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Leidy Yesenia Mosquera Moreno.

Código: 21401191

Docente: Alfonso Cardona O.

Las ilusiones perdidas De Honore de Balzac.

En “Las ilusiones perdidas” Balzac narra un periodo de un par de años en la vida de dos jóvenes
amigos, el uno inventor y el otro poeta. Ambos viven en una pequeña ciudad de provincia, pero el
poeta -Lucien-, gracias a los esfuerzos del inventor, marcha a París a probar fortuna con su talento.
Sin embargo, pronto sucumbirá en la Babilonia moderna, donde una vida de placeres fáciles acaba
por arruinarle y obligarle a regresar a su ciudad natal. Mientras, el abnegado inventor -David-,
propietario de una imprenta e inmerso en las investigaciones que deben alumbrar un maravilloso
descubrimiento, acaba por sucumbir debido a las deudas que la vida desenfrenada de su
compañero arroja sobre él.

El personaje de Lucien de Rubempré está fenomenalmente plasmado. Lucien es un hermoso joven


con indudable talento al que sin embargo seduce la vida fácil que otorga el éxito. Aun consciente
de que el camino que sigue le aleja de sus ideales, tampoco le importa guardarse estos en el
bolsillo mientras disfruta de los honores que considera que el mundo le debe rendir por su
inteligencia y su belleza. Los ideales románticos sobre la amistad, el trabajo, el genio y la creación
se combinan magistralmente en él con la caradura y el desparpajo del joven que anhela vivir bien.
Como ejemplo, cuando termina por arruinar a su amigo David el arrepentimiento le empuja a
tomar una decisión drástica, que abandona rápidamente cuando un inesperado salvador le ofrece
retornar a París triunfante para vengarse así de sus enemigos.

Admira de Honoré de Balzac lo ambicioso de su idea La comedia humana, colección de obras con
las que pretendía realizar un retrato de la sociedad francesa desde la Revolución hasta mediados
del siglo XIX. Este retrato debería estar formado por más de un centenar de novelas, agrupadas
por grupos y escenas, aunque al morir en 1850 el autor ‘sólo’ había alcanzado a escribir algo más
de noventa.
Enarbolando la bandera del naturalismo, Balzac pretendía que sus novelas demostraran su teoría
de que la sociedad y el entorno están directamente implicados con las acciones humanas. Sin
embargo, y a pesar del detalle que el autor emplea para describir personas y objetos, sus novelas
conservan cierto tufo a folletín donde a menudo la trama se enrevesa con las maquinaciones de
malos contra buenos. A pesar de que los personajes evolucionan a lo largo de las páginas de sus
novelas, cuando tienen por ejemplo el rasgo realista de arrepentirse de sus actos y tratar de
enmendarse, para finalmente volver a caer en los mismo vicios y errores, hay algunos de ellos que
trascienden a villano o buenérrimo de folletín. También las mil y una intrigas son las propias de las
novelas del francés donde unos y otros se confabulan para perjudicar a alguna pobre gente, que
jamás da un paso por librarse de un destino fatal que asume con resignación cristiana.

Pero por encima de estas características, que no defectos, Balzac logra realmente realizar un
inmenso cuadro de costumbres donde aparecen por igual nobles, burgueses, obreros o
cortesanas, todos ellos con un profundo carácter humano. Nadie como el francés para retratar
esas pasiones que mueven al hombre; el vicio, la venganza, la envidia; y a veces la virtud, la
bondad y el desinterés. ¿Por qué será que los menos creíbles son los personajes honrados? Será
porque como la honradez no abunda en el mundo, se nos hace un poco inverosímil hasta cuando
nos la relatan.

En Las ilusiones perdidas Balzac nos narra un periodo de un par de años en la vida de dos jóvenes
amigos, el uno inventor y el otro poeta. Ambos viven en una pequeña ciudad de provincia, pero el
poeta -Lucien-, gracias a los esfuerzos del inventor, marcha a París a probar fortuna con su talento.
Sin embargo, pronto sucumbirá en la Babilonia moderna, donde una vida de placeres fáciles acaba
por arruinarle y obligarle a regresar a su ciudad natal. Mientras, el abnegado inventor -David-,
propietario de una imprenta e inmerso en las investigaciones que deben alumbrar un maravilloso
descubrimiento, acaba por sucumbir debido a las deudas que la vida desenfrenada de su
compañero arroja sobre él.

