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Ahora no solo debes ser tú sino toda la vida, todo color del infinito, laderas

amarillas o fragancias submarinas, pureza de nenúfar, raza de colonial historia, debe


ser el viento como una mano abierta y el beso puro como una de tus lágrimas. Ahora
no solo esculpiré mañanas a pleno invierno sino crepúsculos estacionados por
cordillera. Quizá siembre días tristes para cosecharlos en otoño y aceche versos graves
en primavera. Mañana tal vez serán copas las que lucirán viejos estantes y no el
adorno preciso que divulgue tu presencia. Y si estás ausente tanto tiempo de mis
costas, si no divisas a lo lejos mi fragata, quizá sea momento de recoger otras flores de
nuevos colores y absolutas fragancias. Quizá el blanco invierno no quiera rozar por
siempre las orillas de mi alma, tal vez será que zarpó en otro velero hacia donde el
viento no resople mi presencia. Los mares siempre serán míos, más no la tierra que me
sabe ajena, todo, todo esto siempre fue por un motivo, esta vez los pétalos indicaron
que era “nada”.
No solo tú, sino un mundo alborotado de magia y vino, de espuma y espuelas,
chamantos, vestidos, tacos, pierneras, pañuelos blancos al viento simbolizando la bienvenida
de los ausentes, vendrán de todas partes las palabras a estamparse en un poema y lucirán sus
acentos como coqueteándole a la letra. Yo digo ahora “paloma” y el mundo me demuestra su
plumaje y si luego digo “pantera” todo tiene un sentido sigiloso, como oculto tras las hierbas, y
me voy agazapando lentamente para cazar la luna fiera.
Ahora navegaré por las aguas del tiempo. En mis manos la noche, el fuego y la tierra
sembrarán pasión por las fronteras

Hagamos algo entretenido, tú cuéntame un secreto y yo te diré los míos, mientras


tanto escuchemos una suave melodía. Que tal si confiesas si de donde, si del mar, del viento o
algún planeta, proviene tu indómita belleza, o que tal si me explicas porque estoy así,
amándote, en un silencio extremo, a veces me siento vivo, otras veces solo pienso si la llama
de esto sigue viva, a veces duele y de pronto me interrogo ¿Amará la rosa sus espinas? ¿Será
acaso nuestro amor como un naufragio? A veces me pregunto si el invierno tiene contadas sus
lloviznas. Esa boina gris del cielo que guarda en sus cofres monedas de agua, en el espacio
interminable de una boca a otra.
Digamos que te amo como el silencio a los susurros que serenamente se comunican y
huyen como aves de estos gritos tormentosos. Pensemos por un rato que mañana será
distinto, viviremos como viven las golondrinas, siempre juntas peregrinas recorriendo el fin del
mundo, hagamos que nuestras alas sean turquesas y elevemos nuestros sueños por sobre el
Corcovado, volemos juntos sin medir nuestro destino, tal vez mañana el otoño nos dedique su
tristeza.
Ya no pido un beso, no, solo quiero verte esbozar una sonrisa, escuchar tu voz,
recordar la vida, el sueño esfumado, quisiera ser el silencio que se irgue en tus
cuarteles o el suspiro que quedó en alguna almohada arrinconada por deseos o el
secreto que descansa en tu piel. Quisiera estar en tus gavetas, mujer, y arrancar del
corazón estas palabras de angustia para establecer de facto un sentimiento puro.
Existe en algún sitio el amor, quizá no en la vegetación vespertina o en los campos de
San Juan, tal vez se oculta en la piedra fresca del río, quizá siempre habitó mi sombra.
Hermosa, mía, reposas, sueñas, lejos, mujer, lejos. Y en la noche mi alma delgada y
pensativa vaga por las ruinas blancas de la soledad, derrumbando las vigas de un
castillo sin princesas. Y te busqué entonces, cerca del mar, donde habita mi nostalgia, y
vi besos despidiendo el fulgor de noviembre aún mojados por las lágrimas de un
nocturno adiós.
Ya no pido un beso, no, quizá sí una caricia, un gesto amable, tal vez pueda
tomar tus manos nuevamente cuando me despida, cuando me lleve de ti las últimas
letras y vea volar cisnes hacia el Corcovado. Tus ojos guardarán entonces la respuesta
silente y gris y en un instante, cuando pueda al fin huir, soltaré al viento mil canarios,
uno por cada cosa que amé de ti.

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