1. ORDENANZAS, REGLAMENTOS Y BANDOS. 2. PROCEDIMIENTO DE ELABORACIÓN Y APROBACIÓN
1.LA POTESTAD REGLAMENTARIA.
Concepto. Se llama potestad reglamentaria al poder en virtud del cual las Administraciones públicas dictan reglamentos. Es por tanto la potestad (o poder), más grave y necesitada de mayor profundidad al ser ejercida, pues implica la participación en la formación del ordenamiento legal. Titularidad de la potestad reglamentaria. En nuestro Derecho, el art. 97 CE confiere la potestad reglamentaria, genérica y expresamente al Gobierno. En el mismo sentido se pronuncia el art. 21.1 de la Ley 50/1997, de 27 de noviembre del Gobierno. Esta misma Ley, en su art. 4.1 b) señala que los Ministros ejercen la potestad reglamentaria “en las materias propias de su departamento”. El art. 153 c) CE reconocen implícitamente la potestad reglamentaria a las Comunidades Autónomas, al establecer que: “El control de la actividad de los órganos de las Comunidades Autónomas se ejercerá: c) Por la jurisdicción contencioso-administrativa, el de su administración autónoma y sus normas reglamentarias”. Los arts. 140 y 141 de la CE y art. 4 de la Ley 7/1985, otorga la potestad reglamentaria a los Plenos de los Ayuntamientos y a las Diputaciones provinciales (en lo que se refiere a ordenanzas y reglamentos) y a los Alcaldes (para dictar Bandos). En cuanto a los Entes Institucionales y Organismos autónomos, se rigen por las leyes que les son propias. La doctrina considera que los Entes Locales están dotados de una POTESTAD REGLAMENTARIA de carácter secundario, no ORIGINARIO, como la Estatal o la autonómica y que las Ordenanzas y Reglamentos locales son verdaderas fuentes del Derecho. Innovan el ordenamiento jurídico y tienen la misma naturaleza jurídica q los reglamentos estatales o autonómicos. La Potestad normativa de los EL es una manifestación de la AUTONOMÍA LOCAL, la Facultad para dictar, dentro del ámbito de sus competencias, normas jurídicas reconocidas e incorporadas como propias por el ordenamiento general. Fundamento de la potestad reglamentaria. Como justificación de esta potestad, Garrido Falla señala las siguientes razones: La Cámaras legislativas son órganos políticos y no técnicos, lo que les dificulta la tarea de confeccionar reglamentos, dado que estos tienen que regular actividades concretas y especializadas. La gran movilidad de las normas administrativas exige que éstas no tengan rango de ley, para su derogación o sustitución de forma rápida. La amplia esfera discrecional del Poder ejecutivo, que hace aconsejable que la propia Administración se autolimite dictando reglamentos. La oportunidad de atribuir determinadas materias al Poder ejecutivo, puesto que el legislativo no puede preverlo todo. Límites a la potestad reglamentaria. El primer límite para la aprobación válida de un reglamento es que el órgano que lo dicta tenga competencia para ello. Límites materiales de la potestad reglamentaria son también las materias no administrativizadas, entre las que tradicionalmente se incluye la materia civil, penal, procesal, aunque haya ejemplos de reglamentos de algunas de ellas. (arrendamientos rústicos, registro civil, etc.). Otro límite de la potestad reglamentaria son las condiciones que limitan en general el ejercicio de las potestades de la Administración, como la adecuación a los hechos que se trata de regular y el respeto a los principios generales del derecho. Un último límite o condición del ejercicio de la potestad reglamentaria viene dado por la necesidad de observar el procedimiento en cada caso establecido. Titulares de la potestad reglamentaria.
A. En la Administración General del Estado.
El Gobierno aprueba Reales Decretos. Las Comisiones Delegadas del Gobierno: Órdenes Acordadas por las Comisiones Delegadas del Gobierno. Los Ministros: Órdenes Ministeriales. Las autoridades y los órganos inferiores (Secretarías de Estado, Subsecretarías, Directores Generales): Resoluciones, circulares, instrucciones.
B. En las Comunidades Autónomas.
Se articula de modo similar que en el Estado.
Las normas que sean consecuencia del ejercicio de la potestad reglamentaria se ajustan a la siguiente jerarquía: 1. Decretos del Consell. 2. Decretos del President. 3. Ordenes de las Comisiones Delegadas de las Consellerias. 4. Ordenes de Consellerias. 5. Disposiciones de órganos inferiores por el orden de su jerarquía. Las disposiciones y resoluciones que adopten la forma de Decreto se publicaran en el Diari Oficial de la Comunitat Valenciana.
