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La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia

Book · January 2011

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2 authors, including:

Juliana Isaza
University of Toronto
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La antropología en la construcción de verdad,
memoria e historia en el marco de la Ley 975
de Justicia y Paz en Colombia

Autores por ProFis


Timisay Monsalve Vargas
Juliana Isaza Pelàez
Publicado por:
Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH.
Proyecto “Apoyo al Proceso de Paz en Colombia en el contexto de la Ley de Justicia y Paz
–un ejemplo de justicia transicional–, ProFis”.

La antropología en la construcción de verdad,


memoria e historia en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia.
© Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH.

Autores por ProFis


Timisay Monsalve Vargas
Juliana Isaza Peláez

Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH

Directora Agencia GIZ Bogotá:


Barbara Hess
Director ProFis:
Andreas Forer
Diseño Gráfico:
Mónica Cárdenas
Fotomecánica e impresión:
Alvi Impresores Ltda.

Primera edición
Bogotá, 2011
Impreso en Colombia / Printed in Colombia
ISBN Xxxxxxxxxxxx

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida total o parcialmente, ni registrada en, o
reproducida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma o por ningún medio, sea mecánico,
foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o por cualquier otro medio, sin el permiso por
escrito de los editores.
Tabla de contenido

 
Presentación 5
Introducción 7
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia 9
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia
1. Niveles de afectación de los delitos de lesa humanidad 10
2. Investigación preliminar e investigación judicial 13
2.1. Conceptos fundamentales sobre la sociedad y la cultura 13
2.2. Caracterización de la víctima 18
2.3. El daño y el trauma social en contextos de crímenes masivos 20
2.4. Daño cultural en crímenes de lesa humanidad 21
2.5. El trauma como producto del daño 27
3. Arqueología forense 46
3.1. Los patrones de enterramiento 47
4. Antropología Forense 57
4.1. Los patrones de lesión 59
Conclusiones 66
Bibliografía 69
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Presentación

En el marco de la línea de memoria histórica, el Proyecto ProFis, financiado


por el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de la República Federal de
Alemania y ejecutado por la Agencia de Cooperación Internacional Alemana
-GIZ- convocó a expertos en diversas áreas para elaborar un trabajo conjunto
que tenía por finalidad la construcción de contextos en el ámbito judicial y en
especial en los procesos de justicia y paz. El libro que hoy presentamos re-
coge el documento final presentado por las Antropólogas Timisay Monsalve
Vargas y Juliana Isaza Peláez de la Universidad de Antioquia que tiene como
objetivo presentar algunas recomendaciones que desde la Antropología y sus
disciplinas aplicadas pueden servir para elaborar un proceso de construcción
de verdad, memoria e historia en el marco de la ley 975 de 2005.
En primer lugar, el trabajo tiene la pretensión de lograr el conocimiento y
reconocimiento de la realidad conflictiva a partir de tres dimensiones: la pri-
mera, partiendo de la agrupación de individuos vivos y su esfera social y cultu-
ral, tarea que le compete a la Antropología social; la segunda, que tiene que ver
con los restos óseos humanos y su contexto o sitio de enterramiento que es el
objeto de estudio de la Arqueología y la Antropología forense, disciplinas que
tienen un trasfondo culturalmente constituido y que van de la mano con los
procesos socioculturales; y la tercera, que alude a un estado intermedio y que
tiene que ver con las personas desaparecidas, pues su caracterización como vi-
vas o muertas, es incierta. Para la investigación de éste delito se deben articular
la Antropología social y cultural con la Arqueología y Antropología Forense.
En una segunda parte las autoras definen los conceptos fundamentales de
sociedad y cultura. La sociedad es definida como la compleja articulación del
sistema de relaciones sociales, necesaria no solo para la producción económi-
ca de las condiciones materiales de vida, sino además, para la reproducción
biológica de la especie, que se corresponde con el conjunto de ideas y valores
que se expresan en un espacio y tiempo especifico y que se relacionan con
las vivencias diarias y su manera de afectar a los sujetos. Por cultura ha de
entenderse, el conjunto singular de las formas fenoménicas que presenta cada
sociedad, es decir, lo que la caracteriza y distingue; el tipo de relaciones que
se establecen entre sus miembros, los códigos, normas y reglas, los rituales,

5
los símbolos que determina la forma de vida compartida que es aprendida y
transmitida por los adultos a las nuevas generaciones a través de pautas de
socialización. Lo fenoménico de la cultura se expresa a través del lenguaje, se
crean figuras, símbolos, señales, imágenes e ideas que tienen valor para la cul-
tura que los produce. El conocimiento de estos conceptos, valores y símbolos
es esencial para el operador judicial en la medida que le ayudará a entender el
daño sociocultural que pudo haber tenido una sociedad como consecuencia
de los hechos violentos causados por un Grupo Armado Organizado al Mar-
gen de la Ley -GAOML- y el impacto que ocasionó en la memoria colectiva
de esa sociedad.
A continuación se establecen las características de la víctima colectiva como
sujeto social. Ellas orientarán al funcionario judicial para poder establecer si
los crímenes que perpetraron los integrantes de ese GAOML pueden caracte-
rizarse como sistemáticos y generalizados en contra de una población defini-
da, con la finalidad de darle el carácter de delito de lesa humanidad. Además,
ese operador judicial podrá identificar, caracterizar y evaluar el daño cultu-
ral como una especie de daño colectivo, representado por traumas masivos,
entendido como el impacto que a largo plazo deja un suceso repentino con
efectos destructivos incapacitantes de orden mental y emocional en los indi-
viduos y en la propia sociedad que implica la imposibilidad de reproducción y
recreación y que la puede llevar hasta su desaparición.
Seguidamente las antropólogas Monsalve Vargas e Isaza Peláez, establecen
un esquema de investigación en Antropología para la construcción de verdad
en la ley de Justicia y paz; la ruta de investigación preliminar en antropología
Forense y la ruta de investigación preliminar de cementerios que servirán in-
dudablemente a los operadores judiciales para la construcción de verdad cien-
tífica, memoria e historia en el ámbito de la Ley de Justicia y paz.
Estoy convencida de que si acogemos éstas propuestas para investigar el
hecho social violento utilizando los conceptos de la Antropología Forense y
la Arqueología Forense, no solo aportaremos a la construcción de la verdad
científica y no meramente jurídica, sino que también, tendremos suficientes
herramientas para establecer el daño cultural colectivo en el incidente de re-
paración, aportando la prueba pertinente para demostrar: el hecho generador
del daño social, el daño sociocultural y la relación de causalidad entre ellos.

Claudia López Díaz


Coordinadora Área Jurídica
Proyecto ProFis-GIZ

6
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Introducción

En primer lugar, queremos dar los agradecimientos a las personas que hi-
cieron posible la realización y publicación de este trabajo. Al Director del
Proyecto ProFis, señor Andreas Forer, a Jorge Parra, quien coordinó el trabajo
interdisciplinario “Verdad, memoria e Historia en el marco de la ley 975 de
2005 de Justicia y Paz” y a la Doctora Claudia López Díaz, Coordinadora del
área Jurídica, por darnos la oportunidad de abrir espacios que permitieron
una disertación científica y académica más amplia e integral, por darnos la
oportunidad de conformar un grupo de expertos, nutrido por la experiencia y
el intercambio de saberes y continuos aprendizajes.
Este escrito es el producto de una intensa temporada de recolección de
datos, recopilación bibliográfica, articulación de hipótesis y corroboración de
estas mediante el ejercicio analítico y de discusión, argumentación y contraar-
gumentación, para finalmente arribar a la configuración de un texto que va
más allá de su forma escrita que pretende ser pragmático, teniendo como
objetivo principal mostrar que los aportes de la antropología en sus ramas:
social, biológica y arqueológica puede ofrecer al operador jurídico-legal una
herramienta para el abordaje de problemáticas sociales concretas.
En un primer momento, el texto presenta una propuesta para considerar el
daño cultural a partir de la noción del daño colectivo y hacerlo más aprehensible
para la jurisprudencia en casos que directamente deben considerar no solo
el orden social sino también en el aspecto cultural: los códigos, símbolos y
elementos que son inherentes a ella. Se busca, siguiendo esta línea de ideas,
demostrar cómo la antropología permite trascender el nivel de la casuística,
esto es, del individuo, para abordar entonces el efecto del delito en un nivel
social y cultural, teniendo en cuenta el carácter general y sistemático de los
crímenes de lesa humanidad perpetrados por Grupos Armados Organizados
al Margen de la Ley.

7
Por otro lado, se pretende mostrar con un mayor grado de amplitud los
aportes que puede hacer la Antropología Forense más allá de la denominada
Cuarteta básica de identificación. Es necesario comprender que el fenómeno de la
desaparición forzada de personas en Colombia trasciende el mero problema
de la restitución de la identidad individual y debe comprometer a las ciencias
y disciplinas científicas a abordar dicho fenómeno como un todo, teniendo
en cuenta la gran multiplicidad de víctimas directas e indirectas-. Es por esta
razón que se incluye una conceptualización de la investigación preliminar, la
arqueología forense y la antropología forense como fases del mismo proceso
de investigación antropológica forense, buscando la construcción del perfil
biológico y posteriormente indagando por la interpretación de los posibles
patrones en aras de argumentar sistematicidad y generalidad como elementos
fundamentales de los crímenes de lesa humanidad.
De acuerdo con lo anterior, la Antropología –y específicamente la Antropo-
logía Forense- pueden aportar a la construcción de más verdad no sólo desde
los métodos y técnicas propios de la disciplina sino también desde el potencial
que tiene para conocer la realidad e interpretarla, proporcionando herramien-
tas a fiscales y magistrados con el fin de comprender el daño social y cultural
en el proceso de tipificación de los delitos en cuestión. Tal es el caso de la
desaparición forzada de personas, el cual se ha usado a manera de ejemplo
para ilustrar cómo la labor de la Antropología Forense se compromete con
un fenómeno que ha producido una gran magnitud de víctimas en Colombia
y en cuyo proceso el antropólogo tiene la capacidad de participar y de aportar
desde su comienzo hasta el fin.

8
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

La antropología en la construcción de verdad,


memoria e historia en el marco de la Ley 975
de Justicia y Paz en Colombia

En términos de develar la verdad las ciencias sociales como la psicología, la


antropología, la historia y la ciencia política, entre otras, poseen un gran po-
tencial heurístico al aportar elementos conceptuales para entender la realidad
conflictiva y los fenómenos violentos en términos descriptivos del qué pasó,
explicativos del por qué pasó y en términos de la funcionalidad del para qué
pasó. Las herramientas científicas y disciplinares contribuyen a alcanzar mayo-
res niveles de verdad en la medida en que develan dimensiones ocultas de los
acontecimientos. En el orden social se presentan multiplicidad de aconteci-
mientos, pero para el caso que nos interesa, analizaremos los acontecimientos
de hechos violentos, específicamente los categorizados como crímenes de lesa
humanidad.
En el panorama internacional, la judicialización de crímenes de lesa hu-
manidad ha logrado producir avances importantes, que han servido como
referencia para el proceso que actualmente atraviesa Colombia, un proceso de
justicia transicional, por medio de la Ley 975 del 2005 o Ley de Justicia y Paz,
como respuesta a la violación de los derechos fundamentales realizados por
los Grupos Organizados al Margen de la Ley —GAOML—. Estos procesos
históricos han definido a la víctima como: “persona que individual o colec-
tivamente haya sufrido daños directos” (Ley 975, 2005, p. 2), para efecto de
este escrito nos centramos en la “víctima colectiva”. De suyo, lo colectivo supone
que la víctima está definida desde el orden sociocultural mismo, y como tal se
requiere la determinación de los elementos que configuran dicho orden: eco-
nómicos, políticos, organizacionales, geográficos y territoriales, con el objeto
de establecer el fundamento diferencial entre ellas.

9
1. Niveles de afectación
de los delitos de lesa humanidad

En términos generales, se puede inferir que existen dos dimensiones o es-


feras sociales que se ven afectadas tras la comisión del hecho violento. La
primera dimensión es la agrupación de individuos vivos y su esfera social
y cultural, objeto de estudio de la Antropología social; la segunda tiene que
ver con los restos óseos humanos y su contexto o sitio de enterramiento, los
cuales podríamos caracterizar como víctimas directas del conflicto y objeto de
estudio de la Arqueología forense y la Antropología forense. Se puede situar
en un estado intermedio a las personas desaparecidas, ya que su caracteriza-
ción como vivos o muertos es incierta e imprecisa. La investigación de este
tipo de delito articula necesariamente la Antropología social y cultural con la
Arqueología forense y con la Antropología forense.
La Antropología forense y la Arqueología forense son disciplinas que sur-
gen de la Antropología y de la Arqueología, respectivamente. Teniendo en
cuenta las múltiples definiciones, existe sin embargo un consenso por parte
de los autores más relevantes en el proceso de aplicación y de caracterización
del quehacer de dichas disciplinas. Se hace especial referencia a la aplicación
de la Antropología y de la Arqueología al ámbito legal, en aras de contribuir
sustancialmente a la resolución de crímenes y casos que hacen parte de un
proceso judicial (Stewart, 1979; Rodríguez Cuenca, 2004).
Si bien en Latinoamérica desde hace algunos lustros se ha comenzado a
difundir el trabajo de equipos especializados y a construir textos que parten de
experiencias locales importantes —véase los casos de Argentina, Chile, Guate-
mala, Perú, entre otros—, tan sólo hace algunos años la Antropología forense,
y más recientemente la Arqueología forense han comenzado a hacer eco en
los procesos judiciales, y más específicamente en los equipos de investigación
forense en Colombia. Es claro que partiendo del contexto social, las problemá-
ticas políticas y económicas han conllevado a la especialización y al trabajo in-
terdisciplinario considerando estudios más holísticos que trasladan los objetos
de estudio desde los laboratorios y los protocolos para indagar por el aspecto
cultural de los fenómenos. Con esto, se argumenta que la Antropología forense
y la Arqueología forense cuentan con un trasfondo culturalmente constituido y
van de la mano de los procesos socio-culturales locales, debiendo participar en
ellos. Derivado de lo anterior, se puede aducir que la construcción de verdad en
los procesos judiciales contempla varias esferas, desde la verdad judicial hasta la

10
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

verdad científica constituida a partir de ciencias y disciplinas que sirven a estos


efectos y que inclusive la jurisprudencia de las respectivas cortes comienza a
contemplar en los procesos recientes, por ejemplo, de la Ley de Justicia y Paz,
sobre la cual se ha dirigido y dirigirá especialmente nuestra atención.
La Antropología desde sus múltiples campos de acción posee competencias
y potencial capaces de incidir desde la investigación preliminar, abordar el es-
tudio del hecho social violento e incluso aportar herramientas relevantes a la
hora de inferir o proponer posibles instrumentos para el incidente de repara-
ción; para ello uno de los objetivos principales de este texto tiene que ver con
la interpretación del papel y de las características no solo de las víctimas sino
también de los hechos y la posible lógica operante tras de sí.
En la búsqueda e interpretación de patrones con respecto al accionar del
Grupo Armado Organizado al Margen de la Ley —GAOML—, la Antro-
pología y la Arqueología forense cuentan con valiosas herramientas teóricas
y metodológicas como la estadística y posteriormente la epidemiología cuyo
objeto de estudio debe dirigirse a la violencia, expresada en el hecho social
violento concreto y considerada incluso como un problema de salud pública
que afecta a los individuos pero de manera más contundente a las pobla-
ciones, generando incapacidad en estas e incluso la muerte. El uso de estas
herramientas permite no solo apoyar el proceso de la interdisciplinariedad,
sino también demostrar cómo la violencia ha logrado permear tantos sectores
de la población e instancias culturales que podríamos afirmar que el mismo
concepto de daño cultural comienza a visualizarse en la ponderación de tales
magnitudes.
Como se mencionó anteriormente, es la comisión masiva y ordenada de de-
litos por parte de un GAOML la que nos permite enfrentarnos a la necesidad
de argumentar y de conceptualizar el fenómeno conocido como crimen de lesa
humanidad. Esto, en aras de diferenciarlo sustancialmente de delitos cometidos
como meros hechos criminales aislados o como producto del accionar de la
delincuencia común.
A través del análisis de los crímenes de lesa humanidad, internacionalmente
se han generado aportes relevantes que tienen que ver con el reconocimiento
de una necesidad de orientar las técnicas de investigación para fundamentar
los crímenes de sistema de manera distinta a como suelen orientarse para la
investigación de crímenes ordinarios (Reed, 2008a).
En Colombia, frente a los crímenes que se evalúan con la Ley 975 del 2005,
se presenta la imperiosa necesidad de un trabajo conjunto entre el despacho del
fiscal delegado y otras entidades que puedan articular estudios interdisciplina-

