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3.

Emilio Tenti Fanfani: La enseñanza media hoy: masificación con


exclusión social y cultural
Sentido y valor de la enseñanza media en el mundo de hoy
Significado del proyecto fundacional de los sistemas educativos occidentales: en un
principio se trataba de una antesala de los estudios universitarios y como tal, estaba
reservada sólo a los hijos de las clases dominantes y a algunos pobres meritorios.
Significado de la enseñanza media hoy: se trata de la última etapa de la escolaridad
obligatoria. Es algo así como el nuevo piso de la escolaridad obligatoria que en todas
partes tiende a prolongarse hasta los 17 o 18 años de vida. Es una enseñanza “final”
para la mayoría de la población y un momento de un proceso de formación de una
minoría, que tiende a prolongarse a lo largo de toda su trayectoria vital (educación
permanente).
Esta nueva racionalidad cambia el sentido y afecta a los viejos “modos de hacer las
cosas” en las instituciones. Hoy, la permanencia de los adolescentes en la escuela ya
no es algo aleatorio o discrecional. Ni los alumnos ni los padres, ni los agentes
escolares están en condiciones de determinar la inclusión o la exclusión escolar. Todos
los adolescentes deben estar en la escuela. Éste es un mandato de la ley y, al mismo
tiempo, un mandato social.
La escolarización masiva de los adolescentes y los jóvenes: nuevos desafíos
Propongo discutir estos nuevos desafíos de la escolarización generalizada de las
nuevas generaciones alrededor de algunos ejes problemáticos:
1. La construcción social de la adolescencia:
La adolescencia, al igual que la juventud, son construcciones que se basan en
condiciones sociales e históricas de emergencia. Sabemos que existen niños y
adolescentes, adolescentes y jóvenes, pero esas fronteras que marcan los límites no
tienen una señalización material u objetiva. Los límites sociales son siempre “arbitrarios
y conjeturales” y muchas veces, imprecisos. Pero en ciertos casos es necesario reducir
esa imprecisión fijando límites estrictos, homogéneos y fáciles de identificar. Éste es el
tipo de límite que se expresa en la ley y los dispositivos normativos. La propia
experiencia escolar contribuyó a la creación de la juventud como una construcción
social, es decir, como un tiempo de la vida colocado entre la infancia y la condición de
adulto, un tiempo de preparación y de espera.
Aquí nos interesa saber cuáles son las características distintivas de los
adolescentes y jóvenes respecto de los niños en cuanto objeto de clasificación escolar.
La vieja escuela primaria fue pensada y diseñada para los niños y la escuela media,
pese a sus esfuerzos de adaptación, tiende a reproducir los mecanismos y estilos
propios de la educación infantil. Éste es un factor que no poas veces contribuye a
explicar el malestar y el fracaso escolar en la enseñanza media. Un estudiante del
colegio secundario es diferente de un alumno de la escuela primaria. Particularidades:
a. Diversidad de las esferas de justicia. Mientras el mundo de la infancia y la
escuela está organizado alrededor de una gran “unidad normativa” que rige tanto
en el ámbito escolar, como en la familia, el mundo del “colegial” está regido por la
percepción de que existen diversos ámbitos de justicia. Una regla se aplica en el
recreo, otra entre los amigos, otra en el colegio, otra en el ámbito familiar.
Mientras que el niño mimado en la familia espera el mismo trato en la escuela, el
adolescente percibe que existen distintos espacios de juego con distintas reglas.
b. Principio de reciprocidad. Mientras que en la escuela el niño tiende a
representarse a la autoridad y al maestro como algo natural e indiscutido, el
adolescente percibe que las instituciones constituyen mundos complejos donde
existe una diversidad de actores con intereses y capacidades diferentes. El
principio de reciprocidad quiere decir que la relación profesor alumno no es
unidireccional.
c. La emergencia de estrategias escolares. El niño en la escuela percibe que
sólo basta ser aplicado y obedecer las reglas y a sus superiores para tener éxito
en la escuela. En cambio, en el colegio los adolescentes perciben que “ser
estudiante” es algo más complejo que seguir ciertos automatismos. Por el
contrario, el adolescente percibe que para tener éxito es preciso desplegar una
estrategia, es decir que se requiere hacer uso del cálculo, definir objetivos, elegir
medios adecuados para éstos, desplegar la acción en el eje del tiempo, saber
esperar, etc.
d. Desarrollo de una subjetividad no escolar. Mientras los niños en las
escuelas viven una “continuidad relativa” entre su estatuto de niño y de alumno,
los adolescentes en el colegio viven la experiencia de una tensión entre el
estudiante y el adolescente.
Hubo un tiempo en el que el mundo de la vida cotidiana se mantenía “afuera” y
“alejado” de la cultura escolar. La escuela tenía una misión civilizadora. Hoy resulta
imposible separar el mundo de la vida del mundo de la escuela. La escuela ha perdido
el monopolio de la inculcación de significaciones. Sin embargo, en demasiadas
ocasiones las instituciones escolares tienden al solipsismo y a negar la existencia de
otros lenguajes y saberes y otros modos de apropiación distintos de aquellos
consagrados en los programas y las disposiciones escolares.
Mientras que el programa escolar tiene todavía las huellas del momento
fundacional, las nuevas generaciones son portadoras de culturas diversas. La
experiencia escolar se convierte a menudo en una frontera donde se encuentran y
enfrentan diversos universos culturales. Esta oposición estructural es fuente de conflicto
y desorden.
El campo donde se juega la construcción de la subjetividad está dominado por
tres actores básicos: la familia, los medios de producción y difusión de sentido y las
instituciones escolares. Pero la familia ha perdido fuerza y capacidad de estructurar las
personalidades de las nuevas generaciones. No existe un currículum social único y
coherente y la escuela no tiene más remedio que prestar atención al hecho de que no
posee una posición monopólica en este campo tan complejo.
2. El déficit de interés y motivación
Los alumnos deben darle un sentido a la experiencia escolar. En las condiciones
del desarrollo actual éste no es automático. Hoy, para qué ir a la escuela es una
pregunta pertinente. ¿cuáles son las respuestas posibles?
a. La obligación como sentido. Se va al secundario por una obligatoriedad
social más que jurídica. En este caso el “ir al colegio” no es objeto de
deliberación y elección, sino una experiencia ligada a una condición de edad.
b. La razón instrumental. Lógica de la postergación de beneficios presentes
con el fin de beneficios mayores en el futuro.
c. El amor al conocimiento. Este emergente tiene que ver con la pasión, con
la entrega incondicional al saber.

