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SERIE:

FORMACIÓN MINISTERIAL

Historia del

CRISTIANISMO

LOS MIL AÑOS DE

INCERTIDUMBRE
(500–1500)

Dr. Pablo A. Deiros

EDICIONES DEL CENTRO

Buenos Aires, Argentina

Deiros, Pablo Alberto.

Historia del cristianismo: Los mil años de incertidumbre. – 1a ed. – Buenos Aires: Del Centro.
2006

277 p.; 22×15 cm. (Formación Ministerial)

ISBN 987-22449-2-8

1. Cristianismo - Historia. I. Título


CDD 230.9

Copyright (C) 2006 por Pablo A. Deiros

deiros@sion.com

Publicado por EDICIONES DEL CENTRO

Estados Unidos 1273,

1101 Buenos Aires, Argentina

Telefax: 54-11-4304-3346

e-mail: iglesiadelcentro@sion.com

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
almacenada o transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabado o cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de
información, sin la autorización previa en forma escrita por parte de su autor.

ISBN: 987-22449-2-8

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Edición y corrección: Martha L. de Dergarabedián

Diseño de portada y diagramación: Luis Adonis

+ 5411 4635.5678. lyarte@speedy.com.ar

La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica
Internacional, 1999).

CONTENIDO

Prólogo
Uso de este libro

Presentación

Lista de Mapas y Cuadros

INTRODUCCIÓN GENERAL

UNIDAD 1 - Retroceso y recuperación (500–950)

Introducción

El retroceso en Occidente

El cristianismo como religión del Estado romano

La invasión de los pueblos germánicos

Los bárbaros y el cristianismo

El surgimiento del papado romano

El retroceso en Oriente

El Imperio Bizantino

El cristianismo oriental: las controversias teológicas

El surgimiento del Islam: las invasiones árabes

El Imperio Bizantino y Occidente

La recuperación en Oriente

El cristianismo en India

El cristianismo en Asia Central

El cristianismo en China

La recuperación en Occidente

La Iglesia en Europa

El monasticismo en Europa

Las misiones en Europa

El imperio cristiano en Europa


El avance hacia el centro y el este de Europa

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 500–950

Elementos

Ganancias

Pérdidas

UNIDAD 2 - Resurgimiento y progreso (950–1350)

Introducción

El resurgimiento del cristianismo

El cristianismo en Europa occidental

El cristianismo en el Cercano Oriente

El cristianismo en el Imperio Bizantino

El cristianismo en el Lejano Oriente

Las nuevas órdenes monásticas

El monasticismo como movimiento de renovación espiritual

Diversos tipos de órdenes religiosas

Los frailes

La vida de la Iglesia medieval

El clero

El culto

Los templos

El derecho eclesiástico

El escolasticismo y las universidades

El escolasticismo

Las universidades

La mística

Los Papas en el poder


Los papas posteriores a Carlomagno

Los papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI

Los grandes papas reformadores del siglo XI

Los papas del siglo XIII

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 950–1350

Conflicto

Expansión

UNIDAD 3 - Decadencia y vitalidad (1350–1500)

Introducción

Decadencia de la cristiandad oriental

La Iglesia Ortodoxa Griega

Las Iglesias Orientales menores

La Iglesia Ortodoxa Rusa

Resistencia a las pretensiones papales

La opresión de la Iglesia

El cuestionamiento al papado

El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)

El Gran Cisma Papal (1378–1417)

Los concilios reformadores

Los Papas del Renacimiento

Problemas que enfrentaron

Decadencia que experimentaron

Movimientos de reforma

Antecedentes medievales

Precursores de la Reforma

Retroceso en Oriente
El impacto del Islam

La caída de Constantinopla

Vitalidad en Occidente

Perspectivas de una nueva era

Nuevas modalidades

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 1350–1500

El segundo retroceso

Promesa de recuperación y nuevo avance

UNIDAD 4 - Los problemas de la cristiandad medieval

Introducción

El problema ideológico

Relación Iglesia y Estado

Relación Iglesia y sociedad

Relación mundo y trasmundo

Relación vida y muerte

Relación poder y piedad

El problema teológico

Controversia sobre el adopcionismo

Controversia sobre la predestinación

Controversia sobre la virginidad de María

Controversia sobre la eucaristía

Controversia sobre el alma

Controversia sobre el filioque

Controversia sobre las imágenes

El problema cúltico

El culto a María
El culto a los santos

El culto al Diablo

El problema eclesiológico

El papado

El clericalismo

El sacerdotalismo

El sacramentalismo

El problema misionológico

Misión y monasticismo

Misión y expansionismo

Misión y sincretismo

El problema apologético

Las herejías

La Inquisición

Mirada retrospectiva y prospectiva

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué por primera
vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico Bautista (Buenos Aires,
Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e
Instituciones Teológicas del Cono Sur. Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto
especialmente preparados para servir las necesidades de los nuevos programas de educación
teológica por extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette, Walker, Baker,
Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.
En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de Iglesias), estaba
publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único problema es que estaban en inglés
y orientadas mayormente para servir a las iglesias en Asia y África. De manera particular, el TEF
(Theological Education Fund) a través de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre
historia del cristianismo, que seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A
History of the Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo) en siete
volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972 y 1974) fueron escritos
por un destacado historiador británico, John Foster; el tercero (1975) por Alan Thomson; y la serie
se completó más tarde con un cuarto volumen (1989) escrito por Louise Pirouet.

Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los contenidos, pero había
que darle un formato más adecuado a las necesidades de los numerosos programas de auto-estudio
y de formación ministerial por extensión. En esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando
a través de Carib Baptist Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una
metodología bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso del
Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de Educación Teológica,
preparé la edición de 1977.

En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera edición con el
agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano en América Latina. Y en 1985
hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos materiales han servido a la formación de varias
generaciones de siervos y siervas del Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado
fotocopias y copias (algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido
una nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de responder a
esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta bendición para el cuerpo
de Cristo como fueron las anteriores.

Pablo A. Deiros

USO DE ESTE LIBRO

Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir con los requisitos
y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de formación ministerial, pastoral,
misionera y evangelizadora en América Latina. Fue preparado con el propósito de poner en manos
de los estudiantes una guía de estudios que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados
o que de alguna manera no están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer la historia
del cristianismo.
Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas de educación
teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse fácilmente a programas
residenciales de diverso nivel académico, como también a programas de educación teológica por
extensión, a distancia o de auto-estudio. De todos modos, la metodología seguida presupone que
el estudiante es responsable en forma personal de su propio estudio e investigación de los temas
aquí tratados. El énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que
en su trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el desarrollo de sus
aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de una disciplina de estudio que le
capacitará mejor para el liderazgo cristiano.

El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los varios
instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los diversos temas de la
historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple y lo más didácticamente posible.
Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y clarificar los contenidos. De igual modo, cada unidad
está acompañada de un Glosario de términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla
cronológica, un cuestionario de repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad
académica, y la sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos pequeños, como
también la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La Bibliografía al final del libro presenta los
mejores materiales disponibles para el estudio de esta materia en lengua castellana y algunos otros
en otras lenguas. El docente verá de qué manera puede utilizar mejor los recursos ofrecidos por
este texto en el desarrollo de sus clases.

He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas referencias se


encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho que he realizado una selección
de fuentes primarias, con el fin de exponer al estudiante a los documentos más relevantes de la
historia del cristianismo. Lamentablemente, las limitaciones de espacio no permiten la presentación
de todas las fuentes que uno quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en cuenta
que el conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es fundamental para la tarea
histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la educación teológica, se sugiere que haya
oportunidades suficientes para la discusión de los temas presentados. La participación del
estudiante en estos debates tiene dos propósitos: por un lado, compartir su comprensión de la
materia con sus compañeros y enriquecerse con el aporte de ellos; y, por otro lado, estimular el
pensamiento y la reflexión al enfrentarse con puntos de vista diferentes de los propios.

El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido del libro, la
realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las tareas para el hogar o trabajos
prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte clases a la manera tradicional, sino que procure
cumplir el papel de dinamizador de la discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro.
Para ello, deberá estar preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente
para aplicar a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan.
El maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales de la
bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los estudiantes. Del mismo
modo, el docente podrá requerir la elaboración de una monografía o ensayo escrito sobre algún
tema particular, según el nivel académico del curso.

La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel de participación


en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera presencial. En todos los casos, será
importante para la evaluación el completamiento de todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el
cumplimiento satisfactorio de los trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos escritos
que eventualmente asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá establecer algún otro
requisito conforme con las circunstancias propias de cada curso, el nivel académico con que se
trabaje y el lugar en que se enseñe.

En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que el propósito de


este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que trata, sino producir cambios de
conducta significativos tanto en el maestro o tutor como en el alumno, a fin de ajustar la vida y el
servicio cristianos en términos del significado y el valor del conocimiento del pasado del testimonio
cristiano para la extensión del reino de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros
aprenden a vivir y servir mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material habrá cumplido su
propósito fundamental.

Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso histórico del
testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un curso de Historia del
cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado incorporar otros materiales que considero
importantes para una comprensión más global de esta historia. En el caso de que el lector esté
matriculado en un seminario, instituto bíblico, escuela de misión o en algún otro programa de
capacitación que utilice este libro como libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura
cuidadosa del texto y la bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente deberán ser hechos en
el estudio personal, bajo la guía del instructor. El estudiante es responsable por el cumplimiento de
las tareas para el hogar que figuran al final de cada unidad como Trabajos Prácticos, y que el maestro
o tutor asignará a lo largo del curso. Los Cuestionarios de Repaso podrán ser utilizados en el estudio
personal, para evaluar el progreso en el conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo de
ejercicios, según el nivel académico en el que estén trabajando los estudiantes. El cumplimiento
adecuado de las lecturas recomendadas, los ejercicios y los trabajos prácticos podrán ser usados
como elementos para la obtención de créditos académicos. La Discusión Grupal es un elemento
adicional que el docente podrá utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual que las Lecturas
Recomendadas.

El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito sobre los temas
bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una cuidadosa selección de materiales,
especialmente de fuentes primarias, hecha con el propósito de dar oportunidad al estudiante de
tomar contacto con las fuentes documentales de la historia del cristianismo. La Bibliografía presenta
la literatura que yo mismo he utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas citas
pueden ser útiles para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en este
libro de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de página, para que el lector
pueda referirse a ellas en caso de tener interés en profundizar el tema. La Bibliografía que se incluye
al final del libro no es exhaustiva, pero presenta los materiales publicados más importantes,
especialmente en lengua castellana.

Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector interesado en conocer
más profundamente el desarrollo histórico del testimonio cristiano. No pretende ser un libro
erudito, pero sí es un libro elaborado con el más alto y serio nivel académico. Si bien no es un libro
especializado, reúno en él una síntesis de mis conocimientos y experiencia como historiador
profesional a lo largo de muchos años. He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos
históricos conforme a la metodología de la investigación histórica más reciente. Su propósito es
introducir a los estudiantes y lectores con diferentes grados de preparación académica a un tema
tan importante como es la historia del cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen continuar
profundizando sus estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la Bibliografía algunos de
los mejores libros disponibles en castellano.

PRESENTACION

Al momento de preparar estos materiales para su publicación estoy celebrando con gratitud al
Señor treinta años de enseñanza de historia del cristianismo. A lo largo de este tiempo, he tenido la
oportunidad de introducir a miles de estudiantes al fascinante estudio del pasado del testimonio
cristiano. Junto con ellos he aprendido a reconocer con acción de gracias y admiración la manera
maravillosa en que Dios ha estado obrando su plan redentor para la humanidad.

El estudio del pasado adquiere un valor especial cuando el estudiante reconoce su propio papel
en el curso de la historia. Cuando tomamos conciencia que somos protagonistas y peregrinos en el
tiempo, entonces estamos listos para aprender más y mejor de la historia. Esta actitud hace que el
estudio del pasado no resulte aburrido ni difícil, y que se avive nuestro interés por los eventos
acontecidos. De allí que nuestra aproximación a la historia del testimonio cristiano será “desde el
camino” y no “desde el balcón,” para expresarlo en los conocidos términos usados por Juan A.
Mackay.

Este libro de texto contiene material suficiente para un curso introductorio a la historia del
cristianismo medieval. No es fácil resumir en relativamente pocas páginas y en forma clara y sencilla
la cantidad astronómica de material que existe sobre esta disciplina. Muchos profesores enseñan
historia del cristianismo en formas novedosas y experimentales: comenzando desde el presente y
remontándose hasta el más lejano pasado, ayudando a los estudiantes a comprometerse con la
realidad inmediata, planeando sus propios materiales programados para el uso en el aula, siguiendo
una línea temática determinada, o llevando a cabo trabajos de campo cuando esto es posible. Es
difícil que un solo libro pueda servir a tan diversas necesidades y seguir tan diversos enfoques. No
obstante, en la mayoría de los centros de estudios teológicos y de formación ministerial en América
Latina, la enseñanza se desarrolla sobre la base de una línea “cronológica,” usando libros tan
conocidos como los de Kenneth S. Latourette, Willinston Walker, Justo L. González o Roberto Baker.

Un curso completo de historia del cristianismo puede ser dividido en cuatro partes
fundamentales: los primeros quinientos años; los mil años de la Edad Media; el período de las
reformas de la Iglesia; el cristianismo denominacional. En el presente estamos transitando por lo
que sería un quinto período, que bien merece ser considerado, al menos provisoriamente, como el
período posdenominacional o nuevo período apostólico.

El primer período, que cubre los primeros 500 años de expansión del testimonio cristiano, no
sólo hacia Occidente sino también hacia África y Asia, fue un período de avance sostenido del
testimonio cristiano. Éste es el período fundacional de la fe cristiana, en el que cumplieron su
ministerio los apóstoles y sus sucesores, en el que se escribieron y coleccionaron los documentos
del Nuevo Testamento, y en el que fue tomando forma y se definió la fe cristiana a pesar de las
enormes dificultades internas y externas que soportaron las iglesias.

El segundo período abarca los siglos que van desde alrededor del año 500 hasta el 1500, y
considera los mil años conocidos tradicionalmente como la Edad Media, o lo que Latourette
denomina como los “mil años de incertidumbre.” Entre otros puntos de interés en este largo período
está la dilatada lucha entre el cristianismo y el islamismo (que hoy tiene tanta actualidad), las
Cruzadas y el surgimiento de importantes movimientos de renovación espiritual, como fueron
algunas órdenes monásticas. No obstante, en general, fue un período de retroceso y recuperación
en términos del progreso del testimonio cristiano.

El tercer período considera los nuevos movimientos de reformas (1500–1750) y las ideas que
estaban detrás de ellos, que cambiaron la faz del mundo así como de las iglesias. Estos movimientos
fueron también los que llevaron a la gran expansión misionera de los siglos XIX y XX, y al desarrollo
de iglesias nacionales independientes en todo el mundo. Es en este período que nace y se desarrolla,
primero en Occidente y luego en todo al mundo a través del movimiento misionero moderno, el
denominacionalismo. Esta expansión más reciente del testimonio cristiano denominacional es el
tema del cuarto período. Este período comienza alrededor del año 1750 y llega casi hasta fines del
siglo XX, con la crisis del denominacionalismo y el desarrollo de iglesias autóctonas, independientes
y emergentes en todo el mundo.

En el presente libro de texto sobre el cristianismo medieval se seguirá mayormente un criterio


cronológico, en base al esquema general propuesto por Kenneth S. Latourette y seguido por los
autores de las Guías de Estudio de TEF (Theological Education Fund) sobre historia de la Iglesia. El
material será arreglado en cuatro unidades principales, y cada una de ellas estará dividida en un
número de temas de estudio. Así, pues, la primera unidad considera el proceso de retroceso y
recuperación experimentado por el testimonio cristiano entre los siglos VI y X. La segunda unidad
presta atención al resurgimiento y progreso de este testimonio, tanto en oriente como en occidente
entre los siglos X y XIV. La tercera se concentra en el análisis de lo ocurrido en los siglos XIV y XV,
que fue un periódo de decadencia y vitalidad. La última unidad de este libro repasa los principales
problemas a los que tuvo que hacer frente el cristianismo durante los diez siglos que comprende la
Edad Media, y cómo intentó resolver los mismos.

El estudio de la historia del cristianismo tiene como objetivo general la recuperación del rico
legado de los siglos de testimonio cristiano y la aplicación creativa de la reflexión cristiana a los
problemas de hoy. En un curso de historia del cristianismo se estudian el surgimiento y desarrollo
de las tradiciones, prácticas, doctrinas y estrategias que se fueron dando durante el proceso de la
expansión del testimonio y del movimiento cristiano a través de los siglos. El énfasis cae en la
relación que existe entre el cristianismo y el marco histórico en el que éste se desenvuelve, en orden
a fortalecer la fe personal y a preparar al estudiante para un ministerio efectivo en el servicio a Cristo
y al prójimo.

Este libro de texto, en particular, se propone enseñar a interpretar los objetivos, fenómenos y
procesos históricos relacionados al movimiento cristiano en la real complejidad de sus
manifestaciones, desde el siglo VI hasta fines del siglo XV. Se evaluará la expansión del testimonio
cristiano desde una perspectiva misionológica, tomando en cuenta la dispersión universal de la fe
de Cristo. El estudiante o lector podrá tener contacto directo con las fuentes de la historia del
cristianismo de este período, que es generalmente conocido como la Edad Media. El cristianismo
será considerado más como un movimiento que como una institución particular, y se procurará
verlo engarzado en los eventos históricos generales y en los procesos de la cultura, más que como
un desarrollo aislado. En la medida de lo posible, se intentará mostrar también el desarrollo del
pensamiento cristiano, y la doctrina y práctica de los cristianos en el proceso histórico. Con todo
esto, se espera contribuir al desarrollo de la inteligencia mediante la comprensión de las
correlaciones de los hechos históricos y su causalidad, para lo cual se pondrá a prueba la capacidad
de observación, análisis y síntesis del lector o estudiante.

El recorrido de mil años que comprende este curso nos ayudará a reconocer los factores que
explican la caída del Imperio Romano de Occidente. Podremos también describir las características
principales de las invasiones bárbaras y las diferentes corrientes misioneras que se desarrollaron en
Europa occidental en el período bajo estudio. Por cierto, se prestará atención al papel que jugaron
en estos procesos sus protagonistas principales. El peregrinaje histórico nos llevará “hasta lo último
de la tierra,” de modo que reconoceremos la historia, doctrina y vida de los cristianos desde China
hasta Inglaterra durante estos largos años. De igual modo, podremos entender las relaciones que
existieron entre la Iglesia Romana y los francos y la Iglesia Griega y los eslavos. A su vez, también
analizaremos las relaciones, a veces tormentosas, entre estas dos ramas mayores de la cristiandad
medieval.

El surgimiento del Islam y su avance sobre la cristiandad, tanto oriental como occidental, será
tema de cuidadoso análisis. A pesar de los múltiples factores de retroceso, el cristianismo
experimentó también recuperación. Estos factores que ilustran una mayor vitalidad del cristianismo
en el período medieval serán evaluados en sus correspondientes contextos y circunstancias
históricas. De igual modo, el desarrollo del escolasticismo, sus principales representantes e ideas y
el surgimiento de las universidades enriquecerán la comprensión del impacto de la fe cristiana sobre
el mundo y el efecto de éste sobre la fe cristiana. En esta dirección será importante considerar el
desarrollo del poder papal y el papel del papado en la configuración de Europa, como entidad
histórica.

El creciente deterioro del testimonio cristiano durante la baja Edad Media y el reavivamiento
del poder musulmán bajo los turcos otomanes será tema de discusión, al igual que el surgimiento
de nuevas ideas y disidencias dentro de la Iglesia de Roma. El desarrollo y crisis de la cristiandad
bizantina ayudará también a comprender de qué manera, hacia fines del siglo XV, la humanidad
estaba preparada para una nueva comprensión del mundo y la realidad, y experimentaba una
desesperante necesidad de renovación espiritual. En nuestro estudio se enumerarán los factores
que anunciaban una nueva era hacia el final de este período.

LISTA DE MAPAS Y CUADROS

Mapas

1. Invasiones bárbaras

2. Nuevos reinos germánicos

3. La Iglesia Bizantina

4. Arabia

5. Las invasiones árabes

6. El cristianismo en Oriente

7. El cristianismo en Europa central y oriental

8. Europa en el siglo XV

Cuadros

1. Retroceso del cristianismo

2. Imperio Romano e Iglesia cristiana

3. Herejías cristológicas

4. Concilios ecuménicos
5. Estructura social del sistema feudal

6. Las Cruzadas

7. Consecuencias de las Cruzadas

8. Causas del cisma Este-Oeste de 1054

9. Resultados del monacato

10. Los papas del Gran Cisma

11. Los papas renacentistas

12. Características de una nueva era

13. Causas de la decadencia del feudalismo

Introducción general

El estudio del desarrollo del testimonio cristiano durante los mil años que los historiadores han
designado como Edad Media es sumamente complejo. Lo es, primero, por cubrir un período de
tiempo tan dilatado, en el que se sucedieron cambios notables en todas las esferas del quehacer
humano: política, económica, social, cultural y religiosa. Segundo, en estos siglos el cristianismo
llega en su expansión “hasta lo último de la tierra,” en su movimiento hacia el Este (China) y el Oeste
(Inglaterra). Además, la fe de Jesucristo se presenta con una variedad de manifestaciones diferentes
que sorprende. La Iglesia, que en general se mostró como una en el período anterior (los primeros
quinientos años), ahora resultó en un mosaico de los más diversos colores. Cuarto, será en este
período en el que de manera definitiva se consolidará el paradigma de cristiandad, que perdurará
hasta el presente, dándole al cristianismo un perfil muy particular y presentando el desafío de una
comprensión diferente. Finalmente, muchas de las interpretaciones doctrinales y de las prácticas
religiosas que todavía hoy están vigentes se configuraron durante estos años. Lo mismo puede
decirse de los medios de expresión de la fe y la piedad.

Los “mil años de incertidumbre” que vamos a considerar representan un legado vasto y
profundo tanto para la civilización occidental como para la oriental. Numerosas instituciones
todavía vigentes nacieron en estos años, de manera particular los grandes cuerpos eclesiásticos de
la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa en sus varias expresiones y un número
importante de Iglesias Orientales menores. La universidad, que nació en Occidente y desde el seno
de la cristiandad, terminó por globalizarse y ejercer una influencia fundamental en todo el mundo y
todas las culturas. Algunas ideas e instituciones políticas, como la monarquía, el parlamentarismo,
el humanismo y el nacionalismo nacieron de la misma cuna y se esparcieron por el planeta. A su vez,
el islamismo tuvo un impacto notable en Occidente y continúa todavía hoy siendo el desafío más
grande para la expansión de la fe cristiana.

La influencia de la cristiandad medieval continúa estando vigente hoy en todo el mundo,


especialmente en Occidente. Incluso innumerables elementos de la cultura global del siglo XXI
tienen sus raíces en la cultura medieval, y especialmente en su marcado carácter cristiano. En
maneras profundas, la cristiandad medieval continúa condicionando nuestro destino hoy para bien
o para mal. De allí la importancia de considerar cuidadosamente el desarrollo del testimonio
cristiano durante estos siglos tan dinámicos y llenos de elementos muy cercanos a nuestra realidad
presente. En las unidades de estudio que siguen procuraremos adentrarnos a esta realidad compleja
de la Edad Media y considerar los aspectos conductores de esa experiencia, sus logros y fracasos,
sus glorias y frustraciones, sus avances y retrocesos, su vitalidad y decadencia, sus problemas y
respuestas.

Finalmente, será necesario tener en cuenta que la experiencia cristiana medieval sólo puede ser
comprendida en la medida en que hagamos el esfuerzo por entender y percibir la conciencia que
tenían los cristianos medievales de los grandes eventos que determinaron su destino. No obstante,
no será suficiente conocer los meros hechos históricos, sino que será necesario penetrar en su
naturaleza íntima hasta llegar a la mente misma de sus protagonistas y ver sus motivaciones y
expectativas. Para ello deberemos sentir y ver la cosmovisión medieval, que estuvo profundamente
marcada por el cristianismo y su comprensión de la realidad. Este nivel de comprensión nos
permitirá entender cómo los hechos históricos marcaron la conciencia de las personas que los
protagonizaron. Debemos también procurar entender de qué manera los cambios ocurridos fueron
integrados en la experiencia de las personas en el mundo medieval.

A lo largo de este período y desde la fe cristiana surgieron numerosas ideas fundamentales. A


fin de poder comprenderlas, estas ideas deberán ser consideradas en el contexto de las situaciones
sociales que condicionaron su surgimiento. Así como no es posible entender la teología de Anselmo
en cuanto a la obra salvadora de Cristo sin ubicarla en el marco del sistema feudal, tampoco puede
entenderse el surgimiento de la escolástica si no se toma en cuenta la influencia de los árabes en
Europa. De igual modo, corremos el riesgo de estimar como superficial la insistencia de la cristiandad
bizantina contra la cláusula filioque, si no entendemos la influencia de las Iglesias Orientales
menores sobre Constantinopla y especialmente el peso del islamismo sobre la teología cristiana.

En ambientes evangélicos existe la tendencia a considerar a la cristiandad medieval como


totalmente ajena a un cristianismo bíblico y fiel al evangelio de Jesucristo. En América Latina, la
prevaleciente actitud anticatólica romana ha llevado a muchos a pensar en la Edad Media como una
suerte de “agujero negro,” en el que se perdió todo rastro de un auténtico testimonio cristiano.
Nada está más lejos de la verdad que ilustra la historia. Ningún creyente hoy recibió su fe de mano
de un ángel o de un misionero de otro planeta. Hemos recibido el evangelio de testigos que, a lo
largo de los siglos, supieron comunicar el mensaje de salvación en Cristo Jesús. Y no sólo esto, sino
que con su piedad, consagración y celo cristiano lo llevaron a lugares distantes a pueblos que
permanecían en la ignorancia de las buenas noticias. Estos creyentes fueron fieles en copiar,
traducir, preservar y transmitir las Escrituras, y sin su trabajo dedicado y fiel hoy no tendríamos la
Biblia en nuestro idioma y en tantos otros idiomas del mundo. Lo mismo podría decirse de la mayoría
de los elementos constitutivos de nuestra fe y práctica cristiana evangélica.

Con una actitud de gratitud a Dios por su permanente obra redentora a lo largo de la historia,
incluida la Edad Media, y con reconocimiento por la herencia que nos viene de “una multitud tan
grande de testigos,” nos proponemos repasar los elementos históricos más importantes del
testimonio cristiano medieval.

UNIDAD 1

Retroceso & recuperación


500–950

INTRODUCCIÓN

Dos cuestiones fundamentales van a ser consideradas en el análisis de este período del
desarrollo histórico del testimonio cristiano: su retroceso y su recuperación. El retroceso del
cristianismo abre este período con el predominio de realidades, especialmente en Occidente, que
siembran dudas sobre la supervivencia de todo testimonio cristiano que merezca el nombre de tal.
El período entre los años 500 y 950 comienza con el retroceso más serio que el cristianismo haya
experimentado jamás.

CUADRO 1 - RETROCESO DEL CRISTIANISMO


La caída del Imperio Romano Occidental en manos de reyes germánicos significó el fin de todas
aquellas condiciones que contribuyeron a la rápida expansión del cristianismo en Occidente. El
papado obtuvo mayor poder y eventualmente puso a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia e hizo
de Roma su centro de poder. El Imperio Romano tuvo su centro en Constantinopla y llegó a
conocerse como Imperio Bizantino o Imperio Griego.

En el Imperio Bizantino, se desarrolló una estrecha relación entre la Iglesia y el Estado. Atacar al
cristianismo era rebelarse contra el Imperio; los gobernantes continuaron interviniendo en las
discusiones teológicas. El poder político afectó al reino espiritual, y la organización eclesiástica fue
influida por los líderes políticos (cesaropapismo). Esta etapa de repliegue y pérdida se vio agravada
con el surgimiento del islamismo (622) en Oriente, que habría de ser el rival más grande de la fe
cristiana en todos los tiempos.

No obstante, a pesar de todos estos desastres, el cristianismo sobrevivió tanto en Occidente


como en Oriente, lo cual es una ilustración notable de su vitalidad y elasticidad ante las
circunstancias adversas. El cristianismo sobrevivió, y en muchas partes fue la única cosa romana que
sobrevivió. A partir del siglo VI, a lo largo de toda Europa, se hablaban las lenguas bárbaras. El latín
desapareció como idioma popular y sólo permaneció como idioma eclesiástico y litúrgico. Los
bárbaros penetraron todo el continente europeo. El desorden, la falta de gobiernos estables y
organizados, y la inseguridad llevaron poco a poco a la desaparición de la ley romana (el famoso
Derecho Romano), que se amparó en la Iglesia y sobrevivió en su ley canónica. En Occidente, los
cristianos seguían pensando en Roma como la capital, pero no ya del Imperio Romano, que no
existía, sino de un nuevo imperio, la Iglesia Católica Romana. La estructura política del Imperio
desapareció (diócesis y gobernadores), pero quedó la estructura de la Iglesia (diócesis y obispos).
Muchos edificios públicos romanos fueron transformados en templos cristianos (basílicas).

CUADRO 2 - IMPERIO ROMANO E IGLESIA CRISTIANA


LATÍN IDIOMA ECLESIÁSTICO

DERECHO DERECHO

ROMANO CANÓNICO

IMPERIO IGLESIA

ROMANO ROMANA

ESTRUCTURA ESTRUCTURA

POLÍTICA ECLESIÁSTICA

EDIFICIOS EDIFICIOS

PÚBLICOS ECLESIÁSTICOS

Es así como este cristianismo sobreviviente estuvo en condiciones de pretender un lugar


hegemónico en la nueva estructura social, que penosamente se iba construyendo. Éste fue un lugar
como el que jamás podría haber ganado en la civilización del Imperio Romano, de haber mediado
otras condiciones y circunstancias históricas. La nueva Europa que emergía era la Europa de la
cristiandad.

José Luis Romero: “El imperio estaba definitivamente disgregado. Pero la idea de la unidad
romana subsistía, y con ella otras muchas ideas heredadas del bajo Imperio. La Iglesia
cristiana se esforzó por conservarlas, y asumió el papel de representante legítimo de una
tradición que ahora amaba, a pesar de que antes la había condenado. De ese amor y de las
turbias y complejas influencias de las nuevas minorías dominantes, salió esa nueva imagen
del mundo que caracterizaría a la temprana Edad Media, continuación legítima y directa del
bajo Imperio.”

La recuperación del cristianismo estuvo dada por una serie de factores importantes para el
desarrollo y expansión del testimonio cristiano. El cristianismo se expandió nuevamente durante
este período, y lo hizo en forma más amplia, más temprano y más estratégicamente, en el extremo
occidental de Europa. Esto es una interesante ilustración de un fenómeno que puede constatarse
una y otra vez a lo largo de la historia del cristianismo. La presión de las circunstancias externas lleva
a una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina en un
avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la Iglesia: “Vayan por
todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Mr. 16:15).

La expansión del cristianismo fue constante a lo largo de toda la Edad Media, y en este período
se caracterizó por el avance misionero a territorios y pueblos hasta entonces no alcanzados.

EL RETROCESO EN OCCIDENTE

_ El cristianismo como religión del Estado romano

Cuando los bárbaros invadieron masivamente el Imperio Romano este Estado era cristiano. Con
el emperador Teodosio (347–395), el cristianismo había sido decretado como la religión oficial del
Imperio Romano (379). De perseguidos, los cristianos se transformaron en perseguidores de los
paganos. Esta nueva situación, que se produjo en un tiempo relativamente corto, trajo resultados
tanto positivos como negativos.

Resultados positivos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos beneficios.
Más personas fueron alcanzadas por la influencia del cristianismo. El cristianismo tuvo una
influencia más directa y poderosa sobre la legislación del Imperio, forzando al Estado a dar más
atención a los derechos de los individuos. La posición de las mujeres fue elevada grandemente, los
castigos por el celibato y la falta de hijos fueron eliminados, el concubinato fue prohibido y el
adulterio fue castigado como uno de los crímenes más graves. Se consideró como un crimen la
matanza de niños y los juegos de gladiadores fueron abolidos. El cristianismo ejerció una influencia
beneficiosa sobre la moralidad pública y privada.

Resultados negativos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos resultados
negativos. Los cristianos cayeron en intolerancia y decretaron leyes contra los paganos. El
cristianismo se secularizó. La legalización de las corporaciones cristianas hizo que los obispos se
dedicaran al enriquecimiento de las iglesias locales. La legalización del domingo como feriado hizo
de este día una fiesta legal más que espiritual. La oferta de incentivos temporales para quienes se
hacían cristianos hizo que las iglesias se llenaran de incrédulos. Los beneficios concedidos a los
obispos hicieron que éstos se llenaran de orgullo y mundanalidad. Los paganos que se hicieron
cristianos trajeron consigo numerosos objetos, reliquias y otras mediaciones para la adoración. El
desarrollo jerárquico del clero fue estimulado. La Iglesia se transformó en un poder perseguidor,
usando al poder civil para suprimir la disidencia y el paganismo. Algunos cristianos reaccionaron a
la mundanalidad con excesos de ascetismo y separación del mundo en los monasterios.

_ La invasión de los pueblos germánicos

La apertura gradual de las fronteras del Imperio Romano, formadas por los ríos Danubio en el
Este y Rin en el Oeste, debido a la presión invasora de los pueblos bárbaros del norte de Europa,
puso fin a la civilización en cuya unidad y paz el cristianismo había ganado su éxito más completo.
Los bárbaros respetaron todo lo que era romano, pues eran decididos admiradores de la cultura
superior del Imperio. A menudo adoptaron muchas costumbres romanas y no aceptaron el título de
“invasores,” sino que se consideraron como oficiales y súbditos de Roma. Su hegemonía fue política
y militar, pero culturalmente fueron sometidos a Roma.

No obstante, la civilización romana decayó, no sólo como consecuencia de las invasiones, sino
porque ya estaba agotada, y esto dio paso a la Edad Media o la Edad Oscura. Los días en que se
podía viajar por el mundo mediterráneo con gran facilidad, usando un solo idioma, que era
entendido en todas partes, bajo la seguridad de un gobierno sólido y organizado que imponía el
orden y la ley, habían llegado a su fin. La vida, poco a poco, fue perdiendo su cosmopolitismo y
tornándose más localizada, asumiendo un estilo rural antes que urbano.

A pesar de la decadencia y desaparición del Imperio Romano Occidental, los pueblos germánicos
que se fueron estableciendo en los territorios alrededor del mar Mediterráneo cayeron bajo el
proceso de romanización. Se conoce con el nombre de “romanización” el período de asimilación de
los habitantes autóctonos de un lugar, a la cultura y vida de los romanos, aceptando sus instituciones
políticas, su idioma, sus costumbres, su derecho, su arte y su religión. Los romanos han ganado
notoriedad en la historia como grandes colonizadores. Y lo fueron aún después de que su estructura
política, social, económica y cultural desapareció, pues sus “conquistadores” terminaron por ser
afectados profundamente por la herencia de los invadidos, los romanos.

En cierto sentido, el bien cultural más importante y que más profundamente penetró en la
conciencia de los pueblos germánicos fue la religión cristiana. Los papas fueron los substitutos
obligados de los emperadores de Occidente. Fueron ellos los que negociaron las paces con los
bárbaros invasores o quienes consiguieron de ellos condiciones de tregua, gracias a su prestigio y
respetabilidad. Después del último emperador romano (476) y en los siglos que siguieron, el Papa
se transformó en el más celoso defensor de Roma. Los sacerdotes no escatimaron esfuerzos para
lograr gradualmente la evolución de costumbres y leyes, y la fusión de razas en la anhelada
universalidad del cristianismo. De igual modo, fueron ellos los que primero atendieron a las urgentes
necesidades sentidas de la población.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “La transformación cultural del Imperio Romano de
Occidente para el año 600 era pronunciada. Italia, España y Galia estaban todas gobernadas
por reyes germánicos. El obispo de Roma era de lejos la autoridad eclesiástica más
importante en toda la región y una fuerza política a tener en cuenta. Las características
administrativas seculares de la sociedad romana urbana fueron reemplazadas por iglesias y
monasterios que básicamente llevaban a cabo tareas civiles. Se estaba hablando un número
considerable de nuevos idiomas, y había dioses y rituales que previamente habían sido
desconocidos en Occidente. A través de la región se estaba dando un radical encuentro
cultural ‘entre romanos y bárbaros, cristianos y paganos, latinos y germánicos, literarios y
orales, vino y cerveza, aceite y lardo, sur y norte.’ Las consecuencias de este encuentro
reverberarían en los siglos venideros.”

MAPA 1 - INVASIONES BÁRBARAS


_ Los bárbaros y el cristianismo

De las tribus germanas invasoras, la mayoría ya había tenido contactos con el cristianismo antes
de su entrada en territorio romano. Por cierto, este cristianismo era de tipo arriano, pero significó
un trasfondo importante para el futuro de la supervivencia de la Iglesia en Occidente, que sobrevivió
en muchos aspectos tan sólo como una reliquia de un mundo más amplio y floreciente, el mundo
del Imperio Romano.

La supervivencia de la Iglesia. Como ya indicamos, la Iglesia cristiana fue casi lo único “romano”
que quedó en pie. Su clero y sus monjes siguieron considerando a Roma como la capital, no ya de
un imperio, sino de la Iglesia. El idioma de la Iglesia fue el latín, que se refugió en su liturgia. La ley
de la Iglesia resultó un calco del derecho romano, que llegó a tiempos posteriores gracias a su
conservación en la ley canónica. De esta manera, el cristianismo se transformó en el núcleo de la
nueva civilización, que lentamente se fue desarrollando; y la fe cristiana llegó a ser más central e
influyente de lo que nunca antes había logrado ser.

Para el año 533, Galia estaba en manos de los francos, España estaba bajo los visigodos,
Inglaterra estaba dominada por reinos anglos y sajones, el norte de África estaba controlado por los
vándalos, e Italia estaba bajo el poder de los ostrogodos y más tarde los lombardos. El Imperio
Romano había desaparecido y en su lugar quedaban los nuevos reinos germánicos.

José Luis Romero: “A causa de las invasiones, la historia del Imperio de Occidente
adquiere—a partir de mediados del siglo V—una fisonomía radicalmente distinta de la del
Imperio de Oriente. En este último se acentuarán las antiguas y tenaces influencias
orientales y debido a ellas se perfilarán más las características que evoca el nombre de
Imperio Bizantino con que se le conoce en la Edad Media. En el primero, en cambio, las
invasiones introducirán una serie de elementos nuevos que modificarán de una manera
inesperada el antiguo carácter del imperio.

El hecho decisivo es la ocupación del territorio por numerosos pueblos germánicos que
se establecen en distintas regiones y empiezan a operar una disgregación política de la
antigua unidad imperial.… Nada quedaba, pues, al finalizar el siglo V, del antiguo Imperio de
Occidente, sino un conjunto de reinos autónomos, generalmente hostiles entre sí y
empeñados en asegurar su hegemonía.”

Los nuevos reinos germánicos. Los visigodos fueron un pueblo bárbaro altamente romanizado,
que temprano había adoptado un cristianismo de tipo arriano. Ocuparon España y establecieron su
capital en Toledo. Los visigodos abandonaron el arrianismo en el año 587, cuando su rey Recaredo
(reinó de 586 a 602) adoptó la fe católica ortodoxa. Utilizando el catolicismo, Recaredo procuró la
unidad política en la Península entre visigodos e hispanorromanos. La unificación religiosa y el apoyo
de la Iglesia dio esplendor al reino, acentuado esto por la obra de notables personajes, como Isidoro
de Sevilla (560–636), quien escribió la primera Historia de España. El reino era gobernado por una
asamblea político-eclesiástica, en la que los obispos ordenaban y resolvían asuntos religiosos, y con
la participación de la nobleza legislaban para el reino. Las leyes visigodas estaban fuertemente
influidas por los derechos romano y canónico, que dieron origen al Fuero Juzgo, el cuerpo jurídico
obligatorio para la población. Esta asociación jurídica de la Iglesia y el Estado resultó en la base del
derecho político moderno, según el cual el ejercicio del poder real quedaba convertido en un deber
para con la comunidad gobernada. El reino subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió
a causa de la invasión de los musulmanes.

Otro importante reino germánico fue el de los francos. Como ya indicamos, la mayoría de los
pueblos invasores había sido cristianizada antes de ingresar al Imperio. Sólo aquellos que provenían
del extremo más septentrional de Europa, como los francos y los anglosajones, eran paganos. Los
primeros comenzaron a convertirse en el año 496, cuando su rey Clovis o Clodoveo (465–511) y tres
mil de sus guerreros fueron todos bautizados en un día. Por supuesto, fueron conversiones
nominales. En esa oportunidad, el obispo de Reims los exhortó a “Adorar lo que habían quemado,
y a quemar lo que habían adorado.” Clodoveo aceptó el cristianismo gracias a la influencia de su
esposa Clotilde (¿475?–545), una princesa burgundia que era cristiana. La conversión de Clodoveo
fue un hecho fundamental para la historia de Occidente, ya que para esa época era el único rey
bárbaro que profesaba la fe cristiana católica. Esto le permitió recibir el apoyo de la Iglesia y los
papas recurrieron a él y a sus sucesores por ayuda y a favor de Italia. Con este respaldo, Clodoveo
consiguió la fusión de galos y germanos, lo cual resultó en la unidad política que lo transformó en el
monarca más poderoso de Europa Occidental. Pero también logró la unidad religiosa, puesto que
todos sus súbditos abandonaron el paganismo y fueron bautizados como católicos.

MAPA 2 - NUEVOS REINOS GERMÁNICOS


En las Islas Británicas, el reino más importante fue el de los anglosajones. La unidad política en
lo que hoy es Inglaterra se consolidó cuando los anglos y sajones unieron sus reinos en una
confederación llamada Heptarquía (reunión de siete reinos). Posteriormente, los anglosajones
lograron la unidad religiosa al convertirse al cristianismo en el año 597. Esto ocurrió cuando su rey
Etelberto fue bautizado. Sucedió ésto cuando Berta, una mujer cristiana franca casada con el rey, le
presentó al papa Gregorio I (¿540?–604) la oportunidad de enviar a Agustín y a otros cuarenta
monjes benedictinos como misioneros a los anglosajones. Gregorio fue el primer monje que llegó a
ser Papa. En la mayoría de las pinturas y dibujos que lo representan, Gregorio aparece escribiendo,
mientras una paloma (Espíritu Santo), se posa sobre su hombro y le habla al oído. Generalmente,
las imágenes están acompañadas por un panel inferior en el que algunos monjes están trabajando
en el scriptorium, copiando los libros y materiales de Gregorio.

_ El surgimiento del papado romano

Con la caída del Imperio Romano Occidental y el surgimiento de los reinos germánicos, el
papado ganó mayor poder y consiguió poner a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia de Roma.
Las distinciones entre las iglesias y sus sedes episcopales habían surgido bien temprano. Algunas
sedes episcopales fueron creciendo en su prestigio e influencia, mientras que otras fueron
perdiendo su importancia debido a múltiples circunstancias históricas. De todas las sedes
episcopales, finalmente la de Roma adquirió un poder y papel más destacado.

Sedes episcopales más importantes. Varios factores contribuyeron a colocar a ciertas sedes
episcopales en un nivel de importancia y prestigio. El origen y tradición apostólica de iglesias como
Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma les dio gran prestigio. La organización administrativa del
Imperio elevó a ciertas ciudades a un nivel de importancia. El tamaño e influencia de algunas iglesias
aumentó el respeto por ellas. La capacidad de ciertos obispos reflejada durante sínodos y concilios
los destacó como líderes superiores.
Constantino dividió el Imperio en cuatro prefecturas, que a su vez fueron divididas en diócesis
y éstas en provincias. El clero fue organizado conforme con estas divisiones políticas. Los obispos
rurales ocuparon un lugar secundario frente a los obispos urbanos, pero no todos los obispos
urbanos tenían el mismo nivel. Los obispos de las ciudades capitales fueron designados como
metropolitanos en el Este y como arzobispos en el Oeste, y éstos supervisaban a los obispos
provinciales. Sobre los obispos metropolitanos estaban los patriarcas. En el Concilio de Calcedonia
(451) los obispos de las cuatro capitales del Imperio fueron considerados patriarcas: Roma,
Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con Jerusalén.

Para mediados del siglo V, los patriarcas ejercían dominio sobre regiones bien definidas. El
patriarca de Antioquía presidía sobre una gran parte de Oriente, que comprendía quince provincias
(en Siria, Cilicia y Mesopotamia). El patriarca de Alejandría presidía sobre la diócesis de Egipto, que
abarcaba nueve provincias. El patriarca de Constantinopla tenía supervisión sobre tres diócesis:
Ponto, Asia Menor y Tracia. El patriarca de Roma extendía su influencia sobre todo el Oeste
incluyendo las prefecturas de Italia y Galia. El patriarca de Jerusalén controlaba el territorio menor,
pero más antiguo.

El ascenso de Roma. De todas las sedes patriarcales, finalmente la que se impuso fue la de Roma.
Hubo varios factores que ayudaron al desarrollo del poder monárquico del obispo de Roma.

Roma contó con hombres capaces en su liderazgo. Obispos como Inocencio I (402–417),
trabajaron consistentemente para elevar la autoridad del obispo de Roma. Él fue el primero en
pretender jurisdicción universal para el obispo romano con base en la tradición de Pedro. Sin
embargo, quien más hizo en esta dirección fue León I (440–461). Conocido también como León el
Grande, él bien puede ser considerado como el primer Papa, por las características de sus
pretensiones de autoridad y tradición. León declaró que había autoridad escrituraria para las
pretensiones de Inocencio, aseguró el reconocimiento imperial de sus pretensiones de primacía, y
defendió la posición ortodoxa en el Concilio ecuménico de Calcedonia (451).

Roma gozó de una posición geográfica privilegiada. El obispo de Roma no tenía rival en el mundo
occidental. Actuó como árbitro en las controversias que devastaban a la Iglesia Oriental. Roma se
vio beneficiada con el cambio de sede de la capital del Imperio Romano. En 330, Constantino cambió
la capital de Roma a Constantinopla. Esto le dio mayor libertad de decisión al obispo de Roma. El
obispo de Roma pasó a ser un soberano eclesiástico y secular. Roma gozó por mucho tiempo de un
prestigio político sin parangón. Roma había sido el centro del mundo político por varios siglos. Roma
contaba con una tradición cristiana honrosa. Pablo y Pedro ministraron en Roma y allí sufrieron el
martirio por su fe.

Roma manifestó, a través de sus líderes cristianos más destacados, una interesante sabiduría
doctrinal. El obispo de Roma demostró gran capacidad doctrinal y práctica durante las controversias
entre 325 y 451. Hubo tres controversias importantes en Oriente (Apolinar, Nestorio y Eutiques), y
una en Occidente (Pelagio). El carácter especulativo de la mente oriental y el carácter pragmático
de la mente occidental chocaron. El primero garantizó la ortodoxia, el segundo garantizó el poder.
Las ganancias de prestigio y poder logradas para el papado bajo León I fueron reforzadas con el
ascenso de Gregorio I (590–604). Con él, se completa la transición del sistema patriarcal al papado
medieval, en sentido estricto. Su habilidad en hacer alianzas con los reyes germánicos y los
emperadores orientales amplió la autoridad de la sede romana. Su práctica de conceder el palio
(manto, capa) sobre los obispos hizo que la validez de su ordenación dependiera del consentimiento
papal. Gregorio extendió también la influencia de la sede romana mediante la obra misionera.

EL RETROCESO EN ORIENTE

_ El Imperio Bizantino

No hay una fecha precisa para el comienzo del Imperio Bizantino, con capital en Constantinopla.
El emperador Justiniano (527–565) se consideró como el único gobernante legítimo tanto del Este
como del Oeste. Él se consideraba un continuador de la vieja tradición romana, razón por la cual
hablaba latín y ordenaba su uso en la administración del Imperio. No obstante, hizo de la derrota de
sus enemigos occidentales el principal objetivo de sus empeños.

José Luis Romero: “La época que siguió a la muerte de Justiniano fue oscura y difícil.
Ninguno de los emperadores que gobernaron por entonces reunió el conjunto de cualidades
que se requería para hacer frente a los disturbios interiores, a las rivalidades de los
partidos—verdes y azules, según sus preferencias en el hipódromo—, a las querellas
religiosas y, sobre todo, a las amenazas exteriores. Era necesario mantener un ejército
poderoso, que consumía buena parte de los recursos imperiales, y con él se mantenía
dentro de las fronteras un poder que se sobreponía con frecuencia al emperador. Pero el
ejército era cada vez más imprescindible.”

Para comienzos del siglo VII, el Imperio Bizantino ya era una realidad política, social y cultural
definida. Después del año 610, el emperador de Constantinopla hablaba griego y estaba involucrado
en el desarrollo de un programa que era típicamente oriental o “bizantino” en su orientación. En los
primeros años de su desarrollo, Heraclio (610–641), el gobernante militar de Cartago, tomó control
del Imperio y cambio el título de emperador (imperator) por el de rey (basileus). Heraclio reconoció
la imposibilidad de la meta de Justiniano de restaurar el viejo Imperio Romano. Promulgó una nueva
constitución en la que Asia Menor quedaba dividida en distritos militares (themas o
circunscripciones) dirigidos por estrategos (strategoi). Como indica José Luis Romero: “Nunca como
entonces, … [el Imperio] estuvo en mayor peligro, y nunca como entonces pudo realizar un esfuerzo
tan vasto y eficaz. No sólo la situación interior era grave por las discordias y rivalidades de los
diversos grupos y las querellas religiosas, sino que también era dificilísima la situación exterior.”

En Italia, los lombardos (una tribu germánica) habían desplazado a las fuerzas bizantinas a un
enclave en torno a Rávena, sobre la costa del Adriático, y a las regiones más al sur de Italia y Sicilia.
El Imperio Sasánida en Persia continuó representando una amenaza todavía mayor. Desde 612 hasta
619, los ejércitos persas marcharon contra Constantinopla asediando Siria, Palestina, Asia Menor y
Egipto. Incluso, incendiaron el Santo Sepulcro (614). Simultáneamente, viejos enemigos, como los
ávaros y eslavos, aparecieron por el norte (año 626). Heraclio se vio forzado a confiscar fondos de
la Iglesia para sobornar a los invasores, a fin de arreglar un acuerdo pacífico. Entonces, en un
movimiento atrevido, Heraclio dejó que la ciudad montara su propia defensa contra el avance
aplastante de los persas, mientras él marchó con su ejército por detrás de las líneas persas. Heraclio
derrotó al emperador persa, en una batalla peleada en 628 cerca de Nínive. No obstante, para
mediados del siglo VII, el Imperio Bizantino se encontraba rodeado de problemas y de pueblos
invasores: eslavos desde el norte, árabes desde el este y el sur, y tribus germánicas en Occidente.
De todos estos invasores, los que mayor influencia cultural ejercieron fueron los eslavos.

MAPA 3 - LA IGLESIA BIZANTINA

José Luis Romero: “Para ese entonces [mediados del siglo VII], el Imperio Bizantino se había
transformado considerablemente en su fisonomía. Distintos pueblos—eslavos y
mongólicos—se habían introducido en su territorio y habían impreso su sello en algunas
comarcas, dando lugar a la formación de colectividades que coexistían dentro de un mismo
orden político, pero que acentuaban cada vez más sus rasgos diferenciales. Entre todas esas
influencias, la de los eslavos fue la más importante, y se ha podido hablar de una
‘eslavización’ del Imperio Bizantino; pero la tradición helénica se sobrepuso y, eso sí,
aniquiló definitivamente a la latina, cuya lengua se extinguió en el imperio.”

_ El cristianismo oriental: las controversias teológicas

Mientras el cristianismo occidental se organizaba en torno al Papa de Roma, el cristianismo


oriental continuaba bajo la autoridad del emperador oriental. Los intereses intelectuales de los
teólogos orientales se enfocaban sobre cuestiones doctrinales y se consumían en controversias,
especialmente las controversias cristológicas. Los emperadores bizantinos intervenían en las
controversias teológicas y controlaban a la Iglesia (cesaropapismo), todo lo cual complicaba todavía
más la situación.

CUADRO 3 - HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS

NESTORIO (nestorianismo)

El Logos moraba en la persona de Jesús, haciendo a Cristo un hombre portador de Dios más que
el Dios-hombre.

Afirmaba una unión meramente mecánica más que orgánica de la persona de Cristo.

APOLINARIO (apolinarismo)

Cristo no tenía un espíritu humano.

El Logos reemplazó al espíritu humano.

EUTIQUES (eutiquianismo)

La naturaleza humana de Cristo fue absorbida por el Logos.

SEVERO (monofisismo)

Cristo tenía una sola naturaleza

(no aceptaba la naturaleza humana de Cristo).

TEODORO (monotelismo)

Cristo no tenía voluntad humana, sino sólo la voluntad divina.

Los concilios ecuménicos. Todos los concilios ecuménicos se llevaron a cabo en el Este: Nicea
(325), Constantinopla (381), Éfeso (431), Calcedonia (451). El Cuarto Concilio (Calcedonia, 451) no
puso fin a la controversia cristológica entre los que abogaban por una naturaleza divina
(monofisitas) y quienes abogaban por dos naturalezas, humana y divina (diofisitas). El emperador
Zenón (474–491) quiso unir el Este con un edicto de unión que enfatizó las decisiones de los concilios
de Nicea (325) y Constantinopla (381), pero hizo poco caso de las decisiones de Calcedonia. Muchos
monofisitas del Este aceptaron el edicto, pero el Oeste lo rechazó, con lo cual se creó más discordia.
Esto llevó a un cisma que duró varias décadas (hasta 518).

CUADRO 4 - CONCILIOS ECUMÉNICOS

LUGAR FECHA EMPERADOR PARTICIPANTES RESULTADOS

NICEA 325 Constantino Arrio Eusebio de Declaró al Hijo


Nicomedia. homoousios con el
Eusebio de Padre. Condenó a
Cesarea. Osio Arrio. Redactó la
Atanasio forma original del
Credo de Nicea.

CONSTANTINOPLA 381 Teodosio Melecio de Confirmó


Antioquía Gregorio resultados del
Nacianceno Concilio de Nicea.
Gregorio de Niza Produjo el Credo
de Nicea revisado.
Terminó con la
controversia
trinitaria. Afirmó la
deidad del Espíritu
Santo. Condenó al
apolinarismo.

ÉFESO 431 Teodosio II Cirilo Nestorio Declaró herético al


nestorianismo.
Aceptó por
implicación la
cristología
alejandrina.
Condenó a Pelagio.

CALCEDONIA 451 Marciano León I Dióscoro Declaró las dos


Eutiques naturalezas de
Cristo, sin mezcla,
sin cambio,
indivisibles,
inseparables.
Condenó al
eutiquianismo.

CONSTANTINOPLA 553 Justiniano Eutiquio Condenó los Tres


Capítulos para
ganar el apoyo de
los monofisitas.
Afirmó la
interpretación de
Cirilo de la
Definición de
Calcedonia.

CONSTANTINOPLA 680–681 Constantino IV Rechazó el


monotelismo.
Condenó al papa
Honorio (m. 638)
como hereje.

NICEA 787 Constantino VI Declaró como


legítima la
veneración de
íconos y estatuas.

CONSTANTINOPLA 869–870 Condenó a Focio.

El Quinto Concilio (Constantinopla, 553) tuvo una importancia singular en este proceso. Lo
convocó Justiniano el Grande (527–656), pero no participaron los obispos de Occidente. Su
propósito fue aprobar el edicto del emperador Justiniano que condenaba a los Tres Capítulos (544),
que pretendían reconciliar a los monofisitas con los ortodoxos.
El Sexto Concilio (Constantinopla, 681) condenó a los monotelitas (sostenían dos naturalezas en
Cristo, pero decían que en Jesús sólo actuaba una sola voluntad en o a través de estas dos
naturalezas). Este concilio marcó el retorno a la ortodoxia, puso fin al monotelismo, y significó el
triunfo de Roma; pero condenó al papa Honorio como hereje.

El Séptimo Concilio (Nicea, 787) condenó a todo el movimiento iconoclasta y respaldó la


posición presentada por Juan de Damasco (675–749) a favor de la veneración de imágenes. Las
tendencias iconoclastas permanecieron en Asia Menor y entre la clase militar profesional.

Las iglesias orientales. A diferencia de lo que ocurría en Occidente durante estos siglos, donde
la Iglesia de Roma era prácticamente la única expresión de la fe y el testimonio cristiano, en Oriente
se desarrollaron varias ramas diferentes de la cristiandad, no sólo separadas y en oposición por sus
estructuras institucionales y de gobierno, sino también por profundas diferencias teológicas.

Los monofisitas de Egipto, Nubia y Etiopía. Bajo el liderazgo del patriarca de Alejandría, estas
iglesias de lengua copta rechazaron las decisiones del Concilio de Calcedonia y continuaron
sosteniendo una teología monofisita. Parte de la resistencia surgió del rechazo del dominio
bizantino y su persecución. Con las invasiones árabes (siglo VII) se vieron liberados del control
bizantino, pero cayeron bajo la influencia y limitaciones del Islam.

Los monofisitas de Siria. Los jacobitas, seguidores de Jacobo Baradeo (490–578), extendieron su
fe hacia el Este como mercaderes o fugitivos. Fueron perseguidos varias veces. La emperatriz
Teodora los trató con simpatía a mediados del siglo VI. Fue en el Segundo Concilio de Nicea (787)
que se los describió como “jacobitas” entre los anatemas lanzados contra la doctrina monofisita.
Decrecieron con las invasiones musulmanas, pero lograron extender su fe en Mesopotamia y Persia.
La iglesia jacobita todavía existe, pero con pocos miembros.

Los monofisitas de Armenia. Los armenios sostenían los decretos de Nicea contra los arrianos,
pero rechazaron los de Calcedonia y siguieron monofisitas a partir de 491. En 506, en el Sínodo de
Dvin, representantes de todas las iglesias de Armenia y de Georgia se decidieron en contra de la
doctrina de las dos naturalezas de Cristo. Se denunció a Nestorio y se rechazó el Tomo de León I. El
Henoticón del emperador Zenón (482) fue abrazado como ortodoxia. Finalmente, la doctrina de una
sola naturaleza en Cristo permaneció como parte de la confesión de fe de la iglesia nacional armenia.
Los monofisitas armenios también sufrieron las invasiones árabes y restricciones a su libertad.

El cristianismo nestoriano fue posiblemente uno de los desarrollos teológicos y eclesiásticos más
importantes. Según el nestorianismo, hay dos personas separadas en el Cristo encarnado, una divina
y otra humana, en oposición al concepto ortodoxo de que hay una persona con dos naturalezas.
Nestorio fue obispo de Constantinopla en 428 y su enseñanza fue condenada por el Concilio de Efeso
(431). Nestorio había condenado la creciente popularidad de la Virgen María, diciendo que María
no era “Theotokos” (madre o paridora de Dios), sino “Christotokos” (madre o paridora de Cristo).
Algunas iglesias en Asia Menor y Siria siguieron sus ideas. La escuela de teología de Edesa se
transformó en un centro de enseñanza del nestorianismo, hasta su clausura en 489. El
nestorianismo se desarrolló en Persia y se independizó de Roma. Su teólogo más destacado fue
Teodoro de Mopsuestia (350–428). El obispo de Seleucia-Ctesifonte fue elevado como cabeza de
esta Iglesia y se lo llamó catholikós.

La conquista árabe de Persia no cambió la situación de las iglesias nestorianas. Por el contrario,
los nestorianos tuvieron dos siglos de paz y prosperidad. Se les dio libertad para adorar y hacer
convertidos entre los persas. Eruditos cristianos tradujeron a los filósofos griegos al árabe. Los
nestorianos fueron grandes misioneros, ya que llevaron el cristianismo al Yemen y a la costa oriental
de Arabia. Sus monjes siguieron las rutas caravaneras de Asia Central, y llegaron a India, China y
Egipto.

_ El surgimiento del Islam: las invasiones árabes

El cristianismo y el islamismo. Ambas religiones tenían mucho en común. Ambas religiones eran
de origen semita y adoraban al mismo Dios. Los judíos llamaban a Dios Elohim, los cristianos siríacos
Alaha, y los musulmanes le dieron el nombre de Allah. Tanto el cristianismo como el islamismo
aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento. Incluso los musulmanes consideran a Jesús como
un profeta. No obstante, el surgimiento del Islam en el siglo VII fue la causa del mayor retroceso del
cristianismo de Oriente en toda su historia, y por cierto, mucho más grave que el retroceso
occidental ante las invasiones germanas. Como consecuencia de las invasiones árabes, se perdieron
territorios cristianos que jamás se volvieron a recuperar, incluso Palestina, Siria y otros países
orientales, que fueron campo de labor de los apóstoles. También se perdió la costa del norte de
África, donde vivieron muchos de los grandes Padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustín de
Hipona.

El islamismo nació en Arabia, que bien puede haber sido la cuna de todos los pueblos semitas.
Era un territorio desértico, poblado en aquel tiempo por pueblos nómadas, sometidos a una vida
muy rigurosa y, por lo tanto, muy independientes y divididos entre sí. En el siglo VII estas tribus
dispersas comenzaron a unirse por la necesidad de sobrevivir en una tierra que ya no los podía
sustentar y por el surgimiento de una nueva religión: el Islam (significa sumisión), la sumisión al
único Dios verdadero y al gobierno de su Profeta. De este modo, en esta coyuntura histórica,
ocurrieron dos fenómenos importantes: un movimiento de población en busca de espacio vital y el
surgimiento de una nueva religión que les dio identidad.

Mahoma y el Islam. El artífice de este extraordinario suceso fue Mahoma (570–632), un


comerciante nacido en 570, que pertenecía a una familia de una de las tribus árabes dirigentes de
la ciudad de La Meca (los coreichitas). Su padre había muerto poco antes de que él naciera, dejando
a la familia en la pobreza. Mahoma se crió con un tío y se dedicó más tarde al comercio, llegando a
ser administrador de los negocios de una mujer próspera (Cadija), con quien más tarde se casó. Con
ella tuvo dos hijos y cuatro hijas (ninguno de ellos sobrevivió, excepto Fátima).

La religión en Arabia en tiempos de Mahoma era muy primitiva. Creían en la existencia de


espíritus que habitaban en piedras erigidas. El culto más difundido era el de la Piedra Negra, que se
veneraba en la Caaba, un santuario situado en La Meca, al que concurrían los árabes en
peregrinación anual. Hubo también otros movimientos religiosos, que buscaban una religión más
profunda y que se retiraban al desierto para buscar a Dios: los janifs. Después de la muerte de sus
hijos, Mahoma mismo había participado de este tipo de movimientos, hasta que comenzó a tener
visiones por las que se sintió escogido como mensajero de Dios. En 610 recibió el llamado del ángel
Gabriel a predicar el mensaje del Dios verdadero y único, en contra de la idolatría y el politeísmo.

Mahoma regresó a su vida de comerciante en La Meca, pero compartió con su esposa y algunos
de sus amigos sus experiencias e ideas, entre las que se destacaban cuatro convicciones
fundamentales. Primero, Dios es uno, el Todopoderoso, Allah, y hay que someterse de manera
absoluta a él. Alá tiene un poder y sabiduría infinitos, pero no un amor redentor. Segundo, el pecado
de la idolatría. Mahoma sostuvo un monoteísmo abstracto, monótono, sin vida interior y plenitud,
antitrinitario, que negaba la divinidad de Cristo si bien lo aceptaba como un gran profeta. Tercero,
el temor al infierno. Según Mahoma, el diablo es un ángel caído que tienta a los seres humanos.
Cuarto, las recompensas de los fieles. El islamismo expresa fatalismo y gran temor al castigo por el
pecado; por ello mismo, los fieles tienen que ser buenos con los pobres y necesitados, y perdonar.

Mahoma estuvo muy influido por judíos y cristianos. Es posible que si la influencia cristiana
hubiese sido un poco más efectiva, el movimiento liderado por Mahoma se habría inclinado hacia
el cristianismo. Pero esto no ocurrió, y la nueva religión llegó a ser el rival más poderoso de la fe
cristiana durante toda la Edad Media. Al principio, la prédica del Profeta fue rechazada, y sólo su
esposa y algunos parientes la aceptaron.

La suerte de Mahoma cambió en 622, cuando se vio forzado a emigrar junto con sus amigos.
Este episodio se conoce como la Égira, y fue tan importante que los musulmanes consideran a este
año como los cristianos consideramos el año en que nació Cristo, y cuentan los años de su calendario
a partir de aquí. La nueva ciudad de Mahoma fue Yatreb, donde fue bien recibido y donde llegó a
ser su gobernante. En esta ciudad, que más tarde se llamó Medinat-an-Nabí (“la ciudad del Profeta”)
o Medina, se estableció una comunidad musulmana, en la que el culto y la vida civil y política
siguieron los principios del Profeta. Mahoma murió diez años más tarde (632). Para entonces, La
Meca ya lo había reconocido como Profeta de Dios (630), y así también lo hicieron todas las tribus
de Arabia. La idolatría y el politeísmo fueron desarraigados, y el monoteísmo absoluto del Islam se
impuso.

MAPA 4 - ARABIA
El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, fue compuesto por Mahoma, según él, bajo la
revelación divina. Éste es el libro sagrado de los musulmanes y el fundamento de sus creencias y
prácticas religiosas, civiles y políticas. Contiene fragmentos históricos, enseñanzas, consejos e ideas
religiosas y morales. Según el Corán, las creencias fundamentales de los musulmanes son la fe en
un Dios único, Alá; en los ángeles y en los profetas, el último de los cuales, Mahoma, ha traído a los
seres humanos el mensaje definitivo de Dios; en el Corán y sus prescripciones; en la resurrección y
el juicio; y, finalmente, en la predestinación de las personas según la insondable voluntad de Dios.

El Corán: “El Dios, no hay dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. Ni la somnolencia ni el
sueño se apoderan de Él. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. ¿Quién
intercederá ante Él si no es con su permiso? Sabe lo que está adelante y detrás de los
hombres, y éstos no conocen nada de su ciencia, si no es lo que Él quiere. Su trono se
extiende por los cielos y la tierra, y no le fatiga la conservación de esto. Él es el Altísimo, el
Inmenso.”

Islam significa esencialmente la sumisión a Dios. Esta sumisión involucra el cumplimiento


estricto de ciertos deberes religiosos. El primero es la confesión de fe en Dios y en Mahoma, su
profeta. Otros deberes religiosos fundamentales son: las oraciones, el ayuno, la limosna, el
peregrinaje y la guerra santa, esta última destinada a conseguir la conversión de los infieles a la
nueva fe.

