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atencion.htm
LA ATENCION LIBERADORA
CONSUELO MARTIN

1. La atención liberadora.

Si queremos saber qué es la Realidad, qué es la Vida y de qué estamos hechos nosotros, para actuar
en ella, tenemos que saber que la Realidad está hecha de conciencia que es el acto de darnos
cuenta. Aquello por lo que nos damos cuenta es el trasfondo de que está hecha la Realidad.

Nos acostumbramos a pensar que la Realidad es algo que está fuera de nosotros, un objeto externo.
Pero lo que crea ese objeto, lo que lo construye, es el acto de darse cuenta. En nuestra
conciencia de vigilia nos parece que lo real es lo que se proyecta en la vida y el "darse cuenta" es
algo que sin saber como, refleja la realidad, algo que se nos escapa. Es todo lo contrario. La
Conciencia es la realidad que se manifiesta fuera en mil situaciones y formas a las que llamamos
nuestra vida. El que hagamos esta inversión tiene enormes consecuencias en nuestra existencia. Es
un error que nos hace vivir de una manera equivocada.

Si siento que vivo más intensamente, que mi vida tiene más realidad, más autenticidad, pienso que
la causa es algo de fuera. Algo atrae mi atención, me hace estar más consciente y considero a ese
algo causa de la felicidad que siento; pero si me noto más vivo, mejor, es porque he intensificado
mi conciencia y no porque ese objeto que tengo delante sea verde o rojo, o porque esa persona sea
simpática o no lo sea. He creado una condición en mi mente. He condicionado mi estado interno de
mantenerme despierto, alerta, a una cosa o situación externa que me produce satisfacción. Lo que
me interesa me hace sentir muy bien. Lo que no me interesa, no pongo atención en ello. Pero me
parece que no es interesante por una idea en mi mente. La vida entera es interesante si nos damos
cuenta de que es la conciencia, si la vemos de dentro a fuera. Pero como la vemos al revés
condicionamos nuestros estados internos a las realidades exteriores y creamos las condiciones de
acuerdo con ideas que tenemos en nuestra mente.

La verdad funciona de otra manera. Cuando descubrimos la verdad, no nos condiciona; la verdad
nos libera, nos abre por dentro. Amplía nuestra conciencia.

Cuando una persona, cosa, o situación nos interesa, se intensifica nuestra conciencia, pero no se
amplía. La he limitado. La consecuencia de esto es que me he atado a eso, que no soy libre.

Al descubrir los verdaderos valores, los que son expresión de la conciencia profunda, los
diferenciamos de los otros, los que son cualidades cambiantes. Y con independencia de ellos
sentir‚ que soy fuerza, amor, belleza, armonía; a pesar de mi debilidad, de mi estatura, de mi
falta de dinero, etc. Con la atención en la totalidad esos valores absolutos se van expresando
porque lo que hace que se limiten y condicionen es la atención particularizada a las
representaciones externas de ellos. Estos valores que todos los seres humanos intuimos en el
silencio, son los verdaderos móviles para que despierte nuestra atención.

La ampliación de la conciencia, la atención auténtica es todo lo contrario a la concentración: se


produce de una manera espontánea y natural, en el silencio y la quietud de la mente. Todo lo
verdadero es espontáneo y sencillo. Lo originario, que es lo verdadero, lo que está en lo profundo
de la conciencia es siempre natural y sencillo.

Si la atención es justo ese darse cuenta, ese ampliar la conciencia, ¿Cuando ampliamos la
conciencia?. Cuando intuimos que somos amor, belleza... La verdadera atención se produce de esta
manera: descubro una verdad, cuando me intereso por ella, y cuando estoy pendiente de esa verdad
porque intuyo que es esencial, entonces mi conciencia se amplía. No tengo que hacer nada más.
Intuyo que soy amor, que no depende de las condiciones, que el amor es libre de todo
condicionamiento y la conciencia se amplía en esta verdad.

Así voy abarcando más y más, descubriendo las verdades y manteniendo mi atención en darme
cuenta de ellas, porque descubro que me interesan profundamente, porque las amo.

No es así como funcionamos. En el momento en que nos sucede algo desagradable ponemos en ello
nuestra atención, nos desesperamos y sufrimos, pero cuando pasa un poco de tiempo, o mucho, eso
se olvida y nuestra atención es cogida por otro suceso, desapareciendo esa desesperación. El cambio
de nuestra atención cambia nuestros estados afectivos y emocionales. Aquí podemos investigar qué
es lo que hacemos con la realidad: estamos dando realidad a aquello en lo que ponemos o
concentramos nuestra atención.

Seamos pues inteligentes y no demos realidad absoluta a ninguna cosa, ya que todas son relativas y
cambiantes. Demos sólo realidad a esa atención que viene del fondo, a esa Presencia interna y
dejemos que en esa atención, en esa conciencia, se vayan manifestando y expresando todas las
cosas que sirven para hacernos aprender. Todo lo que sucede nunca es casual. Absolutamente todos
los acontecimientos son expresión de la Inteligencia, todos son expresión del movimiento de la
Inteligencia, los más desagradables, los que creemos que no nos corresponden, todos.

