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EL BAJO CONTINUO

Si asistimos a la ejecución de alguna obra barroca que esté correctamente


interpretada, solemos ver un poco separado del grupo de instrumentistas, otros dos
que tocan casi continuamente. Uno es un instrumento de teclado (clavicémbalo u
órgano) y el otro puede ser, por ejemplo, una viola da gamba, un fagot o, más
comúnmente, un violonchelo. Son los encargados de ejecutar el bajo continuo.
El bajo continuo era una suerte de "taquigrafía musical" de la que se valían los
compositores de entonces, consistente en escribir solamente las notas más graves de
algunos instrumentos destinados al acompañamiento. Las notas no escritas eran
improvisadas por el intérprete siguiendo estrictas reglas de armonía. Esto les exigía
tener no sólo acabados conocimientos de teoría musical sino también gran talento
para hacer un bajo continuo interesante, pero no tanto como para opacar a quienes
están a cargo de la melodía. En oportunidades, el bajo continuo está a cargo de más
de dos instrumentos como en L' Orfeo de Monteverdi.
Se han publicado, incluso en el siglo XX, tratados sobre su correcta ejecución.
Si bien se lo llama continuo destaquemos que durante la ejecución de la obra los
instrumentistas hacen pausas breves.
Apareció poco antes de 1600 y encontramos, quizá sus últimos rastros, en las
ejecuciones londinenses de las sinfonías de Haydn, cuando el mismo compositor
ante el teclado realizaba el continuo (algunas grabaciones de estas obras incluyen un
instrumento de teclado).
También se lo conoce con el nombre de bajo cifrado, pues se colocaban números
que indicaban las notas que debían ser tocadas. Pero no todas, algunas se daban por
sobreentendidas. La designación de bajo cifrado no es del todo correcta como
sinónimo de bajo continuo, pues muchos compositores, sobre todo los italianos,
obviaban la colocación de los números, tal la pericia de los músicos para improvisar.
Así que cuando Pisendel, violinista y compositor alemán le pidió un concierto para
violín a Vivaldi debió devolvérselo con la indicación de que faltaba colocar las
cifras. El autor de Las cuatro estaciones, lo hizo y le adjuntó una pequeña nota, un
tanto agresiva, donde expresaba su fastidio.
Bach afirmaba que el bajo cifrado era la base más firme de la música y que
debía tener como objeto la gloria de Dios y la satisfacción del alma. Su capacidad
para ejecutarlo, según cuenta su segunda esposa, no podía ser bien apreciada más
que por músicos aventajados. Su hijo, Carl Philipp Emanuel, afirmaba que ninguna
pieza debía ser ejecutada satisfactoriamente sin un instrumento de teclado.
No obstante, hay obras barrocas que lo excluyen como aquellas destinadas a un
único instrumento: laúd, violín, violonchelo, clavicémbalo, órgano, etc.
En ópera, los recitativos eran escritos de esta manera. A ese recitativo, que lleva
generalmente acompañamiento de violonchelo y clave o clave únicamente, se lo
llama secco.
Con el tiempo sería reemplazado por el recitativo acompañado por la orquesta
para realzar la emotividad de los textos. El secco era muy simple de ejecutar y de
escribir, por eso muchas veces el compositor lo dejaba en manos de otros músicos.
Por ejemplo, en La clemenza di Tito, de Mozart, los recitativos fueron compuestos
por Süssmayr.
Posteriormente la orquesta creció y el bajo continuo desapareció. La
incorporación de nuevos instrumentos y armonías más complejas a la escritura
musical brindaron a los compositores mayores posibilidades expresivas.

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