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EL PARTIDO DE LA MORAL

Laura Avril Muñoz Alarcón.

Ética B.

Los seres humanos estamos condenados al abismo de la sociabilidad. En muchas ocasiones


hemos encontrado la frase: “el ser humano es un animal social”, pues es una referencia
aristotélica del zoon politikón, cuyo significado se refiere al animal político o cívico. La
realidad de ésta frase se centra en una verdad irreductible, y es que los seres humanos
estamos condenados a vivir en sociedad, a ser sociables, la naturaleza convencional ha
atribuido esta característica a muchas especies habidas en el medio, sin embargo, lo
importante en el asunto de la condena, se centra en el actuar vivo del ser, cuando el ser se
acciona, evoca comportamientos que traen repercusiones no sólo para sí, sino para quienes
comparten su medio, siendo la consecuencia que afecte a una gran parte como a una
pequeña -o no tan grande- parte de la sociedad que lo involucra.

Así detallamos la estructura en la que está inmerso el ser humano como productor de ética,
esto porque la manifestación de la voluntad pese a ser unilateral, trae consecuencias
recibidas por el medio que involucra al emisor, entonces, entendemos que el actuar
unilateral no puede concebirse sin las consecuencias y por ende, en un requisito impositivo
para quien vaya a realizar una acción, puesto que debe involucrar en su obrar al otro, su
capacidad de disposición se ve coartada.

Este texto tratará acerca de la existencia de la ética fundamentada en la libertad de la


persona y la victoria que ha tenido la moral sobre ésta, así mismo, hablaremos acerca de lo
innecesario de la proyección moral. Ante esto, deviene la importancia de cuestiones acerca
de la genealogía de la moral en relación con la genealogía de la ética, y la verdadera
utilidad que presenta la materialización de la moral en el medio social, sin embargo, ante
las dos inquietudes, debo decir que no puedo concebir ninguna de las opciones, por lo que
miraremos a continuación.
No hay desestimación ante la particular situación de especies como el humano, la vida que
acarrea en obligación de sus actos para con el bienestar de una comunidad entera, realmente
somos seres cuyo entablado histórico ha llevado a perpetuar el asunto de la sociabilidad, es
así como lo expone Berger diciendo: ​“la dirección del desarrollo le viene dada
socialmente. Tenemos que hacer un mundo con otros. Este mundo propio y con otros, el
mundo del hombre, lo denominamos sociedad” ​(citado de Mardones, p. 2). Efectivamente,
una visión progresista permite entender que debemos avanzar de tal forma que nadie se
quede atrás, al menos, esa es la idea, sin embargo, el primer instinto de la especie, está en la
supervivencia y esto nos lleva a entender que sobrevivir en conjunto es posible, pero el ser
instintivo tiende a salvarse a sí mismo y luego está el pensamiento colectivo.

Entendemos claramente que el ser humano se constituye de forma social, la costumbre así
lo ha marcado y casi todos nuestros comportamientos y pensamientos se resumen en
construcciones sociales, no está mal asumir esta realidad, sin embargo, podemos ver que no
necesariamente debe ser así -al menos no en una medida tan grande-, puesto que aunque no
podemos escapar de lo establecido como el obtener desde muy pequeños un filtro social,
como lo es nuestros padres y familia, pues son la primera instancia en la que vamos a
aprender.

Al infortunio de compartir el medio social debemos añadir el hecho de compartir un


sentimiento creado socialmente, esto ha hecho que el actuar de la persona sea oprimido,
como lo expresa Hegel: “​el mundo realizado del espíritu que es la libertad” ​(citado de
Mardones, p. 2). El ser humano se concibe en su actuar, esto implica una serie de eventos
que resultan de su cumplimiento, la teoría ética implica que mi actuar acoge a las personas
inmediatamente cercanas a mi, está bien pensar que mis acciones tienen repercusiones
sobre la vida de los demás, sin embargo, ¿qué tipo de acciones? y ¿qué tipo de
consecuencias?, debemos decir entonces, que la ética se ve contaminada por la moral,
puesto que, cualquier acto que consuetudinariamente no sea aceptado va a causar una
consecuencia indeterminada en toda la sociedad, de esta forma, vemos que las libertades no
sólo se han visto coartadas, sino mutiladas y las personas, reprimidas. ​“El reconocimiento
del otro busca una igualdad moral. La ética comienza propiamente, con la llegada de la
libertad del otro semejante a la mía” (Mardones, p.8), así lo expresa el autor asumiendo
que se necesita una igualdad moral para que existe adecuadamente la ética.

