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31 de Julio de 2019

Centro Autónomo de
Estudios del
Capitalismo Contemporáneo (CAECC)

Carta dirigida al C. Presidente Andrés Manuel López Obrador a


razón de las últimas declaraciones sobre “los economistas”.

Estimado compañero Presidente Andrés Manuel López Obrador

Presente:

Frente a las recientes declaraciones sobre el papel de los economistas en México, me veo
en la obligación ética y profesional de realizar una respetuosa aclaración sobre el papel
que los economistas han jugado en el desarrollo social de nuestro país.

La Escuela Nacional de Economía de la UNAM abre sus puertas en 1929, en plena crisis
mundial, el proceso post-revolucionario exigía materializar los principios de justicia social
emanados de la batalla contra los poderes económicos tanto internos como externos, tal
fue el caso del conocido proceso que el Presidente Lázaro Cárdenas del Río emprendió
en contra de las empresas petroleras extranjeras que terminó en la nacionalización del
petróleo, no sólo se negaban a pagar un salario justo a los trabajadores sino que además
escondían el reporte de sus ganancias por medio de filiales en otros países. El proceso
jurídico exigía un estudio técnico para develar dichas estrategias y demostrar que las
empresas sí podían pagar aumentos al trabajador, se trataba de un momento donde se
jugaba la dignidad nacional económica. El hombre que fue designado para llevar esta
tarea patriótica fue Don Jesús Silva Herzog, un gran economista con un alto sentido
humano y combativo. Dispuso de un grupo de profesionistas con el que pudo demostrar
científicamente la estafa que dichas empresas realizaban en contra nuestra. Se trata de un
economista revolucionario en combate.

Me parece que el ejercicio de memoria histórica que tan acertadamente lleva a cabo en
su gobierno puede alcanzar también para distinguir entre la actividad del economista
como un profesional para la planeación y transformación social, por un lado, y el pseudo-
economista tecnócrata, por el otro. El economista al servicio social acompañó los
procesos de la construcción del Estado, así como las políticas económicas que hicieron
posible impulsar, por ejemplo, el milagro mexicano, pero lo más importante es que en esta
labor, como principio ético fundamental se encuentra el reconocimiento de la primacía
de lo humano frente a la ganancia capitalista. El economista es un humanista, de hecho
esto es lo que lo convierte en científico, toda vez que la economía es una ciencia humana.
Al propio Morelos le tocó legislar en el Congreso de Anáhuac sobre temas de carácter
económico como la distribución de la riqueza o de los precios. Antes de la noche
neoliberal, los economistas alimentaron con su labor la construcción e un Estado de
Bienestar habilitando instituciones de infraestructura, crédito, distribución fiscal,
desarrollo, planeación y política monetaria.

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Desafortunadamente el neoliberalismo se apresuró a borrar esta memoria, expulsó
sistemáticamente al humanismo a las mazmorras y comenzó a privilegiar la formación
técnico-matemática, acorde a las necesidades de las políticas de brutal liberalización de
los mercados, los efectos tan severos sobre la población exigía que los economistas se
hicieran inmunes a dichos reclamos sociales. Que la explotación y sufrimiento, productos
del sistema capitalista, desaparecieran de la escena para permitir la necesaria
estabilización de los mercados para el libre flujo de capitales financieros. Así, la
tecnocracia usurpó el papel del economista, de esta manera llega a nuestro imaginario
actual la idea simplificada de que todo economista es en automático un tecnócrata
neoliberal cuando en realidad se trata de la usurpación de funciones, un economista
tecnócrata es en automático no-economista en el sentido de su dimensión científica. Un
tecnócrata siempre sirve al poder económico, el economista como científico social parte
de desarrollar el poder social.

Pero entonces ¿qué hacer? ¿cómo podemos efectivamente señalar y denunciar a los
tecnócratas que llenan las instituciones financieras internacionales, organismos,
calificadoras y bancos, quienes efectivamente encumbraron la idea absoluta de la
hegemonía del mercado para esquilmar a los pueblos, y, por otro lado, a los economistas
humanísticos que han dado la batalla por el desarrollo mediante la planificación de
nuevas formaciones sociales. Es verdad que esta confusión ha sido alimentada también
por el silencio de los propios economistas. No es un detalle menor que las posiciones
críticas y sociales fueran expulsadas del centro de la discusión para dar paso a los
interminables ejercicios econométricos. Como un ejercicio de diálogo, me gustaría pedirle
que lea con atención la homilía para futuros economistas de Don Jesús Silva Herzog, este es un
documento histórico que nos permitirá plantear la discusión pública de lo que es
verdaderamente un economista.

Propongo una primera división para entendernos mejor, todos los llamados “economistas
tecnócratas neoliberales” les podemos llamar “doctores del dinero” (money doctors), es decir,
un ejercito de técnicos que lo único que saben hacer es mantener estabilidad del sistema,
son conservadores y funcionales para el estatus quo; y por el otro lado, economistas
científicos, a todos aquellos que tienen por objetivo central construir la planificación
necesaria para aterrizar los planes de transformación histórica en realidades efectivas,
poniendo por delante al humano antes que al mercado.

En suma, espero que podamos realizar esta precisión, se lo debemos a la memoria de los
grandes economistas de este país y nos lo debemos como sociedad, construyamos un
nuevo economista, uno especializado no en estabilidad sino en aceleración de procesos de
transformación. México necesita de realizar esta aclaración para poder construir un
imaginario colectivo no-neoliberal.

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Le agradezco su atención, reciba un afectuoso abrazo

Atentamente

Oscar Rojas
El Economista de Azufre
@BandaDelAzufre

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