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Una tarde en el museo

“¿Qué es un museo?”, ha preguntado Leo cuando mamá les ha dicho que iban a
pasar la tarde allí. Papá ha explicado a los mellizos que un museo es un lugar en
el que se pueden ver cuadros muy bonitos, tan bonitos o más que los dibujos que
hacen Tina y Leo. “¿Como cuando ponemos nuestros dibujos en las paredes de la
cocina?”, ha pensado Tina. “¡Eso es!”.

De camino al museo, mamá les ha explicado que tenían que portarse bien, que en
el museo tenían que estar tranquilos y que, sobre todo, no se podían tocar los
cuadros.

Pero Tina y Leo no siempre hacen caso a mamá y papá…


Así que, al llegar, lo primero que han hecho ha sido acercarse mucho, mucho, a
un cuadro en el que se veían unos preciosos caballos. Antes de que mamá y papá
pudieran decir nada, ha llegado un guarda de seguridad con el gesto muy serio…
- Niños, ¿qué estáis haciendo?
- Nada, ha contestado Tina con una vocecilla que casi no se oía
- ¿No sabéis que no se pueden tocar los cuadros?
- Nos lo ha dicho mamá, pero no le hemos hecho caso.
- Ya sabéis que siempre hay que hacer caso a papá y mamá. ¿Vais a volver
a tocar los cuadros?
- Nooo!
- Muy bien chicos, el guardia ahora sonreía, eso está mejor. Ahora, ¡a
disfrutar de la visita!

Tina y Leo han ido corriendo hacia papá y mamá y todos juntos han seguido
recorriendo el museo. Han visto cuadros con animales, otros con frutas de colores,
en algunos se veían barcos… ¡Cuántos cuadros!
Camila y su gatita - Cuentos para niños

Érase una vez una niña llamada Camila que tenía una gatita, Lillly, de la que nunca
se separaba. Vivía con su familia en una casa en medio del bosque, y era muy feliz.

Una mañana, la pequeña se despertó, como siempre, y se frotó los ojos. La luz
entraba por la ventana y Lilly dormía sobre la alfombra. Camila escucho la voz de
su mamá en la cocina. Llena de curiosidad, se acercó a la puerta y se puso a
escuchar.

-No puede estar siempre en casa con nosotros; ya es mayor y se tiene que ir...

Al oír estas palabras, la niña empezó a sentir frío y a temblar. Pensó con lágrimas
en los ojos:

-Mis padres ya no me quieren. Van a enviarme lejos de casa. Pero no es verdad


que ya sea mayor. ¿Qué voy hacer sin mi gatita y sin ellos?

Tenía mucho miedo, pero consiguió tomar una decisión.

-Me iré yo, ¡Me iré lejos y nunca más volveré!

Se vistió deprisa, cogió a Lilly en brazos y salió corriendo. Corrió más deprisa que
el viento, mientras la gatita maullaba de miedo. Tras varias horas de camino, llegó
a un gran prado lleno de flores y se refugió en una cabaña de madera. Aunque no
encontró a nadie, había una cama, una colcha y muchas cosas ricas para comer.

-El hada azul habrá preparado esta casa- Pensó

-Ahora me voy a dormir y mañana ya pensaré que hacer. Una cosa es segura:
¡nunca más volveré con mis padres, porque no me quieren!

Y entre sollozos se durmió. Cuando abrió los ojos, Camila vio a sus papás. La
miraban asustados, y su madre había llorado.

-¿Por qué te has escapado, pequeña mía?- Le preguntó su papá.

-¡Os he oído! Habéis dicho que ya era lo bastante mayor para irme...- gritó la niña
entre lágrimas.

Entonces su mamá la cogió en brazos y le dijo:

-¿Qué has entendido, Camila? Hablábamos de la gatita. Siempre está contigo y no


ha salido de la casa desde que nació. Queríamos que jugase y corriese por el jardín.

