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RESUMEN
Laura Duimich
GETEP – CEHEPyC
UNComahue
Introducción
Los discursos acerca del postmodernismo o la postmodernidad han recibido críticas desde
diferentes perspectivas teóricas. El interés de nuestro trabajo está centrado en las críticas
realizadas por autores marxistas contemporáneos que toman distancia de los enfoques
postestructuralistas acerca de la ideología y que, además, intervienen en una controversia
más amplia relacionada con los discursos de la postmodernidad. Con relación al concepto
de ideología, Terry Eagleton señala que la “tesis del fin de las ideologías” desplegada en el
último cuarto del siglo XX, es una reedición de una primera “tesis del fin de las ideologías”
que surge en la Segunda Posguerra. Uno de sus principales representantes fue Daniel Bell,
quien además de proclamar el fin de las ideologías sostuvo que el nuevo escenario mundial
correspondía a una sociedad “postindustrial” (equivalente a lo que Friedric Jameson
caracteriza como capitalismo tardío, sustrato material del postmodernismo). En contra de
los argumentos de Bell, y como parte de su embestida contra el postmodernismo, Alex
Callinicos niega la existencia de una sociedad postindustrial: si esto es así, buena parte de la
crítica cultural contra el postmodernismo se vería reducida a una controversia meramente
discursiva.
Para abordar esta cuestión presentamos, en primer término, las lecturas acerca de la
postmodernidad realizadas por Jameson, Eagleton y Callinicos, contemplando diferencias y
continuidades en tres enfoques correspondientes a la tradición marxista. En segundo lugar,
nos detenemos en la “tesis del fin de las ideologías”, sostenida en buena parte del debate
intelectual de la segunda mitad del siglo XX y revisamos sus supuestos que parten de la
postulación de una sociedad postindustrial. La mirada crítica sobre la existencia de un
cambio de época que sostiene Callinicos pone en duda al mismo tiempo la existencia de la
postmodernidad más allá de una construcción discursiva.
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Si bien en su artículo de 1984 y el libro de 1991 se refiere a la lógica cultural del capitalismo tardío en
términos de “posmodernismo” (Jameson, 2012a), en una intervención posterior, realizada en 2010 y
publicada en formato libro en 2012, sostiene que hoy cambiaría el nombre a postmodernidad, pues su
“intención no era identificar un estilo artístico concreto –al que todavía podemos llamar ‘postmodernismo’-
sino describir todo un cambio cultural sistémico” (Jameson, 2012b: 20).
postmodernismo en la cultura –sea para venerarlo o vituperarlo– constituye en sí misma
un posicionamiento político respecto de la naturaleza del capitalismo tardío.
De acuerdo a Jameson, en las discusiones más antiguas acerca de la cultura era posible dar
cuenta de una cierta autonomía relativa de la esfera cultural, pero el capitalismo avanzado
ha destruido esa lógica. Y esta destrucción no implica su desaparición, por el contrario, la
disolución de la esfera autónoma provocó que la cultura ahora se expanda “a lo largo de
todo el dominio social, al punto que puede decirse que todo, en nuestra vida social (desde
el valor económico y el poder estatal, hasta las prácticas y la misma estructura psíquica), se
ha vuelto ‘cultural’ en algún modo original” (Jameson, 2012a:91). Aun más, llama la
atención acerca de la capacidad del capital multinacional para colonizar los que identifica
como reductos precapitalistas, tales como la naturaleza y el inconsciente. De allí que el
postmodernismo resulte una pauta cultural dominante, como norma hegemónica, y no sólo
un estilo.
En su libro Ilusiones del postmodernismo (2004), Terry Eagleton sostiene que la “palabra
postmodernismo remite generalmente a una forma de la cultura contemporánea, mientras
que el término postmodernidad alude a un período histórico específico” (2004: 11). La
postmodernidad se relaciona con cierto “estilo de pensamiento que desconfía de las
nociones clásicas de verdad, razón, identidad y objetividad, de la idea de progreso universal
o de emancipación, de las estructuras aisladas, de los grandes relatos o de los sistemas
definitivos de explicación” (2004:11). Este estilo de pensar, según la lectura de algunos
autores, se origina en un cambio histórico de Occidente, en una nueva fase del capitalismo y
por lo tanto el postmodernismo (la expresión cultural) no haría más que reflejar este
cambio de época. Mientras que el análisis de Jameson se centra especialmente en las
expresiones estéticas del postmodernismo, Eagleton hace hincapié en los aspectos que se
vinculan al pensamiento postmoderno, destacando tres doctrinas clave: el rechazo a la
noción (empirista) de representación, el escepticismo metodológico (que niega la verdad) y
la relación neonietzscheana entre racionalidad, intereses y poder (Eagleton, 2005:14).
