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Con el fin de articular el tejido social y elaborar consideraciones que incentiven propuestas
de empatía y asertividad respecto a las dinámicas del conflicto, sus víctimas, actores y
consecuencias la música y específicamente el hip-hop podrían mediar en la consideración y
defensa de una perspectiva realista sobre la posibilidad de una vida social noviolenta. Tal
perspectiva implica incluir la voz de los jóvenes marginados de sectores populares de
nuestra sociedad además, del grueso de artistas que desarrollan perspectivas en estos
contextos. Identificar los discursos que acompañan la vida moral y política (actitudes) de
estos ciudadanos y comprender sus posicionamientos filosóficos, propuestas de vida y
mecanismos de expresividad implicaría acercarnos a las formas de justificación de los
ciclos de la violencia (Chaux, 2012: 44), de la paz como trasfondo noviolento y de posibles
perspectivas de cooperación comunitaria desarrolladas en entornos barriales.
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Este artículo se origina en el proyecto de investigación Formas de producción sociocultural de la población
afrojuvenil en la ciudad de Cali: El caso del rap caleño en la década del noventa, apoyado económicamente
por el Centro de Investigaciones y Desarrollo Científico de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas
código 4-57-464-14, dirigido por la Dr. Mirian Borja y parte de mi disertación para optar por el título de
Magíster en Investigación Social Interdisciplinaria.
Juan David Luján Villar (2015). Hip-hop y posconflicto en Colombia. Creadores, 9: 43-45.
alteridad personificada. La segunda, hace referencia a la capacidad que tienen las personas
de poder expresar sus ideas en un plano dialógico sin hacer daño a quienes la rodean, es
decir, sin someterse pasivamente a sufrir perjuicios, pero tampoco a pasar por encima de
sus interlocutores mediante las distintas formas de violencia (Chaux, 2012: 71-77).
Sin duda estos aspectos, conllevan a que las personas asuman posiciones en las
negociaciones y diálogos de los conflictos, lo cual además de ser actitudes relacionales
puede convertirse en aptitudes psicosociales, debido a que el manejo y resolución
consciente de aspectos conflictuales permiten controlar situaciones difíciles como las que
tenemos que vivir día a día, entre ellas el conflicto armado y sus secuelas. Como se aprecia,
es posible que las posiciones de nuestra propia regulación vital –que incluye a los demás–
creen una práctica reflexiva la cual contiene el manejo adecuado de nuestras emociones y la
resolución de problemáticas culturales mediante el lenguaje–en nuestro caso–, vinculando
la música en tanto generador y transmisor de emociones, lo cual complementa nuestro
pensamiento intencional imaginativo-narrativo.
La urgencia del cese al fuego
En esta etapa de negociaciones y procesos de resolución del conflicto armado entre las
partes vinculadas en Colombia, quedan pocas dudas de los beneficios que traería el cese al
fuego definitivo: “Con conflicto armado, el PIB departamental se duplica cada 18,5 años, y
sin conflicto armado, se duplicaría en 8,5 años. Colombia ganaría una década de
crecimiento” (Arias et al. 2014). Eso por un lado. Por el otro: “El conflicto armado genera
altos costos para la sociedad a través de una reducción en la producción agrícola y
manufacturera, una caída en la inversión extranjera y un deterioro de la salud física y
mental de la población” (Arias et al. 2014). Además de semejantes argumentos, urge el cese
al fuego si consideramos que:
Colombia parece ser uno de los países más desigualitarios registrados en la World Top
Incomes Database: la participación del percentil superior se situaba en torno a 20% del
ingreso nacional durante los años 1990-2010, sin una tendencia clara (…). Se trata de
un nivel de desigualdad aún más elevado que el alcanzado por los Estados Unidos en
2000-2010, por lo menos si se excluyen las plusvalías: al incluirlas, los Estados Unidos
superaron ligeramente a Colombia a lo largo de los últimos diez años (Piketty, 2014).
Es falso que los jóvenes en la actualidad solo quieran divertirse (en términos psicoanalíticos
sean maquinas elaboradoras de placer para el gozo). Idealizarlos como sujetos de
divertimento maquínico, es igual a pensar en ellos como autómatas resultado de una
diversión desinhibida y productos semejantes al triunfo de la desinformación. Aunque la
difundida imagen del ocio abarque la mayor parte del panorama juvenil, la misma realidad
diferentes momentos de la cotidianidad juvenil obliga considerar la necesidad salir de la
desgastada lógica de la neutralidad conflictual (no sé, no me importa, no es mi asunto) que
existe alrededor de los conflictos de nuestras sociedades latinoamericanas. Tanto niños
como jóvenes, escapan de muchas formas de la simplificación de la vida y sus mecanismos
de participación ciudadana habituales, de ahí que la necesidad de una proyección estética
Juan David Luján Villar (2015). Hip-hop y posconflicto en Colombia. Creadores, 9: 43-45.
Ahí vamos…
La lógica del posconflicto debe ser incluyente, y por ende parte de una democracia popular
generadora de una óptica participativa dentro de la desgastada democracia multipartidista.
Se hace necesario recuperar los espacios de dialogo cultural, los anhelos de libertad,
igualdad y respeto. Debo decirlo en primer apersona, temo a un posconflicto tecnocrático
como de costumbre presentan las democracias occidentales y sus sobre-énfasis económicos.
Es decir, debemos procurar establecer la oportunidad de un posconflicto como práctica
democrática dialógica. Las expectativas de los jóvenes en general son muchas y algunos en
tanto sujetos políticos (activos/pasivos), poseen diversas inclinaciones. Así conciencia,
voluntad (Marx) y representación (Schopenhauer) se encuentran inmersas en una red de
relaciones (Wacquant, 2005: 15) y deberes ciudadanos que se nos imponen como
compromiso ético y moral para con nuestra sociedad.
Bibliografía
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