Todo se aclaró: sus papás la querían, como siempre habían hecho. ¡Qué tonta había
sido por haber dudado de ellos! Camila volvió a casa y nunca más se marchó.
El pueblo fantasma, cuento infantil para leer antes de dormir

La noche era lluviosa, una gran tormenta caía sobre el mar. Las olas eran
gigantes y la niebla era espesa. Los barcos se bamboleaban de un lado a otro como
marionetas de guiñol.
De repente, un crujido espantoso sonó en la oscuridad. Una gran humareda se veía
a lo lejos y un olor intenso se dejaba notar en el aire. Todos se preguntaban qué es
lo que habría ocurrido.

Un barco había encallado cerca de la orilla, y había derramado parte


del petróleo que llevaba. Una gran mancha negra se extendió por el agua, como
un gran manto negro que ponía de luto al mar.
El olor a petróleo era cada vez más fuerte, y se confundía con la frescura que la
brisa tenía cada anochecer cuando junto a la playa, Carlos y Ana iban a contemplar
las estrellas.

Cuando sentían esa libertad que sólo sienten los que aún no han traicionado sus
ideales. Carlos y Ana eran los hijos de un pescador y vivían en una humilde casa
blanca muy cerca del acantilado.

Los pescadores habían tenido últimamente problemas para pescar, la pesca no era
muy abundante. Ahora, aun sería mucho peor, ya no habría nada en mucho tiempo.

Ya no se vería a los pescadores traer el pescado a puerto. Ni se podría despedirlos


hasta pronto como era habitual. Ahora tendrían que marcharse lejos, para poder
seguir viviendo.
El pueblo se convirtió en un pueblo sin gente, un pueblo fantasma. Apenas unas
cuantas mujeres y niños pequeños quedaban allí. Los hombres y los jóvenes partían
en busca de trabajo y volvían de tarde en tarde, para ver a los suyos.
Cada anochecer, apenas unas cuantas luces, devolvían la existencia al pueblo.

Pero desde el acantilado, la vista no era la misma, parecía que hasta la brisa había
cambiado de lugar. El aire olía a petróleo y la calma del mar, se había convertido en
una tremenda angustia de ver como toda la vida marina se destruía.

Los peces muertos flotaban y todo era desolador. Los pocos que quedaron,
empezaron a reconstruir y limpiar todo aquello que había sido dañado.
Pasaron unos cuantos años, hasta que el pueblo volvió a la normalidad.
Comenzaron a llegar algunos de los que se habían marchado, y las barcas volvieron
a puerto. Renacía de nuevo la esperanza, con el temor de que algún día volviera a
repetirse.

FIN
Sara y Lucía, un cuento sobre la sinceridad
Érase una vez dos niñas muy amigas llamadas Sara y Lucía. Se conocían desde
que eran muy pequeñas y compartían siempre todo la una con la otra.
Un día Sara y Lucía salieron de compras. Sara se probó una camiseta y le pidió a
su amiga Lucía su opinión. Lucía, sin dudarlos dos veces, le dijo que no le gustaba
cómo le quedaba y le aconsejó buscar otro modelo.
Entonces Sara se sintió ofendida y se marchó llorando de la tienda, dejando allí a
su amiga.
Lucía se quedó muy triste y apenada por la reacción de su amiga.
No entendía su enfado ya que ella sólo le había dicho la verdad.
Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver que su
amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por ello.
Sara reflexionó y se dio cuenta de que su madre tenía razón.
Al día siguiente fue corriendo a disculparse con Lucía, que la perdonó de inmediato
con una gran sonrisa.
Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se basa en
la sinceridad.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, y el que se enfade se quedará
sentado.
FIN
El dibujo de la sinceridad
Clara tenía 10 años y ahora que se acababa el cole estaba muy contenta porque
el colegio se volvía un sitio más divertido. Hacían más juegos, más deporte y los
profes no les mandaban tantas fichas para hacer en casa. Un día la profesora de
lengua les mandó que hicieran una redacción sobre lo que iban a hacer en verano
y que después hicieran un dibujo como portada de esa pequeña historia.

