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La Mujer y la Familia Capitalista: Las Ataduras que Atan

Un nuevo movimiento de la mujer se está creando a la luz de los ataques que surgen de la renovada
crisis del capitalismo. La respuesta de masas a las amenazas contra los derechos al aborto
demuestra que las mujeres se movilizan para dar la lucha. Pero la demostración del 9 de abril a
Washington también mostró que la organización feminista NOW y otros dirigentes
del establishment se dedican a maniobras legalistas y a apoyar los políticos capitalistas. (Un
volante de la LRP está dispuesto para los lectores interesados.) Estos reformistas burgueses,
mantienen un interés conferido en perpetuar la mentira de que el sistema capitalista todavía es
capaz de ofrecerles progreso sustancial a las mujeres.

Contrario a los años sesenta, el colapso de la prosperidad y la profundización de la crisis


económica significan que queda poco espacio para las reformas. Pero el problema con el
reformismo yace más profundo: la mera naturaleza del capitalismo, y no solo aspectos aislados
del mismo, subyace a la opresión de la mujer en el mundo moderno.

Mantenemos aquí que la familia proletaria es una necesidad del sistema capitalista y es la causa
fundamental de la opresión de la mujer en el presente. Al desarrollar este análisis, comenzamos
con la obra que generalmente se considera representativa de la visión marxista clásica sobre la
opresión de la mujer, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado de Engels.
Escrita sobre un siglo atrás, Engels mantiene en ella que los orígenes de la esclavización de la
mujer se remontan al surgimiento de la propiedad privada y la sociedad de clases y señala que la
erradicación de estas instituciones es necesaria para su liberación.

A pesar de todas sus perspicacias, la obra de Engels falla al depender de data antropológica
defectuosa y prejuicios anti-homosexuales. Más significativo para este artículo, El Origen falló
en no utilizar elementos claves del análisis del capitalismo de Marx y Engels con relación a la
familia. La fortaleza de la obra consiste en su perspectiva general de la sociedad de clases. Pero
su discusión de la familia proletaria bajo el capitalismo es limitada, como veremos.

Engels sobre la Familia Proletaria

Engels recalcó que el surgimiento del capitalismo industrial significa progreso para la mujer
debido a que las introdujo a la fuerza laboral social. Junto a la socialización de las tareas
domésticas, esto era para él la precondición para su liberación. Bajo el capitalismo, sin embargo,
la mujer continúa oprimida debido a que ha mantenido atada a la carga del trabajo doméstico
familiar aun cuando se le abrió camino a la producción social.
No fue hasta el surgimiento de la moderna industria de gran escala que se le incluyó
a ella otra vez en la vía de la producción social – y entonces solo a la esposa
proletaria. Pero se abrió la vía de tal manera que, si lleva acabo sus deberes al
servicio privado de la familia, se mantiene excluida de la producción pública e
incapaz de ganar dinero; si quiere tomar parte de la producción privada y ganar
dinero independientemente, ella entonces no es capaz de llevar acabo sus deberes a
la familia. (Engels, Origen de la Familia, capitulo 2)

Engels repitió lo que él y Marx habían señalado en El Manifiesto Comunista: el capitalismo


destruye a la familia proletaria a través de su creciente explotación de la mujer en el lugar de
trabajo. El impacto de principios del capitalismo industrial contribuyó a esta creencia. Por igual,
Engels (igual a Marx) esperaban la desaparición temprana del capitalismo; les dieron insuficiente
peso a las tendencias compensatorias que parcialmente retrasan el proceso de proletarización y
sirven para respaldar a la familia. Engels discute la familia principalmente en términos de sus
relaciones internas.

Para ilustrar, distinguió la familia proletaria de la burguesa en términos de las relaciones hombre-
mujer:

El sexo-amor en la relación con una mujer se convierte y solo puede convertirse en


la regla verdadera entre las clases oprimidas, que significa en el presente entre el
proletariado – ya sea esta relación sancionada oficialmente o no. Pero aquí todos
los fundamentos de la monogamia típica se desvanecen. Aquí también no existe la
propiedad, para cuya preservación y herencia se establece la monogamia y la
supremacía del hombre; por lo tanto, no existe incentivo para hacer efectivo la
supremacía masculina. Más aun, no existen medios para lograrlo. La ley burguesa,
que protege la supremacía, existe solo para las clases poseedoras y sus asuntos con
los proletarios. La ley cuesta dinero y, a consecuencia de la pobreza de los
trabajadores, no tiene validez para su relación con su esposa. Aquí deciden otras
condiciones totalmente personales y sociales. Y ahora que la industria a gran escala
ha sacado a la esposa fuera del hogar y la ha encaminado hacia al mercado laboral
y al interior de la fábrica, convirtiéndola a menudo en el sostén económico principal
de la familia no quedan las bases para ninguna clase de supremacía masculina en el
hogar proletario, excepto, tal vez, para algo como la brutalidad hacia la mujer que
se ha propagado desde que se introdujo la monogamia.

Es cierto que la familia proletaria no se basa en la propiedad. Pero dar a entender que la familia
solo será relevante como vehículo para la transmisión de la propiedad heredada pasa por alto el
rol económico específico de la familia obrera bajo el capitalismo y muchos de los elementos de
la opresión de la mujer que por lo tanto se engendran.

