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Crítica filosófica, Sartre: El ser y la nada. Leo Elders.

Traducción: Germán Novas Peleteiro

Introducción

Sartre y el movimiento existencialista

El existencialismo es una reacción ante el idealismo, el historicismo y el cientificismo.


Recordemos las dialécticas hegelianas en la que las síntesis de la tesis (el hombre como espíritu
eterno e infinito) y de la antítesis (el hombre es un individuo mortal) el hombre subjetivo que
pugna por alcanzar una meta infinita.

La vida del hombre se halla en peligro de ser objetivizada por el ser-en-sí.

La experiencia en Jaspers el fracaso, en Heidegger, el ser-para-la-muerte (das Sein-zum-tode),


en Marcel, la disponibilidad, para Sartre, es la náusea.

Según Gilson el existencialismo sartriano es una filosofía del ser sin la esencia.

La existencia, lejos de ser algo que se añade a la esencia sería aquello que lo convirtiera en real.

La fenomenología existencialista

La conciencia no puede ser sino conciencia del mundo, y consiste en la huida constante de la
posibilidad de convertirse en sustancia.

El en-sí, dirá Sartre no es nunca presencia, es la intuición la que se halla presente a la cosa, y no
la cosa la que se halla presenta a la conciencia.

El conocer es un acto constitutivo de la conciencia que tiende a los objetos, constituir un objeto
equivale a establecer un objeto fuera de ellas, a librarse de ellas, equivale a anular la realidad.
la conciencia puede desprenderse del mundo porque es libre.

En Sartre, al Ego, no debe concedérsele un lugar privilegiado; el Ego psicológico se puede omitir,
más no el ontológico.

Sartre opone la conciencia al Ego, es decir, a una sustancia.

La conciencia es lo que se experimenta deliberadamente, es la vida real del Ego. Se caracteriza


por su capacidad trascendente, es decir por ser capaz de adoptar un nuevo punto de vista. La
conciencia siempre es conciencia de algo.

Sartre rehúsa a otorgar a la conciencia un status de absoluto ontológico, admite la condición de


un cogito prereflexivo que es condición de un cogito cartesiano.

La conciencia nace de un sustrato que no es ella misma, nace del mundo y solamente surge por
revelación de algo trascendente. Objeto y conciencia son simultáneos.

El conocimiento no se posee, es simplemente la conciencia que se estalla a sí misma con


precisión metodológica.

Hombre y mundo son correlativos en su ser.

El hombre no es definido por lo que es, sino por sus relaciones.

El humanismo
un existente sin esencia alude directamente a una libertad de la religión; y responde a una
concepción mecanicista del universo.

Un ser que sea su propia causa no existe; si el hombre llegar a ser el ser-en-sí, para-sí, coincidiría;
pero dejaría de ser hombre.

El ser y la nada

El tema del libro es el no-ser, la aniquilación; el vacío. Se puede leer como una novela cuyo héroe
fuese la conciencia, un héroe desafortunado, cuya naturaleza es ser un vacío, y más aún, un
creador de vacío.

Parte 1. La conciencia interroga al ser. Se distancia del ser y, de esta forma, descubre el no-ser,
porque el ser es diferente de lo que el hombre esperaba que fuese y el hombre es lo que es
fuera de sí mismo. El no-ser nos persigue constantemente. De hecho, se halla en el corazón de
la realidad en la medida en que las cosas son temidas y rechazadas por el hombre. La nada,
entonces, entra en el mundo a través el hombre que se mantiene a distancia para no hallarse
sujeto al ser. De este modo, el hombre afirma su libertad. De la libertad, de la que trata de
escapar por medio de la mala Fe, resulta la angustia. La mala fe, de hecho, se impone cuando
uno vuelve la negación del ser hacia sí mismo y se fuerza a ser a la manera de una cosa en lugar
de trascender la propia situación. La mala fe hace que nos distanciemos de nosotros mismos.

Parte 2. La conciencia debe ser lo que no es, u no debe ser lo que es: existe como huida de sí
misma, porque el para-sí es un acto por el que e en-sí se degrada a presencia de sí. El en-sí
contingente se pierde al transformarse en para-sí que, a su vez, es la de compresión contingente
del en-sí. De ahí que el para-sí exista como carencia acosada por la nostalgia del en-sí. Esa nada
que separa al hombre de sí mismo, es el origen de la temporalidad. El para-sí se desprende
continuamente a sí mismo en forma de en-sí. De esta manera, el pasado entra en el mundo. El
para sí es su pasado, pero también no lo es, porque como presente. Escapa al pasado. El
conocimiento es el modo en que se relacionan el en-sí y el para-sí. De las diversas negaciones
del en-sí efectuadas por e para-sí, surgen las determinaciones: espacio, cantidad, potencialidad.

Parte 3: el para sí no puede tenerse como objeto, pero se experimenta a sí mismo como tal. Se
deduce que debe haber algún otro que se responsabilice de esta objetivación. Es la instancia del
ser-para-otros.

El cuerpo es el instrumento y la meta e mis acciones, pero es también un obstáculo en la medida


en que incluye mi propio pasado y la estructura parmente de mi ser. En una primera fase, yo soy
mi cuerpo tal como la conocen otros, pero en la segunda, yo me doy cuenta de que soy conocido
por los otros y existo para mí mismo como conocido por los otros.

Parte 4: caracterizan a la conducta el poseer, el hacer y el ser. Las dos primeras categorías se
reducen a esta última. La acción por ejemplo expresa mi libertad que no tiene esencia ni
definición. De la misma manera en que se reduce el hacer al ser, también se reduce el poseer.
Poseer no es más que el proyecto de ser. Nuestro proyecto es ser en-sí-para-sí. Cosa imposible.

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