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El Verdadero Gobernante

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El Verdadero Gobernante

El Verdadero
Gobernante

Carlos Mauricio Iriarte

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El Verdadero Gobernante

© 2017 Carlos Mauricio Iriarte.


1ª edición
Impreso en Colombia/Printed in Colombia
http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com

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El Verdadero Gobernante

A todos mis amigos a quienes les


gusta la política.

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El Verdadero Gobernante

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El Verdadero Gobernante

Capítulo Único: ¡Elija!

La selección de un gobernante civil tiene las más


variadas y profundas consecuencias para la vida de
una nación, de una región y de una localidad, pues
afecta no solamente aspectos culturales,
espaciales, administrativos, normativos, sociales,
políticos y económicos de un territorio
determinado sino, que es lo más importante,
concierne a la vida misma de cada uno de los que
allí habitan. Por eso, visto desde la óptica del
ciudadano, la selección de un gobernante define,
sin lugar a dudas, aspectos intimamente
relacionados con los servicios públicos, vivienda,
educación, seguridad, movilidad, salud,
infraestructura, nivel de ingresos y, en fin, su
calidad de vida y el nivel de bienestar en la
comunidad.

Ahora bien, el propósito de Dios siempre fue


gobernar Él directamente nuestras vidas, teniendo
una relación de Amor con nosotros, sin ninguna
clase de intermediarios. Recordemos rápidamente
lo que sucedió cuando Dios creó el cielo y la tierra.
El libro de Génesis dice que Dios creo todo y luego
dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza; y señoree en los
peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se
arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y
multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y

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señoread en los peces del mar, en las aves de los


cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre
la tierra” (Génesis 1). Lo anterior quiere decir que
Dios creó todo y luego le delegó la administración
de todo ello al hombre para que gobernara la
creación según Su sabio consejo, pues Él, el mismo
Dios Creador estaba, permanentemente,
espiritual y físicamente, relacionado con su
creación. En el capítulo 3 del Libro de Génesis,
versículo 8, la Biblia confirma esto al testificar que
Adán y Eva “oyeron la voz de Jehová Dios que se
paseaba en el huerto, al aire del día”. (Subrado
fuera de texto).

Mucho tiempo después, narran también las


Escrituras, el pueblo de Israel, al cual Dios mismo
había escogido, había dado Sus promesas y
gobernaba directamente, quiso tener un
gobernante (Rey) tal y como sucedía con los demás
pueblos de la época. Vale la pena leer el contexto
en todo el pasaje: “Aconteció que habiendo Samuel
envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre
Israel. Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel,
y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en
Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los
caminos de su padre, antes se volvieron tras la
avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el
derecho. Entonces todos los ancianos de Israel se
juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le
dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no
andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos
ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las
naciones. Pero no agradó a Samuel esta palabra
que dijeron: danos un rey que nos juzgue. Y
Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: oye

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la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque


no te han desechado a ti, sino a mí me han
desechado, para que no reine sobre ellos.
Conforme a todas las obras que han hecho desde el
día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a
mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también
contigo. Ahora, pues, oye su voz; mas protesta
solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les
tratará el rey que reinará sobre ellos. Y refirió
Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que
le había pedido rey. Dijo, pues: así hará el rey que
reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los
pondrá en sus carros y en su gente de a caballo,
para que corran delante de su carro; y nombrará
para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los
pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen
sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y
los pertrechos de sus carros. Tomará también a
vuestras hijas para que sean perfumadoras,
cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo
mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de
vuestros olivares, y los dará a sus siervos.
Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar
a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros
siervos y vuestras siervas, vuestros mejores
jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus
obras. Diezmará también vuestros rebaños, y
seréis sus siervos. Y clamaréis aquel día a causa
de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová
no os responderá en aquel día. Pero el pueblo no
quiso oír la voz de Samuel, y dijo: no, sino que
habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos
también como todas las naciones, y nuestro rey nos
gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará
nuestras guerras. Y oyó Samuel todas las palabras

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del pueblo, y las refirió en oídos de Jehová. Y


Jehová dijo a Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre
ellos…” (1 Samuel 8).

De ahí en adelante también hay gobernantes


sobre el pueblo de Israel y sobre el pueblo de Dios,
lo cuales hacen en esencia lo mismo. Jesús lo
describió suscintamente de esta manera: “los
gobernantes de las naciones se enseñorean de
ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas
potestad”. (Mateo 20:25 y Marcos 10:42).