Reproduciendo la Fuerza de Trabajo

En el análisis marxista, el capitalismo se basa en la explotación de los trabajadores mediante el


trabajo asalariado. La familia obrera es la unidad económica del sistema, parte integrante de la
reproducción de las relaciones capitalistas. Como componente necesario de la forma asalariada
de explotación, el capitalismo impone una división sexual al trabajo. Las mujeres se ven obligadas
a cumplir con el rol esposas/madres con el propósito de asegurarle al sistema un suministro
constante de fuerza trabajadora.

Existen dos aspectos a la reproducción del proletariado y su fuerza de trabajo. En la familia


capitalista “tradicional”, para el reavivamiento diario del trabajador – su alimentación, sueño, su
salud y el relajamiento para refrescar su habilidad de trabajo efectivo para el patrono el próximo
día – su esposa cocina alimentos, limpia la casa y ropa, y provee cuido y atenciones de maneras
menos mensurables. El segundo aspecto, el reemplazo de una generación de la fuerza laboral por
otra, incluye el rol biológico de la mujer al parir y su rol social en la crianza de los hijos.

Como con cualquier mercancía, el valor de la fuerza de trabajo se basa en el valor de los medios
de subsistencia necesarios para el mantenimiento del trabajador y su reproducción. Este costo
debe ser cubierto por el sueldo del trabajador. Por lo tanto, el sueldo no es un pago individual; es
también para mantener a todos los miembros de la familia que no trabajan. Pero mientras el sueldo
refleja el valor de la fuerza de trabajo, este valor no es solamente lo estrictamente necesario para
la sobrevivencia física. Como señalaba Marx:

La cantidad y el alcance de sus supuestos requisitos necesarios, y también la manera


en la cual son satisfechos, son ellos mismos productos de la historia, y dependen, por
lo tanto, en gran medida al nivel de civilización alcanzado por un país; en particular,
dependen de las condiciones en las cuales, y consiguientemente en los hábitos y
expectativas con el cual, la clase de trabajadores libres se han formado. Por el
contrario, por consiguiente, en el caso de otras mercancías, la determinación del
valor de la fuerza de trabajo contiene un elemento histórico y moral. (El Capital,
Volumen 1, Capitulo 6)

El “elemento histórico y moral” es el producto tanto de la lucha de clases como de las necesidades
de la burguesía para la producción social de trabajadores de ciertos niveles culturales, destrezas y
capacidades. Este elemento puede ser fundamental en la determinación del valor de la fuerza de
trabajo.
El Sueldo de la Familia

Una manera en la cual lo hace es que el sueldo puede variar con la cantidad de miembros de la
familia que se espera que trabajen por sueldos durante un periodo dado. En el presente, el “sueldo
de la familia” significa una organización particular de familia nuclear con un asalariado
masculino, cuidado por su esposa que también cuida a sus hijos y el hogar. Pero no fue así
siempre.

A principios de la industrialización, cesanteaban a los hombres de sus empleos artesanales a la


par que la mecanización hacia más fácil y barato emplear mujeres y niños. Cuando el sistema
fabril comenzó a emplear a tres niños y a una mujer por cada hombre desplazado: “ahora se
consumen cuatro veces la cantidad de un trabajador para proveerle el sustento de la familia de un
trabajador”. (Marx, Trabajo Asalariado y Capital) El valor de la fuerza de trabajo disminuyó, ya
que ahora eran necesarios cuatro asalariados para ganar lo que había sido la norma para uno. Bajo
este escenario, los trabajadores cesanteados se convertían en dependientes de sus esposas e hijos.
Significaba un sueldo de familia, pero esta situación no duro mucho. La brutalidad de los
comienzos de la industrialización amenazaba con destruir a toda la clase trabajadora matando a
las mujeres y niños a un ritmo acelerado.

A la súper-explotación de la familia estuvieron opuestos tanto las mujeres como los hombres.
Pero. el dominio de la lucha -por dirigentes aristocráticos laborales- convenció a muchos hombres
sindicalistas que sus empleos estaban amenazados por el empleo de mujeres, fallaron en no
percatarse que el proceso del capitalismo al emplear mujeres en trabajos peor renumerados era en
realidad un ataque contra toda la clase. Se veía el empleo de las mujeres como el problema, y el
establecimiento del sueldo de la familia tradicional como la solución. Las luchas alcanzaron
grandes adelantos para la clase trabajadora como las normas al trabajo infantil y otras leyes
laborales protectoras que beneficiaban a la mujer.

Por lo tanto, el logro del sueldo de la familia fue un alcance temporero para secciones de la clase.
Pero también favorecía las necesidades del capitalismo. El capitalismo se mantiene así mismo al
reforzar divisiones y atrasos dentro del proletariado. Los trabajadores son frecuentemente
obligados a aceptar lo que quiere el patrono debido a que “Estoy obligado a alimentar a mi
familia”. El rol de familia de la mujer – sobre todo el conservadurismo inherente de trabajar en
aislamiento en vez de colectivamente – también debilita la habilidad del proletariado en su
totalidad a combatir en la lucha de clases.

El hecho de que la familia no tiene propiedad es la mayor razón por la cual es necesaria. Al
trabajador se le enseña a identificarse con por lo menos un elemento de la conciencia burguesa,
el sexismo. No posee propiedad productiva, pero puede imaginarse que controla los fondos de la
familia y, a la vez, es amo de la casa, aunque en la realidad es todavía solamente un esclavo
asalariado.

