones por excelencia, el hambre es un mal físico no necesariamente malo
moralmente, el ayuno en cambio de manera ordenada (a modo de penitencia)
es bueno.
136 Mal físico

(donde sufriremos por toda la eternidad para restablecer el


orden moral) si en cambio morimos en “estado de gracia”
nuestro destino es el Cielo (la Nueva Jerusalén) donde no habrá
sufrimiento alguno, ahora bien, puede que a pesar de morir en
estado de gracia sea necesario -a causa de los pecados veniales-
purificarnos en el purgatorio, más este estado es de carácter
temporal, al igual que el sufrimiento en la tierra.

Las sagradas escrituras nos narra que en el cielo “ya no habrá


muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor” (Apo 21,4) por otra parte
en el infierno “será el llanto y el rechinar de dientes” (Mat
13,42). Será en el juicio final cuando Cristo restablezca final
y absolutamente su orden y “entonces dirá también a los de su
izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41)

El que no exista ninguna privación de bien en el cielo


implica por ejemplo que no tendremos ninguna carencia, es
decir habrá integridad y belleza plena, ningún defecto y cuando
resucitemos de la carne, nuestro cuerpo glorioso no tendrá los
defectos que ahora podamos tener, incluso externos como una
nariz torcida. En el cielo mantendremos nuestra percepción
intacta o mejor aún incluso seremos capaces de percibir más
cosas de las que somos capaces de percibir ahora, solo que no
habrá mal alguno, con lo cual no habrá sufrimiento.

En el infierno si habrá sufrimiento, habrá por lo tanto males y


también percepción de los mismos, por ejemplo los condenados
van a percibir la ausencia de Dios, se darán cuenta que han
perdido al amor de los amores. Si no hubiera conciencia en
el infierno no sufrirían así como si tampoco hubieran males
físicos.

Nota: La comunión de los santos permite que aún estando en el cielo tanto Jesús
como María, como todos los santos sean capaces de sentir tristeza, pero solo
porque están unidos a la Iglesia militante. No sienten tristeza alguna por ellos
mismos, sino debido a la comunión de lo santos, debido al cuerpo místico de
Cristo que conformamos todos a través de la gracia santificante, eso incluye a la
iglesia triunfante (cielo), iglesia militante (tierra) e iglesia purgante (purgatorio).
Mal físico 137

Un informe estadístico
en relación a este capítulo
del libro, indica que 1
de cada 10 lectores se
quedan despiertos, el resto
simplemente no contesta.
...es inquietante saber porque no contestan...

Aperite oculos vestros


(Abran vuestros ojos)
139

CAPÍTULO V

Dios y el mal físico

l rezar el Padrenuestro oramos para que Dios nos libre


de todo mal (cf. Mt 6,13), eso incluye el mal moral y
el mal físico. Principalmente y con toda seguridad nos ha de
librar del pecado (mal moral), pero en la medida en que algunos
males físicos guardan razón de bien en su finalidad, no nos ha
de librar por ahora de algunos de ellos en nuestro peregrinar
por la Tierra/Purgatorio, pero por más grandes que parezcan
“los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con
la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rom 8,18).

Es perfectamente normal que no queramos sufrir ningún mal


aunque seamos dignos de ellos a causas de nuestros pecados, de
hecho Dios no quiere que padezcamos ningún mal y si permite
e incluso ordena un mal físico siempre lo hará por un fin bueno.
Nos dice santo TomásDR que:

Algunas cosas suceden actualmente no porque Dios


quiere que sucedan, sino que las permite, como
los pecados. Por consiguiente, la voluntad que
rechaza el pecado existente en sí o en otro, no está
en desacuerdo con la voluntad divina. Los males
penales, en cambio, se dan actualmente, incluso por
voluntad divina. Sin embargo, no se exige para la
1. cf. Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea, vol. I, p. 247
140 Dios y el mal físico

rectitud de la voluntad que el hombre los quiera en


sí mismos, sino solamente que no ponga resistencia
al orden de la justicia divina, según se ha dicho
anteriormente (q.19 a.10). [1]

Alguien podría pensar que a toda costa debe evitarse el


mal físico, pero tal cosa sería rechazar la Cruz. Nos narra las
Sagradas Escrituras que:

[...] comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que


tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por
parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y
que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos


de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi


vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los
hombres! (Mt 16,21-23)

En otro pasaje Jesús nos dice:

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí


antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo
os amaría como cosa suya, pero como no sois del
mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del
mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que
os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me
han perseguido, también a vosotros os perseguirán;
si han guardado mi palabra, también guardarán la
vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de
mi nombre, porque no conocen al que me envió.
(Jn 15, 18-21)
1. Santo Tomás de Aquino, S. Th., P. I-IIae, q 39, a 2
Dios y el mal físico 141

“No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque


yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi
diestra victoriosa” (Is 41,10) dice el Señor, más también nos
dice que “lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente.
No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor,
tu Dios, en cualquier cosa que emprendas” (Jos 1,9) y esto se
entiende lógicamente “pues Dios no nos ha dado un espíritu de
cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza” (2 Ti 1,7)

¿De quién o qué vamos a sostenernos en momentos de


tribulación sino de Dios nuestra Roca firme? que “fortalece
a quien está cansado, [y] acrecienta el vigor del exhausto” (Is
40,29). Aprendamos pues a decir como el Salmista:

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi


roca, mi alcázar, mi libertador. | Dios mío, peña mía,
refugio mío, | escudo mío, mi fuerza salvadora, mi
baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza | y quedo
libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales, | torrentes destructores


me aterraban, me envolvían las redes del abismo; |
me alcanzaban los lazos de la muerte. En el peligro
invoqué al Señor, | grité a mi Dios: | desde su templo
él escuchó mi voz, | y mi grito llegó a sus oídos. (...)

El Señor retribuyó mi justicia, | retribuyó la pureza


de mis manos, porque seguí los caminos del Señor
| y no me rebelé contra mi Dios; porque tuve
presentes sus mandamientos | y no me aparté de sus
preceptos; le fui enteramente fiel, | guardándome de
toda culpa; el Señor retribuyó mi justicia, | la pureza
de mis manos en su presencia.(...)
142 Dios y el mal físico

Tú salvas al pueblo afligido | y humillas los ojos


soberbios. Señor, tú eres mi lámpara; | Dios mío,
tú alumbras mis tinieblas. Fiado en ti, me meto
en la refriega, | fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Perfecto es el camino de Dios, | acendrada es la
promesa del Señor; | él es escudo para los que a él se
acogen. ¿Quién es Dios fuera del Señor? | ¿Qué roca
hay fuera de nuestro Dios? (Sal 18, 1-31 )

¡Fiado en ti, me meto en la refriega!


(Sal 18,29)
Dios y el mal físico 143

Si no hubiera mal moral, sería innecesario el mal físico, pues


sin la presencia de mal moral, de hecho Adán y Eva hubieran
seguido adelante sin sufrir mal físico y toda la generación
humana finalmente hubiera pasado de este estado terrenal de
prueba a estado glorioso sin mayor contratiempo ni dolor. Sin
embargo, como consecuencia ordenada de la caída de Adán y
Eva entra la muerte, “salario del pecado” (Rom 6,23), y con la
muerte, toda clase de sufrimientos físicos y morales.

El sufrimiento para el Cristiano es solo temporal, así como


temporal fue el vía crucis y la pasión de Nuestro Señor, ya
luego vendrá la resurrección y vida eterna, así que no hay que
desanimarse. La Victoria sobre el mal (en todas sus formas; moral
y físico) la tiene Cristo y por extensión todos los Cristianos.
Podemos preguntarnos entonces ¿Cuál es la utilidad de las
tribulaciones? e incluso ¿cómo debemos portarnos ante ellas?,
san Alfonso María de Ligorio, responde maravillosamente a
esas preguntas, a propósito he aquí un extracto de sus escritos
al respecto:
- Inicio de extracto -

Dios enriquece en el tiempo de la tribulación a las almas


que ama con mayores gracias. Ved a San Juan, que entre las
cadenas y estrecheces de la cárcel, conoce las obras maravillosas
que hacía Jesucristo: Cum audisset Joannes in vinculis opera
Christi. Grande e inapreciable es la utilidad que nos resulta de
las tribulaciones. Y el Señor nos las envía, no porque quiera
nuestro mal, sino porque anhela nuestro bien; y por lo mismo,
debemos recibirlas cuando las envía, y darle también rendidas
gracias, no solamente resignándonos a cumplir su divina
voluntad, sino alegrándonos de que nos trate como trató a
su divino hijo Jesús, cuya vida sobre la tierra fue un tejido de
penas y de dolores. Procuraré haceros ver en mi breve discurso:
144 Castigo y Pena

Punto 1

CUAN ÚTILES NOS SON LAS TRIBULACIONES

[...] El primer buen efecto de la tribulación es, abrirnos


lo ojos que la prosperidad nos tiene cerrdos. Ciego estaba San
Pablo cuando se le apareció Jesucristo, y entonces conoció los
errores en que vivía.

[...] El segundo buen efecto de la tribulación es, separarnos


del apego que tenemos a las cosas de la tierra. [...] San Agustín
dice: Dios hace amargas las cosas terrenas, para que busquemos
otra felicidad cuya dulzura no nos engañe. (Serm. 29 de verb.
Dom).

El tercero consiste, en que aquellos que viven en la


prosperidad son estimulados de la soberbia, de la vanagloria, del
orgullo, del deseo inmoderado de adquirir riquezas, honores y
placeres. De todas estas tentaciones nos libran las tribulaciones,
y nos hacen ser humildes, nos libran las tribulaciones, y nos
hacen ser humildes, y contentarnos con el estado y condición
en que Dios nos ha colocado. Por esto escribía el Apóstol: A
Domino corripimur, ut non cum hoc mundo damnemur. (I.
Cor. XI, 32). El Señor nos castiga con tribulaciones para que
no seamos condenados juntamente con este mundo.

El cuarto buen efecto de la tribulación es, satisfacer por


los pecados cometidos, mucho mejor que las penitencias que
nosotros nos imponemos voluntariamente. San Agustín dice:
Intellige medicum esse Deum et tribulationem medicamentum
esse ad salutem. Sepas que Dios es el médico que da salud,
y la medicina que para esto aplica, es la tribulación. ¡Oh que
remedio tan eficaz es la tribulación para curarnos las llagas y
Dios y el mal físico 145

heridas que nos abrieron los pecados! Por esta razón reprende
el Santo a los pecadores que se quejan a Dios cuando los
atribula: Unde plangis? quot pateris medicina est, non pæna.
¿Porqué te quejas? La tribulación que sufres una medicina no
un castigo. (S. Aug. in Ps. 55). Job llama dichoso al hombre
a quien el mismo Dios corrige, con sus manos: Beatus homo,
qui corripitur Deo, quia ipse vulnerat et medetur, perculit et
manus ejus sanabunt. (Job. v, 17 et 18). Por esto se gloriaba San
Pablo: Gloriamur in tribulationibus (Rom. v, 3)

El quinto efecto es, que las tribulaciones hacen que nos


acordemos de Dios, y nos precisan a recurrir a su misericordia,
viendo que solamente El es que puede aliviárnoslas,
ayudándonos a sufrirlas: In tribulatione sua mane consurgent
at me. (Oseas VI, 1). Por eso dice el Señor, hablando a los
atribulados: Venite ad me omnes qui laboratis et onerati estis,
et ego reficiam vos. (Matth. XI, 28).

[...] El sexto es, que nos hacen contraer grandes méritos ante
Dios, dándonos ocasión de ejercitar las virtudes que más ama,
como son: la humildad, la paciencia, y la conformidad con la
voluntad divina. El venerable Juan de Ávila decía, que vale más
en la adversidad “un bendito sea Dios, que mil acciones de
gracias en la prosperidad”.

[...] Demasiado cierto es lo que decía Santa Teresa: “Cuanto


menos tengamos en este mundo, más gozaremos en el otro.
¡Dichoso el que pueda decir: Jesús mío, tú sólo me bastas” Si
te crees infeliz porque eres pobre, dice San Juan Crisóstomo,
realmente eres infeliz y digno de compasión; no porque eres
pobre, sino porque siéndolo, no abrazas tu pobreza y te tienes
por desdichado. (S. Joan Chrysost. Serm. II. Epist. ad Philip).
146 Dios y el mal físico

También es alcanzar de antemano una gran parte de la


corona que nos está preparada en el Cielo, sufrir con paciencia
los dolores y las enfermedades. Si se queja un enfermo de que
por estar así no puede hacer nada, se equivoca; porque lo puede
hacer todo, ofreciendo a Dios con paz y resignación cuanto
padezca e su enfermedad. El Crisóstomo escribe: que la Cruz de
Jesucristo es la llave del Paraíso: Crux Christi clavis est paradisi.
(Homil. in Luc. de Virg.)

San Francisco de Sales decía, que la ciencia de los santos es,


sufrir constantemente por Jesucristo para llegar presto a ser
bienaventurados. Con los padecimientos prueba Dios a sus
siervos para hallarlos dignos de sí: Deus tentavit eos, invenit illos
dignos se. (Sap. III, 5). El Apóstol dice: que Dios castiga al que
ama, y prueba con adversidades a los que recibe por hijos suyos:
Quem enim diigit Dominus castigat, flagellat autem omnem
filium quem recipit (Hebr. XII, 6). Por este motivo Jesucristo
dijo un día a Santa Teresa: sepas, que las almas que más ama
mi Padre, son aquellas que padecen mayores tribulaciones.
Por esto decía Job, si hemos recibido los bienes de la mano
del Señor ¿porqué no recibiremos también los males? Si bona
suscipimus de manu Dei, mala quare non suscipiamus? (Job.
II, 10). Justo es, que el que recibió con alegría la vida, la salud,
las riquezas temporales, recibía también las tribulaciones, las
cuales nos son más útiles y provechosas que la prosperidad. San
Gregorio dice, que así como crece la llama si el viento la agita,
así se perfecciona el alma fortificada en la tribulación.

Las tribulaciones más temibles para un alma buena son las


tentaciones con que el demonio nos incita a ofender a Dios:
pero, quien las resiste y las sufre, implorando el auxilio divino,
adquiere con ellas gran tesoro de méritos “Fiel es Dios, que no
permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que
Dios y el mal físico 147

de la misma tentación os hará sacar provecho para que podáis


sosteneros”. (I. Cor. X, 13).Bienaventurados los que lloran,
dice el Señor, porque ellos serán consolados. Beati qui lugent,
quoniam ipsi consolbuntur. (Matth. V, 5).

Es necesario, pues, dice San Juan Crisóstomo, sufrir las


tribulaciones con resignación, porque así ganaremos mucho;
empero, de otro modo, no disminuiremos nuestros males,
sino que los acrecentaremos. Si no sufrimos con paciencia la
tribulación no mejoraremos nuestro estado, y será mayor el
peligro.

[...] En suma, las tribulaciones con que Dios nos prueba, o


nos corrige, no vienen para nuestra perdición, sino para nuestro
provecho o nuestra enmienda (Judith. VIII, 27). Cuando se ve
a un pecador atribulado en esta vida, señal es que Dios quiere
tener misericordia de él en la otra. Al contrario, es desgraciado
aquel que no es castigado por Dios en este mundo, porque es
señal de que el Señor está desdeñoso con él y le tiene reservado
para el eterno castigo.

El profeta Jeremías pregunta a Dios: ¿Quare via impiorum


prosperatur? (Jerem. XII, 1) Señor, ¿por que motivo a los
impíos todo les sale prósperamente en este mundo? Y el mismo
Jeremías se responde diciendo Congrega eos quasi gremem ad
victimam, et santifica eos in die occisionis. (Ib. V, 3). Así como
en el día del sacrificio vienen reunidos los animales destinados
a la muerte, así los impíos son destinados a la muerte eterna
como víctimas de la ira divina.

Cuando nos veamos, pues, cercados de las tribulaciones


que Dios nos envía, digamos con el santo Job: Peccavi, et vere
deliqui, et ut eram dignus, non recipi. (Job. XXXIII, 27). Señor,
148 Dios y el mal físico

mis pecados no han sido castigados según yo merecía. Así


debemos orar a Dios con San Agustín: Señor, quema, despedaza
y no perdones en este mundo para que me perdones en el otro,
que es eterno. Terrible es el castigo de aquel pecador de quien
dice el Señor: Téngase compasión del impío, y no aprenderá
jamás la justicia. (Is. XXVI, 10). Dejemos de castigar al impío
mientras vive sobre la tierra; así seguirá viviendo en el pecado
y será castigado eternamente. Por lo que dice San Bernardo,
considerando este pasaje:Señor, no quiero esta misericordia,
porque es el castigo más terrible que hay. (S. Bern. Serm. 42,
in Cant).

Por consiguiente, el que se ve afligido por Dios en esta vida,


tiene una señal segura de que es amado por Él: Et quia acceptus
eras Deo, dice el ángel a Tobías, necesse fui ut tentatio probaret
te. (Tob. XII, 13). Por lo mismo que eres amado de Dios,
fué necesario que la tribulación te probase. Por esto Santiago
llama bienaventurado al que sufre con paciencia tribulaciones,
porque después que haya sido probado, recibirá la corona de
vida: Beatusvir qui suffert tentationem, quoniam cum probatus
fuerit, accipiet coronam vitæ. (Jbc. I, 12).

El que quiera ser glorificado con los santos, debe padecer


en esta vida como los santos padecieron. Ninguno de ellos
ha sido bien tratado ni querido del mundo, sino que todos
fueron perseguidos. Por eso es demasiado cierto lo que escribió
el mismo Apóstol: Ya se sabe que todos los que quieren vivir
virtuosamente según Jesucristo, han de padecer persecución
(II. Tim. III, 12). San Agustín dice que no ha comenzado
todavía a ser cristiano el que no quiere la persecución. Cuando
estamos atribulados, debe servirnos de consuelo, saber que
entonces el Señor está cerca de nosotros, y nos acompaña: Juxta
est Dominus ils qui tribulatio sunt corde (Ps. XXXIII 10) Cum
ipso sum in tribulatione. (Ps XC, 15).
Dios y el mal físico 149

Punto 2

COMO DEBEMOS PORTARNOS EN LAS TRIBULACIONES

El que se vea combatido de tribulaciones en este mundo


necesita, ante todas cosas, dar de mano al pecado y procurar
ponerse en gracia de Dios. De otro modo, todo lo que padezca
estando en pecado, será perdido para él. San Pablo decía:
Aún cuando entregara mi cuerpo a las llamas, y padeciese los
tormentos de los mártires, sin la gracia de nada me aprovecharía.
(I. Cor. XIII, 3).

Al contrario; el que padece con Dios y por Dios con


resignación, todos sus padecimientos se convierten en consuelo
y alegría: Tristitia vertetur in gaudium. (Joann. XVI, 20). Y
por esto los Apóstoles, después de haber sido injuriados y
maltratados de los judíos, se retiraron de la presencia del
concilio llenos de gozo, porque habían sido hallados dignos
de sufrir por el nombre de Cristo. (Act. V. 41). Así cuando
Dios nos envía alguna tribulación es menester que digamos con
Jesucristo: El cáliz, que me ha dado mi Padre celestial, ¿he de
dejar yo de beberlo? Porque además de que debemos recibir
la tribulación, como venida de la mano de Dios, ¿cuál es el
patrimonio del cristiano en este mundo sino los padecimientos
y las persecuciones? Cristo murió en una Cruz; los Apóstoles
sufrieron martirios crueles; ¿y nos llamaremos nosotros sus
imitadores, cuando ni sabemos sufrir las tribulaciones con
paciencia y resignación?

Cuando nos veamos muy atribulados y no sepamos que


hacernos, debemos volvernos a Dios, que es el único que puede
consolarnos. El rey de Josafat, hablando con el Señor, decía así:
Cuando no sepamos lo que debemos hacer, no nos queda otro
150 Dios y el mal físico

recurso que volver a Tí nuestros ojos (II. Paral. XX, 12). Esto
hacía David cuando se veía atribulado: clamaba al Señor en
su tribulación, y el Señor le atendía (Ps. CXIX, 1). Debemos
recurrir a Él y suplicarle, sin dejar de hacerlo hasta que nos oiga.
Conviene fijar los ojos en Dios y no apartarlos de Él, y seguir
suplicándole hasta que tenga compasión de nosotros. Conviene
que tengamos gran confianza en el corazón de Jesucristo, que
está lleno de misericordia, y no hacer lo que hacen algunos
que se abaten si no los oyen al punto que han comenzado a
suplicar. Para estos dijo el Señor a Pedro (Matth. XIV, 31) :
Hombre de poca fe, ¿por qué has desconfiado? Cuando las
gracias que deseamos obtener, son espirituales, y pueden
contribuir al bien de nuestras almas, debemos estar seguros de
que Dios nos oirá siempre que le supliquemos con tesón, y no
perdamos la confianza. Es por consiguiente necesario, que en
la tribulación no desconfiemos jamás de que la piedad divina
nos ha de consolar: y debemos repetir con Job, mientras dura
nuestra aflicción: Etiam si occiderit me, in ipso sperabo (Job.
XIII, 15). Aunque el Señor me quitare la vida, en Él esperaré.

Las almas que tienen poca fe, en vez de recurrir a Dios en


el tiempo de tribulación, recurren a los medios humanos,
desdeñándose de acudir al Señor, y no pueden ver socorridas
sus necesidades. Nisi Dominus aedificaverit domun, in vanum
laboraverunt, qui edificant eam. (Ps. CXXVI, 1). Si el Señor no
es el que edifica la casa, en vano se fatigan los arquitectos.

De este modo se lamenta el Señor, diciendo: Nunquid


Dominus non est in Sion… ¿Quare ergo me ad iracundiam
concitaverunt in sculpitibus suis? (Jerem. VIII, 19) Pues qué,
no está ya el Señor en Sión?… ¿Porqué los hombre me provocan
la ira volviéndome la espalda, y prosternándose ante los ídolos
que han invocado, y en quienes colocan toda su esperanza?
Dios y el mal físico 151

En otro lugar dice el Señor: ¿Nunquid solitudo factus sum.


Israëli aut terra serotina! ¿Quare ergo dixit populus meus:
Recessimus non veniemus, ultra ad te? (Jerem. II, 31, 32)
¿Porque motivo decís, hijos míos, que ya no queréis recurrir a
mí? ¿Por ventura he sido para vosotros tierra sombría que no da
fruto? Con estas palabras explica el gran deseo que tiene de que
recurramos a Él, a buscar consuelo en las tribulaciones, para
podernos dispensar sus gracias. Y al mismo tiempo nos hace
saber, que cuando le suplicamos, no se hace mucho rogar, sino
que está presto a socorrernos y consolarnos.

No duerme el Señor, dice David, cuando nosotros recurrimos


a su bondad, y le pedimos algunas gracias útiles a nuestras
almas, porque entonces nos oye cuidadoso de nuestro bien. Y
San Bernardo dice, que cuando le pedimos gracias temporales,
o nos dará lo que pedimos, u otra cosa mejor. O nos concederá
la gracia perdida, siempre que nos sea provechosa para el alma,
o alguna otra más útil, por ejemplo, la de acomodarnos con
resignación a su santísima voluntad, y a sufrir con paciencia
aquella tribulación, que nos aumenta los méritos para conseguir
la vida eterna.

- Fin de extracto -
[2]

2. San Alfonso María de Ligorio, Sermón II para la Domenica II de Adviento,


Sobre la utilidad de las tribulaciones
Divina Providencia
Dios y el mal físico 153

Providencia divina en sentido estricto (providencia,


npóvoia) significa el plan eterno de Dios sobre el mundo.
Según se lleve a cabo el plan eterno de la providencia divina,
distinguimos entre providencia mediata u ordinaria, e inmediata
o extraordinaria.

En la providencia mediata, Dios se sirve del intermedio


de causas creadas (causas segundas), es decir, por ejemplo se
sirve de personas que nos ayudan a llegar a El a través de sus
oraciones, eventos ordinarios que están subordinados al plan
divino. De hecho sobre las oraciones es muy importante decir
que Dios nos asigna, de hecho, responsabilidad para orar y se
vale de nuestras oraciones para hacer cumplir su providencia.

El plan eterno de Dios es inmutable por ser


Dios mismo absolutamente inmutable. Esto no
quiere decir que carezca de sentido la oración de
petición, pues su fin no es alterar el plan eterno de
la providencia ; antes bien, tal oración se incluye
en el mismo, desde toda la eternidad, como causa
segunda ; cf. S.c.G. iii 95 s. [3]

En la providencia inmediata, es Dios quien de manera


extraordinaria realiza el plan de su providencia, como por
ejemplo en los milagros, castigos como el de Zacarías donde se
vio privado del habla, etc.

Según sea la acción de Dios, se distingue entre


providencia ordinaria y extraordinaria. La primera
consiste en la acción ordinaria de Dios ; la segunda,
en una intervención extraordinaria, como ocurre,
por ejemplo, en los milagros, en las inspiraciones,
en las definiciones infalibles de fe. [3]
3. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona
1966, p. 155 [Nihil Obstat]
Nota: En cuanto a la asignación de responsabilidades de orar, debemos tener
en cuenta que nada podrá substituir el deber y la eficacia de una madre rezando
por su hijo, o de un hijo orando por sus padres por dar unos ejemplos.
154 Dios y el mal físico

Sobre la providencia divina nos enseña el Catecismo que:

La creación tiene su bondad y su perfección propias,


pero no salió plenamente acabada de las manos del
Creador. Fue creada “en estado de vía” (in statu viae)
hacia una perfección última todavía por alcanzar, a
la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia
a las disposiciones por las que Dios conduce la obra
de su creación hacia esta perfección [...] (Cat 302)

El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud


de la divina providencia es concreta e inmediata;
tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas
hasta los grandes acontecimientos del mundo y
de la historia. Las sagradas Escrituras afirman con
fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de
los acontecimientos: “Nuestro Dios en los cielos
y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza” (Sal
115, 3); y de Cristo se dice: “Si Él abre, nadie puede
cerrar; si Él cierra, nadie puede abrir” (Ap 3, 7);
“hay muchos proyectos en el corazón del hombre,
pero sólo el plan de Dios se realiza” (Pr 19, 21).
(Cat 303)

«Creemos firmemente que Dios es el Señor del


mundo y de la historia. Pero los caminos de su
providencia nos son con frecuencia desconocidos.
Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento
parcial, cuando veamos a Dios “cara a cara” (1
Cor 13, 12),nos serán plenamente conocidos
los caminos por los cuales, incluso a través de los
dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido
su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf. Gén
2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la
tierra.» (Cat, 314).
Dios y el mal físico 155

Por su parte nos dicen las Escrituras que:

El Señor deshace los planes de las naciones, | frustra


los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor
subsiste por siempre; | los proyectos de su corazón,
de edad en edad. (Sal 33,10-11)

Porque yo conozco muy bien los planes que tengo


proyectados sobre uste-des -oráculo del Señor-:
son planes de prosperidad y no de desgracia, para
asegurarles un porvenir y una esperanza. (Jer 29,11)*

Y por eso el Catecismo nos recuerda que:

Jesús pide un abandono filial en la providencia


del Padre celestial que cuida de las más pequeñas
necesidades de sus hijos: “No andéis, pues,
preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué
vamos a beber? [...] Ya sabe vuestro Padre celestial
que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero
su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán
por añadidura” (Mt 6, 31-33; cf Mt 10, 29-31)
(Cat 305)

Efectivamente da mucha tranquilidad saber que todo tiene


un porqué, y que:

“En todas las cosas interviene Dios para bien de


los que le aman” (Rm 8, 28). El testimonio de los
santos no cesa de confirmar esta verdad:

Así santa Catalina de Siena dice a “los que se


escandalizan y se rebelan por lo que les sucede”:
*Nota: A modo de complemento hay que decir que en ese mismo capítulo de
Jeremías 29 (cf. Jer 29,17-19) y dado el rechazo del hombre, Dios amenaza con
castigar a quienes no han sido fieles a su Palabra.
156 Dios y el mal físico

“Todo procede del amor, todo está ordenado a la


salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea
con este fin” (Dialoghi, 4, 138).

Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio,


consuela a su hija: “Nada puede pasarme que Dios
no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo
que nos parezca, es en realidad lo mejor” (Carta
de prisión; cf. Liturgia de las Horas, III, Oficio de
lectura 22 junio). (Cat 313)

En todo lo que hagamos y confiados en el Señor debemos


buscar siempre su Reino, que no es otra cosa que seguir su
voluntad, estar en estado de gracia y así además de lograr la
vida eterna, evitamos males (físicos y morales) “innecesarios”;
realmente todo mal moral es innecesario pero quien escoge el
pecado se expone a sufrir mucho o hacer sufrir mucho a Cristo
en su pasión y por extensión a las almas víctimas que reparan
participando de su pasión. No por nada Jesús primero perdonó
los pecados al paralítico y luego le curó de su parálisis física (cf.
Mc 2,5-12)

De todas formas hay mal físico que se hace necesario para


nuestra santidad, Dios por ejemplo puede querer que en
determinado punto de nuestra vida perdamos la salud y es
algo querido por Dios porque a partir de ese mal físico nos
convertimos; es en cierto modo una gracia de Dios, no tanto el
mal físico en si mismo sino todo lo que conlleva para beneficio
propio y de su orden. Las tribulaciones que tenga deparada el
Señor para nosotros no han de ser motivo de maldición sino
para bendecir a Dios. En la narración de Job en las Sagradas
Escrituras, su mujer le cuestiona su honradez en medio de las
tribulaciones y sucedió que:
Nota: Las almas que están en gracia y sufren en realidad padecen junto a Cristo,
las almas que en desgracia padecen sufrimientos no reciben sino más bien un
adelanto del infierno.
Dios y el mal físico 157

Su mujer le dijo: «¿Todavía persistes en tu honradez?


Maldice a Dios y muérete». Él le contestó: «Hablas
como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes,
¿no vamos a aceptar los males?». A pesar de todo,
Job no pecó con sus labios. (Job 2,9-10)

Cuando Job se refiere a aceptar los males que provienen de


Dios, se refiere al ordenamiento de los males físicos; de hecho
Dios nos ha de llamar a la eternidad cuando El lo disponga,
sobre ello nos cuestiona el Señor “¿Quién de vosotros, a fuerza
de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?”
(Mt 6,27) y san Alfonso María de LigorioDR por su parte nos
recuerda que:

Determinados están, hermano mío, el año, el mes,


el día, la hora y el momento en que tendrás que
dejar este mundo y entrar en la eternidad; pero
nosotros lo ignoramos.

Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de que estemos


siempre bien preparados, nos dice que la muerte
vendrá como ladrón oculto y de noche (1 Ts. 5, 2).
Otras veces nos exhorta a que estemos vigilantes,
porque cuando menos lo pensemos vendrá Él
mismo a juzgarnos (Lc. 12, 40).

Decía San Gregorio que Dios nos encubre para


nuestro bien la hora de la muerte, con objeto de
que estemos siempre apercibidos a morir. Y puesto
que la muerte en todo tiempo y en todo lugar puede
arrebatarnos, menester es—dice San Bernardo—
que si queremos bien morir y salvarnos, estemos
esperándola en todo lugar y en todo tiempo. [4]
4. San Alfonso María de Ligorio, Preparación para la Muerte, Cap. V
158 Dios y el mal físico

El que sea Dios quien determina a qué hora, momento y


lugar te vas a morir ya dice algo aunque no sea mucho sobre el
ordenamiento del mal físico. Antes del diagrama que veremos
en la siguiente página conviene recordar los diferentes tipos de
mal y la postura divina en relación a ellos:

Mal físico ordenado, es decir que tiene una


finalidad buena. (Permitido y Ordenado por Dios)
Mal físico desordenado, es decir que tiene una
finalidad malvada. (Solo permitido por Dios)
Mal moral, que es totalmente desorden. (Solo
permitido por Dios)

De las consecuencias del mal moral y el mal físico


desordenado Dios ha de sacar un bien (cf. Cat 312), sino
no lo permitiría (cf. Cat 324). Por ejemplo; de una violación
puede nacer un bebito, el bebé es querido por Dios y forma
parte de su Divina Providencia, el pecado no y también pueden
haber consecuencias negativas y desordenadas del pecado,
como los vicios que tampoco son queridos por Dios.

Dios no creó el mal físico, tampoco el mal moral, recordemos


que el mal no tiene existencia positiva y no puede crearse. El
mal físico ordenado por lo tanto, no es un bien, es simplemente
un mal físico que tiene un fin bueno y que es usado por Dios
en su orden como medio para tal fin bueno. Un fin bueno no
solamente es la corrección del pecador, basta con que ese fin sea
restaurar el orden moral. El infierno por ejemplo al igual que
sus penas es ordenado y forma parte del orden de Dios, al igual
que el purgatorio, aunque allí se sufra, de hecho forma parte del
orden de Dios que las almas del infierno sufran penas desiguales
y que determinados pecados no conlleven condenación sino
apenas un reato temporal que se puede pagar en la Tierra o en
el Purgatorio.
MAL MORAL

Consecuencias ordenadas
del mal moral y mal físico
desordenado. MAL

BIEN
Orden del
Mal físico
Mal físico
desordenado

MAL FÍSICO
Sobre el gráfico anterior conviene saber que:

“[Dios] quiere que se aplique la pena, pero no


quiere que se produzca la culpa: puesto que en la
culpa se significa el mal según que sale de una causa
deficiente, y no según que es ordenado por Dios que
ordena.” [5]

La pena es un mal físico ordenado, la culpa es el mal moral


asociado a la pena. Haciendo Zoom en el “Orden del mal
físico” podríamos imaginar algo así, a sabiendas que el mal
no tiene existencia positiva. Recordemos en palabras de santo
TomásDR que:

“En efecto, a todos les resulta claro que el mal, si se


toma en sentido esencial, no es un bien; pero si se
toma en sentido accidental, puede ser un bien, esto
es, en cuanto en el universo está unido a un bien, al
que se ordena accidentalmente.” [6]

5. Santo Tomás de Aquino, IV Comentarios a las Sentencias, Dist. 46, q. 2, a. 4


6. ibíd, q. 2, a. 2
Dios y el mal físico 161

Dios no puede disponer del mal moral, salvo de las


consecuencias para sacar de ellas algo bueno, como un bebé
producto de una violación, pero si puede disponer del mal
físico y darle sentido positivo, sino tuviera sentido o fin bueno,
no formaría parte del orden de Dios el mal físico bajó ningún
aspecto, ni en el infierno ni en la tierra ni en el purgatorio.

Como dijimos al inicio, Dios puede actuar sin intermediarios


demostrando así la “primacía de Dios y su señorío absoluto
sobre la historia y el mundo” [7] pero también puede actuar a
través del concurso de sus criaturas (cf. Cat 306) aunque estas
no estén conscientes de ello muchas veces (cf. Cat 307).