11
rios, logrando así ampliar la naturaleza y los objetivos de la investigación, como
por ejemplo, trascender la judicialización de los autores para proponer una “ex-
ploración detallada del sistema mismo” (ibíd.) y poder develar algunos elementos
operantes al interior y detrás de la estructura criminal y del sistema como tal.
Entrando en materia, se parte de la existencia de dos elementos que son
necesarios a la hora de hablar de crímenes de lesa humanidad: la generalidad y
la sistematicidad (Forer, López Díaz, 2011, p.18). Para efectos de la compren-
sión del hilo conductor que guiará este escrito, se requiere conceptualizar bre-
vemente estos términos y posteriormente plantear de manera concreta cómo
se puede ver evidenciada su aplicación en el contexto específico colombiano
a través de las ciencias y disciplinas mencionadas a lo largo del presente texto.
Según Gómez Benítez (citado por Liñán, 2008, p. 7), la generalidad debe ser
entendida como la “exigencia de multiplicidad de víctimas” y la sistematicidad
“responde al criterio cualitativo del ataque”, siendo interpretada esta última
por la jurisprudencia de los tribunales penales internacionales ad-hoc como la
“naturaleza organizada de los actos de violencia y la imposibilidad de que es-
tos sucedan de forma espontánea” (Liñán, op. cit., p. 8). Es comprensible que
los conceptos definidos y estandarizados no son de gran utilidad si no se gene-
ran herramientas o mecanismos que los demuestren, ejemplifiquen, ilustren,
o en este caso, refuercen su existencia en los hechos analizados. Es por esta
razón que la propuesta aquí generada pretende, entre otros fines, partir de la
teoría y los lineamientos conceptuales interdisciplinares buscando desembo-
car en la caracterización del fenómeno y su posibilidad de visualizarlo a partir
de hechos concretos, demostrables y explícitos en el accionar de los GAOML,
ligándolos a un análisis que contemple dos herramientas metodológicas esen-
ciales: los patrones en el accionar del GAOML y los perfiles demográficos de
las víctimas (Forer, López Díaz, op. cit., 37 y ss.).
A partir de un mapeo de la clase de crímenes ocurridos, su fecha y el lugar
de las víctimas con respecto a estos, podemos argumentar las bases que con-
llevan a la formulación de las hipótesis para medir las escalas de las violaciones
a los derechos humanos y a la identificación de los patrones. Estos patrones
ayudarán a comprobar si los crímenes han sido parte de un proceso planifica-
do y organizado, según las recomendaciones de Reed (2008a). Es fundamental
tener en cuenta también que la sistematicidad es determinada por una política
o plan preconcebido o establecido, calidad que se reconoce como una condi-
ción fáctica (Liñán, op. cit., 8).
Con respecto a la generalidad, el perfil demográfico aportará la información
necesaria para cumplir con los requisitos que exige la producción de un núme-

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La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

ro significativo de víctimas, de la mano de dos aspectos de igual relevancia: el


efecto acumulativo que se produce gracias a la calidad repetitiva de los actos
delictivos y su repercusión en el ámbito social. En este aspecto, se considera la
esfera social que se vio afectada por la magnitud de los actos gracias tanto al
medio empleado como al efecto causado por este (ibíd.).
Por su parte, la Arqueología forense encuentra pertinente abordar elemen-
tos como la cantidad de enterramientos, su forma, localización, tratamiento
del cuerpo, elementos asociados y posteriormente, un mapeo general de las
zonas y de las regiones de injerencia del GAOML, lo cual evidentemente mos-
trará la tendencia, lógica y características generales y particulares, que en otros
términos podremos comprender como un modus operandi, como la manera de
accionar del grupo armado en cuestión. Tanto los conceptos como las poten-
ciales aplicaciones de estos serán expuestos y analizados con el fin último de
generar herramientas que desde las diversas ciencias y disciplinas pueden ser
empleadas por las investigaciones de orden judicial en el marco de la justicia
transicional en Colombia y con miras a argumentar la presencia de elementos
como la sistematicidad y la generalidad en crímenes de lesa humanidad.
A continuación, se enfatizará en cada fase del proceso de investigación y se
propondrán las variables que se pueden obtener a partir de cada fase, teniendo
en cuenta las fichas o documentos de registro que se producen en cada una.

2. Investigación preliminar e investigación judicial

2.1. Conceptos fundamentales sobre la sociedad y la cultura

Uno de los primeros problemas que se presentan, tanto para versados como
para neófitos en ciencias sociales, es cómo entender y presentar las relaciones
conceptuales de los fenómenos y procesos sociales que tienen que ver con
los hechos violentos. Es por ello, que en una primera parte de este escrito
precisamos los niveles sociales como lugar de conocimiento básico y, cómo
la Antropología, desde sus diferentes subcampos, contribuye al proceso de
conocimiento y reconocimiento de la realidad conflictiva, para luego con este
andamiaje teórico caracterizar a las víctimas, el daño sociocultural y la conse-
cuente reparación. Por último, trataremos los diferentes tipos de delitos y los
efectos sociales y culturales.
Lo colectivo hace referencia a una agrupación de individuos. Pero, aunque
existe como definición, no es específico para referirse a la agrupación de indi-

13
viduos humanos aunque su naturaleza suponga lo social. En este escrito recu-
rrimos a los conceptos de sociedad, cultura y subcultura (Bate, 1998), y a los
derivados de estos, como conceptos más precisos y con mayor potencial y ca-
pacidad heurística para caracterizar a las víctimas de crímenes de lesa humani-
dad, el daño y su consecuente reparación. La sociedad concreta1 es la compleja
articulación del sistema de relaciones sociales y las formas culturales que estas
generan. Este sistema de relaciones sociales, necesario no solo para la pro-
ducción económica de las condiciones materiales de vida, sino además para la
reproducción biológica de la especie, se corresponde con el conjunto de ideas
y valores que se expresan en un tiempo y un espacio específico. Este sistema
de valores conforma las actitudes, esto es la disposición a la acción, motiva las
conductas sociales y condiciona la toma de posición y el quehacer de los suje-
tos sociales frente a la realidad que los cobija. De manera consecuente, en este
escrito, los valores son representaciones en las cuales se asocian las nociones y
conocimientos del mundo con las vivencias diarias y su forma de afectar a los
sujetos. La manera y sentido de la afectación de cualquier acontecimiento so-
cial será diferencial en los sujetos y dependerá de la posición relativa de estos
con respecto al lugar que ocupan en el sistema social.
Otra dimensión de la sociedad es la cultura. Por cultura se entenderá el
conjunto singular de las formas fenoménicas que presenta toda sociedad. Lo
singular de la cultura se refiere a lo que caracteriza distintivamente a un grupo
social, ya sea por los objetos que produce, por las actividades que realiza, por
el tipo de relaciones que establece entre sus miembros, por las prácticas, códi-
gos, normas y reglas, por los rituales y manera de simbolizar el mundo, entre
otros. Los factores que determinan la singularidad de la cultura son el medio
geográfico y ecosistémico, las características históricas locales, regionales, na-
cionales e incluso internacionales de su configuración. Todo ello preelabora
la forma de vida compartida que es aprendida y transmitida por los adultos
a las nuevas generaciones a través de pautas de socialización que funcionan
a manera de derrotero de acción y simbolización frente al mundo; lo que se
trasmite es el patrimonio o legado, es la cultura misma.
Lo fenoménico de la cultura está previsto en la manifestación aparente y
perceptible a través de la lengua que lo expresa y de la actividad práctica que
lo crea. El lenguaje y la lengua son el sustrato a través del cual se vehicula el

1 Utilizaremos frecuentemente conceptos tomados de Bate (1998), por la estructuración juiciosa y


coherente de los conceptos tanto de la sociedad como de la cultura.

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La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

orden semiótico y simbólico de la cultura; se crean figuras, imágenes e ideas


que adquieren valor y sentido solo para la cultura que los produce y los enun-
cia, el entramado simbólico de cada cultura define el lugar y la capacidad de
significado que le corresponde a cada hecho o acontecimiento para cada su-
jeto social. Para el mejor entendimiento, retomemos el significado del cuer-
po desmembrado y su capacidad para expresar simbólicamente el terror y el
poder de un grupo armado, en este marco de ideas, el valor de la pregunta de
muchos de los familiares de las víctimas directas de este tipo de tratamiento
corporal es; ¿qué le hicieron?, ¿cómo lo asesinaron?; estas preguntas remiten
de manera indirecta a la tortura, al dolor y, por tanto, al sufrimiento; en las
culturas con un fuerte arraigo religioso judeocristiano donde el cuerpo íntegro
y total es la unidad primigenia de la persona, el cuerpo desmembrado y sin se-
pultura simboliza y remite a la deshumanización, a la cosificación del cuerpo;
integrar el cuerpo y sepultarlo simboliza la devolución de la humanidad, de la
humanidad íntegra y “cristiana”, de la humanidad sacra.
Cada símbolo posee su significado propio y la capacidad de representar de
cada uno de ellos depende de la cultura que lo moviliza, de la significación que
adquiere en esa cultura específica. Como los símbolos aluden algo implícito al
grupo social, es necesario tener un mínimo de conocimiento de la cultura para
determinar cuál de ellos se utilizará para intervenir, ya sea en la reparación
de orden simbólico o en la elaboración o trabajo de duelo cuando no hay un
cuerpo qué sepultar, etc. Así mismo, es tal el valor de este tipo de representa-
ciones que Jelin, en Los trabajos de la memoria (2002), señala su importancia en
el conjunto de mecanismos que comunican los procesos de recuerdo y olvi-
do con los procesos socioculturales para pensar la memoria y para restaurar
la capacidad de representación psíquica en experiencias traumáticas masivas.
Es por ello, que en la transferencia o utilización indiscriminada de símbolos
sin conocimiento de la cultura se cae en el vacío, esto es, el tipo de elemento
representativo que se utilizó no cumple su función y su capacidad de signifi-
cación se anula, queda sin fuerza y sin capacidad significativa. Además, Jelin,
Beristain (2009) tienen claro el poder y la capacidad de la representación sim-
bólica en los procesos de reparación, particularmente en la elaboración del
duelo, por ello señala la necesidad de que el símbolo sea culturalmente rele-
vante. El símbolo que se utiliza para acceder al trasfondo o sentido profundo
de la cultura debe quedar libre de interpretaciones ambiguas, así cumple con
la función predeterminada de trasmitir el mensaje que se planea en la fase de
reparación y no, que por el contrario, contribuya a la revictimización.
El símbolo es además una forma de representar la realidad, para este caso
nos interesa un tipo especial de representación: la representación social, la

15
reconstitución de lo real que es aquello con lo que está confrontado el suje-
to y al cual le atribuye una significación cultural, por medio de los procesos
sociales e históricos vividos por el grupo o los grupos en cuestión. Como
parte del efecto del acontecimiento violento se hace necesario preguntarse
¿cómo los sujetos sociales han reconstituido su realidad?, y así tener elemen-
tos concretos de la afectación y las consecuencias de esta en cuanto al hecho
o acontecimiento violento. En el proceso cultural de significación, el símbolo
es el principio rector de la imaginación simbólica, que como representación,
muestra el sentido concreto o la forma de figurarse concretamente un sentido
totalmente abstracto —por ejemplo un valor— y situarlo socioculturalmente
en un espacio y un tiempo concretos; esta imaginación simbólica se define y
concreta a través de los vínculos de identidad, de clases, castas, lenguas y gru-
pos profesionales entre otros.
El imaginario simbólico tiene gran valor en este escrito porque su enten-
dimiento y aplicación nos permite comprender de manera más íntima la co-
tidianidad del grupo y precisar el grado de identidad y cohesión o desinte-
gración social entre los diferentes grupos que comparten una cultura, a los
que denominaremos de aquí en adelante subculturas. La desintegración social,
especialmente posterior al acontecimiento o hecho social violento, tiene como
consecuencia la confrontación constante de los grupos y, por tanto, la pérdida
del equilibrio psicosocial entre las culturas y las subculturas. Este equilibrio
psicosocial puede ser restablecido por el papel equilibrante que juega la ima-
gen simbólica. Así que, a través del imaginario simbólico, los grupos sociales
actualizan la cultura de acuerdo a las necesidades de mantenimiento del orden,
equilibrio o desequilibrio, cohesión y desintegración social propios (Monsalve,
2006). Aquí se hace importante anotar que lo cultural no solo es característico
de los grupos humanos étnicos, afrodescendientes e indígenas, sino de todos
los grupos humanos.
Lo cultural no es un aderezo en este escrito, ya el concepto ha sido utilizado
en tres sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Esta
información la tomaremos cuando tratemos el daño, pero también es claro
resaltar el valor de su uso en el análisis de genocidio y en delitos específicos de
lesa humanidad. De hecho cuando en el Estatuto de Roma en el artículo 7 lite-
ral 1h expresamente dice: “persecución de un grupo o colectividad con identidad propia
fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género” se
está remitiendo al concepto de cultura en cuanto a los grupos o colectividades
con identidad propia. Los niveles de la identidad pueden ser más amplios y
englobantes, como los nacionales; o de menor nivel de comprensión, como el

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La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

de subculturas, por ejemplo el caso de los elementos identitarios fundados en


motivos políticos, raciales y de género.
En el orden sociocultural el acontecimiento se comporta como el elemento
referente temporal y propio de la historia de un grupo social: antes, durante y
posterior a él. El antes, es la memoria de cómo era la sociedad y la cultura, es
el pasado; momento al cual no se volverá pero se mantendrá como memoria
y reminiscencia. El durante tiene dos perfiles de referencia: como la verdad a
conocer en toda su dimensión, por ser el contexto del hecho social violento y
las relaciones sociales que encubre este hecho; y la memoria más reciente pero
la memoria traumática y dolorosa. El posterior, por último, serán los efectos
que como producto del acontecimiento o hecho social violento deberán ser
ajustados, incorporados y resignificados en la sociedad y la cultura, como for-
mas de reparación o el mantenimiento en el recuerdo como acontecimiento
traumático permanente.
Cada individuo pertenece simultáneamente y en secuencia temporal a di-
versos grupos sociales, así; una mujer puede ser campesina agricultora y al
mismo tiempo desempeñar roles del género femenino y poseer un sistema de
valores acorde a ello, o un hombre simultáneamente puede compartir espacios
urbanos y ser obrero textil, por tanto, su identidad estará entre el obrero y el
barrio. La afectación del acontecimiento violento, de la naturaleza que sea,
actuará en varios niveles del sujeto y en diferentes sujetos sociales al mismo
tiempo. Es necesario distinguir los distintos niveles de las agrupaciones de los
sujetos sociales y los diferentes órdenes rectores de cohesión del grupo. En
los niveles de agrupación primarios, como por ejemplo la familia, la fuerza de
la cohesión está dada por la afectividad, por tanto, la intensidad es de un orden
mayor que en las agrupaciones secundarias, donde la fuerza de la cohesión es
menor, como en las relaciones etarias por ejemplo, constituidas por grupos de
adolescentes.
De otro lado, pero en el orden siempre de la víctima como sujeto, se pue-
de tomar otro elemento para entender el valor de conocerla multidimensio-
nalmente. Se debe determinar si el acto o los actos de violencia acaecidos
se cometieron como parte de un ataque, esto es de “un curso de conducta
—contexto generalizado o sistemático— en el que se desarrollan los actos
criminales” (Liñán, 2008: 4). Si bien el Estatuto de Roma (ER, 1998) en su
artículo 7 señala que el ataque está dirigido contra la población civil, Liñán re-
calca que el ataque no debe, necesariamente, cubrir la totalidad de la población
civil, pero sí es necesario y por tanto adecuado para la tipificación del delito
de crimen contra la humanidad, que se presente un número significativo de

17
víctimas producto de diferentes actos para que se trascienda en la explicación
del significado etiológico de dichos actos. Una dimensión del análisis en esta
línea de ideas para determinar que el acto o los actos no son producto del azar
o de la contingencia, es la caracterización de las víctimas y el significado que
tienen estas al interior de la sociedad o el papel preponderante que ocupan
en el orden sociocultural, o quizás su participación en la reproducción de la
cultura, para develar otra dimensión de la unidad del hecho que no es explícita.
Existe la posibilidad de que la razón por la cual se selecciona a una o varias
víctimas no sean explícitamente identificables y de manera falsa se determine
que los crímenes acaecidos sobre ellas y, por tanto, los actos violentos, sean
fortuitos. Un ejemplo de lo anterior son los crímenes cometidos en el marco
de la limpieza social en el que la comisión de asesinatos dispersos en términos
de espacio y tiempo parecen ser actos de violencia espontánea, pero que al ser
analizados en términos no solo cuantitativos de las víctimas, esto es el número
de ellas, sino además en términos cualitativos, perfil social de la víctima, se
pierde su carácter espontáneo o al azar y emerge el carácter relacional y co-
lectivo, es decir, los actos cometidos se interpretan como parte de un ataque.
La víctima tiene múltiples dimensiones: niveles de agrupación, órdenes de
cohesión, entre otros, que de manera muy íntima las agrupa. Entender estos
niveles nos permite extraer el porqué este tipo de personas son el sujeto recep-
tor del ataque; qué papel ocupan en las circunstancias que lo rodean, léase el
ataque; entender el patrón de la victimización; y, de manera indirecta, extraer
parte de los principios rectores de la política del grupo criminal.

2.2. Caracterización de la víctima

La categoría de sujeto social se refiere a los grupos sociales que comparten


alguna característica en común, verbigracia: la posición de clase, el tipo de
trabajo de acuerdo a la rama de la producción como por ejemplo la agricul-
tura, pertenencia a un espacio geográfico como la costa o la montaña o a
un género, afinidad religiosa o política, entre otras. Estas características que
comparten substancialmente su identidad sociocultural y como tal permiten
determinar los rasgos distintivos de las víctimas como sujetos en cuanto a sus
prácticas sociales —por ejemplo, la manera como reaccionan en términos de
mantenimiento de la agrupación a través de prácticas religiosas identitarias en
rituales funerarios— y el conjunto de representaciones cognitivas y valores
en los cuales se pueden apoyar los investigadores, fiscales y magistrados para

18
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

determinar el daño y sustentar la consecuente reparación ad hoc. Los datos


pertinentes para esta caracterización del grupo social al que corresponde la
víctima se obtienen, en parte, desde la información suministrada por la víc-
tima para acreditarse como tal en la Ley 975 o en las jornadas de atención a
víctimas, entre otras.
Los criterios para distinguir los grupos sociales como parte del sistema so-
cial pueden concentrarse a partir de las siguientes variables:

 Posición de clase
 Posición en la división social del trabajo
 Posición en la división doméstica del trabajo
 Origen histórico - geográfico (barrios, naciones o etnias)
 Posición en el sistema de parentesco
 Determinación por género
 Sexo
 Orientación sexual
 Filiación poblacional —raza—:
 negroide
 mongoloide
 caucasoide
 mestizo
 Grupo étnico: Se refiere a la pertenencia a una comunidad indígena,
afrodescendiente o algún otro grupo.
 Filiación política: Tiene que ver con la simpatía o pertenencia a al-
gún partido político de manera explícita:
 liberal
 conservador
 partido independiente
 movimiento de izquierda
etc.
 Religión
 católica
 cristiana
 judía
 protestante
etc.
 Rol social: Tiene que ver con el papel que cumple el individuo en
términos jerárquicos en una comunidad o grupo social específico.