El personaje de Lucien de Rubempré está fenomenalmente plasmado. Lucien es un hermoso joven


con indudable talento al que sin embargo seduce la vida fácil que otorga el éxito. Aun consciente
de que el camino que sigue le aleja de sus ideales, tampoco le importa guardarse estos en el
bolsillo mientras disfruta de los honores que considera que el mundo le debe rendir por su
inteligencia y su belleza. Los ideales románticos sobre la amistad, el trabajo, el genio y la creación
se combinan magistralmente en él con la caradura y el desparpajo del joven que anhela vivir bien.
Como ejemplo, cuando termina por arruinar a su amigo David el arrepentimiento le empuja a
tomar una decisión drástica, que abandona rápidamente cuando un inesperado salvador le ofrece
retornar a París triunfante para vengarse así de sus enemigos.
El mundo editorial de la época, que Balzac conoció de primera mano, aparece fielmente retratado
en Las ilusiones perdidas. También el mundo del periodismo, poco más que recién nacido pero ya
consciente de su inmenso poder. Y por supuesto, la situación política de Francia tras la
Restauración.

Hermosas actrices mantenidas por viejos burgueses enriquecidos con el comercio, honrados
trabajadores, depravados aristócratas… son los personajes que una vez más desfilan por las
páginas de Balzac, envueltos en una apasionante trama de intrigas que sirve como excusa para
que el autor nos dibuje un vívido cuadro de costumbres. Siempre recomendable.

Esta obra, verdadera cumbre de la Comedia Humana, fue publicada originalmente en tres tomos,
aparecidos entre 1837 y 1843, bajos los títulos de «los dos poetas», «un gran hombre de
provincias en París» y «los sufrimientos del inventor» .

En cada una de las tres partes, unidas por unos personajes comunes y una trama que continúa,
pero separadas claramente por el ambiente y la intención de la historia, se narra un tipo distinto
de corrupción, siempre con la afilada pluma de Balzac que sabía, como nadie, penetrar en los
entresijos sociales de su época, y no sólo de la suya, diseccionado las motivaciones humanas.

La obra empieza con la descripción de Sechard padre, dueño de una imprenta a pesar de ser
analfabeto, y de cómo mandó a su hijo a Paris con la intención de prepararlo para ser un gran
impresor. La idea el padre, no obstante, no es dar un gran futuro a su hijo sino poder venderle más
cara la imprenta, pues lo que quiere es tener un cliente para el traspaso que le permita a él
retiurarse enriquecido al campo mientras es otro, su hijo en este caso, quien lidia con los
sinsabores de una industria medio arruinada pro la que le obligará a pagar mucho más de lo que
vale.

Este primer encuentro de Sechard hijo con la realidad le demuestra que no sçólo le ha sido
sustraída la herencia de su madre, sino que ha acabado pagando a su padre por la imprenta más
que a otro particular cualquiera.

Lleno de deudas, David comienza su actividad mercantil y Balzac nos deja bien claro que tampoco
él es inocente de su destino, pues resulta ser un completo inútil como empresario, y por descuido
y falta de ambición empuja lentamente al naufragio al ya deteriorado negocio que recibió. Es
entonces cuando la competencia, temerosa de qur una ruina definitiva le obligue a traspasar la
imprenta a mejores comerciantes que puedan hacer más daño y resultar más peligrosos, le va
dando pequeños trabajos, lo bastante numerosos para que pueda malvivir, pero no tanto como
para que pueda prosperar. Así, son sus competidores los que lo mantienen en pie, pero débil, y de
esta estratagema habla cumplidamente Balzac en este y otros apartados del libro: la caridad como
forma de evitar la competencia de otros más preparados y peligrosos, manteniendo en el hueco al
indefenso que no podrá resistirse eficazmente.

