Vous êtes sur la page 1sur 5

Comentario a Cantares 7

Cantares capítulo 7 -Comentario


I. Nuevo intento de Salomón por ganarse el corazón de la sulamita (vv. 1-9).
II. Nueva negativa de ella, que, una vez más, proclama su amor a su único amado
(vv. 10-13).
Versículos 1-9
1. Obedeciendo a la invitación del rey, la sulamita vuelve sobre sus pasos. La
gracia misma con que ella camina suscita la admiración de Salomón, por lo que
comienza ahora (v. 1) por alabar los pies de ella. «Hija de príncipe» no significa aquí a
la letra "hija de rey" como en Sal. 45:13, sino poseedora de una belleza de cuerpo y de
carácter, semejante a la de las nacidas de noble familia. En un nuevo requiebro, el rey
alaba los muslos de la sulamita, aunque es más probable que los vv. 1-6 refieran
alabanzas de las damas de la corte mientras la visten en sus habitaciones privadas, antes
de presentarla de nuevo al rey, ya que solamente al estar desnuda, podían apreciarse los
encantos que se alaban en el v. 2.
2. La comparación de los muslos o, mejor, de las caderas de la sulamita con las
ajorcas artísticamente enlazadas como anillos de una cadena que se bambolea al andar
(v. 1b), sugiere el contoneo de las caderas que tanto puede influir en el poder seductor
de una mujer. Estas joyas enlazadas, que así se mueven al caminar, simbolizan la belleza
espiritual escondida a los ojos de la carne, de una congregación cristiana que, viviendo
por el Espíritu, avanzan también codo con codo, según implica el original, por el
Espíritu (Gá. 5:25). La alabanza del ombligo (v. 2, V. el comentario a Pr. 3:8) es
totalmente ajena a la imaginación occidental, pero a las damas de la corte de Salomón se
les antoja parecido a una copa redonda (hebr. agán hasahar, siendo este último vocablo
la única vez que sale en la Biblia). Dice el Midrás: 'Hay lugares en que a la luna se la
llama Sanara. Sahar es una alusión a los asientos del sanhedrín en filas semicirculares,
como una media luna, que es semejante a la figura de una era'. El ombligo, como ya
vimos en Pr. 3:8, equivalía a la fuente de energías del cuerpo humano, al tuétano de los
huesos, aunque es probable que representase también, como reminiscencia del cordón
umbilical, el vehículo de la alimentación obtenido, en principio, de la madre. En sentido
espiritual vendría a significar la próspera condición, sana y madura, del creyente.
3. Si en el hebreo sahar hemos visto la figura de una era, no es extraño ver
mencionado en la segunda parte del v., el vientre como montón de trigo, más que por el
cereal mismo, por el color moreno claro del trigo, después que ha sido trillado y
aventado en la era. Es muy rara, después del montón de trigo, la añadidura de la frase
«cercado de lirios». Quizás aluda de nuevo al color (o colores) del vestido que lleva.
Ginsburg da la siguiente explicación: "Las eras... estaban al aire libre y, después que el
trigo había sido trillado, aventado y amontonado, cada montón era cercado con espinos
para evitar que se lo comiese el ganado. En ocasiones festivas, el trigo era decorado con
flores. Para hacer más lisonjero el cumplido, el enamorado rey cambia las cercas de
espinos en lirios'. El v. 4 lo hemos visto ya en 4:5. Aquí no se añade la 2a. parte de aquel
v. La razón podría ser que los lirios de allí ya se han mencionado aquí en el v. anterior.
Algunos de los elementos del v. 4 se han visto ya, pero aquí aparecen con ciertas
variantes y se añade uno nuevo: (A) El cuello como torre, no de David (4:4), sino de
marfil. En 4:4 prevalecía la idea de fuerza, aquí prevalece la idea de fina belleza, suave
como el marfil, pero el elemento dominante (torre) permanece el mismo. En 4:1, los
ojos eran como palomas; ahora son como los estanques de Jesbón, junto a la puerta de
Bat-Rabim. No se conoce ningún lugar de este nombre, pero como Bath Rabbim
