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Muchas veces hemos oído el dicho popular “El pez muere por la boca” y así sucede muchas veces
con nosotros, acaba saliendo por nuestra boca lo que hay en nuestro corazón y muchas veces esto
no es agradable. Como recordamos de los temas anteriores iniciamos por contemplar algunas
ideas en nuestra mente que son muchas veces fruto de lo que el mercado nos impulsa, después
seguimos con anidar cosas en nuestro corazón y finalmente eso es lo que conciente o
inconcientemente se expresa en nuestras palabras
2. Construir o destruir: Nuestras palabras pueden ser usadas para construir o para destruir a
las personas, pueden motivar o pueden ser objeto de tristeza y decepción. En la palabra
de Dios encontramos una excelente recopilación de esto en Santiago 3:1-12. El apóstol nos
habla de que nuestras palabras es lo más difícil de controlar y como en muchas ocasiones
estas muestran la dualidad de nuestro corazón. Normalmente en los momentos de
presiones y disgustos, que tipo de agua sale por tu fuente? Eres el que alimenta la
situación para avivar el disgusto? Muchas personas consideran como una virtud el “no
tener pelos en la lengua” y con este pretexto ofenden a las personas e invierten gran parte
del tiempo en decir cosas que generan polémicas y disgustos; pero si nosotros tenemos la
dimensión correcta de las cosas, entendemos que todo es temporal, los disgustos, las
diferencias pero las personas quedarán y lo que dijimos en ese momento de descontrol
puede herir sus corazones por mucho tiempo. Seamos más bien de los que defienden sus
principios con altura y en todo tiempo muestran el fruto del espíritu que es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, dominio propio, mansedumbre y templanza.
3. Hablar por hablar: Mateo 5:37 NVI “Cuando ustedes digan si, que sea realmente si y
cuando digan no, que sea no. Cualquier cosa de más proviene del maligno”. Muchas veces
tenemos por costumbre hablar sin pensar en lo que nos estamos comprometiendo a
hacer. Decimos sin problema: “Mañana hago eso” o “Yo si voy a ir” pero sabemos que no
está entre nuestros planes. La palabra de Dios nos exhorta a hablar siempre con la verdad.
Nuestra palabra debe tener un valor y este valor se lo damos nosotros mismos al cumplir
nuestros compromisos. Muchas veces no tenemos problema en decir que haremos algo y
dependiendo de las circunstancias después decir que no, por ejemplo, si nos
comprometemos a lavar el baño todos los sábados, es todos los sábados, no dependiendo
de si tengo o no un plan, o si me siento con ánimo o no. Jesús vino hace más de 2.000 años
y su palabra sigue siendo verdad para nuestra vida, imagínate como sería si la biblia
cambiara de promesas todos los días de acuerdo a la moda o a las circunstancias! En
nuestro diario caminar, buscando ser siempre como Jesús debemos mantenernos firmes
en nuestras promesas, no significa que no podamos arrepentirnos de las cosas malas, sino
que podamos desarrollar honestidad.
Jesús vino para enseñarnos como vivir pero también como dirigirnos al Padre. En su vida mostró
siempre el amor y la sabiduría que provenían de Dios y por eso es un modelo para seguir en
nuestro diario vivir pero lo más importante es que vino para enseñarnos el camino a una eternidad
con El. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie llega al Padre si no es por mí”. El
sabía que por obras propias nos es imposible la perfección, pero por medio de El podemos acceder
a la gracia, a recibir lo que no merecemos… el cielo! Recíbelo hoy en Tu corazón y permítele que
transforme tu vida, tu corazón, tu mente, tus palabras pero sobre todo, tu eternidad!