Es un misterio el que Dios Padre quisiera que su Hijo


sufriera y muriera en la Cruz, asimismo Jesucristo-hombre
obedeció y sometió su voluntad-humana para cumplir la
voluntad del Padre que es su misma voluntad como Dios, pues
en la santísima trinidad no hay más que una sola voluntad [8].
Quiso ese mal físico como medio para un fin bueno, y es que el
sacrificio redentor era totalmente necesario y es el medio por el
cual accedemos al padre (1Ti 2,5-6). El Catecismo enseña que:

La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar


en una desgraciada constelación de circunstancias.
Pertenece al misterio del designio de Dios, como
lo explica san Pedro a los judíos de Jerusalén
ya en su primer discurso de Pentecostés: “Fue
entregado según el determinado designio y previo
conocimiento de Dios” (Hch 2, 23). Este lenguaje
bíblico no significa que los que han “entregado a
Jesús” (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.
(Cat 599)
7. cf Is 10,5-15; 45,5-7; Dt 32,39; Si 11,14 ; Cat 304
8. cf. Concilio I de Letrán D 78,254
Nota: En Jesús hay dos voluntades, una voluntad humana y otra divina, dadas
las dos naturalezas. (cf. Cat 475, 482)
162 Dios y el mal físico

Para Dios todos los momentos del tiempo están


presentes en su actualidad. Por tanto establece su
designio eterno de “predestinación” incluyendo en
él la respuesta libre de cada hombre a su gracia:
“Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad
contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido,
Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles
y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte
que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y
tu sabiduría, habías predestinado” (Hch 4, 27-28).
Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera
(cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su
designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18). (Cat 600)

Hasta tal punto es necesario el sufrimiento en el sacrificio


redentor (designio de salvación) que:

Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la


obra de la salvación [...]

Por eso Cristo reprende severamente a Pedro, cuando


quiere hacerle abandonar los pensamientos sobre el
sufrimiento y sobre la muerte de cruz.(Cfr. Mt 16,
23) y cuando el mismo Pedro, durante la captura en
Getsemaní, intenta defenderlo con la espada, Cristo
le dice: « Vuelve tu espada a su lugar ... ¿Cómo van
a cumplirse las Escrituras, de que así conviene que
sea? ».(Mt 26,52.54) Y además añade: «El cáliz que
me dio mi Padre, ¿no he de beberlo?»(Jn 18, 11) [9]

Un trago amargo ciertamente el que le dio el Padre y que


aceptó Jesús por amor a nosotros y por amor al Padre.

9. San Juan Pablo II, Salvifici Doloris IV, 15


Fue entregado según el determinado
designio y previo conocimiento de Dios
(Hch 2,23)
164 Dios y el mal físico

Dios modera todos los males a los cuales nos exponemos,


no permite por ejemplo tentación superior a nuestras fuerzas,
pues:

No habéis sufrido tentación superior a la medida


humana; y fiel es Dios, que no permitirá que seáis
tentados por encima de vuestras fuerzas. Antes bien,
junto con la tentación os proporcionará el modo de
poderla resistir con éxito (1 Co 10.13).

Incluso quienes reciben justo castigo de parte de Dios,


son protegidos de daños no ordenados. El castigo es un mal
físico ordenado y Dios no permitirá incluso males adicionales
para quien no debe recibirlos. Hasta el culpable es protegido
de ciertos males y mientras dure su peregrinar en la tierra le
ofrecerá siempre la posibilidad de convertirse. El siguiente
pasaje del Génesis nos enseña esa valiosa lección:

¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo?


Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado
acechando como fiera que te codicia, y a quien
tienes que dominar.” Caín, dijo a su hermano Abel:
“Vamos afuera.” Y cuando estaban en el campo, se
lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. El
Señor dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?
Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi
hermano?” Replicó el Señor: “¿Qué has hecho? Se
oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el
suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo
que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre
de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará
más su fruto. Vagabundo y errante serás en la
tierra.” Entonces dijo Caín al Señor: “Mi culpa es
Dios y el mal físico 165

demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy


me echas de este suelo y he de esconderme de tu
presencia, convertido en vagabundo errante por la
tierra, y cualquiera que me encuentre me matará.”
Le respondió el Señor: “Al contrario, quienquiera
que matare a Caín, lo pagará siete veces.” Y el
Señor puso una señal a Caín para que nadie que le
encontrase le atacara. Caín salió de la presencia del
Señor, y se estableció en el país de Nod, al oriente de
Edén. (Gn 4,6-16)

Jonás al igual que Caín también recibió un castigo a causa de


su desobediencia (cf. Jn 1) más sin embargo Dios no permitió
que perdiera la vida, sino que dicho castigo sirviera para que
corrigiera su desobediencia (cf. Jn 2,1-11). San Juan Pablo II
nos dice:

Dios, siempre misericordioso incluso cuando


castiga, « puso una señal a Caín para que nadie
que le encontrase le atacara » (Gn 4, 15). Le da,
por tanto, una señal de reconocimiento, que tiene
como objetivo no condenarlo a la execración de
los demás hombres, sino protegerlo y defenderlo
frente a quienes querrán matarlo para vengar así
la muerte de Abel. Ni siquiera el homicida pierde
su dignidad personal y Dios mismo se hace su
garante. Es justamente aquí donde se manifiesta
el misterio paradójico de la justicia misericordiosa
de Dios, como escribió san Ambrosio: « Porque se
había cometido un fratricidio, esto es, el más grande
de los crímenes, en el momento mismo en que se
introdujo el pecado, se debió desplegar la ley de la
misericordia divina; ya que, si el castigo hubiera
166 Dios y el mal físico

golpeado inmediatamente al culpable, no sucedería


que los hombres, al castigar, usen cierta tolerancia o
suavidad, sino que entregarían inmediatamente al
castigo a los culpables. (…) Dios expulsó a Caín de
su presencia y, renegado por sus padres, lo desterró
como al exilio de una habitación separada, por el
hecho de que había pasado de la humana benignidad
a la ferocidad bestial. Sin embargo, Dios no quiso
castigar al homicida con el homicidio, ya que quiere
el arrepentimiento del pecador y no su muerte” [10]

10. San Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, 9


Temeridad y Confianza
168 Dios y el mal físico

Ahora aprenderemos algo muy importante para nuestra


vida; el saber diferenciar entre tener confianza en Dios y tentar
a Dios (confiar temerariamente), con ello nos hemos de librar
de muchos males y peligros, pues si tentamos a Dios nos
arriesgamos severamente a perder su protección y exponernos a
toda clase de merecidas tribulaciones.

Uno de los salmos más hermosos de la Biblia, es el Salmo 23,


que dice así:

El Señor es mi pastor, nada me falta.


En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el camino justo,


haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.


Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu amor y tu bondad me acompañan


todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. (Salmo 23)
170 Dios y el mal físico

Cuando asumimos un peligro necesario, en el que debemos


arriesgarnos porque no queda de otra, tenemos confianza en
Dios sencillamente siendo dóciles a Él y su divina providencia,
confiándole nuestra vida, sabiendo que el Señor es todopoderoso
y no ha de permitir que nos suceda ningún mal por muy
probable que parezca. Estando en gracia de Dios no debemos
temer absolutamente nada, pues el Buen Pastor nos ha de librar
de todo mal y si acaso permite que nos suceda algo malo en
estado de gracia siempre será por nuestro bien o de nuestros
seres queridos.

Ahora bien cuando asumimos un peligro innecesariamente,


ahí nos exponemos a toda clase de males, nos hacemos culpables
de lo que nos pueda pasar, ya que es una afrenta tentar a Dios,
así que debemos ser cuidadosos entre confiar en Dios y tentar
a Dios, la diferencia estriba en que quienes asumen peligros
innecesariamente, tientan a Dios y se exponen a recibir su
merecido castigo. Nos narra el evangelio que Jesús estando en
el desierto ayunando y orando durante 40 días y 40 noches, el
diablo en determinado momento se le presenta y:

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso


en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de
Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado
órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán
en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras”».

Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al


Señor, tu Dios”». (Mt 4,5-7)
Dios y el mal físico 171

Notemos como el diablo cita las escrituras diciendo “Ha


dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus
manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”, denotando
que Dios evita que suframos con la alegoría de no “tropezar con
las piedras”, pero Jesús le responde «También está escrito: “No
tentarás al Señor, tu Dios” ».

Sepamos discernir entre confiar o tentar a Dios, el límite


está en el uso correcto de todas las gracias que nos da Dios,
entre ellos la inteligencia y el sano juicio para saber si debemos
asumir un peligro o podemos evitarlo.

Irse innecesariamente a una zona peligrosa o no ir al médico


cuando es necesario haciendo peligrar nuestra vida, es de
por si el equivalente a lanzarse desde el techo del templo, es
una tentación descarada a Dios, por más que se venda como
confianza en El de la boca para afuera. Por otro lado una
circunstancia muy diferente sería, si es necesario ir a un sitio
peligroso por no quedar otra opción, ahí podemos ejercitar
plenamente nuestra confianza en Dios pues no ha de permitir
ni el más mínimo mal a menos que sea por nuestro bien.

Tenemos que tener discernimiento, por un lado confiar en


Dios (cf. Sal 23) a sabiendas que nada malo nos ha de pasar
con su protección, pero no tentar a Dios asumiendo peligros
innecesariamente; presumiendo además que Dios nos ha de
librar del mal al que sin necesidad nos arriesgamos a sufrir (cf.
Mt 4,5-7). Confiar temerariamente en la misericordia divina
con frases como “Dios todo me lo perdona” sin agregarle el
debido “si me arrepiento sinceramente de mis pecados” es una
forma de tentar a Dios, san Alfonso María de Ligorio advierte:
Nota: Tan es así que Dios no perdona todos los pecados, que Jesús mismo al
instituir el sacramento de renconciliación autoriza a sus ministros diciendo
“a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,23) es decir al no dar la absolución
esos pecados quedan sin perdonar. También el Señor nos dice que la blasfemia
al Espíritu Santo, o que es lo mismo; perseverar en el mal rechazando la gracia
del arrepentimiento, tampoco será perdonada (cf. Mt 12,31) ni en este mundo
ni en el otro (cf. Mt 12,31).
172 Dios y el mal físico

Has pecado, confiando temerariamente en la divina


misericordia, tu verás presto el castigo, sin acertar de
donde viene. [11]

Es entendible que una persona sufriente sienta que Dios le


abandona, pero esto no es así, Dios no abandona a nadie son
las personas quienes le abandonan. En caso de enfermedad
no debemos desanimarnos sino rogar al Señor; corrigiendo
primero nuestras acciones y purificando nuestro corazón de
todo pecado, pues ya no teniendo culpa allanamos el camino;
o bien para curarnos del todo o bien para iniciar el sufrimiento
con carácter salvífico participando junto con Cristo del
sacrificio redentor. El médico es una gracia de Dios que no
debemos rechazar, este pasaje de la Biblia nos recuerda que:

Con sus medios el médico cura y elimina el


sufrimiento, | con ellos el farmacéutico prepara sus
mezclas. Y así nunca se acaban las obras del Señor, |
de él procede el bienestar sobre toda la tierra.

Hijo, en tu enfermedad, no te desanimes, | sino


ruega al Señor, que él te curará. Aparta tus faltas,
corrige tus acciones | y purifica tu corazón de todo
pecado. Ofrece incienso, un memorial de flor de
harina | y ofrendas generosas según tus medios.

Luego recurre al médico, pues también a él lo creó el


Señor; | que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas:
hay ocasiones en que la curación está en sus manos.
|También ellos rezan al Señor, | para que les conceda
poder aliviar el dolor, | curar la enfermedad y salvar
tu vida. (Sir 38,7-14)

11. San Alfonso María de Ligorio, Sermón XV para la dominica primera de


Cuaresma – ‘Del número de los pecados’
174 Dios y el mal físico

Dios nunca nos abandona en este peregrinar, está con


nosotros en todo momento especialmente en el sufrimiento, El
es la roca firme a la cual debemos sostenernos, todo lo demás
es pasajero, pero Dios ha de permanecer siempre ahí firme para
que nos apoyemos en El. Nos dice el Señor:

¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, |


no tener compasión del hijo de sus entrañas? | Pues,
aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. (Is 49,15)

Somos nosotros los que abandonamos a Dios y basta con


ver la soledad de los sagrarios, si recordamos las palabras de
Jesús en la Cruz, cuando dice “Dios mío, Dios mío, ¿por
que me has abandonado?” no lo dice Jesús porque sienta el
abandono de Dios y tenga desesperanza; realmente todas las
palabras que dijo en la cruz a duras penas son cumplimiento
de las escrituras. Cuando menciona esa frase “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?”, está haciendo referencia
al salmo 22 del siervo doliente, para que quedará patente que
estaba dándole cumplimiento a esas escrituras, de hecho es
una invitación profesa para que leamos el salmo 22, cuya frase
inicial comienza con esa proclama.

Nos narra el Evangelio que en cierta ocasión:

Subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.


En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que
la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se
acercaron y lo despertaron gritándole: «¡Señor,
sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué
tenéis miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie,
increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma.
Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este,
que hasta el viento y el mar lo obedecen?» (Mt 8,23-
27)
Dios y el mal físico 175

Los Apóstoles se preguntaron cómo es que Jesús tenía control


sobre aquellos agentes que podrían causar mal físico, y es que
todas las cosas están sometidas bajo su dominio.

Los apóstoles en ningún momento tentaron (probaron) a


Dios, si acaso fueron ellos probados en su fe por Dios pero
no al revés, otra cosa hubiera sido si los apóstoles de manera
temeraria se hubieran lanzado al mar bravío para poner a
prueba el poder de Jesús, démonos cuenta de la diferencia entre
probar a Dios y ser probados por Dios, entre confiar en El o
tentarle.

En una situación similar sucedió que:

A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús


andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole
andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de
miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo
enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir
a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de
la barca y echó a andar sobre el agua acercándose
a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró
miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En
cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de
la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente
eres Hijo de Dios». (Mt 14,22-33)
Cristo y el mal físico
Dios y el mal físico 177

Dios en la persona del Hijo se hizo hombre para entre otras


cosas poder verse privado de bienes, para poder sufrir por
nosotros y así redimir a toda la humanidad, y recordemos que
redimir no es otra cosa más que pagar para liberar un esclavo.

Cristo desde su humanidad padeció entre muchos otros


males físicos, los siguientes; hambre (cf. Mt 4,2), sed (cf. Jn 19,
28), fatiga (cf. Jn 4, 6), sueño (cf. Mt 8, 24), duelo por perder
a un ser querido (cf. Lc 9, 41-42 ; Juan 11:35), abandono y
rechazo de su familia y amigos (Lucas 23:18,20-21; Mateo
26:69-74), privación de libertad (cf. Jn 18,12 Mc 15,1-9),
maltrato y vejación (cf. Mt 26,57-68 . 27,27-30) y muerte (cf.
Mc 15:37).

Todos los padecimientos de Cristo sirven a los fieles de


ejemplo (1 Pe 2, 21) y en particular en el caso de Jesús el mal
físico tiene carácter de castigo aunque obviamente no por culpa
propia sino asumiendo nuestro lugar ante la Justicia Divina a
manera de inocente víctima expiatoria. En Jesús el Padre estaba
castigando a toda la humanidad; por eso dice Isaías en su
profecía que:

Él soportó nuestros sufrimientos | y aguantó


nuestros dolores; | nosotros lo estimamos leproso, |
herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado
por nuestras rebeliones, | triturado por nuestros
crímenes. | Nuestro castigo saludable cayó sobre
él, | sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos
como ovejas, | cada uno siguiendo su camino; | y
el Señor cargó sobre él | todos nuestros crímenes.
[...] El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
| y entregar su vida como expiación: | verá su
descendencia, prolongará sus años, | lo que el Señor
quiere prosperará por su mano. (Isaías 53)
178 Dios y el mal físico

Gracias a su naturaleza humana Nuestro Señor pudo no solo


sufrir dolor en su cuerpo, sino también tristeza en su alma en su
máximo nivel, no como un mal de pena por una culpa propia,
sino asumiendo la pena de nuestros pecados[12], y esto hay
que tenerlo muy claro, era nuestra angustia, nuestra tristeza
la que estaba padeciendo en el huerto de los olivos, de hecho
hasta humanamente renuncia a su voluntad, al declarar que
no se hiciera su voluntad sino la del Padre (Lc 22,42), y aquí
no debemos confundirnos pues desde su naturaleza divina la
voluntad de Cristo es única; y es la misma que la del Padre y la
del Espíritu Santo[13]. San Juan Pablo II comenta:

Los sentimientos de tristeza alcanzan en Jesús una


intensidad particular en el momento de Getsemaní.
Leemos: ‘Tomando consigo a Pedro, a Santiago y a
Juan comenzó a sentir temor y angustia, y les decía:
Triste está mi alma hasta la muerte’ (Mc 14, 33-34;
cfr. también Mt 26, 37). En Lucas leemos: ‘Lleno
de angustia, oraba con más insistencia; y sudó como
gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra’
(Lc 22, 44). Un hecho de orden psico-físico que
atestigua, a su vez, la realidad humana de Jesús.[14]

Se podría decir que en el Huerto de los Olivos, Jesús carga


una mochila llena de piedras, que serían nuestros pecados, es
ahí cuando humanamente y sobrenaturalmente comienza a
asumir las consecuencias de nuestros pecados ante Dios Padre.
Nosotros por nuestra parte podemos colaborar al tomar la
cruz que nos da el Señor, que no es más que una cuota de
mal físico ordenado que nos da el Señor para participar en los
padecimientos de Cristo, sino es así, el sufrimiento no tiene
valor salvífico y es que el Señor es muy claro al decir que
“quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser
discípulo mío” (Lc 14,27). Nos enseña el Catecismo que:
12. Santo Tomás de Aquino, S.Th. III, q. 15, a.6
13. Concilio I de Letrán D 78,254
14. San Juan Pablo II, Catequesis sobre Jesús-Hombre, 3-II-1988
Dios y el mal físico 179

Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes


de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el
plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones,
sino también por sus sufrimientos (cf Col 1, 24).
Entonces llegan a ser plenamente “colaboradores
[...] de Dios” (1 Co 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (cf
Col 4, 11). (Cat 307)

De cualquier manera no hay que desanimarse, para empezar


nuestras cruces en la Tierra son de carácter temporal y al final
de cada una hay resurrección, una hermosísima y encantadora
resurrección.

La muerte de Jesús en la cruz [...] nos enseña que


el sufrimiento es un medio de purificación y de
elevación moral; un medio para alcanzar y poseer
la verdadera felicidad. Cristo, que elevado sobre la
tierra en la cruz atrae a sí a toda la humanidad (Jn
12,32) y le conquista para siempre el corazón, nos
hace comprender todo el profundo significado de las
palabras evangélicas que proclaman bienaventurados
a los que lloran y son perseguidos (cf. Mt 5,5.10)
[15]

Podemos preguntarnos... si el sufrimiento tiene sentido


salvífico ¿implica que Jesús no nos evita males físicos? ¡De
ningún modo podemos decir tal cosa!, pues Jesús se interesa
no solo de nuestra salud espiritual sino también física, pero
principal y primeramente nuestra salud del alma, más que la
del cuerpo. San Juan Pablo II menciona que:

15. Antonio Royo, Dios y su obra. 1ra Ed. Madrid: La Editorial Católica
(BAC), 1963. P. 613. 
Dios y el mal físico 181

En su actividad mesiánica en medio de Israel,


Cristo se acercó incesantemente al mundo del
sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien »,( Act.
10, 38.) y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los
enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los
enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los
hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera,
de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas
disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los
muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano y
no curaba solo por demostrar su poder y autoridad
sino principalmente por genuino amor e interés por
el bien integral de las personas, primero su alma,
por ello los llamaba a la conversión y le anunciaba el
Reino de Dios a través de sus milagros.[16]

Pero no solo Cristo es el único que se debe interesar por


el sufrimiento ajeno, nosotros como Iglesia tenemos la misión
de salir al encuentro del sufriente ajeno, ser como el buen
samaritano que cumple con el mandamiento del amor (cf. Lc
10:30-37 ; Mt 25:34-36), dando a Cristo, pero preocupándonos
de todas las realidades temporales con un fin evangelizador.

Los milagros que hacía Jesús procuraba como fin principal la


conversión, es decir que dejaran su vida de pecado; se procura
aliviar el mal físico pero principalmente el mal moral, antes
que la salud en el cuerpo, Jesús buscaba salud en el alma. El
evangelio nos narra que en cierta ocasión a Jesús:

Le presentaron un paralítico, acostado en una


camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema».
16. San Juan Pablo II, Salvifici Doloris IV, 16
182 Dios y el mal físico

Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué


pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más
fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o
decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que
veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados —entonces dice al
paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete
a tu casa”». Se puso en pie y se fue a su casa. Al ver
esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios,
que da a los hombres tal potestad. (Mt 9,2-8)

Nuestro Señor declara que «No necesitan médico los sanos,


sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores a que se conviertan» (Lc 5,31-32) y precisamente en
eso consiste su misión, a tal punto que habiendo hecho milagros
donde curó a muchos enfermos, devolviéndoles la salud, al ver
que no se convertían, consideró que el fin de sus milagros no
fue cumplido a cabalidad a causa de la culpa de esas personas y
nos dice el Evangelio que:

Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las


que se habían realizado la mayoría de sus milagros,
porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín!
¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que se han hecho en
vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían
convertido. (Mt 11,20-21)

Dios no se contenta con la muerte del malvado que no se


convierte, y es que Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos”
(Mc 12,27), por eso nos dice el Señor:

Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que yo


no me complazco en la muerte del malvado, sino
en que el malvado se convierta y viva. Convertíos,
convertíos de vuestra perversa conducta. ¿Por qué os
obstináis en morir, casa de Israel? (Ez 33,11)
Dios y el mal físico 183

Seguramente a esta altura hay dos preguntas que podemos


estar haciéndonos;

Si Cristo es Dios....
¿cómo es posible que haya sufrido e incluso
muerto? ¿y ahora que resucitó, Cristo todavía
sufre?

Sobre la primera pregunta debemos recordar que Jesús tiene


dos naturalezas, es verdadero Dios (cf. Mt 16, 15-18; Mt
26,63-65) y verdadero Hombre (cf. Mt 8, 20; Mc 2, 10.28),
desde su naturaleza divina ningún mal puede padecer, pero
resulta que Dios se hizo hombre y se despojó de si mismo para
precisamente poder sufrir y es así que en palabras de san Juan
Pablo II:
184 Dios y el mal físico

....en esta condición de víctima, resalta un último


aspecto de su humanidad, que debe ser aceptado y
meditado profundamente a la luz del misterio de
su “despojamiento” (Kenosis). Según San Pablo, El,
“siendo de condición divina, no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo, haciéndose semejante
a los hombres y apareciendo en su porte como
hombre, y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 6-8).

El texto paulino de la Carta a los Filipenses


nos introduce en el misterio de la “Kenosis”
(despojamiento) de Cristo. Para expresar esto
misterio, el Apóstol utiliza primero la palabra “se
despojó”, y ésta se refiere sobre todo a la realidad
de la Encarnación: “la Palabra se hizo carne” (Jn
1,11). Dios-Hijo asumió la naturaleza humana,
la humanidad, se hizo verdadero hombre,
¡permaneciendo Dios! La verdad sobre Cristo-
hombre debe considerarse siempre en relación a
Dios-Hijo.

Precisamente esta referencia permanente la señala el


texto de Pablo. “Se despojó de sí mismo” no significa
en ningún modo que cesó de ser Dios: ¡Sería un
absurdo! Por el contrario significa, como se expresa
de modo perspicaz el Apóstol, que “no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios”, sino que “siendo
de condición divina” (´in forma Dei”) (como
verdadero Dios-Hijo), Él asumió una naturaleza
humana privada de gloria, sometida al sufrimiento
y a la muerte, en la cual poder vivir la obediencia al
Padre hasta el extremo sacrificio. [17]
17. Juan Pablo II, Audiencia general del 17 de febrero de 1988
Dios y el mal físico 185

Sobre la segunda pregunta debemos decir que Cristo ya


no sufre en el cielo luego de haber resucitado, PERO dada la
comunión de los santos y que aún existen miembros de su cuerpo
místico que están en la Tierra o en el Purgatorio sufriendo,
podemos decir que Jesús sigue sufriendo, pero sufriendo en sus
miembros que forman parte de la iglesia militante (Tierra) o
purgante (Purgatorio) que son todavía viadores en este mundo,
por extensión de la comunión de los santos podemos afirmar lo
mismo de María y todos los santos, pues todos estamos unidos
por medio de la gracia santificante. Pío XII nos menciona que:

Después que su Cuerpo, revestido del estado de


la gloria sempiterna, se unió nuevamente al alma
del Divino Redentor, victorioso ya de la muerte, su
Corazón sacratísimo no ha dejado nunca ni dejará
de palpitar con imperturbable y plácido latido, ni
cesará tampoco de demostrar el triple amor con
que el Hijo de Dios se une a su Padre eterno y a la
humanidad entera, de la que con pleno derecho es
Cabeza Mística. [18]

18. Pio XII, Haurietis Aquas, 16)


187

CAPÍTULO VI

Mal físico de prueba

xiste un mal físico ordenado por Dios que no se


corresponde con el que se encuentra en la naturaleza
ni tampoco guarda carácter de castigo propiamente dicho,
nos referimos al llamado mal físico de prueba, que consiste
fundamentalmente en qué estado de gracia y con carácter
de inocencia nos veamos privados de bienes menores para
obtener bienes mayores a cambio. Esta sustitución de bienes
es fundamentalmente perfeccionamiento, camino de santidad,
no solo personal sino también colectiva. Pese a que el pecado
original queda perdonado en el bautismo permanecen
imperfecciones que son consecuencias del mismo. Nos enseña
el Catecismo que:

El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo,


borra el pecado original y devuelve el hombre a
Dios, pero las consecuencias para la naturaleza,
debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre
y lo llaman al combate espiritual. (Cat 405)

En este caso particular de mal físico ordenado, el inocente


no padece privación por culpa personal ajena o propia, sino
como designio divino para perfeccionarlo. San Juan Pablo II
nos comenta que:
188 Mal físico de prueba

Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido


como castigo cuando está unido a la culpa, no es
verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea
consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo.
La figura del justo Job es una prueba elocuente en el
Antiguo Testamento.

La Revelación, palabra de Dios mismo, pone con


toda claridad el problema del sufrimiento del
hombre inocente: el sufrimiento sin culpa. Job no
ha sido castigado, no había razón para infligirle
una pena, aunque haya sido sometido a una prueba
durísima. En la introducción del libro aparece
que Dios permitió esta prueba por provocación
de Satanás. Este, en efecto, puso en duda ante el
Señor la justicia de Job: «¿Acaso teme Job a Dios en
balde?... Has bendecido el trabajo de sus manos, y
sus ganados se esparcen por el país. Pero extiende tu
mano y tócalo en lo suyo, (veremos) si no te maldice
en tu rostro». (25)

Si el Señor consiente en probar a Job con el


sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El
sufrimiento tiene carácter de prueba.[1]

Dios es la fuente de todo bien y es además el sumo bien; al


privarnos a través de su orden de un bien nos da otro mejor,
por ejemplo algunos personas perdiendo la salud hallaron a
Dios y se convirtieron. Podríamos preguntarnos ¿hace falta que
Dios nos haga pasar por la Cruz para hallar esos bienes?, pues
si seguimos las enseñanzas de las escrituras no quedará duda
de que la Cruz es el camino a la resurrección, que debemos
atravesar el desierto para llegar a tierra prometida y que como
dice un dicho popular «Sin dolor no hay ganancia».
1. san Juan Pablo II, Salvifici Doloris, Capítulo III, 11
Mal físico de prueba 189

Santo Tomas de AquinoDR al respecto comenta que:

Siendo muchos los bienes del hombre, a saber: del


alma, del cuerpo y de las cosas exteriores, ocurre
a veces que uno sufre detrimento en un bien
menor para crecer en el mayor, como cuando sufre
detrimento en el dinero por la salud del cuerpo,
o en ambos —en el dinero y en el cuerpo-por la
salud del alma y por la gloria de Dios. Y entonces
tal detrimento no es un mal humano simplemente,
sino sólo relativamente.

Por tanto, no tiene razón de pena, sino de medicina,


pues también los médicos suministran a los enfermos
pociones desabridas para restablecer la salud. Y
puesto que estas cosas propiamente no tienen razón
de pena, no se relacionan con la culpa como con
su causa, a no ser en cierto modo, porque el hecho
mismo de que sea necesario propinar medicinas
penosas a la naturaleza humana proviene de la
corrupción de la misma, que es la pena del pecado
original. Ya que en el estado de inocencia no hubiera
sido necesario inducir a uno al progreso en la virtud
mediante ejercicios penosos. Por consiguiente, lo
que hay de penoso en tales cosas se reduce a la culpa
original como a su causa.[2]

Y en otro artículo de la Suma Teológica añade:

Hay que tener en cuenta que nunca la medicina


priva de un bien mayor para procurar un bien
menor —por ejemplo, dejarle a uno sin vista para
curarle el calcaño—, sino que, a veces, causa un
2. Suma teológica - Parte I-IIae - Cuestión 87 - a 7
190 Mal físico de prueba

daño en lo menor para prestar ayuda en lo más


importante. Y como los bienes espirituales son los
de mayor valor y los temporales los de menor, es por
lo que a veces se le castiga a uno en estos últimos sin
culpa, por ejemplo, con muchas penalidades de esta
vida presente, que Dios le inflige para que le sirvan
de humillación o de prueba [3]

No hay que tener ninguna duda de que si Dios nos priva


de algún bien bajo esta condición de inocencia, es para darnos
un bien mayor, al respecto santa Teresa de ÁvilaDR en español
antiguo nos dice:

No penséis que importa poco que no quede por


nosotros, que cuando no es nuestra la falta, justo es
el Señor (Sal 118, 137), y Su Majestad os dará por
otros camino lo que os quita por éste, por lo que Su
Majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos,
al menos será lo que más nos conviene sin duda
ninguna. [4]

Vemos entonces que la santidad es una especie de “negocio”


un cambiar bienes de menor valor por otros de mayor valor.
Precisamente Nuestro Señor utiliza varias comparaciones en
este estilo para expresarnos esta idea:

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido


en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a
esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee
y compra el campo.

3. Santo Tomás, Suma Teológica, L.2, Q.108, a.4


4. Santa Teresa de Ávila, Terceras Moradas cap. 2,11
Mal físico de prueba 191

El Reino de los Cielos se parece también a un


negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y
al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo
que tenía y la compró.

El Reino de los Cielos se parece también a una red


que se echa al mar y recoge toda clase de pe-ces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla
y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran
lo que no sirve. (Mt 13,44-48)

Efectivamente hay que tirar aquello “que no sirve” y es que


toda renuncia por Dios es un buen negocio. Nos podremos
ver privados de bienes menores en esta realidad temporal,
pero conseguiremos un bien mayor y eterno. El tesoro que
acumulamos en el cielo no se daña ni tampoco es susceptible a
que lo roben los ladrones (cf. Mt 6,19-20).

Dios nos prueba muchas veces dándonos incluso la


posibilidad de elegir entre un bien y un bien mayor que nos
propone, como el caso del joven rico (cf. Mt 19,16-26) a quien
Jesús le dijo que dejará todos sus bienes materiales, para que
fuera su discípulo, ciertamente Jesús le daría un tesoro mucho
mayor en gracia. En todo caso, siempre se exige la generosidad
por parte del hombre porque Dios «nunca falta de ayudar a
quien por El se determina a dejarlo todo» [5]

El mal físico de prueba se podría asemejar no solo a un


“negocio” también podríamos verlo como podar un árbol para
que dé más fruto, quitarle lo que estorba, lo que no le permite
llegar a su plenitud. Nos dice Nuestro Señor Jesucristo:

5. s. Teresa de Ávila, Cam. Perf. 1,2


192 Mal físico de prueba

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A


todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a
todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he
hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si


no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que


permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante;
porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el


sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al
fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen


en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto
abundante; así seréis discípulos míos.

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;


permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis


en mi amor; lo mismo que yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor. Os he hablado de esto para que mi alegría
esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
(Jn 15,1-11)
194 Mal físico de prueba

Jesús se compara con una Vid, es decir la planta de donde


procede la uva, que está llena de ramificaciones y de hecho se
trepa por las superficies para llegar a todas partes. Si leemos
con atención podremos ver muchas cosas importantes en este
pasaje, la primera es que Dios-Padre es el labrador que poda
y arranca los sarmientos, los que no dan frutos son arrancados
y aquí se refiere a los impíos que se condenan, por otro lado,
aquellos que dan fruto (es decir están en estado de gracia) esos
son podados (padecen privaciones) para así dar más fruto.

Se llama mal físico de prueba porque es un desafío, los


desafíos están diseñados para que crezcamos como personas, y
es que llegar a una nueva situación nos obliga a crecer, pero se
necesita también seguridad; seguridad y desafío son necesarios
para perfeccionarse, la seguridad la da el Hijo que es la Vid de
la cual dependemos para subsistir y el desafío lo da el Padre que
ordena ciertas privaciones (poda) para perfeccionarnos.