La familia como unidad económica no solo satisface la necesidad fundamental de los capitalistas
de la reproducción de la fuerza de trabajo, la división del trabajo basada en la familia también le
permite al capitalismo a mantener bajo el sueldo social: los servicios públicos como las guarderías
infantiles, la educación y la salud. Al grado que los trabajadores acepten el mito de la familia
como un refugio privado de los empleos y las relaciones con los patronos, no importan que tan
mal estén las cosas en la realidad, se restringen de presentarle demandas para satisfacer
necesidades sociales al estado. Cualesquiera necesidades que no son satisfechas en el hogar se
convierten en fracasos de la familia individual, especialmente de la esposa, en vez de los patronos.

El sueldo directo también es reducido. El capitalismo depende fundamentalmente del ejército de


reserva del trabajo como un importante apuntalamiento del sistema. Las mujeres según Marx son
utilizadas como la sección “flotante” de la reserva. Las mujeres están obligadas a darle prioridad
al hogar y a los deberes del cuido de niños y a aceptar empleos parciales con bajos salarios. (En
EE.UU., una cuarta parte de todas las mujeres que trabajan sostenían empleos parciales en el 1986
comparado con el 9% de los hombres.) Los patronos igualmente utilizan la estrategia clásica de
dividir y vencer para bajar los sueldos de los hombres; los hombres son obligados a “competir”
al aceptar sueldos más bajos o se arriesgan a ser reemplazados por mujeres trabajadoras dispuestas
a trabajar por menos. Por supuesto, no todas las mujeres son esposas y madres. Pero la lógica de
la familia – que el ingreso de la mujer es suplementario y opcional – se utiliza para mantener los
sueldos bajos para todos.

¿Explotación Domestica?

La relación entre el trabajo doméstico de la mujer y el sistema de explotación asalariada condujo


a la noción izquierdista una vez en boga de que el trabajo del hogar es explotado como el trabajo
fabril. Pero la esposa proletaria, en su rol doméstico, no produce ni valor o plusvalor – y por lo
tanto no es explotada por el capital. Ni tampoco es explotada por su esposo (aunque esté oprimida
por el mismo). Ella es responsable de la reproducción de la mercancía fuerza de trabajo, pero no
bajo condiciones directamente gobernadas por la ley del valor. (Por ejemplo, aunque haya un
exceso de mercancía fuerza de trabajo en el mercado, ella debe todavía trabajar para reproducir
la fuerza de trabajo de su familia con tal de que sobrevivan.)

Lo que la ama de casa de la clase trabajadora si produce son valores de uso en el hogar. Pero la
separación de un rol directo en la producción de valores en la sociedad donde el valor es el fin de
todo y lo más importante, asegura la subordinación de la mujer.
Engels denominaba la posición de la ama de casa proletaria como “una esclavitud domestica
abierta o oculta”. Como una esclava, la trabajadora doméstica se ata a un hogar y familia
particular; no le es permitido moverse libremente entre “empleadores”; como esclavas con
grilletes en la era capitalista, la subordinan a las relaciones entre la fuerza de trabajo y el capital.
Pero diferente a una esclava, ningún gobernante capitalista particular le provee directamente para
su bienestar o aparece como su amo. Por el contrario, ella depende del intercambio del trabajo
asalariado/capital para recibir su parte del sueldo de familia, un pago indirecto de la clase
capitalista para el mantenimiento y producción de la fuerza de trabajo.

La explotación capitalista del trabajador asalariado es lo más insidioso debido a su ocultación


bajo la pretensión de ser un “intercambio igual” de sueldos por fuerza de trabajo. De igual manera
con la opresión de la mujer: el “intercambio igual del amor” como el fundamento de un
matrimonio libremente escogido oculta la compulsión económica subyacente. Por supuesto, la
mujer proletaria frecuentemente encara la doble carga de trabajo asalariado y domestico. El
capitalismo se aprovecha completamente de la ideología que mantiene que el rol “primario” de la
mujer es en el hogar para mantener sus sueldos bajos y derechos reducidos como trabajadora.

La Dependencia Económica de la Mujer

Al discutir la progresividad de la entrada de la mujer a la producción, Engels no discutió la


desigualdad de los sueldos y condiciones, aunque la igualdad del trabajo es una condición
necesaria para elevar a la mujer al mismo nivel que al hombre. En el capitalismo moderno la
disparidad es tremenda. Mientras que, en los EE.UU., el 60% de las esposas trabajan, gran parte
de su trabajo es parcial, interrumpido por o orientado a los compromisos familiares. En el 1983,
80% de todas las empleadas trabajaban solo en 20 de las 420 categorías ocupacionales del Censo
de EE.UU., la gran cantidad de ellas sin destrezas y con bajos sueldos. Como el trabajo parcial y
de baja paga es el área de mayor crecimiento en la economía moderna, las mujeres continúan
recibiendo solo el 64% del sueldo del hombre.