19
 presidente de la junta de acción comunal
 miembro de junta de acción comunal
 líder comunitario
 sindicalista
 líder étnico —palabrero, chamán, yerbatero, curandero, miembro
de cabildo indígena, partera, plañidera, comadrona, etc.—.
 Sector económico de acuerdo a la rama de producción, distri-
bución o consumo (agricultura, comercio, sector de la salud —bie-
nes y servicios—, etc.).
 Oficio
 agricultor
 jornalero
 vendedor informal
 dueño de negocio
 comerciante
 meretriz
 desempleado
 habitante de la calle
etc.
 Estrato socioeconómico
 Particularidades: Esta categoría se refiere a las características parti-
culares de cada víctima, por ejemplo si padecía enfermedades menta-
les, si tenía antecedentes judiciales, etc.
 Número de víctimas

2.3. El daño y el trauma social en contextos


de crímenes masivos

La Corte Penal Internacional (CPI) reunida en Nueva York a mediados del


2000 elaboró el Informe de la Comisión Preparatoria de la Corte Penal Internacional,
Adición Segunda Parte, allí señaló que la estructura de los elementos de los crí-
menes de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra siguen
en general unos principios básicos, entre ellos se encuentra el orden estable-
cido de los elementos: la conducta típica, las consecuencias resultantes y las
circunstancias externas que deben producirse, para identificar el crimen de
manera concreta. En los siguientes apartados nos centraremos en las conse-
cuencias resultantes, esto es el trauma y el daño social y cultural, no solo por

20
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

el valor que tiene en este informe de la CPI, sino por lo referente al daño y
los perjuicios producidos como consecuencia del curso “normal” de los actos
violentos y por tanto del ataque.

2.4. Daño cultural en crímenes de lesa humanidad

En el ámbito de las violaciones a los derechos humanos se está encontran-


do la existencia de “una tendencia contemporánea a victimizar a los grupos de
personas tomados ‘estos como objetivo colectivo” (GTZ, 2010: 55). Por tan-
to, no es gratuito que Cabezas (2010) afirmara que en la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se empieza a figurar un
nuevo tipo de daño derivado, claro está, de esta tendencia a victimizar grupos,
que aunque está relacionado con el daño moral y el ambiental en cuanto afecta
a grupos humanos, este nuevo daño tiene un carácter propio: es el carácter de
la cultura, que lo define y determina.
El daño cultural lleva implícito un menoscabo, un padecimiento, un dolor,
una afectación, un malestar, en una entidad que no es individual, sino cultural.
Este tipo de daño se produce al causar el trauma cultural e incidir en com-
portamientos, signos, símbolos, de tal manera que incluso llega a afectar el
propio cuerpo social. Su comprobación se evidencia con la epidemiología de
la violencia, con la trasformación de la cultura, por ejemplo. Se determina cla-
ramente en los traumas, lesiones y perjuicios producidos a la cultura. El daño
cultural es una especificidad del daño colectivo, en la medida en que en este úl-
timo se ataca un interés de la comunidad, un bien colectivo como en este caso
es la cultura. El daño producido a esta entidad, la cultura específica, puede de
igual manera determinarse y demostrarse, entre otros a través del testimonio
en el cual se dice y muestra el dolor que se les infligió a las víctimas y así mis-
mo el daño infligido al tejido social (Ortega, 2008a) y a las formas culturales.
Es necesario anotar que para evaluar el daño cultural y el social se requiere
poder establecer las características de la cultura antes del daño cometido por
el acontecimiento violento o por el ataque y posterior a este establecer la re-
lación causal entre el daño y los hechos indicados en las violaciones; como lo
señala Beristain (2009: 75) “existe dificultad en demostrar una relación causal
aislada entre el impacto y el hecho, dado que influyen otros factores; pero la
inexistencia de dichos problemas antes de la violación, la concatenación de he-
chos probados y los efectos señalados en testimonios, así como las evidencia
científica o las evaluaciones psicológicas apoyan fuertemente esta relación”.

21
Para interpretar el daño se requiere acercar, conceptual y metodológica-
mente, a la antropología, las ciencias sociales y al derecho para poder conocer
de manera más clara y precisa el contexto social en el que se han cometido las
violaciones e identificar la escala de estas y sus efectos. En este acercamiento,
el conocimiento del contexto sociocultural y antropológico extiende puen-
tes entre el grupo victimizado y los sujetos activos de la jurisprudencia tales
como: (Ibíd., p.76):

1. La comunicabilidad de la experiencia, desde las víctimas y comuni-


dades afectadas con el objetivo de que abogados y magistrados de la
Corte, puedan comprender mejor el impacto.
2. La evaluación de aspectos que tienen que ver con el daño inmaterial,
por ejemplo la relación con la muerte, con los difuntos, con la tierra,
como impactos en la dignidad, etc., que necesitan una visión desde
la propia cultura.
3. La valoración de la relación causal con los hechos, teniendo en cuenta
las diferencias culturales que pueden afectar la expresión o las rela-
ciones de causalidad de la propia cultura.

En cuanto al daño cultural se tienen como antecedentes inmediatos tres


casos en la Corte Interamericana de Derechos Humanos donde la cultura, o
algún aspecto de ella, tiene gran valor en las decisiones: En el caso Aloeboetoe y
otros versus Suriname, la Corte en la Sentencia de Reparación dictada en 1993 en
el literal 17 (5), toma en cuenta en el derecho consuetudinario de los Maroons
sus relaciones de parentesco basadas en la poligamia: “La estructura familiar de
los Maroons a la cual pertenecen los Saramacas, tribu de las víctimas, y que es
esencialmente matriarcal, en la cual es frecuente la poligamia”. En el caso Efra-
in Bámaca versus Guatemala, Cabezas (2010) afirma que la Corte admite como
perjuicio derivado del delito de desaparición forzada el daño espiritual o daño
cultural. Y es posible asumir lo que afirma este abogado porque además la Cor-
te en la Sentencia de 25 de noviembre del 2000 literal 6 (2) en su aparte de Voto
Razonado, otorga gran relevancia a los ritos de muerte para la cultura maya:

… dado que la vinculación entre los vivos y los muertos —sostenida por
tantas culturas, inclusive la maya—, no me parece haber sido suficientemente
desarrollada en el dominio de la ciencia del derecho. Permítome, así, centrar
mis reflexiones en cuatro aspectos interrelacionados de la cuestión, desde la
perspectiva de los derechos humanos, a saber: a) el respeto a los muertos en las
personas de los vivos; b) la unidad del género humano en los vínculos entre los

22
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

vivos y los muertos; c) los lazos de solidaridad entre los muertos y los vivos; y
d) la prevalencia del derecho a la verdad, en respeto a los muertos y a los vivos.

Por último, el caso Mayagna (Sumo) Awas Tingni versus el Estado de Nicaragua
en el cual la Corte incorporó como documento la etnografía del grupo Awas
Tingni. Un Estudio Etnográfico de la Comunidad y su Territorio, elaborado por el
antropólogo Macdonald en el año de 1996, en el conjunto de materiales de
prueba. De igual manera en el escrito del Voto Razonado Conjunto de los
Jueces se otorga un gran valor a la cultura y al territorio cultural:

En la audiencia pública celebrada en la sede de la Corte Interamericana los días


16, 17 y 18 de noviembre de 2000, dos miembros y representantes de la Co-
munidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni señalaron la importancia vital que re-
viste la relación de los miembros de la comunidad con las tierras que ocupan,
no solo para su propia subsistencia, sino además para su desarrollo familiar,
cultural y religioso. De ahí su caracterización del territorio como sagrado, por
cobijar no solo los miembros vivos de la comunidad, sino también los restos
mortales de sus antepasados, así como sus divinidades. De ahí, por ejemplo,
la gran significación religiosa de los cerros, habitados por dichas divinidades.

Por último se resalta algunos elementos tomados desde la jurisprudencia de


la CIDH de lo que Cabezas (2010) denomina daño espiritual o cultural:

 Es colectivo y difuso.
 Implica conflicto cultural y lesión a la cultura afectada por los delitos.
 Posible alteración de la cultura a través del cambio por acontecimientos
violentos.
 Este tipo de daño genera sufrimiento pero el bien colectivo que se afecta
es la reproducción de la cultura en todas sus dimensiones: creencias,
cosmovisión, etc., y la lesión de esta es el sufrimiento como perjuicio. el
trauma cultural.
 La magnitud del daño se traduce en lo que denominaremos más adelante
trauma cultural.

El daño y el trauma colectivo se han interpretado como producto disfun-


cional, adverso y nocivo de un cambio en el ámbito social (Sztompka, 2000)
y como instrumento catalizador, que, a través del miedo y el desorden, dan
el impulso inicial a la implementación de reformas económicas y el estable-
cimiento de nuevas condiciones de poder y relaciones políticas al interior del

23
establecimiento de un nuevo orden social (Klein, 2008), esto es, el daño y
el trauma colectivo como medio para el cambio. En ambas consideraciones,
está implícito que cuando aparecen en el devenir social como producto de
crímenes masivos conllevan cambios que por la importancia y el impacto que
generan en el grupo requieren una evaluación cuidadosa.
La violencia generada en este tipo de daño, se moviliza en el tejido social
a través del sufrimiento como sustrato inmediato. El sufrimiento no es una
categoría de análisis lejana a la jurisprudencia, ya la Corte Interamericana de
Derechos Humanos la admite como parte del daño moral generado por la vio-
lación padecida, ver el caso Neira Alegría y otros en la sentencia de reparaciones
de 19 de septiembre de 2008 donde el “sufrimiento moral” tiene gran valor o
en el caso del Penal Miguel Castro Castro versus Perú en la Sentencia de Repara-
ción de 2 de agosto del 2008, donde se admite incluso el sufrimiento causado
a la sociedad, que en este caso es la peruana. En este orden de ideas se define
el sufrimiento como lo plantea Das (2008), “el ensamble de problemas huma-
nos que tienen sus orígenes y sus consecuencias en las heridas devastadoras
que las fuerzas sociales infligen a la experiencia humana” (Ibíd., p. 453), estas
experiencias humanas de dolor y padecimiento administrado racionalmente,
como el sufrimiento social de orden genético en masacres, asesinatos selecti-
vos, violencia sexual, desapariciones, tortura; son creadas y distribuidas por el
orden social y dispuestas para el uso político (Ortega, 2008a) en la recodifica-
ción de las relaciones de poder y readecuación o ajuste de las fuerzas políticas;
como es claro en la justificación para la conformación del paramilitarismo en
Colombia o la implementación de dictaduras como la chilena y la argentina
en los años 70.
El daño lesiona transitoria o permanentemente, igual sucede con el trauma,
incluso para algunos autores (Robenn, 2005) se ha establecido que la perma-
nencia de un trauma cultural producto de crímenes masivos y de lesa humani-
dad alcanzan a cubrir varias décadas y transferirse a distintas generaciones, lo
cual implica el que trasciende a la memoria y de manera específica la trasciende
de forma traumática. Estas características de transitoriedad o permanencia
son necesarias para caracterizar el perjuicio causado y saber cómo compensar-
lo. Además, debe probarse la existencia de la intensidad del daño que en este
caso se denomina inmaterial y de los elementos de esa intensidad se despren-
den precisamente del tipo de traumas ocasionados.
De otro lado, en el contexto de la Comisión de Crímenes de Lesa Humani-
dad en cuanto al carácter general del ataque, el elemento cuantitativo se con-
templa no solo por el método empleado, sino además por el resultado lesivo de

24
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

repercusión importante en el concreto ámbito social (Liñán, 2008) y en este en-


caja de manera perfecta la argumentación e interpretación generada en el daño
colectivo, social y cultural con la producción de perjuicios traumáticos masivos.
La determinación del perjuicio dañino, en este caso del trauma colectivo,
en los contextos de crímenes masivos tiene un gran valor en la Ley 975 del
2005, no solo para ser tomado en cuenta en las audiencias de conocimiento
y en especial para la Audiencia de Incidente de Reparación Integral —como
lo discutiremos más adelante— sino en la parte previa del proceso en la cual,
no solo es necesario, sino que es competencia del fiscal la investigación y
determinación del daño colectivo y los perjuicios causados en la comisión de
delitos, como se cita en el texto de la Cooperación Técnica Alemana (GTZ,
2010: 107).

El artículo 15 de la normativa que se está comentando adjudica a los servido-


res públicos, el compromiso de esclarecer la verdad sobre los hechos objeto de
investigación, al tiempo que ordena a la Fiscalía la averiguación de las conduc-
tas punibles y sus circunstancias, amén de las condiciones sociales, familiares e
individuales del imputado y su comportamiento punible anterior.

Con igual claridad le adjudica el deber de investigar “los daños que individual
o colectivamente haya causado de manera directa (el imputado o acusado) a
las víctimas…

El daño colectivo se establece en el orden de las circunstancias que rodean


las conductas punibles, además la comprensión y el conocimiento de cómo se
conforma un daño colectivo y los traumas que genera como perjuicio permite
aportar elementos de convicción e incorporarlos válidamente al proceso, y
con base en ello, tomar una decisión sobre los hechos, claro está, apoyados
en el desarrollo de principios y conceptos científicos emanados de las ciencias
sociales en general y de manera más específica desde la antropología sociocul-
tural y los métodos etnográficos, como de manera precisa se lee en el auto de
segunda instancia de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia. Proceso Nº
31150 numeral 8 (Ibáñez, 2009:41).
Es bueno subrayar que el proceso de valoración de la prueba es el método
a través del cual se evalúan los distintos elementos de convicción válidamente
incorporados al proceso para tomar una decisión sobre los hechos. Es una
operación mental que comporta el análisis razonado de los elementos de con-
vicción, sujeto a ciertas reglas que lo organizan. Entre los sistemas tradicio-
nales de valoración de la prueba, el nuestro adopta el de la sana crítica, que

25
se caracteriza por la ausencia de reglas abstractas de valoración probatoria y
exige una decisión sustentada en los elementos de convicción y la consecuente
motivación sobre su mérito probatorio, conforme a las leyes de la ciencia, los
principios de la lógica y las reglas de la experiencia.

Es claro, entonces, que cuando el funcionario de control de garantías reclama


que la confesión esté asistida de otros medios de prueba, estatuye una carga
adicional que se opone no solo a los preceptos legales que conforman la Ley
de Justicia y Paz, sino al contexto político, histórico y axiológico que subyace a
la misma, donde la valoración de los contenidos del relato, será el resultado de
los mecanismos racionales y las facultades analíticas del juzgador.

No se trata, como sucede en el sistema de prueba legal o prueba tasada —pro-


pio del sistema inquisitivo—, de un método rígido, utilizado para asignar un
valor legalmente determinado a cada clase de medio probatorio. Se trata, por
el contrario, de un método que no predetermina el valor de convicción de las
distintas piezas probatorias, sino que establece pautas generales, propias del
correcto razonamiento humano, aplicables a todo elemento probatorio.

Las reglas de la sana crítica permiten examinar, de manera individual, cada


confesión, testimonio o cualquier elemento de prueba, para que sea el funcio-
nario judicial quien realice un juicio sobre la credibilidad, confiabilidad y valor
probatorio, según sus particulares características.

En esta consideración individualizada el funcionario debe atender al conte-


nido del elemento de prueba en sí, y confrontarlo también con el resto del
contexto histórico, tanto personal, como del grupo armado del cual hizo parte
el desmovilizado que aspira a obtener los beneficios de la Ley de Justicia y Paz.

