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FUENTES DE LOS DERECHOS HUMANOS

LA CONSTITUCIÓN

“Las fuentes del derecho constitucional son los diversos modos o formas mediante
las cuales se crean o se originan las normas constitucionales, y que engloban tanto
los mecanismos o procedimientos de manifestación de las normas como los factores
sociopolíticos que determinan sus contenidos”.
Las fuentes del derecho constitucional son todas las causas, hechos y fenómenos
que lo generan, siendo las mismas las siguientes:

Las fuentes directas son las siguientes:

a) La Constitución: como el documento jurídico en el cual son expuestos de


manera orgánica los principios fundamentales del ordenamiento normativo,
es la más importante de las fuentes del derecho constitucional. En ella
solamente son sistematizados los preceptos básicos que prescriben las
normas de conducta social y de organización del poder.

Esas normas constitucionales, atendiendo a su carácter genérico y flexible,


son desarrolladas por la legislación reglamentaria con el propósito de prever
las soluciones y satisfacer las necesidades esencialmente variables de la
sociedad. Estas últimas complementan a la Constitución, aunque
normalmente no son fuentes del derecho constitucional.

b) Leyes institucionales: la materia constitucional, no se encuentra contenida


solamente en la Constitución, sino también en aquéllas leyes reglamentarias
que desarrollan aspectos sustantivos de la organización constitucional
genérica y por imposición del propio texto constitucional.

La legislación electoral, la regulación normativa de los partidos políticos y la


organización del poder judicial regulan principios y declaraciones contenidas
en el texto constitucional, abarcando aspectos fundamentales referentes a la
organización de la sociedad política y de las instituciones básicas.

LOS TRATADOS INTERNACIONALES

La Constitución Política de la República de Guatemala de 1985, como la mayoría


de Constituciones latinoamericanas, faculta para aprobar tratados, convenios o
cualquier arreglo internacional al Congreso de la República, según reza el artículo
171 inciso I) con mayoría simple (mitad más uno) de los diputados del total de
diputados que lo integran en aquellos instrumentos internacionales que:

a. afecten leyes vigentes para las que esta Constitución requiera la misma
mayoría de votos;
b. afecten el dominio de la Nación, establezcan la unión económica o política
de Centroamérica, ya sea parcial o total, o atribuyan o transfieran
competencias a organismos, instituciones o mecanismos creados dentro de
un ordenamiento jurídico comunitario concentrado para realizar objetivos
regionales y comunes en el ámbito sudamericano;
c. obliguen financieramente al Estado, en proporción que exceda al uno por
ciento del Presupuesto de Ingresos Ordinarios o cuando el monto de la
obligación sea indeterminado;
d. constituyan compromiso para someter cualquier asunto a decisión judicial o
arbitraje internacionales;
e. contengan cláusula general de arbitraje o de sometimiento a jurisdicción
internacional.

Adicionalmente, el artículo 172 señala que para aprobar antes de su ratificación


tratados, convenios o cualquier arreglo internacional, es necesario que:

a. se refieran al paso de ejércitos extranjeros por el territorio nacional o al


establecimiento temporal de las bases militares extranjeras; y
b. afecten o puedan afectar la seguridad del Estado o pongan fin a un estado
de guerra.

La aprobación requerirá mayoría calificada (2/3 partes) del total de diputados.

En cuanto a las relaciones con otros Estados el artículo 149 de la Constitución


establece: «(...) Guatemala normará sus relaciones con otros Estados, de
conformidad con los principios, reglas y prácticas internacionales con el propósito
de contribuir al mantenimiento de la paz y la libertad, al respeto y defensa de los
derechos humanos (…)»

Con relación al alcance de esta disposición constitucional cabe citar la opinión


consultiva emitida por la Corte de Constitucionalidad a solicitud del Presidente de la
República:

«(...) Esta Corte estima que las disposiciones convencionales de derecho


internacional deben interpretarse conforme a los principios pacta sunt servanda y
de buena fe, por lo que, salvo una confrontación abierta con el texto constitucional
interno, su intelección deberá hacerse del modo que más armonice con la finalidad
del instrumento que las contiene (...)» (Expediente 482-98, Gaceta
Jurisprudencial 59)

Es preciso notar que en Guatemala la celebración o ratificación de un tratado puede


estar sujeto a control previo de constitucionalidad, tal y como lo prevé el inciso e)
del artículo 272 de la Constitución; esta posibilidad permite que la Corte de
Constitucionalidad pueda pronunciarse al respecto. Los organismos del Estado,
previa aprobación o ratificación de un tratado, deberían solicitar opinión consultiva
a dicho Tribunal, tal como sucedió en el caso del Convenio 169 sobre Pueblos
Indígenas y Tribales en Países Independientes de la OIT.
Como se deduce de las disposiciones constitucionales mencionadas, la aprobación
de instrumentos internacionales corresponde al Congreso de la República, con
mayoría simple en unos casos y con mayoría calificada en otros. Ahora bien, con
respecto a tratados o convenios internacionales en materia de derechos humanos,
dado que la Constitución vigente no manifiesta que deban someterse a régimen
especial, bastará aplicar lo señalado por el artículo 171, inciso I) y aprobarlos con
mayoría simple.

