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Julian Santiago Amaya Barrantes

Opinión: Sentencia Libre Desarrollo de la Personalidad

La corte constitucional tomó la decisión de permitir que los adolescentes mayores de 14 años
pudieran realizarse procedimientos médicos y quirúrgicos estéticos, luego de una denuncia que
declaraba que la medida de prohibición de estos para menores de 18 años atentaba con el libre
desarrollo de la personalidad. Esta decisión formó revuelo entre la opinión pública y distintos
sectores. En mi opinión, considero que la medida tomada por la corte es válida y legítima en lo
que respecta a nuestras normas constitucionales.

En primer lugar, se debe partir de la idea de reconocer al ser humano como sujeto de libertad,
“parte de concebir a las personas como individuos que, en principio, gozan de la facultad de
elegir, de tener un sentido propio de justicia, de decidir sobre lo que es bueno o mal para ellos y
de poder, en consecuencia, elaborar sus propios planes de vida” (Angel, N., 2017, p.241).
Entonces, el ser humano tiene en todos los sentidos un lugar importante para ejercer el desarrollo
y autonomía en sus decisiones. Dicha autonomía, permite que en la sociedad convivan diversas
formas de ver la vida y de orientarla, creando entonces un ambiente heterogéneo y diverso. Por
lo que la decisión de prohibir las cirugías estéticas a los menores de 18 años les está negando
sustancialmente su libertad de decisión y autonomía sobre su persona.

Por otro lado, es preciso mencionar, como lo señala Angel (2017), que la libertad en si misma
presupone algunas restricciones en caso de “chocar no solo con las libertades de otros, sino con
distintos valores y principios constitucionales” (p.242). Sin embargo, existen dos nociones o
conceptos de la libertad que profundizan este aspecto. El primero, libertad negativa, nos indica
resumidamente que debe existir un mínimo de libertad que no puede ser violado y que incluso, la
acción estatal debe estar restringida en “la órbita individual del sujeto” (Angel, N., 2017, p. 243).
El otro, libertad positiva, se refiere a que el Estado debe actuar para permitir que los derechos se
cumplan a cabalidad, protegiendo a personas que a veces no tienen el suficiente grado de
autodeterminación. Las dos anteriores nociones son aceptadas y concebidas por la corte en su
definición de libertad, sin embargo, en este caso no se está incumpliendo o perjudicando los
derechos o libertades de terceros y además, la intervención en la autonomía de los jóvenes
infringe su derecho al libre desarrollo de la personalidad.

En este sentido, es preciso traer a colación el concepto que la corte constitucional le da al


derecho al libre desarrollo de la personalidad como “la capacidad de las personas para definir en
forma autónoma, las opciones vitales que habrán de guiar el curso de su existencia” (Angel, N.,
2017, p. 244). Entonces, se reconoce que al individuo se le prescribe el derecho a decidir de
forma autónoma sobre el curso de su vida y el modelo de percibir su existencia. De esta forma,
no encuentro la constitucionalidad a una decisión que inhibe este importante derecho, pues luego
de analizar los puntos de partida para el juzgamiento de estos casos en los que se ve involucrada
la violación de los derechos al libre desarrollo de la personalidad, es claro que la decisión tomada
por la corte de permitir los procedimientos estéticos a mayores de 14 años es la mejor y más
fundamentada en la ley.
El análisis mencionado muestra, en primer lugar, que se debe evaluar si la acción es una
expresión del libre desarrollo de la personalidad, y si lo es, si es de interés o afectación colectiva
o solo para el individuo. Cuando la conducta sólo afecta al individuo, hay que tener en cuenta
dos acciones por las cuales el Estado puede tomar parte, pues si bien no se afecta a otros, la
persona no cuenta con la suficiente autonomía para tomar decisiones, estas conductas son: las
perfeccionistas y las medidas de protección. En las primeras, se aboga por imponer modelos de
virtud o de cómo una persona debería llevar su vida, pero en todo caso “este tipo de medidas no
son admisibles en un Estado constitucional que reconoce la autonomía de la persona y el
pluralismo en todos los campos” (Angel, N., 2017, p. 245). En la otra situación, el Estado
interviene porque reconoce que la decisión que tomaría ese actor estaría influyendo
negativamente en su propio bienestar, ya sea por su aparente falta de criterio o condiciones
temporales de debilidad que impiden la plena conciencia de sus decisiones.