Para pensar el lugar que ocupan los hechos violentos, qué significan en la
sociedad, y el conjunto de circunstancias genéticas que los rodean, partimos
del axioma de que cada hecho es comprensible y explicable solo en su contex-
to, porque este se convierte en la estructura significativa para cada uno de ellos
o para el conjunto de hechos violentos. Además, porque este tipo de eventos
sociales no ocurren al azar sino que revelan la naturaleza compleja del contex-
to de la violencia y de las lógicas de la guerra. A esta complejidad responde la
investigación de carácter multidisciplinaria de genocidios, crímenes de guerra
y de lesa humanidad cometidos a gran escala, tal como lo señala la Oficina
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
(Reed, 2008b). La investigación debe recurrir a explicar el contexto socio-his-

26
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

tórico de los hechos y la estructura significativa que los contiene en términos


de las relaciones políticas, históricas e institucionales, además entenderlo en
términos territoriales y de las dinámicas de violencia, “el objetivo de una iniciativa
de judicialización de estos crímenes no es solo esclarecer lo acontecido en hechos aislados, sino
determinar el continuo de poder entre determinadores y seguidores y explicitar las políticas,
prácticas y contextos que determinaron (o facilitaron) la perpetración de abusos de manera
sistemática o generalizada” (Reed H., M. 2008b:101). De la investigación multi-
disciplinaria del acontecimiento violento y de su contexto genético se deriva el
develamiento de las relaciones sociales, porque tras el hecho están implícitas
las relaciones sociales y el efecto del hecho o acontecimiento violento se en-
tiende en el nuevo orden de relaciones sociales que se establece; muestra de
lo anterior son los macroproyectos agrícolas en el Chocó. En efecto, no era
claro al comienzo del paramilitarismo en esta zona del país la estructuración
de planes de apropiación del suelo para macroproyectos agrícolas, solo en una
etapa posterior a los acontecimientos violentos y traumáticos, la Fiscalía Ge-
neral de la Nación pudo develar el porqué de masacres y asesinatos violentos y
la nueva configuración de las relaciones sociales que soportaban la propiedad
y apropiación de este suelo.
En lo que se refiere a las dinámicas en el orden de la cultura, recalcamos el
papel que cumple en esta investigación el conocer la naturaleza de la “víctima
colectiva” de manera específica y particular, “los modos en que estos padecen, perciben,
persisten y resisten esas violencias, recuerdan sus pérdidas y les hacen duelo, pero también la
absorben, la sobrellevan y la articulan a su cotidianidad” (Ortega, 2008a:20). Conocer
estas características de la “víctima colectiva”. Si se hace permite hacer aportes a la
construcción de la verdad, ir más allá de la concepción estructural de la guerra
—reconocimiento del territorio y descripción de las dinámicas— y acceder a
niveles más profundos del acontecimiento violento, esto es su efecto multidi-
mensional y concreto. Por último, es necesario conocer la relación de la víctima
—como sujeto social— con otros sujetos de la sociedad.

2.5. El trauma como producto del daño


La amplia generación de traumas masivos producto de crímenes de guerra,
de lesa humanidad y de genocidios llevados a cabo en el siglo XX y en lo que
va del XXI ha presionado el impulso de su estudio por parte de diferentes
ciencias sociales —psicología, antropología, sociología e historia— para po-
der comprender en toda su multidimensionalidad y proponer elementos para
su resolución colectiva.

27
En términos médicos y psiquiátricos el trauma es el impacto que a largo
plazo deja un suceso repentino con efectos destructivos incapacitantes en al-
gún aspecto importante. Individualmente el impacto destructivo se manifiesta
en la personalidad y como efecto aparece algún tipo de incapacidad mental o
emocional. En el ámbito social el trauma presenta sus efectos destructivos en el
cuerpo social, en el sistema de relaciones sociales, lo cual significa que la capaci-
dad creativa del grupo para su reproducción presenta una patología específica;
una patología que implica una insuficiencia en la posibilidad de reproducción y
recreación de la colectividad, esto es alteración en su supervivencia. El trauma
en sí, por su carácter repentino y completo produce un shock doloroso al tejido
social y a la cultura, así como en el ámbito médico a causa de un evento dañoso
se produce un shock orgánico. Todo lo anterior se refiere en última instancia a
una catástrofe que ha producido daño en la sociedad.
De manera más específica Sztompka en el 2000 definió el trauma como
un proceso dinámico con un inicio, un desarrollo y una resolución. Además,
estableció la secuencia traumática y de forma precisa definió cada una de las
fases de dicho problema social. En términos generales, todo proceso traumá-
tico está constituido por varias fases primordiales que van desde el contexto
estructural, la situación o acontecimiento traumático y modos específicos de
interpretar y narrar este tipo de acontecimientos, los síntomas, las adaptacio-
nes postraumáticas emanadas del contexto específico y por último la supera-
ción del trauma.

2.5.1. El contexto estructural

El contexto estructural o el ambiente propicio a la convergencia del trauma


son las condiciones maduras que aparecen cuando la desorganización, deses-
tabilización, desplazamiento o incoherencia cultural permiten que el comple-
jo social se polarice y produzca ambivalencia o desorientación en la cultura.
El impacto violento se posiciona de manera rápida, inesperada, en las áreas
centrales de los componentes culturales donde se producen o reproducen
valores, creencias y normas comunes. La desaparición forzada se implementa
como ataque con el objeto de confundir a la población donde se aplica. En
información recolectada en campo algunos desmovilizados afirmaban utilizar
la desaparición forzada con fines netamente de confusión a la población para
que no se identificara al sujeto activo ni las razones de la desaparición, se crea-
ra un estado de descontrol y ambivalencia social2.

2 Investigación en proceso sobre el tratamiento del cuerpo en el paramilitarismo. Universidad de


Antioquia. Grupo de Investigaciones Biosociales del Cuerpo.

28
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

La desorientación cultural se presenta de varias formas fundamentales; una


primera forma tiene que ver con el “golpe” al centro de la cultura y ruptura
de la congruencia de los valores básicos, verbigracia los que soportan las ba-
ses de la identidad o del orgullo colectivo. En la India, el concepto de puro
o pureza en la sociedad tiene un valor central de configuración del ethos y la
identidad de algunas etnias; en las confrontaciones llevadas a cabo en el mar-
co de partición de la India y Pakistán los hombres violaban y torturaban a las
mujeres del país enemigo para marcar el cuerpo con la impureza y atacar un
concepto y significado nuclear de la cultura (Das, 2008). Otra forma de des-
orientación cultural aparece con la movilización de la gente, para este escrito
se pueden retomar la desorientación producto del desplazamiento forzado,
donde la gente no se adapta al nuevo entorno y a los valores que allí se movi-
lizan. Los desplazados se encuentran en un mundo cultural con el que están
en completo descuerdo con respecto a su cultura y esto es definido como
doloroso e insoportable.
La desorientación da paso al trauma, de igual manera en todas estas formas
se presenta una movilidad moral e intelectual como la señal más evidente de
que hay una situación conducente a trauma: se habla de él y se quiere hacer
algo al respecto. La desorientación puede ser planificada con el objeto de
conducir a un grupo a la experiencia traumática y controlar el contexto; para
ello se requiere conocer socioculturalmente al grupo, desde lo más profundo
de las relaciones y representaciones culturales; y así planear y estructurar las
formas y mecanismos de terror a implementar en el ataque. Tal fue el caso del
proyecto contrainsurgente almas errantes en el que

Se utilizó el conocimiento de la cultura vietnamita para activar dispositivos de terror colectivo.


El decimoquinto día de la séptima luna los vietnamitas celebran el día de las almas errantes;
en las viviendas y pagodas ofrendan alimentos, bebidas y regalos a sus difuntos olvidados a
los cuales llaman “almas errantes”. Así que los muertos tenían y tienen un lugar central en
la significación de los vivos. Desde este imaginario colectivo antropólogos y psicólogos sociales
recomendaron al ejército de los Estados Unidos no devolver el cuerpo, desaparecerlo con el fin
de utilizarlo como objetivo psicológico divisivo, tanto en el orden individual como en el orden
colectivo. Los victimarios colocaron altavoces al interior de la selva y a través de estos emitían
gemidos y chillidos simulando la sonoridad de las “almas errantes”. El efecto esperado era
hacer de las selvas un lugar imaginario del más allá indómito y tenebroso, lugar en el que los
ejércitos contrainsurgentes eran absolutamente vulnerables y donde los vietnamitas ganaban
las batallas. En este ámbito se gesta de manera sistemática la desaparición forzada de per-
sonas (Monsalve, 2009:13).

29
En síntesis, el contexto necesario para el surgimiento de un trauma cultural se
estructura desde un estado de desorientación cultural, aunado a la preocupación
social, y expresado en la intensificación emocional y el activismo intelectual.

2.5.2. El acontecimiento violento

Cuando los hechos o sucesos revisten cierto grado de importancia y signi-


ficación para la sociedad, ascienden a la categoría de acontecimiento, y esto es
lo propio de los hechos violentos en los crímenes de lesa humanidad, acon-
tecimientos violentos que adquieren la connotación de trauma social por el
registro especial que hacen en la memoria y la historia; el trauma social es
un tipo de trauma en el que los eventos devastadores tienen la capacidad de
romper el tejido social, alterar las redes simbólicas e infligir un sufrimiento de
tal magnitud “que es diferente a la suma de las heridas… personales que lo
constituyen, y es más que estas” (Erikson, citado en Ortega, 2008b:34).
Un golpe o ataque terrorista conduce a la población a un shock colectivo, el
despliegue de una fuerza abrumadora hace entrar a los individuos y los grupos
humanos a los que se aplica en una animación suspendida, esto es a las puertas
del trauma. Las sociedades en estado de shock, según Klein (2008), a menudo
renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza. Algo pareci-
do sucede con los familiares de los desaparecidos, quienes no pueden decidir
proyectos vitales en tanto la situación de su ser querido permanece indefinida
(Kordon, et ál. 2010). De esta misma línea de categorías son los efectos de la
guerra; la guerra y los conflictos armados impactan con tal fuerza y de manera
tan inmediata en el tejido social que los grupos sometidos a la destrucción no
pueden reaccionar ante ella con eficacia (Carpentier, 2007).
La intensidad y la durabilidad del daño y del trauma colectivo dependen del
impacto del acontecimiento, hechos o ataque infligido al “cuerpo de la sociedad”3
y a la determinación de qué parte de este cuerpo social se pretende llegar,
tocar y alterar.

I. La existencia de las formas y patrones culturales es persistente y conser-


vadora, presenta gran resistencia al cambio y por lo tanto a los efectos de
acontecimientos traumáticos. Para interferir en la cultura y modificarla en
su núcleo fundamental se requiere de modelos implementados a muy lar-
go tiempo y ritmos lentos, que ejecutados conscientemente produzcan un
efecto profundo, destructivo y adverso.

3 Metáfora tomada de Sztompka, 2000.

30
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Sánchez G., G. (2008:16) afirma que “parte de la eficacia del discurso y de las
prácticas del terror precisamente es empujar a la víctima al campo del opresor, llevar a la
víctima a interiorizar en su comportamiento la ideología, los valores y las prácticas del ver-
dugo”, por tanto, como efecto del terror se quiebran los referentes culturales
se desdibujan las fronteras entre el bien y el mal, se trasfiere el mensaje de la
violencia listo para su reproducción. Un buen ejemplo de ello se encuentra en
el escrito de acusación a Ramón Isaza, donde se legitima el asesinato en los
acontecimientos de limpieza social por parte de los mismos familiares de la
víctima y el consentimiento de estos hechos por parte de un sector social. De
una manera implícita hay un acto de apología y propaganda que se ha llevado a
cabo por los victimarios para que estas prácticas de terror se legitimen y acep-
ten. Así de esta manera, las nuevas formas de violencia, que no son propias
del grupo, trascienden a la mentalidad colectiva de dicho grupo y por tanto se
reproducen en la vida cotidianidad, junto a lo anterior se trasforman los valo-
res y las prácticas del grupo. Un ejemplo de ello sucede en zonas de conflicto
prolongado, donde los acontecimientos violentos logran cambios en la cultura
y más específicamente en sus formas de violencia.

En este contexto cabe citar a Liñán, en cuanto a los elementos estructurales


del crimen contra la humanidad:

Respecto al artículo 7. 3. de los Elementos se exige que el Estado o la organización promue-


van o alienten activamente un ataque de esa índole contra la población civil. Por lo tanto,
no sería suficiente con el establecimiento de un contexto, sino que sería necesario un acto de
apología o propaganda para animar a llevar a cabo la línea de conducta. Este artículo no
excluye la iniciativa de individuos que, habiendo recibido el mensaje de violencia, actúen por
cuenta propia en dicho contexto. Ello sería constitutivo de crímenes contra la humanidad,
ya que no se puede identificar dicha redacción como la exigencia de que el Estado o la or-
ganización tomen parte activa —cometiendo actos criminales— para que el tipo pueda ser
perfeccionado (2008:16).

Espinosa (2009), en una investigación realizada en la Sierra de la Macarena


en el departamento del Meta, documenta la configuración de una violencia
cotidiana y de la incorporación de esta en la vida ordinaria, como expresión
particular de la violencia política, lo cual implica para los campesinos otra for-
ma de cambio: la rutina del sufrimiento como algo normal, cotidiano del día a
día y el resquebrajamiento de la confianza entre vecinos, entre otros.

31
II. Hay otros acontecimientos intensos, rápidos, repentinos y radicales que
impactan el tejido social de manera inmediata y de ello depende la duración
del daño y del trauma colectivo. A este tipo de impactos se les denomina
acontecimientos de shock y conmoción, porque producen traumas colecti-
vos radicales. Para ser traumáticos este tipo de acontecimientos conjuga al
menos cuatro características (Sztompka, 2000): 1. Cualidad temporal: rápi-
do y repentino. 2. Substancia y alcance: radical, profundo, amplio, alcance
al núcleo cultural. 3. Orígenes: Impuesto y exógeno. 4. Encuadre mental:
percibido como inesperado, imprevisto, generador de shock, repulsivo. A
este tipo de cambios sociales que generan traumas culturales correspon-
den: el desplazamiento forzado, limpieza étnica, genocidio, asesinato en
masa, asesinato de líderes políticos, en síntesis, corresponden a los críme-
nes de lesa humanidad, entre otros.
El suceso o acontecimiento traumático tiene dos componentes universales:
la respuesta a los acontecimientos y la definición de los síntomas expresados
(Hudnall, et ál. 2004) por la cultura; esta última dimensión requiere de la inter-
pretación cultural del hecho, acontecimiento o ataque como traumatizante. La
cultura posee un pool de significados predeterminados que la gente selecciona
y los aplica a los eventos potencialmente traumatizantes.

2.5.3. Síntomas traumáticos

Los psicólogos distinguen tres aspectos psíquicos del trauma: el evento


como tal, causante del trauma y, por tanto, el responsable de una pérdida
que puede ser una persona, un objeto o el hábitat; consecuencia de ello la
percepción del evento como un acontecimiento traumático o la instauración
del trauma, esto es el impacto emocional y afectivo de la experiencia negativa;
y por último la reacción propia del sujeto como padecimiento ante el evento
traumático y la pérdida sufrida —duelo—.
Las interpretaciones psicológicas del trauma individual pueden ser traslada-
das a la dimensión sociocultural cuando el trauma como hecho social se extien-
de y distribuye entre los miembros de un grupo determinado, como fenómeno
grupal implica que su experiencia se proyecta en la cultura y en la sociedad y,
por tanto, su tratamiento tiene que corresponder con su naturaleza social —y
como veremos más adelante de igual manera su reparación—. La interpreta-
ción del trauma en el orden grupal implica la ruptura, el desplazamiento, la
desorganización, en última instancia la experiencia traumática y la pérdida en
la colectividad, lo perdido es algo propio de todos y de cada uno en el grupo.

32
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Sztompka (2000) advierte que mientras más fuerte es el shock o impacto


del acontecimiento violento más fuerte es el trauma; así en un grupo barrial
acostumbrado al asesinato y al conflicto continuo, el asesinato del líder barrial
no impacta al grupo de manera contundente, aunque sí a los individuos cer-
canos; pero caso contrario sucede en un grupo de gran estabilidad, regular y
ordenado donde el asesinato de un líder altera de manera contundente al gru-
po total. En la Audiencia de Reparación Integral de Mampujan, las víctimas
resaltaban y señalaban el efecto nocivo del asesinato del Rey del Ñame sobre
los habitantes de la región, no solo por la injerencia que tenía en las relaciones
económicas de producción y distribución del ñame y otros productos agríco-
las, sino además por el poder que lo investía como líder y patrón a seguir.
Sztompka además precisa que si el trauma toca el núcleo del orden so-
ciocultural, como los valores primordiales, las reglas y expectativas centrales
o áreas significativas de gran valor social, como la concepción corporal, el
impacto se hará sentir más fuerte; verbigracia el desmembramiento con el
objeto de desaparecer tiene un gran impacto en la sociedad colombiana. En
la guerra, el cuerpo es el primer espacio donde se concretan las relaciones
sociales de poder y las concepciones de sociedad, y a través de un proceso de
representación el cuerpo se reconoce en la cosa4, estableciéndose la identidad
entre uno y otra; el cuerpo es una cosa que se “tira” como denominaban los
paramilitares el acto de deshacerse de los “pedazos” de la víctima y este era el
significado que también entendían y entienden las víctimas porque señalan
que su muertos están “tirados”, por tanto, quieren ir a “recogerlos”.
No encontrar el cuerpo, ya sea parcial o totalmente, para darle cristiana se-
pultura, en un orden social de pensamiento judeocristiano rompe con las for-
mas básicas de humanización en nuestra sociedad. El trauma como fenómeno
cultural, instalado en el núcleo del orden social, persiste y perdura a través de
generaciones y desde allí se reactiva cuando se pone en marcha un hecho sig-
nificativo que puede reavivar la violencia entre los grupos que confrontaron
en el pasado: etnias, tribus, naciones, etc.
Pero, ¿cómo se manifiesta el trauma? Cuando estemos ante grupos sociales,
¿cómo identificar las manifestaciones traumáticas y los efectos de los aconte-
cimientos violentos?

4 El término cosa en este escrito se define en contraposición a sujeto o persona objeto de las relacio-
nes sociales, un ejemplo de ello es el esclavo, quien en el régimen esclavista era una cosa. Diccionario
de la Real Academia Española, impreso en 1999.