José Luis Romero: “Proveniente del judaísmo y del cristianismo en sus aspectos
doctrinarios, la religión musulmana alcanzó cierta originalidad por la concepción militante
de la fe que logró imponer y que tan extraordinarias consecuencias debía significar para el
mundo. Una especie de teocracia surgió entonces en el mundo árabe y en las vastas
regiones que los musulmanes conquistaron, en la que el califa o sucesor del profeta reunía
una autoridad política omnímoda y una autoridad religiosa indiscutible. Sobre esa base, el
vasto ámbito de la cultura musulmana se desarrolló de una manera singular. De todas las
regiones que los musulmanes conquistaron supieron recoger el mejor legado que les
ofrecían las poblaciones sometidas, y con ese vasto conjunto de aportes supieron ordenar
un sistema relativamente coherente, del que predominaba, sin embargo, en cada comarca
la influencia que allí había tenido su origen: la griega, la siria, la persa, la romana. Acaso la
más importante contribución de los musulmanes—fuera de su propio desarrollo como
cultura autónoma—haya sido la constitución de un vasto ámbito económico que se
extendía desde la China hasta el estrecho de Gibraltar, por el que circulaban con bastante
libertad no sólo los productos y las personas, sino también las ideas y las conquistas de la
cultura y la civilización.”

Las invasiones árabes. Bajo los sucesores de Mahoma (llamados califas) comenzaron los ataques
árabes, que pronto se transformaron en la invasión y ocupación de los países vecinos, una vez
lograda la unidad territorial en Arabia. Las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino
guerras de conquista territorial. La conversión de los conquistados al islamismo no fue forzada ni
hubo al principio persecuciones contra judíos y cristianos. No obstante, su religión les dio a los
invasores un sentido de unidad y confianza en la victoria.

Justo L. González: “Los cristianos y judíos podían continuar en el libre ejercicio de su culto,
siempre que respetaran al Profeta y al Corán. Después se prohibió la conversión de los
mahometanos al cristianismo o al judaísmo. Pero aparte de esto, y de ciertas limitaciones
en las señales públicas de su culto, la única carga que se estableció sobre los judíos y los
cristianos fue la obligación de pagar un tributo mediante el cual el estado se sostenía.
Quienes se convertían al Islam no tenían que pagar ese impuesto. Por tanto, al mismo
tiempo que los musulmanes no tenían interés especial en fomentar las conversiones a su
religión, muchos de los cristianos de convicciones más flexibles terminaron por aceptar la
fe del Profeta.”

El primer territorio que sufrió el arrollador avance árabe fue el Imperio Bizantino, cuyo ejército
fue vencido en 634. Luego, en una sucesión rápida, cayeron Damasco (635), Siria (636), Jerusalén
(638), Cesarea y Gaza (640), Alejandría y todo Egipto (642). En los años que siguieron, avanzaron
sobre Túnez, Argelia y Marruecos. En 652 conquistaron Persia y fundaron un estado árabe con
capital en Bagdad. En 697 invadieron Cartago y en 711 ingresaron a España por Gibraltar (Gebel-
Tarik: la colina de Tarik, el comandante de las tropas moras, bereberes y árabes). En pocos años,
Persia, Siria, Palestina y Egipto, las tierras del origen del cristianismo, cayeron en manos
musulmanas y se perdieron para el testimonio cristiano hasta el día de hoy. En menos de un siglo,
el Islam casi había aniquilado los viejos baluartes del cristianismo en África del norte, y había cruzado
al continente europeo en España. A comienzos del siglo VIII parecía como si la cristiandad occidental
hubiese sido atrapada en un vasto movimiento de pinzas: los musulmanes avanzaron hacia Francia
en 721, y ya en 717 habían puesto sitio a Constantinopla.

Como puede verse, toda la cristiandad se sintió amenazada por el vertiginoso avance musulmán.
Dos eventos quebraron los extremos de estas pinzas y salvaron a la cristiandad de su desaparición.
Por un lado, la defensa de Constantinopla por el emperador León III, en 718, que hizo que los
musulmanes se retiraran de Asia Menor hasta detrás de los montes Taurus. Por otro lado, la victoria
de Carlos Martel (688–741) y su ejército franco cerca de Poitiers (Francia), en 732, que los echó de
Francia impidiendo su avance y no dejándoles pasar más allá de los Pirineos.

Desde 632 hasta 732 se dio un siglo de avance musulmán y de pérdidas cristianas. El
Mediterráneo, que había sido un lago romano, ahora estaba bajo el control musulmán. Los
musulmanes se adueñaron de casi la mitad del Imperio Romano cristiano. Esto tuvo enormes
consecuencias para el comercio europeo occidental y para la difusión del testimonio cristiano. Por
eso, ésta resultará ser la pérdida territorial más grande que experimentará el cristianismo en toda
su historia. Casi toda la Península Ibérica quedó bajo su control. África del norte, Egipto, Palestina y
Siria no habrían de recuperarse hasta hoy como territorios bajo influencia cristiana.

Además, si bien las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino de conquista, el
gobierno árabe en los territorios sometidos afectó a la religión cristiana. En Egipto, la Iglesia Copta
sufrió persecuciones, pesados impuestos, dificultades para realizar matrimonios y los cristianos eran
considerados como extranjeros: éstas y otras presiones llevaron a que muchos se hicieran
musulmanes. En el norte de África, la Iglesia cristiana casi desapareció. Ya los vándalos habían
diezmado a los cristianos y más tarde Justiniano hizo lo mismo, asolando especialmente a la
población local o indígena (bereberes), entre quienes el cristianismo no tenía mucho arraigo.
Muchos consideraban que estaban mejor bajo el dominio musulmán que bajo el dominio bizantino;
otros huyeron a Sicilia e Italia. En tiempos de Agustín de Hipona (m. 430) había alrededor de
setecientos obispados en el norte de África; para el año 700 apenas había unos treinta. Sólo España
se va a ir recuperando poco a poco para el cristianismo, pero a lo largo de un proceso de reconquista
agotador, que duró ocho siglos. No obstante, el peligro peor había sido evitado al ser detenido el
Islam en su avance sobre Europa. La cristiandad occidental sobrevivió, y estaba lista para
aventurarse nuevamente con su fe hacia Oriente una vez más.

MAPA 5 - LAS INVASIONES ÁRABES


Fernando Picó: “La política oficial del Islam triunfante era la tolerancia de la ‘gente del libro’,
cristianos y judíos, a quienes se les ponían cargas fiscales, pero se les permitía el libre
ejercicio de su religión, aunque no el proselitismo. Parte de las tierras conquistadas se
repartían entre los guerreros. En un par de generaciones los árabes se hicieron navegantes
y aprendieron las técnicas de los marineros de los puertos conquistados. También
aprovecharon los saberes acumulados de los griegos y sus sucesores, e incorporaron a su
acervo cultural técnicas de construcción, sabiduría médica, interés en las matemáticas y la
astronomía, técnicas de horticultura, drenaje y riego, y el arte de la reglamentación urbana.
Todos estos conocimientos serían pasados eventualmente a Occidente a través de España
y de Sicilia.”

El Imperio Bizantino y el Islam. Las guerras contra los persas sasánidas agotaron los recursos
económicos y humanos del Imperio. En 636, un ejército islámico infligió una derrota mayor a las
fuerzas del Imperio Bizantino, en Yarmuk. La derrota le costó al Imperio todo el territorio de Siria y
Palestina. En 642 fuerzas islámicas capturaron la más rica de todas las provincias del Imperio, Egipto.
Cuatro años más tarde una flota musulmana derrotó a la armada bizantina y ganó el control del
Mediterráneo (año 646).

Entre 673–678 naves musulmanas bloquearon la ciudad de Constantinopla. La marina bizantina


logró romper el sitio. En su campaña contra los musulmanes los bizantinos introdujeron un arma
nueva llamada “fuego griego.” El “fuego griego” era una especie de lanzadera de fuego que se
llevaba a bordo, construida alrededor de un tubo a través del cual se disparaba contra el enemigo
una mezcla de nafta, sulfuro y salitre. Tan pronto como el Imperio había roto el bloqueo, sus viejos
enemigos—los búlgaros y avaros—atacaron desde el norte. En 679 los búlgaros cruzaron el Danubio
y marcharon contra la ciudad. Para el año 700, el Imperio estaba reducido a una fracción de su
tamaño anterior. Ciento treinta y cinco años después del reinado de Justiniano, el emperador
bizantino controlaba solamente el sur de Italia, Rávena, una pequeña parte de los Balcanes y la
mayor parte de Anatolia.

En 717, León el Isaurio, o León III, subió al trono de Constantinopla como emperador. Durante
los veinticuatro años de su reinado (717–741), León III logró mantener a raya a los adversarios del
Imperio. En 717 los árabes renovaron sus ataques contra la ciudad capital mientras que otro ejército
musulmán marchaba, como vimos, cruzando el norte de África y entrando a España (717–719). León
III concentró sus recursos en proteger el corazón de su Imperio. Tomó medidas para reorganizar la
burocracia y la administración, y tuvo éxito en echar de Asia Menor a las tropas musulmanas (740).
Las victorias de León III le dieron al Imperio Bizantino un respiro de dos siglos antes de nuevos
avances árabes.

La Iglesia de Oriente y el Islam. Los cristianos al este de Palestina sufrieron el avance árabe, pero
a diferencia de lo ocurrido en España, el norte de África y en los territorios bajo el Imperio Bizantino,
lograron sobrevivir conservando su identidad e instituciones. Cuando el califato abásida estableció
su nueva capital islámica en Bagdad (750), el patriarca de la Iglesia Persa o Siríaca del Este (es decir,
la Iglesia de Oriente) también se trasladó a la ciudad capital. En 780, el obispo Timoteo, un hombre
reformador y de espíritu misionero, llegó a ser el patriarca. En 781, participó durante dos días de un
diálogo interreligioso con el califa abásida, Mahdi, y luego escribió un relato de su conversación, que
circuló como una apología. El documento refleja algo de la cristología diofisita (es decir, dos
naturalezas), que era característica por entonces en la Iglesia de Oriente. Lo interesante es este
ejemplo de diálogo religioso cristiano-musulmán en una época tan temprana.

Timoteo de Bagdad: “Yo respondí a su Majestad: ‘Oh nuestro victorioso Rey, en este mundo
todos nosotros estamos como en una casa oscura en el medio de la noche. Si en la noche y
en una casa oscura ocurre que una perla preciosa cae en medio del pueblo, y todos son
conscientes de su existencia, cada uno procurará recoger la perla, que no caerá en manos
de todos sino de uno solo, en tanto que alguien se adueñará de la perla en sí, otro de un
pedazo de vidrio, un tercero de una piedra o de un terrón de tierra, pero cada uno estará
feliz y orgulloso de ser el poseedor real de la perla. Sin embargo, cuando la noche y la
oscuridad desaparecen, y surgen la luz y el día, entonces cada una de aquellas personas que
habían creído que tenían la perla, extenderán y dirigirán su mano hacia la luz, que es la única
que puede mostrar lo que cada una tiene en la mano. Aquel que posee la perla se regocijará
y será feliz y se gozará con ella, mientras que aquellos que tenían en la mano pedazos de
vidrio o trozos de piedra sólo llorarán y estarán tristes, y suspirarán y derramarán lágrimas.

‘De la misma manera nosotros los hijos de la humanidad estamos en este mundo
perecedero como en tinieblas. La perla de la verdadera fe cayó en medio de todos nosotros,
y está indudablemente en la mano de uno de nosotros, mientras que todos nosotros
creemos que poseemos el objeto precioso. Sin embargo, en el mundo venidero, la oscuridad
de la mortalidad pasa, y la niebla de la ignorancia se disuelve, dado que la niebla de la
ignorancia es absolutamente ajena a la luz verdadera y real. En ella se regocijan los
poseedores de la perla, están felices y complacidos, y los poseedores de meras piezas de
piedra llorarán, suspirarán y derramarán lágrimas, como dijimos más arriba.’ …

Y nuestro victorioso Rey dijo: ‘Tenemos esperanza en Dios que nosotros somos los
poseedores de esta perla, y que la tenemos en nuestras manos.’—Y yo respondí: ‘Amén, oh
Rey. ¡Pero quiera Dios concedernos que nosotros también podamos compartirla contigo, y
regocijarnos en el lustre brillante y radiante de la perla! Dios ha colocado la perla de Su fe
delante de todos nosotros como los rayos brillantes del sol, y todo el que desee puede gozar
la luz del sol’.”

_ El Imperio Bizantino y Occidente

A lo largo del siglo VII y principios del VIII hubo tan sólo relaciones mínimas entre el Imperio
Bizantino y Europa Occidental. Una explicación de esto se encuentra en la necesidad de concentrar
los recursos del Imperio en su defensa y en el desorden e inferioridad de la situación imperante en
el Oeste. Estas condiciones comenzaron a cambiar a mediados del siglo VIII. Con la victoria de Carlos
Martel sobre los musulmanes (732), el Papa manifestó un renovado interés en la cristiandad
oriental. El emperador León III el Isaurio provocó una controversia con la Iglesia Occidental cuando
prohibió el uso de íconos en los cultos religiosos. El Papa se opuso a la proclamación de León y
respaldó con su autoridad el uso de imágenes.

La controversia iconoclasta. Esta disputa sobre el uso religioso de las imágenes, que duró desde
717–843, tuvo enormes consecuencias sobre la espiritualidad tanto oriental como occidental. El
conflicto fue inaugurado por los Isaurios (llamados así por una región en Asia Menor) y tenía que
ver con el uso devocional de imágenes o íconos. En el Oriente griego, el uso de los íconos estaba
bien difundido. Los íconos eran venerados no porque tuvieran algún valor material inherente, sino
más bien por las verdades espirituales que ellos manifestaban. Servían como recordatorios de
verdades espirituales y como medios de discernimiento espiritual. Los íconos también significaban
el completamiento o glorificación (theosis) espiritual de otros seres mortales junto a Cristo. Estas
imágenes eran muy populares en la devoción personal, la oración y la meditación.

El emperador León el Isaurio consideraba a los íconos como ídolos y su veneración como
idolatría. Él fue el iniciador de la controversia iconoclasta (“rompedor de íconos”). Seguramente, su
postura resultó de las influencias musulmanas en su región de origen en Asia Menor (Isauria, frente
a la isla de Chipre), pero también al hecho de que en sus días hubo un incremento del culto al
emperador. Los más devotos a los íconos eran monjes y monjas, cuyas comunidades no sólo estaban
eximidas del pago de los impuestos imperiales sino que no hacían ningún aporte significativo al
Imperio.

En 730, León publicó un edicto contra los íconos. El patriarca de Constantinopla se opuso y fue
removido de su puesto. Los soldados imperiales intentaron destruir los íconos por la fuerza en los
lugares públicos, con la oposición especialmente de grupos de mujeres. Constantino V continuó con
la política de su padre (desde 743). Un concilio reunido en 753 condenó los íconos y como
consecuencia hubo persecuciones y martirios de monjes y monjas. El sucesor de Constantino V, León
IV, disminuyó la persecución bajo la influencia de su esposa Irene, que estaba a favor de la
veneración de imágenes. Cuando Irene tomó el poder como regente de su hijo menor en 780,
revirtió la política iconoclasta de los Isaurios y en 787, junto con su hijo Constantino VI, convocó en
Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico, que aprobó la veneración de íconos como una práctica
ortodoxa. El Concilio también estableció que las imágenes no eran dignas de la adoración debida
sólo a Dios (latría), sino de una veneración inferior (dulía).

Alfred Weber: “En esta disputa, presenciamos una curiosa sublevación de la concepción
oriental de lo religioso, judaico-arábiga, procedente del Sur (Capadocia), que carece
rigorosamente de imágenes, que se opone a la veneración de lo divino expresado en
imágenes, lo cual había tomado cierto aspecto pagano, que se opone a la veneración de los
íconos como ídolos ‘no hechos por los hombres,’ que ponía en manos de la Iglesia y de los
conventos—que cada día adquirían mayores proporciones—un poder peligroso en forma
de medios de salvación milagrosos. Al mismo tiempo, sin embargo, este movimiento
constituyó la expresión política, la voluntad de una mundanalidad casi de tipo pagano
antiguo, que encarnaba en aquellos poderosos príncipes, en contra de la santurronería
supersticiosa que se iba formando. En el siglo IX, se llega respecto de esta polémica a una
transacción, mediante la incorporación o encaje de las congregaciones monacales y al
mismo tiempo volviendo a permitir las imágenes. Este nuevo Imperio coloreado con tonos
muy vivos había vencido el espíritu de la cultura griega, desde el punto de vista político;
pero en lo cultural había vencido en cambio la helenidad adoptando la forma de un
cristianismo magístico y gnóstico; y no triunfó a modo de una actitud ética—pues nunca se
había producido la lucha en torno a ésta—sino más bien como una sensibilidad plástica de
tipo heleno infundida en la Iglesia.”

Después de la muerte de Irene en 803, el partido iconoclasta intentó hacer prevalecer su


posición. Así es como se impusieron nuevas restricciones sobre el uso de íconos en las iglesias
mediante edictos imperiales, que se proponían terminar con lo que consideraban idolatría. Monjes
y obispos se resistieron, y nuevamente hubo una persecución severa. Finalmente, en 840, la
persecución amainó. La oposición a los íconos había sido más una cuestión de los emperadores y los
militares, y no había sido efectiva para desarraigar la iconolatría del corazón del pueblo. Con la
muerte del último emperador iconoclasta, Teófilo, su esposa, la emperatriz Teodora, ordenó el final
de la persecución. En 843, el patriarca de Constantinopla predicó un sermón en Santa Sofía, que
proclamó que los íconos debían ser reinstalados en la Iglesia. Ésta es la fecha que la Iglesia Ortodoxa
celebra, hasta el día de hoy, como el final de la controversia.

Las relaciones entre Este y Oeste. Desde un punto de vista político, estas relaciones se
empeoraron entre 780 y 802. En 780 Constantino VI, un niño de diez años, llegó a ser el emperador
bizantino. La madre de Constantino, Irene, actuó como regente hasta el año 790, cuando su hijo se
deshizo de los consejeros de su madre y tomó el control del poder. Irene intrigó contra su propio
hijo, al punto que sus secuaces lo enceguecieron, con lo cual quedó ritualmente descalificado para
ser emperador. Irene se nombró a sí misma emperatriz y gobernó de 797 hasta 802. El papa León III
(no confundir con el emperador León III, el Isaurio) intervino en la controversia y declaró vacante al
trono oriental, arguyendo que una mujer no podía gobernar sobre el Imperio. El Papa presentó una
afrenta todavía mayor cuando unilateralmente, como veremos más adelante, nombró a
Carlomagno “emperador de los romanos” en el día de Navidad del año 800. Las consecuencias
prácticas de la acción del papa León III no fueron grandes. No obstante, el nombramiento de un
occidental como cabeza del Sacro Imperio Romano señaló el comienzo de seis siglos de lucha entre
las cristiandades occidental y oriental.

Desde un punto de vista teológico, en Occidente se mantuvo en general una posición intermedia
entre los iconoclastas (destructores de los íconos) y los iconodulistas (adoradores de los íconos). Los
teólogos occidentales distinguían entre las naturalezas divina y material de Cristo, mientras
afirmaban algún modo de comunicación por el cual cada una compartía sus propiedades con la otra.
Para los teólogos orientales, la veneración de los íconos expresaba su fuerte énfasis sobre el misterio
de la encarnación. El teólogo más importante en este sentido fue Juan de Damasco, un monje de
Palestina que escribió Exposición de la fe ortodoxa y tres Discursos contra los que rechazan las santas
imágenes. Estas obras no sólo fueron una afirmación del uso devocional de las imágenes, sino
también una de las declaraciones teológicas más importantes de los principios que se discutieron
en la controversia.

Juan de Damasco: “Puesto que algunos nos culpan por reverenciar y honrar imágenes del
Salvador y de Nuestra Señora, y las reliquias e imágenes de los santos y siervos de Cristo,
recuerden que desde el principio Dios hizo al ser humano a su imagen. ¿Por qué nos
reverenciamos unos a otros, si no es porque somos hechos a imagen de Dios?… Por otra
parte, ¿quién puede hacer una copia del Dios que es invisible, incorpóreo, incircunscribible
y carente de figura? Darle figura a Dios sería el máximo de la locura y la impiedad.… Pero
puesto que Dios, por sus entrañas de misericordia y para nuestra salvación, se hizo
verdaderamente hombre … vivió entre los humanos, hizo milagros, sufrió la pasión y la cruz,
resucitó y fue elevado al cielo, y puesto que todas estas cosas sucedieron y fueron vistas por
los humanos … los Padres, viendo que no todos saben leer ni tienen tiempo para hacerlo,
aprobaron la descripción de estos hechos mediante imágenes, para que sirvieran a manera
de breves comentarios.… Nosotros no reverenciamos lo material, sino lo que esas cosas
significan.”

Desde el punto de vista cultural, las diferencias entre Este y Oeste eran notables. La exquisitez
y sofisticación de la cultura bizantina estaba muy por arriba del retraso y barbarie de los logros
germánicos. Cuando el Imperio Bizantino y el Occidente se enfrenaron en el siglo VIII en torno a un
problema concreto, la cuestión de los íconos, sus perspectivas y premisas habían llegado a ser muy
diferentes. No obstante estas diferencias, el sentido de inferioridad cultural del Occidente latino
respecto a Bizancio prevaleció hasta el siglo XII y le permitió al arte, la arquitectura, y el pensamiento
bizantino ejercer considerable influencia sobre el desarrollo cultural de Occidente.

La dinastía macedónica. Los emperadores que condujeron al Imperio Bizantino desde 867 hasta
1025 pertenecieron a una dinastía macedónica. Los siglos IX y X fueron un período de prosperidad
para el Imperio. Los ejércitos bizantinos tomaron la ofensiva y recapturaron buena parte de Siria,
Armenia, Chipre y Creta. Con Constantino VII, que reinó entre 920–959, el Imperio recuperó parte
de su prestigio y esplendor. Basilio II (927–1025) aplastó a los búlgaros y su acción en el orden
cultural tendió a la protección de las ciencias y las artes. En materia política estabilizó las fronteras
del Imperio frente a los magiares y eslavos, los cuales fueron evangelizados. Desarrolló relaciones
amistosas con Vladimir de Kiev (casado con una hermana de Basilio), en el sur de Rusia. Vladimir
invitó a Basilio (989) a enviar monjes a Rusia, lo que llevó a la conversión de los eslavos al
cristianismo y su adopción de la cultura bizantina. El comercio se expandió durante estos siglos y las
reformas de la burocracia imperial mejoraron la vida dentro de los límites del Imperio. Sin embargo,
la profunda crisis social que aquejaba al Imperio provocó numerosos conflictos, agravados por la
ineptitud de los sucesores de Basilio II.

A partir del siglo XI, el Imperio Bizantino entró definitivamente en decadencia. Sin embargo, un
grave suceso lograría prolongar todavía por dos siglos la vida del Imperio. En 1057, el emperador
bizantino solicitó la ayuda del Papa romano con el fin de detener a los turcos otomanos, que ya
habían ocupado Siria y Palestina, y amenazaban con poner sitio a Constantinopla. El papa Urbano II
promovió las Cruzadas, que lograron detener momentáneamente a los peligrosos enemigos, pero
la dinastía macedónica llegó a su fin y con ello casi desapareció el Imperio Romano de Oriente, que
quedó virtualmente reducido a la ciudad de Constantinopla y sus alrededores.

LA RECUPERACIÓN EN ORIENTE

Para el siglo VII, el patriarca de la Iglesia de Oriente (siríaca) era la autoridad cristiana más
importante en todo el territorio al este de Persia. Su interés no estaba enfocado tanto en los debates
teológicos de sus días, sino más bien en cuestiones prácticas y políticas. La adoración en la Iglesia
de Oriente se llevaba a cabo en lengua siríaca, mientras estos cristianos sustentaban una teología
nicena. Entre los patriarcas que sirvieron bajo el dominio musulmán de Persia, uno de los más
influyentes fue Timoteo I, ya mencionado. Él personalmente envió más de cien misioneros a nuevas
regiones donde no había testimonio cristiano.

La expansión del testimonio cristiano al este de Persia después del año 600 fue básicamente la
obra de monjes de la Iglesia de Oriente. Hubo también sacerdotes y mercaderes que llevaron su
testimonio a lo largo de las rutas caravaneras que cruzaban el continente asiático. Fue precisamente
en las principales ciudades junto a estas rutas entre Persia y China que, ya antes del siglo X, se fueron
estableciendo monasterios, que sirvieron de centros de adoración, evangelización, hospedaje para
mercaderes y escuelas. En ellos se copiaron y tradujeron los textos siríacos de las Escrituras, la
liturgia cristiana, y las historias de santos y mártires.

_ El cristianismo en India

Hay que esperar hasta el siglo XVI para tener referencias históricas más seguras en cuanto al
desarrollo del testimonio cristiano en India. No obstante, como se vio en el volumen anterior, hay
abundantes indicaciones de la presencia de cristianos en este sub-continente con anterioridad al
siglo VI. Para mediados del siglo VII, encontramos referencias en la correspondencia del patriarca
de la Iglesia de Oriente, Ishoyahb III, de la ruptura de relaciones con el metropolitano en
Rewardashir. Las iglesias en India continuaron sosteniéndolo financieramente. En el siglo VIII
encontramos nuevamente referencias a las iglesias en India en los registros persas. Se nos informa
que tenían un metropolitano propio, elegido de entre su propia comunidad en la presencia de los
otros obispos. Evidentemente, debería haber más de una diócesis, ya que según la tradición persa,
los metropolitanos eran nombrados cuando había por lo menos seis obispos bajo su autoridad. Las
iglesias aparentemente estaban bien establecidas. Hay varias cartas del patriarca Timoteo I que
mencionan la presencia cristiana en India. Una de ellas está dirigida a un monje llamado Tomás, que
estaba viajando con un grupo de inmigrantes a la India. Otra ofrece instrucciones en cuanto a
irregularidades ministeriales. En el siglo IX encontramos la mención de dos hermanos armenios que
llegaron a India como misioneros.

Existe un interesante documento de mediados del siglo IX, que consiste de unas placas de cobre
con inscripciones, que menciona concesiones dadas por los reyes locales a los cristianos para
construir sus lugares de culto. A la luz de esta evidencia arqueológica, se puede ver que las
comunidades cristianas en India eran pequeñas y mayormente ubicadas en el sur de la India. En su
mayoría, se trataría de inmigrantes venidos de Persia, que se establecieron en la costa Malabar a lo
largo de varios siglos. Algunos llegaron como mercaderes, otros como refugiados escapando de la
persecución persa o islámica, pero también había algunos misioneros. Muchos de ellos son
mencionados como peregrinos, que venían para visitar Cranganore, el lugar al que según la tradición
había llegado el apóstol Tomás, o Mylapore, cerca de Madrás en el este, donde se creía estaba
ubicada su tumba. Con el tiempo, estos cristianos llegaron a constituir una casta separada, con lo
cual gozaron del reconocimiento social y político de los gobernantes locales según la costumbre
religiosa hindú tradicional. Al igual que los miembros de otras castas en India, estos cristianos vivían
en casas vecinas a su centro religioso, en este caso sus templos, constituyendo así vecindarios
cristianos distintivos.

El siríaco continuó siendo la lengua litúrgica, a pesar de haber sido desplazada por el arábico en
Persia. Esta lengua les dio un sentido de identidad cristiana, al parecer más cercana a la lengua
hablada por Jesús y sus discípulos. En sus cultos las iglesias de la India celebraban liturgias que
guardaban cierta relación simbólica con Jerusalén. Pero al mismo tiempo estaban contextualizados
con la cultura local, ya que utilizaban tortas de arroz y vino de palmera para la eucaristía. Esto pone
en evidencia que su identidad cultural era plenamente india. Estos cristianos probablemente
llevaron su testimonio por mar a Sri Lanka, y tal vez a Java, la península Malaya, e incluso hasta la
costa de China. De hecho, hay mención de mercaderes persas y a veces armenios que visitaron estos
lugares entre los siglos VII y X.

_ El cristianismo en Asia Central

Al este de Persia, el testimonio cristiano siguió las rutas caravaneras, especialmente la Ruta de
la Seda, que cruzaban por Balkh, la capital de Bactria, y seguían por las ciudades de Merv y
Samarcanda. Estas mismas rutas eran seguidas por monjes, sacerdotes y mercaderes zoroastristas,
budistas, maniqueos y musulmanes, además de aquellos que sostenían creencias animistas y
chamánicas. La primera presencia cristiana estuvo ligada al establecimiento de monasterios en las
principales ciudades. Como se indicó, estos monasterios estaban directamente relacionados con el
comercio de mercaderes cristianos, a quienes ofrecían alojamiento y atención religiosa. Las iglesias
siríacas fueron bien conocidas por sus médicos, algunos de los cuales eran también sacerdotes y
monjes. La presencia de cementerios con inscripciones funerarias cristianas para mujeres y hombres
es evidencia de cierto grado de educación en estas ciudades de Asia Central, e indica la existencia
de comunidades cristianas permanentes a lo largo de la Ruta de la Seda desde Persia hasta China
occidental.

En una de sus cartas (781), el patriarca Timoteo I informaba que había recibido una
comunicación de un rey entre los turcos (hunos), en la que le decía que él y su pueblo se habían
convertido al cristianismo. Este rey le pedía que ordenara y les enviara un obispo junto con algunos
monjes, cosa que Timoteo hizo. En otras cartas, Timoteo I daba testimonio de su interés en asistir a
un creciente número de iglesias, monasterios y sedes episcopales a lo largo de lo que ahora son las
naciones de Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán. En una de sus cartas, Timoteo informaba que el
metropolitano de China había muerto y que él estaba nombrando a alguien para que ocupara su
lugar. En otra escribió que estaba preparándose para consagrar a un obispo para los tibetanos.
Algunos textos cristianos escritos en la lengua tibetana antes del siglo X sugieren que había interés,
sino una necesidad, de literatura cristiana en lengua tibetana. La decisión de Timoteo de consagrar
a un obispo para Tibet indica que había un grupo considerable de cristianos en aquella región.

Para fines del siglo VII el mensaje cristiano había alcanzado lo que es ahora China occidental.
Las antiguas ciudades de Tunhuang y Turfan tenían comunidades cristianas. En la primera, se han
encontrado numerosos escritos cristianos en cuevas budistas. Lo mismo ha ocurrido en Turfan, al
norte de Tunhuang, todo lo cual provee de buena evidencia para afirmar una presencia cristiana
considerable en esta región antes del siglo X. Estos cristianos serían persas, turcos, mongoles y
chinos, con algunas influencias armenias y griegas, según se ve por los escritos encontrados. Además
de las Escrituras, estos materiales incluían libros de adoración, homilías, comentarios bíblicos, vidas
de santos y mártires, tratados de medicina y obras filosóficas.

Una carta de Abdisho, obispo de la ciudad de Merv, escrita al patriarca de Bagdad alrededor del
año 1000, provee de evidencia de la extensión más septentrional alcanzada por la influencia
misionera cristiana durante este período. Este obispo informaba al patriarca que el rey de los turcos
keraítas que vivía alrededor de la región junto al lago Baikal en el norte de Mongolia, había tomado
contacto con él. El rey se había convertido a la fe cristiana a través de la aparición de un santo
cristiano, que le había mostrado el camino a través de una tormenta de nieve y se identificó como
un seguidor de Cristo. Como resultado de esto, el monarca había buscado a mercaderes cristianos
que estaban viajando a través de la región, y ellos lo instruyeron en las doctrinas básicas de la fe.
Incluso le habían dejado una copia del Evangelio. Según Abdisho, unos doscientos mil miembros de
la tribu de este rey habían llegado a abrazar la fe cristiana.

El rey estaba bien comprometido con la nueva fe y estaba solicitando ser bautizado. Para ello
pedía instrucciones en cuanto a cómo prepararse. Se le indicó que debía ayunar por largos períodos
de tiempo durante un año. Los turcos entendieron que debían abstenerse de comer carne o
productos lácteos durante estos ayunos, pero ésta era su dieta básica y única. El patriarca respondió
a sus inquietudes diciéndole a Abdisho que debía enviar a un sacerdote y a un diácono a bautizarlos
y a ministrarles. En cuanto al ayuno, en razón de la ausencia de otros alimentos, ellos debían
abstenerse de comer carne, pero podían consumir productos lácteos. Éste es un interesante
ejemplo de contextualización misionológica.

MAPA 6 - EL CRISTIANISMO EN ORIENTE

_ El cristianismo en China

El cristianismo llegó a China en el año 635, el año en que la misión céltica llegaba al norte de
Inglaterra, en Northumbria. Si bien este movimiento fue muy pequeño, es suficiente como
ilustración para recordar que el cristianismo no es una religión exclusivamente occidental, sino
universal. Puede decirse, entonces, que para Inglaterra del norte y para el Lejano Oriente, la historia
cristiana comenzó en el año 635.

Los misioneros en China. El documento arqueológico más completo para la reconstrucción de la


llegada del cristianismo a la China es la Estela de Ch’ang-an, encontrada en la provincia de Xian. Esta
piedra de granito negro, grabada con caracteres chinos en todas sus caras, lleva por título
“Monumento que conmemora la transmisión de la Religión de la Luz en China.” Fue grabada en 781
y declara que la llegada del testimonio cristiano a la capital del Imperio Chino bajo la dinastía T’ang
(Ch’ang-an) se produjo en el año 635, cuando monjes siríacos de la Iglesia de Oriente, arribaron bajo
el liderazgo de Alopen (o Alouben). La dinastía T’ang fue una de las más destacadas en la larga
historia de la civilización y cultura china. La ciudad de Ch’ang-an contaba con alrededor de dos
millones de habitantes, lo que la hacía la más grande del mundo en aquel tiempo. El confusionismo
era la ideología predominante del Estado, pero se estudiaban también otras religiones e ideas como
el taoismo, el budismo, el zoroastrismo y el maniqueísmo. Entre estas nuevas ideas estaba la
representada por monjes provenientes del extremo occidental de Asia (Siria), y que en chino se
conocía como Jing Jiao (Religión Ilustre o Religión de la Luz o Luminosa).

Estela de Ch’ang-an: “La doctrina sagrada que ha traído luz al mundo vino aquí durante el
reinado del Emperador Taizong. Las enseñanzas gloriosas fueron traídas por Alouben, un
hombre de alta virtud del Imperio de Da Qin (Siria). Él vino sobre nubes azules trayendo las
escrituras verdaderas, y después de un viaje largo y arduo, arribó en Ch’ang-an durante el
noveno año de Zhenguan. El emperador envió a su ministro Fang Xuanling para saludarlo
en el suburbio occidental. El visitante fue bienvenido en el palacio donde se le pidió que
tradujera sus escrituras. Cuando el emperador oyó las enseñanzas, se dio cuenta
profundamente de que ellas hablaban la verdad. Por lo tanto, pidió que estas enseñanzas
fuesen enseñadas, y en el mes séptimo en el otoño del vigésimo año de Shenguan, proclamó
un decreto:

‘El Camino no tiene un nombre común y lo sagrado no tiene una forma común.
Proclamen las enseñanzas por todas partes para la salvación del pueblo. Alouben, el hombre
de gran virtud del Imperio de Da Qin, vino desde una tierra lejana y arribó a la capital para
presentar las enseñanzas e imágenes de su religión. Este mensaje es misterioso y
maravilloso más allá de nuestra comprensión. Las enseñanzas nos hablan acerca del origen
de las cosas y de cómo ellas fueron creadas y nutridas. El mensaje es lúcido y claro; las
enseñanzas beneficiarán a todos; y ellas deben ser practicadas por toda la tierra’.”

Los primeros misioneros en ir a China vinieron de Persia (Da Qin o Siria en la Estela), que para
aquel entonces estaba bajo el gobierno musulmán. El grupo misionero había sido enviado por la
Iglesia de Oriente, y estaba constituido por veintiún monjes de habla siríaca, bajo la dirección de
uno llamado Alopen. Un edicto imperial del año 638 les concedió tolerancia religiosa y el emperador
mismo les dio un monasterio en la ciudad capital. El sucesor del emperador ordenó la construcción
de monasterios en muchas provincias y le dio a Alopen el título de “Señor Protector de las Grandes
Enseñanzas.” La Estela señala: “La enseñanza se esparció a las diez direcciones y el país prosperó.
Se construyeron monasterios en cientos de ciudades y muchas personas recibieron bendiciones de
la Iglesia de la Religión de la Luz.”

Sin embargo, en 698, al cambiar la dinastía gobernante, los cristianos tuvieron que hacer frente
a la oposición, que por momentos fue muy violenta. Maestros budistas esparcieron rumores en
contra de los creyentes. Para el 712, la oposición comenzó en la capital misma y aparentemente
resultó en la destrucción de recintos y objetos sagrados. A mediados del siglo VIII se restauró el
favor imperial. Se construyó una iglesia en un ducado “donde la doctrina podía ser enseñada a más
personas de maneras simples y directas,” y “en poco tiempo, muchas personas fueron convertidas.”
El siguiente emperador no sólo permitió la predicación cristiana, sino que hizo regalos a un
monasterio y se les pidió a los monjes que dirigieran la adoración en el palacio imperial. Un nuevo
edicto de tolerancia permitió ciertos progresos en el trabajo misionero en varias provincias.
La teología en China. La primera parte de la Estela de Ch’ang-an es un resumen de la doctrina
cristiana sostenida por los primeros misioneros en llegar a China. La declaración de fe comienza
confesando a Dios Altísimo como el Creador, uno y eterno. En cuanto a los seres humanos,
“originalmente ellos no tenían deseo alguno, pero bajo la influencia de Satanás, abandonaron su
bondad pura y simple por el brillo y el oro.” Como consecuencia de esta situación es que apareció
Ye Su (Jesús), “Aquel que emana en tres cuerpos ocultos, escondió su verdadero poder, se hizo un
ser humano, y vino de parte del Señor del Cielo a predicar las buenas enseñanzas. Una virgen dio a
luz a lo sagrado en una morada en el Imperio Da Qin.” La Estela continúa expresando una cristología
bastante similar a la de Nestorio:

Estela de Ch’ang-an: “El mensaje fue dado a los persas quienes vieron y siguieron la luz
brillante para ofrecerle regalos. Los veinticuatro santos [los libros del Antiguo Testamento
según el canon hebreo], nos han dado las enseñanzas, y el cielo ha decretado que sea
proclamada la nueva religión de la ‘Pureza de los Tres-en-Uno de los que no se puede
hablar.’ Estas enseñanzas pueden restaurar la bondad a los creyentes sinceros, liberar a
aquellos que viven dentro de los límites de los ocho territorios [quizás las Bienaventuranzas,
Mt. 3:3–10], refinar el polvo y transformarlo en verdad, revelar el portal de las tres
constantes [probablemente fe, esperanza y amor, 1 Co. 13:13], conducirnos a la vida y
destruir la muerte. Las enseñanzas de la Religión de la Luz son como el sol resplandeciente:
tienen el poder de disolver el reino de las tinieblas y destruir para siempre el mal.

“Él puso a flote la barca de la salvación y la compasión de modo que podamos usarla
para ascender al palacio de la luz y unirnos con el Espíritu. Él llevó a cabo la obra de
liberación, y cuando la tarea fue completada, ascendió a la inmortalidad en un gran
resplandor de luz. Él dejó veintisiete libros de escrituras [Nuevo Testamento] para inspirar
nuestro espíritu; reveló las obras del Origen; y nos dio el método de la purificación por el
agua [bautismo].”

Es posible conocer algo más de la teología cristiana china primitiva a partir de documentos
encontrados en las cuevas de Tunhuang y Turfan. Estos documentos son muy parecidos a las sutras
budistas en su estilo. Uno de ellos, la Sutra de Jesucristo, ha sido fechado alrededor del 638 y puede
estar relacionado con la misión original de Alopen. Otras tres sutras, agrupadas bajo el título común
de Discursos sobre monoteísmo, parecen haber sido compuestas alrededor de 641.

Es interesante notar el vocabulario de estos manuscritos. En la Sutra de Jesucristo se usa el


nombre “Buda” para la divinidad, mientras que las otras tres usan el término chino I-shen (“Un
Dios”). Cristo es también llamado Shih-tsun (“Señor del Universo”) y el Espíritu Santo Liang-feng
(“Brisa o Viento Fresco”). Este lenguaje facilitaba la comunicación del evangelio en un contexto
típicamente budista y taoista. La Primera sutra litúrgica, compuesta cerca de 720, ilustra la
adaptación de la liturgia cristiana al contexto local con su oración a “Aquel con el rostro como jade.”

Sutra de Jesucristo: “De modo que Dios hizo que la Brisa Fresca viniese sobre una mujer
joven escogida llamada Mo Yan [María], que no tenía esposo, y ella quedó embarazada.
Todo el mundo vio esto, y entendió lo que Dios había obrado. El poder de Dios es tal que
puede crear un espíritu corpóreo y conducir al sendero claro y puro de la compasión. Mo
Yan dio a luz a un niño y lo llamó Ye Su, quien es el Mesías y cuyo padre es la Brisa Fresca.…
Dios mira con compasión hacia abajo desde el Cielo, y controla todas las cosas en el Cielo y
la Tierra. Cuando Ye Su el Mesías nació, todo el mundo vio un misterio brillante en los Cielos.
Todas las personas vieron desde sus casas una estrella tan grande como una rueda de carro.
Esta luz misteriosa brilló sobre el lugar donde Dios iba a ser encontrado, porque en este
momento el Único nació en la ciudad de Wen-li-shih-ken [Jerusalén] en el huerto de But
Lam [Belén]. Después que hubieron pasado cinco años el Mesías comenzó a hablar. Él hizo
muchas cosas milagrosas y buenas mientras enseñaba la Ley.… El Mesías ofreció su cuerpo
a los malvados por amor a todos los seres vivientes. A través de esto todo el mundo sabe
que toda vida es tan precaria como la llama de una vela. En su compasión él entregó su vida.

“Los malos trajeron al Mesías a un lugar apartado, y después de lavar su cabello lo


llevaron al lugar de ejecución llamado Chi-Chu [Gólgota]. Ellos lo colgaron alto sobre un
cadalso de madera, con dos criminales, uno a cada lado de él. Él colgó de allí por cinco
horas.… Temprano esa mañana hubo una luz solar brillante, pero a medida que el sol se
movió al Oeste, tinieblas vinieron sobre el mundo, la tierra se sacudió, las montañas
temblaron, las tumbas se abrieron y los muertos caminaron. Aquellos que vieron esto
creyeron que él era quien él decía que era. ¿Cómo puede alguien no creer? Aquellos que
toman a pecho estas palabras son verdaderos discípulos del Mesías.”

De las otras tres sutras mencionadas, la primera ofrece una discusión metafísica sobre la
naturaleza invisible de Dios, y la naturaleza visible e invisible del ser humano. La segunda trata con
la creación y la naturaleza humana (cuerpo, alma y espíritu). La tercera titulada El discurso del Señor
del Universo sobre la limosna, provee una ilustración del énfasis cristiano sirio sobre la importancia
del papel de las mujeres en el evento de la salvación.

A la luz de estos documentos, parece evidente que las autoridades chinas consideraban al
cristianismo como una secta similar al budismo. Esta identificación facilitó el ingreso del testimonio
cristiano en China bajo la dinastía T’ang.

Los resultados en China. Las crisis políticas internas y externas no fueron favorables para un gran
avance de la fe cristiana en China. La estela de Ch’ang-an describe la situación hasta el año 781,
cuando fue esculpida y termina con una nota de confianza. Dice la Estela: “Esta doctrina es grande
y sus obras son poderosas y misteriosas. Si soy forzado a describirla, las llamaría la obra del Señor
Tres-en-Uno. Todo lo que este humilde siervo ha hecho es registrar en el monumento lo que ha
sucedido y glorificar al Señor Primordial.” La historia posterior debe ser reconstruida a partir de
otros documentos.

A mediados del siglo VIII, la expansión árabe hacia el Este (especialmente Tibet) creó conflictos
con el Imperio Chino. En estos años, uno de los líderes chinos más destacados fue el duque Kuo Tzu-
i, quien defendió los territorios chinos de los avances árabes. El monumento de Xian dice que uno
de los comandantes nombrados por el emperador para acompañar al duque era un sacerdote
cristiano llamado I-ssu, a quien la Estela lo menciona como su donante. Para entonces, parece que
en algunas iglesias la adoración se hacía en chino y no en siríaco. Es probable que la creciente
identificación del cristianismo con el budismo haya sido la causa de su rápida declinación hacia
mediados del siglo IX. Los registros chinos mencionan a los cristianos hasta aproximadamente el año
900, cuando desaparece todo rastro de cristianismo en China. Las razones para este cataclismo
fueron dos.

Primero, persecución. En el año 845 un emperador pro-taoísta decidió suprimir las religiones
que no eran de origen chino, incluso el budismo. El edicto decía: “¿Cómo pueden las religiones
triviales de Occidente compararse con las nuestras?” El edicto menciona a monjes cristianos y
zoroastristas (se los menciona juntos, porque ambas religiones provenían de Persia) en número de
3.000 que, al igual que los budistas, debían “retornar al mundo para no confundir las costumbres
de China.” La política persecutoria duró sólo veinte meses. El budismo logró recuperarse, pero la
pequeña Iglesia cristiana se debilitó casi definitivamente.

Segundo, desorden. Las continuas guerras civiles durante el siglo IX crearon un clima de
inestabilidad e inseguridad. En el año 878 la rebelión arruinó todo el sur de la China y su comercio
marítimo. Los mercaderes extranjeros regresaron en multitud a Occidente, y la falta de un gobierno
estable puso fin a las comunicaciones pacíficas en Asia Central, y con todo esto, la tarea misionera
murió.

El último testimonio que oímos de este período viene de un cronista árabe que informa haber
conversado con un monje cristiano en Bagdad en 987. Siete años antes, el monje había formado
parte de una misión enviada por el patriarca para poner en orden las cuestiones de las iglesias en
China. Pero no pudieron encontrar a un solo cristiano en todo el territorio. A pesar de este informe
negativo, veremos más adelante que el cristianismo en el Lejano Oriente logró sobrevivir entre
algunas tribus del Asia Central, desde donde volvería a expandirse nuevamente hacia el Este.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Mirando hacia atrás a los primeros tres siglos del
movimiento cristiano en China, encontramos a una comunidad que jamás sumó más que
una docena de monasterios establecidos y varios miles de creyentes cristianos. El número
de cristianos empalidece a la luz de la fuerza de las escuelas budista y taoísta de ese
tiempo.… En ninguna otra parte en el mundo en los siglos séptimo y octavo puede uno
encontrar a cristianos comprometidos en un estudio y diálogo activo con budistas, taoístas,
zoroastristas, maniqueos e incluso vecinos confucionistas.… Hubo una buena cantidad de
mezcla de ideas entre estas varias tradiciones en China. Quizás … ésta fue en parte la causa
de la decadencia de estas primeras comunidades cristianas al final. El eclipse parcial de una
identidad cristiana distintiva dejó a los cristianos chinos con pocas razones para mantener
su propia existencia separada en medio de las escuelas de la dinastía T’ang en China.

“Un argumento histórico más probable es que a pesar de la notable obra de traducción
e incluso de composición de nuevas obras teológicas en chino, la mayor parte de la iglesia
cristiana en China desde los siglos séptimo al décimo permaneció como una comunidad de
extranjeros residentes. Si bien por algún tiempo en el siglo octavo Ch’ang-an fue constituida
como ciudad metropolitana por el patriarca en Bagdad, las iglesias en su mayoría
permanecieron dependientes del clero foráneo de la región de Balkh para su liderazgo. La
comunicación fue difícil a lo largo de la Ruta de la Seda después del surgimiento de los
árabes o por mar desde la India.”

LA RECUPERACIÓN EN OCCIDENTE

_ La Iglesia en Europa

Establecidos los reinos germánicos, y concretada la atomización política de Europa occidental,


la Iglesia quedaba como la única expresión de cierto orden institucional. La Iglesia se erigió como
celosa guardiana de la organización y cultura romanas. Poco a poco los monarcas germánicos se
fueron convirtiendo a la fe cristiana y con ellos sus pueblos. La Iglesia fue creciendo en su influencia
y prestigio. A fin de consolidar su unidad y la del mundo cristiano que lideraba, la Iglesia organizó y
estableció sus jerarquías siguiendo el modelo de la administración civil del desaparecido Imperio
Romano. De este modo, Europa quedó dividida en provincias eclesiásticas o arquidiócesis colocadas
bajo la autoridad de arzobispos. A su vez, cada arquidiócesis estaba constituida por un número de
diócesis bajo la autoridad de obispos. Las diócesis estaban compuestas por varias parroquias
urbanas y rurales a cargo de los presbíteros o curas párrocos.

Este conjunto de religiosos constituía el clero secular, porque vivía en contacto con el seculum
(mundo o sociedad). A partir del siglo V aparece otro tipo de clero cuyos miembros (monjes y
monjas) vivían en monasterios, alejados del mundo y sujetos a una disciplina determinada,
expresada en una regla monástica. Por ello mismo, estos religiosos pertenecían al clero regular. A
través de su clero, secular y regular, la Iglesia controlaba la totalidad de la vida cotidiana, desde el
nacimiento hasta la muerte. También ejercía un creciente poder en el campo político, al coronar y
deponer a reyes y emperadores. Pero sobre todo, moderó las costumbres de los germanos y ayudó
a la difusión de la cultura romana.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “El factor singular más importante que ligaba a los pueblos
de estas regiones [España, Galia, Italia y Gran Bretaña] alrededor del año 600 era la religión
católica: sus obispos proveían de una red administrativa de naturaleza moral y espiritual.
Las iglesias eran dueñas de tierras, promovían la educación y apoyaban los encuentros
regionales de sus líderes. Dentro de esta red en el Oeste, el obispo más poderoso era el que
ocupaba la sede histórica de Pedro en Roma, el Papa.”

Durante la temprana Edad Media el poder del papado se incrementó. El Papa de Roma jugó un
papel primordial en mantener viva y desarrollar la idea de un Imperio en Occidente. Ya desde los
días del papa Dámaso I (375), el Papa pretendía tener una autoridad suprema en materia de
enseñanza de toda verdad en la cristiandad. Dámaso basaba su pretensión en la doctrina petrina,
según la cual Jesús había establecido a Pedro como la “roca” sobre la cual la Iglesia debía ser
construida. Esta ideología del papel conductor del Papa como líder de la cristiandad occidental, fue
reforzada y ampliada por el papa Gregorio I (590–640). Él fue el primer miembro de una orden
monástica en llegar al papado. Los logros de Gregorio (conocido como el Grande) le valieron un
lugar de honor entre los grandes Padres de la Iglesia (junto con Jerónimo, Ambrosio y Agustín).
Gregorio desarrolló ideas como la de la penitencia y conceptos como el del purgatorio. Centralizó la
administración de la Iglesia y fue el primer Papa en gobernar como cabeza secular de Roma así como
de los territorios alrededor de la ciudad. Se destacó como gran estadista, especialmente en el
manejo de los lombardos que amenazaban con invadir sus posesiones. Gregorio apoyó a la orden
benedictina y, en un tiempo cuando las comunicaciones entre las diferentes partes de Europa
estaban colapsando, los utilizó para crear las bases institucionales de la Iglesia Latina occidental.

Todos, romanos y bárbaros, necesitaban un emperador, pero no lo encontraron en el Imperio,


sino en la Iglesia, que sobrevivió al Imperio y que con el papa Gregorio I alcanzó su apogeo. Gregorio
trajo al trono papal la planificación de un estadista y la devoción de un monje. Su contribución más
notable fue la misión a Inglaterra, que se concretó con misioneros del monasterio benedictino
fundado por él, bajo la dirección de un monje llamado Agustín (no es Agustín de Hipona).

_ El monasticismo en Europa

Al comienzo del período de declinación, algo empezó a ocurrir. Al principio debió haber parecido
sólo de importancia local, pero finalmente llegó a salvar la situación del testimonio cristiano en todo
Occidente. Se trató del surgimiento del movimiento monástico, como expresión de profunda
espiritualidad y de gran devoción. A medida que se profundizaba el deterioro moral y espiritual en
Europa fue creciendo el celo monacal. Debido al ingreso masivo de paganos a la Iglesia, a la violencia
e inestabilidad generalizada, a la falta de educación y al caos imperante, muchas personas veían en
la vocación monástica una manera de huir del mundo y sus poco atractivas circunstancias. El
monasterio ofrecía una vida más segura, anticipable y con buenas oportunidades para el desarrollo
cultural.

El monasticismo se originó en el Cercano Oriente. Los primeros monjes estaban motivados por
un deseo de vivir vidas dedicadas a la contemplación y la adoración a Dios. En Italia, Benito de Nursia
(480–540) estableció los fundamentos del monasticismo occidental, cuando hizo una contribución
típicamente romana, no inventando algo nuevo, sino agregando disciplina y orden a lo que ya
estaba. En el año 500 se hizo ermitaño, y en el 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur de
Roma, destruyendo un templo de Apolo que había sobre una colina.

Benito había formulado una Regla, que establecía un modelo permanente para los monjes
occidentales. Hasta entonces, la vida de un monje estaba marcada por la pobreza y la castidad.
Benito enfatizó una tercera virtud: la obediencia. Benito le dio estabilidad a la vida monástica
mediante una buena organización. El monasterio estaba presidido por un abad asistido por un prior.
Si bien era estricta, la vida en un monasterio benedictino estaba bien balanceada en el uso del
tiempo: adoración y oración (en varios momentos del día); trabajo en el campo o en la cocina; y,
estudio. Algunos dichos famosos de Benito eran: “El ocio es el enemigo del alma,” y “Un claustro sin
libros es un fuerte sin armamento.” En menos de tres siglos los monasterios benedictinos se
esparcieron por todo el continente europeo, y la Regla de Benito llegó a unificar a todo el
monaquismo occidental.
_ Las misiones en Europa

Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos y arrinconaba a la cristiandad


latina en Europa occidental, en el norte del continente europeo el cristianismo resistía
encarnizadamente el avance musulmán y lograba introducirse en nuevos territorios a través de
movimientos misioneros sumamente dinámicos.

El cristianismo en España. El evento más importante en la Península Ibérica a comienzos de la


Edad Media fue la conversión del rey visigodo Recaredo del arrianismo al cristianismo católico (587).
Dos años más tarde, Recaredo convocó el famoso Tercer Concilio de Toledo, el primero de una serie
de dieciséis cónclaves de la Iglesia, que se llevaron a cabo bajo la supervisión real entre 589 y 702.
Estos concilios se transformaron en un verdadero poder legislativo, integrado por miembros del
clero y la nobleza. La recopilación de las distintas disposiciones legislativas dictadas por esas
asambleas constituyeron la base del derecho español, que más tarde (687) quedó plasmado en un
código llamado Fuero Juzgo. Este Concilio fue importante porque su propósito declarado era la
conversión pública de los germanos y el fortalecimiento de la fe católica en todo el territorio (esto
antes de la invasión musulmana). Entre otras cosas, el Tercer Concilio de Toledo decretó que el
Credo fuese recitado antes del Padrenuestro toda vez que se celebraba la eucaristía. En las actas de
este concilio aparece por primera vez la cláusula filioque, el agregado de la frase “y del Hijo” al Credo
de Nicea en cuanto a la procedencia del Espíritu Santo.

Tercer Concilio de Toledo (589): “Por lo tanto confesamos que existe el Padre, quien genera
de su misma sustancia un Hijo co-igual y co-eterno con él mismo, pero no de tal manera que
sea tanto hijo como padre; sino más bien, el Padre que genera es una persona, y el Hijo que
es generado es otra, aun cuando ambos subsisten en una divinidad de sustancia. Porque el
Padre de quien el Hijo existe, él mismo existe de ninguna otra cosa; y el Hijo tiene un Padre,
no obstante él subsiste en divinidad sin comienzo y sin disminución, de tal manera que es
co-igual y co-eterno con el Padre. Y de manera similar, confesamos y predicamos que el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y es uno en sustancia con el Padre y el Hijo;
realmente que el Espíritu Santo es una tercera persona en la Trinidad, aunque tiene en
común con el Padre y el Hijo la esencia de la divinidad.”

Los visigodos eran los más cultos de los pueblos bárbaros y al fusionarse con los
hispanorromanos dieron origen a un alto grado de civilización en el reino que crearon en España. El
clero fue el depositario de la cultura y los trabajos literarios se ocupaban de temas referentes a la
religión, la moral y la historia. La figura más destacada de este período fue el arzobispo Isidoro de
Sevilla, un hombre erudito que escribió sobre casi todas las materias que, en su época, comprendía
el saber humano, desde teología hasta las artes mecánicas. Entre sus muchas obras se destaca
Etimologías, una obra monumental dividida en veinte libros, en los que se ocupa de temas religiosos,
y de derecho, legislación, historia y ciencias naturales.

El reino visigótico subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a causa de la invasión
de los musulmanes. En 711, los musulmanes pusieron pie en tierra española y en el mes de junio
derrotaron al rey visigodo Rodrigo. Los enclaves cristianos quedaron arrinconados por la presencia
musulmana en algunos valles del Cantábrico y en la región montañosa de Asturias, a partir de 713.
De esta manera desapareció la monarquía visigoda y comenzó la lucha por la Reconquista, que se
prolongó por más de siete siglos como una verdadera cruzada cristiana. El iniciador de tal epopeya
cristiana fue el rey visigodo Pelayo, que logró vencer por primera vez a los invasores en la batalla de
Covadonga (718). Pero la expulsión de los musulmanes de la Península recién pudo ser completada
en 1492.

El cristianismo en las Islas Británicas. El desarrollo del testimonio cristiano en las Islas Británicas
tuvo dos movimientos fundamentales. Por un lado, está la misión celta, que representó una
corriente misionera proveniente del norte, básicamente del movimiento monástico desarrollado en
Irlanda. Uno de los misioneros celtas más famosos fue Columbano (543–615), contemporáneo de
Gregorio I. Nacido y educado en Bangor (Irlanda), condujo a un grupo de doce misioneros al
continente europeo (Galia) a fines del siglo VI. Allí estableció varios monasterios en el sur de Francia
y el norte de Italia, y compuso una regla monástica basada en las prácticas ascéticas celtas. Al igual
que muchos otros líderes espirituales de este período, Columbano es recordado por los milagros y
maravillas que llevó a cabo. Estas señales y prodigios sirvieron para llamar la atención de los paganos
y hacer que dejaran a sus dioses tradicionales por Cristo. En 603 escribió una carta a un sínodo de
obispos en Galia, en defensa de su adhesión a las costumbres de la Iglesia celta (especialmente en
cuanto a la Pascua) y en oposición con la práctica romana y gala.

Columbano: “Finalmente, padres, oren por nosotros así como nosotros lo hacemos por
ustedes, aunque estemos maltrechos, y rehúsense a considerarnos alejados de ustedes;
porque todos nosotros somos miembros unidos de un cuerpo, ya sean francos o bretones
o irlandeses o cualquiera que sea nuestra raza. Así que todas nuestras razas se regocijen en
la comprensión de la fe y la aprehensión del Hijo de Dios, y ocupémonos todos en lograr
una humanidad plena, a la medida de la estatura de la plenitud de Jesucristo, en quien
debemos amarnos unos a otros, alabarnos unos a otros, corregirnos unos a otros,
alentarnos unos a otros, orar unos por otros, para que con Él unos y otros podamos reinar
y triunfar.”

Otro gran protagonista de esta acción misionera celta fue Columba (521–597), a quien se lo
conoce como “apóstol de Escocia.” Columba era nieto del rey que gobernaba Irlanda cuando
Patricio, el misionero bretón que evangelizó ese país (432), fue capturado y hecho esclavo. Columba
llegó a ser abad y fundó varios monasterios en Irlanda, hasta el año 563, cuando “deseó ir en
peregrinación por amor a Cristo” dejando su tierra. Columba escogió a doce monjes que estaban
dispuestos a acompañarlo en su misión y fue a la isla de Iona, frente a la costa occidental de Escocia,
donde fundó un monasterio como base de operaciones. Columba no sólo fue apóstol de Escocia
sino también el fundador de la misión celta en Inglaterra, misión que desde el año 635 convirtió
buena parte del centro de las Islas Británicas (Northumbria). El año 597 es importante porque señala
el año de la muerte del celta Columba y el comienzo de la historia de la Iglesia en Inglaterra pues es
el año de la llegada del misionero romano Agustín (m. 604), que más tarde sería consagrado como
el primer Arzobispo de Canterbury.
Por otro lado, está la misión romana. El protagonista de este movimiento misionero jamás pisó
tierras británicas, pero fue uno de los estrategas misioneros más notables de toda la Edad Media:
Gregorio el Grande, a quien se lo conoce como el “apóstol de Inglaterra.” Gregorio I es uno de los
dos papas llamados “grandes.” Gregorio pertenecía a una familia noble de Roma (nació en 540).
Llegó a ser gobernador de la ciudad en una época muy difícil (572), de pobreza y peligros. Al morir
sus padres (574), heredó una gran fortuna, que entregó a los pobres, y transformó su casa en un
monasterio benedictino, haciéndose monje él mismo. En 578, el Papa lo envió a la corte del
emperador en Constantinopla como su representante, y luego lo colocó como su secretario
personal. En 590 fue nombrado Papa, sin que él buscara esa posición de honor. Durante el año que
pasó en Constantinopla se dio cuenta de que el emperador no podía hacer nada por Europa
occidental. Consciente de lo difícil de la tarea, asumió la responsabilidad de transformar a Roma en
la conductora y la salvadora de la cristiandad occidental.

Gregorio fue un gran misionólogo. Hizo planes a largo plazo, como que planeó la conversión de
toda Inglaterra cuando todavía el territorio no estaba unificado, de modo que hubo una Iglesia de
Inglaterra antes de que existiera Inglaterra. Alentó la adaptación a las costumbres nativas, ya que
instruyó a sus monjes que los templos paganos no debían ser abandonados si podían servir como
iglesias cristianas. También les indicó que había que aprovechar las fiestas paganas y hacerlas
cristianas. Agustín, con cuarenta monjes, después de un viaje largo y difícil, desembarcó con sus
compañeros en Kent (597), donde comenzaron sus contactos con los anglosajones. A los pocos
meses, Agustín informaba a Gregorio del bautismo de 10.000 anglosajones. Posteriormente, se
convirtió el rey y todo su reino; Agustín fue nombrado arzobispo (el primero de Canterbury) y se
creó una nueva provincia eclesiástica. Hubo varios obispados y la Iglesia estuvo relacionada con
Roma.

Como puede verse, en la evangelización de las Islas Británicas intervinieron dos tradiciones
cristianas diferentes: una celta y la otra romana. Esto dio lugar a la confusión, especialmente cuando
ambas corrientes se encontraron en Northumbria, en el centro de Inglaterra. El problema mayor
tenía que ver con la celebración de la Pascua, ya que unos la celebraban según el calendario celta y
otros según el latino. Pero en el fondo lo que se discutía era si la Iglesia de las Islas Británicas debía
ser independiente de Roma o no.

Para resolver este problema se convocó un sínodo, que tuvo lugar en Whitby, en el año 664. El
discurso decisivo lo tuvo Wilfrido, abad de un monasterio romano en Ripon (Inglaterra) y el primer
obispo anglosajón. Era un admirador de la Iglesia Romana, y en Whitby respaldó la posición de que
la Iglesia de Inglaterra dependiera de Roma. La victoria del partido romano fue un triste golpe para
la misión celta, que poco a poco regresó a Irlanda. Así, las Islas Británicas se pusieron en conexión
con el continente, aunque no sin heredar de la tradición celta del norte un profundo espíritu
misionero, que habría de manifestarse una y otra vez en su historia.

Un caso interesante de catolicidad lo ofrece quien fuera el séptimo arzobispo de Canterbury,


Teodoro de Tarso (602–690). Este monje vivía en Roma como refugiado por el avance musulmán en
el Este. El Papa lo consagró como arzobispo de Canterbury en 668, de modo que la cabeza de la
Iglesia en Inglaterra fue un monje proveniente nada menos que de Asia Menor y del Imperio
Bizantino. Teodoro fundó escuelas en las que se enseñó griego y latín, y trabajó diligentemente para
mejorar el liderazgo pastoral y la vida espiritual de su provincia eclesiástica. Nombró obispos, creó
diócesis nuevas, estableció un sistema parroquial, y celebró sínodos que acercaron todavía más a la
Iglesia de Inglaterra a Roma. Quizás la extraña combinación que se dio en Gran Bretaña de la
disciplina espiritual celta y su fuerte vocación misionera, con el pragmatismo romano y sus
conexiones con Roma, junto con la erudición teológica clásica representada por Teodoro, hicieron
que a lo largo del siglo VII surgiera una forma distintiva de cristianismo anglosajón. Más tarde, en
los siglos VIII y IX, se verían los frutos de esta amalgama de auténtica catolicidad en los territorios
en los que los misioneros anglosajones llevaron el testimonio cristiano.

El cristianismo en el norte de Europa. Inglaterra, de campo misionero se transformó en agencia


misionera, y apenas un siglo después de la llegada de Agustín de Canterbury se inició la expansión
del cristianismo hacia el continente europeo. Hubo dos personajes destacados en este proceso
misionero.

El primero de ellos fue Willibrordo (658–739) a quien se lo conoce también como el “apóstol de
los Países Bajos.” Wilfrido de Ripon, en uno de sus viajes a Roma, pasó algún tiempo en la costa de
los Países Bajos, donde quiso interesar a los jefes de las tribus bárbaras en la civilización cristiana.
Fue del monasterio de Wilfrido en Ripon de donde salió el primer gran misionero anglosajón:
Willibrordo. En el año 690 se embarcó junto con otros once monjes. Llegaron a Utrecht, donde
realizaron su obra y donde llegó a ser el primer obispo. Su trabajo misionero se realizó bajo la
protección de los francos, que estaban expandiéndose hacia el este. La historia lo recuerda como el
santo patrono de Holanda.

El otro protagonista importante de esta expansión cristiana anglosajona fue Winfrido o


Bonifacio (679–755), conocido como el “apóstol de Alemania.” Bonifacio nació en el año 679 y fue
educado en un monasterio cerca de Winchester, donde luego fue invitado para enseñar. Se hizo
monje y fue candidato a abad, pero se unió a Willibrordo en el año 718. De los Países Bajos continuó
su obra hacia Alemania. Fue consagrado obispo y más tarde arzobispo de Maguncia por el Papa,
quien en 739 le escribió para elogiarlo por “los cien mil germanos liberados de las ataduras
paganas.” El proceso de conversión no fue difícil, ya que contó con el respaldo de los ejércitos
francos, que abrieron Sajonia a la obra misionera. Además, Bonifacio apeló a los monjes y monjas
anglosajones a respaldar con oración y servicio su obra evangelizadora en Alemania. Cientos de
estos misioneros se unieron a su proyecto.

