Capítulo 1- La educación, su naturaleza y su papel
Empieza dando varias definiciones de educación y hace un examen crítico sobre ellas. El autor, expresa que palabra educación ha sido a veces utilizada en un sentido muy amplio para designar el conjunto de las influencias que la naturaleza, o los demás hombres, pueden ejercer sobre nuestra inteligencia o nuestra voluntad. Sin embargo, dicha definición engloba hechos completamente contrapuestos y que no se pueden reunir bajo un mismo vocablo. La acción de las cosas sobre los hombres es muy diferente, por sus procedimientos y resultados, de la que procede de los hombres mismos; y la acción de los contemporáneos sobre sus contemporáneos difiere de la que los adultos ejercen sobre los más jóvenes. Es esta última la única que le interesa al autor y es lo que llamará educación. La concepción durkheimiana de la educación se encuentra enfrentada a la de los autores que estudian la educación, como es el caso de Kant y James Mill Según Kant, «el fin de la educación es el de desarrollar todas las facultades humanas». Llevar hasta el punto más alto que pueda ser alcanzado todas las fuerzas que anidamos en nuestro interior, realizarlas lo más completamente posible. Sin embargo, si bien en cierta medida ese desarrollo armónico es, en efecto, necesario y deseable, no es posible por otra parte realizarlo por completo debido a que se encuentra en contradicción con otra regla de la conducta humana que es la que nos ordena dedicarnos a una tarea particular y limitada. No podemos y no debemos entregarnos todos al mismo género de vida, pero debemos, según nuestras aptitudes, desarrollar diferentes funciones, y es necesario que cada uno de nosotros se ponga en armonía con aquella que le incumbe. Por otro lado, James Mill expresa que la educación tendría por objeto «hacer del individuo un instrumento de felicidad para sí mismo y para sus semejantes». Según Durkheim, la felicidad es un estado esencialmente subjetivo que cada uno aprecia a su manera. Por lo tanto, esto deja incierta la finalidad de la educación porque la abandona al libre albedrío. Hay una crítica general que recae sobre esas definiciones, y surge de creencia de la existencia de una educación universal, perfecta y válida para todos los hombres. Pero, si se considera la historia, no se encuentra nada en ella que confirme esta hipótesis. La educación ha variado muchísimo a través de los tiempos y según los países. El autor da varios ejemplos de la educación en diferentes lugares y tiempos. Por ejemplo señala que en Roma se deseaba ante todo que los niños se hicieran hombres de acción, entusiastas de la gloria militar e indiferentes a todo cuanto concernía a las artes y las letras. Entonces, Durkheim indica que cada sociedad, tomada en un momento determinado de su desarrollo, dispone de un sistema educacional que se impone a los individuos con una fuerza por lo general irresistible. No somos los creadores de los hábitos y las ideas que determinan ese tipo educacional. Estos, son producto de la vida en común y expresan las necesidades de ésta. En su mayor parte, son obra de las generaciones anteriores. Todo el pasado de la humanidad ha contribuido crear el conjunto de máximas que encuadran la educación. Durkheim señala que para que haya educación son necesarios dos elementos: es necesaria la presencia de una generación de adultos y una generación de jóvenes, así como de una acción ejercida por los primeros sobre los segundos. También aclara que el sistema educacional presenta en todas las sociedades un doble aspecto: es a la vez, único y múltiple. Es múltiple. Se puede decir que existen tantas especies diversas de educación como tantos ambientes sociales haya en esa sociedad. Cada profesión constituye un ámbito que requiere aptitudes concretas y conocimientos especiales, donde reinan ciertas ideas, determinadas costumbres, determinadas maneras de ver las cosas; y dado que el joven debe estar preparado con vistas a la función que está llamado a desempeñar el día de mañana, la educación a partir de una cierta edad, no puede ser la misma para todos los sujetos a los que es aplicada. Y es único ya que, si bien la educación se halla dividida en distintos trayectos, cada uno de los cuales corresponde a una determinada posición social, es preciso educar a todos los individuos de esa sociedad en “una base común”. En las sociedades “menos