Los sueldos más bajos de la mujer, combinado con el hecho de que los sueldos se basan en
necesidades promedio y no individuales para el mantenimiento y la reproducción, significa que
las familias de una sola cabecilla dirigidas por mujeres están desproporcionadamente condenadas
a la pobreza. La trabajadora soltera con varios hijos en el hogar obtiene el mismo sueldo que su
hermana casada – un sueldo basado en las supuestas necesidades mínimas de esta última. Y su
sueldo es menos por bastante que el del hermano soltero o divorciado sin hijos.

Hoy en los EE.UU., uno de cada tres matrimonios termina en divorcio, y después del divorcio el
estándar de vida de la mujer se reduce por un promedio de 74% mientras que el del hombre
aumenta por un 49%. Por lo tanto, el divorcio es el mejor gran pronosticador de la pobreza de la
mujer y sus hijos. La persistencia de horrores como la violencia domestica contra la mujer y el
hecho de que las mujeres maltratadas permanecen con sus esposos no se explica por la noción de
Engels de que el chovinismo masculino es un vestigio de la sociedad preindustrial; realmente es
el resultado de las condiciones materiales del capitalismo.

La Suprahistoria y el Superetapismo

Al demostrar como la civilización, al contrario de la sociedad prehistórica, comenzó a oprimir a


la mujer, Engels escribió:

La misma causa que ha asegurado a la mujer su previa supremacía en la casa – que


su actividad se confinaba al trabajo doméstico – esta misma causa ahora asegura la
supremacía del hombre en la casa. El trabajo doméstico de la mujer ya no cuenta a
la par de la adquisición de las necesidades de la vida por el hombre; este último lo
es todo, lo anterior pasó a ser un extra sin importancia.

Engels consideraba la división de la vida social en esferas públicas y privadas, claves para la
devaluación de la mujer. Pero la distinción nítida que Engels describe se convirtió decisivamente
cierta solo bajo el capitalismo, cuando la producción sale del hogar – consiste de una indicación
de que la enajenación mayor existe bajo el capitalismo comparado con las sociedades de clase
previas. La atribución de condiciones capitalistas de parte de Engels a la historia precapitalista es
un ejemplo del error del suprahistoricismo. El peligro del suprahistoricismo en general consiste
en que pasa por alto las maneras particulares con las cuales el capitalismo oprime a la mujer.

Las críticas del Origen de la Familia de Engels cubren toda la gama de lo superficial a lo serio.
Uno de las escritoras académicas más interesantes que provocan la reflexión es la “feminista
marxista” Martha Giménez, que critica la obra completa de Engels como distorsionada por su
enfoque suprahistorico. Ella afirma:

Sería imposible entender la singularidad del capitalismo como modo de producción


con sus propias condiciones de surgimiento y sus leyes históricas de movimiento y
transformación si sus orígenes se remontan al surgimiento histórico más temprano
de las personas sin propiedad trabajando por un sueldo y los dueños de las riquezas
realizando ganancias como comerciantes o banqueros. Eso conllevaría el rechazo
de la posibilidad del cambio histórico cualitativo, la transformación de las clases
sociales históricamente especificas – capitalistas y trabajadores – a un análisis de
categorías ahistóricas (i.e. ricos y pobres o con propiedad y sin propiedad) y la
universalización del capitalismo que, a partir de esta perspectiva ahistórica, se
convierte en una manifestación de una naturaleza humana no cambiante o en la
victoria de la razón humana contra los grilletes de la tradición.

El mismo argumento es válido cuando el asunto bajo consideración es la inequidad


sexual. Un enfoque histórico materialista no tendría una interrogante sobre los
orígenes de la familia o los orígenes de la opresión de la mujer en un sentido
cronológico, en la prehistoria o en los orígenes de la ‘civilización o sociedad de
clases, sino investigaría en vez las estructuras, procesos y contradicciones
específicas., características de la articulación entre los dos aspectos de producción
dentro de un modo de producción dado. (Martha Giménez, en “Marxist and Non-
Marxist Elements in Engels’ Views on the Oppression of Women,” in Engels
Revisited, ed. Sayers, Evans & Redclift, 1987).

Giménez está en lo correcto al decir que Engels, al sacar una amplia perspectiva general de la
familia y la opresión de la mujer, fracasó en su intento de examinar como estos fenómenos varían
entre las diferentes sociedades de clase. Desafortunadamente, su alternativa es un enfoque estático
y pragmático.

Es cierto que el capitalismo, como cualquier otro modo de producción, debe ser analizado en su
totalidad; un orden cronológico de desarrollo puede ser una terrible guía para entender cómo
funciona el sistema. Esa fue la visión de Marx, pero también señalo que ciertas “categorías”
continúan a través de diferentes etapas históricas mientras cambian cualitativamente. El desarrollo
de estas categorías demuestra el estado de la economía política capitalista de sus tiempos.

Las mercancías, por ejemplo, existieron en la sociedad antigua, a pesar de la ausencia de la


producción capitalista; cumplieron un rol cualitativamente diferente en esa época, pero su
surgimiento significó la separación del productor del producto. De igual manera, Marx analizó la
categoría fundamental del “trabajo” a través de varias sociedades de clase hasta alcanzar el
presente. (Vea “El Método de la Economía Política” en La Introducción a la Critica de la
Economía Política, 1857 de Marx). El pasado ayuda a iluminar al presente debido a que hay
continuidad en la historia, a pesar de las transformaciones cuantitativas y cualitativas.