33
En el orden individual, hay una recurrencia al padecimiento de pesadillas,
repeticiones mentales del hecho traumático y reacciones de angustia automá-
tica que presentan periodos de latencia y olvido de la experiencia como parte
del proceso traumático (Eyerman, 2004); además se presenta un sufrimien-
to cultural de perturbación familiar y social, dolor crónico de la existencia,
manifiesto en comportamientos destructivos, dolor existencial suspendido y
depresión suicida.
En el acontecimiento violento que adquiere carácter de acontecimiento
traumático el efecto devastador tiene un espectro de acción masivo, por ello
se define como algo más que la suma total del sufrimiento individual y tras-
ciende las personas, la infraestructura y el paisaje: aunque afecta a las perso-
nas individualmente la acción contundente que desestructura está dirigida a
afectar los criterios sociales, se introduce un mundo al revés, donde todo es
inconmensurable e inequiparable al mundo familiar cotidiano (Robben, 2005);
como señala Jelín (2002), la fuerza del acontecimiento colapsa la comprensión
y la capacidad de explicar lo ocurrido, porque no se puede comprender la pér-
dida ni hacer frente a ella; así por tanto, esta incomprensión y desorientación,
asegura Robben, es la que lleva al individuo a sentirse impotente, aterrorizado
y no enfrentar la pérdida y el acontecimiento violento. En las Audiencias de
Reparación Integral de Mampujan, un hombre anciano de la región se para
frente al público asistente y dice “ni siquiera nosotros sabemos lo que hemos perdido”.
Cuando hay perturbación los símbolos y las palabras comienzan a significar
algo distinto, los valores pierden su vigencia, se rompe la confianza, la fe y
todo tipo de creencias orientativas y al no aceptar la pérdida y no llevar a cabo
el trabajo de duelo, el grupo puede permanecer en un duelo crónico.
Así el trauma masivo deja grupos, culturas y sociedades sin defensa. Dejar
de ser lo que se es significa perder la identidad y esta se quiebra y rompe para
instaurar otra identidad, se detona el trauma colectivo para quebrar las anti-
guas pautas y modelos de comportamiento del grupo y a manera de tabula rasa
(Klein, 2008) escribir otro tipo de pautas valores y modelos de comportamien-
to. Por ello, no es gratuito que este tipo de traumas se implementen en zonas
que se supone intervenidas por razones de contrainsurgencia, ya que la guerra
es uno de los acontecimientos sociales más complejos y prolíficos en cuanto a
traumas sociales. Pero no solo existen razones políticas, también y fundamen-
talmente existen razones económicas, donde se devela la intención de romper
la identidad y desestructurar la comunidad, para hacerla dócil e implementar
medidas económicas que bajo otras circunstancias la comunidad no aceptaría.

34
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

El develar las razones profundas y estructurales del cambio social a través de


acontecimientos traumáticos corresponde a un nivel de verdad que no es per-
ceptible como una verdad fenomenológica, sino deducible en los efectos del
acontecimiento y de la dimensión en que actuó el trauma: económico, político,
entre otros.
El efecto del acontecimiento no solo depende de la contundencia del im-
pacto sino también de quien lo produce “si el sufrimiento es causado por
vecinos y otros miembros de la comunidad o por agentes externos a la misma;
si es el Estado o son individuos asociados a la delincuencia; si la agresión es
inesperada o largamente anticipada y temida; si es sostenida o eventual” (Or-
tega, 2008a, 34).
El trauma social y sus efectos masivamente expresados en la depresión sui-
cida, los duelos sociales crónicos, entre otros, conducen a un problema mayor
en la sociedad, a un problema de salud pública, a un problema epidemiológico
expreso y a unas implicaciones contundentes en el sector sanitario, verificable
en estadísticas de morbilidad y mortalidad a través de variables como la identi-
ficación de factores de riesgo, causalidad, tasas de mortalidad y morbilidad, pre-
valencia, incidencia, entre muchas otras, aunado a la identificación de la posible
etiología del trauma, esto es el contexto de violencia masiva con el perfil demo-
gráfico de la población estudiada, edad, y sexo, como eje transversal de análisis.
Llorente y colaboradores (2009) concluyen que los grupos irregulares como
paramilitares y guerrilleros han contribuido en el mantenimiento de unas altas
tasas de homicidio en el país. De hecho en días recientes la FGN repostó que
en solo 400 municipios del país desde los años 80, 150.000 personas habrían
sido asesinadas por paramilitares (El Espectador, 2010). Se estima que desde
los años 1990 y un poco antes, esta forma de violencia es la primera causa de
muerte en nuestro país. El perfil demográfico de los homicidios es muy claro;
las víctimas son principalmente el grupo etario de 15 a 44 años de edad y de
ellos el 80% de los muertos son hombres. Pero al parecer el problema desbor-
dado del homicidio no es solo del orden nacional, sino del orden internacio-
nal, por ello, considera el reconocido epidemiólogo Saúl Franco (1997:1) que
“Colombia tiene las tasas de mortalidad por homicidio más altas del mundo”.
Si la epidemiología busca establecer entonces una relación directa entre “la
distribución de frecuencia de enfermedades o eventos y fenómenos de salud en grupos sociales
y los factores que influyen sobre la ocurrencia y variación de esta distribución” (Colimon,
1978), será posible en la interpretación de los efectos causados por violencia
masiva utilizar la epidemiología como un marco referencial para la edificación
de un mayor nivel de efecto traumático en las víctimas vivas de la violencia.

35
Siguiendo esta línea del trauma social y sus efectos, la desaparición forzada
en Argentina tuvo tal impacto en la sociedad que el duelo crónico persiste
incluso hoy en el recuerdo de confrontación continua y compulsiva (Robben,
2005) y es tal el impacto que Kordon y colaboradores (2010) señalan que se
ha reactivado el trauma social y las “heridas” siguen abiertas.
En el 2004 Alexander precisó en mayor medida los alcances de los aconte-
cimientos traumáticos y lo delimitó en la cultura, afirmó que el trauma cultural
ocurre cuando los miembros de un grupo cultural sienten haber sido objeto
de un evento horrendo que tiene la propiedad de dejar una marca indeleble en
su consciencia grupal y marcar para siempre su memoria. El trauma cultural
se reconoce porque cambia la identidad del grupo de manera fundamental.
La violencia masiva en guerras étnicas, limpieza social, destierros masivos,
desarticulan los sistemas culturales y reducen sus costumbres al sinsentido,
los rituales los vuelven inútiles y las memorias colectivas vagas, las relaciones
vecinales de confianza se transforman en paranoias, el apoyo y cuidado en
agresión (Young, 1998). Los elementos culturales vulnerables al ataque van
desde el cuerpo, la religión, la historia, el lenguaje, la economía, el ambiente,
eliminación de autoridades tradicionales o de figuras detentadoras de poder
tradicional, elevación de poder a autoridades no tradicionales, etc. (Young,
1998; Stamm, et. ál. 2004).
En síntesis, el síntoma traumático de la evocación compulsiva de la expe-
riencia violenta no solo es una forma de hacer frente a la inconmensurabilidad
del acontecimiento violento y al trauma, sino que es un llamado de atención
para llenar las lagunas de desinformación y olvido propios del trauma (Robben,
2005). La verdad y la información que se generan en la confesión del victima-
rio, en la investigación social (histórica, política, psicológica, antropológica y
sociológica) y en la investigación judicial ayudan a explicar y a dar sentido al
sufrimiento de las víctimas, la cultura y la sociedad, es por ello que las víctimas
siempre están preguntando ¿qué pasó?, ¿por qué pasó?, preguntan también,
¿cómo identificar en los huesos a una persona? Así deducen el significado del
sufrimiento propio, significado y explicación, que ya no emana del sistema cul-
tural conocido. Es por ello que impulsar la participación activa de la víctima,
como parte de la política de verdad potenciando las narraciones de víctimas y
victimarios aunado a los trabajos de los investigadores ayuda a descubrir el pa-
sado traumático. En este orden de ideas la verdad ayuda a la gente a reconstruir
el sentido y dar un lugar a las experiencias vividas y crear sensación de dominio,
los orienta hacia el futuro y les permite funcionar mejor en sociedad.

36
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

2.5.4. Adaptaciones postraumáticas

La reparación del daño tiene otras consecuencias: reorganización, rehabili-


tación, reivindicación del grupo cultural lesionado, o restauración cultural que
pueden gestarse teniendo como fuente primaria la identidad cultural. Para esto
se requiere del conocimiento de la cultura existente antes del acontecimiento
violento, como principio básico de reparación y para ello la jurisprudencia
se puede servir del método etnográfico. Reparar el daño cultural significa,
en este contexto, reconstruir o volver a reconfigurar una identidad colectiva
a través de la representación como forma de restaurar la ruptura del tejido
social (Eyerman, 2004); de igual manera Hudnall y colaboradores en el 2004
afirmaban que no era posible proporcionar los insumos suficientes en la tras-
formación de la pérdida cultural si se concentraba la reparación o reconstruc-
ción solo en la infraestructura física y se pasaba por alto la sociocultural, la
humana. De ello, podemos avizorar que la pérdida del patrimonio cultural se
hace por partida doble al obviar la dimensión sociocultural de la reparación y
además se puede afirmar que es otra manera de revictimizar.
La cultura desempeña un doble papel, por un lado es parte substantiva de
la conformación de la experiencia traumática porque la pérdida es solo pér-
dida si se admite por la cultura y si se interpreta el acontecimiento violento
como trauma. Como ejemplo se toma el conflicto bélico turco en donde las
creencias religiosas y el fuerte orgullo en la identidad cultural mitigan el dolor
producto de la devastación. De otro lado, desde la cultura se pueden recu-
perar esas rupturas inesperadas en la vida social a través de dispositivos que
faciliten procesos de curación, como son los rituales: formas de expresión de
emociones, guías de comportamiento, propuesta de significado para cierre
de duelos. Los rituales desempeñan una función importante en la curación
porque proporcionan a las personas los significados y sentidos perdidos en
el proceso traumático y fortalecen los vínculos entre el individuo y el grupo
cultural. De allí que retomar la psicoterapia tradicional y cultural tenga un gran
valor en los procesos de reparación integral. Y así funciona el ritual Navajo el
camino enemigo, el cual en siete días restaura las relaciones entre la familia, el
clan y los miembros de la cultura con los individuos traumatizados por la gue-
rra (Durkheim, 1961; Joung 1998). Gacaca en cambio es una práctica cultural
de rehabilitación. Gacaca fue el sistema judicial tradicional ruandés, retomado
por los Tutsis, cuando el Tribunal Penal Internacional no fue suficiente ni ade-
cuado y desde allí se hicieron los juzgamientos; esta es una tradición cultural

37
utilizada para cumplir funciones de rehabilitación cultural. Así que a través de
la cultura misma se pueden reparar también los daños.
Hasta este nivel, la Antropología social tiene el potencial de aportar mayor
verdad a partir de la recolección de datos e interpretación de la información,
orientada a la Ley 975 del 2005 de Justicia y Paz. Por tanto, cabe recordar que
en el ítem uno: “Niveles de afectación de los delitos de lesa humanidad” se
nombraron dos dimensiones o esferas sociales que se veían afectadas por la
comisión del hecho social violento: las víctimas directas y las víctimas indirec-
tas. La inclusión de los sujetos sociales en ambas categorías dependerá de la
tipificación del delito. Así, con fines de ilustrar lo anterior, en casos masivos de
violencia sexual se reconocen como víctimas directas los hombres o mujeres
que fueron blanco de tal ataque, los cuales a su vez, representan la esfera de
individuos vivos, sobrevivientes al hecho social violento.
Otro ejemplo que manifiesta la complejidad en la categorización de las víc-
timas como directas o indirectas tiene que ver con la desaparición forzada,
puesto que el abordaje de los desaparecidos como vivos o muertos puede ser
un factor que incida en la revictimización de los familiares. Este fenómeno se
explica, retomando a Monsalve (2009:2):

La desaparición forzada no solamente busca la ganancia en las batallas; su


objetivo es un instrumento de guerra; ruptura social y cultural. Basta con
nombrar los múltiples efectos sociales y subjetivos que produce: creación y
mantenimiento de un vacío social, ruptura de las reglas socioculturales y las
normas de convivencia, pérdida de confianza en las instituciones, pérdida del
referentes de la responsabilidad, estado de alienación, deshumanización de
los individuos y los grupos a través de la imposición de la cotidianidad de la
muerte, aislamiento de los movimientos sociales y pérdida de la capacidad para
horrorizarse frente a las atrocidades cometidas (Molina,1998).
Las personas desaparecidas no serían y son solo un doloroso drama para sus
familiares y amigos, sino que al no poder elaborar el duelo real a causa de la
ausencia del cadáver del ser querido, esto es, al no existir registro del cadáver,
los familiares de la víctima sufren la imposibilidad para cerrar o dar por termi-
nado el vínculo afectivo con la persona desaparecida. Cada familiar o amigo
de la persona desaparecida intenta elaborar el duelo, que le permita, sine qua
non, reconstruir los vínculos y los tejidos sociales, rotos por la violencia y el
conflicto armado.

De otro lado, pero relacionado con la desaparición forzada cabe anotar que
una de las fases de la investigación social utilizada en los casos de desaparición
forzada es la investigación preliminar, la cual, aunque tiene un carácter prejudi-
cial aporta elementos y datos importantes a la investigación judicial posterior.

38
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Ruta metodológica de la investigación en Antropología

La investigación propuesta contempla unas fases consecutivas y cronológi-


cas que tienen como base la ruta jurídica de la Ley 975 del 2005.
Se propone un énfasis localizado en la construcción y síntesis del contexto,
en el cual la investigación preliminar genera dos universos de datos: los datos
sobre las víctimas y los datos sobre los GAOML. Es claro que el diseño del
proyecto apunta a la construcción conceptual y concreta del daño cultural en
aras de integrar a este el concepto de la reparación y ligarlo al contexto del cual
proviene el grupo social en cuestión.
Dimensión de las víctimas: las víctimas deben ser percibidas y reconocidas
en tres niveles: individual, cultural y social. El primer nivel pretende ser con-
ceptualizado desde el ámbito psicológico, y a su vez el nivel cultural y social
debe ser abordado desde una visión histórica que considere: las condiciones
antes del hecho social violento, durante y después de este. Es claro entonces
que la caracterización del grupo social a partir de la integración de estos tres
tiempos enfatiza en el después con el fin de visualizar directamente y concre-
tar los efectos que ha tenido ese hecho violento sobre la población. Es a partir
del estudio de los efectos que se permite la caracterización del daño cultural.
Esta caracterización del daño se va a hallar manifiesto en lo que hemos de-
nominado la fenomenología de la transformación cultural; en otras palabras,
ese daño cultural se torna concreto cuando se puede pensar como un proceso
único y específico para cada contexto y para cada grupo social.
Derivado de lo anterior, se proponen varios tipos de accionar violento a
partir de ejemplos etnológicos. Los casos paradigmáticos para comprender los
cambios concretados en la transformación cultural de un grupo son:

a. La desaparición forzada en el caso concreto de Vietnam y Guatemala.


b. El abuso sexual en conflicto armado en el caso concreto de Kosovo.
c. El desplazamiento forzado en el caso de Mampuján.
d. Genocidio en el caso de la cultura Wayúu en La Guajira colombiana.

Dimensión de los Grupos Armados Organizados al Margen de la Ley —


GAOML—: La caracterización del grupo armado se debe considerar en tres
niveles: la ideología, en relación con el espacio y el tiempo. La ideología to-
mará como instrumento metodológico el análisis del discurso proveniente de
las versiones libres y los datos que provea la ficha de entrega voluntaria del
postulado. Por su parte, los cambios temporales son relevantes si son com-

39
prendidos a partir de la génesis y de la transformación o evolución del grupo
armado y esto, articulado a la comprensión del espacio en términos de terri-
torio. Los elementos que se toman para visualizar esta problemática son la
geo-economía y la geo-política del grupo armado.
Por otro lado, se entiende que el postulado es la representación del Grupo
Armado Organizado al Margen de la Ley y a su vez de la escuela de formación
del grupo. Esto es evidenciable mediante el análisis de los patrones, tanto de
lesión como de enterramiento de los cuerpos. En este punto, es importante
poner de manifiesto la ruptura con la fase de investigación preliminar y con-
siderar la participación de la Arqueología y de la Antropología forense. Su
articulación permitirá entonces, proveer un marco epidemiológico de análisis
de la violencia considerando fundamentalmente una base demográfica y esta,
de la mano de la evidencia de una práctica sistemática a partir de la caracteriza-
ción de los patrones. Esto es lo que abrirá las puertas a la conceptualización de
la sistematicidad —a partir de los patrones de lesión y de enterramiento— y
de la generalidad —considerando la base demográfica en términos cuantitati-
vos: cantidad de individuos y en términos cualitativos: categorías y caracterís-
ticas de los mismos—.
Finalmente, el análisis desde la Antropología de la muerte permite articu-
lar, vincular y asociar la posible intención sistemática y dirigida del Grupo
Armado Organizado al Margen de la Ley con el estudio cultura, histórico y
social producido en la fase de investigación preliminar, pues se hace preciso
comprender que dicha intención va dirigida a la transformación cultural de
las víctimas, sintetizado en el daño cultural y apuntando a proveer algunas
consideraciones a tener en cuenta para el concepto de reparación, obviamente
vinculado y necesariamente procedente del concepto de daño previamente
conceptualizado.