evolucionadas” [precapitalistas], esa base común está constituida por las creencias religiosas, dioses comunes, etc., cada una de las cuales exige pautas comunes de conducta. En la sociedad moderna [capitalista], y como consecuencia de la historia, se ha ido constituyendo todo un conjunto de ideas sobre la naturaleza humana, sobre la importancia respectiva de nuestras diversas facultades, sobre el derecho y sobre el deber, sobre la sociedad, sobre el individuo, sobre el progreso, sobre la ciencia, sobre el arte, etc., que constituyen la base misma del espíritu nacional. De estos hechos se deduce que cada sociedad forma un cierto ideal del hombre, de lo que debe ser éste tanto al punto de vista intelectual como físico y moral. Ese ideal es, en cierta medida, el mismo para todos los ciudadanos de un país. Durkheim sintetiza la dualidad de objetivos de la educación del siguiente modo: La educación tiene por misión la de suscitar en el niño: 1. Un cierto número de estados físicos y mentales que la sociedad a la que pertenece considera que debe florecer en cada uno de sus miembros. 2. Ciertos estados físicos y mentales que el grupo social específico (casta, clase, familia, profesión) considera que deben existir en todos aquéllos que lo constituyen. Después de todo esto el autor llega a la siguiente definición de educación: La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre, aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que este especialmente destinado. De la definición que precede resulta que la educación consiste en una socialización metódica de la joven generación. Se puede decir que en cada uno de nosotros existen dos seres. Uno, está constituido por todos los estados mentales que no se refieren más que a nosotros mismos y a los acontecimientos de nuestra vida privada: es lo que se podría denominar el ser individual. El otro, es un sistema de ideas, de sentimientos y de costumbres que expresan en nosotros el grupo o los grupos diferentes en los que estamos integrados. Son las creencias religiosas, las opiniones y las prácticas morales, las tradiciones nacionales o profesionales, las opiniones colectivas de todo tipo. Su conjunto, constituye el ser social. El formar ese ser en cada uno de nosotros, tal es el fin de la educación. Ese ser social no viene dado del todo en la constitución primitiva del hombre, sino que no ha sido el resultado de un desarrollo espontaneo. Es necesario que, por las vías más rápidas al ser egoísta y asocial que acaba de nacer, superponga ella otro capaz de llevar una vida moral y social. Ésta es en esencia la labor de la educación. Puede decirse que la educación tiene que ser esencialmente una acción de autoridad. Tiene que llevarnos a superar nuestra naturaleza original. Con esta condición el niño se convertirá en hombre. La autoridad, en este caso, no tiene nada que ver con la violencia o la represión, sino que consiste por completo en una especie de ascendiente moral. El niño, no puede conocer el deber más que a través de sus maestros o sus padres. Muchas veces se han puesto en oposición la libertad y la autoridad como si fueran dos factores de la educación que estuvieran en contradicción entre sí. Cuando en realidad, estos dos términos se unen entre sí. La libertad es hija de la autoridad bien entendida, ya que ser libres, no quiere decir hacer lo que a uno le parece, sino que significa ser dueños de sí mismos y saber obrar sobre la base de la razón. Por lo tanto, es preciso ejercitar al niño para que la reconozca en la palabra de su maestro y para que admita su ascendiente. Para finalizar el texto, el autor aclara la función que tiene el Estado en cuanto a la Educación A partir del momento en que la educación es una función esencialmente social, el Estado no puede desinteresarse de ella. Todo cuanto es educación debe quedar, en cierta medida, sometido a su influencia. Lo que no viene a decir por ello que el Estado deba necesariamente monopolizar la enseñanza. Es la sociedad quien le recuerda al maestro cuales son las ideas y sentimientos que tiene que inculcar en el niño para ponerlo en armonía con el ambiente en el que está llamado a vivir. Pero no es tarea del Estado la creación de esa comunidad de ideas y de sentimientos, esa comunidad debe constituirse por sí sola y el estado no puede hacer otra cosa que consagrarlas y mantenerlas.
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