Clara hizo un dibujo de un sol y una playa, pues siempre se iba de vacaciones a
Alicante con mamá y los abuelos. Era un sitio súper chulo, porque siempre hacía
sol y en la playa conocía a un montón de niños. Ya solo quedaba un mes para
poder ir. Pintó su fantástico sol, pero sin querer se salió con el amarillo. Luego
quiso pintar la arena y no encontró un color que no fuera el marrón oscuro así que
fue el lápiz que utilizó. Cuando acabó estaba contenta porque se había esforzado
mucho en dejarlo bonito. Era su pequeña ventana al verano.
Cuando el resto de niños acabaron la profesora les mandó ponerse de dos en dos
y les dijo que tenían que explicarse entre ellos su redacción y enseñar el dibujo. A
Clara le tocó con Jennifer, una niña muy simpática que no jugaba mucho con ellos
en el patio porque solía estar cuidando de sus hermanos.
-¡Hola Jennifer! Mira te enseño mi dibu. Es una playa de Alicante. Me gusta
mucho. Voy con mi madre y mis abuelos. El sol es amarillo muy fuerte y me
encanta. ¿A ti?
-Uhmmm. Hola Clara. Pues espero que no te enfades, pero me parece que el
dibujo está mal hecho, te has salido un montón y has pintado el cielo de amarillo.
La playa parece montaña porque el marrón es muy oscuro. Me gusta lo que
cuentas. Lo tenéis que pasar muy bien todos juntos allí.

Clara se sintió paralizada y no supo que decir. Le entraron unas ganas enormes
de llorar que no pudo controlar y de repente por sus mejillas rodaron pequeñas
gotas que fueron asomando unas detrás de otras. A Jennifer no le dio tiempo a
decir nada. La profesora vino enseguida y ella asustada porque no sabía lo que
había hecho tan malo se echó a llorar también.
Las dos niñas contaron lo sucedido y se calmaron, pero cuando Clara llegó a casa
le contó a su madre lo sucedido y le enseñó el dibujo. Su mamá le ayudó, le dijo
que no tenía que enfadarse ni sentirse triste con Jennifer. Su compañera le había
dicho lo que pensaba y además era cierto. Cuando el otro se toma un tiempo en
decirnos lo que piensa y en enseñarnos en que podemos mejorar no tenemos que
reaccionar mal hacía él o ella.
Ana se tranquilizó y cuando llegó a clase habló con Jennifer, le pidió disculpas y
las dos a partir de ahora fueron amigas.
Juanita 60 peinados
juanita era una niña muy coqueta. En su casa habían 20 spray de tintes, una plancha, un
secador, unos lazos y pinzas. También tijeras, máquinas de cortar cabello y lo más importante
¡Una pócima que hacía crecer cabello!

A ella le gustaban hacer peinados en su pobre cabello, Lo cortaba, lo peinaba, lo volvía a hacer
crecer, se peloneaba, se colocaba ganchitos y de más. Todo el tiempo frente al espejo
desbaratándose el pobre cabello, pero, entre sus cosas, le faltaba un shampoo, un
acondicionador y Gelatina.

Un precioso día salió al mercado, ¿Qué hacía en el mercado?, pues no sé porque ahí no venden
lo que buscaba, pero ella fue a comprarse unas deliciosas frutas, tenía hambre y se las comió
de un solo abrir y cerrar de ojos, ¡pobre niña! toda pesada por el exceso de comida, se sentía
muy mal y se fue a su casa, al llegar se dio cuenta que no había comprado lo que debía, y sus
padres no la dejaron salir más en ese día por su salud.

Al siguiente día ella se sentía de lo mejor, ¡Claro! podía ya comprar sus cosas, pero ¡Ay!, tenía
escuela, y no tenía nada para lavarse el pelo y tampoco gelatina para su peinado, así que se lo
planchó, secó y se pintó el pelo rojo con mechas negras, “un lazo azul y perfecto», dijo Juanita
apurada.