El incidente más dramático en su carrera misionera fue cuando derribó, ante la mirada
asombrada de una multitud, un roble dedicado a Thor, el dios del trueno, y luego con su madera
construyó una capilla. Su método fue establecer pequeños monasterios como bases misioneras. A
los setenta y cinco años se retiró de su ministerio como arzobispo y continuó involucrado en el
trabajo misionero. En el año 755, fue martirizado en Holanda, donde había dado sus primeros pasos
como misionero, cuando después de un viaje de predicación, reunió a sus convertidos para
ministrarles la confirmación, y hombres armados lo atacaron.
Destrucción del roble de Thor: “Muchas de las personas de Hesse fueron convertidas [por
Bonifacio] a la fe católica y confirmadas por la gracia del Espíritu: y recibieron la imposición
de manos. Pero había algunos, todavía no fuertes en su alma, que se rehusaban a aceptar
plenamente las enseñanzas de la verdadera fe. Algunos hombres sacrificaban en secreto, y
otros incluso abiertamente, a árboles y manantiales. Algunos practicaban en secreto la
adivinación, sortilegios y encantamientos, y otros en público. Pero otros, que eran de una
mente más sana ponían a un lado toda profanación pagana y no hacían ninguna de estas
cosas; y fue con el consejo y consentimiento de estos hombres que Bonifacio procuró
derribar un cierto árbol de gran tamaño, en Geismar, llamado en la lengua antigua de la
región, el roble de Jove [es decir, Thor]. El hombre de Dios fue rodeado por los siervos de
Dios. Cuando estaba listo para derribar el árbol, he aquí que una muchedumbre de paganos
que estaban allí lo maldijo agriamente entre ellos porque él era el enemigo de sus dioses. Y
cuando él había comenzado a cortar el tronco, una brisa enviada por Dios sacudió por arriba,
y de pronto la copa del árbol se quebró, y el roble con su enorme follaje cayó al suelo. Y se
rompió en cuatro partes, como por voluntad divina, de modo que el tronco quedó dividido
en cuatro grandes secciones sin ningún esfuerzo de los hermanos que estaban cerca.
Cuando los paganos que habían maldecido vieron esto, dejaron de maldecir y creyendo,
bendijeron a Dios. Entonces el más santo de los sacerdotes consultó con los hermanos y
construyó con la madera del árbol un oratorio y lo dedicó al santo apóstol Pedro.”

El cristianismo en el corazón de Europa. Las invasiones bárbaras terminaron aportando una gran
masa de nuevos aliados a la Iglesia de Roma en Galia, especialmente los francos, que fueron el reino
germánico más importante durante la temprana Edad Media. Desde la conversión de Clodoveo, los
francos favorecieron el desarrollo del cristianismo en sus territorios y fueron instrumentos de su
expansión a las nuevas tierras por ellos conquistadas. Fue gracias a la alianza entre los francos y el
papado, que el segundo pudo verse aliviado de los lombardos, que amenazaban invadir Roma y
ganar los territorios vecinos a esta ciudad, conocidos como los “estados papales.”

Muchas de estas concesiones se lograron gracias a documentos falsos, que sirvieron para
engañar a los monarcas francos y a sus sucesores durante mucho tiempo. Entre estos documentos
cabe mencionar a dos como los más influyentes. El primero, la Donación de Constantino, decía que,
cuando Constantino trasladó la capital del Imperio a Constantinopla (330), le había dado al obispo
de Roma el dominio de Occidente, además del territorio del norte de Italia, y había ordenado que
todo el clero cristiano debía responder al obispo romano. La falsificación fue hecha cerca del año
754, pero recién fue descubierta en el siglo XV por Lorenzo Valla (1407–1457). Para entonces, ya
había cumplido su propósito.

Donación de Constantino: “En nombre de la santa e indivisa Trinidad.… El emperador


Constantino … al más santo y bendito padre de los padres, Silvestre, obispo de la ciudad de
Roma y Papa; y a todos sus sucesores, los pontífices, que se sienten en la silla del bendito
Pedro hasta el fin del tiempo.… En razón de que nuestro poder imperial es terrenal, hemos
decretado que venere y honre a su más santa Iglesia Romana y que la sagrada sede del
bendito Pedro sea gloriosamente exaltada por sobre nuestro imperio y trono terrenal.
Atribuimos a él el poder y la dignidad gloriosa y la fuerza y honor del Imperio, y ordenamos
y decretamos que él también tenga gobierno sobre las cuatro sedes principales: Antioquía,
Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, y también sobre todas las iglesias de Dios en todo el
mundo. Y el pontífice que por el momento preside sobre esa muy santa Iglesia Romana será
el más alto y principal de todos los sacerdotes en todo el mundo y conforme a su decisión
se resolverán todas las cuestiones que se emprendan para el servicio de Dios o la
confirmación de la fe de los cristianos.… Concedemos al ya mencionado y muy bendito
Silvestre, Papa universal, tanto nuestro palacio, como adelanto, y del mismo modo todas las
provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia y de las regiones del Oeste; y,
donándolos a su poder e imperio y de los pontífices, sus sucesores, nosotros …
determinamos y decretamos que lo mismo sea puesto a su disposición, y legalmente lo
otorgamos como una posesión permanente a la santa Iglesia Romana.”

Otros documentos importantes fueron las Decretales seudo-isidorianas, llamadas así por haber
sido atribuidas a Isidoro de Sevilla. Como se vio, Isidoro fue un arzobispo de esa ciudad y doctor de
la Iglesia, un líder que gozó de gran influencia durante la Edad Media por haber reunido en el siglo
VII toda la legislación eclesiástica conocida hasta entonces. A esta colección, en el siglo IX, se
agregaron documentos falsos, que llevaban la firma de un tal Isidoro Mercator. Su propósito era
fortalecer la posición del obispo de Roma, reclamando para él una jurisdicción suprema. No
existiendo en aquella época un sentido crítico, las Decretales fueron inmediatamente aceptadas
como genuinas, y la falsedad no se descubrió hasta que la Reforma despertó los estudios históricos
y críticos.

Los francos fueron quienes dominaron el corazón de Europa desde el siglo VI hasta el X. El hijo
de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve (714–768), fue quien le puso fin al débil régimen de los
reyes merovingios y destronó al rey Childerico III, haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la
dinastía inaugurada con Clodoveo y comenzó la dinastía Carolingia (751), con el total apoyo de la
autoridad espiritual de la Iglesia. Pipino había enviado a Roma a dos obispos con el encargo de
consultar al papa Zacarías (papa de 741–752) respecto de los reyes merovingios que tenían el título,
pero no la autoridad. El Papa respondió que más valía llamar rey a quien poseía autoridad. Poco
después, Pipino fue consagrado solemnemente por el papa Esteban III (papa de 752–757), que se
trasladó a la abadía de Saint-Denis para ungirlo y proclamarlo “rey de los francos por la gracia de
Dios.”

_ El imperio cristiano en Europa

La derrota de los visigodos por los musulmanes en 711 y el rápido avance de éstos a lo largo de
la Península Ibérica hicieron temblar el corazón de Europa, la Galia. Hasta 750, España constituyó
un emirato bajo la dependencia del califa de Damasco y la antigua capital visigótica (Toledo) fue
reemplazada por Córdoba. En Francia, los reyes merovingios defendieron como pudieron sus
fronteras, hasta que en 732 los mulsulmanes fueron contenidos por Carlos Martel en Poitiers.

José Luis Romero: “La conquista de España por los musulmanes puso en contacto directo
dos civilizaciones. Esta circunstancia caracterizó todo el período subsiguiente, pues obligó
al mundo cristiano a adoptar una política dirigida por la idea del peligro inminente que lo
acechaba. La reordenación del Imperio occidental por los carolingios fue la consecuencia
más importante de esta nueva situación.”

Carlomagno (742–814). El más grande de los monarcas francos fue Carlos el Grande (del latín
magnis, “el grande”). Fue un gran guerrero, porque duplicó el territorio recibido de su padre (Pipino
el Breve). Fue también un gran organizador, porque supo manejar con mano firme el Estado y la
Iglesia. Y fue un gran promotor de la cultura, porque contribuyó significativamente a la educación,
si bien él mismo no sabía escribir y apenas podía leer en latín.

Como cristiano dejó mucho que desear, pero su política como gobernante ayudó a fortalecer y
extender la fe cristiana, si bien muchas veces usó la fuerza para ganar nuevos convertidos. En el año
773, los lombardos volvieron a amenazar los territorios papales, y el papa Adriano I (papa de 772 a
795) pidió auxilio al “Patricio de los romanos,” Carlomagno. Éste cruzó los Alpes con un gran ejército
y destruyó a los lombardos en forma definitiva. Así, Carlomagno se transformó en el protector de
Roma. En el norte de Alemania, Carlomagno extendió los territorios francos conquistando a los
sajones (780), que todavía no habían aceptado el cristianismo, a pesar de la obra misionera de
Bonifacio. Con el bautismo forzado de los sajones, vemos por primera vez el uso a gran escala de la
fuerza y violencia militar para obligar a un pueblo a convertirse al cristianismo. Por otro lado, la
conquista de Alemania fue un hecho importante, porque marcó el primer gran avance logrado por
la cultura latina y la fe cristiana al este del Rin. Así, pues, con Carlomagno se puede hablar por
primera vez de una entidad política y culturalmente singular llamada Europa.

José Luis Romero: “Así constituyó Carlomagno un vasto imperio, que reproducía con ligeras
variantes el antiguo Imperio Romano de Occidente—sin España, pero extendiéndose hacia
Germania—, en el que se reunían los antiguos reinos romanogermánicos. La fuerza
realizadora del nuevo imperio provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio
militar y político de Carlomagno, pero la inspiración provenía, sobre todo, del papado, que
se consideraba heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un orden
universal cristiano.”

El largo reinado de Carlomagno permitió el desarrollo de una cultura cristiana carolingia


(renacimiento carolingio), que contó con el respaldo entusiasta del emperador y de algunos
religiosos que lo respaldaron. Entre ellos cabe mencionar al anglosajón Alcuino (735–804), el franco
Eginardo (770–840) y el lombardo Pablo Diácono (730–796). El primero fue el líder del movimiento
intelectual de Carlomagno, pues actuó durante quince años como organizador y director de la
escuela palatina, destacándose por su erudición teológica. El segundo fue el consejero íntimo del
emperador y autor de varios relatos históricos imitando a los escritores de la antigüedad, entre ellos
una biografía de Carlomagno. El tercero fue un cronista que escribió una Historia de los lombardos
y sirvió como consejero del emperador. Todos estos eruditos escribieron en latín, considerado por
entonces como el idioma por excelencia para la expresión intelectual, y que ya servía como la lengua
sagrada de la Iglesia.
Fernando Picó: “Aconsejado por el monje anglosajón Alcuino, Carlomagno impulsó la
revisión cuidadosa de las copias circulantes de la Vulgata (la traducción latina de la Biblia
por Jerónimo) y la renovación de la caligrafía (con la introducción de la llamada minúscula
carolingia, precursora de la actual escritura del alfabeto latino). Alcuino dirigió una escuela
para clérigos en la residencia principal de Carlomagno en Aachen (Aix-la-Chapelle en francés
y Aquisgrán en español). También aconsejó al emperador a que patrocinara a distinguidos
escritores como Teodulfo de Orleáns. Bajo tales impulsos florecieron las escuelas de las
catedrales.”

El Papa y el emperador. A sus conquistas territoriales, Carlomagno agregó la conquista del título
de emperador romano, desaparecido en Occidente desde la época de las invasiones bárbaras (476).
El papado desempeñó un papel muy importante en la restauración de la dignidad imperial. La Iglesia
necesitaba de un Estado fuerte, que la protegiera de los reinos enemigos. El Papa era un señor
feudal más, que no tenía poder militar suficiente como para defenderse. Carlomagno gobernaba un
vasto reino, que incluía los territorios de la Iglesia, y tenía la fuerza necesaria como para traer paz y
seguridad a Roma. Ante esta situación se llegó a pensar que el plan de Dios era que el Papa tuviera
el poder espiritual y el emperador el poder terrenal. Papa y emperador se necesitaban mutuamente.

José Luis Romero: “Desde principios del siglo VII, el papado había acrecentado
considerablemente su autoridad, gracias a la enérgica y sabia política de Gregorio el Grande,
y poco a poco la Iglesia había ido adquiriendo una organización cada vez más autocrática y
jerárquica debido a la progresiva aceptación, por parte de los obispos, de la autoridad
pontificia. La conversión de diversos pueblos conquistadores a la ortodoxia había permitido
y facilitado esta evolución, de modo que, al promediar el siglo VIII, el papado poseía una
autoridad que le permitía gravitar sobre la vida internacional del Occidente con manifiesta
eficacia. Sólo le faltaba el ‘brazo secular,’ es decir, una fuerza suficientemente poderosa
para hacer respetar sus decisiones y ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo
franco aceptó esa misión por medio de los duques de Austrasia, que lograron en cambio el
beneplácito papal para su acceso al poder real, y desde entonces la unión entre ambos
poderes fue estrecha y fecunda.”

Carlomagno necesitaba del Papa, porque sólo él podía otorgarle el título de “emperador de los
romanos”. El papa León III necesitaba de la protección del rey franco, porque había sido expulsado
de Roma por una revuelta popular en 799 y no tenía medios políticos ni militares para retomar el
poder perdido. Así, el día de Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado como emperador por
el papa León III (papa de 795 a 816) en la Iglesia de San Pedro, en Roma. La restauración imperial no
significaba para Carlomagno mayor poder territorial o político. Pero tenía un extraordinario alcance
moral, pues le daba a Carlomagno, convertido en heredero de los césares romanos, el magnífico
prestigio de la dignidad imperial, que cuatrocientos años de invasiones y de luchas no habían
logrado disipar. Así se fortaleció una relación que habría de llevar a una parcial unificación de Europa
y al desarrollo de la autoridad papal.
El Sacro Imperio Romano-Germánico. El gran Imperio creado por Carlomagno se deshizo a la
muerte de su sucesor Ludovico Pío, cuyos hijos se repartieron el Imperio en el Tratado de Verdún
(843): Carlos el Calvo recibió Francia; Luis el Germánico, Alemania; y Lotario, la Lotaringia que
comprendía el valle del Rin, los Alpes y el norte de Italia. Al mismo tiempo le correspondía la dignidad
imperial que recibiría en lo sucesivo el nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Tratado
de Verdún quedaron echados los cimientos de Francia y Alemania y de los futuros estados de
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Fue la primera tentativa de equilibrio europeo basada en la
estructura social y económica de los estados. La rivalidad de los príncipes y la invasión de los
normandos, de los magiares y de los musulmanes, deshicieron la obra de Carlomagno.

El primer monarca alemán fue Otón I el Grande (936–973) de la casa de Sajonia, que impuso su
autoridad a la nobleza unificando todos los ducados germanos. Extendió su reino hacia el Este
derrotando a los húngaros y eslavos, y a imitación de Carlomagno creó marcas fronterizas de
contención. Fue coronado emperador por el Papa en Roma el año 962 fundándose así
definitivamente el Sacro Imperio Romano-Germánico. Sin embargo, pronto la intervención del
emperador en los asuntos eclesiásticos y el carácter feudal de muchos prelados alemanes, originó
grandes conflictos con el pontificado: las luchas político-religiosas conocidas como las guerras de las
investiduras.

Fue Otón I quien puso en vigor una estrecha política de colaboración con los obispos y abades.
En vez de delegar en condes las atribuciones principales del Estado, Otón I creó vastos principados
eclesiásticos, encomendados a los obispos y abades del reino. A la muerte de cada prelado el rey
intervenía para nombrar a su sucesor. Era frecuente que el seleccionado fuera uno de los capellanes
de la corte, vinculado a alguna familia aristocrática y miembro de algún cabildo catedralicio. De esta
manera el control de estos principados eclesiásticos nunca pasaba fuera de las manos de la corona,
pues los elegidos habían sido formados en la corte real. La autoridad real tenía un firme apoyo en
los prelados alemanes, pero en algunas ocasiones los obispos alemanes manifestaron su
independencia de criterio frente a la corona, especialmente en asuntos relacionados con la
integridad de sus diócesis. La situación de estrecha alianza entre el rey y los prelados alemanes duró
un siglo, pero como veremos más adelante tuvo inesperadas consecuencias.

En el 955, Otón I obtuvo una completa victoria sobre los magiares en el Lechfeld. Esta victoria
reafirmó el prestigio de la corona como preservadora del orden. A la vez Otón I fomentó la
conversión de los daneses, los eslavos y los magiares al cristianismo y trató de utilizar los adelantos
en la evangelización para extender la influencia del reino.

El Papa como cabeza de la cristiandad occidental. Los cristianos occidentales de la Edad Media
estaban convencidos de que el obispo de Roma tenía un lugar central en el reino de Cristo. Pensaban
de él como “vicario” o representante de Pedro. En muchos sentidos, el obispo de Roma era único y
la leyenda ayudó a esto (por ejemplo, la Donación de Constantino y las Decretales seudo-
isidorianas). El Papa había actuado en forma independiente durante mucho tiempo como único
gobernante de Roma y de sus territorios vecinos. En Europa se presentaba como el único poder
“romano” unificador y como el representante de la única autoridad central: “La Santa Iglesia
Romana.”

Sobre estas premisas básicas se movió el papa Nicolás I (papa de 858 a 867), que de cabeza de
la Iglesia transformó al papado en cabeza de la cristiandad, es decir, en gobernador de todos los
territorios donde la Iglesia tenía poder e influencia. Su lema era: “Aquello que el Papa ha decidido
debe ser observado por todos.” Era un hombre de valor y atrevimiento, que tuvo la fortuna de no
enfrentar a un poder secular demasiado fuerte. Esto le permitió excomulgar al patriarca de
Constantinopla durante un breve cisma, obligar al emperador del Sacro Imperio a tomar
nuevamente a su esposa, de la que se había divorciado, y a humillar a los arzobispos renuentes que
no querían obedecerlo.

_ El avance hacia el centro y el este de Europa

La mayoría de los pueblos que habitaban la región en este período eran eslavos. A lo largo de
estos años, los eslavos ubicados más hacia Occidente adoptaron un cristianismo de tipo
católicorromano y quedaron bajo la tutela de Roma. Los territorios que hoy comprenden la
República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría, Eslovenia y Croacia eran parte del Sacro Imperio
Romano-Germánico, bajo Carlomagno. A la muerte de este monarca, el Imperio se dividió en tres,
y la parte oriental del mismo (las provincias eslavas) quedó en manos de un nieto de Carlomagno,
Luis el Germano. Los pueblos eslavos ubicados hacia el Este siguieron un cristianismo de tipo griego
(bizantino), que tenía su centro de influencia en Constantinopla. A los pueblos eslavos que
aceptaron el cristianismo católicorromano hay que agregar a los ávaros y magiares, y más tarde a
algunos pueblos de la cuenca sur y este del Báltico.

De este modo, a partir del siglo IX se dio un período de intensa rivalidad misionera. La presencia
de dos versiones del cristianismo, especialmente en Europa central, cada una tratando de convertir
a reyes y naciones, y de ampliar su esfera de influencia, explica el éxito que tuvieron en ganar a las
sociedades paganas para el cristianismo. En todos estos casos, el proceso de entrada a la Iglesia era
generalmente por grupos o en masa. A la conversión del rey seguía la conversión y bautismo de
todo su pueblo. Los misioneros fueron monjes y el resultado fue el establecimiento de la ideología
de cristiandad.

Paul Johnson: “Parece que los primeros conversos francos estuvieron guiados por
consideraciones de carácter militar, más o menos como el propio Constantino: un ejército
cristiano tenía más probabilidades de ganar una batalla. Otro factor fue la incapacidad de
las sociedades paganas germánicas para producir una explicación satisfactoria de lo que
sucedía después de la muerte, en contraste con la certidumbre de salvación ofrecida por el
cristianismo.”

El cristianismo en Europa central. Desde Alemania, el cristianismo se expandió hacia el Este


avanzando sobre Europa central. Los ávaros se convirtieron alrededor del año 800. Estaban
establecidos en Europa central desde el siglo VII y habían asolado los territorios balcánicos del
Imperio Bizantino. En 795, bajo presión de los francos, uno de los jefes ávaros se sometió al gobierno
carolingio y al año siguiente todo el pueblo se hizo cristiano y quedó bajo el dominio del cristianismo
romano. En las décadas subsiguientes importantes grupos de eslavos, incluyendo a croatas, serbios,
eslovenos y checos, aceptaron la fe cristiana. A lo largo del siglo IX el poder germano continuó siendo
un factor político importante en Europa central. Y esto hizo que el cristianismo latino se expandiese
a todos los pueblos dominados y conquistados. En 871 se convirtió y fue bautizado el rey de
Bohemia, bajo la predicación de Metodio. Hacia el año 1000, el cristianismo estaba penetrando en
Polonia y también en Hungría. En Hungría se convirtió su rey, Esteban (997–1038), que luego sería
canonizado como San Esteban. Todos estos reinos quedaron bajo la jurisdicción de Roma, puesto
que eran territorios eslavos del Sacro Imperio Romano-Germánico.

MAPA 7 - EL CRISTIANISMO EN EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL

El cristianismo en Europa oriental. Desde Constantinopla, el cristianismo se expandió hacia el


oeste avanzando sobre Europa oriental. Mientras que en Occidente se fortificaba la cristiandad
latina, recuperándose del desorden provocado por las invasiones bárbaras, y ahora aliviada de la
amenaza musulmana en España (después de la batalla de Tours), en Europa oriental la Iglesia
Ortodoxa Oriental (griega) obtenía considerables triunfos misioneros. A pesar de que la Iglesia
Griega había sufrido por las controversias teológicas y el avance del Islam, su vitalidad durante los
siglos VIII y IX se ve en su expansión misionera. Después de la controversia iconoclasta, el Imperio
Bizantino y la Iglesia Griega experimentaron un avivamiento, y el patriarca Focio (810–885)
contribuyó grandemente a la expansión misionera.

Constantino y Metodio. Los protagonistas más importantes en la evangelización bizantina de los


pueblos eslavos fueron Constantino (827–869) y Metodio (815–885), considerados como los
apóstoles a los eslavos. Hacia el año 862, estos dos misioneros fueron enviados desde
Constantinopla para trabajar entre los eslavos de Moravia, a pedido de su rey Ratislavo. Constantino
(conocido en Occidente como Cirilo el Filósofo) había sido secretario del patriarca de Constantinopla
y era un destacado filósofo y lingüista. Metodio era su hermano mayor y también un hombre
notable. La obra mayor de estos extraordinarios misioneros fue la traducción de la Biblia al idioma
eslavo. Para esto, tuvieron que inventar un alfabeto, ya que el eslavo no tenía escritura. Tradujeron
también otros libros cristianos y la liturgia. Para componer el alfabeto eslavo usaron letras griegas,
inventando así la escritura de pueblos tan importantes como los eslavos rusos. Los eslavos de
Moravia tuvieron que decidirse entre seguir a la Iglesia Latina (o Romana) o la Iglesia Griega, ya que
estaban en el medio de estas dos influencias. Finalmente, se decidieron por Roma y Metodio fue
consagrado por el Papa como su obispo.

John Foster: “Es auspicioso encontrar que en este período, cuando estaba aumentando la
división, misioneros de la Iglesia Griega estaban siendo aceptados por la Iglesia Latina, y
estaban siendo alentados en la creación de una sección eslava en su seno. Es también
agradable registrar que en 881 Metodio visitó Constantinopla, donde fue honrado por el
Emperador y el Patriarca. Ambos mostraron un vivo interés en la Biblia eslava, que Metodio
había completado, y en la liturgia eslava. Metodio murió en 885, y apropiadamente, su
servicio funeral fue en tres idiomas, latín, griego y eslavo. Él pertenecía a los tres.”

Europa del Este. Dos fueron los principales territorios de expansión cristiana en esta dirección:
Bulgaria y Rusia. A mediados del siglo IX, Bulgaria estaba emergiendo como Estado entre dos
imperios: el Imperio Carolingio al Oeste y el Imperio Bizantino al Este. Al principio, pareció que su
rey, Boris (gobernó de 852 a 888) iba a aceptar el cristianismo de parte de los francos. Pero en 865
se convirtió al cristianismo ortodoxo y fue bautizado por los griegos. El clero bizantino fue
bienvenido en Bulgaria y penetró profundamente en la región. Boris le escribió al patriarca de
Constantinopla, Focio, para solicitarle ayuda a fin de establecer una Iglesia autónoma con su propio
patriarcado. La respuesta de Focio fue insatisfactoria. En 866, Boris le escribió al papa Nicolás I
pidiéndole que respondiese a un buen número de preguntas. Nicolás I despachó a dos obispos y
respondió a todas las preguntas, pero rechazó la petición de Boris de convertir en patriarcado a
Bulgaria. Las preguntas de Boris no eran teológicas, sino éticas. Sus interrogantes reflejan las
tensiones provocadas entre los búlgaros por el ritualismo ortodoxo. Estas preguntas muestran
también cuán influyente era el cristianismo sobre la vida cotidiana durante la Edad Media.

La lucha entre la Iglesia Romana y la Iglesia Griega por el control de Bulgaria profundizó las
diferencias entre Roma y Constantinopla. Finalmente, los búlgaros optaron por el cristianismo
ortodoxo de Constantinopla en razón de su proximidad geográfica, su riqueza y prestigio, y su mejor
contextualización a la cultura eslava. Los griegos se mostraron más flexibles que los latinos
especialmente en el uso de la lengua vernácula en el culto y los escritos sagrados. Fue en Bulgaria
donde la religión cristiana alcanzó su expresión eslava más plena. La Iglesia de Constantinopla ganó
a casi todas las naciones eslavas respetando su cultura.

Rusia era la más grande de las naciones eslavas y estaba poblada por los eslavos del Este: los
ros. Hacia el año 950 había algunos cristianos en Kiev. En 957 la reina Olga, quien había sucedido a
su marido en el trono, viajó a Constantinopla para ser bautizada, pero su influencia cristiana se vio
frustrada por su hijo, que era pagano. Pero su nieto Vladimiro I (m. 1015), después de dudar entre
el paganismo y el cristianismo, terminó por aceptar la fe cristiana en el año 987, cuando se casó con
Ana, la hermana del emperador bizantino. Al año siguiente fue bautizado y pidió sacerdotes a la
Iglesia de Constantinopla para establecer el cristianismo en sus dominios. Muy pronto llegaron
monjes que desarrollaron un fuerte movimiento monástico, que se esparció por toda Rusia. Es
evidente que Vladimiro estaba más impresionado con la civilización y el prestigio de Bizancio, que
con el significado de la fe cristiana. Era un príncipe tiránico y lascivo, y continuó así después de su
supuesta “conversión.” De igual modo, el bautismo de miles de sus súbditos en el río Dniéper careció
de convicción y se trató sólo de conversiones nominales y masivas, en obediencia a sus órdenes.
Este dudoso comienzo, no obstante, aseguró el futuro del cristianismo en Rusia. Toda Rusia se hizo
cristiana y Vladimiro es recordado todavía hoy como su santo más importante.

Vladimiro de Kiev: “He aquí, los búlgaros vinieron ante mí urgiéndome a aceptar su religión
[islamismo]. Luego vinieron los germanos y alabaron su propia fe [cristianismo romano]; y
después de ellos vinieron los judíos. Finalmente aparecieron los griegos [cristianismo
bizantino], criticando a todas las otras creencias pero recomendando la propia, y hablaron
largamente, contando la historia de todo el mundo desde su comienzo. Sus palabras fueron
habilidosas, y fue maravilloso escucharlos y placentero oírlos. Ellos predicaron la existencia
de otro mundo. ‘Quienquiera que adopte nuestra religión y luego muere resucitará y vivirá
por siempre. Pero quienquiera que abrace otra fe, será consumido con fuego en el mundo
venidero’. ¿Cuál es la opinión de ustedes [los consejeros reales] sobre este tema, y qué
responden?… [El informe de los enviados reales decía]: ‘Cuando viajamos entre los búlgaros,
observamos cómo adoran en su templo, llamado mezquita, mientras están relajados. El
búlgaro se inclina, se sienta, mira de acá para allá como un poseído, y no hay felicidad entre
ellos, sino sólo tristeza y un hedor espantoso. Su religión no es buena. Luego fuimos entre
los germanos, y los vimos llevando a cabo muchas ceremonias en sus templos; pero no
observamos ninguna gloria allí. Luego fuimos a Grecia y los griegos nos llevaron a los
edificios donde ellos adoran a su Dios, y no sabíamos si estábamos en el cielo o sobre la
tierra.… Lo único que sabemos es que Dios mora allí entre los seres humanos, y su culto es
mejor que las ceremonias de otras naciones’.”

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 500–950

_ Elementos

El punto de mayor avance en la expansión del poder franco en el año 800, en ocasión del
coronamiento de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, es un buen
momento para hacer un balance histórico de las ganancias y pérdidas del cristianismo en todo el
período. De todos modos, hay tres elementos que permiten calificar a todo el período del 500–950
como un tiempo de retroceso para el testimonio cristiano.

Un primer elemento a tomar en cuenta son las invasiones bárbaras, que pusieron fin al Imperio
Romano cristiano. Las pérdidas iniciales del período, en ocasión de la entrada de los bárbaros
germanos al ámbito geográfico del Imperio Romano, dieron lugar al establecimiento de reinos
germánicos, muchos de ellos con un trasfondo arriano, pero los más aguerridos todavía estaban
sumidos en el paganismo. Poco a poco estos reinos se fueron convirtiendo al cristianismo romano,
pero mientras tanto, el desarrollo y expansión del testimonio cristiano estuvo en peligro.

Un segundo elemento, que provocó mayores pérdidas de territorios cristianos se dio con el
avance del Islam desde el siglo VII en adelante. Partiendo de Arabia, los musulmanes alcanzaron la
costa de Siria e intentaron penetrar en Asia Menor, y, luego, cruzando por el norte de África llegaron
a Gibraltar, para entrar en la Península Ibérica y pasar a Francia, donde fueron detenidos (732). El
avance musulmán llegó a poner en peligro la continuidad histórica del testimonio cristiano en
Europa occidental.

Un tercer elemento de pérdida son las invasiones bárbaras en Oriente, que amenazaron en
forma continuada al Imperio Bizantino y redujeron el número de cristianos en su territorio. Ávaros
y eslavos se sumaron a los persas, primero, y luego a los musulmanes para mantener en jaque
durante muchos años a Constantinopla.

_ Ganancias

A pesar de los elementos que indican un período de retroceso para el cristianismo durante la
temprana Edad Media, hay otros elementos que representan indicios de recuperación. Durante este
período, en Europa occidental, la Iglesia de Roma apareció como la Iglesia Madre de la cristiandad.
Su influencia llegó hasta el noroeste de Europa, donde en 496 se convirtieron los francos y en 589
hicieron lo propio los visigodos en España (Recaredo). En 597, desde Roma, se envió una misión a
Canterbury (Inglaterra), mientras que desde el 562 se establecieron misioneros celtas en la isla de
Iona (junto a Escocia), desde donde comenzó la evangelización de Northumbria, en 635. Las
corrientes misioneras céltica y romana convergieron en Whitby, en 664, donde los romanos ganaron
las deliberaciones del Sínodo allí celebrado. Gran Bretaña fue una ganancia importante, porque
desde estas islas salieron importantes contingentes misioneros hacia el continente europeo: hacia
Holanda en 690, y hacia Alemania un poco más tarde, en el año 719. Estas misiones estuvieron bajo
el patrocinio de los francos, cuyo reino cristiano era el mayor de Europa y estaba en plena expansión.
Esto significó un importante apoyo para las pretensiones de unidad religiosa en el corazón de
Europa, promovida por el Papa de Roma. Con la asociación del papado al imperio carolingio la
autoridad romana se fortaleció enormemente y el cristianismo se expandió hacia el centro y el este
de Europa.

Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) sobrevivía como podía, si
bien con algunas pérdidas considerables. A pesar de esto, la Iglesia Griega envió a misioneros como
Constantino y Metodio, que ganaron reinos eslavos y dieron forma escrita a su lengua. Desde
Constantinopla se contribuyó para la conversión de reinos como Moravia, Bulgaria y Rusia.

Fernando Picó: “Bizancio logró una temprana hegemonía religiosa y cultural sobre los
búlgaros y la mayoría de los pueblos eslavos del Este, que fue reforzada cuando los
hermanos monjes Cirilo y Metodio introdujeron el alfabeto cirílico. Los polacos y algunos de
los grupos eslavos occidentales, recibieron el cristianismo desde Alemania o Italia y giraron
posteriormente en la órbita religiosa y cultural de Occidente. El estado húngaro, que dividía
a unos eslavos de otros, vino a determinar la orientación cultural predominante de los
eslavos, unos orientados hacia el oeste y otros hacia Constantinopla. La cristianización de
los eslavos y los esfuerzos políticos y diplomáticos por contenerlos acapararon la atención
del imperio bizantino y fueron un elemento adicional en el distanciamiento operado con el
oeste.”

_ Pérdidas

Hacia el siglo IX, éstas resultaron mayores en Oriente que en Occidente, en razón de que tribus
paganas estaban presionando sobre Europa occidental y el Imperio Bizantino desde Europa oriental.
Algunos de estos pueblos eran: los vindos, los eslavos del norte (es decir, los checos), los ávaros, los
eslavos del sur (los serbios) y los búlgaros. En el extremo occidental del mundo conocido, los vikingos
(normandos) paganos comenzaron a saquear, con ataques relámpagos, las costas del Mar del Norte
y pronto se esparcirían por todas partes, hasta entrar en el Mediterráneo.

A pesar de lo incierta que parecía ser la situación, se nota en general un cuadro mejor que el de
los siglos V y VII. El cristianismo no estaba meramente a la defensiva, sino que tenía fuerzas
suficientes como para avanzar en varios frentes, tanto en Occidente como en Oriente.

SERIE:

FORMACIÓN MINISTERIAL

Historia del

CRISTIANISMO

LOS MIL AÑOS DE

INCERTIDUMBRE
(500–1500)
Dr. Pablo A. Deiros

EDICIONES DEL CENTRO

Buenos Aires, Argentina

Deiros, Pablo Alberto.

Historia del cristianismo: Los mil años de incertidumbre. – 1a ed. – Buenos Aires: Del Centro.
2006

277 p.; 22×15 cm. (Formación Ministerial)

ISBN 987-22449-2-8

1. Cristianismo - Historia. I. Título

CDD 230.9

Copyright (C) 2006 por Pablo A. Deiros

deiros@sion.com

Publicado por EDICIONES DEL CENTRO

Estados Unidos 1273,

1101 Buenos Aires, Argentina

Telefax: 54-11-4304-3346

e-mail: iglesiadelcentro@sion.com

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
almacenada o transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabado o cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de
información, sin la autorización previa en forma escrita por parte de su autor.

ISBN: 987-22449-2-8

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


Edición y corrección: Martha L. de Dergarabedián

Diseño de portada y diagramación: Luis Adonis

+ 5411 4635.5678. lyarte@speedy.com.ar

La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica
Internacional, 1999).

CONTENIDO

Prólogo

Uso de este libro

Presentación

Lista de Mapas y Cuadros

INTRODUCCIÓN GENERAL

UNIDAD 1 - Retroceso y recuperación (500–950)

Introducción

El retroceso en Occidente

El cristianismo como religión del Estado romano

La invasión de los pueblos germánicos

Los bárbaros y el cristianismo

El surgimiento del papado romano

El retroceso en Oriente

El Imperio Bizantino

El cristianismo oriental: las controversias teológicas

El surgimiento del Islam: las invasiones árabes


El Imperio Bizantino y Occidente

La recuperación en Oriente

El cristianismo en India

El cristianismo en Asia Central

El cristianismo en China

La recuperación en Occidente

La Iglesia en Europa

El monasticismo en Europa

Las misiones en Europa

El imperio cristiano en Europa

El avance hacia el centro y el este de Europa

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 500–950

Elementos

Ganancias

Pérdidas

UNIDAD 2 - Resurgimiento y progreso (950–1350)

Introducción

El resurgimiento del cristianismo

El cristianismo en Europa occidental

El cristianismo en el Cercano Oriente

El cristianismo en el Imperio Bizantino

El cristianismo en el Lejano Oriente

Las nuevas órdenes monásticas

El monasticismo como movimiento de renovación espiritual

Diversos tipos de órdenes religiosas

Los frailes
La vida de la Iglesia medieval

El clero

El culto

Los templos

El derecho eclesiástico

El escolasticismo y las universidades

El escolasticismo

Las universidades

La mística

Los Papas en el poder

Los papas posteriores a Carlomagno

Los papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI

Los grandes papas reformadores del siglo XI

Los papas del siglo XIII

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 950–1350

Conflicto

Expansión

UNIDAD 3 - Decadencia y vitalidad (1350–1500)

Introducción

Decadencia de la cristiandad oriental

La Iglesia Ortodoxa Griega

Las Iglesias Orientales menores

La Iglesia Ortodoxa Rusa

Resistencia a las pretensiones papales

La opresión de la Iglesia

El cuestionamiento al papado
El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)

El Gran Cisma Papal (1378–1417)

Los concilios reformadores

Los Papas del Renacimiento

Problemas que enfrentaron

Decadencia que experimentaron

Movimientos de reforma

Antecedentes medievales

Precursores de la Reforma

Retroceso en Oriente

El impacto del Islam

La caída de Constantinopla

Vitalidad en Occidente

Perspectivas de una nueva era

Nuevas modalidades

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 1350–1500

El segundo retroceso

Promesa de recuperación y nuevo avance

UNIDAD 4 - Los problemas de la cristiandad medieval

Introducción

El problema ideológico

Relación Iglesia y Estado

Relación Iglesia y sociedad

Relación mundo y trasmundo

Relación vida y muerte

Relación poder y piedad


El problema teológico

Controversia sobre el adopcionismo

Controversia sobre la predestinación

Controversia sobre la virginidad de María

Controversia sobre la eucaristía

Controversia sobre el alma

Controversia sobre el filioque

Controversia sobre las imágenes

El problema cúltico

El culto a María

El culto a los santos

El culto al Diablo

El problema eclesiológico

El papado

El clericalismo

El sacerdotalismo

El sacramentalismo

El problema misionológico

Misión y monasticismo

Misión y expansionismo

Misión y sincretismo

El problema apologético

Las herejías

La Inquisición

Mirada retrospectiva y prospectiva

BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO

Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué por primera
vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico Bautista (Buenos Aires,
Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e
Instituciones Teológicas del Cono Sur. Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto
especialmente preparados para servir las necesidades de los nuevos programas de educación
teológica por extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette, Walker, Baker,
Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.

En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de Iglesias), estaba
publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único problema es que estaban en inglés
y orientadas mayormente para servir a las iglesias en Asia y África. De manera particular, el TEF
(Theological Education Fund) a través de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre
historia del cristianismo, que seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A
History of the Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo) en siete
volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972 y 1974) fueron escritos
por un destacado historiador británico, John Foster; el tercero (1975) por Alan Thomson; y la serie
se completó más tarde con un cuarto volumen (1989) escrito por Louise Pirouet.

Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los contenidos, pero había
que darle un formato más adecuado a las necesidades de los numerosos programas de auto-estudio
y de formación ministerial por extensión. En esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando
a través de Carib Baptist Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una
metodología bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso del
Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de Educación Teológica,
preparé la edición de 1977.

En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera edición con el
agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano en América Latina. Y en 1985
hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos materiales han servido a la formación de varias
generaciones de siervos y siervas del Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado
fotocopias y copias (algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido
una nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de responder a
esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta bendición para el cuerpo
de Cristo como fueron las anteriores.

Pablo A. Deiros
USO DE ESTE LIBRO

Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir con los requisitos
y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de formación ministerial, pastoral,
misionera y evangelizadora en América Latina. Fue preparado con el propósito de poner en manos
de los estudiantes una guía de estudios que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados
o que de alguna manera no están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer la historia
del cristianismo.

Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas de educación
teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse fácilmente a programas
residenciales de diverso nivel académico, como también a programas de educación teológica por
extensión, a distancia o de auto-estudio. De todos modos, la metodología seguida presupone que
el estudiante es responsable en forma personal de su propio estudio e investigación de los temas
aquí tratados. El énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que
en su trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el desarrollo de sus
aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de una disciplina de estudio que le
capacitará mejor para el liderazgo cristiano.

El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los varios
instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los diversos temas de la
historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple y lo más didácticamente posible.
Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y clarificar los contenidos. De igual modo, cada unidad
está acompañada de un Glosario de términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla
cronológica, un cuestionario de repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad
académica, y la sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos pequeños, como
también la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La Bibliografía al final del libro presenta los
mejores materiales disponibles para el estudio de esta materia en lengua castellana y algunos otros
en otras lenguas. El docente verá de qué manera puede utilizar mejor los recursos ofrecidos por
este texto en el desarrollo de sus clases.

He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas referencias se


encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho que he realizado una selección
de fuentes primarias, con el fin de exponer al estudiante a los documentos más relevantes de la
historia del cristianismo. Lamentablemente, las limitaciones de espacio no permiten la presentación
de todas las fuentes que uno quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en cuenta
que el conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es fundamental para la tarea
histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la educación teológica, se sugiere que haya
oportunidades suficientes para la discusión de los temas presentados. La participación del
estudiante en estos debates tiene dos propósitos: por un lado, compartir su comprensión de la
materia con sus compañeros y enriquecerse con el aporte de ellos; y, por otro lado, estimular el
pensamiento y la reflexión al enfrentarse con puntos de vista diferentes de los propios.
El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido del libro, la
realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las tareas para el hogar o trabajos
prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte clases a la manera tradicional, sino que procure
cumplir el papel de dinamizador de la discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro.
Para ello, deberá estar preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente
para aplicar a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan.
El maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales de la
bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los estudiantes. Del mismo
modo, el docente podrá requerir la elaboración de una monografía o ensayo escrito sobre algún
tema particular, según el nivel académico del curso.

La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel de participación


en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera presencial. En todos los casos, será
importante para la evaluación el completamiento de todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el
cumplimiento satisfactorio de los trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos escritos
que eventualmente asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá establecer algún otro
requisito conforme con las circunstancias propias de cada curso, el nivel académico con que se
trabaje y el lugar en que se enseñe.

En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que el propósito de


este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que trata, sino producir cambios de
conducta significativos tanto en el maestro o tutor como en el alumno, a fin de ajustar la vida y el
servicio cristianos en términos del significado y el valor del conocimiento del pasado del testimonio
cristiano para la extensión del reino de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros
aprenden a vivir y servir mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material habrá cumplido su
propósito fundamental.

Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso histórico del
testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un curso de Historia del
cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado incorporar otros materiales que considero
importantes para una comprensión más global de esta historia. En el caso de que el lector esté
matriculado en un seminario, instituto bíblico, escuela de misión o en algún otro programa de
capacitación que utilice este libro como libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura
cuidadosa del texto y la bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente deberán ser hechos en
el estudio personal, bajo la guía del instructor. El estudiante es responsable por el cumplimiento de
las tareas para el hogar que figuran al final de cada unidad como Trabajos Prácticos, y que el maestro
o tutor asignará a lo largo del curso. Los Cuestionarios de Repaso podrán ser utilizados en el estudio
personal, para evaluar el progreso en el conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo de
ejercicios, según el nivel académico en el que estén trabajando los estudiantes. El cumplimiento
adecuado de las lecturas recomendadas, los ejercicios y los trabajos prácticos podrán ser usados
como elementos para la obtención de créditos académicos. La Discusión Grupal es un elemento
adicional que el docente podrá utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual que las Lecturas
Recomendadas.
El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito sobre los temas
bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una cuidadosa selección de materiales,
especialmente de fuentes primarias, hecha con el propósito de dar oportunidad al estudiante de
tomar contacto con las fuentes documentales de la historia del cristianismo. La Bibliografía presenta
la literatura que yo mismo he utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas citas
pueden ser útiles para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en este
libro de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de página, para que el lector
pueda referirse a ellas en caso de tener interés en profundizar el tema. La Bibliografía que se incluye
al final del libro no es exhaustiva, pero presenta los materiales publicados más importantes,
especialmente en lengua castellana.

Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector interesado en conocer
más profundamente el desarrollo histórico del testimonio cristiano. No pretende ser un libro
erudito, pero sí es un libro elaborado con el más alto y serio nivel académico. Si bien no es un libro
especializado, reúno en él una síntesis de mis conocimientos y experiencia como historiador
profesional a lo largo de muchos años. He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos
históricos conforme a la metodología de la investigación histórica más reciente. Su propósito es
introducir a los estudiantes y lectores con diferentes grados de preparación académica a un tema
tan importante como es la historia del cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen continuar
profundizando sus estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la Bibliografía algunos de
los mejores libros disponibles en castellano.

PRESENTACION

Al momento de preparar estos materiales para su publicación estoy celebrando con gratitud al
Señor treinta años de enseñanza de historia del cristianismo. A lo largo de este tiempo, he tenido la
oportunidad de introducir a miles de estudiantes al fascinante estudio del pasado del testimonio
cristiano. Junto con ellos he aprendido a reconocer con acción de gracias y admiración la manera
maravillosa en que Dios ha estado obrando su plan redentor para la humanidad.

El estudio del pasado adquiere un valor especial cuando el estudiante reconoce su propio papel
en el curso de la historia. Cuando tomamos conciencia que somos protagonistas y peregrinos en el
tiempo, entonces estamos listos para aprender más y mejor de la historia. Esta actitud hace que el
estudio del pasado no resulte aburrido ni difícil, y que se avive nuestro interés por los eventos
acontecidos. De allí que nuestra aproximación a la historia del testimonio cristiano será “desde el
camino” y no “desde el balcón,” para expresarlo en los conocidos términos usados por Juan A.
Mackay.
Este libro de texto contiene material suficiente para un curso introductorio a la historia del
cristianismo medieval. No es fácil resumir en relativamente pocas páginas y en forma clara y sencilla
la cantidad astronómica de material que existe sobre esta disciplina. Muchos profesores enseñan
historia del cristianismo en formas novedosas y experimentales: comenzando desde el presente y
remontándose hasta el más lejano pasado, ayudando a los estudiantes a comprometerse con la
realidad inmediata, planeando sus propios materiales programados para el uso en el aula, siguiendo
una línea temática determinada, o llevando a cabo trabajos de campo cuando esto es posible. Es
difícil que un solo libro pueda servir a tan diversas necesidades y seguir tan diversos enfoques. No
obstante, en la mayoría de los centros de estudios teológicos y de formación ministerial en América
Latina, la enseñanza se desarrolla sobre la base de una línea “cronológica,” usando libros tan
conocidos como los de Kenneth S. Latourette, Willinston Walker, Justo L. González o Roberto Baker.

Un curso completo de historia del cristianismo puede ser dividido en cuatro partes
fundamentales: los primeros quinientos años; los mil años de la Edad Media; el período de las
reformas de la Iglesia; el cristianismo denominacional. En el presente estamos transitando por lo
que sería un quinto período, que bien merece ser considerado, al menos provisoriamente, como el
período posdenominacional o nuevo período apostólico.

El primer período, que cubre los primeros 500 años de expansión del testimonio cristiano, no
sólo hacia Occidente sino también hacia África y Asia, fue un período de avance sostenido del
testimonio cristiano. Éste es el período fundacional de la fe cristiana, en el que cumplieron su
ministerio los apóstoles y sus sucesores, en el que se escribieron y coleccionaron los documentos
del Nuevo Testamento, y en el que fue tomando forma y se definió la fe cristiana a pesar de las
enormes dificultades internas y externas que soportaron las iglesias.

El segundo período abarca los siglos que van desde alrededor del año 500 hasta el 1500, y
considera los mil años conocidos tradicionalmente como la Edad Media, o lo que Latourette
denomina como los “mil años de incertidumbre.” Entre otros puntos de interés en este largo período
está la dilatada lucha entre el cristianismo y el islamismo (que hoy tiene tanta actualidad), las
Cruzadas y el surgimiento de importantes movimientos de renovación espiritual, como fueron
algunas órdenes monásticas. No obstante, en general, fue un período de retroceso y recuperación
en términos del progreso del testimonio cristiano.

El tercer período considera los nuevos movimientos de reformas (1500–1750) y las ideas que
estaban detrás de ellos, que cambiaron la faz del mundo así como de las iglesias. Estos movimientos
fueron también los que llevaron a la gran expansión misionera de los siglos XIX y XX, y al desarrollo
de iglesias nacionales independientes en todo el mundo. Es en este período que nace y se desarrolla,
primero en Occidente y luego en todo al mundo a través del movimiento misionero moderno, el
denominacionalismo. Esta expansión más reciente del testimonio cristiano denominacional es el
tema del cuarto período. Este período comienza alrededor del año 1750 y llega casi hasta fines del
siglo XX, con la crisis del denominacionalismo y el desarrollo de iglesias autóctonas, independientes
y emergentes en todo el mundo.
En el presente libro de texto sobre el cristianismo medieval se seguirá mayormente un criterio
cronológico, en base al esquema general propuesto por Kenneth S. Latourette y seguido por los
autores de las Guías de Estudio de TEF (Theological Education Fund) sobre historia de la Iglesia. El
material será arreglado en cuatro unidades principales, y cada una de ellas estará dividida en un
número de temas de estudio. Así, pues, la primera unidad considera el proceso de retroceso y
recuperación experimentado por el testimonio cristiano entre los siglos VI y X. La segunda unidad
presta atención al resurgimiento y progreso de este testimonio, tanto en oriente como en occidente
entre los siglos X y XIV. La tercera se concentra en el análisis de lo ocurrido en los siglos XIV y XV,
que fue un periódo de decadencia y vitalidad. La última unidad de este libro repasa los principales
problemas a los que tuvo que hacer frente el cristianismo durante los diez siglos que comprende la
Edad Media, y cómo intentó resolver los mismos.

El estudio de la historia del cristianismo tiene como objetivo general la recuperación del rico
legado de los siglos de testimonio cristiano y la aplicación creativa de la reflexión cristiana a los
problemas de hoy. En un curso de historia del cristianismo se estudian el surgimiento y desarrollo
de las tradiciones, prácticas, doctrinas y estrategias que se fueron dando durante el proceso de la
expansión del testimonio y del movimiento cristiano a través de los siglos. El énfasis cae en la
relación que existe entre el cristianismo y el marco histórico en el que éste se desenvuelve, en orden
a fortalecer la fe personal y a preparar al estudiante para un ministerio efectivo en el servicio a Cristo
y al prójimo.

Este libro de texto, en particular, se propone enseñar a interpretar los objetivos, fenómenos y
procesos históricos relacionados al movimiento cristiano en la real complejidad de sus
manifestaciones, desde el siglo VI hasta fines del siglo XV. Se evaluará la expansión del testimonio
cristiano desde una perspectiva misionológica, tomando en cuenta la dispersión universal de la fe
de Cristo. El estudiante o lector podrá tener contacto directo con las fuentes de la historia del
cristianismo de este período, que es generalmente conocido como la Edad Media. El cristianismo
será considerado más como un movimiento que como una institución particular, y se procurará
verlo engarzado en los eventos históricos generales y en los procesos de la cultura, más que como
un desarrollo aislado. En la medida de lo posible, se intentará mostrar también el desarrollo del
pensamiento cristiano, y la doctrina y práctica de los cristianos en el proceso histórico. Con todo
esto, se espera contribuir al desarrollo de la inteligencia mediante la comprensión de las
correlaciones de los hechos históricos y su causalidad, para lo cual se pondrá a prueba la capacidad
de observación, análisis y síntesis del lector o estudiante.

El recorrido de mil años que comprende este curso nos ayudará a reconocer los factores que
explican la caída del Imperio Romano de Occidente. Podremos también describir las características
principales de las invasiones bárbaras y las diferentes corrientes misioneras que se desarrollaron en
Europa occidental en el período bajo estudio. Por cierto, se prestará atención al papel que jugaron
en estos procesos sus protagonistas principales. El peregrinaje histórico nos llevará “hasta lo último
de la tierra,” de modo que reconoceremos la historia, doctrina y vida de los cristianos desde China
hasta Inglaterra durante estos largos años. De igual modo, podremos entender las relaciones que
existieron entre la Iglesia Romana y los francos y la Iglesia Griega y los eslavos. A su vez, también
analizaremos las relaciones, a veces tormentosas, entre estas dos ramas mayores de la cristiandad
medieval.

El surgimiento del Islam y su avance sobre la cristiandad, tanto oriental como occidental, será
tema de cuidadoso análisis. A pesar de los múltiples factores de retroceso, el cristianismo
experimentó también recuperación. Estos factores que ilustran una mayor vitalidad del cristianismo
en el período medieval serán evaluados en sus correspondientes contextos y circunstancias
históricas. De igual modo, el desarrollo del escolasticismo, sus principales representantes e ideas y
el surgimiento de las universidades enriquecerán la comprensión del impacto de la fe cristiana sobre
el mundo y el efecto de éste sobre la fe cristiana. En esta dirección será importante considerar el
desarrollo del poder papal y el papel del papado en la configuración de Europa, como entidad
histórica.

El creciente deterioro del testimonio cristiano durante la baja Edad Media y el reavivamiento
del poder musulmán bajo los turcos otomanes será tema de discusión, al igual que el surgimiento
de nuevas ideas y disidencias dentro de la Iglesia de Roma. El desarrollo y crisis de la cristiandad
bizantina ayudará también a comprender de qué manera, hacia fines del siglo XV, la humanidad
estaba preparada para una nueva comprensión del mundo y la realidad, y experimentaba una
desesperante necesidad de renovación espiritual. En nuestro estudio se enumerarán los factores
que anunciaban una nueva era hacia el final de este período.

LISTA DE MAPAS Y CUADROS

Mapas

1. Invasiones bárbaras

2. Nuevos reinos germánicos

3. La Iglesia Bizantina

4. Arabia

5. Las invasiones árabes

6. El cristianismo en Oriente

7. El cristianismo en Europa central y oriental

8. Europa en el siglo XV
Cuadros

1. Retroceso del cristianismo

2. Imperio Romano e Iglesia cristiana

3. Herejías cristológicas

4. Concilios ecuménicos

5. Estructura social del sistema feudal

6. Las Cruzadas

7. Consecuencias de las Cruzadas

8. Causas del cisma Este-Oeste de 1054

9. Resultados del monacato

10. Los papas del Gran Cisma

11. Los papas renacentistas

12. Características de una nueva era

13. Causas de la decadencia del feudalismo

Introducción general

El estudio del desarrollo del testimonio cristiano durante los mil años que los historiadores han
designado como Edad Media es sumamente complejo. Lo es, primero, por cubrir un período de
tiempo tan dilatado, en el que se sucedieron cambios notables en todas las esferas del quehacer
humano: política, económica, social, cultural y religiosa. Segundo, en estos siglos el cristianismo
llega en su expansión “hasta lo último de la tierra,” en su movimiento hacia el Este (China) y el Oeste
(Inglaterra). Además, la fe de Jesucristo se presenta con una variedad de manifestaciones diferentes
que sorprende. La Iglesia, que en general se mostró como una en el período anterior (los primeros
quinientos años), ahora resultó en un mosaico de los más diversos colores. Cuarto, será en este
período en el que de manera definitiva se consolidará el paradigma de cristiandad, que perdurará
hasta el presente, dándole al cristianismo un perfil muy particular y presentando el desafío de una
comprensión diferente. Finalmente, muchas de las interpretaciones doctrinales y de las prácticas
religiosas que todavía hoy están vigentes se configuraron durante estos años. Lo mismo puede
decirse de los medios de expresión de la fe y la piedad.

Los “mil años de incertidumbre” que vamos a considerar representan un legado vasto y
profundo tanto para la civilización occidental como para la oriental. Numerosas instituciones
todavía vigentes nacieron en estos años, de manera particular los grandes cuerpos eclesiásticos de
la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa en sus varias expresiones y un número
importante de Iglesias Orientales menores. La universidad, que nació en Occidente y desde el seno
de la cristiandad, terminó por globalizarse y ejercer una influencia fundamental en todo el mundo y
todas las culturas. Algunas ideas e instituciones políticas, como la monarquía, el parlamentarismo,
el humanismo y el nacionalismo nacieron de la misma cuna y se esparcieron por el planeta. A su vez,
el islamismo tuvo un impacto notable en Occidente y continúa todavía hoy siendo el desafío más
grande para la expansión de la fe cristiana.

La influencia de la cristiandad medieval continúa estando vigente hoy en todo el mundo,


especialmente en Occidente. Incluso innumerables elementos de la cultura global del siglo XXI
tienen sus raíces en la cultura medieval, y especialmente en su marcado carácter cristiano. En
maneras profundas, la cristiandad medieval continúa condicionando nuestro destino hoy para bien
o para mal. De allí la importancia de considerar cuidadosamente el desarrollo del testimonio
cristiano durante estos siglos tan dinámicos y llenos de elementos muy cercanos a nuestra realidad
presente. En las unidades de estudio que siguen procuraremos adentrarnos a esta realidad compleja
de la Edad Media y considerar los aspectos conductores de esa experiencia, sus logros y fracasos,
sus glorias y frustraciones, sus avances y retrocesos, su vitalidad y decadencia, sus problemas y
respuestas.

Finalmente, será necesario tener en cuenta que la experiencia cristiana medieval sólo puede ser
comprendida en la medida en que hagamos el esfuerzo por entender y percibir la conciencia que
tenían los cristianos medievales de los grandes eventos que determinaron su destino. No obstante,
no será suficiente conocer los meros hechos históricos, sino que será necesario penetrar en su
naturaleza íntima hasta llegar a la mente misma de sus protagonistas y ver sus motivaciones y
expectativas. Para ello deberemos sentir y ver la cosmovisión medieval, que estuvo profundamente
marcada por el cristianismo y su comprensión de la realidad. Este nivel de comprensión nos
permitirá entender cómo los hechos históricos marcaron la conciencia de las personas que los
protagonizaron. Debemos también procurar entender de qué manera los cambios ocurridos fueron
integrados en la experiencia de las personas en el mundo medieval.

A lo largo de este período y desde la fe cristiana surgieron numerosas ideas fundamentales. A


fin de poder comprenderlas, estas ideas deberán ser consideradas en el contexto de las situaciones
sociales que condicionaron su surgimiento. Así como no es posible entender la teología de Anselmo
en cuanto a la obra salvadora de Cristo sin ubicarla en el marco del sistema feudal, tampoco puede
entenderse el surgimiento de la escolástica si no se toma en cuenta la influencia de los árabes en
Europa. De igual modo, corremos el riesgo de estimar como superficial la insistencia de la cristiandad
bizantina contra la cláusula filioque, si no entendemos la influencia de las Iglesias Orientales
menores sobre Constantinopla y especialmente el peso del islamismo sobre la teología cristiana.

En ambientes evangélicos existe la tendencia a considerar a la cristiandad medieval como


totalmente ajena a un cristianismo bíblico y fiel al evangelio de Jesucristo. En América Latina, la
prevaleciente actitud anticatólica romana ha llevado a muchos a pensar en la Edad Media como una
suerte de “agujero negro,” en el que se perdió todo rastro de un auténtico testimonio cristiano.
Nada está más lejos de la verdad que ilustra la historia. Ningún creyente hoy recibió su fe de mano
de un ángel o de un misionero de otro planeta. Hemos recibido el evangelio de testigos que, a lo
largo de los siglos, supieron comunicar el mensaje de salvación en Cristo Jesús. Y no sólo esto, sino
que con su piedad, consagración y celo cristiano lo llevaron a lugares distantes a pueblos que
permanecían en la ignorancia de las buenas noticias. Estos creyentes fueron fieles en copiar,
traducir, preservar y transmitir las Escrituras, y sin su trabajo dedicado y fiel hoy no tendríamos la
Biblia en nuestro idioma y en tantos otros idiomas del mundo. Lo mismo podría decirse de la mayoría
de los elementos constitutivos de nuestra fe y práctica cristiana evangélica.

Con una actitud de gratitud a Dios por su permanente obra redentora a lo largo de la historia,
incluida la Edad Media, y con reconocimiento por la herencia que nos viene de “una multitud tan
grande de testigos,” nos proponemos repasar los elementos históricos más importantes del
testimonio cristiano medieval.

UNIDAD 1

Retroceso & recuperación


500–950

INTRODUCCIÓN

Dos cuestiones fundamentales van a ser consideradas en el análisis de este período del
desarrollo histórico del testimonio cristiano: su retroceso y su recuperación. El retroceso del
cristianismo abre este período con el predominio de realidades, especialmente en Occidente, que
siembran dudas sobre la supervivencia de todo testimonio cristiano que merezca el nombre de tal.
El período entre los años 500 y 950 comienza con el retroceso más serio que el cristianismo haya
experimentado jamás.

CUADRO 1 - RETROCESO DEL CRISTIANISMO


La caída del Imperio Romano Occidental en manos de reyes germánicos significó el fin de todas
aquellas condiciones que contribuyeron a la rápida expansión del cristianismo en Occidente. El
papado obtuvo mayor poder y eventualmente puso a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia e hizo
de Roma su centro de poder. El Imperio Romano tuvo su centro en Constantinopla y llegó a
conocerse como Imperio Bizantino o Imperio Griego.

En el Imperio Bizantino, se desarrolló una estrecha relación entre la Iglesia y el Estado. Atacar al
cristianismo era rebelarse contra el Imperio; los gobernantes continuaron interviniendo en las
discusiones teológicas. El poder político afectó al reino espiritual, y la organización eclesiástica fue
influida por los líderes políticos (cesaropapismo). Esta etapa de repliegue y pérdida se vio agravada
con el surgimiento del islamismo (622) en Oriente, que habría de ser el rival más grande de la fe
cristiana en todos los tiempos.

No obstante, a pesar de todos estos desastres, el cristianismo sobrevivió tanto en Occidente


como en Oriente, lo cual es una ilustración notable de su vitalidad y elasticidad ante las
circunstancias adversas. El cristianismo sobrevivió, y en muchas partes fue la única cosa romana que
sobrevivió. A partir del siglo VI, a lo largo de toda Europa, se hablaban las lenguas bárbaras. El latín
desapareció como idioma popular y sólo permaneció como idioma eclesiástico y litúrgico. Los
bárbaros penetraron todo el continente europeo. El desorden, la falta de gobiernos estables y
organizados, y la inseguridad llevaron poco a poco a la desaparición de la ley romana (el famoso
Derecho Romano), que se amparó en la Iglesia y sobrevivió en su ley canónica. En Occidente, los
cristianos seguían pensando en Roma como la capital, pero no ya del Imperio Romano, que no
existía, sino de un nuevo imperio, la Iglesia Católica Romana. La estructura política del Imperio
desapareció (diócesis y gobernadores), pero quedó la estructura de la Iglesia (diócesis y obispos).
Muchos edificios públicos romanos fueron transformados en templos cristianos (basílicas).

CUADRO 2 - IMPERIO ROMANO E IGLESIA CRISTIANA


LATÍN IDIOMA ECLESIÁSTICO

DERECHO DERECHO

ROMANO CANÓNICO

IMPERIO IGLESIA

ROMANO ROMANA

ESTRUCTURA ESTRUCTURA

POLÍTICA ECLESIÁSTICA

EDIFICIOS EDIFICIOS

PÚBLICOS ECLESIÁSTICOS

Es así como este cristianismo sobreviviente estuvo en condiciones de pretender un lugar


hegemónico en la nueva estructura social, que penosamente se iba construyendo. Éste fue un lugar
como el que jamás podría haber ganado en la civilización del Imperio Romano, de haber mediado
otras condiciones y circunstancias históricas. La nueva Europa que emergía era la Europa de la
cristiandad.

José Luis Romero: “El imperio estaba definitivamente disgregado. Pero la idea de la unidad
romana subsistía, y con ella otras muchas ideas heredadas del bajo Imperio. La Iglesia
cristiana se esforzó por conservarlas, y asumió el papel de representante legítimo de una
tradición que ahora amaba, a pesar de que antes la había condenado. De ese amor y de las
turbias y complejas influencias de las nuevas minorías dominantes, salió esa nueva imagen
del mundo que caracterizaría a la temprana Edad Media, continuación legítima y directa del
bajo Imperio.”

La recuperación del cristianismo estuvo dada por una serie de factores importantes para el
desarrollo y expansión del testimonio cristiano. El cristianismo se expandió nuevamente durante
este período, y lo hizo en forma más amplia, más temprano y más estratégicamente, en el extremo
occidental de Europa. Esto es una interesante ilustración de un fenómeno que puede constatarse
una y otra vez a lo largo de la historia del cristianismo. La presión de las circunstancias externas lleva
a una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina en un
avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la Iglesia: “Vayan por
todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Mr. 16:15).

La expansión del cristianismo fue constante a lo largo de toda la Edad Media, y en este período
se caracterizó por el avance misionero a territorios y pueblos hasta entonces no alcanzados.

EL RETROCESO EN OCCIDENTE

_ El cristianismo como religión del Estado romano

Cuando los bárbaros invadieron masivamente el Imperio Romano este Estado era cristiano. Con
el emperador Teodosio (347–395), el cristianismo había sido decretado como la religión oficial del
Imperio Romano (379). De perseguidos, los cristianos se transformaron en perseguidores de los
paganos. Esta nueva situación, que se produjo en un tiempo relativamente corto, trajo resultados
tanto positivos como negativos.

Resultados positivos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos beneficios.
Más personas fueron alcanzadas por la influencia del cristianismo. El cristianismo tuvo una
influencia más directa y poderosa sobre la legislación del Imperio, forzando al Estado a dar más
atención a los derechos de los individuos. La posición de las mujeres fue elevada grandemente, los
castigos por el celibato y la falta de hijos fueron eliminados, el concubinato fue prohibido y el
adulterio fue castigado como uno de los crímenes más graves. Se consideró como un crimen la
matanza de niños y los juegos de gladiadores fueron abolidos. El cristianismo ejerció una influencia
beneficiosa sobre la moralidad pública y privada.

Resultados negativos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos resultados
negativos. Los cristianos cayeron en intolerancia y decretaron leyes contra los paganos. El
cristianismo se secularizó. La legalización de las corporaciones cristianas hizo que los obispos se
dedicaran al enriquecimiento de las iglesias locales. La legalización del domingo como feriado hizo
de este día una fiesta legal más que espiritual. La oferta de incentivos temporales para quienes se
hacían cristianos hizo que las iglesias se llenaran de incrédulos. Los beneficios concedidos a los
obispos hicieron que éstos se llenaran de orgullo y mundanalidad. Los paganos que se hicieron
cristianos trajeron consigo numerosos objetos, reliquias y otras mediaciones para la adoración. El
desarrollo jerárquico del clero fue estimulado. La Iglesia se transformó en un poder perseguidor,
usando al poder civil para suprimir la disidencia y el paganismo. Algunos cristianos reaccionaron a
la mundanalidad con excesos de ascetismo y separación del mundo en los monasterios.

_ La invasión de los pueblos germánicos

La apertura gradual de las fronteras del Imperio Romano, formadas por los ríos Danubio en el
Este y Rin en el Oeste, debido a la presión invasora de los pueblos bárbaros del norte de Europa,
puso fin a la civilización en cuya unidad y paz el cristianismo había ganado su éxito más completo.
Los bárbaros respetaron todo lo que era romano, pues eran decididos admiradores de la cultura
superior del Imperio. A menudo adoptaron muchas costumbres romanas y no aceptaron el título de
“invasores,” sino que se consideraron como oficiales y súbditos de Roma. Su hegemonía fue política
y militar, pero culturalmente fueron sometidos a Roma.

No obstante, la civilización romana decayó, no sólo como consecuencia de las invasiones, sino
porque ya estaba agotada, y esto dio paso a la Edad Media o la Edad Oscura. Los días en que se
podía viajar por el mundo mediterráneo con gran facilidad, usando un solo idioma, que era
entendido en todas partes, bajo la seguridad de un gobierno sólido y organizado que imponía el
orden y la ley, habían llegado a su fin. La vida, poco a poco, fue perdiendo su cosmopolitismo y
tornándose más localizada, asumiendo un estilo rural antes que urbano.

A pesar de la decadencia y desaparición del Imperio Romano Occidental, los pueblos germánicos
que se fueron estableciendo en los territorios alrededor del mar Mediterráneo cayeron bajo el
proceso de romanización. Se conoce con el nombre de “romanización” el período de asimilación de
los habitantes autóctonos de un lugar, a la cultura y vida de los romanos, aceptando sus instituciones
políticas, su idioma, sus costumbres, su derecho, su arte y su religión. Los romanos han ganado
notoriedad en la historia como grandes colonizadores. Y lo fueron aún después de que su estructura
política, social, económica y cultural desapareció, pues sus “conquistadores” terminaron por ser
afectados profundamente por la herencia de los invadidos, los romanos.

