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Qué es Proselitismo:

Se llama proselitismo al empeño o afán con que una persona o una institución tratan de
convencer a otras personas de seguir o apoyar una causa, doctrina, ideología o
religión.

Se hace proselitismo para ganar prosélitos. Un prosélito es una persona incorporada a una
religión o un partidario ganado para una facción o parcialidad. Por su parte, quien hace
proselitismo es el proselitista, que es la persona que se vale de diversas técnicas de
persuasión, en ocasiones agresivas, para convencer a las personas de unirse a una causa.

Vea también Facción.

Hoy en día, se usa sobre todo en el ámbito de la política, sin embargo, el proselitismo,
como práctica, originalmente se vinculaba al cristianismo, pues se refería a las prédicas
para tratar de convertir a personas a la doctrina de Cristo. De hecho, la palabra, que
proviene del griego προσήλυτος (prosélytos), significa ‘nuevo venido’, y hacía referencia al
que se convierte a una religión.

En la actualidad, la palabra proselitismo tiene cierta carga negativa cuando se refiere al


empeño exagerado o impertinente por convencer o ganar partidarios sin miramientos.

En inglés, proselitismo puede traducirse como proselytism. Por ejemplo: “The term
proselytism originated in the context of Judaism” (el término proselitismo se originó en el
contexto del judaísmo).

Proselitismo político
Como proselitismo político se conoce toda aquella actividad encaminada a convencer o
atraer nuevos seguidores o partidarios a una causa política, bien mediantes actos,
mítines, concentraciones o campañas. El proselitismo político puede hacerse con fines
electorales, de rebelión, o para ganar seguidores para cualquier tipo de movimiento político.
Dentro de una campaña electoral, hacer proselitismo es intentar inducir a las personas a
cambiar su preferencia política en favor de otra. La palabra, en este contexto, también suele
ser empleada con carga negativa para acusar a los políticos de hacer jugadas o maniobras
que rompen las reglas del juego político para influir sobre las preferencias de los electores.

Proselitismo religioso
El proselitismo es la forma en que las religiones buscan incorporar adeptos o fieles a
sus doctrinas o creencias. El proselitismo religioso se vale del convencimiento y la
persuasión de personas para ser convertidas a la nueva creencia. En el cristianismo, el
proselitismo religioso, también conocido como evangelización, se fundamenta en el la gran
comisión de Jesús, según la cual los cristianos tienen el deber de hacer discípulas de la fe de
Cristo a las personas de todas las naciones: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles
todin embargo, no es éste el sentido atribuido por el Diccionario de la Academia de la
Lengua Española:

“Proselitismo: celo de ganar prosélitos”


“Prosélito: Persona incorporada a una religión”.

Hace unos días, Ernesto Juliá, respondiendo a la pregunta que le había dirigido un joven
acerca de la pertinencia del proselitismo para los discípulos de Jesús, afirmaba que los
cristianos somos proselitistas por vocación divina:

"Los cristianos no inculcamos los principios de nadie. Nosotros anunciamos el Evangelio


de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por amor a
nosotros, y para nuestra salvación. Anunciamos esta Verdad, le comenté. Si nos cree, esa
persona se convierte en prosélito cristiano, y nosotros hacemos proselitismo. Y así
seguiremos hasta el final de la historia de los hombres en la tierra. Y lo somos, ya continué
ayudándole a aclarar sus ideas, sencillamente porque somos fieles al mandato de Nuestro
Señor Jesucristo: ´Id y predicad a todas las gentes´. Y así lo hemos vividos desde el primer
día de Pentecostés. Los primeros cristianos, apenas recibido el Espíritu Santo, salieron a
predicar; y entre los que escucharon y acogieron sus palabras, bautizaron a varios miles de
personas. Aquel día la Iglesia hizo mucho prosélitos" (1).

Que un creyente desee ardientemente que la fe encienda los corazones de otras personas no
sólo no es lícito sino incluso necesario y natural. Eso mismo le ocurría a Jesús, cuando
exclamaba: "fuego he venido a traer a la Tierra y qué quiero sino que arda". San Josemaría
hablaba mucho de proselitismo y lo comprendía precisamente en este sentido espiritual:

"El celo es una chifladura divina de apóstol, que te deseo, y tiene estos síntomas: hambre de
tratar al Maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia, que nada hace
desfallecer" (2).

El Papa Francisco, sin embargo, ha insistido muchas veces sobre este punto: "evangelizar
no es hacer proselitismo"

Citando a Benedicto XVI, el pasado 1 de octubre, el Papa recordaba que


la Iglesia no crece por medio del proselitismo sino por atracción (3).

El Evangelio, como por otra parte la misma verdad, tiene fuerza por sí misma. « La verdad
no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a
la vez, en las almas » (DH, 1). Éste es el principio áureo de la Evangelización.

El Evangelio es en sí mismo exigente. Dios llama al corazón de las personas cuando les
llega el Evangelio convenientemente "predicado" por medio del amor y la misericordia,
avalado por el testimonio coherente de los evangelizadores. En este sentido, cualquier
presión que se pueda realizar sobre las personas desde fuera, es decir, añadiendo las propias
exigencias desde el exterior, puede ser buena si se hace con respeto de la libertad y sin
violencia, pero no puede identificarse con la acción de evangelizar. El Evangelio es
gratuito: lo hemos recibido gratuitamente y así debemos darlo a los demás.

La frase de Pablo VI "el mundo tiene más necesidad de testigos que de maestros" tiene hoy
más actualidad que nunca. La sensibilidad postmoderna lleva a las personas a sentir repulsa
por toda afirmación categórica de la verdad. Los absolutos morales y los dogmas son
rechazados de plano por el solo hecho de ser presentados como absolutos o como dogmas.
Éste el escenario en el que debe ser predicado el Evangelio. El proselitismo, por tanto,
tiende a ser considerado como una realidad negativa. Es un hecho que sencillamente
conviene tener en cuenta.

La exigencia del Evangelio debe sentirla sobre todo el evangelizador, que ha sido enviado
por el Maestro: "id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo
que yo os he enseñado" (Mt 28, 18); "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a
toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Mc
16, 15-16).

Hacer prosélitos es bueno. La trampa está en el modo de hacerlos. La exigencia que siente
el evangelizador -¡Ay de mí si no evangelizara!- no puede ser transmitida directamente al
evangelizado, como si aquél fuese únicamente un transmisor o instrumento inerte. No se
puede ir por la calle asaltando a las personas repitiendo literalmente las palabras de Jesús:
"si no crees, te condenarás". Dejemos que sea el Evangelio el que penetre con "suavidad y
firmeza" en los corazones. No añadamos ninguna otra exigencia externa porque no la
necesita.

La gratuidad deberá ser una de las características más relevantes de la Nueva


Evangelización. En este sentido, entiendo muy bien que el Papa repita esta frase para que a
todos los católicos nos quede muy claro:

"La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción...": la atracción del Evangelio
cuando es atractivamente presentado.

as las cosas que os he mandado” (Mateo, 28: 19-20).

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