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Sicoanalista
Lingüista
Filosofía
Diap. 5
Irigaray reconoce que la mujer se constituirse así en su deseo por el deseo masculino
y será, además, pensada como objeto también por el sujeto masculino, con lo que el
resultado será, no una auto-imagen, sino más bien una falsificación.
“lo femenino no tiene lugar en el discurso más que en el interior de modelos y de leyes
promulgadas por sujetos masculinos. Lo que implica que no existen realmente dos
sexos, sino uno sólo”. Lo femenino opera, entonces, como lo excluido del discurso.
de la misma manera que las mujeres han sido eternamente interpretadas, han de
buscar un medio de articular un feminismo que no siga interpretándonos por ningún
camino prescrito. A la vez, creo que tenemos que evitar adquirir la tesis del neutro,
universal “genérico humano”, que encubre el racismo y el androcentrismo
occidentales con una venda. No podemos resolver este conflicto ignorando la mitad
del mismo, o intentando aceptarlo. La solución reside más bien en formular una nueva
teoría en el proceso de reinterpretar nuestra posición y el de reconstruir nuestra
identidad política como mujeres y como feministas en relación con el mundo y entre
nosotras
Una de la cuestiones más relevantes y complejas que se suscitan a raíz de las
reflexiones de Judith Butler y Rosi Braidotti a propósito de la relación entre cuerpo y
lenguaje, o, en terminología butleriana, a propósito de la materialización del cuerpo,
es, a mi juicio, precisamente, el lugar y la compresión de la diferencia sexual que
ambos planteamientos implican. Como he intentado señalar, Butler entiende la
diferencia sexual como un efecto de la matriz heterosexual, es decir, como un efecto
normativo del binarismo de género que crea y recrea la heterosexualidad como
institución. De modo que mantener la diferencia sexual significaría mantener los
gestos de exclusión que la instituyen.
Mientras que para Braidotti es posible pensar la diferencia sexual fuera de una lógica
jerárquica.