En cierto sentido, el bien cultural más importante y que más profundamente penetró en la
conciencia de los pueblos germánicos fue la religión cristiana. Los papas fueron los substitutos
obligados de los emperadores de Occidente. Fueron ellos los que negociaron las paces con los
bárbaros invasores o quienes consiguieron de ellos condiciones de tregua, gracias a su prestigio y
respetabilidad. Después del último emperador romano (476) y en los siglos que siguieron, el Papa
se transformó en el más celoso defensor de Roma. Los sacerdotes no escatimaron esfuerzos para
lograr gradualmente la evolución de costumbres y leyes, y la fusión de razas en la anhelada
universalidad del cristianismo. De igual modo, fueron ellos los que primero atendieron a las urgentes
necesidades sentidas de la población.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “La transformación cultural del Imperio Romano de
Occidente para el año 600 era pronunciada. Italia, España y Galia estaban todas gobernadas
por reyes germánicos. El obispo de Roma era de lejos la autoridad eclesiástica más
importante en toda la región y una fuerza política a tener en cuenta. Las características
administrativas seculares de la sociedad romana urbana fueron reemplazadas por iglesias y
monasterios que básicamente llevaban a cabo tareas civiles. Se estaba hablando un número
considerable de nuevos idiomas, y había dioses y rituales que previamente habían sido
desconocidos en Occidente. A través de la región se estaba dando un radical encuentro
cultural ‘entre romanos y bárbaros, cristianos y paganos, latinos y germánicos, literarios y
orales, vino y cerveza, aceite y lardo, sur y norte.’ Las consecuencias de este encuentro
reverberarían en los siglos venideros.”

MAPA 1 - INVASIONES BÁRBARAS


_ Los bárbaros y el cristianismo

De las tribus germanas invasoras, la mayoría ya había tenido contactos con el cristianismo antes
de su entrada en territorio romano. Por cierto, este cristianismo era de tipo arriano, pero significó
un trasfondo importante para el futuro de la supervivencia de la Iglesia en Occidente, que sobrevivió
en muchos aspectos tan sólo como una reliquia de un mundo más amplio y floreciente, el mundo
del Imperio Romano.

La supervivencia de la Iglesia. Como ya indicamos, la Iglesia cristiana fue casi lo único “romano”
que quedó en pie. Su clero y sus monjes siguieron considerando a Roma como la capital, no ya de
un imperio, sino de la Iglesia. El idioma de la Iglesia fue el latín, que se refugió en su liturgia. La ley
de la Iglesia resultó un calco del derecho romano, que llegó a tiempos posteriores gracias a su
conservación en la ley canónica. De esta manera, el cristianismo se transformó en el núcleo de la
nueva civilización, que lentamente se fue desarrollando; y la fe cristiana llegó a ser más central e
influyente de lo que nunca antes había logrado ser.

Para el año 533, Galia estaba en manos de los francos, España estaba bajo los visigodos,
Inglaterra estaba dominada por reinos anglos y sajones, el norte de África estaba controlado por los
vándalos, e Italia estaba bajo el poder de los ostrogodos y más tarde los lombardos. El Imperio
Romano había desaparecido y en su lugar quedaban los nuevos reinos germánicos.

José Luis Romero: “A causa de las invasiones, la historia del Imperio de Occidente
adquiere—a partir de mediados del siglo V—una fisonomía radicalmente distinta de la del
Imperio de Oriente. En este último se acentuarán las antiguas y tenaces influencias
orientales y debido a ellas se perfilarán más las características que evoca el nombre de
Imperio Bizantino con que se le conoce en la Edad Media. En el primero, en cambio, las
invasiones introducirán una serie de elementos nuevos que modificarán de una manera
inesperada el antiguo carácter del imperio.

El hecho decisivo es la ocupación del territorio por numerosos pueblos germánicos que
se establecen en distintas regiones y empiezan a operar una disgregación política de la
antigua unidad imperial.… Nada quedaba, pues, al finalizar el siglo V, del antiguo Imperio de
Occidente, sino un conjunto de reinos autónomos, generalmente hostiles entre sí y
empeñados en asegurar su hegemonía.”

Los nuevos reinos germánicos. Los visigodos fueron un pueblo bárbaro altamente romanizado,
que temprano había adoptado un cristianismo de tipo arriano. Ocuparon España y establecieron su
capital en Toledo. Los visigodos abandonaron el arrianismo en el año 587, cuando su rey Recaredo
(reinó de 586 a 602) adoptó la fe católica ortodoxa. Utilizando el catolicismo, Recaredo procuró la
unidad política en la Península entre visigodos e hispanorromanos. La unificación religiosa y el apoyo
de la Iglesia dio esplendor al reino, acentuado esto por la obra de notables personajes, como Isidoro
de Sevilla (560–636), quien escribió la primera Historia de España. El reino era gobernado por una
asamblea político-eclesiástica, en la que los obispos ordenaban y resolvían asuntos religiosos, y con
la participación de la nobleza legislaban para el reino. Las leyes visigodas estaban fuertemente
influidas por los derechos romano y canónico, que dieron origen al Fuero Juzgo, el cuerpo jurídico
obligatorio para la población. Esta asociación jurídica de la Iglesia y el Estado resultó en la base del
derecho político moderno, según el cual el ejercicio del poder real quedaba convertido en un deber
para con la comunidad gobernada. El reino subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió
a causa de la invasión de los musulmanes.

Otro importante reino germánico fue el de los francos. Como ya indicamos, la mayoría de los
pueblos invasores había sido cristianizada antes de ingresar al Imperio. Sólo aquellos que provenían
del extremo más septentrional de Europa, como los francos y los anglosajones, eran paganos. Los
primeros comenzaron a convertirse en el año 496, cuando su rey Clovis o Clodoveo (465–511) y tres
mil de sus guerreros fueron todos bautizados en un día. Por supuesto, fueron conversiones
nominales. En esa oportunidad, el obispo de Reims los exhortó a “Adorar lo que habían quemado,
y a quemar lo que habían adorado.” Clodoveo aceptó el cristianismo gracias a la influencia de su
esposa Clotilde (¿475?–545), una princesa burgundia que era cristiana. La conversión de Clodoveo
fue un hecho fundamental para la historia de Occidente, ya que para esa época era el único rey
bárbaro que profesaba la fe cristiana católica. Esto le permitió recibir el apoyo de la Iglesia y los
papas recurrieron a él y a sus sucesores por ayuda y a favor de Italia. Con este respaldo, Clodoveo
consiguió la fusión de galos y germanos, lo cual resultó en la unidad política que lo transformó en el
monarca más poderoso de Europa Occidental. Pero también logró la unidad religiosa, puesto que
todos sus súbditos abandonaron el paganismo y fueron bautizados como católicos.

MAPA 2 - NUEVOS REINOS GERMÁNICOS


En las Islas Británicas, el reino más importante fue el de los anglosajones. La unidad política en
lo que hoy es Inglaterra se consolidó cuando los anglos y sajones unieron sus reinos en una
confederación llamada Heptarquía (reunión de siete reinos). Posteriormente, los anglosajones
lograron la unidad religiosa al convertirse al cristianismo en el año 597. Esto ocurrió cuando su rey
Etelberto fue bautizado. Sucedió ésto cuando Berta, una mujer cristiana franca casada con el rey, le
presentó al papa Gregorio I (¿540?–604) la oportunidad de enviar a Agustín y a otros cuarenta
monjes benedictinos como misioneros a los anglosajones. Gregorio fue el primer monje que llegó a
ser Papa. En la mayoría de las pinturas y dibujos que lo representan, Gregorio aparece escribiendo,
mientras una paloma (Espíritu Santo), se posa sobre su hombro y le habla al oído. Generalmente,
las imágenes están acompañadas por un panel inferior en el que algunos monjes están trabajando
en el scriptorium, copiando los libros y materiales de Gregorio.

_ El surgimiento del papado romano

Con la caída del Imperio Romano Occidental y el surgimiento de los reinos germánicos, el
papado ganó mayor poder y consiguió poner a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia de Roma.
Las distinciones entre las iglesias y sus sedes episcopales habían surgido bien temprano. Algunas
sedes episcopales fueron creciendo en su prestigio e influencia, mientras que otras fueron
perdiendo su importancia debido a múltiples circunstancias históricas. De todas las sedes
episcopales, finalmente la de Roma adquirió un poder y papel más destacado.

Sedes episcopales más importantes. Varios factores contribuyeron a colocar a ciertas sedes
episcopales en un nivel de importancia y prestigio. El origen y tradición apostólica de iglesias como
Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma les dio gran prestigio. La organización administrativa del
Imperio elevó a ciertas ciudades a un nivel de importancia. El tamaño e influencia de algunas iglesias
aumentó el respeto por ellas. La capacidad de ciertos obispos reflejada durante sínodos y concilios
los destacó como líderes superiores.
Constantino dividió el Imperio en cuatro prefecturas, que a su vez fueron divididas en diócesis
y éstas en provincias. El clero fue organizado conforme con estas divisiones políticas. Los obispos
rurales ocuparon un lugar secundario frente a los obispos urbanos, pero no todos los obispos
urbanos tenían el mismo nivel. Los obispos de las ciudades capitales fueron designados como
metropolitanos en el Este y como arzobispos en el Oeste, y éstos supervisaban a los obispos
provinciales. Sobre los obispos metropolitanos estaban los patriarcas. En el Concilio de Calcedonia
(451) los obispos de las cuatro capitales del Imperio fueron considerados patriarcas: Roma,
Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con Jerusalén.

Para mediados del siglo V, los patriarcas ejercían dominio sobre regiones bien definidas. El
patriarca de Antioquía presidía sobre una gran parte de Oriente, que comprendía quince provincias
(en Siria, Cilicia y Mesopotamia). El patriarca de Alejandría presidía sobre la diócesis de Egipto, que
abarcaba nueve provincias. El patriarca de Constantinopla tenía supervisión sobre tres diócesis:
Ponto, Asia Menor y Tracia. El patriarca de Roma extendía su influencia sobre todo el Oeste
incluyendo las prefecturas de Italia y Galia. El patriarca de Jerusalén controlaba el territorio menor,
pero más antiguo.

El ascenso de Roma. De todas las sedes patriarcales, finalmente la que se impuso fue la de Roma.
Hubo varios factores que ayudaron al desarrollo del poder monárquico del obispo de Roma.

Roma contó con hombres capaces en su liderazgo. Obispos como Inocencio I (402–417),
trabajaron consistentemente para elevar la autoridad del obispo de Roma. Él fue el primero en
pretender jurisdicción universal para el obispo romano con base en la tradición de Pedro. Sin
embargo, quien más hizo en esta dirección fue León I (440–461). Conocido también como León el
Grande, él bien puede ser considerado como el primer Papa, por las características de sus
pretensiones de autoridad y tradición. León declaró que había autoridad escrituraria para las
pretensiones de Inocencio, aseguró el reconocimiento imperial de sus pretensiones de primacía, y
defendió la posición ortodoxa en el Concilio ecuménico de Calcedonia (451).

Roma gozó de una posición geográfica privilegiada. El obispo de Roma no tenía rival en el mundo
occidental. Actuó como árbitro en las controversias que devastaban a la Iglesia Oriental. Roma se
vio beneficiada con el cambio de sede de la capital del Imperio Romano. En 330, Constantino cambió
la capital de Roma a Constantinopla. Esto le dio mayor libertad de decisión al obispo de Roma. El
obispo de Roma pasó a ser un soberano eclesiástico y secular. Roma gozó por mucho tiempo de un
prestigio político sin parangón. Roma había sido el centro del mundo político por varios siglos. Roma
contaba con una tradición cristiana honrosa. Pablo y Pedro ministraron en Roma y allí sufrieron el
martirio por su fe.

Roma manifestó, a través de sus líderes cristianos más destacados, una interesante sabiduría
doctrinal. El obispo de Roma demostró gran capacidad doctrinal y práctica durante las controversias
entre 325 y 451. Hubo tres controversias importantes en Oriente (Apolinar, Nestorio y Eutiques), y
una en Occidente (Pelagio). El carácter especulativo de la mente oriental y el carácter pragmático
de la mente occidental chocaron. El primero garantizó la ortodoxia, el segundo garantizó el poder.
Las ganancias de prestigio y poder logradas para el papado bajo León I fueron reforzadas con el
ascenso de Gregorio I (590–604). Con él, se completa la transición del sistema patriarcal al papado
medieval, en sentido estricto. Su habilidad en hacer alianzas con los reyes germánicos y los
emperadores orientales amplió la autoridad de la sede romana. Su práctica de conceder el palio
(manto, capa) sobre los obispos hizo que la validez de su ordenación dependiera del consentimiento
papal. Gregorio extendió también la influencia de la sede romana mediante la obra misionera.

EL RETROCESO EN ORIENTE

_ El Imperio Bizantino

No hay una fecha precisa para el comienzo del Imperio Bizantino, con capital en Constantinopla.
El emperador Justiniano (527–565) se consideró como el único gobernante legítimo tanto del Este
como del Oeste. Él se consideraba un continuador de la vieja tradición romana, razón por la cual
hablaba latín y ordenaba su uso en la administración del Imperio. No obstante, hizo de la derrota de
sus enemigos occidentales el principal objetivo de sus empeños.

José Luis Romero: “La época que siguió a la muerte de Justiniano fue oscura y difícil.
Ninguno de los emperadores que gobernaron por entonces reunió el conjunto de cualidades
que se requería para hacer frente a los disturbios interiores, a las rivalidades de los
partidos—verdes y azules, según sus preferencias en el hipódromo—, a las querellas
religiosas y, sobre todo, a las amenazas exteriores. Era necesario mantener un ejército
poderoso, que consumía buena parte de los recursos imperiales, y con él se mantenía
dentro de las fronteras un poder que se sobreponía con frecuencia al emperador. Pero el
ejército era cada vez más imprescindible.”

Para comienzos del siglo VII, el Imperio Bizantino ya era una realidad política, social y cultural
definida. Después del año 610, el emperador de Constantinopla hablaba griego y estaba involucrado
en el desarrollo de un programa que era típicamente oriental o “bizantino” en su orientación. En los
primeros años de su desarrollo, Heraclio (610–641), el gobernante militar de Cartago, tomó control
del Imperio y cambio el título de emperador (imperator) por el de rey (basileus). Heraclio reconoció
la imposibilidad de la meta de Justiniano de restaurar el viejo Imperio Romano. Promulgó una nueva
constitución en la que Asia Menor quedaba dividida en distritos militares (themas o
circunscripciones) dirigidos por estrategos (strategoi). Como indica José Luis Romero: “Nunca como
entonces, … [el Imperio] estuvo en mayor peligro, y nunca como entonces pudo realizar un esfuerzo
tan vasto y eficaz. No sólo la situación interior era grave por las discordias y rivalidades de los
diversos grupos y las querellas religiosas, sino que también era dificilísima la situación exterior.”

En Italia, los lombardos (una tribu germánica) habían desplazado a las fuerzas bizantinas a un
enclave en torno a Rávena, sobre la costa del Adriático, y a las regiones más al sur de Italia y Sicilia.
El Imperio Sasánida en Persia continuó representando una amenaza todavía mayor. Desde 612 hasta
619, los ejércitos persas marcharon contra Constantinopla asediando Siria, Palestina, Asia Menor y
Egipto. Incluso, incendiaron el Santo Sepulcro (614). Simultáneamente, viejos enemigos, como los
ávaros y eslavos, aparecieron por el norte (año 626). Heraclio se vio forzado a confiscar fondos de
la Iglesia para sobornar a los invasores, a fin de arreglar un acuerdo pacífico. Entonces, en un
movimiento atrevido, Heraclio dejó que la ciudad montara su propia defensa contra el avance
aplastante de los persas, mientras él marchó con su ejército por detrás de las líneas persas. Heraclio
derrotó al emperador persa, en una batalla peleada en 628 cerca de Nínive. No obstante, para
mediados del siglo VII, el Imperio Bizantino se encontraba rodeado de problemas y de pueblos
invasores: eslavos desde el norte, árabes desde el este y el sur, y tribus germánicas en Occidente.
De todos estos invasores, los que mayor influencia cultural ejercieron fueron los eslavos.

MAPA 3 - LA IGLESIA BIZANTINA

José Luis Romero: “Para ese entonces [mediados del siglo VII], el Imperio Bizantino se había
transformado considerablemente en su fisonomía. Distintos pueblos—eslavos y
mongólicos—se habían introducido en su territorio y habían impreso su sello en algunas
comarcas, dando lugar a la formación de colectividades que coexistían dentro de un mismo
orden político, pero que acentuaban cada vez más sus rasgos diferenciales. Entre todas esas
influencias, la de los eslavos fue la más importante, y se ha podido hablar de una
‘eslavización’ del Imperio Bizantino; pero la tradición helénica se sobrepuso y, eso sí,
aniquiló definitivamente a la latina, cuya lengua se extinguió en el imperio.”

_ El cristianismo oriental: las controversias teológicas

Mientras el cristianismo occidental se organizaba en torno al Papa de Roma, el cristianismo


oriental continuaba bajo la autoridad del emperador oriental. Los intereses intelectuales de los
teólogos orientales se enfocaban sobre cuestiones doctrinales y se consumían en controversias,
especialmente las controversias cristológicas. Los emperadores bizantinos intervenían en las
controversias teológicas y controlaban a la Iglesia (cesaropapismo), todo lo cual complicaba todavía
más la situación.

CUADRO 3 - HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS

NESTORIO (nestorianismo)

El Logos moraba en la persona de Jesús, haciendo a Cristo un hombre portador de Dios más que
el Dios-hombre.

Afirmaba una unión meramente mecánica más que orgánica de la persona de Cristo.

APOLINARIO (apolinarismo)

Cristo no tenía un espíritu humano.

El Logos reemplazó al espíritu humano.

EUTIQUES (eutiquianismo)

La naturaleza humana de Cristo fue absorbida por el Logos.

SEVERO (monofisismo)

Cristo tenía una sola naturaleza

(no aceptaba la naturaleza humana de Cristo).

TEODORO (monotelismo)

Cristo no tenía voluntad humana, sino sólo la voluntad divina.

Los concilios ecuménicos. Todos los concilios ecuménicos se llevaron a cabo en el Este: Nicea
(325), Constantinopla (381), Éfeso (431), Calcedonia (451). El Cuarto Concilio (Calcedonia, 451) no
puso fin a la controversia cristológica entre los que abogaban por una naturaleza divina
(monofisitas) y quienes abogaban por dos naturalezas, humana y divina (diofisitas). El emperador
Zenón (474–491) quiso unir el Este con un edicto de unión que enfatizó las decisiones de los concilios
de Nicea (325) y Constantinopla (381), pero hizo poco caso de las decisiones de Calcedonia. Muchos
monofisitas del Este aceptaron el edicto, pero el Oeste lo rechazó, con lo cual se creó más discordia.
Esto llevó a un cisma que duró varias décadas (hasta 518).

CUADRO 4 - CONCILIOS ECUMÉNICOS

LUGAR FECHA EMPERADOR PARTICIPANTES RESULTADOS

NICEA 325 Constantino Arrio Eusebio de Declaró al Hijo


Nicomedia. homoousios con el
Eusebio de Padre. Condenó a
Cesarea. Osio Arrio. Redactó la
Atanasio forma original del
Credo de Nicea.

CONSTANTINOPLA 381 Teodosio Melecio de Confirmó


Antioquía Gregorio resultados del
Nacianceno Concilio de Nicea.
Gregorio de Niza Produjo el Credo
de Nicea revisado.
Terminó con la
controversia
trinitaria. Afirmó la
deidad del Espíritu
Santo. Condenó al
apolinarismo.

ÉFESO 431 Teodosio II Cirilo Nestorio Declaró herético al


nestorianismo.
Aceptó por
implicación la
cristología
alejandrina.
Condenó a Pelagio.

CALCEDONIA 451 Marciano León I Dióscoro Declaró las dos


Eutiques naturalezas de
Cristo, sin mezcla,
sin cambio,
indivisibles,
inseparables.
Condenó al
eutiquianismo.

CONSTANTINOPLA 553 Justiniano Eutiquio Condenó los Tres


Capítulos para
ganar el apoyo de
los monofisitas.
Afirmó la
interpretación de
Cirilo de la
Definición de
Calcedonia.

CONSTANTINOPLA 680–681 Constantino IV Rechazó el


monotelismo.
Condenó al papa
Honorio (m. 638)
como hereje.

NICEA 787 Constantino VI Declaró como


legítima la
veneración de
íconos y estatuas.

CONSTANTINOPLA 869–870 Condenó a Focio.

El Quinto Concilio (Constantinopla, 553) tuvo una importancia singular en este proceso. Lo
convocó Justiniano el Grande (527–656), pero no participaron los obispos de Occidente. Su
propósito fue aprobar el edicto del emperador Justiniano que condenaba a los Tres Capítulos (544),
que pretendían reconciliar a los monofisitas con los ortodoxos.
El Sexto Concilio (Constantinopla, 681) condenó a los monotelitas (sostenían dos naturalezas en
Cristo, pero decían que en Jesús sólo actuaba una sola voluntad en o a través de estas dos
naturalezas). Este concilio marcó el retorno a la ortodoxia, puso fin al monotelismo, y significó el
triunfo de Roma; pero condenó al papa Honorio como hereje.

El Séptimo Concilio (Nicea, 787) condenó a todo el movimiento iconoclasta y respaldó la


posición presentada por Juan de Damasco (675–749) a favor de la veneración de imágenes. Las
tendencias iconoclastas permanecieron en Asia Menor y entre la clase militar profesional.

Las iglesias orientales. A diferencia de lo que ocurría en Occidente durante estos siglos, donde
la Iglesia de Roma era prácticamente la única expresión de la fe y el testimonio cristiano, en Oriente
se desarrollaron varias ramas diferentes de la cristiandad, no sólo separadas y en oposición por sus
estructuras institucionales y de gobierno, sino también por profundas diferencias teológicas.

Los monofisitas de Egipto, Nubia y Etiopía. Bajo el liderazgo del patriarca de Alejandría, estas
iglesias de lengua copta rechazaron las decisiones del Concilio de Calcedonia y continuaron
sosteniendo una teología monofisita. Parte de la resistencia surgió del rechazo del dominio
bizantino y su persecución. Con las invasiones árabes (siglo VII) se vieron liberados del control
bizantino, pero cayeron bajo la influencia y limitaciones del Islam.

Los monofisitas de Siria. Los jacobitas, seguidores de Jacobo Baradeo (490–578), extendieron su
fe hacia el Este como mercaderes o fugitivos. Fueron perseguidos varias veces. La emperatriz
Teodora los trató con simpatía a mediados del siglo VI. Fue en el Segundo Concilio de Nicea (787)
que se los describió como “jacobitas” entre los anatemas lanzados contra la doctrina monofisita.
Decrecieron con las invasiones musulmanas, pero lograron extender su fe en Mesopotamia y Persia.
La iglesia jacobita todavía existe, pero con pocos miembros.

Los monofisitas de Armenia. Los armenios sostenían los decretos de Nicea contra los arrianos,
pero rechazaron los de Calcedonia y siguieron monofisitas a partir de 491. En 506, en el Sínodo de
Dvin, representantes de todas las iglesias de Armenia y de Georgia se decidieron en contra de la
doctrina de las dos naturalezas de Cristo. Se denunció a Nestorio y se rechazó el Tomo de León I. El
Henoticón del emperador Zenón (482) fue abrazado como ortodoxia. Finalmente, la doctrina de una
sola naturaleza en Cristo permaneció como parte de la confesión de fe de la iglesia nacional armenia.
Los monofisitas armenios también sufrieron las invasiones árabes y restricciones a su libertad.

El cristianismo nestoriano fue posiblemente uno de los desarrollos teológicos y eclesiásticos más
importantes. Según el nestorianismo, hay dos personas separadas en el Cristo encarnado, una divina
y otra humana, en oposición al concepto ortodoxo de que hay una persona con dos naturalezas.
Nestorio fue obispo de Constantinopla en 428 y su enseñanza fue condenada por el Concilio de Efeso
(431). Nestorio había condenado la creciente popularidad de la Virgen María, diciendo que María
no era “Theotokos” (madre o paridora de Dios), sino “Christotokos” (madre o paridora de Cristo).
Algunas iglesias en Asia Menor y Siria siguieron sus ideas. La escuela de teología de Edesa se
transformó en un centro de enseñanza del nestorianismo, hasta su clausura en 489. El
nestorianismo se desarrolló en Persia y se independizó de Roma. Su teólogo más destacado fue
Teodoro de Mopsuestia (350–428). El obispo de Seleucia-Ctesifonte fue elevado como cabeza de
esta Iglesia y se lo llamó catholikós.

La conquista árabe de Persia no cambió la situación de las iglesias nestorianas. Por el contrario,
los nestorianos tuvieron dos siglos de paz y prosperidad. Se les dio libertad para adorar y hacer
convertidos entre los persas. Eruditos cristianos tradujeron a los filósofos griegos al árabe. Los
nestorianos fueron grandes misioneros, ya que llevaron el cristianismo al Yemen y a la costa oriental
de Arabia. Sus monjes siguieron las rutas caravaneras de Asia Central, y llegaron a India, China y
Egipto.

_ El surgimiento del Islam: las invasiones árabes

El cristianismo y el islamismo. Ambas religiones tenían mucho en común. Ambas religiones eran
de origen semita y adoraban al mismo Dios. Los judíos llamaban a Dios Elohim, los cristianos siríacos
Alaha, y los musulmanes le dieron el nombre de Allah. Tanto el cristianismo como el islamismo
aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento. Incluso los musulmanes consideran a Jesús como
un profeta. No obstante, el surgimiento del Islam en el siglo VII fue la causa del mayor retroceso del
cristianismo de Oriente en toda su historia, y por cierto, mucho más grave que el retroceso
occidental ante las invasiones germanas. Como consecuencia de las invasiones árabes, se perdieron
territorios cristianos que jamás se volvieron a recuperar, incluso Palestina, Siria y otros países
orientales, que fueron campo de labor de los apóstoles. También se perdió la costa del norte de
África, donde vivieron muchos de los grandes Padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustín de
Hipona.

El islamismo nació en Arabia, que bien puede haber sido la cuna de todos los pueblos semitas.
Era un territorio desértico, poblado en aquel tiempo por pueblos nómadas, sometidos a una vida
muy rigurosa y, por lo tanto, muy independientes y divididos entre sí. En el siglo VII estas tribus
dispersas comenzaron a unirse por la necesidad de sobrevivir en una tierra que ya no los podía
sustentar y por el surgimiento de una nueva religión: el Islam (significa sumisión), la sumisión al
único Dios verdadero y al gobierno de su Profeta. De este modo, en esta coyuntura histórica,
ocurrieron dos fenómenos importantes: un movimiento de población en busca de espacio vital y el
surgimiento de una nueva religión que les dio identidad.

Mahoma y el Islam. El artífice de este extraordinario suceso fue Mahoma (570–632), un


comerciante nacido en 570, que pertenecía a una familia de una de las tribus árabes dirigentes de
la ciudad de La Meca (los coreichitas). Su padre había muerto poco antes de que él naciera, dejando
a la familia en la pobreza. Mahoma se crió con un tío y se dedicó más tarde al comercio, llegando a
ser administrador de los negocios de una mujer próspera (Cadija), con quien más tarde se casó. Con
ella tuvo dos hijos y cuatro hijas (ninguno de ellos sobrevivió, excepto Fátima).

La religión en Arabia en tiempos de Mahoma era muy primitiva. Creían en la existencia de


espíritus que habitaban en piedras erigidas. El culto más difundido era el de la Piedra Negra, que se
veneraba en la Caaba, un santuario situado en La Meca, al que concurrían los árabes en
peregrinación anual. Hubo también otros movimientos religiosos, que buscaban una religión más
profunda y que se retiraban al desierto para buscar a Dios: los janifs. Después de la muerte de sus
hijos, Mahoma mismo había participado de este tipo de movimientos, hasta que comenzó a tener
visiones por las que se sintió escogido como mensajero de Dios. En 610 recibió el llamado del ángel
Gabriel a predicar el mensaje del Dios verdadero y único, en contra de la idolatría y el politeísmo.

Mahoma regresó a su vida de comerciante en La Meca, pero compartió con su esposa y algunos
de sus amigos sus experiencias e ideas, entre las que se destacaban cuatro convicciones
fundamentales. Primero, Dios es uno, el Todopoderoso, Allah, y hay que someterse de manera
absoluta a él. Alá tiene un poder y sabiduría infinitos, pero no un amor redentor. Segundo, el pecado
de la idolatría. Mahoma sostuvo un monoteísmo abstracto, monótono, sin vida interior y plenitud,
antitrinitario, que negaba la divinidad de Cristo si bien lo aceptaba como un gran profeta. Tercero,
el temor al infierno. Según Mahoma, el diablo es un ángel caído que tienta a los seres humanos.
Cuarto, las recompensas de los fieles. El islamismo expresa fatalismo y gran temor al castigo por el
pecado; por ello mismo, los fieles tienen que ser buenos con los pobres y necesitados, y perdonar.

Mahoma estuvo muy influido por judíos y cristianos. Es posible que si la influencia cristiana
hubiese sido un poco más efectiva, el movimiento liderado por Mahoma se habría inclinado hacia
el cristianismo. Pero esto no ocurrió, y la nueva religión llegó a ser el rival más poderoso de la fe
cristiana durante toda la Edad Media. Al principio, la prédica del Profeta fue rechazada, y sólo su
esposa y algunos parientes la aceptaron.

La suerte de Mahoma cambió en 622, cuando se vio forzado a emigrar junto con sus amigos.
Este episodio se conoce como la Égira, y fue tan importante que los musulmanes consideran a este
año como los cristianos consideramos el año en que nació Cristo, y cuentan los años de su calendario
a partir de aquí. La nueva ciudad de Mahoma fue Yatreb, donde fue bien recibido y donde llegó a
ser su gobernante. En esta ciudad, que más tarde se llamó Medinat-an-Nabí (“la ciudad del Profeta”)
o Medina, se estableció una comunidad musulmana, en la que el culto y la vida civil y política
siguieron los principios del Profeta. Mahoma murió diez años más tarde (632). Para entonces, La
Meca ya lo había reconocido como Profeta de Dios (630), y así también lo hicieron todas las tribus
de Arabia. La idolatría y el politeísmo fueron desarraigados, y el monoteísmo absoluto del Islam se
impuso.

MAPA 4 - ARABIA
El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, fue compuesto por Mahoma, según él, bajo la
revelación divina. Éste es el libro sagrado de los musulmanes y el fundamento de sus creencias y
prácticas religiosas, civiles y políticas. Contiene fragmentos históricos, enseñanzas, consejos e ideas
religiosas y morales. Según el Corán, las creencias fundamentales de los musulmanes son la fe en
un Dios único, Alá; en los ángeles y en los profetas, el último de los cuales, Mahoma, ha traído a los
seres humanos el mensaje definitivo de Dios; en el Corán y sus prescripciones; en la resurrección y
el juicio; y, finalmente, en la predestinación de las personas según la insondable voluntad de Dios.

El Corán: “El Dios, no hay dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. Ni la somnolencia ni el
sueño se apoderan de Él. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. ¿Quién
intercederá ante Él si no es con su permiso? Sabe lo que está adelante y detrás de los
hombres, y éstos no conocen nada de su ciencia, si no es lo que Él quiere. Su trono se
extiende por los cielos y la tierra, y no le fatiga la conservación de esto. Él es el Altísimo, el
Inmenso.”

Islam significa esencialmente la sumisión a Dios. Esta sumisión involucra el cumplimiento


estricto de ciertos deberes religiosos. El primero es la confesión de fe en Dios y en Mahoma, su
profeta. Otros deberes religiosos fundamentales son: las oraciones, el ayuno, la limosna, el
peregrinaje y la guerra santa, esta última destinada a conseguir la conversión de los infieles a la
nueva fe.

José Luis Romero: “Proveniente del judaísmo y del cristianismo en sus aspectos
doctrinarios, la religión musulmana alcanzó cierta originalidad por la concepción militante
de la fe que logró imponer y que tan extraordinarias consecuencias debía significar para el
mundo. Una especie de teocracia surgió entonces en el mundo árabe y en las vastas
regiones que los musulmanes conquistaron, en la que el califa o sucesor del profeta reunía
una autoridad política omnímoda y una autoridad religiosa indiscutible. Sobre esa base, el
vasto ámbito de la cultura musulmana se desarrolló de una manera singular. De todas las
regiones que los musulmanes conquistaron supieron recoger el mejor legado que les
ofrecían las poblaciones sometidas, y con ese vasto conjunto de aportes supieron ordenar
un sistema relativamente coherente, del que predominaba, sin embargo, en cada comarca
la influencia que allí había tenido su origen: la griega, la siria, la persa, la romana. Acaso la
más importante contribución de los musulmanes—fuera de su propio desarrollo como
cultura autónoma—haya sido la constitución de un vasto ámbito económico que se
extendía desde la China hasta el estrecho de Gibraltar, por el que circulaban con bastante
libertad no sólo los productos y las personas, sino también las ideas y las conquistas de la
cultura y la civilización.”

Las invasiones árabes. Bajo los sucesores de Mahoma (llamados califas) comenzaron los ataques
árabes, que pronto se transformaron en la invasión y ocupación de los países vecinos, una vez
lograda la unidad territorial en Arabia. Las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino
guerras de conquista territorial. La conversión de los conquistados al islamismo no fue forzada ni
hubo al principio persecuciones contra judíos y cristianos. No obstante, su religión les dio a los
invasores un sentido de unidad y confianza en la victoria.

Justo L. González: “Los cristianos y judíos podían continuar en el libre ejercicio de su culto,
siempre que respetaran al Profeta y al Corán. Después se prohibió la conversión de los
mahometanos al cristianismo o al judaísmo. Pero aparte de esto, y de ciertas limitaciones
en las señales públicas de su culto, la única carga que se estableció sobre los judíos y los
cristianos fue la obligación de pagar un tributo mediante el cual el estado se sostenía.
Quienes se convertían al Islam no tenían que pagar ese impuesto. Por tanto, al mismo
tiempo que los musulmanes no tenían interés especial en fomentar las conversiones a su
religión, muchos de los cristianos de convicciones más flexibles terminaron por aceptar la
fe del Profeta.”

El primer territorio que sufrió el arrollador avance árabe fue el Imperio Bizantino, cuyo ejército
fue vencido en 634. Luego, en una sucesión rápida, cayeron Damasco (635), Siria (636), Jerusalén
(638), Cesarea y Gaza (640), Alejandría y todo Egipto (642). En los años que siguieron, avanzaron
sobre Túnez, Argelia y Marruecos. En 652 conquistaron Persia y fundaron un estado árabe con
capital en Bagdad. En 697 invadieron Cartago y en 711 ingresaron a España por Gibraltar (Gebel-
Tarik: la colina de Tarik, el comandante de las tropas moras, bereberes y árabes). En pocos años,
Persia, Siria, Palestina y Egipto, las tierras del origen del cristianismo, cayeron en manos
musulmanas y se perdieron para el testimonio cristiano hasta el día de hoy. En menos de un siglo,
el Islam casi había aniquilado los viejos baluartes del cristianismo en África del norte, y había cruzado
al continente europeo en España. A comienzos del siglo VIII parecía como si la cristiandad occidental
hubiese sido atrapada en un vasto movimiento de pinzas: los musulmanes avanzaron hacia Francia
en 721, y ya en 717 habían puesto sitio a Constantinopla.

Como puede verse, toda la cristiandad se sintió amenazada por el vertiginoso avance musulmán.
Dos eventos quebraron los extremos de estas pinzas y salvaron a la cristiandad de su desaparición.
Por un lado, la defensa de Constantinopla por el emperador León III, en 718, que hizo que los
musulmanes se retiraran de Asia Menor hasta detrás de los montes Taurus. Por otro lado, la victoria
de Carlos Martel (688–741) y su ejército franco cerca de Poitiers (Francia), en 732, que los echó de
Francia impidiendo su avance y no dejándoles pasar más allá de los Pirineos.

Desde 632 hasta 732 se dio un siglo de avance musulmán y de pérdidas cristianas. El
Mediterráneo, que había sido un lago romano, ahora estaba bajo el control musulmán. Los
musulmanes se adueñaron de casi la mitad del Imperio Romano cristiano. Esto tuvo enormes
consecuencias para el comercio europeo occidental y para la difusión del testimonio cristiano. Por
eso, ésta resultará ser la pérdida territorial más grande que experimentará el cristianismo en toda
su historia. Casi toda la Península Ibérica quedó bajo su control. África del norte, Egipto, Palestina y
Siria no habrían de recuperarse hasta hoy como territorios bajo influencia cristiana.

Además, si bien las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino de conquista, el
gobierno árabe en los territorios sometidos afectó a la religión cristiana. En Egipto, la Iglesia Copta
sufrió persecuciones, pesados impuestos, dificultades para realizar matrimonios y los cristianos eran
considerados como extranjeros: éstas y otras presiones llevaron a que muchos se hicieran
musulmanes. En el norte de África, la Iglesia cristiana casi desapareció. Ya los vándalos habían
diezmado a los cristianos y más tarde Justiniano hizo lo mismo, asolando especialmente a la
población local o indígena (bereberes), entre quienes el cristianismo no tenía mucho arraigo.
Muchos consideraban que estaban mejor bajo el dominio musulmán que bajo el dominio bizantino;
otros huyeron a Sicilia e Italia. En tiempos de Agustín de Hipona (m. 430) había alrededor de
setecientos obispados en el norte de África; para el año 700 apenas había unos treinta. Sólo España
se va a ir recuperando poco a poco para el cristianismo, pero a lo largo de un proceso de reconquista
agotador, que duró ocho siglos. No obstante, el peligro peor había sido evitado al ser detenido el
Islam en su avance sobre Europa. La cristiandad occidental sobrevivió, y estaba lista para
aventurarse nuevamente con su fe hacia Oriente una vez más.

MAPA 5 - LAS INVASIONES ÁRABES


Fernando Picó: “La política oficial del Islam triunfante era la tolerancia de la ‘gente del libro’,
cristianos y judíos, a quienes se les ponían cargas fiscales, pero se les permitía el libre
ejercicio de su religión, aunque no el proselitismo. Parte de las tierras conquistadas se
repartían entre los guerreros. En un par de generaciones los árabes se hicieron navegantes
y aprendieron las técnicas de los marineros de los puertos conquistados. También
aprovecharon los saberes acumulados de los griegos y sus sucesores, e incorporaron a su
acervo cultural técnicas de construcción, sabiduría médica, interés en las matemáticas y la
astronomía, técnicas de horticultura, drenaje y riego, y el arte de la reglamentación urbana.
Todos estos conocimientos serían pasados eventualmente a Occidente a través de España
y de Sicilia.”

El Imperio Bizantino y el Islam. Las guerras contra los persas sasánidas agotaron los recursos
económicos y humanos del Imperio. En 636, un ejército islámico infligió una derrota mayor a las
fuerzas del Imperio Bizantino, en Yarmuk. La derrota le costó al Imperio todo el territorio de Siria y
Palestina. En 642 fuerzas islámicas capturaron la más rica de todas las provincias del Imperio, Egipto.
Cuatro años más tarde una flota musulmana derrotó a la armada bizantina y ganó el control del
Mediterráneo (año 646).

Entre 673–678 naves musulmanas bloquearon la ciudad de Constantinopla. La marina bizantina


logró romper el sitio. En su campaña contra los musulmanes los bizantinos introdujeron un arma
nueva llamada “fuego griego.” El “fuego griego” era una especie de lanzadera de fuego que se
llevaba a bordo, construida alrededor de un tubo a través del cual se disparaba contra el enemigo
una mezcla de nafta, sulfuro y salitre. Tan pronto como el Imperio había roto el bloqueo, sus viejos
enemigos—los búlgaros y avaros—atacaron desde el norte. En 679 los búlgaros cruzaron el Danubio
y marcharon contra la ciudad. Para el año 700, el Imperio estaba reducido a una fracción de su
tamaño anterior. Ciento treinta y cinco años después del reinado de Justiniano, el emperador
bizantino controlaba solamente el sur de Italia, Rávena, una pequeña parte de los Balcanes y la
mayor parte de Anatolia.

En 717, León el Isaurio, o León III, subió al trono de Constantinopla como emperador. Durante
los veinticuatro años de su reinado (717–741), León III logró mantener a raya a los adversarios del
Imperio. En 717 los árabes renovaron sus ataques contra la ciudad capital mientras que otro ejército
musulmán marchaba, como vimos, cruzando el norte de África y entrando a España (717–719). León
III concentró sus recursos en proteger el corazón de su Imperio. Tomó medidas para reorganizar la
burocracia y la administración, y tuvo éxito en echar de Asia Menor a las tropas musulmanas (740).
Las victorias de León III le dieron al Imperio Bizantino un respiro de dos siglos antes de nuevos
avances árabes.

La Iglesia de Oriente y el Islam. Los cristianos al este de Palestina sufrieron el avance árabe, pero
a diferencia de lo ocurrido en España, el norte de África y en los territorios bajo el Imperio Bizantino,
lograron sobrevivir conservando su identidad e instituciones. Cuando el califato abásida estableció
su nueva capital islámica en Bagdad (750), el patriarca de la Iglesia Persa o Siríaca del Este (es decir,
la Iglesia de Oriente) también se trasladó a la ciudad capital. En 780, el obispo Timoteo, un hombre
reformador y de espíritu misionero, llegó a ser el patriarca. En 781, participó durante dos días de un
diálogo interreligioso con el califa abásida, Mahdi, y luego escribió un relato de su conversación, que
circuló como una apología. El documento refleja algo de la cristología diofisita (es decir, dos
naturalezas), que era característica por entonces en la Iglesia de Oriente. Lo interesante es este
ejemplo de diálogo religioso cristiano-musulmán en una época tan temprana.

Timoteo de Bagdad: “Yo respondí a su Majestad: ‘Oh nuestro victorioso Rey, en este mundo
todos nosotros estamos como en una casa oscura en el medio de la noche. Si en la noche y
en una casa oscura ocurre que una perla preciosa cae en medio del pueblo, y todos son
conscientes de su existencia, cada uno procurará recoger la perla, que no caerá en manos
de todos sino de uno solo, en tanto que alguien se adueñará de la perla en sí, otro de un
pedazo de vidrio, un tercero de una piedra o de un terrón de tierra, pero cada uno estará
feliz y orgulloso de ser el poseedor real de la perla. Sin embargo, cuando la noche y la
oscuridad desaparecen, y surgen la luz y el día, entonces cada una de aquellas personas que
habían creído que tenían la perla, extenderán y dirigirán su mano hacia la luz, que es la única
que puede mostrar lo que cada una tiene en la mano. Aquel que posee la perla se regocijará
y será feliz y se gozará con ella, mientras que aquellos que tenían en la mano pedazos de
vidrio o trozos de piedra sólo llorarán y estarán tristes, y suspirarán y derramarán lágrimas.

‘De la misma manera nosotros los hijos de la humanidad estamos en este mundo
perecedero como en tinieblas. La perla de la verdadera fe cayó en medio de todos nosotros,
y está indudablemente en la mano de uno de nosotros, mientras que todos nosotros
creemos que poseemos el objeto precioso. Sin embargo, en el mundo venidero, la oscuridad
de la mortalidad pasa, y la niebla de la ignorancia se disuelve, dado que la niebla de la
ignorancia es absolutamente ajena a la luz verdadera y real. En ella se regocijan los
poseedores de la perla, están felices y complacidos, y los poseedores de meras piezas de
piedra llorarán, suspirarán y derramarán lágrimas, como dijimos más arriba.’ …

Y nuestro victorioso Rey dijo: ‘Tenemos esperanza en Dios que nosotros somos los
poseedores de esta perla, y que la tenemos en nuestras manos.’—Y yo respondí: ‘Amén, oh
Rey. ¡Pero quiera Dios concedernos que nosotros también podamos compartirla contigo, y
regocijarnos en el lustre brillante y radiante de la perla! Dios ha colocado la perla de Su fe
delante de todos nosotros como los rayos brillantes del sol, y todo el que desee puede gozar
la luz del sol’.”

_ El Imperio Bizantino y Occidente

A lo largo del siglo VII y principios del VIII hubo tan sólo relaciones mínimas entre el Imperio
Bizantino y Europa Occidental. Una explicación de esto se encuentra en la necesidad de concentrar
los recursos del Imperio en su defensa y en el desorden e inferioridad de la situación imperante en
el Oeste. Estas condiciones comenzaron a cambiar a mediados del siglo VIII. Con la victoria de Carlos
Martel sobre los musulmanes (732), el Papa manifestó un renovado interés en la cristiandad
oriental. El emperador León III el Isaurio provocó una controversia con la Iglesia Occidental cuando
prohibió el uso de íconos en los cultos religiosos. El Papa se opuso a la proclamación de León y
respaldó con su autoridad el uso de imágenes.

La controversia iconoclasta. Esta disputa sobre el uso religioso de las imágenes, que duró desde
717–843, tuvo enormes consecuencias sobre la espiritualidad tanto oriental como occidental. El
conflicto fue inaugurado por los Isaurios (llamados así por una región en Asia Menor) y tenía que
ver con el uso devocional de imágenes o íconos. En el Oriente griego, el uso de los íconos estaba
bien difundido. Los íconos eran venerados no porque tuvieran algún valor material inherente, sino
más bien por las verdades espirituales que ellos manifestaban. Servían como recordatorios de
verdades espirituales y como medios de discernimiento espiritual. Los íconos también significaban
el completamiento o glorificación (theosis) espiritual de otros seres mortales junto a Cristo. Estas
imágenes eran muy populares en la devoción personal, la oración y la meditación.

El emperador León el Isaurio consideraba a los íconos como ídolos y su veneración como
idolatría. Él fue el iniciador de la controversia iconoclasta (“rompedor de íconos”). Seguramente, su
postura resultó de las influencias musulmanas en su región de origen en Asia Menor (Isauria, frente
a la isla de Chipre), pero también al hecho de que en sus días hubo un incremento del culto al
emperador. Los más devotos a los íconos eran monjes y monjas, cuyas comunidades no sólo estaban
eximidas del pago de los impuestos imperiales sino que no hacían ningún aporte significativo al
Imperio.

En 730, León publicó un edicto contra los íconos. El patriarca de Constantinopla se opuso y fue
removido de su puesto. Los soldados imperiales intentaron destruir los íconos por la fuerza en los
lugares públicos, con la oposición especialmente de grupos de mujeres. Constantino V continuó con
la política de su padre (desde 743). Un concilio reunido en 753 condenó los íconos y como
consecuencia hubo persecuciones y martirios de monjes y monjas. El sucesor de Constantino V, León
IV, disminuyó la persecución bajo la influencia de su esposa Irene, que estaba a favor de la
veneración de imágenes. Cuando Irene tomó el poder como regente de su hijo menor en 780,
revirtió la política iconoclasta de los Isaurios y en 787, junto con su hijo Constantino VI, convocó en
Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico, que aprobó la veneración de íconos como una práctica
ortodoxa. El Concilio también estableció que las imágenes no eran dignas de la adoración debida
sólo a Dios (latría), sino de una veneración inferior (dulía).

Alfred Weber: “En esta disputa, presenciamos una curiosa sublevación de la concepción
oriental de lo religioso, judaico-arábiga, procedente del Sur (Capadocia), que carece
rigorosamente de imágenes, que se opone a la veneración de lo divino expresado en
imágenes, lo cual había tomado cierto aspecto pagano, que se opone a la veneración de los
íconos como ídolos ‘no hechos por los hombres,’ que ponía en manos de la Iglesia y de los
conventos—que cada día adquirían mayores proporciones—un poder peligroso en forma
de medios de salvación milagrosos. Al mismo tiempo, sin embargo, este movimiento
constituyó la expresión política, la voluntad de una mundanalidad casi de tipo pagano
antiguo, que encarnaba en aquellos poderosos príncipes, en contra de la santurronería
supersticiosa que se iba formando. En el siglo IX, se llega respecto de esta polémica a una
transacción, mediante la incorporación o encaje de las congregaciones monacales y al
mismo tiempo volviendo a permitir las imágenes. Este nuevo Imperio coloreado con tonos
muy vivos había vencido el espíritu de la cultura griega, desde el punto de vista político;
pero en lo cultural había vencido en cambio la helenidad adoptando la forma de un
cristianismo magístico y gnóstico; y no triunfó a modo de una actitud ética—pues nunca se
había producido la lucha en torno a ésta—sino más bien como una sensibilidad plástica de
tipo heleno infundida en la Iglesia.”

Después de la muerte de Irene en 803, el partido iconoclasta intentó hacer prevalecer su


posición. Así es como se impusieron nuevas restricciones sobre el uso de íconos en las iglesias
mediante edictos imperiales, que se proponían terminar con lo que consideraban idolatría. Monjes
y obispos se resistieron, y nuevamente hubo una persecución severa. Finalmente, en 840, la
persecución amainó. La oposición a los íconos había sido más una cuestión de los emperadores y los
militares, y no había sido efectiva para desarraigar la iconolatría del corazón del pueblo. Con la
muerte del último emperador iconoclasta, Teófilo, su esposa, la emperatriz Teodora, ordenó el final
de la persecución. En 843, el patriarca de Constantinopla predicó un sermón en Santa Sofía, que
proclamó que los íconos debían ser reinstalados en la Iglesia. Ésta es la fecha que la Iglesia Ortodoxa
celebra, hasta el día de hoy, como el final de la controversia.

Las relaciones entre Este y Oeste. Desde un punto de vista político, estas relaciones se
empeoraron entre 780 y 802. En 780 Constantino VI, un niño de diez años, llegó a ser el emperador
bizantino. La madre de Constantino, Irene, actuó como regente hasta el año 790, cuando su hijo se
deshizo de los consejeros de su madre y tomó el control del poder. Irene intrigó contra su propio
hijo, al punto que sus secuaces lo enceguecieron, con lo cual quedó ritualmente descalificado para
ser emperador. Irene se nombró a sí misma emperatriz y gobernó de 797 hasta 802. El papa León III
(no confundir con el emperador León III, el Isaurio) intervino en la controversia y declaró vacante al
trono oriental, arguyendo que una mujer no podía gobernar sobre el Imperio. El Papa presentó una
afrenta todavía mayor cuando unilateralmente, como veremos más adelante, nombró a
Carlomagno “emperador de los romanos” en el día de Navidad del año 800. Las consecuencias
prácticas de la acción del papa León III no fueron grandes. No obstante, el nombramiento de un
occidental como cabeza del Sacro Imperio Romano señaló el comienzo de seis siglos de lucha entre
las cristiandades occidental y oriental.

Desde un punto de vista teológico, en Occidente se mantuvo en general una posición intermedia
entre los iconoclastas (destructores de los íconos) y los iconodulistas (adoradores de los íconos). Los
teólogos occidentales distinguían entre las naturalezas divina y material de Cristo, mientras
afirmaban algún modo de comunicación por el cual cada una compartía sus propiedades con la otra.
Para los teólogos orientales, la veneración de los íconos expresaba su fuerte énfasis sobre el misterio
de la encarnación. El teólogo más importante en este sentido fue Juan de Damasco, un monje de
Palestina que escribió Exposición de la fe ortodoxa y tres Discursos contra los que rechazan las santas
imágenes. Estas obras no sólo fueron una afirmación del uso devocional de las imágenes, sino
también una de las declaraciones teológicas más importantes de los principios que se discutieron
en la controversia.

Juan de Damasco: “Puesto que algunos nos culpan por reverenciar y honrar imágenes del
Salvador y de Nuestra Señora, y las reliquias e imágenes de los santos y siervos de Cristo,
recuerden que desde el principio Dios hizo al ser humano a su imagen. ¿Por qué nos
reverenciamos unos a otros, si no es porque somos hechos a imagen de Dios?… Por otra
parte, ¿quién puede hacer una copia del Dios que es invisible, incorpóreo, incircunscribible
y carente de figura? Darle figura a Dios sería el máximo de la locura y la impiedad.… Pero
puesto que Dios, por sus entrañas de misericordia y para nuestra salvación, se hizo
verdaderamente hombre … vivió entre los humanos, hizo milagros, sufrió la pasión y la cruz,
resucitó y fue elevado al cielo, y puesto que todas estas cosas sucedieron y fueron vistas por
los humanos … los Padres, viendo que no todos saben leer ni tienen tiempo para hacerlo,
aprobaron la descripción de estos hechos mediante imágenes, para que sirvieran a manera
de breves comentarios.… Nosotros no reverenciamos lo material, sino lo que esas cosas
significan.”

Desde el punto de vista cultural, las diferencias entre Este y Oeste eran notables. La exquisitez
y sofisticación de la cultura bizantina estaba muy por arriba del retraso y barbarie de los logros
germánicos. Cuando el Imperio Bizantino y el Occidente se enfrenaron en el siglo VIII en torno a un
problema concreto, la cuestión de los íconos, sus perspectivas y premisas habían llegado a ser muy
diferentes. No obstante estas diferencias, el sentido de inferioridad cultural del Occidente latino
respecto a Bizancio prevaleció hasta el siglo XII y le permitió al arte, la arquitectura, y el pensamiento
bizantino ejercer considerable influencia sobre el desarrollo cultural de Occidente.

La dinastía macedónica. Los emperadores que condujeron al Imperio Bizantino desde 867 hasta
1025 pertenecieron a una dinastía macedónica. Los siglos IX y X fueron un período de prosperidad
para el Imperio. Los ejércitos bizantinos tomaron la ofensiva y recapturaron buena parte de Siria,
Armenia, Chipre y Creta. Con Constantino VII, que reinó entre 920–959, el Imperio recuperó parte
de su prestigio y esplendor. Basilio II (927–1025) aplastó a los búlgaros y su acción en el orden
cultural tendió a la protección de las ciencias y las artes. En materia política estabilizó las fronteras
del Imperio frente a los magiares y eslavos, los cuales fueron evangelizados. Desarrolló relaciones
amistosas con Vladimir de Kiev (casado con una hermana de Basilio), en el sur de Rusia. Vladimir
invitó a Basilio (989) a enviar monjes a Rusia, lo que llevó a la conversión de los eslavos al
cristianismo y su adopción de la cultura bizantina. El comercio se expandió durante estos siglos y las
reformas de la burocracia imperial mejoraron la vida dentro de los límites del Imperio. Sin embargo,
la profunda crisis social que aquejaba al Imperio provocó numerosos conflictos, agravados por la
ineptitud de los sucesores de Basilio II.

A partir del siglo XI, el Imperio Bizantino entró definitivamente en decadencia. Sin embargo, un
grave suceso lograría prolongar todavía por dos siglos la vida del Imperio. En 1057, el emperador
bizantino solicitó la ayuda del Papa romano con el fin de detener a los turcos otomanos, que ya
habían ocupado Siria y Palestina, y amenazaban con poner sitio a Constantinopla. El papa Urbano II
promovió las Cruzadas, que lograron detener momentáneamente a los peligrosos enemigos, pero
la dinastía macedónica llegó a su fin y con ello casi desapareció el Imperio Romano de Oriente, que
quedó virtualmente reducido a la ciudad de Constantinopla y sus alrededores.

LA RECUPERACIÓN EN ORIENTE

Para el siglo VII, el patriarca de la Iglesia de Oriente (siríaca) era la autoridad cristiana más
importante en todo el territorio al este de Persia. Su interés no estaba enfocado tanto en los debates
teológicos de sus días, sino más bien en cuestiones prácticas y políticas. La adoración en la Iglesia
de Oriente se llevaba a cabo en lengua siríaca, mientras estos cristianos sustentaban una teología
nicena. Entre los patriarcas que sirvieron bajo el dominio musulmán de Persia, uno de los más
influyentes fue Timoteo I, ya mencionado. Él personalmente envió más de cien misioneros a nuevas
regiones donde no había testimonio cristiano.

La expansión del testimonio cristiano al este de Persia después del año 600 fue básicamente la
obra de monjes de la Iglesia de Oriente. Hubo también sacerdotes y mercaderes que llevaron su
testimonio a lo largo de las rutas caravaneras que cruzaban el continente asiático. Fue precisamente
en las principales ciudades junto a estas rutas entre Persia y China que, ya antes del siglo X, se fueron
estableciendo monasterios, que sirvieron de centros de adoración, evangelización, hospedaje para
mercaderes y escuelas. En ellos se copiaron y tradujeron los textos siríacos de las Escrituras, la
liturgia cristiana, y las historias de santos y mártires.

_ El cristianismo en India

Hay que esperar hasta el siglo XVI para tener referencias históricas más seguras en cuanto al
desarrollo del testimonio cristiano en India. No obstante, como se vio en el volumen anterior, hay
abundantes indicaciones de la presencia de cristianos en este sub-continente con anterioridad al
siglo VI. Para mediados del siglo VII, encontramos referencias en la correspondencia del patriarca
de la Iglesia de Oriente, Ishoyahb III, de la ruptura de relaciones con el metropolitano en
Rewardashir. Las iglesias en India continuaron sosteniéndolo financieramente. En el siglo VIII
encontramos nuevamente referencias a las iglesias en India en los registros persas. Se nos informa
que tenían un metropolitano propio, elegido de entre su propia comunidad en la presencia de los
otros obispos. Evidentemente, debería haber más de una diócesis, ya que según la tradición persa,
los metropolitanos eran nombrados cuando había por lo menos seis obispos bajo su autoridad. Las
iglesias aparentemente estaban bien establecidas. Hay varias cartas del patriarca Timoteo I que
mencionan la presencia cristiana en India. Una de ellas está dirigida a un monje llamado Tomás, que
estaba viajando con un grupo de inmigrantes a la India. Otra ofrece instrucciones en cuanto a
irregularidades ministeriales. En el siglo IX encontramos la mención de dos hermanos armenios que
llegaron a India como misioneros.

Existe un interesante documento de mediados del siglo IX, que consiste de unas placas de cobre
con inscripciones, que menciona concesiones dadas por los reyes locales a los cristianos para
construir sus lugares de culto. A la luz de esta evidencia arqueológica, se puede ver que las
comunidades cristianas en India eran pequeñas y mayormente ubicadas en el sur de la India. En su
mayoría, se trataría de inmigrantes venidos de Persia, que se establecieron en la costa Malabar a lo
largo de varios siglos. Algunos llegaron como mercaderes, otros como refugiados escapando de la
persecución persa o islámica, pero también había algunos misioneros. Muchos de ellos son
mencionados como peregrinos, que venían para visitar Cranganore, el lugar al que según la tradición
había llegado el apóstol Tomás, o Mylapore, cerca de Madrás en el este, donde se creía estaba
ubicada su tumba. Con el tiempo, estos cristianos llegaron a constituir una casta separada, con lo
cual gozaron del reconocimiento social y político de los gobernantes locales según la costumbre
religiosa hindú tradicional. Al igual que los miembros de otras castas en India, estos cristianos vivían
en casas vecinas a su centro religioso, en este caso sus templos, constituyendo así vecindarios
cristianos distintivos.

El siríaco continuó siendo la lengua litúrgica, a pesar de haber sido desplazada por el arábico en
Persia. Esta lengua les dio un sentido de identidad cristiana, al parecer más cercana a la lengua
hablada por Jesús y sus discípulos. En sus cultos las iglesias de la India celebraban liturgias que
guardaban cierta relación simbólica con Jerusalén. Pero al mismo tiempo estaban contextualizados
con la cultura local, ya que utilizaban tortas de arroz y vino de palmera para la eucaristía. Esto pone
en evidencia que su identidad cultural era plenamente india. Estos cristianos probablemente
llevaron su testimonio por mar a Sri Lanka, y tal vez a Java, la península Malaya, e incluso hasta la
costa de China. De hecho, hay mención de mercaderes persas y a veces armenios que visitaron estos
lugares entre los siglos VII y X.

_ El cristianismo en Asia Central

Al este de Persia, el testimonio cristiano siguió las rutas caravaneras, especialmente la Ruta de
la Seda, que cruzaban por Balkh, la capital de Bactria, y seguían por las ciudades de Merv y
Samarcanda. Estas mismas rutas eran seguidas por monjes, sacerdotes y mercaderes zoroastristas,
budistas, maniqueos y musulmanes, además de aquellos que sostenían creencias animistas y
chamánicas. La primera presencia cristiana estuvo ligada al establecimiento de monasterios en las
principales ciudades. Como se indicó, estos monasterios estaban directamente relacionados con el
comercio de mercaderes cristianos, a quienes ofrecían alojamiento y atención religiosa. Las iglesias
siríacas fueron bien conocidas por sus médicos, algunos de los cuales eran también sacerdotes y
monjes. La presencia de cementerios con inscripciones funerarias cristianas para mujeres y hombres
es evidencia de cierto grado de educación en estas ciudades de Asia Central, e indica la existencia
de comunidades cristianas permanentes a lo largo de la Ruta de la Seda desde Persia hasta China
occidental.

En una de sus cartas (781), el patriarca Timoteo I informaba que había recibido una
comunicación de un rey entre los turcos (hunos), en la que le decía que él y su pueblo se habían
convertido al cristianismo. Este rey le pedía que ordenara y les enviara un obispo junto con algunos
monjes, cosa que Timoteo hizo. En otras cartas, Timoteo I daba testimonio de su interés en asistir a
un creciente número de iglesias, monasterios y sedes episcopales a lo largo de lo que ahora son las
naciones de Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán. En una de sus cartas, Timoteo informaba que el
metropolitano de China había muerto y que él estaba nombrando a alguien para que ocupara su
lugar. En otra escribió que estaba preparándose para consagrar a un obispo para los tibetanos.
Algunos textos cristianos escritos en la lengua tibetana antes del siglo X sugieren que había interés,
sino una necesidad, de literatura cristiana en lengua tibetana. La decisión de Timoteo de consagrar
a un obispo para Tibet indica que había un grupo considerable de cristianos en aquella región.

Para fines del siglo VII el mensaje cristiano había alcanzado lo que es ahora China occidental.
Las antiguas ciudades de Tunhuang y Turfan tenían comunidades cristianas. En la primera, se han
encontrado numerosos escritos cristianos en cuevas budistas. Lo mismo ha ocurrido en Turfan, al
norte de Tunhuang, todo lo cual provee de buena evidencia para afirmar una presencia cristiana
considerable en esta región antes del siglo X. Estos cristianos serían persas, turcos, mongoles y
chinos, con algunas influencias armenias y griegas, según se ve por los escritos encontrados. Además
de las Escrituras, estos materiales incluían libros de adoración, homilías, comentarios bíblicos, vidas
de santos y mártires, tratados de medicina y obras filosóficas.

Una carta de Abdisho, obispo de la ciudad de Merv, escrita al patriarca de Bagdad alrededor del
año 1000, provee de evidencia de la extensión más septentrional alcanzada por la influencia
misionera cristiana durante este período. Este obispo informaba al patriarca que el rey de los turcos
keraítas que vivía alrededor de la región junto al lago Baikal en el norte de Mongolia, había tomado
contacto con él. El rey se había convertido a la fe cristiana a través de la aparición de un santo
cristiano, que le había mostrado el camino a través de una tormenta de nieve y se identificó como
un seguidor de Cristo. Como resultado de esto, el monarca había buscado a mercaderes cristianos
que estaban viajando a través de la región, y ellos lo instruyeron en las doctrinas básicas de la fe.
Incluso le habían dejado una copia del Evangelio. Según Abdisho, unos doscientos mil miembros de
la tribu de este rey habían llegado a abrazar la fe cristiana.

El rey estaba bien comprometido con la nueva fe y estaba solicitando ser bautizado. Para ello
pedía instrucciones en cuanto a cómo prepararse. Se le indicó que debía ayunar por largos períodos
de tiempo durante un año. Los turcos entendieron que debían abstenerse de comer carne o
productos lácteos durante estos ayunos, pero ésta era su dieta básica y única. El patriarca respondió
a sus inquietudes diciéndole a Abdisho que debía enviar a un sacerdote y a un diácono a bautizarlos
y a ministrarles. En cuanto al ayuno, en razón de la ausencia de otros alimentos, ellos debían
abstenerse de comer carne, pero podían consumir productos lácteos. Éste es un interesante
ejemplo de contextualización misionológica.

MAPA 6 - EL CRISTIANISMO EN ORIENTE

_ El cristianismo en China

El cristianismo llegó a China en el año 635, el año en que la misión céltica llegaba al norte de
Inglaterra, en Northumbria. Si bien este movimiento fue muy pequeño, es suficiente como
ilustración para recordar que el cristianismo no es una religión exclusivamente occidental, sino
universal. Puede decirse, entonces, que para Inglaterra del norte y para el Lejano Oriente, la historia
cristiana comenzó en el año 635.

Los misioneros en China. El documento arqueológico más completo para la reconstrucción de la


llegada del cristianismo a la China es la Estela de Ch’ang-an, encontrada en la provincia de Xian. Esta
piedra de granito negro, grabada con caracteres chinos en todas sus caras, lleva por título
“Monumento que conmemora la transmisión de la Religión de la Luz en China.” Fue grabada en 781
y declara que la llegada del testimonio cristiano a la capital del Imperio Chino bajo la dinastía T’ang
(Ch’ang-an) se produjo en el año 635, cuando monjes siríacos de la Iglesia de Oriente, arribaron bajo
el liderazgo de Alopen (o Alouben). La dinastía T’ang fue una de las más destacadas en la larga
historia de la civilización y cultura china. La ciudad de Ch’ang-an contaba con alrededor de dos
millones de habitantes, lo que la hacía la más grande del mundo en aquel tiempo. El confusionismo
era la ideología predominante del Estado, pero se estudiaban también otras religiones e ideas como
el taoismo, el budismo, el zoroastrismo y el maniqueísmo. Entre estas nuevas ideas estaba la
representada por monjes provenientes del extremo occidental de Asia (Siria), y que en chino se
conocía como Jing Jiao (Religión Ilustre o Religión de la Luz o Luminosa).

Estela de Ch’ang-an: “La doctrina sagrada que ha traído luz al mundo vino aquí durante el
reinado del Emperador Taizong. Las enseñanzas gloriosas fueron traídas por Alouben, un
hombre de alta virtud del Imperio de Da Qin (Siria). Él vino sobre nubes azules trayendo las
escrituras verdaderas, y después de un viaje largo y arduo, arribó en Ch’ang-an durante el
noveno año de Zhenguan. El emperador envió a su ministro Fang Xuanling para saludarlo
en el suburbio occidental. El visitante fue bienvenido en el palacio donde se le pidió que
tradujera sus escrituras. Cuando el emperador oyó las enseñanzas, se dio cuenta
profundamente de que ellas hablaban la verdad. Por lo tanto, pidió que estas enseñanzas
fuesen enseñadas, y en el mes séptimo en el otoño del vigésimo año de Shenguan, proclamó
un decreto:

‘El Camino no tiene un nombre común y lo sagrado no tiene una forma común.
Proclamen las enseñanzas por todas partes para la salvación del pueblo. Alouben, el hombre
de gran virtud del Imperio de Da Qin, vino desde una tierra lejana y arribó a la capital para
presentar las enseñanzas e imágenes de su religión. Este mensaje es misterioso y
maravilloso más allá de nuestra comprensión. Las enseñanzas nos hablan acerca del origen
de las cosas y de cómo ellas fueron creadas y nutridas. El mensaje es lúcido y claro; las
enseñanzas beneficiarán a todos; y ellas deben ser practicadas por toda la tierra’.”