significa 'la hija de multitudes', es probable que dé a entender una ciudad populosa, que
en este caso sería la propia Jesbón, antigua capital de Sijón el rey de los amorreos,
después que éstos echaron a los moabitas (V. Nm. 21:25; Jos. 9:10). Era famosa por su
fertilidad y tranquilidad, por lo que la mirada suave y clara de la sulamita sugiere la paz
y belleza de los estanques de Jesbón. Muy raro resulta el requiebro que menciona la
nariz como la torre del Líbano, etc., pues una nariz demasiado grande nunca ha sido
indicio de belleza femenina, pero lo más probable es que la comparación no tenga nada
que ver con el tamaño, sino con la exacta posición y la excelente proporción con el resto
del rostro.
4. Para entender la comparación de la cabeza con el Monte Carmel, etc. del v. 5, es
menester conocer bien la situación de dicho monte, majestuosamente erguido entre el
Mar Mediterráneo y la llanura del N. O. de Palestina. Así también, la cabeza de la
sulamita está bien plantada y erguida como dicho monte. Así como las pestañas
aparecen en Pr. 6:25 como la red en que la mujer extraña, ajena, prende a los incautos,
así también aquí la red con que el rey está prendido no son precisamente las pestañas en
este momento, sino las trenzas.
5. El final del v. 5 da a entender claramente que no es el rey el que habla, sino
otras personas. En cambio, el v. 6 parece comenzar una nueva serie de requiebros, ahora
del propio rey. De seguro, en los vv. 7-9. Parece ser que el rey ha escuchado la
descripción poética que de la belleza de la sulamita han hecho las damas de la corte y,
contagiado del mismo entusiasmo lírico, prorrumpe arrebatadamente en ese «¡Qué
hermosa eres y cuan suave, oh amor deleitoso!», del v. 6. Si se hace de aquí alguna
aplicación espiritual, es de notar que la belleza interior del creyente (o dé la Iglesia) no
es nativa (v. Ef. 2:1 y ss.), sino recibida: no nacimos hermosos, sino que somos
hermoseados por la pura gracia de Dios. Por otro lado, si Salomón representa en esta
pieza poética al mundo, ¿qué significarían estos requiebros en labios de los mundanos
sino una tentación a usar para el mal los encantos con que Dios nos ha favorecido? Esto
ocurre con frecuencia cuando algún incrédulo lisonjea y tienta a un mismo tiempo a un
creyente ilustrado, diciéndole: «¡Qué lastima que un hombre del talento y de las
cualidades de Vd. crea todavía en esas añagazas de la religión!». Es menester, como la
sulamita, poseer un ferviente amor al Esposo y tener la santa osadía de rechazar tales
insinuaciones.
6. Comienza el rey otra vez a ensalzar en detalle la hermosa figura de la sulamita,
comparando su talle a la palmera (v. 7). Tres árboles llamaban la atención de los
israelitas: la majestuosa palmera, el erguido y alto cedro y el gracioso ciprés. Como ya
hemos visto en otros lugares, el vocablo hebreo para 'palmera' es tomar, por lo que
ocurre varias veces en la Biblia como nombre de mujer. Menciona de nuevo sus pechos,
pero ahora los compara con los racimos de uva de una viña que él aspira a poseer. Tan
enamorado está, que piensa incluso en subirse a la palmera (v. 8) con desdén de su regia
majestad, con tal de poder alcanzar su fruto y ganarse también los racimos de uva de sus
pechos.
7. A esto añade, una vez más, alabanzas de la boca de ella. Es cieno que el hebreo
dice literalmente (v. 8d): «el olor de tu nariz», pero como el aliento se supone, ya desde
Gn. 2:7, introducido por las narices, lo que aquí alaba el regio lisonjeador es el perfume
que desprende el aliento de ella y que a él se le antoja como el de las apetitosas
manzanas (comp. con 2:3-5). Hallamos también una nueva mención del paladar, para
indicar que la conversación de la sulamita le resulta más dulce que el vino más
generoso, que se entra a mi amado suavemente. Esta última frase resulta absolutamente
desconcertante en boca del rey, por lo que prestigiosos exegetas como D. Buzy, G.