Al llegar a la escuela notó que sus compañeros la miraban raro: ¡Qué raro color de pelo! -le dijo
Carlos, un compañero de clase, ¿Cómo así? dijo asustada Juanita. Es solo que el verde no va
totalmente contigo- dijo Carlos, Juanita preocupada dice ¡VERDE! pero me lo pinte de rojo no
sé la verdad porque está verde, y Carlos burlándose dijo ¡VERDE y con mechas azules!, todos
se empezaron a reír de Juanita, Hasta reían a carcajadas pues el cabello se le tornó de rosado
con mechas violeta, ¡¡buaaaaa!! Llorando, preocupada, triste y sonrojada, escondida de sus
padres, corrió a el baño, contó sus tintes y eran 20, tenía todo pero … gritó angustiada Juanita,
¿Dónde está mi pócima que hace crecer el cabello? yo me la puse esta mañana y no está aquí,
con un paño en la cabeza bien ajustado bajo las escaleras y le dijo al papa: ¿Papi voz agarraste
mi pócima?, y el papá dijo: mi pequeña niña te crece el cabello y no creces tú, yo no agarré tu
pócima hija, me voy a trabajar, Dios te bendiga; Juanita angustiada dice: amén, ¿crece mi
cabello y yo no?¿cómo es eso? Cuando miró su paño su cabello estaba muy crecido parecía la
torre Eiffel, y después la torre de Pisa pues su cabello se fue de lado y ella con él, ¡pum, plan,
plus! se calló Juanita, y sin poder levantarse por su cabello, grito: ¡MAMAAAAAAA! ¿necesito
ayuda no crees? y la mamá asombrada se desmayó, Juanita de tanto llorar mojó el paño y con
él, su cabello, ¡Qué tal! el cabello dejó de crecer y volvió al tamaño normal, pero ¡Oh oh!, los
colores del cabello no volvieron a la normalidad; si no que; empeoraron pues, cambiaban de
color y de peinado 60 veces, fue horrible, cuando llegó el papá no podía creer lo que estaba
viendo.

Al llegar a casa de Juanita, Carlos dijo que no fue su intención, solo le gustaron los tintes, y que
utilizó el rojo y se pintó un mechón, cuando intento hacerse los pinchos en el cabello con el
mechón rojizo, vio que no había gelatina así que para que nadie viera ese mechón se lo cortó
con la tijera y eso fue todo, Juanita más tranquila le dijo: ¿entonces qué paso?, ¿porque el rojo
le puso a ella el pelo de muchos colores?, en eso Carlos dijo: bueno es que al lavarme el pelo,
todo lo metió dentro de un frasquito, ¡QUE!, gritó Juanita menos calmada, ¡es mi pócima que
crece el cabello, eso lo explica todo, solo tengo que echarme alcohol.

Carlos en eso dio un suspiro, compró el alcohol y Juanita se lo echó. Todo volvió a la normalidad,
Carlos prometió que no volvería a tocar las cosas de Juanita, pero Carlos desde ese momento
le puso un «sobrenombre» a Juanita y era el de» Juanita 60 peinados».
Juanita se reía mucho cuando la llamaban así, pero eso termino cuando Carlos le contó la
historia a toda la cuadra, y desde ese momento todos la llaman «Juanita 60 peinados».

Fin
La boda de mi tío Perico
Esta es la historia del gallo Quirico que iba a la boda de su tío Perico:

El gallo Quirico iba a la boda de su tío Perico, tenía muuucha hambre. Por el camino, se encontró
un gusanito y pensó: - " ¡Qué hambre tengo!, me comería este gusanito en un abrir y cerrar de
ojos". "Pero... si como me mancho el pico y no puedo ir a la boda de mi tío Perico. Si no pico... me
muero de hambre". ¿Pico o no pico? Y fue y picó.

