Esperemos que los tecnicismos legales y leyes obsoletas no obstruyan la
debida justicia en este caso, como la han obstruido en tantos casos en EEUU. Esperemos también que el juez tenga más pantalones (o saya) que toga, para que impere la justicia. Pedro Lyle usó un arma mortal, su puño entrenado para matar, contra un hombre de la tercera edad, el doble que la de él, que se retiraba sin presentar pelea, provocando que Juan Ricardo Hernández de 63 años muriera poco después. Pedro Lyle es un peligro para la comunidad donde se desenvuelva, si alguien como Hernández le hiciera un reclamo verbal, por la falta de agente del orden en ese momento, a un allegado que Lyle le profesara esos fuertes sentimientos, que tiene por el conductor infractor; sentimientos que provocaron en Lyle una mortal solidaridad.