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El papel de la razón (Como facultad reflexiva) en la ética.

La razón tiene una relación directa con el pensamiento y con la característica de los
humanos para discernir sobre las situaciones que le acontecen a su alrededor. Esta
es una facultad fundamental en el ejercicio de la ética en la medida que la formación
de unas condiciones socialmente convenidas, le permitirán determinar su posición
en ese universo y el impacto de sus acciones de acuerdo a sus decisiones.

No considero un ejercicio ético sin el uso de la razón como capacidad del humano
que escruta cada acción y permite el control de las acciones del individuo, esa creo,
se puede considerar como la herramienta de contención o freno de mano que
permite consentir o evitar ciertos comportamientos o decisiones con resultados
diversos que solo pueden ser evaluados a la luz de una estructura moral definida en
la sociedad a la que pertenece el individuo.

El entrenamiento de esta capacidad ayuda a una sociedad al mantenimiento de su


concepción moral, pues evita la formación de estructuras perniciosas (Nussbaum,
Martha C. Por qué la democracia necesita de las humanidades.) que hacen que la
convivencia en la convención moral, sea muy complicada y evita su aprendizaje y
ejercicio. Considero que el desarrollo continuo de la razón y el pensamiento crítico
ayuda a mejorar esa función ayudando a equilibrar el modelo haciendo que se
auto-regule y los individuos de la población dirijan un continuo ajuste a las normas
sociales formadas.

Pero es un reto el desarrollo de esta capacidad, en la medida que la no siempre es


clara la concepción convencional del código moral de cada sociedad y que sus
individuos han trasegado en muchas oportunidades sin evaluar, pensar o razonar
las normas conocidas, por lo que se requiere una orientación más completa que en
todo ámbito permita y abra las oportunidades para que los individuos de la sociedad
conozcan y reflexionen sobre lo que les regla socialmente.
La importancia de la educación ética en el ámbito universitario

La educación ética en el ámbito universitario es fundamental para que se establezca


en los estudiantes un esquema de “ser” basado en las condiciones que le impone la
sociedad de manera que su “hacer” esté en consonancia con lo que el universo que
lo rodea espera de él.

Creo que es fundamental que no solo exista una asignatura formal que instruya
sobre la importancia de la moralidad y las convenciones que se presentan alrededor
del ejercicio de la profesión en términos éticos, sino que debe existir en cada
asignatura al menos una unidad o capítulo que permita que los estudiantes
interactúen con situaciones y problemas que presenten como ejemplo el buen
desarrollo de actividades en torno a los temas asociados a la materia. Me refiero a
que en el desarrollo de las actividades que de cada tema se aborde el
entendimiento de un “quehacer” ético y su contrario indicando a los estudiantes con
claridad los modos y efectos que tiene cada escenario.

Sin embargo veo muy necesario en este sentido, que los profesores universitarios
cuenten con una formación ética suficiente para enfrentar los dilemas o akrasías
que con toda seguridad se tienen en todas las disciplinas, el modelo probablemente
mejor indicado para el desarrollo de las tareas en el salón de clases o en los
espacios educativos formados, es la inclusión del pensamiento crítico en torno a la
ética práctica tras cada acción del futuro profesional.

Teniendo en cuenta que la educación es una disciplina que complementa la ética y


viceversa (Aguilar Gordón, Floralba, “Estructura, relaciones, límites y perspectivas
de ética y educación. Ética y educación), es probable que sea necesario hacer una
modelación de los programas microcurriculares, adicionando práctica propia de
cada capítulo la necesidad de consentir el efecto de las acciones y el juicio a
ejecutar tras cada paso en el ejercicio propio del profesional, lo que ayude a los
estudiantes a pensar cada efecto, teniendo en cuenta que siempre se presentan
efectos de todo tipo que deben ser medidos y considerados con el propósito de
razonar sobre los intereses del futuro profesional y los intereses de las personas
afectadas con el resultado o la decisión, buscando adoptar la forma de actuar que
con mayor probabilidad maximice los intereses de los afectados (Singer, Peter.
“Ética práctica”).

Creo que hasta ahora se han adelantado esfuerzos para que las diferentes
profesiones consideren las acciones morales del esquema social que los rodea, es
el caso del juramento hipocrático en los médicos, el códigos de conducta de las
asociaciones de ingeniería (Código de ética en ingeniería y profesiones afines, LEY
842 DE 2003). Estos elementos formulan el código moral de cada profesión con el
que cada profesional puede sopesar el efecto de sus acciones buscando un mejor
resultado para la población afectada, sin embargo, creo que la inserción de estos
códigos debe ser del ejercicio común de toda la carrera, en mi experiencia personal,
puedo decir que el conocimiento de los elementos morales de mi ejercicio los conocí
al terminar la carrera y no tuve ningún recurso formal o evidente que pudiera instruir
sobre su existencia, creo que si pude captar como modelos formativos el buen
quehacer que manifestaban los ejemplos docentes con que contaba mi escuela,
pero el llamado a una actuación análitica y el ejercicio del pensamiento crítico no fue
tan evidente como podría esperarse. Es así como considero que la formación de
modelos microcurriculares, en los que quede muy clara la necesidad de un “saber”
en el ámbito de la ética, con la necesidad de formar un “ser” que sepa “hacer”
siempre considerando el efecto de sus acciones en su comunidad o en las
comunidades que se ven afectadas con el resultado.

Leonardo Fabio Garcia Diosa.

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