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La etapa temprana del pensamiento postmoderno surgió en la literatura de finales del siglo XIX.

Puede que recuerdes al Mago de Oz quien, después de haber sido desenmascarado como un
fraude, le señala a Dorothy que él no es una mala persona: sólo un mal mago. O Alicia en el país de
las maravillas, de Lewis Carroll, donde los diálogos estupefactos revelan la naturaleza absurda y
contingente de la palabra y el lenguaje. Superficie, contexto, absurdo.

El postmodernismo está relacionado a cosas como el relativismo, el constructivismo social y a una


especie de cinismo que viene de haber visto muchas perspectivas diferentes. Se relaciona con
dejar de ser un ingenuo creyente de movimientos religiosos, políticos e, incluso, científicos. Al
postmodernismo no le interesa tanto la verdad, ni lo que debería hacerse, sino, más bien, le
interesa cuestionar todo, desarmar todo, decustrir, hacernos pensar de nuevo, hacer que estemos
menos seguros, hacerle la vida menos fácil a aquellos que podrían controlar o manipular a los
demás: los políticos, los grandes medios de comunicación, los científicos y los profesionales
médicos. Para la mente postmoderna, la meta es llegar a una antítesis: la critica a lo que existe es
lo que constituye un resultado real. No se trata de dar respuestas sino de refutar respuestas viajes
y habitar nuevas preguntas.

Mientras que el postmodernismo ya había aparecido, en una forma vaga, en las artes y la filosofía
del siglo XIX, y prosperó en las artes y la literatura de principios del siglo XX, apenas fue formulada
con claridad en las décadas de 1960-70 y se convirtió en una fuerte corriente académica en los
ochentas y noventas. Los sociólogos recalcaban, sin embargo, que difícilmente se podía catalogar
al resto de la sociedad como “postmoderna” en los términos descritos por los teóricos franceses.
Es por ello que se trataron de utilizar otras etiquetas para ese periodo como “modernidad tardía”
o “segunda modernidad”. Sólo ahora, en la era del internet y las redes sociales, nos acercamos a
un tiempo que verdaderamente podría ser descrito como postmoderno, donde la superficie
verdaderamente lo es todo, donde todo se convierte en un collage de cortar y pegar, un pastiche
interminable.

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