Los primeros misioneros en ir a China vinieron de Persia (Da Qin o Siria en la Estela), que para
aquel entonces estaba bajo el gobierno musulmán. El grupo misionero había sido enviado por la
Iglesia de Oriente, y estaba constituido por veintiún monjes de habla siríaca, bajo la dirección de
uno llamado Alopen. Un edicto imperial del año 638 les concedió tolerancia religiosa y el emperador
mismo les dio un monasterio en la ciudad capital. El sucesor del emperador ordenó la construcción
de monasterios en muchas provincias y le dio a Alopen el título de “Señor Protector de las Grandes
Enseñanzas.” La Estela señala: “La enseñanza se esparció a las diez direcciones y el país prosperó.
Se construyeron monasterios en cientos de ciudades y muchas personas recibieron bendiciones de
la Iglesia de la Religión de la Luz.”

Sin embargo, en 698, al cambiar la dinastía gobernante, los cristianos tuvieron que hacer frente
a la oposición, que por momentos fue muy violenta. Maestros budistas esparcieron rumores en
contra de los creyentes. Para el 712, la oposición comenzó en la capital misma y aparentemente
resultó en la destrucción de recintos y objetos sagrados. A mediados del siglo VIII se restauró el
favor imperial. Se construyó una iglesia en un ducado “donde la doctrina podía ser enseñada a más
personas de maneras simples y directas,” y “en poco tiempo, muchas personas fueron convertidas.”
El siguiente emperador no sólo permitió la predicación cristiana, sino que hizo regalos a un
monasterio y se les pidió a los monjes que dirigieran la adoración en el palacio imperial. Un nuevo
edicto de tolerancia permitió ciertos progresos en el trabajo misionero en varias provincias.
La teología en China. La primera parte de la Estela de Ch’ang-an es un resumen de la doctrina
cristiana sostenida por los primeros misioneros en llegar a China. La declaración de fe comienza
confesando a Dios Altísimo como el Creador, uno y eterno. En cuanto a los seres humanos,
“originalmente ellos no tenían deseo alguno, pero bajo la influencia de Satanás, abandonaron su
bondad pura y simple por el brillo y el oro.” Como consecuencia de esta situación es que apareció
Ye Su (Jesús), “Aquel que emana en tres cuerpos ocultos, escondió su verdadero poder, se hizo un
ser humano, y vino de parte del Señor del Cielo a predicar las buenas enseñanzas. Una virgen dio a
luz a lo sagrado en una morada en el Imperio Da Qin.” La Estela continúa expresando una cristología
bastante similar a la de Nestorio:

Estela de Ch’ang-an: “El mensaje fue dado a los persas quienes vieron y siguieron la luz
brillante para ofrecerle regalos. Los veinticuatro santos [los libros del Antiguo Testamento
según el canon hebreo], nos han dado las enseñanzas, y el cielo ha decretado que sea
proclamada la nueva religión de la ‘Pureza de los Tres-en-Uno de los que no se puede
hablar.’ Estas enseñanzas pueden restaurar la bondad a los creyentes sinceros, liberar a
aquellos que viven dentro de los límites de los ocho territorios [quizás las Bienaventuranzas,
Mt. 3:3–10], refinar el polvo y transformarlo en verdad, revelar el portal de las tres
constantes [probablemente fe, esperanza y amor, 1 Co. 13:13], conducirnos a la vida y
destruir la muerte. Las enseñanzas de la Religión de la Luz son como el sol resplandeciente:
tienen el poder de disolver el reino de las tinieblas y destruir para siempre el mal.

“Él puso a flote la barca de la salvación y la compasión de modo que podamos usarla
para ascender al palacio de la luz y unirnos con el Espíritu. Él llevó a cabo la obra de
liberación, y cuando la tarea fue completada, ascendió a la inmortalidad en un gran
resplandor de luz. Él dejó veintisiete libros de escrituras [Nuevo Testamento] para inspirar
nuestro espíritu; reveló las obras del Origen; y nos dio el método de la purificación por el
agua [bautismo].”

Es posible conocer algo más de la teología cristiana china primitiva a partir de documentos
encontrados en las cuevas de Tunhuang y Turfan. Estos documentos son muy parecidos a las sutras
budistas en su estilo. Uno de ellos, la Sutra de Jesucristo, ha sido fechado alrededor del 638 y puede
estar relacionado con la misión original de Alopen. Otras tres sutras, agrupadas bajo el título común
de Discursos sobre monoteísmo, parecen haber sido compuestas alrededor de 641.

Es interesante notar el vocabulario de estos manuscritos. En la Sutra de Jesucristo se usa el


nombre “Buda” para la divinidad, mientras que las otras tres usan el término chino I-shen (“Un
Dios”). Cristo es también llamado Shih-tsun (“Señor del Universo”) y el Espíritu Santo Liang-feng
(“Brisa o Viento Fresco”). Este lenguaje facilitaba la comunicación del evangelio en un contexto
típicamente budista y taoista. La Primera sutra litúrgica, compuesta cerca de 720, ilustra la
adaptación de la liturgia cristiana al contexto local con su oración a “Aquel con el rostro como jade.”

Sutra de Jesucristo: “De modo que Dios hizo que la Brisa Fresca viniese sobre una mujer
joven escogida llamada Mo Yan [María], que no tenía esposo, y ella quedó embarazada.
Todo el mundo vio esto, y entendió lo que Dios había obrado. El poder de Dios es tal que
puede crear un espíritu corpóreo y conducir al sendero claro y puro de la compasión. Mo
Yan dio a luz a un niño y lo llamó Ye Su, quien es el Mesías y cuyo padre es la Brisa Fresca.…
Dios mira con compasión hacia abajo desde el Cielo, y controla todas las cosas en el Cielo y
la Tierra. Cuando Ye Su el Mesías nació, todo el mundo vio un misterio brillante en los Cielos.
Todas las personas vieron desde sus casas una estrella tan grande como una rueda de carro.
Esta luz misteriosa brilló sobre el lugar donde Dios iba a ser encontrado, porque en este
momento el Único nació en la ciudad de Wen-li-shih-ken [Jerusalén] en el huerto de But
Lam [Belén]. Después que hubieron pasado cinco años el Mesías comenzó a hablar. Él hizo
muchas cosas milagrosas y buenas mientras enseñaba la Ley.… El Mesías ofreció su cuerpo
a los malvados por amor a todos los seres vivientes. A través de esto todo el mundo sabe
que toda vida es tan precaria como la llama de una vela. En su compasión él entregó su vida.

“Los malos trajeron al Mesías a un lugar apartado, y después de lavar su cabello lo


llevaron al lugar de ejecución llamado Chi-Chu [Gólgota]. Ellos lo colgaron alto sobre un
cadalso de madera, con dos criminales, uno a cada lado de él. Él colgó de allí por cinco
horas.… Temprano esa mañana hubo una luz solar brillante, pero a medida que el sol se
movió al Oeste, tinieblas vinieron sobre el mundo, la tierra se sacudió, las montañas
temblaron, las tumbas se abrieron y los muertos caminaron. Aquellos que vieron esto
creyeron que él era quien él decía que era. ¿Cómo puede alguien no creer? Aquellos que
toman a pecho estas palabras son verdaderos discípulos del Mesías.”

De las otras tres sutras mencionadas, la primera ofrece una discusión metafísica sobre la
naturaleza invisible de Dios, y la naturaleza visible e invisible del ser humano. La segunda trata con
la creación y la naturaleza humana (cuerpo, alma y espíritu). La tercera titulada El discurso del Señor
del Universo sobre la limosna, provee una ilustración del énfasis cristiano sirio sobre la importancia
del papel de las mujeres en el evento de la salvación.

A la luz de estos documentos, parece evidente que las autoridades chinas consideraban al
cristianismo como una secta similar al budismo. Esta identificación facilitó el ingreso del testimonio
cristiano en China bajo la dinastía T’ang.

Los resultados en China. Las crisis políticas internas y externas no fueron favorables para un gran
avance de la fe cristiana en China. La estela de Ch’ang-an describe la situación hasta el año 781,
cuando fue esculpida y termina con una nota de confianza. Dice la Estela: “Esta doctrina es grande
y sus obras son poderosas y misteriosas. Si soy forzado a describirla, las llamaría la obra del Señor
Tres-en-Uno. Todo lo que este humilde siervo ha hecho es registrar en el monumento lo que ha
sucedido y glorificar al Señor Primordial.” La historia posterior debe ser reconstruida a partir de
otros documentos.

A mediados del siglo VIII, la expansión árabe hacia el Este (especialmente Tibet) creó conflictos
con el Imperio Chino. En estos años, uno de los líderes chinos más destacados fue el duque Kuo Tzu-
i, quien defendió los territorios chinos de los avances árabes. El monumento de Xian dice que uno
de los comandantes nombrados por el emperador para acompañar al duque era un sacerdote
cristiano llamado I-ssu, a quien la Estela lo menciona como su donante. Para entonces, parece que
en algunas iglesias la adoración se hacía en chino y no en siríaco. Es probable que la creciente
identificación del cristianismo con el budismo haya sido la causa de su rápida declinación hacia
mediados del siglo IX. Los registros chinos mencionan a los cristianos hasta aproximadamente el año
900, cuando desaparece todo rastro de cristianismo en China. Las razones para este cataclismo
fueron dos.

Primero, persecución. En el año 845 un emperador pro-taoísta decidió suprimir las religiones
que no eran de origen chino, incluso el budismo. El edicto decía: “¿Cómo pueden las religiones
triviales de Occidente compararse con las nuestras?” El edicto menciona a monjes cristianos y
zoroastristas (se los menciona juntos, porque ambas religiones provenían de Persia) en número de
3.000 que, al igual que los budistas, debían “retornar al mundo para no confundir las costumbres
de China.” La política persecutoria duró sólo veinte meses. El budismo logró recuperarse, pero la
pequeña Iglesia cristiana se debilitó casi definitivamente.

Segundo, desorden. Las continuas guerras civiles durante el siglo IX crearon un clima de
inestabilidad e inseguridad. En el año 878 la rebelión arruinó todo el sur de la China y su comercio
marítimo. Los mercaderes extranjeros regresaron en multitud a Occidente, y la falta de un gobierno
estable puso fin a las comunicaciones pacíficas en Asia Central, y con todo esto, la tarea misionera
murió.

El último testimonio que oímos de este período viene de un cronista árabe que informa haber
conversado con un monje cristiano en Bagdad en 987. Siete años antes, el monje había formado
parte de una misión enviada por el patriarca para poner en orden las cuestiones de las iglesias en
China. Pero no pudieron encontrar a un solo cristiano en todo el territorio. A pesar de este informe
negativo, veremos más adelante que el cristianismo en el Lejano Oriente logró sobrevivir entre
algunas tribus del Asia Central, desde donde volvería a expandirse nuevamente hacia el Este.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Mirando hacia atrás a los primeros tres siglos del
movimiento cristiano en China, encontramos a una comunidad que jamás sumó más que
una docena de monasterios establecidos y varios miles de creyentes cristianos. El número
de cristianos empalidece a la luz de la fuerza de las escuelas budista y taoísta de ese
tiempo.… En ninguna otra parte en el mundo en los siglos séptimo y octavo puede uno
encontrar a cristianos comprometidos en un estudio y diálogo activo con budistas, taoístas,
zoroastristas, maniqueos e incluso vecinos confucionistas.… Hubo una buena cantidad de
mezcla de ideas entre estas varias tradiciones en China. Quizás … ésta fue en parte la causa
de la decadencia de estas primeras comunidades cristianas al final. El eclipse parcial de una
identidad cristiana distintiva dejó a los cristianos chinos con pocas razones para mantener
su propia existencia separada en medio de las escuelas de la dinastía T’ang en China.

“Un argumento histórico más probable es que a pesar de la notable obra de traducción
e incluso de composición de nuevas obras teológicas en chino, la mayor parte de la iglesia
cristiana en China desde los siglos séptimo al décimo permaneció como una comunidad de
extranjeros residentes. Si bien por algún tiempo en el siglo octavo Ch’ang-an fue constituida
como ciudad metropolitana por el patriarca en Bagdad, las iglesias en su mayoría
permanecieron dependientes del clero foráneo de la región de Balkh para su liderazgo. La
comunicación fue difícil a lo largo de la Ruta de la Seda después del surgimiento de los
árabes o por mar desde la India.”

LA RECUPERACIÓN EN OCCIDENTE

_ La Iglesia en Europa

Establecidos los reinos germánicos, y concretada la atomización política de Europa occidental,


la Iglesia quedaba como la única expresión de cierto orden institucional. La Iglesia se erigió como
celosa guardiana de la organización y cultura romanas. Poco a poco los monarcas germánicos se
fueron convirtiendo a la fe cristiana y con ellos sus pueblos. La Iglesia fue creciendo en su influencia
y prestigio. A fin de consolidar su unidad y la del mundo cristiano que lideraba, la Iglesia organizó y
estableció sus jerarquías siguiendo el modelo de la administración civil del desaparecido Imperio
Romano. De este modo, Europa quedó dividida en provincias eclesiásticas o arquidiócesis colocadas
bajo la autoridad de arzobispos. A su vez, cada arquidiócesis estaba constituida por un número de
diócesis bajo la autoridad de obispos. Las diócesis estaban compuestas por varias parroquias
urbanas y rurales a cargo de los presbíteros o curas párrocos.

Este conjunto de religiosos constituía el clero secular, porque vivía en contacto con el seculum
(mundo o sociedad). A partir del siglo V aparece otro tipo de clero cuyos miembros (monjes y
monjas) vivían en monasterios, alejados del mundo y sujetos a una disciplina determinada,
expresada en una regla monástica. Por ello mismo, estos religiosos pertenecían al clero regular. A
través de su clero, secular y regular, la Iglesia controlaba la totalidad de la vida cotidiana, desde el
nacimiento hasta la muerte. También ejercía un creciente poder en el campo político, al coronar y
deponer a reyes y emperadores. Pero sobre todo, moderó las costumbres de los germanos y ayudó
a la difusión de la cultura romana.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “El factor singular más importante que ligaba a los pueblos
de estas regiones [España, Galia, Italia y Gran Bretaña] alrededor del año 600 era la religión
católica: sus obispos proveían de una red administrativa de naturaleza moral y espiritual.
Las iglesias eran dueñas de tierras, promovían la educación y apoyaban los encuentros
regionales de sus líderes. Dentro de esta red en el Oeste, el obispo más poderoso era el que
ocupaba la sede histórica de Pedro en Roma, el Papa.”

Durante la temprana Edad Media el poder del papado se incrementó. El Papa de Roma jugó un
papel primordial en mantener viva y desarrollar la idea de un Imperio en Occidente. Ya desde los
días del papa Dámaso I (375), el Papa pretendía tener una autoridad suprema en materia de
enseñanza de toda verdad en la cristiandad. Dámaso basaba su pretensión en la doctrina petrina,
según la cual Jesús había establecido a Pedro como la “roca” sobre la cual la Iglesia debía ser
construida. Esta ideología del papel conductor del Papa como líder de la cristiandad occidental, fue
reforzada y ampliada por el papa Gregorio I (590–640). Él fue el primer miembro de una orden
monástica en llegar al papado. Los logros de Gregorio (conocido como el Grande) le valieron un
lugar de honor entre los grandes Padres de la Iglesia (junto con Jerónimo, Ambrosio y Agustín).
Gregorio desarrolló ideas como la de la penitencia y conceptos como el del purgatorio. Centralizó la
administración de la Iglesia y fue el primer Papa en gobernar como cabeza secular de Roma así como
de los territorios alrededor de la ciudad. Se destacó como gran estadista, especialmente en el
manejo de los lombardos que amenazaban con invadir sus posesiones. Gregorio apoyó a la orden
benedictina y, en un tiempo cuando las comunicaciones entre las diferentes partes de Europa
estaban colapsando, los utilizó para crear las bases institucionales de la Iglesia Latina occidental.

Todos, romanos y bárbaros, necesitaban un emperador, pero no lo encontraron en el Imperio,


sino en la Iglesia, que sobrevivió al Imperio y que con el papa Gregorio I alcanzó su apogeo. Gregorio
trajo al trono papal la planificación de un estadista y la devoción de un monje. Su contribución más
notable fue la misión a Inglaterra, que se concretó con misioneros del monasterio benedictino
fundado por él, bajo la dirección de un monje llamado Agustín (no es Agustín de Hipona).

_ El monasticismo en Europa

Al comienzo del período de declinación, algo empezó a ocurrir. Al principio debió haber parecido
sólo de importancia local, pero finalmente llegó a salvar la situación del testimonio cristiano en todo
Occidente. Se trató del surgimiento del movimiento monástico, como expresión de profunda
espiritualidad y de gran devoción. A medida que se profundizaba el deterioro moral y espiritual en
Europa fue creciendo el celo monacal. Debido al ingreso masivo de paganos a la Iglesia, a la violencia
e inestabilidad generalizada, a la falta de educación y al caos imperante, muchas personas veían en
la vocación monástica una manera de huir del mundo y sus poco atractivas circunstancias. El
monasterio ofrecía una vida más segura, anticipable y con buenas oportunidades para el desarrollo
cultural.

El monasticismo se originó en el Cercano Oriente. Los primeros monjes estaban motivados por
un deseo de vivir vidas dedicadas a la contemplación y la adoración a Dios. En Italia, Benito de Nursia
(480–540) estableció los fundamentos del monasticismo occidental, cuando hizo una contribución
típicamente romana, no inventando algo nuevo, sino agregando disciplina y orden a lo que ya
estaba. En el año 500 se hizo ermitaño, y en el 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur de
Roma, destruyendo un templo de Apolo que había sobre una colina.

Benito había formulado una Regla, que establecía un modelo permanente para los monjes
occidentales. Hasta entonces, la vida de un monje estaba marcada por la pobreza y la castidad.
Benito enfatizó una tercera virtud: la obediencia. Benito le dio estabilidad a la vida monástica
mediante una buena organización. El monasterio estaba presidido por un abad asistido por un prior.
Si bien era estricta, la vida en un monasterio benedictino estaba bien balanceada en el uso del
tiempo: adoración y oración (en varios momentos del día); trabajo en el campo o en la cocina; y,
estudio. Algunos dichos famosos de Benito eran: “El ocio es el enemigo del alma,” y “Un claustro sin
libros es un fuerte sin armamento.” En menos de tres siglos los monasterios benedictinos se
esparcieron por todo el continente europeo, y la Regla de Benito llegó a unificar a todo el
monaquismo occidental.
_ Las misiones en Europa

Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos y arrinconaba a la cristiandad


latina en Europa occidental, en el norte del continente europeo el cristianismo resistía
encarnizadamente el avance musulmán y lograba introducirse en nuevos territorios a través de
movimientos misioneros sumamente dinámicos.

El cristianismo en España. El evento más importante en la Península Ibérica a comienzos de la


Edad Media fue la conversión del rey visigodo Recaredo del arrianismo al cristianismo católico (587).
Dos años más tarde, Recaredo convocó el famoso Tercer Concilio de Toledo, el primero de una serie
de dieciséis cónclaves de la Iglesia, que se llevaron a cabo bajo la supervisión real entre 589 y 702.
Estos concilios se transformaron en un verdadero poder legislativo, integrado por miembros del
clero y la nobleza. La recopilación de las distintas disposiciones legislativas dictadas por esas
asambleas constituyeron la base del derecho español, que más tarde (687) quedó plasmado en un
código llamado Fuero Juzgo. Este Concilio fue importante porque su propósito declarado era la
conversión pública de los germanos y el fortalecimiento de la fe católica en todo el territorio (esto
antes de la invasión musulmana). Entre otras cosas, el Tercer Concilio de Toledo decretó que el
Credo fuese recitado antes del Padrenuestro toda vez que se celebraba la eucaristía. En las actas de
este concilio aparece por primera vez la cláusula filioque, el agregado de la frase “y del Hijo” al Credo
de Nicea en cuanto a la procedencia del Espíritu Santo.

Tercer Concilio de Toledo (589): “Por lo tanto confesamos que existe el Padre, quien genera
de su misma sustancia un Hijo co-igual y co-eterno con él mismo, pero no de tal manera que
sea tanto hijo como padre; sino más bien, el Padre que genera es una persona, y el Hijo que
es generado es otra, aun cuando ambos subsisten en una divinidad de sustancia. Porque el
Padre de quien el Hijo existe, él mismo existe de ninguna otra cosa; y el Hijo tiene un Padre,
no obstante él subsiste en divinidad sin comienzo y sin disminución, de tal manera que es
co-igual y co-eterno con el Padre. Y de manera similar, confesamos y predicamos que el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y es uno en sustancia con el Padre y el Hijo;
realmente que el Espíritu Santo es una tercera persona en la Trinidad, aunque tiene en
común con el Padre y el Hijo la esencia de la divinidad.”

Los visigodos eran los más cultos de los pueblos bárbaros y al fusionarse con los
hispanorromanos dieron origen a un alto grado de civilización en el reino que crearon en España. El
clero fue el depositario de la cultura y los trabajos literarios se ocupaban de temas referentes a la
religión, la moral y la historia. La figura más destacada de este período fue el arzobispo Isidoro de
Sevilla, un hombre erudito que escribió sobre casi todas las materias que, en su época, comprendía
el saber humano, desde teología hasta las artes mecánicas. Entre sus muchas obras se destaca
Etimologías, una obra monumental dividida en veinte libros, en los que se ocupa de temas religiosos,
y de derecho, legislación, historia y ciencias naturales.

El reino visigótico subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a causa de la invasión
de los musulmanes. En 711, los musulmanes pusieron pie en tierra española y en el mes de junio
derrotaron al rey visigodo Rodrigo. Los enclaves cristianos quedaron arrinconados por la presencia
musulmana en algunos valles del Cantábrico y en la región montañosa de Asturias, a partir de 713.
De esta manera desapareció la monarquía visigoda y comenzó la lucha por la Reconquista, que se
prolongó por más de siete siglos como una verdadera cruzada cristiana. El iniciador de tal epopeya
cristiana fue el rey visigodo Pelayo, que logró vencer por primera vez a los invasores en la batalla de
Covadonga (718). Pero la expulsión de los musulmanes de la Península recién pudo ser completada
en 1492.

El cristianismo en las Islas Británicas. El desarrollo del testimonio cristiano en las Islas Británicas
tuvo dos movimientos fundamentales. Por un lado, está la misión celta, que representó una
corriente misionera proveniente del norte, básicamente del movimiento monástico desarrollado en
Irlanda. Uno de los misioneros celtas más famosos fue Columbano (543–615), contemporáneo de
Gregorio I. Nacido y educado en Bangor (Irlanda), condujo a un grupo de doce misioneros al
continente europeo (Galia) a fines del siglo VI. Allí estableció varios monasterios en el sur de Francia
y el norte de Italia, y compuso una regla monástica basada en las prácticas ascéticas celtas. Al igual
que muchos otros líderes espirituales de este período, Columbano es recordado por los milagros y
maravillas que llevó a cabo. Estas señales y prodigios sirvieron para llamar la atención de los paganos
y hacer que dejaran a sus dioses tradicionales por Cristo. En 603 escribió una carta a un sínodo de
obispos en Galia, en defensa de su adhesión a las costumbres de la Iglesia celta (especialmente en
cuanto a la Pascua) y en oposición con la práctica romana y gala.

Columbano: “Finalmente, padres, oren por nosotros así como nosotros lo hacemos por
ustedes, aunque estemos maltrechos, y rehúsense a considerarnos alejados de ustedes;
porque todos nosotros somos miembros unidos de un cuerpo, ya sean francos o bretones
o irlandeses o cualquiera que sea nuestra raza. Así que todas nuestras razas se regocijen en
la comprensión de la fe y la aprehensión del Hijo de Dios, y ocupémonos todos en lograr
una humanidad plena, a la medida de la estatura de la plenitud de Jesucristo, en quien
debemos amarnos unos a otros, alabarnos unos a otros, corregirnos unos a otros,
alentarnos unos a otros, orar unos por otros, para que con Él unos y otros podamos reinar
y triunfar.”

Otro gran protagonista de esta acción misionera celta fue Columba (521–597), a quien se lo
conoce como “apóstol de Escocia.” Columba era nieto del rey que gobernaba Irlanda cuando
Patricio, el misionero bretón que evangelizó ese país (432), fue capturado y hecho esclavo. Columba
llegó a ser abad y fundó varios monasterios en Irlanda, hasta el año 563, cuando “deseó ir en
peregrinación por amor a Cristo” dejando su tierra. Columba escogió a doce monjes que estaban
dispuestos a acompañarlo en su misión y fue a la isla de Iona, frente a la costa occidental de Escocia,
donde fundó un monasterio como base de operaciones. Columba no sólo fue apóstol de Escocia
sino también el fundador de la misión celta en Inglaterra, misión que desde el año 635 convirtió
buena parte del centro de las Islas Británicas (Northumbria). El año 597 es importante porque señala
el año de la muerte del celta Columba y el comienzo de la historia de la Iglesia en Inglaterra pues es
el año de la llegada del misionero romano Agustín (m. 604), que más tarde sería consagrado como
el primer Arzobispo de Canterbury.
Por otro lado, está la misión romana. El protagonista de este movimiento misionero jamás pisó
tierras británicas, pero fue uno de los estrategas misioneros más notables de toda la Edad Media:
Gregorio el Grande, a quien se lo conoce como el “apóstol de Inglaterra.” Gregorio I es uno de los
dos papas llamados “grandes.” Gregorio pertenecía a una familia noble de Roma (nació en 540).
Llegó a ser gobernador de la ciudad en una época muy difícil (572), de pobreza y peligros. Al morir
sus padres (574), heredó una gran fortuna, que entregó a los pobres, y transformó su casa en un
monasterio benedictino, haciéndose monje él mismo. En 578, el Papa lo envió a la corte del
emperador en Constantinopla como su representante, y luego lo colocó como su secretario
personal. En 590 fue nombrado Papa, sin que él buscara esa posición de honor. Durante el año que
pasó en Constantinopla se dio cuenta de que el emperador no podía hacer nada por Europa
occidental. Consciente de lo difícil de la tarea, asumió la responsabilidad de transformar a Roma en
la conductora y la salvadora de la cristiandad occidental.

Gregorio fue un gran misionólogo. Hizo planes a largo plazo, como que planeó la conversión de
toda Inglaterra cuando todavía el territorio no estaba unificado, de modo que hubo una Iglesia de
Inglaterra antes de que existiera Inglaterra. Alentó la adaptación a las costumbres nativas, ya que
instruyó a sus monjes que los templos paganos no debían ser abandonados si podían servir como
iglesias cristianas. También les indicó que había que aprovechar las fiestas paganas y hacerlas
cristianas. Agustín, con cuarenta monjes, después de un viaje largo y difícil, desembarcó con sus
compañeros en Kent (597), donde comenzaron sus contactos con los anglosajones. A los pocos
meses, Agustín informaba a Gregorio del bautismo de 10.000 anglosajones. Posteriormente, se
convirtió el rey y todo su reino; Agustín fue nombrado arzobispo (el primero de Canterbury) y se
creó una nueva provincia eclesiástica. Hubo varios obispados y la Iglesia estuvo relacionada con
Roma.

Como puede verse, en la evangelización de las Islas Británicas intervinieron dos tradiciones
cristianas diferentes: una celta y la otra romana. Esto dio lugar a la confusión, especialmente cuando
ambas corrientes se encontraron en Northumbria, en el centro de Inglaterra. El problema mayor
tenía que ver con la celebración de la Pascua, ya que unos la celebraban según el calendario celta y
otros según el latino. Pero en el fondo lo que se discutía era si la Iglesia de las Islas Británicas debía
ser independiente de Roma o no.

Para resolver este problema se convocó un sínodo, que tuvo lugar en Whitby, en el año 664. El
discurso decisivo lo tuvo Wilfrido, abad de un monasterio romano en Ripon (Inglaterra) y el primer
obispo anglosajón. Era un admirador de la Iglesia Romana, y en Whitby respaldó la posición de que
la Iglesia de Inglaterra dependiera de Roma. La victoria del partido romano fue un triste golpe para
la misión celta, que poco a poco regresó a Irlanda. Así, las Islas Británicas se pusieron en conexión
con el continente, aunque no sin heredar de la tradición celta del norte un profundo espíritu
misionero, que habría de manifestarse una y otra vez en su historia.

Un caso interesante de catolicidad lo ofrece quien fuera el séptimo arzobispo de Canterbury,


Teodoro de Tarso (602–690). Este monje vivía en Roma como refugiado por el avance musulmán en
el Este. El Papa lo consagró como arzobispo de Canterbury en 668, de modo que la cabeza de la
Iglesia en Inglaterra fue un monje proveniente nada menos que de Asia Menor y del Imperio
Bizantino. Teodoro fundó escuelas en las que se enseñó griego y latín, y trabajó diligentemente para
mejorar el liderazgo pastoral y la vida espiritual de su provincia eclesiástica. Nombró obispos, creó
diócesis nuevas, estableció un sistema parroquial, y celebró sínodos que acercaron todavía más a la
Iglesia de Inglaterra a Roma. Quizás la extraña combinación que se dio en Gran Bretaña de la
disciplina espiritual celta y su fuerte vocación misionera, con el pragmatismo romano y sus
conexiones con Roma, junto con la erudición teológica clásica representada por Teodoro, hicieron
que a lo largo del siglo VII surgiera una forma distintiva de cristianismo anglosajón. Más tarde, en
los siglos VIII y IX, se verían los frutos de esta amalgama de auténtica catolicidad en los territorios
en los que los misioneros anglosajones llevaron el testimonio cristiano.

El cristianismo en el norte de Europa. Inglaterra, de campo misionero se transformó en agencia


misionera, y apenas un siglo después de la llegada de Agustín de Canterbury se inició la expansión
del cristianismo hacia el continente europeo. Hubo dos personajes destacados en este proceso
misionero.

El primero de ellos fue Willibrordo (658–739) a quien se lo conoce también como el “apóstol de
los Países Bajos.” Wilfrido de Ripon, en uno de sus viajes a Roma, pasó algún tiempo en la costa de
los Países Bajos, donde quiso interesar a los jefes de las tribus bárbaras en la civilización cristiana.
Fue del monasterio de Wilfrido en Ripon de donde salió el primer gran misionero anglosajón:
Willibrordo. En el año 690 se embarcó junto con otros once monjes. Llegaron a Utrecht, donde
realizaron su obra y donde llegó a ser el primer obispo. Su trabajo misionero se realizó bajo la
protección de los francos, que estaban expandiéndose hacia el este. La historia lo recuerda como el
santo patrono de Holanda.

El otro protagonista importante de esta expansión cristiana anglosajona fue Winfrido o


Bonifacio (679–755), conocido como el “apóstol de Alemania.” Bonifacio nació en el año 679 y fue
educado en un monasterio cerca de Winchester, donde luego fue invitado para enseñar. Se hizo
monje y fue candidato a abad, pero se unió a Willibrordo en el año 718. De los Países Bajos continuó
su obra hacia Alemania. Fue consagrado obispo y más tarde arzobispo de Maguncia por el Papa,
quien en 739 le escribió para elogiarlo por “los cien mil germanos liberados de las ataduras
paganas.” El proceso de conversión no fue difícil, ya que contó con el respaldo de los ejércitos
francos, que abrieron Sajonia a la obra misionera. Además, Bonifacio apeló a los monjes y monjas
anglosajones a respaldar con oración y servicio su obra evangelizadora en Alemania. Cientos de
estos misioneros se unieron a su proyecto.

El incidente más dramático en su carrera misionera fue cuando derribó, ante la mirada
asombrada de una multitud, un roble dedicado a Thor, el dios del trueno, y luego con su madera
construyó una capilla. Su método fue establecer pequeños monasterios como bases misioneras. A
los setenta y cinco años se retiró de su ministerio como arzobispo y continuó involucrado en el
trabajo misionero. En el año 755, fue martirizado en Holanda, donde había dado sus primeros pasos
como misionero, cuando después de un viaje de predicación, reunió a sus convertidos para
ministrarles la confirmación, y hombres armados lo atacaron.
Destrucción del roble de Thor: “Muchas de las personas de Hesse fueron convertidas [por
Bonifacio] a la fe católica y confirmadas por la gracia del Espíritu: y recibieron la imposición
de manos. Pero había algunos, todavía no fuertes en su alma, que se rehusaban a aceptar
plenamente las enseñanzas de la verdadera fe. Algunos hombres sacrificaban en secreto, y
otros incluso abiertamente, a árboles y manantiales. Algunos practicaban en secreto la
adivinación, sortilegios y encantamientos, y otros en público. Pero otros, que eran de una
mente más sana ponían a un lado toda profanación pagana y no hacían ninguna de estas
cosas; y fue con el consejo y consentimiento de estos hombres que Bonifacio procuró
derribar un cierto árbol de gran tamaño, en Geismar, llamado en la lengua antigua de la
región, el roble de Jove [es decir, Thor]. El hombre de Dios fue rodeado por los siervos de
Dios. Cuando estaba listo para derribar el árbol, he aquí que una muchedumbre de paganos
que estaban allí lo maldijo agriamente entre ellos porque él era el enemigo de sus dioses. Y
cuando él había comenzado a cortar el tronco, una brisa enviada por Dios sacudió por arriba,
y de pronto la copa del árbol se quebró, y el roble con su enorme follaje cayó al suelo. Y se
rompió en cuatro partes, como por voluntad divina, de modo que el tronco quedó dividido
en cuatro grandes secciones sin ningún esfuerzo de los hermanos que estaban cerca.
Cuando los paganos que habían maldecido vieron esto, dejaron de maldecir y creyendo,
bendijeron a Dios. Entonces el más santo de los sacerdotes consultó con los hermanos y
construyó con la madera del árbol un oratorio y lo dedicó al santo apóstol Pedro.”

El cristianismo en el corazón de Europa. Las invasiones bárbaras terminaron aportando una gran
masa de nuevos aliados a la Iglesia de Roma en Galia, especialmente los francos, que fueron el reino
germánico más importante durante la temprana Edad Media. Desde la conversión de Clodoveo, los
francos favorecieron el desarrollo del cristianismo en sus territorios y fueron instrumentos de su
expansión a las nuevas tierras por ellos conquistadas. Fue gracias a la alianza entre los francos y el
papado, que el segundo pudo verse aliviado de los lombardos, que amenazaban invadir Roma y
ganar los territorios vecinos a esta ciudad, conocidos como los “estados papales.”

Muchas de estas concesiones se lograron gracias a documentos falsos, que sirvieron para
engañar a los monarcas francos y a sus sucesores durante mucho tiempo. Entre estos documentos
cabe mencionar a dos como los más influyentes. El primero, la Donación de Constantino, decía que,
cuando Constantino trasladó la capital del Imperio a Constantinopla (330), le había dado al obispo
de Roma el dominio de Occidente, además del territorio del norte de Italia, y había ordenado que
todo el clero cristiano debía responder al obispo romano. La falsificación fue hecha cerca del año
754, pero recién fue descubierta en el siglo XV por Lorenzo Valla (1407–1457). Para entonces, ya
había cumplido su propósito.

Donación de Constantino: “En nombre de la santa e indivisa Trinidad.… El emperador


Constantino … al más santo y bendito padre de los padres, Silvestre, obispo de la ciudad de
Roma y Papa; y a todos sus sucesores, los pontífices, que se sienten en la silla del bendito
Pedro hasta el fin del tiempo.… En razón de que nuestro poder imperial es terrenal, hemos
decretado que venere y honre a su más santa Iglesia Romana y que la sagrada sede del
bendito Pedro sea gloriosamente exaltada por sobre nuestro imperio y trono terrenal.
Atribuimos a él el poder y la dignidad gloriosa y la fuerza y honor del Imperio, y ordenamos
y decretamos que él también tenga gobierno sobre las cuatro sedes principales: Antioquía,
Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, y también sobre todas las iglesias de Dios en todo el
mundo. Y el pontífice que por el momento preside sobre esa muy santa Iglesia Romana será
el más alto y principal de todos los sacerdotes en todo el mundo y conforme a su decisión
se resolverán todas las cuestiones que se emprendan para el servicio de Dios o la
confirmación de la fe de los cristianos.… Concedemos al ya mencionado y muy bendito
Silvestre, Papa universal, tanto nuestro palacio, como adelanto, y del mismo modo todas las
provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia y de las regiones del Oeste; y,
donándolos a su poder e imperio y de los pontífices, sus sucesores, nosotros …
determinamos y decretamos que lo mismo sea puesto a su disposición, y legalmente lo
otorgamos como una posesión permanente a la santa Iglesia Romana.”

Otros documentos importantes fueron las Decretales seudo-isidorianas, llamadas así por haber
sido atribuidas a Isidoro de Sevilla. Como se vio, Isidoro fue un arzobispo de esa ciudad y doctor de
la Iglesia, un líder que gozó de gran influencia durante la Edad Media por haber reunido en el siglo
VII toda la legislación eclesiástica conocida hasta entonces. A esta colección, en el siglo IX, se
agregaron documentos falsos, que llevaban la firma de un tal Isidoro Mercator. Su propósito era
fortalecer la posición del obispo de Roma, reclamando para él una jurisdicción suprema. No
existiendo en aquella época un sentido crítico, las Decretales fueron inmediatamente aceptadas
como genuinas, y la falsedad no se descubrió hasta que la Reforma despertó los estudios históricos
y críticos.

Los francos fueron quienes dominaron el corazón de Europa desde el siglo VI hasta el X. El hijo
de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve (714–768), fue quien le puso fin al débil régimen de los
reyes merovingios y destronó al rey Childerico III, haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la
dinastía inaugurada con Clodoveo y comenzó la dinastía Carolingia (751), con el total apoyo de la
autoridad espiritual de la Iglesia. Pipino había enviado a Roma a dos obispos con el encargo de
consultar al papa Zacarías (papa de 741–752) respecto de los reyes merovingios que tenían el título,
pero no la autoridad. El Papa respondió que más valía llamar rey a quien poseía autoridad. Poco
después, Pipino fue consagrado solemnemente por el papa Esteban III (papa de 752–757), que se
trasladó a la abadía de Saint-Denis para ungirlo y proclamarlo “rey de los francos por la gracia de
Dios.”

_ El imperio cristiano en Europa

La derrota de los visigodos por los musulmanes en 711 y el rápido avance de éstos a lo largo de
la Península Ibérica hicieron temblar el corazón de Europa, la Galia. Hasta 750, España constituyó
un emirato bajo la dependencia del califa de Damasco y la antigua capital visigótica (Toledo) fue
reemplazada por Córdoba. En Francia, los reyes merovingios defendieron como pudieron sus
fronteras, hasta que en 732 los mulsulmanes fueron contenidos por Carlos Martel en Poitiers.

José Luis Romero: “La conquista de España por los musulmanes puso en contacto directo
dos civilizaciones. Esta circunstancia caracterizó todo el período subsiguiente, pues obligó
al mundo cristiano a adoptar una política dirigida por la idea del peligro inminente que lo
acechaba. La reordenación del Imperio occidental por los carolingios fue la consecuencia
más importante de esta nueva situación.”

Carlomagno (742–814). El más grande de los monarcas francos fue Carlos el Grande (del latín
magnis, “el grande”). Fue un gran guerrero, porque duplicó el territorio recibido de su padre (Pipino
el Breve). Fue también un gran organizador, porque supo manejar con mano firme el Estado y la
Iglesia. Y fue un gran promotor de la cultura, porque contribuyó significativamente a la educación,
si bien él mismo no sabía escribir y apenas podía leer en latín.

Como cristiano dejó mucho que desear, pero su política como gobernante ayudó a fortalecer y
extender la fe cristiana, si bien muchas veces usó la fuerza para ganar nuevos convertidos. En el año
773, los lombardos volvieron a amenazar los territorios papales, y el papa Adriano I (papa de 772 a
795) pidió auxilio al “Patricio de los romanos,” Carlomagno. Éste cruzó los Alpes con un gran ejército
y destruyó a los lombardos en forma definitiva. Así, Carlomagno se transformó en el protector de
Roma. En el norte de Alemania, Carlomagno extendió los territorios francos conquistando a los
sajones (780), que todavía no habían aceptado el cristianismo, a pesar de la obra misionera de
Bonifacio. Con el bautismo forzado de los sajones, vemos por primera vez el uso a gran escala de la
fuerza y violencia militar para obligar a un pueblo a convertirse al cristianismo. Por otro lado, la
conquista de Alemania fue un hecho importante, porque marcó el primer gran avance logrado por
la cultura latina y la fe cristiana al este del Rin. Así, pues, con Carlomagno se puede hablar por
primera vez de una entidad política y culturalmente singular llamada Europa.

José Luis Romero: “Así constituyó Carlomagno un vasto imperio, que reproducía con ligeras
variantes el antiguo Imperio Romano de Occidente—sin España, pero extendiéndose hacia
Germania—, en el que se reunían los antiguos reinos romanogermánicos. La fuerza
realizadora del nuevo imperio provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio
militar y político de Carlomagno, pero la inspiración provenía, sobre todo, del papado, que
se consideraba heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un orden
universal cristiano.”

El largo reinado de Carlomagno permitió el desarrollo de una cultura cristiana carolingia


(renacimiento carolingio), que contó con el respaldo entusiasta del emperador y de algunos
religiosos que lo respaldaron. Entre ellos cabe mencionar al anglosajón Alcuino (735–804), el franco
Eginardo (770–840) y el lombardo Pablo Diácono (730–796). El primero fue el líder del movimiento
intelectual de Carlomagno, pues actuó durante quince años como organizador y director de la
escuela palatina, destacándose por su erudición teológica. El segundo fue el consejero íntimo del
emperador y autor de varios relatos históricos imitando a los escritores de la antigüedad, entre ellos
una biografía de Carlomagno. El tercero fue un cronista que escribió una Historia de los lombardos
y sirvió como consejero del emperador. Todos estos eruditos escribieron en latín, considerado por
entonces como el idioma por excelencia para la expresión intelectual, y que ya servía como la lengua
sagrada de la Iglesia.
Fernando Picó: “Aconsejado por el monje anglosajón Alcuino, Carlomagno impulsó la
revisión cuidadosa de las copias circulantes de la Vulgata (la traducción latina de la Biblia
por Jerónimo) y la renovación de la caligrafía (con la introducción de la llamada minúscula
carolingia, precursora de la actual escritura del alfabeto latino). Alcuino dirigió una escuela
para clérigos en la residencia principal de Carlomagno en Aachen (Aix-la-Chapelle en francés
y Aquisgrán en español). También aconsejó al emperador a que patrocinara a distinguidos
escritores como Teodulfo de Orleáns. Bajo tales impulsos florecieron las escuelas de las
catedrales.”

El Papa y el emperador. A sus conquistas territoriales, Carlomagno agregó la conquista del título
de emperador romano, desaparecido en Occidente desde la época de las invasiones bárbaras (476).
El papado desempeñó un papel muy importante en la restauración de la dignidad imperial. La Iglesia
necesitaba de un Estado fuerte, que la protegiera de los reinos enemigos. El Papa era un señor
feudal más, que no tenía poder militar suficiente como para defenderse. Carlomagno gobernaba un
vasto reino, que incluía los territorios de la Iglesia, y tenía la fuerza necesaria como para traer paz y
seguridad a Roma. Ante esta situación se llegó a pensar que el plan de Dios era que el Papa tuviera
el poder espiritual y el emperador el poder terrenal. Papa y emperador se necesitaban mutuamente.

José Luis Romero: “Desde principios del siglo VII, el papado había acrecentado
considerablemente su autoridad, gracias a la enérgica y sabia política de Gregorio el Grande,
y poco a poco la Iglesia había ido adquiriendo una organización cada vez más autocrática y
jerárquica debido a la progresiva aceptación, por parte de los obispos, de la autoridad
pontificia. La conversión de diversos pueblos conquistadores a la ortodoxia había permitido
y facilitado esta evolución, de modo que, al promediar el siglo VIII, el papado poseía una
autoridad que le permitía gravitar sobre la vida internacional del Occidente con manifiesta
eficacia. Sólo le faltaba el ‘brazo secular,’ es decir, una fuerza suficientemente poderosa
para hacer respetar sus decisiones y ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo
franco aceptó esa misión por medio de los duques de Austrasia, que lograron en cambio el
beneplácito papal para su acceso al poder real, y desde entonces la unión entre ambos
poderes fue estrecha y fecunda.”

Carlomagno necesitaba del Papa, porque sólo él podía otorgarle el título de “emperador de los
romanos”. El papa León III necesitaba de la protección del rey franco, porque había sido expulsado
de Roma por una revuelta popular en 799 y no tenía medios políticos ni militares para retomar el
poder perdido. Así, el día de Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado como emperador por
el papa León III (papa de 795 a 816) en la Iglesia de San Pedro, en Roma. La restauración imperial no
significaba para Carlomagno mayor poder territorial o político. Pero tenía un extraordinario alcance
moral, pues le daba a Carlomagno, convertido en heredero de los césares romanos, el magnífico
prestigio de la dignidad imperial, que cuatrocientos años de invasiones y de luchas no habían
logrado disipar. Así se fortaleció una relación que habría de llevar a una parcial unificación de Europa
y al desarrollo de la autoridad papal.
El Sacro Imperio Romano-Germánico. El gran Imperio creado por Carlomagno se deshizo a la
muerte de su sucesor Ludovico Pío, cuyos hijos se repartieron el Imperio en el Tratado de Verdún
(843): Carlos el Calvo recibió Francia; Luis el Germánico, Alemania; y Lotario, la Lotaringia que
comprendía el valle del Rin, los Alpes y el norte de Italia. Al mismo tiempo le correspondía la dignidad
imperial que recibiría en lo sucesivo el nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Tratado
de Verdún quedaron echados los cimientos de Francia y Alemania y de los futuros estados de
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Fue la primera tentativa de equilibrio europeo basada en la
estructura social y económica de los estados. La rivalidad de los príncipes y la invasión de los
normandos, de los magiares y de los musulmanes, deshicieron la obra de Carlomagno.

El primer monarca alemán fue Otón I el Grande (936–973) de la casa de Sajonia, que impuso su
autoridad a la nobleza unificando todos los ducados germanos. Extendió su reino hacia el Este
derrotando a los húngaros y eslavos, y a imitación de Carlomagno creó marcas fronterizas de
contención. Fue coronado emperador por el Papa en Roma el año 962 fundándose así
definitivamente el Sacro Imperio Romano-Germánico. Sin embargo, pronto la intervención del
emperador en los asuntos eclesiásticos y el carácter feudal de muchos prelados alemanes, originó
grandes conflictos con el pontificado: las luchas político-religiosas conocidas como las guerras de las
investiduras.

Fue Otón I quien puso en vigor una estrecha política de colaboración con los obispos y abades.
En vez de delegar en condes las atribuciones principales del Estado, Otón I creó vastos principados
eclesiásticos, encomendados a los obispos y abades del reino. A la muerte de cada prelado el rey
intervenía para nombrar a su sucesor. Era frecuente que el seleccionado fuera uno de los capellanes
de la corte, vinculado a alguna familia aristocrática y miembro de algún cabildo catedralicio. De esta
manera el control de estos principados eclesiásticos nunca pasaba fuera de las manos de la corona,
pues los elegidos habían sido formados en la corte real. La autoridad real tenía un firme apoyo en
los prelados alemanes, pero en algunas ocasiones los obispos alemanes manifestaron su
independencia de criterio frente a la corona, especialmente en asuntos relacionados con la
integridad de sus diócesis. La situación de estrecha alianza entre el rey y los prelados alemanes duró
un siglo, pero como veremos más adelante tuvo inesperadas consecuencias.

En el 955, Otón I obtuvo una completa victoria sobre los magiares en el Lechfeld. Esta victoria
reafirmó el prestigio de la corona como preservadora del orden. A la vez Otón I fomentó la
conversión de los daneses, los eslavos y los magiares al cristianismo y trató de utilizar los adelantos
en la evangelización para extender la influencia del reino.

El Papa como cabeza de la cristiandad occidental. Los cristianos occidentales de la Edad Media
estaban convencidos de que el obispo de Roma tenía un lugar central en el reino de Cristo. Pensaban
de él como “vicario” o representante de Pedro. En muchos sentidos, el obispo de Roma era único y
la leyenda ayudó a esto (por ejemplo, la Donación de Constantino y las Decretales seudo-
isidorianas). El Papa había actuado en forma independiente durante mucho tiempo como único
gobernante de Roma y de sus territorios vecinos. En Europa se presentaba como el único poder
“romano” unificador y como el representante de la única autoridad central: “La Santa Iglesia
Romana.”

Sobre estas premisas básicas se movió el papa Nicolás I (papa de 858 a 867), que de cabeza de
la Iglesia transformó al papado en cabeza de la cristiandad, es decir, en gobernador de todos los
territorios donde la Iglesia tenía poder e influencia. Su lema era: “Aquello que el Papa ha decidido
debe ser observado por todos.” Era un hombre de valor y atrevimiento, que tuvo la fortuna de no
enfrentar a un poder secular demasiado fuerte. Esto le permitió excomulgar al patriarca de
Constantinopla durante un breve cisma, obligar al emperador del Sacro Imperio a tomar
nuevamente a su esposa, de la que se había divorciado, y a humillar a los arzobispos renuentes que
no querían obedecerlo.

_ El avance hacia el centro y el este de Europa

La mayoría de los pueblos que habitaban la región en este período eran eslavos. A lo largo de
estos años, los eslavos ubicados más hacia Occidente adoptaron un cristianismo de tipo
católicorromano y quedaron bajo la tutela de Roma. Los territorios que hoy comprenden la
República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría, Eslovenia y Croacia eran parte del Sacro Imperio
Romano-Germánico, bajo Carlomagno. A la muerte de este monarca, el Imperio se dividió en tres,
y la parte oriental del mismo (las provincias eslavas) quedó en manos de un nieto de Carlomagno,
Luis el Germano. Los pueblos eslavos ubicados hacia el Este siguieron un cristianismo de tipo griego
(bizantino), que tenía su centro de influencia en Constantinopla. A los pueblos eslavos que
aceptaron el cristianismo católicorromano hay que agregar a los ávaros y magiares, y más tarde a
algunos pueblos de la cuenca sur y este del Báltico.

De este modo, a partir del siglo IX se dio un período de intensa rivalidad misionera. La presencia
de dos versiones del cristianismo, especialmente en Europa central, cada una tratando de convertir
a reyes y naciones, y de ampliar su esfera de influencia, explica el éxito que tuvieron en ganar a las
sociedades paganas para el cristianismo. En todos estos casos, el proceso de entrada a la Iglesia era
generalmente por grupos o en masa. A la conversión del rey seguía la conversión y bautismo de
todo su pueblo. Los misioneros fueron monjes y el resultado fue el establecimiento de la ideología
de cristiandad.

Paul Johnson: “Parece que los primeros conversos francos estuvieron guiados por
consideraciones de carácter militar, más o menos como el propio Constantino: un ejército
cristiano tenía más probabilidades de ganar una batalla. Otro factor fue la incapacidad de
las sociedades paganas germánicas para producir una explicación satisfactoria de lo que
sucedía después de la muerte, en contraste con la certidumbre de salvación ofrecida por el
cristianismo.”

El cristianismo en Europa central. Desde Alemania, el cristianismo se expandió hacia el Este


avanzando sobre Europa central. Los ávaros se convirtieron alrededor del año 800. Estaban
establecidos en Europa central desde el siglo VII y habían asolado los territorios balcánicos del
Imperio Bizantino. En 795, bajo presión de los francos, uno de los jefes ávaros se sometió al gobierno
carolingio y al año siguiente todo el pueblo se hizo cristiano y quedó bajo el dominio del cristianismo
romano. En las décadas subsiguientes importantes grupos de eslavos, incluyendo a croatas, serbios,
eslovenos y checos, aceptaron la fe cristiana. A lo largo del siglo IX el poder germano continuó siendo
un factor político importante en Europa central. Y esto hizo que el cristianismo latino se expandiese
a todos los pueblos dominados y conquistados. En 871 se convirtió y fue bautizado el rey de
Bohemia, bajo la predicación de Metodio. Hacia el año 1000, el cristianismo estaba penetrando en
Polonia y también en Hungría. En Hungría se convirtió su rey, Esteban (997–1038), que luego sería
canonizado como San Esteban. Todos estos reinos quedaron bajo la jurisdicción de Roma, puesto
que eran territorios eslavos del Sacro Imperio Romano-Germánico.

MAPA 7 - EL CRISTIANISMO EN EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL

El cristianismo en Europa oriental. Desde Constantinopla, el cristianismo se expandió hacia el


oeste avanzando sobre Europa oriental. Mientras que en Occidente se fortificaba la cristiandad
latina, recuperándose del desorden provocado por las invasiones bárbaras, y ahora aliviada de la
amenaza musulmana en España (después de la batalla de Tours), en Europa oriental la Iglesia
Ortodoxa Oriental (griega) obtenía considerables triunfos misioneros. A pesar de que la Iglesia
Griega había sufrido por las controversias teológicas y el avance del Islam, su vitalidad durante los
siglos VIII y IX se ve en su expansión misionera. Después de la controversia iconoclasta, el Imperio
Bizantino y la Iglesia Griega experimentaron un avivamiento, y el patriarca Focio (810–885)
contribuyó grandemente a la expansión misionera.

Constantino y Metodio. Los protagonistas más importantes en la evangelización bizantina de los


pueblos eslavos fueron Constantino (827–869) y Metodio (815–885), considerados como los
apóstoles a los eslavos. Hacia el año 862, estos dos misioneros fueron enviados desde
Constantinopla para trabajar entre los eslavos de Moravia, a pedido de su rey Ratislavo. Constantino
(conocido en Occidente como Cirilo el Filósofo) había sido secretario del patriarca de Constantinopla
y era un destacado filósofo y lingüista. Metodio era su hermano mayor y también un hombre
notable. La obra mayor de estos extraordinarios misioneros fue la traducción de la Biblia al idioma
eslavo. Para esto, tuvieron que inventar un alfabeto, ya que el eslavo no tenía escritura. Tradujeron
también otros libros cristianos y la liturgia. Para componer el alfabeto eslavo usaron letras griegas,
inventando así la escritura de pueblos tan importantes como los eslavos rusos. Los eslavos de
Moravia tuvieron que decidirse entre seguir a la Iglesia Latina (o Romana) o la Iglesia Griega, ya que
estaban en el medio de estas dos influencias. Finalmente, se decidieron por Roma y Metodio fue
consagrado por el Papa como su obispo.

John Foster: “Es auspicioso encontrar que en este período, cuando estaba aumentando la
división, misioneros de la Iglesia Griega estaban siendo aceptados por la Iglesia Latina, y
estaban siendo alentados en la creación de una sección eslava en su seno. Es también
agradable registrar que en 881 Metodio visitó Constantinopla, donde fue honrado por el
Emperador y el Patriarca. Ambos mostraron un vivo interés en la Biblia eslava, que Metodio
había completado, y en la liturgia eslava. Metodio murió en 885, y apropiadamente, su
servicio funeral fue en tres idiomas, latín, griego y eslavo. Él pertenecía a los tres.”

Europa del Este. Dos fueron los principales territorios de expansión cristiana en esta dirección:
Bulgaria y Rusia. A mediados del siglo IX, Bulgaria estaba emergiendo como Estado entre dos
imperios: el Imperio Carolingio al Oeste y el Imperio Bizantino al Este. Al principio, pareció que su
rey, Boris (gobernó de 852 a 888) iba a aceptar el cristianismo de parte de los francos. Pero en 865
se convirtió al cristianismo ortodoxo y fue bautizado por los griegos. El clero bizantino fue
bienvenido en Bulgaria y penetró profundamente en la región. Boris le escribió al patriarca de
Constantinopla, Focio, para solicitarle ayuda a fin de establecer una Iglesia autónoma con su propio
patriarcado. La respuesta de Focio fue insatisfactoria. En 866, Boris le escribió al papa Nicolás I
pidiéndole que respondiese a un buen número de preguntas. Nicolás I despachó a dos obispos y
respondió a todas las preguntas, pero rechazó la petición de Boris de convertir en patriarcado a
Bulgaria. Las preguntas de Boris no eran teológicas, sino éticas. Sus interrogantes reflejan las
tensiones provocadas entre los búlgaros por el ritualismo ortodoxo. Estas preguntas muestran
también cuán influyente era el cristianismo sobre la vida cotidiana durante la Edad Media.

La lucha entre la Iglesia Romana y la Iglesia Griega por el control de Bulgaria profundizó las
diferencias entre Roma y Constantinopla. Finalmente, los búlgaros optaron por el cristianismo
ortodoxo de Constantinopla en razón de su proximidad geográfica, su riqueza y prestigio, y su mejor
contextualización a la cultura eslava. Los griegos se mostraron más flexibles que los latinos
especialmente en el uso de la lengua vernácula en el culto y los escritos sagrados. Fue en Bulgaria
donde la religión cristiana alcanzó su expresión eslava más plena. La Iglesia de Constantinopla ganó
a casi todas las naciones eslavas respetando su cultura.

Rusia era la más grande de las naciones eslavas y estaba poblada por los eslavos del Este: los
ros. Hacia el año 950 había algunos cristianos en Kiev. En 957 la reina Olga, quien había sucedido a
su marido en el trono, viajó a Constantinopla para ser bautizada, pero su influencia cristiana se vio
frustrada por su hijo, que era pagano. Pero su nieto Vladimiro I (m. 1015), después de dudar entre
el paganismo y el cristianismo, terminó por aceptar la fe cristiana en el año 987, cuando se casó con
Ana, la hermana del emperador bizantino. Al año siguiente fue bautizado y pidió sacerdotes a la
Iglesia de Constantinopla para establecer el cristianismo en sus dominios. Muy pronto llegaron
monjes que desarrollaron un fuerte movimiento monástico, que se esparció por toda Rusia. Es
evidente que Vladimiro estaba más impresionado con la civilización y el prestigio de Bizancio, que
con el significado de la fe cristiana. Era un príncipe tiránico y lascivo, y continuó así después de su
supuesta “conversión.” De igual modo, el bautismo de miles de sus súbditos en el río Dniéper careció
de convicción y se trató sólo de conversiones nominales y masivas, en obediencia a sus órdenes.
Este dudoso comienzo, no obstante, aseguró el futuro del cristianismo en Rusia. Toda Rusia se hizo
cristiana y Vladimiro es recordado todavía hoy como su santo más importante.

Vladimiro de Kiev: “He aquí, los búlgaros vinieron ante mí urgiéndome a aceptar su religión
[islamismo]. Luego vinieron los germanos y alabaron su propia fe [cristianismo romano]; y
después de ellos vinieron los judíos. Finalmente aparecieron los griegos [cristianismo
bizantino], criticando a todas las otras creencias pero recomendando la propia, y hablaron
largamente, contando la historia de todo el mundo desde su comienzo. Sus palabras fueron
habilidosas, y fue maravilloso escucharlos y placentero oírlos. Ellos predicaron la existencia
de otro mundo. ‘Quienquiera que adopte nuestra religión y luego muere resucitará y vivirá
por siempre. Pero quienquiera que abrace otra fe, será consumido con fuego en el mundo
venidero’. ¿Cuál es la opinión de ustedes [los consejeros reales] sobre este tema, y qué
responden?… [El informe de los enviados reales decía]: ‘Cuando viajamos entre los búlgaros,
observamos cómo adoran en su templo, llamado mezquita, mientras están relajados. El
búlgaro se inclina, se sienta, mira de acá para allá como un poseído, y no hay felicidad entre
ellos, sino sólo tristeza y un hedor espantoso. Su religión no es buena. Luego fuimos entre
los germanos, y los vimos llevando a cabo muchas ceremonias en sus templos; pero no
observamos ninguna gloria allí. Luego fuimos a Grecia y los griegos nos llevaron a los
edificios donde ellos adoran a su Dios, y no sabíamos si estábamos en el cielo o sobre la
tierra.… Lo único que sabemos es que Dios mora allí entre los seres humanos, y su culto es
mejor que las ceremonias de otras naciones’.”

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 500–950

_ Elementos

El punto de mayor avance en la expansión del poder franco en el año 800, en ocasión del
coronamiento de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, es un buen
momento para hacer un balance histórico de las ganancias y pérdidas del cristianismo en todo el
período. De todos modos, hay tres elementos que permiten calificar a todo el período del 500–950
como un tiempo de retroceso para el testimonio cristiano.

Un primer elemento a tomar en cuenta son las invasiones bárbaras, que pusieron fin al Imperio
Romano cristiano. Las pérdidas iniciales del período, en ocasión de la entrada de los bárbaros
germanos al ámbito geográfico del Imperio Romano, dieron lugar al establecimiento de reinos
germánicos, muchos de ellos con un trasfondo arriano, pero los más aguerridos todavía estaban
sumidos en el paganismo. Poco a poco estos reinos se fueron convirtiendo al cristianismo romano,
pero mientras tanto, el desarrollo y expansión del testimonio cristiano estuvo en peligro.

Un segundo elemento, que provocó mayores pérdidas de territorios cristianos se dio con el
avance del Islam desde el siglo VII en adelante. Partiendo de Arabia, los musulmanes alcanzaron la
costa de Siria e intentaron penetrar en Asia Menor, y, luego, cruzando por el norte de África llegaron
a Gibraltar, para entrar en la Península Ibérica y pasar a Francia, donde fueron detenidos (732). El
avance musulmán llegó a poner en peligro la continuidad histórica del testimonio cristiano en
Europa occidental.

Un tercer elemento de pérdida son las invasiones bárbaras en Oriente, que amenazaron en
forma continuada al Imperio Bizantino y redujeron el número de cristianos en su territorio. Ávaros
y eslavos se sumaron a los persas, primero, y luego a los musulmanes para mantener en jaque
durante muchos años a Constantinopla.

_ Ganancias

A pesar de los elementos que indican un período de retroceso para el cristianismo durante la
temprana Edad Media, hay otros elementos que representan indicios de recuperación. Durante este
período, en Europa occidental, la Iglesia de Roma apareció como la Iglesia Madre de la cristiandad.
Su influencia llegó hasta el noroeste de Europa, donde en 496 se convirtieron los francos y en 589
hicieron lo propio los visigodos en España (Recaredo). En 597, desde Roma, se envió una misión a
Canterbury (Inglaterra), mientras que desde el 562 se establecieron misioneros celtas en la isla de
Iona (junto a Escocia), desde donde comenzó la evangelización de Northumbria, en 635. Las
corrientes misioneras céltica y romana convergieron en Whitby, en 664, donde los romanos ganaron
las deliberaciones del Sínodo allí celebrado. Gran Bretaña fue una ganancia importante, porque
desde estas islas salieron importantes contingentes misioneros hacia el continente europeo: hacia
Holanda en 690, y hacia Alemania un poco más tarde, en el año 719. Estas misiones estuvieron bajo
el patrocinio de los francos, cuyo reino cristiano era el mayor de Europa y estaba en plena expansión.
Esto significó un importante apoyo para las pretensiones de unidad religiosa en el corazón de
Europa, promovida por el Papa de Roma. Con la asociación del papado al imperio carolingio la
autoridad romana se fortaleció enormemente y el cristianismo se expandió hacia el centro y el este
de Europa.

Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) sobrevivía como podía, si
bien con algunas pérdidas considerables. A pesar de esto, la Iglesia Griega envió a misioneros como
Constantino y Metodio, que ganaron reinos eslavos y dieron forma escrita a su lengua. Desde
Constantinopla se contribuyó para la conversión de reinos como Moravia, Bulgaria y Rusia.

Fernando Picó: “Bizancio logró una temprana hegemonía religiosa y cultural sobre los
búlgaros y la mayoría de los pueblos eslavos del Este, que fue reforzada cuando los
hermanos monjes Cirilo y Metodio introdujeron el alfabeto cirílico. Los polacos y algunos de
los grupos eslavos occidentales, recibieron el cristianismo desde Alemania o Italia y giraron
posteriormente en la órbita religiosa y cultural de Occidente. El estado húngaro, que dividía
a unos eslavos de otros, vino a determinar la orientación cultural predominante de los
eslavos, unos orientados hacia el oeste y otros hacia Constantinopla. La cristianización de
los eslavos y los esfuerzos políticos y diplomáticos por contenerlos acapararon la atención
del imperio bizantino y fueron un elemento adicional en el distanciamiento operado con el
oeste.”

_ Pérdidas

Hacia el siglo IX, éstas resultaron mayores en Oriente que en Occidente, en razón de que tribus
paganas estaban presionando sobre Europa occidental y el Imperio Bizantino desde Europa oriental.
Algunos de estos pueblos eran: los vindos, los eslavos del norte (es decir, los checos), los ávaros, los
eslavos del sur (los serbios) y los búlgaros. En el extremo occidental del mundo conocido, los vikingos
(normandos) paganos comenzaron a saquear, con ataques relámpagos, las costas del Mar del Norte
y pronto se esparcirían por todas partes, hasta entrar en el Mediterráneo.

A pesar de lo incierta que parecía ser la situación, se nota en general un cuadro mejor que el de
los siglos V y VII. El cristianismo no estaba meramente a la defensiva, sino que tenía fuerzas
suficientes como para avanzar en varios frentes, tanto en Occidente como en Oriente.

GLOSARIO

abad: denominación que deriva de la palabra aramea abba (padre o papá) con que se llama, desde
los inicios del siglo IV, al asceta que guiaba a otras personas en la adopción de este tipo de vida. A
partir de la regla de Benito de Nursia, el título pasa a Occidente, contando con un desarrollo
posterior considerable durante la Edad Media.

abadesa: título derivado del latín abbatisa que hace su aparición en torno al año 514. Es el
equivalente femenino del abad y al igual que esta última figura resulta fruto de un desarrollo eclesial
posterior ajeno al descrito en el Nuevo Testamento.

abásidas: califato de mayor duración en el gobierno (656–1258). La dinastía descendía de Abbás, tío
de Mahoma, y por ello mantenía la pretensión de gozar de derechos hereditarios al califato.
Valiéndose del apoyo inicial de los alidíes (descendientes de Alí, el primo de Mahoma), los abásidas
derrotaron a los omeyas y consiguieron el nombramiento como califa de Abul-Abbás. Su sucesor,
al-Mansur, fundó Bagdad, convertida pronto en un centro importante de cultura.

alta Edad Media: es el período (siglos IX al XIII) que transcurre desde la disolución del Imperio de
Carlomagno hasta el comienzo de la crisis medieval. En su transcurso aparecen obras fundamentales
del intelecto, como la Suma teológica de Tomás de Aquino y las catedrales góticas. Declina la
autoridad de los reyes y surge la Europa feudal que se disgrega en gran número de señoríos. No
sucede lo mismo con el Imperio Bizantino y el califato árabe, pues ambos mantienen su unidad
durante más tiempo.

ascetismo: del griego askesis (ejercicio, laboriosidad), se refiere a la práctica estricta de la auto-
negación como una medida de disciplina personal y especialmente espiritual, a través de la oración,
el ayuno, la meditación y la mortificación del cuerpo.

baja Edad Media: es la etapa (siglos XIV y XV) en que diversas transformaciones llevan a la crisis del
mundo medieval. Aparece la burguesía urbana, que muy pronto acumuló grandes riquezas, y no
tardó en luchar contra la nobleza, primero por el predominio económico y luego por el político. Los
monarcas se apoyaron en los burgueses para enfrentar a los nobles y en esta forma, consolidarse
en el trono. Se produjeron conflictos políticos, sociales, económicos y religiosos, y el feudalismo
entró en decadencia.

bárbaros: del latín barbari o del griego barbaroi, se refería a personas cuya lengua sonaba como
“bar-bar” (bla-bla), es decir, una lengua incomprensible.

bien cultural: toda la cultura existente en una sociedad específica en un momento dado. El término
es usado con mayor frecuencia en los debates acerca del desarrollo de las invenciones o
innovaciones de cualquier tipo, tanto relativas a la cultura material como a la inmaterial.

