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isión

general de la península Ibérica tres siglos antes de Cristo: un revoltijo de pueblos (celtas,
celtíberos, lusitanos, íberos…) y dos potencias en lucha a muerte (Roma y Cartago) justo
sobre el territorio donde esas culturas habitaban. En el 235 a.de C. el general cartaginés
Amílcar Barca irrumpe en Iberia. Arrasa a los diversos pueblos íberos que encuentra en su
camino. Finalmente, estos se coaligan y se enfrentan a él en la batalla de Heliké (posiblemente
Elche o Elche de la Sierra, Albacete). Le dan muerte en el 228. Año 2018 después de Cristo,
los arqueólogos e historiadores María del Rosario García Huerta, Francisco Javier Morales
Hervás y David Rodríguez González terminan su investigación -después de tres años de
excavaciones y dos de laboratorio- sobre la necrópolis íbera de Alarcos (Ciudad Real): hallan
25 tumbas de aristócratas guerreros íberos, incluida la de un príncipe, excavadas en el periodo
histórico en el que Amílcar fallece en la batalla.

“No sabemos el papel concreto de estos íberos de Alarcos en los sucesos


Los últimos
defensores de Alarcos
de la época de la Segunda Guerra Púnica”, señala el profesor de
Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha, David Rodríguez,
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“pero es muy tentador imaginar que estuvieran con el cartaginés o quizá
de la Revista de
Verano de EL PAíS
lucharon al lado del rey oretano Orisón u Orisos en Heliké, ciudad sitiada
por Amílcar a la que acudieron diversos contingentes de oretanos [pueblo
'El asesino siempre es
íbero] para liberarla de los cartagineses. Pero no debe ser casualidad que
el mayordomo', la
primera entrega de la la mayoría de las tumbas más ricas de la necrópolis de Alarcos y
serie 'Crímenes adscritas a aristocracias guerras sean precisamente de este período y
capitales' posteriores", entre los años 220 y 90 antes de nuestra era.

Falcatas halladas en Alarcos, las temidas espadas


íberas.UNIVERSIDAD DE CASTILA-LA MANCHA

De las 25 tumbas -dos de ellas corresponden a mujeres enterradas con armas- destacan tres
enterramientos por su riqueza, tanto por la calidad como por la abundancia del armamento
(falcatas, escudos, lanzas…), la evidencia de poseercaballos (bocados), orfebrerías de lujo
(oro, plata, colgantes de cornalina) y por los sacrificios hechos tras su fallecimiento. Una de las
tumbas guardaba 453 tabas (astrágalos) de cordero, para lo que hubo que sacrificar 222
animales, según los cálculos de los expertos. Los cuerpos de los fallecidos fueron incinerados
y guardados en vasijas que la excavación ha devuelto a la luz.

Otra de las tumbas pudo pertenecer a un príncipe, ya que se emplearon grandes bloques de
piedra, escalonados y bien trabajados, si bien fue saqueada en la antigüedad por los valiosos
objetos que encerraba. En el resto de sepulcros se han encontrado 327 objetos, de los que el
9% fue fabricado con oro. También se ha hallado otra tumba, que en realidad es un cenotafio,
que corresponde a un enterramiento sin cuerpo, ya que el guerrero habría muerto muy lejos del
poblado y no se pudo recuperar sus restos. Sin embargo, se le abrió una tumba con todo el
ajuar que le correspondía como aristócrata y guerrero.

Arqueólogos trabajando en algunas de las tumbas halladas


en Alarcos. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA

Los análisis han demostrado que existían diferencias notables entre las tumbas halladas -que
han sido clasificadas en tres grupos: opulentas, intermedias y más sencillas-, pero todas
pertenecientes a "un elevado estatus incluso comparadas con otras de su mismo ámbito
cultural" en diferentes yacimientos íberos de la Península. Lo que llama la atención a los
investigadores es que apenas se hayan detectado fuera de esta necrópolis cuerpos del
"pueblo llano". "No sabemos qué hacían con los restos de esta gente, quizás usaban para ellos
otro tipo de rito funerario como la inmersión, es decir, que los tirasen al río o algo así. Es un
misterio", explica Rodríguez, y más teniendo en cuenta que el poblado donde vivían podía
albergar a más de mil personas y el asentamiento se extendió durante casi cinco o seis siglos.

El oppidum (colina) de Alarcos, un yacimiento de 33 hectáreas, se alza sobre un cerro de 100


metros de altura y está rodeado de buenas defensas naturales (río Guadiana), lo que permitió
que fuera un establecimiento apto para un hábitat permanente. "La necrópolis de Alarcos", dice
David Rodríguez, "supone un notable salto cualitativo en el conocimiento de la realidad
funeraria ibérica, al poder presentar contextualizados un conjunto de tumbas y materiales que
nos permiten abordar con más garantías una mejor definición del ritual funerario ibérico en
general y del oretano en particular".

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