El movimiento internacional de los derechos humanos se fortaleció con la


aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos por parte de la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Redactada
como “un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse”,
en la Declaración, por primera vez en la historia de la humanidad, se establecen
claramente los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales básicos
de los que todos los seres humanos deben gozar.

A lo largo de los años lo establecido en la Declaración ha sido ampliamente


aceptado como las normas fundamentales de derechos humanos que todos deben
respetar y proteger.

La Declaración Universal, junto con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos y sus dos protocolos facultativos, y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, forman la llamada “Carta Internacional de
Derechos Humanos”.

Una serie de tratados internacionales de derechos humanos y otros instrumentos


adoptados desde 1945 han conferido una base jurídica a los derechos humanos
inherentes y han desarrollado el conjunto de derechos humanos internacionales. En
el plano regional se han adoptado otros instrumentos que reflejan las
preocupaciones específicas en materia de derechos humanos de la respectiva
región, y en los que se establecen determinados mecanismos de protección.

La mayoría de los Estados también ha adoptado constituciones y otras leyes que


protegen formalmente los derechos humanos fundamentales. Si bien los tratados
internacionales y el derecho consuetudinario forman la columna vertebral del
derecho internacional de derechos humanos, otros instrumentos, como
declaraciones, directrices y principios adoptados en el plano internacional
contribuyen a su comprensión, aplicación y desarrollo. El respeto por los derechos
humanos requiere el establecimiento del estado de derecho en el plano nacional e
internacional.

El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que


los Estados deben respetar. Al pasar a ser partes en los tratados internacionales,
los Estados asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del derecho
internacional, de respetar, proteger y realizar los derechos humanos.
La obligación de respetarlos significa que los Estados deben abstenerse de interferir
en el disfrute de los derechos humanos, o de limitarlos. La obligación de protegerlos
exige que los Estados impidan los abusos de los derechos humanos contra
individuos y grupos. La obligación de realizarlos significa que los Estados deben
adoptar medidas positivas para facilitar el disfrute de los derechos humanos
básicos. A través de la ratificación de los tratados internacionales de derechos
humanos, los gobiernos se comprometen a adoptar medidas y leyes internas
compatibles con las obligaciones y deberes dimanantes de los tratados.

En caso de que los procedimientos judiciales nacionales no aborden los abusos


contra los derechos humanos, existen mecanismos y procedimientos en el plano
regional e internacional para presentar denuncias o comunicaciones individuales,
que ayudan a garantizar que las normas internacionales de derechos humanos sean
efectivamente respetadas, aplicadas y acatadas en el plano local.

LA LEGISLACIÓN INTERNA

Desde 1821 cuando se inició el período de vida independiente, hasta nuestros días,
el desarrollo constitucional de Guatemala visto desde nueve Constituciones que han
regido al Estado de Guatemala, denota en una primera aproximación poca
perdurabilidad de la mayoría de ellas, debido a frecuentes golpes de estado, largos
períodos de regímenes de facto y férreas dictaduras.

Siguiendo a los distinguidos constitucionalistas guatemaltecos, Edmundo Vásquez


Martínez y Jorge Mario García Laguardia, en el análisis de las últimas cuatro
constituciones guatemaltecas (1945, 1956, 1965 y 1985), en su obra Constitución
y Orden Democrático, se pueden observar algunas tendencias incorporadas a
éstas, que en mayor o menor medida recogen los principios del moderno
constitucionalismo surgido en América Latina después de la Segunda Guerra
Mundial.

Estas tendencias son:

1 Preocupación por la racionalización del poder


La participación de técnicos -en su mayoría abogados, economistas y
planificadores- en la elaboración de los textos constitucionales guatemaltecos, se
refleja en la concepción global de los documentos y especialmente en aspectos
como los recursos constitucionales, procesos de elaboración de las leyes,
organización administrativa, estructura de tribunales y disposiciones sobre
economía y hacienda pública.

2 Cambio en la filosofía general


A diferencia de la Constitución Liberal de 1879, de tendencia individualista, las
siguientes recogen la preocupación por la búsqueda de un estado de bienestar que
transforma al Estado en un agente activo de cambio. Así, la de 1945 declara
solemnemente en su artículo primero que «Guatemala es una República libre,
soberana e independiente, organizada con el fin primordial de asegurar a sus
habitantes el goce de la libertad, la cultura, el bienestar económico y la justicia
social»; más o menos en el mismo sentido se han pronunciado las posteriores.