40
Contexto
GAOML
(Grupos Armados Organizados
Investigación preliminar al Margen de la Ley )
Víctimas
Individual Nivel psíquico
Caracterización
2005 de Justicia y Paz

Cultural Visión (Cambio histórico


Social histórica del GAOML)

Antes
Historiadores
Durante + Ideología Territorio Tiempo
Antropólogos
Después sociales ●Geoeconomía Génesis
Ling:uística Evolución
(análisis ●Geopolítica
del discurso) Transformación

Efectos Escuela

Fenomenología
de la Manifiesto en Caracterización Patrones
transformación del daño Intención
cultural
Crímenes de sistema Lesión Enterramiento
Tipos: Precedentes:
Generalidad Sistematicidad
●Desaparición forzada: ●Vietnam/Guatemala Arqueología Forence +
Antropología Forense
●Abuso sexual ●Kosovo
en conflicto
Base Demográfica Marco Epidermiológico
Figura 1. Esquema de investigación en Antropología para la construcción de verdad en la Ley 975 del

●Desplazamiento for- ●Congo


zado
●Genocidio: ●Cultura Wayúu

41
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
La investigación preliminar ha sido definida como una etapa de la investi-
gación antropológica forense en la cual “se recolecta información existente
sobre el caso, es decir, toda la información referente a la víctima, a sus carac-
terísticas físicas, así como a los hechos que condujeron a su desaparición y
muerte, como también a la búsqueda de los sitios donde pudiera hallarse dicha
persona” (Equipo Peruano de Antropología Forense, citado por el Centro
Andino de Investigaciones Antropológico Forenses —CENIA—, 2005). Los
objetivos de la investigación preliminar en general son: generar información
sobre los desaparecidos —quiénes y cuántos son— y sobre las circunstancias
del hecho en el que desaparecieron. El producto final de dicha fase es un ins-
trumento de registro denominado ficha antemortem, el cual da cuenta del perfil
biológico de la víctima, así como del perfil socioeconómico y finalmente de las
circunstancias alrededor del hecho de la desaparición a través del testimonio.
Cabe anotar que este producto, la ficha antemortem, tiene como único objetivo
servir de instrumento básico en el proceso de identificación forense —perfil
biológico, esto es: edad, sexo, estatura, filiación poblacional, traumas antemor-
tem y lesiones de origen patológico—, y establecimiento de las circunstancias
alrededor de la muerte: identificación de presuntos autores genéricos, hora
y posibles sitios de inhumación del cuerpo, entre otros. Se recomienda ver a
continuación la figura 2 y remitirse al texto de CENIA (2005)

42
INVESTIGACIÓN ANTROPOLÓGICA FORENSE

INVESTIGACIÓN PRELIMINAR

Recolección de datos acerca de personas víctimas


de desaparición forzada y/o ejecuciones arbitrarias

METODOLOGÍA

TRABAJO DE CAMPO

Figura 2. Ruta de investigación preliminar en Antropología forense


MÉTODOS Y TÉCNICAS TIPOS DE FUENTES

ORALES ESCRITAS FÍSICAS

Víctima Caso
Etnografía
Expedientes judiciales
Entrevistas en profundidad Testimonios de familiares Necropsias
Historias de vida Ropa Proyectiles
Testimonios directos e Actas de inspección
Recursos visuales Diarios Armas
indirectos. de cadáver
Mapas Fotos Huellas
Libros Historia médica Sitios de entierro
Notas periodísticas Documentos de

43
Documentos investigativos identidad
DATOS RECOLECTADOS

44
VÍCTIMA POSIBLE SITIO DE ENTIERRO

DATOS PERSONALES HECHOS

Nombre y apellido completo. Fecha aproximada.


TESTIMONIO DE TESTIGOS
Documento de identidad. Lugar aproximado.
Sobrenombre, apodo, alias. Amenazas
Fecha y lugar de nacimiento. Descripción de los hechos
Color de piel. Presunción de responsabilidad
Estado Civil. (descripción)
Edad al desaparecer. Participación voluntaria o DIRECTOS INDIRECTOS
Ocupación. involuntaria de la población afectada.
Escolaridad. Hechos posteriores a la desaparición.
Pertenencia grupal.
Antecedentes Judiciales.

Presenciaron
Rumores
DESCRIPCIÓN los hechos

Cont. Figura 2. Ruta de investigación preliminar en Antropología forense


Estatura real o aproximada.
MORFOLÓGICA Peso y/o contextura
Cabello
Lateralidad
Particularidades

Enfermedades congénitas o adquiridas.


ANTECEDENTES MÉDICOS Accidentes que hayan dejado huella en el hueso.
Y/U ODONTOLÓGICOS Prótesis.
Lesiones o maltratos por detención.
Intervenciones quirúrgicas.
En mujeres: abortos, embarazos, número de hijos,
dispositivos intrauterinos.
Carta dental.
Prótesis y/o tratamientos.
ANÁLISIS

CONSTRUYE INFORMACIÓN

PARA

HALLAZGO Y RECUPERACIÓN INDIVIDUALIZACIÓN


JUDICIALIZACIÓN DEL CASO
DEL CUERPO E IDENTIFICACIÓN DE LA VÍCTIMA

ENTREGA DEL CUERPO DE LA PERSONA


VÍCTIMA DE GRAVES VIOLACIONES A LOS
DERECHOS HUMANOS Y AL DERECHO
INTERNACIONAL HUMANITARIO A LOS
FAMILIARES

MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN INTEGRAL

45
A continuación y tal como se anota en la figura 1, abordaremos el nivel de
los patrones de enterramiento y patrones de lesión analizados tanto en la Ar-
queología forense como en la Antropología forense para fundamentar siste-
maticidad en el crimen de sistema y la intención, para, de manera consecuente
caracterizar el daño manifiesto en el hueso.

3. Arqueología forense

El surgimiento de la Arqueología forense obedece a casos concretos en


donde la evidencia arqueológica sentó precedentes en la investigación judicial
en países como Inglaterra y Estados Unidos.
Aunque el trasegar tanto en el quehacer de la disciplina como en la concep-
tualización desde la academia y desde el gremio científico ha sido importante,
vale la pena mencionar que las delgadas fronteras que se dibujan entre la recu-
peración de restos y su posterior análisis han generado que el fenómeno de la
interdisciplinariedad se articule con el de la multidisciplinariedad y las labores
de cada disciplina se vean disueltas en el marco del ámbito aplicado. Es por
ello que se encuentran argumentos de peso que proponen la articulación de
ambas disciplinas como fases de un mismo proceso de investigación, tal y
como se presenta en la realidad el hecho violento.
De acuerdo a lo anterior Hunter y Cox, quienes refiriéndose precisamente
a la Arqueología forense aducen que “no es simplemente la definición de un área de
disciplinas que se solapan, ni la aplicación de técnicas de una disciplina a otra. Se trata de la
transferencia desde la teoría y los principios subyacentes en un contexto inusual” (Hunter y
Cox, op. cit.). Esto, por otro lado también indica que la Arqueología forense no
puede ser pensada como la aplicación aséptica, desprovista de contexto, de mé-
todos y técnicas desde la Arqueología clásica, o como una mera herramienta
de la Antropología forense. Entenderemos que dicha concepción no tendría
el alcance suficiente como para abordar problemas del marco jurídico desde
el Derecho Internacional, ni tampoco podría informar sobre una realidad so-
cial en un tiempo y espacio preciso. Esto se argumenta a partir de la evidente
necesidad de la disciplina de dar cuenta de un contexto cultural y social deter-
minado, es decir, interpretar los hallazgos a la luz de un conocimiento previo
de esa sociedad, entendida como productora de cultura material, y específi-
camente como generadora de esos restos óseos dispuestos como expresión o
manifestación fenomenológica del hecho social violento.

46
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Para las ciencias forenses y en general, para las disciplinas auxiliares de la


justicia –como es el caso de la Arqueología forense– es claro que los métodos
y técnicas utilizadas deben estar enmarcados dentro de los procedimientos
jurídicos y adaptados a la escena de investigación judicial. Esto implica que
tanto las limitaciones contextuales –en los casos de conflicto armado aún acti-
vo, por ejemplo– como los pasos que conducen a la recuperación del material
deben corresponderse con las exigencias y características impuestas por las
leyes locales vigentes y articularse al marco normativo internacional –inclu-
yendo los protocolos y convenios, entre otros–. Finalmente, dichas exigencias
se aúnan a la obvia necesidad de comprender e interpretar la formación del
sitio y sus posibles transformaciones.

Los protocolos y convenios a los que se hace referencia son:

 Manual sobre la prevención e investigación eficaces de las ejecuciones


extralegales, arbitrarias o sumarias, también denominado Protocolo de
Minnesota (Naciones Unidas, 1991).
 Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, también deno-
minado Protocolo de Estambul (Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 1999).
 Protocolo modelo para la investigación forense de muertes sospechosas
de haberse producido por violación de los Derechos Humanos (Fonde-
brider y Mendonça, 2001).
 Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (2002).

3.1. Los patrones de enterramiento

El término patrón en la Arqueología clásica y llevado a la Arqueología foren-


se tiene que ver con el registro de una serie de rasgos del contexto mortuorio
que incluyen (Acosta, 1996:66):
 La estructura que contiene al individuo.
 La orientación de la fosa.
 Posición del cuerpo.
 Material asociado (material probatorio) y su relación con el cuerpo.
 Datos biológicos sobre los restos (tales como la edad y el sexo).

47
Como aducen Scott y Connor (2006) las técnicas arqueológicas y los con-
ceptos tales como patrones y contextos son integrales a la reconstrucción del
comportamiento humano y tienen el potencial de ayudar en la investigación
forense de la escena. Es precisamente esta reconstrucción del comportamien-
to humano a partir de la evidencia física, desde la investigación arqueológica,
el suelo en común con la investigación criminal que le permite un trabajo aplica-
do a contextos forenses (Morse et ál., 1976; Sigler-Eisenberg, 1985 citados por
Scott, D. y Connor M., 2006:27).
Partiendo del concepto expuesto anteriormente, es lógico comprender
que el comportamiento humano está claramente determinado por patrones
y que la configuración y distribución de los elementos —en este caso restos
óseos— en el espacio —estructura funeraria— no depende del azar ni se
rige por tendencias caprichosas: es voluntaria, organizada y se orienta hacia
un propósito específico. De esta manera, el análisis de esos patrones provee
información sobre la formación del sitio, la cual incluye factores naturales y
culturales (ibíd.).
De acuerdo con lo anterior, se hace relevante tener en cuenta que el con-
texto arqueológico no solo aborda el espacio físico y la distribución de los ele-
mentos inhumados incluyendo su relación con el tiempo, sino también las ca-
racterísticas de conservación de dichos elementos, estudiando los factores que
han incidido en ellas. El estado de conservación hace referencia a las variables
que participan en el proceso de descomposición y afectan la conservación de
los elementos orgánicos —como los restos óseos en este caso— y no orgáni-
cos, y de la conservación de la estructura funeraria como tal. Cabe mencionar
que dichas variables no hacen referencia exclusivamente a aquellas de orden
ambiental —pH del suelo, temperatura, humedad, corrientes de aguas sub-
terráneas, entre otras— sino que también incluyen variables humanas, estas
son conocidas también como “Factores culturales o de comportamiento” (Nawrocki,
1995 citado por Nasti, 2008) que para el tema que nos atañe, la Arqueología
forense por medio de la Biotafonomía tiene en cuenta y estudia el tratamiento
de los cuerpos —ausencia o presencia de autopsias, cremación— o cualquier
manejo de los cuerpos con fines de ocultamiento de la evidencia del hecho
violento, incluyendo su análisis discriminante para diferenciarlo de aquellos
factores tafonómicos del orden ambiental (Nasti, op. cit.). Junto a lo anterior,
la excavación tiene en cuenta varias categorías de datos que permitirán pos-
teriormente tanto la reconstrucción de la posible escena de los hechos —en
el caso de que el lugar de enterramiento coincida con el lugar del crimen—,
la identificación de las víctimas e inclusive la de los víctimarios (Chapa, 1991:
23-26 citado por Rodríguez, op. cit.). Estos tipos de datos son:

48
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

a. De carácter topográfico.
b. Concernientes a la construcción de la sepultura así como su empleo y los
factores de deterioro.
c. Clasificación del material y de los elementos asociados.

La importancia de la obtención cuidadosa de estos datos radica en la con-


textualización, es decir en la interpretación del hecho social violento en el
marco de un momento histórico específico y de unas circunstancias concretas
a la luz de las cuales dicho hecho puede ser comprendido y explicado. Según lo
expuesto, variables como la localización del enterramiento, la orientación de
la sepultura y su georreferenciación, entre otras —no solo del enterramiento
individual sino también en relación con los otros posibles enterramientos de
la zona— permitirá evaluar y analizar la forma como los cuerpos han sido
dispuestos y su relación en términos espaciales y temporales.
Con respecto a este último punto, es preciso recordar que la Arqueología
tiene en cuenta el tiempo y el espacio como factores o dimensiones funda-
mentales a la hora de interpretar un enterramiento. El primero definido y ca-
racterizado por la posición de los elementos —sean óseos o artefactuales— en
su eje vertical, entendiendo la superposición de las capas edafológicas como
la referencia que permite comprender los cambios que ha sufrido el terreno
desde el momento de la inhumación de los elementos hasta su descubrimiento
y excavación. De manera concomitante, el espacio es interpretado a partir de
la distribución de los elementos en el eje horizontal y la relación entre ellos.
Así las cosas, ambas dimensiones constituyen lo que se conoce como contexto
arqueológico y su interpretación debe ser hecha considerando como trasfon-
do fundamental la sociedad estudiada y en este caso, el hecho social violento
que se pretende reconstruir, conocer y demostrar.
Podemos argumentar claramente que el estudio de los procesos que irrum-
pen en la conservación de los restos óseos humanos en contextos forenses
así como en su alteración, corresponden a la arqueología forense permitiendo
establecer características asociadas a los agentes que incidieron directamente
en la constitución y alteración de las estructuras funerarias. De esta manera, la
Arqueología forense tiene la capacidad de estudiar el tratamiento sistemático
de las tumbas, la alteración del terreno y evidentemente las modificaciones
hechas sobre los restos óseos y sus condiciones de inhumación. Cuando tales
características son observadas en un solo sitio, el análisis desagregado de los
datos solamente permitirá proveer información sobre ese enterramiento es-
pecífico, no por ello menguando la importancia de dichos datos en el marco
de una investigación. Sin embargo, desde la Arqueología clásica ya se le había

49
otorgado un lugar especial al estudio regional, es decir, a la comprensión de
un solo sitio o de varios sitios en un espacio más amplio que comprenda una
vereda, un municipio, un departamento o incluso varios —esto se puede ver
reflejado al analizar las zonas de injerencia de un GAOML en el territorio
colombiano, en este caso—. Es por esta razón que se hace fundamental tener
en cuenta las características del espacio comprendido: ríos, vías principales,
características físicas del paisaje en general y todos aquellos factores que en
conjunto tengan el potencial de explicar la lógica de la configuración de los
enterramientos de acuerdo a las zonas de injerencia del grupo, como se ha
mencionado reiteradamente.
Específicamente para contextos de violaciones a los derechos humanos y
de posibles infracciones al Derecho Internacional Humanitario, se reconoce
la existencia de un modus operandi, de formas de enterramiento y de manejo
de los cuerpos de las víctimas de formas específicas y particulares a grupos
armados de acuerdo a mecanismos de control de la población y del territorio.
Esto se evidencia en los informes producidos por fuentes de organizaciones
no gubernamentales y a organismos de veeduría internacional como la Orga-
nización de las Naciones Unidas.
Para efectos de ilustrar lo anterior, es relevante señalar que las actividades
relacionadas con el enterramiento y ocultación de las víctimas han sido reco-
nocidas por las Naciones Unidas en el Informe del Secretario General sobre derechos
humanos y ciencias forenses entregado conforme a la Comisión de Derechos Humanos,
Resolución 1992/94:

Aparte de los motivos políticos y prácticos que impiden unas investigaciones adecua-
das, está el hecho de que los cadáveres se hacen desaparecer de un modo que impide
se les pueda utilizar como prueba. Por ejemplo, es frecuente quemar los cadáveres,
arrojarlos a los ríos o al mar o enterrarlos en fosas someras sin identificación alguna;
a veces se les vuela con explosivos y los restos se cubren con tierra o se dejan a la
intemperie como prueba intimidante de violencia. En otros casos, los asesinos mutilan
deliberadamente el cadáver antes o después de la muerte para frustrar la identifica-
ción o intimidar a terceros.