Caaba: la Casa de Dios (12x9x15 m) situada en La Meca hacia la que se vuelven los musulmanes para
orar. Es muy posible que el lugar fuera inicialmente un centro de culto cósmico relacionado con el
aerolito que se custodia en el interior del mismo y que Mahoma conservó. Según la tradición
islámica, su primer constructor fue Adán y, posteriormente, fue reconstruida por Abraham e Ismael.
Convertida más tarde en lugar de adoración de ídolos, fue purificada por Mahoma.

cabildo catedralicio o capítulo: conjunto de canónigos y otros cargos que se ocupan del servicio
eclesiástico en las catedrales. En la Edad Media tenían la potestad de elegir los obispos. Su
extracción social fue generalmente nobiliaria y sus propiedades territoriales muy extensas.

califa: denominación española del jalifa rasul Allah (sucesor del mensajero de Dios). El primero, Abú
Bakr, se limitó a suceder a Mahoma y accedió al cargo mediante una elección celebrada en Medina.
Con el segundo, Omar, al título de califa se une el de Amir al-muminim (comendador de los
creyentes). El califa era así defensor de la fe, pero ni podía definir la misma ni dictar dogmas.

celta: grupo de pueblos indoeuropeos establecidos antiguamente en la mayor parte de las Islas
Británicas (especialmente Irlanda), Galia y en buena parte de España y Portugal, así como en Italia
del norte, Suiza, Alemania del oeste y sur, Austria, Bohemia y la Galacia en Asia Menor.

cesaropapismo: supremacía del Estado sobre la Iglesia (como ocurrió en el Imperio Bizantino). Es lo
opuesto de la hegemonía de la Iglesia respecto al Estado. El cesaropapismo significa una restricción
tanto sobre la Iglesia como sobre el Estado en sus respectivas esferas.
clero regular: clérigos que son monjes y que viven bajo una regla (en latín regula) monástica, en
oposición a clero secular, que vive en el mundo y que no pertenece a una orden religiosa.

Corán: libro sagrado del Islam dotado de una extensión similar a la del Nuevo Testamento. Regla
infalible de fe y conducta para el musulmán, contiene el conjunto de revelaciones recibidas por
Mahoma y comunicadas por éste a sus contemporáneos. Su redacción definitiva se produjo durante
el tercer califato, gracias a la tarea de unificación de las siete lecturas del Corán. Esta redacción
canónica implicó la destrucción de todos los demás textos y volúmenes coránicos, lo que, muy
posiblemente significó el abandono de algunos textos originales de Mahoma. Está compuesto por
114 capítulos o suras, divididos en versículos.

cosmopolitismo: doctrina y género de vida de las personas que consideran como patria suya el
mundo entero, y en consecuencia, adoptan elementos culturales y socio-político-económicos de
diversidad de naciones.

cristiandad: el concepto de cristiandad representa una totalidad cultural y una unidad política: es el
conjunto de los fieles cristianos, el mundo cristiano. Pero también la cristiandad es al mismo tiempo
unidad militar, jurídica y eclesiástica. En el paradigma de cristiandad, la Iglesia funciona como una
parte integral del aparato del Estado. En esta asociación, el cristianismo proveyó a los líderes del
Estado la ideología capaz de pacificar a los pueblos sometidos y la legitimación moral para llevar a
cabo sus objetivos políticos y económicos. A cambio, el Estado garantizó a la Iglesia un acceso
ilimitado y protegido a nuevas fuentes de recursos humanos y materiales.

decretal: carta papal, o parte de ella, que contiene una decisión sobre un punto concreto del
derecho canónico.

Égira: del árabe Hijra (emigración). Es el término que designa el viaje de Mahoma y algunos de sus
seguidores de La Meca a Medina en el 622, motivado por la cada vez más deteriorada situación en
la primera ciudad. Omar ibn al Jattab decretó durante su califato (634–644) que el año de la Égira
se contara como el primero de la era islámica.

ícono: (del gr. eikon, imagen) nombre que designa cualquier imagen venerada por los cristianos de
rito bizantino. Generalmente, consiste de una placa de madera pintada al óleo con gran profusión
del dorado, con representaciones de Cristo, la Virgen María o un santo. Su uso puede remontarse al
siglo V.

Islam: nombre con el que se conoce la religión fundada por Mahoma. Deriva de la raíz árabe para
“someterse” e incluye la idea de rechazar cualquier otro objeto de culto.

janif: el término aparece una docena de veces en el Corán. Primitivamente se aplicaba a los paganos.
En tiempos de Mahoma calificaba a los monoteístas que no eran ni cristianos ni judíos. En el Corán
se usa en relación con Abraham y se recomienda a todos a que se conviertan en junafa (plural), es
decir, monoteístas que renuncian al culto a las imágenes y a los astros.
omeyas: el primer califato de corte dinástico (661–750). Fue instaurado por Mu’auiya, gobernador
de Siria, tras la muerte de Alí y la abdicación de al-Hasán. Aunque el segundo califa omeya, Yazid,
no pudo evitar que ‘Abdallah ibn al-Zubayr se proclamara califa en el Hijaz, este califato paralelo
tuvo escasa duración y bajo los omeyas el dominio islámico se extendió desde el Atlántico hasta
China.

pagano: del latín pagus (rústico). Se aplicó a fines de la antigüedad y durante la Edad Media a los
que no eran cristianos y a los que habían sido evangelizados, pero rechazaban después el mensaje
del cristianismo adhiriéndose a sus religiones originales o tradicionales.

palio: banda de lana blanca en forma de yugo, bordada con cruces, usada por el Papa y también por
algunos arzobispos, y que simboliza, en este último caso, la delegación que ostentaban dichos
arzobispos respecto a la jurisdicción metropolitana sobre los demás obispos de su provincia
eclesiástica. Lo confería el Papa y normalmente había que recogerlo en Roma personalmente.

Papa: término derivado del griego papas (latín: papa) que significa “padre.” El término no aparece
en la Biblia. Hasta 1073 era de aplicación a todos los obispos, cuando Gregorio VII ordenó que se
reservara exclusivamente al de Roma. La figura del Papa está ligada a las tesis de un primado de
Pedro, sucesivo y ligado al obispo de Roma.

prior: prelado ordinario o superior del convento en algunas órdenes religiosas (conventos de los
canónigos regulares y de las órdenes militares); y en otras, segundo prelado después del abad. En
una abadía, la autoridad siguiente a la de abad; superior de una casa religiosa que no tenía la
categoría de abadía.

reliquia: en un sentido general, es el residuo que queda de un todo. En el sentido religioso, es la


parte del cuerpo de un individuo estimado como santo, o lo que, por haberle tocado, se considera
puede producir un milagro o es digno de veneración.

siríaco: lengua semita que es un dialecto del arameo, y que cuenta con un número considerable de
obras cristianas primitivas y con una traducción específica de la Biblia, denominada Peshitta. Fue la
lengua utilizada en la gran expansión del testimonio cristiano hacia el Este.

sura: nombre que recibe cada una de las 114 secciones en que se divide el Corán. El término deriva
de shurah (“tirada”), en el sentido de sucesión de pasajes.

sutra: vocablo sánscrito que significa “hilo” y se refiere a un rosario de preceptos que resumen la
enseñanza védica. En el brahmanismo es un precepto, aforismo, regla breve, y también la colección
de tales aforismos o reglas, como el Código de Manú. En el budismo, se refiere a la parte narrativa
de las escrituras budistas, especialmente los diálogos de Buda.

temprana Edad Media: designa al período desde el siglo V hasta mediados del IX en Europa
occidental, es decir, entre la época de las invasiones bárbaras hasta la disolución del Imperio de
Carlomagno. Entre los acontecimientos importantes deben mencionarse: la destrucción política del
Imperio Romano, el surgimiento de los reinos romanogermánicos y el propósito de estos nuevos
Estados para constituirse en unidades sociales. Adquieren importancia en este período las culturas
bizantinas e islámicas.

SERIE:

FORMACIÓN MINISTERIAL

Historia del

CRISTIANISMO

LOS MIL AÑOS DE

INCERTIDUMBRE
(500–1500)

Dr. Pablo A. Deiros

EDICIONES DEL CENTRO

Buenos Aires, Argentina

Deiros, Pablo Alberto.

Historia del cristianismo: Los mil años de incertidumbre. – 1a ed. – Buenos Aires: Del Centro.
2006

277 p.; 22×15 cm. (Formación Ministerial)

ISBN 987-22449-2-8
1. Cristianismo - Historia. I. Título

CDD 230.9

Copyright (C) 2006 por Pablo A. Deiros

deiros@sion.com

Publicado por EDICIONES DEL CENTRO

Estados Unidos 1273,

1101 Buenos Aires, Argentina

Telefax: 54-11-4304-3346

e-mail: iglesiadelcentro@sion.com

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
almacenada o transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabado o cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de
información, sin la autorización previa en forma escrita por parte de su autor.

ISBN: 987-22449-2-8

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Edición y corrección: Martha L. de Dergarabedián

Diseño de portada y diagramación: Luis Adonis

+ 5411 4635.5678. lyarte@speedy.com.ar

La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica
Internacional, 1999).

CONTENIDO
Prólogo

Uso de este libro

Presentación

Lista de Mapas y Cuadros

INTRODUCCIÓN GENERAL

UNIDAD 1 - Retroceso y recuperación (500–950)

Introducción

El retroceso en Occidente

El cristianismo como religión del Estado romano

La invasión de los pueblos germánicos

Los bárbaros y el cristianismo

El surgimiento del papado romano

El retroceso en Oriente

El Imperio Bizantino

El cristianismo oriental: las controversias teológicas

El surgimiento del Islam: las invasiones árabes

El Imperio Bizantino y Occidente

La recuperación en Oriente

El cristianismo en India

El cristianismo en Asia Central

El cristianismo en China

La recuperación en Occidente

La Iglesia en Europa

El monasticismo en Europa

Las misiones en Europa


El imperio cristiano en Europa

El avance hacia el centro y el este de Europa

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 500–950

Elementos

Ganancias

Pérdidas

UNIDAD 2 - Resurgimiento y progreso (950–1350)

Introducción

El resurgimiento del cristianismo

El cristianismo en Europa occidental

El cristianismo en el Cercano Oriente

El cristianismo en el Imperio Bizantino

El cristianismo en el Lejano Oriente

Las nuevas órdenes monásticas

El monasticismo como movimiento de renovación espiritual

Diversos tipos de órdenes religiosas

Los frailes

La vida de la Iglesia medieval

El clero

El culto

Los templos

El derecho eclesiástico

El escolasticismo y las universidades

El escolasticismo

Las universidades

La mística
Los Papas en el poder

Los papas posteriores a Carlomagno

Los papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI

Los grandes papas reformadores del siglo XI

Los papas del siglo XIII

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 950–1350

Conflicto

Expansión

UNIDAD 3 - Decadencia y vitalidad (1350–1500)

Introducción

Decadencia de la cristiandad oriental

La Iglesia Ortodoxa Griega

Las Iglesias Orientales menores

La Iglesia Ortodoxa Rusa

Resistencia a las pretensiones papales

La opresión de la Iglesia

El cuestionamiento al papado

El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)

El Gran Cisma Papal (1378–1417)

Los concilios reformadores

Los Papas del Renacimiento

Problemas que enfrentaron

Decadencia que experimentaron

Movimientos de reforma

Antecedentes medievales

Precursores de la Reforma
Retroceso en Oriente

El impacto del Islam

La caída de Constantinopla

Vitalidad en Occidente

Perspectivas de una nueva era

Nuevas modalidades

Ganancias y pérdidas del cristianismo: 1350–1500

El segundo retroceso

Promesa de recuperación y nuevo avance

UNIDAD 4 - Los problemas de la cristiandad medieval

Introducción

El problema ideológico

Relación Iglesia y Estado

Relación Iglesia y sociedad

Relación mundo y trasmundo

Relación vida y muerte

Relación poder y piedad

El problema teológico

Controversia sobre el adopcionismo

Controversia sobre la predestinación

Controversia sobre la virginidad de María

Controversia sobre la eucaristía

Controversia sobre el alma

Controversia sobre el filioque

Controversia sobre las imágenes

El problema cúltico
El culto a María

El culto a los santos

El culto al Diablo

El problema eclesiológico

El papado

El clericalismo

El sacerdotalismo

El sacramentalismo

El problema misionológico

Misión y monasticismo

Misión y expansionismo

Misión y sincretismo

El problema apologético

Las herejías

La Inquisición

Mirada retrospectiva y prospectiva

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué por primera
vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico Bautista (Buenos Aires,
Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e
Instituciones Teológicas del Cono Sur. Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto
especialmente preparados para servir las necesidades de los nuevos programas de educación
teológica por extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette, Walker, Baker,
Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.

En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de Iglesias), estaba
publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único problema es que estaban en inglés
y orientadas mayormente para servir a las iglesias en Asia y África. De manera particular, el TEF
(Theological Education Fund) a través de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre
historia del cristianismo, que seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A
History of the Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo) en siete
volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972 y 1974) fueron escritos
por un destacado historiador británico, John Foster; el tercero (1975) por Alan Thomson; y la serie
se completó más tarde con un cuarto volumen (1989) escrito por Louise Pirouet.

Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los contenidos, pero había
que darle un formato más adecuado a las necesidades de los numerosos programas de auto-estudio
y de formación ministerial por extensión. En esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando
a través de Carib Baptist Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una
metodología bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso del
Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de Educación Teológica,
preparé la edición de 1977.

En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera edición con el
agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano en América Latina. Y en 1985
hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos materiales han servido a la formación de varias
generaciones de siervos y siervas del Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado
fotocopias y copias (algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido
una nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de responder a
esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta bendición para el cuerpo
de Cristo como fueron las anteriores.

Pablo A. Deiros

USO DE ESTE LIBRO

Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir con los requisitos
y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de formación ministerial, pastoral,
misionera y evangelizadora en América Latina. Fue preparado con el propósito de poner en manos
de los estudiantes una guía de estudios que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados
o que de alguna manera no están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer la historia
del cristianismo.

Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas de educación
teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse fácilmente a programas
residenciales de diverso nivel académico, como también a programas de educación teológica por
extensión, a distancia o de auto-estudio. De todos modos, la metodología seguida presupone que
el estudiante es responsable en forma personal de su propio estudio e investigación de los temas
aquí tratados. El énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que
en su trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el desarrollo de sus
aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de una disciplina de estudio que le
capacitará mejor para el liderazgo cristiano.

El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los varios
instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los diversos temas de la
historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple y lo más didácticamente posible.
Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y clarificar los contenidos. De igual modo, cada unidad
está acompañada de un Glosario de términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla
cronológica, un cuestionario de repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad
académica, y la sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos pequeños, como
también la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La Bibliografía al final del libro presenta los
mejores materiales disponibles para el estudio de esta materia en lengua castellana y algunos otros
en otras lenguas. El docente verá de qué manera puede utilizar mejor los recursos ofrecidos por
este texto en el desarrollo de sus clases.

He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas referencias se


encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho que he realizado una selección
de fuentes primarias, con el fin de exponer al estudiante a los documentos más relevantes de la
historia del cristianismo. Lamentablemente, las limitaciones de espacio no permiten la presentación
de todas las fuentes que uno quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en cuenta
que el conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es fundamental para la tarea
histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la educación teológica, se sugiere que haya
oportunidades suficientes para la discusión de los temas presentados. La participación del
estudiante en estos debates tiene dos propósitos: por un lado, compartir su comprensión de la
materia con sus compañeros y enriquecerse con el aporte de ellos; y, por otro lado, estimular el
pensamiento y la reflexión al enfrentarse con puntos de vista diferentes de los propios.

El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido del libro, la
realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las tareas para el hogar o trabajos
prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte clases a la manera tradicional, sino que procure
cumplir el papel de dinamizador de la discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro.
Para ello, deberá estar preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente
para aplicar a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan.
El maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales de la
bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los estudiantes. Del mismo
modo, el docente podrá requerir la elaboración de una monografía o ensayo escrito sobre algún
tema particular, según el nivel académico del curso.

La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel de participación


en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera presencial. En todos los casos, será
importante para la evaluación el completamiento de todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el
cumplimiento satisfactorio de los trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos escritos
que eventualmente asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá establecer algún otro
requisito conforme con las circunstancias propias de cada curso, el nivel académico con que se
trabaje y el lugar en que se enseñe.

En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que el propósito de


este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que trata, sino producir cambios de
conducta significativos tanto en el maestro o tutor como en el alumno, a fin de ajustar la vida y el
servicio cristianos en términos del significado y el valor del conocimiento del pasado del testimonio
cristiano para la extensión del reino de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros
aprenden a vivir y servir mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material habrá cumplido su
propósito fundamental.

Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso histórico del
testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un curso de Historia del
cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado incorporar otros materiales que considero
importantes para una comprensión más global de esta historia. En el caso de que el lector esté
matriculado en un seminario, instituto bíblico, escuela de misión o en algún otro programa de
capacitación que utilice este libro como libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura
cuidadosa del texto y la bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente deberán ser hechos en
el estudio personal, bajo la guía del instructor. El estudiante es responsable por el cumplimiento de
las tareas para el hogar que figuran al final de cada unidad como Trabajos Prácticos, y que el maestro
o tutor asignará a lo largo del curso. Los Cuestionarios de Repaso podrán ser utilizados en el estudio
personal, para evaluar el progreso en el conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo de
ejercicios, según el nivel académico en el que estén trabajando los estudiantes. El cumplimiento
adecuado de las lecturas recomendadas, los ejercicios y los trabajos prácticos podrán ser usados
como elementos para la obtención de créditos académicos. La Discusión Grupal es un elemento
adicional que el docente podrá utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual que las Lecturas
Recomendadas.

El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito sobre los temas
bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una cuidadosa selección de materiales,
especialmente de fuentes primarias, hecha con el propósito de dar oportunidad al estudiante de
tomar contacto con las fuentes documentales de la historia del cristianismo. La Bibliografía presenta
la literatura que yo mismo he utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas citas
pueden ser útiles para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en este
libro de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de página, para que el lector
pueda referirse a ellas en caso de tener interés en profundizar el tema. La Bibliografía que se incluye
al final del libro no es exhaustiva, pero presenta los materiales publicados más importantes,
especialmente en lengua castellana.

Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector interesado en conocer
más profundamente el desarrollo histórico del testimonio cristiano. No pretende ser un libro
erudito, pero sí es un libro elaborado con el más alto y serio nivel académico. Si bien no es un libro
especializado, reúno en él una síntesis de mis conocimientos y experiencia como historiador
profesional a lo largo de muchos años. He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos
históricos conforme a la metodología de la investigación histórica más reciente. Su propósito es
introducir a los estudiantes y lectores con diferentes grados de preparación académica a un tema
tan importante como es la historia del cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen continuar
profundizando sus estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la Bibliografía algunos de
los mejores libros disponibles en castellano.

PRESENTACION

Al momento de preparar estos materiales para su publicación estoy celebrando con gratitud al
Señor treinta años de enseñanza de historia del cristianismo. A lo largo de este tiempo, he tenido la
oportunidad de introducir a miles de estudiantes al fascinante estudio del pasado del testimonio
cristiano. Junto con ellos he aprendido a reconocer con acción de gracias y admiración la manera
maravillosa en que Dios ha estado obrando su plan redentor para la humanidad.

El estudio del pasado adquiere un valor especial cuando el estudiante reconoce su propio papel
en el curso de la historia. Cuando tomamos conciencia que somos protagonistas y peregrinos en el
tiempo, entonces estamos listos para aprender más y mejor de la historia. Esta actitud hace que el
estudio del pasado no resulte aburrido ni difícil, y que se avive nuestro interés por los eventos
acontecidos. De allí que nuestra aproximación a la historia del testimonio cristiano será “desde el
camino” y no “desde el balcón,” para expresarlo en los conocidos términos usados por Juan A.
Mackay.

Este libro de texto contiene material suficiente para un curso introductorio a la historia del
cristianismo medieval. No es fácil resumir en relativamente pocas páginas y en forma clara y sencilla
la cantidad astronómica de material que existe sobre esta disciplina. Muchos profesores enseñan
historia del cristianismo en formas novedosas y experimentales: comenzando desde el presente y
remontándose hasta el más lejano pasado, ayudando a los estudiantes a comprometerse con la
realidad inmediata, planeando sus propios materiales programados para el uso en el aula, siguiendo
una línea temática determinada, o llevando a cabo trabajos de campo cuando esto es posible. Es
difícil que un solo libro pueda servir a tan diversas necesidades y seguir tan diversos enfoques. No
obstante, en la mayoría de los centros de estudios teológicos y de formación ministerial en América
Latina, la enseñanza se desarrolla sobre la base de una línea “cronológica,” usando libros tan
conocidos como los de Kenneth S. Latourette, Willinston Walker, Justo L. González o Roberto Baker.

Un curso completo de historia del cristianismo puede ser dividido en cuatro partes
fundamentales: los primeros quinientos años; los mil años de la Edad Media; el período de las
reformas de la Iglesia; el cristianismo denominacional. En el presente estamos transitando por lo
que sería un quinto período, que bien merece ser considerado, al menos provisoriamente, como el
período posdenominacional o nuevo período apostólico.

El primer período, que cubre los primeros 500 años de expansión del testimonio cristiano, no
sólo hacia Occidente sino también hacia África y Asia, fue un período de avance sostenido del
testimonio cristiano. Éste es el período fundacional de la fe cristiana, en el que cumplieron su
ministerio los apóstoles y sus sucesores, en el que se escribieron y coleccionaron los documentos
del Nuevo Testamento, y en el que fue tomando forma y se definió la fe cristiana a pesar de las
enormes dificultades internas y externas que soportaron las iglesias.

El segundo período abarca los siglos que van desde alrededor del año 500 hasta el 1500, y
considera los mil años conocidos tradicionalmente como la Edad Media, o lo que Latourette
denomina como los “mil años de incertidumbre.” Entre otros puntos de interés en este largo período
está la dilatada lucha entre el cristianismo y el islamismo (que hoy tiene tanta actualidad), las
Cruzadas y el surgimiento de importantes movimientos de renovación espiritual, como fueron
algunas órdenes monásticas. No obstante, en general, fue un período de retroceso y recuperación
en términos del progreso del testimonio cristiano.

El tercer período considera los nuevos movimientos de reformas (1500–1750) y las ideas que
estaban detrás de ellos, que cambiaron la faz del mundo así como de las iglesias. Estos movimientos
fueron también los que llevaron a la gran expansión misionera de los siglos XIX y XX, y al desarrollo
de iglesias nacionales independientes en todo el mundo. Es en este período que nace y se desarrolla,
primero en Occidente y luego en todo al mundo a través del movimiento misionero moderno, el
denominacionalismo. Esta expansión más reciente del testimonio cristiano denominacional es el
tema del cuarto período. Este período comienza alrededor del año 1750 y llega casi hasta fines del
siglo XX, con la crisis del denominacionalismo y el desarrollo de iglesias autóctonas, independientes
y emergentes en todo el mundo.

En el presente libro de texto sobre el cristianismo medieval se seguirá mayormente un criterio


cronológico, en base al esquema general propuesto por Kenneth S. Latourette y seguido por los
autores de las Guías de Estudio de TEF (Theological Education Fund) sobre historia de la Iglesia. El
material será arreglado en cuatro unidades principales, y cada una de ellas estará dividida en un
número de temas de estudio. Así, pues, la primera unidad considera el proceso de retroceso y
recuperación experimentado por el testimonio cristiano entre los siglos VI y X. La segunda unidad
presta atención al resurgimiento y progreso de este testimonio, tanto en oriente como en occidente
entre los siglos X y XIV. La tercera se concentra en el análisis de lo ocurrido en los siglos XIV y XV,
que fue un periódo de decadencia y vitalidad. La última unidad de este libro repasa los principales
problemas a los que tuvo que hacer frente el cristianismo durante los diez siglos que comprende la
Edad Media, y cómo intentó resolver los mismos.

El estudio de la historia del cristianismo tiene como objetivo general la recuperación del rico
legado de los siglos de testimonio cristiano y la aplicación creativa de la reflexión cristiana a los
problemas de hoy. En un curso de historia del cristianismo se estudian el surgimiento y desarrollo
de las tradiciones, prácticas, doctrinas y estrategias que se fueron dando durante el proceso de la
expansión del testimonio y del movimiento cristiano a través de los siglos. El énfasis cae en la
relación que existe entre el cristianismo y el marco histórico en el que éste se desenvuelve, en orden
a fortalecer la fe personal y a preparar al estudiante para un ministerio efectivo en el servicio a Cristo
y al prójimo.

Este libro de texto, en particular, se propone enseñar a interpretar los objetivos, fenómenos y
procesos históricos relacionados al movimiento cristiano en la real complejidad de sus
manifestaciones, desde el siglo VI hasta fines del siglo XV. Se evaluará la expansión del testimonio
cristiano desde una perspectiva misionológica, tomando en cuenta la dispersión universal de la fe
de Cristo. El estudiante o lector podrá tener contacto directo con las fuentes de la historia del
cristianismo de este período, que es generalmente conocido como la Edad Media. El cristianismo
será considerado más como un movimiento que como una institución particular, y se procurará
verlo engarzado en los eventos históricos generales y en los procesos de la cultura, más que como
un desarrollo aislado. En la medida de lo posible, se intentará mostrar también el desarrollo del
pensamiento cristiano, y la doctrina y práctica de los cristianos en el proceso histórico. Con todo
esto, se espera contribuir al desarrollo de la inteligencia mediante la comprensión de las
correlaciones de los hechos históricos y su causalidad, para lo cual se pondrá a prueba la capacidad
de observación, análisis y síntesis del lector o estudiante.

El recorrido de mil años que comprende este curso nos ayudará a reconocer los factores que
explican la caída del Imperio Romano de Occidente. Podremos también describir las características
principales de las invasiones bárbaras y las diferentes corrientes misioneras que se desarrollaron en
Europa occidental en el período bajo estudio. Por cierto, se prestará atención al papel que jugaron
en estos procesos sus protagonistas principales. El peregrinaje histórico nos llevará “hasta lo último
de la tierra,” de modo que reconoceremos la historia, doctrina y vida de los cristianos desde China
hasta Inglaterra durante estos largos años. De igual modo, podremos entender las relaciones que
existieron entre la Iglesia Romana y los francos y la Iglesia Griega y los eslavos. A su vez, también
analizaremos las relaciones, a veces tormentosas, entre estas dos ramas mayores de la cristiandad
medieval.

El surgimiento del Islam y su avance sobre la cristiandad, tanto oriental como occidental, será
tema de cuidadoso análisis. A pesar de los múltiples factores de retroceso, el cristianismo
experimentó también recuperación. Estos factores que ilustran una mayor vitalidad del cristianismo
en el período medieval serán evaluados en sus correspondientes contextos y circunstancias
históricas. De igual modo, el desarrollo del escolasticismo, sus principales representantes e ideas y
el surgimiento de las universidades enriquecerán la comprensión del impacto de la fe cristiana sobre
el mundo y el efecto de éste sobre la fe cristiana. En esta dirección será importante considerar el
desarrollo del poder papal y el papel del papado en la configuración de Europa, como entidad
histórica.

El creciente deterioro del testimonio cristiano durante la baja Edad Media y el reavivamiento
del poder musulmán bajo los turcos otomanes será tema de discusión, al igual que el surgimiento
de nuevas ideas y disidencias dentro de la Iglesia de Roma. El desarrollo y crisis de la cristiandad
bizantina ayudará también a comprender de qué manera, hacia fines del siglo XV, la humanidad
estaba preparada para una nueva comprensión del mundo y la realidad, y experimentaba una
desesperante necesidad de renovación espiritual. En nuestro estudio se enumerarán los factores
que anunciaban una nueva era hacia el final de este período.

LISTA DE MAPAS Y CUADROS

Mapas

1. Invasiones bárbaras

2. Nuevos reinos germánicos

3. La Iglesia Bizantina

4. Arabia

5. Las invasiones árabes

6. El cristianismo en Oriente

7. El cristianismo en Europa central y oriental

8. Europa en el siglo XV

Cuadros

1. Retroceso del cristianismo

2. Imperio Romano e Iglesia cristiana


3. Herejías cristológicas

4. Concilios ecuménicos

5. Estructura social del sistema feudal

6. Las Cruzadas

7. Consecuencias de las Cruzadas

8. Causas del cisma Este-Oeste de 1054

9. Resultados del monacato

10. Los papas del Gran Cisma

11. Los papas renacentistas

12. Características de una nueva era

13. Causas de la decadencia del feudalismo

Introducción general

El estudio del desarrollo del testimonio cristiano durante los mil años que los historiadores han
designado como Edad Media es sumamente complejo. Lo es, primero, por cubrir un período de
tiempo tan dilatado, en el que se sucedieron cambios notables en todas las esferas del quehacer
humano: política, económica, social, cultural y religiosa. Segundo, en estos siglos el cristianismo
llega en su expansión “hasta lo último de la tierra,” en su movimiento hacia el Este (China) y el Oeste
(Inglaterra). Además, la fe de Jesucristo se presenta con una variedad de manifestaciones diferentes
que sorprende. La Iglesia, que en general se mostró como una en el período anterior (los primeros
quinientos años), ahora resultó en un mosaico de los más diversos colores. Cuarto, será en este
período en el que de manera definitiva se consolidará el paradigma de cristiandad, que perdurará
hasta el presente, dándole al cristianismo un perfil muy particular y presentando el desafío de una
comprensión diferente. Finalmente, muchas de las interpretaciones doctrinales y de las prácticas
religiosas que todavía hoy están vigentes se configuraron durante estos años. Lo mismo puede
decirse de los medios de expresión de la fe y la piedad.

Los “mil años de incertidumbre” que vamos a considerar representan un legado vasto y
profundo tanto para la civilización occidental como para la oriental. Numerosas instituciones
todavía vigentes nacieron en estos años, de manera particular los grandes cuerpos eclesiásticos de
la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa en sus varias expresiones y un número
importante de Iglesias Orientales menores. La universidad, que nació en Occidente y desde el seno
de la cristiandad, terminó por globalizarse y ejercer una influencia fundamental en todo el mundo y
todas las culturas. Algunas ideas e instituciones políticas, como la monarquía, el parlamentarismo,
el humanismo y el nacionalismo nacieron de la misma cuna y se esparcieron por el planeta. A su vez,
el islamismo tuvo un impacto notable en Occidente y continúa todavía hoy siendo el desafío más
grande para la expansión de la fe cristiana.

La influencia de la cristiandad medieval continúa estando vigente hoy en todo el mundo,


especialmente en Occidente. Incluso innumerables elementos de la cultura global del siglo XXI
tienen sus raíces en la cultura medieval, y especialmente en su marcado carácter cristiano. En
maneras profundas, la cristiandad medieval continúa condicionando nuestro destino hoy para bien
o para mal. De allí la importancia de considerar cuidadosamente el desarrollo del testimonio
cristiano durante estos siglos tan dinámicos y llenos de elementos muy cercanos a nuestra realidad
presente. En las unidades de estudio que siguen procuraremos adentrarnos a esta realidad compleja
de la Edad Media y considerar los aspectos conductores de esa experiencia, sus logros y fracasos,
sus glorias y frustraciones, sus avances y retrocesos, su vitalidad y decadencia, sus problemas y
respuestas.

Finalmente, será necesario tener en cuenta que la experiencia cristiana medieval sólo puede ser
comprendida en la medida en que hagamos el esfuerzo por entender y percibir la conciencia que
tenían los cristianos medievales de los grandes eventos que determinaron su destino. No obstante,
no será suficiente conocer los meros hechos históricos, sino que será necesario penetrar en su
naturaleza íntima hasta llegar a la mente misma de sus protagonistas y ver sus motivaciones y
expectativas. Para ello deberemos sentir y ver la cosmovisión medieval, que estuvo profundamente
marcada por el cristianismo y su comprensión de la realidad. Este nivel de comprensión nos
permitirá entender cómo los hechos históricos marcaron la conciencia de las personas que los
protagonizaron. Debemos también procurar entender de qué manera los cambios ocurridos fueron
integrados en la experiencia de las personas en el mundo medieval.

A lo largo de este período y desde la fe cristiana surgieron numerosas ideas fundamentales. A


fin de poder comprenderlas, estas ideas deberán ser consideradas en el contexto de las situaciones
sociales que condicionaron su surgimiento. Así como no es posible entender la teología de Anselmo
en cuanto a la obra salvadora de Cristo sin ubicarla en el marco del sistema feudal, tampoco puede
entenderse el surgimiento de la escolástica si no se toma en cuenta la influencia de los árabes en
Europa. De igual modo, corremos el riesgo de estimar como superficial la insistencia de la cristiandad
bizantina contra la cláusula filioque, si no entendemos la influencia de las Iglesias Orientales
menores sobre Constantinopla y especialmente el peso del islamismo sobre la teología cristiana.

En ambientes evangélicos existe la tendencia a considerar a la cristiandad medieval como


totalmente ajena a un cristianismo bíblico y fiel al evangelio de Jesucristo. En América Latina, la
prevaleciente actitud anticatólica romana ha llevado a muchos a pensar en la Edad Media como una
suerte de “agujero negro,” en el que se perdió todo rastro de un auténtico testimonio cristiano.
Nada está más lejos de la verdad que ilustra la historia. Ningún creyente hoy recibió su fe de mano
de un ángel o de un misionero de otro planeta. Hemos recibido el evangelio de testigos que, a lo
largo de los siglos, supieron comunicar el mensaje de salvación en Cristo Jesús. Y no sólo esto, sino
que con su piedad, consagración y celo cristiano lo llevaron a lugares distantes a pueblos que
permanecían en la ignorancia de las buenas noticias. Estos creyentes fueron fieles en copiar,
traducir, preservar y transmitir las Escrituras, y sin su trabajo dedicado y fiel hoy no tendríamos la
Biblia en nuestro idioma y en tantos otros idiomas del mundo. Lo mismo podría decirse de la mayoría
de los elementos constitutivos de nuestra fe y práctica cristiana evangélica.

Con una actitud de gratitud a Dios por su permanente obra redentora a lo largo de la historia,
incluida la Edad Media, y con reconocimiento por la herencia que nos viene de “una multitud tan
grande de testigos,” nos proponemos repasar los elementos históricos más importantes del
testimonio cristiano medieval.

UNIDAD 1

Retroceso & recuperación


500–950

INTRODUCCIÓN

Dos cuestiones fundamentales van a ser consideradas en el análisis de este período del
desarrollo histórico del testimonio cristiano: su retroceso y su recuperación. El retroceso del
cristianismo abre este período con el predominio de realidades, especialmente en Occidente, que
siembran dudas sobre la supervivencia de todo testimonio cristiano que merezca el nombre de tal.
El período entre los años 500 y 950 comienza con el retroceso más serio que el cristianismo haya
experimentado jamás.

CUADRO 1 - RETROCESO DEL CRISTIANISMO


La caída del Imperio Romano Occidental en manos de reyes germánicos significó el fin de todas
aquellas condiciones que contribuyeron a la rápida expansión del cristianismo en Occidente. El
papado obtuvo mayor poder y eventualmente puso a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia e hizo
de Roma su centro de poder. El Imperio Romano tuvo su centro en Constantinopla y llegó a
conocerse como Imperio Bizantino o Imperio Griego.

En el Imperio Bizantino, se desarrolló una estrecha relación entre la Iglesia y el Estado. Atacar al
cristianismo era rebelarse contra el Imperio; los gobernantes continuaron interviniendo en las
discusiones teológicas. El poder político afectó al reino espiritual, y la organización eclesiástica fue
influida por los líderes políticos (cesaropapismo). Esta etapa de repliegue y pérdida se vio agravada
con el surgimiento del islamismo (622) en Oriente, que habría de ser el rival más grande de la fe
cristiana en todos los tiempos.

No obstante, a pesar de todos estos desastres, el cristianismo sobrevivió tanto en Occidente


como en Oriente, lo cual es una ilustración notable de su vitalidad y elasticidad ante las
circunstancias adversas. El cristianismo sobrevivió, y en muchas partes fue la única cosa romana que
sobrevivió. A partir del siglo VI, a lo largo de toda Europa, se hablaban las lenguas bárbaras. El latín
desapareció como idioma popular y sólo permaneció como idioma eclesiástico y litúrgico. Los
bárbaros penetraron todo el continente europeo. El desorden, la falta de gobiernos estables y
organizados, y la inseguridad llevaron poco a poco a la desaparición de la ley romana (el famoso
Derecho Romano), que se amparó en la Iglesia y sobrevivió en su ley canónica. En Occidente, los
cristianos seguían pensando en Roma como la capital, pero no ya del Imperio Romano, que no
existía, sino de un nuevo imperio, la Iglesia Católica Romana. La estructura política del Imperio
desapareció (diócesis y gobernadores), pero quedó la estructura de la Iglesia (diócesis y obispos).
Muchos edificios públicos romanos fueron transformados en templos cristianos (basílicas).

CUADRO 2 - IMPERIO ROMANO E IGLESIA CRISTIANA


LATÍN IDIOMA ECLESIÁSTICO

DERECHO DERECHO

ROMANO CANÓNICO

IMPERIO IGLESIA

ROMANO ROMANA

ESTRUCTURA ESTRUCTURA

POLÍTICA ECLESIÁSTICA

EDIFICIOS EDIFICIOS

PÚBLICOS ECLESIÁSTICOS

Es así como este cristianismo sobreviviente estuvo en condiciones de pretender un lugar


hegemónico en la nueva estructura social, que penosamente se iba construyendo. Éste fue un lugar
como el que jamás podría haber ganado en la civilización del Imperio Romano, de haber mediado
otras condiciones y circunstancias históricas. La nueva Europa que emergía era la Europa de la
cristiandad.

José Luis Romero: “El imperio estaba definitivamente disgregado. Pero la idea de la unidad
romana subsistía, y con ella otras muchas ideas heredadas del bajo Imperio. La Iglesia
cristiana se esforzó por conservarlas, y asumió el papel de representante legítimo de una
tradición que ahora amaba, a pesar de que antes la había condenado. De ese amor y de las
turbias y complejas influencias de las nuevas minorías dominantes, salió esa nueva imagen
del mundo que caracterizaría a la temprana Edad Media, continuación legítima y directa del
bajo Imperio.”

La recuperación del cristianismo estuvo dada por una serie de factores importantes para el
desarrollo y expansión del testimonio cristiano. El cristianismo se expandió nuevamente durante
este período, y lo hizo en forma más amplia, más temprano y más estratégicamente, en el extremo
occidental de Europa. Esto es una interesante ilustración de un fenómeno que puede constatarse
una y otra vez a lo largo de la historia del cristianismo. La presión de las circunstancias externas lleva
a una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina en un
avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la Iglesia: “Vayan por
todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (Mr. 16:15).

La expansión del cristianismo fue constante a lo largo de toda la Edad Media, y en este período
se caracterizó por el avance misionero a territorios y pueblos hasta entonces no alcanzados.

EL RETROCESO EN OCCIDENTE

_ El cristianismo como religión del Estado romano

Cuando los bárbaros invadieron masivamente el Imperio Romano este Estado era cristiano. Con
el emperador Teodosio (347–395), el cristianismo había sido decretado como la religión oficial del
Imperio Romano (379). De perseguidos, los cristianos se transformaron en perseguidores de los
paganos. Esta nueva situación, que se produjo en un tiempo relativamente corto, trajo resultados
tanto positivos como negativos.

Resultados positivos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos beneficios.
Más personas fueron alcanzadas por la influencia del cristianismo. El cristianismo tuvo una
influencia más directa y poderosa sobre la legislación del Imperio, forzando al Estado a dar más
atención a los derechos de los individuos. La posición de las mujeres fue elevada grandemente, los
castigos por el celibato y la falta de hijos fueron eliminados, el concubinato fue prohibido y el
adulterio fue castigado como uno de los crímenes más graves. Se consideró como un crimen la
matanza de niños y los juegos de gladiadores fueron abolidos. El cristianismo ejerció una influencia
beneficiosa sobre la moralidad pública y privada.

Resultados negativos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo ciertos resultados
negativos. Los cristianos cayeron en intolerancia y decretaron leyes contra los paganos. El
cristianismo se secularizó. La legalización de las corporaciones cristianas hizo que los obispos se
dedicaran al enriquecimiento de las iglesias locales. La legalización del domingo como feriado hizo
de este día una fiesta legal más que espiritual. La oferta de incentivos temporales para quienes se
hacían cristianos hizo que las iglesias se llenaran de incrédulos. Los beneficios concedidos a los
obispos hicieron que éstos se llenaran de orgullo y mundanalidad. Los paganos que se hicieron
cristianos trajeron consigo numerosos objetos, reliquias y otras mediaciones para la adoración. El
desarrollo jerárquico del clero fue estimulado. La Iglesia se transformó en un poder perseguidor,
usando al poder civil para suprimir la disidencia y el paganismo. Algunos cristianos reaccionaron a
la mundanalidad con excesos de ascetismo y separación del mundo en los monasterios.

_ La invasión de los pueblos germánicos

La apertura gradual de las fronteras del Imperio Romano, formadas por los ríos Danubio en el
Este y Rin en el Oeste, debido a la presión invasora de los pueblos bárbaros del norte de Europa,
puso fin a la civilización en cuya unidad y paz el cristianismo había ganado su éxito más completo.
Los bárbaros respetaron todo lo que era romano, pues eran decididos admiradores de la cultura
superior del Imperio. A menudo adoptaron muchas costumbres romanas y no aceptaron el título de
“invasores,” sino que se consideraron como oficiales y súbditos de Roma. Su hegemonía fue política
y militar, pero culturalmente fueron sometidos a Roma.

No obstante, la civilización romana decayó, no sólo como consecuencia de las invasiones, sino
porque ya estaba agotada, y esto dio paso a la Edad Media o la Edad Oscura. Los días en que se
podía viajar por el mundo mediterráneo con gran facilidad, usando un solo idioma, que era
entendido en todas partes, bajo la seguridad de un gobierno sólido y organizado que imponía el
orden y la ley, habían llegado a su fin. La vida, poco a poco, fue perdiendo su cosmopolitismo y
tornándose más localizada, asumiendo un estilo rural antes que urbano.

A pesar de la decadencia y desaparición del Imperio Romano Occidental, los pueblos germánicos
que se fueron estableciendo en los territorios alrededor del mar Mediterráneo cayeron bajo el
proceso de romanización. Se conoce con el nombre de “romanización” el período de asimilación de
los habitantes autóctonos de un lugar, a la cultura y vida de los romanos, aceptando sus instituciones
políticas, su idioma, sus costumbres, su derecho, su arte y su religión. Los romanos han ganado
notoriedad en la historia como grandes colonizadores. Y lo fueron aún después de que su estructura
política, social, económica y cultural desapareció, pues sus “conquistadores” terminaron por ser
afectados profundamente por la herencia de los invadidos, los romanos.

En cierto sentido, el bien cultural más importante y que más profundamente penetró en la
conciencia de los pueblos germánicos fue la religión cristiana. Los papas fueron los substitutos
obligados de los emperadores de Occidente. Fueron ellos los que negociaron las paces con los
bárbaros invasores o quienes consiguieron de ellos condiciones de tregua, gracias a su prestigio y
respetabilidad. Después del último emperador romano (476) y en los siglos que siguieron, el Papa
se transformó en el más celoso defensor de Roma. Los sacerdotes no escatimaron esfuerzos para
lograr gradualmente la evolución de costumbres y leyes, y la fusión de razas en la anhelada
universalidad del cristianismo. De igual modo, fueron ellos los que primero atendieron a las urgentes
necesidades sentidas de la población.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “La transformación cultural del Imperio Romano de
Occidente para el año 600 era pronunciada. Italia, España y Galia estaban todas gobernadas
por reyes germánicos. El obispo de Roma era de lejos la autoridad eclesiástica más
importante en toda la región y una fuerza política a tener en cuenta. Las características
administrativas seculares de la sociedad romana urbana fueron reemplazadas por iglesias y
monasterios que básicamente llevaban a cabo tareas civiles. Se estaba hablando un número
considerable de nuevos idiomas, y había dioses y rituales que previamente habían sido
desconocidos en Occidente. A través de la región se estaba dando un radical encuentro
cultural ‘entre romanos y bárbaros, cristianos y paganos, latinos y germánicos, literarios y
orales, vino y cerveza, aceite y lardo, sur y norte.’ Las consecuencias de este encuentro
reverberarían en los siglos venideros.”

MAPA 1 - INVASIONES BÁRBARAS


_ Los bárbaros y el cristianismo

De las tribus germanas invasoras, la mayoría ya había tenido contactos con el cristianismo antes
de su entrada en territorio romano. Por cierto, este cristianismo era de tipo arriano, pero significó
un trasfondo importante para el futuro de la supervivencia de la Iglesia en Occidente, que sobrevivió
en muchos aspectos tan sólo como una reliquia de un mundo más amplio y floreciente, el mundo
del Imperio Romano.

La supervivencia de la Iglesia. Como ya indicamos, la Iglesia cristiana fue casi lo único “romano”
que quedó en pie. Su clero y sus monjes siguieron considerando a Roma como la capital, no ya de
un imperio, sino de la Iglesia. El idioma de la Iglesia fue el latín, que se refugió en su liturgia. La ley
de la Iglesia resultó un calco del derecho romano, que llegó a tiempos posteriores gracias a su
conservación en la ley canónica. De esta manera, el cristianismo se transformó en el núcleo de la
nueva civilización, que lentamente se fue desarrollando; y la fe cristiana llegó a ser más central e
influyente de lo que nunca antes había logrado ser.

Para el año 533, Galia estaba en manos de los francos, España estaba bajo los visigodos,
Inglaterra estaba dominada por reinos anglos y sajones, el norte de África estaba controlado por los
vándalos, e Italia estaba bajo el poder de los ostrogodos y más tarde los lombardos. El Imperio
Romano había desaparecido y en su lugar quedaban los nuevos reinos germánicos.

José Luis Romero: “A causa de las invasiones, la historia del Imperio de Occidente
adquiere—a partir de mediados del siglo V—una fisonomía radicalmente distinta de la del
Imperio de Oriente. En este último se acentuarán las antiguas y tenaces influencias
orientales y debido a ellas se perfilarán más las características que evoca el nombre de
Imperio Bizantino con que se le conoce en la Edad Media. En el primero, en cambio, las
invasiones introducirán una serie de elementos nuevos que modificarán de una manera
inesperada el antiguo carácter del imperio.

El hecho decisivo es la ocupación del territorio por numerosos pueblos germánicos que
se establecen en distintas regiones y empiezan a operar una disgregación política de la
antigua unidad imperial.… Nada quedaba, pues, al finalizar el siglo V, del antiguo Imperio de
Occidente, sino un conjunto de reinos autónomos, generalmente hostiles entre sí y
empeñados en asegurar su hegemonía.”

Los nuevos reinos germánicos. Los visigodos fueron un pueblo bárbaro altamente romanizado,
que temprano había adoptado un cristianismo de tipo arriano. Ocuparon España y establecieron su
capital en Toledo. Los visigodos abandonaron el arrianismo en el año 587, cuando su rey Recaredo
(reinó de 586 a 602) adoptó la fe católica ortodoxa. Utilizando el catolicismo, Recaredo procuró la
unidad política en la Península entre visigodos e hispanorromanos. La unificación religiosa y el apoyo
de la Iglesia dio esplendor al reino, acentuado esto por la obra de notables personajes, como Isidoro
de Sevilla (560–636), quien escribió la primera Historia de España. El reino era gobernado por una
asamblea político-eclesiástica, en la que los obispos ordenaban y resolvían asuntos religiosos, y con
la participación de la nobleza legislaban para el reino. Las leyes visigodas estaban fuertemente
influidas por los derechos romano y canónico, que dieron origen al Fuero Juzgo, el cuerpo jurídico
obligatorio para la población. Esta asociación jurídica de la Iglesia y el Estado resultó en la base del
derecho político moderno, según el cual el ejercicio del poder real quedaba convertido en un deber
para con la comunidad gobernada. El reino subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió
a causa de la invasión de los musulmanes.

Otro importante reino germánico fue el de los francos. Como ya indicamos, la mayoría de los
pueblos invasores había sido cristianizada antes de ingresar al Imperio. Sólo aquellos que provenían
del extremo más septentrional de Europa, como los francos y los anglosajones, eran paganos. Los
primeros comenzaron a convertirse en el año 496, cuando su rey Clovis o Clodoveo (465–511) y tres
mil de sus guerreros fueron todos bautizados en un día. Por supuesto, fueron conversiones
nominales. En esa oportunidad, el obispo de Reims los exhortó a “Adorar lo que habían quemado,
y a quemar lo que habían adorado.” Clodoveo aceptó el cristianismo gracias a la influencia de su
esposa Clotilde (¿475?–545), una princesa burgundia que era cristiana. La conversión de Clodoveo
fue un hecho fundamental para la historia de Occidente, ya que para esa época era el único rey
bárbaro que profesaba la fe cristiana católica. Esto le permitió recibir el apoyo de la Iglesia y los
papas recurrieron a él y a sus sucesores por ayuda y a favor de Italia. Con este respaldo, Clodoveo
consiguió la fusión de galos y germanos, lo cual resultó en la unidad política que lo transformó en el
monarca más poderoso de Europa Occidental. Pero también logró la unidad religiosa, puesto que
todos sus súbditos abandonaron el paganismo y fueron bautizados como católicos.

MAPA 2 - NUEVOS REINOS GERMÁNICOS


En las Islas Británicas, el reino más importante fue el de los anglosajones. La unidad política en
lo que hoy es Inglaterra se consolidó cuando los anglos y sajones unieron sus reinos en una
confederación llamada Heptarquía (reunión de siete reinos). Posteriormente, los anglosajones
lograron la unidad religiosa al convertirse al cristianismo en el año 597. Esto ocurrió cuando su rey
Etelberto fue bautizado. Sucedió ésto cuando Berta, una mujer cristiana franca casada con el rey, le
presentó al papa Gregorio I (¿540?–604) la oportunidad de enviar a Agustín y a otros cuarenta
monjes benedictinos como misioneros a los anglosajones. Gregorio fue el primer monje que llegó a
ser Papa. En la mayoría de las pinturas y dibujos que lo representan, Gregorio aparece escribiendo,
mientras una paloma (Espíritu Santo), se posa sobre su hombro y le habla al oído. Generalmente,
las imágenes están acompañadas por un panel inferior en el que algunos monjes están trabajando
en el scriptorium, copiando los libros y materiales de Gregorio.

_ El surgimiento del papado romano

Con la caída del Imperio Romano Occidental y el surgimiento de los reinos germánicos, el
papado ganó mayor poder y consiguió poner a la sociedad bajo el dominio de la Iglesia de Roma.
Las distinciones entre las iglesias y sus sedes episcopales habían surgido bien temprano. Algunas
sedes episcopales fueron creciendo en su prestigio e influencia, mientras que otras fueron
perdiendo su importancia debido a múltiples circunstancias históricas. De todas las sedes
episcopales, finalmente la de Roma adquirió un poder y papel más destacado.

Sedes episcopales más importantes. Varios factores contribuyeron a colocar a ciertas sedes
episcopales en un nivel de importancia y prestigio. El origen y tradición apostólica de iglesias como
Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma les dio gran prestigio. La organización administrativa del
Imperio elevó a ciertas ciudades a un nivel de importancia. El tamaño e influencia de algunas iglesias
aumentó el respeto por ellas. La capacidad de ciertos obispos reflejada durante sínodos y concilios
los destacó como líderes superiores.
Constantino dividió el Imperio en cuatro prefecturas, que a su vez fueron divididas en diócesis
y éstas en provincias. El clero fue organizado conforme con estas divisiones políticas. Los obispos
rurales ocuparon un lugar secundario frente a los obispos urbanos, pero no todos los obispos
urbanos tenían el mismo nivel. Los obispos de las ciudades capitales fueron designados como
metropolitanos en el Este y como arzobispos en el Oeste, y éstos supervisaban a los obispos
provinciales. Sobre los obispos metropolitanos estaban los patriarcas. En el Concilio de Calcedonia
(451) los obispos de las cuatro capitales del Imperio fueron considerados patriarcas: Roma,
Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con Jerusalén.

Para mediados del siglo V, los patriarcas ejercían dominio sobre regiones bien definidas. El
patriarca de Antioquía presidía sobre una gran parte de Oriente, que comprendía quince provincias
(en Siria, Cilicia y Mesopotamia). El patriarca de Alejandría presidía sobre la diócesis de Egipto, que
abarcaba nueve provincias. El patriarca de Constantinopla tenía supervisión sobre tres diócesis:
Ponto, Asia Menor y Tracia. El patriarca de Roma extendía su influencia sobre todo el Oeste
incluyendo las prefecturas de Italia y Galia. El patriarca de Jerusalén controlaba el territorio menor,
pero más antiguo.

El ascenso de Roma. De todas las sedes patriarcales, finalmente la que se impuso fue la de Roma.
Hubo varios factores que ayudaron al desarrollo del poder monárquico del obispo de Roma.

Roma contó con hombres capaces en su liderazgo. Obispos como Inocencio I (402–417),
trabajaron consistentemente para elevar la autoridad del obispo de Roma. Él fue el primero en
pretender jurisdicción universal para el obispo romano con base en la tradición de Pedro. Sin
embargo, quien más hizo en esta dirección fue León I (440–461). Conocido también como León el
Grande, él bien puede ser considerado como el primer Papa, por las características de sus
pretensiones de autoridad y tradición. León declaró que había autoridad escrituraria para las
pretensiones de Inocencio, aseguró el reconocimiento imperial de sus pretensiones de primacía, y
defendió la posición ortodoxa en el Concilio ecuménico de Calcedonia (451).

Roma gozó de una posición geográfica privilegiada. El obispo de Roma no tenía rival en el mundo
occidental. Actuó como árbitro en las controversias que devastaban a la Iglesia Oriental. Roma se
vio beneficiada con el cambio de sede de la capital del Imperio Romano. En 330, Constantino cambió
la capital de Roma a Constantinopla. Esto le dio mayor libertad de decisión al obispo de Roma. El
obispo de Roma pasó a ser un soberano eclesiástico y secular. Roma gozó por mucho tiempo de un
prestigio político sin parangón. Roma había sido el centro del mundo político por varios siglos. Roma
contaba con una tradición cristiana honrosa. Pablo y Pedro ministraron en Roma y allí sufrieron el
martirio por su fe.

Roma manifestó, a través de sus líderes cristianos más destacados, una interesante sabiduría
doctrinal. El obispo de Roma demostró gran capacidad doctrinal y práctica durante las controversias
entre 325 y 451. Hubo tres controversias importantes en Oriente (Apolinar, Nestorio y Eutiques), y
una en Occidente (Pelagio). El carácter especulativo de la mente oriental y el carácter pragmático
de la mente occidental chocaron. El primero garantizó la ortodoxia, el segundo garantizó el poder.
Las ganancias de prestigio y poder logradas para el papado bajo León I fueron reforzadas con el
ascenso de Gregorio I (590–604). Con él, se completa la transición del sistema patriarcal al papado
medieval, en sentido estricto. Su habilidad en hacer alianzas con los reyes germánicos y los
emperadores orientales amplió la autoridad de la sede romana. Su práctica de conceder el palio
(manto, capa) sobre los obispos hizo que la validez de su ordenación dependiera del consentimiento
papal. Gregorio extendió también la influencia de la sede romana mediante la obra misionera.

EL RETROCESO EN ORIENTE

_ El Imperio Bizantino

No hay una fecha precisa para el comienzo del Imperio Bizantino, con capital en Constantinopla.
El emperador Justiniano (527–565) se consideró como el único gobernante legítimo tanto del Este
como del Oeste. Él se consideraba un continuador de la vieja tradición romana, razón por la cual
hablaba latín y ordenaba su uso en la administración del Imperio. No obstante, hizo de la derrota de
sus enemigos occidentales el principal objetivo de sus empeños.

José Luis Romero: “La época que siguió a la muerte de Justiniano fue oscura y difícil.
Ninguno de los emperadores que gobernaron por entonces reunió el conjunto de cualidades
que se requería para hacer frente a los disturbios interiores, a las rivalidades de los
partidos—verdes y azules, según sus preferencias en el hipódromo—, a las querellas
religiosas y, sobre todo, a las amenazas exteriores. Era necesario mantener un ejército
poderoso, que consumía buena parte de los recursos imperiales, y con él se mantenía
dentro de las fronteras un poder que se sobreponía con frecuencia al emperador. Pero el
ejército era cada vez más imprescindible.”

Para comienzos del siglo VII, el Imperio Bizantino ya era una realidad política, social y cultural
definida. Después del año 610, el emperador de Constantinopla hablaba griego y estaba involucrado
en el desarrollo de un programa que era típicamente oriental o “bizantino” en su orientación. En los
primeros años de su desarrollo, Heraclio (610–641), el gobernante militar de Cartago, tomó control
del Imperio y cambio el título de emperador (imperator) por el de rey (basileus). Heraclio reconoció
la imposibilidad de la meta de Justiniano de restaurar el viejo Imperio Romano. Promulgó una nueva
constitución en la que Asia Menor quedaba dividida en distritos militares (themas o
circunscripciones) dirigidos por estrategos (strategoi). Como indica José Luis Romero: “Nunca como
entonces, … [el Imperio] estuvo en mayor peligro, y nunca como entonces pudo realizar un esfuerzo
tan vasto y eficaz. No sólo la situación interior era grave por las discordias y rivalidades de los
diversos grupos y las querellas religiosas, sino que también era dificilísima la situación exterior.”

En Italia, los lombardos (una tribu germánica) habían desplazado a las fuerzas bizantinas a un
enclave en torno a Rávena, sobre la costa del Adriático, y a las regiones más al sur de Italia y Sicilia.
El Imperio Sasánida en Persia continuó representando una amenaza todavía mayor. Desde 612 hasta
619, los ejércitos persas marcharon contra Constantinopla asediando Siria, Palestina, Asia Menor y
Egipto. Incluso, incendiaron el Santo Sepulcro (614). Simultáneamente, viejos enemigos, como los
ávaros y eslavos, aparecieron por el norte (año 626). Heraclio se vio forzado a confiscar fondos de
la Iglesia para sobornar a los invasores, a fin de arreglar un acuerdo pacífico. Entonces, en un
movimiento atrevido, Heraclio dejó que la ciudad montara su propia defensa contra el avance
aplastante de los persas, mientras él marchó con su ejército por detrás de las líneas persas. Heraclio
derrotó al emperador persa, en una batalla peleada en 628 cerca de Nínive. No obstante, para
mediados del siglo VII, el Imperio Bizantino se encontraba rodeado de problemas y de pueblos
invasores: eslavos desde el norte, árabes desde el este y el sur, y tribus germánicas en Occidente.
De todos estos invasores, los que mayor influencia cultural ejercieron fueron los eslavos.

MAPA 3 - LA IGLESIA BIZANTINA

José Luis Romero: “Para ese entonces [mediados del siglo VII], el Imperio Bizantino se había
transformado considerablemente en su fisonomía. Distintos pueblos—eslavos y
mongólicos—se habían introducido en su territorio y habían impreso su sello en algunas
comarcas, dando lugar a la formación de colectividades que coexistían dentro de un mismo
orden político, pero que acentuaban cada vez más sus rasgos diferenciales. Entre todas esas
influencias, la de los eslavos fue la más importante, y se ha podido hablar de una
‘eslavización’ del Imperio Bizantino; pero la tradición helénica se sobrepuso y, eso sí,
aniquiló definitivamente a la latina, cuya lengua se extinguió en el imperio.”

_ El cristianismo oriental: las controversias teológicas

Mientras el cristianismo occidental se organizaba en torno al Papa de Roma, el cristianismo


oriental continuaba bajo la autoridad del emperador oriental. Los intereses intelectuales de los
teólogos orientales se enfocaban sobre cuestiones doctrinales y se consumían en controversias,
especialmente las controversias cristológicas. Los emperadores bizantinos intervenían en las
controversias teológicas y controlaban a la Iglesia (cesaropapismo), todo lo cual complicaba todavía
más la situación.

CUADRO 3 - HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS

NESTORIO (nestorianismo)

El Logos moraba en la persona de Jesús, haciendo a Cristo un hombre portador de Dios más que
el Dios-hombre.

Afirmaba una unión meramente mecánica más que orgánica de la persona de Cristo.

APOLINARIO (apolinarismo)

Cristo no tenía un espíritu humano.

El Logos reemplazó al espíritu humano.

EUTIQUES (eutiquianismo)

La naturaleza humana de Cristo fue absorbida por el Logos.

SEVERO (monofisismo)

Cristo tenía una sola naturaleza

(no aceptaba la naturaleza humana de Cristo).

TEODORO (monotelismo)

Cristo no tenía voluntad humana, sino sólo la voluntad divina.

Los concilios ecuménicos. Todos los concilios ecuménicos se llevaron a cabo en el Este: Nicea
(325), Constantinopla (381), Éfeso (431), Calcedonia (451). El Cuarto Concilio (Calcedonia, 451) no
puso fin a la controversia cristológica entre los que abogaban por una naturaleza divina
(monofisitas) y quienes abogaban por dos naturalezas, humana y divina (diofisitas). El emperador
Zenón (474–491) quiso unir el Este con un edicto de unión que enfatizó las decisiones de los concilios
de Nicea (325) y Constantinopla (381), pero hizo poco caso de las decisiones de Calcedonia. Muchos
monofisitas del Este aceptaron el edicto, pero el Oeste lo rechazó, con lo cual se creó más discordia.
Esto llevó a un cisma que duró varias décadas (hasta 518).

CUADRO 4 - CONCILIOS ECUMÉNICOS

LUGAR FECHA EMPERADOR PARTICIPANTES RESULTADOS

NICEA 325 Constantino Arrio Eusebio de Declaró al Hijo


Nicomedia. homoousios con el
Eusebio de Padre. Condenó a
Cesarea. Osio Arrio. Redactó la
Atanasio forma original del
Credo de Nicea.

CONSTANTINOPLA 381 Teodosio Melecio de Confirmó


Antioquía Gregorio resultados del
Nacianceno Concilio de Nicea.
Gregorio de Niza Produjo el Credo
de Nicea revisado.
Terminó con la
controversia
trinitaria. Afirmó la
deidad del Espíritu
Santo. Condenó al
apolinarismo.

ÉFESO 431 Teodosio II Cirilo Nestorio Declaró herético al


nestorianismo.
Aceptó por
implicación la
cristología
alejandrina.
Condenó a Pelagio.

CALCEDONIA 451 Marciano León I Dióscoro Declaró las dos


Eutiques naturalezas de
Cristo, sin mezcla,
sin cambio,
indivisibles,
inseparables.
Condenó al
eutiquianismo.

CONSTANTINOPLA 553 Justiniano Eutiquio Condenó los Tres


Capítulos para
ganar el apoyo de
los monofisitas.
Afirmó la
interpretación de
Cirilo de la
Definición de
Calcedonia.

CONSTANTINOPLA 680–681 Constantino IV Rechazó el


monotelismo.
Condenó al papa
Honorio (m. 638)
como hereje.

NICEA 787 Constantino VI Declaró como


legítima la
veneración de
íconos y estatuas.

CONSTANTINOPLA 869–870 Condenó a Focio.

El Quinto Concilio (Constantinopla, 553) tuvo una importancia singular en este proceso. Lo
convocó Justiniano el Grande (527–656), pero no participaron los obispos de Occidente. Su
propósito fue aprobar el edicto del emperador Justiniano que condenaba a los Tres Capítulos (544),
que pretendían reconciliar a los monofisitas con los ortodoxos.
El Sexto Concilio (Constantinopla, 681) condenó a los monotelitas (sostenían dos naturalezas en
Cristo, pero decían que en Jesús sólo actuaba una sola voluntad en o a través de estas dos
naturalezas). Este concilio marcó el retorno a la ortodoxia, puso fin al monotelismo, y significó el
triunfo de Roma; pero condenó al papa Honorio como hereje.

El Séptimo Concilio (Nicea, 787) condenó a todo el movimiento iconoclasta y respaldó la


posición presentada por Juan de Damasco (675–749) a favor de la veneración de imágenes. Las
tendencias iconoclastas permanecieron en Asia Menor y entre la clase militar profesional.

Las iglesias orientales. A diferencia de lo que ocurría en Occidente durante estos siglos, donde
la Iglesia de Roma era prácticamente la única expresión de la fe y el testimonio cristiano, en Oriente
se desarrollaron varias ramas diferentes de la cristiandad, no sólo separadas y en oposición por sus
estructuras institucionales y de gobierno, sino también por profundas diferencias teológicas.

Los monofisitas de Egipto, Nubia y Etiopía. Bajo el liderazgo del patriarca de Alejandría, estas
iglesias de lengua copta rechazaron las decisiones del Concilio de Calcedonia y continuaron
sosteniendo una teología monofisita. Parte de la resistencia surgió del rechazo del dominio
bizantino y su persecución. Con las invasiones árabes (siglo VII) se vieron liberados del control
bizantino, pero cayeron bajo la influencia y limitaciones del Islam.

Los monofisitas de Siria. Los jacobitas, seguidores de Jacobo Baradeo (490–578), extendieron su
fe hacia el Este como mercaderes o fugitivos. Fueron perseguidos varias veces. La emperatriz
Teodora los trató con simpatía a mediados del siglo VI. Fue en el Segundo Concilio de Nicea (787)
que se los describió como “jacobitas” entre los anatemas lanzados contra la doctrina monofisita.
Decrecieron con las invasiones musulmanas, pero lograron extender su fe en Mesopotamia y Persia.
La iglesia jacobita todavía existe, pero con pocos miembros.

Los monofisitas de Armenia. Los armenios sostenían los decretos de Nicea contra los arrianos,
pero rechazaron los de Calcedonia y siguieron monofisitas a partir de 491. En 506, en el Sínodo de
Dvin, representantes de todas las iglesias de Armenia y de Georgia se decidieron en contra de la
doctrina de las dos naturalezas de Cristo. Se denunció a Nestorio y se rechazó el Tomo de León I. El
Henoticón del emperador Zenón (482) fue abrazado como ortodoxia. Finalmente, la doctrina de una
sola naturaleza en Cristo permaneció como parte de la confesión de fe de la iglesia nacional armenia.
Los monofisitas armenios también sufrieron las invasiones árabes y restricciones a su libertad.