Siguió caminando alegre por el camino tan contento y con el buche lleno. Al cruzar un río se dio
cuenta que tenía el pico sucio:
- ¡Oh, mi pico! Así no puedo ir a la boda.
Pidió a la hierba:
- "Hierba, límpiame el pico que voy a la boda de mi tío Perico.
-¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?
- No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita:
-"Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico"
- Por mentiroso... límpiate tú el pico.
Siguió caminando y encontró una oveja y dijo:
- Oveja, come a la hierba, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda de mi tío Perico
-¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?
- No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita:
-"Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico".
- Por mentiroso... límpiate tú el pico.
Cuento sobre la sinceridad para educar a los niños
Buscó un palo y le dijo:
- Palo, pega a la oveja, que la oveja no quiso comer la hierba que no quiso limpiarme el pico para ir
a la boda de mi tío Perico.
-¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?
- No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita: "Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico".
- Por mentiroso... límpiate tú el pico.
Como el palo no quiso, fue en busca del fuego y le dijo
- Fuego, quema al palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso comerse la hierba que no
quiso limpiarme el pico, para poder ir a la boda de mi tío Perico.
-¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?
- No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita:
-"Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico".
- Por mentiroso... límpiate tú el pico.
Como el fuego no quiso quemar el pelo, fue a ver al agua y le dijo:
- Agua, apaga el fuego que no quiso quemar al palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso
comerse la hierba que no quiso limpiarme el pico, para poder ir a la boda de su tío Perico.
-¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?
- No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita:
-"Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico".
- Por mentiroso y haber comido al gusano Gusanito... ¡Límpiate tú el pico!
Arrepentido el gallo Quirico por haberse comido al gusano Gusanito... se puso con la cabeza para
abajo. Y así...."pico abajo" salió enterito el gusano Gusanito.
El agua no tuvo que apagar el fuego, el fuego no quemó el palo, el palo no pegó a la oveja, la oveja
no se comió la hierba, y la hierba limpió el pico al gallo Quirico y ... por fin, pudo llegar feliz y
contento a la boda de su tío Perico.
FIN
El pequeño jardín junto a la escalera

La escuela de Elena era un lugar especial. Todos disfrutaban aprendiendo y jugando


con Elisa, su encantadora maestra. Pero un día la señorita Elisa se puso muy
enferma, y Elena fue a verla con sus papás al hospital. Era un edificio triste y gris, y
Elena encontró a su maestra igual de triste. Pensó que podría alegrarla con unas
flores, pero no tenía dinero para comprarlas.
Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó un
trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la esquina donde
solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la preparó. Luego su mamá le
entregó unas semillas, y Elena las plantó en unos hoyos que había hecho. Después
volvió a tapar las semillas, y regó la tierra con agua.
El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir regando las
semillas cada día al entrar y salir de la escuela.
Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al principio
eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. De ellas nacieron
muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su maestra enferma.
Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó de su
enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la escalera, el pequeño
jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que desde entonces cuidaron
juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a la escuela por estar enfermo,
tomaban una flor para llevársela y alegrarle el día.
Los animales de la granja
Había una vez un hombre que vivía en una granja. Todos los días se levantaba muy
temprano (Bostezar como sí nos estuviéramos levantando). Siempre lo hacía
cuando cantaba su gallo Kiriko (kíkiríki, kíkíríkííiíí, …. ).Luego se lavaba y después
desayunaba leche y unas tostadas de pan muy ricas (Abrir y cerrar la boca primero
despacio y después rápido, aumm, aumm,…. imitando comer). Seguidamente, se
iba a cuidar a los animales. Primero limpiaba las cuadras donde estaban, y lo hacía
cantando (lalalala, lalala lalalala lale, lalalala lá lalalali,…. se pueden seguir
inventando diferentes ritmos).