C. Reglamentos de las Entidades locales.
La Constitución Española (CE, 1978), contiene en su Título VIII, la Organización Territorial
del Estado, el cual dispone el listado de competencias que son exclusivas de éste, y las que las Comunidades Autónomas, en base a una ley marco, han ido asumiendo a lo largo del tiempo. Respecto a las entidades locales la Constitución guarda silencio, quedando definidas de forma básica en la Ley 7/1985, de Bases de Régimen Local (LBRL). Si bien se indica que la organización territorial del Estado se distribuye en municipios (la entidad básica dentro de la organización) provincias y Comunidades Autónomas, teniendo todas ellas autonomía para la gestión de sus respectivos intereses, el artículo 139 CE sujeta esta autonomía a un principio de igualdad entre los ciudadanos de todo el ámbito territorial, al indicar que: “Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado”. En suma, cabría realizar las siguientes conclusiones respecto del ejercicio de la potestad reglamentaria municipal: 1. Ésta, debiera interpretarse bajo un principio de proximidad en la prestación de servicios y satisfacción de necesidades dentro de dicho ámbito, basado en las diferentes necesidades que tenga un municipio, en función de sus características y particularidades históricas, demográficas, económicas, sociales, climatológicas, entre otras. 2. Es evidente que la autonomía otorgada constitucional y comunitariamente (por medio de la CEAL), junto con la actual tendencia en España a considerar la aplicación de una vinculación negativa de la potestad reglamentaria local con la Ley, hacen dotar a los municipios de un margen amplio para reglamentar, por medio de ordenanzas, todas aquellas cuestiones que les correspondan: i) Dentro de sus límites competenciales; o bien ii) Si las Administraciones competentes superiores no hubiesen regulado al respecto, cabría la posibilidad que el municipio lo hiciera, siempre considerando no invadir campos que únicamente pueden ser regulados, como mínimo de forma básica, por el Estado y las Comunidades Autónomas. De hecho, la normativa ya prevé que las Ordenanzas y Reglamentos que contradijeran otras de superior jerarquía, serán ineficaces. 3. En todo caso, al ejercer la potestad reglamentaria, en la dictación de ordenanzas no podrían establecerse criterios manifiestamente quebrantadores del principio de igualdad entre los ciudadanos, así como tampoco vulnerar intereses supra locales o afectar ilegalmente en contenido[22] o en procedimiento los derechos subjetivos (es decir, que ello supusiera afectar el núcleo esencial de los derechos y obligaciones de éstos, penetrando en los ámbitos donde las reglas deban ser necesariamente uniformes en todo el Estado). Tampoco cabe la imposición de obligaciones sin cobertura legal, fuera del alcance competencial de los municipios[23]. b) Sobre la potestad sancionadora ejercida por los entes locales. Alcance y límites. Por lo que respecta a las competencias que ostentan los municipios para ejercer la potestad sancionadora (reconocida en el artículo 4.1f) de la LBRL) y prever, dentro de las ordenanzas, un cuadro de infracciones y sanciones, la cuestión no resultó pacífica hasta la dictación de la Sentencia del Tribunal Constitucional 132/2001[24], que por su importancia y su carácter ilustrativo, destacamos el siguiente extracto: “(…) la exigencia de ley para la tipificación de infracciones y sanciones ha de ser flexible en materias donde, por estar presente el interés local, existe un amplio campo para la regulación municipal y siempre que la regulación local la apruebe el Pleno del Ayuntamiento. Esta flexibilidad no sirve, con todo, para excluir de forma tajante la exigencia de ley. Y ello porque la mera atribución por ley de competencias a los Municipios (…) no contiene en sí la autorización para que cada municipio tipifique por completo y según su propio criterio las infracciones y sanciones administrativas en aquellas materias atribuidas a su competencia. No hay correspondencia, por tanto, entre la facultad de regulación de un ámbito material de interés local y el poder para establecer cuándo y cómo el incumplimiento de una obligación impuesta