3 Recepción del derecho internacional


Se logra una recepción de las normas del derecho internacional vinculado a cierto
nacionalismo, por ejemplo, al condenar la intervención y la guerra como
instrumentos de solución de conflictos; en la prohibición de monopolios; limitación
de ciertos derechos a los extranjeros en beneficio de nacionales; y en la
determinación del alcance de la soberanía, el mar y aire territoriales y la plataforma
continental.

4 Ampliación del catálogo de derechos individuales y constitucionalización de


los sociales
En cuanto a los derechos humanos se produce una aplicación en dos direcciones:
la primera, el desarrollo de las declaraciones individuales, que incluyen nuevos
derechos -el asilo, prohibición a discriminaciones y torturas, libre tránsito-,
declarando el carácter abierto de los catálogos que los contienen; y la segunda, la
constitucionalización de los derechos sociales, -educación, familia, seguridad social,
salud y asistencia, indigenismo-. Y con carácter específico, principios sobre
educación superior y reconocimiento expreso de la autonomía universitaria. Merece
especial mención el tratamiento que se da a la propiedad: de privilegio se transforma
en derecho sujeto a fuertes limitaciones en favor del interés social. De aquí surgen
disposiciones sobre reforma agraria, latifundios y en general problemas de la tierra.

5 Ampliación de la democracia y racionalización del aparato político


En esta dirección se encuentra el sufragio activo y pasivo y el reconocimiento de los
derechos políticos de las mujeres; la adopción de sistemas de representación
proporcional que sustituyen los sistemas mayoritarios y la creación de un régimen
electoral privativo encargado del control y organización de las elecciones. Mención
especial merece el proceso de constitucionalización del régimen de los partidos
políticos que son reconocidos y sujetos en la vida partidaria a estricta regulación.

6 Ocaso del laicismo


La jerarquía católica participa -algunas veces en lugar protagónico- en movimientos
de reacción a los nuevos textos, cobrándose el tratamiento que le otorgaron los
regímenes liberales. El precio que se hizo pagar fue la inclusión de preceptos
protectores de la iglesia en su régimen patrimonial, su reconocimiento legal y el
derecho a enseñar en sus propias escuelas y en las nacionales. También las
limitaciones a las iglesias para participar en la vida pública, se ven suprimidas en
diversas escalas.

7 Economía, hacienda, administración


Indistintamente se otorga categoría constitucional a múltiples disposiciones sobre
capital y trabajo: límites del intervencionismo del Estado, a quiénes corresponde la
propiedad de las fuentes naturales de energía y servicios públicos, los fines de la
actividad productiva, el control del comercio interior y exterior, fomento de
actividades agrícolas e industriales, explotación de recursos naturales,
conservación de las riquezas, prohibición de monopolios, fomento de cooperativas,
regulación de actividades protectoras de la población. Títulos completos se dedican
al régimen hacendario, al presupuesto y a la contraloría general de cuentas.

Capítulo aparte merecen las disposiciones sobre servicio civil y regulación de las
entidades autónomas. Se percibe una tendencia a proteger la autonomía municipal
frente al gobierno central, propiciando su autarquía financiera y una organización
más democrática e integradora en relación a las elecciones populares.

8 Justicia constitucional
Posiblemente la aportación específica del constitucionalismo en la segunda
posguerra, sea el desarrollo de sistemas de garantía que tratan de hacer eficaces
las disposiciones constitucionales guatemaltecas. La protección procesal de los
derechos humanos y una ininterrumpida tecnificación de los sistemas de justicia
constitucional son características de las últimas reformas constitucionales y de los
nuevos textos aprobados, hasta llegar a la creación de la Corte de
Constitucionalidad.

9 Semiparlamentarismo y preponderancia presidencial


Se atribuye al Legislativo el poder de interpelación a los Ministros y votos de censura
con diversos matices. Básicamente se trata de imponer limitaciones al
«elefantiásico» poder presidencial, pero éstas se han quedado en declaraciones de
carácter literario sin aplicación efectiva. Tales experiencias de
semiparlamentarismo, aparte de carecer de viabilidad política, fueron estructuradas
en forma contradictoria con los principios esenciales del sistema; sólo cabe pensar
que son forma de aparentar una limitación del poder personal de los presidentes
dentro de un progreso democrático, pero en realidad son letra muerta.