Todos los animales estaban muy contentos porque veían que el granjero estaba
contento y lo dejaba todo muy limpio para que ellos estuvieran a gusto. Después de
haberlo limpiado todo, empezaba a dar palmadas (distintos ritmos de
palmadas), diciendo:
– Todos a comer.
Y todos los animales se relamen, porque ya tenían hambre (mover la lengua de un
lado para otro pasándola por los labios de arriba y luego por los de abajo, despacio
y rápido. Luego apretar los labios uuummmm, uum, uumm, … ) y se preparaban
para recibir la comida.
El granjero empezó a darle de comer a las gallinas:
– Hola gallinitas, (pita, pita, pita, pita, piíita,….)
Las gallinas lo recibían muy contentas (cooooco, cococoooooco, ….) y los pollitos
también (pío pío píooo…) y empezaban a picar el trigo que les echaba.
Después siguió con los patos:
– Hola patitos, y silbaba para llamarlos (intentar silbar varias veces, aunque solo
salga el soplo).
Los patitos acudían rápidos (cuaca, cuaca, cuaaa…) y comenzaban a comer.
Luego se iba a donde estaban otros animales, la vaca, el cerdo, las ovejas y las
cabras, a los que también saludaba.
-Hola, hola, (Hacemos participar a los niños para que digan varias veces el saludo,
para que les puedan contestar los animales).
Cuando acabaron volvieron a la granja igual de contentos (repetir lo anterior, si se
quiere con otros ritmos).
Al final del día se fueron a cenar, y después a dormir (Inspirar por la nariz y echar el
aire por la boca, como haciendo el dormido).
Todos los animales de la granja, también dormían felices, porque tenían un granjero
que los cuidaba muy bien, y por eso lo querían mucho.
Por eso, siempre que se cuida bien a los animales, nos querrán mucho.
Colorín, colorado,….
Cuento de animales: La vaca y la mosca

Érase una vez una vaca que pastaba tranquilamente por el prado cuando de repente
se coló una mosca en el interior de su oreja. Frenéticamente, la vaca agitaba su
cabeza, levantaba el cuerpo y se dejaba caer contra el suelo. Cualquier cosa que
intentara el pobre animal era en vano, pues la mosca, en lugar de irse, le provocaba
unas cosquillas horribles cada vez que se movía dentro de la oreja.

Dando zancadas bruscas, la vaca decidió salir en busca de su amigo el burro.


“Debes hundir tu cabeza en el barro hasta que la mosca no resista y se vaya”, le
dijo el burro con toda seguridad y acompañó a su amiga hasta el lodazal. Sin
embargo, y aunque la vaca llenó su nariz, sus ojos y sus orejas de lodo como le
había indicado el burro, la mosca seguía tranquilamente revoloteando en el interior
DE SU OREJA.

Como nada de lo que había intentado funcionaba, la vaca se sintió triste y agotada,
así que decidió tumbarse a descansar sobre el pasto y al cabo de unos segundos,
quedó sumergida en un profundo sueño. Los tres amigos que la acompañaban se
quedaron a su lado apenados y viendo como la vaca respiraba agitadamente.

Entonces, sucedió algo muy extraño, pues la mosca, atrapada en aquella oreja, por
fin pudo sentir algo de calma y fue entonces cuando exclamó:

“¡Vaya! Hasta que al fin se ha quedado tranquilo este animal. Desde que estoy
encerrado aquí no ha parado de moverse y saltar violentamente. Ahora que está en
reposo podré salir de este hueco oscuro y respirar aire fresco. Juro que jamás
volveré a entrar, ha sido terrible.”

Y levantando el vuelo desesperada, la mosca pudo por fin salir a la luz del día y huir
para siempre de la oreja de la vaca.

– ¡Por fin ha salido! – exclamaron los animales asombrados al ver a la mosca


revoloteando por los aires.

El burro dibujó una sonrisa y gritó orgullosamente: “Que idea tan genial he tenido
con lo del barro”, a lo que el caballo se apuró a añadir: “Y menos mal que he pensado
a tiempo lo de la paja”. Finalmente, el toro también habló: “Y lo mejor de todo es
que se me hubiese ocurrido lo del agua”.

“¡Qué listos somos!” – concluyeron vanidosamente los tres animales y comenzaron


a bailar alrededor de la vaca que dormía plácidamente sin enterarse de nada. Luego
se marcharon a festejar dando saltos de alegría.
Hoja de trabajo.
Indicación: a continuación, se le presenta una taba en donde debe recortar y
ordenar el proceso de vida del pollo.

Nace Crece Reproduce Muere


Hoja de trabajo.
Indicación: a continuación, se le presenta unas imágenes en donde debe recortar
y pegar en la silueta correcta.

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