Estas prácticas se han observado como generalizadas y comunes a varios


países en los que se han conformado grupos especializados para la investiga-
ción de la desaparición forzada, la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes. Para estos efectos, el papel de la Arqueología forense ha sido des-

50
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

tacado con respecto a su capacidad de dar cuenta de las referencias espaciales


de las tumbas en conjunción con el estudio de los restos óseos que yacen en
ellas (Naciones Unidas, 1992).
La participación de la Arqueología forense en contextos internacionales de
violación a los derechos humanos y de crímenes de lesa humanidad ha sido
evidente y copiosa (Haglund, 2002; Juhl, 2005, citados por Gómez y Patiño,
2007) y si bien, tal como lo aducen los autores, aún no existe una fuerte pre-
sencia del trabajo académico relacionado con los patrones de ocultamiento y
desaparición, los testimonios así como los informes no oficiales o de entida-
des no gubernamentales han sido explícitos y numerosos, y ciertamente no
deben ser ignorados, pues constituyen una fuente de información fundamen-
tal y legítima.
Con el fin de ilustrar un aporte relevante en esta materia a manera de prece-
dente, se considera oportuno mencionar la pertinencia del trabajo interdisci-
plinario, incluyendo la Arqueología y la tafonomía forense en casos de graves
violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional
Humanitario mediante el estudio realizado por Baraybar y Gasior (2006). Esta
investigación logra demostrar a través de la evidencia física la manipulación
postmortem de los restos óseos analizados con fines de ocultamiento de los
cuerpos y especialmente de sus lesiones traumáticas, las cuales se pudieron
reconstruir para efectivamente demostrar las posibles causas de muerte y las
lesiones ocurridas en momentos posteriores, producto de mecanismos de des-
trucción de la evidencia, cuya intención se hace clara. Este es un indicador de
que los estudios provenientes desde la academia y aplicados a un contexto
específico pueden tener una incidencia importante en términos jurispruden-
ciales en momentos de conflicto armado o en momentos posteriores.
Tal como lo aduce Komar (2008) las prácticas mortuorias son lo suficien-
temente distintivas como para identificar el agente de enterramiento en los
casos en que los sitios —o tumbas— son desconocidos. Con esto, se hace
referencia a las experiencias obtenidas en Bosnia e Iraq, por ejemplo, a partir
de las cuales se ha logrado visualizar los procesos comportamentales asociados
con las muertes colectivas, resultantes de genocidio. Es claro que se necesita
un trabajo interdisciplinar entre la Arqueología y la Antropología forense que
trascienda la mera descripción de la evidencia y permita la interpretación del
significado social reflejado en las prácticas mortuorias asociadas al conflicto
(Komar, op. cit).
Es importante que tanto los elementos conceptuales como las experiencias
internacionales en esta materia sean orientados al caso colombiano. Para ello,

51
es sabido que existen herramientas de registro que dan cuenta de las variables
de las que se sirve la Arqueología forense, las cuales en un marco interpretati-
vo orientado a la búsqueda y análisis de patrones pueden aportar efectivamen-
te bases para la argumentación del concepto de sistematicidad en la violencia
que ha sufrido el país. Los elementos de carácter judicial con los que se cuenta
para la fase de Arqueología forense en Colombia se pueden encontrar en la
Ficha de registro de las exhumaciones a cargo de la Sub-unidad de apoyo a
la Unidad Nacional de Fiscalía para la Justicia y la Paz para el impulso de la
búsqueda de desaparecidos o de las personas muertas5. Estas fichas contienen
datos sumamente importantes, que pueden ser tomados como variables en
el análisis que se ha venido describiendo en este apartado y que conciernen
a la caracterización de patrones, en este caso, de enterramiento. Las variables
de especial relevancia para este asunto son: georreferenciación, cantidad de
cuerpos por sitio, si es fosa individual o colectiva. Aunado a esto, debe con-
ferírsele una atención trascendente a los datos que remiten a establecer si el
enterramiento es primario o secundario. Para sintetizar, se propone incluir las
siguientes variables:

 Lugar de recuperación del cuerpo


 ribera de río
 quebrada
 bosque
 interior de residencia
 contenedor
 maleta
etc.

 Número de fosas

 Características de la fosa
 área
 profundidad
 cantidad de fosas por área
 elementos asociados al contexto o del paisaje.

5 Conformada en el marco de la Ley 975 del 2005 mediante la Resolución 2889 del 2007 de la Fiscalía
General de la Nación.

52
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

 Posición del cuerpo


 decúbito dorsal –boca arriba–
 decúbito ventral –boca abajo–
 sedente –sentado–
 decúbito lateral derecho extendido o flexionado –acostado sobre
su lado derecho con los pies extendidos o flexionados–
 decúbito lateral izquierdo extendido o flexionado –acostado sobre
su lado izquierdo con los pies extendidos o flexionados–
 desarticulado –los huesos no conservan posición anatómica–
 manos cruzadas sobre el pecho
 manos cruzadas sobre el vientre
 manos detrás del cuerpo
etc.

 Tratamiento del cuerpo


 cremado
 incinerado
 alterado por maquinaria
 expuesto a agentes químicos
 sin tratamiento

 Estado del cuerpo


 articulado
 desarticulado

 Profundidad del cuerpo

 Cantidad de individuos por enterramiento o sitio

 Elementos asociados
 prendas
 billetera
 joyas
 preservativos
 escapularios
 manillas
 esposas
 cadenas
 vendajes

53
 cuerdas
 prótesis dentales u ortopédicas
 proyectiles
 vainillas
 fotografías
 dinero
 venda para los ojos
etc.

 Zonas anatómicas o huesos faltantes


 cráneo
 pelvis
 manos
 pies
 costillas
 vértebras
 huesos largos
etc.

Hasta este punto, hemos abarcado una de las dos vías para abordar la inves-
tigación: partiendo de la información preliminar sobre el individuo desapare-
cido hasta desembocar en la recuperación del cuerpo o exhumación a través
de la Arqueología forense.
Sin embargo existe otra realidad, en la que se encuentra el cuerpo pero no
se tiene ninguna referencia sobre su identidad ni sobre los familiares. Por tan-
to, la ruta de investigación es inversa: desde el cuerpo sin identificar hasta el
familiar para restablecer su identidad. Estos casos son típicos de contextos en
cementerios legales y clandestinos, así como de sitios aislados. Se propone una
ruta metodológica estándar de investigación en cementerios legales —figura
3—, susceptible de ser modificada de acuerdo a las condiciones concretas del
cementerio y a las formas particulares de cometer los delitos en cada región.

54
A. INVESTIGACIÓN JUDICIAL - PRELIMINAR EN CEMENTERIOS

I. Documentación: Inventario
Recolección información sobre II. Cruce y análisis
historia del caso y los datos físicos III. Diagnóstico
de información
de la víctima, a través de fuentes
orales y escritas.
Identificación
Identificación nula posible

Ruta de búsqueda desde el Cementerio


a. Cementerios: Libros de registro.
b. Documentación: Cuerpos sin identificar NN Cuerpos sin identificar (NN)
Actas de inspección a cadáveres. sin protocolo alguno (sin judicializar) con algún tipo de protocolo de necropcia
Protocolos de necropcia (Hospitales, Medicina Legal). (judicializado) pero sin identificación:
Registros Despacho parroquial.

Figura 3. Ruta metodológica de investigación en cementerios legales


Registro civil de defunción (Registraduría, Notarías).
c. ONGs. Medios de Comunicación
d. Entrevistas al sepulturero Ruta de búsqueda desde los Municipios:
●Búsqueda de familiares
a. Contacto con cada organización en
●Toma de información antemortem. Ficha
cada municipio
●Toma de muestra saliva y sangre
b. Lista de personas desaparecidas en
cada municipio

Exhumación

55
56
Orden exhumación
B. EXHUMACIÓN
del fiscal ●Ubicación
●Excavación C
●Registro escrito,
Planificar A
Trabajo fotográfico, fílmico
Dirigir D
de campo ●Recuperación del cuerpo
Ejecutar
y objetos asociados E
●Embalaje N
●Procesos tafonómicos
C. ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO A

●Limpieza D
Preparación de restos ●Radiografía
●Restauración
E

C
Análisis ●Humano o no
● # mínimo de individuos
U

Cont. Figura 3. Ruta metodológica de investigación en cementerios legales


● Estimación: sexo, estatura, edad, filiación poblacional, S
lateralidad, huellas embarazo
● Patologías y traumas
Análisis T
● Carta dental O
de ADN ● Cotejo de datos antemortem

● Determinación de causa de muerte (de ser posible)


D
y modo de muerte I
A
Identificación positiva D. INFORME
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

4. Antropología Forense
La Antropología forense como especialidad con respecto al estudio de res-
tos óseos humanos en contextos legales tiene la capacidad de arrojar dife-
rentes tipos de datos que, tras su análisis, eventualmente se convertirán en
información valiosa para los casos forenses. En un contexto judicial, los restos
óseos son considerados elementos materia de prueba. En ellos se puede ob-
servar una serie de características que apuntan a dos objetivos fundamentales:
el primero tiene que ver con el restablecimiento de la identidad de la persona
a la que pertenecen, en la cual se incluyen los traumas antemortem y las lesiones
de origen patológico; y un segundo objetivo tiene que ver con la generación de
información sobre los momentos alrededor de la muerte y que se interpretan
a partir del análisis de los traumas perimortem. Esta es la fuente de información
para conocer y evaluar el daño, entendiendo que algunos traumas producen
lesiones en el hueso y estos son los que le interesan particularmente a la An-
tropología forense. También será importante identificar los patrones de lesión
para demostrar el carácter sistemático del ataque.
La Antropología forense debe responder como principio fundamental a los
siguientes cuestionamientos y orden de ideas (Ubelaker y Adams, 1995):

a. ¿Son restos óseos?


b. Si son restos óseos, ¿son humanos?
c. De ser restos óseos humanos, ¿son contemporáneos o antiguos?
d. ¿A cuántos individuos corresponden dichos restos óseos? —Estableci-
miento del número mínimo de individuos—
e. ¿Cuál era la edad del (los) individuo(s) al momento de la muerte? —Esti-
mación de la edad biológica—
f. ¿Cuál era el sexo del (los) individuo(s)?
g. ¿Cuál era la filiación poblacional del (los) individuo(s)?
h. ¿Cuál era la estatura del (los) individuo(s)?
i. ¿Cuáles son los rasgos individualizantes que se pueden encontrar en los
restos óseos? –Descripción de lesiones patológicas, lateralidad, marcas de
estrés ocupacional, rasgos discretos epigenéticos no métricos, entre otros–.
j. ¿Cuáles son las lesiones no patológicas, de etiología traumática que se
pueden observar en los restos óseos del (los) individuo(s)? –Descripción
de los traumas perimortem y lesiones postmortem. Estos últimos con
fines de descartar y diferenciarlos de los traumas perimortem y caracteri-
zarlos como lesiones producto de procesos tafonómicos–

57
Es prudente aclarar que no es el objetivo principal de este texto plasmar los
métodos y técnicas usados por la Antropología forense para el estudio y aná-
lisis de restos óseos. Sin embargo, para referirse a estos, se sugiere consultar
los textos y manuales básicos elaborados para dicho fin, cuyas referencias se
encuentran en la bibliografía del presente documento.
Uno de los debates importante en la literatura arqueológica y forense con
respecto a restos óseos humanos tiene que ver con la caracterización de la
temporalidad de los traumas. La importancia de esta problemática en el con-
texto arqueológico es ciertamente menor que aquella en el contexto forense,
ya que la diferencia entre un trauma perimortem como causa de muerte y uno
postmortem por alteración tafonómica es la diferencia entre una condena y una
absolución. En el campo arqueológico, esta temporalidad contribuye a la in-
terpretación del contexto y a la historia individual de los restos óseos hallados,
sin embargo, no tiene consecuencias judiciales o legales como aquellas men-
cionadas anteriormente para un estudio forense (Isaza, 2008).
Mucho se ha dicho al respecto. Los autores divergen en sus opiniones fren-
te a la posibilidad de caracterización de la temporalidad de un trauma, así
como la probabilidad de hallar marcadores de vitalidad en restos humanos
esqueletizados o en avanzado estado de descomposición. Sin embargo, tan
debatido como ha sido el tema, también existen muchos estudios que se han
enfocado en delimitar el lapso perimortem, diferenciarlo estratégicamente del
postmortem y antemortem. De la misma forma, el estudio de las características de
daño tafonómico al hueso como un marcador de lapso postmortem (ver: Ube-
laker y Adams, 1995) y los estudios experimentales en huesos animales duran-
te el lapso perimortem han permitido caracterizar y reconocer ciertos atributos
generales que en la mayoría de los casos pueden resultar muy útiles a la hora
de analizar los traumas en restos óseos y atribuirles una temporalidad.
Es importante tener en cuenta las siguientes consideraciones al llevar a cabo
este tipo de análisis (Sauer, 1998 citado por Patrick, 2006): las lesiones descri-
tas con detalle; la importancia de identificar cuál instrumento ha sido usado
para infligir las heridas y cómo fue utilizado; y la necesidad de identificar el
daño tafonómico en los restos, con el fin de distinguir entre patologías reales
y las denominadas pseudo-patologías.
El lapso perimortem ha sido definido como aquel alrededor de los momentos
de muerte, es por ende, variable, dinámico y no cuenta con límites estableci-
dos o bien definidos. De hecho, Wheatley (2008) aduce que incluso algunos
antropólogos usan el término perimortem como un intervalo de tiempo ta-
fonómico expresado como una función de las condiciones de los restos, más
que un intervalo de tiempo cronológico expresado en días.

58
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Según Maple (citado por Sauer, 1998) las propiedades del hueso fresco, co-
rrespondientes con el lapso perimortem pueden durar incluso semanas después
de la muerte. Aquí es donde los traumas sin cicatrización por instrumentos o
por arma de fuego tienen lugar, especialmente si uno de ellos está directamen-
te relacionado con la causa de muerte. El lapso postmortem tiene que ver con
aquel transcurrido después del momento de muerte. Este último incluye desde
el momento en que el individuo muere, pasando por el proceso de hallazgo de
los restos, hasta la misma curación por parte de los antropólogos. Así, vemos
que los fenómenos tafonómicos están implicados en este rango de tiempo
postmortem, afectando los huesos en su morfología, en su composición química
y haciendo más difícil las tareas diagnósticas posteriores.

4.1. Los patrones de lesión

El estudio de traumatismos en restos óseos tiene el potencial y la capacidad


de establecer patrones de lesión, no solo a nivel del individuo, sino también
a nivel poblacional. Si bien la diferenciación entre una lesión traumática acci-
dental o intencional, violenta, ha propuesto un reto para los paleopatólogos
y antropólogos, la Antropología forense cuenta con una importante herra-
mienta, la cual representa una ventaja efectiva frente al estudio de contextos
antiguos y arqueológicos. Esta herramienta tiene que ver con la capacidad de
abordar el contexto social y cultural, del cual provienen los restos óseos en
cuestión.
Es preciso aclarar que la Antropología forense, si bien es una disciplina
reciente, debe en gran medida un buen número de conceptos y elementos
interpretativos a la Paleopatología. Esta disciplina en principio tiene que ver
con el estudio de las lesiones traumáticas y patológicas en especímenes anti-
guos; sin embargo, la revisión paradigmática constante y la necesidad de reto-
mar la experiencia y resultados producidos por esta ha logrado introducir en
la Antropología forense un corpus teórico y metodológico importante. Como
veremos a continuación, la Paleopatología a través de sus casi 200 años de
estructuración pone a la disposición de la Antropología forense los avances
adquiridos en aras de orientarlo a un contexto legal.
Sin embargo, no solo es una ciencia cuyo objeto de estudio se limita a po-
blaciones antiguas, sino también a aquellas cuyos huesos sean susceptibles de
análisis en materia de enfermedades, padecimientos y traumas. Los osteopa-
tólogos y paleopatólogos trabajan básicamente con especímenes en estado

59
esquelético, encontrándose ocasionalmente con tejido blando si este se ha
preservado –casos de momificación–.
Tanto los procesos biológicos que resultan en modificaciones del esqueleto
antes de la muerte (antemortem), como las prácticas culturales que tienen lugar
alrededor de la muerte (perimortem), así como los cambios en los huesos acon-
tecidos después de la muerte del individuo (postmortem), son de plena pertinen-
cia para los estudios osteopatológicos y paleopatológicos. Así, los cambios
observables en los materiales osteológicos resultarían de una desproporción
en el equilibrio normal de la formación del hueso y los desórdenes relacio-
nados con su crecimiento. Encontramos entonces una importante alusión a
la connotación del hueso como un material que provee información sobre la
vida del individuo, haciendo referencia no solo a los procesos biológicos nor-
males sino también a aquellos factores de carácter exógeno y/o endógeno que
han ejercido algún tipo de presión sobre esta. De acuerdo a esto, es relevante
tener presente que las lesiones que estudia la paleopatología en los huesos se
refieren a la respuesta del organismo a la enfermedad o a la herida producida
(Thomas, 1985 citado por Mann y Murphy, 1990).
Con respecto a los obstáculos a los que se enfrenta la paleopatología, diver-
sos autores han puesto de manifiesto sus posturas. Estas tienen que ver con el
hecho de que el hueso es el último tejido que se ve afectado por la enfermedad
o evento traumático, como bien sabemos. De esta manera el método que se
lleva a cabo es retrospectivo, es decir, se observa el aspecto final de una lesión
en el material óseo con el objetivo de llegar a la determinación de su etiología
o factor causante, esto considerando la influencia también de posibles alte-
raciones tafonómicas que dificultan el diagnóstico (Salado, 2008; Campillo,
2001). Este es un asunto problemático si tenemos en cuenta que existe un
número de enfermedades o procesos infecciosos que ocasionan un tipo de
lesiones en el hueso muy similares e incluso imposibles de diferenciar; de la
misma forma, las respuestas del hueso a diversos procesos pueden también
generar conflictos diagnósticos diferenciales.
Debido a esto, Ortner y Putschar (1985) han sugerido que dentro de los ob-
jetivos del análisis descriptivo, se deben incluir: la identificación del proceso de
enfermedad y la determinación de las acciones celulares que han producido el
tejido anormal. Existen entonces cuatro fuentes importantes de información
en el análisis paleopatológico: la primera es el estudio general del esqueleto en
sí; el segundo incluye el análisis de las imágenes radiológicas; el tercero, tiene
que ver con el análisis químico del hueso; y, por último, el examen microscó-
pico del hueso. Los autores también proponen tener en cuenta: el uso de una

