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Estas tres figuras se dan en forma sincrónica, con particularidades diferentes, pero que a la
vez se comunican entre si. Hasta el siglo XVIII y principios del XIX èstas se mantienen
separadas, y solo se reunirán una vez ya conformado un sistema, una red singular de saber y
poder que reuna las tres figuras en el mismo sistema de regularidades.
NIEVAS: “Nosotros: los normales”
La preocupación no es lo extraordinario, es decir aquellos hechos que por su particularidad
representan casos atípicos, sino, por el contrario, la normalidad.
No necesariamente lo normal es sinónimo de no problematicidad. ¿Que decir de una sociedad
en la que la portación de ideas políticas, sexo, pigmentación de piel u orientación sexual es
motivo de expulsión de ciertos espacios, y en algunos casos, de riesgo cierto de perder la
vida? Esa es la sociedad normal, y no es una sociedad en abstracto, sino la nuestra, la
argentina actual. Y los cuerpos que damos entidad real a esa sociedad somos nosotros, los
normales.
Al querer aproximarse a la reflexión sociológica hay que enfrentarse a una estructura de
pensamiento asentado en un principio de identidad elemental que parte de distinguir el yo del
resto, el uno del conjunto, la singularidad de la universalidad. Dada esta organización
elemental del pensamiento (yo – el resto) cualquier ejercicio de pensar lo social aparece como
un mero agregado, por una parte de “yoes” (individuos), mientras que por otra permanece
intacto “el resto” (sociedad). De este modo se constituye una dualidad individuo – sociedad
que rige el pensamiento, que lo organiza en torno a estos polos; donde no solo no hay una
adecuación de la realidad sino que se impide visualizar lo social como proceso.
Por otra parte, esta dualidad se complementa con otra; la contraposición entre “sociedad” y
“naturaleza” como ámbitos escindidos (partidos).
En el caso de la reproducción social, se encuentran nítidamente expuestos los límites de
ambas apreciaciones. Una sociedad se produce a si misma al producir todas y cada una de
las partes que la componen, es decir al producir sus ámbitos material y espiritual: bienes y
servicios por un lado, y sus valores, ordenamiento jurídico, cultura, costumbres, etc por el otro.
Pero esta producción no se hace de una vez y para siempre. Constantemente debe ser
creada para que la sociedad no perezca. A diario se debe producir para reponer todo aquello
que fue consumido en su utilidad. A esto, a diferencia de la producción primera se lo llama re
– producción. Para que esta reproducción ocurra es necesario, entre otras condiciones, que
cada uno haga “lo que debe” hacer y no otra cosa (diariamente la gente concurre al trabajo
aun cuando no tiene ninguna gana de hacerlo, como si algo o alguien los ordenara).
La regularidad y la reiterabilidad, característica de este fenómeno, la reproducción social,
indicaría unas rígidas normas a ser cumplidas estrictamente por el conjunto de los que en la
misma participamos; es decir, por todos. Esta hipótesis, no obstante, choca con dos grandes
problemas: la ausencia de un sujeto visible que dicte los movimientos, que enuncia la ley, y, la
segunda y fundamental, la carencia de tal batallón de obedientes.
Si por naturaleza somos seres libres, y podríamos por lo tanto hacer algo distinto de lo
esperado, ¿Por qué sin embargo no somos capaces de hacer cualquier cosa, sino solo
aquello que se considera que debemos hacer, dentro de un abanico de posibilidades más o
menos estrecho? Conductas que se escapen a ese marco de eventualidades nos hacen
cruzar las fronteras de la “normalidad”. Quien haga cosas que no estén contempladas dentro
del abanico de posibilidades no es “normal”, hay algo que lo distingue del común de los seres
(drogadictos, dementes, delincuentes no son seres “corrientes”; tienen una especificidad que
los identifica como tales). Resulta entonces que si solo podemos hacer determinadas cosas
sin incurrir en la categoría de “anormal” es atinado afirmar que la libertad existe o es posible
ejercerla solo en el contexto de la normalidad.