Después vino la democracia y hoy la gran


mayoría de los pueblos en el mundo eligen sus
gobernantes civiles por voto popular. Aclarando,
eso sí, que Dios conserva su Soberanía y nunca la
ha perdido sobre el universo: “Dios, habiendo
hablado muchas veces y de muchas maneras en
otro tiempo a los padres por los profetas, 2en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien
constituyó heredero de todo, y por quien asimismo
hizo el universo; 3el cual, siendo el resplandor de su
gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder, habiendo efectuado la purificación de
nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó
a la diestra de la Majestad en las alturas, 4hecho
tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más
excelente nombre que ellos”. (Hebreos 1: 1-4,
subrayado fuera de texto).

Ciertamente, este escrito no se va a ocupar de


analizar asuntos concernientes a la democracia o el
poder civil, pues hay algo que nos interesa más,
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que está en relación con el propósito de su


existencia y que, además, la elección de un
gobernante civil no resuelve: dónde pasaremos la
eternidad.

Por eso, el tema no será político, aunque el título


de este escrito así lo sugiera. El tema de este
escrito, aunque sí tiene que ver con una elección
(ciertamente la más importante de su vida entera),
es algo de mucho más evergadura, mucho más
profundo y mucho más trascendental que el de la
escogencia de un simple gobernante civil. Este
escrito trata sobre Aquel que debería ser el único
Gobernante de su vida. El Verdadero Gobernante.
El que reina para siempre, porque Dios nunca ha
abandonado Su voluntad y Su propósito de
gobernar nuestras vidas directamente.

Lo resumo con sencillez. Sabiendo de antemano


que nunca llegaríamos a salvarnos a nosotros
mismos ni a merecer la vida eterna por nuestras
obras, dada la naturaleza de pecado que entró al
mundo con Adán, (“Por cuanto todos pecaron y
están destituidos de la gloria de Dios” -Romanos 3,
23), Él, nuestro mismo Dios, creador del cielo y de
la tierra, resolvió darnos salvación por gracia, es
decir como un regalo (“porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios. No por obras, para que nadie
se gloríe”- Efesios 2, 8); al hacerse Él mismo carne
en la persona de Jesúcristo y habitar entre
nosotros, realizando prodigiosos milagros,
cumpliendo todas las profecías sobre Él escritas en
el Antiguo Testamento, muriendo por nosotros en

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esa cruz horrible del calvario; pagando


definitivamente por nuestros pecados pasados,
presentes y futuros; anulando el acta de los
decretos que había contra nosotros, que nos era
contraria, quitándola de en medio y clavándola en
la cruz; siendo enterrado y resucitando después de
tres días en cuerpo glorioso y triunfador, y
ascendiendo al cielo para hacernos morada de
salvación y de vida abundante.

Jesús, el Verbo, el Hijo Unigénito de Dios, el


mismo e infinito Dios-Hombre (“En el principio ya
existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el
Verbo era Dios”- Juan 1:1); como único recurso
para salvarnos, establecido antes de la fundación
del mundo, se hizo hombre, vino a habitar en este
mundo como hombre, muriendo como pecador sin
tener pecado, sólo para pagar el precio de la
muerte que se merece todo pecador; sufriendo la
muerte de cruz establecida en aquel tiempo sólo
para los malditos, con el único fin de llevarse con
Él la maldición que pesa sobre todo pecador.
Isaías, en una de las profecías más impresionantes
y conocidas sobre el Mesías de Israel y el Señor
nuestro, escribió, apróximadamente ocho siglos
antes de su nacimiento, pasión y muerte:
“...Despreciado y desechado entre los hombres,
varón de dolores, experimentado en sufrimiento;
fue menospreciado y no lo estimamos.
Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades y
sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos
por azotado, como herido y afligido por Dios! Más
Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él
el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros

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El Verdadero Gobernante

curados. Todos nosotros nos descarriamos como


ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros.
Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca; como
cordero fue llevado al matadero; y como oveja
delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no
abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y
su generación, ¿quién la contará? Porque fue
cortado de la tierra de los vivientes, y por la
rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con
los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su
muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo
engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando
haya puesto su vida en expiación por el pecado,
verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de
Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto
de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho;
por su conocimiento justificará mi siervo justo a
muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por
tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los
fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su
vida hasta la muerte, y fue contado con los
pecadores, habiendo Él llevado el pecado de
muchos, y orado por los transgresores”. (Isaías 53).

Impactante ¿no? Nuestro Dios, grande y


potente, creador de todo lo que existe, el que es, el
que ha sido y será por los siglos de los siglos, el
Alfa y el Omega, el principio y el fin, ya se entregó
por nosotros, amándonos primero, ya consumó su
plan de salvación en la propia persona de Su Hijo
Unigénito y lo hizo para reconciliar al mundo con
Él mismo, pero también lo hizo sólo por usted y por
mi, pues si solamente usted y yo hubieramos

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existido en ese momento sobre la tierra, Él hubiera


muerto de todas maneras por nosotros.