Alex Callinicos da un paso más allá respecto de Eagleton y Jameson y argumenta en contra
de la visión que se impone en el clima intelectual a finales de la década de los años 1980
que se apresura a anunciar un cambio de época en la vida social. En su opinión, dicha tesis
es falsa. Es en ese contexto en que el término “postmodernismo” aparece repetidamente en
las discusiones teóricas, y por eso la “década de 1980 constituyó un momento estelar para
el posmodernismo” (2011: 35). Según Callinicos el postmodernismo representa la
convergencia de tres movimientos culturales diferentes: algunos cambios en el arte, que
reaccionaban contra el funcionalismo y la austeridad que valoraba el movimiento anterior;
el postestructuralismo francés (sobre todo los escritos de Gilles Deleuze, Jacques Derrida y
Michel Foucault); y el tercer aspecto que destaca es que el arte y la filosofía parecían dar
cuenta de cambios ocurridos en el mundo social.
En este sentido, las teorías de la sociedad postindustrial postuladas por Daniel Bell y Alan
Touraine parecían fundamentar esta percepción de cambio.2 Según Callinicos, “[e]l libro de
Lyotard, La condición postmoderna, publicado en 1979, goza de cierta posición decisiva en
las discusiones acerca del postmodernismo porque, precisamente, conjuga el arte
postmoderno, la filosofía postestructuralista y la teoría de la sociedad postindustrial. Quizá
esta totalidad tenga algunas fisuras, pero su aparente coherencia ha impresionado a
muchos” (2011:38). Como es sabido, el punto central de la posición de Lyotard es que
define a lo postmoderno por oposición a lo moderno, y las ciencias identificadas como tales
son las basadas en “grandes narrativas”, y entre éstas podemos ubicar las de, por caso, Karl
Marx. Lyotard es incrédulo respecto de los “metarrelatos”, y considera característica del
postmodernismo la negación de la existencia de un patrón general sobre el cual
fundamentar una concepción de una teoría verdadera o una sociedad justa, “claramente
vinculada con el pluralismo y antirrealismo, cuyos paladines son los posestructuralistas”
(Callinicos, 2011:38). Esta perspectiva se justifica en Lyotard en razón de la época
postindustrial y postmoderna, en la que la principal fuerza de producción es el saber.
En pocas palabras, la principal tesis de Callinicos en Contra el postmodernismo, es la
negación del postmodernismo a partir del rechazo de los discursos que postulan la
existencia de un mundo socialmente transformado, esto es, la sociedad postindustrial; la
negación de un arte postmoderno y la refutación de la filosofía postestructuralista. De
modo que no asistimos al nacimiento de una nueva era, sino que es una mera continuación
del capitalismo en su fase moderna. De todas formas, debemos hacer una salvedad, si bien
considera que las tesis del posestructuralismo son falsas, y que a fines del siglo XX no se
2 Callinicos señala que Bell y Riesman se disputan el haber inventado esta expresión a fines de los años 1950.
Véase Callinicos, 2011:248.
asiste a una nueva época postmoderna, Callinicos reconoce que no se debe descartar el
trabajo de Deleuze, Foucault y Derrida, puesto que algunas de sus visiones parciales
pueden considerarse un aporte. Por eso, tal como propone Eagleton, es menester trazar
una distinción entre “las teorías filosóficas desarrolladas entre las décadas de 1950 y 1970
y agrupadas luego bajo el título de ‘posestructuralismo’ de la apropiación que se hizo de
ellas durante los años ochenta para apoyar la tesis del surgimiento de una nueva era. Este
último desarrollo ha sido liderado por filósofos, críticos y teóricos sociales
estadounidenses, con ayuda de algunas figuras francesas, Lyotard y Baudrillard, quienes,
cuando se comparan con Deleuze, Derrida y Foucault, aparecen como meros epígonos del
posestructuralismo” (Callinicos, 2011:41). Finalmente, Callinicos señala que uno de los
principales problemas de las teorías posestructuralistas es que la negación de objetividad
al discurso y la negación del sujeto no permiten oponerse al poder al que se refieren, en
coincidencia con la posición de Eagleton a la que nos referimos anteriormente.
Comentarios finales
Sin despreciar el detallado análisis que Callinicos presenta acerca de por qué no podríamos
hablar de la existencia de una sociedad postindustrial –tema que dejamos a los
economistas políticos–, consideramos relevante sostener que su argumentación en contra
de la existencia de un correlato material con el postmodernismo que, de acuerdo a su
visión, tampoco existe, las indagaciones de autores como Eagleton y Jameson siguen siendo
pertinentes para comprender las lógicas culturales y dentro de ellas los fenómenos
ideológicos. En otras palabras, el postmodernismo existe como fenómeno -si se quiere-
independiente de una trama social específica descripta en términos “post”, y por lo tanto, es
un objeto de estudio perfectamente consistente. Recurriendo a la no muy afortunada
imagen arquitectónica de “base y superestructura”, es perfectamente posible que esta
última se transforme a ritmos diferentes respecto de la primera. Aun más, si tenemos en
cuenta la perspectiva del materialismo cultural que Eagleton y Jameson recuperan de
Raymond Williams y la Escuela de Birmingham, suena razonable que así sea, o dicho de
otro modo, no necesitamos esperar un cambio en las relaciones de producción, para
observar transformaciones en la esfera de la cultura y –dentro de esta- en la ideología.
Bibliografía