El par libertad – normalidad es un eje indisociable para la reflexión de la reproducción social.
la normalidad, veíamos es condición para la libertad. La libertad concreta (en nuestra
sociedad occidental y capitalista) supone la normalidad, y esta solo es inteligible en función de
aquella. Se reconoce solo un sentido – monodireccional (relación causal establecida); solo
puede ser “libre” un determinado cuerpo: el normalizado, no pudiéndose establecer la relación
inversa: no se requiere ser libre para ser normalizado. La libertad existe o es posible ejercerla
solo en el contexto de la normalidad.
El concepto de normalidad esta asociado al de norma. Lo normal es aquello que se ajusta a
la norma, y la norma es la pauta que rige la conducta, es decir, la delimitación de las acciones
de los cuerpos. Se diferencia de la regla en tanto esta explicitada (en forma verbal, escrita o
consuetudinaria), mientras que la norma no aparece en el plano de la consciencia de los
sujetos, sino implícita en su conducta.
La norma es, un supuesto para la conformación de la conciencia. La regla es el producto de
la consciencia, organizada en función de la norma. Por otra parte la regla es una formulación
negativa del poder: restringe, prohíbe, impide, interrumpe. La norma por el contrario, es una
forma de vehiculizarían, de construcción de flujos, de eliminación de trabas. Es la formulación
positiva del poder.
Algo las iguala: ambas son formulaciones que operan desde el poder, o son ellas mismas
expresiones de poder. Pero algo las diferencia, la norma opera en un nivel distinto – anterior y
fundante del de la consciencia y, por tanto, de la regla (dictada a partir de la consciencia).
La consciencia determina la regla y ambas se asientan igualmente, en la norma. Como
resultado de esta formulación tenemos el estAblecimiento de dos planos o esferas:
Un nivel 1 “de superficie o visibilidad”, en que la realidad se encuentra ordenada
subjetivamente, valorativo. Plano en el que se constituye y asienta el sentido común: instalada
en el ámbito de la ideología, entendiéndola de modo muy genérico como la expresión
conceptualizada de los valores en los que cree un conjunto de individuos, en tanto sea
elaborada por una elite e impuesta al conjunto. En este nivel encontramos la justificación de la
acción práctica, que, por tanto, nada explica por si, sino que denota ordenamientos de distinto
nivel.
Un nivel 2 “de sustento o Infranivel”: de la norma, de producción de la normalidad como
determinante y sustento de la consciencia y consecuentemente, del sentido común.
Entonces, tanto libertad como consciencia son producidos por la norma, en un mismo proceso
social (términos hermanados en el discurso de la economía política clásica).
¿Cómo acciona la norma? ¿Cómo abordar el ámbito de la norma? El mismo permanece
oculto, ya que si es fundador de a conciencia, escapa a su aprehensión inmediata. El sentido
común es su expresión, por lo tanto, no solo no puede explicarla, sino ni siquiera observarla.
Ahora bien, la norma no existe en abstracto, sino que es manifestación de la conducta de un
cuerpo “normalizado” que se produce.
Concepto de control social: toda instancia de regulación respecto de los cuerpos desde una
situación de poder, o en concordancia con él, en beneficio del orden instituido. Este no supone
la intencionalidad (teleología). Por el contrario, se sustenta en la noción de teleonomía, es
decir, en que es ejercido, puesto en practica, sin que haya necesariamente consciencia del
mismo; consciencia que, por otra parte, en poco o nada variaría el curso del análisis, ya que el
mismo se asienta en la acción de los hombres y no en lo que estos piensan sobre lo que
hacen.