¿No le parece que hasta ahora hemos hablado


de algo con lo cual estamos muy familiarizados?
¡Claro! Hemos oído esta historia muchas veces
desde nuestra niñez, pero tal vez a usted le pase lo
que me pasó a mi durante más de 40 años de mi
vida y lo que ha pasado a muchos a lo largo de sus
vidas. Mucha gente ha creído que hay un Dios, un
único Dios. Que ese Dios creó el cielo y la tierra y
que es el gobernante del universo. Muchísimos en
el mundo han oído acerca de Jesucristo, han
conocido de Él algunas historias, han sabido que
los Evangelios de la Biblia hablan de Su Vida. Pero
a muchos nadie les ha dicho o no han puesto el
interés que debían cuando se lo explicaron, cómo
lograr tener una verdadera y sincera relación con
Ese Ser Creador, con Ese Dios que saben que
existe o, en los peores casos, con Ese Dios que
algunos no saben si existe o del cual algunos,
inclusive, niegan su existencia.

Y como con Dios todo es sencillo, lo único que


debemos hacer es ¡creer! Creer que Dios existe y
es eternamente. Porque creer en los asuntos de
Dios, como en muchos otros asuntos, aunque usted
no esté familiarizado con esto que voy a decirle, es
una cuestión de decisión y no tanto de inteligencia
o raciocinio debido a que hay millones de cosas en
el universo que tal vez nunca podremos entender,
pero que ¡aun así existen! Un sencillo ejemplo:
puedo no saber qué es la luz, no saber de qué está
compuesta, no saber si son partículas u ondas, no

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saber porque viaja a la velocidad que viaja, no


saber nada o casi nada de ella. Pero la luz existe.
Puedo no saber como opera el sistema de una
bombilla, cómo la energía eléctrica se convierte en
luz, pero cuando llego a casa tengo fé absoluta que
al oprimir el interruptor ¡la luz se enciende!

La Biblia enseña que sólo los necios creen que


Dios no existe (o no es) y así lo expresan (Salmos
14:1). Pero también afirma que sin fe es imposible
agradar a Dios; porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le hay, que crea que Él es, y
que Dios es galardonador de los que le buscan
(Hebreos 11:6). Jesucristo afirmó ser ese mismo
gran Yo Soy con que se definió Dios a Moises
cuando lo envió a Egipto a liberar a Su pueblo
escogido. La Biblia también dice que Dios es el
que nos creó a usted y a mí: “Porque tú formaste
mis riñones; me cubriste en el vientre de mi madre.
Te alabaré, porque formidable y maravillosamente
me formaste; maravillosas son tus obras, y mi alma
lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi
cuerpo, bien que en oculto fui formado, y
entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi
embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban
escritas todas aquellas cosas que fueron luego
formadas, sin faltar una de ellas” (Salmos 139: 13-
16).

Lo siguiente es apenas lógico: si Dios


verdaderamente existe, como verdaderamente
existe, ¿qué debo hacer para tener certeza en mi
corazón de Su existencia, para conocerle, para
tener una relación con Él? La respuesta es la

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misma: ¡Creer! Porque esa es la manera exquisita


establecida por Dios. El versículo tal vez más
conocido de la Biblia dice: “Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16,
resaltado fuera de texto). El verbo creer fue
traducido del griego “pisteuo” el cual significa
“creer con la implicación de confianza, creer hasta
el punto de confiar totalmente” (Diccionario de
Idiomas
Bíblicos, Griego, Nuevo Testamento, de James
Swanson, Segunda edición, 2001).

Mientras normalmente pensamos que tenemos


que ver primero para poder creer, Dios estableció
que ¡debemos creer primero para poder ver!
Usted seguramente ha oido esa parte de la Biblia
en la que Jesús dice que Él es el camino, la verdad
y la vida y que nadie puede ir al Padre sino a través
de Él. Bueno, pues es aquí donde usted
sencillamente cree en Jesúcristo.

Algunos dicen de Jesúcristo que el fue un Gran


Profeta o que fue un hombre sabio, que fue un
revolucionario, que simplemente fue un gran
personaje histórico. Pero Jesucristo es
infinitamente más que todo eso. El no sólo “fue”
sino que es y será Dios por los siglos de los siglos.
Porque con Él, quien afirmó de varias maneras ser
el Hijo de Dios, Dios mismo hecho carne, el mismo
gran Yo Soy, no hay sino dos caminos: puede usted
desecharlo por mentiroso como a tantos locos que
dicen barbaridades en la calle, o puede usted

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reconocer que es el infinito Dios que se hizo


hombre con el fin de salvarnos, dejándolo entrar en
su corazón como Señor y Redentor, dejando que Él
sea su único gobernante, y viviendo de ahí en
adelante conforme a la nueva naturaleza que Él
pone en usted cuando usted confiesa y cree en Él.

