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2.2. La diversidad
Los nativos de algunas ciudades dormitorio de las cercanías de Madrid y Barcelona suelen
tener la impresión de que existe una invasión de inmigrantes; es una percepción que surge,
entre otras causas, por la fuerte concentración de inmigrantes en esas localidades, debido al
menor coste de su vivienda. Es esta una visión sesgada del fenómeno, ya que los datos
demuestran que no son tantos en relación a la población absoluta, y que éstos «no son
siempre, tan extranjeros como parece» (Oppenheimer, 1995). En este sentido, cabe señalar
que el 21,98% de los extranjeros que viven en España proceden de países integrantes de la
Unión Europea (587.334 personas). Por nacionalidades, los más numerosos son los
británicos, los alemanes, y los franceses, seguidos de italianos y portugueses.
De los 2,6 millones de extranjeros censados, el 38,61% proceden de América Latina, el
19,56% de África, el 13,05 % de los países europeos extra comunitarios, el 4,83% de Asia,
el 1,55% de América del Norte y el 0,44% del resto del mundo.
Por nacionalidades, los ecuatorianos forman la colonia extranjera más numerosa (14,6% de
los extranjeros residentes), seguidos de los marroquíes (14,17%), de los colombianos y los
británicos.
En el 2002 entre las nacionalidades que aumentaron por encima de la media destacan la
rumana, que aumentó un 104%, la argentina, la búlgara (un 77,57%) y la china (un 36%)
(Véanse los gráficos 2 y 3).
2.3. Inmigración y trabajo
Como indica el colectivo Ioé (1989), no todos los residentes extranjeros están en España por
motivos de trabajo. Las cifras absolutas indicadas anteriormente engloban un conjunto
amplio de situaciones: familiares de inmigrantes regularizados, familiares de ciudadanos de
la Unión Europea… Hay que destacar un importante colectivo constituido por personas ya
jubiladas procedentes del norte de Europa y que suele vivir en la costa mediterránea (en
provincias como Málaga o Alicante), y también hay que mencionar la presencia de un
número relativamente amplio de estudiantes.
Por sectores económicos, el sector servicios aglutina la mayor parte de los permisos de
trabajo, seguidos por la agricultura, la construcción, y en menor porcentaje, la industria.
En el caso del sector servicios existe una clara polarización. Por una parte, hay ocupaciones
de alto estatus (sector financiero, Administración pública, enseñanza…) en las que abundan
los trabajadores europeos, japoneses…, y por otra, hay empleos de baja cualificación laboral,
como son el servicio doméstico, el comercio ambulante, la hostelería temporal…, en los que
predominan los latinoamericanos, los africanos y los asiáticos.
Por tanto, como indica el colectivo Ioé, en España se produce un doble flujo migratorio: por
una parte, una inmigración económica Sur/Norte, fenómeno semejante al ocurrido en otros
países europeos desarrollados; y por otra, una inmigración de rentistas, jubilados y
trabajadores muy cualificados procedentes de países más desarrollados que el nuestro.
En líneas generales, puede decirse que los nacionales de países del Tercer Mundo se suelen
integrar en un segmento laboral caracterizado por los bajos salarios y la falta de cualificación
profesional y, pese a la existencia de altas tasas de desempleo, existen «nichos laborales»
que por su precariedad, informalidad o naturaleza de la prestación son rechazados por los
españoles y resultan atractivos para los inmigrantes. En este sentido, a partir de 1993 se
han fijado cupos o contingentes anuales (número máximo de nuevos trabajadores
extranjeros autorizados a residir y trabajar en España) con el objeto de atender las
demandas de empleo que no son cubiertas por españoles, de canalizar la llegada de nuevos
inmigrantes y de regularizar a aquellos inmigrantes que viven en España y carecen de
documentación.
La mayoría de los inmigrantes vive de alquiler, y tienen una fuerte tendencia a agruparse
según vínculos familiares y de origen. Este agrupamiento se debe en gran medida a
problemas de carácter estructural (dificultad para alquilar una vivienda), pero también es
una forma de defensa frente a una sociedad culturalmente distinta. Esto origina la reunión de
esta población en determinados barrios o zonas de las ciudades y, consecuentemente, su
concentración por encima de lo que sería deseable en determinados centros escolares.
Otro aspecto que destaca el informe es que la mayoría de los inmigrantes han mejorado la
situación económica frente a la que tenía en su país de origen, y en lo que se refiere al
idioma, una gran cantidad de los no hispanohablantes (el 60%, y más los hombres que las
mujeres) manifiesta dificultades debido a la barrera idiomática. En este sentido, hay que
indicar que el número de cursos de español para inmigrantes impartidos por diversas
instituciones educativas y sociales, han experimentado un notable aumento.