Gerieman, W. Rudolph y también la Good News Bible y la New I. Versión nacen un
corte abrupto, pero inevitable si hemos de mantener la integridad del texto masorético,
y, después de la primera línea del v. 9, hasta el final del capítulo, ponen en boca de ella
todas las frases restantes. El versículo 9 quedaría, pues, así: «(Habla el rey) Y tu paladar
como el mejor vino. (Habla ella): S(, el vino que se entra a nú amado suavemente
(comp. con Pr. 23:31), y hace hablar los labios de los adormecidos» (y sigue hablando la
sulamita en los vv. siguientes). La última frase significa que ese vino se entra suave, de
forma que, sin darse cuenta, el que lo bebe cae en el típico sopor de los ebrios, quienes,
sin embargo, suelen, en sueños, musitar frases incoherentes. Lertiman sugiere otra
interpretación: El vino que se entra suave "produce tal animación que, a menudo, rompe
el silencio y hace hablar a los labios silenciosos'. En otras palabras, hasta los tímidos,
los reservados y los retraídos se vuelven locuaces tras un par de vasos del buen vino.
Esto es una realidad, pero es dudoso que sea ése el significado de la frase en el texto.
Versículos 10-13
1. Por tercera vez (v. 10, comp. con 2:16 y 6:3), la sulamita proclama la exclusiva
pertenencia mutua de su amado pastorcillo y de ella. Tras desdeñar olímpicamente todos
los halagos del rey, asegura que ella es solamente de su amado y que el deseo (Lit.) de
su amado es solamente hacia ella ¿Quién no ve aquí una reminiscencia de Gn. 3:16,
pero a la inversa? Comenta la Biblia de Jerusalén, en nota a este versículo: 'Gn. 3:16
contraponía la atracción que empuja a la mujer hacia el hombre a la autoridad
discrecional de éste. Distinta es la actitud de Yahvéh para con su esposa mística: los
anhelos del amor sustituyen al dominio'. ¡Que Cristo sienta deseo hacia nosotros,
miserables pecadores, ingratos y rebeldes, es un misterio del infinito, inexplicable, pero
adorable, amor del Dios que es Amor! (Jn. 3:16; Ro. 5:5; 8:39; 1 Jn. 4:8, 16).
2. Dirigiendo ahora (w. 11-13) la palabra a su amado, la sulamita le invita
(¿Quizás ha reaparecido o se dirige a él imaginariamente?) a salir al campo, lejos de la
regia residencia, para pasar la noche tranquilos en las aldeas solitarias (v. 11). Es una
invitación a disfrutar de la primavera. Al parecer, ha pasado un año desde la otra
primavera (V. 2:10 y ss.) en que él la invitó , pero ahora la invitación procede de ella.
También el Señor, lleno de compasión hacia sus fatigados discípulos, les invitaba a
recogerse en la soledad con él, a fin de reposar y tener tranquila comunión con él (V.
Mr. 6:31). Entusiasmada con el pensamiento de volver a casa con su amado, ya se
representa en su imaginación las escenas familiares de ir a ver si ya brotan las vides, si
han florecido los granados (v. 2). Dice Lehrman: Tan impaciente está por volver a casa
que le suplica posponer hasta entonces sus manifestaciones de amor hacia ella' (V. el
final del v.).
3. Termina el capítulo (v. 13) con el ofrecimiento de la sulamita a su amado de
toda clase de dulces frutas, nuevas y añejas, es decir, de las recién recogidas y de las
puestas a secar, que para él ha guardado ¿Qué frutos tenemos nosotros en reserva para
nuestro Amante Salvador? ¿Cómo está la temperatura espiritual de nuestra alma, si ha
de entrar a cenar con nosotros, y nosotros con él (Ap. 3:10b). Cita en particular (v. 13b)
las mandrágoras (Hebr. dudaím, relacionado con dodim, amor), fruta del tamaño de una
manzana pequeña, de color rojizo y de sabor muy agradable; se las consideraba como
excitantes, es decir, afrodisíacas (V. Gn. 30:14 y ss. así como el comentario a ese lugar).

* Fuente:
Comentario exegético-devocional a Cantar de los Cantares
Original escrito por Matthew Henry a principio del siglo XVIII.
Traducido y adaptado al castellano por Francisco Lacueva.

Vous aimerez peut-être aussi