Por el contrario, una tendencia paralela -y al parecer contradictoria- se orienta a la


sanción del régimen de preponderancia presidencial que atribuye poderes muy
amplios al poder ejecutivo que se manifiesta en iniciativa y en algunos casos en
delegación legislativa; poder reglamentario discrecional; veto presidencial; libre
nombramiento de funcionarios; mandatos unificados y elección directa en sufragio
universal. Especial mención merecen las facultades extraordinarias otorgadas al
ejecutivo en situaciones de emergencia -liberalmente calificadas- que dejan en
suspenso bloques importantes del articulado constitucional, y en la práctica llegan
a constituirse en la norma y no en la excepción.

EL DERECHO CONSUETUDINARIO O NO ESCRITO

Para el caso específico del derecho consuetudinario de los pueblos originarios, se


trata de un conjunto normativo oral o escrito, aplicable en el seno del conjunto social
que esos pueblos integran.
Una de las más relevantes preocupaciones de la actual coyuntura política la
constituye la reforma del Artículo 203 constitucional, propuesta para extender un
reconocimiento de Estado al derecho consuetudinario de los pueblos originarios que
ocupan desde hace siglos nuestro territorio.

Se dice que tal reforma podría resultar en una especie de “paralelismo jurídico” con
serias e inesperadas consecuencias para la convivencia pacífica de nuestra
colectividad nacional. Tal argumento me parece extremo y poco fundamentado,
pues se trata de un derecho consuetudinario que nunca ha dejado de aplicarse
desde antes y después de la conquista, durante la colonia y la vida independiente
de nuestro país y que nunca ha estado ni estará, ni se pretende que esté, paralelo
al marco jurídico fundamental establecido en la Constitución Política de la
República.

En verdad, es innegable que en nuestro marco jurídico vigente conviven múltiples


“paralelismos” jurídicos, que al igual que ocurre con el derecho consuetudinario,
norman materias específicas diferenciadas entre sí, siempre en el marco de la
primacía de los principios constitucionales. Algunos de estos “paralelismos” están
dados en forma de códigos, tales como el Civil, de Trabajo, de Comercio que, como
se ve, contienen normas aplicables específicamente al ámbito de la realidad para la
que fueron creados, aplicables a las personas naturales y jurídicas que tienen que
ver con la materia específica que estos instrumentos legales norman. Hay otros
más, el conjunto de leyes financieras, por ejemplo, que rigen esa materia específica
y otras que sería largo enunciar, y que no pueden considerarse como una sola ley
para todo mundo, sino específica para aquellos que tienen actuaciones en el marco
de las normas que rigen determinada actividad. A nadie se la ha ocurrido que tales
“paralelismos” eludan, evadan o tergiversen el contenido de los preceptos
fundamentales de nuestro pacto social, contenido ni más ni menos que en nuestra
Constitución Política.

Para el caso específico del derecho consuetudinario de los pueblos originarios, se


trata de un conjunto normativo oral o escrito, aplicable en el seno del conjunto social
que esos pueblos integran; y, siempre, bajo el respeto absoluto de las normas
constitucionales, válidas y de observancia obligatoria para todo el conjunto social.

No pretendamos ignorar que en nuestro territorio florecieron sociedades de


diferentes formas culturales, más de mil años atrás, con una visión del mundo,
idioma, vestido, religión y otras características que siguen vigentes más de 500 años
después de la conquista y que entre estas características diferenciadas
indudablemente se encuentra el desarrollo normativo en la forma de derecho
consuetudinario, regido por la costumbre, los principios y las creencias.

Tampoco ignoramos que los pueblos originarios de América Central y México, y


particularmente los habitantes del territorio guatemalteco, han mostrado una
indomable resistencia a la cultura occidental y han mantenido sus principales
características y formas culturales, entre ellas, el idioma, sus creencias y sus
normas consuetudinarias, las que continúan aplicando sin mayores limitaciones.
DERECHO JUDICIAL

El desarrollo constitucional de un país también se puede analizar por medio del


desenvolvimiento de la llamada justicia constitucional que adquiere especial
importancia en el Estado moderno, como el medio para lograr la plena vigencia de
las normas contenidas en las leyes fundamentales de un Estado.

El ámbito de competencias de la justicia constitucional comprende:


a. la protección de los derechos fundamentales, cuya violación activa la
garantía constitucional por excelencia: el proceso de amparo;
b. el control de constitucionalidad de las leyes, reglamentos y disposiciones de
carácter general y en casos concretos;
c. el recurso de Hábeas Corpus o Exhibición Personal, para proteger la libertad
personal, tal como el trato digno en caso de una privación de la libertad en el
marco de la ley.

Como consecuencia de las reformas realizadas en 1921 y en 1927 a la Constitución


de 1879, el control de constitucionalidad de las leyes que se inició en Guatemala
con carácter difuso o descentralizado, facultó al Poder Judicial a ejercerlo.