Eso es lo que Dios quiere y espera de cada uno


de nosotros: que Él pueda gobernar nuestra vida,
es decir vivir Su propia Vida a través nuestro. Eso
sólo requiere que creamos totalmente, poniendo
toda nuestra confianza en Jescuristo como Señor,
confesemos con nuestra propia boca que Jesucristo
es Señor y creamos en nuestro corazón que Dios
resucitó a Jesucristo y Él vive para siempre.

Ahora que usted ha llegado hasta aquí, sepa una


verdad impactante que el mismo Jesucristo le dice:
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os
elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y
llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que
todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os
lo dé.” (Juan 15: 16).

Por eso, si cree en esto que Jesucristo es y ha


hecho, si cree que es el mismo Dios que se hizo
hombre, que Él murió en la cruz, que Él resucitó y
que Él es Dios y Señor, sólo digéselo con una
oración sencilla, en voz audible, con sinceridad de
corazón:

“Maravilloso Jesúcristo: Te acepto en mi corazón


como mi Señor y Salvador, como mi único Dios,

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El Verdadero Gobernante

resucitado y vivo. Acepto, Jesús, el regalo hermoso


de la vida eterna que me ofreces, entendiendo que
no la merezco ni puedo ganarla con mis obras. Me
rindo a ti completamente. Confieso con mis labios
que Tú, Jesúcristo, eres Señor y creo en mi corazón
que Dios te levantó de entre los muertos. Te pido
que gobiernes de ahora en adelante mi vida; que
seas mi único gobernate, viviendo Tu portentosa
vida a través de mi. Me arrepiento con sinceridad
de no haberte reconocido antes como Señor y Dios.
Gracias por tu perdón de todos mis pecados y tu
perfecto Amor. Amén”.

Esa es la decisión más sabia, más reconfortante


y más trascendental de todas la que usted puede
tomar en la tierra.

Porque cuando uno elige a Jesús (sabiendo que


Él nos eligió a nosotros primero) como Único
Gobernante, Él cambia nuestra naturaleza de
pecado y nos da la naturaleza de hijos amados,
cambia nuestra manera de ver a los demás,
nuestra manera de amar, de pensar, de hablar, de
relacionarnos con Él. Él restaura nuestro
matrimonio, nuestras relaciones personales,
nuestra relación con las autoridades y nuestro vida
completa. Él nos revela cosas insospechadas de Su
naturaleza, nos da vida abundante y, además, nos
añade prosperidad integral.

Si Él lo ha hecho con miles de millones de


personas en el mundo, ¡claro que lo hace con
usted!

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El Verdadero Gobernante

No deje pasar esta oportunidad. Como si el


mismo Dios le rogara por medio mío, le ruego que
se reconcílie con Él. Ríndase a Jesúcristo, deje que
Él lo salve, permítale que haga maravillas en su
vida, entréguele su existencia, póngala a sus pies y
invoque su Nombre para que Él ocupe el trono de
su corazón como su Salvador personal, Redentor y
Verdadero Gobernante. Proclámelo como su Señor
para que oriente cada detalle de su vida, póngalo
en el centro de su existencia y empiece una
transformadora relación personal con Él. Rendirse
a Jesús no es una manera de vivir. ¡Es la única
manera de “vivir”! Por eso Él dice que “esta es la
voluntad del que me ha enviado: que todo aquel
que ve al Hijo y cree (pone toda su confianza) en Él
tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día
final”. (Juan 6: 40, paréntesis fuera de texto).

No espere a mañana, es innecesario. En este


caso la fecha de las “elecciones” es ya, pues
aunque usted dispone de 24 horas al día, 7 días a
la semana, doce meses al año para hacer esta
elección, la misma Biblia dice que el día para elegir
su Verdadero Gobernante es ¡ahora! (2 Corintios 6:
2). ¡No es posible que otros elijan por usted!
Mañana o dentro de una hora o dentro de quince
minutos puede ser, tristemente, demasiado tarde.
Vuelva a la oración de arriba y dígala con voz
audible si no lo hizo hace unos minutos. Si lo hace
ahora o ya lo hizo, no sólo verá y experimentrá lo
sobrenatural de ser gobernado con Amor
desbordante por el mismo Padre Dios , sino que
podrá usted desde ya gobernar por Él en esta

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El Verdadero Gobernante

misma tierra, durante todo el resto de tiempo que


le falta por vivir acá. Será testigo eterno de que el
reinado de Jesucristo no tendrá final (Romanos 5:
17; Apocalipsis 2: 26-28 y Lucas 1: 33).

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