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Casos de empredniemiento

Hace un año, Alejandra Alarcón Ovalle estaba buscando apoyo para


desarrollar la idea que tenía desde hace 13 años, cuando trabajaba para
una empresa que producía fertilizantes.
Su sueño era crear una herramienta tecnológica que permitiera optimizar
el uso del suelo sin causar daños ambientales, contribuyendo así a
producir cultivos sostenibles. Hoy, su proyecto es una realidad gracias al
apoyo de Destapa Futuro. Según Alejandra, dueña de SF Group,
“teníamos clara la oportunidad de negocio y comenzamos a buscar el
patrocinio.
Encontramos, a partir de las experiencias de otros emprendedores, que
Destapa Futuro no solamente ofrecía al emprendedor apoyo financiero y
técnico, sino también conocimiento, acompañamiento y mentoría, todo
con el fin de poder desarrollar su idea de manera efectiva y sostenible”.
Alejandra se presentó a la convocatoria de Destapa Futuro, logró superar
todas las fases del programa y beneficiarse finalmente con capital semilla.
“A nivel de emprendimiento, una de las dificultades primarias es
conseguir recursos para comenzar. También se busca formación, así como
respaldo y credibilidad hacia el proyecto. Por eso en el 2010 nos
inscribimos a Destapa Futuro.”, recuerda hoy Carlos Jaramillo, otro
emprendedor exitoso de Destapa Futuro, que actualmente hace parte de
la red.
Kahai, su empresa, surgió cuando se decidió a ser independiente y
aprovechar el cacay, árbol de origen amazónico que produce nueces,
usadas en confitería y de las cuales se extrae un aceite que es también
utilizado por la industria cosmética, farmacéutica y alimenticia. Además,
sirve para elaborar una harina con alto valor nutricional. Kahai es la
primera empresa en el mundo en industrializar esta nuez 100 por ciento
colombiana.
Para su comercialización, Carlos cuenta con el apoyo del Ministerio de
Industria, Comercio y Turismo, la ANDI y Proexport. Proyectos e ideas
innovadoras como estas son las que apoya el programa Destapa Futuro de
la Fundación Bavaria, que este año llega a su sexta versión y ha destinado
cerca de siete mil millones de pesos para apoyar el desarrollo de nuevas
empresas a través de respaldo financiero, capacitación y
acompañamiento.
Al programa pueden presentarse aquellos emprendedores que cuenten
con proyectos o ideas de negocio, o empresas formalmente constituidas
que están comenzando.
Los primeros recibirán capital semilla no reembolsable a manera de
donación, mientras los segundos obtendrán capital semilla representado
en crédito de hasta por 100 millones de pesos, el cual es otorgado por una
entidad bancaria aliada al programa. Ambos, proyectos y empresas
constituidas, recibirán capital semilla adicional a título de donación
durante la etapa final del programa.

Tirso Tovar Calderón, fundador de Enzipan Laboratorios S.A

De mensajero a exitoso empresario


La historia de un emprendedor que desarrolla productos enriquecidos con aminoácidos,
proteínas, fibra dietaria insoluble, vitaminas y minerales para los colombianos y el mundo
entero.