Es imposible entender la dirección de la lucha de clases bajo el capitalismo sin reconocer que la
sociedad de clases en su totalidad surge de la escasez material, que requiere de la estratificación
y opresión de los grupos sociales. Existe una relación de desarrollo entre cualitativamente
diferentes clases producentes históricas. La esclavitud, el feudalismo, y el capitalismo son etapas
sucesivas en las cuales estamentos de productores son crecientemente enajenados de los medios
de producción. Afirmarlo no es ser suprahistorico en el sentido de mirar por encima de la historia;
es por el contrario ver el movimiento del fenómeno mediante la historia.

Como señala correctamente Giménez, la opresión de la mujer no es solo un legado histórico; se


moldea específicamente para servir al capitalismo. Pero sin lugar a dudas la mujer ha sido
oprimida durante miles de años. ¿Quién diría que el modo especifico del capitalismo no será
reemplazado por otro sistema con su propio impulso interno para oprimir a la mujer? Contrario a
Giménez, Marx y Engels sabían que el capitalismo no era simplemente un modo de producción
distinto sino la culminación de toda sociedad dividida en clases y enajenada. El socialismo
autentico puede ser la negación no solo del capitalismo sino de toda sociedad de clases – debido
a que la eliminación de la escasez al fin será lograda. La razón por la cual vale la pena luchar por
la sociedad socialista futura es que es capaz de eliminar las bases materiales de cualquier clase de
opresión.

La visión de Giménez no nos permite ver el amplio movimiento dialéctico de la historia y la


sucesión de pasos cuantitativos que conducen a e interpenetran con los avances cualitativos. Su
interpretación convierte a la historia en un catálogo de etapas discretas. La negación por lo tanto
se convierte en tachadura, y no en desarrollo.

La Familia como Unidad Económica

Giménez ridiculiza específicamente “la dependencia en categorías descriptivas no-marxistas” de


Engels. Ella cuestiona su “noción de la familia como unidad ‘económica’ de la sociedad, como la
molécula de la cual está compuesta la sociedad” como superficial, “como un tópico sociológico
típico del siglo XIX ajeno a la problemática marxista”.

Sin embargo, el estudio del nivel empíricamente observable de la realidad social no


se encuentra afuera del ámbito del materialismo histórico; si Engels va a ser
criticado en este punto, será debido a que no vinculó a este elemento ‘visible’ de la
‘sociedad’ con sus determinantes subyacentes. Entonces se da el caso, a nivel de las
relaciones sociales y de mercado, que la familia es una unidad económica a tal punto
que es un mecanismo ideológicamente mistificado que regula el acceso de la gente a
los medios de producción, a los medios de subsistencia, y a los bienes y servicios
producidos en el contexto de sus miembros. A la familia continuar operando como
una unidad económica, la ‘sociedad’ no asume responsabilidad por sus miembros
excepto bajo limitadas circunstancias; la distribución y el consumo son organizados
de tales maneras que presuponen membresía en la familia y relaciones especificas
entre la familia y la ‘economía’ que restringe severamente las vidas y oportunidades
de las mujeres.
Aunque Engels no llevó acabo consistentemente el análisis marxista de la familia proletaria como
unidad económica de la sociedad, la crítica de Giménez no ofrece alternativa alguna sobre este
asunto. Ella acepta la familia como la unidad económica únicamente “al nivel de las relaciones
sociales y de mercado”, y no a ningún nivel fundamental. Y esto no se debe simplemente por
alguna falta de Engels de especificad histórica. Giménez no entiende el rol de la familia debido a
que pasa por alto el impulso histórico subyacente de producción, el intento de seres humanos para
sobreponerse a la escasez con maneras cualitativamente cambiantes. La producción en
condiciones de escasez significa que la explotación es el determinante dentro de cada sistema
social dado. Entonces la clave de la familia bajo el capitalismo consiste en su relación específica
a la explotación.

Giménez no ve la explotación como fundamental y por lo tanto no examina el rol económico de


la familia a ese nivel. A un nivel secundario no reconoce su rol económico: regula el “acceso” a
los medios de producción, pero su función estructural básica consiste en servir como cubierta al
fracaso de la sociedad de no asumir responsabilidad por la distribución y consumo. Central a su
concepción es que la familia es una unidad económica únicamente a tal grado que es un
“mecanismo ideológicamente mistificado” diseñado para esta función de ocultación. Sin
embargo, la mistificación ideológica proviene de la mistificación real; del fetichismo de las
mercancías inherentes a la explotación capitalista.

El Cambio de Época

La necesidad de la especificidad histórica no se limita a la distinción de los modos de producción.


Uno de los problemas analíticos más desorientadores es el fracaso en diferenciar entre las épocas
progresistas y las decadentes del capitalismo. Engels creía que la proletarización de la mujer
socavaría rápidamente a la familia proletaria, como hemos señalado. La razón detrás de este error
fue el optimismo revolucionario de Marx y Engels. Esperaban que la época progresista del
capitalismo seria seguida por más o menos la revolución socialista; la época reaccionaria seria
corta. No fue un accidente que Engels no entendió la contradicción completa entre la tendencia
progresista capitalista a socializar la fuerza laboral y su necesidad de erigir barreras para su
defensa contra una amenazante clase trabajadora en aumento. Un análisis más profundo del
desarrollo capitalista en su época de decaimiento fue elaborado años más tarde por Lenin.