Con respecto a lo anterior, como indica Angel (2017), surge el problema de que “el Estado o
la sociedad terminen por imponer coactivamente modelos de vida o de virtud contrarios a los que
el individuo profesa” (p. 246). De este modo, queda en concreto demostrado que impedir que los
adolescentes se practiquen estos procedimientos con el argumento de que se dejan llevar por
modelos o paradigmas de la belleza occidentales, son incompatibles y falaces en cuanto imponen
en sí mismo también un contra modelo de la belleza. Además, los niños a esta edad ya son
conscientes de sí mismos y pueden ser autónomos. Las medidas de edad no son absolutas, pues
“no indican necesariamente el grado de autonomía de una determinada persona” (Angel, N.,
2017, p. 254)

En adición, para reconocer el accionar de las medidas de protección se deben seguir una serie
de pasos, que, en este caso, claramente estarían impedidos. El primero pronuncia que se debe
perseguir una finalidad constitucional, en este caso no se cumple ya que vulnera el derecho al
libre desarrollo de la personalidad y limita la autonomía de la persona. El siguiente expresa “Es
adecuada para lograr el fin perseguido” (Angel, N., 2017, p. 246) otra vez se incumple, pues una
de las finalidades es mitigar el riesgo la salud de las personas, sin embargo, se descuida que no
siempre son riesgosas o van en contravía del derecho a la salud. A continuación, la decisión debe
ser necesaria, y no lo es, ya que, si se está buscando la salud de los jóvenes, opciones como
permitir los procedimientos, pero con la asesoría de padres y acompañamiento de terceros
especializados, permitirían que se restringiría menos el derecho ya mencionado. Finalmente, la
medida debe ser proporcional en sentido estricto, en general esta se relaciona con las anteriores,
pues considerando que la salud es un derecho fundamental, no siempre estos casos llevan al
deterioro de esta y en realidad estas restricciones tan grandes no permitirán el logro de beneficios
mayores, al contrario, limitaría la autonomía y libertad de los jóvenes.

Por lo tanto, no se puede limitar la forma como una persona se relaciona consigo misma, pues
la decisión sobre la apariencia de una persona no interfiere en la órbita de nadie, sino en la
misma persona. Esta decisión se basa en que “toda persona debe tener la posibilidad de construir
su propia identidad, (…) tener el derecho de tomar decisiones sobre la apariencia personal y la
forma en que cada quien quiere presentarse a los demás” (Angel, N., 2017, p. 249). Además, al
permitir que el individuo tome estas decisiones desde sus inicios, se garantiza que el Estado
social de derecho es legítimo y que la dignidad de las personas se reconoce plenamente.
Otros de los argumentos que legitiman la acción de la corte son, porque el sometimiento a
estas cirugías estéticas para la vida biológica en sí misma no representa necesariamente un caso
urgente o necesario, por lo tanto, no se debe prohibir, ya que se debe proteger la capacidad de
decidir de las personas sobre su identidad, su dignidad y autonomía. De otro lado, cuando se
habla de que se “deben atender al sistema de valores imperantes en la sociedad” para tomar
medidas, en nuestro caso no se atenta contra ningún valor imperante en la sociedad, al contrario,
se aboga por el libre desarrollo y capacidad de autodeterminación y construcción de identidad de
los jóvenes

En conclusión, la decisión de la corte fue la correcta porque protegió los derechos de los jóvenes
sobre decidir en ejercicio de su autonomía y en el libre desarrollo de su personalidad. Al permitir
que el joven comente con sus padres la decisión, se dota de cierta garantía para permitir que esta
decisión implique consensos y decisiones familiares, sin en el hecho de que la familia imponga
una decisión absoluta o definitiva. Además, es recomendable también que se apoye con la
correcta información y sugerencias especializadas, que permita construir en los jóvenes una
decisión consciente y reflexiva. El derecho al libre desarrollo de la personalidad debe ser
unánime en nuestra nación y la decisión de la corte avala que este no empieza cuando se cumple
la mayoría de edad, sino que debe ser una conducta atada a la dignidad humana y a la libertad.

REFERENCIAS:

Angel, N. (2017) El concepto de la libertad y el libre desarrollo de la personalidad. En H. Alviar,


J. Lemaitre y B. Perafán (eds.) Constitución y democracia en movimiento. (pp. 123-144)
Bogotá: Ediciones Uniandes.

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