El otro anormal
Indiana Vallejos
El de normalidad es un concepto que permite establecer demarcaciones entre lo Uno Mismo y
lo Otro, “el resto”, de lo que no son Nosotros. Un “resto” que comprende a locos, pobres,
rebeldes, deformes, ciegos, rengos, sordos, poco inteligentes, “multi-impedidos”, extraños.
Otro que ha sido y es todavía, inventado, producido, fabricado, (re)conocido, mirado,
representado e institucionalmente como otro deficiente.
Otro discapacitado en el que es necesario pensar para desnaturalizar su producción como
algo ajeno al Nosotros, porque la discapacidad no es un fenómeno biológico sino una retorica
cultural y de ahí que no puede ser pensada como un problema de os discapacitados, de sus
familias o de los expertos.
La discapacidad es una idea cuyo significado está íntimamente relacionado con el de
normalidad y con los proceso histórico, culturales, sociales y económicos que regulan y
controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los cuerpos, las mentes, el
lenguaje, la sexualidad de los otros. La discapacidad es entonces una categoría social y
política; es una condición producida por la interrelación de las estructuras económica, social y
cultural con la deficiencia, es decir, es una forma de opresión social que impone limitaciones a
los sujetos que presentan algún déficit.
La construcción de la normalidad como categoría de señalamiento
El concepto de normalidad es una invención de la Modernidad, que se instaura como una
categoría que rige la mirada de médicos, educadores y criminólogos a partir del siglo XIX. Se
construye desde su negación; su origen sintetiza la anormalidad. Categoría inventada para
confirmar lo propio e instalar el control, expulsar, corregir todo lo Otro. Otro que encarna
“nuestra más absoluto temor a la incompletud. Objeto de curiosidad de una inagotable
morbosidad.
Según Foucault, la fuerza clasificatoria y productiva de la normalidad de la sociedad moderna
se sostuvo en 2 estrategias complementarias; la constitución, en el plano del discurso, del
concepto de “anormal” y la medicalización de la sociedad. Por ellos la producción de la noción
de anormalidad debió ser positivizada para encubrir su capacidad de demarcación. Y en ese
tránsito hacia lo positivo, el Otro fue convencido de que está mal ser lo que es, fue persuadido
para que deje de ser, fue manipulado minuciosamente para ir en pos de la pertenencia a lo
Mismo. Un proceso que a la vez que naturalizo la normalidad instalo al Otro como anormal.
Concepto de hombre medio:
Desde el punto de vista estadístico, un sujeto es un valor, que puede ser considerado normal
por la ubicación que tiene dentro de un intervalo. Este intervalo comprende, por ejemplo al
95% de las personas, estableciendo los “umbrales de normalidad” y la noción de “desvío”. Así
la normalidad se nombra como “lo común, lo de la mayoría, lo estándar, lo frecuente, lo de
todos (los normales), lo acostumbrado, el término medio. Lo normal define o igual a Sí Mismo,
y lo que pertenece al “mas allá” de los limites, serán las minorías anormalizadas. Lo normal se
asemeja a lo eficiente, lo competente y lo útil: un cuerpo normal se puede adoptar
eficientemente a los requerimientos de la vida productiva.
El todo como un todo homogéneo; como son todos es como hay que ser, como se debe ser.
Así, la norma estaría dada en la naturaleza y esconde la posibilidad de individualizar y
comparar “el ser” con el “debe ser”. Resulta necesario desentrañar como se realiza esta
división entre lo normal y lo anormal, comprendiendo que precisamente en eso reside la
esencian de la norma en que no expresa una ley de la Naturaleza, sino una pura invención de
los hombres. La normalidad se presenta entonces, como una categoría de señalamiento de lo
propio y lo impropio, en un intento eficaz de discernimiento, de marcación y demarcación, de
clasificación, de separación entre Nosotros y los Otros. E sujeto normal es entonces un
prototipo de aquel hombre medio.