Cristo quiere hacer de nosotros una persona nueva, y la única


novedad para nosotros en la que cree la Biblia es la santidad, y la
criatura nueva es santidad y justicia. Cristo quiere de nosotros
que seamos santos, Cristo mientras tanto nos da el apoyo total,
se compromete con cada célula de nuestro cuerpo, con cada día
de nuestra vida, con cada jornada que emprendamos. Menciona
San Juan Pablo II que:

A este propósito, las palabras de San Pablo


descubren, sin embargo, horizontes muy amplios:
“ ...mientras nuestro hombre exterior se corrompe,
nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2
Cor 4, 16). Y también: “Pues por la momentánea
y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de
gloria incalculable” (2 Co 4, 17). [6]
6. San Juan Pablo II, Audiencia General, Miércoles 4 de junio de 1986
Mal físico de prueba 195

Si Dios nos da la gracia de tener salud, debemos ser


agradecidos y evitar el pecado, convertirnos, pues Nuestro
Señor no solo procura la salud del cuerpo sino también del
alma. San Isidoro de SevillaDR nos dice que:

Los sufrimientos temporales le aprovechan al justo


para la felicidad eterna. Por ello, el justo debe
gozarse en medio de sus penas, y el impío temer en
la prosperidad. [7]

Digamos pues como el salmista “Me estuvo bien el sufrir, /


así aprendí tus mandamientos. [...] Reconozco, Señor, que tus
mandamientos son justos, / que con razón me hiciste sufrir”
(cf. Sal 119,71 . 75 ; Salmo Responsorial 118)

7. San Isidoro de Sevilla, Los tres libros de las Sentencias, Libro III, Capítulo I
Nota: Aun al darnos cuenta que nos encontramos en una prueba de Dios, debe-
mos saber que toda prueba tiene un sentido y que acaba cuando se cumpla su
cometido en relación a la divina providencia. De hecho, Dios puede hasta negar
ciertas gracias a quienes participen en la prueba indirectamente, por ejemplo, en
el caso del Padre Pio, las autoridades eclesiásticas que le prohibieron durante años
celebrar misa estaban de alguna manera ciegos, pero no de forma desordenada,
todo tuvo un sentido en los planes de Dios y también en ningún momento
actuaron de mala fé. San Padre Pio paso esta prueba de obediencia con suma
humildad. En esto hay que resaltar que si bien Dios niega a quienes pueden
perjudicarnos ciertas gracias que le impiden ver la verdad, al mismo tiempo que
eso sucede también Dios nos da gracias especiales para afrontar la prueba con
éxito. Toda prueba de Dios tiene un sentido y fin bueno respecto al orden divino.
Es interesante que descubras el sentido de tu prueba, pero no es algo necesario.
100x1
Mal físico de prueba 197

Nadie le gana a Dios en generosidad y es El quien dispone


de nosotros, todos nuestros bienes, incluso nuestra vida,
nuestra salud. Dice Job “Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo
quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1,21) pero Dios
finalmente en la prueba y en términos absolutos no quita nada,
pues las privaciones que ordena en este tipo de mal físico de
prueba, son siempre para ser suplidas por bienes mayores; y son
de carácter accidental y temporal.

Amar también es dar y dar muchas veces es privarse de algo


para dárselo a otro. Jesús dice, «Nadie tiene amor más grande
que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13), dar la vida es
privarse uno mismo de nuestra vida (mal físico) en orden a un
fin bueno (bien moral). Al respecto Nuestro Señor:

Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que


haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre
o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio,
recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —
casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y
tierras, con persecuciones— y en la edad futura,
vida eterna. «Mc 10,29-30»

Dios da ciento por uno, te priva de un bien -indirectamente


se sobreentiende a través de su justo designio según lo que
vimos de las causas del mal- para ofrecer un bien mayor, damos
1 y El nos da 100, perdemos 1 y ganamos 100.

Decía san Pablo “para mí la vida es Cristo, y la muerte, una


ganancia” (cf. Flp 1:21) y es que para un Cristiano así le resulta
el mal físico, en una privación temporal para ganar luego un
bien mucho mayor. En particular la muerte física es también
198 Mal físico de prueba

temporal, luego el día de la resurrección ganaremos aún más


pues recuperamos el bien del cuerpo físico del que nos vimos
privado y entonces no moriremos, sino que por toda la eternidad
gozaremos de ese cuerpo glorioso, todo bello, todo sano, todo
perfecto, incluso si era feo (privado de belleza), o le faltaban los
brazos, los dientes, etc... ha de tener belleza, dientes, brazos,
todo integralmente según el designio divino (cf. Flp 3, 21).
Nos enseña el Catecismo:

Creemos firmemente, y así lo esperamos, que


del mismo modo que Cristo ha resucitado
verdaderamente de entre los muertos, y que vive
para siempre, igualmente los justos después de su
muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado
y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-
40). Como la suya, nuestra resurrección será obra
de la Santísima Trinidad:

«Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre


los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó
a Jesús de entre los muertos dará también la vida a
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita
en vosotros (Rm 8, 11; cf. 1 Ts 4, 14; 1 Co 6, 14; 2
Co 4, 14; Flp 3, 10-11). (Cat 989)

El término “carne” designa al hombre en su


condición de debilidad y de mortalidad (cf.Gn
6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La “resurrección de la
carne” significa que, después de la muerte, no habrá
solamente vida del alma inmortal, sino que también
nuestros “cuerpos mortales” (Rm 8, 11) volverán a
tener vida. (Cat 990)
Mal físico de prueba 199

Tomar la cruz de cada día es asumir el mal físico que nos toca
cada día, los dolores, sufrimientos y que todo eso sirva para
acercarnos a Jesucristo, sino tenemos culpa será un sufrimiento
con carácter redentor y si tenemos culpa servirá como expiación
de nuestras culpas. Con Cristo perdiendo se gana, las Sagradas
Escrituras nos recuerdan que en cierta ocasión:

Dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere


venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida,
la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar
el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede
dar el hombre a cambio de su vida? «Porque el Hijo
del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con
sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su
conducta. (Mt 16,13-23)

San Josemaría nos enseña que:

Aunque todo se hunda y se acabe, aunque los


acontecimientos sucedan al revés de lo previsto,
con tremenda adversidad, nada se gana turbándose.
Además, recuerda la oración confiada del profeta:
“el Señor es nuestro Juez, el Señor es nuestro
Legislador, el Señor es nuestro Rey; El es quien nos
ha de salvar”.

—Rézala devotamente, a diario, para acomodar tu


conducta a los designios de la Providencia, que nos
gobierna para nuestro bien. [8]

No tengas miedo a la muerte. —Acéptala, desde


8. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco, 855
200 Mal físico de prueba

ahora, generosamente..., cuando Dios quiera...,


como Dios quiera..., donde Dios quiera. —No lo
dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo
que más convenga..., enviada por tu Padre-Dios.
—¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! [9]

9. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, 739


Al que mucho se le dio...
202 Mal físico de prueba

Nos dice el Señor que:

«Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su


señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme
a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la
conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos;
a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a
quien se confió mucho, se le pedirá más. (Lc 12,47-
48)

Y en otra oportunidad...

El les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el


conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a
ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará;
pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no
ven, y oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis,


pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis.
Porque se ha embotado el corazón de este pueblo,
han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado;
no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan,
con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los
sane.

¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros


oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos
profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis,
pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no
lo oyeron. (Mt 13,11-17)
Mal físico de prueba 203

Notemos que por un lado que “a quien se le dio mucho, se


le reclamará mucho” pero también “a quien tiene se le dará y le
sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.
Esto se entiende en cuanto a que algunas almas recibieron
mucha gracia de Dios porque fueron dóciles a ella, Dios envía
más y más a quien acepta su gracia, cada aceptación se revierte
en más gracia y además la aceptación es producto de la gracia
misma, los que tienen poco es porque cortaron esa dinámica
rechazando la gracia de Dios.

En la siguiente imagen podemos ver la prueba como un


viento fuerte y dependiendo de cuanta gracia rechazamos de
Dios así será el tamaño del fuego, si rechazamos mucha, será
pequeñita la llama y fácilmente se apagará.

+ = + =

Dios no pide que demos mucho, sino que demos lo que


tengamos y lo pongamos a su disposición, para que El lo
acreciente:

Así es como el Señor hizo de Teresita una gran santa.


«Cinco panes y dos peces», muy poca cosa, es lo que
aquel joven del Evangelio puso en manos de Jesús,
pero con su mínima ofrenda vino a dar de comer
a una gran multitud. No se hubiera producido el
milagro probablemente si hubiera entregado solo
cuatro panes y un pez. Pero él, movido por la
gracia, hizo al Maestro la ofrenda de todo lo que
tenía. De modo semejante, Teresa, dócil a la acción
204 Mal físico de prueba

de la gracia, se entrega a Dios entera, sabiéndose


muy pequeña, y llega a una altísima santidad
personal. Viene a ser además una de las Santas más
santificantes para los cristianos de su tiempo, hasta
el día de hoy, ayudados por su ejemplo y sus escritos:
tres cuadernos escolares. [10]

San Josemaría nos dedica estas hermosas palabras:

“Hijos míos -decía a alguien que le pedía unas


palabras oportunas para unos padres atribulados
por la minusvalía de sus hijos-, yo os contare
algo de la experiencia de quien estuvo diez años
con una enfermedad grave, sin curación, y que
estuvo contento, cada día más contento, porque se
abandonó en los brazos de Dios, se persuadió de
que Dios no es una entelequia, un ser lejano: es más
que una madre buena. Y lo repito, lo he dicho antes,
es todopoderoso, no se goza en nuestro mal, sino en
nuestro bien.

Cuando tú -recordaré a ese padre, a esa madre, a los


dos- cuando tú quitas de las manos de un niño tuyo
un cuchillo, una navaja, unas cerillas, con las que
está jugando temes que se haga daño, el chiquillo
protesta, porque le haces daño, porque le quitas
un juguete. Nosotros, con la visión de este mundo,
estamos viendo un tapiz al revés, por la parte de los
nudos, y no comprendemos que la felicidad está
después, que esto se marcha como se va el agua de
entre las manos. Esto es fugaz. Tempus breve est,
afirma el Espíritu Santo. Hay muy poco tiempo
para amar.
10. Por P. José María Iraburu Gracia y libertad –y X. Santa Teresa del Niño
Jesús. y 4
Mal físico de prueba 205

Díselo a ellos de mi parte, de parte de quien estuvo


enfermo, moribundo por años; más: que murió,
pero vive por ahí, por ahí dando guerra. Insísteles
que el Señor del Cielo es su Padre y que el tiempo
para amar es corto. ¡Qué amen aquí! Y que el amor
se manifiesta en el dolor.

Hay una vieja poesía -¿me perdonáis si me pongo


cursi? A mí me dejáis hacer todo; sois buenísimos-
… La poesía es muy mala, pero el concepto es
bueno: Mi vida es toda de amor/ y si en amor
estoy ducho/ es por fuerza del dolor; / pues no hay
amante mejor/ que aquel que ha llorado mucho. Y
los hombres también lloramos. Pero éstos que se
enjuguen las lágrimas. Porque lo que está haciendo
Dios con ellos es manifestarles su predilección. Les
esperan ¡tantos goces! Les espera tanta felicidad y
para siempre, ¡díselo!” [11]

Finalmente leemos en las Sagradas Escrituras que:

Las almas de los justos están en las manos de Dios y


no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los
insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por
quebranto su salida, y su partida de entre nosotros
por completa destrucción; pero ellos están en la
paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido
castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad;
por una corta corrección recibirán largos beneficios.
pues Dios los sometió a prueba y los halló
dignos de sí; como oro en el crisol los probó y
como holocausto los aceptó. El día de su visita
resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán.
(Sab 3,1-7)
11. Miguel Ángel Monge (ed), San Josemaría y los enfermos, Palabra, Madrid
2004 , pag. 84
207

CAPÍTULO VII

Mal físico Punitivo (Pena)

l mal físico punitivo o mal de pena, es un tipo de mal


físico ordenado que está asociado al mal moral (pecado).
Formalmente la pena:

Es la privación de un bien que una criatura racional


sufre involuntariamente por una culpa propia. La
pena es, pues, un mal («malum poenae») [mal físico
de pena] que se deriva de otro mal («malum culpae»)
[mal moral]. Aunque el mal, como defecto del bien,
sigue naturalmente la suerte de todo ser finito, sin
embargo sabemos por la Revelación que Dios había
creado al hombre en un estado tal que, si él no
hubiera pecado, no habría sufrido mal ninguno.

Como consecuencia de la culpa original, el mal


invadió el mundo bajo la forma de pecado y de
pena. [1]

El castigo se entiende como la pena que se impone a quien


ha cometido un delito o falta [2]. En el contexto de la justicia
divina, tal transgresión es el pecado (mal moral); que no es más
que la desobediencia a la voluntad de Dios o en otras palabras,
atentar libremente contra su orden establecido. Y precisamente
sobre la libertad recalca san AgustínDR:
1. Pietro Parente, Diccionario de Teología Dogmática, Editorial Litúrgica Espa-
ñola, Barcelona 1955, Pag. 281-282 [Nihil Obstat]
2. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Castigo
208 Mal físico punitivo

Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado


de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto
sería también el premio. [3]

Dios “queriendo justicia, quiere el castigo”[4] por lo tanto


“quiere que se aplique la pena, pero no quiere que se produzca
la culpa: puesto que en la culpa se significa el mal según que sale
de una causa deficiente, y no según que es ordenado por Dios
que ordena”[5], o en otras palabras, el mal moral (mal de culpa
o pecado) es intrínsecamente desordenado,es llevar la contraria
al orden de Dios, y por lo tanto Dios no lo quiere, en cambio
la pena que sufre el pecador como castigo; si es ordenada y por
lo tanto querida por Dios.

Sobre Dios “se dice también que quiere salvarlos a todos,


no porque todos se salven, sino porque ninguno es salvado si
no es porque Él lo quiere: como decimos que ilumina a todo
hombre, porque nadie se ilumina si no es por Él”.[6]

Tipos de pena

Existen varios tipos de pena, dependiendo del enfoque dado.


En particular en este capítulo le daremos dos enfoques a la
clasificación de penas, el primero referido a la imposición o
no de la misma y su finalidad, el segundo enfoque en cambio
estará referido a temporalidad (duración) y naturaleza.

Enfoque 1: Imposición y finalidad

En términos generales y bajo el primer enfoque podemos


afirmar que:

3. San Agustin, Del libre arbitrio, II,2


4. Santo Tomás, Suma Teologica p. I, q19, a9
5. Santo Tomás de Aquino, IV Comentarios a las Sentencias, Dist. 46, q. 2, a. 4
6. ibíd, a. 1
Mal físico punitivo 209

La pena se divide en concomitante e infligida:


la primera se deriva naturalmente de la culpa y
la acompaña, como p. ej., el remordimiento o la
pérdida de la honra; la segunda la impone el juez
(Dios o el hombre) en relación con la culpabilidad,
La pena infligida puede ser, además, medicinal
o vindicativa, según que el juez la imponga para
inducir al reo de la contumacia al arrepentimiento o
para restablecer el orden violado.[7]

Concomitante
(ontológica)

Conjunta con el Pecado

Pena
Corrección
Impuesta por el Juez (Medicinal)
Para corregir
o purificar
Infligida
(jurídica)
Para restaurar
el orden moral

Reparación
(Vindicativa)

Se habla de pena infligida (jurídica) cuando se impone un


castigo, es decir; es esta imposición de obligatorio cumplimiento
la que determina que una pena sea infligida. Por otro lado,
concomitante (ontológica) quiere decir que aparece o actúa
conjuntamente con el pecado. En resumidas cuentas y a manera
de ejemplo podemos decir que:

7. Pietro Parente, Diccionario de Teología Dogmática, Editorial Litúrgica Espa-


ñola, Barcelona 1955, Pag. 281-282 [Nihil Obstat]
210 Mal físico punitivo

En todo pecado hay una culpa que le hace merecer


al pecador dos penalidades: una pena ontológica (se
emborrachó, y al día siguiente se sintió enfermo),
y una pena jurídica (se emborrachó, y al día
siguiente perdió su empleo). Los cristianos al pecar
contraemos muchas culpas, nos atraemos muchas
penalidades ontológicas, y nos hacemos deudores de
no pocas penas jurídicas o castigos, que nos vendrán
impuestas por Dios, por el confesor, por el prójimo
o por nosotros mismos. [8]

Pena Infligida de corrección Pena Infligida de reparación Pena Concomitante

Zacarías privado del habla Ananías y Safira privados de Judas privado de su vida
por su falta de fé culpable. su vida por tentar a Dios. conjuntamente con el
(cf. Lc 1,11-20) (cf. Hch 5,1-11) pecado del suicidio.
(cf. Mt 27,5)

Conviene aclarar que aunque la pena concomitante acompañe


al pecado, no podemos considerar al pecado esencialmente
como un castigo pues “el pecado no es esencialmente un
castigo, lo es sólo accidentalmente, esto es, en razón de lo que
le precede o le sigue”[9], es decir cuando hablamos de castigo
estamos hablando de mal físico ordenado, incluso en el caso de
pena concomitante.

8. P. José María Iraburu – P. José Rivera (en proceso de beatificación) , Síntesis


de espiritualidad Católica, Penitencia)
9. Santo Tomás de Aquino, IV Comentarios a las Sentencias, Dist. 46, q. 2, a. 2
Mal físico punitivo 211

En cuanto a la pena infligida conviene saber que “la pena


justa puede ser infligida tanto por Dios como por el hombre.
Por lo tanto, la misma pena no es directamente efecto del
pecado, sino sólo dispositivamente”[10] y es que aunque Dios
se valga de causas segundas para ejercer su Divina Providencia,
lo importante es que se cumpla su voluntad; por ejemplo un
juez humano puede ser instrumento de Dios para ejercer su
justicia, si condena a prisión a un criminal.

La pena infligida puede tener dos sentidos o fines, el medicinal


(corrección) y/o el de restablecer el orden moral perturbado por
el pecado (reparación), santo Tomás de AquinoDR nos explica
que:

Se puede considerar la pena de dos modos. Primero,


como castigo, y en este sentido únicamente el
pecado la merece, porque por ella se restablece
la igualdad de la justicia, en cuanto que aquel
que pecando se excedió en lo de seguir su propia
voluntad, padece contra su voluntad algún daño
[...] Desde otro ángulo, puede ser considerada la
pena como medicina, que no sólo es sanativa del
pecado pasado, sino que tiene asimismo virtud para
preservar del pecado futuro y para empujarnos a
hacer algo bueno.[11]

Todo pecado conlleva culpa (mal moral o desorden moral)


y pena (mal físico ordenado), pero aunque un inocente no
merezca una pena, podría asumir las veces de pecador para
reparar por él, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo pagando
por nuestras culpas voluntariamente, en ese caso quien recibe
la pena se denomina víctima y de ningún modo culpable como
si ocurre con quien recibe la pena por culpa propia. Por eso nos
10. S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Iª-IIªe, q. 86, a.2
11. Santo Tomás, Suma Teológica, L.2, Q.108, a.4
212 Mal físico punitivo

dice Santo TomásDR que “uno que no pecó voluntariamente,


soporte la pena por otro”[12]. Y no hay injusticia si quien recibe
la pena es inocente, pues como dice san AgustínDR “toda pena es
justa y se inflige por algún pecado”[13] aunque quien la reciba
no sea el culpable. Gracias al orden de Dios, se permite esta
clase de reparación de inocentes pagando por pecadores, y ha
sido así que todos hemos sido salvados por medio del sacrificio
redentor de Cristo; perfecto inocente.

Dependiendo de la finalidad de la pena podemos afirmar si


está relacionada rigurosamente a la medida de la culpa o no.
En el caso de la pena infligida de reparación la pena es aplicada
según el exacto nivel de culpa. Por otro lado, la pena medicinal
no guarda relación a la medida exacta de culpabilidad y puede
de hecho que grandes pecadores no reciban este tipo de castigo,
que en realidad sería una magnífica gracia, pues permitiría su
conversión. [14]

A causa de su culpa y según el sapientísimo designio de Dios,


muchos malvados no reciben una pena medicinal, y es así que
algunos malvados disfrutan de mucha paz, riqueza y buena
salud, como preámbulo a su condenación (cf. Sal 73).

Dentro del ámbito eclesiástico también podemos observar


una estructura de penas similar que se corresponde al orden de
Dios. De hecho “la Iglesia tiene derecho originario y propio a
castigar con sanciones penales a los fieles que cometen delitos”
(CDC 1311) y la pena puede ser ferendae sententiae o latae
sententiae (cf. CDC 1314), la primera es de tipo infligida, la
segunda es más bien concomitante pues está última la recibe en
el acto; el apostata de la fe, el hereje o el cismático (cf. CDC
1364).

12. Santo Tomás, Summa Theologiae I-II, q.87, a.7 in c


13. San Agustín, Retract. I
14. cf. Suma de la sagrada teología escolástica, De Deo creante et elevante, Lib.
V, cap. IV, a. II
Mal físico punitivo 213

Estas sanciones penales dentro del ámbito eclesiástico


pueden ser de dos tipos: medicinales o penas expiatorias (cf.
CDC 1.312 §1)

Penas medicinales o censuras: «Su finalidad


inmediata es buscar fundamentalmente la enmienda
del delincuente» [11]

Penas expiatorias: «Su finalidad primordial es


la reparación del daño cometido a la comunidad
eclesial, lo cual no quiere decir que en su aplicación
no haya de tenerse en cuenta al delincuente,
mediante la privación de algún bien espiritual o
temporal» [11]

Además “la ley puede establecer otras penas expiatorias, que


priven a un fiel de algún bien espiritual o temporal, y estén en
conformidad con el fin sobrenatural de la Iglesia” (CDC 1.312
§2) como por ejemplo la prohibición de ejercer el cargo, oficio,
etc. o de residir en determinado lugar (cf. CDC 1336 ss).

Enfoque 2: Temporalidad y Naturaleza

Beato Pablo VI nos recuerda que:

Según nos enseña la Divina Revelación, las penas


son consecuencia de los pecados, infligidas por la
santidad y justicia divinas, y han de ser purgadas
bien en este mundo, con los dolores, miserias y
tristezas de esta vida y especialmente con la muerte,
o bien por medio del fuego, los tormentos y las
penas catharterias en la vida futura. [16]
15. Aznar, Federico. Código de Derecho Canónico. De las sanciones en la
Iglesia. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1991.
16. Pablo VI, Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina, 2
214 Mal físico punitivo

Tanto en nuestra realidad terrena como en el purgatorio las


penas son temporales, pero en cambio en el infierno las penas
son eternas. Y esto se entiende porque:

Si la diferencia de penas debe corresponder a la de


pecados, es natural que quien peca mortalmente
haya de ser castigado de modo que sea desposeído
del último fin del hombre; en cambio, quien peca
venialmente ha de ser castigado de modo que no
sea privado, sino sólo detenido, del último fin, o
encuentre dificultad para conseguirlo. Y así se
observa la igualdad de la justicia si, tal como el
hombre se apartó del fin pecando voluntariamente,
así, penalmente y contra su voluntad, se le impide
conseguirlo. [17]
Satisfactoria
(Satisfacción)
Elegida por quien padece
(Solo en la Tierra)

Temporal Impuesta por Dios


(Tierra/Purgatorio)
Purgativa
Tierra
Purgatorio
(Satispasión)

Pena

Daño
Infierno Privación de la visión
beatifica de Dios

Eterna

Privación de bienestar
y alegría

Sentido

17. Santo Tomás, Summa contra los Gentiles, Libro III, Capítulo CXLIII
216 Mal físico punitivo

Pena temporal

Como su nombre lo indica la pena temporal es aquella


relativa a un tiempo determinado, es decir tiene un inicio y un
final.

Es dogma de fe la pena temporal que se paga, ya sea en la tierra


o en el purgatorio[18] donde los “ya difuntos, se purifican”[19]
en ambos casos se puede hablar que esta pena tiene un fin
medicinal, pues en el caso del infierno no existe corrección
o purificación posible. De cualquier modo en todos los casos
de pena, sea eterna o temporal, se procura la restauración del
orden moral, es decir la reparación del desorden ocasionado.
Nos dice santo TomásDR que:

La justicia de Dios exige que una pena proporcional


restablezca el orden perturbado por el pecado. Luego
hay que concluir que todo aquel que muera contrito
y absuelto de sus pecados, pero sin haber satisfecho
plenamente por ellos a la divina justicia, debe ser
castigado en la otra vida. Negar el purgatorio es,
pues, blasfemar contra la justicia divina. Es, pues,
un error, y un error contra la fe. [20]

San Francisco de Asís destaca a su vez que:

Es siervo fiel y prudente (cf. Mt 24,45) el que,


en todas sus ofensas, no tarda en castigarse
interiormente por la contrición y exteriormente por
la confesión y la satisfacción de obra. [21]

Como vemos, la satisfacción, forma parte fundamental de la


Justicia Divina y particularmente de la pena temporal.
18. Concilio de Trento, Decreto sobre la Justificación, Capítulo XIV, DS 1580
19. Conc. Vaticano II, Const. Lumen -gentium, 49-50
20. Santo Tomás de Aquino, Sum. Th., Suppl. q71 al
21. San Francisco de Asis, Cap. XXIII: De la humildad, 3
Mal físico punitivo 217

San Pedro DamiánDR destaca otra característica de las penas


temporales que además de restablecer el orden moral, preservan
de caer en la pena eterna, pues:

Son dignos, ciertamente, de alabanza los designios


de Dios, que inflige a los suyos castigos temporales
para preservarlos de los eternos, que hunde para
elevar, que corta para curar, que humilla para
ensalzar. [22]

La existencia del purgatorio es dogma de fe, en el Concilio


de Florencia se define solemnemente su existencia en términos
casi idénticos al de Lyon (cf. DS 1304). No debe caber ninguna
duda de que “existen penas temporales y purgatorias después de
esta vida y antes del juicio final”[23].

Ahora bien, no se conoce la naturaleza de las penas del


purgatorio y las declaraciones del Magisterio hablan de «penas
purgatorias» sin dar mayor explicitación, pero se considera de
común acuerdo teológico la existencia de por lo menos la pena
de dilación de la gloria de Dios, que consiste en que las almas “
se les retrasa la visión de Dios”[24] y una pena de sentido a la que
el Papa Inocencio IV solía llamar “fuego transitorio” (DS 838)
aunque tendría características diferentes a la pena de sentido
del infierno. Si bien es cierto que el Magisterio de la Iglesia no
profundiza en los detalles de las penas purgatorias si enseña que
esta purificación final de los elegidos es completamente distinta
del castigo de los condenados y habla de un fuego purificador
(cf. CIC 1031) aunque no se den mayores detalles sobre su
naturaleza.

22. San Pedro Damián, Cartas,8,6


23. Santo Tomás, De rationibus fidei, ed. cit. no 1010
24. S. Tomás, Sum. Th., Suppl. q7l a2
218 Mal físico punitivo

Dios ha decretado que cualquier bautizado que


peque gravemente sea reo de la pena eterna, la cual
se perdona siempre juntamente con la culpa, y de
otra pena no eterna sino temporal (solamente y
siempre para el caso en que se alcanza el perdón de
la pena eterna), esta pena temporal no se perdona
necesariamente toda entera juntamente con la culpa,
y por ello debe pagarse o bien en esta vida mediante
una satisfacción meritoria o bien en la vida futura
mediante la satisfacción en el purgatorio (D 696,
807, 840, 904, 925 )[...]

Todo pecado venial conlleva el reato de alguna pena.


Esto es de fe divina y católica [...] también para el
pecado venial la ley de Dios impone pena o castigo.
[25]

Cuando Dios impone la pena temporal que hemos de


padecer hablamos de pena temporal purgativa o satispasión y
cuando la pena temporal es elegida por nosotros mismos, por
ejemplo a modo de penitencia, entonces hablamos de pena
temporal satisfactoria. Sobre la pena satisfactoria nos comenta
santo TomásDR que:

El orden de la justicia exige que se castigue el pecado.


Pues la conservación del orden en las cosas manifiesta
la sabiduría de Dios que las gobierna. Luego el
castigo del pecado pertenece a la manifestación
de la bondad y gloria de Dios. Pero el pecador, al
pecar, obra contra el orden establecido por Dios,
quebrantando sus leyes. Según esto, es conveniente
que lo restablezca, castigando en sí mismo lo que
antes había pecado; y así se sitúa totalmente fuera
del desorden. [26]
25. Suma de la sagrada teología escolástica, De Deo creante et elevante, Lib. V,
cap. IV, a. II-III
26. Contra Gentiles, lib. 3 cap. 158 n. 1
Mal físico punitivo 219

Nos sigue comentando santo TomásDR que:

Después que el hombre ha conseguido por la gracia


la remisión del pecado y ha sido restablecido al
estado de gracia, queda obligado por la justicia de
Dios a sufrir alguna pena por el pecado cometido

[...y como] lo que está sometido a la divina


providencia no puede quedar desordenado, Dios se
la impondrá. Y esta pena no se llama satisfactoria,
puesto que no ha sido elegida por quien la sufre,
sino que se llama “purgativa”, pues al castigarle
otro viene como a purgarse mientras se restablece
lo que él desordenó. Por esto dice el Apóstol: “Si
nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos
juzgados. Mas, juzgados por el Señor, somos
corregidos para no ser condenados con el mundo”.
[27]

Se dice satispasión y no satisfacción, ya que las almas del


purgatorio no satisfacen su deuda, sino que se limitan a
cumplirla[28]. Sin embargo, «hay que notar que esta dolorosa
satispasión es no sólo aceptada por la voluntad, sino que es
ofrecida por medio de una ardiente caridad, con adoración
profunda de la Justicia suprema» [29]

Escribe santo TomásDR que “Los pecados veniales se les


perdonan después de esta vida, incluso en cuanto a la culpa
(...) sin que merezcan la absolución o remisión de la pena,
como ocurre en esta vida”[30], es decir quienes están en el
purgatorio nada pueden hacer por ellos mismos para que sus
penas se reduzcan o se absuelvan. Ahora bien, no olvidemos
que es dogma de fe que nosotros si podemos -si estamos en
27. Santo Tomás, Contra Gentiles, lib. 3 cap. 158 n. 1
28. cfr. Suárez, De purgatorio, disp. 47, sec 2, n° 7
29. R. Garrigou-Lagrange, La vida eterna y la profundidad del alma, Madrid
1950, 264
30. Santo Tomás, De malo, q7 al l
220 Mal físico punitivo

estado de gracia- ayudar eficazmente a las almas del purgatorio


con nuestros sufragios. [31]

Santo TomásDR, resalta como la caridad, el amor ferviente


para con Dios y la aversión al pecado excluye o reduce la
necesidad de la pena satisfactoria o purgativa:

Por la vehemencia del amor de Dios y del odio del


pecado pretérito se excluye la necesidad de la pena
satisfactoria o purgativa; y aunque la vehemencia
no sea tan grande que excluya totalmente la pena,
no obstante, cuando más vehemente fuere, tanto
menor pena bastará. [32]

Además sostiene más adelante en el mismo escrito la


necesidad de estar en estado de gracia porque:

[...] uno puede satisfacer por otro con tal de que


ambos estén en caridad. Por esto dice el Apóstol:
“Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así
cumpliréis la ley de Cristo”. [32]

Pena Eterna

Complementariamente hay que mencionar que no solo existe


la pena temporal, sino la pena eterna, es decir aquella que no
acaba nunca y se corresponde exclusivamente al infierno, esta
es “la pena infligida por Dios a quien muere obstinado en la
culpa grave [y] se divide en pena, de daño (pérdida de Dios) y
pena de sentido (sufrimiento positivo impuesto por Dios)»[33]

Esto qué es lo que transmite la doctrina de la Iglesia


(D-16,D-40, D-211, D-410, D-464, D-493a,
31. Concilio de Lyon, Florencia, Trento y Vaticano II
32. Contra Gentiles, lib. 3 cap. 158 n. 1
33. Pietro Parente, Diccionario de Teología Dogmática, Editorial Litúrgica
Española, Barcelona 1955, Pag. 281-282 [Nihil Obstat]
Mal físico punitivo 221

D-693) como de fe divina y católica definida


explícitamente en cuanto a la pena de sentido y
al menos implícitamente en cuanto a la pena de
daño (D 429, 530s), lo enseña abundantemente la
sagrada Escritura en cuanto a la pena de daño y en
cuanto a la pena de sentido (Mt 25,41; Mc 9,42-
47; Lc 16,22-24; Jn 3,36; 2 Tes 1,9) en cuanto a
la pena de daño (Lc 14,24; Jn 3,36; 1 Cor 6,9; Gal
5,19-22), y también la tradición (M.J.Rouet De
JOURNEL. S.J.. Enchíridion Patristicum. R-102,
R-115, R-121, R-239, R-284, R-396, R-1772,
etc.). Y tiene valor respecto a cualquier pecado
grave, incluso aunque se trate de uno solo (D 410,
531, 693, 808) [34]

Santo TomásDR nos explica que:

Quien se desvía del último fin debe recibir una pena


eterna. Por la misma razón de justicia se da castigo
a los pecados y premio a los actos buenos (c. 140).
Mas el premio de la virtud es la bienaventuranza,
que es eterna, según se demostró (c. 140). Por
consiguiente, la pena por la cual es uno excluido
de la bienaventuranza debe ser también eterna. Por
esto se dice: “E irán los malos al suplicio eterno, y
los justos a la vida eterna”.

Con esto se refuta el error de quienes afirman que las


penas de los malos han de terminar algún día. Esta
opinión parece haber tenido origen indudablemente
en la de algunos filósofos, que decían que todas las
penas eran purgativas, y así habían de terminar
algún día. [35]
34. SUMA DE LA SAGRADA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA , DE DEO
CREANTE ET ELEVANTE , Lib. V, cap. IV, a. II
35. Suma de la Sagrada Teología Escolástica, De deo creante et elevante, Lib. V,
cap. IV, a. II
222 Mal físico punitivo

Potestad legislativa, judicial y ejecutiva de Dios

La pena del castigo puede ser determinada por la Ley o por


el Juez (cf. CDC 1315). Dios es ambas cosas (cf. Is 33,22),
por un lado sumo legislador —su palabra es ley— y al mismo
tiempo Juez supremo, por lo tanto ya sea como Legislador o
como Juez, El determina las penas temporales o eternas que
hemos de recibir, ya sea en la tierra, en el purgatorio o en el
infierno, según sea el caso.

Como Dios es creador y señor del universo, no


existe norma jurídica que esté por encima de Él,
antes bien, Dios es para sí mismo la norma suprema:
Deus sibi ipsi est lex (S.th. 1 21, 1 ad 2) [...] Él, sin
acepción de personas (Rom 2, n ), procede como
juez equitativo recompensando el bien y castigando
el mal.

El castigo que Dios impone al pecador no es tan


sólo un medio correctivo o intimidatorio, como
enseñaron B. Stattler (1797) y J. Hermes (1831),
sino que ante todo persigue la expiación de la ofensa
inferida a Dios y la restauración del orden moral
perturbado por el pecado. [...] Como Dios, por
ser soberano y señor universal, no tiene que dar
cuenta a ningún poder superior, tiene derecho a ser
clemente, y esto significa que es libre para perdonar
a los pecadores arrepentidos sin que ellos ofrezcan
una satisfacción congrua o sin satisfacción alguna.
[36]

Podríamos preguntarnos ¿Quién es este legislador? y San


Bernardo de ClaravalDR nos responde:
36. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona
1966, p. 95 [Nihil Obstat]
Mal físico punitivo 223

Es el Señor amable y recto que ha promulgado su


ley para los que pierden el camino [...] Es amable,
porque no se resigna a que se pierdan; es recto,
porque no se le pasa el castigo merecido. [37]

San Efrén de SiriaDR por su parte nos recuerda que:

Descenderá el Rey de los reyes desde el trono de


su gloria: vendrá a juzgar a todos los habitantes
del universo: les pedirá cuenta de sus acciones:
recompensará a los buenos y castigará a los malvados.
[38]

Es Dios quien lleva a cabo su orden de justicia, no solo legisla


ó juzga sino que aplica su orden de justicia cabalmente. Santo
TomásDR nos comenta:

Por lo dicho, pues, queda manifiesto que los actos


del hombre son castigados o premiados por Dios.
[...] dentro del orden de la justicia, que busca la
igualdad, queda comprendido lo que sobrepasa la
debida medida. Pero el hombre sobrepasa el debido
límite de su medida cuando prefiere su voluntad a
la divina, dándola satisfacción contra los mandato
de Dios; y esta desigualdad desaparece cuando
el hombre se ve obligado a sufrir algo contra su
voluntad por disposición divina. Luego es preciso
que los pecados humanos sean castigados por Dios
y que, por la misma razón, las buenas obras sean
premiadas [...]

