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Juárez, Renata
Libro I Cap. I
1/2) El Universo, según Montesquieu está atravesado por leyes, que son producto de las
relaciones entre los seres vivos y no vivos, conscientes e inconscientes, reglas
inmutables e invariables, que son una constante en dichas relaciones. Los seres
inteligentes pueden hacer sus propias leyes, pero también existen leyes no escritas,
dadas por las relaciones de justicia preexistentes. Estas relaciones son lo que Zaffaroni
identifica dentro del medioambiente, del que todos los seres forman parte y las leyes son
el necesario derivado del reconocimiento del hombre como parte integral de la
naturaleza, formando un todo; los derechos del hombre y las leyes que delimitan su
obrar deben contemplar esta condición del ser humano como parte de la naturaleza, que
más allá del bien material es bien jurídico. El Universo, según Montesquieu está
atravesado por leyes, que son producto de las relaciones entre los seres vivos y no vivos,
conscientes e inconscientes, reglas inmutables e invariables, que son una constante en
dichas relaciones. Los seres inteligentes pueden hacer sus propias leyes, pero también
existen leyes no escritas, dadas por las relaciones de justicia preexistentes.
3) Las relaciones de equidad son anteriores a las leyes del hombre, son relaciones de
justicia. Pero como los seres inteligentes lo son en forma limitada, las leyes creadas por
éstos no tienen la perfección de las leyes naturales, que son invariables. Además los
hombres, a diferencia de los demás seres, no siguen invariablemente las leyes que ellos
mismos han creado.
Las leyes de las bestias son las que se dan por las relaciones que se establecen entre
ellas y la naturaleza, es decir lo que en la obra de Zaffaroni se identifica como el
medioambiente, en concordancia con los paradigmas ecológicos que se manejan en la
actualidad.
Para Montesquieu hay una relación directa entre el apego a las leyes naturales
dependiendo del nivel de organización de los seres vivos: por ejemplo las plantas son
más constantes que las bestias más complejas, ya que en ellas no se detecta sentimiento
ni conocimiento. El hombre es capaz de quebrantar las leyes creadas por Dios y los
hombres mismos, ya que más allá de su inteligencia, es presa de sus pasiones, al igual
que las bestias. En síntesis, las bestias siguen leyes naturales y los hombres son capaces
de crear las suyas, leyes positivas que guíen su moral por sobre las pasiones, pero tiene
el albedrío que le permite acatar estas leyes o ignorarlas y ahí reside la principal
diferencia entre ambos.
1) Montesquieu concibe al hombre en estado de naturaleza como un ser que sólo tiene la
idea de conservarse a sí mismo. No posee conocimiento, pero sí la facultad de conocer.
En este estado teme a todo lo que no conoce y por lo tanto es un ser débil y tímido, que
no ataca a sus semejantes, por ese mismo temor, por lo que la paz es necesariamente
la primera de las leyes naturales que rigen su vida.
2) Siguiendo a Montesquieu, las leyes que gobiernan al hombre naturalmente son la paz,
la necesidad de alimentarse y satisfacer sus necesidades, la atracción de la proximidad
con los de su misma especie, el deseo de convivir con sus semejantes.
Derecho político: hace a las leyes que forman el gobierno. No hay sociedad posible sin
un gobierno. La reunión de todas las fuerzas particulares forman el Estado Político.
Esta fuerza puede estar en manos de uno solo de varios. El gobierno más conforme a la
naturaleza es el que se ajusta a la disposición particular del pueblo para el cual se
establece el poder.
Las fuerzas particulares no pueden reunirse si no se reúnen todas las voluntades, que se
denominan Estado Civil.
La ley es la aplicación de la razón humana sobre el gobierno de todos los pueblos. Las
leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser otra cosa que casos particulares en
los que se aplica la misma razón humana. Las leyes que se hicieron para una nación no
pueden ser aplicadas en otra.
Todas las leyes dependen de la naturaleza física del país, población, religión, del grado
de libertad posible de cada pueblo, clima, costumbres, etc., que deben estar armonizadas
unas con otras y con el objeto del legislador.
Estas relaciones son las que conforman lo que Montesquieu llama el espíritu de las
leyes.