por Ordenanza Municipal puede o debe ser castigada. La flexibilidad alcanza al punto de no ser exigible una definición de cada tipo de ilícito y sanción en la ley, pero no permite inhibición del legislador.” “Del artículo 25.1CE [principio de legalidad] derivan dos exigencias mínimas (…). En primer término, y por lo que se refiere a la tipificación de infracciones, corresponde a la Ley la fijación de los criterios mínimos de antijuridicidad conforme a los cuales cada Ayuntamiento puede establecer tipos de infracciones; no se trata de la definición de tipos – ni siquiera de la fijación de tipos genéricos de infracciones luego completables por medio de Ordenanza Municipal- sino de criterios que orienten y condicionen la valoración de cada municipio a la hora de establecer los tipos de infracción. En segundo lugar, y por lo que se refiere a sanciones, del artículo 25.1 CE deriva la exigencia, al menos, de que la ley reguladora de cada materia establezca las clases de sanciones que pueden establecer las ordenanzas municipales; tampoco se exige aquí que la ley establezca una clase específica de sanción para cada grupo de ilícitos, sino una relación de las posibles sanciones que cada Ordenanza Municipal puede predeterminar en función de la gravedad de los ilícitos administrativos que ella misma tipifica.” Lo anterior, motivó la posterior adaptación de la LBRL a esta nueva realidad, por lo que, sin perjuicio de lo que las leyes estatales y sectoriales dispongan con respecto a los municipios, se incorporó ex novo a dicha Ley el Título XI (arts. 139 a 141), sobre Tipificación de las infracciones y sanciones por las Entidades Locales en determinadas materias. Éste, prevé tres artículos de máxima importancia para que, dentro de los márgenes que ofrece, los municipios puedan proceder correctamente a la tipificación de infracciones y sanciones. De los tres artículos que componen el Título, se desprenden las siguientes medidas: i. Establecimiento de un marco general para la tipificación de infracciones y sanciones en determinadas materias (art. 139 LBRL). Se indica que para la adecuada ordenación de las relaciones de convivencia de interés local y el uso de sus servicios, equipamientos, infraestructuras, instalaciones y espacios públicos, los entes locales podrán, en defecto de normativa sectorial específica, establecer los tipos de infracciones e imponer sanciones por el incumplimiento de deberes, prohibiciones o limitaciones contenidos en las correspondientes ordenanzas. ii. Clasificación de las infracciones (art. 140 LBRL). Separándolas en muy graves, graves y leves. Concreta aquellas que, de acuerdo con el art. 139, serían muy graves, y deja a un criterio de proporcionalidad de cada municipio ordenar las graves y leves, en función de criterios de intensidad en la perturbación respecto de diferentes bienes jurídicos protegibles. iii. Establecimiento de límites de las sanciones económicas (art. 141 LBRL). Como criterio básico a falta de una previsión legal específica, las infracciones muy graves se penalizan con multas hasta 3.000 Euros; hasta 1.500 Euros las graves y hasta 750 Euros las leves. El Tribunal Supremo español, aclaró – siguiendo jurisprudencia reiterada- que los dos polos de la potestad sancionadora municipal, al igual que pasa con la regulación sustantiva de las ordenanzas en aspectos no sancionadores, son la autonomía local y el principio de legalidad interpretado de forma flexible. Los puntos clave de esta jurisprudencia son los que siguen: 1. La interpretación jurisprudencial debe realizarse de la forma más favorable a la autonomía local, siendo que dicha autonomía suponga una capacidad efectiva de ordenar los asuntos públicos mediante ordenanza local. 2. Pueden tipificarse válidamente las infracciones y sanciones, que han de ser de carácter pecuniario, cuando sea una garantía indispensable para su cumplimiento, sin que ello comporte contradecir leyes vigentes y siempre que no se hubiera promulgado Ley estatal o autonómica sobre la materia. 