En el artículo 85 de la reforma de 1927, se señala como potestad de la Corte


Suprema de Justicia que, al dictar sentencia pueda declarar la inaplicabilidad de
una ley por ser contraria a la Constitución; y se confirió la atribución a los tribunales
de segunda instancia y jueces letrados de primera, que sólo podían hacer efectiva
la inaplicación en casos concretos y en las resoluciones que dictaran.

Esta norma se mantuvo hasta que la referida Constitución perdió vigencia luego de
entrar en vigor la de 1945, que reguló y limitó esta facultad, únicamente en
sentencia.

La Constitución de 1956 mantuvo el control difuso de constitucionalidad, pero


introdujo dos variantes: la primera es la facultad que se confiere a las partes
interesadas de pedir, en casos concretos, la declaratoria de inconstitucionalidad de
una norma; y la segunda, la limitación a los tribunales a declarar la
inconstitucionalidad únicamente en sentencia.

Cuando la Constitución de 1965 fue promulgada, se estableció un tribunal


concentrado para ejercer el control de constitucionalidad de las leyes. Se creó la
Corte de Constitucionalidad que se integraba en forma extraordinaria, cuando un
caso lo ameritara.

El control de constitucionalidad instaurado en esta Constitución dispuso un sistema


mixto. De esta manera se mantenía el control difuso de la constitucionalidad de las
leyes, facultándose a las partes para promover la inaplicación de una norma
contraria a la ley fundamental.
Si bien este sistema estableció un órgano especializado con competencia para
ejercer en forma concentrada el control de constitucionalidad, no logró el objetivo
esperado, ya que durante sus casi veinte años de vigencia sólo se interpusieron
cinco acciones de inconstitucionalidad, de las cuales dos fueron rechazadas de
plano y dos declaradas sin lugar. El único caso que prosperó fue promovido por el
Ministerio Público por disposición del Presidente de la República.

La Constitución Política de 1985, actualmente en vigencia, como norma suprema


del ordenamiento jurídico, establece los derechos y libertades que les son
reconocidos a los habitantes de un Estado y regula lo referente a la organización y
el funcionamiento de éste, establece los órganos que han de integrarlo, así como la
función esencial de cada uno de ellos. Para garantizar su supremacía, esta
Constitución fue revestida de una serie de mecanismos de protección que aseguran
su vigencia. Así, dentro de su normativa se prevé expresamente que, cualquier otra
disposición ordinaria o legal que la contradiga será nula ipso jure. Sin embargo, es
imprescindible la declaratoria de inconstitucionalidad de una norma para que se
logre la nulidad del precepto lesivo a la Constitución.

De ahí la necesidad de facultar a determinados tribunales con la potestad de


declarar la inaplicación de preceptos contrarios a la ley fundamental, y también de
revestir a otros como «legisladores negativos» para eliminar del ordenamiento
jurídico aquellas disposiciones que lesionen la ley fundamental. A la fecha, en
Guatemala, el control de constitucionalidad de las leyes se ejerce manteniendo un
sistema mixto, en el cual coexisten el concentrado y el difuso.

El sistema concentrado, según se desprende de los artículos 267 y 268 de la


Constitución, reside en un órgano especializado -La Corte de Constitucionalidad-
que ejerce el control de constitucionalidad con carácter general; sus sentencias
poseen carácter erga omnes. Actúa como legislador negativo, expulsando del
ordenamiento jurídico la norma que a su juicio es lesiva a la ley suprema.

En cambio, el sistema difuso, atribuye a todos los jueces, desde primera instancia
hasta casación, la facultad para declarar en un proceso concreto la inaplicabilidad
de las disposiciones legales secundarias contrarias a la Constitución, con efectos
sólo para las partes que han intervenido en la controversia (Artículo 266 de la
Constitución). En cuanto al control de constitucionalidad difuso, merece la pena
acotar que la legislación guatemalteca no prevé la denominada «consulta judicial»,
«duda de inconstitucionalidad» o «cuestión de inconstitucionalidad».

Así se conoce en las diferentes legislaciones el planteamiento que el juez ordinario


presenta al Tribunal Constitucional ante la situación de considerar contraria a la ley
fundamental una norma inferior, siempre que esta contradicción no resulte clara y
amerite la opinión del Tribunal Superior. Por tal razón, el juez que considere que
una norma es contraria a la ley fundamental deberá, de conformidad con el mandato
del artículo 204 de la Constitución, declarar inaplicable la norma inferior, bajo su
propia responsabilidad.
El control de constitucionalidad de las leyes, en Guatemala, se realiza por medio de
la inconstitucionalidad de leyes en casos concretos e inconstitucionalidad de leyes
de carácter general.