Por otra, se trata de una población muy joven y con unas tasas de natalidad muy altas si las
comparamos con las europeas: en Marruecos, por ejemplo, dos tercios de la población tiene
menos de 20 años y el número de hijos por mujer es de 3,47, frente al 1,2 en España
(Rodríguez, 1998).
En tercer lugar, son unos regímenes políticos que ahogan el ansia de libertad. En este
sentido, según señala Jesús Rodríguez en el artículo anteriormente reseñado, en el caso de
la inmigración marroquí (y se podría generalizar a todo el Magreb) no son solo los motivos
económicos los que empujan a emigrar, sino que irse supone la ruptura, la trasgresión de
unas rígidas normas educativas, la búsqueda de la libertad personal, la lucha contra la
marginación femenina, etc.
Pero no son solo los motivos personales o las condiciones del país de origen los que empujan
al emigrante en lo que los expertos denominan push and pull(‘ empujón y estirón’ )
(Carbonell, 1995), sino también las necesidades reales de mano de obra del país de acogida
o las que se imaginan los mismos inmigrantes: los que regresan de vacaciones a sus países,
pertrechados de regalos, lo suelen hacer como héroes, como triunfadores. Además, las
televisiones europeas, que se pueden ver en la zona norte del Magreb, ofrecen una visión
paradisíaca de las sociedades de acogida.
A todas estas causas se une el hecho de que los emigrantes proporcionan a sus familias un
mejor estatus económico, y a sus países de origen más divisas que sus exportaciones y las
ayudas al desarrollo. Estas divisas, además, escapan de las desviaciones de los gobernantes
corruptos. En este sentido, el artículo de El País anteriormente citado señala como en 1990
las divisas aportadas por los emigrantes marroquíes a su país supusieron el 48% del total
ingresado por sus exportaciones y ayuda al desarrollo.
Para concluir, según el demógrafo Juan Antonio Fernández Cordón, la inmigración «es
necesaria en España y lo será aún más en el próximo futuro». En este sentido, el Instituto
Nacional de Estadística prevé que la población extranjera en España superará los 4 millones
en el 2010. Y si comparamos la situación actual con la de otros países de nuestro entorno
(Francia, Bélgica, Holanda, Alemania… ), España presenta una cifra moderada de extranjeros
que es, por lo tanto, como señala Victoria Marrero (2004), «una población perfectamente
integrable, siempre que se tomen las medidas oportunas, una de las más relevantes de ellas,
indudablemente, es su integración lingüística».
3. Inmigrantes en la escuela
En conjunto, la población inmigrante es una población joven que se encuentra en edad
laboral, siendo cada vez mayor la presencia de niños y adolescentes inmigrantes como
consecuencia de las políticas de reagrupamiento familiar.
Tanto los colegios públicos como los privados dependen de las Consejerías de Educación de
las distintas comunidades autónomas con transferencias en materia educativa, con excepción
de los centros de Ceuta y Melilla, que siguen dependiendo del Ministerio de Educación y
Ciencia.
La enseñanza de español a adultos se lleva a cabo desde muy diversas instituciones. Desde
las diversas comunidades autónomas se organizan cursos de español y de alfabetización para
inmigrantes a través de los Centros de Educación de Personas Adultas (EPA o CEA),
dependientes de las Consejerías de Educación o Servicios Sociales. Los ayuntamientos
también organizan este tipo de cursos a través de sus programas de formación básica; se
suelen impartir en los centros cívicos, casas de cultura…
Otros organismos que imparten formación a inmigrantes son los sindicatos, los centros de
formación ocupacional dependientes del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, las
organizaciones no gubernamentales (Cruz Roja, Red Acoge, ASTI, Cáritas…), asociaciones
vecinales, centros dependientes de entidades religiosas y entidades culturales.
No disponemos del número de adultos que utilizan estos servicios porque están los datos
muy dispersos, pero, como ejemplo, basten los referidos a la evolución de la matriculación
de los Centros de Educación de Personas Adultas de la Comunidad de Madrid relativos a la
enseñanza de español para inmigrantes: en el curso escolar 1999-2000 1.562 alumnos y
5.319 en el 2002-2003. Por ejemplo, en el Centro de EPA Agustina de Aragón de Móstoles,
hasta abril de 2004 se habían matriculado 335 personas en los programas de español para
inmigrantes.
En la misma Orden también se indica que, en Primaria, los escolares deberán ser atendidos
en sus grupos ordinarios, aunque para desarrollar actividades específicas relacionadas con la
adquisición de la lengua vehicular, el español, se podrá establecer un apoyo educativo en
pequeño grupo (no más de ocho escolares) fuera del aula de referencia y por un tiempo
máximo de 8 horas a la semana. Este apoyo nunca deberá ser coincidente con áreas que
pueden favorecer la inserción de este alumnado en la escuela, tales como Educación Física,
Artística, Plástica, Música y Tecnología.
