Mi juventud o adolescencia, es entre los años 80/95. esos años 80 la Argentina
se encontraba todavía bajo la dictadura militar y de la cual no poseía una noción clara de lo que pasaba, mi vida se desarrollaba entre la vida urbana y rural, no había televisión ya que para ver dependía del clima favorable y de la orientación de la antena, el vivir a más de 500 km de la capital federal era difícil estar informados. Tengo el recuerdo de mi viejo que se levantaba a las 6 de la mañana ponía radio Rivadavia para escuchar el mercado de Liniers, luego a Antonio Carrizo mientras tomaba unos mates, frente a la cocina de leña, Yo lo acompañaba con mi taza de café con leche recién ordeñada. Luego ensillábamos los caballos para recorrer el campo para ver “cómo estaba todo”. Al tiempo fui consciente, de que, en el 81, comenzaron a realizarse las primeras marchas de resistencia, en donde las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo reclamaban por los Derechos Humanos. En el 82 con mis 15 años, la guerra de la Malvinas lo viví con un entusiasmo heroico, donde mi corazón latía con las ganas de ir a luchar, pero como no lo podía hacer empecé a militar a ayudar a juntar materiales, bufandas para mí fue el descubrir un nuevo mundo, en querer saber y aprender sobre lo que pasaba más allá de mi vida cotidiana. La finalización de la guerra fue una de mis grandes desilusiones ya que lo vivía como algo de lo posible, pero que poco a poco también nos permitió como sociedad ver un nuevo camino, que fue primero con la música, el conocer a Piero, a Leon Gieco, Porcehto “Che pibe…”, La Marcha de la bronca…etc, encontraba en la música una esperanza y reconocía una nueva verdad de lo que pasaba alrededor. El realizar un acercamiento con los jóvenes fue reencontrarme con esa etapa vivida, ya que para mí la escuela era un sufrimiento, sentía que no era mi lugar, no podía expresarme, el saco la corbata, los zapatos eran el símbolo de la opresión y del martirio. Como dice, Tiramonti (2004) el formato escolar de la escuela secundaria desincentiva la permanencia de los/as alumnos/as y crea un desfasaje entre la cultura escolar y la cultura adolescente y juvenil. Ese alejamiento que tenía con la escuela me llevó a dejarla por dos años, pero al mismo tiempo era consciente que debía terminarla. Un punto muy importante es cuando me acerque y hablé con esos, jóvenes acerca de cuál es el lugar en el que se siente más a gusto, en su mayoría indicaron a la escuela y la casa, y, en menor medida, la calle, las plazas, u otros lugares de encuentro. Ante la consulta de porque la escuela, me expresaron, que es el lugar donde están los amigos, donde se puede estar con otros; también se "aprende", y por que allí se “está cuidado” o “me siento seguro/a”. Me sentí totalmente identificado con ellos y a partir de ello me surgió el o los siguientes interrogantes: ¿Qué jóvenes son los que transitan la escuela? ¿Son diferentes a mí a la misma edad? Con sus capuchas, con los auriculares puestos y el celular activado con música, conectados permanentemente a la red, predispuestos a discutir y hablar de lo que les sucede, siempre sonrientes, y a la expectativa del chiste; muy atentos a su imagen, a la ropa que llevan puesta, al maquillaje y a peinados perfectos; a tatuajes en su piel, algunos permanentes y otros improvisados con la lapicera; adjudicatarios de sobrenombres, amantes de las selfies; portadoras de pañuelos, acróbatas de bicicletas y patinetas, conscientes de que deben finalizar la secundaria, pasajeros/as que esperan otra oportunidad…. Ellos son los generación Z y en cambio Yo generación X Donde se produjeron los grandes cambios sociales, polticos, culturales y tecnológicos, de la vida analógica nos supimos adaptar a la digital, del magazine pasamos por el casette, al cd al mp3 y al spotify a la velocidad de la luz. La escuela tiene que acompañar y facilitar la construcción de un proyecto de vida para los jóvenes, desarrollar el sentido de pertenencia, debe formar, enseñar, interesar y movilizar a los/as jóvenes y de esta manera es posible garantizar sus derechos. La escuela secundaria necesita de nuevas prácticas pedagógicas y la incorporación de saberes que son parte de la vida cotidiana de los/as jóvenes, reflexionar sobre el tipo de experiencias de formación y de vínculo con el conocimiento que la escuela promueve, la escuela obligatoria debe ampliar y diversificar las experiencias de formación, atender las condiciones de formación de los/as docentes como las condiciones de su trabajo. Y la otra cuestión que no es menos importante a las formas de producción del conocimiento que instala el entorno tecnológico, mientras las escuelas se preocupan por el uso de celulares en las aulas y las dificultades de los/as jóvenes para aceptar las reglas de juego escolar, las nuevas tecnologías frecuentemente usadas para el intercambio y la conformación de redes alteran las categorías de tiempo y espacio con que se pensó la escuela moderna. Si se trata de una moneda al aire, indudablemente una cara es conocer a nuestros/as jóvenes y la otra cara de la moneda son las escuelas, instituciones que deben estar abiertas a los intereses, expectativas y saberes de los/as jóvenes, favorecer el protagonismo de los/as jóvenes y donde los derechos que la ley les reconoce se expresan en instituciones y prácticas de participación, expresión y comunicación, pero en vistas a las respuestas obtenidas sólo se enuncian en los programas y contenidos escolares. La escuela tiene que acompañar y facilitar la construcción de un proyecto de vida para los jóvenes, desarrollar el sentido de pertenencia, debe formar, enseñar, interesar y movilizar a los/as jóvenes, conceptos que están claros en los chicos con los cual hable, pero que no fueron efectivos, saben que es en la escuela donde lo conseguirán, pero también evidencian el conocimiento que no es ésta escuela la que los contengan. Como me sucedió a mí.