El cristianismo nestoriano fue posiblemente uno de los desarrollos teológicos y eclesiásticos más
importantes. Según el nestorianismo, hay dos personas separadas en el Cristo encarnado, una divina
y otra humana, en oposición al concepto ortodoxo de que hay una persona con dos naturalezas.
Nestorio fue obispo de Constantinopla en 428 y su enseñanza fue condenada por el Concilio de Efeso
(431). Nestorio había condenado la creciente popularidad de la Virgen María, diciendo que María
no era “Theotokos” (madre o paridora de Dios), sino “Christotokos” (madre o paridora de Cristo).
Algunas iglesias en Asia Menor y Siria siguieron sus ideas. La escuela de teología de Edesa se
transformó en un centro de enseñanza del nestorianismo, hasta su clausura en 489. El
nestorianismo se desarrolló en Persia y se independizó de Roma. Su teólogo más destacado fue
Teodoro de Mopsuestia (350–428). El obispo de Seleucia-Ctesifonte fue elevado como cabeza de
esta Iglesia y se lo llamó catholikós.

La conquista árabe de Persia no cambió la situación de las iglesias nestorianas. Por el contrario,
los nestorianos tuvieron dos siglos de paz y prosperidad. Se les dio libertad para adorar y hacer
convertidos entre los persas. Eruditos cristianos tradujeron a los filósofos griegos al árabe. Los
nestorianos fueron grandes misioneros, ya que llevaron el cristianismo al Yemen y a la costa oriental
de Arabia. Sus monjes siguieron las rutas caravaneras de Asia Central, y llegaron a India, China y
Egipto.

_ El surgimiento del Islam: las invasiones árabes

El cristianismo y el islamismo. Ambas religiones tenían mucho en común. Ambas religiones eran
de origen semita y adoraban al mismo Dios. Los judíos llamaban a Dios Elohim, los cristianos siríacos
Alaha, y los musulmanes le dieron el nombre de Allah. Tanto el cristianismo como el islamismo
aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento. Incluso los musulmanes consideran a Jesús como
un profeta. No obstante, el surgimiento del Islam en el siglo VII fue la causa del mayor retroceso del
cristianismo de Oriente en toda su historia, y por cierto, mucho más grave que el retroceso
occidental ante las invasiones germanas. Como consecuencia de las invasiones árabes, se perdieron
territorios cristianos que jamás se volvieron a recuperar, incluso Palestina, Siria y otros países
orientales, que fueron campo de labor de los apóstoles. También se perdió la costa del norte de
África, donde vivieron muchos de los grandes Padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustín de
Hipona.

El islamismo nació en Arabia, que bien puede haber sido la cuna de todos los pueblos semitas.
Era un territorio desértico, poblado en aquel tiempo por pueblos nómadas, sometidos a una vida
muy rigurosa y, por lo tanto, muy independientes y divididos entre sí. En el siglo VII estas tribus
dispersas comenzaron a unirse por la necesidad de sobrevivir en una tierra que ya no los podía
sustentar y por el surgimiento de una nueva religión: el Islam (significa sumisión), la sumisión al
único Dios verdadero y al gobierno de su Profeta. De este modo, en esta coyuntura histórica,
ocurrieron dos fenómenos importantes: un movimiento de población en busca de espacio vital y el
surgimiento de una nueva religión que les dio identidad.

Mahoma y el Islam. El artífice de este extraordinario suceso fue Mahoma (570–632), un


comerciante nacido en 570, que pertenecía a una familia de una de las tribus árabes dirigentes de
la ciudad de La Meca (los coreichitas). Su padre había muerto poco antes de que él naciera, dejando
a la familia en la pobreza. Mahoma se crió con un tío y se dedicó más tarde al comercio, llegando a
ser administrador de los negocios de una mujer próspera (Cadija), con quien más tarde se casó. Con
ella tuvo dos hijos y cuatro hijas (ninguno de ellos sobrevivió, excepto Fátima).

La religión en Arabia en tiempos de Mahoma era muy primitiva. Creían en la existencia de


espíritus que habitaban en piedras erigidas. El culto más difundido era el de la Piedra Negra, que se
veneraba en la Caaba, un santuario situado en La Meca, al que concurrían los árabes en
peregrinación anual. Hubo también otros movimientos religiosos, que buscaban una religión más
profunda y que se retiraban al desierto para buscar a Dios: los janifs. Después de la muerte de sus
hijos, Mahoma mismo había participado de este tipo de movimientos, hasta que comenzó a tener
visiones por las que se sintió escogido como mensajero de Dios. En 610 recibió el llamado del ángel
Gabriel a predicar el mensaje del Dios verdadero y único, en contra de la idolatría y el politeísmo.

Mahoma regresó a su vida de comerciante en La Meca, pero compartió con su esposa y algunos
de sus amigos sus experiencias e ideas, entre las que se destacaban cuatro convicciones
fundamentales. Primero, Dios es uno, el Todopoderoso, Allah, y hay que someterse de manera
absoluta a él. Alá tiene un poder y sabiduría infinitos, pero no un amor redentor. Segundo, el pecado
de la idolatría. Mahoma sostuvo un monoteísmo abstracto, monótono, sin vida interior y plenitud,
antitrinitario, que negaba la divinidad de Cristo si bien lo aceptaba como un gran profeta. Tercero,
el temor al infierno. Según Mahoma, el diablo es un ángel caído que tienta a los seres humanos.
Cuarto, las recompensas de los fieles. El islamismo expresa fatalismo y gran temor al castigo por el
pecado; por ello mismo, los fieles tienen que ser buenos con los pobres y necesitados, y perdonar.

Mahoma estuvo muy influido por judíos y cristianos. Es posible que si la influencia cristiana
hubiese sido un poco más efectiva, el movimiento liderado por Mahoma se habría inclinado hacia
el cristianismo. Pero esto no ocurrió, y la nueva religión llegó a ser el rival más poderoso de la fe
cristiana durante toda la Edad Media. Al principio, la prédica del Profeta fue rechazada, y sólo su
esposa y algunos parientes la aceptaron.

La suerte de Mahoma cambió en 622, cuando se vio forzado a emigrar junto con sus amigos.
Este episodio se conoce como la Égira, y fue tan importante que los musulmanes consideran a este
año como los cristianos consideramos el año en que nació Cristo, y cuentan los años de su calendario
a partir de aquí. La nueva ciudad de Mahoma fue Yatreb, donde fue bien recibido y donde llegó a
ser su gobernante. En esta ciudad, que más tarde se llamó Medinat-an-Nabí (“la ciudad del Profeta”)
o Medina, se estableció una comunidad musulmana, en la que el culto y la vida civil y política
siguieron los principios del Profeta. Mahoma murió diez años más tarde (632). Para entonces, La
Meca ya lo había reconocido como Profeta de Dios (630), y así también lo hicieron todas las tribus
de Arabia. La idolatría y el politeísmo fueron desarraigados, y el monoteísmo absoluto del Islam se
impuso.

MAPA 4 - ARABIA
El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, fue compuesto por Mahoma, según él, bajo la
revelación divina. Éste es el libro sagrado de los musulmanes y el fundamento de sus creencias y
prácticas religiosas, civiles y políticas. Contiene fragmentos históricos, enseñanzas, consejos e ideas
religiosas y morales. Según el Corán, las creencias fundamentales de los musulmanes son la fe en
un Dios único, Alá; en los ángeles y en los profetas, el último de los cuales, Mahoma, ha traído a los
seres humanos el mensaje definitivo de Dios; en el Corán y sus prescripciones; en la resurrección y
el juicio; y, finalmente, en la predestinación de las personas según la insondable voluntad de Dios.

El Corán: “El Dios, no hay dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. Ni la somnolencia ni el
sueño se apoderan de Él. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra. ¿Quién
intercederá ante Él si no es con su permiso? Sabe lo que está adelante y detrás de los
hombres, y éstos no conocen nada de su ciencia, si no es lo que Él quiere. Su trono se
extiende por los cielos y la tierra, y no le fatiga la conservación de esto. Él es el Altísimo, el
Inmenso.”

Islam significa esencialmente la sumisión a Dios. Esta sumisión involucra el cumplimiento


estricto de ciertos deberes religiosos. El primero es la confesión de fe en Dios y en Mahoma, su
profeta. Otros deberes religiosos fundamentales son: las oraciones, el ayuno, la limosna, el
peregrinaje y la guerra santa, esta última destinada a conseguir la conversión de los infieles a la
nueva fe.

José Luis Romero: “Proveniente del judaísmo y del cristianismo en sus aspectos
doctrinarios, la religión musulmana alcanzó cierta originalidad por la concepción militante
de la fe que logró imponer y que tan extraordinarias consecuencias debía significar para el
mundo. Una especie de teocracia surgió entonces en el mundo árabe y en las vastas
regiones que los musulmanes conquistaron, en la que el califa o sucesor del profeta reunía
una autoridad política omnímoda y una autoridad religiosa indiscutible. Sobre esa base, el
vasto ámbito de la cultura musulmana se desarrolló de una manera singular. De todas las
regiones que los musulmanes conquistaron supieron recoger el mejor legado que les
ofrecían las poblaciones sometidas, y con ese vasto conjunto de aportes supieron ordenar
un sistema relativamente coherente, del que predominaba, sin embargo, en cada comarca
la influencia que allí había tenido su origen: la griega, la siria, la persa, la romana. Acaso la
más importante contribución de los musulmanes—fuera de su propio desarrollo como
cultura autónoma—haya sido la constitución de un vasto ámbito económico que se
extendía desde la China hasta el estrecho de Gibraltar, por el que circulaban con bastante
libertad no sólo los productos y las personas, sino también las ideas y las conquistas de la
cultura y la civilización.”

Las invasiones árabes. Bajo los sucesores de Mahoma (llamados califas) comenzaron los ataques
árabes, que pronto se transformaron en la invasión y ocupación de los países vecinos, una vez
lograda la unidad territorial en Arabia. Las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino
guerras de conquista territorial. La conversión de los conquistados al islamismo no fue forzada ni
hubo al principio persecuciones contra judíos y cristianos. No obstante, su religión les dio a los
invasores un sentido de unidad y confianza en la victoria.

Justo L. González: “Los cristianos y judíos podían continuar en el libre ejercicio de su culto,
siempre que respetaran al Profeta y al Corán. Después se prohibió la conversión de los
mahometanos al cristianismo o al judaísmo. Pero aparte de esto, y de ciertas limitaciones
en las señales públicas de su culto, la única carga que se estableció sobre los judíos y los
cristianos fue la obligación de pagar un tributo mediante el cual el estado se sostenía.
Quienes se convertían al Islam no tenían que pagar ese impuesto. Por tanto, al mismo
tiempo que los musulmanes no tenían interés especial en fomentar las conversiones a su
religión, muchos de los cristianos de convicciones más flexibles terminaron por aceptar la
fe del Profeta.”

El primer territorio que sufrió el arrollador avance árabe fue el Imperio Bizantino, cuyo ejército
fue vencido en 634. Luego, en una sucesión rápida, cayeron Damasco (635), Siria (636), Jerusalén
(638), Cesarea y Gaza (640), Alejandría y todo Egipto (642). En los años que siguieron, avanzaron
sobre Túnez, Argelia y Marruecos. En 652 conquistaron Persia y fundaron un estado árabe con
capital en Bagdad. En 697 invadieron Cartago y en 711 ingresaron a España por Gibraltar (Gebel-
Tarik: la colina de Tarik, el comandante de las tropas moras, bereberes y árabes). En pocos años,
Persia, Siria, Palestina y Egipto, las tierras del origen del cristianismo, cayeron en manos
musulmanas y se perdieron para el testimonio cristiano hasta el día de hoy. En menos de un siglo,
el Islam casi había aniquilado los viejos baluartes del cristianismo en África del norte, y había cruzado
al continente europeo en España. A comienzos del siglo VIII parecía como si la cristiandad occidental
hubiese sido atrapada en un vasto movimiento de pinzas: los musulmanes avanzaron hacia Francia
en 721, y ya en 717 habían puesto sitio a Constantinopla.

Como puede verse, toda la cristiandad se sintió amenazada por el vertiginoso avance musulmán.
Dos eventos quebraron los extremos de estas pinzas y salvaron a la cristiandad de su desaparición.
Por un lado, la defensa de Constantinopla por el emperador León III, en 718, que hizo que los
musulmanes se retiraran de Asia Menor hasta detrás de los montes Taurus. Por otro lado, la victoria
de Carlos Martel (688–741) y su ejército franco cerca de Poitiers (Francia), en 732, que los echó de
Francia impidiendo su avance y no dejándoles pasar más allá de los Pirineos.

Desde 632 hasta 732 se dio un siglo de avance musulmán y de pérdidas cristianas. El
Mediterráneo, que había sido un lago romano, ahora estaba bajo el control musulmán. Los
musulmanes se adueñaron de casi la mitad del Imperio Romano cristiano. Esto tuvo enormes
consecuencias para el comercio europeo occidental y para la difusión del testimonio cristiano. Por
eso, ésta resultará ser la pérdida territorial más grande que experimentará el cristianismo en toda
su historia. Casi toda la Península Ibérica quedó bajo su control. África del norte, Egipto, Palestina y
Siria no habrían de recuperarse hasta hoy como territorios bajo influencia cristiana.

Además, si bien las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino de conquista, el
gobierno árabe en los territorios sometidos afectó a la religión cristiana. En Egipto, la Iglesia Copta
sufrió persecuciones, pesados impuestos, dificultades para realizar matrimonios y los cristianos eran
considerados como extranjeros: éstas y otras presiones llevaron a que muchos se hicieran
musulmanes. En el norte de África, la Iglesia cristiana casi desapareció. Ya los vándalos habían
diezmado a los cristianos y más tarde Justiniano hizo lo mismo, asolando especialmente a la
población local o indígena (bereberes), entre quienes el cristianismo no tenía mucho arraigo.
Muchos consideraban que estaban mejor bajo el dominio musulmán que bajo el dominio bizantino;
otros huyeron a Sicilia e Italia. En tiempos de Agustín de Hipona (m. 430) había alrededor de
setecientos obispados en el norte de África; para el año 700 apenas había unos treinta. Sólo España
se va a ir recuperando poco a poco para el cristianismo, pero a lo largo de un proceso de reconquista
agotador, que duró ocho siglos. No obstante, el peligro peor había sido evitado al ser detenido el
Islam en su avance sobre Europa. La cristiandad occidental sobrevivió, y estaba lista para
aventurarse nuevamente con su fe hacia Oriente una vez más.

MAPA 5 - LAS INVASIONES ÁRABES


Fernando Picó: “La política oficial del Islam triunfante era la tolerancia de la ‘gente del libro’,
cristianos y judíos, a quienes se les ponían cargas fiscales, pero se les permitía el libre
ejercicio de su religión, aunque no el proselitismo. Parte de las tierras conquistadas se
repartían entre los guerreros. En un par de generaciones los árabes se hicieron navegantes
y aprendieron las técnicas de los marineros de los puertos conquistados. También
aprovecharon los saberes acumulados de los griegos y sus sucesores, e incorporaron a su
acervo cultural técnicas de construcción, sabiduría médica, interés en las matemáticas y la
astronomía, técnicas de horticultura, drenaje y riego, y el arte de la reglamentación urbana.
Todos estos conocimientos serían pasados eventualmente a Occidente a través de España
y de Sicilia.”

El Imperio Bizantino y el Islam. Las guerras contra los persas sasánidas agotaron los recursos
económicos y humanos del Imperio. En 636, un ejército islámico infligió una derrota mayor a las
fuerzas del Imperio Bizantino, en Yarmuk. La derrota le costó al Imperio todo el territorio de Siria y
Palestina. En 642 fuerzas islámicas capturaron la más rica de todas las provincias del Imperio, Egipto.
Cuatro años más tarde una flota musulmana derrotó a la armada bizantina y ganó el control del
Mediterráneo (año 646).

Entre 673–678 naves musulmanas bloquearon la ciudad de Constantinopla. La marina bizantina


logró romper el sitio. En su campaña contra los musulmanes los bizantinos introdujeron un arma
nueva llamada “fuego griego.” El “fuego griego” era una especie de lanzadera de fuego que se
llevaba a bordo, construida alrededor de un tubo a través del cual se disparaba contra el enemigo
una mezcla de nafta, sulfuro y salitre. Tan pronto como el Imperio había roto el bloqueo, sus viejos
enemigos—los búlgaros y avaros—atacaron desde el norte. En 679 los búlgaros cruzaron el Danubio
y marcharon contra la ciudad. Para el año 700, el Imperio estaba reducido a una fracción de su
tamaño anterior. Ciento treinta y cinco años después del reinado de Justiniano, el emperador
bizantino controlaba solamente el sur de Italia, Rávena, una pequeña parte de los Balcanes y la
mayor parte de Anatolia.

En 717, León el Isaurio, o León III, subió al trono de Constantinopla como emperador. Durante
los veinticuatro años de su reinado (717–741), León III logró mantener a raya a los adversarios del
Imperio. En 717 los árabes renovaron sus ataques contra la ciudad capital mientras que otro ejército
musulmán marchaba, como vimos, cruzando el norte de África y entrando a España (717–719). León
III concentró sus recursos en proteger el corazón de su Imperio. Tomó medidas para reorganizar la
burocracia y la administración, y tuvo éxito en echar de Asia Menor a las tropas musulmanas (740).
Las victorias de León III le dieron al Imperio Bizantino un respiro de dos siglos antes de nuevos
avances árabes.

La Iglesia de Oriente y el Islam. Los cristianos al este de Palestina sufrieron el avance árabe, pero
a diferencia de lo ocurrido en España, el norte de África y en los territorios bajo el Imperio Bizantino,
lograron sobrevivir conservando su identidad e instituciones. Cuando el califato abásida estableció
su nueva capital islámica en Bagdad (750), el patriarca de la Iglesia Persa o Siríaca del Este (es decir,
la Iglesia de Oriente) también se trasladó a la ciudad capital. En 780, el obispo Timoteo, un hombre
reformador y de espíritu misionero, llegó a ser el patriarca. En 781, participó durante dos días de un
diálogo interreligioso con el califa abásida, Mahdi, y luego escribió un relato de su conversación, que
circuló como una apología. El documento refleja algo de la cristología diofisita (es decir, dos
naturalezas), que era característica por entonces en la Iglesia de Oriente. Lo interesante es este
ejemplo de diálogo religioso cristiano-musulmán en una época tan temprana.

Timoteo de Bagdad: “Yo respondí a su Majestad: ‘Oh nuestro victorioso Rey, en este mundo
todos nosotros estamos como en una casa oscura en el medio de la noche. Si en la noche y
en una casa oscura ocurre que una perla preciosa cae en medio del pueblo, y todos son
conscientes de su existencia, cada uno procurará recoger la perla, que no caerá en manos
de todos sino de uno solo, en tanto que alguien se adueñará de la perla en sí, otro de un
pedazo de vidrio, un tercero de una piedra o de un terrón de tierra, pero cada uno estará
feliz y orgulloso de ser el poseedor real de la perla. Sin embargo, cuando la noche y la
oscuridad desaparecen, y surgen la luz y el día, entonces cada una de aquellas personas que
habían creído que tenían la perla, extenderán y dirigirán su mano hacia la luz, que es la única
que puede mostrar lo que cada una tiene en la mano. Aquel que posee la perla se regocijará
y será feliz y se gozará con ella, mientras que aquellos que tenían en la mano pedazos de
vidrio o trozos de piedra sólo llorarán y estarán tristes, y suspirarán y derramarán lágrimas.

‘De la misma manera nosotros los hijos de la humanidad estamos en este mundo
perecedero como en tinieblas. La perla de la verdadera fe cayó en medio de todos nosotros,
y está indudablemente en la mano de uno de nosotros, mientras que todos nosotros
creemos que poseemos el objeto precioso. Sin embargo, en el mundo venidero, la oscuridad
de la mortalidad pasa, y la niebla de la ignorancia se disuelve, dado que la niebla de la
ignorancia es absolutamente ajena a la luz verdadera y real. En ella se regocijan los
poseedores de la perla, están felices y complacidos, y los poseedores de meras piezas de
piedra llorarán, suspirarán y derramarán lágrimas, como dijimos más arriba.’ …

Y nuestro victorioso Rey dijo: ‘Tenemos esperanza en Dios que nosotros somos los
poseedores de esta perla, y que la tenemos en nuestras manos.’—Y yo respondí: ‘Amén, oh
Rey. ¡Pero quiera Dios concedernos que nosotros también podamos compartirla contigo, y
regocijarnos en el lustre brillante y radiante de la perla! Dios ha colocado la perla de Su fe
delante de todos nosotros como los rayos brillantes del sol, y todo el que desee puede gozar
la luz del sol’.”

_ El Imperio Bizantino y Occidente

A lo largo del siglo VII y principios del VIII hubo tan sólo relaciones mínimas entre el Imperio
Bizantino y Europa Occidental. Una explicación de esto se encuentra en la necesidad de concentrar
los recursos del Imperio en su defensa y en el desorden e inferioridad de la situación imperante en
el Oeste. Estas condiciones comenzaron a cambiar a mediados del siglo VIII. Con la victoria de Carlos
Martel sobre los musulmanes (732), el Papa manifestó un renovado interés en la cristiandad
oriental. El emperador León III el Isaurio provocó una controversia con la Iglesia Occidental cuando
prohibió el uso de íconos en los cultos religiosos. El Papa se opuso a la proclamación de León y
respaldó con su autoridad el uso de imágenes.

La controversia iconoclasta. Esta disputa sobre el uso religioso de las imágenes, que duró desde
717–843, tuvo enormes consecuencias sobre la espiritualidad tanto oriental como occidental. El
conflicto fue inaugurado por los Isaurios (llamados así por una región en Asia Menor) y tenía que
ver con el uso devocional de imágenes o íconos. En el Oriente griego, el uso de los íconos estaba
bien difundido. Los íconos eran venerados no porque tuvieran algún valor material inherente, sino
más bien por las verdades espirituales que ellos manifestaban. Servían como recordatorios de
verdades espirituales y como medios de discernimiento espiritual. Los íconos también significaban
el completamiento o glorificación (theosis) espiritual de otros seres mortales junto a Cristo. Estas
imágenes eran muy populares en la devoción personal, la oración y la meditación.

El emperador León el Isaurio consideraba a los íconos como ídolos y su veneración como
idolatría. Él fue el iniciador de la controversia iconoclasta (“rompedor de íconos”). Seguramente, su
postura resultó de las influencias musulmanas en su región de origen en Asia Menor (Isauria, frente
a la isla de Chipre), pero también al hecho de que en sus días hubo un incremento del culto al
emperador. Los más devotos a los íconos eran monjes y monjas, cuyas comunidades no sólo estaban
eximidas del pago de los impuestos imperiales sino que no hacían ningún aporte significativo al
Imperio.

En 730, León publicó un edicto contra los íconos. El patriarca de Constantinopla se opuso y fue
removido de su puesto. Los soldados imperiales intentaron destruir los íconos por la fuerza en los
lugares públicos, con la oposición especialmente de grupos de mujeres. Constantino V continuó con
la política de su padre (desde 743). Un concilio reunido en 753 condenó los íconos y como
consecuencia hubo persecuciones y martirios de monjes y monjas. El sucesor de Constantino V, León
IV, disminuyó la persecución bajo la influencia de su esposa Irene, que estaba a favor de la
veneración de imágenes. Cuando Irene tomó el poder como regente de su hijo menor en 780,
revirtió la política iconoclasta de los Isaurios y en 787, junto con su hijo Constantino VI, convocó en
Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico, que aprobó la veneración de íconos como una práctica
ortodoxa. El Concilio también estableció que las imágenes no eran dignas de la adoración debida
sólo a Dios (latría), sino de una veneración inferior (dulía).

Alfred Weber: “En esta disputa, presenciamos una curiosa sublevación de la concepción
oriental de lo religioso, judaico-arábiga, procedente del Sur (Capadocia), que carece
rigorosamente de imágenes, que se opone a la veneración de lo divino expresado en
imágenes, lo cual había tomado cierto aspecto pagano, que se opone a la veneración de los
íconos como ídolos ‘no hechos por los hombres,’ que ponía en manos de la Iglesia y de los
conventos—que cada día adquirían mayores proporciones—un poder peligroso en forma
de medios de salvación milagrosos. Al mismo tiempo, sin embargo, este movimiento
constituyó la expresión política, la voluntad de una mundanalidad casi de tipo pagano
antiguo, que encarnaba en aquellos poderosos príncipes, en contra de la santurronería
supersticiosa que se iba formando. En el siglo IX, se llega respecto de esta polémica a una
transacción, mediante la incorporación o encaje de las congregaciones monacales y al
mismo tiempo volviendo a permitir las imágenes. Este nuevo Imperio coloreado con tonos
muy vivos había vencido el espíritu de la cultura griega, desde el punto de vista político;
pero en lo cultural había vencido en cambio la helenidad adoptando la forma de un
cristianismo magístico y gnóstico; y no triunfó a modo de una actitud ética—pues nunca se
había producido la lucha en torno a ésta—sino más bien como una sensibilidad plástica de
tipo heleno infundida en la Iglesia.”

Después de la muerte de Irene en 803, el partido iconoclasta intentó hacer prevalecer su


posición. Así es como se impusieron nuevas restricciones sobre el uso de íconos en las iglesias
mediante edictos imperiales, que se proponían terminar con lo que consideraban idolatría. Monjes
y obispos se resistieron, y nuevamente hubo una persecución severa. Finalmente, en 840, la
persecución amainó. La oposición a los íconos había sido más una cuestión de los emperadores y los
militares, y no había sido efectiva para desarraigar la iconolatría del corazón del pueblo. Con la
muerte del último emperador iconoclasta, Teófilo, su esposa, la emperatriz Teodora, ordenó el final
de la persecución. En 843, el patriarca de Constantinopla predicó un sermón en Santa Sofía, que
proclamó que los íconos debían ser reinstalados en la Iglesia. Ésta es la fecha que la Iglesia Ortodoxa
celebra, hasta el día de hoy, como el final de la controversia.

Las relaciones entre Este y Oeste. Desde un punto de vista político, estas relaciones se
empeoraron entre 780 y 802. En 780 Constantino VI, un niño de diez años, llegó a ser el emperador
bizantino. La madre de Constantino, Irene, actuó como regente hasta el año 790, cuando su hijo se
deshizo de los consejeros de su madre y tomó el control del poder. Irene intrigó contra su propio
hijo, al punto que sus secuaces lo enceguecieron, con lo cual quedó ritualmente descalificado para
ser emperador. Irene se nombró a sí misma emperatriz y gobernó de 797 hasta 802. El papa León III
(no confundir con el emperador León III, el Isaurio) intervino en la controversia y declaró vacante al
trono oriental, arguyendo que una mujer no podía gobernar sobre el Imperio. El Papa presentó una
afrenta todavía mayor cuando unilateralmente, como veremos más adelante, nombró a
Carlomagno “emperador de los romanos” en el día de Navidad del año 800. Las consecuencias
prácticas de la acción del papa León III no fueron grandes. No obstante, el nombramiento de un
occidental como cabeza del Sacro Imperio Romano señaló el comienzo de seis siglos de lucha entre
las cristiandades occidental y oriental.

Desde un punto de vista teológico, en Occidente se mantuvo en general una posición intermedia
entre los iconoclastas (destructores de los íconos) y los iconodulistas (adoradores de los íconos). Los
teólogos occidentales distinguían entre las naturalezas divina y material de Cristo, mientras
afirmaban algún modo de comunicación por el cual cada una compartía sus propiedades con la otra.
Para los teólogos orientales, la veneración de los íconos expresaba su fuerte énfasis sobre el misterio
de la encarnación. El teólogo más importante en este sentido fue Juan de Damasco, un monje de
Palestina que escribió Exposición de la fe ortodoxa y tres Discursos contra los que rechazan las santas
imágenes. Estas obras no sólo fueron una afirmación del uso devocional de las imágenes, sino
también una de las declaraciones teológicas más importantes de los principios que se discutieron
en la controversia.

Juan de Damasco: “Puesto que algunos nos culpan por reverenciar y honrar imágenes del
Salvador y de Nuestra Señora, y las reliquias e imágenes de los santos y siervos de Cristo,
recuerden que desde el principio Dios hizo al ser humano a su imagen. ¿Por qué nos
reverenciamos unos a otros, si no es porque somos hechos a imagen de Dios?… Por otra
parte, ¿quién puede hacer una copia del Dios que es invisible, incorpóreo, incircunscribible
y carente de figura? Darle figura a Dios sería el máximo de la locura y la impiedad.… Pero
puesto que Dios, por sus entrañas de misericordia y para nuestra salvación, se hizo
verdaderamente hombre … vivió entre los humanos, hizo milagros, sufrió la pasión y la cruz,
resucitó y fue elevado al cielo, y puesto que todas estas cosas sucedieron y fueron vistas por
los humanos … los Padres, viendo que no todos saben leer ni tienen tiempo para hacerlo,
aprobaron la descripción de estos hechos mediante imágenes, para que sirvieran a manera
de breves comentarios.… Nosotros no reverenciamos lo material, sino lo que esas cosas
significan.”

Desde el punto de vista cultural, las diferencias entre Este y Oeste eran notables. La exquisitez
y sofisticación de la cultura bizantina estaba muy por arriba del retraso y barbarie de los logros
germánicos. Cuando el Imperio Bizantino y el Occidente se enfrenaron en el siglo VIII en torno a un
problema concreto, la cuestión de los íconos, sus perspectivas y premisas habían llegado a ser muy
diferentes. No obstante estas diferencias, el sentido de inferioridad cultural del Occidente latino
respecto a Bizancio prevaleció hasta el siglo XII y le permitió al arte, la arquitectura, y el pensamiento
bizantino ejercer considerable influencia sobre el desarrollo cultural de Occidente.

La dinastía macedónica. Los emperadores que condujeron al Imperio Bizantino desde 867 hasta
1025 pertenecieron a una dinastía macedónica. Los siglos IX y X fueron un período de prosperidad
para el Imperio. Los ejércitos bizantinos tomaron la ofensiva y recapturaron buena parte de Siria,
Armenia, Chipre y Creta. Con Constantino VII, que reinó entre 920–959, el Imperio recuperó parte
de su prestigio y esplendor. Basilio II (927–1025) aplastó a los búlgaros y su acción en el orden
cultural tendió a la protección de las ciencias y las artes. En materia política estabilizó las fronteras
del Imperio frente a los magiares y eslavos, los cuales fueron evangelizados. Desarrolló relaciones
amistosas con Vladimir de Kiev (casado con una hermana de Basilio), en el sur de Rusia. Vladimir
invitó a Basilio (989) a enviar monjes a Rusia, lo que llevó a la conversión de los eslavos al
cristianismo y su adopción de la cultura bizantina. El comercio se expandió durante estos siglos y las
reformas de la burocracia imperial mejoraron la vida dentro de los límites del Imperio. Sin embargo,
la profunda crisis social que aquejaba al Imperio provocó numerosos conflictos, agravados por la
ineptitud de los sucesores de Basilio II.

A partir del siglo XI, el Imperio Bizantino entró definitivamente en decadencia. Sin embargo, un
grave suceso lograría prolongar todavía por dos siglos la vida del Imperio. En 1057, el emperador
bizantino solicitó la ayuda del Papa romano con el fin de detener a los turcos otomanos, que ya
habían ocupado Siria y Palestina, y amenazaban con poner sitio a Constantinopla. El papa Urbano II
promovió las Cruzadas, que lograron detener momentáneamente a los peligrosos enemigos, pero
la dinastía macedónica llegó a su fin y con ello casi desapareció el Imperio Romano de Oriente, que
quedó virtualmente reducido a la ciudad de Constantinopla y sus alrededores.

LA RECUPERACIÓN EN ORIENTE

Para el siglo VII, el patriarca de la Iglesia de Oriente (siríaca) era la autoridad cristiana más
importante en todo el territorio al este de Persia. Su interés no estaba enfocado tanto en los debates
teológicos de sus días, sino más bien en cuestiones prácticas y políticas. La adoración en la Iglesia
de Oriente se llevaba a cabo en lengua siríaca, mientras estos cristianos sustentaban una teología
nicena. Entre los patriarcas que sirvieron bajo el dominio musulmán de Persia, uno de los más
influyentes fue Timoteo I, ya mencionado. Él personalmente envió más de cien misioneros a nuevas
regiones donde no había testimonio cristiano.

La expansión del testimonio cristiano al este de Persia después del año 600 fue básicamente la
obra de monjes de la Iglesia de Oriente. Hubo también sacerdotes y mercaderes que llevaron su
testimonio a lo largo de las rutas caravaneras que cruzaban el continente asiático. Fue precisamente
en las principales ciudades junto a estas rutas entre Persia y China que, ya antes del siglo X, se fueron
estableciendo monasterios, que sirvieron de centros de adoración, evangelización, hospedaje para
mercaderes y escuelas. En ellos se copiaron y tradujeron los textos siríacos de las Escrituras, la
liturgia cristiana, y las historias de santos y mártires.

_ El cristianismo en India

Hay que esperar hasta el siglo XVI para tener referencias históricas más seguras en cuanto al
desarrollo del testimonio cristiano en India. No obstante, como se vio en el volumen anterior, hay
abundantes indicaciones de la presencia de cristianos en este sub-continente con anterioridad al
siglo VI. Para mediados del siglo VII, encontramos referencias en la correspondencia del patriarca
de la Iglesia de Oriente, Ishoyahb III, de la ruptura de relaciones con el metropolitano en
Rewardashir. Las iglesias en India continuaron sosteniéndolo financieramente. En el siglo VIII
encontramos nuevamente referencias a las iglesias en India en los registros persas. Se nos informa
que tenían un metropolitano propio, elegido de entre su propia comunidad en la presencia de los
otros obispos. Evidentemente, debería haber más de una diócesis, ya que según la tradición persa,
los metropolitanos eran nombrados cuando había por lo menos seis obispos bajo su autoridad. Las
iglesias aparentemente estaban bien establecidas. Hay varias cartas del patriarca Timoteo I que
mencionan la presencia cristiana en India. Una de ellas está dirigida a un monje llamado Tomás, que
estaba viajando con un grupo de inmigrantes a la India. Otra ofrece instrucciones en cuanto a
irregularidades ministeriales. En el siglo IX encontramos la mención de dos hermanos armenios que
llegaron a India como misioneros.

Existe un interesante documento de mediados del siglo IX, que consiste de unas placas de cobre
con inscripciones, que menciona concesiones dadas por los reyes locales a los cristianos para
construir sus lugares de culto. A la luz de esta evidencia arqueológica, se puede ver que las
comunidades cristianas en India eran pequeñas y mayormente ubicadas en el sur de la India. En su
mayoría, se trataría de inmigrantes venidos de Persia, que se establecieron en la costa Malabar a lo
largo de varios siglos. Algunos llegaron como mercaderes, otros como refugiados escapando de la
persecución persa o islámica, pero también había algunos misioneros. Muchos de ellos son
mencionados como peregrinos, que venían para visitar Cranganore, el lugar al que según la tradición
había llegado el apóstol Tomás, o Mylapore, cerca de Madrás en el este, donde se creía estaba
ubicada su tumba. Con el tiempo, estos cristianos llegaron a constituir una casta separada, con lo
cual gozaron del reconocimiento social y político de los gobernantes locales según la costumbre
religiosa hindú tradicional. Al igual que los miembros de otras castas en India, estos cristianos vivían
en casas vecinas a su centro religioso, en este caso sus templos, constituyendo así vecindarios
cristianos distintivos.

El siríaco continuó siendo la lengua litúrgica, a pesar de haber sido desplazada por el arábico en
Persia. Esta lengua les dio un sentido de identidad cristiana, al parecer más cercana a la lengua
hablada por Jesús y sus discípulos. En sus cultos las iglesias de la India celebraban liturgias que
guardaban cierta relación simbólica con Jerusalén. Pero al mismo tiempo estaban contextualizados
con la cultura local, ya que utilizaban tortas de arroz y vino de palmera para la eucaristía. Esto pone
en evidencia que su identidad cultural era plenamente india. Estos cristianos probablemente
llevaron su testimonio por mar a Sri Lanka, y tal vez a Java, la península Malaya, e incluso hasta la
costa de China. De hecho, hay mención de mercaderes persas y a veces armenios que visitaron estos
lugares entre los siglos VII y X.

_ El cristianismo en Asia Central

Al este de Persia, el testimonio cristiano siguió las rutas caravaneras, especialmente la Ruta de
la Seda, que cruzaban por Balkh, la capital de Bactria, y seguían por las ciudades de Merv y
Samarcanda. Estas mismas rutas eran seguidas por monjes, sacerdotes y mercaderes zoroastristas,
budistas, maniqueos y musulmanes, además de aquellos que sostenían creencias animistas y
chamánicas. La primera presencia cristiana estuvo ligada al establecimiento de monasterios en las
principales ciudades. Como se indicó, estos monasterios estaban directamente relacionados con el
comercio de mercaderes cristianos, a quienes ofrecían alojamiento y atención religiosa. Las iglesias
siríacas fueron bien conocidas por sus médicos, algunos de los cuales eran también sacerdotes y
monjes. La presencia de cementerios con inscripciones funerarias cristianas para mujeres y hombres
es evidencia de cierto grado de educación en estas ciudades de Asia Central, e indica la existencia
de comunidades cristianas permanentes a lo largo de la Ruta de la Seda desde Persia hasta China
occidental.

En una de sus cartas (781), el patriarca Timoteo I informaba que había recibido una
comunicación de un rey entre los turcos (hunos), en la que le decía que él y su pueblo se habían
convertido al cristianismo. Este rey le pedía que ordenara y les enviara un obispo junto con algunos
monjes, cosa que Timoteo hizo. En otras cartas, Timoteo I daba testimonio de su interés en asistir a
un creciente número de iglesias, monasterios y sedes episcopales a lo largo de lo que ahora son las
naciones de Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán. En una de sus cartas, Timoteo informaba que el
metropolitano de China había muerto y que él estaba nombrando a alguien para que ocupara su
lugar. En otra escribió que estaba preparándose para consagrar a un obispo para los tibetanos.
Algunos textos cristianos escritos en la lengua tibetana antes del siglo X sugieren que había interés,
sino una necesidad, de literatura cristiana en lengua tibetana. La decisión de Timoteo de consagrar
a un obispo para Tibet indica que había un grupo considerable de cristianos en aquella región.

Para fines del siglo VII el mensaje cristiano había alcanzado lo que es ahora China occidental.
Las antiguas ciudades de Tunhuang y Turfan tenían comunidades cristianas. En la primera, se han
encontrado numerosos escritos cristianos en cuevas budistas. Lo mismo ha ocurrido en Turfan, al
norte de Tunhuang, todo lo cual provee de buena evidencia para afirmar una presencia cristiana
considerable en esta región antes del siglo X. Estos cristianos serían persas, turcos, mongoles y
chinos, con algunas influencias armenias y griegas, según se ve por los escritos encontrados. Además
de las Escrituras, estos materiales incluían libros de adoración, homilías, comentarios bíblicos, vidas
de santos y mártires, tratados de medicina y obras filosóficas.

Una carta de Abdisho, obispo de la ciudad de Merv, escrita al patriarca de Bagdad alrededor del
año 1000, provee de evidencia de la extensión más septentrional alcanzada por la influencia
misionera cristiana durante este período. Este obispo informaba al patriarca que el rey de los turcos
keraítas que vivía alrededor de la región junto al lago Baikal en el norte de Mongolia, había tomado
contacto con él. El rey se había convertido a la fe cristiana a través de la aparición de un santo
cristiano, que le había mostrado el camino a través de una tormenta de nieve y se identificó como
un seguidor de Cristo. Como resultado de esto, el monarca había buscado a mercaderes cristianos
que estaban viajando a través de la región, y ellos lo instruyeron en las doctrinas básicas de la fe.
Incluso le habían dejado una copia del Evangelio. Según Abdisho, unos doscientos mil miembros de
la tribu de este rey habían llegado a abrazar la fe cristiana.

El rey estaba bien comprometido con la nueva fe y estaba solicitando ser bautizado. Para ello
pedía instrucciones en cuanto a cómo prepararse. Se le indicó que debía ayunar por largos períodos
de tiempo durante un año. Los turcos entendieron que debían abstenerse de comer carne o
productos lácteos durante estos ayunos, pero ésta era su dieta básica y única. El patriarca respondió
a sus inquietudes diciéndole a Abdisho que debía enviar a un sacerdote y a un diácono a bautizarlos
y a ministrarles. En cuanto al ayuno, en razón de la ausencia de otros alimentos, ellos debían
abstenerse de comer carne, pero podían consumir productos lácteos. Éste es un interesante
ejemplo de contextualización misionológica.

MAPA 6 - EL CRISTIANISMO EN ORIENTE

_ El cristianismo en China

El cristianismo llegó a China en el año 635, el año en que la misión céltica llegaba al norte de
Inglaterra, en Northumbria. Si bien este movimiento fue muy pequeño, es suficiente como
ilustración para recordar que el cristianismo no es una religión exclusivamente occidental, sino
universal. Puede decirse, entonces, que para Inglaterra del norte y para el Lejano Oriente, la historia
cristiana comenzó en el año 635.

Los misioneros en China. El documento arqueológico más completo para la reconstrucción de la


llegada del cristianismo a la China es la Estela de Ch’ang-an, encontrada en la provincia de Xian. Esta
piedra de granito negro, grabada con caracteres chinos en todas sus caras, lleva por título
“Monumento que conmemora la transmisión de la Religión de la Luz en China.” Fue grabada en 781
y declara que la llegada del testimonio cristiano a la capital del Imperio Chino bajo la dinastía T’ang
(Ch’ang-an) se produjo en el año 635, cuando monjes siríacos de la Iglesia de Oriente, arribaron bajo
el liderazgo de Alopen (o Alouben). La dinastía T’ang fue una de las más destacadas en la larga
historia de la civilización y cultura china. La ciudad de Ch’ang-an contaba con alrededor de dos
millones de habitantes, lo que la hacía la más grande del mundo en aquel tiempo. El confusionismo
era la ideología predominante del Estado, pero se estudiaban también otras religiones e ideas como
el taoismo, el budismo, el zoroastrismo y el maniqueísmo. Entre estas nuevas ideas estaba la
representada por monjes provenientes del extremo occidental de Asia (Siria), y que en chino se
conocía como Jing Jiao (Religión Ilustre o Religión de la Luz o Luminosa).

Estela de Ch’ang-an: “La doctrina sagrada que ha traído luz al mundo vino aquí durante el
reinado del Emperador Taizong. Las enseñanzas gloriosas fueron traídas por Alouben, un
hombre de alta virtud del Imperio de Da Qin (Siria). Él vino sobre nubes azules trayendo las
escrituras verdaderas, y después de un viaje largo y arduo, arribó en Ch’ang-an durante el
noveno año de Zhenguan. El emperador envió a su ministro Fang Xuanling para saludarlo
en el suburbio occidental. El visitante fue bienvenido en el palacio donde se le pidió que
tradujera sus escrituras. Cuando el emperador oyó las enseñanzas, se dio cuenta
profundamente de que ellas hablaban la verdad. Por lo tanto, pidió que estas enseñanzas
fuesen enseñadas, y en el mes séptimo en el otoño del vigésimo año de Shenguan, proclamó
un decreto:

‘El Camino no tiene un nombre común y lo sagrado no tiene una forma común.
Proclamen las enseñanzas por todas partes para la salvación del pueblo. Alouben, el hombre
de gran virtud del Imperio de Da Qin, vino desde una tierra lejana y arribó a la capital para
presentar las enseñanzas e imágenes de su religión. Este mensaje es misterioso y
maravilloso más allá de nuestra comprensión. Las enseñanzas nos hablan acerca del origen
de las cosas y de cómo ellas fueron creadas y nutridas. El mensaje es lúcido y claro; las
enseñanzas beneficiarán a todos; y ellas deben ser practicadas por toda la tierra’.”

Los primeros misioneros en ir a China vinieron de Persia (Da Qin o Siria en la Estela), que para
aquel entonces estaba bajo el gobierno musulmán. El grupo misionero había sido enviado por la
Iglesia de Oriente, y estaba constituido por veintiún monjes de habla siríaca, bajo la dirección de
uno llamado Alopen. Un edicto imperial del año 638 les concedió tolerancia religiosa y el emperador
mismo les dio un monasterio en la ciudad capital. El sucesor del emperador ordenó la construcción
de monasterios en muchas provincias y le dio a Alopen el título de “Señor Protector de las Grandes
Enseñanzas.” La Estela señala: “La enseñanza se esparció a las diez direcciones y el país prosperó.
Se construyeron monasterios en cientos de ciudades y muchas personas recibieron bendiciones de
la Iglesia de la Religión de la Luz.”

Sin embargo, en 698, al cambiar la dinastía gobernante, los cristianos tuvieron que hacer frente
a la oposición, que por momentos fue muy violenta. Maestros budistas esparcieron rumores en
contra de los creyentes. Para el 712, la oposición comenzó en la capital misma y aparentemente
resultó en la destrucción de recintos y objetos sagrados. A mediados del siglo VIII se restauró el
favor imperial. Se construyó una iglesia en un ducado “donde la doctrina podía ser enseñada a más
personas de maneras simples y directas,” y “en poco tiempo, muchas personas fueron convertidas.”
El siguiente emperador no sólo permitió la predicación cristiana, sino que hizo regalos a un
monasterio y se les pidió a los monjes que dirigieran la adoración en el palacio imperial. Un nuevo
edicto de tolerancia permitió ciertos progresos en el trabajo misionero en varias provincias.
La teología en China. La primera parte de la Estela de Ch’ang-an es un resumen de la doctrina
cristiana sostenida por los primeros misioneros en llegar a China. La declaración de fe comienza
confesando a Dios Altísimo como el Creador, uno y eterno. En cuanto a los seres humanos,
“originalmente ellos no tenían deseo alguno, pero bajo la influencia de Satanás, abandonaron su
bondad pura y simple por el brillo y el oro.” Como consecuencia de esta situación es que apareció
Ye Su (Jesús), “Aquel que emana en tres cuerpos ocultos, escondió su verdadero poder, se hizo un
ser humano, y vino de parte del Señor del Cielo a predicar las buenas enseñanzas. Una virgen dio a
luz a lo sagrado en una morada en el Imperio Da Qin.” La Estela continúa expresando una cristología
bastante similar a la de Nestorio:

Estela de Ch’ang-an: “El mensaje fue dado a los persas quienes vieron y siguieron la luz
brillante para ofrecerle regalos. Los veinticuatro santos [los libros del Antiguo Testamento
según el canon hebreo], nos han dado las enseñanzas, y el cielo ha decretado que sea
proclamada la nueva religión de la ‘Pureza de los Tres-en-Uno de los que no se puede
hablar.’ Estas enseñanzas pueden restaurar la bondad a los creyentes sinceros, liberar a
aquellos que viven dentro de los límites de los ocho territorios [quizás las Bienaventuranzas,
Mt. 3:3–10], refinar el polvo y transformarlo en verdad, revelar el portal de las tres
constantes [probablemente fe, esperanza y amor, 1 Co. 13:13], conducirnos a la vida y
destruir la muerte. Las enseñanzas de la Religión de la Luz son como el sol resplandeciente:
tienen el poder de disolver el reino de las tinieblas y destruir para siempre el mal.

“Él puso a flote la barca de la salvación y la compasión de modo que podamos usarla
para ascender al palacio de la luz y unirnos con el Espíritu. Él llevó a cabo la obra de
liberación, y cuando la tarea fue completada, ascendió a la inmortalidad en un gran
resplandor de luz. Él dejó veintisiete libros de escrituras [Nuevo Testamento] para inspirar
nuestro espíritu; reveló las obras del Origen; y nos dio el método de la purificación por el
agua [bautismo].”

Es posible conocer algo más de la teología cristiana china primitiva a partir de documentos
encontrados en las cuevas de Tunhuang y Turfan. Estos documentos son muy parecidos a las sutras
budistas en su estilo. Uno de ellos, la Sutra de Jesucristo, ha sido fechado alrededor del 638 y puede
estar relacionado con la misión original de Alopen. Otras tres sutras, agrupadas bajo el título común
de Discursos sobre monoteísmo, parecen haber sido compuestas alrededor de 641.

Es interesante notar el vocabulario de estos manuscritos. En la Sutra de Jesucristo se usa el


nombre “Buda” para la divinidad, mientras que las otras tres usan el término chino I-shen (“Un
Dios”). Cristo es también llamado Shih-tsun (“Señor del Universo”) y el Espíritu Santo Liang-feng
(“Brisa o Viento Fresco”). Este lenguaje facilitaba la comunicación del evangelio en un contexto
típicamente budista y taoista. La Primera sutra litúrgica, compuesta cerca de 720, ilustra la
adaptación de la liturgia cristiana al contexto local con su oración a “Aquel con el rostro como jade.”

Sutra de Jesucristo: “De modo que Dios hizo que la Brisa Fresca viniese sobre una mujer
joven escogida llamada Mo Yan [María], que no tenía esposo, y ella quedó embarazada.
Todo el mundo vio esto, y entendió lo que Dios había obrado. El poder de Dios es tal que
puede crear un espíritu corpóreo y conducir al sendero claro y puro de la compasión. Mo
Yan dio a luz a un niño y lo llamó Ye Su, quien es el Mesías y cuyo padre es la Brisa Fresca.…
Dios mira con compasión hacia abajo desde el Cielo, y controla todas las cosas en el Cielo y
la Tierra. Cuando Ye Su el Mesías nació, todo el mundo vio un misterio brillante en los Cielos.
Todas las personas vieron desde sus casas una estrella tan grande como una rueda de carro.
Esta luz misteriosa brilló sobre el lugar donde Dios iba a ser encontrado, porque en este
momento el Único nació en la ciudad de Wen-li-shih-ken [Jerusalén] en el huerto de But
Lam [Belén]. Después que hubieron pasado cinco años el Mesías comenzó a hablar. Él hizo
muchas cosas milagrosas y buenas mientras enseñaba la Ley.… El Mesías ofreció su cuerpo
a los malvados por amor a todos los seres vivientes. A través de esto todo el mundo sabe
que toda vida es tan precaria como la llama de una vela. En su compasión él entregó su vida.

“Los malos trajeron al Mesías a un lugar apartado, y después de lavar su cabello lo


llevaron al lugar de ejecución llamado Chi-Chu [Gólgota]. Ellos lo colgaron alto sobre un
cadalso de madera, con dos criminales, uno a cada lado de él. Él colgó de allí por cinco
horas.… Temprano esa mañana hubo una luz solar brillante, pero a medida que el sol se
movió al Oeste, tinieblas vinieron sobre el mundo, la tierra se sacudió, las montañas
temblaron, las tumbas se abrieron y los muertos caminaron. Aquellos que vieron esto
creyeron que él era quien él decía que era. ¿Cómo puede alguien no creer? Aquellos que
toman a pecho estas palabras son verdaderos discípulos del Mesías.”

De las otras tres sutras mencionadas, la primera ofrece una discusión metafísica sobre la
naturaleza invisible de Dios, y la naturaleza visible e invisible del ser humano. La segunda trata con
la creación y la naturaleza humana (cuerpo, alma y espíritu). La tercera titulada El discurso del Señor
del Universo sobre la limosna, provee una ilustración del énfasis cristiano sirio sobre la importancia
del papel de las mujeres en el evento de la salvación.

A la luz de estos documentos, parece evidente que las autoridades chinas consideraban al
cristianismo como una secta similar al budismo. Esta identificación facilitó el ingreso del testimonio
cristiano en China bajo la dinastía T’ang.

Los resultados en China. Las crisis políticas internas y externas no fueron favorables para un gran
avance de la fe cristiana en China. La estela de Ch’ang-an describe la situación hasta el año 781,
cuando fue esculpida y termina con una nota de confianza. Dice la Estela: “Esta doctrina es grande
y sus obras son poderosas y misteriosas. Si soy forzado a describirla, las llamaría la obra del Señor
Tres-en-Uno. Todo lo que este humilde siervo ha hecho es registrar en el monumento lo que ha
sucedido y glorificar al Señor Primordial.” La historia posterior debe ser reconstruida a partir de
otros documentos.

A mediados del siglo VIII, la expansión árabe hacia el Este (especialmente Tibet) creó conflictos
con el Imperio Chino. En estos años, uno de los líderes chinos más destacados fue el duque Kuo Tzu-
i, quien defendió los territorios chinos de los avances árabes. El monumento de Xian dice que uno
de los comandantes nombrados por el emperador para acompañar al duque era un sacerdote
cristiano llamado I-ssu, a quien la Estela lo menciona como su donante. Para entonces, parece que
en algunas iglesias la adoración se hacía en chino y no en siríaco. Es probable que la creciente
identificación del cristianismo con el budismo haya sido la causa de su rápida declinación hacia
mediados del siglo IX. Los registros chinos mencionan a los cristianos hasta aproximadamente el año
900, cuando desaparece todo rastro de cristianismo en China. Las razones para este cataclismo
fueron dos.

Primero, persecución. En el año 845 un emperador pro-taoísta decidió suprimir las religiones
que no eran de origen chino, incluso el budismo. El edicto decía: “¿Cómo pueden las religiones
triviales de Occidente compararse con las nuestras?” El edicto menciona a monjes cristianos y
zoroastristas (se los menciona juntos, porque ambas religiones provenían de Persia) en número de
3.000 que, al igual que los budistas, debían “retornar al mundo para no confundir las costumbres
de China.” La política persecutoria duró sólo veinte meses. El budismo logró recuperarse, pero la
pequeña Iglesia cristiana se debilitó casi definitivamente.

Segundo, desorden. Las continuas guerras civiles durante el siglo IX crearon un clima de
inestabilidad e inseguridad. En el año 878 la rebelión arruinó todo el sur de la China y su comercio
marítimo. Los mercaderes extranjeros regresaron en multitud a Occidente, y la falta de un gobierno
estable puso fin a las comunicaciones pacíficas en Asia Central, y con todo esto, la tarea misionera
murió.

El último testimonio que oímos de este período viene de un cronista árabe que informa haber
conversado con un monje cristiano en Bagdad en 987. Siete años antes, el monje había formado
parte de una misión enviada por el patriarca para poner en orden las cuestiones de las iglesias en
China. Pero no pudieron encontrar a un solo cristiano en todo el territorio. A pesar de este informe
negativo, veremos más adelante que el cristianismo en el Lejano Oriente logró sobrevivir entre
algunas tribus del Asia Central, desde donde volvería a expandirse nuevamente hacia el Este.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Mirando hacia atrás a los primeros tres siglos del
movimiento cristiano en China, encontramos a una comunidad que jamás sumó más que
una docena de monasterios establecidos y varios miles de creyentes cristianos. El número
de cristianos empalidece a la luz de la fuerza de las escuelas budista y taoísta de ese
tiempo.… En ninguna otra parte en el mundo en los siglos séptimo y octavo puede uno
encontrar a cristianos comprometidos en un estudio y diálogo activo con budistas, taoístas,
zoroastristas, maniqueos e incluso vecinos confucionistas.… Hubo una buena cantidad de
mezcla de ideas entre estas varias tradiciones en China. Quizás … ésta fue en parte la causa
de la decadencia de estas primeras comunidades cristianas al final. El eclipse parcial de una
identidad cristiana distintiva dejó a los cristianos chinos con pocas razones para mantener
su propia existencia separada en medio de las escuelas de la dinastía T’ang en China.

“Un argumento histórico más probable es que a pesar de la notable obra de traducción
e incluso de composición de nuevas obras teológicas en chino, la mayor parte de la iglesia
cristiana en China desde los siglos séptimo al décimo permaneció como una comunidad de
extranjeros residentes. Si bien por algún tiempo en el siglo octavo Ch’ang-an fue constituida
como ciudad metropolitana por el patriarca en Bagdad, las iglesias en su mayoría
permanecieron dependientes del clero foráneo de la región de Balkh para su liderazgo. La
comunicación fue difícil a lo largo de la Ruta de la Seda después del surgimiento de los
árabes o por mar desde la India.”

LA RECUPERACIÓN EN OCCIDENTE

_ La Iglesia en Europa

Establecidos los reinos germánicos, y concretada la atomización política de Europa occidental,


la Iglesia quedaba como la única expresión de cierto orden institucional. La Iglesia se erigió como
celosa guardiana de la organización y cultura romanas. Poco a poco los monarcas germánicos se
fueron convirtiendo a la fe cristiana y con ellos sus pueblos. La Iglesia fue creciendo en su influencia
y prestigio. A fin de consolidar su unidad y la del mundo cristiano que lideraba, la Iglesia organizó y
estableció sus jerarquías siguiendo el modelo de la administración civil del desaparecido Imperio
Romano. De este modo, Europa quedó dividida en provincias eclesiásticas o arquidiócesis colocadas
bajo la autoridad de arzobispos. A su vez, cada arquidiócesis estaba constituida por un número de
diócesis bajo la autoridad de obispos. Las diócesis estaban compuestas por varias parroquias
urbanas y rurales a cargo de los presbíteros o curas párrocos.

Este conjunto de religiosos constituía el clero secular, porque vivía en contacto con el seculum
(mundo o sociedad). A partir del siglo V aparece otro tipo de clero cuyos miembros (monjes y
monjas) vivían en monasterios, alejados del mundo y sujetos a una disciplina determinada,
expresada en una regla monástica. Por ello mismo, estos religiosos pertenecían al clero regular. A
través de su clero, secular y regular, la Iglesia controlaba la totalidad de la vida cotidiana, desde el
nacimiento hasta la muerte. También ejercía un creciente poder en el campo político, al coronar y
deponer a reyes y emperadores. Pero sobre todo, moderó las costumbres de los germanos y ayudó
a la difusión de la cultura romana.

Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “El factor singular más importante que ligaba a los pueblos
de estas regiones [España, Galia, Italia y Gran Bretaña] alrededor del año 600 era la religión
católica: sus obispos proveían de una red administrativa de naturaleza moral y espiritual.
Las iglesias eran dueñas de tierras, promovían la educación y apoyaban los encuentros
regionales de sus líderes. Dentro de esta red en el Oeste, el obispo más poderoso era el que
ocupaba la sede histórica de Pedro en Roma, el Papa.”

Durante la temprana Edad Media el poder del papado se incrementó. El Papa de Roma jugó un
papel primordial en mantener viva y desarrollar la idea de un Imperio en Occidente. Ya desde los
días del papa Dámaso I (375), el Papa pretendía tener una autoridad suprema en materia de
enseñanza de toda verdad en la cristiandad. Dámaso basaba su pretensión en la doctrina petrina,
según la cual Jesús había establecido a Pedro como la “roca” sobre la cual la Iglesia debía ser
construida. Esta ideología del papel conductor del Papa como líder de la cristiandad occidental, fue
reforzada y ampliada por el papa Gregorio I (590–640). Él fue el primer miembro de una orden
monástica en llegar al papado. Los logros de Gregorio (conocido como el Grande) le valieron un
lugar de honor entre los grandes Padres de la Iglesia (junto con Jerónimo, Ambrosio y Agustín).
Gregorio desarrolló ideas como la de la penitencia y conceptos como el del purgatorio. Centralizó la
administración de la Iglesia y fue el primer Papa en gobernar como cabeza secular de Roma así como
de los territorios alrededor de la ciudad. Se destacó como gran estadista, especialmente en el
manejo de los lombardos que amenazaban con invadir sus posesiones. Gregorio apoyó a la orden
benedictina y, en un tiempo cuando las comunicaciones entre las diferentes partes de Europa
estaban colapsando, los utilizó para crear las bases institucionales de la Iglesia Latina occidental.

Todos, romanos y bárbaros, necesitaban un emperador, pero no lo encontraron en el Imperio,


sino en la Iglesia, que sobrevivió al Imperio y que con el papa Gregorio I alcanzó su apogeo. Gregorio
trajo al trono papal la planificación de un estadista y la devoción de un monje. Su contribución más
notable fue la misión a Inglaterra, que se concretó con misioneros del monasterio benedictino
fundado por él, bajo la dirección de un monje llamado Agustín (no es Agustín de Hipona).

_ El monasticismo en Europa

Al comienzo del período de declinación, algo empezó a ocurrir. Al principio debió haber parecido
sólo de importancia local, pero finalmente llegó a salvar la situación del testimonio cristiano en todo
Occidente. Se trató del surgimiento del movimiento monástico, como expresión de profunda
espiritualidad y de gran devoción. A medida que se profundizaba el deterioro moral y espiritual en
Europa fue creciendo el celo monacal. Debido al ingreso masivo de paganos a la Iglesia, a la violencia
e inestabilidad generalizada, a la falta de educación y al caos imperante, muchas personas veían en
la vocación monástica una manera de huir del mundo y sus poco atractivas circunstancias. El
monasterio ofrecía una vida más segura, anticipable y con buenas oportunidades para el desarrollo
cultural.

El monasticismo se originó en el Cercano Oriente. Los primeros monjes estaban motivados por
un deseo de vivir vidas dedicadas a la contemplación y la adoración a Dios. En Italia, Benito de Nursia
(480–540) estableció los fundamentos del monasticismo occidental, cuando hizo una contribución
típicamente romana, no inventando algo nuevo, sino agregando disciplina y orden a lo que ya
estaba. En el año 500 se hizo ermitaño, y en el 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur de
Roma, destruyendo un templo de Apolo que había sobre una colina.

Benito había formulado una Regla, que establecía un modelo permanente para los monjes
occidentales. Hasta entonces, la vida de un monje estaba marcada por la pobreza y la castidad.
Benito enfatizó una tercera virtud: la obediencia. Benito le dio estabilidad a la vida monástica
mediante una buena organización. El monasterio estaba presidido por un abad asistido por un prior.
Si bien era estricta, la vida en un monasterio benedictino estaba bien balanceada en el uso del
tiempo: adoración y oración (en varios momentos del día); trabajo en el campo o en la cocina; y,
estudio. Algunos dichos famosos de Benito eran: “El ocio es el enemigo del alma,” y “Un claustro sin
libros es un fuerte sin armamento.” En menos de tres siglos los monasterios benedictinos se
esparcieron por todo el continente europeo, y la Regla de Benito llegó a unificar a todo el
monaquismo occidental.
_ Las misiones en Europa

Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos y arrinconaba a la cristiandad


latina en Europa occidental, en el norte del continente europeo el cristianismo resistía
encarnizadamente el avance musulmán y lograba introducirse en nuevos territorios a través de
movimientos misioneros sumamente dinámicos.

El cristianismo en España. El evento más importante en la Península Ibérica a comienzos de la


Edad Media fue la conversión del rey visigodo Recaredo del arrianismo al cristianismo católico (587).
Dos años más tarde, Recaredo convocó el famoso Tercer Concilio de Toledo, el primero de una serie
de dieciséis cónclaves de la Iglesia, que se llevaron a cabo bajo la supervisión real entre 589 y 702.
Estos concilios se transformaron en un verdadero poder legislativo, integrado por miembros del
clero y la nobleza. La recopilación de las distintas disposiciones legislativas dictadas por esas
asambleas constituyeron la base del derecho español, que más tarde (687) quedó plasmado en un
código llamado Fuero Juzgo. Este Concilio fue importante porque su propósito declarado era la
conversión pública de los germanos y el fortalecimiento de la fe católica en todo el territorio (esto
antes de la invasión musulmana). Entre otras cosas, el Tercer Concilio de Toledo decretó que el
Credo fuese recitado antes del Padrenuestro toda vez que se celebraba la eucaristía. En las actas de
este concilio aparece por primera vez la cláusula filioque, el agregado de la frase “y del Hijo” al Credo
de Nicea en cuanto a la procedencia del Espíritu Santo.

Tercer Concilio de Toledo (589): “Por lo tanto confesamos que existe el Padre, quien genera
de su misma sustancia un Hijo co-igual y co-eterno con él mismo, pero no de tal manera que
sea tanto hijo como padre; sino más bien, el Padre que genera es una persona, y el Hijo que
es generado es otra, aun cuando ambos subsisten en una divinidad de sustancia. Porque el
Padre de quien el Hijo existe, él mismo existe de ninguna otra cosa; y el Hijo tiene un Padre,
no obstante él subsiste en divinidad sin comienzo y sin disminución, de tal manera que es
co-igual y co-eterno con el Padre. Y de manera similar, confesamos y predicamos que el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y es uno en sustancia con el Padre y el Hijo;
realmente que el Espíritu Santo es una tercera persona en la Trinidad, aunque tiene en
común con el Padre y el Hijo la esencia de la divinidad.”

Los visigodos eran los más cultos de los pueblos bárbaros y al fusionarse con los
hispanorromanos dieron origen a un alto grado de civilización en el reino que crearon en España. El
clero fue el depositario de la cultura y los trabajos literarios se ocupaban de temas referentes a la
religión, la moral y la historia. La figura más destacada de este período fue el arzobispo Isidoro de
Sevilla, un hombre erudito que escribió sobre casi todas las materias que, en su época, comprendía
el saber humano, desde teología hasta las artes mecánicas. Entre sus muchas obras se destaca
Etimologías, una obra monumental dividida en veinte libros, en los que se ocupa de temas religiosos,
y de derecho, legislación, historia y ciencias naturales.

El reino visigótico subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a causa de la invasión
de los musulmanes. En 711, los musulmanes pusieron pie en tierra española y en el mes de junio
derrotaron al rey visigodo Rodrigo. Los enclaves cristianos quedaron arrinconados por la presencia
musulmana en algunos valles del Cantábrico y en la región montañosa de Asturias, a partir de 713.
De esta manera desapareció la monarquía visigoda y comenzó la lucha por la Reconquista, que se
prolongó por más de siete siglos como una verdadera cruzada cristiana. El iniciador de tal epopeya
cristiana fue el rey visigodo Pelayo, que logró vencer por primera vez a los invasores en la batalla de
Covadonga (718). Pero la expulsión de los musulmanes de la Península recién pudo ser completada
en 1492.

El cristianismo en las Islas Británicas. El desarrollo del testimonio cristiano en las Islas Británicas
tuvo dos movimientos fundamentales. Por un lado, está la misión celta, que representó una
corriente misionera proveniente del norte, básicamente del movimiento monástico desarrollado en
Irlanda. Uno de los misioneros celtas más famosos fue Columbano (543–615), contemporáneo de
Gregorio I. Nacido y educado en Bangor (Irlanda), condujo a un grupo de doce misioneros al
continente europeo (Galia) a fines del siglo VI. Allí estableció varios monasterios en el sur de Francia
y el norte de Italia, y compuso una regla monástica basada en las prácticas ascéticas celtas. Al igual
que muchos otros líderes espirituales de este período, Columbano es recordado por los milagros y
maravillas que llevó a cabo. Estas señales y prodigios sirvieron para llamar la atención de los paganos
y hacer que dejaran a sus dioses tradicionales por Cristo. En 603 escribió una carta a un sínodo de
obispos en Galia, en defensa de su adhesión a las costumbres de la Iglesia celta (especialmente en
cuanto a la Pascua) y en oposición con la práctica romana y gala.

Columbano: “Finalmente, padres, oren por nosotros así como nosotros lo hacemos por
ustedes, aunque estemos maltrechos, y rehúsense a considerarnos alejados de ustedes;
porque todos nosotros somos miembros unidos de un cuerpo, ya sean francos o bretones
o irlandeses o cualquiera que sea nuestra raza. Así que todas nuestras razas se regocijen en
la comprensión de la fe y la aprehensión del Hijo de Dios, y ocupémonos todos en lograr
una humanidad plena, a la medida de la estatura de la plenitud de Jesucristo, en quien
debemos amarnos unos a otros, alabarnos unos a otros, corregirnos unos a otros,
alentarnos unos a otros, orar unos por otros, para que con Él unos y otros podamos reinar
y triunfar.”