Nietzsche, (Más allá del bien y del mal) menciona dos épocas, una es la prehistoria, en ésta
época el valor y el contravalor de un acto provenían de sus consecuencias, no se tenía en
cuenta el acto u origen, lo que hacía que se juzgue un acto como bueno o malo era la fuerza
retroactiva del éxito o del fracaso, este periodo se denomina premoral. Por otro lado, está la
partición, y viene la época moral, donde no se tiene en cuenta la consecuencia, sino su
proveniencia, que después pasó a tomarse como la intención de hacer algo para tener un
resultado, por ende, cualquier acto calificado como <malo> aunque tuviese consecuencias
benevolentes, tendría ya un carácter moral otorgado (Nietzsche, apartado 32).

Si bien nuestro deber social es garantizar un equilibrio y armonía en la convivencia diaria,


no indica que estemos atados a la condena de nuestra libertad para con ciertos actos para
con la tranquilidad de las demás personas, cuando realmente, no es necesario que los demás
tengan en cuenta nuestros actos en muchas circunstancias. Los temas libertarios siempre
son románticos y la lucha por la libertad refleja una gran angustia ante la absurda represión
que ha generado la existencia y desarrollo de la moral, de esta forma nos han controlado, el
sistema gubernamental utilizado por las grandes familias que tienen el poder en cada país,
utilizando siempre las mismas estrategias desde el inicio, así es como la iglesia se ha
entrometido y ha controlado cada centímetro del comportamiento de cada persona y se ha
encargado de decir que actos son buenos y qué actos son malos. Realmente, muchos de
estos actos no pasan más allá de una mala mirada, pero jamás generan una mala
consecuencia para la sociedad en sí. Entonces surgen las actividades de los antimoralistas a
quienes se les acusa de transgredir “las buenas costumbres”, recordemos que L. Boff
menciona que una de las fuentes de la moral es la religión.

Nietzsche en la genealogía de la moral se dedica a buscar el gran origen de esta figura, en


general se menciona que hay un problema histórico y psicológico de la mención del
término moral, en el primer tratado, acerca de lo bueno y lo malo, habla acerca de que los
conceptos de bueno y malo se reducen a la procedencia de las personas, sus vestiduras, sus
bienes, …, entonces llegamos a entender que eran buenos los nobles, la clase alta, contrario
sensu los malos. Se habla acerca del poder sacerdotal, de cómo es capaz el sacerdote de
guardar dentro de sí tanta maldad, dado que contiene mucha impotencia, entonces se
entabla el tema del uso de las vestiduras sacerdotales para el uso del poder, el sacerdote es
bueno por ser sacerdote, esto es herencia del pueblo judío sacerdotal, la rebelión de los
esclavos en la moral, la transvaloración judía, un acto de venganza espiritual ante sus
enemigos, invirtiendo la ecuación de la aristocracia de lo bueno, aferrándose a ello y
entonces solo los pobres y desdichados son los buenos (Nietzsche, apartado 7). Además, las
instituciones eclesiásticas ya tenían un gran poder otorgado por las convenciones sociales,
pues ante las sociedades colonizadas e invadidas, no había poder más grande que el
otorgado por dios y éste está representado en el poder sacerdotal (Nietzsche, apartados 5 y
6), que, además, controlaba la facultad de estudio remontando a las herejías, por ende, hay
control en la otra fuente de la moral, la razón. Bienvenidos al partido político de la moral,
recordemos que de donde esto proviene, el control estatal era sacerdotal.

Debemos entonces atender las grandes exigencias sociales correspondientes a la moral, para
muchos es más grande el rechazo social que la pena legislativa, dado el gran refuerzo que
ha tenido la iglesia a través del tiempo, Mardones dice que ​“la institución es así el
mediador de los encuentros interpersonales; el campo donde se juega el despliegue de las
libertades” (p.9), y hasta ahora, la institución más grande se desempeña en el corazón
conquistado de la gran mayoría, el esbozo de un creador, una religión y sus fieles allegados
a la misma búsqueda de identidad, es en esta institución donde lo establecido socialmente,
nace y sufre un gran refuerzo, puesto que la herramienta más usada por muchas
instituciones es el miedo, el sofisma de las religiones está en el infierno, así que los fieles y
los creyentes que no frecuentan las iglesias, creen seriamente en que si no cumplen los
estamentos eclesiásticos, siendo escrito o no, van a sufrir una gran tragedia eterna.