La normalidad refiere a la posibilidades de inscribirse en lo común, de obedecer las
prescripciones sociales y al establecer cómo se debe ser, establece conductas esperadas,
relaciones esperadas, deseos esperados, por que expresa la media de todas las cosas; la
normalidad es la media del mundo. Nos encontramos así, con la dimensión productiva de las
normas. Normas que producen cuerpos a su medida, fabrican un tipo de sujeto ajustado a los
límites, con un modo especifico de hablar, de comportarse, de percibir el mundo, de moverse
en el, de sentir de obedecer. Normas que fabrican sujetos útiles, productivos y capaces de
adaptarse a los requerimientos de la inserción productiva en la vida social. Todo aquello que
no sigue esa norma es señalado, separado. Aquello que se ajusta a la norma pasa
desapercibido. Lo normal establece entonces una frontera, defender la frontera para que
nadie se ubique en territorio equivocado, exige una práctica exhaustiva de examinacion, por lo
que se reserva a los expertos: médicos, psicopedagogos, psicólogos, entre otros
profesionales.
Esta práctica de examen experto se objetiva en un diagnostico experto. Quien porte
diagnostico de anormal deberá enfrentar el duro del retorno a la mismidad normal. El sujeto
perderá su nombre, pasara a ser llamado por su déficit – rengo, sordo, mongui, “disca”.
Enjuiciar la normalidad
Distinguir lo Uno Mismo del “resto”; distinguir para protegernos, para no convertir el riesgo de
convertirnos en el Otro. Permitir la existencia de otros espejos, que no reflejen la Mismidad
exige volver a mirar, para entender que las normas son “solo” una invención de la Modernidad
para conservar el orden.
Acudiendo al diccionario para definir los tres términos: diferencia, diversidad e identidad,
vemos que los tres se relacionan entre sí.
- Diferencia: cualidad por lo que una cosa se distingue de otra, o variedad de cosas de una
misma especie.
- Diversidad: variedad, desemejanza, de distinta naturaleza.
De este modo vemos que ambos significados permiten distinguir lo uno de lo otro, es decir,
identificar lo diferente que es opuesto de lo idéntico.
- Identidad: significa ser una persona o cosa que corresponde a la que se supone o se busca.
Ser una persona la que dice ser.
Si bien el diccionario nos da el significado preciso, como dice Junguer: debemos “volver a
mirar bien” porque las cosas demasiado precisas, no refuerzan la realidad sino que atentan
contra ella.
En relación a la identidad, la autora se pregunta ¿Quién soy? Yo soy mi nombre, el cual
pertenece a quienes me llaman. Mi identidad me la dan otros, y por ello es que yo en mi
intimidad no la tengo, sino que tienen que dármela. La identidad del suejto se conforma
primero en referencia a la desviación y la inclinación hacia lo no idéntico. Sin embargo, la
educación que se impone busca hacer de nosotros alguien con una identidad bien definida,
que responda a los cánones de normalidad, los cuales marcan lo que debe ser habitual,
repetido, etc en cada persona.
La perturbación de la diferencia:
La realidad actual es vivida en un mundo en el que la presencia de seres diferentes es vivida
con gran perturbación, y no hay nada más perturbador que aquello que recuerda al sujeto a
sus propias limitaciones, sus defectos. Ejemplo: los débiles a los fuertes, los deficientes a los
eficientes, los locos a los cuerdos.
Esa perturbación sólo es posible de apaciguar con la ilusión de normalidad, que acoge en su
seno la tranquilidad de pensar “no pasa nada, es normal”.
Es importante que en la formación Universitaria se reflexione sobre la ilusión de normalidad,
que nos impide conocernos, reflexionar, y que traza entre él (diferente) y nosotros, una
frontera rígida. Esta frontera es la que genera que hablemos del otro, el cual se conoce pero
en realidad nada se sabe, porque nos cargamos de contenidos sobre que lo definen, le
identifican y lo encierran en una envoltorio tecnicista que convierte a los otros en especiales,
discapacitados, diferentes, y a nosotros como los normales. Es asi que la formación
académica, científica y técnica de la universidad se ha encargado de formar en base a dos
identidades diferentes: la identidad normal y la identidad diferente, diversa o especial.