Corresponde, pues, a la divina providencia castigar


a los malos y premiar a los buenos.[...]
37. San Bernardo de Claraval, Los grados de la humildad y del orgullo, Capí-
tulo II,2
38. Antonio Bravo y Tudela, “San Efrén de Siria: Discurso sobre el juicio final”,
Historia de la elocuencia cristiana Vol. I, Imprenta de Manuel Minuesa, Madrid
1864, Pág. 308-325
224 Mal físico punitivo

Con esto se refuta el error de quienes dicen que


Dios no castiga. En efecto, Marción y Valentín
decían que uno es el Dios bueno y otro es el Dios
justo, que castiga. [39]

Es más, incluso si alguien se condena degradándose a si


mismo, no escapa de la divina providencia, al respecto nos dice
san AgustínDR que si tal pecador:

Se degrada a sí mismo, entra en la hermosura de un


orden inferior, esto es, en la justicia penal. No nos
extrañemos de que también aquí suene el nombre
de hermosura, porque nada hay ordenado que no
sea bello, y, como dice el Apóstol, todo orden viene
de Dios 46. 46 Rm 13,1. Cf. Retract., e. 13,n. 7
[40]

Es un error afirmar que Dios no castiga e ignorar su


orden de justicia, por ejemplo la desobediencia de Adán
tuvo consecuencias, pero no consecuencias desordenadas e
impredecibles, sino ordenadas por la Justicia Divina. En su
decreto sobre el pecado original nos enseña el concilio de
Trento que Adán, por haber transgredido el precepto de Dios,
atrajo sobre sí el castigo de la muerte con que Dios le había
amenazado y transmitió además este castigo a todo el género
humano (DS 788 ss; cf. DS 101, DS 175)) Dios entonces priva
a través de su justa sentencia a Adán y Eva del don preternatural
de la inmortalidad corporal que gozaban en el principio (cf.
Gen 2, 17; 3, 19) y la impasibilidad.

39. Santo Tomás de Aquino, Contra los gentiles, cap. CXL


40. San Agustín, De la verdadera religión, XLI. 77
Mal físico punitivo 225

Jesús Juez y Legislador

Es Dios en la persona del Hijo quien juzga y tiene potestad


judicial (cf. Jn 5,22.27 ; Hch 10,42) y quien además tiene la
función de Legislador (cf. Jn 13,34 ; D 831), esto se entiende
aún más considerando que Jesús es verdadero Dios y verdadero
Hombre.

El mismo Jesús, al responder a los judíos, que


le acusaban de haber violado el sábado con la
maravillosa curación del paralítico, afirma que el
Padre le había dado la potestad judicial, porque el
Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de
juzgar se lo dio al Hijo. En lo cual se comprende
también su derecho de premiar y castigar a los
hombres, aun durante su vida mortal (cf. D 2194-
2196), porque esto no puede separarse de una forma
de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la
potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario
que todos obedezcan a su mandato, potestad que a
los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede
sustraerse. [41]

Pero aquí hay una clave importante de la divinidad de


Jesucristo pues ya en las escrituras se declara que esta potestad
de juzgar y castigar le corresponde a Dios, por eso en las
escrituras leemos sentencias como las que siguen:

Yo Yahveh soy quien castiga (Eze 7,9)

Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas (Sal


39,12)

41. Pío XI,Encíclica Quas Primas, 13


226 Mal físico punitivo

No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor… (Prov


3,11)

…está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución,


dice el Señor (Rom 12,19)

Todos sus caminos son la justicia misma; el Dios


fiel, en él no hay maldad; es justo y recto (Dt 32,4;
cf. Sal. 119, 137)

Ahora bien, el que el castigo le corresponda a Dios, no


implica que Dios no se valga de causas segundas para que
ejerzan su justicia y es así que es lícito que actuemos con justicia,
por ejemplo dentro de la Iglesia (cf. 1 Co 5,12-13) o jueces
humanos que imponen penas. Santo Tomás nos dice que:

Es lícito a los jueces imponer penas. Pero como


algunos, entregados a las cosas sensibles, sólo se
cuidan de lo que se ve, menospreciando las penas
infligidas por Dios, dispuso la divina providencia
que en la tierra haya hombres que con penas sensibles
y presentes obliguen a algunos a la observancia
de la justicia. Y es evidente que no pecan cuando
castigan a los malos, puesto que nadie peca cuando
hace justicia. Y como es justo castigar a los malos,
porque las culpas se corrigen por las penas, según se
ve por lo dicho (c. 140), no pecan, pues, los jueces
al castigar a los malos. [42]

San Francisco de Asis:

Y los que han recibido la potestad de juzgar a los


otros, ejerzan el juicio con misericordia, como ellos
mismos quieren obtener del Señor misericordia.
Pues habrá un juicio sin misericordia para aquellos
que no hayan hecho misericordia (Sant 2,13). [43]
42. Santo Tomás de Aquino, Contra los gentiles , cap. CXLVI
43. San Francisco de Asis, Carta a los fieles II, Práctica de la vida Cristiana, 28
228 Mal físico punitivo

Dinámica del castigo divino

Al pecar entramos en oposición con Dios, que es causa


de toda existencia, y nos hacemos dignos de la nada, de
desaparecer completamente, pues la oposición con Dios es
siempre autodestructiva, no porque Dios me destruya, sino
porque el pecado destruye y por consiguiente Dios no tiene
porque darme ni restituirme ninguna gracia, ni siquiera la
existencia misma. El que siga existiendo y gozando de algún
bien incluso luego de haber pecado se debe a la misericordia
de Dios. Es Dios quien tiene la potestad de enviar o no ciertas
gracias luego de que pecamos (incluyendo gracias físicas). Pero
“no se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo
que siembra” (Gál 6,7) porque Dios es justo y “pagará a cada
uno según lo que merezcan sus obras” (Rom 2,6).

La palabra castigo, tiene su origen bíblico en el Antiguo


Testamento del hebreo ‫( לֹוׁשְכִמ‬cf. Ez 14,3) y ‫( םַלָּכ‬cf. Ez. 43,11)
y en el Nuevo testamento se traduce como κόλασις (cf. Mt
25,46) que se lee kolasis[44] y esta palabra a su vez proviene
de la raíz κολάζω (kolazo)[45] y significa literalmente “cortar,
podar, restringir”. Es interesante notar que precisamente cuando
decimos que Dios castiga nos referimos a esto justamente, a
que corta o deja de enviar ciertas gracias al pecador como quien
corta el grifo de agua a quien no la paga o restringe el despacho
de mercancía a quien no paga sus facturas.

El pecador es indigno de recibir la gracia de Dios y resulta


que todo es gracia de Dios, con lo cual depende exclusivamente
de la divina providencia el que un pecador reciba una u otra
gracia. Dios podría sustraer cualquier don, sin que esto implicara
alguna injusticia, el pecador no es digno de absolutamente
nada.
44. Diccionario Vine NT kolasis (κόλασις, G2851)
45. Diccionario Vine NT kolazo (κολάζω, G2849)
Nota: El concilio del Vaticano enseña : «Dios protege con su providencia todas
las cosas que ha creado», es decir, ‘las preserva de caer en la nada ; (Dz 1784;
cf. Cat. Rom. 1 2, 21). Por ejemplo los condenados en el infierno siguen ex-
istiendo aunque estén privados de la gracia de la visión beatífica o la gracia del
arrepentimiento.
Mal físico punitivo 229

Santo TomásDR analiza este tema, y en cuanto a si la pena o


castigo procede de Dios, comenta:

Hay que decir que la pena contiene dos cosas, es


decir, la razón de mal, en tanto que es la privación
de algún bien, y la razón de bien, en tanto que es
justa y ordenada. Por tanto, algunos antiguos que
consideraban la pena solamente en tanto que es un
defecto y un mal, dijeron que las penas no procedían
de Dios, en cuyo error incurrió también Cicerón,
como se ve por su obra “De Officiis”.

Estos hombres negaron pues la providencia de Dios


sobre los actos humanos [...] Dios es autor de la
pena, pero de diverso modo según la diversidad de
las penas [...]

El juez justo es autor de la pena, en tanto que la pena


es algo ordenado, y así Dios es autor de las penas [...]
por la pena alguien es privado de algo por lo que era
retraído de la culpa. Y esto no es inconveniente, que
se diga que Dios sustrae aquello por lo que alguien
se conservaba inmune de la culpa, es decir, la gracia.

Hay que decir que por más que la corrupción de la


gracia en sí es algo malo, sin embargo, que éste que
es indigno de la gracia sea privado de ella es bueno
y justo, y de este modo procede de Dios como
Ordenador. [46]

46. Santo Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, lib. 2 d. 37 q. 3 a. 1


“Si la pena o castigo procede de Dios”
230 Mal físico punitivo

Sobre los premios y castigos del hombre, según sus obras,


nos dice santo TomásDR que:

La recompensa de la virtud es la felicidad que la


bondad divina concede al hombre; por consiguiente,
propio es solamente de Dios privar de la felicidad
a los que obran contra la virtud, y condenarlos al
castigo, que es el mayor infortunio. [47]

Ahora bien, hay que tener muy presente que aunque Dios
ordene el mal físico no lo crea ni tampoco desea ni ordena de
ninguna manera el mal de culpa (el pecado), por eso nos dice
santo TomásDR que:

Dios, que es el autor del mal de pena, no es el autor


del mal de culpa. Esto es así porque el mal de pena
priva de bien a la criatura, ya se tome el bien de la
criatura como algo creado (la ceguera priva la vista),
ya se tome el bien como algo increado (la ausencia
de la visión divina priva a la criatura de un bien
increado). [48]

Es importante mencionar que las penas no son infligidas por


Dios desde el exterior, sino que brota de la naturaleza misma
del pecado (Catecismo 1472) y esto se entiende porque una
conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar
a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría
ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820), en
otras palabras sin mal de culpa no hay pena posible.

Dios a pesar de no crear el mal físico lo ordena, y eso si lo


hace Dios desde el exterior, pero Dios nunca introduce el mal
de pena, lo ordena desde fuera, pero no lo introduce. Es gracias
47. Santo Tomás de Aquino, Compendio de Teología, cap. CLXXII
48. Santo Tomás de Aquino, Summa Th. 1 q48 a6
Mal físico punitivo 231

a Dios que ordena los bienes físicos que no desaparecemos


con el primer pecado que cometemos. Dios a través de su
orden o sentenciado como Juez justo determina la pena o en
otras palabras determina que gracias dejará de enviar con tu
condición pecadora, si Dios fuera sola y exclusivamente justo,
no enviaría ninguna gracia luego de pecar.

No es el pecador quien elige que gracias deja de recibir


al pecar y cuales mantiene, mucho menos el pecado; que ni
siquiera tiene existencia positiva, es decir, es simple ausencia.
Es el Señor quien ordena (cf. Mc 4,24-25), pues como nos dice
Nuestro Señor Jesucristo:

Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le


dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le
quitará. (Lc 8,18)

Nuestro Señor menciona que “aun lo que crea tener se le


quitará” y es que efectivamente nosotros creemos tener algo,
cuando en realidad es Dios la fuente de toda gracia, nada
tenemos y nada somos sin la gracia de Dios. Santo Cura de Ars
en clara advertencia nos dice:

¡Ay, hermanos míos! Abusamos del tiempo cuando


disponemos de él, despreciamos las gracias que
Dios nos ofrece, más, frecuentemente, el Señor
para castigarnos, nos la quita, cuando querríamos
aprovecharla. Si al presente no determinamos
portarnos bien, quizá al quererlo, no nos será
posible. [49]

Nada tenemos que nos sea absolutamente propio y ese


“quitar” es más bien un dejar de dar por parte de Dios, pues
49. Santo Cura de Ars, Sermón “Sobre el Aplazamiento de la Conversión”
232 Mal físico punitivo

nosotros somos nada y nada tenemos sino es por gracia de Dios


quien es la verdadera existencia. Mucha gente ve imposible que
Dios deje de dar una gracia, piensan que Dios está siempre
queriendo darnos todas y cada una de las gracias posibles hasta
ser iguales a Él en cuanto a sumo bien. Si bien es cierto que
el hombre rechaza algunas gracias de Dios, aunque quisiera
aceptarlas todas ¡habría un límite!, pretender pensar que no
hay límite, es creerse Lucifer durante su rebelión contra Dios,
es pecar de orgullo y creer que es el hombre y no Dios quien
ordena, en otras palabras, que Dios no es Juez, ni legislador
ni hay providencia que es un mero proveedor automático e
infinito de gracias del cual podemos servirnos para ofenderle
e incluso pretender ocupar su lugar. El problema de Lucifer
fue precisamente no aceptar el orden de Dios, creerse digno
de cuanto bien existiese, sin ver la limitación que su propia
naturaleza angélica tenía por disposición divina, quería ocupar
el lugar de Dios, lugar que nada ni nadie ocupará jamás, y se
vio Lucifer privado de muchas gracias, dejó de Dios de darle
algunas y mantenerle otras como la inteligencia angélica.

Tu majestad ha sido precipitada al Abismo, junto con


el sonido de tus arpas; tienes debajo de ti un colchón
de gusanos y te cubren las lombrices”. ¡Cómo has
caído del cielo, Lucero, hijo de la aurora! ¡Cómo
has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a
las naciones, tú que decías en tu corazón: “Subiré a
los cielos; por encima de las estrellas de Dios erigiré
mi trono. me sentaré en la montaña de la asamblea
divina. en los extremos del norte; escalaré las cimas
de las nubes, seré semejante al Altísimo!”. ¡Pero te
han hecho bajar al Abismo, a las profundidades de
la Fosa! (Is 14,11-15)

Nota: Dios si quiere que seamos santos como El es santo (cf. Mt 5,48), pero ser
santo es saber reconocer nuestro lugar y ser humildes.
Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo. (Lev 19,2)
Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en
toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque
yo soy santo. (1Pe 1,15-16)
Mal físico punitivo 233

Por eso, así habla el Señor: Por haberse elevado tan


alto, por haber erguido su copa entre las nubes,
y por haberse ensoberbecido a causa de su altura,
por todo eso, yo lo puse en manos de un jefe de
naciones, que lo tratará conforme a su maldad. Yo
lo he rechazado (Eze 31,10-11)

Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron,


sino que los precipitó en el infierno y los sumergió
en el abismo de las tinieblas, donde están reservados
para el Juicio. (2 Pe 2, 4)

Quiero recordarles, aunque ustedes ya lo han


aprendido de una vez por todas, que el Señor,
después de haber salvado al pueblo, sacándolo de
Egipto, hizo morir en seguida a los incrédulos. En
cuanto a los ángeles que no supieron conservar su
preeminencia y abandonaron su propia morada,
el Señor los tiene encadenados eternamente en
las tinieblas para el Juicio del gran Día. También
Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, que
se prostituyeron de un modo semejante a ellos,
dejándose arrastrar por relaciones contrarias a la
naturaleza, han quedado como ejemplo, sometidas
a la pena de un fuego eterno. Lo mismo pasa
con estos impíos: en su delirio profanan la carne,
desprecian la Soberanía e injurian a los ángeles
gloriosos. Ahora bien, el mismo arcángel Miguel,
cuando se enfrentaba con el demonio y discutía con
él, respecto del cuerpo de Moisés, no se atrevió a
proferir contra él ningún juicio injurioso, sino que
dijo solamente: “Que el Señor te reprima” .
(Jud 1,5-9)
Nota: Decir que Dios no castiga, es afirmar que no restringe que no ordena las
penas, que no es Juez (pues no decide nada), que no es Legislador (pues no leg-
isla). En definitiva que no es Justo, que no ejerce Justicia alguna. En el Volumen
III, trataremos en profundidad este tema, por ahora sigamos adelante. ;)
234 Mal físico punitivo

Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica


la justicia es justo, como él mismo es justo. Pero el
que peca procede del demonio, porque el demonio
es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se
manifestó para destruir las obras del demonio.
(1 Jn 3,7-8)

Tengamos cuidado... “no sea que llevado del orgullo venga a


caer en la misma condenación en que cayó el diablo” (I Tim 3).
Hay dos verdades paralelas y una ligada a la otra, que podemos
observar con la caída de Lucifer, por un lado nos condenamos
al elegir al mal (sino fuera así entonces Dios predestina al
infierno) y al mismo tiempo Dios condena al pecador que pecó
mortalmente (sino fuera así entonces Dios no sería justo y no
habría orden). San AlfonsoDR para rematar indica:

Lucifer –como afirma san Bernardo- fue con tan


asombrosa presteza castigado por Dios, porque al
rebelarse esperaba que no recibiría castigo. [50]

50. San Alfonso María de Ligorio, Preparación para la Muerte, Consideración


17 Abuso de la Divina Misericordia, p. 1
Mal físico punitivo 235

Podríamos expresar gráficamente el castigo divino como la


gráfica que sigue, donde se muestra el pecador antes del castigo
divino luego de cometer un pecado mortal. Hay que notar que
el color negro del perfil de la persona pecadora, es la maldad, es
decir; es el NO-ser que merece a causa del pecado, los puntos
blancos en cambio, son gracias que Dios otorga:

Antes del castigo:

Dios

Otras gracias
(bienes relativos
Gracia santificante al alma y cuerpo)

Pecador
236 Mal físico punitivo

Después del castigo

Dios

Otras gracias
(bienes relativos
al alma y cuerpo)

Pecador

La distinción entre pecado mortal y venial se considera en


relación con la pena merecida; es pues, diversa para uno y
para otro [50] es dogma de fe que a los pecados mortales les
corresponde una pena eterna y a los pecados veniales una pena
temporal (DS 1304-1306; 1575) que se cumple en la tierra o
en el purgatorio. Es Dios quien decide que gracias ha de dejar
de otorgar según el pecado cometido. El pecado venial no nos
priva de la gracia santificante porque Dios no lo ha querido
así. Si Dios no ordenará el mal físico, las criaturas dejarían de
existir al pecar gravemente, pero por que las ama no les niega
la existencia.

50. Santo Tomás de Aquino, S. Th., 1-II qq. 87-88


Mal físico punitivo 237

La palabra perdonar viene del latín “per” y “donāre” [51], el


prefijo “per” denota intensificación o aumento [52], “donāre”
por su parte significa literalmente “dar”[51]. Hablamos en este
caso entonces de intensificación o aumento de “don” es decir;
dar mucho más. Al per-donar Dios incluso puede dar más
gracias espirituales de las que había antes del pecado, de tal
manera que se evite el pecado futuro, pues donde abundó el
pecado, sobre-abundó la gracia (cf. Rom 5,20) pero esas gracias
extras, son precisamente para no pecar más (cf. Jn 8,11). En
el siguiente gráfico podemos ver como Dios otorga gracias al
per-donar.

Antes del perdón:

Dios

Otras gracias
(bienes relativos
al alma y cuerpo)

Pecador
51. cf. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Perdonar.
52. Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial,
S.L., “Prefijo per-”
Nota: Otro ejemplo es “signarse” y “Per-Signarse” esté último que consiste en
signarse y luego inmediatamente santiguarse. Otro ejemplo es la diferencia entre
Durar y Per-Durar (Dura mucho o eternamente)
238 Mal físico punitivo

Después del perdón


Dios

Otras gracias
(bienes relativos
Gracia santificante al alma y cuerpo)

Pecador

A quien más se le per-dona, es decir a quien más se le ha


per-donado, muestra más amor (cf. Lc 7,40-50). PER-donar
es dar gracia en abundancia y la gracia que da Dios se termina
traduciendo en amor. Al perdonarte Dios puede regresarte
un bien físico que antes tenías o incluso darte alguno que no
tenías, como el paralítico al que le curó de su parálisis (cf. Jn
5,1-18). Pero conviene recordar que las gracias extras que te da,
son precisamente para que no peques, porque el necio podría
pensar que si Dios da más gracias luego del perdón, entonces
sería conveniente pecar para recibir dichas gracias extras y en
esto es claro santo TomásDR al enseñarnos que:
Mal físico punitivo 239

Si no hubiera pecado ningún hombre, todo el


género humano sería mejor: puesto que, incluso, si
la salvación de uno fuera directamente ocasionada
por la culpa de otro, sin embargo, también sin
aquella culpa podría conseguir la salvación. Con
todo, ni estos males ni aquellos que contribuyen
esencialmente a la perfección del universo, puesto
que no son causas de las perfecciones, sino ocasiones.
[53]

De estos gráficos -tanto los relativos al perdón como al


castigo- podemos darnos cuenta del porque del subtítulo
del libro, pues el castigo es a la Justicia lo que el perdón es
a la Misericordia, es decir la forma en que se distribuyen las
gracias de Dios según sea el caso. Realmente Dios nunca actué
castigando sin misericordia ni perdonando sin justicia, pues
solo perdona por ejemplo a quien se arrepiente. Por lo tanto “la
esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la
bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender
el amor de Dios y de provocar su castigo” (Catecismo 2090).
Pero santo TomásDR recalca que:

Además, la divina providencia no sólo establece el


orden de las cosas, sino que mueve también las cosas
al cumplimiento del orden por ella dispuesto, según
demostramos (c. 67). Mas la voluntad es movida
por su objeto, que puede ser bueno o malo. Luego
a la divina providencia pertenece el proponer a
los hombres los bienes como premio, para que su
voluntad se mueva a obrar rectamente, y los males
como castigo, para que evite el desorden. [54]

53. Santo Tomás de Aquino, IV Comentarios a las Sentencias, Dist. 46, q. 2,


a. 3
54. Santo Tomás, Summa contra los Gentiles, lib. III, cap. CXL
240 Mal físico punitivo

Dios quiere nuestro bien, pero no quiere para nosotros todos


los bienes sino los merecemos, sino hemos sido dóciles a su
gracia. Amar es fundamentalmente querer el bien al ser amado
y “de cualquier acto del amor de Dios se sigue un bien causado
en la criatura” [55], pero Dios quiere menos bienes para los
condenados, por ejemplo; no quiere que gocen de la visión de
la gloria de Dios, por lo tanto los ama menos, es decir Dios
no ama a todos por igual [56]. En palabras de santo TomásDR
vemos que:

Como amar es querer el bien para alguien, en un


doble sentido puede decirse amar más o menos. 1)
Uno, por parte del mismo acto de la voluntad, que
puede ser más o menos intenso. En este sentido,
Dios no ama a unos más que a otros, porque todo
lo ama con un solo y simple acto de voluntad, que
siempre tiene la misma intensidad. 2) Otro, por
parte del mismo bien que alguien quiere para el
amado. Y, en este sentido, decimos que alguien ama
más a otro si el bien que se le desea es mayor, aun
cuando no sea con una más intensa voluntad. Y en
este sentido es en el que hay que decir que Dios
ama a unos más que a otros. Pues como el amor de
Dios es causa de la bondad de las cosas, como ya se
dijo (a.2), algo no sería mejor que lo otro si Dios no
quisiera un mayor bien para uno que para otro. [55]

Como vemos aunque Dios desee menos bienes para los


condenados a causa de su culpa, en ningún momento los odia.
Santo TomásDR afirma que:

Con esto se evidencia que no puede convenir a Dios


el odio hacia cosa alguna. Efectivamente: Lo que
55. Santo Tomás, S Th I-II,110, 1
56. cf. ibíd I,20, 3
57. ibíd I,20, 3
Mal físico punitivo 241

el amor es al bien, el odio es al mal; porque para


quienes amamos queremos el bien, y para quienes
odiamos, el mal. Luego si, como se ha probado, la
voluntad de Dios no se puede inclinar al mal, es
imposible que Él tenga odio hacia alguna cosa. [58]

Si deseamos que Dios nos ame más, lo único que tenemos


que hacer es ser dóciles a su gracia. Si todos los hombres en
alguna medida han recibido bienes de Dios, aquellos que han
recibido más y mayores bienes los deben todos a un mayor
amor de Dios hacia ellos, por eso por ejemplo; muestra más
amor aquel a quien más se le ha perdonado (cf. Lc 7,42) en
comparación con aquel a quien se le ha perdonado poco, y
al mismo tiempo tiene menos caridad aquel a quien se le ha
perdonado poco (cf. Lc 7,47).

Finalmente hay que recordar que al pecar nos ponemos


temporalmente al margen del orden de Dios y para regresar
nos quedan dos vías, o bien hacerlo mediante su justicia o su
misericordia, o bien recibimos su castigo o bien recibimos su
perdón; por eso revelaciones privadas como Jesús de la Divina
Misericordia nos dice que “el que no quiera entrar por las
puertas de Mi Misericordia tendrá que pasar por las puertas
de Mi Justicia” (Diario 1146) y “para castigar, tengo Yo la
eternidad; ahora Yo prolongo a los hombres el tiempo de Mi
Misericordia; pero ¡ay! de ellos sí no conocen esta gracia...”
(Diario 1160).

Dios es la causa indirecta del mal físico que sufren los que
son castigados y lo que Dios causa directamente es un orden
justo y bueno. Esto se entiende en ejemplos como el de
Zacarías que en particular fue privado de la gracia del habla
contra su voluntad en castigo de su descrédito (cf. Lc 1,20),
58. Santo Tomás de Aquino, Contra Gentiles, cap. XCVI
242 Mal físico punitivo

cumpliéndose la sentencia justa y ordenada de Dios. Dios


en dicho castigo sostuvo todo su ser con su gracia, menos el
habla o aquello que facultaba a Zacarías de poder hablar. Nos
comenta santo TomásDR que:

El hombre sobrepasa el debido límite de su


medida cuando prefiere su voluntad a la divina,
dándola satisfacción contra los mandato de Dios;
y esta desigualdad desaparece cuando el hombre
se ve obligado a sufrir algo contra su voluntad por
disposición divina. Luego es preciso que los pecados
humanos sean castigados por Dios y que, por la
misma razón, las buenas obras sean premiadas.[59]

La pena que recibe el culpable es justa y por lo tanto buena,


y todo lo que es bueno procede de Dios y existe. Pero la Justicia
divina no solo es no-enviar gracias a quien no la merece por
culpa propia, sino también enviar gracias a quien ha obrado
conforme a la voluntad divina y se ha hecho por ello -a través
y solo a través del sacrificio de Cristo- verdadero merecedor
de gracias (cf. Isaías 35,4-7). Por eso nos dice las escrituras
refiriéndose a Dios que “uno solo es legislador y juez: el que
puede salvar y destruir” (Stg 4,12) pues “el Señor guarda a los
que lo aman, pero destruye a los malvados.” (Sal 145,20)

Dios no desea el mal físico per se, lo desea indirectamente al


ser justo que un culpable se vea privado de un bien, es decir,
que el culpable sufra un mal merecido a causa de su culpa. A
Dios no le podemos pedir que le haga mal a alguien, pero si
pedirle que haga justicia y el hecho de que un malvado sufra
algún mal puede llegar a ser algo justo a causa de su culpa,
por eso se dice que Dios es causa indirecta, pues al implantar
su justicia los malvados se ven privados de gracias que de otro
modo tendrían sino tuvieran mal de culpa (pecado).
59. Santo Tomás, Summa contra los Gentiles, lib. III, cap. CXL
Mal físico punitivo 243

La Divina Providencia no es más que el plan de Dios para


toda la creación, la forma en que Dios distribuye y ordena sus
gracias y dado que finalmente todo es gracia y procede de Él, no
hay nada que quede fuera de su divina providencia. La Divina
Providencia es como un reloj suizo, hay piezas pequeñísimas y
otras grandes, todo encaja y todo tiene un porque a pesar de
sus diferentes formas; cada pieza ha sido dispuesta y elaborada
para llevar acabo su finalidad y aunque su movimiento parezca
errático pues los engranajes giran hacia un lado unos y hacia otro
los demás, al igual que los resortes, el movimiento en medio de
ese aparente caos cobra sentido finalmente. San Josemaría decía
en relación a la Divina Providencia, que era como ver un tapiz
al revés; Dios es quien lo ve derecho desde arriba y nosotros
solo vemos los nudos desde abajo.
244 Mal físico punitivo

Deuda y pago

Si el bien es un don, el mal es una deuda.[60] Una deuda es


básicamente una obligación que alguien tiene que satisfacer o
pagar [61]. Cuando nos referimos en particular a la obligación
que queda del cumplimiento de la pena correspondiente al
pecado, incluso después de perdonado se denomina: reato [62].

Hay dos tipos de deuda en cuanto a la pena que debemos


cumplir y que adquirimos cuando pecamos: el reato de pena de
temporal y el reato de pena eterna.

Existe una equivalencia entre “deuda” y “pecado”, de hecho


en las sagradas escrituras en particular en el Nuevo Testamento
se traduce como ofensa, deuda o culpable la palabra griega
ofeilétes (ὀφειλέτης) que significa lit. “deudor, i.e. persona
endeudada; figurativamente delincuente; moralmente
transgresor (contra Dios):- culpable, deber, deudor, obligar.”
[63], es decir ya forma parte de la lógica misma del lenguaje
bíblico esta equivalencia entre el mal moral y la deuda que
debemos satisfacer para restaurar el orden moral o en otras
palabras reparar el mal hecho, el desorden causado. Se entiende
por ejemplo que cuando alguien nos ofende, nos agrede o nos
hace daño, queda automáticamente en deuda con nosotros,
tiene la responsabilidad de restituir todo el daño causado.

Veamos a continuación un pasaje que ilustra esta equivalencia


bíblica, la primera cita corresponde a la Biblia de la Conferencia
Episcopal Española, la segunda a la Biblia de Jerusalén:

Perdona nuestras ofensas, como también nosotros


perdonamos a los que nos ofenden (CEE: Mt 6,12)

60. cf. Santo Tomás, In II Sent d34 q1 a3 ad4


61. cf. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Deuda.
62. lat. reātus ‘condición de reo’. cf. ibíd, Reato.
63. Diccionario STRONG: G3784
Mal físico punitivo 245

Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros


hemos perdonado a nuestros deudores (BJ: Mt
6,12)

Ahora bien, toda deuda tiene que tener una forma de pagar,
como veremos durante esta sección, la forma en la que se paga
el mal moral, es a través del mal físico ordenado con carácter
de pena. Por lo tanto el mal físico tiene una dimensión positiva
que guarda en relación a su fin correspondiente al orden de
Dios, que compensa y de hecho neutraliza el mal moral
(pecado) al volver a su cause la consecuencia misma del mal
moral que es el no-ser, en otras palabras es como si una luz
se alejase del foco que la alimenta, no le queda otra más que
atenuarse lógicamente.

Para complementar estas verdades de fé, santa Teresa de


AvilaDR comenta que Dios:

No es nada minucioso para tomarnos cuentas, sino


generoso; por grande que sea la deuda, no le cuesta
perdonarla. Para pagarnos es tan mirado, que no
tengáis miedo de que un alzar de ojos acordándonos
de El, deje sin premio. [64]

Y así, aunque sean cosas muy pequeñas, no dejéis


de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad
las pagará; lo que mira es el amor con que lo hacéis.
[65]

En estas moradas no deja el Señor de pagar como


justo, y aun como misericordioso -que siempre da
mucho más de lo que merecemos-. [66]

64. Santa Teresa de Ávila, C 23, 3


65. ibíd, Mdt C 1, 6
66. ibíd, III Moradas 2,8
246 Mal físico punitivo

Sacrificio

Dios instituye en el pueblo hebreo -su pueblo escogido-


sacrificios cultuales (de culto) y expiatorios, para fomentar
en ellos el espíritu de alabanza y de reparación por el pecado
constituyendo así la figura anticipadora del único sacrificio de
Cristo. De hecho:

Jesús ofreció libremente su vida en sacrificio


expiatorio, es decir, ha reparado nuestras culpas con
la plena obediencia de su amor hasta la muerte. Este
amor hasta el extremo (cf. Jn 13, 1) del Hijo de
Dios reconcilia a la humanidad entera con el Padre.
El sacrificio pascual de Cristo rescata, por tanto, a
los hombres de modo único, perfecto y definitivo, y
les abre a la comunión con Dios. [67]

Aunque las privaciones que padecían y ofrecían los hebreos


en expiación eran agradables a Dios pues servían para restituir
el orden moral, no fue hasta el sacrificio expiatorio de Cristo
que los justos que precedieron a Jesús pudieron ir al Cielo,
es decir tuvo Jesús que pagar con su sangre preciosa para que
pudieran entrar en el Cielo.

Cristo muerto, en su alma unida a su persona


divina, descendió a la morada de los muertos.
Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían
precedido. (Cat 637)

Expiar no es más que borrar la culpa o purificar [68], y la culpa


se borra con sufrimiento (mal físico) pero no con cualquier
sufrimiento sino aquel que está unido al sacrificio redentor.
Más adelante veremos que si bien Cristo expió completamente,
67. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 122; cf. CAT 613-617 .
622-623
68. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Expiar.
Mal físico punitivo 247

es decir, borró toda culpa con su mal físico o en otras palabras


pagó por nuestros pecados y pagó plenamente por todas
nuestras deudas, nosotros no tenemos acceso a ese tesoro sino
es mediante su gracia santificante, pues no aplica de forma
automática la redención. Pero por ahora no nos adelantemos
y sigamos con el antiguo testamento pues conviene conocer
cómo eran los sacrificios en el pueblo hebreo para entender
mejor la forma de pagar por nuestras deudas.

El sacrificio se trata de una acción ritual por la que se ofrece


a Dios algún bien creado, privándose de él en todo o en parte
(cf. Dt 12,27), para expiar por el pecado (Miq 6,6-7), y así
eliminar la culpa y la impureza (Lev 14,4-7.52; 16,21-25; Dt
21,1-9). Dentro de los sacrificios se pueden distinguir dos
clases: la ofrenda orientada al perdón de la persona (expiación),
y la ofrenda orientada a la satisfacción de la injuria cometida
(satisfacción).