2.- La primera manifestación: Ser, Conciencia, Plenitud.

Al principio parece que el silencio es un vacío, donde no hay nada, pero si persistimos, poco a
poco ese silencio lo percibimos como pleno, lleno precisamente de esos valores que tanto
anhelamos y necesitamos en nuestra vida. Son la expresión espontánea de nuestra verdadera
naturaleza. Cuando entramos en nuestro interior, en el silencio, sentimos esa paz que tan
inútilmente hemos buscado fuera, ese amor, esa belleza, esa armonía, esa justicia, cuya búsqueda
exterior tanto dolor y frustración ha ocasionado.

Allí encontramos el equilibrio, la justicia, la paz, la bondad, la sinceridad auténticas, es decir, todas
las cualidades que se derivan de la manifestación primera de lo Absoluto, son la primera expresión
de la Trinidad que en la tradición hindú es Sat-Chit-Ananda: Sat (esencia-existencia), Chit
(conciencia), Ananda (felicidad-plenitud).

En esta tríada, que se ve en todas las manifestaciones, primero es el creador y esa primera
manifestación de la Trinidad está en el fondo de nuestra conciencia, de allí surgen todos los valores
de fuerza, seguridad, energía, etc..., que tanto necesitamos. Y ahí es donde hay que buscarlos para
luego poder expresarlos en nuestra existencia cotidiana. En el exterior, sólo hallaremos sus
indicios entre sombras.

Lo externo nos lo despierta, pero lo despierta dentro de nosotros. Es por eso por lo que no
podemos encontrarlos fuera.

El silencio es creador porque allí es donde encontramos la fuerza del Creador de lo que es, la
potencia de ser. Cuando lo vivimos así, todas las inseguridades, todos los miedos, todas las
debilidades desaparecen ante nuestra verdadera seguridad interna, ante nuestra potencia de lo que
somos. Si somos capaces de centrar nuestra mente, de no dispersarnos en las formas y en los
sentimientos externos y entramos en lo profundo de nosotros, quedándonos allí tranquilamente,
encontramos que somos por encima de todo, no es que seamos esto o aquello que nos falta, sino que
sencillamente somos. A pesar de estar enfermo, soy. A pesar de que me han insultado, soy. A pesar
de todas mis carencias externas, soy.

Cuando descubro que soy esa felicidad, dejo de depender de que las circunstancias sean de una
o de otra manera y empiezo a vivir la alegría de saberme felicidad pase lo que pase externamente.
Y el camino para llegar a ello es sencillamente saltar las representaciones mentales, las ambiciones,
las angustias, los miedos, los deseos, la avidez de los sentidos, y dejarse caer en ese silencio
profundo de la conciencia para constatar que lo que en principio parecía un vacío, se va llenando
de lo real, que está pleno de felicidad y de amor, que vienen a ser lo mismo. Amor y felicidad son
idénticos.

3.- Lo que valoro y lo que soy.

Cuando nos encontramos en un estado de desorden, lo primero que deberíamos hacer es


adentrarnos en nosotros mismos, hacer unos momentos de silencio y empezar a descubrir lo que
realmente hay en nuestro interior. Descubrir los valores. Entonces la meditación se hará muy
sencilla, movida por esos valores.

Alguien podría decir que no tiene esa demanda, esa necesidad de investigar, pero ¿no la tiene
realmente?. Se puede mirar despacio, para descubrir si se tiene o no esa demanda de valores.
Empecemos por ver que es lo que me mueve en la vida cotidiana. Si lo que quiero es estar tranquilo,
que me quieran, tener dinero, una casa nueva, viajar, que me valoren, que me respeten, da lo
mismo... Todos los deseos, los que me parecen buenos o los que me parecen menos buenos o
malos provienen del mismo origen; de esa necesidad de los valores, de esa necesidad de la
manifestación de lo Real en nosotros. Vienen del anhelo de fuerza, de potencia de ser, de amor y de
claridad de la Inteligencia.
Pero es necesario descubrir en nosotros la potencia de ser para que desaparezca la sed del deseo. Es
entonces cuando surge la demanda de la meditación, porque ese deseo de triunfo, de ser
poderoso, de tener cosas, no es más que la expresión externa del anhelo de ser, de ser de
Verdad.

Si cuando me encuentro ante el escaparate de una tienda, investigo el origen de mi deseo por
lo que he visto a la venta, comprobaré que detrás de ese deseo hay un anhelo de algo mayor,
que en este caso podría ser de belleza. Si me quedo contemplando la Belleza, comprobaré que
está en mí y que por ignorancia, el anhelo de ella ha creado mi deseo. Todos los valores están
ahí, en lo profundo de la conciencia. Contemplo la Belleza y soy Belleza. Contemplo el Amor y soy
Amor, contemplo el Poder, la Fuerza, y soy Poder y Fuerza.