Es importante corregir las ilusiones en la capacidad de progreso del capitalismo. En realidad, el


capitalismo ha mostrado a si mismo ser capaz de tomar formas e ideas reaccionarias del pasado y
remoldearlas para satisfacer sus propias necesidades. Mas así con relación al caso de la opresión
de la mujer, algo que le conviene a una amplia selección de necesidades materiales (e ideológicas)
del sistema. El estimado sobre optimista de Engels sin darse cuenta coincide en parte con las
visiones reformistas de las feministas burguesas que mantienen que el sexismo esta anticuado, es
ilógico y moralmente repugnante y el capitalismo debería eliminarlo.

La transformación de época del capitalismo es crucial a un entendimiento correctivo


del Origen de Engels. Pero si Engels exageró el paso de la desintegración de la familia, él no
hubiese concebido su abolición bajo el capitalismo. Lo que es asombroso es que existen quienes
viven actualmente en esta época reaccionaria y sin embargo creen que es posible.

¿El Capitalismo sin la Familia?

El teórico Chris Harman del SWP británico, presenta la cuestión del capitalismo eliminando a la
familia. Dice, “No puede existir el fin de la opresión de la mujer sin un fin a la reproducción
privatizada, Pero eso a la vez, no es posible sin la completa revolucionalizacion de las relaciones
sociales. Esto es solo posible durante dos circunstancias” Una es el socialismo, naturalmente; y
la otra:

Si el capitalismo fuese capaz de entrar en un nuevo periodo de expansión ininterrumpido virtual


de sus fuerzas productivas, el sistema puede reemplazar la reproducción privatizada con trabajo
doméstico mecanizado y socializado y hasta la construcción de fincas de bebes tipo Bravo Nuevo
Mundo, etc. (International Socialism Num. 23, 1984)

Harman no admite que la “socialización completa del cuido de los hijos va a requerir un nivel de
inversiones que el sistema capitalista se resiste llevar acabo, aun durante periodos de expansión”,
mucho menos durante la profundización de las crisis. Sin embargo, asumiendo el racionalismo
del contable, el calcula que ya que la madre promedio tiene dos hijos y la guardería promedio
tiene un adulto con seis niños, seria más económico para el sistema explotar a las mujeres que
mantenerlas en el aislamiento doméstico.

Desde el punto de vista del capitalismo envejecíente, una mujer encerrada en el


hogar cuidando a sus dos hijos y a su marido constituye una pérdida de la posibilidad
de plusvalor. El hecho que trabaja todo el día no es una consolación para el sistema,
su trabajo es trabajo que puede llevarse a cabo más eficientemente, liberándola para
la esclavitud salarial.

Por lo tanto, Harman argumenta que la socialización del cuido de los hijos es tanto racional como
teóricamente posible bajo el capitalismo (aunque no sea practico en el presente) Lo que pasa por
alto es que tal gran paso hacia la socialización de la fuerza laboral al liberar a la mujer de las
exigencias familiares es imposible debido a las necesidades reales de la economía capitalista
durante esta época. El sistema está comprometido con su autopreservacion al combatir contra sus
impulsos socializantes inherentes, y no llevándolos a cabo.

El argumento de Harman que una (improbable) expansión del capitalismo liberara a la mujer del
trabajo doméstico ignora otro rasgo de la época del decaimiento: el capitalismo es capaz de
expandir para ciertos estamentos poblacionales en los países imperialistas solo a expensas de otros
sectores, mediante una profundización de la explotación en el “Tercer Mundo” y, indudablemente,
mediante derrotas mayores de la clase trabajadora en el país imperialista. Esto ocurrió durante la
Segunda Guerra Mundial para sentar las bases del boom económico posguerra. Pero aun así la
mayoría de las mujeres (especialmente a nivel mundial) nunca alcanzaron empleos asalariados
sino llevaron a cabo trabajo no-renumerado en sus hogares. Continuaron viviendo en países
neocoloniales; su meta básica era evitar el hambre y alcanzar la subsistencia.

Bajo la superficie, Harman niega la naturaleza de la época del decaimiento del capitalismo: que
tiende a socializar las relaciones de producción, pero es también obligado a poner en operación
contratendencias. En la realidad seria irracional para el capitalismo suprimir una división dentro
de la clase trabajadora que le ha servido muy bien y que ha hecho tanto para exacerbarla. La
noción de Harman abre la puerta a la vía reformista para la liberación de la mujer.

Reemplazo Generacional vs. el Diario

La teórica marxista Lise Vogel hace otro intento de retar la función de la familia como la fuente
de la opresión de la mujer bajo el capitalismo. Las familias, escribe ella,