60
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

terminología que no sea ambigua; la identificación precisa de la localización y


la distribución del hueso anormal; y un resumen descriptivo de la morfología
del hueso anormal.
En esta labor descriptiva del estudio patomorfológico, Campillo (2001) su-
giere tener en cuenta si se observa una o varias lesiones afectando una única
pieza ósea. De ser varias lesiones, notar si estas tienen morfología similar o
si corresponden a una morfología diferente. En el caso de que haya varios
huesos afectados, notar igualmente si estos comparten la morfología de las le-
siones; también notar si dichas lesiones afectan a huesos continuos o a huesos
apartados entre sí. Esta tarea se considera como un eje fundamental a la hora
de comprender los patrones, pues no solo la similitud de las lesiones y su ubi-
cación en términos anatómicos en el individuo provee información relevante
para comprender la posible intencionalidad del perpetrador, sino también la
comparación inter-individual con fines de comprender la totalidad de la mues-
tra analizada, visualizando los patrones a nivel poblacional.
Salado (2008) sintetiza entonces un procedimiento general que se sigue en
este campo de la investigación paleopatológica. Según esta autora, en primer
lugar debe hacerse una inspección macroscópica, cuyo objetivo es la obser-
vación de las alteraciones o anomalías; esta primera fase incluye asistencia
complementaria, en caso de ser necesario, de estudios de orden radiológico
y/o microscópico. En segundo lugar, es necesario clasificar la alteración ósea
según su posible origen antemortem, perimortem o postmortem. En tercera instancia
se deben describir las características de la lesión para describir la patología que
se observa, con el fin de buscar su posterior clasificación dentro de los gru-
pos de probables patologías. Como cuarto paso, se requiere tener en cuenta
si la anomalía observada corresponde efectivamente a una patología o a una
variante anatómica poblacional, también conocidas como rasgos discretos o epi-
genéticos, no métricos.
También le es pertinente a la paleopatología incluir en su análisis las mar-
cas de stress ocupacional, que aunque desprovistas de significado patológi-
co, corresponden a variaciones normales del hueso y susceptibles de proveer
información con respecto a las posibles actividades físicas que el individuo
realizó durante su vida. Se sugiere entonces proseguir con la observación de
una posible concurrencia de los signos patológicos (en el caso de hallar va-
rios). En este punto, se formula la factibilidad de proveer un primer diagnós-
tico presuntivo, el cual posteriormente puede ser acompañado de un estudio
de carácter estadístico complementario. En este último análisis estadístico,
se hace imprescindible tener en cuenta variables poblacionales y culturales,

61
tales como: prevalencia de enfermedades, tasas de morbilidad y mortalidad,
aspectos nutricionales y condiciones de higiene; de la misma manera un acer-
camiento al perfil individual (edad, sexo, estatura, etc.). Finalmente el investi-
gador debe proveer un diagnóstico hipotético o presunción patológica, pues
la autora reconoce que en el campo paleopatológico es tarea difícil ofrecer un
diagnóstico de certeza o de la etiología precisa de la lesión.
Tras haber tenido en cuenta grosso modo una metodología que compendia el
método general de aproximación a un estudio de corte paleopatológico, es de
nuestro interés excluir de este documento aquellas lesiones cuya etiología es
de orden patológico y que sin embargo, también son de plena pertinencia de
esta disciplina. Es lógico entonces acotar el tema a aquellas lesiones de origen
traumático, con el fin de llevar a cabo una posterior conexión, en la medida de
lo posible, con lesiones intencionales, no accidentales que afectan y son obser-
vables en el tejido óseo. Así, podemos afirmar que dentro del amplio marco de
intereses de la paleopatología, se encuentra entonces el estudio de los traumas
y sus mecanismos operantes con respecto al hueso.
Los traumas son considerados como la segunda patología más común que
afecta el esqueleto, siendo el cambio degenerativo, la primera (White, 2000).
Este tipo de lesiones pueden manifestarse a nivel óseo a manera de: fracturas,
dislocaciones o heridas y afectan al hueso entonces, dislocándolo, trastornan-
do el suministro y abastecimiento sanguíneo y nervioso (Jurmain et ál., 2001).
Los registros de su existencia pueden datarse tan antiguos como la humanidad
misma, tanto aquellos de origen accidental como aquellos de origen intencio-
nal. En palabras de Ortner y Putschar (1981), ni siquiera el surgimiento ni la
expansión de la civilización ha eliminado la producción de traumas y lo único
que ha cambiado ha sido la introducción de nuevos factores que lo producen;
factores tales como la sustitución del automóvil por el caballo en el trans-
porte, el uso de armas de fuego en reemplazo de las espadas, las flechas y las
lanzas en el caso de contextos bélicos. Este componente cultural es de suma
importancia a la hora de aproximarse a un contexto violento o de conflicto
armado, pues es indispensable tener en cuenta no solo el tipo de herramientas
que son comunes a la población o a los posibles perpetradores, sino también
—y como se mencionó previamente— los referentes simbólicos que se tienen
sobre la muerte, sobre el manejo del cuerpo y sobre los delitos cometidos
como tal. Con esto último se hace especial alusión al conjunto de significados
que puede representar un hecho de desaparición forzada en la población, una
desaparición del cuerpo como evidencia, un desmembramiento o un cadáver
expuesto en público con marcas explícitas de violencia.

62
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

Diversas definiciones podemos hallar referente a los traumas. Se ha pro-


puesto una síntesis, producto de aquellas de mayor relevancia en los contextos
relacionados con el presente trabajo. Se define el trauma como la “herida o
lesión causada a la persona, que puede afectar al hueso o a los tejidos blandos
del cuerpo y que representa influencias extrínsecas en el esqueleto tales como:
un contacto tosco con el ambiente o como el resultado de conflictos interper-
sonales” (Gregg y Gregg, 1987; Roberts, 1991 citado por Jurmain, 1999, Ort-
ner y Putschar 1985, Lovell, 1997; Byers, 2002; Rodríguez, 2004). Es preciso
entonces aclarar que el trauma es concebido, al ser producto de una herida o
lesión, como una anormalidad ósea (Gregg y Gregg, op. cit.). Podemos inferir
a partir del amplio marco de definiciones unos elementos comunes que nos
circunscriben el trauma a dos aspectos importantes. El primer aspecto tiene
que ver con la identificación de un agente externo al cuerpo, procedente del
ambiente o medio cultural, este último de gran importancia para nuestro es-
tudio, pues será determinante en cuanto al elemento causal y variará según
la cultura, la sociedad, el espacio temporal en el que esta se halla, los tipos
de conflictos que la afectan, entre otros. Por otro lado, el reconocimiento de
que es el tejido vivo el que sufre el evento traumático es de considerable rele-
vancia para los fines aquí propuestos, ya que con miras a sugerir una posible
correlación traumas/violencia, es imprescindible enfatizar en la posibilidad de
identificar dicho fenómeno traumático en este tejido vivo, siendo el hueso en
este caso, el agente principal en el que se van a observar las características y
anomalías producidas.
Según Lovell (1997), los estudios referentes a traumas han evolucionado
desde la descripción e identificación de los especímenes o individuos más an-
tiguos y patológicamente inusuales hasta la interpretación de las causas cultu-
rales y ambientales de las lesiones traumáticas, teniendo en cuenta su relación
con variables biológicas. La particularidad de este cambio paradigmático en el
contexto de los traumas ha abierto las perspectivas de las disciplinas que lo
abordan, puesto que se ha podido notar un cambio en los análisis de conflic-
tos inter e intra-sociales para desembocar en análisis de los individuos en su
relación con el medio y con la cultura. Esto desde el punto de vista antropoló-
gico es relevante, si consideramos que la osteología y la paleopatología pueden
estar al servicio del estudio de las sociedades y de los estudios culturales que
persigue la Antropología. Podemos así, no solo inferir modos de vida, ritos o
presiones biológicas poblacionales sino también cómo las relaciones entre los
individuos pueden ser afectadas o determinadas por la cultura, a partir del re-
gistro óseo. Los estudios de traumas han sido entonces investigaciones que in-

63
tegran factores físicos y culturales dentro de un contexto ambiental específico
en la interpretación del patrón traumático observado (Judd y Roberts, 1999).
Estas realidades culturales mencionadas anteriormente, de la mano de las
esferas tecnológicas y ambientales afectarán directamente los patrones trau-
máticos que vamos a encontrar en las diversas sociedades; es por esto que los
estudios clínicos contemporáneos pueden ser útiles en la determinación de los
factores etiológicos de dichos traumas (Sahlin, 1990; citado por Judd, 2004).
De nuevo, podemos hacer un llamado a la necesidad de una interdisciplinarie-
dad con miras a una interpretación sensata, lógica y científica del fenómeno
estudiado, haciéndose claro que se debe poder llegar a la construcción de cier-
tos patrones que sean elementales para la determinación de una lesión como
violenta o accidental (Judd y Roberts, 1999).
De acuerdo con Jurmain (1999), a la hora de llevar a cabo un estudio de
traumas óseos con inferencias comportamentales, se debe tener en cuenta la
evaluación completa de los patrones concernientes a los traumatismos, esto
de la mano de otros tipos de lesiones potencialmente informativas, incluyendo
la participación de aquellas craneales. Esto es importante si tenemos en cuenta
que el estudio de restos óseos aislados, por ende sin la posibilidad de corre-
lacionar lesiones en varios huesos o zonas anatómicas y sin información del
contexto, podría ser especulativo y poco objetivo. Es por esta razón que mu-
chos autores reafirman esta posición, manteniendo su escepticismo en cuanto
a la posibilidad de estudiar traumas atribuyéndole un origen violento o acci-
dental. Wiley (1990; citado por Jurmain, 1999) argumenta estas problemáticas,
aduciendo que si bien es difícil la identificación de traumas perimortem en hue-
sos, atribuir estos traumas a agresión interpersonal es aún más complicado, y
que incluso más problemático resultaría evaluar si dicha agresión contribuyó a
la causa de muerte o no, aún si se ha establecido positivamente que se debió a
agresión interpersonal; esta labor, sería entonces, imposible. Sin embargo, este
panorama es un poco más claro para otros autores que consideran que en el
contexto forense, debido a la preservación relativamente mejor de los restos
óseos en comparación con los contextos arqueológicos, sería una tarea más
precisa, más clara y más fiable en sus resultados. Así lo demuestran las inves-
tigaciones de Smith y Jones (1910; citado por Jurmain, 1999), quienes fueron
los primeros osteólogos que infirieron agresión interpersonal como la causa
de fracturas de epífisis del cúbito, denominadas fracturas de defensa o parry
fractures –en la literatura anglosajona– por ejemplo.
Para Johnson (1985; citado por Berryman y Haun, 1996) por ejemplo, los
obstáculos y la controversia interpretativa en lo concerniente al estudio de

64
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

traumas surge de ignorar, comprender erradamente y no aplicar de forma


completa los datos que actualmente están disponibles en las investigaciones
prácticas al respecto. Según este autor, es posible entonces llegar a una inter-
pretación más precisa si nos basamos en los estudios pragmáticos existentes
desde otras disciplinas contrastando los resultados desde la casuística. Esta
posición es solo una postura más que reitera la posibilidad de resultados pre-
cisos en el acercamiento a este fenómeno en restos óseos.
Es importante llamar la atención con respecto a la reacción del tejido óseo
frente al evento traumático. Este proceso es relevante en cuanto a la caracte-
rización de marcadores de vitalidad en la determinación de la temporalidad
de la herida, para su identificación como un trauma antemortem, perimortem o
postmortem. Estos tres conceptos difieren sustancialmente de los mismos usa-
dos en el campo de la medicina forense, pues la Antropología forense no los
toma como determinantes en la interpretación del estado del individuo: vivo
o muerto al momento del trauma; sino que se refiere al estado del hueso en el
momento del trauma.
Reconociendo entonces que el hueso es un tejido vivo, se podrá identificar
en un lapso determinado si este tuvo tiempo antes de la muerte para generar
una reacción en aras de reparar el tejido dañado o afectado. De la misma ma-
nera, reconociendo y teniendo en cuenta las propiedades físicas y químicas del
hueso, se podrá determinar si el trauma pudo haber sido producido cuando
los tejidos blandos estaban aún presentes, cuando el hueso aún conservaba
sus propiedades viscoelásticas, bien sea si el individuo estaba con vida o no;
sin embargo, este carácter es de suma importancia, ya que el lapso perimortem
es dinámico, no definido y al corresponderse con los momentos alrededor del
deceso del individuo, podremos entonces enmarcarlo o situarlo dentro de un
rango que evidentemente incluya la presencia de tejidos blandos circundantes,
y por ello la estructura del hueso bajo estas condiciones nos proveerá patro-
nes específicos en el proceso de identificación de traumas óseos durante este
periodo de tiempo. En cuanto a la diferenciación de las características de los
traumas en hueso seco, Ubelaker (1995) pudo diferenciar estos patrones a
través de los indicadores tafonómicos como exclusivos del hueso seco en la
caracterización del trauma como perimortem o postmortem. Así, podremos inferir
que estos fenómenos por definición son excluyentes y aunque puedan coinci-
dir mínimamente en los límites entre uno y otro, pueden ser, ciertamente, sus-
ceptibles de ser identificados con alta precisión. De esta manera, es necesario
tener un conocimiento en materia de la reacción del tejido a traumas, así como
las bases fisiopatológicas de los traumas mismos.

65
Conclusiones

A partir de estos argumentos, se comienza a comprender de una forma


más concreta que la labor del antropólogo forense no puede circunscribirse
exclusivamente a la identificación forense, sino que a partir de un compendio
interdisciplinario, inherente a la Antropología forense misma, se hace urgente
que exista una comprensión del contexto social y cultural que se está estudian-
do, así como una integración de los objetivos de la disciplina a los objetivos de
la investigación jurídica. Si bien esto representa un reto para ambas instancias,
es claro que el aparato fiscal debe conocer muy bien qué preguntas puede rea-
lizar a los expertos, cuáles son las fuentes de información con que se cuenta y
cuáles son las respuestas que puede obtener a partir de cada disciplina.

Así las cosas, la construcción de verdad se estructura mediante el conoci-


miento de los límites y alcances de las ciencias y disciplinas que conforman
el corpus forense. Desde este, la investigación judicial puede orientarse a cons-
truir un conocimiento más integral e intensivo de la verdad, integrándola a los
procesos de memoria e historia de una comunidad sin excluir sus necesidades
y derechos sobre la verdad, la justicia y la reparación. Cabe resaltar entonces
la necesidad de permitir la participación de expertos en el proceso de cons-
trucción del contexto, pues este será determinante a la hora de interpretar el
fenómeno pero más aún a la hora de argumentarlo y de comprenderlo en el
marco del carácter de justicia transicional en momentos de conflicto armado.

Se precisa entonces enfocar lo expuesto anteriormente a las necesidades y


herramientas con las que se cuenta en Colombia para efectos de construcción
de variables a partir de los datos que proporcionan las fichas de registro ya
existentes y en las cuales se pueden encontrar los elementos fundamentales
para la interpretación y construcción de patrones de lesión.
Como ya se ha venido esbozando, estos patrones de lesión darán cuenta del
carácter organizado y sistemático de los ataques, precisando sobre el modo ca-
racterístico de tratamiento de los cuerpos en casos de desaparición y posterior
hallazgo de estos. Una herramienta valiosa a partir de la cual se pueden extraer
las variables para la caracterización de un modus operandi del (los) victimario(s)
es la ficha de protocolo de necropsia a cargo del Instituto Nacional de Me-

66
La antropología en la construcción de verdad, memoria e historia
en el marco de la Ley 975 de Justicia y Paz en Colombia

dicina Legal y Ciencias Forenses que provee datos que dan cuenta sobre los
traumas perimortem para el caso de individuos no esqueletizados pero de plena
pertinencia en el proceso. Con este ejemplo se pretende también ilustrar la
importancia del enfoque interdisciplinar en este proceso, ya que el trabajo
conjunto entre la Medicina Forense y la Patología Forense conforma un pilar
fundamental para la elaboración interpretativa en el trabajo del antropólogo.
Para el caso de individuos reducidos a restos óseos, el examen visual que
realiza el antropólogo forense cobra un protagonismo esencial en la elabo-
ración de categorías de análisis y posterior construcción de las variables que
argumentarán el concepto de sistematicidad. Las variables que vale la pena
destacar son: huesos presentes y ausentes, presencia o ausencia de lesiones
traumáticas perimortem, tipo de lesión, tipo de arma involucrada en la o las le-
siones, lesiones perimortem por zona anatómica —frecuencia y distribución—.
Es claro que las lesiones individuales son potencialmente informativas para
dar cuenta sobre las circunstancias alrededor de la muerte del individuo en
cuestión; sin embargo aquí cobrará mayor importancia el análisis de lesiones
en a nivel poblacional.

Partiendo de lo anterior, se considera que las variables mencionadas pro-


ducirán información sobre los patrones de lesión por individuo y también
a nivel poblacional, lo cual amplía el espectro de análisis y fundamenta un
marco interpretativo concerniente al fenómeno en cuanto a su aspecto social
y cultural. En otras palabras, podremos afirmar que el análisis por caso debe
conservar una continuidad que permita observar el fenómeno de acuerdo a
su naturaleza generalizada —que afecta un número considerable de indivi-
duos— y sistemática —que refleja una metodología preconcebida, organizada
y sucesiva— por parte del (los) victimario(s). Las variables y los valores que
estas pueden tomar son:

 Lesiones óseas:
 marcas de corte
 orificios por proyectil de arma de fuego
 fracturas
 quemaduras por fuego
 quemaduras por sustancias químicas

 Zonas anatómicas lesionadas


 cabeza
 cintura escapular

67
 tórax
 cintura pélvica
 miembros superiores
 miembros inferiores
 zonas articulares

 Número de lesiones:

 cantidad de lesiones por hueso


 cantidad de lesiones por zona anatómica
 cantidad de lesiones por individuo

 Características de las lesiones:

 longitud o diámetro
 dirección o trayectoria
 profundidad
 distribución de las lesiones

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