Todo lo que el pueblo de Israel ofrece al Señor forma parte


de sus propios bienes, de sus medios de sustento, y hace sobre
todo víctimas animales de sus propios ganados, ya sean bueyes,
corderos o cabras (Lev 22, 19 ss), la regla básica era que debían
ser sin defecto (Lev 21, 20; Mal 1, 13). Ofrece también pan,
vino, aceite u otros alimentos, o incluso oro y plata (Núm
7,31-50). Hace oblación de las primicias de los frutos del
campo o de los ganados. Obviamente quien se privaba más
era el cordero que daba su propia vida y no tanto el judío que
se veía privado de una comida muy valiosa, mucho más aun
considerando el contexto geográfico inhóspito donde habitaba
el pueblo hebreo.
248 Mal físico punitivo

Hay que destacar que el sacrificio exterior, es algo


completamente vacío, sino va unido al sacrificio interior, es
decir, a la ofrenda personal. Por eso las sagradas escrituras
resaltan “prefiero la misericordia al sacrificio, y el conocimiento
de Dios al holocausto” (Mt 9,13, Os 6,6) o también “la
obediencia vale más que el sacrificio” (1 Sa 15,22) claro está, si
hay obediencia no hay necesidad de sacrificio alguno.

Es tan importante el sacrificio, que el Redentor mismo


instituyó el Santo Sacrificio de la Misa para que fuera una
continuación incruenta del sacrificio cruento y único del
Calvario.

Reparación y Gracia Santificante

La reparación consiste en ofrecer privaciones de carácter físico


(mal físico) para resarcir el desorden del mal moral (pecado) ya
sea este; propio o de otro a través del sacrificio redentor de
Cristo a modo de co-redentor o alma víctima.

Sin gracia santificante al igual que cualquier obra buena


que hagamos o cualquier sufrimiento que padezcamos no es
meritorio, más si nos prepara para encaminarnos hacia a Dios.

La gracia santificante libra de la pena eterna, pero no


necesariamente del reato de pena temporal. En el purgatorio
las almas gozan de la gracia santificante pero aun así sufren las
penas temporales propias del purgatorio.

El mal moral (pecado) se termina pagando con mal físico


y es algo que hasta puede resultar natural porque el pecado es
alejarse de Dios o en otras palabras atentar contra la existencia
misma, contra Dios que es base de toda existencia. Nuestros
Mal físico punitivo 249

pecados los pagó el Señor con su pasión y muerte, pero para


acceder a los bienes de su redención es imprescindible la gracia
santificante que recibimos en el bautismo y que recuperamos -en
caso de perderla con el pecado mortal- a través del sacramento
de penitencia y reconciliación.

El acceso al manantial de gracias del sacrificio redentor está


condicionado, no aplica de forma automática, hay que recurrir
al sacramento del bautismo para recibir la gracia santificante
y al sacramento de la reconciliación para recuperarla. Es
importante recordar que al perder la gracia santificante no hay
sacrificio que valga:

Porque si después de haber recibido el


pleno conocimiento de la verdad, pecamos
deliberadamente, ya no hay más sacrificio por los
pecados. Sólo resta esperar con terror el juicio y el
fuego ardiente que consumirá a los rebeldes.
(Heb 10,26-27)

Hagamos de cuenta en un ejercicio de imaginación, que


cuando pecamos se abre un portal en el cual lanzamos una
piedra sobre Cristo durante su víacrucis y además le decimos a
los soldados romanos y al sanedrín, le decimos a todos los que
hacen sufrir a Cristo físicamente, que continúen y de hecho
amplíen el sufrimiento en nuestro Señor pues ahora hay un
nuevo mal moral que necesita ser reparado.

Este ejemplo es para mostrar que Jesús literalmente sufre en


ese momento de su pasión por ese pecado que estas cometiendo
ahora, Jesús padece las consecuencias en el siglo I, de tu pecado
cometido en el siglo XXI, literalmente sufre por ti.
A continuación veremos en el siguiente gráfico los tipos de Estados posibles y los reatos de pena asociados:

Almas víctimas o co-redentoras

Nota: si habiendo pecado mortalmente no recurrimos a la confesión entonces no gozamos de la gracia santificante y permanece igualmente
el reato de pena eterna, es como si esa pesada piedra que representa el pecado mortal se nos cae encima, en cambio sí nos confe-samos
entonces llegamos al estado de gracia y esa piedra pesada se transforma en una pluma que representa el reato de pena temporal que debemos
satisfacer aún con la peni-tencia u otra forma de satisfacción congrua.
Mal físico punitivo 251

Su pasión fue una y completa, es cierto, pero vale literalmente


por millones y millones de instancias, tantas instancias como
personas y pecados existen. Jesús dada su naturaleza divina
tenía una capacidad sobrenatural para sufrir, es por eso que
misteriosamente pudo desde su humanidad sufrir por tantas
instancias a través de un único sacrificio, pero es importante
mencionar que en todo momento sufrió desde su humanidad
!por y para ti! siempre pensó en ti durante su pasión , y resulta
evidente que sufría sobrenaturalmente desde su humanidad
pues desde su divinidad no podía padecer ningún mal físico.

Solamente Jesús a través de su sacrificio y por ser verdadero


Dios y verdadero hombre, se constituye como el único mediador
de salvación entre Dios y los Hombres. Por extensión las almas
víctimas que participan del sacrificio redentor de Cristo sufren
también por nuestros pecados ahora mismo, especialmente
los enfermos que ofrecen sus sufrimientos en reparación, sus
sufrimientos están unidos a los del Señor en el Siglo I.

Que no se nos olvide que hay una relación directa entre el


pecado que cometemos ahora y el sufrimiento que padeció
Nuestro Señor en el siglo I, también con el sufrimiento
que están padeciendo ahora mismo las almas víctimas que
participan del sacrificio redentor de Cristo. Las almas víctimas
forman parte de la iglesia militante, están en estado de gracia
y han ofrecido sus sufrimientos en reparación y conversión de
los pecadores, parece que el sufrimiento es enteramente propio,
pero realmente el sufrimiento es el que padeció Cristo y El hace
partícipes de su dolor a estas almas escogidas. Por Cristo, con
El y en El.
252 Mal físico punitivo

El sufrimiento de Cristo estuvo siempre revestido de un


componente sobrenatural, como la angustia que sintió a punto
de morir en el huerto, pues literalmente estuvo a punto de
morir a causa de la tristeza, esa tristeza no era natural, era la
tristeza y agonía que debían sentir cada pecador a causa de sus
pecados, y los sintió y padeció El para redimirnos, literalmente
El sufrió por nosotros, haciendo las veces de nosotros mismos
ante los ojos de Dios recibiendo el castigo divino con todo su
peso. El veredicto que debíamos escuchar nosotros, lo escuchó
El, y no solo que lo escuchó sino que lo pagó Jesús tantas veces
como pecadores y pecados existen, muchísimas instancias a
través de un único sacrificio. Es como un único billete que
vale por millones de dólares, es un único billete que vale por
muchas unidades monetarias.

Nota: Antes de que comience a recortar esta hoja debe saber que ese billete no es real ni existe en la vida real.
Mal físico punitivo 253

Satisfacción y el sufrimiento como moneda de pago

El más mínimo de los pecados ofende mucho a Dios, pero


ha sido Dios quien ha determinado que pecados conllevan
reato de pena temporal o eterna, es decir el tipo de deuda que
debe saldarse según el mal moral cometido. Es Dios quien ha
determinado que materias son graves o leves.

Jesús no sufrió por entretenimiento, sufrió (mal físico) para


redimirnos. Redención significa pagar la deuda que hace libre
a un esclavo o pagar el precio de rescate de alguien secuestrado
por ejemplo[69], Jesús pagó el precio con su preciosísima
sangre. El sufrimiento guarda entonces una dimensión positiva
en relación a su finalidad. Por eso decía Pablo que era un
escándalo la cruz y todavía sigue siéndolo incluso para algunos
católicos (cf. 1 Cor 1,18-23). Negar la deuda es negar que Jesús
pagó por ella con la moneda del sufrimiento.

El sufrimiento (mal físico) es la moneda por así decirlo


que puede usarse para “comprar” o “pagar” conversiones de
pecadores por ejemplo o dicho de otro modo restaurar cualquier
tipo de desorden que causa el pecado sea el que sea, el valor de
esa moneda la da el Banco Central como toda moneda, y el
Banco Central sería el sacrificio redentor de Cristo, fuente de
toda gracia santificante.

Sufrimiento

69. cf. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Redimir.
Nota: El sufrimiento tiene como fin entre otros, pagar o dicho de otro modo,
restaurar cualquier tipo de desorden que causa el pecado, sea cual sea este
desorden. Se logra así conversiones, fin de guerras o discordias, apostolados
eficientes, etc.
254 Mal físico punitivo

Nosotros también podemos pagar a través del sacrificio


redentor de Cristo por nuestros pecados o pecados ajenos,
incluso si no tenemos una enfermedad que ofrecer, podemos
ofrecer por ejemplo la privación de nuestra voluntad, ofreciendo
pequeños sacrificios a lo largo del día. De cualquier manera
hay que tener claro que no podemos pagar la deuda eterna
más si la temporal unido a Cristo, si pudiéramos con nuestro
sufrimiento redimir-nos no sería necesaria la cruz de Cristo y
eso no es así, dependemos totalmente del sacrificio redentor.

Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una


corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una
incorruptible. (1 Co 9,25-27)

No siempre Dios pide satisfacción congrua, por pura


misericordia puede eximir cualquier tipo de satisfacción, de
hecho:

No hay que exagerar de tal forma el carácter


vindicativo de los castigos divinos, como si Dios
se viera obligado por su justicia a no perdonar el
pecado hasta exigir una satisfacción completa, como
enseñaron, siguiendo el ejemplo de San Anselmo
de Cantorbery (1109), H Tournely (1729) y Fr. X.
Dieringer (1876). Como Dios, por ser soberano y
Señor universal, no tiene que dar cuenta a ningún
poder superior, tiene derecho a ser clemente, y esto
significa que es libre para perdonar a los pecadores
arrepentidos sin que ellos ofrezcan una satisfacción
congrua o sin satisfacción alguna. [70]

70. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona


1966, p. 41 [Nihil Obstat]
Mal físico punitivo 255

El siguiente pasaje de la lectura del santo evangelio del


(13-VIII-2015) tomado del evangelio según san Mateo (Mt
18,21—19,1) nos enseña algo muy valioso:

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le


preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas
veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta
setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El
Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso
ajustar cuentas con sus servidores. El primero que
le presentaron le debía muchos millones. Como
no tenía con qué pagar, el señor mandó que
lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas
sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor,
arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten
paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo
lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó
la deuda. Pero apenas había salido aquel servidor, se
encontró con uno de sus compañeros, que le debía
poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi
256 Mal físico punitivo

lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que


me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba:
‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el
otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en
la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de


indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido.
Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo
malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque
me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber
tenido compasión de tu compañero, como yo
tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo
entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta
que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi
Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona
de corazón a su hermano”. Cuando Jesús terminó de
hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que
queda al otro lado del Jordán. (Mt 18,21—19,1)

Notemos que Jesús ha de exigirnos que paguemos


absolutamente toda nuestra deuda si nosotros no mostramos
misericordia, además que aunque en un primer momento “el
rey” representando figurativamente a Dios exija la satisfacción
de nuestras deudas, si le pedimos e imploramos misericordia él
puede absolvernos de pagar dicha deuda, pero siempre y cuando
nosotros también seamos misericordiosos y perdonemos a
nuestros deudores, ese es el factor de justicia que conlleva este
gesto hermoso de misericordia de no pedirnos satisfacción
alguna. Incluso muchas personas en el juicio final serán
condonadas sus deudas de pena temporal extraordinariamente,
pues no habrá purgatorio en esa instancia para que quienes estén
vivos para el momento del juicio final, también en el bautismo
Mal físico punitivo 257

o incluso con una conversión profunda no permanece reato de


pena temporal alguno por misericordia de Dios.

El perdón del pecado y la restauración de la comunión con


Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado, pero
las penas temporales del pecado permanecen (cf. CAT 1473).
Los condenados son los únicos que pagan su reato de pena
eterna con todo lo que eso implica, de hecho alejarse de Dios a
través del pecado implicaría en un contexto libre de misericordia
dejar de existir directamente, pero Dios en su infinita bondad
le otorga ciertas gracias incluso a los condenados, no les deja de
amar aunque les ame menos o en otras palabras desee bienes
(ame) en menor medida a los condenados que a los santos.

Alguien podría pensar que ya recibido el perdón de un pecado


no queda ningún tipo de deuda o reato, pero debemos tener
muy presente que esto no es así, la deuda de pena temporal
hay que pagarla en la tierra o en el purgatorio[71] y además la
reparación se puede llevar a cabo de varias formas entre ellas el
Concilio Dogmático de Trento nos recalca que:

CAN. XIII. Si alguno dijere que en manera alguna


se satisface a Dios por los pecados en cuanto a la
pena temporal por los merecimientos de Cristo con
los castigos que Dios nos inflige y nosotros sufrimos
pacientemente o con los que el sacerdote nos
impone, pero tampoco con los espontáneamente
tomados, como ayunos, oraciones, limosnas y
también otras obras de piedad, y que por lo tanto
la mejor penitencia es solamente la nueva vida, sea
anatema [cf. 904 ss] [72]

71. cf. Concilio de Trento, XIV; DS 1580


72. Concilio de Trento, Sesión XIV, Cánones sobre el sacra-mento de la peni-
tencia (cf. DS 1713)
258 Mal físico punitivo

El mal físico de penitencia debe ser ordenado y acorde a las


disposiciones del director espiritual en concordancia con las
Escrituras, Tradición y Magisterio de la Iglesia, pero es una de
las formas que en estado de gracia se puede reparar por el mal
moral (pecado) propio o ajeno. En cuanto a la deuda eterna
propia del pecado o la paga Cristo o la pagamos nosotros, si la
pagamos nosotros será con condenación eterna, si la paga Cristo
será nuestra salvación eterna y para que esto suceda debemos
estar en gracia santificante, no hay justificación automática.

De cualquier manera tengamos muy presente que:

Dios no siempre perdona todas las penas temporales


debidas por el pecado al perdonar la culpa del mismo
y su castigo eterno (de fe). El concilio de Trento, a.
s.; Dd 922; cf. Dz 807, 840, 904, 925.

El concilio de Trento, para probar este dogma


(Dz 904), nos remite a «los ejemplos bien claros
y significativos que se encuentran en la Escritura»,
los cuales muestran que el pecador, después de
perdonada su culpa, tiene que sufrir todavía castigos;
v.g., Gen 3, 16 ss (nuestros primeros padres) ; Num
12, 14 (María, hermana (de Moisés) ; 14, 19 ss
(Israel) ; 20, 11 s (Moisés y Aarón) ; 2 Re 12, I.3 s
(David). Cristo pide a sus discípulos que lleven la
cruz juntamente con El (Mt 16, 24; 10, 38), esto es,
que hagan obras de penitencia.

La mente de los padres, a este respecto, aparece


bien clara en la disciplina penitencial de la antigua
Iglesia. Cuando, por motivos especiales, se concedía
la reconciliación antes de haber transcurrido el
Mal físico punitivo 259

plazo fijado para la penitencia, entonces había


que continuar esa penitencia aun después de la
reconciliación; cf. Dz 57. SAN AGUSTÍN dice:
«El castigo dura más que la culpa. De lo contrario,
podría ser que alguno considerase pequeña la culpa,
si con ella cesase también el castigo» (In loh., tr.
124, 5). [73]

73. Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona


1966, p. 637 [Nihil Obstat]
260

Pecado Mortal Pecado


PecadoVenial
Venial
Sin perdonar Perdonado Sin perdonar Perdonado
Satisfecho
(Condenación propia en el Infierno o a través de la
gracia santificante del sacrificio redentor de Cristo en
Reato de la Cruz)
Pena Eterna No Satisfecho
(Habiendo cometido un pecado mortal y mientras
dure el peregrinar temporal en la tierra)

Satisfecho
Mal físico punitivo

(Ya sea a través de indulgencia plenaria o habiendo


cuanto a satisfacción y pecado se refiere:

Reato de pagado el reato a través de padecimientos en la Tierra


o Purgatorio)
Pena
Temporal No Satisfecho
(En el caso de indulgencia parcial, si se cometió
pecado venial o si luego de perdonada la culpa del
pecado mortal permanece el reato de pena temporal)
El siguiente cuadro puede resumir los tipos de situaciones en
Mal físico punitivo 261

Conciencia

Aunque no tengamos conciencia de ello, cada falta incluso


las veniales no quedan impunes (cf. Mat 5,26), si estamos en
gracia santificante somos justificados por el Señor y librados
de pena eterna, pero de las penas temporales propias de los
pecados veniales o consecuencias de los pecados mortales no
necesariamente somos librados en estado de gracia aunque con
la debida contrición se podría pues Jesús murió por todos los
pecados (graves y leves). Por otra parte si estamos en estado de
pecado seguimos reos de muerte, es decir reos de condenación
eterna. El siguiente comentario de San Juan Crisóstomo nos
recuerda que las faltas por más leves que sean no quedan
impunes:

Señor, si examináis las iniquidades, ¿quién podrá


sufrir vuestro juicio? Cuando David hablaba de
este modo, conocía muy bien que delante de Dios
somos reos de una infinidad de pecados, y que los
que parecen más leves, y tal vez no los vemos, se
nos representarán algún día en el juicio para ser
castigados con mucho rigor. [74]

Incluso recuperada la gracia santificante (justificación) a


través de la confesión luego de confesar un pecado grave,
pueden permanecer pecados veniales de los cuales no estemos
arrepentidos o incluso consecuencias vivas del pecado mortal
de los cuales no estemos consientes y que igualmente deben ser
purgadas. Por ejemplo alguien que lanzó una bomba atómica y
luego se arrepiente, por muchos años quedarán consecuencias
vivas de su daño que es necesarias reparar y es que nada queda
impune en el orden moral, de hecho:

74. Pierre Tricalet, Sentencias Espirituales de San Juan Crisóstomo, Biblioteca


Portátil de los Padres y Doctores de la Iglesia vol. 6, Imprenta Real, Madrid
1790, pág 333
262 Mal físico punitivo

Puede ocurrir que el pecador no se dé cuenta, en un


momento dado, de que está siendo castigado por
su pecado, por no oponerse el castigo a la voluntad
actual, sino sólo a la habitual o a la simple inclinación
natural de la voluntad. Nada queda impune en el
orden moral perturbado por el pecado, aunque no
se dé cuenta de ello el pecador. [75]

Incluso el justo cuando se ve afligido padece la incertidumbre


de saber si está o no siendo castigado, san Isidoro de Sevilla nos
menciona que:

Con todo, ni aun aquel que no sabe por qué es


castigado se queja justamente. Porque muchas veces
Dios aflige al justo para que no pierda la justicia a
causa de la soberbia. [...] Frecuentemente, el justo se
lamenta e ignora si sufre los padecimientos presentes
por causa de todos sus pecados o solo por causa de
uno. Desconociendo cuál pueda ser la culpa por
la que soporta tal género de suplicios, y se haya
apenado por la misma incertidumbre. [76]

Por otro lado algunos creen erróneamente que si su conciencia


nada le reprocha entonces ya están justificados, como si el juicio
del Señor fuera un mero formalismo, pero san Pablo nos dice

Cierto que mi conciencia nada me reprocha; más


no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor.
(1 Co 4,4)

75. P. Antonio Royo Marín, Dios y su obra, Biblioteca de Autores Cristianos,


p. 610
76. San Isidoro de Sevilla, Los tres libros de las Sentencias, Libro III, Capítulo
II, 12
Mal físico punitivo 263

Y esto es último es muy cierto pues “a cada uno le parece


correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones”
(Proverbios 21,2) y solo Dios puede juzgar, ni siquiera nosotros
podemos afirmar a partir de nuestra conciencia que estamos
justificados, de hecho nuestra conciencia terrena es pasajera
y hasta se puede adormecer en medio de los vicios o ser
influenciada por males físicos. La conciencia inicialmente nos
ha de indicar que algo es malo pero si decidimos ir por el camino
del mal reiteradas veces, una de las penas concomitantes es que
la conciencia misma se adormece y luego nada o pocas cosas
parecen ser pecado, por eso se dice que “bien sabe el Señor librar
de la prueba a los piadosos y guardar a los impíos para castigarlos
en el día del juicio” (2 Pe 2, 9) pues Dios le niega ciertas gracias
a los impíos como una recta conciencia, guardándolos así para
castigarlos el día del juicio. El adormecimiento de la conciencia
sucede cuando reiteradas veces se elige hacer el mal, por eso
vemos como miembros de EI entre otras facciones extremistas
aplican violencia y maldad sin remordimientos de conciencia.

Salvo una revelación particular como la que tuvo el Padre


Pío, no es posible saber si un evento particular se trata o no de
un castigo.

Una joven venía desde Benevento para pedir


una gracia para su marido que se había quedado
totalmente ciego. Padre Pio dijo que la única
esperanza para la salvación de su marido era que
estuviera ciego, como castigo por haber golpeado
a su padre. La pobre mujer se lo hizo saber a su
marido. El primero estaba renuente, y luego
revelo que cuando tenía 16 años de edad, el había
severamente golpeado a su padre con una barra de
hierro. [77]
77. Mortimer Carty, f. C. (1973). Padre Pio the stigmatist. TAN Books,página
28-29
264 Mal físico punitivo

Incluso san Pio de Pieltrecina llegó a plantearse si algunos


sufrimientos que padecía a causa de un evento sobrenatural
donde un ángel lo hirió, se trataría de un castigo, su director
espiritual con la gracia de Dios le aclara que se trata de una
prueba y efectivamente fue así, pues ayudó a muchas almas a
través de ese dolor intenso.

Lo que sucedió al Padre Pío. Él lo narra de la


siguiente manera: « Estando el 5 de agosto por la
tarde confesando a un grupo de jóvenes me invadió
un intenso terror al contemplar a un ángel que se
me presentaba. El traía en su mano una flecha o
dardo de metal que en su extremo tenía fuego. El
ángel lanzó ese dardo hacia mi corazón. Yo sentí
un terribilísimo dolor. Dije al jovencito que estaba
confesando que se fuera por favor, porque yo no
podía en ese momento seguir confesando. Este
tormento me duró ese día, el día 6 y hasta la mañana
del 7 de agosto. La herida me sigue causando un
dolor intenso. ¿Será que el Señor me la envía por
mis pecados? ».

El padre director espiritual le respondió diciéndole:


« Esté tranquilo. Es una prueba del gran amor que
Dios le tiene. Con esto podrá ayudar mucho a
convertir pecadores ». [78]

Solo en el fin de los tiempos sabremos sin lugar a dudas si


algún hecho particular ha sido un castigo divino, pero basta
estar consciente de la culpa para sospechar que hay castigo
divino, pues con culpa (mal moral) el mal físico que se padece
es merecido -guardando claro está, una justa proporción que
solo Dios conoce en detalle- por lo tanto si es merecido, es
78. P. Eliécer Sálesman, El Padre Pío de las cinco heridas de Cristo (3a.
edición), Capítulo 13: “Transverberación y estigmatización”, Editorial Centro
Don Bosco, Bogota 2008, Pág. 101
Mal físico punitivo 265

justo, y ahí quedan menos dudas de su carácter de castigo, pues


sin lugar a dudas todo lo que es justo es bueno, y todo lo bueno
viene de Dios.

Hay situaciones que no dejan lugar a dudas de su carácter


de castigo ya sea por la evidente relación con el pecado o por
revelación particular, cuando pecamos y luego padecemos
un mal físico a causa de ese pecado sabemos muy bien que es
castigo divino, por ejemplo; si un niño ofende muy gravemente
-y sin justificación alguna- a su madre en un parque y acto
seguido camina dos pasos y ocurren varias “coincidencias” (piso
desnivelado, obstáculos, personas atravesadas, etc…) que hacen
inevitable que se caiga dándose una trompada contra el piso
justo en la boca por la cual segundos antes estaba ofendiendo a
su madre faltando al cuarto mandamiento. Ya solo por el hecho
de que es justo que le haya pasado eso, hace que se considere
como un posible castigo divino, pues todo lo que es Justo
procede de Dios y es algo bueno como dijimos anteriormente.

Víctima

Una víctima es una “persona que padece daño por culpa


ajena o por causa fortuita”[79], en nuestro contexto de Justicia
Divina, la víctima es básicamente el inocente que padece mal
físico (natural y/o sobrenatural) en reparación por el mal moral
cometido por los culpables, es decir padece por una culpa ajena.

En estado de gracia se presenta para el Cristiano una


oportunidad única y muy valiosa, de unir su sufrimiento con el
del Siervo Doliente (Jesucristo) en el sacrificio del Calvario con
el fin de salvar, de ser otro Cristo (alter Christus) reconociendo
que los actos propios con carácter expiatorio lo son en virtud
de su indispensable relación con la muerte expiatoria de Cristo
79. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Víctima
266 Mal físico punitivo

(cf. DS 1689) a través de la gracia santificante. Con el sacrificio


de Nuestro Señor, se da un cambio de sentido del sufrimiento
y se presenta desde su dimensión salvífica para que el hombre
tenga vida eterna. Y es importante resaltar que este sacrificio
tiene carácter de castigo pues aunque Jesús haya sido perfecto
inocente, se hizo culpable o en otras palabras hizo las veces de
culpable, asumió la culpabilidad de cada uno de nosotros ante
la Justicia Divina y recibió el castigo que nos trae la paz (cf. Is
53,5 ; 2 Co 5,21), por eso dice Isaías en su profecía que “Él
soportó el castigo que nos trae la paz y por sus heridas hemos
sido sanados.” (Is 53, 5)

De hecho Jesús prevé su propia muerte atribuyéndole un valor


expiatorio (Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; Mc 10,45). Por eso
la muerte de Jesús en la cruz es una especie de condenación
divina del pecado. Su resurrección en cambio es la victoria
sobre la muerte y aparece igualmente como una victoria sobre
el pecado y sobre las fuerzas diabólicas.

Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó


la condenación de todos, también el acto de justicia
de uno solo producirá para todos los hombres la
justificación que conduce a la Vida. (Rom 5, 18)

Conocer este sentido salvífico del sufrimiento es una gracia


de Dios y trae un gozo indescriptible que nos lleva a un alto
grado de comunión con Cristo, al punto de afirmar “yo estoy
crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en
mí” (cf. Gál 2,19-20), San Pablo nos comparte con alegría este
descubrimiento que pertenece a la trascendencia del hombre y
es válido para toda la humanidad:
Mal físico punitivo 267

Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y


completo en mi carne lo que falta a los padecimientos
de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.
(Col 1, 22-24)

Todo sufrimiento humano, unido al de Cristo, completa “lo


que falta a las tribulaciones de Cristo en la persona que sufre,
en favor de su Cuerpo” (cf. Col 1, 24): el Cuerpo es la Iglesia
como comunidad salvífica universal. Esto no quiere decir que la
redención de Cristo no es completa, la redención está realizada
plenamente, más bien significa que permanece constantemente
abierta a todo amor que se expresa en el sufrimiento humano
y es así que “todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse
también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo”[80].
Nuestro Señor nos invita a ser co-redentores al igual que María
que siendo inocente sufrió con El y en El, por eso Simeón ya le
decía a la Virgen María sobre Jesús que:

Este niño será causa de caída y de elevación para


muchos en Israel; será signo de contradicción, y a
ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se
manifestarán claramente los pensamientos íntimos
de muchos. (Lc 2,34-35)

Solo Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad


es mediador de salvación, todos los demás participan de esa
mediación, Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre y a
tal punto podemos lograr una comunión con El que podemos
llegar a decir como san Pablo que:

Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino


que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al
presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios
que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
(Gal 2,19-20)
80. San Juan Pablo II, Salvifici Doloris, Capítulo V, 19
268 Mal físico punitivo

Si dejamos que Jesús sufra en nosotros y a su vez nosotros


en El, la Cruz se hará mucho más ligera y aunque suframos
tendremos la gracia necesaria para poder cargar la Cruz (cf. Mat
11,28-30). Aunque lleguemos a la santidad, aun así estando
en la tierra podemos y de hecho estamos llamados a padecer
junto a Cristo en la Cruz en reparación por los pecados de
otras personas, la Cruz nos santifica pero además santifica a los
demás y todos en la Tierra tenemos cruces que cargar, es como
quien hace una tarea en el colegio y luego aparte de la tarea
propia le queda tiempo de ayudar a los menos favorecidos con
la suya y así la clase termine antes y de la mejor manera. De
hecho la pureza de corazón nos permite también ver claramente
y ayudar al hermano a perfeccionarse (cf. Mat 7,5).

Pareciera desde nuestra lógica humana que exclusivamente


el culpable es el que debería ser castigado y que el inocente no
tendría porque sufrir por los culpables, haciendo las veces de
culpable. Pero si la lógica humana fuera la que se impusiera en
cuanto a que un inocente no puede sufrir supliendo la deuda del
culpable no se entendería la reparación, pero principalmente;
Jesús no hubiera venido a la Tierra y todos nosotros estaríamos
condenados. Quiso Dios que disponer de ese orden para que
pudiéramos ser redimidos, de tal manera de que se satisficiera
su Justicia y su Misericordia.
Beata Alejandrina vivió en grado extremo la Justicia Divina
como alma víctima. Te invito a conocer su vida y escritos
debidamente aprobados por la Iglesia; en el libro “Beata
Alejandrina y la Justicia Divina” disponible gratis en su versión
electrónica y en Amazon la venta de la versión física.

uncatolico.org/LibroAlejandrina
Nota: El 18 de enero de 1977, la Congregación para la Doctrina de la Fe con-
cedió la aprobación Nihil Obstat a sus escritos.
270 Mal físico punitivo

Veamos a continuación una hermosa frase del Diario de


Santa Faustina, que como siempre y toda revelación privada
aprobada por la Iglesia recalca la sana doctrina:

Hay un solo precio con el cual se compran las almas,


y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en
la cruz. El amor puro comprende estas palabras, el
amor carnal no las comprenderá nunca. [81]

Te doy una pequeña parte en la Redención del


género humano. Tú eres el alivio en el momento de
Mi Agonía. [82]

En otros pasajes del diario escribe santa Faustina:

Jueves Santo. Jesús me dijo: Deseo que te ofrezcas


como victima por los pecadores y, especialmente,
por las almas que han perdido la esperanza en la
Divina Misericordia. Dios y las almas. – Acto de
ofrecimiento. [83]

El Señor me ha hecho conocer su voluntad como


en tres aspectos, pero constituían una sola cosa. La
primera es aquella en la cual las almas apartadas del
mundo arderán como victimas ante el trono de Dios
y pedirán misericordia para el mundo entero….
Implorarán bendiciones para los sacerdotes y, a
través de la oración, prepararán al mundo para la
venida final de Jesús. [84]

1 X 1937. Hija Mía, necesito sacrificios hechos por


amor, porque sólo éstos tienen valor para Mi. Es
grande la deuda del mundo contraída Conmigo,
81. Santa Faustina, Diario Divina Misericordia, 324
82. ibíd, 310(134)
83. ibíd, 308 (1934).
84. ibíd, 1155 (43)
Mal físico punitivo 271

la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios,


practicando la misericordia espiritualmente. [85]

Una vez, pasando cerca de un grupo de personas


pregunté al Señor: ¿Están todos en el estado de
gracia, visto que no he sentido Tus dolores? El hecho
de que tú no has experimentado Mis dolores no
quiere decir que todos están en el estado de gracia.
A veces te hago sentir el estado de ciertas almas y
te doy la gracia de sufrir solamente porque te uso
como un instrumento para su conversión. [86]

Deseo satisfacer a Jesús según la clase [del pecado].


Hoy, durante siete horas he llevado una cintura de
cadenitas para impetrar por cierta alma la gracia
del arrepentimiento; a la séptima hora sentí alivio,
porque aquella alma en su interior ya recibía el
perdón aunque todavía no se había confesado. El
pecado de los sentidos: mortifico el cuerpo y ayuno
según el permiso que tengo; el pecado de soberbia:
rezo con la frente apoyada en el suelo; el pecado
del odio (14): rezo y hago una obra de caridad a la
persona con la cual tengo dificultades, y así, según la
clase de pecados conocidos, satisfago la justicia. [87]

Al igual que Beata Alejandrina y Santa Faustina, Santa


Gemma Galgani fue un alma víctima. En uno de sus escritos
podemos leer:

Pecadores tienes muchos, pero víctimas tienes pocas.


Las víctimas tienen que ser inocentes, y yo no tengo
nada de inocente. ¡Sálvalos, Jesús, sálvalos!

85. Santa Faustina, Diario Divina Misericordia, 1316(57)


86. ibíd, 1357
87. ibíd, 1248
272 Mal físico punitivo

He cometido yo tantos [pecados], y has tenido


misericor­dia .. : Espera, espera un poco más a
castigarlos. Espera, Jesús; desahógate conmigo,
desahógate, pero espera. Sea cualquiera el
padecimiento que me mandes, nada rehusó.

[…] Desahógate conmigo. Quiero ser toda víctima


por los pecadores, quiero vivir víctima y quiero
morir víctima. [88]

En una de sus cartas a su director espiritual, escribe Santa


Gemma:

¿Y sabe qué cosa se me ha metido en la cabeza, padre


mío? Pues hacerme santa, cueste lo que cueste; este
propósito lo hice ayer tarde durante la Meditación.
Meditaba: se vive una sola vez…, es cierto que hay
que morir…,que hay que vérselas con Dios…, y
sé que este Dios castiga a los malos con el fuego
eterno… [89]

En el diario de Beata Alejandrina también Nuestro Señor


le narra la necesidad de almas víctimas que reparen por los
pecados:

Yo le pregunte a Jesús que había de hacer para


amarlo mucho. El me dice: -anda para mis sagrarios
a consolarme y reparar. No descanses en reparar.
Dame tu cuerpo para crucificarle. Necesito de
muchas víctimas para sustentar el brazo de mi
justicia ¡y tengo tan pocas¡ Anda substitúyelas...[90]

88. Santa Gema Galgani, éxtasis 2. Septiembre 1899(cf. Carta al P. GERMÁN,


núm. XV)
89. Miguel González Rodríguez, La gloria de la cruz, Cap. “Cartas de Gema
a su director P. Germán de San Estanislao, Pasionista” 40, BAC Madrid 2002,
pág. 170
90. Extracto de la carta de Alejandrina al P. Mariano Pinho 01-X-1934
274

Jesús y María sufrientes

Existen revelaciones privadas donde Jesús se muestra triste o


sufriente y de igual manera la Virgen María, hay que destacar
que ellos están en el Cielo y no hay posibilidad que ellos
sufran directamente ningún tipo de mal como la tristeza o el
sufrimiento, pero su tristeza y sufrimiento tienen una dimensión
real en la comunión de los santos, es decir ellos sufren en los
miembros de la iglesia que aún permanecemos en la Tierra y en
el Purgatorio. Por eso nos dice San Pablo:

Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un


miembro es honrado, todos se alegran con él. Pues
bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno
es un miembro. (1 Co 12,26-27)

De hecho san Pablo nos recalca que es necesario “llevad los


unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo”
(Gál 6,2). Es un misterio como sucede esta comunión que hace
que Cristo pueda “sufrir” a través de los miembros de su cuerpo
místico que aún estamos en la Tierra o Purgatorio, pero sucede
pues somos miembros vivos de su Cuerpo y precisamente eso
es la Iglesia de la cual Él es cabeza, estamos de alguna manera
en Cristo, en el mismísimo Calvario.