En primer lugar queda claro que el enfoque sobre el cual se concibe al cuerpo es
constructivista. Plantear que el cuerpo es construido es retomado de Lacan, quien establece
como destino del cuerpo al lenguaje.
El argumento contructivista presentado por Molina y Cerda, establece dos cuestiones: primero
que el desarrollo de la mente es fruto del esfuerzo activo por parte del sujeto individual y
social. Segundo que “lo real” es constructo de la mente.
La educación psicomotriz supuso una indistinción entre lo Real y la Realidad (entre lo que es y
lo que se construye), permitiendo a la Educación física tradicional suponer que se ocupaba del
cuerpo cuando en realidad sólo se ocupaba del organismo. LaEducación física, por intermedio
de las escuelas psicomotrices ha intentado muchas veces escaparse de la anatomía sin
lograrlo realmente. El término psicomotricidad fue acuñado en 1911 por Dupré quien observó
una correspondencia entre movimiento y pensamiento en los casos de debilidad mental. La
psicomotricidad supone una concepción “objetiva” del medio, dejando de lado la cultura.
Desarrollo – aprendizaje:
La subsistencia de la tradición biologista ha ha traicionado las interpretaciones entre la
relación de aprendizaje y desarrollo, siendo ésta última pensada como dependiente de la
primera. Se da preeminencia los factores genéticos por sobre los culturales. Lo real supera a
la realidad, despreciando la fuerza de la enseñaza. Estos son los casos en los que se dice
que existen edades determinadas para la enseñanza de algún tipo de habilidad por ejemplo.
Crisorio sostiene que la experiencia ha demostrado que cualquier habilidad puede enseñarse
a cualquier edad, siempre y cuando ésta convoque el interés del aprendiz. Desde este
enfoque constructivista a diferencia del anterior, se presenta como preeminente a la
enseñanza quedando por sobre el desarrollo. La explicación de ello es la siguiente: cualquier
sistema de transmisión social funcionara únicamente si los receptores potenciales están
dispuestos a recibir el contenido de los mensajes, lo cual condiciona cualquier supuesto sobre
el desarrollo.
El objetivo es dejar en claro que el hombre se distingue de los animales a partir de la
educación, de la construcción del sujeto humano, lo cual es posible en la articulación con el
lenguaje. Es decir, considerar al cuerpo como una palabra significa también considerar al
lenguaje como una acción.
Freire
Norma: norma y constituye a los sujetos normales. Permite y no está escrita. El desempeño
de los cuerpos permite a diferencia de la regla porque permite movimientos que podes hacer y
como podes hacerlo. Depende del recorrido, la norma de ese cuerpo.
Regla: está escrita y restringe o prohíbe. Es eficaz.
Normal: autónomo, exploración (abanico de movimientos), mayor riqueza motriz
(disponibilidad corporal), democrático, límites (reglas) y saludable y eficiente (con las normas
y las reglas).
FREIRE: dice que hay significantes propios de cada grupo. Armaba su alfabetización en torno
al contexto en el que esté. Analizaba críticamente el lenguaje que utilizaban estas personas y
empezaba a tejer relaciones en base a esto. Su concepto de libertad es distinto del de Nievas
(se es libre al cumplir con la ley y con las normas).
Plantea que se debe participar colectivamente en la construcción de un saber que va más
allá del saber hecho de pura experiencia, que toma en cuenta sus necesidades y lo vuelve
instrumento de lucha, posibilitándole transformarse en sujeto de su propia historia.
La escuela debe ser también un centro irradiador de la cultura popular, a disposición de la
comunidad, no para consumirla sino para recrearla. Es a su vez, un espacio de organización
política de las clases populares.