Libro II Cap. I
2) Las leyes que determinan l voto son fundamentales para la democracia y deben ser
públicos para Montesquieu, ya que él observó que la ruina de Roma se produjo cuando
el sufragio pasó a ser secreto como relató Cicerón, al no poder el pueblo seguir el
ejemplo de los personajes ilustrados. Otra ley fundamental es que el pueblo emita sus
leyes.
Lo peor que puede suceder a una democracia es que el pueblo pierda su apasionamiento
y su interés en las cuestiones públicas o peor, que sea corrompido para que no se
preocupe en lo más mínimo por quién y cómo es gobernado.
Cap. III
Una aristocracia debe estar compuesta en lo posible, para Montesquieu, por familias
populares; la aristocracia será más perfecta mientras más se asemeje a la democracia,
como más imperfecta será cuanto más se asemeje a una monaruía.
Dentro de la aristocracia la facultad de elegir magistrados es poseída por el grupo de
nobles. La aristocracia tiene un régimen de elección propio, donde están
preestablecidas normas sobre quién es apto para asumir el gobierno. La peor forma de
aristocracia es aquella en la que el pueblo vive en estado de servidumbre. Para
Montesquieu es importante que la duración de una magistratura sea breve, ya que sería
peligroso perpetuarse en el poder.
Capítulo IV
El poder del clero es conveniente en una monarquía, porque supone una barrera contra
la arbitrariedad ilimitada del déspota.
No basta que haya rangos intermedios, tiene que haber un depósito de leyes, separado
del consejo del príncipe, que no suele contar con la confianza ni simpatía del pueblo.
Este consejo no es permanente se renueva y no es numeroso, no puede interpretar la
voluntad del pueblo.
Capítulo V
1) En el gobierno despótico por naturaleza se encarga del poder una sola persona, y
al resto nada.
Un déspota no puede confiare en varios consejeros, que se disputarán su favor.
Montesquieu pone como ejemplo a los príncipes de Oriente, que nombra a un
visir (lo que identifica como ley fundamental en los estados despóticos) al que le
delegan el poder.
Cuanto mayores sean el territorio y la población, mayores serán las dificultades
y menor el interés en gobernar del déspota. Por regla general, el poder recaerá en
un visir, que tendrá la facultad de gobernar.
Libro III
En los gobiernos monárquicos las leyes suplen a la virtud. El motor de las acciones de
cada clase es el honor, el preconcepto de cada persona. El honor y las leyes alcanzan el
objeto del gobierno como la virtud misma.
Hay que tener en cuenta que Montesquieu perteneció a un contexto histórico donde
aparece un conocimiento secular, que buscaba explicar los diversos fenómenos de la
naturaleza. Estos fenómenos, que parecían hasta entonces complejos, comenzaron a
ser explicados por leyes simples, como los principia de Newton. Las ciencias
naturales influyeron el pensamiento filosófico, político y jurídico. Hay coincidencias
entre Montesquieu y Zaffaroni, en el sentido que el pensador francés habla de leyes
no escritas, que regulan las relaciones entre los seres de la naturaleza, relaciones que
de hecho existen y son objeto de estudio de otra ciencia de reciente aparición: la
ecología, que ha influenciado desde el siglo XX el pensamiento filosófico, político y
jurídico contemporáneos. Prueba de esto son corrientes filosóficas como la ética
ambiental, movimientos políticos como el ecologismo y el pensamiento jurídico que
dio origen a Constituciones como la de Ecuador, donde se considera al hombre
como parte integrante del medioambiente. Las leyes son un necesario producto del
equilibrio entre ley y naturaleza. Zaffaroni representa esta corriente de pensamiento
y ejemplifica en su obra la consideración que se ha dado durante la historia al
mundo natural y sus seres con respecto al hombre y las leyes de los hombres.
Montesquieu fue visionario al interpretar la ley positiva como falible pero
perfectible, al ser un producto humano, pensamiento adelantado a su época, cuando
aún faltaba para que las ciencias sociales se separaran de los paradigmas de las
ciencias naturales y se tomara conciencia de que cada ser humano es único.