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Derechos Humanos y valores ciudadanos

Por Lic. Anuar Cortázar Cáez


A diario nos enteramos por los medios de comunicación, de la innumerable y
constante violencia que se vive en nuestro país. Diferentes estamentos judiciales
han tratado, en reiteradas ocasiones, de poner freno y hacer un llamado de
atención por la situación, pero tristemente no se vislumbra luz al final del camino,
al menos por el momento. Es una carencia de valores sociales extremadamente
absurda y un paternalismo sin límites en los que estamos sumergidos, que no nos
permiten levantar cabeza. ¿Por qué premiar a los malos y castigar a los buenos?

Esta pareciera ser la tesis de nuestro sistema judicial o, al menos, la que yo


percibo del diario actuar de nuestras instituciones de justicia. Últimamente se ha
hecho común ver que se conceden indultos, hay rebajas de penas, y leyes "mano
dura" surgen por doquier, que al final se convierte en la mano oscura porque nadie
ve su efecto. Pero, ¿quién se pone verdaderamente a pensar en aquél que ha sido
afectado por un amigo de lo ajeno o criminal? ¿En su dolor? Nadie devuelve eso
que tanto costó conseguir y fue arrebatado; y mucho menos si se trata de algún
ser querido. La pregunta que surge es: ¿a quién pertenecen los derechos
humanos? Entonces, de qué sirve que se denuncie el problema una y otra vez, si
siempre caemos en lo mismo sin hacer nada, una impunidad sin medida. Al final
se premia al delincuente que termina cometiendo la falta nuevamente, y por ende
malgastamos "pólvora en gallinazo".

El sistema judicial debe revisar su modo de actuar al momento de imponer penas.


Al dictarlas, hay que ser más objetivo y ponerse en el pellejo de los afectados. Si
la ley favorece al delincuente, sencillamente señores aquí no hay nada más que
decir: y se tome la justicia por sus propias manos. ¿Qué sentido tiene crear leyes
que supuestamente nos benefician cuando al fin y al cabo no es así? Y qué decir
de los centros penitenciarios que son escuelas de la muerte, más no centros de
rehabilitación.
No obstante, debe haber una contribución de toda la sociedad si de verdad
queremos rescatar algo de lo que nos queda a unos pocos: respeto al prójimo. Las
instituciones educativas en general, principalmente, deben prestar especial
atención al problema, ya que, si observamos, pasamos al menos una tercera parte
de nuestras vidas asistiendo diariamente a estas. Nuestros profesores, por
consiguiente, deben luchar al máximo no solo por formar al individuo
académicamente, sino también socialmente; es decir, inculcarles a las personas
valores ciudadanos que en un futuro redunden en la obtención de mentes
positivas que aporten al desarrollo del país, no en su detrimento. Igualmente, en
nuestros hogares debe existir el mismo patrón.

La criminalidad en nuestras calles está generalizada. El ciudadano responsable y


trabajador que suda gota a gota para llevar el sustento a su hogar, ya no puede caminar
tranquilo por cualquier ciudad por pequeña que sea, a no ser que tenga un ojo viendo
derecho y el otro cuidando sus espaldas. La tranquilidad pasó a ser historia y qué decir
del respeto por la vida, en nuestra ciudad han asesinados a varios, entre ellos, a una
odontóloga y a un jurista. ¿Y qué ha pasado?

Esperamos mejores días, pensar en el pueblo que sufre y ve desvanecidas sus


esperanzas de tener un mejor futuro, abrumado por los problemas de los que
somos presa diariamente. Examinemos nuestra conciencia a profundidad y ver
qué es lo que queremos como nación: un país lleno de problemas en el que no
impere ley alguna, o uno en el cual todos sus habitantes se sientan a gusto y
orgullosos de formar parte de él.

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