La constitucionalista guatemalteca Aylín Ordóñez, se refiere a la


inconstitucionalidad en casos concretos como «un instrumento jurídico procesal que
tiene por objeto garantizar la adecuación de las leyes a la Constitución, mantener la
preeminencia de ésta sobre toda otra norma, orientar la selección adecuada de
normas aplicables a los casos concretos, impidiendo la aplicación de normas legales
no concordes con los preceptos constitucionales».

La inconstitucionalidad en caso concreto tiene carácter prejudicial debido a que es


necesario decidir esta cuestión antes de las discutidas en el proceso principal, dado
que la resolución que recaiga sobre ella en el proceso constitucional debe tenerse
en cuenta en la resolución de las cuestiones debatidas en el asunto principal.

ASPECTOS NORMATIVOS EN LA CONSTITUCIONALIZACIÓN DE


LOS DERECHOS HUMANOS

LENGUAJE NORMATIVO

Un aspecto que en los últimos años ha adquirido relevancia en el trabajo del


Parlamento es la tendencia, cada vez más notaria, a buscar la claridad en las
normas, a fin de que puedan ser entendidas y, por consiguiente, aceptadas por la
ciudadanía.

Sin embargo, es preciso referir que no solo el Poder Legislativo emite normas
jurídicas que se aplican a toda la colectividad sino que —sobre la base del carácter
unitario que tiene el Estado— otras instituciones en distinto y menor grado también
las aprueban.

De ahí la importancia de que los operadores jurídicos del entorno estatal, que
son quienes proponen y aprueban las normas, concentren sus esfuerzos en
procurar que sean emitidas de modo tal que se genere en la colectividad un mismo
entendimiento.

Lenguaje y Norma
En realidad el derecho, en los sistemas romanos y germánicos como el peruano, se
encarna principalmente en textos normativos. Tan es así que, hoy por hoy, no es
posible entender la existencia de una norma si es que no ha sido publicada.

En consecuencia, en tanto elemento constitutivo del derecho no es posible referirse


a la norma sin tener en cuenta la existencia de un texto y, por lo tanto, la textualidad
es un componente inexcusable de cada una de las disposiciones normativas.
Texto y Disposición Normativa
Existen diferentes tipos de textos lingüísticos según el objeto de conocimiento que
se pretenda dar a conocer. Así, el lenguaje de la física es diferente al de la química;
el de la historia al de la filosofía; el de la literatura al de la lingüística; el de la
cibernética al de las matemáticas, etc. y todos ellos, en conjunto, distintos entre sí,
son también diferentes al lenguaje ordinario y, no obstante ello, no pueden
prescindir de él.

Así, pues, que la norma legal, para ser tal, deba estar ineludiblemente unida a un
texto es una verdad incontrovertible; pero que el texto normativo sea una expresión
del lenguaje común es, por lo menos, discutible. Nadie podría afirmar que el
lenguaje común es utilizado como tal, sin ninguna variante para su conformación
como texto normativo.

CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE NORMATIVO

Ambigüedad

El lenguaje normativo adolece de las carencias propias del lenguaje ordinario: su


texto es ambiguo y, en consecuencia, impreciso; su significación depende del
contexto y de adecuación a las circunstancias; y, como consecuencia de ello, sus
enunciados pueden tener sentidos distintos y por ello existen, necesariamente,
diversos métodos para su interpretación.

Variación de campo semántico

Pero aun cuando no pueda prescindir del lenguaje ordinario, desde otro punto de
vista, la modalidad normativa de su uso solo se puede articular mediante otras
reglas que le dan identidad. Así, por ejemplo, la palabra “robo” en el lenguaje
coloquial significa ‘apoderarse de algo ajeno’. En cambio, en el lenguaje normativo
su semántica es distinta porque se opone a “hurto” diferenciándose de él por poseer
un rasgo distintivo: ‘acción con violencia’. De este modo queda evidenciada la
necesaria variación semántica de los vocablos de base para obtener un significado
que sea propiamente normativo.

Ello permite la identificación del significado normativo y su diferenciación del


lenguaje coloquial. Más aun, en el ámbito propio de las normas dicha identidad
permite, a su vez, conformar redes semánticas por la vía de la diferenciación de
otros significados, también normativos, constituyendo así lo que se denomina
un campo normativo.

Origen

Otra de las características del lenguaje normativo, que lo distingue del


coloquial, está dada por su origen. Los proyectos de ley y de resolución legislativa,
por ejemplo, no pueden ser generados sino por el Parlamento; salvo que haya, para
la primera instancia, delegación de facultades, en cuyo caso el Poder Ejecutivo
emite decretos legislativos.