Es así como nuestra libertad se ve restringida ante un gran sistema de poder eclesiástico que
controla nuestros actos a aquellos que únicamente califican como buenos, incluso, como
aceptables para una sociedad moral basada en las enseñanzas de una cultura que no
corresponde a la nuestra, sin embargo, el constructo social nos ha marcado tanto y de tal
manera, que el ser humano necesita de ello, es un alimento de cada día, pasamos cada día
mirando a los demás y observando su que hacer para criticarlo en lugar de hacer algo
grande con nuestras vidas, pero, si alguno es consciente de que el sistema necesita más para
funcionar y mantener el equilibrio, no encuentra fin en su bienaventuranza y el miedo
también le impulsa a no sentirse lo suficientemente bueno, si hago algo malo, debo
arrepentirme, si hago algo bueno, debo hacer más. (Mardones, p.5)

La doctrina moralista califica el actuar individual de una forma muy egocéntrica, los
antimoralistas pueden simplemente calificar su moción como un esquema del miedo que se
refuerza en la existencia de una deidad y restringe los actos de las personas en torno a la
procedencia del acto, a su “intención”. No nos ubicamos en un plano exactamente ético,
donde debemos cuidar que nuestros actos realmente repercutan en los demás, sino en un
plano moral, donde todos nuestros actos repercuten indiscutidamente en los demás porque
así se ha establecido, aunque realmente no haya ningún tipo de consecuencia. Así, ¿hay
restricción para el actuar individual?, claro que lo hay, pero ¿es válido?, hablemos de nuevo
acerca del ser humano como especie y su instinto primero de supervivencia, ante esto dice
Mardones: ​“el recurso a presuntas soluciones individuales para problemas sistémicos o
sociales” (p.12), se refiere a la banalidad del actuar individual, algo egocéntrico. Al
quitarnos el vendaje de la moral, entendemos que debemos hacer lo posible por nuestro
medio, pero no morir en medio de ello, cuando hay cura individual, hay que acogerla.

En conclusión, la genealogía de la moral se concibe en medios de prodigio


socioeconómico, fue invertida en los estamentos sacerdotales por los judíos y se fortalece
con la religión que controla la razón, y se hace más y más grande a través de la gran
institución eclesial que convierte todo acto no aprobado por ellos en un acto malo que de
hacerse, la consecuencia será una eternidad en el infierno, por otro lado, la ética nace todo
el tiempo en medio de la convivencia social, tiene un efecto de restricción leve a las
libertades de las personas en cuanto a una real y posible consecuencia de nuestros actos
sobre las personas inmediatamente cercanas en la comunidad, de esta forma, establecemos
que nuestra libertad debe respetar la de los demás, sin miedo, con cautela, prevención y
sana convivencia. La moral establece una seria represión a las libertades de las personas,
puesto que los actos malos son prohibidos por el miedo que genera y la reestructuración
que necesitaría el gran sistema eclesial para no quebrar el poder que les corresponde por
costumbre, estos actos no necesariamente generan malas consecuencias, pero involucran
repercusiones indirectas en el medio, estas no afectan a nadie, se trata de estar pendientes
del actuar de los demás en lugar de enfocarse en hacer el bien real. Aquellos que
establecieron la razón por sobre la moral, fueron tomados por herejes, y hoy representan
una doctrina más próxima a la realidad, ante esto la iglesia fortalece las cuestiones
referentes a la existencia del infierno y el cuidado de las buenas costumbres, aquellas por
las que debemos velar como comunidad, por ende, las prácticas del cuidado individual, no
son de un buen samaritano, transformando nuestra naturaleza primera, en una naturaleza
antropocéntrica que parte del establecimiento eclesial, así, somos entonces una comunidad
que debe propender por todos, no por un ser individual. En pleno siglo XXI, estamos aún
bajo la cobija de pensamientos progresistas gobernados todavía por la iglesia, sin embargo,
esta institución ha perdido fuerza, pero las buenas costumbres avaladas por ella siguen
vigentes, de esta forma, advertimos la existencia del partido oculto más grande, la moral.
BIBLIOGRAFÍA
● ¿Por qué la Ética? de José M.​​ Mardones
● "Genealogías de la Ética" de L. Boff.
● La Genealogía de la moral de Friedrich Nietzsche
● Más allá del bien y del mal de Friedrich Nietzsche

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