Y contemplando voy penetrando en lo profundo, porque es el hilo conductor que me lleva por la
Belleza, la Fuerza, el Poder, hacia la conciencia profunda que soy.

Todo esto se encuentra después de uno o mil intentos, no se sabe cuando, pero hay un momento en
el que algo, como una gracia, hace su aparición y sucede lo que tantas veces hemos estado
intentando y no hemos alcanzado. Y este descubrimiento compensa con creces el tiempo invertido
en intentarlo.

Queríamos tener una vida maravillosa y no nos damos cuenta de que lo que anhelamos está ya en la
conciencia. Queremos cambiar la vida por fuera sin darnos cuenta de que eso no es posible.

Esto es tan abstracto que nuestra mente no se lo puede creer. Solamente vivenciando el silencio
llegamos a descubrir lo divino, lo sagrado, la realidad absoluta que somos. Estoy aquí y ahora,
pero ¿qué es lo que realmente soy? No soy estos pensamientos cambiantes que pasan por mi mente
y que no se de donde vienen. No soy estas sensaciones de mi cuerpo que aparecen y desaparecen.
No soy esos sentimientos, estas emociones, sentirme bien o sentirme mal, que son pasajeros.
¿Donde está lo permanente en mí?.

Si me quedo en el "darme cuenta", el silencio cobrará vida para mí, será algo creativo, que me
llevará a lo que realmente soy, aquello desconocido que está por descubrir.

4.- ¿Con que me identifico?

Toda idea a la que me aferro es un deseo que quiere realizarse. Una parte grande o pequeña de mi
identidad ha quedado retenida allí. En toda identificación o apego, voy perdiendo algo de mí
mismo.

La realidad está en mi identidad, sin darme cuenta me esclavizo poniéndola en ideas en situaciones,
en personas. Al hacer silencio deshago por comprensión esas identificaciones, suelto lo que había
retenido y al soltar me libero a mí mismo, vivo mi verdadero ser sin límites.

Lo que allí puse de mi propia identidad real, ese apego, ha dado un aparente valor a todo aquello.
Pero cuando recupero mi identidad mediante un acto de "recogimiento interior", como se ha
llamado en nuestra tradición, compruebo que era un valor reflejado.
El acallar los ruidos del pensamiento, el vaciarme de ideas limitativas, es simultáneo con la plenitud
del ser que va dando sentido a todo lo que hago.

Quién no ha conectado en su interior con esa plenitud, la busca todo el tiempo donde no está .
No puede dejar de buscarla. Un ser humano, podríamos decir que es eso: un buscador de plenitud.
La experiencia del que busca la felicidad por un camino equivocado es una experiencia frustrante.
Al buscar amor se produce desamor, al buscar paz se produce conflicto, al buscar alegría, tristeza y
depresión. Si hemos comprendido cómo es el proceso de la búsqueda, o del deseo; renunciaremos,
sin esfuerzo de voluntad, a una experiencia limitada a cambio de la plenitud. Renunciaremos a una
parte por el todo.

La observación paciente y continua va poniendo de manifiesto lo que verdaderamente sucede en la


ambición, la búsqueda y el deseo. Cuando aparece un deseo, tengo que observar qué lo impulsa, qué
le da fuerza. Puede ser que sienta que me falta amor, paz, energía, etc... y creo obtenerlo al
conseguir algo determinado.

Lo que importa es qué es lo que impulsa mi deseo, porque si lo descubro podré seguir una
investigación que me sacar de lo ilusorio del vivir condicionado y me conducir a lo real.

Muchas veces estamos divididos: deseo por un lado ir a divertirme y por otro, quiero ponerme a
meditar. Si observo cuidadosamente lo que sucede, si empiezo a investigar en mí mismo, puedo
hacer una unidad de esa dualidad. Ya que la conciencia es una, debo poder unificar las dos opciones
contrarias en un sólo acto.

Mirando sin división mis deseos veo que lo que me empuja a irme a divertir, o a cualquier
otra cosa y lo que me empuja a meditar o practicar alguna técnica para realizarme es lo
mismo: mi anhelo de plenitud. Cuando descubra que en el silencio de mi conciencia profunda
está siempre esa plenitud que anhelo, cambiar el rumbo de mis pasos y los deseos perderán
interés para mí.

Voy comprendiendo a partir de aquí que no tengo que renunciar a ningún deseo para quedarme en
silencio, en el silencio de la meditación. Si dejo de satisfacer un deseo para meditar, no he
comprendido nada. Y estará creando un conflicto en mi interior que impedirá la aparición del
silencio. Un conflicto produce perdida de energía. Y al no tener energía no puedo abrirme a la
energía profunda que soy.

Todo lo que deseo, lo deseo porque anhelo la paz o la belleza, la alegría o el amor, que son la
expresión natural del ser, que son mi única naturaleza. ¿Porqué no ir directamente hacia esa
plenitud del amor o la belleza, o la fuerza o la alegría que intuyo o que ya estoy descubriendo
en el silencio interior?

(Fragmento de: EL SILENCIO CREADOR. Consuelo Martín. Mandala Ediciones)

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