3. La crisis de la autoridad pedagógica


Este factor se origina en los cambios en los equilibrios de poder entre los niños y
jóvenes y los adultos. En la actualidad, aunque las relaciones intergeneracionales
siguen siendo asimétricas y a favor de los “más grandes2, esta asimetría se ha
modificado profundamente en beneficio de las nuevas generaciones. Hoy, los niños y
adolescentes son considerados sujetos de derecho. Las instituciones educativas tienen
que tomar nota de esta realidad y transformar sus dispositivos.
Otro tema es que no hay comunicación y comprensión sin autoridad, entendida
como reconocimiento y aceptación. Si el que habla o escribe no es creído, no se le da
ningún crédito. Ahora, la autoridad es un fenómeno relacional. No existe como una
propiedad de un individuo. La autoridad es una construcción permanente, que varía
según los contextos y las épocas.
La credibilidad tiene dos fuentes. Una es personal y depende de características
particular propias del individuo, que se “activan” cuando son percibidas por otros
sujetos determinados. (sucede que el señor no da la otra fuente).
En un principio, los maestros tenían autoridad por una especie de “efecto de
institución”. Pero siempre se manifestaron diferencias entre maestros. A la autoridad
como efecto de institución hay que sumarle, entonces, a la autoridad construida por el
propio maestro. Es aquí donde las cualidades personales adquieren todo su valor.
En el tiempo en el que vivimos, tiende a ser cada vez más importante la
proporción de autoridad que cada maestro y cada profesor es capaz de construir por
sus propios medios. Por una serie de razones, las instituciones educativas ya no están
en condiciones de garantizarle al maestro-funcionario ese mínimo de credibilidad que
en otros tiempos le proporcionaba. Los factores que incidieron en este cambio son:
a. La seducción necesaria. El maestro de la escuela pública está cada
vez más solo y librado a sí mismo. Lo mismo que el sistema escolar, que
va pareciéndose en forma creciente a una galaxia de instituciones cada
vez más autónomas. Desde el centro sólo se adjudica personal y se pagan
sueldos. (¿la relación con la “seducción”?
b. Instituciones débiles. La escuela pública ya no tiene la fuerza que
supo tener. En primer lugar, porque ya no está en condiciones de cumplir
con las nuevas expectativas sociales. (no hay segundo lugar, se va por
las ramas).

4. Condiciones sociales de la demanda de conocimiento


En la sociedad argentina actual, pese a las carencias y desigualdades de
conocimiento y de aprendizaje, nadie demanda matemáticas o lenguaje, etc. Nuestra
sociedad ha sido mucho más eficiente para extender la escolarización que para
desarrollar conocimientos socialmente valiosos en todas las personas. Existe una
demanda cierta de escolarización, pero no hay un movimiento social para poner
determinados conocimientos al alcance de todos. En este sentido, no existe una
demanda de conocimiento. En realidad, estamos en presencia de una paradoja, los que
más capital cultural tienen son los que más demandan y exigen. En el extremo, los más
desposeídos de cultura son quienes están en peores condiciones de demandarla. Y
esto también refuerza el círculo vicioso de las desigualdades.
Creer que se puede romper este círculo sólo con una política educativa “centrada
en la demanda” es una ilusión. Sólo una voluntad colectiva para construir una sociedad
más justa puede mantener políticas sostenidas de igualdad. En este sentido, la escuela
pública es uno de los últimos resabios del Estado benefactor. Su presencia masiva en
el territorio la convierte en uan poderosa herramienta de política pública y, como tal, en
un bastión de los valores colectivos que es preciso no sólo defender, sino incluso
fortalecer y expandir. Más que subordinar la oferta a una demanda inexistente o
defectuosa es preciso partir de la política. Es necesario redefinir el sentido mismo de la
obligatoriedad escolar que usaron nuestros padres fundadores. Lo que debiera ser
“socialmente obligatorio” es el conocimiento y no la escolarización.

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