no son ... los únicos lugares donde los trabajadores se auto renuevan diariamente.
Por ejemplo, muchos trabajadores en Sud África viven en barracas cerca de sus
lugares de empleo, y son permitidos a visitar a sus familias en áreas circundantes
únicamente una vez al año. Además, los hijos no necesariamente constituyen la única
contribución de la familia al reabastecimiento de la fuerza laboral de la sociedad.
Otros miembros de la familia pueden entrar a la fuerza laboral en diferentes épocas,
durante cosechas, por ejemplo, o durante crisis económicas. Finalmente, las familias
no son las únicas fuentes de tal reabastecimiento; existen otras posibilidades ...
incluyendo las migraciones y la esclavitud de poblaciones foráneas. Estas
observaciones demuestran que la identificación de la familia como el único terreno
para el mantenimiento de la fuerza laboral exagera su función al nivel de la
producción inmediata. (Lise Vogel, Marxism and the Opression of Women, 1983,
pag. 141)
El argumento de Vogel, sin embargo, no refuta la centralidad de la familia en la reproducción
diaria como la generacional; solo demuestra que las funciones tradicionales de la familia son
capaces de ser reemplazadas o alteradas algunas veces. De hecho, Sud África es la excepción que
comprueba la regla. Aunque no esté totalmente ausente en la situación sudafricana que Vogel
describe, la familia proletaria mantiene una existencia poca fundada. El jornal del trabajador no
es lo suficiente para mantener a su esposa e hijos; se ven obligados a duras penas ganarse la vida
trabajando la tierra. Pero cuando el trabajador es despedido, temporera o permanentemente, este
es arrojado denuevo a la unidad familiar. Aun aquí la unidad familiar no ha desaparecido.

La explotación bajo el régimen de apartheid depende de la vigilancia y control de los trabajadores


que viven en condiciones cuasi-esclavizadas; es la base de las superganancias de Sud África, pero
no constituye una forma estable del capitalismo. La opinión de Vogel es equivalente a decir que
el capitalismo no requiere de los desempleados porque en la Alemania nazi y la Rusia estalinista
no existía. Pero estas dos fueron excepciones también, y en el caso de la URRS (aún más rápido
en otros estados estalinistas), podemos ver en el presente que las cesantías resurgen. Es una
necesidad, aunque no esté siempre presente durante un momento histórico dado. Vogel presenta
un argumento de “forma pura” que es siempre una injusticia a la riqueza del análisis marxista.

Las otras excepciones que Vogel bosqueja son precisamente eso – excepciones; no minimizan
más la función central de la familia en el mantenimiento de la fuerza de trabajo.

Como alternativa a la división del trabajo llevada a cabo a través de la familia, Vogel mantiene
que es específicamente generacional, y no diario, el reemplazo de la fuerza de trabajo por lo cual
la mujer es indispensable y lo cual determina su opresión. “Es aprovisionamiento de parte de los
hombres de los medios de subsistencia a las mujeres durante el periodo de edad fértil, y no la
división sexual del trabajo por sí misma, lo que forma las bases materiales de la subordinación de
la mujer en la sociedad de clases”. Aun donde, como en Sud África, el estado ha asumido la
función de la mujer en la regeneración diaria del trabajador, ningún estado capitalista le quita a la
mujer la carga de cría y sustento de la próxima generación.

Obviamente las mujeres son biológicamente esenciales para el reemplazo generacional de la


fuerza de trabajo, y eso en sí implica una necesidad especial del control de parte de la clase
capitalista. Pero también es crítico que la mujer y la familia, en vez de los capitalistas, asuman la
carga de la regeneración diaria de la fuerza de trabajo.

Harman y Vogel, desde direcciones diferentes, le fallan al análisis marxista de la función central
de la familia como unidad económica de la sociedad en la época de decaimiento. Engels por lo
menos tenía una excusa: vivió en el siglo anterior.
La Crisis Intensifica los Ataques

Al dirigirse el capitalismo hacia mayores y alarmantes cesantías y crisis sociales más amplias, el
panorama de posibilidades para las mujeres será más sombrío de lo que se ha descrito hasta ahora.
En el presente ya no se puede decir que el sueldo familiar exista, ni siquiera para la clase media:
contraste el 60% de las esposas en la fuerza laboral en el 1985 con el 25% en el 1950. Por igual,
mientras el capitalismo es capaz de reclamar convenientemente que está retornando a la mujer al
hogar, estamentos enteros de mujeres trabajadoras realmente sufren de cesantías disfrazadas: la
escasez de un sueldo familiar real significa que ellas todavía necesitan trabajar y por lo tanto
permanecen como parte del ejército de reserva laboral.

La cantidad de trabajadores parciales involuntarios ha aumentado por 60% entre el 1979 y el


1985. Al disminuir la cantidad de empleos industriales sindicalizados ocupados principalmente
por los hombres, las mujeres entraron a la fuerza laboral para ocupar empleos de servicios a
tiempo parcial y de bajos ingresos. (Mientras que las mujeres ocupan el 45% de la fuerza laboral,
mantienen el 64% de los empleos de bajo ingreso.) Por estas razones, la mujer ocupa el 63% del
aumento en la fuerza laboral de EE.UU. durante la pasada década. Sin embargo, la proporción de
aumento del trabajo femenino será utilizado por el capitalismo como excusa conveniente para el
desaparecimiento de los empleos decentes que muchos hombres ocupaban exclusivamente en el
pasado.

El sueldo social tendrá que ser reducido mucho más drásticamente debido a que la necesidad de
mayor austeridad del capitalismo va en aumento. Hemos visto recortes al modo general de
asistencia médica, vivienda, educación, y todos los servicios públicos. Si el sistema es capaz de
mantener a las madres pensando que es su responsabilidad la salud médica y el bienestar de los
esposos y sus hijos (mientras que la función de los padres es traer los alimentos a la casa), va a
crear una importante respuesta a la persistente noción de que es la obligación de la sociedad suplir
tales servicios.