La misma Orden establece que los centros que tengan un alto número de estudiantes
extranjeros y desarrollen actuaciones de compensación educativa permanente podrán ser
dotados de los recursos humanos (profesorado de Compensatoria —1 profesor por cada 25
estudiantes con necesidades educativas especiales—) y económicos necesarios para poder
desarrollar tales planes, además de una disminución de hasta un 20% del número de
alumnos por aula sobre la cifra que fija la Administración para las distintas etapas
educativas.
En centros donde el número de inmigrantes no permita este tipo de actuación, tal tarea es
encomendada a los equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica, en el caso de
Primaria; y al Departamento de Orientación, en el de Secundaria, estableciéndose, también,
en ambos casos, la posibilidad de nombrar a un profesor de Compensatoria itinerante,
compartido entre varios centros.
El marco normativo de estos centros está en el Título III de la Ley Orgánica de Ordenación
General del Sistema Educativo de 1990 (LOGSE) y el capítulo XII del Libro Blanco de
Educación de Adultos. En estos documentos se concibe la educación de adultos como un
proceso permanente cuyo objetivo es desarrollar en el adulto la «capacidad de participación
en la vida social, cultural, política y económica». En este sentido, los objetivos de
las EPA(Título III. Art. 51.2) son:
Proporcionar y actualizar la formación básica y facilitar el acceso de los adultos a diferentes
niveles educativos (formación general de tipo compensatorio).
Por lo general, todos estos profesores comparten como característica común la falta de
formación en didáctica de lenguas extranjeras y, más concretamente, en didáctica de
español como lengua extranjera.
Así por ejemplo, en colegios e institutos los profesores que trabajan con alumnos
inmigrantes no solo no tienen por qué tener formación en español como lengua extranjera
sino que, frecuentemente, ni tan siquiera son profesores de lengua sino de otras áreas
curriculares (matemáticas, ciencias sociales…).
Este hecho, unido a los estereotipos que se manejan con respecto a los inmigrantes y a la
enseñanza de idiomas se traduce en que los profesores no se sienten cómodos con los
manuales de español como lengua extranjera que hay en el mercado. Así, es común que se
reivindiquen metodologías específicas para aplicar con este tipo de alumnado aunque,
frecuentemente, tal reivindicación procede de la confusión entre metodología y materiales
específicos.
En cuanto a la formación del profesorado, casi todas las asociaciones e
instituciones17 imparten cursos para sus profesores. La duración y contenidos de los mismos
varía enormemente según los recursos económicos de que se disponen y la preparación de la
persona que los diseña. No obstante, la interculturalidad siempre aparece como contenido
recurrente en todos ellos, con independencia de la edad de los destinatarios y el programa
que se desarrolla18.
También, y desgraciadamente, es muy desigual el tratamiento que se concede en estos
cursos a la didáctica de español como lengua extranjera. Este hecho refleja la propia
confusión que experimentan muchas administraciones educativas respecto a las necesidades
educativas de los jóvenes inmigrantes. Cuesta asumir que se trata de un problema de
enseñanza de lenguas; se prefiere enfocarlo desde la perspectiva de la compensación
educativa.
Antes que inmigrantes, son niños, jóvenes y adultos que necesitan aprender una lengua y
tienen unas necesidades acordes a su edad.
En la mayor parte de los casos, se encuentran en una situación de inmersión lingüística.
El colectivo inmigrante se caracteriza por una constante movilidad por lo que uno de los
elementos que lo definen como público destinatario es su falta de continuidad, lo que hace
necesario cursos intensivos, muy concentrados en el tiempo (no más de un trimestre).
Otra seña de identidad, también, es la continua incorporación de estudiantes a lo largo del
curso, por lo que son necesarios materiales cíclicos y de autoaprendizaje.
Las clases de español para inmigrantes se caracterizan, además, por ser muy heterogéneas
en cuanto a:
1. Nivel de formación previa de los estudiantes (alumnos con muy alta formación académica
junto a otros analfabetos o con estudios primarios inacabados).
2. Distintas nacionalidades, lenguas, culturas y creencias en el aula.
3. Distintos estilos de aprendizaje.
4. Distintas situaciones jurídicas o laborales.
5. Distinto nivel de dominio del español.
6. Diferentes planes de futuro.
7. Diferentes condiciones económicas de los participantes.
Dentro de la enseñanza del español como segunda lengua, que es el que nos ocupa, se van a
necesitar programas de español con fines generales (cursos de español para niños, jóvenes y
adultos no analfabetos, y cursos de lengua oral para los analfabetos en la lengua materna);
y programas de español con fines específicos (cursos de fines académicos —de español como
lengua de instrucción— para niños y jóvenes escolarizados y de fines laborales para adultos).
7. La segunda generación
Como señala Siguán (1992) la presencia de niños extranjeros conlleva una serie de
dificultades. Unas, derivadas del mismo hecho migratorio, otras de orden pedagógico:
Bibliografía