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¿Por qué no debería suprimirse el Derecho Penal?

, es la pregunta que se formula el profesor


alemán, Winfried Hassemer en una de sus tantas conferencias, llevada a cabo en la Universidad
de Salamanca, a la que intenta dar respuesta explicando el porqué de la existencia de la pena,
hecho ya bastante aceptado; que además de ser generalizado, es expresado por los seres
humanos con mucha naturalidad. En la primera parte de su ponencia, Hassemer explica que
tanto las normas sociales como las penas circunscriben nuestras vidas cotidianas; es decir, no
solo hablamos de norma y pena en las salas de las audiencias de los tribunales; sino que
paralelamente, descubrimos procesos del otro lado, en nuestras ingenuas y punitivas vidas
cotidianas. Estas normas no están formalizadas ni necesitan de una justificación propia en tanto
que la gente se rige en gran parte con base a ellas. Esto último nos ahorra el laborioso proceso
de justificarlas y además nos proporciona la expectativa de que regirán tanto al prójimo como a
nosotros mismos. Y es así como llegamos a la conclusión de que todos estamos, en palabras del
autor, encadenados los unos a los otros normativamente. Ahora, estas normas sociales varían
de una sociedad a otra, teniendo injerencia en ello la edad, sexo, estrato social de las personas
que lo conforman y debido a esa diversidad es que existen los conflictos normativos y por
consecuencia las sanciones; puesto que, la sociedad no admite las desviaciones que van más allá
de la norma social. Este tipo de sanciones no se constituyen como una simple consecuencia de
la lesión; sino que es la respuesta a la lesión de una norma. La sanción no es únicamente la
imposición de un mal, la sanción es ante todo la respuesta a la lesión de una norma y esto tiene
una importante consecuencia. Todo este razonamiento respecto del fenómeno de control social,
no está basado en simples suposiciones; sino por el contrario, en estructuras profundas que
tienen arraigo en nuestras propias experiencias de vida en sociedad y que forman parte de
nuestras conciencias y cultura. Y es precisamente del control social basado en la vida cotidiana
que depende el grado de conformidad con un modelo de Estado de Derecho, así como el grado
de humanización de nuestro Derecho Penal (no se le puede pedir mangos a un manzano). Es por
ello, que Hassemer afirma que tanto el control social como el Derecho Penal se regulan
mutuamente, caminan de la mano y se influencian el uno al otro. Lo anteriormente afirmado,
es el resultado de nuestras propias vidas cotidianas, de nuestras propias experiencias, y si ello
es cierto, afirma Hassemer, entonces si nos preguntamos ¿debe existir la pena?, deberíamos
preguntarnos si debería existir también el clima; puesto que, ambas cosas, tanto la pena como
el clima forman parte de nuestra vida, con ambas vivimos, a veces mejor, o a veces peor. En la
segunda parte de su ponencia, el profesor alemán, pretende explicar científicamente (y cuando
hablamos de ciencia, él se refiere a aquellas ciencias empíricas, que se cuestionan acerca del
mundo antes de construir sistemas u opiniones, mas que de la ciencia del Derecho Penal) la
existencia de la pena y por consecuencia la inevitable existencia del Derecho Penal. Las penas
nos mantienen unidos en sociedad y a la vez permiten que nos diferenciarnos de los demás
miembros de la misma; ya que, reafirman el modo en que vivimos, en que nos desarrollamos,
los valores y las reglas de convivencia que respetamos, que nos han guiado a lo largo de nuestra
existencia. La pena se constituye así en algo necesario y hasta inherente, tal cual la norma;
puesto que, a pesar que nuestro comportamiento cada día sea más intachable, nuestras
conciencias seguirían tratando de identificar una mejor manera de alcanzar el
perfeccionamiento y así tratar de limitar hasta el más mínimo comportamiento desviado.
Además, la pena tiene una función importante, que no se enfrasca o se limita en los implicados
dentro de una infracción, sino que concierne a toda la sociedad en su conjunto; y es que, la
respuesta al quebrantamiento de una norma indirectamente envía un mensaje; el hecho de que
está presente, de que la infracción a la norma no es más que un hecho sin importancia que
siempre será rechazado y que no será ni constante ni duradero. La comisión de una infracción
jamás refuta la prohibición, todo lo contrario, la reafirma como tal; puesto que, si con la
prohibición las personas dejasen la infracción, ésta pierde su razón de ser y por consecuencia
dejaría de existir. Ahora, es necesario también aclarar el sentido y fin de la pena, pero no desde
el punto de vista de los conceptos jurídico penales, que muchas veces no trascienden a la praxis,
sino desde al ámbito cotidiano de nuestras realidades y esto lo explica claramente Hegel, cuando
afirma que la pena es la “negación de la negación del Derecho”. A la infracción de una norma o,
en términos de Hegel, a la negación de una norma le sigue la negación de esa negación y esto
por qué; pues porque la infracción se constituye en la afectación o agresión a la espera de
expectativas. Al infringir una norma se debilita el grado de confianza en la misma y es necesario
reaccionar frente a este atentado a través de la sanción o pena, que lo hace es restaurar la
vigencia de la norma, restaurar la confianza en ella, o como lo expresa Hassemer; la agresión
experimentada por la norma, su lesión no tiene razón en sí misma; es nula desde el punto de
vista normativo y por sí misma insostenible, por eso es sancionada y negada a través de la
sanción. Este argumento nos lleva a comprender ahora la justificación de la pena, y es que, la
sanción a una infracción es inevitable si no se quiere seguir manteniendo la lesión a la norma. Si
no sancionamos la infracción, entonces ésta perdura y el mensaje enviado sería que no importa
la norma y que la infracción tiene la última palabra. Ahora, según Hassemer, tanto el control
social como el Derecho Penal son fenómenos que demandan de injerencias, tanto positivas
como negativas, que contempladas en un ordenamiento jurídico deben ser justificadas y tener
límites, esto determinará la permanencia o no de las normas sociales; puesto que, no podemos
buscar estabilidad mediante una respuesta que lesiona nuevamente la norma. Estos límites los
encontramos básicamente en los Derechos Fundamentales que se constituyen a un arma
poderosa, a fin de defendernos del Estado y de restringir las facultades de injerencia sobre los
ciudadanos mediante el Derecho Penal. El Derecho Penal no es el Derecho del combate a la
delincuencia, sino el Derecho de los límites del combate a la delincuencia. Necesitamos del
Derecho Penal, de la pena, del proceso penal a fin de formalizar el control social, de controlar,
limitar y evaluar los procedimientos de control social. El Derecho Penal no solo limita al juez que
imparte justicia, sino también al que legisla mediante los principios de proporcionalidad, de
protección de los bienes jurídicos, de respetar al Derecho Penal como última ratio. El Derecho
Penal, no solo es necesario, sino que, si se prescinde de él, nos enfrascaríamos en un caos, dicho
de otro modo, el Derecho Penal tiene la misma estructura del control social (el que aplicamos
todos los días en nuestras vidas cotidianas); sin embargo, es un producto más refinado
consistente en el control y límite de las injerencias.

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