3. La previsión de infracciones, deberán enmarcarse dentro de su ámbito de competencias propias, que tengan carácter de nucleares, respeten los principios de proporcionalidad así como ponderando la gravedad del ilícito y teniendo en cuenta las características del ente local. No pueden invadir competencias de los entes superiores (Estado y Comunidades Autónomas). 4. De no atenderse los anteriores lineamientos, estaríamos ante una potestad reglamentaria para aprobar ordenanzas evidentemente mermada, ya que carecería de la garantía que supone la imposición de sanciones en caso de incumplimiento de la Ordenanza misma, contrario ello a la autonomía municipal. 5. La legitimidad de ello proviene de que los miembros de la Corporación local que aprobaron la ordenanza, han sido elegidos democráticamente, habiendo sido elegidos por los destinatarios de las ordenanzas dentro del ámbito municipal respectivo. Deviene una necesidad social otorgar posibilidades de actuación a los entes locales en caso de incumplimiento de las ordenanzas dictadas en el válido ejercicio de la potestad reglamentaria otorgada por las leyes. c) Algunos casos particulares. Por último, se considera oportuno señalar algunas cuestiones de índole práctica que han sido discutidas por la jurisprudencia en torno a la previsión de infracciones y sanciones en el ámbito municipal. 1. La regulación en materia de convivencia ciudadana debe ser interpretada de forma amplia. Para la adecuada ordenación de las relaciones de convivencia local, pueden preverse limitaciones legítimas y proporcionadas, especialmente considerando el ámbito territorial, el buen uso de los espacios públicos, que tiendan a asegurar la tranquilidad de los ciudadanos en el ejercicio libre de sus derechos. También cabe considerar que la regulación distinta en las ordenanzas respecto de las infracciones por perturbaciones, puede variar en función del municipio, sus características y problemáticas. 2. Posibilidad de utilizar conceptos jurídicos indeterminados en la ordenanza, siempre dentro de la esfera de sus competencias. Ello es factible en mayor o menor medida cuando el bien jurídico que trate de protegerse (ej. la convivencia social) sea amplio. El límite sería la formulación de tipos infraccionales tan amplios que su aplicación o inaplicación, dependa de una decisión prácticamente libre y arbitraria. 3. Factibilidad que las ordenanzas tengan incidencia sobre los espacios privados, diferentes a los públicos. Si bien, en la medida que afecten a bienes jurídicos protegibles dentro de la órbita competencial de los municipios. 4. Establecimiento de medidas cautelares. Establecimiento de sanciones diferentes de las pecuniarias que implican restricción del derecho de propiedad (especialmente el decomiso). En ambos casos será necesaria la pertinente cobertura legal, por tratarse de medidas que afectan al derecho de propiedad. 5. Establecimiento en ordenanza de regímenes de responsabilidad solidaria (a padres, tutores, guardadores o garantes), sustitución de la pena pecuniaria por trabajos en beneficio de la comunidad, etc. Siempre se requerirá una norma con rango legal que prevea estas situaciones, nunca reglamentariamente. La excepción sería la previsión de un precepto de atribución de responsabilidad solidaria cuando, entre varios sujetos infractores, no haya podido determinarse el grado de participación de cada uno, en cuyo caso se permitiría, siempre y cuando la prueba de determinación haya sido imposible o muy difícil. 6. Establecimiento de prohibiciones diversas, cuya producción supondrá infracción administrativa. En este aspecto deberá siempre considerarse, en primer lugar, que recaiga dentro del ámbito competencial y territorial del municipio, y en segundo lugar, ver, caso por caso, ante la eventualidad que la prohibición no parezca responder al ámbito local, analizar la cobertura legal. Se trataría de aspectos, por ejemplo relativos a: - Prohibición y sanción de venta ambulante[39]. - Prostitución en la vía pública[40]. - Prohibiciones tan variadas como: ejercicio de la mendicidad, colocación de publicidad en la parte exterior de los parabrisas de automóviles o ir desnudo o semidesnudo por la vía pública[41]. Prohibición del velo en espacios públicos[42]. Establecimiento de limitaciones horarias para la realización de trabajos en la vía pública en época turística[43].
La Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas regula, en su título VI, la iniciativa legislativa y la potestad para dictar reglamentos y otras disposiciones. Centrados en el ámbito de la Administración local, el artículo 128 establece que el ejercicio de la potestad reglamentaria corresponde a los órganos de gobiernos locales, de acuerdo con lo previsto en la Constitución, los Estatutos de Autonomía y en la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen local. La regulación contenida en la Ley 39/2015, establece los límites de la potestad reglamentaria (“no podrán tipificar delitos, faltas o infracciones administrativas, establecer penas o sanciones, así como tributos, exacciones parafiscales u otras cargas o prestaciones personales o patrimoniales de carácter público.”). Al mismo tiempo, señala que las disposiciones administrativas han de ajustarse al orden de jerarquía que establezcan las leyes. La Ley recoge en su artículo 129 los principios de buena regulación: principios de necesidad, eficacia, proporcionalidad, seguridad jurídica, transparencia, y eficiencia; además, exige que se justifique en la Exposición de Motivos o en el Preámbulo de las disposiciones, en nuestro caso, proyectos de reglamento, la adecuación a los principios referidos. El mismo artículo 128 desgrana los citados principios. Así: -el principio de necesidad y eficacia exige que la iniciativa se justifique en una razón de interés general; ha de basarse en la identificación clara de los fines perseguidos y ha de “ser el instrumento más adecuado para garantizar su consecución”. -el principio de proporcionalidad exige que el contenido sea el imprescindible para atender la necesidad a cubrir con la norma. La Ley requiere una previa constatación respecto a la inexistencia de otras medidas menos restrictivas de derechos o que impongan menos obligaciones a los destinatarios. -el principio de seguridad jurídica, exige una coherencia en el ordenamiento jurídico, nacional y de la Unión Europea; se trata de generar un “un marco normativo estable, predecible, integrado, claro y de certidumbre, que facilite su conocimiento y comprensión”. Así, en materia procedimental, la Ley 39/2015 advierte que la implantación de trámites adicionales o distintos a los contemplados en ella, han de quedar debidamente justificados en función de la materia y los fines perseguidos por la propuesta. -el principio de transparencia, exige a la Administración establecer los mecanismos para facilitar el acceso sencillo, universal y actualizado a la normativa en vigor y los documentos propios de su proceso de elaboración, tal y como se establece en la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno. -el principio de eficiencia impone la evitación de cargas administrativas innecesarias o accesorias y la racionalización de la gestión de los recursos públicos en su aplicación. -los principios de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera exigen su cumplimiento en toda iniciativa normativa que afecte a los gastos o ingresos públicos presentes o futuros. La Ley establece unos mecanismos para asegurar la eficacia de estos principios. Así, en primer lugar, se prevé la necesidad de realizar, de forma periódica, una evaluación de la normativa vigente, para comprobar si se han cumplido y en qué medida, los objetivos perseguidos, y si estaba justificado y correctamente cuantificado el coste y cargas impuestas (artículo 130). Esta evaluación ha de plasmarse en un informe que se ha de publicar “con el detalle, periodicidad y por el órgano que determine la normativa reguladora de la Administración correspondiente”. En segundo lugar, a fin de facilitar la aplicación de los principios de buena regulación, la Ley establece unos mecanismos de cooperación para promocionar el análisis económico en la elaboración de las normas, en particular, “para evitar la introducción de restricciones injustificadas o desproporcionadas a la actividad económica.” En tercer lugar, y como mecanismo de garantía del cumplimiento del principio de seguridad jurídica, se prevé la planificación normativa. Recogido en el artículo 132, establece como obligación de las Administraciones Públicas, la publicación anual de un Plan Normativo en el que se incorporarán las iniciativas legales o reglamentarias que se vayan a elevar a aprobación en el año siguiente. Esta Plan Normativo anual se ha de publicar en el Portal de la Transparencia de la respectiva Administración Pública. No se establece ninguna consecuencia ante el supuesto de incumplimiento de esta obligación. En cuarto lugar, regula la participación ciudadana en el procedimiento de elaboración de normas. Así se recoge en el artículo 133 de la Ley que distingue entre consulta pública, audiencia a los ciudadanos afectados e información pública. Se podrá prescindir de estos trámites cuando se trate de normas presupuestarias u organizativas. También se podrá prescindir de la consulta pública cuando la propuesta normativa no tenga un impacto significativo en la actividad económica, no imponga obligaciones relevantes a los destinatarios o regule aspectos parciales de una materia . Aplicación de la Ley 39/2015 en el ejercicio de la potestad reglamentaria de las entidades locales La regulación contenida en este Título VI de la Ley, es de aplicación, como se ha indicado, a las entidades locales, esto significa que, desde la entrada en vigor de la Ley, resultan de aplicación los principios de buena regulación descritos en el artículo 129 de la Ley 39/2015. También resultan de aplicación desde esta misma fecha los mecanismos previstos para asegurar la eficacia de estos principios. Al respecto se puede decir lo siguiente. a) Plan Normativo. Las entidades locales han de publicar