Soy de origen campesino, nací en un pequeño pueblo del sur de Nariño llamado
Sapuyes. Sembrábamos trigo. Era un hogar humilde pero cargado de esperanzas.
En ese ambiente crecí, hasta que, cumpliendo mis 17 años, empuñé mi diploma
de bachiller como la única arma que me abriría las puertas de mi futuro, un logro
que para mi pequeño terruño era reservado a unos pocos, y con este único título y
un enorme deseo de triunfar inicié mi sueño de tener algún día mi propia empresa.
Los recursos familiares (éramos siete hermanos) no dieron para más estudio. En
los años 60 no había ninguna de las facilidades que se tienen hoy. Salí de mi
pueblo un lunes lluvioso y frío a la 1 a.m., en el único vehículo que conectaba
semanalmente con la capital del departamento de Nariño. Mi capital eran $300
que mi padre me había obsequiado para mis gastos. En mi mente sólo rondaba
que había que buscar el centro urbano más grande que tuviera el país, pero allí,
por la vecindad, también entró a competir la capital ecuatoriana, dada la enorme
influencia cultural que se vivía en esa zona.
Una moneda fue la encargada de definir este dilema. Cara, Bogotá, y sello, Quito.
Nunca había visto, ni siquiera en imágenes, cómo era Bogotá. Sólo a mediados de
la década de los 60 llevé el primer televisor al pueblo, por consiguiente, cual
campesino ingenuo, asustado con el ambiente propio de una peligrosa terminal de
buses de ese entonces, llegué, tras un agotador viaje de 30 horas. Descendí del
bus, me robaron y quedé con la ropa que tenía puesta; la situación no podía ser
más difícil.
El Señor de las Misericordias, patrono de mi pueblo que nunca ha me ha quitado
de su mirada, me permitió encontrar un pequeño colegio privado, donde con un
sueldo de $200 mensuales tenía que atender en tres jornadas continuas la
enseñanza de matemáticas en todos los cursos de primaria. Enhorabuena y
gracias a Dios tenía techo y comida incluidas.
Mi primera quincena de $100 la recibí en un cheque del Banco de Bogotá, oficina
La Estrada, y mientras el cajero me pagaba la tan anhelada suma, le alcancé a
preguntar cómo hacía una persona para ingresar a trabajar al banco. Me advirtió
que justo en ese día había selección de personal, durante la mañana, y que esto
sólo se realizaba cada mes. Miércoles 15 de octubre de 1968: el día que
cambiaría mi vida para siempre.
Sin la más mínima pérdida de tiempo y pasando todas las pruebas de rigor, el jefe
de personal decidió que iniciaría labores al día siguiente como mensajero. No la
tuve fácil. El desconocimiento de la ciudad y el no haber tenido un entrenamiento
previo en la actividad que me tocaba desempeñar se encargaron de martirizarme
todos los días, pero había que sobreponerse a todas las dificultades y poco a poco
la mirada de Dios me dio el valor para soportar esta dura prueba. Al cabo de unos
pocos meses, y ya una vez estabilizado y con un rendimiento favorable en mi
trabajo, fui trasladado a la oficina principal. Ahora sí podía decir que trabajaba en
el edificio más alto de Colombia, lo cual para mis padres y para mi pueblo era
motivo de orgullo.
Pero esto no colmaba mis ganas de triunfar. Entonces busqué afanosamente una
carrera nocturna que me permitiera progresar en el banco. Me convertí en
economista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, pero antes tuve que superar
muchos peldaños difíciles. La carrera bancaria no es nada fácil y menos
acompañada de un estudio nocturno; sólo Dios, mi dedicación y la tenacidad que
le puse a mi desempeño lo hicieron posible.
Ocho años después de haber ingresado como mensajero era gerente de la oficina,
y ocho años más tarde era subgerente de crédito de un importante número de
oficinas (32 en total), que en ese entonces se llamó la Zona Bogotá Norte. Algunos
de mis jefes todavía laboran en dicho banco y gracias a ellos, a la autoridad y al
buen ejemplo que en su momento me inculcaron, me dieron la formación y la
disciplina y me ayudaron a moldear el espíritu de empresario emprendedor que
hoy llevo en las venas y que fue la base para continuar con mi sueño.
Una vez estabilizado y con una familia organizada, atendí el llamado de Dios y
tomé la riesgosa pero firme decisión de retirarme del banco para emprender mi
propia empresa, algo relacionado con el cereal que en mi infancia me vio crecer, el
trigo. Fue así como nació Enzipan de Colombia Ltda., una empresa dedicada a
estudiar las propiedades de las diferentes clases de trigo para generar asesoría