Otro gran protagonista de esta acción misionera celta fue Columba (521–597), a quien se lo
conoce como “apóstol de Escocia.” Columba era nieto del rey que gobernaba Irlanda cuando
Patricio, el misionero bretón que evangelizó ese país (432), fue capturado y hecho esclavo. Columba
llegó a ser abad y fundó varios monasterios en Irlanda, hasta el año 563, cuando “deseó ir en
peregrinación por amor a Cristo” dejando su tierra. Columba escogió a doce monjes que estaban
dispuestos a acompañarlo en su misión y fue a la isla de Iona, frente a la costa occidental de Escocia,
donde fundó un monasterio como base de operaciones. Columba no sólo fue apóstol de Escocia
sino también el fundador de la misión celta en Inglaterra, misión que desde el año 635 convirtió
buena parte del centro de las Islas Británicas (Northumbria). El año 597 es importante porque señala
el año de la muerte del celta Columba y el comienzo de la historia de la Iglesia en Inglaterra pues es
el año de la llegada del misionero romano Agustín (m. 604), que más tarde sería consagrado como
el primer Arzobispo de Canterbury.
Por otro lado, está la misión romana. El protagonista de este movimiento misionero jamás pisó
tierras británicas, pero fue uno de los estrategas misioneros más notables de toda la Edad Media:
Gregorio el Grande, a quien se lo conoce como el “apóstol de Inglaterra.” Gregorio I es uno de los
dos papas llamados “grandes.” Gregorio pertenecía a una familia noble de Roma (nació en 540).
Llegó a ser gobernador de la ciudad en una época muy difícil (572), de pobreza y peligros. Al morir
sus padres (574), heredó una gran fortuna, que entregó a los pobres, y transformó su casa en un
monasterio benedictino, haciéndose monje él mismo. En 578, el Papa lo envió a la corte del
emperador en Constantinopla como su representante, y luego lo colocó como su secretario
personal. En 590 fue nombrado Papa, sin que él buscara esa posición de honor. Durante el año que
pasó en Constantinopla se dio cuenta de que el emperador no podía hacer nada por Europa
occidental. Consciente de lo difícil de la tarea, asumió la responsabilidad de transformar a Roma en
la conductora y la salvadora de la cristiandad occidental.

Gregorio fue un gran misionólogo. Hizo planes a largo plazo, como que planeó la conversión de
toda Inglaterra cuando todavía el territorio no estaba unificado, de modo que hubo una Iglesia de
Inglaterra antes de que existiera Inglaterra. Alentó la adaptación a las costumbres nativas, ya que
instruyó a sus monjes que los templos paganos no debían ser abandonados si podían servir como
iglesias cristianas. También les indicó que había que aprovechar las fiestas paganas y hacerlas
cristianas. Agustín, con cuarenta monjes, después de un viaje largo y difícil, desembarcó con sus
compañeros en Kent (597), donde comenzaron sus contactos con los anglosajones. A los pocos
meses, Agustín informaba a Gregorio del bautismo de 10.000 anglosajones. Posteriormente, se
convirtió el rey y todo su reino; Agustín fue nombrado arzobispo (el primero de Canterbury) y se
creó una nueva provincia eclesiástica. Hubo varios obispados y la Iglesia estuvo relacionada con
Roma.

Como puede verse, en la evangelización de las Islas Británicas intervinieron dos tradiciones
cristianas diferentes: una celta y la otra romana. Esto dio lugar a la confusión, especialmente cuando
ambas corrientes se encontraron en Northumbria, en el centro de Inglaterra. El problema mayor
tenía que ver con la celebración de la Pascua, ya que unos la celebraban según el calendario celta y
otros según el latino. Pero en el fondo lo que se discutía era si la Iglesia de las Islas Británicas debía
ser independiente de Roma o no.

Para resolver este problema se convocó un sínodo, que tuvo lugar en Whitby, en el año 664. El
discurso decisivo lo tuvo Wilfrido, abad de un monasterio romano en Ripon (Inglaterra) y el primer
obispo anglosajón. Era un admirador de la Iglesia Romana, y en Whitby respaldó la posición de que
la Iglesia de Inglaterra dependiera de Roma. La victoria del partido romano fue un triste golpe para
la misión celta, que poco a poco regresó a Irlanda. Así, las Islas Británicas se pusieron en conexión
con el continente, aunque no sin heredar de la tradición celta del norte un profundo espíritu
misionero, que habría de manifestarse una y otra vez en su historia.

Un caso interesante de catolicidad lo ofrece quien fuera el séptimo arzobispo de Canterbury,


Teodoro de Tarso (602–690). Este monje vivía en Roma como refugiado por el avance musulmán en
el Este. El Papa lo consagró como arzobispo de Canterbury en 668, de modo que la cabeza de la
Iglesia en Inglaterra fue un monje proveniente nada menos que de Asia Menor y del Imperio
Bizantino. Teodoro fundó escuelas en las que se enseñó griego y latín, y trabajó diligentemente para
mejorar el liderazgo pastoral y la vida espiritual de su provincia eclesiástica. Nombró obispos, creó
diócesis nuevas, estableció un sistema parroquial, y celebró sínodos que acercaron todavía más a la
Iglesia de Inglaterra a Roma. Quizás la extraña combinación que se dio en Gran Bretaña de la
disciplina espiritual celta y su fuerte vocación misionera, con el pragmatismo romano y sus
conexiones con Roma, junto con la erudición teológica clásica representada por Teodoro, hicieron
que a lo largo del siglo VII surgiera una forma distintiva de cristianismo anglosajón. Más tarde, en
los siglos VIII y IX, se verían los frutos de esta amalgama de auténtica catolicidad en los territorios
en los que los misioneros anglosajones llevaron el testimonio cristiano.

El cristianismo en el norte de Europa. Inglaterra, de campo misionero se transformó en agencia


misionera, y apenas un siglo después de la llegada de Agustín de Canterbury se inició la expansión
del cristianismo hacia el continente europeo. Hubo dos personajes destacados en este proceso
misionero.

El primero de ellos fue Willibrordo (658–739) a quien se lo conoce también como el “apóstol de
los Países Bajos.” Wilfrido de Ripon, en uno de sus viajes a Roma, pasó algún tiempo en la costa de
los Países Bajos, donde quiso interesar a los jefes de las tribus bárbaras en la civilización cristiana.
Fue del monasterio de Wilfrido en Ripon de donde salió el primer gran misionero anglosajón:
Willibrordo. En el año 690 se embarcó junto con otros once monjes. Llegaron a Utrecht, donde
realizaron su obra y donde llegó a ser el primer obispo. Su trabajo misionero se realizó bajo la
protección de los francos, que estaban expandiéndose hacia el este. La historia lo recuerda como el
santo patrono de Holanda.

El otro protagonista importante de esta expansión cristiana anglosajona fue Winfrido o


Bonifacio (679–755), conocido como el “apóstol de Alemania.” Bonifacio nació en el año 679 y fue
educado en un monasterio cerca de Winchester, donde luego fue invitado para enseñar. Se hizo
monje y fue candidato a abad, pero se unió a Willibrordo en el año 718. De los Países Bajos continuó
su obra hacia Alemania. Fue consagrado obispo y más tarde arzobispo de Maguncia por el Papa,
quien en 739 le escribió para elogiarlo por “los cien mil germanos liberados de las ataduras
paganas.” El proceso de conversión no fue difícil, ya que contó con el respaldo de los ejércitos
francos, que abrieron Sajonia a la obra misionera. Además, Bonifacio apeló a los monjes y monjas
anglosajones a respaldar con oración y servicio su obra evangelizadora en Alemania. Cientos de
estos misioneros se unieron a su proyecto.

El incidente más dramático en su carrera misionera fue cuando derribó, ante la mirada
asombrada de una multitud, un roble dedicado a Thor, el dios del trueno, y luego con su madera
construyó una capilla. Su método fue establecer pequeños monasterios como bases misioneras. A
los setenta y cinco años se retiró de su ministerio como arzobispo y continuó involucrado en el
trabajo misionero. En el año 755, fue martirizado en Holanda, donde había dado sus primeros pasos
como misionero, cuando después de un viaje de predicación, reunió a sus convertidos para
ministrarles la confirmación, y hombres armados lo atacaron.
Destrucción del roble de Thor: “Muchas de las personas de Hesse fueron convertidas [por
Bonifacio] a la fe católica y confirmadas por la gracia del Espíritu: y recibieron la imposición
de manos. Pero había algunos, todavía no fuertes en su alma, que se rehusaban a aceptar
plenamente las enseñanzas de la verdadera fe. Algunos hombres sacrificaban en secreto, y
otros incluso abiertamente, a árboles y manantiales. Algunos practicaban en secreto la
adivinación, sortilegios y encantamientos, y otros en público. Pero otros, que eran de una
mente más sana ponían a un lado toda profanación pagana y no hacían ninguna de estas
cosas; y fue con el consejo y consentimiento de estos hombres que Bonifacio procuró
derribar un cierto árbol de gran tamaño, en Geismar, llamado en la lengua antigua de la
región, el roble de Jove [es decir, Thor]. El hombre de Dios fue rodeado por los siervos de
Dios. Cuando estaba listo para derribar el árbol, he aquí que una muchedumbre de paganos
que estaban allí lo maldijo agriamente entre ellos porque él era el enemigo de sus dioses. Y
cuando él había comenzado a cortar el tronco, una brisa enviada por Dios sacudió por arriba,
y de pronto la copa del árbol se quebró, y el roble con su enorme follaje cayó al suelo. Y se
rompió en cuatro partes, como por voluntad divina, de modo que el tronco quedó dividido
en cuatro grandes secciones sin ningún esfuerzo de los hermanos que estaban cerca.
Cuando los paganos que habían maldecido vieron esto, dejaron de maldecir y creyendo,
bendijeron a Dios. Entonces el más santo de los sacerdotes consultó con los hermanos y
construyó con la madera del árbol un oratorio y lo dedicó al santo apóstol Pedro.”

El cristianismo en el corazón de Europa. Las invasiones bárbaras terminaron aportando una gran
masa de nuevos aliados a la Iglesia de Roma en Galia, especialmente los francos, que fueron el reino
germánico más importante durante la temprana Edad Media. Desde la conversión de Clodoveo, los
francos favorecieron el desarrollo del cristianismo en sus territorios y fueron instrumentos de su
expansión a las nuevas tierras por ellos conquistadas. Fue gracias a la alianza entre los francos y el
papado, que el segundo pudo verse aliviado de los lombardos, que amenazaban invadir Roma y
ganar los territorios vecinos a esta ciudad, conocidos como los “estados papales.”

Muchas de estas concesiones se lograron gracias a documentos falsos, que sirvieron para
engañar a los monarcas francos y a sus sucesores durante mucho tiempo. Entre estos documentos
cabe mencionar a dos como los más influyentes. El primero, la Donación de Constantino, decía que,
cuando Constantino trasladó la capital del Imperio a Constantinopla (330), le había dado al obispo
de Roma el dominio de Occidente, además del territorio del norte de Italia, y había ordenado que
todo el clero cristiano debía responder al obispo romano. La falsificación fue hecha cerca del año
754, pero recién fue descubierta en el siglo XV por Lorenzo Valla (1407–1457). Para entonces, ya
había cumplido su propósito.

Donación de Constantino: “En nombre de la santa e indivisa Trinidad.… El emperador


Constantino … al más santo y bendito padre de los padres, Silvestre, obispo de la ciudad de
Roma y Papa; y a todos sus sucesores, los pontífices, que se sienten en la silla del bendito
Pedro hasta el fin del tiempo.… En razón de que nuestro poder imperial es terrenal, hemos
decretado que venere y honre a su más santa Iglesia Romana y que la sagrada sede del
bendito Pedro sea gloriosamente exaltada por sobre nuestro imperio y trono terrenal.
Atribuimos a él el poder y la dignidad gloriosa y la fuerza y honor del Imperio, y ordenamos
y decretamos que él también tenga gobierno sobre las cuatro sedes principales: Antioquía,
Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, y también sobre todas las iglesias de Dios en todo el
mundo. Y el pontífice que por el momento preside sobre esa muy santa Iglesia Romana será
el más alto y principal de todos los sacerdotes en todo el mundo y conforme a su decisión
se resolverán todas las cuestiones que se emprendan para el servicio de Dios o la
confirmación de la fe de los cristianos.… Concedemos al ya mencionado y muy bendito
Silvestre, Papa universal, tanto nuestro palacio, como adelanto, y del mismo modo todas las
provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia y de las regiones del Oeste; y,
donándolos a su poder e imperio y de los pontífices, sus sucesores, nosotros …
determinamos y decretamos que lo mismo sea puesto a su disposición, y legalmente lo
otorgamos como una posesión permanente a la santa Iglesia Romana.”

Otros documentos importantes fueron las Decretales seudo-isidorianas, llamadas así por haber
sido atribuidas a Isidoro de Sevilla. Como se vio, Isidoro fue un arzobispo de esa ciudad y doctor de
la Iglesia, un líder que gozó de gran influencia durante la Edad Media por haber reunido en el siglo
VII toda la legislación eclesiástica conocida hasta entonces. A esta colección, en el siglo IX, se
agregaron documentos falsos, que llevaban la firma de un tal Isidoro Mercator. Su propósito era
fortalecer la posición del obispo de Roma, reclamando para él una jurisdicción suprema. No
existiendo en aquella época un sentido crítico, las Decretales fueron inmediatamente aceptadas
como genuinas, y la falsedad no se descubrió hasta que la Reforma despertó los estudios históricos
y críticos.

Los francos fueron quienes dominaron el corazón de Europa desde el siglo VI hasta el X. El hijo
de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve (714–768), fue quien le puso fin al débil régimen de los
reyes merovingios y destronó al rey Childerico III, haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la
dinastía inaugurada con Clodoveo y comenzó la dinastía Carolingia (751), con el total apoyo de la
autoridad espiritual de la Iglesia. Pipino había enviado a Roma a dos obispos con el encargo de
consultar al papa Zacarías (papa de 741–752) respecto de los reyes merovingios que tenían el título,
pero no la autoridad. El Papa respondió que más valía llamar rey a quien poseía autoridad. Poco
después, Pipino fue consagrado solemnemente por el papa Esteban III (papa de 752–757), que se
trasladó a la abadía de Saint-Denis para ungirlo y proclamarlo “rey de los francos por la gracia de
Dios.”

_ El imperio cristiano en Europa

La derrota de los visigodos por los musulmanes en 711 y el rápido avance de éstos a lo largo de
la Península Ibérica hicieron temblar el corazón de Europa, la Galia. Hasta 750, España constituyó
un emirato bajo la dependencia del califa de Damasco y la antigua capital visigótica (Toledo) fue
reemplazada por Córdoba. En Francia, los reyes merovingios defendieron como pudieron sus
fronteras, hasta que en 732 los mulsulmanes fueron contenidos por Carlos Martel en Poitiers.

José Luis Romero: “La conquista de España por los musulmanes puso en contacto directo
dos civilizaciones. Esta circunstancia caracterizó todo el período subsiguiente, pues obligó
al mundo cristiano a adoptar una política dirigida por la idea del peligro inminente que lo
acechaba. La reordenación del Imperio occidental por los carolingios fue la consecuencia
más importante de esta nueva situación.”

Carlomagno (742–814). El más grande de los monarcas francos fue Carlos el Grande (del latín
magnis, “el grande”). Fue un gran guerrero, porque duplicó el territorio recibido de su padre (Pipino
el Breve). Fue también un gran organizador, porque supo manejar con mano firme el Estado y la
Iglesia. Y fue un gran promotor de la cultura, porque contribuyó significativamente a la educación,
si bien él mismo no sabía escribir y apenas podía leer en latín.

Como cristiano dejó mucho que desear, pero su política como gobernante ayudó a fortalecer y
extender la fe cristiana, si bien muchas veces usó la fuerza para ganar nuevos convertidos. En el año
773, los lombardos volvieron a amenazar los territorios papales, y el papa Adriano I (papa de 772 a
795) pidió auxilio al “Patricio de los romanos,” Carlomagno. Éste cruzó los Alpes con un gran ejército
y destruyó a los lombardos en forma definitiva. Así, Carlomagno se transformó en el protector de
Roma. En el norte de Alemania, Carlomagno extendió los territorios francos conquistando a los
sajones (780), que todavía no habían aceptado el cristianismo, a pesar de la obra misionera de
Bonifacio. Con el bautismo forzado de los sajones, vemos por primera vez el uso a gran escala de la
fuerza y violencia militar para obligar a un pueblo a convertirse al cristianismo. Por otro lado, la
conquista de Alemania fue un hecho importante, porque marcó el primer gran avance logrado por
la cultura latina y la fe cristiana al este del Rin. Así, pues, con Carlomagno se puede hablar por
primera vez de una entidad política y culturalmente singular llamada Europa.

José Luis Romero: “Así constituyó Carlomagno un vasto imperio, que reproducía con ligeras
variantes el antiguo Imperio Romano de Occidente—sin España, pero extendiéndose hacia
Germania—, en el que se reunían los antiguos reinos romanogermánicos. La fuerza
realizadora del nuevo imperio provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio
militar y político de Carlomagno, pero la inspiración provenía, sobre todo, del papado, que
se consideraba heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un orden
universal cristiano.”

El largo reinado de Carlomagno permitió el desarrollo de una cultura cristiana carolingia


(renacimiento carolingio), que contó con el respaldo entusiasta del emperador y de algunos
religiosos que lo respaldaron. Entre ellos cabe mencionar al anglosajón Alcuino (735–804), el franco
Eginardo (770–840) y el lombardo Pablo Diácono (730–796). El primero fue el líder del movimiento
intelectual de Carlomagno, pues actuó durante quince años como organizador y director de la
escuela palatina, destacándose por su erudición teológica. El segundo fue el consejero íntimo del
emperador y autor de varios relatos históricos imitando a los escritores de la antigüedad, entre ellos
una biografía de Carlomagno. El tercero fue un cronista que escribió una Historia de los lombardos
y sirvió como consejero del emperador. Todos estos eruditos escribieron en latín, considerado por
entonces como el idioma por excelencia para la expresión intelectual, y que ya servía como la lengua
sagrada de la Iglesia.
Fernando Picó: “Aconsejado por el monje anglosajón Alcuino, Carlomagno impulsó la
revisión cuidadosa de las copias circulantes de la Vulgata (la traducción latina de la Biblia
por Jerónimo) y la renovación de la caligrafía (con la introducción de la llamada minúscula
carolingia, precursora de la actual escritura del alfabeto latino). Alcuino dirigió una escuela
para clérigos en la residencia principal de Carlomagno en Aachen (Aix-la-Chapelle en francés
y Aquisgrán en español). También aconsejó al emperador a que patrocinara a distinguidos
escritores como Teodulfo de Orleáns. Bajo tales impulsos florecieron las escuelas de las
catedrales.”

El Papa y el emperador. A sus conquistas territoriales, Carlomagno agregó la conquista del título
de emperador romano, desaparecido en Occidente desde la época de las invasiones bárbaras (476).
El papado desempeñó un papel muy importante en la restauración de la dignidad imperial. La Iglesia
necesitaba de un Estado fuerte, que la protegiera de los reinos enemigos. El Papa era un señor
feudal más, que no tenía poder militar suficiente como para defenderse. Carlomagno gobernaba un
vasto reino, que incluía los territorios de la Iglesia, y tenía la fuerza necesaria como para traer paz y
seguridad a Roma. Ante esta situación se llegó a pensar que el plan de Dios era que el Papa tuviera
el poder espiritual y el emperador el poder terrenal. Papa y emperador se necesitaban mutuamente.

José Luis Romero: “Desde principios del siglo VII, el papado había acrecentado
considerablemente su autoridad, gracias a la enérgica y sabia política de Gregorio el Grande,
y poco a poco la Iglesia había ido adquiriendo una organización cada vez más autocrática y
jerárquica debido a la progresiva aceptación, por parte de los obispos, de la autoridad
pontificia. La conversión de diversos pueblos conquistadores a la ortodoxia había permitido
y facilitado esta evolución, de modo que, al promediar el siglo VIII, el papado poseía una
autoridad que le permitía gravitar sobre la vida internacional del Occidente con manifiesta
eficacia. Sólo le faltaba el ‘brazo secular,’ es decir, una fuerza suficientemente poderosa
para hacer respetar sus decisiones y ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo
franco aceptó esa misión por medio de los duques de Austrasia, que lograron en cambio el
beneplácito papal para su acceso al poder real, y desde entonces la unión entre ambos
poderes fue estrecha y fecunda.”

Carlomagno necesitaba del Papa, porque sólo él podía otorgarle el título de “emperador de los
romanos”. El papa León III necesitaba de la protección del rey franco, porque había sido expulsado
de Roma por una revuelta popular en 799 y no tenía medios políticos ni militares para retomar el
poder perdido. Así, el día de Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado como emperador por
el papa León III (papa de 795 a 816) en la Iglesia de San Pedro, en Roma. La restauración imperial no
significaba para Carlomagno mayor poder territorial o político. Pero tenía un extraordinario alcance
moral, pues le daba a Carlomagno, convertido en heredero de los césares romanos, el magnífico
prestigio de la dignidad imperial, que cuatrocientos años de invasiones y de luchas no habían
logrado disipar. Así se fortaleció una relación que habría de llevar a una parcial unificación de Europa
y al desarrollo de la autoridad papal.
El Sacro Imperio Romano-Germánico. El gran Imperio creado por Carlomagno se deshizo a la
muerte de su sucesor Ludovico Pío, cuyos hijos se repartieron el Imperio en el Tratado de Verdún
(843): Carlos el Calvo recibió Francia; Luis el Germánico, Alemania; y Lotario, la Lotaringia que
comprendía el valle del Rin, los Alpes y el norte de Italia. Al mismo tiempo le correspondía la dignidad
imperial que recibiría en lo sucesivo el nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Tratado
de Verdún quedaron echados los cimientos de Francia y Alemania y de los futuros estados de
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Fue la primera tentativa de equilibrio europeo basada en la
estructura social y económica de los estados. La rivalidad de los príncipes y la invasión de los
normandos, de los magiares y de los musulmanes, deshicieron la obra de Carlomagno.

El primer monarca alemán fue Otón I el Grande (936–973) de la casa de Sajonia, que impuso su
autoridad a la nobleza unificando todos los ducados germanos. Extendió su reino hacia el Este
derrotando a los húngaros y eslavos, y a imitación de Carlomagno creó marcas fronterizas de
contención. Fue coronado emperador por el Papa en Roma el año 962 fundándose así
definitivamente el Sacro Imperio Romano-Germánico. Sin embargo, pronto la intervención del
emperador en los asuntos eclesiásticos y el carácter feudal de muchos prelados alemanes, originó
grandes conflictos con el pontificado: las luchas político-religiosas conocidas como las guerras de las
investiduras.

Fue Otón I quien puso en vigor una estrecha política de colaboración con los obispos y abades.
En vez de delegar en condes las atribuciones principales del Estado, Otón I creó vastos principados
eclesiásticos, encomendados a los obispos y abades del reino. A la muerte de cada prelado el rey
intervenía para nombrar a su sucesor. Era frecuente que el seleccionado fuera uno de los capellanes
de la corte, vinculado a alguna familia aristocrática y miembro de algún cabildo catedralicio. De esta
manera el control de estos principados eclesiásticos nunca pasaba fuera de las manos de la corona,
pues los elegidos habían sido formados en la corte real. La autoridad real tenía un firme apoyo en
los prelados alemanes, pero en algunas ocasiones los obispos alemanes manifestaron su
independencia de criterio frente a la corona, especialmente en asuntos relacionados con la
integridad de sus diócesis. La situación de estrecha alianza entre el rey y los prelados alemanes duró
un siglo, pero como veremos más adelante tuvo inesperadas consecuencias.

En el 955, Otón I obtuvo una completa victoria sobre los magiares en el Lechfeld. Esta victoria
reafirmó el prestigio de la corona como preservadora del orden. A la vez Otón I fomentó la
conversión de los daneses, los eslavos y los magiares al cristianismo y trató de utilizar los adelantos
en la evangelización para extender la influencia del reino.

El Papa como cabeza de la cristiandad occidental. Los cristianos occidentales de la Edad Media
estaban convencidos de que el obispo de Roma tenía un lugar central en el reino de Cristo. Pensaban
de él como “vicario” o representante de Pedro. En muchos sentidos, el obispo de Roma era único y
la leyenda ayudó a esto (por ejemplo, la Donación de Constantino y las Decretales seudo-
isidorianas). El Papa había actuado en forma independiente durante mucho tiempo como único
gobernante de Roma y de sus territorios vecinos. En Europa se presentaba como el único poder
“romano” unificador y como el representante de la única autoridad central: “La Santa Iglesia
Romana.”

Sobre estas premisas básicas se movió el papa Nicolás I (papa de 858 a 867), que de cabeza de
la Iglesia transformó al papado en cabeza de la cristiandad, es decir, en gobernador de todos los
territorios donde la Iglesia tenía poder e influencia. Su lema era: “Aquello que el Papa ha decidido
debe ser observado por todos.” Era un hombre de valor y atrevimiento, que tuvo la fortuna de no
enfrentar a un poder secular demasiado fuerte. Esto le permitió excomulgar al patriarca de
Constantinopla durante un breve cisma, obligar al emperador del Sacro Imperio a tomar
nuevamente a su esposa, de la que se había divorciado, y a humillar a los arzobispos renuentes que
no querían obedecerlo.

_ El avance hacia el centro y el este de Europa

La mayoría de los pueblos que habitaban la región en este período eran eslavos. A lo largo de
estos años, los eslavos ubicados más hacia Occidente adoptaron un cristianismo de tipo
católicorromano y quedaron bajo la tutela de Roma. Los territorios que hoy comprenden la
República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría, Eslovenia y Croacia eran parte del Sacro Imperio
Romano-Germánico, bajo Carlomagno. A la muerte de este monarca, el Imperio se dividió en tres,
y la parte oriental del mismo (las provincias eslavas) quedó en manos de un nieto de Carlomagno,
Luis el Germano. Los pueblos eslavos ubicados hacia el Este siguieron un cristianismo de tipo griego
(bizantino), que tenía su centro de influencia en Constantinopla. A los pueblos eslavos que
aceptaron el cristianismo católicorromano hay que agregar a los ávaros y magiares, y más tarde a
algunos pueblos de la cuenca sur y este del Báltico.

De este modo, a partir del siglo IX se dio un período de intensa rivalidad misionera. La presencia
de dos versiones del cristianismo, especialmente en Europa central, cada una tratando de convertir
a reyes y naciones, y de ampliar su esfera de influencia, explica el éxito que tuvieron en ganar a las
sociedades paganas para el cristianismo. En todos estos casos, el proceso de entrada a la Iglesia era
generalmente por grupos o en masa. A la conversión del rey seguía la conversión y bautismo de
todo su pueblo. Los misioneros fueron monjes y el resultado fue el establecimiento de la ideología
de cristiandad.

Paul Johnson: “Parece que los primeros conversos francos estuvieron guiados por
consideraciones de carácter militar, más o menos como el propio Constantino: un ejército
cristiano tenía más probabilidades de ganar una batalla. Otro factor fue la incapacidad de
las sociedades paganas germánicas para producir una explicación satisfactoria de lo que
sucedía después de la muerte, en contraste con la certidumbre de salvación ofrecida por el
cristianismo.”

El cristianismo en Europa central. Desde Alemania, el cristianismo se expandió hacia el Este


avanzando sobre Europa central. Los ávaros se convirtieron alrededor del año 800. Estaban
establecidos en Europa central desde el siglo VII y habían asolado los territorios balcánicos del
Imperio Bizantino. En 795, bajo presión de los francos, uno de los jefes ávaros se sometió al gobierno
carolingio y al año siguiente todo el pueblo se hizo cristiano y quedó bajo el dominio del cristianismo
romano. En las décadas subsiguientes importantes grupos de eslavos, incluyendo a croatas, serbios,
eslovenos y checos, aceptaron la fe cristiana. A lo largo del siglo IX el poder germano continuó siendo
un factor político importante en Europa central. Y esto hizo que el cristianismo latino se expandiese
a todos los pueblos dominados y conquistados. En 871 se convirtió y fue bautizado el rey de
Bohemia, bajo la predicación de Metodio. Hacia el año 1000, el cristianismo estaba penetrando en
Polonia y también en Hungría. En Hungría se convirtió su rey, Esteban (997–1038), que luego sería
canonizado como San Esteban. Todos estos reinos quedaron bajo la jurisdicción de Roma, puesto
que eran territorios eslavos del Sacro Imperio Romano-Germánico.

MAPA 7 - EL CRISTIANISMO EN EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL

El cristianismo en Europa oriental. Desde Constantinopla, el cristianismo se expandió hacia el


oeste avanzando sobre Europa oriental. Mientras que en Occidente se fortificaba la cristiandad
latina, recuperándose del desorden provocado por las invasiones bárbaras, y ahora aliviada de la
amenaza musulmana en España (después de la batalla de Tours), en Europa oriental la Iglesia
Ortodoxa Oriental (griega) obtenía considerables triunfos misioneros. A pesar de que la Iglesia
Griega había sufrido por las controversias teológicas y el avance del Islam, su vitalidad durante los
siglos VIII y IX se ve en su expansión misionera. Después de la controversia iconoclasta, el Imperio
Bizantino y la Iglesia Griega experimentaron un avivamiento, y el patriarca Focio (810–885)
contribuyó grandemente a la expansión misionera.

Constantino y Metodio. Los protagonistas más importantes en la evangelización bizantina de los


pueblos eslavos fueron Constantino (827–869) y Metodio (815–885), considerados como los
apóstoles a los eslavos. Hacia el año 862, estos dos misioneros fueron enviados desde
Constantinopla para trabajar entre los eslavos de Moravia, a pedido de su rey Ratislavo. Constantino
(conocido en Occidente como Cirilo el Filósofo) había sido secretario del patriarca de Constantinopla
y era un destacado filósofo y lingüista. Metodio era su hermano mayor y también un hombre
notable. La obra mayor de estos extraordinarios misioneros fue la traducción de la Biblia al idioma
eslavo. Para esto, tuvieron que inventar un alfabeto, ya que el eslavo no tenía escritura. Tradujeron
también otros libros cristianos y la liturgia. Para componer el alfabeto eslavo usaron letras griegas,
inventando así la escritura de pueblos tan importantes como los eslavos rusos. Los eslavos de
Moravia tuvieron que decidirse entre seguir a la Iglesia Latina (o Romana) o la Iglesia Griega, ya que
estaban en el medio de estas dos influencias. Finalmente, se decidieron por Roma y Metodio fue
consagrado por el Papa como su obispo.

John Foster: “Es auspicioso encontrar que en este período, cuando estaba aumentando la
división, misioneros de la Iglesia Griega estaban siendo aceptados por la Iglesia Latina, y
estaban siendo alentados en la creación de una sección eslava en su seno. Es también
agradable registrar que en 881 Metodio visitó Constantinopla, donde fue honrado por el
Emperador y el Patriarca. Ambos mostraron un vivo interés en la Biblia eslava, que Metodio
había completado, y en la liturgia eslava. Metodio murió en 885, y apropiadamente, su
servicio funeral fue en tres idiomas, latín, griego y eslavo. Él pertenecía a los tres.”

Europa del Este. Dos fueron los principales territorios de expansión cristiana en esta dirección:
Bulgaria y Rusia. A mediados del siglo IX, Bulgaria estaba emergiendo como Estado entre dos
imperios: el Imperio Carolingio al Oeste y el Imperio Bizantino al Este. Al principio, pareció que su
rey, Boris (gobernó de 852 a 888) iba a aceptar el cristianismo de parte de los francos. Pero en 865
se convirtió al cristianismo ortodoxo y fue bautizado por los griegos. El clero bizantino fue
bienvenido en Bulgaria y penetró profundamente en la región. Boris le escribió al patriarca de
Constantinopla, Focio, para solicitarle ayuda a fin de establecer una Iglesia autónoma con su propio
patriarcado. La respuesta de Focio fue insatisfactoria. En 866, Boris le escribió al papa Nicolás I
pidiéndole que respondiese a un buen número de preguntas. Nicolás I despachó a dos obispos y
respondió a todas las preguntas, pero rechazó la petición de Boris de convertir en patriarcado a
Bulgaria. Las preguntas de Boris no eran teológicas, sino éticas. Sus interrogantes reflejan las
tensiones provocadas entre los búlgaros por el ritualismo ortodoxo. Estas preguntas muestran
también cuán influyente era el cristianismo sobre la vida cotidiana durante la Edad Media.

La lucha entre la Iglesia Romana y la Iglesia Griega por el control de Bulgaria profundizó las
diferencias entre Roma y Constantinopla. Finalmente, los búlgaros optaron por el cristianismo
ortodoxo de Constantinopla en razón de su proximidad geográfica, su riqueza y prestigio, y su mejor
contextualización a la cultura eslava. Los griegos se mostraron más flexibles que los latinos
especialmente en el uso de la lengua vernácula en el culto y los escritos sagrados. Fue en Bulgaria
donde la religión cristiana alcanzó su expresión eslava más plena. La Iglesia de Constantinopla ganó
a casi todas las naciones eslavas respetando su cultura.

Rusia era la más grande de las naciones eslavas y estaba poblada por los eslavos del Este: los
ros. Hacia el año 950 había algunos cristianos en Kiev. En 957 la reina Olga, quien había sucedido a
su marido en el trono, viajó a Constantinopla para ser bautizada, pero su influencia cristiana se vio
frustrada por su hijo, que era pagano. Pero su nieto Vladimiro I (m. 1015), después de dudar entre
el paganismo y el cristianismo, terminó por aceptar la fe cristiana en el año 987, cuando se casó con
Ana, la hermana del emperador bizantino. Al año siguiente fue bautizado y pidió sacerdotes a la
Iglesia de Constantinopla para establecer el cristianismo en sus dominios. Muy pronto llegaron
monjes que desarrollaron un fuerte movimiento monástico, que se esparció por toda Rusia. Es
evidente que Vladimiro estaba más impresionado con la civilización y el prestigio de Bizancio, que
con el significado de la fe cristiana. Era un príncipe tiránico y lascivo, y continuó así después de su
supuesta “conversión.” De igual modo, el bautismo de miles de sus súbditos en el río Dniéper careció
de convicción y se trató sólo de conversiones nominales y masivas, en obediencia a sus órdenes.
Este dudoso comienzo, no obstante, aseguró el futuro del cristianismo en Rusia. Toda Rusia se hizo
cristiana y Vladimiro es recordado todavía hoy como su santo más importante.

Vladimiro de Kiev: “He aquí, los búlgaros vinieron ante mí urgiéndome a aceptar su religión
[islamismo]. Luego vinieron los germanos y alabaron su propia fe [cristianismo romano]; y
después de ellos vinieron los judíos. Finalmente aparecieron los griegos [cristianismo
bizantino], criticando a todas las otras creencias pero recomendando la propia, y hablaron
largamente, contando la historia de todo el mundo desde su comienzo. Sus palabras fueron
habilidosas, y fue maravilloso escucharlos y placentero oírlos. Ellos predicaron la existencia
de otro mundo. ‘Quienquiera que adopte nuestra religión y luego muere resucitará y vivirá
por siempre. Pero quienquiera que abrace otra fe, será consumido con fuego en el mundo
venidero’. ¿Cuál es la opinión de ustedes [los consejeros reales] sobre este tema, y qué
responden?… [El informe de los enviados reales decía]: ‘Cuando viajamos entre los búlgaros,
observamos cómo adoran en su templo, llamado mezquita, mientras están relajados. El
búlgaro se inclina, se sienta, mira de acá para allá como un poseído, y no hay felicidad entre
ellos, sino sólo tristeza y un hedor espantoso. Su religión no es buena. Luego fuimos entre
los germanos, y los vimos llevando a cabo muchas ceremonias en sus templos; pero no
observamos ninguna gloria allí. Luego fuimos a Grecia y los griegos nos llevaron a los
edificios donde ellos adoran a su Dios, y no sabíamos si estábamos en el cielo o sobre la
tierra.… Lo único que sabemos es que Dios mora allí entre los seres humanos, y su culto es
mejor que las ceremonias de otras naciones’.”

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 500–950

_ Elementos

El punto de mayor avance en la expansión del poder franco en el año 800, en ocasión del
coronamiento de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, es un buen
momento para hacer un balance histórico de las ganancias y pérdidas del cristianismo en todo el
período. De todos modos, hay tres elementos que permiten calificar a todo el período del 500–950
como un tiempo de retroceso para el testimonio cristiano.

Un primer elemento a tomar en cuenta son las invasiones bárbaras, que pusieron fin al Imperio
Romano cristiano. Las pérdidas iniciales del período, en ocasión de la entrada de los bárbaros
germanos al ámbito geográfico del Imperio Romano, dieron lugar al establecimiento de reinos
germánicos, muchos de ellos con un trasfondo arriano, pero los más aguerridos todavía estaban
sumidos en el paganismo. Poco a poco estos reinos se fueron convirtiendo al cristianismo romano,
pero mientras tanto, el desarrollo y expansión del testimonio cristiano estuvo en peligro.

Un segundo elemento, que provocó mayores pérdidas de territorios cristianos se dio con el
avance del Islam desde el siglo VII en adelante. Partiendo de Arabia, los musulmanes alcanzaron la
costa de Siria e intentaron penetrar en Asia Menor, y, luego, cruzando por el norte de África llegaron
a Gibraltar, para entrar en la Península Ibérica y pasar a Francia, donde fueron detenidos (732). El
avance musulmán llegó a poner en peligro la continuidad histórica del testimonio cristiano en
Europa occidental.

Un tercer elemento de pérdida son las invasiones bárbaras en Oriente, que amenazaron en
forma continuada al Imperio Bizantino y redujeron el número de cristianos en su territorio. Ávaros
y eslavos se sumaron a los persas, primero, y luego a los musulmanes para mantener en jaque
durante muchos años a Constantinopla.

_ Ganancias

A pesar de los elementos que indican un período de retroceso para el cristianismo durante la
temprana Edad Media, hay otros elementos que representan indicios de recuperación. Durante este
período, en Europa occidental, la Iglesia de Roma apareció como la Iglesia Madre de la cristiandad.
Su influencia llegó hasta el noroeste de Europa, donde en 496 se convirtieron los francos y en 589
hicieron lo propio los visigodos en España (Recaredo). En 597, desde Roma, se envió una misión a
Canterbury (Inglaterra), mientras que desde el 562 se establecieron misioneros celtas en la isla de
Iona (junto a Escocia), desde donde comenzó la evangelización de Northumbria, en 635. Las
corrientes misioneras céltica y romana convergieron en Whitby, en 664, donde los romanos ganaron
las deliberaciones del Sínodo allí celebrado. Gran Bretaña fue una ganancia importante, porque
desde estas islas salieron importantes contingentes misioneros hacia el continente europeo: hacia
Holanda en 690, y hacia Alemania un poco más tarde, en el año 719. Estas misiones estuvieron bajo
el patrocinio de los francos, cuyo reino cristiano era el mayor de Europa y estaba en plena expansión.
Esto significó un importante apoyo para las pretensiones de unidad religiosa en el corazón de
Europa, promovida por el Papa de Roma. Con la asociación del papado al imperio carolingio la
autoridad romana se fortaleció enormemente y el cristianismo se expandió hacia el centro y el este
de Europa.

Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) sobrevivía como podía, si
bien con algunas pérdidas considerables. A pesar de esto, la Iglesia Griega envió a misioneros como
Constantino y Metodio, que ganaron reinos eslavos y dieron forma escrita a su lengua. Desde
Constantinopla se contribuyó para la conversión de reinos como Moravia, Bulgaria y Rusia.

Fernando Picó: “Bizancio logró una temprana hegemonía religiosa y cultural sobre los
búlgaros y la mayoría de los pueblos eslavos del Este, que fue reforzada cuando los
hermanos monjes Cirilo y Metodio introdujeron el alfabeto cirílico. Los polacos y algunos de
los grupos eslavos occidentales, recibieron el cristianismo desde Alemania o Italia y giraron
posteriormente en la órbita religiosa y cultural de Occidente. El estado húngaro, que dividía
a unos eslavos de otros, vino a determinar la orientación cultural predominante de los
eslavos, unos orientados hacia el oeste y otros hacia Constantinopla. La cristianización de
los eslavos y los esfuerzos políticos y diplomáticos por contenerlos acapararon la atención
del imperio bizantino y fueron un elemento adicional en el distanciamiento operado con el
oeste.”

_ Pérdidas

Hacia el siglo IX, éstas resultaron mayores en Oriente que en Occidente, en razón de que tribus
paganas estaban presionando sobre Europa occidental y el Imperio Bizantino desde Europa oriental.
Algunos de estos pueblos eran: los vindos, los eslavos del norte (es decir, los checos), los ávaros, los
eslavos del sur (los serbios) y los búlgaros. En el extremo occidental del mundo conocido, los vikingos
(normandos) paganos comenzaron a saquear, con ataques relámpagos, las costas del Mar del Norte
y pronto se esparcirían por todas partes, hasta entrar en el Mediterráneo.

A pesar de lo incierta que parecía ser la situación, se nota en general un cuadro mejor que el de
los siglos V y VII. El cristianismo no estaba meramente a la defensiva, sino que tenía fuerzas
suficientes como para avanzar en varios frentes, tanto en Occidente como en Oriente.

GLOSARIO

abad: denominación que deriva de la palabra aramea abba (padre o papá) con que se llama, desde
los inicios del siglo IV, al asceta que guiaba a otras personas en la adopción de este tipo de vida. A
partir de la regla de Benito de Nursia, el título pasa a Occidente, contando con un desarrollo
posterior considerable durante la Edad Media.

abadesa: título derivado del latín abbatisa que hace su aparición en torno al año 514. Es el
equivalente femenino del abad y al igual que esta última figura resulta fruto de un desarrollo eclesial
posterior ajeno al descrito en el Nuevo Testamento.

abásidas: califato de mayor duración en el gobierno (656–1258). La dinastía descendía de Abbás, tío
de Mahoma, y por ello mantenía la pretensión de gozar de derechos hereditarios al califato.
Valiéndose del apoyo inicial de los alidíes (descendientes de Alí, el primo de Mahoma), los abásidas
derrotaron a los omeyas y consiguieron el nombramiento como califa de Abul-Abbás. Su sucesor,
al-Mansur, fundó Bagdad, convertida pronto en un centro importante de cultura.

alta Edad Media: es el período (siglos IX al XIII) que transcurre desde la disolución del Imperio de
Carlomagno hasta el comienzo de la crisis medieval. En su transcurso aparecen obras fundamentales
del intelecto, como la Suma teológica de Tomás de Aquino y las catedrales góticas. Declina la
autoridad de los reyes y surge la Europa feudal que se disgrega en gran número de señoríos. No
sucede lo mismo con el Imperio Bizantino y el califato árabe, pues ambos mantienen su unidad
durante más tiempo.

ascetismo: del griego askesis (ejercicio, laboriosidad), se refiere a la práctica estricta de la auto-
negación como una medida de disciplina personal y especialmente espiritual, a través de la oración,
el ayuno, la meditación y la mortificación del cuerpo.

baja Edad Media: es la etapa (siglos XIV y XV) en que diversas transformaciones llevan a la crisis del
mundo medieval. Aparece la burguesía urbana, que muy pronto acumuló grandes riquezas, y no
tardó en luchar contra la nobleza, primero por el predominio económico y luego por el político. Los
monarcas se apoyaron en los burgueses para enfrentar a los nobles y en esta forma, consolidarse
en el trono. Se produjeron conflictos políticos, sociales, económicos y religiosos, y el feudalismo
entró en decadencia.

bárbaros: del latín barbari o del griego barbaroi, se refería a personas cuya lengua sonaba como
“bar-bar” (bla-bla), es decir, una lengua incomprensible.

bien cultural: toda la cultura existente en una sociedad específica en un momento dado. El término
es usado con mayor frecuencia en los debates acerca del desarrollo de las invenciones o
innovaciones de cualquier tipo, tanto relativas a la cultura material como a la inmaterial.

Caaba: la Casa de Dios (12x9x15 m) situada en La Meca hacia la que se vuelven los musulmanes para
orar. Es muy posible que el lugar fuera inicialmente un centro de culto cósmico relacionado con el
aerolito que se custodia en el interior del mismo y que Mahoma conservó. Según la tradición
islámica, su primer constructor fue Adán y, posteriormente, fue reconstruida por Abraham e Ismael.
Convertida más tarde en lugar de adoración de ídolos, fue purificada por Mahoma.

cabildo catedralicio o capítulo: conjunto de canónigos y otros cargos que se ocupan del servicio
eclesiástico en las catedrales. En la Edad Media tenían la potestad de elegir los obispos. Su
extracción social fue generalmente nobiliaria y sus propiedades territoriales muy extensas.

califa: denominación española del jalifa rasul Allah (sucesor del mensajero de Dios). El primero, Abú
Bakr, se limitó a suceder a Mahoma y accedió al cargo mediante una elección celebrada en Medina.
Con el segundo, Omar, al título de califa se une el de Amir al-muminim (comendador de los
creyentes). El califa era así defensor de la fe, pero ni podía definir la misma ni dictar dogmas.

celta: grupo de pueblos indoeuropeos establecidos antiguamente en la mayor parte de las Islas
Británicas (especialmente Irlanda), Galia y en buena parte de España y Portugal, así como en Italia
del norte, Suiza, Alemania del oeste y sur, Austria, Bohemia y la Galacia en Asia Menor.

cesaropapismo: supremacía del Estado sobre la Iglesia (como ocurrió en el Imperio Bizantino). Es lo
opuesto de la hegemonía de la Iglesia respecto al Estado. El cesaropapismo significa una restricción
tanto sobre la Iglesia como sobre el Estado en sus respectivas esferas.
clero regular: clérigos que son monjes y que viven bajo una regla (en latín regula) monástica, en
oposición a clero secular, que vive en el mundo y que no pertenece a una orden religiosa.

Corán: libro sagrado del Islam dotado de una extensión similar a la del Nuevo Testamento. Regla
infalible de fe y conducta para el musulmán, contiene el conjunto de revelaciones recibidas por
Mahoma y comunicadas por éste a sus contemporáneos. Su redacción definitiva se produjo durante
el tercer califato, gracias a la tarea de unificación de las siete lecturas del Corán. Esta redacción
canónica implicó la destrucción de todos los demás textos y volúmenes coránicos, lo que, muy
posiblemente significó el abandono de algunos textos originales de Mahoma. Está compuesto por
114 capítulos o suras, divididos en versículos.

cosmopolitismo: doctrina y género de vida de las personas que consideran como patria suya el
mundo entero, y en consecuencia, adoptan elementos culturales y socio-político-económicos de
diversidad de naciones.

cristiandad: el concepto de cristiandad representa una totalidad cultural y una unidad política: es el
conjunto de los fieles cristianos, el mundo cristiano. Pero también la cristiandad es al mismo tiempo
unidad militar, jurídica y eclesiástica. En el paradigma de cristiandad, la Iglesia funciona como una
parte integral del aparato del Estado. En esta asociación, el cristianismo proveyó a los líderes del
Estado la ideología capaz de pacificar a los pueblos sometidos y la legitimación moral para llevar a
cabo sus objetivos políticos y económicos. A cambio, el Estado garantizó a la Iglesia un acceso
ilimitado y protegido a nuevas fuentes de recursos humanos y materiales.

decretal: carta papal, o parte de ella, que contiene una decisión sobre un punto concreto del
derecho canónico.

Égira: del árabe Hijra (emigración). Es el término que designa el viaje de Mahoma y algunos de sus
seguidores de La Meca a Medina en el 622, motivado por la cada vez más deteriorada situación en
la primera ciudad. Omar ibn al Jattab decretó durante su califato (634–644) que el año de la Égira
se contara como el primero de la era islámica.

ícono: (del gr. eikon, imagen) nombre que designa cualquier imagen venerada por los cristianos de
rito bizantino. Generalmente, consiste de una placa de madera pintada al óleo con gran profusión
del dorado, con representaciones de Cristo, la Virgen María o un santo. Su uso puede remontarse al
siglo V.

Islam: nombre con el que se conoce la religión fundada por Mahoma. Deriva de la raíz árabe para
“someterse” e incluye la idea de rechazar cualquier otro objeto de culto.

janif: el término aparece una docena de veces en el Corán. Primitivamente se aplicaba a los paganos.
En tiempos de Mahoma calificaba a los monoteístas que no eran ni cristianos ni judíos. En el Corán
se usa en relación con Abraham y se recomienda a todos a que se conviertan en junafa (plural), es
decir, monoteístas que renuncian al culto a las imágenes y a los astros.
omeyas: el primer califato de corte dinástico (661–750). Fue instaurado por Mu’auiya, gobernador
de Siria, tras la muerte de Alí y la abdicación de al-Hasán. Aunque el segundo califa omeya, Yazid,
no pudo evitar que ‘Abdallah ibn al-Zubayr se proclamara califa en el Hijaz, este califato paralelo
tuvo escasa duración y bajo los omeyas el dominio islámico se extendió desde el Atlántico hasta
China.

pagano: del latín pagus (rústico). Se aplicó a fines de la antigüedad y durante la Edad Media a los
que no eran cristianos y a los que habían sido evangelizados, pero rechazaban después el mensaje
del cristianismo adhiriéndose a sus religiones originales o tradicionales.

palio: banda de lana blanca en forma de yugo, bordada con cruces, usada por el Papa y también por
algunos arzobispos, y que simboliza, en este último caso, la delegación que ostentaban dichos
arzobispos respecto a la jurisdicción metropolitana sobre los demás obispos de su provincia
eclesiástica. Lo confería el Papa y normalmente había que recogerlo en Roma personalmente.

Papa: término derivado del griego papas (latín: papa) que significa “padre.” El término no aparece
en la Biblia. Hasta 1073 era de aplicación a todos los obispos, cuando Gregorio VII ordenó que se
reservara exclusivamente al de Roma. La figura del Papa está ligada a las tesis de un primado de
Pedro, sucesivo y ligado al obispo de Roma.

prior: prelado ordinario o superior del convento en algunas órdenes religiosas (conventos de los
canónigos regulares y de las órdenes militares); y en otras, segundo prelado después del abad. En
una abadía, la autoridad siguiente a la de abad; superior de una casa religiosa que no tenía la
categoría de abadía.

reliquia: en un sentido general, es el residuo que queda de un todo. En el sentido religioso, es la


parte del cuerpo de un individuo estimado como santo, o lo que, por haberle tocado, se considera
puede producir un milagro o es digno de veneración.

siríaco: lengua semita que es un dialecto del arameo, y que cuenta con un número considerable de
obras cristianas primitivas y con una traducción específica de la Biblia, denominada Peshitta. Fue la
lengua utilizada en la gran expansión del testimonio cristiano hacia el Este.

sura: nombre que recibe cada una de las 114 secciones en que se divide el Corán. El término deriva
de shurah (“tirada”), en el sentido de sucesión de pasajes.

sutra: vocablo sánscrito que significa “hilo” y se refiere a un rosario de preceptos que resumen la
enseñanza védica. En el brahmanismo es un precepto, aforismo, regla breve, y también la colección
de tales aforismos o reglas, como el Código de Manú. En el budismo, se refiere a la parte narrativa
de las escrituras budistas, especialmente los diálogos de Buda.

temprana Edad Media: designa al período desde el siglo V hasta mediados del IX en Europa
occidental, es decir, entre la época de las invasiones bárbaras hasta la disolución del Imperio de
Carlomagno. Entre los acontecimientos importantes deben mencionarse: la destrucción política del
Imperio Romano, el surgimiento de los reinos romanogermánicos y el propósito de estos nuevos
Estados para constituirse en unidades sociales. Adquieren importancia en este período las culturas
bizantinas e islámicas.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
527–565 Reinado de Justiniano I.

528–533 Codificación del Corpus Juris Civilis.

529 Regla de Benito de Nursia.

532–537 Revuelta de Nika lleva a desorden civil.

535–553 Belisario y Narsés conducen ejércitos en el


Oeste.

537 Santa Sofía es completada.

542 Plaga en el Este.

553 Segundo Concilio de Constantinopla.

562 Bizantinos completan la conquista de Italia.

563 Columba, apóstol de Escocia.

568 Los lombardos toman control del norte de Italia.


570–632 Mahoma.

589 Conversión de Recaredo.

590 Gregorio el Grande, Papa.

597 Agustín de Canterbury llega a Inglaterra.

610 Revelación a Mahoma en el monte Hira.

610–641 Reinado de Heraclio.

622 Égira (huída) de Mahoma a Medina.

625–626 Expulsión de los judíos de Medina cuando se


rehúsan aceptar el Islam.

626 Los persas sasánidas ponen sitio a


Constantinopla.

Ávaros y eslavos atacan el Imperio.

627 Paulino, obispo de York (Inglaterra).

Edwin, rey de Northumbria, recibe el bautismo.


628 Victoria sobre los persas, ávaros y eslavos.

630 Retorno de Mahoma a La Meca.

632 Muerte de Mahoma, el Profeta.

635 Aidan de Lindisfarne llega a Northumbria.

Alopen llega a Ch’ang-an (China).

636 Derrota de los bizantinos por los árabes en


Yarmuk.

649 El Sínodo de Letrán condena el monotelismo.

664 Sínodo de Whitby.

674–678 La flota árabe bloquea Constantinopla.

680–681 Tercer Concilio de Constantinopla.

690 Willibrordo, apóstol de los Países Bajos.

698–742 Oposición budista al cristianismo en China.


711 Tarik en España.

716 Bonifacio en los Países Bajos.

717–802 Dinastía Isauria (siria).

717–741 Reinado del emperador León III.

717–718 Bloqueo árabe de Constantinopla; uso de “fuego


griego.”

718 Bonifacio, apóstol de Alemania.

El ejército bizantino derrota a los musulmanes y


los empuja detrás de los montes Taurus (Asia
Menor).

725–843 Controversia iconoclasta.

730 León III prohíbe el uso de íconos.

732 Batalla de Poitiers o Tours.

740 Victoria sobre los árabes en Akroinon.


741–775 Reinado de Constantino IV.

742 Los cristianos chinos obtienen el favor imperial.

745 Los chinos cambian el nombre de los cristianos


de “persas” a “sirios.”

750 Aparece la Donación de Constantino.

751 Caída de Rávena: fin del dominio bizantino en


Italia.

752 Coronación de Pipino como rey de Francia por el


Papa.

754 Sínodo de Hereia: denuncia la adoración de


íconos como idolatría.

Creciente tensión entre el emperador bizantino


y el Papa en torno a los íconos.

Los bizantinos toman tierras papales en Sicilia.

771 Carlomagno, rey de todos los francos.

781 Erección de la Estela de Ch’ang-an.


787 Segundo Concilio de Nicea.

797–812 La emperatriz Irene depone a Constantino IV.

El papa León III declara vacante el trono de


Constantinopla.

800 El papa León III corona a Carlomagno como


emperador del Sacro Imperio Romano-
Germánico.

800–1000 Esplendor del Imperio Bizantino.

812 Miguel I concede el título de “basileus” a


Carlomagno.

820–867 Dinastía amórica. Los árabes ocupan Creta.

826 Primer viaje misionero de Anscar a Escandinavia.

842–867 Miguel III envía misioneros a los eslavos.

845 Emperador pro-taoísta clausura monasterios


budistas, zoroastristas y cristianos.

Desorden y guerra en China.


846 San Pedro de Roma es saqueada por piratas
musulmanes.

850 Falsas decretales.

857 Focio, patriarca.

860 Los ros atacan Constantinopla.

Constantino (Cirilo) va como embajador


bizantino a los kazares.

862 Cirilo y Metodio van a Moravia como maestros a


pedido de su rey, Ratislavo.

865 Cirilo y Metodio en Moravia.

Los búlgaros aceptan el cristianismo: conversión


de Boris.

867 El patriarca Focio rompe con la Iglesia Romana.

867–869 Conversión de los servios al catolicismo.

867–1056 Dinastía macedónica en Imperio Bizantino.


869 Muere Cirilo; Metodio trabaja con la Biblia y la
liturgia en eslavo, que van a ser usados por la
Iglesia Griega en Bulgaria.

957 Es bautizada Olga, duquesa de Kiev.

978–1015 Vladimir de Kiev.

987 Vladimir el Grande acepta el cristianismo


ortodoxo.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):

1. ¿Aproximadamente, en qué año comenzó el primer período de retroceso del cristianismo y


debido a qué circunstancias?

2. Relaciona en pares los siguientes elementos según se correspondan: Imperio Romano - ley
canónica - latín - Iglesia Católica Romana - Derecho Romano - liturgia.

3. Señala dos cosas comunes al judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

4. Menciona las ideas principales de Mahoma.

5. ¿Qué importancia tiene el año 622 para los musulmanes?


6. Dice el texto: “En menos de un siglo, el Islam casi había aniquilado los viejos baluartes del
cristianismo.” Haz una lista de no menos de ocho territorios cristianos ocupados por el Islam.

7. ¿Qué dos eventos salvaron a la cristiandad de ser totalmente rodeada por los ejércitos árabes?

8. ¿Qué tipo de presión soportó la Iglesia Copta en Egipto bajo el gobierno de los musulmanes?

9. Subraya la virtud que Benito de Nursia enfatizó en su Regla: pobreza, castidad, obediencia.

10. ¿Qué tres elementos formaban parte de la vida en un monasterio benedictino?

11. ¿Quién fue el que dijo: “El ocio es el enemigo del alma.”?

12. Dice el texto: “Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos, en el norte de
Europa el cristianismo avanzaba por nuevos territorios.” ¿Dónde comenzó este movimiento y
quiénes fueron sus protagonistas?

13. ¿Es cierto o falso que la misión céltica convirtió buena parte de las Islas Británicas desde el año
635?

14. ¿Por qué tres razones el año 597 es importante?

15. Menciona dos papas que fueron llamados “grandes.”

16. Con tus propias palabras, resume la vida y el trabajo de Gregorio I antes de ser Papa.

17. ¿Cuál fue la contribución más notable de Gregorio I?


18. ¿Cuáles fueron las dos tradiciones que intervinieron en la evangelización de las Islas Británicas?
¿Dónde se encontraron?

19. ¿Cómo se resolvió el problema planteado en el Sínodo de Whitby? ¿Quién obtuvo la victoria?

20. ¿Quién fue Willibrordo y qué hizo?

21. ¿Quién fue Bonifacio (Winfrido) y qué hizo?

22. ¿Cuáles fueron las dos razones por las que hacia el año 900 desapareció todo rastro de
cristianismo en China?

23. Menciona dos documentos falsos que sirvieron para engañar a los monarcas francos y a sus
sucesores, y describe su contenido.

24. ¿Quién fue el más grande de los monarcas francos? ¿En qué tres aspectos fue grande?

25. ¿Quién fue Nicolás I? Menciona tres cosas que hizo.

26. ¿Quiénes fueron Constantino (Cirilo) y Metodio? ¿Cuál fue su obra más importante?

27. ¿Quiénes eran los ros y en qué año su rey se convirtió a la fe cristiana?

28. ¿Cuáles fueron las cuatro religiones que Vladimiro el Grande, rey de Kiev, mandó investigar antes
de convertirse al cristianismo ortodoxo (bizantino)?
29. ¿Qué tres elementos hay que tomar en cuenta para evaluar como un período de retroceso los
siglos que hemos considerado en esta unidad?

30. ¿Por qué razón, hacia el siglo IX, las pérdidas del cristianismo resultaron mayores en Oriente que
en Occidente?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):

1. ¿Por qué razón las tribus germanas que aceptaron el cristianismo escogieron seguir la enseñanza
arriana en lugar de la católica?

2. ¿Qué tipo de país es Arabia, y por qué su pueblo, a lo largo de toda su historia, ha tenido que
moverse hacia los territorios vecinos?

3. ¿Qué tipo de religión practicaban los árabes antes del advenimiento de Mahoma?

4. ¿Piensas que la historia habría sido diferente si en tiempos de Mahoma hubiese habido una
traducción del Nuevo Testamento al árabe? Fundamenta tu respuesta.

5. ¿Quién fue Wilfrido y qué hizo?

6. ¿Cuál fue el incidente más dramático en la carrera misionera de Bonifacio (Winfrido)?

Tareas avanzadas (para el nivel 3):

1. ¿Qué nombre se le da a los escritos sagrados de los musulmanes y cuántos capítulos o suras
contiene? ¿Cuál es el título de cada uno de ellos?

2. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre los escritos sagrados musulmanes y las Escrituras
cristianas?
3. ¿En qué se parece la vida de Mahoma a la de Jesús, y en qué no se parece? Antes de responder a
esta pregunta, investiga cuanto puedas acerca de la vida de Mahoma.

4. ¿Qué evidencias hay en el pensamiento de Mahoma de que él conocía a los cristianos de su


tiempo?

5. Investiga qué países hoy están bajo gobiernos musulmanes y cuál es la actitud de estos gobiernos
hacia la gente de otras religiones, especialmente hacia los cristianos.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: Inscripción del monumento de la Iglesia de Oriente en Xian.

Lee y responde:

“A lo largo de los reinados de los emperadores hubo registros documentando la historia de la


Iglesia de la Religión de la Luz [en China]. Ellos nos cuentan que se trajeron las enseñanzas de la
Religión de la Luz al Imperio T’ang, que se tradujeron las escrituras y que se construyeron los
monasterios. Estas enseñanzas son como una balsa, que lleva salvación, bendición y buena voluntad
a las personas de mi país.

“Siguiendo las huellas de sus ancestros, el Emperador Gaozong construyó hermosos


monasterios e iglesias por toda la tierra. El Camino Verdadero fue proclamado y el título de ‘Señor
Protector de las Grandes Enseñanzas’ fue concedido. La gente estaba feliz y hubo prosperidad por
todas partes.

“El Emperador Xuanzong promovió la doctrina sagrada todavía más. Él siguió las enseñanzas
verdaderas, escribió declaraciones para endosarlas y proclamó decretos imperiales para apoyarlas.
En palabras simples y gloriosas, alabó las acciones [de la Religión de la Luz] y las consideró dignas de
celebración.

“El Emperador Suzong revivió el Camino del Cielo y observó los días santos. En una noche, los
vientos favorables barrieron con las impurezas que habían corrompido el palacio. Se quitó el polvo
y el país nuevamente fue sanado.
“El Emperador Daizong fue filial y virtuoso. Su piedad fue tan grande como el cielo y la tierra. Él
abrió el tesoro imperial y dio regalos de materiales preciosos e incienso de jazmín. A aquellos que
eran virtuosos, él los recompensó con piedras preciosas, que eran tan brillantes como la luna llena.

“El Emperador reinante durante Jianzhang [el Emperador Dezong] creyó en las enseñazas
iluminadas. Durante su tiempo, los militares y los generales mantuvieron la paz en los cuatro
rincones de la tierra y los oficiales eruditos fueron honestos y justos. Él animó a todos a examinar la
naturaleza de las cosas con el espejo escondido. La gente en las seis direcciones fueron iluminadas,
y el centenar de tribus rebeldes fue puesto bajo jurisdicción.”

Estela de Ch’ang-an (781), parte tres.

- Según la Estela de Ch’ang-an, los emperadores de la dinastía T’ang se mostraron, en general,


favorables al trabajo misionero de los monjes siríacos. ¿Piensas que es bueno y necesario que la
Iglesia goce del favor del gobierno para el cumplimiento de su misión? Presenta varias razones para
tu respuesta.

- Describe la relación de la Iglesia y el Estado en tu propio país. ¿Cuál es la situación de las iglesias
evangélicas en tu país en términos de libertad religiosa, en todas sus dimensiones?

- Muchos evangélicos en América Latina piensan que es necesario crear partidos políticos
evangélicos para poder ejercer una influencia positiva y transformadora en la sociedad. ¿Qué
piensas acerca de esto? ¿Crees que esforzarnos por colocar a creyentes evangélicos en posiciones
de poder político puede ayudar a las iglesias a cumplir mejor con su misión en el mundo?

TAREA 2: Constantino (Cirilo) y la traducción de la Biblia a otros idiomas.

Lee y responde:

“Constantino pasó cuarenta meses en Moravia, y luego se fue para ordenar a sus discípulos.…
Cuando estaba en Venecia, obispos, sacerdotes y monjes se juntaron contra él como cuervos contra
un halcón. Y promovieron la herejía trilingüe [que enseñaba que la Biblia sólo debía estar en hebreo,
griego y latín], diciendo: ‘Dínos, oh hombre, ¿cómo es que tú ahora enseñas, habiendo creado letras
para los eslavos, que nadie más ha encontrado antes, ni el Apóstol, ni el Papa de Roma, ni Gregorio
el Teólogo, ni Jerónimo, ni Agustín? Nosotros sabemos de sólo tres idiomas que son dignos de alabar
a Dios en las Escrituras: hebreo, griego y latín.’

“Y el Filósofo les respondió: ‘¿No cae la lluvia de Dios sobre todos por igual? ¿Y no brilla el sol
también sobre todos? ¿Y no respiramos todos el aire de la misma manera? ¿No están avergonzados
de mencionar tan sólo tres idiomas, y de ordenar a todas las demás naciones y tribus a permanecer
ciegas y sordas? Díganme, ¿lo hacen a Dios tan impotente, como para que él sea incapaz de
conceder esto? ¿O tan envidioso como para que él no lo desee? Conocemos a numerosos pueblos
que poseen escritura y dan gloria a Dios, cada uno en su propia lengua. Seguramente éstos son
obvios: armenios, persas, abcacianos, ibéricos, sogdianos, godos, ávaros, turcos, kazares, árabes,
egipcios y muchos otros. Si ustedes no quieren entender esto, al menos reconozcan el juicio de las
Escrituras.[Sigue la cita de varios pasajes bíblicos: Sal. 96:1; 98:4; 66:4; 117:1; 150:6; Jn. 1:12; 17:20–
21; Mt. 28:18–20; Mr. 16:15–17; Mt. 23:13; Lc. 11:52; 1 Co. 14:5–40.] … Y con estas palabras y
muchas más, él los avergonzó y salió, dejándolos.”

Vida de Constantino (siglo X, en eslavónico), 15, 16.

- Evalúa la defensa que hace Cirilo de su ministerio de traducción de las Escrituras, tomando en
cuenta sus argumentos y especialmente los pasajes bíblicos que él cita.

¿Cuál fue la trascendencia del ministerio de traducción de Cirilo? ¿Qué consecuencias


misionológicas tuvo para la difusión del testimonio cristiano?

- ¿Cuál es tu evaluación personal del trabajo de las Sociedades Bíblicas a nivel mundial y de sus
esfuerzos por poner la Palabra de Dios en la lengua de todos los pueblos de la tierra? Averigua los
últimos datos en cuanto a la cantidad de Biblias, Nuevos Testamentos y porciones bíblicas que se
distribuyen en el mundo hoy, y a cuántos idiomas y dialectos diferentes están traducidos. Puedes
investigar utilizando Internet o materiales e informes de las Sociedades Bíblicas.

TAREA 3: El Corán.

Conseguir una buena traducción del Corán. Se puede obtener en un centro islámico o una buena
biblioteca pública. Leer los siguientes pasajes y responder las preguntas correspondientes. El
número romano indica la sura correspondiente, mientras que el número arábico indica el número
de los versículos:

1. ¿Cuál es la actitud del Corán hacia los cristianos?

II.59; 105–111; 129–135.

III.57–78; 93–115.

V.17–22; 85–88.

IX.29–35.

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