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La opinión de la curadora

Un performer que actúa como si fuera un pintor moderno

Por Inés Katzenstein

Para LA NACION

Cuando hace un año la Cancillería argentina me invitó a trabajar en la curaduría del


proyecto de Guillermo Kuitca para la Bienal de Venecia, pensé que mi trabajo consistiría
en intentar decir algo nuevo partiendo de una obra conocida Pero en una de mis primeras
visitas a su taller me encontré con que Guillermo había pintado un enorme cuadro de
imagen cubista que se salía de todos los parámetros conocidos de su obra anterior. La
obra no recurría a sistemas de representación ajenos a la pintura como la arquitectura o la
cartografia, ni aludía a espacios hipotéticos fuera de la obra, sino que refería
abiertamente, con humor, a ciertas imágenes propias del cubismo analítico. Era una
verdadera revolución en el taller. El cuadro era sorprendente y difícil de clasificar: se
mostraba a la vez anacrónico y nuevo; no se lo podía pensar ni como una simple
celebración de la pintura, ni como una cita posmoderna, ni como una llamada nostálgica
de retorno al modernismo. Para Kuitca, que se había pasado más de dos años realizando
collages, significaba a la vez una vuelta a los pinceles y una compleja operación
conceptual.

Los cuadros que le siguieron a esa primer obra cubista y que presentamos en la Bienal de
Venecia fueron realizados a un ritmo intenso y con un ánimo de incertidumbre entre
junio de 2006 y enero de 2007. Son cuatro Kuitcas habitados por otros artistas pero que
no reproducen ni a un Picasso, ni a un Fontana, ni a un Hlito. Kuitca se disuelve en otros
nombres pero está más poseído por la historia en general que por artistas específicos y a
pesar de hacer uso de estas operaciones de "cita" y "apropiación" su creatividad no pasa
a un segundo plano. En estas obras hay un enorme trabajo de elaboración y especulación
plástica a través de la puesta en práctica de un yo potencial: hoy Kuitca es un performer
que actúa como si fuera un pintor moderno. Y a pesar de lo genérico de los elementos
pictóricos utilizados (signo cubista o tajo de Fontana) paradójicamente, este grupo de
cuadros constituye la obra más emocional, comprometida y personal que Kuitca haya
pintado en años.

Además de acompañar a Kuitca en su proceso de producción pensando este cuerpo de


obras, el trabajo curatorial para la presentación en Venecia incluyó la producción de un
libro (realizado en conjunto con los artistas-diseñadores Cecilia Szalkowicz, Gastón
Pérsico y Diego Bianchi) y el diseño de un dispositivo arquitectónico especial que nos
permitió exhibir los cuadros en el espacio barroco del Ateneo Veneto, elegido este año
como sede del Pabellón argentino de la Bienal. En cada uno de los cientos de detalles y
decisiones que conformaron el proyecto, la idea fue crear un contexto estético preciso
para cuatro obras exigentes, valientes y polémicas.

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