En el presente el hogar encabezado por la mujer soltera es el tipo de familia que mayor
crecimiento exhibe, no solo en los EE.UU. sino mundialmente. La cantidad de madres solteras en
los EE.UU. aumento en 100% en el periodo entre el 1960 y el 1985, con una de cada cuatro
madres en la fuerza laboral encabezando su propia familia. El rompimiento de la familia nuclear
bajo el capitalismo ha significado unidades familiares más pequeñas y más responsabilidad sobre
los hombros de las mujeres.

La Madre, el Padre y el Estado

Es también un problema para el capitalismo que la familia nuclear “ideal” existe muy raramente,
habiéndose destruido por las relaciones capitalistas. El estado capitalista ha tratado de intervenir,
apoyando a la familia donde le es posible y también sustituyendo sus previas funciones
patriarcales. (Por ejemplo, el estado ha creado instituciones para combatir la delincuencia juvenil
y gasta enormes cantidades de dinero para prevenir los embarazos juveniles.) En los países
avanzados, la tendencia es que el estado reconstituya a la familia, crea familias de acogida, etc.,
en vez de institucionalizar a los pobres como lo hizo en los tiempos pasados. Y a pesar de las
insuficiencias de la verdadera familia, las contradicciones del capitalismo, no obstante, lo obligan
a elevar de categoría a la “familia” como una herramienta ideológica. (Ver “Porn, Feminism and
the Meese Report,” Proletarian Revolution No. 27.)

Engels subestimó la función del estado en las relaciones de la clase trabajadora y el proceso más
continuo de transformación de la familia obrera.

Como declara el Manifiesto Comunista:

La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de


producción, y de ahí las relaciones de producción y con ellas todas las relaciones de
la sociedad. La conservación de los viejos modos de producción de forma no
alterada, fue, por lo contrario, la primera condición de existencia de todas las clases
industriales previas. El constante revolucionamiento, el alborrotamiento constante
de todas las condiciones sociales, la incertidumbre y agitación constante distingue a
las burguesas ... Todo lo sólido se derrite en el aire, todo lo sagrado se profana.

De igual manera el capitalismo no solo cambió la familia de sociedades clasistas previas sino
constantemente moldea la presente familia para satisfacer sus propias necesidades. No importa
cuales cambios sufra la familia capitalista, retiene la dependencia capitalista de la familia y la
subordinación de la mujer.

El significado de la familia para el control social no se limita a las aplastantes divisiones de género
que sustenta. Divide a la clase trabajadora entre supuestas células independientes. Marx entendió
que la enajenación capitalista significa no solamente la separación del productor de su producto
sino la conversión del trabajo humano en fuerza de trabajo de mercancías – convirtiendo a la gente
en extensiones de las maquinas. La estructura de la familia del capitalismo intensifica la
enajenación. En un sentido, la familia “pequeño-aburguesa” a toda la clase trabajadora: cada
trabajador se ve como el rival de todos los otros y la preservación de los hijos, hogar, etc. es la
meta superior. La familia es el grupo que, cualesquiera que sean sus problemas, uno se identifica
con ella desde el nacimiento. Las ataduras familiares son las ataduras que atan.
El retorno a la familia, material y ideológicamente, acompaña al retroceso de los adelantos de la
mujer que fue parte importante de la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética. La
función atomizante y conservadora de la familia se ha adoptado en los países capitalistas
estatificados (incluidas la Cuba Y China supuestamente revolucionarias) – y, por igual, por la
Alemania nazi en el pasado – con el propósito de contener la lucha de clases.

El desarrollo de las fuerzas productivas en la era progresista del capitalismo ofrece a la humanidad
por vez primera la oportunidad de superar la escasez – y así, trascender su división en clases
enfrentadas. Sin embargo, en el presente, contrario al optimismo de Engels, la raza humana se
encuentra dividida contra si misma a tal grado como jamás se haya visto. León Trotsky observo
en un discurso en el 1925:

El desarrollo de las fuerzas productivas no es necesario por cuenta propia. En el


último análisis el desarrollo de las fuerzas productivas es necesario debido a que
provee las bases de la nueva personalidad humana, consciente y sin ningún amo en
el planeta ... una personalidad humana que absuelve hacia sí misma todo lo mejor
creado por el pensamiento y la creatividad de épocas pasadas, que en solidaridad
con todos avanza, crea nuevos valores culturales, construye nuevas actitudes
personales y familiares, más altas y nobles de las que surgieron de las bases de la
esclavitud de clase. El desarrollo de las fuerzas productivas es de mucho valor para
nosotros, como la presunción material de la personalidad humana superior, no
encerrada en sí misma, sino cooperativa, asociativa.

A partir de este punto de vista se podrá exclamar que probablemente durante muchas
décadas venideras será posible evaluar a la sociedad humana por su actitud hacia
la mujer ... y esto cierto no solo para evaluar la sociedad sino a las personas
individuales.

Para alcanzar estas metas, es necesario construir un partido revolucionario para combatir al
feminismo burgués y de clase media – y más aún contra el reformismo vestido de marxismo. Los
mejores elementos utilizaran las herramientas del marxismo para desarrollar el programa para la
liberación de la mujer que tan urgentemente es necesario.

Proletarian Revolution No. 34 (verano 1989).

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