David, en su pequeña ciudad de provincias, recupera la amistad con un viejo camarada, Lucien,
poeta como él, y le promete toda su ayuda para ayudarlo en su irrefrenable deseo de lograr
notoriedad. Lucien tiene indudablemente un gran talento, y con ayuda de su amigo, que se
endeuda hasta el extremo para ayudarle consigue entrar en los círculos de la alta sociedad, más
interesada en lucir cultura que en verdadera cultura alguna. Empieza aquí un enconado periplo del
poeta por los salones de la que era considerada mayor notoriedad en la ciudad, una dama que
quisiera convertir all poeta en amante suyo y que se arrima la poesía como pretexto hasta el
desenlace que, por supuesto, no contaremos.

La descripción de la dama y sus motivaciones es realmente magistral, pasando de lo social a lo


personal hasta confundir ambos extremos en una sola necesidad de notoriedad unida a la
frustración erótica de un marido que ni la complace ni la estorba.

Por vicisitudes de la trama, Luicen consigue irse a París y allí emprende lo que debería ser su
carrera literaria de relumbrón. Pero París es a la vez un gran sumidero y un gran pedestal, y las
dificultades acorralan al joven poeta que no logra el menor eco para su obra hasta que entra en
contacto con los escritores de la prensa. Allí aprende todos los trucos del soborno, la pluma
mercenaria, la crítica literaria vendida al dinero, la critica teatral subsidiaria de las actrices, que
pagan con favores carnales las buenas crónicas, o de los empresarios, que pagan con entradas
válidas para la reventa los aplausos previamente concertados de un público falso.

En ese ambiente le surgen algunas oportunidades a Lucien, que las aprovecha, pero renunciando a
sus esperanzas, su escala de valores y cualquier resto de ética y llegando a traicionar a sus amigos.
Entra luego en pequeñas extorsiones y se ve burlado por comerciantes, editores y libreros,m en un
camino de perpetuo descenso entre intereses políticos que pagan a los periódicos e intereses
comerciales que dictan el contenido de lo que se escribe.

Por último, tras traicionar a su amigo David y a su propia familia, Lucien regresa derrotado a su
ciudad onde se organiza una gran trama para despojar a David de un invento que ha desarrollado
para abaratar la fabricación del papel. Entra aquí el autor en las triquiñuelas legales para despojar
la ciudadano común de todo lo que tenga mediante procesos judiciales, y en una apurada y
compleja trama nos explica en la tercera parte, los sufrimientos del inventor y la voracidad del
sistema judicial. Tampoco contaremos el desenlace, pero baste decir que Balzac no ahorra
descripciones precisas y detalladas de las peores pasiones humanas y de cómo se destruye
cualquier rasgo de buena fe en el mundo comercial.

La obra, en suma, es un recorrido por la corrupción de la critica, la prensa, la literatura y el mundo


de los negocios, pero con mayor incidencia en el mundo cultural que tan bien conocía el autor. Los
paisajes, más psicológicos que descriptivos, muestran una especie de infierno humano de doblez,
donde el éxito se obtiene a través de las relaciones sociales, la casualidad y elementos tan
peregrinos como las pretensiones eróticas de quien pueda ofrecerte los contactos oportunos.

Balzac no hace concesiones ni a unos ni a otros: los que burlan a los demás son en su pluma unos
canallas y los birlados unos completos imbéciles que tampoco hacen nada por ayudarse a sí
mismos y sucumben una y otra vez a los mismos vicios y las mismas debilidades, consumando sólo
a medias la traición a sí mismos, de modo que ni se mantienen a salvo ni obtienen rendimiento de
su abdicación.

Seguramente algunos podrían considerar esta obra como parte del género de terror pero,
cotejando las afirmaciones de Balzac con la realidad, hay que incluirla en el más puro realismo.

Póngase a cubierto elq ue a este libro se acerque. Tiene algo de puerta de Dante.

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