A su vez, los decretos de urgencia solo pueden ser dados por el Poder Ejecutivo, lo
mismo que los decretos supremos, entre otros. Asimismo, los gobiernos regionales
y locales también tienen, en el marco de su competencia, capacidad jurídica para
dictar normas con carácter obligatorio y fuerza vinculante para su comunidad.

Todos estos casos, se encuentran regulados, ya sea constitucional o legalmente.


Es decir, a diferencia del lenguaje coloquial, el lenguaje normativo solo puede ser
generado por ente competente cuyas atribuciones consten en la Constitución y las
leyes.

Coercitividad

Las normas poseen carácter obligatorio. Es decir, su cumplimiento no se discute.


Más aun el incumplimiento o violación de las normas pueden dar lugar a la sanción
correspondiente.

Sin embargo, aun cuando este criterio no alcance a las normas declarativas, se
entiende que las normas, en general, se articulan en razón de la relación condición-
consecuencia y al invocarse la norma, dada una condición, ello debe conducir al
cumplimiento o aplicación de la consecuencia prevista.

LA REDACCIÓN DE LAS NORMAS LEGALES Y TÉCNICA LEGISLATIVA

En razón de las características antes referidas, el Derecho ha reservado —


mediante una disciplina jurídica denominada Técnica Legislativa— una serie de
criterios e instrumentos para que en el contenido, estructura y forma de las leyes
se procure una mejor calidad; y, para ello, asimismo, se han planteado
doctrinariamente diversos criterios de redacción aplicables, incluso, a cualquier
fuente normativa.

Claridad

Mucha gente se queja de la dificultad de entender los textos legales y propone un


manejo del lenguaje normativo más cercano al lenguaje ordinario, cotidiano; en
suma pide un lenguaje más claro, más entendible. Y esta actitud surge del hecho
de que el ciudadano, al enfrentar el texto normativo, se siente lejano a él, no lo
conoce, no lo puede interpretar. Esta tensión entre la demanda de mayor claridad y
la aceptación del propio desconocimiento trae como consecuencia dos
posibilidades: el querer conocer de qué trata el derecho o el depósito de confianza
en quien se cree que sí sabe: el abogado. En su caso, el usuario del derecho busca
claridad por sí mismo o per interpósita persona.
Pero en uno u otro caso ¿de qué claridad estamos hablando? ¿Puede el lenguaje
normativo ser expresado más claramente mediante el lenguaje coloquial sin afectar
la naturaleza de las instituciones o procedimientos normativos? ¿Pueden acaso
construirse y expresarse claramente instituciones o procedimientos legales con solo
los recursos del lenguaje ordinario? En suma ¿de qué depende la claridad del
lenguaje normativo …. ?

En primer lugar —como ya se ha manifestado— hay algo que es común a ambas


modalidades de uso del lenguaje: la ambigüedad. Esta característica se ha
considerado negativa para el entendimiento de las normas legales y
constantemente se ha reclamado la necesidad de precisar sus contenidos para
permitir un entendimiento unívoco.

Diversos han sido los métodos de interpretación para intentar el logro de la


univocidad pero, más que el significado único, lo que se ha obtenido es un
significado deducido de reglas lógico-formales que no siempre han sido aplicadas
con propiedad. Más aun, para superar la ausencia de posibilidad interpretativa, se
han establecido diversos criterios de integración para evitar lagunas o vacío legales.

En ninguno de estos casos se ha logrado superar de manera definitiva la


problemática ambigüedad y hoy se intentan nuevas formas de acercamiento tanto
para la elaboración como para el adecuado entendimiento de las normas, las cuales
van desde la técnica legislativa hasta las técnicas de argumentación jurídica que ya
no se reducen a los meros criterios lógico-formales sino que exigen evidencia para
la obtención de conclusiones presuntamente generales.

En realidad, enfrentar la ambigüedad es un intento de reducir lo más posible el


campo semántico de la norma para dotarla de un sentido claro y pertinente. Es este
intento de reducción el que produce una mayor claridad cuando se procura elaborar
una propuesta normativa o entender una norma.

Y ello es así, porque en ese proceso de reducción de la ambigüedad se introducen


o surgen rasgos semánticos que permiten una visión más circunscrita y, por lo tanto,
de un grado de precisión mayor.

Concomitantemente a ello, el afán de precisar el contenido de la norma o de una


propuesta normativa, con miras a la obtención de una versión clara de su texto,
supone dejar de lado la sobreinformación.