anualmente su Plan Normativo, que contendrá todas las iniciativas reglamentarias e iniciativas previstas de nuevas Ordenanzas. La aprobación de este Plan Normativo, en los municipios de régimen común, dado que no hay una atribución legal expresa, ha de entenderse que corresponde al Alcalde de conformidad con lo establecido en el artículo 21.1.s) de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen local1, mientras que en municipios de gran población, el órgano competente podría ser la Junta de Gobierno Local, dada la atribución expresa en relación a la aprobación de proyectos de ordenanzas y reglamentos (art. 127.1.a)2. La Ley 50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno, modificada por la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público (disposición final tercera) regula en su Título V la “iniciativa legislativa y la potestad reglamentaria del Gobierno”; en su artículo 25 se refiere al Plan Anual Normativo, concreta el órgano competente para su aprobación, su contenido y su aprobación. De esta regulación, aplicable al Gobierno, interesa destacar, en primer lugar, la advertencia respecto de las propuestas que se eleven para su aprobación que no figuraran en el Plan Anual Normativo; al respecto interesa señalar que exige la justificación de este hecho en la “correspondiente Memoria del Análisis de Impacto Normativo.” En segundo lugar, la previsión de que el Plan se ha de elevar para su aprobación antes del 30 de abril. Esta regulación, como hemos indicado, no es aplicable a las entidades locales, pero la necesidad de que estos Planes Normativos se aprueben anualmente exige que se eleven para su aprobación antes de final de cada ejercicio. b) Evaluación normativa. Respecto a las medidas de evaluación normativa, las entidades locales han de revisar periódicamente sus ordenanzas y reglamentos, para su adaptación a los principios de buena regulación; comprobar el nivel de consecución de los objetivos previstos en su aprobación; determinar si la regulación estaba justificada y correctamente cuantificados los costes y las cargas impuestas. Esta evaluación se ha de recoger en un informe anual. La Ley remite a la normativa reguladora de la Administración correspondiente la determinación del detalle del contenido del informe, la periodicidad y el órgano competente. Aunque, la relación de este mecanismo de buena regulación respecto el Plan Normativo, indica que el informe de evaluación se debería emitir al tiempo de la aprobación del Plan Normativo. c) Participación ciudadana. Tal y como se detalla en el artículo 133 de la Ley 39/2015, se prevén tres medidas de participación; una con carácter previo a la elaboración del proyecto o anteproyecto de reglamento, que se sustanciará mediante una consulta pública, a través del portal web de la Administración correspondiente y ha de recabar la opinión de las personas u organizaciones más representativas en materia de: a. Los problemas que se pretenden solucionar con la iniciativa. b. La necesidad y oportunidad de su aprobación c. Los objetivos de la norma. d. Las posibles soluciones alternativas regulatorias y no regulatorias.” En el supuesto que la norma afecte a los derechos e intereses legítimos de las personas, sin perjuicio de la consulta previa, se publicará en el portal web correspondiente, el texto de la iniciativa, para dar audiencia e información pública a los ciudadanos afectados y para recabar la opinión de organizaciones o asociaciones “reconocidas por ley que agrupen o representen a las personas cuyos derechos o intereses legítimos se vieren afectados por la norma y cuyos fines guarden relación directa con su objeto.” Estas medidas, consulta pública, audiencia e información pública pueden obviarse en el caso de normas presupuestarias u organizativas de la Administración local. También podrá obviarse el trámite de consulta previa cuando la propuesta “no tenga un impacto significativo en la actividad económica, no imponga obligaciones relevantes a los destinatarios o regule aspectos parciales de una materia”. Se ha de observar, no obstante, que en el ámbito de la Administración local, la consulta previa no está prevista en el procedimiento de aprobación de Ordenanzas y reglamentos, aunque no existe impedimento alguno para que se realice. Así, el artículo 49 de la Ley reguladora de las Bases del Régimen local establece que la aprobación de Ordenanzas se ha de ajustar al siguiente procedimiento: “a) Aprobación inicial por el Pleno. b) Información pública y audiencia a los interesados por el plazo mínimo de treinta días para la presentación de reclamaciones y sugerencias. c) Resolución de todas las reclamaciones y sugerencias presentadas dentro del plazo y aprobación definitiva por el Pleno. En el caso de que no se hubiera presentado ninguna reclamación o sugerencia, se entenderá definitivamente adoptado el acuerdo hasta entonces provisional.” En los municipios de gran población se prevé la aprobación de proyectos de ordenanzas y reglamentos cuando atribuye esta facultad a la Junta de Gobierno Local4. En estos municipios, la aprobación inicial de las ordenanzas y reglamentos, incluidos los orgánicos, corresponde a la Junta de Gobierno y la definitiva al Pleno; la aprobación definitiva de ordenanzas o reglamentos no orgánicos puede delegarse a favor de las Comisiones (artículos 122 y 123). En estos municipios, la consulta previa debería promoverse antes de la aprobación de los respectivos proyectos de ordenanzas y reglamentos por parte de la Junta de Gobierno Local. Se podrá prescindir de los trámites de consulta previa, audiencia e información pública en la aprobación de normas presupuestarias, normas organizativas y en el resto de supuestos previstos en al artículo 133 de la Ley