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DERECHOS HUMANOS INDIVIDUALES Y COLECTIVOS

En el apartado sobre el contenido de la Declaración Universal se ha utilizado una


clasificación según las características de cada uno de los artículos.

En el apartado sobre los derechos humanos de tercera generación se ha


presentado una clasificación de los derechos humanos basada en las épocas en
las que se han asumido como tales los distintos derechos.

Otra clasificación, coincidente en parte en la basada en distintas generaciones de


derechos consiste en la división en derechos de autonomía, frente al Estado (no
ser detenido arbitrariamente, no ser torturado), correspondientes a la primera
generación de derechos, y aquellos derechos exigibles al Estado, en relación a
los cuales se espera una acción positiva por parte de los poderes públicos (la
existencia de un sistema de enseñanza, de sanidad, de seguridad social...),
correspondientes a la segunda generación de derechos. Esta división se
completaría con un tercer grupo de derechos, que regularían la necesaria
intervención de Estado cuando la vulneración de los derechos del primer grupo la
perpetraran particulares o agrupaciones privadas (violencia doméstica, secuestros
o torturas por parte de agentes ajenos a los cuerpos de seguridad del estado,
limitación de la libertad sindical por parte de las empresas...).

Puede establecerse también una clasificación de los derechos humanos


basándose en su condición individual o colectiva. La Declaración Universal en
principio es una proclamación de derechos individuales. Y decimos en principio ya
que sólo es verdad hasta cierto punto, en la medida que muchos derechos sólo
alcanzan su sentido, sólo se hacen posibles, dentro de la colectividad. Por
ejemplo, el derecho a la participación política tiene una dimensión individual, el
derecho de toda persona a participar activamente en ella, y una dimensión
colectiva, la necesidad que existan formas de organización social en el marco de
las cuales se pueda dar realmente la participación política.

El ejemplo más claro de derecho colectivo es el derecho a la autodeterminación de


los pueblos, reconocido desde 1960 por las Naciones Unidas para afrontar la
situación resultante de las políticas colonialistas.

Pero existe un sector de opinión que argumenta que los derechos humanos han
de ser fundamentalmente individuales. Así, los derechos de las mujeres no se
justificarían por su pertenencia al sexo femenino, sino por su pertenencia al
género humano, al igual que un niño, un refugiado o un homosexual, a los cuales
la dignidad y los derechos les vienen de su pertenencia a la humanidad y no por el
hecho de pertenecer a determinado colectivo (con independencia de que las
Naciones Unidas hayan aprobado declaraciones y convenciones específicas sobre
estos colectivos).

En este caso, más que de los derechos de estos colectivos, sería necesario
resaltar las discriminaciones positivas que hay que implementar en
ocasiones sobre los integrantes de estos colectivos para que sus derechos
no se vean recortados por la mencionada pertenencia. Es decir, siguiendo con el
ejemplo de la mujer, su discriminación positiva en algunos ámbitos no se
justificaría por el hecho de ser mujer, sino porque, "a causa de ser mujer", y lo que
ello implica en las sociedades actuales, herederas de un machismo histórico, no
existe igualdad de derechos reales entre hombres y mujeres: la discriminación
positiva, en este sentido, tendría por objetivo que los iguales derechos teóricos se
convirtieran en derechos efectivamente ejercibles. Y, por lo tanto, la discriminación
positiva sería legítima sólo coyunturalmente, mientras no existiera una igualdad
real de oportunidades.

En cualquier caso, el debate entre derechos individuales y colectivos es complejo:


es posible abordarlo de distintas formas, presenta múltiples matices y las líneas
divisorias entre unos y otros a menudo son difusas, con inevitables solapamientos.
Posiblemente, la forma de no perderse en este debate, en este laberinto, sea
tener siempre como norte que en cada situación concreta los seres humanos
implicados no vean menguado el disfrute de sus derechos fundamentales,
con independencia de los colectivos a los que pertenezcan. Velando para que
el legítimo derecho de un colectivo a la autodeterminación, a la propia cultura,
religión, organización social, etc., no sea nunca la justificación de la vulneración de
los derechos fundamentales del individuo.

O dándole la vuelta al argumento y exponiéndolo en positivo: promoviendo que la


reivindicación y el ejercicio de los derechos colectivos sea un recurso que no sólo
respete, sino que refuerce, el ejercicio de los derechos fundamentales de los seres
humanos implicados en cada caso. Supeditando, en definitiva, la justificación de
determinados derechos colectivos a este objetivo liberador y potenciador de la
dignidad de cada ser humano.

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