Esta, que ha sido considerada como uno de los defectos más visibles de la
redacción de disposiciones legales, se ha visto nuevamente incrementada. Hay
muchos textos normativos en los que se presentan argumentos, definiciones
innecesarias, rotulaciones que inducen a error. A ello se añade el hecho de que en
muchos casos hay especificaciones innecesarias. En síntesis, la sobreinformación
da origen a un desgaste innecesario de esfuerzos para entender el texto normativo.
Es por ello que —para reducir la ambigüedad o evitar la sobreinformación— se hace
necesaria la utilización de tres recursos: la construcción sobria, la unidad
terminológica y la coherencia. La primera para registrar solo la información
necesaria; la segunda, para consolidar el tratamiento de las instituciones
jurídicas; y la última para evitar las contradicciones en el texto normativo. Con ello
la claridad se vería favorecida.

La construcción sobria

Para la redacción de cualquier texto lingüístico se requiere de un uso competente


de los recursos de construcción; específicamente, de una destreza en el manejo del
estilo; es decir, de una manera de componer las oraciones y los textos que ofrezca
la menor dificultad. Y como la norma no conlleva argumentación alguna, sino que
dispone una manera de comportarse y sus respectivas consecuencias, el estilo
que le es más adecuado es el estilo directo: frases cortas y puntos seguidos.

Asimismo, este estilo posibilita un lenguaje preciso, ya que las frases cortas
implican la utilización del menor número de vocablos necesarios para conformar
la frase u oración en tanto unidades que deberán ser separadas por el punto
seguido. Complementariamente, la concatenación de oraciones tendrá como
objetivo la redacción de la norma en su totalidad.

Asimismo, como todo texto debe manifestar el modo y el tiempo propio de la norma
así como los sujetos relacionados con ella, ya es un dato constatado que la norma
deba ser redactada, principalmente, en modo indicativo y en el tiempo presente; y,
asimismo, que el género del texto normativo sea el masculino y el número el
singular.

La unidad terminológica

El derecho posee una terminología propia y distinta; propia por lo que lo identifica y
distinta porque lo diferencia tanto de otras terminología o lenguajes especializados
como del lenguaje coloquial.

La característica especial del lenguaje normativo es la existencia de dos tipos


de unidades léxicas: las simples que dan razón de institutos jurídicos como, por
ejemplo, “robo”, “hurto”; prórroga, adición, modificación, sustitución; prohibición,
excepción; alquiler, concesión, transferencia; derogación, vigencia; tráfico o
tránsito, etc. Y así mismo, de terminología compleja como “requisitos de
admisibilidad”; “requisitos de procedibilidad”; “cuestión previa”, “cuestión de orden”,
“moción de orden del día”, “acusación constitucional”, etc.

Estas instituciones jurídicas son tipificadas mediante un sistema de rasgos o


características constitutivas de orden semántico que las identifican como tales; y
ello hace que la terminología, simple o compleja, que las manifiesta deba ser usada
de modo consistente.
En el lenguaje normativo el principio de unidad terminológica se aplica en razón de
la identidad del instituto jurídico que es manifestado sea en una propuesta, sea en
un texto normativo ya aprobado.

Ordenamiento lógico

Redactar los artículos y relacionarlos para su ordenamiento requiere del uso de


criterios lógicos. Sin embargo, un tratamiento lógico de los elementos de una
propuesta normativa no solo es un asunto relacionado con la aplicación de reglas
lógicas tales como la diferencia entre lo general y lo particular; lo genérico y
lo específico; lo individual y lo colectivo; lo subjetivo y lo objetivo; lo sustancial y lo
accidental; etc. sino, también, de criterios de lógica matemática como la exclusión,
la inclusión, la unión y la intersección, entre otros.

Sin embargo, estas categorías lógicas, siendo necesarias no son suficientes. Hay
también otros criterios normativos de los cuales hay necesidad de aplicación; por
ejemplo, los que tienen que ver con la permanencia o transitoriedad de las normas.
Así, los textos relacionados con disposiciones sustantivas, complementarias o
transitorias —en razón de su permanencia o transitoriedad— hacen necesaria la
ubicación coherente de las normas en un lugar y no en otro del texto normativo.

APRECIACIÓN FINAL

La existencia de un lenguaje normativo es característica de los sistemas jurídicos


romano germánicos, como el peruano, en los que la norma escrita es la principal
fuente de Derecho.

A diferencia del lenguaje coloquial, el lenguaje normativo se distingue por


determinados elementos que lo caracterizan, tales como la coercitividad y el
carácter vinculante, entre otros. Por ello, es indispensable que, en lo posible, no
genere ambigüedad, sino, por el contrario, sea diseñado —en estructura, contenido
y forma— bajo las reglas y directrices de la Técnica Legislativa, disciplina jurídica
que tiene por finalidad que las normas jurídicas —emitidas primordialmente por los
operadores jurídicos del entorno estatal— sean claras y precisas, de forma tal que
generen en las personas y en la colectividad un mismo entendimiento.

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