El cuerpo glorioso de Cristo no tendría por qué tener llagas


más sin embargo las tenía incluyendo la del costado que le
atravesó su corazón y que santo Tomás tocó por su falta de fe
(cf. Jn 20, 24-28). Se podría decir que las llagas vivas del cuerpo
glorioso de Cristo son los enfermos y sufrientes, mostrando
como su Cuerpo Místico (Iglesia) está aún abierta al dolor
mientras dure este peregrinar hacia el Cielo. Incluso podemos
decir que en los enfermos hay una gran riqueza y son de hecho
Mal físico punitivo 275

el tesoro de cualquier apostolado eficaz, san Josemaría llevó


adelante el Opus Dei gracias a los enfermos de un hospital de
Madrid, le decía a los enfermos incluso al momento de morir
susurrándole al oído, pero con énfasis; “¡Bendito sea el dolor,
amado sea el dolor, santificado sea el dolor, glorificado sea el
dolor!” y es que el dolor cuando está unido al dolor de Cristo
en la Cruz adquiere un valor sobrenatural inmenso, un valor
redentor que atrae muchas gracias de parte de Dios.

Jesús y María solo sufren en nosotros (Iglesia militante


y purgante) no en ellos mismos pues ahora están en el cielo
y no pueden sufrir más que en nosotros los otros miembros
del cuerpo místico de Cristo a través de la comunión de los
santos. La tristeza de Jesús y María expresada muchas veces en
revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia; podemos decir
que es real, en la medida que sufren en los miembros de la Iglesia
militante y purgante, ya en el cielo no pueden sufrir (Iglesia
triunfante), de cualquier forma es importante mencionar que
todos estamos unidos por medio de la gracia santificante.

Mortificación

En este contexto conviene mucho recordar uno de los pasajes


del evangelio donde Jesús nos habla de tomar la cruz y seguirlo,
en aquel entonces dijo a los discípulos:

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue


a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda
por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un
hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?
¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo
del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre
sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su
conducta. (Mt 16, 24-27)
276 Mal físico punitivo

San Agustín muy bien nos dice que “esa cruz que el Señor nos
invita a llevar, para seguirle más deprisa ¿qué significa sino la
mortificación?” [91] y san Josemaría añade por su parte que “si
no eres mortificado nunca serás alma de oración”.[92] El punto
de todo esto es que las almas que más logran una comunión
con Jesús, desean fervientemente sufrir con El y ser partícipes
de su dolor durante su pasión y muerte en la Cruz, Santa Gema
Galgani de espiritualidad pasionista le decía:

Jesús, Dueño mío... Cuando mi cabeza se acerque


a la tuya, hazme sentir el dolor de las espinas que
te punzaron. Cuando mi pecho se recline sobre el
tuyo, haz que yo sienta la lanzada que te traspasó.
[93]

Nosotros estamos llamados a tomar la Cruz, es decir asumir


en nosotros voluntariamente males físicos (sufrimientos,
dolores, tristezas, etc…) que tengan sentido salvífico como
los asumió Jesucristo, pero hay que destacar que hay que
tener mucho cuidado con formas de penitencia que sean
desordenadas y que lejos de agradar a Dios se convierten en
pecado. Las mortificaciones que padezcamos deben ser acordes
a la voluntad de Dios; para saberlo están las enseñanzas de la
Iglesia y de modo particular las del director espiritual, que
tiene una tarea muy importante en cuanto a regular este tipo
de sacrificios voluntarios.

Existen dos tipos de mortificación: la exterior y la interior.


La de más alto nivel de santidad es la de tipo interior pero las
exteriores aunque son limitadas en su efectividad sirven para
aproximarse a esta mortificación interior más fácilmente.

91. San Agustín, Epist. 243, 11


92. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino n. 172
93. Santa Gemma Galgani, Éxtasis 30-VI-1902
Mal físico punitivo 277

Se habla de mortificación exterior cuando refrenamos


la voluntad con aspectos propios de nuestro cuerpo físico
intentando reducir placeres (bienes físicos) que nos distraen
de la voluntad de Dios y nos aleja de ella, es decir refrenamos
nuestra voluntad imperfecta para acercarla a la voluntad perfecta
de Dios. Ejemplos de mortificación exterior son el ayuno que
limita el placer que da la comida, el cilicio (vestidura áspera o
incomoda) que limita el placer regular del tacto, el despertar
muy temprano que limita el placer del buen dormir, etc.

Ahora bien, el nivel más alto de santidad se logra a través de


la mortificación interior, en palabras de san Josemaría podemos
mencionar a modo de ejemplo:

La sonrisa amable para quien te molesta; aquel


silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa
conversación con los cargantes y los inoportunos;
el pasar por alto cada día, a las personas que
conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e
impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es
sólida mortificación interior. [94]

Ahora bien recordemos siempre que cualquier tipo de


mortificación debe estar sujeta a la voluntad de Dios que
conocemos a través de su Iglesia, y otro aspecto a tomar en
cuenta es que si asumimos voluntariamente una mortificación
no tenemos por qué imponerle a los demás dicha mortificación
por eso “busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás”
[95]

Siempre tendremos motivos para ofrecer algún tipo de


mortificación, san Josemaría nos comenta:

94. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino n. 173


95. ibíd, 179
278 Mal físico punitivo

¿Motivos para la penitencia?: Desagravio,


reparación, petición, hacimiento de gracias: medio
para ir adelante...: por ti, por mí, por los demás, por
tu familia, por tu país, por la Iglesia... Y mil motivos
más.

No hagas más penitencia que la que te consienta tu


Director.

¡Cómo ennoblecemos el dolor, poniéndolo en el


lugar que le corresponde (expiación) en la economía
del espíritu! [96]

96. San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino n. 232-234


280 Mal físico punitivo

Jesús: sacerdote, víctima y aceptador

En las escrituras la misma palabra griega (ἱλάσκομαι) se


traduce como expiación y propiciación según el contexto. Pero
hay una ligera diferencia en los términos. La expiación es el
acto que se traduce en el cambio de la disposición de Dios para
con nosotros, cambio de disposición que no es relativa a Dios
sino a nosotros, Dios es inmutable en su Justicia, más bien el
cambio sobrevino en la humanidad, es decir, existe una relación
entre Dios y la humanidad. El cambio de disposición de Dios
para con nosotros obedeció a un cambio en la humanidad
en dicha relación, pero al cambiar la humanidad la relación
se actualizó y cambió pero no porque Dios cambiará alguna
cosa en su Justicia sino todo lo contrario se refuerza su perfecta
Justicia. Es lo que Cristo hizo en la cruz, y el resultado de la
obra de Cristo de expiación es también propiciación pues la ira
de Dios es alejada.

La distinción entre expiación y propiciación es la misma que


hay entre el rescate que se paga y la actitud de la persona que
recibe el rescate. Cristo (El Hijo) paga al ser verdadero hombre
y poder sufrir por todos nosotros como miembro perfecto
de la Humanidad, a su vez Dios (santísima Trinidad) recibe
el sacrificio y lo haya agradable, cambiando su disposición
para con nosotros en cuanto a por ejemplo tener cerrada las
puertas del Cielo que desde Cristo volvió a estar abiertas a toda
la humanidad, pero hay que volver a resaltar que este cambio
de disposición no es un cambio en la inmutable Justicia de
Dios sino que es relativa al género humano, no es Dios quien
se reconcilia con nosotros, somos nosotros los que somos
reconciliados para con Dios.
Nota: Nunca se dice que Dios es el reconciliado, hecho que por sí mismo es indicativo
de que es el hombre quien tiene que ser reconciliado con Dios, y no Dios con el hombre.
Dios es siempre el mismo, y, debido a su propia inmutabilidad, su actitud relativa cambia
hacia aquellos que cambian. Puede actuar de forma diferente hacia aquellos que acuden a él
por la fe, y solo sobre la base del sacrificio propiciatorio de Cristo, no debido a que él haya
cambiado, sino debido a que siempre actúa conforme a su inmutable justicia. Por ello, la
obra expiatoria de la cruz es el medio por el cual queda rota la barrera que el pecado inter-
pone entre Dios y el hombre. Por la entrega en sacrificio de su vida inmaculada, sin pecado,
Cristo anula el poder del pecado para separar a Dios del creyente.
Mal físico punitivo 281

Según el DRAE:

Propiciación (Del lat. propitiatĭo, -ōnis).

1. f. Acción agradable a Dios, con que se le mueve a


piedad y misericordia.
2. f. Sacrificio que se ofrecía en la ley antigua para
aplacar la justicia divina y tener a Dios propicio.[97]

Expiar. (Del lat. expiāre).

1. tr. Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio


de algún sacrificio.
2. tr. Dicho de un delincuente: Sufrir la pena
impuesta por los tribunales. [98]

Anteriormente mencionamos que Dios (Santísima Trinidad)


aceptaba el sacrificio que Jesús (El Hijo) siendo verdadero
hombre hacía para redimirnos, ahora bien como resulta evidente,
Jesús también es Dios para ser exacto la segunda persona de la
Santísima Trinidad, entonces además de ser Víctima y Sumo
Sacerdote es también Aceptador, san AgustínDR nos comenta al
respecto que:

La coincidencia en Cristo de las tres funciones:


sacerdote, víctima y aceptador, puede ser un
misterio, pero no implica ninguna contradicción.
[99]

Finalmente podemos afirmar sobre Jesús que Él es el


propiciatorio contaminado por el pecado humano, es, a su vez,
el propiciatorio purificado, mediante la sangre, y restaurado en
su resurrección. La acción es siempre de Dios, es Dios quien
97. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Propiciación
98. ibíd, Expiar
99. San Agustín, “De civitate Dei”, X, XX
282 Mal físico punitivo

le exhibe, es Dios quien en El reconcilia consigo al mundo


(cf. 2 Co 5,19). Dios nunca es objeto sobre quien se ejerce la
expiación en el Nuevo Testamento, sino que expía el pecado del
hombre en Cristro-Hombre, es decir, borra, destruye, elimina,
purifica a través de su sacrificio.

Cristo no es sólo el lugar y el instrumento de la expiación


(propiciatorio y víctima), sino también el Sumo Sacerdote (cf.
Heb 9,11-14) y como en el antiguo rito llevado a cabo en el
Antiguo Testamento, muere fuera del Santuario (cf. Heb 13,12)
y entra con su sangre en el Santuario celeste de la divinidad,
donde, constituido y proclamado Hijo de Dios y Sumo
Sacerdote (cf. Heb 5,5-10), efectúa la expiación de los pecados
(cf. Heb 9,23). Jesús es el Sumo Sacerdote de la humanidad
pero también del universo entero (cf. Heb 11; 6,20; 9,12.24).

Cristo, como Sumo Sacerdote misericordioso expía los


pecados del pueblo (cf. Heb 2,17). El sentido de expiar en este
contexto es idéntico a purificar (cf. Heb 9,14.22.23; 10,2),
abrogar (cf. Heb 9,26), quitar pecados (cf. Heb 10,4). Es decir
cada elemento del sacrificio de Cristo cumple en cuanto a
estructura con el antiguo rito que ya se llevaba a cabo en el
Antiguo Testamento.

Jesús murió para aplacar la ira de Dios y salvarnos, la ira no


se debe nunca entender como una pasión pues Dios no padece
nada, es una forma humanizada de referirse a la necesidad que
existe en el orden moral de la necesaria restauración. Se habla
que se acumula ira conforme se acumulan desordenes morales
que hay que ordenar, de manera proporcional entonces se habla
de un aumento en la ira de Dios, pero la ira realmente obedece
no a una pasión sino a la acumulación de desórdenes morales
que deben revertirse, cuando esa ira se aplaca es cuando ese
Mal físico punitivo 283

desorden vuelve a su cauce y se logra el orden moral que


establece Dios.

El desorden moral llama a gritos a Cristo para que venga


a poner orden definitivamente, por eso cuanto más pecado
y menos reparación más se acerca del día del Juicio, es un
clamor directo a Jesús toda injusticia que se comete, por
eso se menciona en Apocalipsis (cap. 16) las copas de la ira
de Dios, que se van llenando conforme se cometen pecados
sin realizarse la necesaria reparación (cf. Joe 4,12-14). Jesús
murió por todos los pecados pero si las personas no asumen
su redención, entonces no queda reparado dicho pecado y se
mantiene el desorden, de cualquier forma Dios ha dispuesto
en su orden moral que almas que estén en la Iglesia Militante
puedan reparar siendo almas víctimas por pecados ajenos.

Si los pecados son mayores a la reparación de los mismos,


entonces se van llenando las “copas de la ira de Dios” que
algún día se han de revertir sobre la humanidad con toda clase
de males físicos para así llegar a un equilibrio perfecto en el
orden moral (cf. Ap 16). El hecho de que aumente el número y
gravedad de pecados mientras se reduce las almas víctimas que
reparan, acelera o anuncia la pronta venida de Nuestro Señor
que si bien esperamos todos los Cristianos ha de representar
para muchos la condenación eterna pues no habrá más tiempo
para convertirse, no habrá más misericordia para los impíos
sino justicia. Pero hay un aspecto curioso que justamente se
da con los mártires porque por un lado quien le persigue y le
mata comete pecado grave, pero a su vez el mártir repara dando
su vida como Cristo la dio por nosotros para expiar el pecado
que ocasiona ese perseguidor (por eso muchos mártires mueren
incluso perdonando a sus asesinos como ocurrió en muchas
persecuciones como los Cristeros en México).
Nota: En algunas ediciones el Libro de Joel tiene numeración diferente, para
evitar perdida de referencia se coloca la cita:
¡Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat! Porque allí me sentaré para juzgar a
todas las naciones de alrededor. Pongan mano a la hoz: la mies está madura; vengan a pisar: el
lagar está lleno; las cubas desbordan: ¡tan grande es su maldad! ¡Multitudes innumerables en el
valle de la Decisión! Porque se acerca el Día del Señor en el valle de la Decisión. (Joe 4,12-14)
284 Mal físico punitivo

La persecución al final de los tiempos no ha de ocurrir por


mucho tiempo, la Cruz siempre es temporal, y eterna es la
Resurrección y la Vida, los mártires tendrán una gran recompensa
y por eso nos dice el Señor: “Alégrense y regocíjense entonces,
porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la
misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”
(Mt 5,12). Como la Cruz es temporal podemos decir que existe
una medida ya determinada para tal grado de martirio, aunque
dicho martirio sirva también como reparación.

Los sufrimientos provocan el fin, porque todo


mártir contribuye a acercar el límite de la crueldad
y a conseguir, por tanto, la meta de la historia (Fil.
1, 28; II Tes. 1 , 3 ; I Pet. 14, 17). Cada mártir
contribuye a llenar la medida divina de castigo y
expiación por los pecados, a apartar la ira de Dios
y a que irrumpa el día de la gracia (Col. 1, 24). Los
sufrimientos de los cristianos son los dolores del
parto de un mundo nuevo; son presagios del fin de
este mundo y del principio del “ciclo nuevo” y de
la “tierra nueva”. Nadie sabe quién será el último
mártir. Pero la historia camina hacia el punto
culminante del odio y del dolor. Cuando llegue a él,
sobrevendrá el fin. [100]

Castigo correctivo

El castigo correctivo es el tipo de castigo que tiene como fin


que enmendemos nuestro mal proceder, es “cierto que ninguna
corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego
produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella” (Heb
12,11).

100. Michael schmaus, Manual completo de Teología Dogmática, RIALP, pág.


173
Mal físico punitivo 285

Santo TomásDR nos indica que:

Es menester que se desvíe del pecado mediante


ciertos castigos que la aflijan por haber pecado; pues
así como por el deleite fue arrastrada su voluntad
para consentir el pecado, así también por el castigo
se asegure en abominarlo. [101]

San Isidoro de SevillaDR por su parte nos enseña los propósitos


que tienen el sufrimiento y las características propias de su
dinámica en cuanto al carácter de castigo correctivo:

De dos maneras nos fustiga Dios. Una consiste en


afligirnos en el cuerpo, con la buena intención de
que nos arrepintamos. La otra en excitar por caridad
nuestras conciencias, para que lo amemos a él con
más fervor. [102]

Cuando Dios ve que algunos no quieren corregirse


por propio impulso, los excita con el aguijón de la
adversidad. Asimismo, previendo que otros pueden
cometer muchos pecados, quebranta su salud con
la enfermedad corporal para que no pequen, a fin
de que les sea más provechoso quedar abatidos
por la debilidad para la salud de su alma que
permanecer con buena salud para su condenación.
[...] Es perjudicial la salud que llera al hombre a la
desobediencia, y es saludable la enfermedad que, a
través del castigo divino, quebranta el alma en su
dureza. [103]

101. Contra Gentiles, lib. 3 cap. 158 n. 1 CAPITULO CLVIII


102. San Isidoro de Sevilla, Los tres libros de las Sentencias, Libro III, Capítulo
II, 1
103. ibíd, Capítulo III,2-7
286 Mal físico punitivo

El hombre pecador no debe quejarse cuando Dios


lo castiga, ya que es sobre todo mediante el castigo
como se enmienda. Pero entonces cada uno soporta
con mayor resignación el sufrimiento cuando
examina atentamente los pecados por cuya causa se
le aplica el justo castigo.

Aprenda a no quejarse el que sufre males, aunque


ignore el motivo por el que los padece, y, puesto que
lo juzga Aquel cuyos juicios jamás son injustos, de
ahí deduzca que él sufre justamente. Quien soporta
el castigo y se queja contra Dios censura la justicia
del juez. Mas el que comprende que procede del
justo juez el castigo que padece, aun cuando ignore
porque lo sufre, queda ya justificado por el hecho de
acusarse a sí mismo y alabar la justicia de Dios.[104]

San Fulgencio Ruspe nos explica:

La benignidad de Dios nos lleva a la penitencia, y


nos aflige con tribulaciones, nos corrige mediante
enfermedades y nos enseña con angustias de manera
que nosotros, al pecar gozando de salud corporal,
con la enfermedad aprendamos a abstenernos del
pecado; y si hemos despreciado en la alegría la
Misericordia de Dios, seamos corregidos con la
fuerza de la tristeza para que temamos la Justicia.
Sucede así que cuantos abusan de la salud nos
ocasionan la enfermedad, y mediante la enfermedad
recobramos otra vez los beneficios de la salud; y
cuantos por la alegría hemos caído en tribulaciones,
mediante las tribulaciones corremos de nuevo hacia
la alegría.
104. San Isidoro de Sevilla, Los tres libros de las Sentencias, Libro III, Capítulo
IV,1-5
Mal físico punitivo 287

Al fin y al cabo, la Sagrada Escritura demuestra


que el amor de Dios para con nosotros se
manifiesta especialmente a través de los castigos
y las correcciones, pues afirma: “Hijo mío, no
rechaces la instrucción del Señor, ni te canses de
sus reprensiones, porque el Señor reprende a quien
ama”; en efecto, “castiga a todos aquellos que
reconoce como hijos”. Incluso el Salvador mismo
dice que ama a quienes reprende, cuando afirma:
“Reprendo y castigo a quienes amo”; también la
doctrina de los apóstoles no cesa de predicar que “es
preciso que entremos en el Reino de Dios a través de
muchas tribulaciones”. El mismo Señor dice que es
estrecho el camino y angosta la puerta que conduce
a la vida. [105]

San BasilioDR precisamente destacando el orden de Dios en


cuanto al fin de los males físicos nos recuerda que:

No todas las enfermedades vienen de nuestra


constitución natural, o del desarreglo de la vida,
o de otra causa corporal que la medicina puede
corregir muchas veces, son las enfermedades como
varas con que Dios castiga nuestros pecados, como
estímulos con que nos excita a una sincera mudanza
de vida.[106]

A modo de alabanza podemos decir a Dios que:

Por eso mismo gradualmente castigas a los que caen;


les amonestas recordándoles en qué pecan para que,
apartándose del mal, crean en ti, Señor. (Sab 12,2)

105. San Fulgencio de Ruspe, Carta a Venancia, 7, 16


106. Pierre Tricalet, Sentencias Espirituales de San Basilio, Biblioteca Portátil
de los Padres y Doctores de la Iglesia vol. 3, Imprenta Real, Madrid 1790, pág
201
288 Mal físico punitivo

Finalmente san Juan Pablo II nos recuerda la invitación a la


misericordia que conlleva los sufrimientos que forman parte de
la divina providencia o en otras palabras su fin bueno que busca
la enmienda del pecador (restauración del sujeto) además de
restaurar el orden moral:

Ya en el Antiguo Testamento notamos una


orientación que tiende a superar el concepto según el
cual el sufrimiento tiene sentido únicamente como
castigo por el pecado, en cuanto se subraya a la vez el
valor educativo de la pena sufrimiento. Así pues, en
los sufrimientos infligidos por Dios al Pueblo elegido
está presente una invitación de su misericordia,
la cual corrige para llevar a la conversión: « Los
castigos no vienen para la destrucción sino para la
corrección de nuestro pueblo ».(26)

Así se afirma la dimensión personal de la pena.


Según esta dimensión, la pena tiene sentido no sólo
porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de
la transgresión con otro mal, sino ante todo porque
crea la posibilidad de reconstruir el bien en el mismo
sujeto que sufre.

Este es un aspecto importantísimo del sufrimiento.


Está arraigado profundamente en toda la Revelación
de la Antigua y, sobre todo, de la Nueva Alianza.
El sufrimiento debe servir para la conversión, es
decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto,
que puede reconocer la misericordia divina en esta
llamada a la penitencia. La penitencia tiene como
finalidad superar el mal, que bajo diversas formas
está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto
en uno mismo como en su relación con los demás y,
sobre todo, con Dios. [107]
107. Salvifici Doloris, JPII
290 Mal físico punitivo

Jesús Juez

Lo primero que debemos tener claro son las definiciones


basadas de las palabras relacionadas al Juicio Divino en el
sentido original de las Sagradas Escrituras. Para nosotros en
la actualidad un juez es una “persona que tiene autoridad y
potestad para juzgar y sentenciar” [108] y una sentencia es un
“dictamen o parecer que alguien tiene o sigue” [109]

En las escrituras la palabra para referirse a juicio es κρίνω


kríno, que significa “propiamente distinguir, i.e. decidir (mental
o judicialmente); por implicación tratar, condenar, castigar […]
hacer (justicia), juez, juicio, juzgar” [110] y es muy importante
mencionar que “denota primariamente separar, seleccionar
elegir; de ahí, determinar, y de ahí juzgar, pronunciar juicio.”
[111]

Notemos que “juicio” (krino) según las Sagradas Escrituras


es propiamente decidir, por ello se denomina jueces a los jefes
que guiaron al pueblo hebreo, cuyas historias se narran en el
“Libro de los jueces”. Ningún “juez” de entonces llegó a ser
jefe supremo porque su función no era lograr la unidad sino
solventar un problema puntual: la unificación definitiva habrá
de esperar a los Reyes. Los Reyes seguían siendo jueces pero
con una autoridad superior y además mantenían la unidad en
la población, el juzgar de hecho era una de las tareas principales
del Rey y graves controversias eran reservadas para que el Rey
las solventará y emitiera sentencia, como el famoso episodio del
Rey Salomón y él bebe que era disputado por dos mujeres (cf.
1 Re 3, 16-28).

108. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Juez


109. ibíd, Sentencia
110. Diccionario Strong G2919 κρίνω kríno
Mal físico punitivo 291

Hay dos palabras que se usan en las escrituras para referirse


a la sentencia;

κρίσις (krísis): decisión (subjetivamente u


objetivamente, pro o en contra); por extensión
tribunal; por implicación justicia (específicamente
ley divina):- juicio, justicia, condenación. [111]

Denota primariamente una separación; luego, una


decisión, juicio, con la mayor frecuencia en un
sentido legal, y especialmente de juicio divino. [112]

krima (κρίμα) , juicio, decisión que se dicta sobre


las faltas de otros. Se utiliza especialmente del juicio
de Dios sobre los hombres, y se traduce «sentencia»
en Lc 24,20 (RV:«condenación»); Gál 5,10 (RV :
«juicio»); Rev 17,1 (RV : «condenación»). [113]

La diferencia entre krima y krísis es que krima se utiliza para


referirse a la sentencia que se dicta sobre la falta de otros, es
decir denota los juicios emitidos sobre los demás, aunque en
muchos casos ambas son equivalentes.

Vamos a resaltar de modo particular la siguiente definición


de krisis que “denota primariamente una separación; luego,
una decisión”.

A continuación veremos un ejemplo bíblico de juicio y su


respectiva sentencia con esta estructura que se menciona sobre la
palabra krisis, es decir: el juez separa (discierne) y luego decide.
Es conveniente añadir que esa situación decisiva se describe con
la palabra kritikós (κριτικός) que significa “decisivo («crítico»)”
[114]
111. Diccionario Strong G2920
112. Diccionario Vine NT G2920
113. Diccionario Vine NT G2917
114. Diccionario Strong G2924
292 Mal físico punitivo

Ejemplo gráfico de Juicio (Separar - Decidir)

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su


izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid


vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino
preparado para vosotros desde la creación del
mundo.

Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí,


malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo
y sus ángeles. (Mat 25,33-34.41)

En el libro de Joel (cf. Joe 4,1-21), menciona un valle de


Josafar en hebreo Josafar significa literalmente “El Señor juzga”,
Joel usa ese nombre valle de Josafar simbólicamente para
referirse al juicio de Dios, seguidamente en el versículo 14, le
llama valle de la decisión pero no porque las naciones paganas
que han de ser juzgadas decidan sino que es el Señor quien
decide, quien juzga y de esta manera establece una relación
directa entre ambos términos tanto juzgar como decidir, son lo
mismo. Se ha identificado tradicionalmente desde el siglo IV
este “valle de Josafar” o “valle de la decisión”, con el valle del
Cedrón [115] que separa el Monte de los Olivos del Templo y
sigue hasta la fuente de Gihon, aunque es más probable que el
profeta haya querido usar un nombre simbólico, sin referirse a
un lugar determinado.

115. RIALP: V. VILAR HUESO, VALLE DE JOSAFAT Editorial Rialp. Gran


Enciclopedia Rialp, 1991
Mal físico punitivo 293

No corramos el error de considerar a Dios como un mero


espectador, porque esto no es así. Dios es quien retribuye con
premio a los elegidos o con castigo a los réprobos. Dios es quien
ordena, Dios es Justicia y quien la crea, Dios es el Sumo Juez
que ha de pronunciar condenación y eso es precisamente “el
justo castigo reservado a los pecadores, lo que recae siempre
sobre la transgresión de los injustos” (Sab14,31). San Juan
Pablo II reflexiona sobre este hecho y destaca que:

El Dios de la Revelación es Legislador y Juez en una


medida tal que ninguna autoridad temporal puede
hacerlo. El Dios de la Revelación, en efecto, es ante
todo el Creador, de quien, junto con la existencia,
proviene el bien esencial de la creación. Por tanto,
también la violación consciente y libre de este bien
por parte del hombre es no sólo una transgresión de
la ley, sino, a la vez, una ofensa al Creador, que es el
Primer Legislador. Tal transgresión tiene carácter de
pecado, según el sentido exacto, es decir, bíblico y
teológico de esta palabra. Al mal moral del pecado
corresponde el castigo, que garantiza el orden moral
en el mismo sentido trascendente, en el que este
orden es establecido por la voluntad del Creador y
Supremo Legislador. De ahí deriva también una de
las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada
asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un
juez justo, que premia el bien y castiga el mal: «
(Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros,
y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia
en todos tus juicios, en todo lo que has traído sobre
nosotros... con juicio justo has traído todos estos
males a causa de nuestros pecados ». [116]
116. San Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici Doloris
294 Mal físico punitivo

Juzgar no es algo malo, lo malo es juzgar mal, es decir sin


tener la santidad necesaria para ello. Nuestro Señor Jesucristo
nos dice “no juzguéis según apariencia, sino juzgad según un
juicio justo” (Jn 7,24) y también que para poder juzgar sobre
otro hay que ser puros (cf. Mt 7,1-6). San Pablo incluso nos
cuestiona:

Pero tú, ¿por qué juzgas mal a tu hermano? ¿Por


qué lo desprecias? Todos vamos a comparecer ante
el tribunal de Dios. Como dice la Escritura: Juro
por mí mismo, dice el Señor, que todos doblarán la
rodilla ante mí y todos reconocerán públicamente
que yo soy Dios. En resumen: cada uno de nosotros
tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios. (Rom
14,7-12)

Todos tendremos que rendir cuentas muchas personas malas


incluso piensa que han de quedar impunes pese a saber que
están actuando mal, pero «todo el mal que hacen los malos se
registra y ellos no lo saben.» [117]

Rendiremos cuenta de cada cosa por pequeña que sea y ya


nuestro Señor nos advierte diciendo:

En verdad os digo que el hombre dará cuenta en


el día del juicio de cualquier palabra inconsiderada
que haya dicho. (Mt 12,36)

Jesús es Rey de Reyes y Señor de Señores, Juez de vivos y


muertos, pero hay quien pueda decir que Jesús no vino a juzgar
(condenar) al mundo sino a salvarlo (cf. Jn 3,17), pero hay que
dejar muy pero muy claro que la primera venida de Jesús fue
para salvarnos, pero su segunda venida ha de ser para juzgarnos
117. San Agustín, Sermón 18, 4, 4
Mal físico punitivo 295

(cf. Heb 9,27-28) pues «Dios lo ha nombrado juez de vivos y


muertos» (Heb 10,42; 17,31; Rom 14,9; 2 Tim 4,1; 1 Pe 4,5).
Al respecto podemos leer en el diario de Santa Faustina, este
pasaje donde la Virgen María le decía:

Tu debes hablar al mundo de su gran misericordia


y preparar al mundo para su segunda venida. Él
vendrá, no como una Salvador Misericordioso,
sino como un Juez Justo. Oh que terrible es ese día.
Establecido está ya es el día de la justicia, el día de la
ira divina. Los ángeles tiemblan ante este día. Habla
a las almas de esa gran misericordia, mientras sea
aún el tiempo para conceder la misericordia. [118]

En definitiva Jesús no vino a castigar, condenar o juzgar, es


cierto, pero en la segunda venida ahí si ha de venir a castigar,
condenar o juzgar. Dependiendo de la traducción se vierte de
una u otra manera:

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para


juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él. (CEE2011 Jn 3,17)

Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al


mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él.
(BL95 Jn 3,17)

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para


juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él. (BJ Jn 3,17)

118. Diario Divina Misericordia, 635


CEE2011: Traducción Conferencia Episcopal Española
BL95: Biblia Latinoaméricana
BJ: Biblia de Jerusalén
Mal físico punitivo 297

Condena

Condenar se define como “dicho de un juez: Pronunciar


sentencia, imponiendo al reo la pena correspondiente”[119],
tal como ocurrió con Jesús que fue condenado a muerte (cf. Lc
24,20).

Ahora bien, cabe preguntarnos ¿Jesús condena? o en otras


palabras ¿pronuncia sentencia, imponiendo al reo la pena
correspondiente? la respuesta que nos da categóricamente y sin
lugar a dudas la Palabra de Dios es que: SI, Jesús condena a los
malvados y de hecho:

A ellos se refería Henoc, el séptimo patriarca


después de Adán, cuando profetizó: “Ya viene el
Señor con sus millares de ángeles, para juzgar a
todos y condenar a los impíos por las maldades
que cometieron, y a los pecadores por las palabras
insolentes que profirieron contra él”. (Jud 1,14-15)

Así se pone de manifiesto el justo juicio divino, de


manera que lleguéis a ser dignos del reino de Dios,
por el cual padecéis; pues es justo a los ojos de Dios
retribuir con tribulaciones a los que os atribulan.
(2 Tes 1,5-6)

Oí al ángel de las aguas que decía: «Justo eres, el


que es y el que eras, el Santo, porque has realizado
estos juicios: a los que derramaron sangre de los
santos y profetas, tú les has dado a beber sangre.
Se lo merecen». Y oí que el altar decía: «Sí, Señor,
Dios, el todopoderoso, tus juicios son verdaderos y
rectos». (Apo 16,5-7)
119. DRAE (2001). Diccionario de la lengua española (22º ed.), Condenar
298 Mal físico punitivo

Incluso el Catecismo repetidas veces menciona que Jesús


es quien sentenciará y pronunciará la condenación sobre los
impíos dictaminando así su castigo eterno:

Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus


ángeles [...] que recogerán a todos los autores de
iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt
13, 41-42), y que pronunciará la condenación:”
¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!” (Mt 25,
41) (Cat 1034)

Hay muchos pasajes de la Biblia que podríamos mencionar,


pero a modo de ejemplo he aquí algunos donde ya sea
implícitamente a modo de parábolas (refiriéndose Jesús así
mismo como Juez) o explícitamente, se menciona el hecho de
condenar como algo inherente a Dios como Juez justo:

Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies


y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes” (Mt 22,13)

Porque, fuera de ti, no hay otro Dios que cuide de


todos, a quien tengas que probar que tus juicios no
son injustos; ni tampoco hay rey ni soberano que
pueda enfrentarse contigo para defender a los que
tú has castigado. Como eres justo, riges el universo
con justicia, y consideras incompatible con tu poder
condenar a quien no merece ser castigado. Porque
tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio
sobre todas las cosas te hace indulgente con todos.
(Sab 12,12-16)
Mal físico punitivo 299

Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia


al castigarlos así: se merecían que les dieras de beber
la misma sangre de los santos y de los profetas
que ellos han derramado”. Y escuché al altar, que
decía: “Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios
son verdaderos y justos”. El cuarto Ángel derramó
su copa sobre el sol y se le permitió quemar a los
hombres con fuego: los hombres fueron abrasados
por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse
y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre,
que tiene poder sobre estas plagas. (Apo 16,5-9)

Retribución

Es Jesús quien tiene la victoria sobre la muerte, pero hay


que destacar algo que parece estar olvidado y es que Jesús tiene
la llave de la Muerte y el Abismo, es decir, hablamos del mal
físico ordenado, de la retribución que reciben los malvados; del
infierno. Y es que no hay retribución que reciban los malvados
que sea desordenada y ajena a la divina providencia, el siguiente
pasaje lo menciona, pero además notemos como Jesús se
identifica como Dios mismo según el pasaje de Isaías (cf. Isa
44,6) alegando ser “el Primero y el Último”:

No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente.


Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo
la llave de la Muerte y del Abismo. (Apo 1,17-18)

Es Cristo quien en el juicio particular le da a cada hombre


su retribución según su obrar, pues como enseña el Catecismo:

Al morir cada hombre recibe en su alma inmortal


su retribución eterna en un juicio particular por
300 Mal físico punitivo

Cristo, juez de vivos y de muertos. (Cat 1051)


Y volvemos a mencionar dada la dificultad de entender la
retribución que reciben los malvados que:

Es justo que Dios retribuya con sufrimientos a


quienes los hacen sufrir a ustedes. En cambio, a
ustedes, los que sufren, les dará el descanso junto
con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús,
que vendrá desde el cielo, con los ángeles de su
poder, en medio de un fuego ardiente. Entonces él
hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios
y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús.
(2 Tes 1,6-12)

Es importante decir que no solo ocurre dicha retribución en


el juicio particular sino que en el juicio final han de comparecer
nuevamente todos los hombres ante el tribunal de Cristo y
recibirán ahora en su cuerpo resucitado bien o mal según su
comportamiento, recordemos la Constitución Dogmática
Benedictus Deus:

Definimos además que, según la común ordenación


de Dios, las almas de los que salen del mundo con
pecado mortal actual, inmediatamente después de
su muerte bajan al infierno donde son atormentados
con penas infernales, y que no obstante en el día
del juicio todos los hombres comparecerán con sus
cuerpos ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta
de sus propios actos, a fin de que cada uno reciba lo
propio de su cuerpo, tal como se portó, bien o mal
[2 Cor. b, 10]. [120]

120. Constitución Dogmática Benedictus Deus; D-531


Mal físico punitivo 301

Jesús es nuestro juez y quien también nos perdona (cf.


Hch 10,42-43) pero es innegable que es Cristo quien da la
retribución, por un lado recompensa pues el Señor es “el Señor
de las justas recompensas; él recompensa con precisión” (Jer
51,56) y por otro castiga efectivamente, por eso nos dice san
Pablo:

Queridos míos, no hagan justicia por sus propias


manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque
está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice
el Señor. (Rom 12,19)

Y por eso también San Miguel Arcángel se abstiene de juzgar


al diablo sino que deja que sea el Señor quien le castigue:

En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba


con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no
se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso,
sino que dijo: «Que te castigue el Señor». (Jud 1,9)

¿Nos condenamos a nosotros mismos?

Existe una condición imprescindible para condenar y es


precisamente la pureza de quien juzga (Jn 8,1-11; Lc 6,36-
44), es decir, el pecador por más mal que haya obrado o en
otras palabras por más gracias haya rechazado de Dios en la
vida terrena (único espacio de tiempo donde el pecador puede
decidir algo), dada su culpa e impureza no puede condenar, ni
siquiera condenarse así mismo pues ni siquiera podría juzgarse
rectamente, ya solo por esa razón depende absolutamente de la
decisión efectiva y última de Jesús Juez, Rey de Reyes y Señor
de Señores. Verdadero Dios y Verdadero Hombre, el Santísimo.
302 Mal físico punitivo

Es más, un pecador puede saber que está obrando contra


la voluntad de Dios pero aun así no desear -por amor propio-
ningún mal físico o pena, aunque de suyo la merezca.

Es doctrina fundamental de la Sagrada Escritura


que la retribución que se reciba en la vida futura
dependerá de los merecimientos o desmerecimientos
adquiridos durante la vida terrena. Según Mt 25,
34 ss, el soberano Juez hace depender su sentencia
del cumplimiento u omisión de las buenas obras en
la tierra. El rico epulón y el pobre Lázaro se hallan
separados en el más allá por un abismo insuperable
(Le 16, 26). El tiempo en que se vive sobre la tierra es
«el día», el tiempo de trabajar; después de la muerte
viene «la noche, cuando ya nadie puede trabajar»
(Ioh 9, 4). San Pablo nos enseña: «Cada uno recibirá
según lo que hubiere hecho por el cuerpo [en la
tierra], bueno o malo» (2 Cor 5, 10). Y por eso nos
exhorta el Apóstol a obrar el bien «mientras tenemos
tiempo» (Gal 6, 10; cf. Apoc 2, 10).

En innumerables textos se predica la providencia


divina al dar el premio y al castigar la iniquidad: Sal
1,1-6; 33,22; 36,13; 111,1-9; 112,7-8, etc. [121]

Es Jesús quien decide a donde irán las almas de los impíos, les
ordena de hecho apartarse diciendo “apartaos de mí, malditos,
id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Hasta
cierto punto se puede decir que previo al juicio las almas de los
impíos decidieron rechazar la gracia de Dios y en esa medida
han construido su condenación pero en el juicio quien decide
es Cristo, claro está a partir de los antecedentes de alma juzgada,
pero es Jesús el Juez quien Juzga (decide) el destino eterno.
121. Ludwig Ott, Tratado de los novísimos o de la consumación de escatología
de, Capítulo I “Escatología del individuo”
Nota: El que decidió que el adulterio tuviera una pena eterna por dar solo un
ejemplo, no fue precisamente el condenado ;)
Mal físico punitivo 303

El que muere en pecado mortal al enfrentarse con Jesús Juez


Justo, lejos de recibir gracias se verá privado más bien de estas,
a causa de este encuentro con la Verdad. Privaciones ordenadas
por la sapientísima y amabilísima Justicia de Dios., la principal
la privación de la visión beatifica, privación de la alegría, entre
muchas otras, pero es innegable que dichas privaciones son en
primer lugar ordenadas y en segundo lugar aunque dependen
de las malas obras del condenado quien las determina no es el
condenado sino el Juez Justo. Es por el rechazo de la gracia en
esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3,
18; 12, 48; Cat 679) pero quien ha de juzgarnos efectivamente
es Cristo:

Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a


juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición
secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre
según sus obras y según su aceptación o su rechazo
de la gracia. (Cat 682)

Hay que ser cuidadosos porque insinuar siquiera que Jesús


no juzga a los condenados sino que ellos se juzgan así mismos
es caer en una herejía, Jesús vino la primera vez para salvarnos
y no para juzgar, pero es dogma de fe que “otra vez ha de venir
con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no
tendrá fin.” (cf. DS150)

Decir que Jesús decide tu destino final al margen de tus


decisiones conscientes es un error porque sencillamente Dios
no predestina a nadie al infierno y es el clásico error calvinista de
pensar que los que están en el infierno ya estaban predestinados
a estar allí, aunque si “predestina” al cielo incluyendo la
respuesta que libremente damos a la gracia de Dios (cf. Cat
600). Por otro lado decir que Jesús NO juzga y no tiene la
304 Mal físico punitivo

palabra definitiva sino que la tengo yo pues con mi pecado yo


mismo defino totalmente mi destino es también herejía, pues
Jesús no es un mero espectador, es Dios mismo quien ordena
quien establece la pena y quien la impone y la hace efectiva
en los condenados, pensar que ellos mismos crean el infierno
y encima deciden voluntariamente asumir las penas que ellos
consideran justas, es caer en una herejía que desprecia la divina
providencia.

Nos salvamos por gracia de Dios,nos condenamos por


nuestra culpa, pero es Jesús quien nos impone la pena que
merecemos y la ordena.

Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS


397; 1567); para que eso suceda es necesaria una
aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y
persistir en él hasta el final. (Cat 1037)

Yo hago uso de mi libre albedrío en la Tierra y al morir me


someto a Jesús Juez justo que a través del juicio particular y
final, decide mi destino. Es verdad que yo en la medida que
decido mal en la tierra ya me juzgo a mí mismo en esta realidad
temporal y marcó mi eternidad, pero es Jesús quien tiene la
autoridad y la potestad de Juzgar mi destino eterno.

Es Jesús quien en el juicio particular determina nuestro


destino y en el final pone a su izquierda a unos y a su derecha a
otros, es El quien ordena quien juzga y decide, quien premia o
castiga. Notemos el muy importante aspecto de orden, pues es
Jesús el Juez quien ordena, quien establece que unos vayan a su
derecha y otros a su izquierda, quien les condena efectivamente.
Mal físico punitivo 305

Yo me juzgo (decido mi destino eterno) en la medida en que


ejerciendo mi libre albedrío decido rechazar la gracia de Dios
estando en la Tierra. Dios me juzga (decidirá) a través de la
persona de Cristo cuando muera y decidirá EFECTIVAMENTE
mi destino, ya sea el premio o el castigo. Notemos que ambas
verdades son ciertas pero cada una tiene el contexto, el alma
del impío puede decidir solo estando en la Tierra, en el juicio
particular es Cristo que Juzga efectivamente el destino eterno
teniendo la potestad de o bien condenar o absolver, según así
lo disponga, por eso la Iglesia no se atreve nunca a decir que
alguien está condenado aunque de suyo así lo parezca, ni de
Judas Iscariote hay certeza absoluta de su condenación pese a
todos los indicios.

Es tan buena y justa la sentencia de Nuestro Señor que


condena, como la sentencia que salva a quien obedeció los
mandatos del Señor. Así lo ha querido Dios, su orden es
bueno y debemos alabarlo. No es casualidad que los impíos se
condenen y encima sufran en el infierno penas graduadas, nada
en el orden eterno y definitivo de Dios es producto del azar,
todo tiene un porqué y un para qué.

La prueba es que nadie quiere condenarse, si las almas


pudiesen juzgar (decidir) su destino luego de la muerte
obviamente escogerían el cielo, como así lo demuestra
claramente la parábola del invitado que no tenía traje para la
boda (cf. Mt 22, 11-14).

Rigidez

Jesús decide a partir de nuestras decisiones juzga conforme a


nuestros juicios, y nos mide como hayamos medido pues con
“el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con
306

que midáis se os medirá” (Mt 7,2), esto implica una rigidez


diferenciada, una diversidad de rigurosidad a la hora de
juzgarnos. Por eso nos dice:

Sed misericordiosos como vuestro Padre es


misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y
seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una
medida genero-sa, colmada, remecida, rebosante,
pues con la medida con que midiereis se os medirá
a vosotros». (Lc 6,36-38)

Pero cuidado con pretender adormecer voluntariamente la


conciencia para ser laxo en nuestros juicios y así pretender que
Dios nos juzgue con suavidad, no se puede engañar a Dios. Y
nos dice incluso la Palabra de Dios que:

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor,


no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a
lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable,
será castigado menos severamente. Al que se le dio
mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió
mucho, se le reclamará mucho más. (Lc 12,47-48)

La fe cristiana nos invita a vivir con una gran esperanza en


Dios, en Cristo Jesús, y a no tener miedo alguno en el día del
Juicio, a aparecer delante de Dios con confianza. El Señor Jesús
intercede a nuestro favor (cf. Rm 8,31-39). Sin embargo, no se
trata de una certeza absoluta porque ya nos dice el Señor que:

No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el


reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de
Mal físico punitivo 307

mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos


dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu
nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y
no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”.
Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido.
Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”. El que
escucha estas palabras mías y las pone en práctica
se parece a aquel hombre prudente que edificó su
casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los
ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la
casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada
sobre roca. El que escucha estas palabras mías y
no las pone en práctica se parece a aquel hombre
necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia,
se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y
rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina
fue grande». (Mt 7,21-27)

Cristo Juez lleva a término y plenitud la obra comenzada


con su ministerio (cf. Ap 19,11, 1 Cor 11,32; 2 Cor 1,19-
20; 1 Tes 1,10; 2 Pe 2,9) y nos juzga según nuestras obras (cf.
Apocalipsis 20:11-12), pero El es quien juzga. El sentido de la
palabra griega Kríno (Juicio) presente en el Nuevo Testamento
es precisamente decidir. El Señor puede decidir perdonarnos o
condenarnos, pero es El que decide finalmente, nosotros nos
hemos de presentar ante El, pero finalmente es El quien ha de
separar a unos de otros conforme a nuestras obras.

Nosotros decidimos pecar o no, Dios decide nuestro destino


y siempre ha sido así, que nadie crea que se puede abstraer
o manipular el orden de Dios. La decisión, distinción, juicio
del destino final no depende de nosotros, depende de Dios,
nosotros decidimos en la tierra si pecar o no, luego de tu
308 Mal físico punitivo

muerte Jesús es el que va a decidir si vamos al cielo (salvación)


o al infierno (condenación), de hecho hay quien se vaya
a sorprender del bien o mal que hizo, los que vayan al cielo
ignoran incluso buenas obras que hicieron a Cristo, y los que
se condenen ignoran por su parte que rechazaron a Cristo en
muchas situaciones (cf. Mt 25,31-46).

Al decir que Jesús vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos


entendemos que Jesús Nuestro Señor, en el fin de los tiempos,
juzgará a todos los hombres y dará a cada uno el premio o
castigo que hubiere merecido. Nuestro destino lo sabemos
inmediatamente luego de morir en nuestro juicio particular,
en el juicio final se reafirma nuestro destino y en el caso de los
vivos lo conocen en ese momento exacto, pero adicionalmente
y es algo que se olvida, cada uno de nosotros recibiremos en
nuestro cuerpo la gloria o pena merecida. [122]

En el Juicio Final, Jesucristo ha de juzgar vivos y muertos, en el


caso de los vivos, estos estarían recibiendo su retribución eterna
en ese preciso momento, los muertos en cambio ya habrían
para entonces recibido su retribución en su juicio particular. La
diferencia entre el juicio particular y el final, es que en el final,
nuestro adorado Jesucristo ”vendrá para ser glorificado en sus
santos y admirado en todos los que hayan creído” (2 Ts 1, 10),
se conocerá todo de todos, no para escarnecer y hacernos sentir
vergüenza, sino para alabar la Justicia y Misericordia de Dios.

Y así como el destino de los hombres es morir una


sola vez, después de lo cual viene el Juicio (Heb
9,27)

122. Constitución Dogmática Benedictus Deus


310 Mal físico punitivo

Hora de la muerte

Antes de hablar del juicio particular y final hay que mencionar


el momento de la muerte, momento que no es ajeno a la divina
providencia, pues cada uno de nosotros ya tiene la hora marcada
aunque no la conozca. Jesús mientras tanto tiene paciencia
y nos da muchas oportunidades y gracias para convertirnos
(Cf. Lc 13,1-9) pero no son gracias ilimitadas, llegará el día
en que tengamos que rendir cuentas y Dios puede decidir
perfectamente que hemos llegado a ese límite de gracias que El
tenía deparada para nosotros. Nosotros los cristianos vivimos
bajo la responsabilidad de permanecer fieles a la elección de
Dios, para que en el día del juicio, del que no conocemos ni el
día ni la hora—exhortación a la vigilancia—, seamos hallados
dignos del Cordero (cf. Mt 24-25).

Veamos los siguientes pasajes para entrar en contexto,


el primero nos resalta que Dios cuando perdona olvida las
injusticias que hayamos podido cometer pero del mismo modo
que olvida las injusticias también olvida las justicias si luego
decidimos pecar gravemente:

Diciendo yo al justo: “De cierto vivirás,” si él, fiado


en su justicia, comete maldad, no serán traídas
a la memoria todas sus justicias, sino que por la
iniquidad que cometió morirá. Y diciendo yo al
impío: “De cierto morirás,” si él se convirtiere de
su pecado e hiciere juicio y justicia, si devolviere
la prenda, restituyere lo robado y caminare por
los mandatos de la vida, no haciendo iniquidad,
ciertamente vivirá, no morirá. No se recordará
ninguno de los pecados que cometió; hizo juicio y
justicia, y de cierto vivirá.” Y dirán los hijos de tu
Mal físico punitivo 311

pueblo: No es recta la vía del Señor. ¡Las suyas sí


que no son rectas Si el justo se aparta de su justicia
y hace iniquidad, morirá por ésta;” y si el impío se
aparta de su iniquidad y hace juicio y justicia, por
eso vivirá. Y decís: “¡No es recta la vía del Señor!” Yo
os juzgaré, ¡oh casa de Israel! a cada uno conforme a
sus caminos. (Eze 33,11-20)

El siguiente pasaje nos recuerda que debemos estar vigilantes:

Y entonces me diré a mí mismo: Alma mía, tienes


bienes almacenados para muchos años; descansa,
come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le
dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y
¿de quién será lo que has preparado?” [...] Vosotros
estad como los hombres que aguardan a que su
señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga
y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes
el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad
os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y,
acercándose, les irá sirviendo. [...] estad preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre» [...] aquel criado a quien su señor, al
llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os
digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi
señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los
criados y criadas, a comer y beber y emborracharse,
vendrá el señor de ese criado el día que no espera
y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y
le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor,
no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad,
312 Mal físico punitivo

recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocer-la,


ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. (Lc
12,4-59)

San Alfonso María de Ligorio como de costumbre nos habla


maravillosamente sobre el tema, debido a la riqueza que ofrece
su lectura se ha de colocar integralmente una fracción de su
obra “preparación para la muerte” relativa a este tema:

- Inicio de extracto -

Estote parati, quia qua hora non putatís, filius hominis


veniet. Estad prevenidos, porque a la hora que menos pensáis
vendrá el Hijo del Hombre (Lc. 12, 40).

PUNTO 1

Certísimo es que todos hemos de morir, mas no sabemos


cuándo. Nada hay más cierto que la muerte—dice el idiota—,
pero nada más incierto que la hora de la muerte. Determina-
dos están, hermano mío, el año, el mes, el día, la hora y el
momento en que tendrás que dejar este mundo y entrar en la
eternidad; pero nosotros lo ignoramos.

Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de que estemos siempre


bien preparados, nos dice que la muerte vendrá como ladrón
oculto y de noche (1 Ts. 5, 2). Otras veces nos exhorta a que
estemos vigilantes, porque cuando menos lo pensemos vendrá
Él mismo a juzgarnos (Lc. 12, 40).

Decía San Gregorio que Dios nos encubre para nuestro


bien la hora de la muerte, con objeto de que estemos siempre
apercibidos a morir (1). Y puesto que la muerte en todo tiempo
Mal físico punitivo 313

y en todo lugar puede arrebatarnos, menester es—dice San


Bernardo—que si queremos bien morir y salvarnos, estemos
esperándola en todo lugar y en todo tiempo (2).

Nadie ignora que ha de morir; pero el mal está en que muchos


miran la muerte tan a lo lejos, que la pierden de vista. Hasta
los ancianos más decrépitos y las personas más enfermizas se
forjan la ilusión de que todavía han de vivir tres o cuatro años.
Yo, al contra-rio, digo que debemos considerar cuántas muertes
repentinas vemos todos los días. Unos mueren caminando,
otros sentándose, otros durmiendo en su lecho.

Y seguramente ninguno de éstos creía que iba a morir tan


de improviso, en aquel día en que murió. Afirmo, además, que
de cuantos en este año murieron en su cama, y no de repente,
ninguno se figuraba que acabaría su vida dentro del año. Pocas
muertes hay que no sean improvisas.

Así, pues, cristianos, cuando el demonio os provoca a pecar


con el pretexto de que mañana os confesaréis, decidle: ¿Qué
sé yo si hoy será el último de mi vida?... Si esa hora, si ese
momento en que me apartase de Dios fuese el postrero para
mí, y ya no hubiese tiempo de remediarlo, ¿qué sería de mí
en la eternidad? ¿A cuántos pobres pecadores no ha sucedido
que al recrearse con envenenados manjares los ha salteado la
muerte y enviado al infierno? Como los peces en el anzuelo,
así serán cogidos los hombres en el tiempo malo (Ecl. 9, 12).
El tiempo malo es propiamente aquel en que el pecador está
ofendiendo a Dios. Y si el demonio os dice que tal desgracia no
ha de sucederos, respondedle vosotros: «Y si me sucediere, ¿qué
será de mí por toda la eternidad ?»
314 Mal físico punitivo

Señor, el lugar en que yo debía estar ahora no es en éste


que me hallo, sino el infierno, tantas veces merecido por mis
pecados (3). Mas San Pedro me adviene que Dios espera con
paciencia por amor a nosotros, no queriendo que perezca
ninguno, sino que todos se conviertan a penitencia (2 Pe. 3, 9).

De suerte que Vos mismo, Señor, habéis tenido conmigo


paciencia extremada y me habéis sufrido porque no queréis que
me pierda, sino que, arrepentido y penitente, me convierta a
Vos. Sí, Dios mío, a Ti vuelvo; me postro a tus plantas y te pido
misericordia.

Para perdonarme, ha de ser, Señor, vuestra piedad grande y


extraordinaria (Sal. 50, 3), porque os he ofendido a sabiendas.
Otros pecadores os han ofendido también, pero no disfrutaban
de las luces que me habéis otorgado. Y con todo eso, todavía
me mandáis que me arrepienta de mis culpas y espere vuestro
perdón.

PUNTO 2

No quiere el Señor que nos perdamos, y por eso, con la


amenaza del castigo, no cesa de advertirnos que mudemos de
vida. Si no os convirtiereis, vibrará su espada (Sal. 7, 13).

Mirad—dice en otra parte—a cuántos desdichados, que no


quisieron enmendarse, los sorprendió de improviso la muerte,
cuando menos la esperaban, cuando vivían en paz, preciándose
de que aún duraría su vida largos años. Dísenos también: Si
no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis (Lc. 13, 3)

¿Por qué tantos avisos del castigo antes de enviárnosle,


sino porque quiere que nos corrijamos y evitemos la mala
Mal físico punitivo 315

muerte?... Quien avisa que nos guardemos, no tiene intención


de matamos, dice San Agustín.

Preciso es, pues, preparar nuestras cuentas antes que llegue


el día de rendirlas. Si en la noche de hoy debieras morir, y,
por tanto, hubiera de quedar en ella sentenciada la causa de tu
eterna vida, ¿estarías bien preparado? ¿Qué no daríais, quizá,
por obtener de Dios un año, un mes, siquiera un día más de
tregua?

Pues ¿por qué ahora, ya que Dios te concede tiempo, no


arreglas tu conciencia? ¿Acaso no puede ser éste tu último día?
No tardes en convertirte al Señor, y no lo dilates de día en
día, porque su ira vendrá de improviso, y en el tiempo de la
venganza te perderá (Ecl. 5, 8-9).

Para salvarte, hermano mío, debes abandonar el pecado. Y


si algún día has de abandonar-le, ¿por qué no le dejas ahora
mismo? (4). ¿Esperas, tal vez, a que se acerque la muerte? Pero
este instante no es para los obstinados tiempo de perdón, sino
de venganza. En el tiempo de la venganza te perderá.

Si alguien os debe una considerable suma, pronto tratáis de


asegurar el pago, haciendo que el deudor firme un resguardo
escrito; porque decís: «¿Quién sabe lo que puede suceder?» ¿Por
que, pues, no usáis de tanta precaución tratándose del alma,
que vale mucho más que el dinero? ¿Cómo no decís también:
«¿Quién sabe lo que puede ocurrir?» Si perdéis aquella suma,
no lo perdéis todo; y aun cuando al perderla nada os quedase de
vuestro patrimonio, aún os quedaría la esperanza de recuperarle
otra vez. Mas si al morir perdiereis el alma, entonces sí que
verdaderamente lo habréis perdido todo, sin esperanza de
remedio.
316 Mal físico punitivo

Harto cuidáis de anotar todos los bienes que poseéis por


temor de que se pierdan si sobreviniere una muerte imprevista.
Y si esta repentina muerte os acaeciese no estando en gracia de
Dios, ¿qué seria de vuestras almas en la eternidad?

PUNTO 3

Esto para ti. No dice el Señor que nos preparemos cuando


llegue la muerte, sino que estemos preparados. En el trance
de morir, en medio de aquella tempestad y confusión es casi
imposible ordenar una conciencia enredada. Así nos lo muestra
la razón. Y así nos lo advirtió Dios, diciendo que no vendrá
entonces a perdonar, sino a vengar el desprecio que hubiéremos
hecho de su gracia (Rom. 12. 19).

Justo castigo—dice San Agustín (5)—será el que no pueda


salvarse cuando quisiere quien cuando pudo no quiso.

Quizá diga alguno: ¿Quién sabe? Tal vez podrá ser que
entonces me convierta y me sal-ve... Pero ¿os arrojaríais a un
pozo diciendo: ¿Quién sabe?, ¿podrá ser que me arroje aquí,
y que, sin embargo, quede vivo y no muera?... ¡Oh Dos mío!,
¿qué es esto? ¡Cómo nos ciega el pecado y nos hace perder hasta
la razón! Los hombres, cuando se trata del cuerpo, hablan como
sabios y como locos si del alma se trata.

¡Oh hermano mío! ¿Quién sabe si este último punto que


lees será el postrer aviso que Dios te envía? Preparémonos sin
demora para la muerte, a fin de que no nos halle inadvertidos.

San Agustín (Hom. 13) dice que el Señor nos oculta la


última hora de la vida con objeto de que todos los días estemos
dispuestos a morir. San Pablo nos avisa (Fil. 2, 12) que debemos
procurar la salvación no sólo temiendo, sino temblando.
Mal físico punitivo 317

Refiere San Antonino que cierto rey de Sicilia, para manifestar


a un privado el gran temor con que se sentaba en el trono, le
hizo sentar a la mesa bajo una espada qué pendía de un hilo
sutilísimo sobre la cabeza, de suerte que el convidado, viéndose
de tal modo, apenas pudo tomar un poco de alimento. Pues
todos estamos en igual peligro, ya que en cualquier instante
puede caer en nosotros la espada de la muerte, resolviendo el
negocio de la eterna salvación.

Se trata de la eternidad. Si el árbol cayera hacia el Septentrión


o hacia el Mediodía, en cualquier lugar en que cayere, allí
quedará (Ecl. 11, 3). Si al llegar la muerte, nos halla en gracia,
¿qué alegría no sentirá el alma, viendo que todo lo tiene seguro,
que no puede ya perder a Dios, y que por siempre será feliz?...

Mas si la muerte sorprende el ánima en pecado, ¡qué


desesperación tendrá el pecador, al decir: En error caí (Sb. 5,
6), y mi engaño eternamente quedará sin remedio!

Por ese temor decía el Santo P. M. Avila, apóstol de España,


cuando se le anunció que iba a morir: ¡Oh, si tuviera un poco
más de tiempo para prepararme a la muerte! Por eso mismo, el
abad Agatón, aunque murió después de haber hecho penitencia
muchos años, decía: ¿Qué será de mí? ¿Quién sabe los juicios
de Dios?

También San Arsenio tiembla en la hora de su muerte; y


como sus discípulos le preguntaran por qué temía tanto: Hijos
míos—les respondió—«o es en mí nuevo ese temor; lo tuve
siempre en toda mi vida. Y aún más temblaba el santo Job,
diciendo: ¿Qué haré cuando Dios se levante para juzgarme, y
qué le responderé cuando me interrogue? [123]

123. Preparación para la muerte Autor: San Alfonso María de Ligorio, Doctor
de la Iglesia, Capítulo 5: Incertidumbre de la hora de la muerte
Mal físico punitivo 319

Juicio particular

Inmediatamente luego de morir nosotros somos juzgados y


recibimos el castigo o el premio. Nos enseña santo Tomás de
AquinoDR que:

Las almas consiguen el castigo o premio


inmediatamente después de su separación del cuerpo.
Esto mismo demuestran también las palabras del
mismo Apóstol al decir: -Deseo morir para estar con
Cristo-. Ahora bien, Cristo está en los cielos. Luego
el Apóstol espera ir al cielo inmediatamente después
de separarse del cuerpo.[124]

Precisamente y de manera alegórica podemos decir que


«a la tarde te examinarán en el amor»[125]. Y es que nadie
ha de escapar a este momento clave para nuestra eternidad y
muy poco nos preparamos a sabiendas de lo mucho que ha de
significar para nosotros este juicio, este examen de caridad al
que nos veremos sometidos.

La Sagrada Escritura nos ofrece un testimonio


indirecto del juicio particular, pues enseña que
las almas de los difuntos reciben su recompensa o
su castigo inmediatamente después de la muerte;
cf. Eccli 1, 13; 11, 28 s (G 26 s). El pobre
Lázaro es llevado al seno de Abraham (limbus
Patrum) inmediatamente después de su muerte,
mientras que el rico epulón es entregado también
inmediatamente a los tormentos del infierno (Lc
16,22 s). El Redentor moribundo dice al buen
ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23,
43). Judas se fue «al lugar que le correspondía» (Hch
124. Santo Tomas de Aquino, Contra los gentiles , cap. XCI
125. San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57
320 Mal físico punitivo

1, 25). Para San Pablo, la muerte es la puerta de


la bienaventuranza en unión con Cristo; Fil 1, 23:
«Deseo morir para estar con Cristo»; «en el Señor»
es donde está su verdadera morada (2 Cor 5, 8).
Con la muerte cesa el estado de fe y comienza el de
la contemplación (2 Cor 5, 7; 1 Cor 13, 12).[126]

El Catecismo nos enseña que:

La muerte pone fin a la vida del hombre como


tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia
divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El
Nuevo Testamento habla del juicio principalmente
en la perspectiva del encuentro final con Cristo
en su segunda venida; pero también asegura
reiteradamente la existencia de la retribución
inmediata después de la muerte de cada uno como
consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola
del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de
Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43),
así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2
Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un
último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede
ser diferente para unos y para otros.

Cada hombre, después de morir, recibe en su


alma inmortal su retribución eterna en un juicio
particular que refiere su vida a Cristo, bien a través
de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS
856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de
Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente
en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon
II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS
126. Ludwig Ott, Tratado de los novísimos o de la consumación de escatología
de, Capítulo I “Escatología del individuo”
Nota: “Eccli” hace referencia a Eclesiastico o libro de Sirac esté último nombre
es el que aparece en la mayoría de las ediciones actuales, no confundir con Ecle-
siastes.
Mal físico punitivo 321

1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien


para condenarse inmediatamente para siempre (cf.
Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS
1002; Concilio de Florencia: DS 1306). (Cat 1021-
1022)

A continuación hemos de exponer enseñanzas muy


importantes y breves sobre el Juicio particular, tomadas del
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que es el
resumen oficial del Catecismo:

La vida eterna es la que comienza inmediatamente


después de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será
precedida para cada uno por un juicio particular
por parte de Cristo, juez de vivos y muertos, y será
ratificada en el juicio final. [127]

Es el juicio de retribución inmediata, que, en el


momento de la muerte, cada uno recibe de Dios en
su alma inmortal, en relación con su fe y sus obras.
Esta retribución consiste en el acceso a la felicidad
del cielo, inmediatamente o después de una
adecuada purificación, o bien de la condenación
eterna al infierno. [128]

Por cielo se entiende el estado de felicidad suprema


y definitiva. Todos aquellos que mueren en gracia de
Dios y no tienen necesidad de posterior purificación,
son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles
y a los santos, formando así la Iglesia del cielo,
donde ven a Dios «cara a cara» (1 Co 13, 12), viven
en comunión de amor con la Santísima Trinidad e
interceden por nosotros.[129]
127. Compendio Catecismo de la Iglesia Católica, 207 (cf. Cat 1020 ; Cat
1051)
128. ibíd, 208 (cf. Cat 1021-1022; Cat 1051)
129. ibíd, 209 (cf. Cat 1023-1026; Cat 1053)
322 Mal físico punitivo

La vida subsistente y verdadera es el Padre que,


por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre
todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a
su misericordia, nosotros también, hombres, hemos
recibido la promesa indefectible de la vida eterna.
[130]

El purgatorio es el estado de los que mueren en


amistad con Dios pero, aunque están seguros de su
salvación eterna, necesitan aún de purificación para
entrar en la eterna bienaventuranza. [131]

En virtud de la comunión de los santos, los fieles


que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar
a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas
oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de
la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y
obras de penitencia. [132]

Consiste en la condenación eterna de todos aquellos


que mueren, por libre elección, en pecado mortal. La
pena principal del infierno consiste en la separación
eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el
hombre la vida y la felicidad para las que ha sido
creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta
realidad con las palabras «Alejaos de mí, malditos al
fuego eterno» (Mt 25, 41). [133]

Dios quiere que «todos lleguen a la conversión» (2


P 3, 9), pero, habiendo creado al hombre libre y
responsable, respeta sus decisiones. Por tanto, es
el hombre mismo quien, con plena autonomía, se
excluye voluntariamente de la comunión con Dios
130. San Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminandorum 18, 29 (cf. Cat 1050)
131. Compendio Catecismo de la Iglesia Católica, 210 (cf. Cat 1030-1031,
1054)
132. ibíd, 211 (cf. Cat 1032)
133. ibíd, 212 (cf. Cat 1033-1035,1056-1057)
Mal físico punitivo 323

si, en el momento de la propia muerte, persiste en el


pecado mortal, rechazando el amor misericordioso
de Dios. [134]

Juicio final

Nos enseña el Catecismo que:

Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al


desnudo definitivamente la verdad de la relación
de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio
final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que
cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer
durante su vida terrena: (Cat 1039)

El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso.


Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá
lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces
Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su
palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros
conoceremos el sentido último de toda la obra de
la creación y de toda la economía de la salvación,
y comprenderemos los caminos admirables por los
que su Providencia habrá conducido todas las cosas
a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia
de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas
por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la
muerte (cf. Ct 8, 6) (Cat 1040)

Ahora bien si alguien está vivo para el momento del juicio


final y no está en estado de gracia, un acontecimiento deseado
por toda la Cristiandad como lo es la segunda venida de Jesús,
será para él; motivo de condenación y es que la venida de Jesús
134. Compendio Catecismo de la Iglesia Católica, 213 (cf. Cat 1036-1037)
324 Mal físico punitivo

tendrá esa consecuencia para quienes estén en pecado mortal


para ese preciso momento. Por otro lado los escogidos verán
con gran júbilo la llegada de Jesús, nos dice las Escrituras:

¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman


a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?
Os digo que pronto les hará justicia. No obstante,
cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la
tierra? (Lc 18,7-8)

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y


todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su
gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él
separará a unos de otros, como un pastor separa las
ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha
y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a
los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi
Padre; heredad el reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. […] Entonces dirá a
los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al
fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
[…] Y estos irán al castigo eterno y los justos a la
vida eterna. (Mt 25, 31-34 . 41 . 46)

Juzgará al mundo con justicia; con equidad ejecutará


juicio sobre los pueblos. (Sal 9,8)

A continuación hemos de exponer enseñanzas muy


importantes y breves sobre el Juicio particular, tomadas del
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que es el
resumen oficial del Catecismo:

Cristo juzgará a los vivos y a los muertos con el


poder que ha obtenido como Redentor del mundo,
venido para salvar a los hombres. Los secretos de los
Mal físico punitivo 325

corazones serán desvelados, así como la conducta de


cada uno con Dios y el prójimo. Todo hombre será
colmado de vida o condenado para la eternidad,
según sus obras. Así se realizará «la plenitud de Cris-
to» (Ef 4, 13), en la que «Dios será todo en todos»
(1 Co 15, 28). [135]

El juicio final (universal) consistirá en la sentencia


de vida bienaventurada o de condena eterna que
el Señor Jesús, retornando como juez de vivos y
muertos, emitirá respecto «de los justos y de los
pecadores» (Hch 24, 15), reunidos todos juntos
delante de sí. Tras del juicio final, el cuerpo
resucitado participará de la retribución que el alma
ha recibido en el juicio particular. [136] El juicio
final sucederá al fin del mundo, del que sólo Dios
conoce el día y la hora. [137]

Después del juicio final, el universo entero, liberado


de la esclavitud de la corrupción, participará de la
gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos cielos
y la tierra nueva» (2 P 3, 13). Así se alcanzará la
plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización
definitiva del designio salvífico de Dios de «hacer
que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en
los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 10). Dios
será entonces «todo en todos» (1 Co 15, 28), en la
vida eterna. [138]

Como en la visión de Eze 47:1-2, el “manantial” que brota


del Templo simboliza las bendiciones que Dios concederá a su
Pueblo. La verdadera culminación del Día del Señor no será el
juicio y la destrucción, sino el triunfo de la justicia y la nueva
creación. (cf. Amo 9,13)
135. Compendio Catecismo de la Iglesia Católica, 135 (cf. Cat 678-679, 681-
682)
136. ibíd, 214 (cf. Cat 1038-1041, 1058-1059)
137. ibíd, 215 (cf. Cat 1040)
138. ibíd, 216 (cf. Cat 1042-1050, 1060)
327

APÉNDICE A

Breve guía de confesión


¿No te sientes arrepentido de tus pecados?

Solicita entonces el don del arrepentimiento al Espíritu


Santo y reza la Coronilla de la Divina Misericordia, la mejor
herramienta para acceder a la misericordia de Dios.

«Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros


un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré
mi espíritu en vosotros y hare que os conduzcáis
según mis preceptos y observéis y practiquéis mis
normas.» (Ezequiel 36,26-27)

« ¡Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos: renueva


nuestros días como en los tiempos pasados! »
(Lamentaciones 5,21)

A continuación una cita del diario de Santa María Faustina


Kowalska:

“Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he


dado... Quien la recite recibirá gran misericordia a la
hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendaran a
los pecadores como su último refugio de salvación.
Aun si el pecador mas empedernido hubiese
328 Breve guía de confesión

recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la


gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder
gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi
Misericordia.” (Diario 687)

“Escribe que cuando digan esta Coronilla en


presencia del moribundo, Yo me pondré entre
mi Padre y el, no como Justo Juez sino como
Misericordioso Salvador.” (Diario 1541)

Acto de Contrición

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de


todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me
pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un
Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío


que por tu infinita misericordia me has de conceder
el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida
eterna. Amen

Otra versión conocida es la siguiente:

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,


Creador, Padre y Redentor mío; por ser vos quien
sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas
las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con
las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina
gracia, propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta. Amen.
Breve guía de confesión 329

¿Cuáles son los Diez Mandamientos de la Ley de Dios?

1° Amarás a Dios sobre todas las cosas.


2 No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3° Santificarás las fiestas.
4° Honrarás a tu padre y a tu madre.
5° No matarás.
6° No cometerás actos impuros.
7° No robarás.
8° No dirás falso testimonio ni mentirás.
9° No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10° No codiciarás los bienes ajenos.

¿Qué es el Sacramento de la Reconciliación o Confesión?

La confesión es el Sacramento en el cual por medio de la


absolución del sacerdote, recibimos el perdón de nuestros
pecados si los confesamos arrepentidos. Jesús declara a sus
ministros:

“Reciban el Espíritu Santo: a quienes ustedes


perdonen sus pecados, queden perdonados, y a
quienes se los retengan, queden retenidos”
(Juan 20,22-23)

¿Que pasos debo seguir para una buena confesion?

Antes de confesarte verifica que mandamientos has


incumplido haciendo un examen de conciencia. Debes estar
arrepentido, sino dispones de arrepentimiento solicítale a Dios
que imprima en tu corazón verdadero dolor por tus pecados y
propósito firme de no volver a cometerlos, es recomendable la
oración Coronilla a la Divina Misericordia. Habiendo realizado
330 Breve guía de confesión

el examen de conciencia, el dolor por los pecados cometidos y el


propósito de enmienda, ya puedes confesarte apropiadamente.
El sacerdote te saludara diciendo “Ave María Purísima” a lo que
has de responder “Sin pecado original concebida”. Se inicia con
sinceridad el relato o la mención de los pecados cometidos.
Procura que la confesión sea breve, clara y completa.

Hoy el Señor me dijo: Cuando te acercas a la


confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia,
siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que
brotó de Mi Corazón y ennoblece tu alma. Cada
vez que vas a confesarte, sumérgete toda en Mi
misericordia con gran confianza para que pueda
derramar sobre tu alma la generosidad de Mi gracia.
Cuando te acercas a la confesión debes saber que Yo
Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy
oculto en el sacerdote, pero Yo Mismo actúo en tu
alma. Aquí la miseria del alma se encuentra con
Dios de la misericordia. Di a las almas que de esta
Fuente de la Misericordia las almas sacan gracias
exclusivamente con el recipiente de confianza. Si su
confianza es grande, Mi generosidad no conocerá
límites. Los torrentes de Mi gracia inundan las almas
humil-des. Los soberbios permanecen siempre en
pobreza y miseria, porque Mi gracia se aleja de ellos
dirigiéndose hacia los humildes. (Diario 1602).

¿Qué hacer si el sacerdote de mi parroquia se niega o evita


confesar?

En ese caso particular lo primero que debe hacer es preguntarle


al sacerdote cuando le vendría bien confesar, si no existe razón
real y de peso para que no confiese y no ofrece alternativas para
Breve guía de confesión 331

confesar sino que busca evadir su responsabilidad, le puede


recordar el compromiso que tomó el día de su ordenación, si
esto no es suficiente, tendrá mientras tanto que buscar otras
parroquias cercanas donde confesarse y enviar una carta o
email al obispo de su diócesis para informar que existe un
sacerdote que no es fiel al compromiso que adquirió el día de
su ordenación. De cualquier modo lo más efectivo es siempre
orar y persuadir.

Rito de Ordenación: “¿Estas dispuesto a presidir


con piedad y fielmente la celebración de los
misterios de Cristo, especial-mente el del sacrificio
de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación,
para alabanza de Dios y santificación del pueblo
cristiano, según la tradición de la Iglesia?”

Código de Derecho Canónico: 986 § 1. Todos los


que, por su oficio, tienen encomendada la cura
de almas, están obligados a proveer que se oiga
en confesión a los fieles que les están confiados y
que lo pidan razonablemente; y a que se les dé la
oportunidad de acercarse a la confesión individual,
en días y horas determinadas que les resulten
asequibles. § 2. Si urge la necesidad todo confesor
esta obligado a oír las confesiones de los fieles; y, en
peligro de muerte, cualquier sacerdote.
333

APÉNDICE B

Justicia distributiva y conmutativa


Tomado de los escritos de San Vicente de Paúl, Conferencia 121: Conferencia
Del 21 De Febrero De 1659 (Escuchada por una asamblea de sacerdotes)

sí es, hermanos míos, como deben entenderse estas


palabras: “Buscad el reino de Dios”; pero además se
dice: “y su justicia”. Fijaos que añade justicia. Sé muy bien que
algunos no ponen casi ninguna diferencia entre buscar el reino
de Dios y buscar su justicia y que, por tanto, no sería necesario
que me detuviese más en la explicación de estas palabras; sin
embargo, como hay otros que las distinguen y como en la
sagrada escritura no hay ninguna palabra de la que no se pueda
sacar algún fruto, si se explica y se medita con cuidado, no será
inconveniente que os diga aquí lo que se puede entender por
estas palabras: “Buscad la justicia de Dios”. Para ello, hay que
saber antes cuál es esa justicia de Dios.

Padres, vosotros habéis estudiado teología y yo soy un


ignorante, un alumno de primaria; sabéis que hay dos clases de
justicia, la conmutativa y la distributiva; ambas se encuentran
en Dios: justus Dominus et justitias dilexit. También se
encuentran en los hombres, pero con el defecto de que son
dependientes, mientras que la justicia de Dios es soberana.

No obstante, nuestras justicias no dejan de tener sus


propiedades, por las que guardan cierta relación y semejanza
con la divina, de la que dependen. Así pues, la de Dios es
conmutativa y distributiva a la vez.
334 Justicia distributiva y conmutativa

1.° Conmutativa, ya que Dios transforma los trabajos de


los hombres en virtudes, y sus méritos en recompensas; y como
los cuerpos se corrompen el alma toma posesión de la gloria
que ellos han merecido. Esta conmutación de los méritos en
recompensa se hace por medida y por número o, como dicen
los teólogos, en proporción aritmética.

Sí, Dios proporciona las virtudes según el esfuerzo que se


pone por adquirirlas y da la gloria según el número y el valor
de las buenas acciones. Esto tiene que impresionarnos, padres;
Dios nos recompensará por la justicia y por la cuenta de
nuestras obras. Esforcémonos, hermanos míos, esforcémonos
en la virtud, multipliquemos el empeño, busquemos el honor
y el beneplácito de nuestro soberano Salvador; llevemos vida
interior, aumentemos el reino de Dios en nosotros.

Hay un pasaje en la carta de san Pablo a los corintios:


Opera illorum sequuntur illos: las obras buenas del justo lo
acompañarán y Dios se las recompensará, lo mismo que castigará
también a los malos, en proporción con sus iniquidades, con
la pena del infierno; pero lo hará estrictamente y con esa
proporción aritmética de la que acabamos de hablar.

Disminuyamos las miserias de nuestra alma y progresemos


en la virtud; Dios será exacto en recompensar nuestras buenas
obras y en castigar las malas. Esto es cierto, hace poco que
lo he leído. Así pues, si Dios obra de esta forma, padres, ¿no
hemos de mirar su justicia buscando su gloria, y mirar su gloria
buscando su justicia? ¿no hemos de hacer todo el bien que
podamos para este fin, para que nuestras obras sean dignas de
esta conmutación de la gloria y que la gloria responda a las
obras?
Justicia distributiva y conmutativa 335

No podemos esperar que Dios nos conceda una buena medida,


y sobreabundante, si nosotros nos portamos roñosamente con
él; hay que sembrar mucho con nuestras buenas acciones, para
recoger mucho en recompensa, y así es como buscaremos la
justicia de Dios, en cuanto conmutativa y propia solamente de
él.

2.° También es distributiva, en cuanto que conserva cierta


proporción llamada geométrica, cuando Dios distribuye el
cielo a los buenos y el infierno a los malos, tales como yo,
que no puedo esperar más que un riguroso castigo. El cielo
es un conjunto de bienes infinitos que Dios distribuye a las
almas justas. ¿Y qué es el infierno? Un lugar donde abundan
toda clase de males que no acabarán nunca, distribuidos entre
los que se han prostituido al pecado; y esta justicia se llama
distributiva. ¿Por qué? Porque el cielo es la paga o el salario con
que recompensa a sus servidores, y el infierno es la pena con
que castiga a los malos. Es propio de Dios darle a cada uno
según sus obras Padres, no nos engañemos: tenemos que ser
castigados; tengamos miedo.
337

APÉNDICE C

Episodios de Justicia y Misericordia

amos a recordar algunos episodios variopintos donde


Jesús nos enseñó el valor de la Justicia y Misericordia en
perfecta comunión.

Al enseñarnos a orar, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña la


unión de Misericordia y Justicia, pues Dios nos perdonará así
como perdonamos a quienes nos ofenden, pero sino lo hacemos
tampoco recibiremos perdón (cf. Mat 6,14-15) y por encima
de las realidades terrenales, primero debemos buscar el Reino
de Dios y su justicia. (cf. Mat 6,25-34)

La triple negación de San Pedro nos deja una gran enseñanza


a la luz de esta relación perfecta y eterna entre Misericordia
y Justicia. En la última negación, justo antes del cantar del
gallo, Nuestro Señor provocó en san Pedro un profundo
arrepentimiento al mirarle (cf. Lc 22,61). Pero a pesar de su
arrepentimiento, tras la resurrección, el Señor procura restituir
el orden moral perturbado por esas negaciones y es cuando le
pregunta tres veces a san Pedro si le ama, a lo que san Pedro
responde con una triple afirmación de amor hacia El (cf. Jn
21,15-17).
338 Episodios de Justicia y Misericordia

Jesús mismo fue probado en cuanto a su Justicia y


Misericordia por los fariseos, en cierta oportunidad le llevaron
una mujer adúltera para ponerlo a prueba (Juan 8,1-11), si Él
les deba la razón de que debía ser apedreada quedaría como
Justo pero falto de Misericordia y si la perdonaba ignorando la
ley de Moisés sucedería el caso contrario. Los escribas y fariseos
estaban confiados que de una manera u otra Jesús no podría
responder adecuadamente y podrían acusarle ya sea de ser
alguien carente de misericordia o alguien injusto. Al respecto
san AgustínDR destaca:

El que de vosotros está sin pecado, contra ella tire


el primero una piedra. Ésta es la voz de la Justicia:
«Castíguese a la pecadora, pero no por pecadores;
cúmplase la Ley, pero no por prevaricadores de la
Ley». Ésta es en absoluto la voz de la Justicia; ellos,
heridos por esa Justicia como por un dardo grande
cual una viga, tras mirarse a sí mismos y hallarse
reos, se retiraron todos uno tras otro. [1]

Jesús siendo justo y misericordioso se compadeció de la


mujer adultera porque ella se arrepintió, la perdona y le dice
que no debe pecar más (cf. Juan 8,11).

El Señor muestra un trato diferenciado para con los pecadores.


Con los fariseos el Señor se mostro muy duro cuando lejos de
arrepentirse seguían desobedeciendo la voluntad de Dios; ahí
no mostraba compasión sino reprensión y duras palabras, no
todos los fariseos eran así, claro está, algunos incluso rogaban
para que fuera a su casa a comer (cf. Lucas 7,36) y el Señor para
con ellos se mostraba compasivo.

1. San Agustín de Hipona, Tratado XXXIII del Evan-gelio de San Juan, cor-
respondiente a Juan 7,40 - 8,11
Episodios de Justicia y Misericordia 339

Quien no se arrepiente puede y debe esperar del Señor,


palabras muy duras. Ese tipo de reprensión o juicio de maldición
solo es propia de Dios, ni siquiera el arcángel san Miguel se
atrevió a proferir juicio de maldición contra Satanás, sino que
dijo: “El Señor te reprenda” (cf. Judas 1, 9).

¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos,


hipócritas!, que cierran la puerta del reino de los
cielos para que otros no entren. Y ni ustedes mismos
entran, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo.
[...] ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos,
hipócritas!, que recorren tierra y mar para ganar un
adepto, y cuando lo han logrado, hacen de él una
persona dos veces más merecedora del infierno que
ustedes mismos. [...] ¡Ay de ustedes, maestros de la
ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros
blanqueados, bien arreglados por fuera, pero llenos
por dentro de huesos de muertos y de toda clase
de impureza. Así son ustedes: por fuera aparentan
ser gente honrada, pero por dentro están llenos
de hipocresía y de maldad. [...] ¡Serpientes! ¡Raza
de víboras! ¿Cómo van a escapar del castigo del
infierno? Por esto yo les voy a enviar profetas, sabios
y maestros. Pero ustedes matarán y crucificarán a
algunos de ellos, y a otros los golpearán en las
sinagogas y los perseguirán de pueblo en pueblo. Así
que sobre ustedes caerá el castigo por toda la sangre
inocente que ha sido derramada desde Abel el justo
hasta Zacarías, hijo de Berequías, a quien ustedes
mataron entre el santuario y el altar. Les aseguro
que el castigo por todo esto caerá sobre la gente de
hoy. (Mateo 23, 13-36)
341

APÉNDICE D

“Dios no tienta, ergo, no castiga”


Carta de consulta hecha por Victor Riiv:

Hola hola buenos días! Le Escribo de CCS para


hacerle una pregunta a cerca del tema “Dios
perdona, pero también castiga”. La cuestión es que
es como enredado ese asunto ya que en la biblia dice:
“ Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado
de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado
por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno
es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido.Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y
el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”
Santiago 1:13,14,15.

La tentación se puede decir que es como una prueba


o como un castigo, entonces no podemos decir que
Dios nos castiga o que nos prueba, según lo que
dice Santiago. Además dice: “sino que cada uno
es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido”, se podría decir que una persona
se cautiva, se atrae de sus propios deseos entonces
como dice, es atraído y seducido, entonces si una
persona se deja seducir y atraer por sus deseos y
cede a eso, entonces como dice “la concupiscencia,
342 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

después que ha concebido, da a luz el pecado; y el


pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”,
concluyo en que, uno el ser humano busca sus
propios problemas.

Otro dato: “Clemente y misericordioso es Jehová,


Lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno
es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre
todas sus obras. Te alaben, oh Jehová, todas tus
obras, y tus santos te bendigan.” Salmos 145: 8,9

¿Cómo es posible entonces que un Dios así como lo


describe Salmos castigue a las personas?

Gracias por su atención.

Respuesta dada a dicha consulta (mediados de 2015)

Buenos días, le agradezco su pregunta y el tono


respetuoso de la misma, me ha permitido profundizar
aún más en el tema del castigo divino, además tiene
un enfoque peculiar que otras personas podrían
estarse planteando.

Por lo que entiendo de su carta, la tentación estaría


directamente relacionada al castigo de la siguiente
manera lógica:

Tentación Pecado Castigo

Es importante resaltar que la tentación es inevitable


en sí misma, en cambio el pecado que resulta de
consentir dicha tentación y el castigo que merecemos
con el pecado, son perfectamente evitables.
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 343

Considero apropiado recordar algunas definiciones.


El pecado es no seguir la voluntad de Dios; para
la forma de razonar humana puede parecer que
convertir una roca en pan para alimentarse no es
algo malo, pero si Jesús hubiera hecho eso en el
desierto (cf. Mateo 4,1), no seguiría la voluntad del
Padre y por lo tanto sería pecado y un mal moral
en esencia, algo imposible para Nuestro Señor. El
castigo del que nos hacemos merecedores al pecar,
es la pena que se impone a quien ha cometido un
delito o falta.

La palabra griega que se traduce como tentar en


el pasaje que usted cita de la epístola de Santiago,
es πειράζω (peirazo) que significa poner a prueba,
probar, tentar, tratar, intentar [1][2]. Algunos pasajes
donde aparece la palabra son Génesis 22,1 (tomado
de la versión septuaginta); Mateo 4,1; Mateo 4,3
; Mateo 16,1 ; Mateo 19,3; Mateo 22,18; Mateo
22,35; Marcos 1,13 ; Marcos 8,11; Marcos 10,2;
Marcos 12,15; Lucas 4,2; Lucas 11,16; Lucas 20,23;
Juan 6,6; Juan 8,6; Hechos 5,9; Hechos 15,10; 1
Corintios 7,5 ; 1 Corintios 10,9; 1Corintios 10,13
; 2 Corintios 13,5; Gálatas 6,1 ; 1 Tesalonicenses
3,5; Hebreos 2,18; Hebreos 3,9; Hebreos 4,15;
Hebreos 11,17; Santiago 1,13-14; Apocalipsis 2,2;
Apocalipsis 2,10.

También se usa en la Biblia la palabra πειρασμός


(peirasmos) que está relacionada con πειράζω
(peirazo), significando también tentación o prueba,
el traductor es quien decide si verterlo de una
manera u otra.
1. Franco Sanz, Diccionario Griego Clásico - Español, Editorial Veron 1997,
Pag. 198
2. James Swanson, Diccionario de Griego Bíblico, Editorial Logos Research
Systems, Inc 1997, Pag. 241
344 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

Todo esto lo menciono para que verifique que no


existe diferencia en esencia entre probar o tentar,
que es la consideración del traductor bíblico
verterlo de una manera u otra, y que ha sido más
bien un entendimiento reciente de la gente el que se
asocie la palabra tentar como algo malo propio del
demonio, el mundo o la carne; y la prueba como
algo bueno que proviene de Dios. De este modo
se procura usar un lenguaje diferenciado que evite
la explicación adicional de decir el fin mismo de
la prueba (tentación), si el fin es bueno se habla
comúnmente de prueba y si es algo malo se habla de
tentación, pero son lo mismo en esencia.

Sobre la tentación santo Tomás de Aquino nos dice


lo siguiente:

« Tentar es propiamente hacer examen de alguno a


quien se le pone a prueba para descubrir algo acerca
de él. El fin próximo, pues, del que tienta es saber.
Pero, a veces, se busca, además del saber, algún otro
fin, bueno o malo. Bueno, como al intentar saber
cómo es uno respecto de la ciencia o de la virtud
con la intención de estimularle al bien. Malo, si se
quiere saber esto mismo para engañarle o inducirle
al mal.

Pues de aquí se debe deducir cómo a diversos


sujetos se les atribuye de diversa manera el tentar.
Así, el hombre se dice que unas veces tienta con
el único fin de saber, y por eso se dice que tentar
a Dios es pecado, porque el hombre presume al
hacerlo; como dudando, intenta explorar el poder
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 345

de Dios; otras veces el hombre tienta para ayudar;


y algunas también para dañar. El diablo tienta
siempre para dañar, precipitando al pecado. Este es
el sentido en el que se dice que el tentar es oficio
propio de los demonios, porque, aunque también
el hombre alguna vez tienta de este modo, lo hace
como ministro del demonio. En cambio, se dice
que Dios tienta para saber, pero del modo en que
se dice que viene El a saber lo que hace que otros
conozcan. Así se dice en el Dt 13,3: El Señor Dios
vuestro os tienta a fin de que se haga manifiesto si
le amáis. La carne y el mundo se dice que tientan
como instrumentos o materialmente, es decir, en
cuanto puede conocerse cuál sea el hombre por el
hecho de seguir o de resistir a las concupiscencias
de la carne o por despreciar las cosas prósperas y
adversas del mundo, de las cuales se sirve también el
demonio para tentar » [3]

Cuando Dios le dijo a Abraham que ofreciera a Isaac,


la tentación no tenía como propósito hacer pecar
a Abraham, sino probar su fe. Esta es la diferencia
entre la tentación o prueba que viene de Dios que
conduce a la vida y estimula al bien (cf. Deut. 13,3-
4 ; ) y aquella que menciona Santiago que conduce
al pecado y a la muerte, estimulando el mal (cf.
Santiago 1,13-15 ; 1 Tesalonisenses 3,5) este tipo de
tentación no la provoca Dios de ninguna manera,
más si la permite según nuestras fuerzas y además
nos ayuda a superarla con su gracia (cf. 1 Corintios
10,13) de hecho, Nuestro Señor Jesucristo nos
comprende muy bien en nuestras debilidades, pues
fue sometido a las mismas pruebas que tenemos
nosotros a excepción del pecado (cf. Heb 4,14-15).
3. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica - Parte Ia - Cuestión 114 - Artículo
2
346 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

Dios prueba de dos modos, haciendo algo


manifiestamente como el caso de Abraham o de
forma encubierta (en lo que algunos místicos
llaman la noche oscura) y donde es puesta a prueba
nuestra fe cuando no sentimos la presencia de
Dios. El Señor envía o permite a veces abandonos y
oscuridades, tedios y cansancios, que lo ocultan a las
miradas del alma para mantenernos en humildad,
hacernos adquirir meritos , consolidar nuestra
virtud, formarnos en la paciencia y conformidad
con la voluntad divina, o para que lo busquemos
con afán. Dios no abandona a nadie, es el hombre
el que abandona a Dios, pero Dios permite o envía
al hombre esas sensaciones de abandono por el bien
de nuestra alma.

« Después de estos acontecimientos, Dios puso


a prueba a Abraham: “¡Abraham!”, le dijo. El
respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió
diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto
amas, a Isaac; ve a la región de Moría, y ofrécelo en
holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. A
la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su
asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo
Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto,
se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado
[...] Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre
el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que
temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera
a tu hijo único” » Génesis 22,1-12
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 347

« De pronto se levantó en el mar una tempestad tan


grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero
él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron
diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!»
Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca
fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al
mar, y sobrevino una gran bonanza » (Mt 8,24-26)

Es verdad entonces que Dios prueba o tienta, pero


siempre es sano aclarar que el fin de dicha prueba
es saber si verdaderamente lo amamos, y no la de
llevarnos a pecar. “Si ustedes me aman, cumplirán
mis mandamientos”, dice el Señor (cf. Juan 14,15)

«Es que Yahveh vuestro Dios os pone a prueba para


saber si verdaderamente amáis a Yahveh vuestro
Dios con todo vuestro corazón y con toda vuestra
alma» (Deut 13,3-4)

La tentación además nos deja una valiosa lección


que nos permite conocernos mejor, así como lo
describe Orígenes:

«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres


[...] En algo la tentación es buena. Todos, menos
Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido
de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo
manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así,
descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar
gracias por los bienes que la tentación nos ha
manifestado » [4]

4. Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17


348 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

Queda demostrado que su afirmación de que “no


podemos decir que Dios nos castiga o que nos
prueba, según lo que dice Santiago” es incorrecta.
Su argumentación y su pregunta retórica estaban
basadas en dicha premisa, por lo tanto podemos
decir que Dios castiga y Dios prueba, teniendo en
cuenta que el fin y sentido de ambas situaciones
es diferente. Dios prueba (tienta) para saber si
verdaderamente lo amamos (cf. Deu 13,4) y
hacernos mejores, más humildes, y Dios castiga
imponiendo una pena eterna o temporal al pecador,
para su corrección (cf. Ezequiel 7,9 ; Proverbios
3,11-12) y/o para restaurar el orden moral (cf. Judit
16,17 ; 2 Tesalonicenses 1,9).

Para finalizar, rescato su pregunta:

« “Clemente y misericordioso es Jehová, Lento para


la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová
para con todos, y sus misericordias sobre todas sus
obras. Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus
santos te bendigan.” Salmos 145, 8-9

¿Cómo es posible entonces que un Dios así como lo


describe Salmos castigue a las personas? »

Hay otro salmo que ha de complementar muy bien


el que ha citado:

«Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios


paciente eras para ellos, aunque vengabas sus delitos
» Salmos 99,8
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 349

Que Dios sea paciente y misericordioso no implica


que no sea justo y castigue a quien delinque.

En resumidas cuentas la razón por la cual Dios


castiga a las personas es porque las ama, y siendo
estas, criaturas suyas. Se ha de preguntar cómo se
puede amar a alguien imponiendo pena de daño y
sentido en el infierno , y la razón de dicho amor
es que siendo el pecado y el pecador que no se
arrepiente, elementos desordenados que no son
acordes al orden de Dios, El tendría solo dos opciones
o incluir las criaturas pecadoras en su dinámica de
amor manteniendo su existencia o eliminarnos
de su orden que sería equivalente a desaparecer.
Quiso Dios por razones obvias de su amor infinito,
incluirnos en su dinámica de amor y así mantener
nuestra existencia, para entrar en dicha dinámica
tenemos entonces dos puertas por decirlo de algún
modo; una es su misericordia (cuando perdona) y
otra es su justicia (cuando castiga). Dios no deja de
ser misericordioso o justo en ningún momento pero
suele destacarse más o menos una característica a los
ojos humanos.

« Que los mas grandes pecadores [pongan] su


confianza en Mi misericordia. Ellos mas que
nadie tienen derecho a confiar en el abismo de
Mi misericordia. Hija Mia, escribe sobre Mi
misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las
almas que recurren a Mi misericordia. A estas almas
les concedo gracias por encima de lo que piden.
No puedo castigar aún al pecador mas grande si él
suplica Mi compasión, sino que lo justifico en Mi
350 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

insondable e impenetrable misericordia. Escribe:


Antes de venir como juez justo abro de par en par
la puerta de Mi misericordia. Quien no quiere pasar
por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar
por la puerta de Mi justicia » [5]

Si dispone de tiempo le recomiendo leer este artículo


donde se habla de la argumentación de santo Tomás
de Aquino sobre el castigo de Dios.

De nuevo le agradezco su mensaje y quedo a su


disposición para cualquier consulta adicional, lo
incluyo en mis oraciones de hoy, además le hago la
invitación de leer la nueva edición del libro “Dios
perdona, pero también castiga” en la que he añadido
nuevos fundamentos para entender mejor el tema.

« Estén prevenidos y oren para no caer en tentación,


porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es
débil » Mateo 26,41

« Feliz el hombre que soporta la prueba, porque


después de haberla superado, recibirá la corona
de Vida que el Señor prometió a los que lo aman»
Santiago 1,12

Que Dios le guarde de todo mal.


Adrián Ferreira (UnCatolico)

5. Santa María Faustina Kowalska, Diario ‘La Divina Misericordia en mi alma’,


1146
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 351

Nuevos argumentos/textos para complementar la respuesta


dada a dicha consulta:

Dios nos prueba (cf. Gén 22,1, Deut. 13,3-4), prueba que
no se aprovecha de nuestra debilidad para que caigamos como
si lo hace el demonio, sino en nuestras fortalezas que por su
gracia nos han sido dadas para que cumplamos su voluntad
como lo hizo Jesús con Pedro en las aguas al llamarlo que fuera
a su encuentro (cf. Mat 14,29). El diablo nos comenta Santo
Tomás:

Como general competente que asedia un fortín,


estudia el demonio los puntos flacos del hombre a
quien intenta derrotar, y lo tienta por su parte más
débil. [6]

Perverso maestro es el diablo, que mezcla muchas


veces lo falso con lo verdadero, para en-cubrir con
apariencia de verdad el testimonio del engaño.[7]

Pero san Agustín de hecho contextualiza el poder que tiene


el diablo para hacer daño pues cierto es que:

El diablo tiene un cierto poder; sin embargo, las más


de las veces quiere hacer daño y no puede porque
éste poder está bajo otro poder [...], ya que Quien
da facultad al tentador, da también su misericordia
al que es tentado. Ha limitado al diablo los permisos
de tentar. [8]

“Dios no permite que el demonio tiente a los


fieles, sino en lo preciso para su adelantamien-to
espiritual. [9]
6. SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., p. 162
7. SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 76
8. SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2.
9. S. Agust., Saim. 63, sent. 98, Tric. T. 7, p. 4o3.
352 “Dios no tienta, ergo, no castiga”

Retomando el sentido de perfeccionamiento que tiene


la prueba y que fue tocado en el capítulo VI de la presente
edición, podemos leer en el libro de la Sabiduría que se nos dice
que los justos:

“Tras pequeñas correcciones, recibirán grandes


beneficios, pues Dios los puso a prueba y los halló
dignos de sí; los probo como oro en crisol y los
aceptó como sacrificio de holo-causto. En el día del
juicio resplandecerán y se propagarán como el fuego
en un rastrojo”. (Sab 3, 1-7)

Sobre como entender la voluntad de Dios en pruebas como


las de Abraham el siguiente texto tomado de la Suma Teológica
Escolástica puede resultar útil:

201. Se dice que HUGO DE San VICTOR fue el


primero que estableció la división VOLUNTAD
DE BENEPLÁCITO y VOLUNTAD DE SIGNO.
Esta división la expli-ca Santo TOMÁS, a.11:
voluntad de beneplácito es la voluntad propiamente
di-cha; voluntad de signo es la voluntad metafórica
en sentido metonímico «por el hecho de que el
signo mismo de la voluntad recibe el nombre de
voluntad». Así pues en general la voluntad de signo
es signo de la voluntad divina. Estos signos suelen
proponerse en número de cinco: la prohibición, el
precepto, de la decisión o consejo, la operación y la
promesa: a.12. De suyo no se contraponen necesa-
riamen¬te los miembros de esta división, pues es
muy conforme, más aún es total-mente menester,
el que Dios quiera algo en realidad, y manifieste
dicha voluntad. Sin embargo esta división ha sido
“Dios no tienta, ergo, no castiga” 353

establecida para que se entienda que a la vo-luntad


de beneplácito que se da verdaderamente en Dios,
se contrapone la vo-luntad de mero signo, la cual en
realidad no se da en Dios, al menos según pare-ce
que se muestra por el signo. Esto ha sido propuesto a
fin de explicar ciertos hechos narrados en la sagrada
Escritura, como el precepto impuesto a Abraham
en orden al holocausto de ofrecer su hijo Isaac,
Gen 22, donde aparece que en realidad no fue esta
la voluntad de Dios, la cual parecía que se daba a
entender con dicho precepto. A saber Dios al tentar
a Abraham, esto es al probar la obe-diencia ciega que
quería que tuviera éste, comportándose a la manera
humana respecto a un hombre, da a entender que él
quiere algo, lo cual después él mismo impidió que
se llevara a cabo enviando al Angel. La voluntad de
signo entendida de este modo no debe extenderse
más allá de lo que consta por la sagrada Escri-tura
que debe explicarse de este modo. Según está claro,
esta doctrina nada tiene en común con la blasfemia
de Calvino, el cual enseña que Dios de ningún modo
quiere en realidad el que los hombres observen los
preceptos divinos, sino más bien lo contrario. [10]

10. SUMA DE LA SAGRADA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA , DE DEO


CREANTE ET ELEVANTE , Lib. 1, cap. IV, a. II
ANEXO

Enlaces Multimedia
A continuación diversos testimonios en video sobre el castigo
divino. Cada testimonio tiene una perspectiva complementaria
(por eso conviene escucharlos todos), además han sido
explicados en persona por cada uno de los involucrados, excepto
obviamente san Alfonso María Ligorio, pero igualmente
escucharemos el audio de un sermón magistral. Haga clic en la
imagen o si está leyendo la edición impresa copie el enlace en el
navegador de internet:

uncatolico.org/VideosJusticia

P. Pablo Straub Madre Angélica Dr. Scott Hahn

Beato Álvaro del Portillo Papa Benedicto XVI Papa Francisco


(Card. Bergoglio)

San Alfonso María de Ligorio


Entrad por la entrada estrecha;
porque ancha es la entrada y
espacioso el camino que lleva
a la perdición, y son muchos
los que entran por ella; mas
¡qué estrecha la entrada y qué
angosto el camino que lleva a
la Vida!; y poco son los que lo
encuentran. Guardaos de los
falsos profetas, que vienen a
vosotros con disfraces de ovejas,
pero por dentro son lobos
rapaces.

Mateo 7,13-15
JMJ
NosvemosenelpróoxiImovolumen:)

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