técnica a los procesadores del trigo, con el objeto de optimizar su rendimiento de
la harina como su principal producto.
Para poder cumplir con esta misión hacía falta más conocimiento científico, por lo
tanto tomé la decisión de capacitarme con cursos acelerados en estos temas, en
los países que brindaban las mejores opciones: Estados Unidos, Francia, Suecia y
Alemania, pero también a nivel interno hacía falta acreditar la idoneidad y
competencia en el manejo de los alimentos para consumo humano. Volví a las
aulas universitarias 25 años después de haberlas dejado, porque necesitaba
recibir el título de ingeniero industrial de alimentos, carrera que culminé con éxito.
Sin embargo, el camino sigue cargado de espinas. Trece años después de
fundada la empresa fuimos víctimas de la delincuencia: en un atraco a mano
armada saquearon nuestras instalaciones, dejándonos con lo que habíamos
empezado, sólo con el ánimo aún vivo de hacer empresa. Por segunda vez había
que pedirle a la moneda que decidiera nuestro futuro. Continuar o claudicar. Y del
mensaje lacónico que mandamos a nuestros clientes, anunciándoles nuestro
retiro, surgió la respuesta a la moneda, pues habíamos sembrado mucho y
nuestros clientes nos manifestaron su apoyo, anticipándonos fondos que
deberíamos pagar sin intereses y con productos y servicios en la medida en que
las circunstancias nos lo permitieran.
Con este apoyo decidimos continuar la empresa con más vigor y tres años
después nos certificamos en la calidad de nuestros productos y servicios (ISO
9001), cinco años más tarde lo hicimos en la ISO 22.000 y HACCP para aplicar
inocuidad en todos los productos que fabricamos, y otros tres años después
cambiamos nuestra razón social a Enzipan Laboratorios S.A. y convertimos a esta
empresa en uno de los laboratorios mejor dotados de Latinoamérica en su género.
Estamos generando 30 empleos directos y un número igual de indirectos y
buscamos arduamente acreditar el laboratorio, de cara a los tratados de libre
comercio, para avalar y dar fe de la calidad de los alimentos exportables de
nuestro país.
Hemos sido ganadores del Premio Innova, en el año 2005, otorgado por el
Ministerio de Comercio Industria y Turismo por el ahorro de divisas al país, debido
a una moderna planta de mezclas para fabricar productos que anteriormente se
tenían que importar. En el año 2010 repetimos este premio, pues mediante el
decreto 007 de 2011 fuimos designados como la empresa más innovadora del
país por haber desarrollado un mejorador de harinas natural que beneficia a todos
los procesos de productos horneados y tiene como valor agregado un alto
contenido nutricional, para combatir los niveles de desnutrición de las clases
menos favorecidas.
Luego desarrollamos un nuevo producto que transformará los hábitos alimenticios
y nutricionales de quienes lo consuman: Fidepast (fibra dietaria para pasta) con
maravillosos efectos para beneficiar la salud de toda la población debido a su alto
contenido de fibra dietaria insoluble y aminoácidos esenciales, reduciendo el
riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes y de
cáncer de colon, enfermedades donde se centra el 50% de los niveles de
mortalidad del mundo.
Pero nuestro mayor logro llegó el 4 diciembre del año pasado, cuando fuimos
galardonados con el premio Pyme Sostenible, patrocinado por la acción conjunta
del banco BBVA Colombia y El Espectador, entidades que en un acto de altruismo
por Colombia están motivando y generando el mejor ambiente empresarial para
hacer que las empresas trasciendan a la segunda y a la tercera generación, pues
bien sabemos que el país está necesitado de empresarios emprendedores que lo
saquen de la nefasta posición de ser el tercero más pobre del continente.
Este premio transformará y dividirá en dos la historia de nuestra empresa, la cual
ya se prepara para emprender su próximo reto: llevar a la población colombiana y
a la de nuestros países vecinos productos enriquecidos con aminoácidos,
proteínas, fibra dietaria insoluble, vitaminas y minerales, cuyos nutrientes
consumidos diariamente y sin ningún sobrecosto proporcionarán la alimentación
nutricional suficiente para mantener el metabolismo y las funciones de nuestros
órganos vitales en plena actividad, para recibir y transformar en energía humana,
el equivalente a 2.000 calorías requeridas para que un adulto permanezca activo
en condiciones normales

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